/Por María Teresa Ortuño Gurza/
Sin duda en la Educación se mueven muchos intereses. Dinero. Poder. Liderazgos. La tarea más noble, educar, con frecuencia es atravesada por motivos que no tienen nada de pedagógico, curricular, pertinente.
Y se cruzan procesos electorales, presupuestos, elección o designación de dirigentes, secretarios, ideologías, luchas de poder, y un sin fin de complicaciones que impiden/frenan que en México sea la Educación un factor de desarrollo, de movilidad social. Y las víctimas son los estudiantes y sus familias. O sea, el país.
Si le agregamos la debilidad de las autoridades, y porqué no decirlo, su complicidad, el panorama se nos pone peor. Nada que hayan “secuestrado” los sindicatos, lo obtuvieron solos. Fueron acuerdos políticos con autoridades que ganaban gobernabilidad.
Tanto en el gobierno federal, como en los gobiernos estatales de todas estas décadas, siempre ha habido personas comprometidas con impulsar la educación. Lo mismo se puede decir de los sindicatos, directores, maestros/as, etc. Se pueden citar cifras de avances en cobertura y contenidos. Verdaderos… pero completamente insuficientes. ¿Porqué sus esfuerzos no han sido los que necesitamos?
Esto ocurre por falta de ciudadanía. Porque a pesar de que cada vez vamos construyendo una sociedad más participativa, el déficit en esta materia sigue siendo enorme.
Allí está la Reforma Educativa. Generó un gran consenso, y ahora no tenemos claro qué va a pasar. Los profesionales del conflicto no tienen una propuesta. Exigen su abrogación total, y una serie de demandas que nada tienen que ver con la Educación. Por otra parte, existen voces desde la academia, la investigación, el salón de clases, las organizaciones de sociedad civil, que alzan su voz contra algunas características que consideran deben ser modificadas. Algunas de esas requerirían cambios en las leyes, otras no. Son de política pública.
¿Podremos llevar este debate tan válido, y mantenerlo dentro del terreno educativo? ¿Seremos capaces de analizar seriamente el punto de vista del otro, escuchar, aprender? ¿O será el debate es una mera pantalla para motivaciones políticas, económicas y de poder, que sólo toman a la Educación como pretexto?
Quizá es un sueño guajiro aspirar a que la educación nos una a quienes pensamos diferente, votamos diferente, opinamos diferente, pero coincidimos en que sólo la educación nos llevará al desarrollo. Ojalá podamos aprender de países que hace muy pocos años estaban igual o peor que nosotros en esto, y nos han rebasado mientras asignamos culpas, sin asumir tareas.
Esos países también tuvieron problemas políticos, pero fueron capaces de coincidir en lo esencial: apostar por la educación.
Una comunidad informada y participativa que exige a todos los actores, y pone el ejemplo, logra grandes transformaciones. Recientemente lo vimos con el sistema nacional anticorrupción. Imperfecto, pero un gran logro.
En este péndulo entre concentración o descentralización del presupuesto, o el debate acerca de la Evaluación, del Modelo Educativo, la Reforma a las Normales y a la currícula escolar, la clave está en que todos los actores reconozcan la importancia de la aportación que cada uno brinda (maestros, padres de familia, autoridades, legisladores, sindicatos, investigadores, gremios, medios de comunicación, etc.), y que exista un tejido social que aporte, critique, reconozca y exija que se apliquen las medidas necesarias para mejorar la educación.
Y que los que buscan sacar raja política sean evidenciados y castigados con el rechazo de una ciudadanía que sabe lo que quiere, y lucha por conseguirlo. ¿Se podrá?