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La tierra de la falsa libertad

Por: Vicente Berenguer

La situación en la «Tierra de la libertad» se había vuelto insostenible para muchos (en realidad era la Tierra de la falsa libertad, aunque oficialmente, y para engañar a los despistados la llamaban así). Gran cantidad de personas malvivían en la parte de abajo con unas pocas monedas y sin apenas recursos, percibían salarios de miseria a cambio de duras jornadas de trabajo (los «afortunados» que lo podían tener). Todo se había vuelto penoso para este sector mayoritario de la población. En cambio, en la parte de arriba las cosas eran muy diferentes. Allí la crisis había supuesto un mayor enriquecimiento del grupo social que vivía en aquella zona hasta el punto que había ocurrido algo novedoso: ahora, en lugar de papel higiénico, usaban billetes de 50.

La noticia llegó a oídos de los que vivían en la parte de abajo de la Tierra de la libertad. ¿Billetes de 50 como papel higiénico? Aquello fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de los de abajo, y decidieron ir a hablar con los millonarios de arriba. Estos les dijeron que comprendían la situación y llamaron a los «expertos» encabezados por el presidente para que se hiciese una reunión y estos expertos pudieran ofrecerles las explicaciones pertinentes. Y así se hizo.

Ya todos sentados, el grupo de representantes de los de abajo expusieron a los expertos cuáles eran los hechos, y los hechos eran que mientras gran parte de la población de la Tierra de la libertad estaba pasando verdaderas penurias con salarios humillantes y doblando en muchos casos la jornada laboral siendo ya unos esclavos, los de arriba vivían como reyes, disfrutando de todo lujo pensable y para más inri ahora se limpiaban el trasero con billetes de 50, algo sin duda simbólico y que a los de arriba les producía un gran placer. Era una situación muy injusta estas diferencias, diferencias que siempre habían existido pero que ahora se habían multiplicado por la famosa crisis: los de abajo iban de camino a la esclavitud (y muchos de ellos ya en ella) y los de arriba, en cambio, ahora tenían mucho más si cabe.

Esta fue a groso la exposición de los hechos y esta fue, resumiendo también, la respuesta de los expertos:

-Vuestro problema, la pobreza o la miseria, nada tiene que ver con la situación de los de arriba, la riqueza. Es decir, es independiente el hecho de que vosotros percibáis salarios tan bajos con el hecho de que arriba naden en la abundancia. No tiene nada que ver el que una parte cada vez posea más dinero, patrimonio, yates, joyas y lo que quieran tener con que otra parte, en este caso una mayoría, tenga cada vez menos y deba trabajar cada vez más por menos. No se equivoquen caballeros, una cosa no tiene que ver con la otra.

-Por otra parte, debéis alegraros de ver que los ricos cada vez sean más ricos y debéis estar contentos porque estos millonarios o multimillonarios contra los que protestáis hayan decidido vivir en la Tierra de la libertad y no en otra parte porque así la economía estará en movimiento y podrán haber empresas y posibilidad de trabajar para ellos, y me consta que muchos de ustedes lo hacen, trabajar para ellos. Imagínense que un día decidan irse de aquí; sería nefasto. Agradézcanles el que vivan aquí y que cada día ellos posean más porque serán oportunidades para ustedes.

-Por último, no les moleste que ellos usen billetes de 50 como papel higiénico. Ustedes no saben, pero si en lugar de limpiarse el trasero con ellos se los entregaran a ustedes…se produciría una distorsión en los precios con lo cual todo el mundo saldría perdiendo, también ustedes. Sabemos que pueden pensar que ellos podrían compartir algo o que para que se use ese dinero de ese modo sería mucho mejor el que ellos dieran algo a ustedes, pero créanme, eso sería contraproducente para todos y se les volvería en contra. Es mejor que todo siga así, y que por muchas penurias que puedan estar pasando y por contra por muy bien que vivan arriba son ustedes unos privilegiados por poder vivir y formar parte de la Tierra de la libertad. Aquí reina la libertad, son libres, y este es nuestro valor supremo, por encima incluso de la propia dignidad, por encima de que todos los habitantes puedan tener una vida digna.

Miren caballeros, miren hacia nuestra bandera, ámenla y llévenla en sus corazones. Esta es nuestra patria y todos formamos parte ella, ustedes (los de abajo) y los de arriba. Siéntanla porque nuestra patria nos une a todos, y nuestra patria, como digo, es lo que realmente importa y no si unos viven mejor u otros peor. ¡Nuestra patria caballeros! ¡Viva la tierra de la libertad!

Los expertos economistas y políticos, tras estas palabras pronunciadas por el presidente, se pusieron en pie y lo ovacionaron con un sonoro aplauso y unos vivas, mientras que el grupo de los de abajo, sumidos en una gran perplejidad, fueron desalojados de la sala por las fuerzas de seguridad.

Vicente Berenguer, asesor filosófico

*Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=221901

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La niñez en el sistema capitalista-salvaje.

Por: Vicente Berenguer

Es preocupante hacia dónde se encaminan las sociedades que se autodenominan “desarrolladas”, sociedades en la que ser niño ya no es posible, sociedades que apuntan a la aniquilación de los niños, a la eliminación de la inocencia, a la desaparición del reino de la fantasía y de la imaginación. Les narro una anécdota que me ocurrió el día en que se celebraron los Reyes Magos:

Me encuentro con un niño por una calle paralela a la calle de la cabalgata y le pregunto si no quiere ir a ver a los reyes, a lo cual me contesta que los reyes magos no existen, y sacando su celular me dice que si quiero pruebas las podemos tener en el acto. La respuesta del niño me deja perplejo por ser este un verdadero niño (desconozco la edad que tendría pero sin duda era lo que todos podemos entender por un niño). Me deja perplejo su respuesta y el que pequeños de su edad tengan acceso a internet. Quizás esto ya sería otro debate, o tal vez no. Me dejó perplejo la forma de ser del niño, un ser sin las típicas emociones de los niños, sin apenas emociones y en cambio se mostraba tremendamente intelectual para la edad que debía tener.

Pero sus padres andaban cerca aunque yo no lo había advertido y se suman a la conversación y me dan su punto de vista, y en resumidas cuentas es este (aunque con mis propias palabras): hay que despertar a los niños de la ficción y prepararlos desde bien pronto para la vida laboral. Los juegos son una pérdida de tiempo, la inocencia es perjudicial, la fantasía y la ilusión típica de la niñez es contraproducente. Hay que despertar a los niños del sueño de ser niños cuanto antes e instruirlos en el estudio, y cuanto antes ocurra eso mejor…en definitiva: se trata de que la feliz etapa de la niñez es perjudicial y casi que una enfermedad y que cuanto antes se erradique dicha enfermedad antes se podrá preparar al niño (que ya no será niño sino una especie de computadora) para la vida competitiva del sistema en que vivimos.

Si con el niño ya me había quedado perplejo con los padres ya me quedé sin palabras.

Qué duda cabe que en las sociedades en las que reina el capitalismo salvaje hay que preparar al niño para la dura vida que tendrá que vivir pero esto debería ser un proceso gradual y compaginándolo siempre con el fomento de la parte emocional (algo que desde luego no ocurre). Me parece que arrebatarle al ser humano una de las mejores etapas de su vida si no la mejor –la niñez– es provocar mismamente una vida más dura a dicho ser humano, una vida que no habrá tenido la oportunidad de conocer qué se siente siendo un niño, sin duda una de las sensaciones que nadie se debería perder.

Preocupante hacia dónde nos encamina el capitalismo, preocupante que la sociedades que se dicen “desarrolladas” no protejan a los niños sino todo lo contrario, pretendan erradicar la niñez.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/la-ninez-en-el-sistema-capitalista-salvaje/

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Capitalismo, corrupción y la necesidad del Bien Común

Por Vicente Berenguer

La corrupción azota nuestras sociedades. No es un fenómeno pasajero sino que está bien asentado dentro de nuestras estructuras políticas y económicas. No es un mal que exista solo en determinados países –aunque predomine más en unos que en otros– teniendo que hablar lamentablemente de algo generalizado. Algunos afirman que el ser humano es corrupto por naturaleza, otros en cambio advierten que se trata de un fenómeno derivado de una deficiente educación, pero lo cierto es que es esta una lacra que nos acompaña y que golpea la esencia misma del que debería ser uno de nuestros valores supremos: la justicia social.
¿Por qué se ha llegado a esta deteriorada situación en la política y en la economía? ¿Por qué la corrupción es algo sistémico? ¿Es la corrupción algo exclusivo de la política o más bien la corrupción política es el reflejo de la corrupción en potencia que se halla en la sociedad y que en ella se manifiesta por pura posibilidad? ¿Cuáles son las razones profundas para que la corrupción sea la norma? Creemos que varias son las causas de esta situación pero en este texto solo nos referiremos a una que pensamos que es básica, fundamental, algo que Aristóteles siempre tuvo presente en sus reflexiones sobre la mejor forma de gobierno, algo que en la actualidad no existe ni en lo práctico pero que ha desaparecido incluso del nivel teórico: nos estamos refiriendo al concepto de bien común.

La inexistencia del bien común
El bien común –básico para Aristóteles– ha desaparecido y no queda rastro de él. No estamos descubriendo nada nuevo si decimos que el sistema en el que nos encontramos es individualista y que en este sistema, además, uno debe ser enormemente competitivo si quiere establecerse en una posición cómoda, una posición que le asegure unos buenos beneficios económicos o simplemente sobrevivir. Este juego de las sillas incrementa la individualidad e incluso provoca que muchos sujetos utilicen a otros en su propio beneficio llegándose incluso a la mentira, a la traición o a cualquier herramienta que facilite el ascenso social. La consigna termina siendo un “sálvese quien pueda” en el que todo vale y en el que el bien común es algo que solo existe semánticamente pero ni tan solo está ya en un rinconcito de nuestra mente.
El bien común se halla ausente y esta es una de las causas profundas de por qué la corrupción es generalizada en política –y en cualquier ámbito–: nadie piensa, reflexiona, tiene presente ni tan siquiera concibe algo que signifique “el bien común”, y esto supone que no se tenga el menor problema en robar lo de todos: ¿a quién se está robando si no existe un bien que es de todos? A nadie, responderán las conciencias –o lo que quede de ellas–, quedando así diluida la responsabilidad o carga moral en un abstracto por no existir nada en la mente del corrupto que tenga que ver con nada compartido, con nada común.
El sistema económico capitalista fomenta el individualismo como base de crecimiento. Subyace de esta filosofía que la base del sistema es la búsqueda del bien particular y que esta búsqueda provocará que la sociedad en general se beneficie también al crease riqueza, pero no se ocupa el sistema –ni tan solo preocupa– por contrarrestar esta tendencia de buscar absolutamente el bien particular con búsquedas del bien compartido. Reconocemos que no hemos hecho una encuesta para llegar a esta conclusión, a la conclusión de la inexistencia de una concepción social de un bien común; tampoco hemos hurgado en las mentes de los ciudadanos para saber si en ellas existe, como hemos señalado, al menos en un pequeño lugar algo que se le pueda parecer. Pero es tarea necesaria intentar “adentrarse y navegar” en la mente colectiva y ver cuáles pueden ser las causas de la desbocada corrupción política y empresarial, y en este caso, al no hallar en ella nada parecido al concepto de bien común, estamos seguros de que si no de forma total pero sí de forma muy importante, su inexistencia es la causa profunda de la lamentable situación que se vive en la política a nivel mundial.

La necesidad del bien común
Hemos llegado a la conclusión de que no existe una concepción general en la población de nada que tenga que ver con un bien común. Al no existir este bien, el político no podrá gobernar para algo inexistente y lo hará, por tanto, para lo que único que existe, el bien particular, ya sea el propio o el del partido. Además, al no haber algo común, algo de todos, un sentimiento compartido, la corrupción no será sino una consecuencia natural de todo esto pues el que roba, el que se corrompe, no puede tener una clara conciencia de que está robando, por decirlo así, a un ente común y existente que seríamos todos pues no concibe –ni puede concebir– la existencia de algo así. No concibe un ente común por tanto lo que está robando tampoco sería de nadie en particular; sus robos quedan en una especie de limbo para él mismo e incluso para los demás. La falta de un bien común es una de las causas profundas de la situación. Se deberá fomentar por tanto la “reaparición” de este tipo de bien, su presencia, su existencia para que la política sea lo que debe ser, un servicio a los ciudadanos, un servicio al bien compartido, un servicio a todos y para todos.
Se nos antoja fundamental pues avanzar hacia un ideal, un lugar en el que además de pensarse en uno mismo se piense también en el conjunto de toda la sociedad. Este lugar queda claro que es un lugar en el que todos, racionalmente, concebiríamos el bien común como algo básico y fundamental para la política, para la convivencia. El ideal aún podría ser mayor si a la racionalidad le añadiésemos el sentimiento, es decir, si además de concebirnos como una entidad colectiva –además de nuestra entidad individual–, nos sintiéramos de alguna manera conectados al resto, nos sintiéramos, en definitiva, como un todo.
¿Cómo podría conseguirse esto? ¿Cómo se podría fomentar aquello que venimos reivindicando, la concepción en la ciudadanía de un interés compartido, un bien de todos? Sería necesaria, entre otras muchas cosas que quizás abordemos en otra ocasión, una planificación en el ámbito educativo en la que se fomentase la idea, ya desde la infancia, de que existe algo muy valioso y que nos une a todos, algo que uno debe siempre procurar y es la defensa del otro –pues de alguna manera forma parte de mí–, la defensa de un bien que es compartido y que no solo me compete a mí pero también a mí. Este sería un largo proceso en el que se iría instruyendo a las futuras generaciones en la defensa de lo colectivo y no solo de lo individual, defensa que creemos que no se fomenta desde el sector educativo. Porque educar no debería ser solo la transmisión de contenidos culturales sino también y sobre todo el fomento de comportamientos y modos de ser que nos beneficien a todos ya que el ser humano no vive solo sino en comunidad.

Conclusión
Si esto es así, la corrupción no es sino un efecto necesario por la ausencia, en las mentes de las ciudadanos en general, de algo que tenga que ver con un bien compartido, un bien que nos pertenece a todos y que somos nosotros mismos. Hemos dicho que la ausencia de este concepto se debe sobre todo a un sistema capitalista salvaje en el que no cabe la existencia de algo llamado “bien común” debido a la consolidación del individualismo exacerbado siendo la característica principal de este el egoísmo.
El individualismo, en efecto, se impone y anula en la sociedad cualquier resquicio de nada que tenga que ver con algo compartido. El egoísmo y la búsqueda del interés propio es, para los liberales, la premisa que permite que haya beneficio para la sociedad. Uno no busca el interés social pero la búsqueda del suyo propio implica que se genere un beneficio para todos:
Cada individuo está siempre esforzándose para encontrar la inversión más beneficiosa para cualquier capital que tenga. Es evidente que lo mueve su propio beneficio y no el de la sociedad. Sin embargo, la persecución de su propio interés lo conduce natural, o mejor dicho, necesariamente a preferir la inversión que resulta más beneficiosa para la sociedad. […] una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en sus propósitos.1
Así, el interés social no es buscado y solo se obtiene de forma indirecta no siendo la solidaridad el valor social supremo sino la búsqueda del puro beneficio personal. Se deberá fomentar por tanto el egoísmo en la sociedad ya que este posibilita que haya beneficio para los demás. Triste modelo social.
Pero si el egoísmo es la base del sistema capitalista salvaje, si el individualismo más exacerbado es el motor que genera crecimiento, si se nos educa en la necesidad de ser altamente competitivos para alcanzar el éxito siendo la alternativa el quedarse rezagado pero más: si los depredadores tienen más posibilidades de éxito económico que las personas solidarias, no debe extrañarnos que, en primer lugar, el egoísmo esté venciendo a la solidaridad y en segundo, y como avanzábamos, que la sociedad en general no conciba la existencia de un bien común, un bien de todos. Con lo cual, si no hay ni la concepción de vínculos con los demás a nivel teórico ni a nivel emocional, la corrupción es algo que se deriva de forma necesaria de todo lo dicho.
En conclusión, será necesario la construcción de un sistema alternativo que no base su motor en el egoísmo sino en la solidaridad, un sistema en el que la búsqueda del bien para todos no sea un efecto indirecto de la búsqueda del bien propio sino un fin en sí mismo, un modelo que no fomente en los individuos el interés exclusivamente personal sino el interés por el otro, el interés social, la existencia del bien común. Será necesaria la construcción, en esencia, de un modelo definitivamente humano.

1 Adam Smith, La riqueza de las naciones.

Vicente Berenguer, asesor filosófico
vaberenguer@gmail.com

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Otro Ser Humano es posible

Por Vicente Berenguer

Todos hemos escuchado o leído alguna vez la expresión “otro mundo es posible”. Inmediatamente viene a nuestras mentes un mundo más justo, más solidario…un mundo en el que nos organizamos de una manera menos egoísta y más empática, en definitiva un lugar mejor. Y es que “mundo” alude a lugar o podríamos decir que a nuestro hogar. Es sin duda una gran meta esta y algo a lo que deberíamos aspirar la especie humana, a poder vivir en un espacio más favorable para todos sin olvidar por supuesto a los animales y a las plantas, a los ecosistemas y al conjunto de la naturaleza que somos todos. Sin embargo, esta visión de un lugar o mundo mejor hace que dirijamos nuestras miradas hacia el exterior pasando por alto el paso necesario antes de poder lograr tan ansiado objetivo, y es una mirada hacia nosotros mismos.

Porque muchos anhelamos un modelo social más solidario y lo visualizamos: lo concebimos en nuestra imaginación y comprendemos que es posible ese mundo al cual algunos aspiramos: “otro mundo es posible”. Sin embargo, a menudo no consideramos que ese otro mundo es un mundo humano, que se trata de qué tipo de “hogar” construimos y por tanto de lo que en el fondo se trataría es de que para que otro mundo sea posible otro ser humano ha de ser posible ya que lo primero será sin duda consecuencia de lo segundo. De este modo, lo esencial es reparar primero en el tipo de ser humano que somos, es decir, dirigir la mirada al interior de nosotros mismos (al interior de la sociedad) para una vez realizado el análisis poder cambiarla, poder transformarnos. El asunto radica pues en mirar hacia el interior para poder transformar posteriormente nuestras relaciones humanas y construir otro mundo: se trata de conocer cómo somos y qué tipo de ser humano queremos ser.

Deseamos un mundo mejor y creemos muchos de nosotros, sí, que “otro mundo es posible”, pero como decimos la clave es advertir que la cuestión no es otra que “otro ser humano es posible”. Solemos pensar que somos como somos, que la especie humana es como es pero no reparamos en que nuestra forma de ser, pensar y sentir es en gran medida el resultado de muchos factores entre los que se encuentran el sistema educativo que nos proporcionan, el sistema económico-político y en general el medio ambiente al que nos “someten” incluyendo a los medios de comunicación, el tipo de contenidos que se emiten por la televisión etc. Todos estos factores van conformando y construyendo lo que somos, van moldeando al ser humano o sociedad pudiéndose construir por tanto muchos tipos de seres humanos y por ende muy distinto tipos de sociedades, desde las más insolidarias e injustas hasta las más solidarias y favorecedoras para el desarrollo de nuestro potencial humano. Así, dependiendo del tipo de Educación recibida (Educación que englobaría al total de los factores: sistema educativo, medios de comunicación, valores, instrucción que favorezca o no la crítica y la reflexión…y en general a todo el medio ambiente) da como resultado un tipo de ser humano concreto. Así es que el ser humano actual caracterizado, en general, por el egoísmo, la insensibilidad, el materialismo y la falta de respeto hacia la naturaleza es un producto del sistema, es el resultado de haber recibido una falsa educación desde que se nace y también de haber sido sometido a un pésimo medio ambiente el cual, salvo microclimas, nos acompañará durante toda nuestra vida.

Sabemos pues que los humanos no somos como somos sino que somos como nos vamos haciendo. Es un error capital el pensar que nuestro modo de ser es algo estable, fijo, incluso algo determinado. Y es un error en lo que se refiere a nuestra individualidad y también al conjunto de la sociedad. Con respecto a nuestra individualidad debemos tomar consciencia de las implicaciones de saber que no somos algo estable y fijo sino que nos vamos haciendo. Conocemos la famosa frase del oráculo de Delfos “Conócete a ti mismo” y estamos muy de acuerdo con ella: debemos hacer autoexamen, conocernos, comprendernos, pero no debemos caer en el error de creer que somos algo definitivo o acabado ya que esta falsa creencia impedirá cualquier cambio individual o colectivo. No se trata pues de conocerse a sí mismo (o no se trata solo de ello) sino de algo más: la cuestión estribaría en comprender que la consigna no es quedarse en el conocerse a sí mismo sino en el “hacerse a sí mismo”. Así, pasamos del “Conócete a ti mismo” al “Hazte a ti mismo”, y es que estamos, aunque lo ignoremos, permanentemente haciéndonos a nosotros mismos dependiendo de las actividades que se realizan y del medio ambiente al que estemos expuestos. Somos en buena parte, en nuestra individualidad, el producto del sistema educativo, de los valores o falsos valores recibidos a través de múltiples mecanismos, de la cultura imperante y también hasta somos el producto de las personas que nos rodean. No somos como somos sino que somos como nos vamos haciendo, y será nuestra responsabilidad el irnos rodeando en la medida de lo posible de un medio ambiente, de una Educación con mayúsculas, que favorezca el desarrollo de lo sí somos: seres humanos, humanos de verdad. Es crucial reparar en que estamos en permanente construcción.

Nos vamos haciendo a lo largo de nuestras vidas y no somos algo fijo ni determinado, y así, dependerá en gran medida de los factores antes citados –dependerá del medio ambiente– el tipo de humanos que vayamos a ser. Con lo cual no es algo ni natural ni predeterminado el que la sociedad en general se mueva por parámetros egoístas, materialistas o superficiales: es algo que se deriva de la Educación recibida (“Educación” con mayúsculas ya que nos estamos refiriendo al medio ambiente en general). Por tanto otro ser humano será posible si se modifican los factores a los que aludimos, si se nos proporciona un medio ambiente saludable, positivo y que fomente nuestro desarrollo en lugar del medio actual, medio nefasto que en lugar de construir seres humanos dignos de ser llamados humanos fomenta seres vacíos y sin sensibilidad.

Exijamos pues el tener derecho a un medio ambiente enriquecedor ya que se trata de que inevitablemente nos vamos haciendo: demandemos un sistema educativo que forme personas críticas y empáticas; exijamos una televisión y unos medios que nos aporten valores enriquecedores, neguémonos a visualizar contenidos que nos deshumanicen y apostemos en cambio, sabiendo que nos vamos haciendo a nosotros mismos cada día, por rodearnos de textos, de libros, de películas, de personas, de colectivos…que ayuden a que crezcamos como humanos, que fomenten o permitan que nuestras capacidades se puedan desarrollar. Porque si se trata de hacerse a uno mismo, si la cuestión de fondo es que otra sociedad diferente de la actual es posible, deberemos reparar en todo aquello que nos va formando y exigir que las bases desde las que se nos forma o “construye” sean radicalmente cambiadas. Porque otro mundo será posible solo si otro ser humano es posible.

Vicente Berenguer, asesor filosófico
vaberenguer@gmail.com

Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/182532

Imagen tomada de: http://cdn.ecoportal.net/var/ecoportal_net/storage/images/temas_especiales/desarrollo_sustentable/salvemos_a_la_humanidad_de_su_extincion/1963765-2-esl-ES/Salvemos_a_la_humanidad_de_su_extincion.jpg

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¿Qué significa educar?

07 de diciembre de 2016

Por: Vicente Berenguer

¿Qué significa educar? ¿Cuál es la función de los docentes dentro de la educación? Las respuestas a estas preguntas podrían en principio parecer obvias aunque si se reflexiona sobre cómo es el funcionamiento del actual sistema educativo la obviedad no es tanta.

Si atendemos a las bases de los modelos educativos de los distintos países, que salvo excepciones son prácticamente los mismos, vemos que estos están basados en unas series de premisas. Por ejemplo advertimos que una de ellas es que la educación debe fundamentarse en la respuesta. Esto quiere decir que se transmiten una serie de conocimientos que el alumno debe incorporar. La persona, de este modo, irá adquiriendo una cultura y en definitiva unos contenidos que le serán supuestamente útiles a lo largo de la vida. Conocer la tabla periódica de los elementos, el volcán más alto de Nicaragua o los ríos más importantes de China es algo muy recomendable y son materias que deben ser enseñadas por los sistemas educativos. El problema surge cuando el sistema basa por completo la educación de los ciudadanos en las respuestas y en la absoluta memorización de contenidos y no en la reflexión.

Tenemos una educación basada en la respuesta y no en la pregunta, y la respuesta es, como decimos, el principal pilar o premisa de nuestros modelos educativos. Se nos enseñan contenidos, los memorizamos para posteriormente olvidar muchos de ellos y sin embargo no se nos instruye desde la pregunta. Y es que la pregunta, al contrario de la respuesta, moviliza al pensamiento y lo expande, no lo constriñe, posibilitando así que el alumno reflexione y explore posibilidades. Con la respuesta todo viene dado, en cambio, mediante la pregunta, se activa nuestro pensar: no el pensar de los demás sino el mío propio. Tenemos ya pistas de por qué la educación no se basa en el “arte” de la pregunta sino en las respuestas, pistas que nos conducen a la conclusión de que el sistema no busca ciudadanos reflexivos con pensamiento autónomo sino todo lo contrario: busca personas sin capacidad para la crítica ni el cuestionamiento. Porque pensar es también cuestionar: pensar es no aceptar intelectualmente cualquier idea por el hecho de formar parte de la tradición, la cultura, la política o la religión de una zona. Pensar es reflexionar sobre cualquier cuestión de forma autónoma, es poder realizar un análisis personal manteniendo la autonomía, y la autonomía y la libertad es algo que no gusta a los poderes fácticos, tanto es así que, como decimos, el que debería ser el pilar educativo -la pregunta- no lo es y en cambio aquello que son aspectos secundarios -como la memorización- pasan al primer plano.

No se nos enseña a hacer preguntas, no se nos instruye en el hacernos preguntas para nosotros mismos porque lo que se busca son justamente ciudadanos que no piensen, personas que no expandan sus mentes; justo al revés: se pretende construir seres simples mentalmente y sin capacidad de crítica. La misión de estos futuros adultos dentro de la sociedad no será pues el cuestionarse todo: el sistema económico, el tipo de organización social, la legislación, el reparto de la riqueza…no será esta nuestra función sino otra distinta, el aceptar todo aquello que se nos diga ya que los futuros adultos no podrán vislumbrar alternativas a lo fáctico debido a que no se les ha enseñado ya de jóvenes a preguntarse y a pensar sino a dejar de hacerlo. De esta forma el sistema logra “fabricar” una sociedad que no se cuestiona nada, consigue construir ciudadanos sumisos ya que desde pequeños se nos aparta del arte de la pregunta y por tanto del pensamiento.

 Educar es enseñar a pensar

Tenemos pues que desde el sistema no se busca fomentar el pensamiento sino lo contrario, que se deje de pensar; y partiendo de estas premisas, de las premisas de una educación no basada en el pensamiento sino en la mera memorización de contenidos el resultado no puede ser otro que unos ciudadanos sin capacidad de crítica y análisis, ciudadanos que no cuestionarán nada sino que sencillamente aceptarán lo que se les diga y también cualquier sistema social injusto.

Pero hemos convenido que educar -o mejor dicho la verdadera educación- no es simplemente el obligar a memorizar, es mucho más: es formar a individuos, en efecto, con capacidad crítica y reflexiva, personas que se hagan preguntas, que se cuestionen, ciudadanos creativos que puedan aportar soluciones y conclusiones propias…seres con autonomía que puedan realizar un examen de cualquier situación y también un autoexamen; en definitiva, seres capacitados y libres. Porque pensar, algo que cada vez es menos frecuente, nos hace libres: libres en cuanto a poder elaborar un pensamiento crítico y propio y libres en cuanto a poder desarrollar nuestras capacidades evitando convertirnos así en puros autómatas.

Será por tanto la responsabilidad y tarea del docente formar al alumno no en la memorización -que también será necesario pero nunca el fundamento- sino en la reflexión y en la creatividad, porque estas nos hacen libres. Deberá el maestro, sí, ser un amigo que colabore y busque la expansión de las mentes de sus alumnos y no su constreñimiento, ser un guía que fomente la creatividad y el cuestionamiento; en pocas palabras: alguien que enseñe a pensar y por tanto a ser libre.

 

 Vicente Berenguer

vaberenguer@gmail.com

Foto: http://quientieneelpoder.com/wp-content/uploads/2012/07/educar-400×256.jpeg

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Vivir fuera del Matrix

Por: Vicente Berenguer

Cuando uno ve la exitosa película “Matrix” no puede sino encontrar paralelismos con nuestra realidad actual. Como sabemos, allí se describe un mundo en el que los humanos están conectados a máquinas las cuales les hacen vivir una vida ficticia, una vida que no es suya. Los humanos crecen y viven en una realidad construida desde el exterior aunque habrá un grupo de personas que conseguirán averiguar qué está pasando y salir fuera del Matrix. Esta trama es una historia de ciencia ficción pero no distan tanto de lo que es la realidad porque la realidad no es otra que una gran parte de la población vive conectada a un programa diseñado desde el exterior, diseñado desde los poderes fácticos.

Ya desde la tierna infancia se nos adoctrina desde el poder político y económico -el poder fáctico-, ya desde bien pronto se nos intenta transmitir una ideología concreta que la persona va a asimilando e incorporando y que finalmente hace suya. Esta ideología inculcada pero más aún, esta manera de ver la vida y las relaciones humanas determinará la manera de pensar y de actuar de las personas creyendo sin embargo estas que su pensamiento es autónomo, que nace en ellos mismos, pero la realidad es que no es un pensamiento propio en tanto que ha sido “introducido” por varios mecanismos al igual que a los habitantes del Matrix se les hace creer que están viviendo unas vidas que son suyas. Los mecanismos mediante los cuales se produciría el intento de instaurar un pensamiento único con la consiguiente eliminación y el bloqueo de todo pensamiento autónomo serían principalmente los medios de comunicación convencionales y al servicio del poder, pero también a través de un sistema educativo diseñado por las élites y orientado no a hacer volar al pensamiento sino más bien a cortarle las alas. Y es que en última instancia lo que se pretende es erradicar el pensamiento crítico y la reflexión para a cambio lograr la total aceptación de sus postulados.

Porque de lo que se trata en el fondo es de la construcción de un tipo de ser humano, de la construcción de un ser humano irreflexivo y servil, alguien que crea todo lo que se le dice sin que ni siquiera formule dos preguntas básicas: ¿por qué? ¿y caben otras alternativas?, un ser humano irreflexivo pero a la par insensible ante los problemas sociales, En definitiva un ser puramente materialista y egoísta. Este tipo de humano que tanto abunda en las distintas sociedades del mundo es el que estaría conectado a la “incubadora” sin ser consciente de ello, sin ser consciente de que sus pensamientos no son suyos sino que sencillamente se está repitiendo la ideología o pensamientos que le han sido programados, amén de haberse convertido en un sujeto superficial e insensible ante los problemas que puedan afectar a los demás o mismamente ante el padecimiento ajeno.

Pero así como en el Matrix había un grupo que consiguió “despertar” y desconectarse en nuestra realidad ocurre lo mismo, y a pesar de que un gran número de personas siguen conectadas a la incubadora por desconocimiento –y algunas por interés–, otras muchas si se van cuestionando y cuestionan las cosas y se preguntan: personas, colectivos y medios de comunicación alternativos: ¿Por qué? ¿Por qué las cosas deben ser así? ¿Es que no caben otras maneras de organizarnos? La pregunta pues es la clave, el cuestionarse lo que hay es la puerta que abre la posibilidad de movilizar al pensamiento y por tanto la posibilidad de plantear otros caminos de justicia y solidaridad, y es por esto que nada hay que moleste más a los que han diseñado el sistema actual que las personas en particular y la sociedad en general se pregunte, se cuestione, en una palabra: piense.

Lo que está en juego por tanto es la construcción de un ser humano: si se vive conectado a la incubadora uno será un puro autómata sin pensamiento original y sin sensibilidad no siendo posible por tanto el alternativas a lo fáctico; pero si en lugar de esto se vive desconectado del programa, como afortunadamente cada vez más gente vive, uno podrá ir haciéndose, podrá ir construyéndose a sí mismo mediante el pensamiento, el cuestionamiento y la reflexión.

Y sí, hay esperanza fuera de los medios convencionales, fuera de las herramientas al servicio del poder. Hay motivos para creer que la sociedad en general irá gradualmente desconectándose del dogmatismo ideológico al que ha sido y es sometida pero no para reconectarse a ninguna idea en concreto que alguien pueda imponer, sino para conectarse concretamente con su sensibilidad social, con su reflexión y con su propio pensamiento.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=219982

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La necesidad de sentirse en vínculo con la naturaleza

Por: Vicente Berenguer

Bosques amenazados, animales no respetados, ríos contaminados…el ser humano va destruyendo el planeta sin que parezca importarle demasiado. En cambio, lo que sí le parece relevante es que el sistema productivo-consumista siga yendo bien, aunque esto implique que al planeta en general le vaya muy mal. Tremenda contradicción parece encerrarse en el hecho de que al humano le vaya bien (aunque solo a unos cuantos de ellos, ni mucho menos a todos) y al planeta donde habita en cambio le pueda ir mal. ¿Dónde radica la enorme confusión? ¿En qué se basa esta inconsciencia?

El ser humano es un ser generalmente religioso sea cual sea la religión que profese. Postula o proyecta un Dios extramundano y trascendente al que se le debe rendir culto, rezar, alabar e incluso temer. Es un Dios por y para los humanos (quedando los animales y plantas prácticamente al margen de su “cobertura”), pero más, en un Dios solo para los que profesan mi misma religión: mi Dios es el único Dios. Pero además, este tipo de Dios es un ente separado de cada uno de nosotros y yo, en mi individualidad, a la vez estoy separado del resto de humanos y más aún del resto de seres.

Esta es la religiosidad a la que se “somete” gran parte de la población mundial, una religiosidad basada en la separación ontológica, como decimos, primero entre las personas pero más aún entre las personas y el resto de especies. Y ahí radica justamente el problema: en no concebir vínculos espirituales entre nosotros y el resto; en definitiva: en habernos convertido en seres religiosos pero no espirituales. Queremos saber quiénes somos, anhelamos la verdad, pero en realidad nos apartamos de ella y condenamos al resto de seres vivos a la miseria cuando no a su extinción. Y nos seguimos empeñando en postular un Dios extramundano en lugar de intramundano habitando y estando presente ya aquí, en cada uno de nosotros y en cada uno de los seres vivos aunque esto, así es, pueda llevar al planeta a su destrucción.

Pero no, no estamos separados y en cambio estamos en vínculo con la totalidad de la Naturaleza. Por tanto, si dañamos el bosque, contaminamos los ríos o extinguimos a las especies nos estaremos dañando, contaminando o extinguiendo a nosotros mismos. ¿Y qué clase de ser se perjudicaría a sí mismo? Solo un necio o un ignorante.

No se trata pues de crear un vínculo que previamente no existe entre los seres humanos y la totalidad de la Naturaleza, se trata más bien de reconocerlo; de reconocer, como por ejemplo así se desprende de las supuestas palabras que el jefe Seattle le dedicó por carta al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce en respuesta a la pretensión de este de comprar las tierras donde habitaban los nativos norteamericanos ,  reconocer que los humanos y los animales somos hermanos y que todo está relacionado entre sí.

No concibamos pues lo sagrado en otros mundos o dimensiones, concibámoslo aquí: en cada río, en cada mar, en cada ave, en cada bosque y en cada ecosistema, porque solo así seremos capaces de salvar al planeta.

Ecoportal.net

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