El secretario del gabinete del Ministerio de Educación, profesor George Magoha, dijo que el gobierno capacitará a más maestros para atender a los estudiantes con discapacidades.
Dijo que había una gran cantidad de poblaciones con necesidades de educación especial que necesitaban maestros con habilidades especiales para enseñarles.
Hizo los comentarios después de hacer un extenso recorrido por las instalaciones de enseñanza y aprendizaje en el Instituto de Educación Especial de Kenia (KISE) el miércoles.
Estaba flanqueado por el miembro del consejo de KISE, el Dr. John Mugo y el Director KISE, el Sr. Timothy Wambua, y el Director de Educación Especial en el Ministerio de Educación, el Sr. Fred Haga.
Además de capacitar a los maestros en educación especial, KISE realiza una evaluación de la naturaleza y la gravedad de las discapacidades y, en función del diagnóstico, recomienda la colocación de los alumnos en las escuelas apropiadas de todo el país, dependiendo de la naturaleza y la gravedad de la discapacidad.
El profesor Magoha dijo que la institución ha capacitado a más de 29,000 maestros, y 17,000 están en escuelas que atienden a estudiantes con discapacidades diferentes.
Al mismo tiempo, el Prof. Magoha ha aconsejado a los candidatos de KCPE y KCSE que no los engañen en los exámenes de personas sin escrúpulos.
Dijo que los padres no deberían ser engañados para que den dinero con la promesa de que sus hijos recibirán asistencia para acceder a los exámenes antes de tiempo.
«Revisar el programa de estudios y no los exámenes en papel pasados», aconsejó el profesor Magoha, diciendo que los exámenes estaban listos y la seguridad a su alrededor es estricta.
El profesor Magoha reiteró que las escuelas que no cumplían con los estándares de seguridad deberían cerrarse para proteger la seguridad de los niños.
«Cualquier estructura de un piso que no cumpla con los estándares de seguridad debe cerrarse», dijo el profesor Magoha.
Sin embargo, dijo que aquellos que reconstruyan sus escuelas con estándares aceptables podrán reabrir, pero después de una inspección exhaustiva por parte de las autoridades correspondientes.
Fuente e Imagen: https://www.kbc.co.ke/govt-to-train-more-teachers-to-cater-for-learners-with-disabilities/#
África/Kenia/06-10-2019/Autor y Fuente: www.kbc.co.ke
Las organizaciones de la sociedad civil en Nakuru se han comprometido a realizar campañas de sensibilización para cambiar la mentalidad de los residentes como parte de los esfuerzos para poner fin a la violencia de género dentro de la región.
La medida se produce unos días después de que una mujer Nakuru de 26 años que fue rociada con gasolina y que el esposo de Keratina Estate en Nakuru le prendió fuego sucumbió a sus heridas después de quemaduras del 25 por ciento.
Durante una reunión de partes interesadas, las OSC de diferentes partes del condado se comprometieron a presentar propuestas y asociarse con el gobierno local para garantizar que la amenaza llegue a su fin.
John Kamande señaló que Nakuru registra más de 40 casos de violencia de género cada mes que se informa que agrega que el número podría ser mayor ya que la mayoría opta por permanecer en silencio.
Según él, el gobierno necesita crear mecanismos mediante el uso de las OSC para crear más conciencia sobre el cambio de comportamiento, que él cita como el principal contribuyente a la violencia de género.
Señaló que ha habido una gran brecha en las políticas, especialmente para las víctimas de violencia de género, y agregó que los hospitales deberían poder renunciar a algunos cargos en los documentos de tratamiento.
Kamande observó que los documentos como los P3 no deberían cobrarse para permitir que las víctimas obtengan justicia mientras visitan los hospitales.
Por su parte, Martin Lunalo dijo que los crecientes casos de violencia de género en el condado se dirigieron a estadísticas sombrías y agregó que se deben establecer políticas para frenar la misma.
Dijo que el condado necesita hacer más en los hospitales para garantizar que todos los pacientes reciban atención, especialmente las víctimas de violencia sexual o de género.
Lunalo observó que las lesiones físicas son algunas de las consecuencias más visibles y, a veces, más mortales, de la violencia de género y agregó que las consecuencias a largo plazo para la salud mental a menudo son invisibles y no se tratan.
Según Lunalo, el proyecto de ley de salud materna y neonatal que aún debe aprobarse debe ser aprobado por la asamblea como una de las formas de salvaguardar el interés de las mujeres y los niños en los centros de salud.
La violencia de género es una de las violaciones más persistentes de los derechos humanos en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente un tercio de las mujeres en todo el mundo han experimentado violencia.
La violencia de la pareja íntima aumenta el riesgo de VIH, en algunas regiones, hasta 1,5 veces. Entre las poblaciones marginadas, una alta prevalencia de violencia está relacionada con tasas más altas de infección por VIH, en particular entre las mujeres transgénero.
En Kenia, un estudio reciente encontró que el 32% de las mujeres jóvenes de entre 18 y 24 años y el 18% de sus homólogos masculinos informaron haber experimentado violencia sexual antes de los 18 años.
No había clase a la que Boubacar Guem faltase. Durante los últimos ocho años, este joven de Bamako recorría más de 100 kilómetros movido por la música. Durante todo ese tiempo la escuela de Kirina, en la ciudad de Kulikoró, se convirtió en su segunda casa. “No importaba lo lejos que estuviese, la música me ha dado muchas cosas y aprender a tocar la kora cambió mi vida”, cuenta este maliense de 25 años.
Boubacar es uno de los más de 2.000 niños que forman parte del programa de educación musical de la Fundación Playing for Change. Un proyecto creado en 2007 por el productor musical Mark Johnson que promueve la conexión entre personas de muy diversa procedencia y condición a través de la música. La iniciativa comenzó con una campaña multimedia en la que las actuaciones de diferentes artistas del mundo se unieron para versionar la canción Stand by Me. Aquella campaña se viralizó en 2005, cuando Johnson grabó al músico callejero Roger Ridley. Fue entonces cuando el tema de Ben E. King dio la vuelta al planeta y convirtió a Playing for Change en un movimiento global. “El empuje que nos dio aquello nos permitió poner en marcha la fundación y dio lugar a algo mucho más ambicioso”, cuenta su cofundador y director de programas François Viguié.
Hasta la fecha, sus programas se desarrollan en 15 escuelas repartidas por mundo, la mayoría en África, aunque su proyección se extenderá en los próximos años a otros lugares de Latinoamérica como Colombia. La filosofía es clara, apunta Viguié: “Música como herramienta de cambio social y transformadora”. Un objetivo que se extiende a las comunidades. “La idea no es solo centrarnos en los más jóvenes, también ayudamos a la conservación del patrimonio cultural de estos países. En la escuela de música de países como Malí o Senegal, cuna de la cultura mandinga, nuestro empeño persigue también la conservación de sus tradiciones orales”, continúa el cofundador de Playing for Change. Del mismo modo, sus programas dan trabajo a miles de docentes locales en las diferentes escuelas que la fundación ha puesto en marcha.
Boubacar Guem, con una kora.PLAYING FOR CHANGE
Jóvenes como Boubacar han hallado un refugio en la música y han tenido la oportunidad de encontrarse con sus raíces. “Se quedó fascinado con la kora y es un ejemplo de superación. Boubacar estudiaba el instrumento unas seis horas al día con una determinación increíble”, cuenta Viguié. En la escuela de Kirina también ha tenido la oportunidad de aprender inglés y ahora confiesa que su sueño es convertir su pasión por la música en una profesión y algún día llegar a ser como Toumani Diabaté, que además forma parte de la fundación desde hace nueve años.
Junto a Toumani, cientos de músicos internacionales se han sumado a esta gran iniciativa como Alejandro Sanz o Damon Albarn, que ha unido puentes entre su proyecto personal África Express y el de Mark Johnson. Los últimos en añadirse son artistas de la talla de Robbie Robertson, mítico guitarrista de The Band, o Ringo Starr. Ambos forman parte del último vídeo de Playing for Change, en el que voces de 10 países diferentes se han unido para versionar The Weight. Una canción compuesta por el propio Robertson que, como dice su propia letra, «trasciende el tiempo y el espacio».
Jóvenes como Boubacar han hallado un refugio en la música y han tenido la oportunidad de encontrarse con sus raíces
A todo ello se suma el grupo de músicos del mundo Playing For Change Band, los verdaderos mensajeros del proyecto, y la celebración del Playing for Change Day, un evento creado en 2011 que tiene lugar cada año a finales de septiembre y que apoya la acción de la fundación en una decena de ciudades por los cinco continentes. Entre ellas, las localidades españolas de Madrid, Ibiza y Tarifa. Un proyecto global que reivindica el poder de la música como un idioma universal, capaz de crear puentes a través de la música.
La policía de la localidad de Kaduna, al norte de Nigeria, rescató a más de 300 jóvenes, entre ellos menores, de nacionalidades diferentes, que habían sido torturados y violados en un centro de acogida islámico, informaron portavoces policiales a la AFP.
En un allanamiento efectuado el jueves por la noche en una casa del barrio de Rigasa, la policía de Kaduna halló a más de 300 alumnos y estudiantes de «nacionalidades diferente» encerrados y encadenados en lo que los medios empezaron a llamar «la casa del terror».
Vivían «en condiciones inhumanas y degradantes», explicaron estas fuentes.
«Hemos encontrado a un centenar de ellos, algunos niños de nueve años, encadenados en un habitáculo (…) Las víctimas han sido maltratadas, algunas de ellas declararon que fueron violadas por sus profesores«, agregó el portavoz de la policía del Estado de Kaduna, Yaukubu Sabo.
El propietario del establecimiento y seis asistentes suyos fueron detenidos, precisó.
El lugar era una especie de reformatorio religioso en el que se recibía a jóvenes delincuentes o drogadictos y, con vías a su reinserción social, se les enseñaba el Corán y algunas normas de convivencia, indicaron fuentes del gobierno.
«Encontramos a un centenar de estudiantes, incluyendo niños de apenas nueve años, encadenados en una pequeña habitación, para castigarlos», declaró Sabo.
La policía también encontró un «cuarto de tortura», donde a los alumnos se les suspendía encadenados y se les golpeaba cuando hacían algo que se consideraba incorrecto.
«Las víctimas tienen nacionalidades diferentes, algunos fueron traídos desde Burkina Faso», agregaron los policías.
Víctimas de tortura
En unas fotos difundidas en la prensa nigeriana, se ve a un niño con la espalda llena de heridas abiertas, visiblemente causadas por latigazos, a otro con los pies encadenados a unos barrotes de hierro y a un grupo de jóvenes hacinados en un patio insalubre.
En otras imágenes, se ve a los niños rescatados subiendo en autobuses para ser llevados a un estadio municipal. Desde allí, fueron trasladados con sus efectos personales a un campamento cercano al aeropuerto por donde suelen transitar los peregrinos en dirección a La Meca, indicaron fuentes locales a la AFP.
La policía debe comprobar su identidad y encontrar a sus familiares.
El norte de Nigeria, mayoritariamente musulmán, acoge un gran número de «casas de corrección» más o menos formales que ofrecen enseñanzas religiosas estrictas, a falta de estructuras públicas que se encarguen de los jóvenes.
Los padres de algunas víctimas oriundas de Kaduna, convocados por la policía, se declararon «sorprendidos y horrorizados» al ver el estado en que se encontraban sus hijos, pues, según el portavoz, no sabían por lo que estaban pasando.
Tenían autorización para llevarles comida de vez en cuando y para visitarlos una vez cada tres meses, pero no tenían permiso para entrar dentro de la casa, explicó Sabo, que precisó que los encuentros entre los padres y los hijos tenían lugar en el exterior y eran breves.
El pasado lunes, la Asociación de Universidades Árabes acordó embarcarse en un proceso de clasificación de todas las universidades árabes con el objetivo de lograr la coherencia en los criterios utilizados para evaluar las instituciones en las clasificaciones universitarias mundiales.
La Asociación de universidades árabes tiene su sede en Amman, Jordania. Fundada en 1964, tiene miembros en 20 países de Medio Oriente y África del Norte y del Este. Está comprometido con el avance de la educación superior, trabajando en el marco de la Liga Árabe.
El Dr. Amr Ezzat Salama, secretario general de la asociación, dijo que la necesidad de una ‘clasificación árabe de universidades’ ahora era urgente. El proyecto de clasificación se lanzará en cooperación con varias instituciones y organizaciones árabes e internacionales tan pronto como se completen los preparativos para la evaluación cualitativa de las universidades de la región. Según los informes
El Dr. Maged Negm, presidente del consejo ejecutivo de la asociación y presidente de la Universidad de Helwan en la República Árabe de Egipto, dijo:Las universidades árabes tenían el deseo de desarrollarse y modernizarse para mantenerse al día con los desarrollos mundiales, y que un sistema de clasificación competitivo y transparente únicamente para las universidades árabes motivaría inevitablemente a las universidades árabes a avanzar. Dijo que la Universidad de Helwan solicitaría ingresar al sistema de clasificación tan pronto como sea funcional.
La iniciativa de clasificación está motivada por el hecho de que las universidades árabes de la región están clasificadas por diferentes organismos de acuerdo con criterios específicos que no son unánimes.
En el ranking de Shanghai de las mejores universidades del mundo en 2019, Arabia Saudita y Egipto afirman su liderazgo en el Medio Oriente, mientras que en el Magreb, solo la Universidad de Túnez El Manar se encuentra entre los primeros 1,000.
Entre las 15 principales instituciones de educación superior africanas se encuentran las de Túnez, Egipto, Sudáfrica y Nigeria, pero no Argelia, según QS World University Rankings 2019.
En Argelia, el problema se complica por una variedad de actitudes hacia las clasificaciones mundiales.
El año pasado, en un intento por explicar por qué las universidades argelinas permanecen en la parte inferior de las clasificaciones mundiales, el ex ministro de educación superior e investigación científica Tahar Hadjar sugirió que las principales universidades confíen en elementos sin importancia, como los premios Nobel, para pasar a la cima de la lista. clasificaciones internacionales. Según el ministro, un Premio Nobel no tiene impacto en la calidad de la educación.
«Supongamos que la universidad argelina tiene un Premio Nobel en las filas de su facultad. ¿Cuál sería su impacto en la calidad de la capacitación?», Preguntó.
Si creemos en las palabras surrealistas del ex ministro, no tendrá impacto
» . Incluso si tuviéramos 10 Premios Nobel, no tendrá ningún impacto», dijo.
En ese momento, los comentarios de Hadjar fueron ampliamente debatidos en Argelia. El ex ministro más tarde aclaró sus comentarios, según los informes , diciendo que creía que el ranking mundial de universidades No se hizo sobre la base de criterios científicos y la Universidad de Argel merece algo mejor que estar ubicada en 2.341 en el mundo.
Assane Sosseh habla de las imágenes con las que capta la cotidianidad de Dakar y su incursión en los retratos de la sociedad madrileña
“Es muy importante que los africanos contemos África”, afirma tajantemente el fotógrafo senegalés Assane Sosseh. “Es muy distinto África narrada por un africano que descrito por un europeo. El africano está inmerso en su propia cultura, en su propia vida. Tienes que estar en el corazón de un barrio para comprender los problemas de sus gentes, de esa sociedad. Son cosas que tienes que vivir desde dentro para poder explicarlas en su propio contexto, sin falsificarlas. Sin embargo, muchas veces las fotos son descritas de tal forma que no tienen nada que ver con la realidad de donde han sido tomadas», decribe Sosseh, que considera que por eso los africanos están mejor situados para contar lo que sucede en África. «Llevo en Madrid ocho meses y todavía no llego a comprender ni a conocer muy bien esta sociedad. En cambio, muchas personas que vienen a África muy poco tiempo, con sus imágenes dan la impresión de que la conocen a fondo”, añade.
Sosseh no presume de conocer África. Él nació en Dakar y conoce su país. “Soy un senegalés que cuenta Senegal, o mejor, Dakar, que es la realidad donde he crecido y madurado”. Si algo caracteriza sus fotografías es que siempre muestran la dignidad de la persona en mitad de la situación en la que vive, sus sacrificios por salir adelante y su capacidad de esfuerzo y trabajo. “Los senegaleses son muy trabajadores. Todo el mundo está en la calle buscándose la vida y yo quiero mostrar esta faceta de la sociedad senegalesa. A pesar de que no hay mucho trabajo en el país, la gente hace lo que puede con lo que tiene. Cuando ves mis fotos dirías que son el paradigma de la pobreza, pero la persona fotografiada muestra siempre una sonrisa o un brillo en sus ojos que son el distintivo de su dignidad”.
Sosseh proviene de una familia de artistas. Es hijo de Laba Sosseh, pionero de la fusión afrocubana y primer disco de oro del continente. Su madre, Madeleine Tall, fue directora de escena del Teatro Nacional de Dakar. Él tocó el bajo en la orquesta de su barrio y tiene dos hermanos músicos. Empezó a hacer fotografía muy joven porque el padre de un amigo trabajaba en Air France y les traía cámaras no profesionales. Cuando en el barrio había una fiesta o una celebración iban al mercado de la Medina y compraban un carrete de 36 exposiciones. Él se encargaba de hacer las fotografías y, si les sobraba algún disparo, al día siguiente retrataban a sus amigos en sus casas. Fue así como empezó a interesarse por la fotografía callejera. Más tarde, entró en la Escuela de Bellas Artes de Dakar donde era necesario tener una cámara para captar escenas antes de dibujarlas. Después estudió infografía donde también tenía que hacer fotos y vídeos. A partir de ahí se incorporó en un colectivo de fotógrafos llamado Regards sur la ville, con el que expuso en la Bienal de Dakar de 2016. Dentro de este grupo, el artista Boubacar Touré diseñó un proyecto para fotografiar y mostrar la insalubridad y el abandono de la comuna de Rufisque, en Dakar, que también cuajó en una exposición.
Mercado de pescado de Tiléne, Medina, Dakar.ASSANE SOSSEH
Desde entonces ha seguido haciendo su trabajo individualmente y captando imágenes tanto en Dakar como en sus viajes por el país, buscando mostrar lo cotidiano, las escenas insólitas que llaman su atención, sobre todo de lo que ocurre en su ciudad. «Es esta mirada la que he querido enseñar aquí en Madrid y es por lo que hice una primera exposición en enero en la que mostré la cotidianidad de Dakar: la playa, los mercados, las calles, la actividad, los vendedores ambulantes…” cuenta el fotógrafo.
“Mi mirada ha evolucionado mucho desde que comencé a hacer fotografía”, confiesa Sosseh. “Me he vuelto mucho más curioso, incluso cuando camino sin la cámara de fotos la mirada se ha vuelto mucho más atenta, hay cosas y personas que me interrogan. Quizás antes las veía y no me cuestionaban, por eso siempre camino con mi cámara. Esta es la clave de la fotografía callejera. En la foto de calle las escenas son espontáneas, inmediatas, y hay que estar preparado para capturarlas. La escena va a desaparecer rápidamente y siempre puede darse delante de ti, en cualquier ocasión», prosigue el artista. «Aquí, en Madrid, hay un gran cambio de escena, pero sigue dándose la misma situación con imágenes que cuestionan: las personas mayores con sus perros, que no verás nunca en Senegal, por ejemplo. Aquí hay muchas más reglas, más condiciones. En Dakar hay mucha más locura que en Madrid. En wólof decimos mbéd mi mbédou bour leu, la calle no pertenece a nadie, pertenece a todo el mundo y esto conforma un modo de vivir la ciudad. Pero yo puedo hacer fotos allí donde esté porque la fotografía callejera está en todas partes”, añade.
Cada vez que sale con su cámara por las calles de Madrid, Sosseh es cuestionado. Muchas personas le preguntan qué hace, qué si ese es su trabajo… porque a muchos les llama la atención ver a “un africano en Madrid con una cámara”. Confiesa que en esta ciudad hace las fotos con mucha timidez porque la actitud de la gente es muy distinta de la de los senegaleses. “En Dakar la gente te puede pedir que les hagas una foto, o si le preguntas a alguien si puedes hacerle una, se prepara, se peina para ella, también puede ser al contrario, que la gente salga corriendo como si la cámara fuese un arma. Pero aquí no ocurre ninguna de las dos cosas, nadie te pide que le hagas una foto, les es indiferente”. Sosseh vive ahora entre Madrid y Dakar y sus planes de futuro pasan por continuar con lo que más le gusta: hacer fotos en las dos ciudades con la intención de preparar próximas exposiciones.
Vendedor ambulante, Medina, Dakar.ASSANE SOSSEH
Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/06/27/africa_no_es_un_pais/1561647976_199548.html
En Malawi, el ‘netball’ trasciende a la actividad física y sirve para crear espacios de convivencia y relaciones entre mujeres de distintas edades y comunidades
Al hablar de deporte femenino se tiende a pensar en una actividad minoritaria que, salvo el fútbol, cuenta con poca repercusión social. Sin embargo, hay uno que arrasa en el África austral: el netball. En Malawi es el más practicado entre las mujeres, y la selección nacional femenina, llamada The Queens, es una institución dentro y fuera del país. En un contexto en el que una mujer tiene una media de cinco hijos y donde el 25% de los nacimientos son de madres adolescentes, practicar este deporte implica una forma de relacionarse entre ellas y de generar espacios donde pueden empoderarse y hablar de temas que en otros contextos serían tabú.
El netball es un deporte similar al baloncesto muy extendido entre los países de la Commonwealth. Con equipos de siete jugadoras que tienen que ir pasándose el balón, sin poder botar en el suelo, hasta que las tiradoras puedan colarlo en la canasta del equipo contrario, situada en un extremo del campo. Es eminentemente femenino, y aunque en los últimos años se han ido creando equipos masculinos o mixtos, lo practican sobre todo mujeres y la media de las jugadoras de la selección nacional es de 31 años. En el último campeonato mundial, celebrado en julio en Liverpool, Malawi quedó en sexta posición. Según datos de la ONU, Malawi es el sexto país más pobre del mundo, con más de la mitad de la población bajo el umbral de la pobreza.
A lo largo del país es muy frecuente encontrar campos de netball en las escuelas y aldeas, y a grupos de mujeres o niñas jugando un partido improvisado sobre la tierra roja y polvorienta. Lo practican jóvenes y mayores, desde monjas a estudiantes o madres de familia, y es de los pocos momentos en que cambian el tradicional vestido chitenje por un pantalón.
La integración social en las comunidades
Con esta idea presente, cuando las mujeres de las comunidades tradicionales de Kachere y Kaphuka, en el distrito de Dezda, intentan organizar una actividad en común, todas coinciden en que quieren tener un espacio de ocio y jugar al netball. Mujeres de pequeñas aldeas, que viven de la agricultura, y prácticamente todas madres de familia, se reúnen durante varias semanas para establecer unas reglas comunes de juego y fijar un día para un campeonato, pensando también en poder organizar una liguilla a lo largo del año. Para ellas es un aliciente para tener un espacio propio, una excusa para juntarse con otras mujeres. Algunas juegan mejor, otras son más altas o más jóvenes y tienen más energía, pero da igual. Lo que les interesa aquí es la relación que se va creando entre comunidades, que trasciende más allá del equipo y sirve para atajar posibles conflictos.
ampliar fotoEl público salta al campo para celebrar un tanto marcado por el equipo de Mlinga, en Malawi.R. PERIAGO
En el campo de la escuela de primaria de Mtendere se reúnen unas 200 jugadoras procedentes de Mlinga, Mkantho, Nthulo, Mgundadzuma, Mtande, Ntakati y Mtendere, las siete comunidades que se van a ir enfrentando en diferentes partidos a lo largo de toda la jornada. Faltan las de Nthulo, que no han podido asistir porque les coincide con un funeral en la aldea ese día. Todas vienen andando desde sus pueblos, cargando a la espalda los bebés y sobre la cabeza los útiles para cocinar, esterillas y lo que van a necesitar durante la jornada. El campo de césped y tierra enseguida se va llenando de gente que se acomoda en el suelo, en los soportales de la escuela y a la sombra de un gran árbol.
Con el apoyo logístico de una ONG española, mujeres de diferentes edades, con numerosos bebés y niños pequeños, se juntan para jugar, pero también para animar a los equipos, cocinar y pasar un día en común con otras de aldeas cercanas, con las que van creando vínculos. Jennifer y Mele son de las jugadoras más jóvenes. Tienen 20 años y ambas son de Mlinga. “Estoy muy feliz con esta experiencia”, cuenta Jennifer mientras da de mamar a uno de sus hijos. “El netball hace que mi cuerpo esté más fuerte”.
La salud es el argumento principal que esgrimen cuando se les pregunta por este deporte. En un contexto donde la medicina tradicional convive con los hospitales y donde por cada mil habitantes hay 0,02 médicos, cuidar el cuerpo no es solo por razones de estética, sino para evitar enfermedades. Según datos del Banco Mundial, un 4,4% de las mujeres entre 15 y 24 años en Malawi son portadoras de VIH, una dolencia que, pese a que el Estado financia antirretrovirales, sigue causando unas 13.000 muertes al año, aunque la incidencia ha ido bajando. También justifican el practicar deporte porque así se mantienen ocupadas. “Jugamos para evitar estar bebiendo cerveza y otros vicios”, señala Esintha, de 32 años, con cuatro hijos y de Nkantho.
Cánticos y gritos en lengua chichewa animan a los equipos en un ambiente latente de rivalidad entre pueblos vecinos, porque a nadie le gusta perder. Emilda Khulungira tiene 37 años y es la entrenadora del equipo de Mgundadzuwa. Ha ido anotando en un cuaderno todos los tantos marcados y los fallos cometidos durante los partidos: “Intento enseñarles las reglas del netball, cómo jugar, cómo tocar la pelota y hacer jugadas mejores”, se justifica. “Estoy un poco triste porque hemos perdido, pero llevamos entrenando solo dos meses”, señala.
Después de más de tres horas de partido, al que apenas unos pocos hombres se han acercado curiosos, se las nota cansadas tras una eliminatoria amenizada por los bailes y cantos del público. Durante la competición, algunas dejan la camiseta para amamantar a sus bebés y luego vuelven a ponérsela para retornar al campo. Todas animan a sus compañeras, varias cocinan, y más tarde, recogen las cosas para regresar caminando a sus casas. Sin embargo, no se van con las manos vacías: aunque el balón se lo quedan las jugadoras del equipo anfitrión para los próximos partidos, todas han conseguido crear por unas horas un espacio de convivencia y entretenimiento.
Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/09/24/planeta_futuro/1569334038_227402.html
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