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Estados Unidos: Las escuelas “de cuatro días” se están poniendo más de moda que nunca, pero nada avala sus beneficios

Estados Unidos / 26 de agosto de 2018 / Autor: Santiago Campillo / Fuente: Magnet

La idea de una semana escolar de cuatro días, en vez de los cinco a los que estamos acostumbrados, no es nueva. Desde los años treinta, y a raíz de las diversas crisis económicas que hemos sufrido cada cierto tiempo, la idea ha reflotado una y otra vez. La premisa es que una reducción del 20% en la jornada semanal supone un ahorro en el coste.

El concepto está volviendo a ponerse de moda tras saber que Colorado va a adoptar este tipo de jornada, lo que afectará a más de 18.000 escolares. Además de lo económico, a la reducción también se le ha atribuido un beneficio educativo y varias ventajas más. Sin embargo, esta medida tiene también fuertes detractores. ¿Qué sabemos sobre ella? ¿Realmente funciona? ¿Podríamos aplicarla en todas partes?

¿Qué son las escuelas de cuatro días?

La idea es relativamente sencilla: acortar la semana escolar hasta el jueves aumentando unos cuarenta minutos de jornada lectiva. El viernes quedaría libre para trabajar en casa o realizar las tareas que cada uno crea oportuno. Como explicábamos, esto se realizaría en busca de un ahorro económico procedente de reducir los servicios de mantenimiento, materiales y sueldos necesarios en un supuesto 20% de todo el cómputo global.

«Al aumentar esos cuarenta minutos diarios, no se reduce el tiempo lectivo total»

A la vez, al aumentar esos cuarenta minutos diarios, no se reduce realmente la jornada lectiva total, pero se promueve una educación más abierta, dicen sus defensores. Las escuelas con jornada de cuatro días no son un mero hecho anecdótico. Desde los años treinta han sido varios los intentos de implantarlas a lo largo del tiempo. Especialmente en las escuelas rurales de Estados Unidos, que son los «inventores» y principales abogados de este tipo de educación.

Desde el año 2000, el número de escuelas que han aplicado este sistema ha crecido hasta alcanzar a 550 distritos por todo Estados Unidos. Solo seis estados no tienen ninguna escuela que haya tratado de aplicarla. La gran mayoría de centros son de carácter rural, aunque en estas últimas décadas algunas pequeñas ciudades parecen haberlo implantado también.

escuela EEUU

A pesar del interés y el éxito, también existe el ejemplo contrario. Según el último informe del Centro para la Reinvención de la Educación Publica, o CRPE, por sus siglas en inglés, varios distritos han retomado la educación basada en semanas de cinco días en los últimos años, algunos de los cuales lo ha hecho tras más de una década de enseñar bajo este régimen. Las razones principales, explican, son la baja tasa de éxito académico o el descontento de los padres.

Además del sistema de cuatro días con cuarenta minutos más y el viernes de descanso, otras escuelas utilizan horarios flexibles, algo que también hemos visto en España, donde las jornadas se reducen bajo otros criterios o se alternan las vacaciones con los días escolares de manera más dinámica. Actualmente hay varios países europeos como Francia, Holanda o Reino Unido, que están coqueteando con la idea de una escuela de cuatro días. ¿Realmente merece la pena?

¿Sirve para ahorrar dinero?

El argumento principal de este tipo de sistema es el económico. ¿Qué sabemos al respecto? La reducción de un 20% de la jornada lectiva total parece anunciar un ahorro sustancial en cuanto a servicios y sueldos, por ejemplo.

Sin embargo, la Education Commission of the States (o ECS), una entidad independiente pero con mucho peso en el análisis educativo del panorama estadounidense, alertó en 2011 que esta idea es falsa ya que los gastos no son totalmente dependientes de la jornada, sino que existen gastos fijos ineludibles, variaciones y gastos indirectos. Eso, además, por no hablar de que cada colegio tiene sus propias necesidades, por lo que hace muy difícil hacer una estimación realista.

«Los estudios económicos muestran que el ahorro máximo que puede esperarse es de un 5,43%»

Aun así, explican en el informe que presentaron, el ahorro máximo que puede esperarse de la reducción es de un 5,43%, oscilando entre el 0,4% y un 2,5% en los casos reales de colegios que habían conseguido ahorrar aplicando las semanas de cuatro días (hasta 2011). Un informe más reciente publicado por el condado de Oklahoma parece ratificar estos datos, en los cuales de todos los colegios analizados solo menos de la mitad consiguieron ahorrar dinero. El 60% de los mismos gastaron más que en los años anteriores a la aplicación de las semanas de cuatro días.

Este informe apunta a que realmente no se sabe la razón de este aumento del gasto o del ahorro, sino que es meramente informativo, y que hace falta estudiarlo más a fondo. No obstante, parece coincidir con el análisis de la ECS, por lo que no podemos decir que el argumento económico se sostenga. Es decir, la premisa de que una semana de cuatro días ayuda a ahorrar es cuestionable y, en el mejor de los casos, depende de muchos otros factores importantes.

Entonces, ¿ayuda a mejorar la educación?

Aunque en los últimos cinco años se ha incrementado el número de estudios relacionando la calidad educativa y este sistema de las escuelas de cuatro días, el compendio global no arroja datos claros al respecto. A pesar de que varios estudios han tratado de atribuirle ventajas en cuanto al aprendizaje a nivel pedagógico y organizativo, lo cierto es que los resultados no son concluyentes.

Sí que podemos encontrar estudios que afirman que existen resultados positivos. El más famoso es el realizado por Mark Anderson y Mary Beth Walker que apuntaba a una mejora en matemáticas y capacidad lectora para niños de cuarto y quinto grado (según el sistema americano). Sin embargo, este es muy concreto para estas edades y materias. Estudios posteriores, además, comprobaron que esta progresión no se sigue, por lo que no es extrapolable a todos los cursos.

Japanese High School Classroom2

En general, explican desde el CRPE, aunque hay resultados prometedores, por el momento no hay evidencias sólidas con las que defender el sistema. Esto podría cambiar en base a nuevos estudios, pero no con lo que hay publicado hasta la fecha. Los resultados, explican, dependen demasiado de los colegios y distritos debido a multitud de factores, muchos de los cuales jamás han sido utilizados para hacer el análisis.

«Aunque hay resultados prometedores, por el momento no hay evidencias sólidas con las que defender el sistema»

Por otro lado, este sistema presenta una desventaja que ha determinado su rechazo en algunos distritos: la jornada laboral de los padres. El dejar a los niños un día libre, si esto no coincide con el tiempo laboral de los padres, puede poner a la familia en una situación complicada, algo que se soluciona en algunos distritos con servicios de cuidado infantiles. Por otro lado, algunos expertos apuntan a que este tipo de educación podría suponer un aprendizaje menos cercano, aunque tampoco existen estudios que avalen esta afirmación ni sus supuestas consecuencias.

Por el momento, no parece que aplicar de forma general el sistema de escuela de cuatro días sea una medida eficiente ni positiva. ¿Puede que le funcione bien a ciertos colegios? Sin duda, pero los resultados son muy heterogéneos y parecen demasiado dependientes del sitio donde se aplican. ¿Llegaremos a entender mejor este sistema? ¿Podremos usarlo para mejorar el sistema educativo? Tras varias décadas de existencia, parece que los resultados son todavía demasiado débiles para llegar a una conclusión a su favor.

Fuente de la Noticia:

https://magnet.xataka.com/un-mundo-fascinante/escuelas-cuatro-dias-se-estan-poniendo-moda-que-nunca-nada-avala-sus-beneficios

ove/mahv

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Estados Unidos: qué hay detrás del éxodo de los alumnos de las escuelas públicas

Estados Unidos / 26 de agosto de 2018 / Autor: James Jeffrey / Fuente: BBC

La cantidad de niños cuyos padres deciden educarlos en casa -en lugar de en las escuelas- crece constantemente en Estados Unidos.

Pero, ¿qué hay detrás de las preocupaciones de los padres con el sistema educativo estadounidense?

A medida que el feroz debate nacional sobre temas controvertidos de justicia social se ha extendido a las escuelas públicas de EE.UU., muchos padres han respondido sacando a sus hijos de ellas.

Y esto se nota especialmente en Texas, porque si bien los tejanos de mente independiente no suelen inmiscuirse demasiado en cuestiones de política, la religión sigue siendo parte fundamental de sus vidas.

Por tanto, no pocos padres en Texas se sienten cada vez más frustrados por lo que perciben como la eliminación gradual de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas del estado.

«La religión es un tema tabú en las escuelas públicas en general», dice Shannon Helmi, en Austin -capital de Texas-, donde ha elegido educar a sus cuatro hijas en privado con el sistema Regina Caeli, que enseña un plan de estudios basado en la tradición católica y diseñado para el hogar.

Los padres y maestros en Texas también se quejan de que las escuelas públicas del estado están diseñadas para funcionar en favor de una agenda liberal agresiva.

Como resultado, muchos en el estado buscan sistemas alternativos de educación para sus hijos.

Alumnos en las afueras de una escuela.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage captionLas escuelas públicas tienen grandes beneficios sociales para los niños, según sus defensores.

«Ahora no son solo los padres religiosos los que optan por la educación en el hogar, sino también los que son políticamente conservadores y sienten que los niños no tienen una perspectiva equilibrada en las escuelas», dice Kari Beckman, directora ejecutiva de Regina Caeli.

«Los padres que son conservadores sienten que sus valores están siendo oprimidos.Los valores tradicionales ya no se respetan en las escuelas. El gobierno se ha vuelto demasiado grande, por lo que la voz de un padre no cuenta ahora», agrega.

Regina Caeli tiene escuelas en todo el país, donde los estudiantes asisten dos días a la semana. Los padres se ocupan de la educación en el hogar el resto del tiempo.

Sesgo político

Quienes critican el sistema de escuelas públicas de Texas aseguran que la política está por encima de la prioridad educativa.

«La elección de la junta escolar pública se ha convertido en una simple extensión de la división política actual», dice Jon Dahm, padre de tres hijos que se graduaron en escuelas públicas en Austin.

«El enfoque se ha desplazado de la excelencia educativa y la mejora de los resultados, a la corrección política», agrega.

Alumnos en las afueras de una escuela.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage captionLas escuelas públicas tienen grandes beneficios sociales para los niños, según sus defensores.

Otros argumentan que el principio de la separación entre religión y estado está siendo interpretado incorrectamente (la Primera Enmienda de la constitución de Estados Unidos impide que el gobierno imponga la religión a las personas o limite el ejercicio de la religión), por lo que el cristianismo es menos tolerado en las escuelas.

Una maestra católica que ha enseñado en las escuelas públicas de Austin durante más de 25 años, y prefiere mantenerse en el anonimato dice: «(La educación) Ha cambiado mucho, especialmente en los últimos 10 años. La gente habla mucho sobre política y trata de llevarla al salón de clases«.

Como resultado de estas preocupaciones compartidas por los padres, las llamadas «escuelas chárter», que reciben fondos del gobierno pero operan independientemente del sistema escolar estatal establecido, se han convertido en una parte importante del sistema educativo estadounidense.

Mientras tanto, la cantidad de niños que son educados en casa ha aumentado entre un 3% y un 8% cada año, desde 2012. Actualmente hay aproximadamente 3.5 millones de niños cuyos padres optaron por esta variante.

Prevalencia de la enseñanza pública

La gran mayoría de los niños de Estados Unidos, sin embargo, siguen siendo enseñados en escuelas administradas por el estado: las llamadas escuelas públicas.

En el otoño de 2017, aproximadamente 50.7 millones de estudiantes asistieron a escuelas primarias y secundarias públicas, de acuerdo con NCES.

Los defensores del sistema de escuelas públicas destacan entre sus beneficios que están al alcance de todos los niños por igual, independientemente de los ingresos o antecedentes de sus padres.

Alumnos en escuela pública.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage captionLas mayoría de los estadounidenses tiene a sus hijos estudiando en escuelas públicas.

Son, argumentan, una manifestación digna de las leyes estadounidenses que definen a la educación como un derecho y no como un privilegio.

«En comparación con otras naciones, algunos de nuestros estudiantes y algunas de nuestras escuelas públicas no están bien. Pero una cosa es esto y otra muy diferente a acusar a todo nuestro sistema escolar público», escribe en un artículo en The Washington Post el psicólogo educativo, David Berliner.

Controversia

Enseñar a los niños en casa ha sido durante mucho tiempo controvertido, y los críticos de esta modalidad alegan que la enseñanza no es la misma en cuanto a temas y calidad, y que los niños no desarrollan habilidades sociales debido a que tienen menos amigos y no carecen de compañeros con quienes interactuar.

Incluso Rachel Coleman, directora ejecutiva de la Coalición para la Educación Responsable en el Hogar, dice que no es posible afirmar con certeza que la educación en el hogar funciona de manera consistente.

Coleman señala que en este sentido todavía quedan interrogantes difíciles sobre la educación en el hogar y que es necesario responderlas por el propio bien de los niños cuyos padres optan por esta variante.

Tres niños.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage captionTodavía es necesario resolver muchas interrogantes difíciles cuando se trata de la educación en el hogar, según algunos.

Por otra parte, temas como la inserción de los niños transgénero son fuente de debate dentro de las escuelas públicas.

«Tuve que asistir a eventos en los que impulsaron la ideología del llamado género fluido, así que al final tuve que irme«, dice un profesor de Texas que tuvo una carrera docente de 30 años.

«No quería revolucionar a los niños. Solo quería que fueran niños», explica.

La «ley del baño»

La sesión legislativa de 2017 en Texas incluyó la llamada «ley del baño», que requería que los estudiantes transgénero utilizaran los baños de la escuela en función de su sexo al nacer.

Luego de generar un feroz debate, el proyecto de ley no fue aprobado.

Las encuestas indican que los estadounidenses están bastante divididos sobre el tema, pues solo poco más del 50% piensan que el ser mujer u hombre está determinado por el sexo asignado al nacer.

Niña entrando a la escuela.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage captionNo todos los padres consideran que los niños en las escuelas públicas deberían recibir lecciones sobre temas como el matrimonio homosexual o los roles de género.

Sin embargo, los padres más conservadores siguen preocupados, especialmente con la creciente tendencia de las escuelas públicas a abordar temas como el matrimonio homosexual, los roles de género y la unidad familiar.

«Los padres sienten que, si quieren influir en sus hijos, tienen que sacarlos del sistema de escuelas públicas porque, en lugar de enseñarles a leer, las escuelas les dicen qué pensar en lugar de enseñarles a ser librepensadores», dice Kari Beckman.

En un escenario donde las normas sociales están en constante cambio, las preguntas sobre los derechos y la interpretación de a quiénes aplican estos derechos y cómo se deben hacer cumplir, también continúan cambiando y con ello avivan el debate público.

Fuente de la Noticia:

https://www.bbc.com/mundo/noticias-45237071

ove/mahv

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When Kids Have Structure for Thinking, Better Learning Emerges

United States / 26-08-2018 / Author: Katrina Schwartz / Source: KQED

Amidst the discussions about content standards, curriculum and teaching strategies, it’s easy to lose sight of the big goals behind education, like giving students tools to deepen their quantitative and qualitative understanding of the world. Teaching for understanding has always been a challenge, which is why Harvard’s Project Zero has been trying to figure out how great teachers do it.

Some teachers discuss metacognition with students, but they often simplify the concept by describing only one of its parts — thinking about thinking. Teachers are trying to get students to slow down and take note of how and why they are thinking and to see thinking as an action they are taking. But two other core components of metacognition often get left out of these discussions — monitoring thinking and directing thinking. When a student is reading and stops to realize he’s not really understanding the meaning behind the words, that’s monitoring. And most powerfully, directing thinking happens when students can call upon specific thinking strategies to redirect or challenge their own thinking.

 

 

“When we have a rich meta-strategic base for our thinking, that helps us to be more independent learners,” said Project Zero senior research associate Ron Ritchhart at a Learning and the Brain conference. “If we don’t have those strategies, if we aren’t aware of them, then we’re waiting for someone else to direct our thinking.”

Helping students to “learn how to learn” or in Ritchhart’s terminology, become “meta-strategic thinkers” is crucial for understanding and becoming a life-long learner. To discover how aware students are of their thinking at different ages, Ritchhart has been working with schools to build “cultures of thinking.” His theory is that if educators can make thinking more visible, and help students develop routines around thinking, then their thinking about everything will deepen.

His research shows that when fourth graders are asked to develop a concept map about thinking, most of their brainstorming centers around what they think and where they think it. “When students don’t have strategies about thinking, that’s how they respond – what they think and where they think,” Richhart said. Many fifth graders start to include broad categories of thinking on their concept maps like “problem solving” or “understanding.” Those things are associated with thinking, but fifth graders often haven’t quite hit on the process of thinking.

By sixth grade a few students are starting to include some strategies for thinking in their maps, such as “concentrate” or “don’t get caught up in things that aren’t relevant.” But by ninth grade many students include specific strategies for thinking on their concept maps, including “making connections,” “comparing” and “breaking things down.”

Ritchhart studied 400 students at a school focusing on cultivating a culture of thinking. The study had no control group, but Ritchhart could chart development of metacognition from 4th-11th grades.

“Students basically made a two-and-a-half year gain from what would be expected just from teachers trying to create that culture of thinking,” Ritchhart said. He admits that the study isn’t definitive, but to him it’s proof that when teachers focus on these ideas they do see improvement.

HOW CAN EDUCATORS HELP?

In a culture of thinking, students recognize that collective and individual thinking is valued, visible and actively promoted as part of the regular day-to-day experience of all group members. This type of culture can exist in any place where learning is part of the experience including school, after school programming or museum programs.

To help make these ideas more concrete, Ritchhart and his colleagues have been working to hone in on a short list of “thinking moves” related to understanding. To test whether these moves were really crucial, researchers asked themselves: could a student say she really understood something if she hadn’t engaged in these activities? They believe the important “thinking moves” that lead to understanding are:

  • Naming: being able to identify the parts and pieces of a thing
  • Inquiry: questioning should drive the process throughout
  • Looking at different perspectives and viewpoints
  • Reasoning with evidence
  • Making connections to prior knowledge, across subject areas, even into personal lives
  • Uncovering complexity
  • Capture the heart and make firm conclusions
  • Building explanations, interpretations and theories.

These thinking moves all point to the conclusion that learning doesn’t happen through the mere delivery of information. “Learning only occurs when the learner does something with that information,” Ritchhart said. “So as teachers we need to think not only about how we will deliver that content, but also what we will have students do with that content.”

One easy way to start asking students to be more metacognitive is to build in reflection time about thinking. Ask students to think about the lesson and identify the kinds of thinking they used throughout. That not only builds vocabulary around thinking, but it often gives kids confidence to name specific thinking strategies they used. Taking this time to reflect also reminds students that they did real work during the lesson.

THINKING ROUTINES

To get at how teachers make thinking visible, Ritchhart studied teachers who were very effective at helping student dive below surface level retention of information into really understanding material as it connects to the rest of their studies and their lives. He noticed none of them taught a lesson on thinking.

“They had routines and structures that scaffolded and supported student thinking,” Ritchhart said. This discovery led him and colleagues at Project Zero to develop “thinking routines” that all teachers can use to help students develop the habits of mind that lead to more understanding.

One way to develop a culture of thinking is to pick one of the thinking routines Project Zero has designed and use it over and over in a variety of contexts. Rather than trying each routine once, applying one routine in multiple ways will help make thinking in that way habitual. It becomes almost an expectation in a classroom, like other class norms.

One example of this that goes beyond the K-12 classroom comes from Harvard Medical School, where instructors were struggling to train students to listen to patients and make strong diagnoses based on the symptoms they heard. As an experiment, the medical school offered an elective module to students, where once a week they would join a fine arts class using the “See, Think, Wonder” thinking routine to observe art. After 10 weeks, all the medical students were assessed on clinical diagnosing and the students who had done “See, Think, Wonder” had improved much more than those who had not participated.

“One of the reasons we call them thinking routines is that through their use it is the thinking that becomes routine,” Ritchhart said. Project Zero is working with teachers around the country to apply thinking routines in the classroom and many have reported that after doing the routines in a structured way several times students naturally start using the protocols for everything.

Source of Article:

https://www.kqed.org/mindshift/44227/when-kids-have-structure-for-thinking-better-learning-emerges

ove/mahv

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Estados Unidos: Transformación digital Así se transforma ‘The Wall Street Journal’

Redacción: Retina/El País

El diario estadounidense ya está aplicando la inteligencia artificial en la producción de contenidos y el ‘machine learning’ para extraer datos relevantes de informes

The Wall Street Journal (WSJ) presume de ser el diario en el que más confían los lectores [según el informe Digital News Report 2018 del Instituto Reuters], además del diario de mayor circulación en EE UU. Pero eso no es suficiente hoy en día para una industria tan tocada, que no hundida, como la de los medios de comunicación. Más allá de la mera transformación digital, WSJ investiga cómo innovar, cómo transformar sus propios procesos y cómo aprovechar la tecnología para todo ello. Con este propósito ficharon el pasado 2017 como director de I+D a Francesco Marconi, que ha recibido a EL PAÍS RETINA en la sede del diario en Nueva York.

Marconi es periodista pero lleva años lidiando con la tecnología. Antes de incorporarse a WSJ, dirigió la estrategia y los esfuerzos de automatización e integración de la inteligencia artificial, la realidad virtual y aumentada o los drones en la agencia Associated Press. Marconi es también investigador afiliado al MIT Media Lab y Tow Fellow de la Universidad de Columbia. Está a punto de publicar su segundo libro, Newsmakers: una guía práctica sobre el futuro del periodismo para ayudar a cualquier redacción en la transición del antiguo al nuevo modelo.

¿Y en qué consiste ese modelo? “Años atrás, los procesos en los medios de comunicación solían ser muy lineales. Ahora son muy dinámicos: todas las piezas interactúan entre sí”. En el libro, Marconi se centra en las tecnologías que están habilitando el cambio (sobre todo la inteligencia artificial). Entre sus aplicaciones, Marconi destaca dos, que son su principal foco de trabajo en el WSJ. Por una parte, ahorrar tiempo a los periodistas. Simplificar procesos y hacerlos más eficientes, eliminando tareas repetitivas. “La creatividad periodística no debe desperdiciarse en ellas, sino en contar historias, entrevistar a las fuentes, ir a conferencias y aprender cosas nuevas”, señala Marconi.

Entre las tareas que pueden automatizarse, destaca la transcripción y la conversión automática a texto de tipos muy formales de informes que siguen una misma estructura, como reportes financieros o deportivos. Algo que ya están haciendo en el WSJ. “Los resúmenes de un partido son siempre iguales: estadísticas del juego en forma narrativa. No necesitas un humano para hacerlo”, señala.

Fuente: https://retina.elpais.com/retina/2018/08/21/innovacion/1534847434_040505.html

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La secretaria de Educación de EE.UU. estudia destinar fondos a la compra de armas para profesores

Redacción: ABC

Tal como revela The New York Times, existe un documento en el que Betsy DeVos utilizará un vacío legal para llevar a cabo la medida

La secretaria de Educación de Estados Unidos, Betsy DeVos, está estudiando si, a través de un vacío legal, puede destinar los fondos federales previstos para la educación para comprar armas para los profesores, y poder defenderse así de posibles tiroteos o ataques que haya en las escuelas, según informa este jueves The New York Times.

De llevarse a cabo, esta medida sería histórica, pues la posición adoptada por el Gobierno de Estados Unidos durante años ha sido la de alejar las armas de fuego de los centros educativos. Además, acabaría con los esfuerzos del Congreso por impedir que los fondos federales se utilicen para la compra de armas. Precisamente el pasado marzo, el Congreso estadounidense aprobó una Ley de Seguridad Escolar por la que se asignaban 50 millones de dólares al año destinados a las escuelas, pero con una prohibición expresa de que se invirtieran en la compra de armas de fuego.

Por ello, lo que examinan DeVos y su equipo son las subvenciones destinadas al apoyo estudiantil y al enriquecimiento académico, donde no se menciona expresamente ninguna prohibición relativa a lacompra de armas. Este vacío legal es el que permitiría a la secretaria de Educación utilizar parte de los fondos para suministras al personal docente de armas de fuego. Lo que podría impedir esta situación sería que el Congreso, del mismo modo, rellene ese vacío y prohíba esta utilización a través de leyes.

«El departamento está constantemente considerando y evaluando asuntos de política, particularmente relacionados con la seguridad escolar», dijo Liz Hill, portavoz del Departamento de Educación a The New York Times.

Este programa de subvenciones al apoyo estudiantil surge de la Ley «Every Student Succeeds», y está destinado a dar más oportunidades académicas y de enriquecimiento a las escuelas más pobres de Estados Unidos. La utilización de este dinero tiene tres objetivos: brindar una educación integral, mejorar las condiciones escolares de aprendizaje y mejorar el uso de la tecnología en las aulas.

Varios funcionarios del departamento de Educación han reconocido a The New York Times que, en caso de que se lleve a cabo esta medida, sería la primera vez que se autoriza la compra de armas sin que haya una orden del Congreso de por medio.

Ya el pasado mes de marzo, tras la matanza de Parkland, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, planteó la posibilidad de armar a todos los profesores, pese a las voces contrarias que consideran que no solo no sería una solución, sino que favorecería el aumento de los tiroteos.

Fuente: https://www.abc.es/sociedad/abci-secretaria-educacion-eeuu-estudia-destinar-fondos-compra-armas-para-profesores-201808231156_noticia.html

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Estados Unidos da la espalda a los idiomas extranjeros

Solo el 20% de los alumnos estadounidenses de colegios públicos aprende otra lengua en su etapa escolar, en comparación al 92% de los europeos

América del Norte/EEUU/elpais.com

En casi la mitad de los países europeos es obligatorio que las escuelas enseñen un idioma extranjero durante al menos un año. Y donde no es ley, una amplia mayoría de colegios lo hace de todas formas. El 92% de los estudiantes aprende otra lengua, y el inglés domina la oferta y la demanda. Sin embargo, en Estados Unidos el interés por conocer otros idiomas no es correspondido. Solo el 20% de los alumnos recibe clases de un idioma extranjero, que suele ser español. Tiene sentido en un país donde hay 40 millones de hispanohablantes.

Sèbastien Lefort, matemático francés de 37 años, aprendió inglés y un alemán ramplón cuando estudió en un colegio público en Metz. Su hija de seis años ya tiene clases de inglés y a los 12 podrá escoger un segundo idioma para agregar a su currículo. En Francia, al igual que en otros seis países europeos, el 100% de los estudiantes de primaria y secundaria aprenden un segundo idioma, según Eurostat. Lefort aclara que la enseñanza que él recibió no fue de calidad, dando crédito a la fama que tienen sus compatriotas. “En Francia, durante mucho tiempo, a nadie le importaba hablar inglés, por lo que hay muchos profesores de la vieja escuela que simplemente no lo hablan”. Ahora ve que su hija va mejor encaminada porque a pesar de su corta edad ya ha viajado fuera del país y entiende que existe solo una llave para comunicarse globalmente: el inglés.

En Europa, los estudiantes suelen comenzar a estudiar su primera lengua extranjera como asignatura obligatoria entre los 6 y los 9 años. Además, 20 países tienen en sus planes lectivos un segundo idioma extranjero en el instituto, según un informe de Pew Research Center. El 92% de los estudiantes del Viejo Continente aprende una segunda lengua en la escuela —en España un 96%—, que es mayoritariamente inglés, seguido por francés y alemán. Un panorama totalmente distinto al de las aulas de Estados Unidos. En los 50 Estados que integran la primera potencia mundial, solo el 20% de los estudiantes de K-12 (como se denomina a la educación primaria y secundaria) tienen clases de idiomas extranjeros, según el Consejo Americano de Educación de 2017. La académica Aneta Pavlenko explica que esa diferencia radica en la baja motivación. “Cuando viajan, los suecos y los holandeses no esperan alojarse en un sitio donde hablen su propio idioma. Los estadounidenses no tienen ese problema”. La experta considera que la mayor desventaja de que Estados Unidos no hable otro idioma —algo que está cambiando con la fuerte presencia del español— es que no acceden a información y perspectivas distintas de los nacionales. “Los estadounidenses están relegados a recibir noticias de segunda mano sobre el resto del mundo”, concluye.

Hay Estados y ciudades de EE UU donde sí se han implementado normativas que incluyen la enseñanza de un idioma distinto del inglés para graduarse en el instituto.

En California, por ejemplo, es obligación cursar un curso de artes o un idioma extranjero (entre los que se incluye el lenguaje de señas estadounidense) para lograr la titulación. En el caso de los alumnos de Oklahoma pueden optar por cursar dos años de la misma lengua extranjera o bien recibir clases de informática. Por el contrario, los estudiantes de Nueva Jersey, la ciudad ejemplo, deben obtener “al menos cinco créditos en idiomas del mundo” para poder terminar el ciclo formativo.

En total, diez Estados y el Distrito de Columbia exigen una lengua extranjera para obtener el título, los requisitos de otros 24 Estados permiten elegir entre un segundo idioma u otro tipo de cursos y 16 Estados no exigen ningún tipo de requisito relacionado con el aprendizaje de un segundo idioma.

En EE UU no existe una normativa nacional respecto a la enseñanza de idiomas, como sí ocurre en la mayoría de los países europeos. Los requisitos se establecen principalmente en el distrito escolar o en lo estatal. Nueva Jersey presume de ser la ciudad con la mayor tasa de alumnos que estudian un segundo idioma, con un 51%, seguido por el Distrito de Columbia, la capital del país (47%), y Wisconsin (36%). Al otro lado del Atlántico, Bélgica tiene el porcentaje europeo más bajo de estudiantes que aprenden otro idioma con un 64%.

La comparativa puede resultar injusta considerando que el inglés es el idioma más poderoso del mundo. No por tener el mayor número de hablantes nativos —el mandarín y el español tienen más—, sino por ser la segunda lengua más extendida, con cerca de 1.500 millones de angloparlantes. El estadounidense, además, no considera que aprender un idioma sea necesario para triunfar laboralmente. Solo para el 36% de los estadounidenses hablar un idioma extranjero es importante para tener éxito en el trabajo. Casi el mismo porcentaje que saber usar las redes sociales (37%), según otro estudio de Pew Research Center.

Fuente: https://elpais.com/internacional/2018/08/13/actualidad/1534192135_735065.html?id_externo_rsoc=TW_CC

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EEUU: Law Students Looking to Fight Trump’s Agenda Will Not Find Support at Their Schools

América del Norte/EEUU/Osama Alkhawaja/Truthout

Resumen: En los días posteriores a que Donald Trump emitiera su primera prohibición de viajar, los abogados pro bono de todo el país se celebraron » como superhéroes » y la cantidad de personas que solicitan ingresar a la facultad de derecho va en aumento. Muchos de estos solicitantes buscan armarse con un título de Juris Doctor para resistir la agenda de Trump. Si las tendencias actuales de empleo continúan , el 80 por ciento de mis pares pronto renunciarán a la oportunidad de usar su educación legal para ayudar a otros y en su lugar eligen trabajar en un bufete de abogados para ayudar a mantener el salario promedio inicial de $ 180,000. . Sí, las dos opciones son mutuamente excluyentes. Hacer horas pro bono en el costado difícilmente mitiga los daños de representar a personas como Chevron y Lockheed Martin. Es fácil creer que la carga de la deuda estudiantil es la razón más común por la cual tantos estudiantes de derecho bien intencionados abandonan las carreras de interés público, pero la verdadera razón es más fundamental y está enraizada en una educación legal que fomenta y recompensa la apatía.


In the days after Donald Trump issued his first travel ban, pro bono attorneys across the country were celebrated “like superheroes,” and the number of people applying to law school is increasing. Many of these applicants are seeking to arm themselves with a Juris Doctor degree to resist Trump’s agenda.

Unbeknownst to them, though, law schools are ruthlessly efficient at systematically changing the disposition of even the most passionate civil rights activists into apathetic and institutionalized corporate attorneys.

Over the past year, I have watched this phenomenon unfold firsthand. The majority of students I met at my law school orientation seemed genuinely interested in wanting to learn how to use their legal education to make the world a better place. From environmental protection to antiwar advocacy, there was hardly a social justice cause left unrepresented by my incoming class. Unfortunately, as we approach the start of our second year, the old aphorism is proving to be true: The first thing most of us lose in law school is the reason why we came.

If current employment trends continue, 80 percent of my peers will soon forgo the opportunity to use their legal education to help others and instead choose to work at a law firm to help maintain the $180,000 median starting salary top law school graduates are so proud to have. Yes, the two choices are mutually exclusive. Doing pro bono hours on the side hardly mitigates the damages of representing the likes of Chevron and Lockheed Martin. It’s easy to believe the burden of student debt is the most common reason for why so many well-intentioned law students give up on public interest careers, but the true reason is more foundational, and rooted in a legal education that fosters and rewards apathy.

This is in contrast to the popular narrative in which a legal education is supposed to give law students the tools to challenge racial, gender and sexual discrimination, protect families from being separated at the border and push for criminal legal reform; when instead, our nation’s top law schools merely specialize in teaching professional indifference. Duncan Kennedy, a Harvard Law professor, explained how the standard legal curriculum “seems to consist of learning rules … while rooting for the occasional judge who seems willing to make them marginally more humane. The basic experience is of double surrender: to a passivizingclassroom experience and to a passive attitude toward the content of the legal system.” Apathy is the natural consequence of this “passive attitude” that reduces people, history and context to a backdrop in an endless series of exercises designed to teach us how to detach the human experience from our “objective analysis” of the law.

For example, when we read a case about a coal-mining factory opening up next to a residential area, we are taught to resist our intuition of asking whether it is wrong for the coal company to pollute the neighborhood. Instead, we are conditioned to simply ignore socioeconomic inequities and racial undercurrents and make a legal determination that merely applies precedent to reach an efficient outcome. In doing so, we ignore the fact that established law is inconsistent — not based on any set principles, discriminates arbitrarily, and favors efficiency and the status quo over the dignity of individuals.

In the best-case scenario, this learned-apathy turns law students into neutral observers of injustice. At worse, they become gears and cogs in a system of injustice themselves. These outcomes reflect the grade-school premises we are taught to accept in law school: That the law is fundamentally good, that those who break it are fundamentally bad, and that our job as lawyers is simply to apply the law, not change it. These are inherently conservative notions that both liberals and conservatives learn to internalize in law school. Classroom debates rarely reflect the left vs. right divide we would expect them to. Instead, professors deny and de-emphasize the political character of legal decisions, and as a consequence, judges from both sides of the isle are religiously venerated in our classrooms, regardless of the impact their decisions may have had on the most vulnerable members of our society.

Only a small percentage of law students are able to counter this subtle indoctrination, and like Frankenstein’s monster, apathetic lawyers are soon created by a system in denial of the damages of its progeny. These apathetic lawyers value efficiency over justice, they commend impartiality in the face of oppression and they advocate for laws that are consistently applied, even if they are morally reprehensible. These lawyers occupy all three branches of our government and refuse to challenge the morality of the laws they are protecting.

To counter this trend, law schools must systematically change their curriculums to prioritize human dignity over legal continuity and empower students to use their legal education to help the disenfranchised, not merely grovel at the halls of the already powerful. Meanwhile, the thousands of law students who are enrolling in classes over the next few months must do everything they can to preserve the empathy that inspired them to pursue this career in the first place.

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