Por Liliana Medina de Luzón
El auge de las escuelas “charter” es un escenario no favorable para los
sindicatos en Estados Unidos, pues, ante los despidos de maestros, el no
poder garantizar sus derechos y la negación a las evaluaciones, se
evidencia un vacío en la protección de las condiciones laborales de los
maestros que venden sus servicios al juego de una política basada en la
privatización de la educación pública. Desde el estado las escuelas
públicas representan un problema en la generación de ingresos para
garantizar no solo el sostenimiento de las mismas, sino también, el
garantizar pensiones, intereses de deuda, seguro médico y condiciones
laborales en general a los docentes que en su gran mayoría se encuentra
respaldados por un sindicato que vela por la garantía y cumplimiento de los
derechos del gremio. El estado desde la implementación de escuelas charter
ha venido justificando su crecimiento en base a que las escuelas públicas
requieren altos presupuestos para su mantenimiento, en Chicago, por
ejemplo, han sido reemplazadas las públicas por las charter a consecuencia
de la migración de sus estudiantes a las éstas últimas. En Massachusetts,
la situación es distinta, los distritos escolares vienen generando
presiones para la apertura escuelas charters, que obedece a la demanda de
cupos que no puede ofertar las escuelas públicas existentes, por no
disponerlo, existiendo una lista de espera para matricularse en una escuela
que asciende a 13.000 niños. En este sentido, ante la necesidad de crear
escuelas, algunos sindicatos expresan su inclinación por construir escuelas
públicas, debido a que las escuelas charters drenan los recursos que
deberían ir a las escuelas públicas tradicionales con lo que se ocasiona un
mal uso de los fondos públicos y, en consecuencia, las escuelas de distrito
están injustamente perjudicadas por la política del estado ya que, el
dinero necesario para pagar la matrícula de estas no es equivalente al
costo de educar a los estudiantes en las escuelas del distrito.
Mar adentro en los sindicatos, las organizaciones de derecha como las
grandes fundaciones respaldadas por las empresas Asociación Internacional
de Educadores Cristianos, el Centro para los Derechos Individuales, entre
otros, vienen dilapidando las bases de los sindicatos. Asimismo, bajo las
consignas del “derecho a trabajar”, “las leyes racistas”, el Consejo de
Intercambio Legistalivo Americano (ALEC, por sus siglas en inglés), es uno
de los movimientos de derecha financiado por las corporaciones para
asfixiar a los sindicatos. Sin duda un escenario que limita cada vez más la
organización de la clase obrera y anula la posibilidad de acción de los
sindicatos en un sector público casi desmantelado. Seguidamente, las
imposiciones de una agenda educativa del actual gobierno, con firme
convicción en el capitalismo transnacional que privatiza y recorta
presupuestariamente a la educación, vende a la clase trabajadora el ideal
de una escuela dirigida por el mercado que no sólo perjudica a los
estudiantes sino a los docentes.
Sólo por citar algunas de las tantas organizaciones sindicales educativas
en los Estados Unidos, encontramos a la Federación Americana de Maestros
(AFT, por sus siglas en inglés) y la Asociación Nacional de Educación (NEA,
por sus siglas en inglés), que si bien es cierto representan a sus
trabajadores afiliados, se debe decir, también, que en muchas oportunidades
los dirigentes de algunos sindicatos responden convenientemente a la agenda
educativa del gobierno, colocándolos en el mismo plano de los desaciertos
en el sistema educativo estadounidense. La consecuencia de estas posturas
de algunos dirigentes de muchos sindicatos evidencia, indudablemente, la
separación de los propósitos y demandas de la clase obrera. Pero esto
obedece a lo que Peter McLaren ha venido expresando desde hace algunos
años, en relación, al nuevo modelo de acumulación en el cual las fracciones
transnacionales del capital se han convertido en dominantes, ¿qué quiere
decir esto?, un proceso productivo descentralizado y fragmentado pero sobre
el cual tiene el control (concentrado y centralizado) la clase capitalista
transnacional. El capital trasnacional es, entonces, la cara más nefasta
del capital hegemónico neoliberal de donde nacen: “el abaratamiento de la
mano de obra, el incremento de la flexibilización, la desregulación y la
desindicalización del trabajo”.
Bajo este análisis de la economía mundial se ve atrapada la educación en el
mundo y con ella, sus demás extractos. Peter MacLaren nos dice que “la
educación es el medio para promover el socialismo, o sea, para lograr un
mundo que esté fuera del proceso de valorización del capital o, en otras
palabras, fuera del valor del trabajo”. Y es que muchas de las luchas que
emprenden los docentes y apoyan los sindicatos están planteadas sobre la
base de la exigencia de los derechos humanos pero deslindados de los
derechos económicos. La consecuencia es la imposición de condiciones de
contrato a los trabajadores sindicalizados a cambio de paz laboral. Con
ello queda evidenciado que solo los maestros como base podrán sopesar los
elementos que condicionan su praxis, desde lo pedagógico hasta lo laboral.
Algunas fuentes para profundizar en el tema: