America del Sur/Argentina/RevistaSaberes
Una maestra y una madre de la escuela Manuel Belgrano, de Villa Carlos Paz, sumaron ideas y esfuerzos y crearon un proyecto que ya dio sus primeros frutos: alumnos de seis y siete años no sólo se convirtieron en receptores críticos de contenidos audiovisuales, sino que ya llevan producidos varios cortos. Y van por más.
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Lucía Carranza es profesora de Computación y maestra de grado en la escuela Manuel Belgrano, de Villa Carlos Paz. Ella tuvo una idea creativa y la puso en práctica. En el camino, se sumaron otras voces, otras propuestas, y lo que era un deseo se hizo realidad. Sus alumnos aprendieron a reflexionar sobre sus consumos culturales y a crear obras artísticas desde cero.
Todo empezó en 2011, cuando Lucía era docente de 1° grado y llevaba adelante un proyecto de Literatura. Los chicos, que hoy ya terminaron 2°, entonces daban sus primeros pasos en la escuela primaria. “La idea era seguir una colección de libros infantiles, y a partir de ella planteábamos un montón de actividades. Mis alumnos se engancharon mucho con ese trabajo y a mí que estaba haciendo un curso de edición de video se me ocurrió poner en movimiento los dibujos de los libros”, cuenta.
Así, les propuso la idea a los pequeños, que escucharon “video” y saltaron de contentos. Empezaron a trabajar y rápidamente lograron los primeros avances. “Hicimos un trabajo colaborativo espectacular. Ellos, entre todos, escribieron el guión; después, por grupos, hicieron los dibujos y luego, grabaron las voces. Toda la parte de edición la hice yo. Sacamos las fotos y armamos el primer video que es el de Caperucita Roja”, relata la maestra.
Pero esta producción no llegó sola. Fue el germen de una reflexión más profunda. ¿Chicos de seis años, pensándose a sí mismos como espectadores y convirtiéndose en productores de la realidad? Claro que sí. “Sin planificarlo, ellos empezaron a ser críticos respecto de toda la información audiovisual que cotidianamente ven. Y creativos también”, manifiesta.
El trabajo continuó. Ya tenían otro video producido y fueron por más. “Justo nos tocaba el acto de Manuel Belgrano, quien dio el nombre a nuestra escuela, e hicimos un corto sobre la vida del prócer, con ayuda de los alumnos de 6°. Y otra vez, todo lo hicieron los chicos: el barco, los sombreros, todo”, destaca.
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Una idea, transformada en proyecto
El 1° grado se les pasó volando a los estudiantes de la escuela Manuel Belgrano. Y durante 2012, cuando empezaron 2°, la seño –que era Lucía, la misma del año anterior– les preguntó qué era lo que más les había gustado de 1°, no dudaron: “Los videos”.
“Entonces, me planteé que tenía que encararlo por ese lado y ya dejó de ser un proyecto de Literatura únicamente, para ser de Literatura y Artes Visuales. Y lo enganchamos con otro soporte que es la pantalla, porque ellos están continuamente viendo imágenes y sabemos del poder que tienen la TV, el cine e Internet sobre los chicos. Así armé la primera reunión de padres, donde les comenté la idea, y ella me dijo que me podía aportar sus conocimientos, que son muchos”, dice Carranza, señalando con su mirada a Analía Dimarco.
Analía es publicista, docente de nivel secundario y mamá de Zoe, una de las alumnas de Lucía. Ella siempre seguía de cerca las actividades de los alumnos en la escuela, pero esta vez decidió dar un paso más y le escribió un mail a la seño con algunas ideas para trabajar durante ese año. A Lucía le encantaron. Se juntaron varias veces, definieron el proyecto y comenzaron a aplicarlo. Los objetivos centrales: que los niños pudieran deconstruir aquellas configuraciones de la realidad que consumían en la TV e Internet, que las diferenciaran de la realidad y las vieran como hechos construidos, como miradas posibles entre tantas otras. Y que con esas herramientas, fueran capaces de producir ellos mismos sus propias obras.
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Un proyecto, transformado en realidad
Si en 2011, con apenas una idea, el objetivo había sido poner en movimiento las ilustraciones estáticas, en 2012, con un proyecto definido, el eje giró en torno al personaje de “la bruja”, presente en distintos libros y películas infantiles.
En un trabajo de reflexión, los chicos fueron motivados a poner en cuestión las ideas subyacentes a aquellas figuras y configuraciones que se repiten en el material que consumen habitualmente. Y fue la chispa que encendió un intercambio de una riqueza inesperada. Al calor del debate, los niños comenzaron a expresarse. Cuestionaron, por ejemplo, la excesiva carga de violencia presente en algunos dibujos animados. Y muchos, hijos de familias monoparentales, preguntaron con naturalidad: “¿Por qué siempre hay una mamá y un papá?”.
Claro que no fue una tarea fácil. “Es un trabajo de hormiga, pero la idea de Lucía fue tomar como punto de partida aquello que era más cercano a su experiencia, observar los programas que ven, las propagandas a las que están expuestos para que las analizaran, que vieran el poder que tienen sobre ellos”, indica Dimarco.
“Por comodidad, los padres, a veces, envían a sus hijos a ver televisión o a la computadora y las publicidades se convierten en un referente para los chicos. Como docentes, creemos que tenemos que meternos en ese lugar y educarles esa mirada; que puedan entretenerse pero también ser productores de su realidad y no sólo reproducir lo que ven”, completa Carranza, que advierte sobre la necesidad de “nuclear enseñanzas y prácticas”.
“Los niños cambiaron, se sienten inquietados por lo que ven. Y somos nosotros los que tenemos que dar respuestas, mostrando, dialogando y brindándoles un espacio de reflexión. Tengo reuniones con mis hijas donde hablan todo el tiempo de Violetta –serie de TV emitida por Disney Channel–, y yo tengo que poner un límite”, expresa Dimarco.
El año pasado, en el aula no sólo hubo debate, sino también producción. Los chicos hicieron una versión propia de la película “Espejito, espejito”, basada en la historia de Blancanieves. Llevaron sus cámaras digitales, experimentaron con distintos tipos de luz y diferentes planos, agigantaron, dramatizaron las escenas con recursos audiovisuales y mientras jugaban, aprendían que eso que consumen diariamente lleva un trabajo de producción y que ellos mismos pueden editar a su manera. “Fue algo dinámico, en equipo, comprometido y enriquecedor desde cualquier punto de vista”, resume Dimarco.
Los increíbles resultados logrados hasta ahora hacen que las posibilidades crezcan. Ya participaron en maratones locales con cinco videoclips producidos íntegramente por los alumnos, uno de los cuales fue exhibido en la página Educ.ar del Ministerio de Educación de la Nación. También se presentaron en el Festival de Cine de Villa Carlos Paz –en el que fueron premiados por el corto “Bruja Rana”– y para participar del Congreso de Buenas Prácticas de la zona de Punilla.
“Esto no pasa en todas las escuelas. Tenemos la suerte de tener un equipo directivo innovador, encabezado por Silvina Bessone, que nos permite hacer todas estas cuestiones y que aporta material”, reflexiona Lucía, sin saber que al ver su ejemplo, tal vez muchos puedan darse cuenta de que lo único que hace falta para lograrlo son ganas de cambiar las cosas.
Fuente:https://revistasaberes.com.ar/2013/02/chicos-que-se-piensan-y-producen/