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Entrevista a Ana Carrillo: «Nos movilizamos en defensa de la educación pública». Ecuador

En la vigésima entrega de la serie, la docente universitaria y activista Ana Carrillo analiza los efectos de la pandemia enlazados a las recientes medidas económicas del gobierno centradas en la reducción del gasto público, incluido el recorte de 98 millones de dólares al presupuesto de la educación superior. Dice: «De manera sincrónica a la pandemia, nos han golpeado las medidas económicas». Afirma que los recortes al presupuesto educativo atentan no solo contra el derecho humano de los estudiantes a recibir una educación de calidad sino también contra los derechos laborales de los docentes.

Ana, ¿podría hablarnos de su trabajo como docente en una universidad pública de Guayaquil?

Soy docente de la Universidad de las Artes, donde trabajo en el Departamento Transversal de Teorías Críticas y Prácticas experimentales. Entre las diversas tareas que hacemos en este departamento, creo que la principal es abrir una ventana para fomentar el pensamiento crítico desde una perspectiva latinoamericana. Esto incluye la práctica de una academia cuyo conocimiento y método sean pertinentes, como un capital social que debe ser democratizado y plural, no sólo en el acceso a los resultados, sino también y tal vez sobre todo, en el proceso de construcción y de coproducción de ese conocimiento. En ese sentido tenemos una asignatura que articula a la Universidad con varias comunidades, barrios organizados, sindicatos, grupos culturales… y que nos permite reflexionar sobre las violencias, exclusiones e inequidades que se reproducen en torno a la educación y el sistema educativo. Al mismo tiempo este proceso nos permite transformar las miradas sobre las metodologías de aprendizaje y fortalecer los procesos organizativos, intelectuales de lo que llamamos cultura popular…

A dos meses de la crisis humanitaria sufrida por miles de guayaquileños que clamaban por ayuda al gobierno nacional y al municipal para dar atención médica o sepultura a sus seres queridos, ¿cómo evalúa la situación, particularmente en la comunidad universitaria?

Han sido días ciertamente difíciles en varios sentidos. En primer lugar, creo que los traumas emocionales sufridos por la ciudad no han terminado de entenderse, menos aún de procesarse. No ha habido el lugar para el luto, sólo se nos ha ordenado seguir produciendo en condiciones adversas. Si bien es cierto la pandemia tuvo un pico estremecedor, del cual creo que nos vamos olvidando para negarnos a entender todo lo que significan las escenas que vivimos en Guayaquil, también ha develado la perversidad del sistema y ha traído una serie de efectos que necesitan ser atendidos.

En el pico de la pandemia la comunidad universitaria sufrió mucho, los casos de compañeras y compañeros cuyos familiares se convirtieron en víctimas mortales de la enfermedad, los costos que significaba el tratamiento médico, la especulación y la incertidumbre reinaron. Esto golpeó y golpea aún fuertemente las maneras en que se produce el conocimiento, nuestras reflexiones y nuestro proyecto de vida, pero al mismo tiempo son momentos de mucha empatía y búsqueda de soluciones.

¿Qué tipo de acciones solidarias surgieron desde la comunidad educativa?

Un grupo de docentes, estudiantes y trabajadores nos organizamos para conformar una Red de Apoyo que tuvo varios objetivos: contrarrestar la imposibilidad de conseguir alimentación para algunas de nuestras estudiantes y sus familias, tener información actualizada sobre los lugares y los precios de las medicinas, facilitar el acceso a servicios de contención psicológica, generar espacios virtuales de cuidado mutuo, facilitar información actualizada sobre servicios de transporte y otros; y eventualmente ayuda económica para aquellas que habían perdido familiares o estaban afrontando ellos mismos la enfermedad pues los costos de esto se hicieron insostenibles. En el pico de la pandemia cualquier cosa se convirtió en difícil de conseguir. Con el tiempo estas necesidades han ido cambiando, ahora los estudiantes están migrando hacia sus ciudades de origen así que la red se enfoca en cubrir los gastos de alimentación de algunos -pues como sabemos el nivel de desempleo y la imposibilidad de estabilizar las economías familiares es abrumador-, y buscar soluciones logísticas para otros.

Ahora, de manera sincrónica a la pandemia, nos han golpeado las medidas económicas y la descomposición de la institucionalidad estatal, las amenazas a los derechos laborales y humanos en las que nos desenvolvemos. En ese sentido los recortes a los presupuestos universitarios y la incertidumbre en términos laborales alteran el funcionamiento normal de los docentes.

¿Cómo se está realizando la educación online en una universidad pública como la Universidad de las Artes? ¿Cuáles son los principales desafíos mientras dure esta modalidad?

Hay muchas dudas sobre cómo realizar la educación a distancia desde las universidades públicas. Si bien es cierto que se hicieron unos cursos rápidos de capacitación, la verdad es que no somos expertos en el tema. No hemos repensado principalmente la modificación de contenidos y metodologías de enseñanza, solo nos hemos concentrado en el dominio de plataformas digitales. Esto ha hecho que tratemos de cumplir con lo que hacíamos antes de la pandemia, estando en condiciones radicalmente diferentes. Creo que, en general, hay un problema sobre cómo concebimos la educación que se hace más evidente en esta temporada; por ejemplo, la homogeneidad de contenidos y la elaboración de “contenidos estables”, tan estables que no se repensaron durante esta pandemia. Es decir, pensamos que existe la obligatoriedad de saber determinados conocimientos en lugar de pensar de manera estratégica, situada y empática con las vivencias y que nos ayude a mirar la educación como un lugar para sobrellevar los evidentes problemas críticos que destapó la pandemia.

Hay varios desafíos, ¿qué significa estudiar tal o cual cosa mientras afuera el mundo ha cambiado de una manera radical?  Habría que repensar los contenidos educativos y las metodologías. Es difícil, por ejemplo, que los estudiantes asistan a clases sin poder afrontar el luto de las familias o solucionar los problemas económicos. Emocionalmente las clases son una solución, pues dan la idea de que el proyecto de vida continúa, sin embargo se evidencia la brecha y las iniquidades. Los que mejor están en el proceso educativo son los que mejores condiciones económicas y anímicas tienen. Aquellos que han sido golpeados por esta situación están en peores condiciones al igual que los que vienen de hogares empobrecidos históricamente; en ese sentido la brecha se hace más grande. Por otro lado, el teletrabajo o las actividades de la educación a distancia generan una intromisión en la vida privada de los docentes, los límites entre trabajo y no trabajo se vuelven difíciles de establecer. Esto significa un aumento en el tiempo -que rebasa las 40 horas semanales de trabajo, el estrés, entre otras. El caso más sensible es el de profesores/as o empleados/as que son cuidadores/as, comparten su horario de trabajo con la exigencia de la casa.  Más allá de la anécdota personal, esta circunstancia empobrece y precariza a poblaciones que de por sí ya están empobrecidas o precarizadas, por ejemplo, las mujeres jefas de hogar que comparten el teletrabajo con el cuidado de les hijes y la propia educación a distancia de estos niñes.

La brecha digital pone de manifiesto el lugar colonial de nuestros países; los servicios de internet colapsan pues no abastecen la demanda. Adicionalmente, los docentes estamos pagando costos/servicios que el empleador normalmente cubre y exponiéndonos de manera pública a ser espiados, pues todo nuestro material circula en redes, así como al ataque informático, que está tan de moda y que es de fácil acceso desde las plataformas que usamos.

¿Qué efectos tiene la crisis económica en los estudiantes?

La pandemia ayudó a destapar la inequidad del mundo en el que vivimos. La brecha económica de acceso diferenciado a derechos se refleja en la brecha digital. Algunos estudiantes están en la clara imposibilidad de acceder (en términos más reales que nunca) a un proceso educativo continuo. Hay momentos en que los estudiantes no siguen el hilo de la clase y las actividades porque el servicio de internet es malo o porque piden prestada la compu a la vecina, comparten los aparatos tecnológicos en la familia, etc

La pandemia ayudó a destapar la inequidad del mundo en que vivimos, una verdad que nos atraviesa, que no es lejana, que está dentro y fuera de nuestras vidas y que hemos naturalizado. La brecha económica de acceso diferenciado a derechos se refleja en la brecha digital. Algunos estudiantes están en la clara imposibilidad de acceder (en términos más reales que nunca) a un proceso educativo continuo. Es evidente, hay momentos en que los estudiantes no siguen el hilo de la clase y las actividades porque el servicio de internet es malo o porque piden prestada la compu a la vecina, comparten los aparatos tecnológicos en la familia, etc.

Las universidades públicas tenemos estudiantes de los quintiles más empobrecidos de la sociedad, en ese sentido la crisis económica que ha causado el gobierno central (los despidos masivos en el sector público y privado, la poca liquidez que existe en el país, retraso sistemático de los pagos en el sector público, disminución de la masa salarial en el privado, altas tasas de empleo informal o subempleo) se vuelca al sistema educativo. Los estudiantes ayudan económicamente en su hogar, en ocasiones son el sostén de sus familias, o son los repositorios de la tensión devenida de la precaria condición económica. Un tema que era ya importante para ellos y que se ha convertido en predominante ahora es pensar el futuro económico que deberán afrontar. La incertidumbre sobre el mercado de trabajo en los tiempos actuales se manifiesta en cada clase, a este respecto también hay que anotar que hay varias iniciativas que nacen en ellos para “emprender” soluciones en el campo de la cultura y la economía. Como docentes estamos comprometidos a apoyarlos.

Plantón del Foro Universitario por la Defensa a la Educación Superior (Guayaquil, del 25 de mayo de 2020)

¿Podría comentarnos sobre la reacción de la comunidad de docentes y estudiantes el recorte de 98 millones de dólares que quiere hacer el gobierno nacional en el presupuesto de la educación pública superior?

El recorte de 98 millones de dólares a las universidades públicas es parte de un proceso de precarización de la educación. Al respecto hemos participado en varias reacciones a nivel nacional de parte de profesores, rectores, estudiantes y trabajadores. Ante el recorte, nos hemos movilizado en defensa de la Educación pública, tanto por la vía jurídica presentando varias demandas por incumplimiento frente a la corte constitucional, así como la herramienta jurídica denominada Amicus Curiae. La idea es que las decisiones de facto del Ministerio de Finanzas contradicen e incumplen con la constitución de la república y lo estipulado en ella referente a la educación, la misma que es un sector prioritario en el cual es inadmisible, bajo ningún pretexto, reducir presupuestos. En este sentido las acciones tanto de la Asesec (Asamblea del Sistema de Educación Superior) como de algunas asociaciones docentes y algunos rectores han interpuesto las demandas frente a la corte. Otras federaciones de profesores como la FEPUPE (Federación de Profesores Universitarios y Politécnicos del Ecuador) han interpuesto también Amicus Curiae a fin de contribuir con pruebas que permitan determinar los fallos a favor de la protección del sistema universitario.

En la organización de estas iniciativas han estado presente con mucha fuerza los estudiantes pues entienden la importancia de acceder a los servicios públicos de educación superior, y que estos sean de calidad. En ese sentido creo que la comunidad universitaria se ha entendido como un todo en donde afectar a los profesores es afectar al estudiantado y viceversa.

Por otro lado, se han constituido algunos frentes de defensa de la educación en general y la educación superior en particular. En Guayaquil hemos conformado el Foro Universitario por la Defensa de la Educación Superior, por ejemplo.

Convocatoria de organizaciones sociales, Guayaquil, 25 de mayo de 2020. Foto cortesía de Mario Rodríguez Dávila.

¿Qué actividades ha impulsado el Foro Universitario por la Defensa de la Educación Superior y los otros frentes organizativos?

Estos frentes han organizado plantones, ruedas de prensa y conversatorios que permitan entender las afectaciones [recortes] en términos tangibles e intangibles del atentado contra la educación superior. A pesar de la pandemia y tomando las medidas de seguridad hemos impulsado los procesos de protesta en la calle. Esta medida -que resulta ser a veces controversial- debe ser vista como una medida a la que estamos obligados en medio de todas las injusticias que estamos sufriendo. Me parece importante pensar también por qué se nos permite ir a comprar, pero no se nos permite protestar en la calle. Ahí se evidencia un discurso contradictorio: la ciudadanía tiene sus derechos mientras consume, pero no cuando reclama para que sus derechos constitucionales sean restituidos.

Una de las cosas importantes es pensar que la asociatividad y la toma de conciencia son herramientas que han vuelto a tener sentido, después de un letargo intencionado de los procesos sindicalistas y asociativistas; las articulaciones gremiales entre estudiantes y docentes es básica. Han participado de estas iniciativas los trabajadores de las universidades, también amenazados por el recorte, y algunos actores de las universidades privadas o cofinanciadas.

El recorte del presupuesto educativo -que se hace básicamente afectando salarios del personal docente y administrativo- atenta contra los derechos laborales. Algo importante que ha destapado este hecho es la fragilidad de los contratos docentes, existen aproximadamente 16.000 contratos ocasionales en el sistema de educación superior, lo que hace inestable la relación laboral, y lo que los convierte en la primera fila de posibles víctimas de la disminución de estos presupuestos con el correlato en el traslado de la carga horaria y los estudiantes a los pocos que quedarían trabajando, atentando así contra la calidad de la educación y contra otros principios básicos establecidos en la normativa superior: educación centrada en la educación integral del ser humano, por ejemplo.

Convocatoria de organizaciones sociales, Guayaquil, 25 de mayo de 2020. Foto cortesía de Mario Rodríguez Dávila.

La Corte Constitucional dio lugar a las medidas cautelares en contra de los recortes presentadas por universidades y organizaciones sociales suspendiéndolos temporalmente, pero el gobierno persiste en seguir adelante. ¿Cuál es la situación en este momento?

Vivimos en la incertidumbre, por un lado la presión frente a la Corte Constitucional, que aún no llega a un fallo definitivo, y por el otro, las noticias a diario sobre la “flexibilización laboral” que no es otra cosa que un atraco a los derechos de los trabajadores en beneficio de las empresas y en detrimento de la calidad de vida. La mal llamada “Ley humanitaria” pretende unas transformaciones que dejan vulnerables a las/os trabajadoras/es, a esto se suman decretos que permiten la eliminación de nombramientos en las instituciones públicas, etc. Es decir, las/os profesoras/es, y a pesar de la autonomía universitaria, como trabajadoras/es del sector público estamos ejerciendo nuestras actividades en un ámbito de ataque a las garantías de estabilidad laboral y económica.

Además de nuestro salario, hay también un problema con los fondos que normalmente las universidades deberían invertir en procesos de investigación o vinculación, nuestras actividades están reducidas al mínimo posible que es la docencia y se está fomentando la cultura de una educación subsidiaria de procesos extranjeros, sumida en la falta de inversión en calidad, investigación y procesos de extensión o vinculación.

También se ha fomentado la opinión pública en contra de la docencia, desprestigiando la capacidad de gestión de las universidades y justificando la decadencia de lo público, atentando contra la dignidad de los usuarios del sistema.

Se podría decir que la escuela gratuita -como la Universidad de las Artes- es uno de los canales para redistribuir la riqueza del país formando a jóvenes que de otra manera no tendrían acceso a la educación. Sin embargo, desde el gobierno y desde la prensa se hacen críticas insidiosas contra la educación pública, ¿cree que ese intento de deslegitimarla ha logrado algún consenso en la población guayaquileña?

La educación pública es un proceso de redistribución de la riqueza en varios sentidos: además de ser parte de un proyecto de vida de las clases populares que ven en el estudio y la profesionalización una palanca para conseguir una mejor posición social, también está el hecho de que es una inversión para crear conocimiento -que se transforma en un tipo de capital especialmente ahora- y que puede por lo tanto generar debates, soluciones, representaciones que permitan considerar un futuro no dependiente de epistemologías hegemónicas.

Respondiendo a la pregunta en sí: estamos viviendo una contienda explícita por la opinión pública, lo que se dice en canales oficiales se desdice por facebook o por medios alternativos; la disputa por el consenso sobre la educación superior pública está también envuelta en esta trama. Me parece que pudo haber sido efectiva la campaña de deslegitimación; sin embargo, hay que considerar que hay una historia de derechos ganados, de fortalecimiento de la importancia de la educación y de una población nacional bastante numerosa que está vinculada a este sistema -aproximadamente más de 500.000 estudiantes y 32.000 docentes-,  para la cual no hay alternativa de vincularse a las universidades privadas, me refiero a profesores, estudiantes y trabajadores. Además de un ecosistema (alimentación, ventas informales, servicios, entretenimiento) que giran en torno al funcionamiento de este sistema… por lo que es poco probable que ese discurso [contra la educación pública] surta un efecto masivo… pero hay que estar atentos y contrarrestar esta información constantemente con datos y cifras reales…

La propaganda contra la educación pública, ¿ha sido una constante desde que ejerce la docencia o se ha intensificado en los últimos años? ¿Cómo?

Yo me gradué en la Universidad Central del Ecuador en el año 2002. Al respecto creo que los ecuatorianos podemos recordar la deficiencia de los sistemas públicos en general. En mi universidad no habían puertas en los baños, ni agua… habíamos naturalizado que así es lo público.. un sistema que en realidad vulnera el derecho a la dignidad. al respecto se pueden decir muchas cosas.. por ejemplo, que estos servicios públicos de mala calidad, sin soluciones, representan también las formas en que un Estado clasista y racista se manifiesta. Es cómo si por ser pobres nos mereciéramos una mala atención, una mala educación, etc. Eso cambió sustancialmente en la década del 2008 en adelante, un pensamiento diferente sobre el lugar del Estado es evidente…. aunque con muchas deficiencias claro, pero sí una transformación del papel del Estado y por lo tanto de una relación digna con la población materializada en las maneras en que brinda sus servicios. Por otro lado, está la discusión sobre la modernización del Estado, un viejo ideal para América Latina… Creo que en el pensamiento de algunas élites que llegan al poder se sigue pensando en brindar servicios malos que corresponden al lugar que «el pueblo» ocupa en sus preocupaciones y sistemas: el último. Hay muchos ejemplos de esto, el exalcalde de Guayaquil [Jaime Nebot] en una entrevista difundida en febrero de 2019 justificaba el hecho de que en la Metrovía -el sistema de transporte público de Guayaquil- las y los usuarias seamos transportadas con un alto índice de hacinamiento y que no tuviera aire acondicionado (con los 32-34 grados centígrados de temperatura promedio) , la entrevista comienza explicando que este tipo de buses: «están hechos en beneficio del pobre, para que el pobre llegue rápido a su casa».

Creo por ejemplo que hacia allá va esta campaña de desprestigio de lo público, justifica que un docente universitario gane poco, que las clases sean de mala calidad y multitudinarias, que usemos malos servicios, que nos olvidemos de una atención buena en salud, porque lo público está hecho para los pobres, y los pobres se merecen ser maltratados, o por lo menos no están en posibilidades de exigir buenos tratos, de calidad, de tener una buena vida. Es ciertamente un error pensar eso, pero es una noción construida. Al respecto es necesario pensar como estas costumbres transmitidas a través del Estado construyen la privatización del Estado o la construcción de la dignidad vinculada al poder económico… Los recortes a la educación que se ven reflejados en la disminución de sueldos de los profesores de educación básica y bachillerato, en el despido de profesores universitarios, en la extirpación de procesos de investigación precarizan la educación pública afectando su calidad.

A nivel personal, ¿cómo está viviendo esta crisis humanitaria?

Este ha sido un proceso intenso de aprendizaje, de repensar el sentido de algunas cosas, de entender lo prioritario. Vivo sola pero me ha sido importante mantener las redes de cercanía con mis seres queridos, a pesar de la distancia. Mi preocupación principal ha sido encontrarnos como sociedad en un momento de indolencia en donde nuestros derechos han sido vulnerados por completo… Me gustaría que en el regreso a la normalidad se logre aprovechar esta oportunidad para transformarnos y transformar nuestras relaciones…

He decidido usar de la manera más reducida posible los sistemas que nos oprimen: las grandes cadenas de consumo, los grandes sistemas de entretenimiento, los grandes bancos y los grandes medios de comunicación. Y en su lugar, fomentar los procesos asociativos y el pensamiento autónomo. Creo que hay varios lugares donde se deposita el poder y que debemos desarrollar nuestro pensamiento y prácticas críticas para confrontar la obscenidad de este sistema empobrecedor y embrutecedor.

Quisiera agregar que algunos de mis esfuerzos personales se han enfocado en ayudar a otros… Hay bastante desempleo, en mi familia por ejemplo, la mitad de los hermanos tenemos trabajo y la otra mitad, no. Esto nos afecta mucho a todos pues nos movemos en una ambiente de incertidumbre donde contemplamos la desesperación de los otros, de nuestros cercanos y lejanos. Así que la fortaleza de ánimo y saber trasmitir esta fortaleza también ha sido crucial.

«Voces de Guayaquil, epicentro de la pandemia en Ecuador» consiste en una serie de entrevistas a residentes días posteriores a que su ciudad estuvo en la primera plana de los noticieros internacionales por los muertos sin sepultura y sus familiares clamando por ayuda a un Estado aparentemente inexistente. Trabajadores, artistas, estudiantes, docentes comparten sus vivencias desde la ciudad que es el centro económico y financiero del país y que paradójicamente también es la ciudad con mayor concentración de pobreza. Se estima que un 17% de los 2.700.000 habitantes de la urbe viven en condiciones de pobreza. Recostada sobre las aguas terrosas del río Guayas, con un clima muy cálido y húmedo que no hace mella en la actividad intensa y el carácter hospitalario y amable de sus habitantes, Guayaquil tiene la mayor densidad de población del país y el sistema de transporte público con más usuarios. Estos elementos junto a las profundas deficiencias del sistema de salud pública nacional cuyo presupuesto fue reducido un 36% en el último año y la desorganización del gobierno municipal son factores que ayudarían a explicar por qué la ciudad concentró el 70% de los casos de COVID-19 en Ecuador y la mayor cantidad de contagios per cápita en toda América Latina.

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Ecuador: la educación online desde casa es imposible e injusta

América del sur/Ecuador/18 Junio 2020/elpais.com

Un 70% de estudiantes tiene dificultad en el acceso a la enseñanza en línea en el país andino. La carencia de teléfonos inteligentes o Internet, la caída de ingresos y la falta de capacitación impiden la normal formación de millones de niños durante la pandemia. Padres, madres y profesores lo cuentan

Cuando la pandemia de covid-19 empujó la educación virtual en Ecuador, Anita Gualichico, madre de tres estudiantes, taxista de día y costurera de noche, tuvo que comprar un smartphone con mayor capacidad que el suyo para descargarse las aplicaciones que le pedían los profesores de sus hijos. Fueron 300 dólares que resolvió pagar a plazos. También tuvo que destinar uno o dos dólares para las recargas diarias y, cuando vio que eso era demasiado para su bolsillo, le propuso a su vecina, que tenía Internet fijo, compartir la cuota mensual de casi 30 dólares que cuesta el servicio.

Otro revés para esta madre de 37 años, que vive en el valle que colinda con Quito, fue no tener una impresora en su casa. Los primeros días dibujaba muchas de las actividades, sobre todo las de su hija de cinco años, pero desde que el centro de computadoras del barrio volvió a abrir, acumula las tareas de sus hijos y va a imprimir una vez por semana. Siempre encuentra una fila larga de otros padres. La espera suele ser de casi una hora. Gualichico se mantiene con su mascarilla casera y su cabello recogido.

—¿Cómo ve la educación a distancia?

—Yo a ratos no le veo bien, porque todos no tenemos las facilidades. A veces si me siento mal, en la noche me pongo a pensar si pudiera comprar la computadora y la impresora, no tuviéramos que estar así, pero la situación económica no nos da para endeudarnos más ahorita —dice Anita, y comenta también las dificultades que tiene para guiar a sus hijos con la tareas—. Nos toca tomar el tiempo de estar leyendo con tranquilidad para resolver, sí resulta complicadito. Las matemáticas es lo que más me cuesta, eso de las divisiones, la raíz cuadrada, una ya no se acuerda. Igual con mi chiquita, los fonemas, yo pronunció de una forma y ella me dice que no es así, que la profesora le explicaba de otra manera.

Llevar la escuela a la casa no ha resultado fácil en Ecuador. La ministra de Educación, Monserrat Creamer, ha reconocido que un 70% de estudiantes tiene dificultad en el acceso a la educación en línea, pero los datos estaban allí desde 2018: el porcentaje de hogares con acceso a Internet es de 37,17% a nivel nacional y baja al 16,07% en el área rural, según el Instituto de Estadísticas y Censos.

El ensayo del aprendizaje virtual en el país andino comenzó el 13 de marzo. Hasta ese momento se había evaluado el primer quimestre del año escolar. Casi dos millones de estudiantes de la sierra y el oriente del país cambiaron de modalidad abruptamente y deberán terminar el año escolar a distancia. Los alumnos de la costa, que suman algo más de dos millones y medio, se unieron al experimento en mayo.

El Ministerio de Educación informó que hasta el 18 de mayo hubo un flujo de casi 850.000 usuarios activos en su plataforma, que tiene 1.200 recursos educativos para reforzar los conocimientos. Andrés Bedón, director de tecnologías para la enseñanza en la Cartera de Educación, estima que los usuarios se duplicarán a partir de junio, con la incorporación de los estudiantes de la costa. Aún así es evidente que no todo el universo de los estudiantes en Ecuador (4,6 millones) visita la plataforma. La apuesta de las autoridades es la tele y radio educación, pero esta alternativa tampoco llega a todo el territorio. Hasta la casa de Gualichico, rodeada de campos de maizales, corrales de animales y caminos empedrados, no llega la señal de televisión. La radio sí, pero esta madre no tiene suficiente información.

—Los profesores nos mandaron un mensaje al celular diciéndonos de las clases por televisión y radio, pero no fue desde el principio. Además donde yo vivo no me coge bien la señal de la televisión, solo salen esas rayitas… Tendríamos que poner una antena arriba de la casa para coger un poquito de señal. La radio sí coge, pero en cambio no sé qué emisoras buscar para la educación.

El cierre de las escuelas también impactó a los 200.000 docentes que tiene Ecuador. La instrucción que dio el Ministerio de Educación a los docentes fue que usaran una plataforma llamada Team, pero no hubo ninguna capacitación previa. Susana Ponce, de 39 años, maestra de una escuela pública de Tulcán, ciudad fronteriza entre Ecuador y Colombia, hizo como muchos profesores:  crear grupos de WhatsApp para comunicarse con los padres de familia y enviarles las tareas.

—¿Qué opina de la disposición del Ministerio de Educación?

—Ellos se imaginan que todos tenemos capacidad de tener un Internet fijo, que la conectividad es excelente, que todos manejamos las plataformas, pero la realidad de nuestro medio es muy diferente. Ya es complicado para nosotros como docentes, mucho más para los padres de familia.

Los 21 alumnos de Susana deberían aprender a leer, escribir, sumar y restar en este año escolar, pero algunos están lejos de alcanzar esas metas. Menos aún cuando sus padres se conectan con menos frecuencia al WhatsApp.

—No avanzan al mismo nivel que en el aula. Los papitos no tienen la pedagogía o la paciencia para indicarles. A los papitos les pido que les pongan a sus hijos al teléfono, para ver si pueden leer y están todavía quedaditos.

El director de la escuela de frontera, Carlos Enríquez, está al tanto de las familias que dejan de comunicarse y dedica un par de días de la semana para llevar las tareas impresas hasta el domicilio de los estudiantes que han dejado de hacerlas. Va, sobre todo, al área rural donde evidencia que las familias tienen necesidades más apremiantes que la educación de sus hijos. «Los padres me dicen: ‘Señor director, ya no tenemos ni un dólar para poner recargas’. Ellos prefieren invertir ese dólar en alimentación», cuenta el docente. «Vemos gente muy pobre, por eso también estamos procuramos recoger víveres para llevarles».

En las comunidades indígenas y campesinas es más difícil seguir la educación virtual. Los padres de familia escasamente han completado algunos niveles de la educación básica. Tampoco pueden descuidar sus cultivos ni sus animales para ocuparse de las tareas de sus hijos. En estos casos, se espera que los profesores hagan un esfuerzo extra para que los estudiantes no desconecten de la escuela. Mercedes Curichimbi, profesora indígena de 40 años, explica una vez por semana las tareas en un grupo de WhatsApp y se toma el tiempo de llamar por teléfono convencional a los padres que no tienen un teléfono inteligente.

«Mi forma de trabajar es la siguiente: yo envío los lunes en la mañana la actividad y ellos mandan antes del fin de semana. La comunidad está a dos horas del pueblo más cercano y una persona sale los viernes para hacer la recarga de todos. Yo conozco la realidad de allá, hay una señora que tiene tres hijitos y no tiene esposo ni teléfono inteligente, a ella todos los lunes le doy las tareas a través de una llamada telefónica, uno a dos horas me toma. No quiero que ningún niño por la economia o la distancia quede perjudicado», explica. .

—¿Sus alumnos están siguiendo las clases por radio o televisión?

—La frecuencia no alcanza a esas comunidades tan alejadas y ellos no están como nosotros en la ciudad, quedando hasta muy de día en la casa. Ellos van a las tres o cuatro de la mañana a ordeñar la vaca, a deshierbar la chacra… Es dificil decirles que se queden en la casa para que oigan la radio. Gracias a ellos tenemos la comida en la ciudad.

Durante la entrevista, Mercedes comenta también su desazón por la reducción del salario que ha anunciado el Gobierno central por la situación económica que atraviesa el país. Hasta ahora los docentes ganaban 817 dólares, pero con la reducción ganarán unos 100 dólares menos. La maestra indígena, además, se queja de que en los dos últimos meses han recibido el salario con 20 días de retraso. «Eso nos perjudica, de nuestro bolsillo sale para el Internet, las llamadas, el transporte, el vestuario, pero hay que seguir».

Varias voces ya hablan del fracaso de acelerar la educación virtual en medio de la pandemia por la covid-19. “Ningún país estaba preparado para implementar un sistema nacional de educación virtual operando desde el hogar. La pandemia ha expuesto al rojo vivo los enormes déficits e inequidades tecnológicos y sociales que existen en el mundo y dentro de cada país”, dice Rosa María Torres, pedagoga e investigadora ecuatoriana. La Unesco ha alertado que la mitad del total de los alumnos en el mundo (unos 826 millones) no tienen acceso a una computadora en el hogar y el 43% (706 millones) no tienen Internet en sus casas. Además, a pesar de que mediante los teléfonos móviles los estudiantes pueden acceder a la información y conectarse con sus profesores, unos 56 millones de alumnos viven en lugares donde no llega la cobertura de las redes móviles.

La Unesco también llamó la atención sobre la formación que requieren los maestros para impartir eficazmente la educación a distancia y en línea, pero ese apoyo es particularmente escaso en los países de bajos ingresos. “Son temas críticos en toda la región la falta de preparación y experiencia docente en el manejo del mundo virtual”, opina la investigadora ecuatoriana. Esto se agrava en el caso de Ecuador donde la enseñanza de informática o computación salió del currículo escolar en 2015. Al hilo de eso, un grupo de profesores de esa asignatura, en abril pasado, hizo un pedido formal a las autoridades para que revisen esa decisión. En la carta se señala que el manejo de las nuevas tecnologías quedó a discreción de cada centro educativo y eso ha contribuido a los problemas que ahora enfrentan alumnos y profesores para manejar los dispositivos electrónicos necesarios para la educación virtual.

La autoridad educativa en Ecuador considera que un 7% de la población estudiantil no tiene acceso a nada. Eso equivale a unos 320.000 estudiantes. “Hay muchas lecciones que nos deja la pandemia y esto nos obliga a fortalecer esas deficiencias para repensar este proceso de enseñanza”, dice el funcionario de Educación consultado para este reportaje. “Las tareas que a futuro tiene el ministerio son fortalecer el sistema de tele-educación y radio-educación y mejorar los contenidos digitales abiertos, la conectividad y las competencias digitales de los docentes”.

Todavía no está claro en el país andino cómo será la calificación final de los estudiantes que desconectaron a mitad del año lectivo. De momento deben presentar un portafolio con los trabajos hechos. Torres opina que no debería haber un criterio punitivo en la evaluación final. “Sería un error monumental, penalizar a los estudiantes que no saben suficiente. Los profesores han hecho lo que han podido y los padres más de lo que han podido”.

Los problemas para seguir la educación a distancia no son exclusivos de las periferias, las fronteras o las comunidades indígenas o campesinas de Ecuador, en Quito hay estudiantes que han quedado rezagados por sus circunstancias familiares. En el seno de una familia venezolana, que vivía de la venta ambulante de productos de limpieza, dos estudiantes, de 12 y 14 años, no han podido continuar con su educación. Cuando la pandemia confinó a los adultos de la casa, fue imposible contar con los recursos para sostenerse. Lograron quedarse en la vivienda que alquilaban en el sur de la ciudad, por un acuerdo con la casera, y mantuvieron los servicios básico por la orden gubernamental de no cortarlos mientras dure la crisis. Pero la conexión a Internet empeoró.

«Tengo Internet, pero es malísimo. Las clases de Zoom no las agarra, los videos tampoco. En estos últimos meses solo un teléfono puede conectarse. Tenemos tres meses ya atrasados, debe ser por eso que no está bueno. Dejamos de cancelar por el tema de la pandemia, ahorita hay prioridad en la comida», relata Dayanira Blanca, 40 años, madre de las dos adolescentes. «Las clases de zoom no las descarga en el teléfono de mi esposo que no es tan bueno y nos perdemos las explicaciones del profesor».

El grupo familiar ingresó al país hace un año. Dayanira Blanca llegó primero con cuatro de sus cinco hijos, a los 15 días llegó su esposo y, un mes más tarde, su hija mayor con sus dos niñas y el esposo. Desde el día uno, esta familia numerosa hizo todo lo posible para arraigarse. La educación de las dos adolescentes fue una prioridad. Dayanira consiguió cupo para sus dos hijas, aunque en distintos centros educativos. Al final del primer quimestre, esta madre cuenta que solo una de ellas se había adaptado a la escuela ecuatoriana y fue más fácil conectar con sus profesores.

«Contactamos con una compañera de mi hija por Facebook y esa niña me dio el número del papá que creó el grupo de WhatsApp y nos incluyeron», cuenta Blanca. «La profesora de mi otra hija me llamó un día, me pidió el numero de Whatsapp, el correo y los datos de identificación de mi niña, pero no me volvió a llamar ni me ha mandado nada al correo. Intenté llamarla, pero parece que se comunicó desde una cabina y no hay forma», prosigue.

Diego Chango, de 30 años, obrero de la construcción y padre de dos niños de seis y ocho años, tampoco ha podido seguir el ritmo de la escuela virtual. Al igual que la familia venezolana, en su casa solo cuentan con un teléfono inteligente y hacen recargas semanales para recibir los deberes. «Trato de estar al día con los deberes de mis hijos, busco conexión a WiFi para mandar los deberes, pero no siempre lo consigo», dice este padre que dejó de percibir ingresos al igual que su esposa, que se dedicaba a cuidar carros en las calles. Ahora ambos venden frutas en las calles del sur de la ciudad y cuando pillan una señal de WiFi abierta, en alguna plaza o estación de autobuses, se detienen para tratar enviar los deberes de sus hijos.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/06/12/planeta_futuro/1591955314_376413.html

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Educación a paso tortuga

Por: lahora.com.ec

El Ecuador está por cumplir tres meses de emergencia sanitaria. Algunos cantones han retomado sus actividades, muchos con paso acelerado, no por temerarios o negligentes, sino por mera necesidad. La Educación, en contraste, avanza muy lento.

Por más de dos meses, los establecimientos de educación básica, media y superior  fueron el conejillo de indias en el apurado intento del sistema -público y privado- por subirse al tren de la educación en línea. Hubo casos de éxito en la Sierra, en los que ciertos alumnos ‘engancharon’, aprendieron y aprovecharon, en la medida de lo posible, la experiencia.

Sin embargo, los fracasos del ‘programa’ fueron también evidentes, especialmente en familias de bajos recursos y aquellas que habitan zonas remotas y desconectadas.

Tras esa experiencia, el ciclo Costa y Galápagos inicia este mes su año escolar.

Urge saber qué lecciones se aprendió del experimento en la Sierra y Amazonía. ¿Qué propuestas de mejoras, cambios y ajustes se pueden aplicar ya con los alumnos que inician el ciclo lectivo?

El Ecuador no puede darse el lujo de desperdiciar valioso tiempo en la corta ventana que se tiene para educar a los adultos del futuro.

El discurso de la resiliencia, de que los niños están mejor en casa, que aprenderán “otras cosas” como cocinar o colaborar con las tareas del hogar estuvo bueno para salir del apuro, pero es momento de que el Estado asuma esta responsabilidad con tanta pompa, recursos y seriedad como lo hace con su aparato de propaganda, o el flamante destello de lucha anticorrupción.

Los problemas del país no se resolverán hasta que se invierta en su recurso más abundante, productivo y valioso: los niños.

La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte.

Immanuel Kant (1724-1804) Filósofo alemán.

Sólo cuando nos callan, nos damos cuenta de la importancia de nuestras voces.

Malala Ypusatzai (1997-  ) Activista pakistaní.

Fuente: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102320324/educacion-a-paso-tortuga

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Ecuador: La protesta indígena cumple 30 años

América del Sur/14-06-2020/Autor(a) y Fuente: lahora.com.ec

Redacción QUITO

El levantamiento indígena, la temida protesta de los pueblos originarios de Ecuador, cumple este mes 30 años desde su primera convocatoria, con objetivos que siguen siendo actuales: «No al FMI, no a la deuda», «No al imperialismo» y por un «Estado plurinacional».

Una mejor distribución de la tierra para los campesinos, la oposición a políticas económicas impopulares y el apoyo a demandas de otros sectores como el de estudiantes y sindicatos, fueron elementos que entonces llevaron a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) a convocar al levantamiento contra el Gobierno de Rodrigo Borja, Izquierda Democrática (1988-1992), el 04 de junio de 1990.

 Mismos problemas

Para conmemorar este acontecimiento, grupos indígenas y académicos organizaron un conversatorio virtual con «Las voces del primer levantamiento del Inti Raymi», en el que intervendrán varios intelectuales indígenas como Blanca Chancoso, Vicente Chuma, Vicente Chato y Cristóbal Tapuy.

Justamente, Chancoso, una de las líderes de esa época, recordó el proceso y observó que las causas que entonces motivaron esa reacción popular siguen latentes, como son la marginación y la pobreza.

Chancoso, hoy de 65 años, comentó que esas causas surgieron desde el mismo tiempo de la colonia española, donde se fueron incubando las razones para una reacción que ha clamado históricamente por «respeto».

«La lucha ha sido contra el capitalismo y contra el imperialismo», remarcó la dirigente que, al revisar los documentos que ha acumulado durante su vida, encontró las octavillas en las que su organización ha planteado recurrentemente su oposición «al pago de la deuda externa».

Tras más de 10 días de levantamiento, en 1990, el Gobierno de Borja aceptó negociar y solucionar las demandas de la Conaie.«Hoy nuevamente estamos diciendo no al pago de la deuda externa, primero la vida, y otra vez estamos atravesando por una crisis», agregó, al identificar a grupos poderosos como los que siempre se benefician con las «políticas anticrisis», que suelen aplicar los gobiernos.

Para ella, los pueblos de Ecuador, como antes, aún deben dirigir luchas de «sobrevivencia y resistencia», ya que las condiciones de exclusión de antaño aún subsisten. Agregó que hay que «repensar la democracia» y considerar que son las representaciones sociales tanto o más importantes que las políticas. (EFE)

Fuente e Imagen: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102320050/la-protesta-indigena-cumple-30-anos-

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Docentes universitarios protestan contra despidos en Ecuador

Redacción: TeleSUR

Los manifestantes exigen la intervención del Ministerio del Trabajo, la Contraloría y la Fiscalía ecuatoriana.

Docentes y trabajadores de otras áreas de la Universidad Tecnológica de Ecuador protagonizaron, este martes, una protesta en forma de plantón, frente a la Fiscalía General del país para denunciar arbitrariedades e irregularidades que encubren despidos intempestivos por parte de la alta institución educativa.

La protesta había sido convocada desde diversas redes sociales como un plantón «por la justicia y la dignidad» en respuesta a las irregularidades laborales ocurridas en el recinto universitario.

De acuerdo con un documento colgado en el perfil de Facebook del Movimiento Vientos de Pueblo, los manifestantes exigen al rector Ricardo Hidalgo que se investiguen las irregularidades en sueldos cancelados, una mora patronal y la cancelación de bonos a maestros y trabajadores.

Por otra parte, el documento, firmado por el «Grupo de Despedidos UTE 2020», denuncia la incertidumbre en que están los trabajadores en la actual situación de pandemia, desde que el 25 de mayo pasado les fue interrumpido el acceso a la plataforma de trabajo, sin que medie una notificación formal.

Estas protestas se enmarcan en las nuevas movilizaciones a escala nacional por la difícil situación económica que enfrentan los trabajadores debido a la falta de empleo, por lo cual buscan la restitución de sus cargos y el cese de los despidos.

Fuente: https://www.telesurtv.net/news/docentes-protestan-ecuador-vulneracion-derechos-laborales-20200609-0031.html

 

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Ecuador: Grabado en la piel ¿Qué motiva a quienes desean tatuar su piel?

Redacción: Vistazo

El tatuaje es una práctica muy antigua. En 1553, al llegar a los territorios que hoy son parte del Ecuador, el cronista español Pedro Cieza de León anotó: “En esta costa y tierra sujeta a la ciudad de Puerto Viejo y a la de Guayaquil hay dos maneras de gente, porque desde el cabo de Passaos y río de Santiago hasta el pueblo de Zalango son los hombres labrados en el rostro, las mujeres de estos indios por el consiguiente andan labradas”.
La arqueología confirma que al menos hace cinco mil años los humanos empezamos a marcarnos la piel de manera permanente. La palabra tattoo (tatuaje, en español) es mucho más joven. Pero tiene origen polinesio y se introdujo en Europa a fines del siglo 18 de la mano de expedicionarios y traficantes.
Al inicio, tatuarse se volvió popular entre marineros y habitués de los puertos, gente aventurera, transgresora de las reglas sociales, e incluso de la ley. Y a eso le debe su antigua mala fama. Pero el gesto de rebeldía que era inseparable del tatuaje se disipa.
Según la investigadora MarketResearch, esta industria en EE.UU. supera los 3.000 millones de dólares, con un crecimiento sostenido anual del 10 % en la última década. En Ecuador se tatúan personas de todas las edades y profesiones; es una forma de vida y una expresión artística, aunque aún existan rezagos de rechazo y discriminación.
“Qué hermosa mujer, lástima, echada a perder toda rayada”, le dijo hace un poco un hombre en la calle a María Fernanda López, doctora en Teoría de la Cultura y profesora de la Universidad de las Artes. “Parece pupitre de colegio fiscal”, le soltó una mujer en otra ocasión. Incluso recuerda que cuando la invitaron a una ponencia en otra universidad le borraron los tatuajes de su foto en el afiche. Por eso, si bien cree que ya no existe el rechazo de años pasados, “aún estamos a años luz de una real aceptación”.
En esto concuerda Chimo Solórzano, propietario de Love Tattoo Parlour, uno de los estudios de tatuaje con mayor tiempo en la zona de Samborondón, a pocos minutos de Guayaquil. “Hoy en día hay muchos tatuajes lindos en las calles y hace que ya esto sea mejor visto, pero sí, todavía hay una generación que está en negación”.
Antes era peor: “La sociedad lo relacionaba con personas satánicas o problemáticas. Incluso creían que así se transmitía el VIH”, dice Paco Andrade, quien ha registrado sus diseños en la piel de integrantes de bandas del rock nacional. Recuerda que al poco tiempo de abrir TattooQuito, al sur de la capital, hace 20 años, una señora llegó a su estudio y lanzó agua bendita y un par de oraciones “para que deje el camino del mal”.
Negocio en apogeo
Un estudio de la consultora IbisWorld determinó que, durante esta década, y especialmente los últimos cinco años, los tatuajes han ganado una popularidad sin precedentes en Estados Unidos. Tres de cada 10 estadounidenses tienen al menos un tatuaje, y cinco de cada 10 son ‘millennials’ (de 18 a 35 años).
En Ecuador, cuando empezaron a multiplicarse los estudios de tatuajes los permisos de funcionamiento los daba el Ministerio de Salud Pública y los clasificaba como gabinetes de belleza o centros de estilismo. Recién desde mediados del 2017 estos dependen de la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (ARCSA).
En su base de datos los registran como “Establecimientos para realizar tatuajes y perforaciones corporales”. Hasta marzo pasado se registraban 220 locales de tatuajes en el país, sobre todo en Quito y Guayaquil, y en sus alrededores. Aunque existe un subregistro de esta actividad, ya que otros aprendieron a tatuar y lo hacen a domicilio, sin contar con un negocio formal.
El precio varía según el lugar, artista, tamaño y características; puede costar hasta cientos de dólares. “Toda clase de personas viene a tatuarse aquí. Médicos, abogados, deportistas… ya nadie pasa de agache”, asegura en su estudio al sur de Guayaquil Nick Rites, artista del tatuaje desde 2004, mientras dibuja un Cristo que cuesta 350 dólares sobre la piel de José, un ginecólogo. José dice que en su profesión era mal visto tener tatuajes, pero hoy muchos colegas los muestran sin problema.
}Del perjuicio a la normalización
La creciente popularidad de los tatuajes y la percepción del resto de la sociedad hacia quienes los usan es un tema de estudio académico. En 2016, para un proyecto de titulación de la Universidad de Las Américas, se realizó una encuesta entre estudiantes de universidades privadas de Quito: dos de cada 10 alumnos tenían al menos un tatuaje; pero el 56 por ciento dijo que sus padres no lo aprobaban.
En otra investigación para un proyecto de grado de la Universidad San Francisco, también en 2016, se entrevistó a empleadores y empleados en Quito en diferentes áreas, y se descubrió que seis de cada 10 empleadores preferían no contratar a alguien con tatuajes, aunque la mayoría de ellos aceptó que eso dependía del tamaño y el lugar del tatuaje. El 66 por ciento de los empleados confirmó sentir alguna discriminación laboral por sus tatuajes.
Pero las cosas están cambiando. “Antes para hacerse un tatuaje en el antebrazo, tenías que haberte ganado la lotería o ser el hijo de un millonario. Pensar: tengo mi vida asegurada, porque nadie me va a dar trabajo. Hoy los chicos empiezan a hacerse un tatuaje en la mano”, afirma Chimo Solórzano, el propietario de Love Tattoo Parlour.
Un agente de esta normalización son las redes sociales como Instagram. Esta exposición no solo permite a los artistas promocionarse, sino ver cómo las celebridades y cualquier persona de toda edad y profesión presumen los diseños en su piel. “Las selfie (foto autorretrato) revolucionó el mundo, y a esta industria también. Ya no solo son los músicos: futbolistas, chicas que hacen yoga, líderes de todas las áreas están tatuados. Se ha abierto el espectro totalmente”, dice Chimo.
Cuando llega a él alguien que aún tiene preocupaciones laborales lo tranquiliza de esta forma: “Mira, un tatuaje hermoso es el mejor rompehielos en un trabajo. Un tatuaje mal hecho obviamente te va a cerrar las puertas, es como estar mal vestido”.
Un oficio en auge
María Fernanda López, profesora de la Universidad de las Artes, señala que entre sus alumnos el tatuaje se perfila como un interés personal pero también como una salida laboral. Es una extensión de su línea creativa y me parece un excelente soporte porque el lienzo, el cuerpo, la piel, se mueve, viaja, es un gran transporte de la gráfica ecuatoriana. Además, es un buen modo de emprendimiento para los artistas locales”.
Es el caso de Carlos Andrade, un estudiante de artes visuales que tiene seis años tatuando. Empezó a hacerlo con amigos y por la necesidad de encontrar un trabajo que no interfiera con sus horarios de estudio: “Guayaquil ha sido una ciudad en la que el tatuaje ha sido muy cuestionado, pero gracias a actividades y festivales que se realizan desde 2017, y a la apertura de nuevos estudios, la ciudad se ha convertido en una matriz del arte sobre la piel”, asegura.
Este crecimiento en el número de tatuadores emergentes es un desafío para exigir mejor calidad a los artistas que llevan muchos años en esto. “Nos exigen tener nuestro propio estilo, ver qué se hace en otros países, tomar cursos de primeros auxilios y normas sanitarias, asistir a convenciones”, dice José Alomoto, más conocido como “Tajo”, quien trabaja en Tatto-Quito, junto a Paco Andrade.
¿Por qué nos tatuamos?
El tatuaje es una forma de expresión muy personal, y sus motivaciones pueden cambiar por criterios estéticos o por el paso del tiempo. Como le sucedió a Rita Morassi, una italiana que de vacaciones en Ecuador, visitando a sus nietos, decidió hacerse un “cover” (acción de tapar un tatuaje con otro) en Love Tattoo. Una pantera con alas que se hizo en su juventud simbolizando fuerza y libertad, se ha convertido en un exótico ramo de flores: “algo más femenino y colorido, de acuerdo con lo que hoy es mi vida”, explica.
Paco Andrade recuerda que en los 90, cuando abrió TattoQuito, migrantes que regresaban de España o Estados Unidos le pedían tatuajes que reflejen su identidad: la bandera del Ecuador, héroes indígenas como Rumiñahui, Atahualpa, Dolores Cacuango, los sellos de los equipos de fútbol con un símbolo precolombino: “Cuando estás lejos te das cuenta de lo que significa tu país, tu gente, tu historia, y quieres tener eso en tu piel, llevarlo a todas partes”.
Para Guillermo Barros, dueño del taller Triom Tatto en Quito, el éxito no está solo en su destreza con las manos, sino también en su facilidad para adentrarse en la mente del cliente. “Muchos llegan sin saber qué quieren realmente. Es allí cuando el tatuador se convierte en una especie de gurú, para guiar a las personas”.
En su negocio han incursionado en el tatuaje sonoro: canciones de tu banda favorita o la voz de los hijos, abuelos o mascotas. Una nueva tendencia que apela a las emociones: los clientes llevan el audio y allí se los transforma en una onda de sonido que se tatúa en la piel. Mediante una aplicación de celular, como si fuera un código QR, el dispositivo reconoce y reproduce el sonido.
La pandemia del COVID-19, ¿afectará este renacimiento del tatuaje? Chimo Solórzano asegura que no. Compara la situación con el terremoto de 2016, y se anticipa a una explosión en la demanda. “Después del terremoto hicimos al menos 20 mapas del Ecuador, ondas sísmica, los 5,13 grados Richter, frases de unidad, etc. La piel es una especie de agenda, de autobiografía, un lienzo para recordar momentos importantes”.
Durante la cuarentena sus redes se han mantenido activas con decenas de interesados en tatuarse lo más pronto posible. Eso sí: destaca la importancia, ahora más que nunca, de tatuarse con profesionales que cumplan todas las normas de bioseguridad.
El tatuaje es un fenómeno artístico, social y cultural. Un ritual contemporáneo con el que buscamos lo mismo que aquellos antiguos pobladores de nuestras costas, cuyos rostros labrados impresionaron a los conquistadores: darle sentido a nuestra condición humana, como individuos únicos e inconfundibles dentro de una sociedad.
Fuente: https://www.vistazo.com/seccion/cultura/grabado-en-la-piel-que-motiva-quienes-desean-tatuar-su-piel

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