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Plebiscito en Colombia: Timochenko dice que las FARC seguirán apostando por la paz

«Las FARC mantienen su voluntad de paz y reiteran su disposición de usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro».

Así se pronunció el jefe máximo de las FARC, Rodrigo Londoño, alias ‘Timochenko’, luego de la victoria del ‘No’ en el plebiscito de este domingo en Colombia.

En su primera declaración tras conocerse la victoria del «No», el líder de la guerrilla dijo que «lamentan profundamente que el poder destructivo de los que siembran odio y rencor hayan influido en la opinión de la población colombiana».

«Las FARC-EP mantienen su voluntad de paz y reiteran su disposición de usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro», asegura el comunicado.

Boleta del NOImage copyrightMARIO TAMA
Image captionLa opción del No se impuso por un estrecho margen en el plebiscito convocado por el gobierno para refrendar el acuerdo con las FARC.

«Al pueblo colombiano que sueña con la paz, que cuente con nosotros. ¡La paz triunfará!«, concluye el comunicado leído desde La Habana.

Según el corresponsal de BBC Mundo en Colombia Natalio Cosoy, las palabras del máximo líder de las FARC están en consonancia con lo que ya había manifestado el grupo guerrillero: que su voluntad era la de la dejación de armas y su constitución como movimiento político.

En este primer comunicado se percibe que, más allá del resultado del plebiscito, se podrá encontrar una vía para implementar de algún modo lo acordado, afirma nuestro corresponsal.

Desde La Habana

El corto comunicado fue emitido desde La Habana, donde se encuentran varios líderes del grupo guerrillero.

Rodrigo Londoño (Image copyrightAFP
Image captionEl comunicado de las FARC, emitido desde La Habana finaliza con ¡La paz triunfará!»

Cuba fue sede desde 2012 de las negociaciones formales entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC.

Con la derrota en el plebiscito convocado por el gobierno, se abre un gran margen de incertidumbre sobre la suerte del proceso de paz.

Santos y el jefe de las FARC, Rodrigo Londoño («Timochenko») firmaron en la ciudad colombiana de Cartagena el pasado 26 de septiembre un acuerdo de paz con el que esperaban poner fin a un conflicto armado que comenzó en 1964.

Este acuerdo contemplaba la transformación de las FARC en un partido político.

Fuente:

http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37537809

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/gn3XPrH471rUpwfgadWa1NTIdHgS6-FhN1y43JYxiU0Yi09Tlrw-vf7f9QaZhD1h5y66og=s152

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Violencia en el deshielo: imaginarios latinoamericanos post-nacionales después de la guerra fría de Mabel Moraña

América del Sur/Uruguay/Octubre 2016/Mabel Moraña/http://revistazcultural.pacc.ufrj.br/

Latinoamérica siempre ha sido menos efectiva en la tarea de contar a sus muertos. Hasta el día de hoy, no hay métodos consagrados que permitan estimar con cierta exactitud el saldo del colonialismo…

And out in the Wild West,
–you have seen this movie before–
Four lone cowboys and their skinny ponies ride the range
And suddenly up over the ridge
A thousand Indians rise up around the edge of the plateau
Like they came out of nowhere
And there are only 4 cowboys
But the cowboys look at the Indians and they say:
“Lets go get’em.” – Laurie Anderson

Al iniciar su libro Mémoire du Mal, Tentation du Bien. Enquête sur le Siécle (2000) Tzvetan Todorov pasa revista a las atroc idades que marcaron la historia del siglo XX: Primera Guerra Mundial: 8 millones de muertos en los frentes, más de 10 millones en la población civil, seis millones de inválidos. Genocidio de armenios a manos de los turcos. Tremendos saldos de muertos a consecuencia de las guerras civiles en la Rusia soviética. Segunda Guerra: 35 millones de muertos en Europa (por lo menos 25 en la Unión Soviética), exterminio masivo de judíos, bombardeos múltiples a poblaciones civiles en Alemania y Japón, sin olvidar el costo social de la liberación de las colonias. Todorov comienza su libro con una propuesta preliminar: si el siglo XVIII fue el Siglo de las Luces, el XX debería quizá ser conocido como el Siglo de las Tinieblas, un siglo donde la historia es indisociable del totalitarismo y la violencia, en sus diversas formas y contextos.

Latinoamérica siempre ha sido menos efectiva en la tarea de contar a sus muertos. Hasta el día de hoy, no hay métodos consagrados que permitan estimar con cierta exactitud el saldo del colonialismo (incluyendo la muerte por colonización de territorios, superexplotación, condiciones de vida sub-humanas, esclavitud) o el balance dejado por las intervenciones estadounidenses durante los siglos XIX y XX, ni hay números que registren las bajas producidas por los enfrentamientos de pandillas urbanas, las movilizaciones obrero-estudiantiles, la violencia policial, el narcotráfico, la violencia doméstica, las dictaduras o los levantamientos indígenas, ni hay cifras que acumulen el costo social – como suele decirse – de las batallas de la independencia, de la resistencia antiimperialista, anti-totalitaria, las bajas guerrilleras, los que cayeron en la tortura, los que sucumbieron a la miseria escuchando las promesas de orden y progreso y hoy agonizan en los escenarios del neoliberalismo. No hay cifras que den cuenta de quienes han sido y siguen siendo víctimas de la violencia en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela.

Las reflexiones de hoy se enfocan en lo que podríamos llamar el microsistema de América Latina, particularmente en algunas de las dinámicas que en el contexto de la globalidad y el neoliberalismo acompañan la entrada del continente al nuevo siglo. Deseo aquí sugerir solamente algunas bases para el análisis del significado que asume la relación entre nación, violencia y subjetividad en América Latina a partir del fin de la Guerra Fría.

A modo de introducción, habría que señalar que es imposible realizar una crítica histórico-político-filosófica de la violencia en América sin una crítica de las modernidades que desde el período colonial se impusieron a través de una práctica sistemática y articulada de violencia económica, social, cultural, epistémica, sobre las sociedades americanas. Desde la “violencia del alfabeto” que arrasó con los espacios simbólicos de las sociedades prehispánicas, la occidentalización de América y la formación de la nación-estado nacen marcados por liderazgos e intereses de clase que apelan sistemáticamente a la violencia con el apoyo de discursos legitimadores de muy distinto orden que coinciden en la idea de que el progreso y la civilidad dependen de la reducción de todo rasgo, práctica o proyecto que no coincida con los intereses de los sectores dominantes. Así, desde los orígenes de la vida republicana, la práctica democrática y liberal implantada en América Latina propone sofísticamente la coincidencia absoluta entre Estado y sociedad, marginando e invisibilizando a grandes sectores que no se integran productivamente a la estructuración nacional. Con estos precedentes puede afirmarse entonces que la historia de América Latina es la historia de las múltiples e intrincadas prácticas y narrativas de la violencia que atraviesan sus distintos períodos y se entronizan a todos los niveles de la vida política y social de la nación moderna. Sin embargo, lo que hoy nos ocupa es el fenómeno de incremento de diversas formas de violencia ciudadana a nivel continental, y las transformaciones que los modelos de ejercicio y conceptualización de la violencia han sufrido en las últimas décadas.

Así, aunque la historia de la violencia puede rastrearse a lo largo de la historia latinoamericana desde el descubrimiento, deseo referirme aquí específicamente a la indudable relación que existe entre las transformaciones que se registran desde el fin de la Guerra Fría en los países periféricos de América Latina a nivel económico, político y cultural, y el incremento de la violencia, a distintos niveles.

En lo económico, la imposición de políticas neoliberales ha logrado acorralar, en las últimas décadas, a las economías nacionales incrementando las áreas de marginación, de des y subempleo. A los procesos de transnacionalización acelerada y masiva del gran capital e influencia creciente de las empresas transnacionales en la definición de políticas económicas y culturales, se suma la cancelación de canales institucionales para la presentación de demandas populares, eliminación de espacios de debate político, reafirmación de focos hegemónicos a nivel internacional, etc. El estado benefactor, interventor, paternalista, ha ido cediendo lugar a una entidad desdibujada que hipoteca el bienestar de la mayoría a las necesidades de protección y de reproducción del gran capital.

Correlativamente, estos cambios propulsaron una redefinición de la idea de democracia, que se ajusta hoy en día a un modelo mucho más restrictivo y excluyente que el que sirviera para describir a los regímenes modernos: democracia = oligarquía + populismo. Según estudiosos del período (Greg Grandin, por ejemplo) esta redefinición se ha realizado a partir de estrategias tales como la ruptura de alianzas existentes entre elites reformistas y clases populares, el quiebre de movimientos alternativos que quedaron reducidos a estrategias acotadas de resistencia circunstancial, y la destrucción de formas de liderazgo social y político a distintos niveles. Se transforma así radicalmente la relación entre sujeto y sociedad, entre política, ética y subjetividad, reemplazando los objetivos sociales por un individualismo consumista a veces aderezado de remozadas religiosidades tradicionales o de propuestas new age, que prometiendo consuelo y trascendencia ante las traiciones de la modernidad, brindan una alternativa de socialización que permite eludir los desencantos y desafíos de la historia presente.

El vaciamiento político del Estado, el debilitamiento de las políticas partidistas, y la disminución de alternativas ideológicas que permitan pensar lo social desde un afuera – aunque sea utópico – del neoliberalismo, ha incrementado el sentimiento de desprotección ciudadana. Esto se suma al desvanecimiento del estado benefactor, interventor, paternalista, que rigiera con variantes hasta la primera mitad del siglo XX. Los imaginarios urbanos están atravesados por sentimientos de desamparo económico, agotamiento político e inestabilidad social. La “ciudadanía del miedo” de que hablara Susana Rotker, se corresponde con las evaluaciones que realizan politólogos y analistas sociales en las últimas décadas. Si, según la conocida frase de Raymond Aron, “con la Guerra Fría la guerra se hizo improbable y la paz imposible” [1], el fin de ese período ha producido un desbalance en el equilibrio internacional del terror. Hoy en día, “la paz se ha convertido en una guerra latente” [2]: hay un notorio aumento de tipos diversos de batallas internas a nivel nacional, conflictos grupales armados más o menos restringidos a ámbitos locales o transnacionalizados, movilizaciones indígenas, desestabilizaciones radicales y violentas del llamado orden democrático por sectores populares muchas veces desorganizados pero disidentes a los partidos en el poder, aumento del delito común con estrategias innovadoras tales como asaltos colectivos, secuestros, etc., movilizaciones de grupos armados que actúan en un plano subnacional (pandillas) o supranacional (narcotráfico), etc. Aún en sociedades que presentan índices de seguridad ciudadana mucho más altos que los que se registran en Colombia, Venezuela o México, el sentimiento colectivo se mantiene aferrado al miedo cotidiano, a la idea de que en cualquier momento, como señala Robert Kaplan, “cualquier vagón del metro puede volverse una pequeña Bosnia.” Aunque las estadísticas de algunas latitudes registren datos más tranquilizadores, la “ciudadanía del miedo” ha marcado su impronta” y, como ha apuntado Beatriz Sarlo, “con el imaginario no se discute”.

Ya nadie cree que la violencia de estado ejercida a nivel nacional o internacional sea un momento imprescindible en el logro de la paz universal. Como ha indicado Bolívar Echeverría, lo que llamamos paz es apenas un provisional “cese del fuego.” Estos fenómenos que quiebran la utopía de unificación, centralismo y control estatal de la nación moderna requieren nuevas nominaciones: los críticos sociales hablan de “conflictos de baja intensidad” (Martin van Creveld), “guerra civil molecular” (Enzenberger) o “guerras inciviles” (John Keane) que desgarran la trama de lo social indicando “el retorno de lo reprimido”: lo marginado, sometido, o invisibilizado por la modernidad, que vuelve por sus fueros.

La violencia que se registra en América Latina en las últimas décadas ha sido interpretada como una serie de respuestas o reacciones inorgánicas, aunque no por ello menos elocuentes, a los efectos de laglobalización. En algunos casos, la violencia obviamente precede a este período y sus raíces deben ser estudiadas en relación con las políticas modernizadoras, con la aplicación de determinados modelos de nación y de estado, y – a partir, todavía, de perspectivas dependentistas – con la vinculación de los capitalismos periféricos a los grandes sistemas internacionales y a sus agresivas políticas de expansión económica. En otros casos, las formas más actuales, en muchos casos inéditas, de violencia, aparecen como respuestas que surgen y se incrementan ante la imposibilidad de organizar agendas locales, nacionales o regionales que puedan contrarrestar el efecto arrasador de las políticas neoliberales.

Bolívar Echeverría ha estudiado las relaciones entre las manifestaciones de “violencia salvaje” y la disolución de la identificación entre Estado y Sociedad. Las percepciones que acompañan a los procesos de globalización parecen asumir que al haberse ampliado la superficie social que el estado debe cubrir, se ha incrementado la incapacidad institucional para absorber las contradicciones y demandas sociales dando así lugar a “una posible reactualización catastrófica de la violencia ancestral no superada.” Ante el descaecimiento de la utopía de la paz perpetua y las crisis políticas que acompañan el fin de la modernidad, lo único que pervive como propuesta de articulación ciudadana es la creencia en el mercado como el espacio por excelencia de confluencia, participación y libre intercambio de bienes materiales y simbólicos, es decir la concepción de la posibilidad de realización de todos los valores sociales, individuales y colectivos, en el mundo de la mercancía. Libros como Consumidores y ciudadanos, de Néstor García Canclini exploran la vigencia de esa propuesta en épocas actuales. Pero desde posiciones más críticas que descriptivas, quizá es hora de comenzar a entender el mercado ya no como una instancia de socialización participativa, sino como una arena de lucha entre ofertas que entran a la competencia marcadas por las improntas de la desigualdad productiva, el monopolio de las transnacionales, la explotación masiva y la subalternización de vastísimos sectores sociales que sólo alcanzan una integración deficitaria a la cultura política de nuestro tiempo. Si la modernidad creó a través del mito de la productividad el modelo utópico de una sociedad insaciable, atravesada por el deseo inacabado, el escenario posmoderno de la globalidad incrementa al infinito esa voracidad y las frustraciones que su insatisfacción produce, en una dinámica de producción constante y artificial de la escasez (el consumidor ideal es aquel que no puede tener satisfacción, que vive en un estado de carencia permanente). Hoy queda claro que el monopolio estatal de la violencia tendría como cometido fundamental el de “proteger la integridad y pureza del intercambio mercantil, tanto de sus enemigos externos como internos.” (Echeverría) Pero en tiempos postmodernos ese monopolio se encuentra amenazado por las formas salvajes en que se expresa la frustración de los consumidores/ciudadanos, los sectores relegados de las dinámicas integradoras de la legalidad productivista y los que eligen formas anómalas de inserción en el mundo de la oferta y la demanda. No sería excesivo decir, desde esta perspectiva, que al lenguaje supranacional del capital nuestra época responde de manera casi instintiva, dispersa, y aparentemente inorgánica, con el lenguaje supranacional de la violencia. En otras palabras, la lengua universal del capital tiene también sus dialectos particulares. Muchos han caracterizado algunas modalidades de violencia postmoderna como una forma de regresión tribal arcaizante. Robert Kaplan habla de la aparición del segundo hombre primitivo que pasaría a formar una sociedad de guerreros que combina de manera inquietante la falta de recursos con una extensión planetaria sin precedentes, que articula clandestinidad con espectáculo, marginación y protagonismo. Sin embargo, la caracterización deprimitivismo debería revisarse. En civilizaciones “primitivas” (premodernas) algunos investigadores han visto en el carácter bélico un recurso colectivo para mantener la autonomía y para defender a la comunidad de “la aparición de instituciones estatales de carácter opresor” o sea de la posible institución de un Estado centralizado con monopolio de la violencia “legítima”, recurso que podría, en cualquier momento, volverse contra los miembros mismos de la comunidad a la que ese estado debería defender.[3] Pero al mismo tiempo, en muchas culturas, el ejercicio de la violencia se daba a sí mismo mecanismos internos de control. En muchos casos, el jefe que decretaba el movimiento bélico no se limitaba a declarar la guerra ni se mantenía en la retaguardia sino que por su mismo liderazgo debía ser el primero en salir al campo de batalla (y casi seguramente, por tanto, el primero en morir). La gloria consistía justamente en el heroísmo de la muerte por la fe en una causa colectiva que legitimaría la apelación a la violencia que involucraba a toda la comunidad. Muerto el líder, ya no existía la posibilidad de que éste pudiera usufructuar de la violencia políticamente, como una forma de popularidad que serviría, por ejemplo, para una reelección presidencial.

Sin embargo, en América Latina, muchos de los que podríamos llamar “rasgos de estilo” de la violencia tienen una indudable cualidad arcaizante. Dentro de lo que Jean Franco llamara “el costumbrismo de la globalización” aparecen prácticas culturales y textos apocalípticos con estas características, que reflejan el horror de la clase media ante la explosión de su mundo, versiones presentistas que eligen ignorar toda genealogía, toda relación con el pasado colectivo, toda posible proyección de futuro, como si la historia se agotara en la peripecia de la supervivencia individual, el consumo, la transitoriedad y el espectáculo de una rebelión desarticulada y explosiva, casi hollywoodense, contra el status quo. En plena postmodernidad muchas narrativas articuladas al eje de la violencia representan conflictos y personajes que evocan modelos de conducta y discursividades que parecerían anacrónicas en los tiempos que corren. El sicariato, por ejemplo, articula la práctica mercenaria con las matrices de la religiosidad tradicional. El estudio de la llamada sicaresca aproxima la novela de sicarios (La virgen de los sicarios,Rosario Tijeras, etc.) a los modelos de la picaresca por las similitudes en torno al protagonismo del joven marginado que intenta medrar en una sociedad estratificada que lo relega y a la que le es imposible integrarse productivamente. (ver von der Walde) Incluso los narco-corridos remiten a modelos discursivos de épocas anteriores, en un lenguaje popular, paralelo a la retórica política dominante, que reinventa la oralidad, como documentando la cancelación de las formas “modernas” e institucionalizadas de comunicación y socialización.

La violencia articula así, en los sentidos antes aludidos, elementos residuales de la modernidad, dejando al descubierto los puntos ciegos de la política burguesa y liberal. Refiriéndose a las primeras etapas de formación del Estado, Eric Hobsbawm hablaba del bandidismo como de “insurrecciones inorgánicas” que a través de prácticas espontáneas y discontinuas marcaban de manera beligerante los afueras de la emergente institucionalidad burguesa. Hoy en día, la sociedad incivil obliga nuevamente, en el contexto de la crisis epistémica de nuestra época, a revisar los conceptos de gobernabilidad, socialización, y civilidad; obliga a repensar los límites de la tolerabilidad social, los extremos reales y simbólicos del liberalismo y el valor ético de sociedades despolitizadas que no conciben su existencia fuera del fetichismo del capital. A través de estrategias radicales, arcaicas o inéditas, la violencia pone en un primer plano de la escena social justamente a los desplazados, subalternizados y “desechables,” es decir a los núcleos irreductibles nunca completamente articulados a la economía cultural de la modernidad que ponen en práctica formas anómalas de agencia individual o colectiva. Desde una productividad negativa (¿o negatividad productiva?) la violencia enfrenta a la sociedad con sus fantasmas, con lo indecible y lo irrepresentable, inaugura “territorios existenciales” (Guattari), formas alienadas y residuales de subjetividad, sustentadas en formas perversas y cerradas de solidaridad grupal. Se apoya en la producción de lenguajes opacos que descreen de la transparencia comunicativa y la socialización fuera del núcleo de solidaridad grupal y que desconfían de la democracia deliberativa, del consenso, y de la pedagogía nacionalista. La violencia relativiza así lo global frente a lo contingente, lo colectivo frente a lo individual, lo local frente a lo transnacional, y viceversa.

La violencia social en sus múltiples manifestaciones existe así como un mecanismo trans-sectorial, infra o trans-nacional, trans-subjetivo, y también trans-histórico, que opera a partir de una vinculación cruzada de intereses, tiempos, agendas, y recursos, redefiniendo éticas y estéticas que atraviesan lo social integrando de una manera inédita clases, sexos y razas, creando nuevos universos de referencia simbólica y procesos intensos de resignificación cultural y política. Si la que Bhabha llamara “la anodina noción liberal de multiculturalismo” propone reducir los antagonismos y las desigualdades sociales a mera diferencia cultural, la violencia recupera la idea de que la sociedad está atravesada por intereses y modelos identitarios ya no sólo diversos sino esencialmente conflictivos y antagónicos, irreconciliables dentro de las condiciones impuestas por las forma ineficaces, perversas y excluyentes de control estatal. Así, sin glorificar sus métodos, ni estetizar sus prácticas, ni reducir sus consecuencias, debe reconocerse que en su funcionamiento siempre excedido e irracionalista, la violencia implementa formas extremas de socialización intergrupal, funciona dentro de lógicas que el status quo no puede absorber, ni resolver, ni comprender. Redefine las ideas de lealtad grupal, de éxito, poder y valor personal, creando una adecuación otra entre medios y fines. No intenta superar ni reemplazar con algo mejor los mitos de la modernidad, sino que los expone y los extrema, como en un simulacro monstruoso, en el que mundos paralelos reproducen perversamente, en la clave de un desesperado y desesperanzado individualismo, los ideales civiles de las burguesías nacionales: el ideal de la conquista de mercados (narcotráfico), la sustentación de identidades territorializadas (pandillas), el poder de detentar la violencia para la consecución de fines autolegitimados. Redefinen el concepto de elite y liderazgo, la relación entre discurso y cuerpo individual o colectivo, llamando la atención sobre los biopoderes que atraviesan lo social e impactan a distintos niveles el constructo ideológico de la ciudadanía. Como síntoma y también como causa del deterioro de la sociedad, la violencia hace resurgir el trauma del origen (el del colonialismo, la dependencia, la exclusión, la modernización para pocos).

Sin minimizar de ninguna manera las consecuencias perversas y a menudo catastróficas de la violencia, no puede negarse que en su despliegue de acciones, escenarios y signos la violencia es, esencialmente una performance que por medio de prácticas extremas opera a través de la creación de un desorden simbólico. A través de su puesta en escena, de sus extremadas modalidades de dramatización y su frecuentemente obsceno exhibicionismo, la violencia abre un espacio teórico que reconstruye – o destruye – los mitos de orden y progreso, dejando en evidencia la incapacidad del estado para atender demandas, canalizar expectativas y corregir desbordes. Su praxis desbordada y sensacionalista obliga a revisar desde otras perspectivas lo que Josefina Ludmer llamara la “frontera móvil del delito”: los criterios y procesos de legalización y criminalización de prácticas sociales protagonizadas por sujetos considerados un excedente del sistema.

Es obvio que ningún estudio sobre violencia puede prescindir de los deslindes y entrecruzamientos entreviolencia estructural (económica, política), violencia emancipatoria(como en los movimientos de liberación – Lenin decía que no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos-), o violencia dialéctica(que se registra en movimientos de carácter político-emancipatorio tanto como en las experiencias del erotismo, el misticismo, etc.[Echeverría]), violencia epistémica, o violencia “salvaje” (no institucionalizada), etc. Es obvio también que en contraste con las consideraciones biologistas, filosóficas, políticas, etc. de corte universalista que trabajan la teoría de la violencia como pulsión o estrategia transhistórica, transcultural, la evaluación crítica de la violencia requeriría más bien constantes contextualizaciones que dejen al descubierto su carácter primordialmente contingente, particularizado; contextualizaciones que implican una toma de posición política frente a las realidades analizadas. Finalmente, es también evidente que no en todos los casos la violencia es “partera de la historia”. Pero también es obvio que en tanto práctica social, la violencia popular que se da al margen o en respuesta a la violencia estructural o institucionalizada, no puede ser simplemente descartada o repudiada desde las posiciones salvaguardadas del orden burgués. En tanto práctica social, toda violencia es un lenguaje cifrado, opaco, que llama la atención sobre sí mismo, que debe ser entendido y decodificado, una lengua a través de la cual se expresan sectores desarticulados de la estructuración social y del status quo. Sectores que responden a la pregunta sobre si puede hablar el subalterno aún con la réplica arcaizante de Calibán: sólo puedo balbucear y maldecir en la lengua del amo.

Mabel Moraña é Professora de Literatura Latino Americana e Estudos Culturais na University of Pittsburgh. Autora deCrítica impura. Madrid: Vervuet, 2004, entre outros.

NOTAS


[1] ARON, Raymond apud KEANE, John. Reflexiones sobre la violencia. Madrid: Alianza Ed., 1996. p. 110.

[2] KEANE, John. Ibidem, p. 132.

[3] Idem.Ibidem, p. 115

BIBLIOGRAFIA


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ECHEVERRÍA, Bolívar. Ilusiones de la modernidad . México: UNAM/El equilibrista, 1995.

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GARCÍA CANCLINI, Néstor. Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización.México: Grijalbo, 1995.

GRANDIN, Greg. The last colonial massacre: Latin America in the cold war. Chicago: University of Chicago Press, 2004.

GUATTARI, Félix. Caósmosis. Buenos Aires: Ed. Manantial, 1996.

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KAPLAN, Robert. Warrior politics : why leadership demands a pagan ethos. New York : Random House, 2002.

KEANE, John. Reflexiones sobre la violencia. Madrid: Alianza Ed. 1996.

LUDMER, Josefina. El cuerpo del delito. Buenos Aires: Perfil, 1999.

ROTKER, Susana. Ciudadanías del miedo. Caracas: Nueva Sociedad, 2000.

SARLO, Beatriz. “Violencia en las ciudades. Una reflexión sobre el caso argentino”. Mabel Moraña ed. Espacio urbano, comunicación y violencia en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2002.

TODOROV, Tzvetan. Mémoire du mal, tentation du bien. Enquête sur le siécle. Paris: Editions Robert Laffont, 2000.

VALLEJO, Fernando. La virgen de los sicarios. Bogotá: Alfaguara, 1998.

VAN CREVELD, Martin. The transformations of war. New York: Free Press, 1991.

VON DER WALDE, Edna. “La novela de sicarios y la violencia en Colombia. Iberoamericana, 3 , p. 27-40, 2001.

Fuente: http://revistazcultural.pacc.ufrj.br/violencia-en-el-deshielo-imaginarios-latinoamericanos-post-nacionales-despues-de-la-guerra-fria-2/

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/gjEq11zU0g-YOjTJH_yUUvHp4ExyEc7ICz70sDpCd4KD3CHSEaOm_27d0h_ufXAHh5DU9Q=s85

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Argentina: Se realizó la reunión nacional de género y derechos humanos de CTERA

América del Sur/Argentina/Octubre 2016/Noticias/http://www.ctera.org.ar/

Se realizó la reunión nacional de responsables y/o secretarias/os de las áreas de Género e Igualdad de Oportunidades y Derechos Humanos de CTERA. El encuentro que reunió a representantes de los sindicatos de base de todo el país que integran nuestra entidad, estuvo encabezado por Estefanía Aguirre, Secretaria de Género e Igualdad de Oportunidades, y Rogelio De Leonardi, Secretario de Derechos Humanos.

En la primera parte del encuentro se contó con la presencia y aporte de la Dra. Carolina Varsky, Coordinadora dentro de la Procuraduría de Delitos de Lesa Humanidad del Ministerio Público Fiscal, y el Dr. Nahuel Berguier, abogado de UTE-CTERA y de la Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional.

La Dra. Varsky caracterizó la actual situación como un retroceso en materia de los juicios por delitos de lesa humanidad. En ese sentido, Varsky señaló que “se están haciendo lugar a documentos falsos” para argumentar medidas beneficiosas para los condenados por estos crímenes.

El Dr. Berguier, por su parte, describió el panorama a nivel federal en violencia institucional, destacando la importancia de intervenir desde el aula y el sindicato. Explicó las modalidades de las prácticas represivas y persecutorias hacia los jóvenes por parte de las fuerzas de seguridad, instando a visibilizar las violaciones a los derechos humanos que éstas implican.

En su intervención la Secretaria General, Sonia Alesso, quien brindó un panorama sobre las medidas del Gobierno Nacional en materia de ejecución presupuestaria, que están provocando un desfinanciamiento y vaciamiento de las políticas educativas. Alesso dejó en claro que esas medidas evaden la obligación del Estado de garantizar el derecho social a la educación.

En la mesa de trabajo de género se abordó la agenda para el año 2017, poniendo el acento en los derechos de las mujeres trabajadores y la lucha contra la violencia de género en sus múltiples formas. Al respecto se propuso poner en relieve la figura de las mujeres trabajadoras de la educación que a lo largo de la historia de la CTERA aportaron a esa lucha. El eje de la agenda en el corto plazo estuvo puesto en el Encuentro Nacional de Mujeres, a realizarse los días 8, 9 y 10 de octubre.

En la mesa de derechos humanos l@s compañer@s presentes avanzaron en la concreción de fechas a realizar encuentros en las distintas provincias con la orientación de fortalecer el aporte desde los sindicatos de base al avance de los juicios de lesa humanidad y la lucha contra la violencia institucional.

También trajo el saludo a la mesa plenaria de ambas áreas de trabajo, la Lic. Miryam Gorban, titular de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina de la UBA, quien instó a incorporar en la agenda la cuestión de los derechos alimentarios de los pibes y pibas, alertando sobre el avance de las grandes empresas de los agronegocios sobre la soberanía alimentaria.

Fuente: http://www.ctera.org.ar/index.php/derechos-humanos-y-genero/noticias-dd-hh/item/2409-se-realizo-la-reunion-nacional-de-genero-y-derechos-humanos-de-ctera

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/P5qGWuPhfWxEr9cs-Jvi9SnUO16s_uzu5MlmAiGj2EgQnKNLcGEN1tgLX6b8ebv_On1MiA=s152

 

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Chile es un modelo de educación hospitalaria, pero aún puede ser mejor

Cada año, alrededor de 22 mil niños en el país se benefician de las aulas hospitalarias. Se trata de menores que por enfermedad o accidentes deben interrumpir su formación académica pero que, gracias a esta modalidad educativa, logran mantenerse en contacto con libros, cuadernos y profesores.

«Hoy contamos con 44 aulas a lo largo de todo el país, tanto en el servicio público como privado, y que son subvencionadas por el Estado», cuenta Sylvia Riquelme, presidenta de la Red Latinoamericana y del Caribe de Pedagogía Hospitalaria (Redlaceh), entidad que ya tiene diez años y que esta semana organizó, junto con el Ministerio de Educación, un encuentro internacional sobre el tema en Santiago.

Aunque se trata de una metodología que ya tiene más de 50 años de existencia en el mundo, ha sido recién en la última década que ha tomado fuerza en la región.

Por ello, representantes de toda América Latina asistieron a la reunión, entre otras cosas, para desarrollar una ley marco que establezca como una política de Estado el derecho de los niños hospitalizados a la educación. «Hay realidades muy diversas; en Chile desde 1999 contamos con una ley que establece la creación de las aulas hospitalarias y que valida los estudios que reciben estos niños», dice Riquelme.

Ello ha llevado a que el país sea visto como un modelo en el tema, precisa. Sin embargo, aún queda por avanzar.

Algo que reconoce el Mineduc. «La gran debilidad es el sistema de financiamiento -a través de subvención mensual por niño atendido-, y que aún no sea reconocida como una modalidad educativa (que no esté inserta en educación especial)», comenta Tomás Arredondo, coordinador nacional de Escuelas Hospitalarias del ministerio.

Asimismo, «algo que tenemos que promover es la formación docente; incorporar el tema en la formación de pregrado, así como fomentar cursos y programas de capacitación», dice Riquelme. De hecho, ya se trabaja en la creación de un máster para América Latina.

Olga Lizasoáin, profesora de Pedagogía Hospitalaria de la U. de Navarra, en España, precisa que el perfil del docente hospitalario tiene características particulares. «Debe ser capaz de generar un trabajo en equipo entre los padres, el personal médico y el colegio de origen (muchas veces se pierde el vínculo, aunque la mayoría de los colegios están cada vez más sensibilizados sobre el tema); así como estar preparado para atender a un niño tras un proceso de una enfermedad o un accidente».

Se trata no solo de enseñar materias, sino de educar en el manejo de emociones para enfrentar la enfermedad, reducir la estigmatización que puede afectar a estos niños y favorecer su inclusión educativa. «El tema más importante es la reinserción social del niño hospitalizado», agrega Riquelme.

De hecho, la Unesco ha establecido la equidad, inclusión y calidad como metas necesarias en el cuidado de los menores que viven esta situación.

«Las escuelas hospitalarias contribuyen a normalizar la vida de los niños y jóvenes hospitalizados; hacen menos angustiosa su separación del entorno social», precisa Margarita Pereira, del programa Hospital Amigo del Ministerio de Salud, que coordina el trabajo de 33 escuelas a lo largo del país.

Fuente:

http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=295227

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/sCaZOZCGBAoKt7N-0L3BnjmwgjxiJWrTIpKLCsKuWcdANerwAlshoR-9TJxHwq-f7wvIOA=s85

 

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La diversidad es el tesoro de la educación

Por: Olga Elvira Acosta Amel

Sin duda alguna en Colombia aún no hemos encontrado el tesoro que encierra la educación. Hemos sido un país que ha tenido que resolver los asuntos de la diversidad con leyes y decretos pero que no se llegan a cumplir por que la norma dista de la sociedad que tenemos, una sociedad con un pensamiento como lo describe García Márquez en la misión de ciencia, educación y desarrollo: “seguimos siendo en esencia la misma sociedad excluyente, formalista y ensimismada de la colonia”.

Es decir, una sociedad de manos derechas, oyentes auditivos, hablantes fonéticos, videntes, caminantes de a pie, una sociedad que promueve una sola religión, una sola lengua, una sola raza, un solo sexo.

Una sociedad cuya educación se ha fundamentado de forma sutil y sostenida a  formar para la homogeneidad. Así las cosas, lo diverso nos es extraño a muchos y no porque lo diverso no sea parte de nuestro diario vivir sino porque, entre tantas cosas, seguimos arrastrando un fardo hegemónico en donde lo que ha primado ha sido lo unívoco como el elemento que ha hecho posible la vida escolar y social, entonces, el sistema legal regula  una y otra vez para intentar atajar los desastres que genera un pensamiento de tal magnitud.

No es cierto que la escuela sea la única responsable de lo que somos como sociedad, aunque eso no la  exime de su compromiso con lo que somos. Cuando recibimos a los muchachos  en las escuelas también recibimos lo que traen, en los años de ser rectora de instituciones educativas oficiales, he visto muchos niños, niñas y jóvenes cuya exclusión viene de sus hogares, que son rechazados por sus propios padres por ser de alguna condición de género, los he visto sufrir y también la manera como son conducidos por sus propias madres a psicólogos, a sacerdotes, a brujos, a pastores para que les extirpen su condición, he visto sus sufrimientos por ser rechazados por alguno de sus compañeros y hasta por sus profesores. Esto es el escenario que no se aplica solo a la identidad de género, los chicos en las escuelas también sufre por ser negros, pobres, víctimas, ciegos o “discapacitados”. El matoneo es una realidad producto de una sociedad que aún no supera los estragos de la colonia.

¿Deben entonces reformarse los manuales de convivencia en las instituciones educativas? No sé si esa sea la solución, pues la constitución tiene las claridades, tal vez nos está haciendo falta conocerla más, así las cosas los retos a los que nos enfrentamos son gigantes, más no imposibles. El primero de ellos es ser conscientes y darnos cuenta de que si queremos un país hacia la paz debemos entender la diversidad.

Incluir siempre será más difícil que excluir. La exclusión es facilista, mediocre y nunca deberá atravesar los procesos formativos en nuestras escuelas;   incluir en cambio, es todo un bello proceso que requiere voluntad para trabajar por los valores del respeto, el amor, la solidaridad y la diversidad; la inclusión  nos acerca a la propia naturaleza humana, nos devela los seres mimetizados que esperan transitar por la sociedad y sus instituciones. Para ello es necesario que empecemos a entender que el gran tesoro de la educación está en la convivencia con lo distinto, lo diverso, en el respeto y el reconocimiento del otro, del que se me aparece como un milagro y al que debo acoger en plenitud. No para hacerlo  igual a mí, sino para caminar juntos en esa diferencia que nos enriquece y nos alumbra el camino hacia una sociedad en paz.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/diversidad-el-tesoro-de-educacion

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Libro: Mulheres que imigram através da academia: articulando gênero, raça e feminismo na produção de conhecimento

América del Sur/Brasil/Octubre 2016/Reseñas/http://www.clacso.org.ar/
Reseña:
Documento de Trabajo #28
Thais ̧França. [Autora de Artículo]
…………………………………………………………………………
Colección Red de Posgrados en Ciencias Sociales.
ISBN 78-987-1891-58-0
CLACSO.
Buenos Aires.
Enero de 2013*Disponible sólo en versión digital

O presente trabalho tem como objetivo refletir acerca do processo de produção de conhecimento e discutir, à luz das epistemologias feministas o fenômeno da imigração de mulheres brasileiras para Portugal. O ponto de partida para tal debate é meu percurso na construção da minha investigação de doutorado sobre a inserção de mulheres brasileiras no mercado de trabalho português. Ao identificar meu lugar de enunciação com aquele, igualmente, ocupado pelos sujeitos que estudei «mulher-brasileira-imigrante-em-Portugal» tornou-se fun- damental indagar como articular saber acadêmico e prática feminista engajada almejando contribuir para a construção da mudança
Aqui:
Fuente : 
http://www.clacso.org.ar/librerialatinoamericana/buscar_libro_detalle.phpid_libro=769&campo=titulo&texto=feminismo
Fuente imagen: 
http://www.clacso.org.ar/librerialatinoamericana/buscar_libro_detalle.php?id_libro=769&campo=titulo&texto=feminismo
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La construcción del marco teórico en la investigación social

América del Sur/Argentina/Octubre 2016/Pablo Dalle/http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/

Introducción

El propósito del curso del Campus Virtual de CLACSO, del cual este manual de ejercicios es resultado, fue guiar a estudiantes y graduados de ciencias sociales en el planteo de las etapas iniciales de un proyecto de investigación o tesis. Teniendo en cuenta este propósito, los primeros tres ejercicios del curso consistían en una necesaria reflexión acerca del papel de la teoría en la investigación social, y su relación con los objetivos de investigación y la metodología, temas desarrollados en el libro Todo es teoría (Sautu, 2003), en el cual se basa este capítulo. Responder a estos tres ejercicios, permitió a los estudiantes reflexionar acerca de: i. las distintas perspectivas teóricas que es posible encontrar en ciencias sociales y su relación con los diferentes diseños y objetivos de investigación; ii. los diferentes niveles de abstracción presentes en un marco teórico; iii. las estrategias para identificar los conceptos ideas, o proposiciones teóricas en una investigación y su relación con los objetivos de la misma; y iv. las diferencias entre perspectivas teóricas macrosociales, microsociales, así como la posible articulación entre ambos niveles y sus consecuencias metodológicas.

Toda investigación o proyecto se inicia con un conjunto de consideraciones acerca de aquella parte del mundo social que se desea estudiar: en algunos casos se trata de cuestiones muy cercanas a nuestra experiencia, como por ejemplo las razones que explican por qué algunos niños no alcanzan a cumplir con los estándares impuestos por la escuela. Otros casos, en cambio, son más difusos, más generales, tal como sería comprender por qué hay tan marcadas diferencias entre estados (o provincias) en el número y proporción de niños que repiten el año que cursan (una o más veces) debido a que no han alcanzado los estándares escolares para pasar de nivel.

Lo que los investigadores ya saben de esos temas (y sobre temas relacionados) es el punto de partida, que se complementa con lecturas de investigaciones o artículos teóricos. Experiencia, lecturas y reflexión sobre el tema son guiadas por un conjunto de preguntas acerca de la naturaleza de lo que se desea investigar y la manera de abordarlo, tomando en cuenta lo que otros hicieron antes que nosotros, mirando al mundo empírico y preguntándose acerca de las posibilidades y los medios para acceder a él. Estas preguntas han sido desarrolladas en los tres ejercicios que componen este capítulo; su propósito es discutir las cuestiones básicas que los investigadores se plantean cuando tienen que armar su marco teórico con vistas a definir sus objetivos de investigación y optar por una metodología.

Retomando el estudio del desempeño de los niños en el sistema escolar podremos ejemplificar el trabajo de reflexión que debe hacer un investigador en la etapa inicial de su proyecto de investigación. Al plantearse este tema, el investigador se pregunta:

i. ¿a qué clase de personas afecta el tema que deseo estudiar? A niños que concurren al ciclo escolar que estoy estudiando.

ii. ¿A todos los niños? No, sólo a algunos.

iii. ¿Quiénes y cómo son esos niños que no alcanzan los estándares y quiénes son aquellos que sí lo alcanzan? Continuando con preguntas de este tipo la primera conclusión es que se trata de un tema que teóricamente podría ser ubicado en el nivel del comportamiento, que tiene un gran componente psicosocial (están involucrados el aprendizaje y la adaptación al sistema escolar).

También, y siguiendo nuestros interrogantes basados en continuas lecturas,encontramos que los comportamientos de los niños (cómo les va en la escuela) están afectados por la interacción con docentes y compañeros dentro de la propia escuela; y más aún, que sus hogares también influyen.

Aunque familias y escuelas aparecen involucradas en nuestra reflexión, el núcleo del tema es el rendimiento escolar de los niños. Hemos estado pensando en un estudio de los denominados microsociales en el cual las diferencias en los rendimientos escolares no son vistas como resultado de aptitudes individuales, sino como producto de un conjunto de procesos que explican esos rendimientos diferenciales. Aunque el comportamiento escolar está localizado en el nivel de los niños, las explicaciones son societales, como por ejemplo: pertenecer a un hogar donde se come todos los días, estar abrigado, tener libros, tiempo y espacio para leerlos, concurrir a una escuela bien equipada con docentes que hacen el máximo esfuerzo para que el niño/a aprenda, entre otras cuestiones.

La segunda pregunta, más alejada de nuestra experiencia cotidiana, es: ¿por qué en ciertos estados/provincias es mayor la proporción de niños que repiten el año escolar debido a que no alcanzaron los estándares esperados? Esa proporción (atributos de los estados/provincias) es el núcleo de nuestra preocupación. Nos interesa el colectivo formado por los repitentes.

Este es parte de la estructura social de los estados; para investigarlo necesitamos preguntarnos acerca de los recursos escolares disponibles (cantidad y calidad) y las condiciones socio-económicas de los hogares del estado. Mientras para el primer tema necesito recurrir a teorías microsociales que den cuenta de los procesos de aprendizaje, de la influencia de la interacción escolar y de la presencia del hogar, en el segundo estudio debo recurrir a teorías macrosociales de la desigualdad estructural socioeconómica y de las oportunidades educativas que es posible encontrar en diversos estados/provincias. Estas son teorías que tratan del desarrollo económico y social desigual.

. Ambos temas son dos caras de una misma realidad, pero la investigación de uno o de otros requiere que se especifiquen en el marco teórico, de lo contrario llegaríamos a conclusiones triviales, como puede ser explicar las dificultades de aprendizaje de los niños por la macroestructura o las diferencias regiona-les por las conductas de los maestros. Por otra parte, una teoría que integre los niveles macro y microsociales debería especificar los procesos sociales complejos que operan como intermediarios entre ambos niveles. Intuitivamente sabemos que en los estados/provincias donde predominan hogares pobres la infraestructura escolar es de peor calidad.

También sabemos que la familia es el motor de las motivaciones de los niños, y que hay escuelas que no suplen, con sus estilos de enseñanza, esas carencias. Todas estas cuestiones requieren de investigaciones acotadas y sustentadas en teorías específicas.

En el ejemplo del estudio del desempeño de los niños en el sistema escolar pudimos ver la importancia de definir la perspectiva teórica de una investigación, y determinar si las proposiciones que incluiremos en nuestro marco teórico se refieren a un nivel microsocial, macrosocial o a una articulación entre ambos. Asimismo, debemos establecer una coherencia entre los distintos niveles del marco teórico, los objetivos de investigación y el diseño metodológico.

Las respuestas a los tres ejercicios incluidos en este capítulo permitirán reflexionar acerca de la importancia de estas cuestiones y la utilidad de pensarlas cuando uno se plantea el propio proyecto de investigación. Complementando este capítulo hemos preparado un apéndice en el cual resumimos puntos que es necesario recordar. Algunos de ellos son tratados en Todo es teoría, y todos se encuentran explicados en los textos que hemos recomendado en este manual.

Nuestro apéndice es un ayuda-memoria que nos advierte sobre puntos clave de un diseño de investigación, tales como que es necesario pensar primero en los criterios de selección de los casos (esta es una cuestión teórica) y, sobre esta base y el tipo de población que se estudia, proceder a seleccionar los casos construyendo muestras que respondan a esos criterios. Las cuestiones técnicas del muestreo se resuelven en los libros o con la ayuda de especialistas. La elección de los criterios teóricamente pertinentes es tarea del investigador.

La presentación de los tres ejercicios que componen este capítulo es similar: se plantea al comienzo un conjunto de preguntas que a continuación son respondidas. Los números que anteceden a las respuestas son los que identifican a las preguntas. Hemos elegido esta forma de trabajar con los alumnos del curso virtual de CLACSO porque consideramos a las preguntas como herramientas para pensar las cuestiones clave a tener en cuenta cuando se desea construir el marco teórico, deducir los objetivos y proponer una metodología.

rscapitulo-1-1

Fuente:

http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/campus/metodo/RSCapitulo%201.pdf

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/OCLpfROmsAoO84Q_pEWqewq-EXQuR3d5qqw9sXsDNbKUbGUFPN2WPZlCsdJuNfIwMB1StQ=s85

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