América/03/06/2020/Autor y fuente: inmovilidadamericas.org
El año 2020 será recordado como un tiempo de pandemia. En menos de cinco meses, desde que se oficializó el primer caso de Covid-19 en China, millones de cuerpos en todo el mundo se han contagiado, mientras otros cientos de miles más han muerto. Ante la imparable movilidad del virus, la inmediata – y hasta ahora única – respuesta global común ha sido la momentánea interrupción de la movilidad transnacional y el control a la movilidad al interior de los espacios nacionales. Durante la Peste Negra, inspeccionar los cuerpos que llegaban de fuera, rechazarlos o forzar a su inmovilidad por cuarenta días para evitar el contagio, fueron la promesa para recuperar la salud. Seis siglos después, estamos reactualizando esa misma promesa y por eso hoy la tensión entre (in)movilidad y control está en el centro de esta pandemia.
Localizar esa tensión en las Américas tiene relevancia analítica y política. Éste es un continente en movimiento. La formación social, económica, política y cultural de este espacio geográfico es incomprensible sin atender a las diversas formas de movilidad humana que lo han configurado. Todos los países del continente han sido y/o siguen siendo simultáneamente emisores y receptores de flujos transnacionales, mientras que otros se han convertido, además, en espacios de tránsito y de retorno voluntario y/o forzado. En América, solo por nombrar algunos casos notables, están Estados Unidos y México, el mayor destino migratorio y el principal emisor de migrantes del mundo, respectivamente. Está Colombia, el país con mayor número de desplazados internos y con un significativo número de personas en necesidad de protección internacional. También están Guatemala, El Salvador, y Honduras, países que no dejan de expulsar a miles de connacionales que huyen de la violencia; o Venezuela, desde donde han emigrado en los últimos años más de 4 millones de venezolanxs. De sur a norte, a este continente le atraviesan rutas migratorias clandestinas que históricamente han servido para que latinoamericanxs y caribeñxs irregularizados en tránsito lleguen hasta Estados Unidos. Y, en la última década, hasta las Américas han llegado flujos migratorios extra-continentales; se ha multiplicado la migración intrarregional, los flujos sur-sur, y el tránsito migratorio norte-sur. La movilidad en el continente es hoy protagonizada por desplazadxs internos, deportadxs, solicitantes de asilo y de refugio, y también por niñxs y adolescentes que emigran solos o acompañados. Porque cientos de mujeres y hombres adultos y menores de edad, regionales o extra-continentales, no han dejado de ponerse en movimiento para reconfigurar sus proyectos vitales, éste es un continente donde la lucha migrante no cesa.
Por eso el control a esa movilidad prolifera en las mismas dimensiones. Por un lado, el peso histórico de Estados Unidos ha sido definitivo para delinear la geopolítica del control a la movilidad en la región. Ese es el país donde reside el mayor número de migrantes irregularizados en el mundo, el que más ha endurecido sus políticas migratorias, el que detiene y deporta a más latinoamericanxs y caribeñxs, y el que desde hace más de tres décadas ha transferido el control a la movilidad a terceros países “seguros” en la región bajo convenios de cooperación binacional en materia de seguridad. Por otro, en la última década, los países de las Américas se han cerrado cada vez más ante la cuestión migratoria. El giro securitista ha venido a multiplicar la producción de migrantes irregularizados en todos los países del continente. A mayor irregularidad migrante, mayor riesgo de deportación, mayor confinamiento a las economías informales y mayor riesgo de precarización. De manera generalizada, el foco de interés regional ha girado del derecho a los migrantes al combate a la irregularidad inmigrante al interior del espacio nacional y al fortalecimiento de la seguridad fronteriza, mientras un violento discurso xenófobo se normaliza en las sociedades receptoras.
El Covid-19 arremete entonces en un espacio geográfico de antemano marcado por la tensión entre (in)movilidad y control, tensión que toma matices mucho más violentos en contextos desiguales. Ese es el caso de las Américas. En las últimas décadas la desigualdad socio-económica, entre los países del continente y al interior de los mismos, se ha profundizado sin precedentes históricos. De ahí que, en solo dos meses, la pandemia haya desnudado la desatendida e irresuelta desigualdad estructural, desatando consecuentemente considerables afectaciones en nuestros países. A la emergencia sanitaria hoy se suma el colapso económico y el de los sistemas de protección social, hechos que en conjunto asolan las vidas de las poblaciones más vulnerabilizadas, siempre racializadas, como aquellas en condición de movilidad humana.
¿Qué es este proyecto?
Este es un proyecto (in)acabado, por lo tanto en construcción, que reflexiona colectivamente en torno a la (in)movilidad y el control en las Américas durante la pandemia. Hemos querido mapear las respuestas estatales; las situaciones de alerta que enfrenta la población migrante, particularmente desplazados internos, deportadxs, detenidxs, solicitantes de asilo, refugiados, migrantes irregularizados sean éstos adultos o niñxs o adolescentes; y, las respuestas sociales en cada uno de los espacios nacionales. Al mapear, no hemos pretendido en lo absoluto producir una cartografía fija del continente, ni menos aún información geo-referenciada. En el contexto de este proyecto, mapear ha tenido otras significaciones. Por un lado, ha supuesto levantar información de prensa, sistematizarla y crear un archivo digital donde quede registrada la tensión entre (in)movilidad y control desatada en la gran mayoría de los países del continente durante el momento inicial de la pandemia. Por otro, inspirados en la cartografía crítica, mapear ha implicado “deconstruir el mapa” (Harley, 1989), o la imagen nítida que da la cartografía tradicional del continente, para sacar a la luz los espacios ocultos, los conflictos no vistos ni captados por la prensa, pero latentes; esos conflictos que deliberadamente quedan por fuera de un mapa tradicional y a la vez de la discusión pública.
Con este mapeo, nos interesa sacar a la luz por ejemplo, el hecho de que durante la pandemia se ha configurado un estado de excepción de facto en materia migratoria construido legalmente y que ha permitido a los gobiernos de la región tomar una o algunas de las siguientes medidas excepcionales: 1- cierre y militarización de fronteras; 2- negar la entrada al país de aquellas personas que supongan un riesgo sanitario, incluyendo niñxs y adolescentes; 3- poner fin sumariamente al derecho al asilo y al refugio; 4- acelerar deportaciones, incluso de migrantes contagiados por Covid-19; o, 5- dejar varados a miles de migrantes irregularizados, deportados o solicitantes de asilo entre fronteras, en espacios de confinamiento precarizados, poco salubres y altamente riesgosos para su salud. Nos importa mostrar que en el actual contexto de emergencia sanitaria la vulneración de derechos de migrantes es exponencial y afecta particularmente a solicitantes de asilo/refugio; a niñxs y adolescentes migrantes; a migrantes detenidos; a migrantes deportados; y a trabajadores irregularizados.
Queremos dar cuenta de que las acciones estatales a favor de la protección social no contemplan a los miles de migrantes irregularizados que hoy residen en las Américas. Los proyectos de ayuda a trabajadores en todos los países han apuntado mayoritariamente a brindar apoyo a trabajadores nacionales o a residentes regularizados. El gran número de migrantes irregularizados, – muchos trabajadores esenciales como campesinos, repartidores de entregas a domicilio, u organizadores de productos en mercados y supermercados –, han quedado por fuera de cualquier ayuda estatal. Hemos constatado así que actualmente hay una doble negación a la protección social: a pesar del rol esencial que los migrantes irregularizados cumplen en la vida económica en países de destino como mano de obra esencial y en países de origen al enviar remesas, en ambos contextos, de manera generalizada, han quedado excluidos de dichos programas.
El mapeo hecho nos ha revelado paralelamente excepcionalidades que sin duda abren reflexiones futuras pues hemos registrado casos de gobiernos centrales que deliberadamente han incluido a la población en condición de movilidad como beneficiaria de las medidas adoptadas. Es el caso de Argentina, por ejemplo, que ha extendido medidas de ayuda sanitaria y financiera para argentinos en el extranjero y que hayan perdido su empleo. O el caso de Brasil donde, a contracorriente de su postura como gobierno de extrema derecha y gracias a la postura de una bancada del Congreso, el gobierno federal implementó el programa Auxilio Emergencial para la población más vulnerable, incluyendo a migrantes irregularizados quienes recibirán un pago de tres mensualidades. También hemos constatado el abordaje y prioridad dispar existente entre gobiernos centrales y gobiernos locales frente a la población migrante, sobre todo irregularizada. Ese es el caso de las medidas tomadas por la gobernación de California en Estados Unidos, con un programa de beneficio económico para migrantes irregularizados, o el de la municipalidad de Iquique y de Colchane en Chile, que han implementado programas de apoyo para migrantes bolivianos, por nombrar algunos casos. Estas evidencias revelan el potencial rol que los gobiernos locales pueden cumplir como garantes de derechos sociales y económicos contradiciendo a medidas centrales híper nacionalistas y excluyentes.
Hemos comprobado que al interior de los espacios nacionales, de forma generalizada, la criminalización y la xenofobia a los migrantes no ha cesado. Esto ha tenido como efecto que el miedo opere como medida de control interno para que migrantes, no solo irregularizados pero también regularizados, no acudan a servicios de salud, y pongan en riesgo sus vidas, ni exijan medidas de protección social. La producción del miedo, como forma de control, da cuenta de cómo en los países hay un limitado ejercicio de derechos que afecta a ciertas categorías de población confirmando un ejercicio ciudadano profundamente jerarquizado. De hecho el miedo a la enfermedad, a sentirse desprotegido de cualquier programa de ayuda económica o social, junto con la crisis económica, han provocado un fenómeno sin precedentes en la región: migración en reversa, o retorno a países de origen a pesar del cierre fronterizo.
Por último, en nuestro mapeo se resaltan persistentes respuestas sociales en todos los espacios nacionales. Por una parte, luchas migrantes protagonizadas por detenidxs que han hecho huelgas de hambre, plantones, o incluso se han fugado, como forma de protesta por las condiciones inhumanas y de riesgo vital en las que están confinados. O, los tránsitos en reversa de migrantes irregularizados que retornan a sus países de origen para cuidar así sus vidas ante el colapso económico, la imposibilidad de trabajar, y de vivir en condiciones dignas. Por otra, redes de solidaridad constituidas por asociaciones de migrantes, organizaciones de base, la iglesia, el periodismo independiente y colectivos sociales a favor de los derechos de los migrantes. Se han desplegado múltiples acciones públicas, firmas de peticiones, cocinas comunitarias, entrega de alimentos, incluso acciones binacionales, sobre todo entre activistas en Estados Unidos y México, para sostener la lucha para ampliar la garantía de derechos para todxs. Sin embargo, con alarma, también hemos constatado que se han exacerbado así mismo brotes xenófobos en contra de migrantes irregularizados, brotes que no solo están presentes en las prácticas sociales cotidianas sino también en los discursos oficiales que dan cuenta de una postura estatal también xenófoba. Estas reflexiones son las que se despliegan y profundizan en las secciones de la página.
¿Cómo surge este proyecto?
A mediados de marzo de 2020, prácticamente todos los países del continente se declararon en emergencia sanitaria, cerraron sus fronteras y adoptaron una serie de medidas excepcionales para provocar la inmovilidad forzada que promete contender al virus. Fue entonces cuando más de 30 investigadorxs de las Américas, interesados analítica y políticamente en la cuestión migratoria, nos juntamos virtualmente y nos empezamos a preguntar por la situación particular de millones de migrantes mujeres, hombres, niños, niñas y adolescentes, del continente o provenientes de otras latitudes, todos sujetos en movimiento.
Sabíamos que la pandemia había agarrado de improvisto a cientos de migrantes en el medio de sus tránsitos clandestinos; a solicitantes de asilo y refugio en el medio de sus trámites; a otros tantos detenidos en estaciones migratorias o en el medio de vuelos de deportación; y, a otros cientos más en sus trabajos precarizados. Estábamos conscientes de que el cierre de fronteras, es una medida que abiertamente atenta contra el derecho a la libre movilidad y a los derechos de los migrantes garantizados por la Declaración Universal de Derechos Humanos, dejando de facto a miles de solicitantes de asilo y de refugio en un limbo legal, varados en espacios de confinamiento entre fronteras. Y, también avizorábamos, que las medidas excepcionales de control a la movilidad en el espacio nacional, en el marco de la pandemia, podrían exacerbar el híper nacionalismo, reforzando la imagen del extranjero como el que encarna y transmite el virus, algo que fácilmente detona violencias. De hecho, comprendíamos que la inmovilidad forzada no solo supone una promesa de contención al virus, sino que tiene simultáneamente un impacto directo y violento en las vidas de miles de sujetos en movimiento. Nos convocamos así con la intención de mapear la situación migratoria en tiempos de Covid-19.
¿Qué hicimos?
Once equipos de investigación se configuraron para levantar información de prensa en torno a la cuestión migratoria en las Américas. Esta actividad tuvo lugar entre el 1 de abril y el 15 de mayo de 2020, cuando inició la sistematización de la información que permitió crear un mapeo a dos escalas. A escala nacional, hemos producido una ficha inicial por país, que no supone una revisión ni exhaustiva ni cronológica de todo lo sucedido en cada espacio nacional, sino que es un registro digital de las medidas de control, situaciones de alerta y respuestas sociales que ocurrieron en los siguientes países: Canadá, Estados Unidos, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Haití, República Dominicana, Cuba, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Argentina y Brasil. Nuestro mapeo ha dejado por fuera a algunos países del continente. Esto se debe que los equipos de investigación solo levantaron información de los espacios nacionales donde residían. Porque éste es un proyecto en construcción, queda abierta la posibilidad para incluir los espacios nacionales faltantes. Dada la rapidez en los cambios en materia migratoria, aspiramos a que las fichas puedan ser actualizadas de acuerdo a eventos relevantes, de tal modo que el archivo digital se vaya ampliando.
Leyendo entre líneas la información de prensa recolectada, en cambio, a escala transnacional, hemos identificado situaciones comunes que nos muestran cómo la tensión entre (in)movilidad y control tiene efectos espaciales en el continente, formas de contestación social, y cómo se ejerce y exacerba el control a la movilidad y la precarización de las vidas de migrantes. Estas son las once situaciones identificadas: 1- Cierre de fronteras e híper vigilancia; 2- Híper-nacionalismo selectivo; 3- Espiral de violencia al sur; 4- Irregularizados y desposeídos de derechos; 5- Suspensión del derecho al asilo y al refugio; 6- La producción del miedo como forma de control; 7- Espacios de confinamiento y sacrificio humano; 8- Migración en reversa; 9- Esenciales pero desechables; 10- Niñez y adolescencia al borde; y, 11- Respuestas sociales.
Al ser este un proyecto en construcción, es nuestra intención generar conversaciones y debates vía el espacio digital en torno a estas situaciones identificadas, y quizá a nuevas que vayan surgiendo en el futuro. De hecho estamos consientes de que varios espacios nacionales han quedado por fuera del mapeo colectivo y sobre todo, no se ha logrado capturar todavía, desde un enfoque interseccional, cómo los tiempos de la pandemia exacerban la previa desigualdad de género, raza, edad, clase, nacionalidad, orientación sexual constitutiva de la cuestión migratoria en las Américas. Esos vacíos iniciales sin duda abren nuevas avenidas analíticas y de discusión futura a ser incluidos en este primer ejercicio.
A pesar de esas limitaciones iniciales, creemos que el mapeo que presentamos en esta etapa inicial ya sirve como fuente de investigación y enseñanza, en particular durante los actuales tiempos virtuales. A partir de este material, procuraremos debates transnacionales críticos sobre los espacios ocultos – mejor dicho ocultados–, en los mapas tradicionales y el debate público sobre la (in)movilidad y el control en tiempos de pandemia. Así, impulsaremos encuentros virtuales que entre lxs investigadorxs de este proyecto, e invitados diversos como intelectuales, representantes de organizaciones de migrantes, activistas, periodistas, entre otros actores. Estos encuentros serán de acceso público, y quedarán grabadas y subidas en esta página web. Sistematizaremos los debates, para producir así textos reflexivos que alimenten la breve explicación inicial que consta en cada una de las secciones de la página web.
Harley, JB (1989). Deconstructing the map. Cartographica: The international journal for
geographic information and geovisualization, 26(2), 1-20.
Fuente e imagen: https://www.inmovilidadamericas.org/el-proyecto