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Una historia de violencia en la frontera entre Tailandia y Myanmar

Asia/Noviembre 2020/elpais.com

La vida de Sandar es la de miles de mujeres víctimas de malos tratos, que durante la pandemia se han intensificado. Ella, además, es inmigrante irregular, lo que impide que reciba más ayuda, y el estigma social en una cultura conservadora, la ata a su maltratador

  • Sandar (nombre ficticio) tiene 28 años. Es una emigrante birmana sin documentación que vive en Mae Sot, en la frontera entre Tailandia y Myanmar. Lleva 11 años en una relación de maltrato. Su marido le pega y abusa sexualmente de ella. La situación familiar empeoró desde el brote de covid-19. Como su marido se quedó sin trabajo, discutían constantemente por el dinero. Sandar es una de los aproximadamente 200.000 emigrantes birmanos que viven en la región de Mae Sot. Muchos de ellos carecen de documentación y trabajan en condiciones precarias. Desde que estalló la pandemia no tienen trabajo ni apoyo del Gobierno tailandés, y tampoco la posibilidad de volver a Myanmar debido al cierre de las fronteras. Según cálculos de ONU Mujeres, en algunos países los casos de violencia doméstica han aumentado un 30%. La organización califica el fenómeno de "pandemia en la sombra".
    1Sandar (nombre ficticio) tiene 28 años. Es una emigrante birmana sin documentación que vive en Mae Sot, en la frontera entre Tailandia y Myanmar. Lleva 11 años en una relación de maltrato. Su marido le pega y abusa sexualmente de ella. La situación familiar empeoró desde el brote de covid-19. Como su marido se quedó sin trabajo, discutían constantemente por el dinero. Sandar es una de los aproximadamente 200.000 emigrantes birmanos que viven en la región de Mae Sot. Muchos de ellos carecen de documentación y trabajan en condiciones precarias. Desde que estalló la pandemia no tienen trabajo ni apoyo del Gobierno tailandés, y tampoco la posibilidad de volver a Myanmar debido al cierre de las fronteras. Según cálculos de ONU Mujeres, en algunos países los casos de violencia doméstica han aumentado un 30%. La organización califica el fenómeno de «pandemia en la sombra».
  • Una vista del barrio donde vive Sandar, en las afueras de Mae Sot. Sandar procede de Mawlamiyaing, una ciudad birmana situada a 130 kilómetros de Mae Sot. La joven entró ilegalmente en Tailandia cuando tenía 15 años. La larga frontera de la zona de Mae Sot, en la que los dos países están separados solamente por un río, la convierte en el lugar perfecto para que los birmanos entren ilegalmente en Tailandia. En los últimos tiempos, las autoridades tailandesas han intensificado los controles fronterizos debido al aumento del número de casos de covid-19 en Myanmar. Mae Sot es una zona principalmente rural. Muchos emigrantes birmanos están empleados en la agricultura, y a menudo cobran menos del salario mínimo. Con ocasión del Día Internacional de la Mujer Rural el pasado 15 de octubre, ONU Mujeres subrayó este año "la urgente necesidad de fomentar la capacidad de resistencia de las mujeres rurales tras la covid-19 reforzando su bienestar y unos medios de vida sostenibles con el fin de 'reconstruir mejor".
    2Una vista del barrio donde vive Sandar, en las afueras de Mae Sot. Sandar procede de Mawlamiyaing, una ciudad birmana situada a 130 kilómetros de Mae Sot. La joven entró ilegalmente en Tailandia cuando tenía 15 años. La larga frontera de la zona de Mae Sot, en la que los dos países están separados solamente por un río, la convierte en el lugar perfecto para que los birmanos entren ilegalmente en Tailandia. En los últimos tiempos, las autoridades tailandesas han intensificado los controles fronterizos debido al aumento del número de casos de covid-19 en Myanmar. Mae Sot es una zona principalmente rural. Muchos emigrantes birmanos están empleados en la agricultura, y a menudo cobran menos del salario mínimo. Con ocasión del Día Internacional de la Mujer Rural el pasado 15 de octubre, ONU Mujeres subrayó este año «la urgente necesidad de fomentar la capacidad de resistencia de las mujeres rurales tras la covid-19 reforzando su bienestar y unos medios de vida sostenibles con el fin de ‘reconstruir mejor».
  • Los hijos de Sandar, de nueve y tres años, juegan en la calle delante de su casa. Sandar ha sufrido toda su vida malos tratos en el ámbito familiar. Su tía, que la alojó a su llegada a Tailandia, le pegaba continuamente. "Me golpeaba con cables", cuenta la joven, que nunca fue al hospital ni llamó a la policía. "No sabía a dónde ir. No hablaba tailandés. Además, mi tía me encerraba en casa, así que no podía salir". Sandar se casó a los dos años de llegar a Tailandia. Tenía 17. Según la ONU, menos del 40% de las mujeres víctimas de violencia física en el ámbito doméstico busca ayuda.
    3Los hijos de Sandar, de nueve y tres años, juegan en la calle delante de su casa. Sandar ha sufrido toda su vida malos tratos en el ámbito familiar. Su tía, que la alojó a su llegada a Tailandia, le pegaba continuamente. «Me golpeaba con cables», cuenta la joven, que nunca fue al hospital ni llamó a la policía. «No sabía a dónde ir. No hablaba tailandés. Además, mi tía me encerraba en casa, así que no podía salir». Sandar se casó a los dos años de llegar a Tailandia. Tenía 17. Según la ONU, menos del 40% de las mujeres víctimas de violencia física en el ámbito doméstico busca ayuda.

    El hijo mayor de Sandar juega con un arma de juguete. Sandar recuerda que su marido empezó a maltratarla nada más casarse. "Me pegaba y me daba patadas cuando volvía del trabajo", cuenta. "Me acusaba de que no cocinaba o no limpiaba". A raíz de la llegada de la covid-19, el hombre se volvió más violento, "sobre todo por el dinero". Antes de la pandemia tampoco había tenido trabajo fijo, pero durante el cierre perdió su empleo en una huevería. Las emigrantes birmanas en Tailandia ya formaban un grupo de alto riesgo antes de la covid-19, pero con la pandemia su vida se ha vuelto más difícil. Durante el confinamiento, las víctimas de violencia doméstica se encontraron encerradas en casa con su maltratador, con menos posibilidades de pedir ayuda, y escasos o ningún ingreso.
    4 El hijo mayor de Sandar juega con un arma de juguete. Sandar recuerda que su marido empezó a maltratarla nada más casarse. «Me pegaba y me daba patadas cuando volvía del trabajo», cuenta. «Me acusaba de que no cocinaba o no limpiaba». A raíz de la llegada de la covid-19, el hombre se volvió más violento, «sobre todo por el dinero». Antes de la pandemia tampoco había tenido trabajo fijo, pero durante el cierre perdió su empleo en una huevería. Las emigrantes birmanas en Tailandia ya formaban un grupo de alto riesgo antes de la covid-19, pero con la pandemia su vida se ha vuelto más difícil. Durante el confinamiento, las víctimas de violencia doméstica se encontraron encerradas en casa con su maltratador, con menos posibilidades de pedir ayuda, y escasos o ningún ingreso.
    El hijo pequeño de Sandar juega con un arma de juguete disfrazado de Supermán. En 2018, Sandar buscó ayuda por primera vez y se puso en contacto con las trabajadoras del Freedom Restoration Project [Proyecto Restauración de la Libertad], que ofrece refugio y apoyo a las víctimas de violencia doméstica en la región de Mae Sot. Gracias a su ayuda, varias mujeres consiguieron escapar de su situación de maltrato. Otras, como Sandar, mantienen la relación con su maltratador, pero en el centro han encontrado un espacio en el que están a salvo, al menos durante unas horas. "Las mujeres que vienen al centro son víctimas de violencia física, psicológica y sexual", explica Watcharapon 'Sia' Kukaewkasem, fundadora y directora del proyecto. "En Tailandia y en Myanmar la violencia doméstica es muy habitual. Tanto que la gente la considera normal".
    5El hijo pequeño de Sandar juega con un arma de juguete disfrazado de Supermán. En 2018, Sandar buscó ayuda por primera vez y se puso en contacto con las trabajadoras del Freedom Restoration Project [Proyecto Restauración de la Libertad], que ofrece refugio y apoyo a las víctimas de violencia doméstica en la región de Mae Sot. Gracias a su ayuda, varias mujeres consiguieron escapar de su situación de maltrato. Otras, como Sandar, mantienen la relación con su maltratador, pero en el centro han encontrado un espacio en el que están a salvo, al menos durante unas horas. «Las mujeres que vienen al centro son víctimas de violencia física, psicológica y sexual», explica Watcharapon ‘Sia’ Kukaewkasem, fundadora y directora del proyecto. «En Tailandia y en Myanmar la violencia doméstica es muy habitual. Tanto que la gente la considera normal».
    Sandar se pinta los labios antes de salir hacia el centro de detención de Mae Sot a visitar a su marido, detenido hace poco por posesión de drogas. Es la tercera vez que lo detienen. Las dos primeras fueron por consumo de drogas, pero en esta ocasión la policía le encontró varias pastillas de yaba. También conocido como "la droga de la locura", el yaba es una combinación de metanfetamina y otros estimulantes muy popular en el sudeste de Asia. Ahora que su marido está encerrado, Sandar tiene que encontrar un trabajo para alimentar a sus dos hijos. "Cuando está fuera, no quiere que trabaje", explica. Mientras su marido está detenido, ella trabaja como limpiadora o vendiendo verdura en la calle, pero no gana lo suficiente ni recibe ayuda del Gobierno tailandés. "¿Quién va a ayudarnos?", se lamenta. "No tenemos documentos". ONU Mujeres calcula que las mujeres que trabajan en la economía sumergida en Tailandia verán reducidos sus ingresos en un 80% debido a la crisis de la covid-19.
    6Sandar se pinta los labios antes de salir hacia el centro de detención de Mae Sot a visitar a su marido, detenido hace poco por posesión de drogas. Es la tercera vez que lo detienen. Las dos primeras fueron por consumo de drogas, pero en esta ocasión la policía le encontró varias pastillas de yaba. También conocido como «la droga de la locura», el yaba es una combinación de metanfetamina y otros estimulantes muy popular en el sudeste de Asia. Ahora que su marido está encerrado, Sandar tiene que encontrar un trabajo para alimentar a sus dos hijos. «Cuando está fuera, no quiere que trabaje», explica. Mientras su marido está detenido, ella trabaja como limpiadora o vendiendo verdura en la calle, pero no gana lo suficiente ni recibe ayuda del Gobierno tailandés. «¿Quién va a ayudarnos?», se lamenta. «No tenemos documentos». ONU Mujeres calcula que las mujeres que trabajan en la economía sumergida en Tailandia verán reducidos sus ingresos en un 80% debido a la crisis de la covid-19.

    Una vista de la calle desde la casa de Sandar, en las afueras de Mae Sot. En Tailandia existe una línea telefónica para denunciar la violencia doméstica. Sin embargo, hace cinco años el Gobierno pasó de destinarla a los casos de violencia contra las mujeres y los niños (así como a los de tráfico de personas, trabajo infantil y embarazo adolescente) a cualquier problema social, como señala un informe de la Fundación Henrich Böll. Según ese mismo estudio, durante el cierre de marzo y abril, el teléfono de asistencia recibió una avalancha de más de 28.000 llamadas, más del doble que en el mismo periodo del año anterior. La mayoría, sin embargo, eran quejas o consultas sobre la asistencia social y las ayudas económicas del Gobierno. Eso hizo aún más difícil para las víctimas de violencia doméstica acceder a la línea.
    7Una vista de la calle desde la casa de Sandar, en las afueras de Mae Sot. En Tailandia existe una línea telefónica para denunciar la violencia doméstica. Sin embargo, hace cinco años el Gobierno pasó de destinarla a los casos de violencia contra las mujeres y los niños (así como a los de tráfico de personas, trabajo infantil y embarazo adolescente) a cualquier problema social, como señala un informe de la Fundación Henrich Böll. Según ese mismo estudio, durante el cierre de marzo y abril, el teléfono de asistencia recibió una avalancha de más de 28.000 llamadas, más del doble que en el mismo periodo del año anterior. La mayoría, sin embargo, eran quejas o consultas sobre la asistencia social y las ayudas económicas del Gobierno. Eso hizo aún más difícil para las víctimas de violencia doméstica acceder a la línea.
    Sandar lava verduras en su casa antes de cocinarlas. Tiene que preparar la comida para su marido y llevársela al centro de detención. Confiesa que se siente incapaz de divorciarse. Teme la estigmatización social, que en una comunidad musulmana conservadora puede ser fuerte. "Pienso en mis hijos", se justifica. "A lo mejor, después de dejarlo tendría otro marido. Entonces la gente diría que tengo dos maridos y que los niños deberían estar con su madre y con su padre". Según un informe de la Fundación Heinrich Böll, en Tailandia las actitudes sociales constituyen un obstáculo importante para que las mujeres denuncien la violencia. Como en muchos países del mundo, a menudo la violencia doméstica se considera un asunto privado y es habitual pensar que la culpa es de la víctima, y no del maltratador. Para algunas mujeres, reconocer el maltrato equivale a reconocer que han fracasado en su matrimonio.
    8Sandar lava verduras en su casa antes de cocinarlas. Tiene que preparar la comida para su marido y llevársela al centro de detención. Confiesa que se siente incapaz de divorciarse. Teme la estigmatización social, que en una comunidad musulmana conservadora puede ser fuerte. «Pienso en mis hijos», se justifica. «A lo mejor, después de dejarlo tendría otro marido. Entonces la gente diría que tengo dos maridos y que los niños deberían estar con su madre y con su padre». Según un informe de la Fundación Heinrich Böll, en Tailandia las actitudes sociales constituyen un obstáculo importante para que las mujeres denuncien la violencia. Como en muchos países del mundo, a menudo la violencia doméstica se considera un asunto privado y es habitual pensar que la culpa es de la víctima, y no del maltratador. Para algunas mujeres, reconocer el maltrato equivale a reconocer que han fracasado en su matrimonio.
    Sandar monta en bicicleta con su hijo pequeño disfrazado de Superman. Se dirigen al centro de detención de Mae Sot a visitar al marido apresado por posesión de drogas.
    9 Sandar monta en bicicleta con su hijo pequeño disfrazado de Superman. Se dirigen al centro de detención de Mae Sot a visitar al marido apresado por posesión de drogas.
    Sandar pone 'thanaka' a su hijo menor en la cara antes de salir. El 'thanaka' es una pasta cosmética de color blanco amarillento hecha a base de corteza molida que las mujeres birmanas suelen emplear para suavizar la piel y protegerla del sol.
    10Sandar pone ‘thanaka’ a su hijo menor en la cara antes de salir. El ‘thanaka’ es una pasta cosmética de color blanco amarillento hecha a base de corteza molida que las mujeres birmanas suelen emplear para suavizar la piel y protegerla del sol.
    El hijo mayor de Sandar, de nueve años, corre por un campo cercano a su casa, en las afueras de Mae Sot. El niño se queda en casa mientras su madre y su hermano menor van al centro de detención. El Proyecto Restauración de la Libertad organiza clases de crianza para enseñar métodos educativos alternativos a las víctimas de violencia doméstica. "Les enseñamos que hay otras maneras [de educar a los hijos] que no son gritar y pegar", explica Watcharapon 'Sia' Kukaewkasem, fundadora y directora del proyecto. "Cuando hablamos de violencia doméstica no nos referimos solo a la que ejerce la pareja, sino también a la de los padres contra los hijos. [...] Intentamos prevenirla".
    11El hijo mayor de Sandar, de nueve años, corre por un campo cercano a su casa, en las afueras de Mae Sot. El niño se queda en casa mientras su madre y su hermano menor van al centro de detención. El Proyecto Restauración de la Libertad organiza clases de crianza para enseñar métodos educativos alternativos a las víctimas de violencia doméstica. «Les enseñamos que hay otras maneras [de educar a los hijos] que no son gritar y pegar», explica Watcharapon ‘Sia’ Kukaewkasem, fundadora y directora del proyecto. «Cuando hablamos de violencia doméstica no nos referimos solo a la que ejerce la pareja, sino también a la de los padres contra los hijos. […] Intentamos prevenirla»El hijo pequeño de Sandar, de tres años, espera a su madre sentado en la bicicleta vestido con un traje de Superman. Van al centro de detención de Mae Sot a visitar a su padre. "Me gustaría que mis hijos no tuviesen que trabajar tanto como yo", dice Sandar. "Me gustaría que estudiasen y fuesen médicos o contables".
    12El hijo pequeño de Sandar, de tres años, espera a su madre sentado en la bicicleta vestido con un traje de Superman. Van al centro de detención de Mae Sot a visitar a su padre. «Me gustaría que mis hijos no tuviesen que trabajar tanto como yo», dice Sandar. «Me gustaría que estudiasen y fuesen médicos o contables».

    Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/10/26/album/1603717461_363685.html#foto_gal_7

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Myanmar: Ciudadanos de ninguna parte

Asia/Myanmar/22 Agosto 2019/El país

Desde inicio del éxodo de los rohingyas, su situación como refugiados sigue siendo preocupante

Jannatul Firdous, de cinco años, está sumida en sus pensamientos. ¿Cómo describir el significado de su nombre? Jannatul Firdous significa cielo –el mejor cielo– un significado profundo, la niña lo sabe y quiere hacerlo bien. “El cielo es un lugar donde los niños pueden jugar”, empieza la pequeña mientras su mamá Salima, de 26 años, la mira con una dulce sonrisa. “Hay muchas flores”, continúa. “Hay un gran estanque de agua. El cielo es un lugar feliz”.

Jannah a menudo se traduce en el Corán como “cielo”. Jannatul Firdous es el nivel más alto de cielo del Islam.

El campamento 13 en Myanmar, donde ahora vive Jannatul, no es el cielo y dista mucho de serlo. Los niños juegan en la tierra, levantando un polvo que flota en el aire caliente de la tarde. Está muy lejos del exuberante y verde campo que rodeaba la casa de la que huyó en Myanmar; tal vez sea de ahí de donde provenga su idea del cielo. Aquí no hay estanques y Jannatul debe cargar agua en contenedores pesados desde una toma de agua relativamente cercana, por una escalera empinada hasta el refugio improvisado de su familia.

Jannatul vive en el campo de refugiados más grande y densamente poblado del mundo, en Cox’s Bazar, Bangladesh. De su casi un millón de residentes, más de la mitad son niños. La mayoría de las personas aquí son rohingya, un grupo perseguido, predominantemente musulmán y una minoría de Myanmar, que ha sufrido discriminación en su país durante varias décadas, incluyendo la denegación de la ciudadanía.

El campamento 13 es uno de los 33 subconjuntos dentro del megacampamento. Es un espacio superpoblado, hogar de 41.000 personas, ciudadanos de ninguna parte, la antítesis del lugar feliz con el que sueña Jannatul.

Refugiados de segunda

Jannatul y su madre van de un lado a otro por el campamento de refugiados. El 55% de sus residentes son menores.
Jannatul y su madre van de un lado a otro por el campamento de refugiados. El 55% de sus residentes son menores. JON WARREN WORLD VISION

Las niñas y las mujeres llegaron a Bangladesh con cicatrices físicas y emocionales que probablemente nunca terminarán de curarse. Un informe de la Alta Comisión para los Refugiados de Naciones Unidas en 2018 titulado Cultura, contexto y salud mental de los refugiados rohingya detalla cómo las mujeres sufrieron abusos, fueron violadas y obligadas a prostituirse en Myanmar.

Cuando estalló la violencia en su aldea, en agosto de 2017, la familia de Salima se separó: «Jannatul acabó conmigo, pero no sabía qué había pasado con mi esposo y mis otros hijos», dice su madre. «Más tarde, los vi muertos». Mohamed, de 30 años, recibió un disparo; su hijo, Hafej, de 2 años, y su hija, Kalima, de 1 año, también fueron asesinados. Su expresión se nubla de dolor mientras lo cuenta. En un momento del relato Salima extiende su teléfono para mostrar una foto de Kalima y Hafej, sonriendo junto a su hermana mayor, Jannatul.

¿Por qué los rohingya no son refugiados comunes?

En 1982, Myanmar aprobó una ley que excluía a muchas etnias de la condición de raza nacional oficial. Como resultado, a los rohingya se les negó la ciudadanía, lo que les convirtió en uno de los grupos de apátridas más grande del mundo, y se les sometió a restricciones en el matrimonio, el tamaño de la familia, el empleo, la educación, la elección religiosa y la libertad de movimiento. Por poner un ejemplo, en algunas ciudades del norte de Myanmar, a los rohingya se les permite tener solo dos hijos.

Ante esta situación miles de personas se vieron obligadas a huir a Bangladesh, donde están más seguros y tienen más libertad pero se enfrentan a restricciones por parte de un país que no es signatario de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Refugiados de 1951 y, por lo tanto, no les reconoce como refugiados. Sin la condición de refugiado legal, los rohingya en Bangladés no pueden trabajar, vivir fuera de los campamentos o emigrar a otros países. Los niños no pueden ir a la escuela; y las mujeres y los menores son objeto de abuso, como la trata de personas, el trabajo infantil, el matrimonio infantil, la violencia de género y otras formas de explotación.

Espacios Seguros para Niños

Jannatul llega a uno de los espacios seguros para niños, lo más parecido a un colegio que pueden tener.
Jannatul llega a uno de los espacios seguros para niños, lo más parecido a un colegio que pueden tener.JON WARREN WORLD VISION

Situado en el corazón del campamento, el Espacio Seguro para Niños al que acude Jannatul es un centro alegre, a menudo ruidoso, pintado de un color naranja chillón. Fueron los propios menores quienes decidieron llamar a este espacio –Surjoful– en honor de algo simbólico que dejaron en Myanmar: los girasoles. Según sus profesores, Jannatul sencillamente brilla en este espacio cuando tiene la oportunidad de cantar, bailar o recitar pequeños poemas.

La pequeña es una de las favoritas del personal, nos confiesa su maestra, Farjana Faraz Tumpa, de 20 años. Algunos niños prefieren quedarse con sus madres, aún son muy pequeños y necesitan sentirse acompañados por un familiar, aunque sea haciendo cola para recibir la ayuda diaria. Pero Jannatul no se pierde ni un día de “cole”, porque estos centros son lo más parecido a un colegio que estos menores han visto en muchos meses.

El 55% de los refugiados rohingya son menores. Niños y niñas que se enfrentan a diario a la violación de sus derechos; violencia física y sexual, explotación, matrimonio infantil, problemas psicosociales y de salud mental, trata y secuestro de niños, trabajo infantil y un largo etcétera. Niños de segunda, niños de ninguna parte e invisibles para el mundo.

Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/08/15/3500_millones/1565888791_003001.html

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Niños rohingya: cuando el islam radical se convierte en la única educación

Asia/Myammar/06 Junio 2019/Fuente: France24

¿Alguien habla todavía del millón de refugiados rohingya? Ese pueblo musulmán que huyó las masacres étnicas cometidas por el ejército en Myanmar vive ahora en el campo de Kutupalong, el más grande del mundo, más poblado que la ciudad francesa de Marsella.

En su mayoría los refugiados no pasan de 18 años. Esa generación crecerá sin país, sin posibilidad de regreso y casi sin educación. Los jóvenes solo pueden contar con algunas clases dadas por oenegés. La religión tomó el relevo. Un grupo islamista radical, Hefazat el Islam, goza de cada vez mayor influencia y ya cuenta con 350.000 alumnos en los campos de Kutupalong.

Fuente: https://www.france24.com/es/20190605-ninos-rohingya-islam-radical-educacion

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Myanmar: Counsellors reach out to Kachin communities to end gender violence

Myanmar/Mayo de 2017/Fuente: UNPFA

Resumen: «No deberíamos tener que vivir con miedo a la violencia sólo porque somos mujeres», declaró Khaung Nan en Waing Maw, una ciudad del estado de Kachin, en batalla de Myanmar. La Sra. Khaung Nan trabaja en el Centro de Mujeres y Niñas de Waing Maw, uno de ocho centros de este tipo en la zona. Estas instalaciones respaldadas por el FNUAP ofrecen asesoramiento, asistencia jurídica, transporte a hospitales y otros servicios de atención a los supervivientes de abusos. Los servicios son críticos: la violencia basada en género es una emergencia silenciosa en Myanmar. Las mujeres y las niñas sufren acoso en las calles, violencia doméstica e incluso tráfico de personas. Y los que están en el estado de Kachin enfrentan la agitación adicional de los conflictos armados, condiciones que exacerban su vulnerabilidad a la violencia de género.

“We should not have to live in fear of violence just because we are women,” Khaung Nan declared in Waing Maw, a town in Myanmar’s battle-worn Kachin State.

Ms. Khaung Nan works at the Waing Maw Women’s and Girls’ Centre, one of eight such centres in the area. These UNFPA-supported facilities provide counselling, legal assistance, transport to hospitals, and other care for survivors of abuse.

The services are critical: Gender-based violence is a silent emergency in Myanmar. Women and girls experience harassment on the streets, domestic violence and even human trafficking. And those in Kachin State face the additional turmoil of armed conflict, conditions that exacerbate their vulnerability to gender-based violence.

“We have the right to live in peace in our homes and in our country,” Ms. Khaung Nan said.

But this right is too often denied.

Khaung Nan and Lu Bu at the Women’s and Girls’ Centre in Waing Maw. © UNFPA/Yenny Gamming

Violence common, accepted

Gender-based violence is greatly underreported, but experts believe it to be commonplace.

Younger women are particularly vulnerable, a recent survey showed.

“One evening a corner shop on my street was tended by a high school girl,” said Daw Lu Bu, a counsellor at centre. “A young man buying cigarettes demanded more cigarettes than he had paid for, and when she said no, he shouted at her and grabbed and pulled at her breasts.”

Ms. Lu Bu helped the girl report the crime. “He is now being prosecuted,” she said.

Still, there is a high degree of acceptance of violence against women.

Marital rape, for instance, is still not considered a crime. And about half of people surveyed in Myanmar say there are circumstances that justify wife-beating.

Ms. Lu Bu finds herself bringing her work home with her – she addresses threats to women in her own town of Myitkyina.

“In my neighbourhood, too, there is domestic violence. I always try to help. Only last month, a woman approached me for help. Her husband was blaming her for giving birth only to daughters, and he was being very aggressive.

“I sat down with both of them and discussed different aspects of fertility, and also explained that the sex of a baby is determined by the sperm from the man. I managed to find a way to say this without blaming or further upsetting the man.”

Her efforts worked – at least for now. “So far, the man is calmer. I hope it lasts.”

Just the start

Reaching out to communities is essential, not only for helping survivors but for preventing violence in the first place.

Staff and volunteers at the Women’s and Girls’ Centres go into displacement camps and surrounding communities to raise awareness about the issues surrounding gender-based violence and where survivors can seek help.

“The word is spreading not only in the camps, but in the host communities too,” said Ms. Khaung Nan.

“We’re now invited to give gender-based violence presentations in the villages, and when I arrive, I realize that most people already know that domestic violence is a crime.”

She is confident that, slowly, their message is getting through.

“But this is just the start,” she said.

The eight Women’s and Girls’ Centres cover 38 displacement camps and host communities in both government-controlled and non-government controlled areas.

The centres’ programmes are managed by Metta Development Foundation and supported by UNFPA’s Women and Girls First initiative, which receives funding from Australia, Canada, Finland, Italy, Sweden and the United Kingdom.

Staff members at the centres are optimistic that their efforts are making a difference.

“First, we focused our efforts on women and girls in the camps. Now we are expanding our work to the villages and to boys and men,” Ms. Khaung Nan said.

She added, “The Women’s and Girls’ Centre gives us the power to stop the violence.”

Fuente: http://www.unfpa.org/news/counsellors-reach-out-kachin-communities-end-gender-violence

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Why Education Reform is so Important for Myanmar

Myanmar/Mayo de 2017/Autor: Brandon Aung Moe/Fuente: Irrawady

Resumen: Aunque las sanciones estadounidenses se levantaron el 7 de octubre de 2016, la economía de Myanmar todavía está luchando por despegar. Se prevé que la inversión extranjera para el año que termina el 31 de marzo de 2017 será 30 por ciento menor que la del año fiscal anterior. La inversión extranjera sigue centrándose en gran medida en las industrias extractivas como el petróleo y el gas. Un plan concreto para la diversificación no se ve en ninguna parte. La mayoría de estos problemas de infraestructura e inversión se pueden atribuir a una única raíz: la calidad de la educación. Todas las escuelas privadas, centros de idiomas y escuelas vocacionales contactadas por Consult-Myanmar para nuestra investigación sobre educación respondieron con la respuesta inequívoca de que el actual sistema educativo ya no es adecuado para apoyar el crecimiento de Myanmar en una economía industrializada y no puede ser Confiaron en reducir la dependencia de Myanmar de la exportación de recursos naturales que se están agotando cada día.

I was born in the small town of Kanyutkwin in Bago Division, Myanmar. I left the country in 2005 to further my education in Singapore. When I came back to Yangon to work as a research officer at Consult-Myanmar, a Myanmar-based research and consultancy firm, I noticed that the streets were more crowded, the traffic was worse, there were more high-rises in the downtown area and Yangon was teeming with foreigners. But I realized that some aspects of the country have never really changed. The persistence of poor quality education is one of them, leaving profound impacts on the development of Myanmar – both as a society and as an economy.

Although US sanctions were lifted on Oct. 7, 2016, Myanmar’s economy is still struggling to take off. Foreign investment for the year ending on March 31, 2017 is predicted to be 30 percent lower than that of the previous fiscal year. Foreign investment is still largely focused on extractive industries such as oil and gas. A concrete plan for diversification is nowhere to be seen.

After almost 50 years of economic mismanagement and under-investment, Myanmar’s infrastructure is creaking alone under the load of a growing population and increased foreign investment in factories and real estate – all of which demand even more power and a sound infrastructure.

Most of these problems in infrastructure and investment can be traced to one single root – quality of education. All of the private schools, language centers and vocational schools that were contacted by Consult-Myanmar for our research on education responded with the unequivocal answer that the current education system is no longer adequate to support the growth of Myanmar into an industrialized economy and cannot be relied upon to reduce Myanmar’s dependence on the export of natural resources which are being depleted every day.

The previous government did try to tackle the problem by embarking on education reforms such as allowing private schools to operate. But, more needs to be done and Myanmar cannot afford to drag and delay the implementation of comprehensive reforms in the education sector.

Notwithstanding some entrenched problems, Myanmar, as a latecomer, can leapfrog in education just as it did in telecommunications. The fact that mobile phone penetrationjumped from a mere 7 percent at the end of 2013 to 90 percent at the end of 2016 and that 4G is widely available in Yangon, Mandalay and Naypyidaw – in such a brief time – is nothing short of breath-taking, even if it was achieved mainly as a result of foreign investment and talent brought in by multinational telecommunications firms like Telenor and Ooredoo.

Where education is concerned, Myanmar need not look far for inspiration. Among Myanmar’s ASEAN neighbors, Singapore and Vietnam provide encouraging examples. Even though Singapore topped the PISA 2015 (Program for International Student Assessment) in all subjects, Vietnam was the surprise. As a lower-middle income country, its performance was expected to be in the same league as Indonesia, Kosovo, Moldova and Tunisia, as PISA performance is correlated to GDP per capita and how affluent the country is. However, Vietnam surprised everyone by coming ahead of advanced countries like Germany and Switzerland in science and ahead of the US in science and math.

Professor Paul Glewwe from the University of Minnesota found that the parents of the Vietnamese students taking part in the exam had a much lower educational background and less wealth than their peers in other countries. “The 10 percent of the most disadvantaged children in Vietnam – and they grow up in very poor households – those children do better than the average American child,” OECD Education Director Andreas Schleicher said, as cited by CNN. Vietnam shows that one does not need a developed economy to have a quality education, he said.

What many researchers found was that there were certain commonalities in the education systems of Singapore and Vietnam. One of them is curriculum. Their curricula are focused on both academic as well as practical skills. In other words, they are designed for students to gain deep understanding and knowledge of core theoretical concepts as well as the ability to apply them in real life situations. As a result, students love to inquire, learn and apply their knowledge.

Myanmar’s curriculum, on the other hand, is outdated and disconnected. Take high school math for example. Each chapter is treated as entirely separate from another and questions do not test students’ ability to use various concepts from different chapters to solve real-life problems.

English is the language of science and technology. It is also the language of the Internet. If you have a good command of English and a good Internet connection, you can educate yourself by using free education websites like Khan Academy, Coursera and so on. Google search and the worldwide web have allowed students to move away from mere memorization to focusing on query, learning, collaboration and application. However, the teaching of English in Myanmar schools leaves much to be desired.

To gauge the level of English literacy among Myanmar’s working youth, I surveyed job applicants at Consult-Myanmar in February. Ten out of 11 shortlisted applicants had attended at least one English course and were able to produce certificates of completion. They were also asked, before sitting for a simple English test, to rate their English language ability – only 1 chose ‘basic’; 6 ‘fair’; 3 ‘good’; and 1 ‘excellent’. The test results are not encouraging in spite of the candidates’ modest confidence. None of them was able to get a perfect score, even though the comprehension passage was fairly easy. They all stumbled over open-ended writing, being unable to write more than three to four sentences, not to mention that those sentences were full of grammatical mistakes.

I have always been skeptical of the quality of most private English courses in Myanmar that sprang up amid lack of government regulation of private schools and language centers. The test results reinforce my hypothesis that most Myanmar youths’ command of English is still basic despite what they say about how good their English is and how many external courses they take.

In addition, Vietnam and Singapore have also focused on STEM (Science, Technology, Engineering & Mathematics) in their push for industrialization and modernization and continue to do so. It is no different for Myanmar. Only STEM skills can push the country towards industrialization, modernization and improvements in the standard of living over a period of time. Qualified engineers must build all of the new towns, Special Economic Zones, power stations, bridges and roads that Myanmar desperately needs. Starved of a curriculum that can produce STEM-strong engineers, the country will not be able to build the foundation for economic growth.

Myanmar currently does not have this sort of curriculum. For example, my friend, a civil engineer graduate from a Myanmar university, was offered the position of site engineer in Singapore by a Japanese construction firm about three years ago. His joy of landing an overseas job was short-lived as he soon came to realize that the brick building techniques he learned in the Myanmar university cannot be applied to the steel structures that grace modern cities.

In my interview with Neelam Bhusal, the co-founder of Impact Skill Development Centre, which offers a variety of high quality English courses, she agreed that Myanmar needed to upgrade its provision of STEM skills. Only then will the country be able to rely upon its own skilled workforce needed in finance, construction, scientific research and many other job sectors as the economy grows, she said.

It is also to be noted that qualified and committed educators are to a good curriculum as wheels are to an engine. Well-trained teachers and a great curriculum are never mutually exclusive. In the case of Vietnam’s education reforms, the government regularly offers overseas scholarships to promising teachers who later return to assist in imparting knowledge and skills necessary to raise the standard of education in the country.

Myanmar should do likewise by asking for teaching scholarships from friendly countries supportive of reforms. The tendency of government scholars to not return home from overseas tenure can be resolved by a bond system which make the parents or guardians the guarantor. It is, after all, for the good of the country and not too stringent a term to ask. Most importantly, returning scholars must commit by going to rural areas and under-performing schools and working hard to close the gap between the ‘elite’ schools and the ‘poor’ man’s schools. That is the most towering achievement of both Singapore and Vietnam, where neighborhood or rural schools perform just as well as elite schools. One is a democratic country and the other is a socialist country. But, there is one thing that they agree upon: their education systems must serve the rich and the poor alike and provide everyone the same level of quality education, regardless of their class or religion.

Lastly, education reforms also entail educating the public – especially the poor – to change attitudes towards education. Phung Xuan Hua, Vietnam’s education minister,has said: “Vietnamese parents can sacrifice everything, sell their houses and land just to give their children an education.” I don’t doubt that many middle and lower-middle class families in Myanmar can do the same. But, the same attitude must seep in to the poor class.

But now, some poor families in Myanmar ask their children to work as indentured labor and collect in advance from business owners about six months of the child’s salary. As a result, children are seen as an economic unit that must be put to work to support families. Consequently, child labor is rampant. Scenes of kids working days and nights at the tea shops that dot the country are not uncommon. This is a practice that must be stopped and children must be enrolled in school. Otherwise, Myanmar will have a group of uneducated, unskilled workers who are not employable in the offices and factories of the future.

Even if all these suggested reforms are implemented, the country will not reap maximal benefits unless it addresses the problem of low morale and work ethics of its citizens. Thailand’s Institute for Promotion of Teaching and Science and Technology found thatthe work ethic of Vietnamese teachers is admirable. They rarely take time off. Whereas in Myanmar, citizens are still upset over the reduction of the New Year holidays from 10 to 5 days even though the total number of public holidays remains at 28 days a year, which is already one of the highest in the world.

Under the previous regime, the government provided the people with more holidays along with cheap liquor and cigarettes. Myanmar should now be more circumspect and improve morale slowly by weaning its citizens off those cheap drugs. Myanmar needs to look at how it can improve its citizens’ work ethic so that its workforce becomes more productive. It can become a mecca for manufacturers globally, only if endemic problem of low motivation to work hard is addressed.

In conclusion, Myanmar is at an inflection point after 50 years of a downward slide; it has the opportunity to turn its education and economy around with a government that is elected by the people. There will not be any shortcut or silver bullet that will make everything better overnight. However, what the educational success of Vietnam and Singapore has shown is that with a well-designed curriculum, qualified and committed teachers, self-sacrificing parents and industrious teachers and students alike, significant improvements can happen in Myanmar’s education sector, thereby paving the way for an economic miracle many Myanmar citizens are waiting for.

Fuente: https://www.irrawaddy.com/opinion/guest-column/education-reform-important-myanmar.html

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Rechazan acceso a escuelas públicas de niños refugiados en Malasia

Malasia/16 de Enero de 2017/Prensa Latina

La Asociación de Padres y Maestros de Malasia (APMM) se opuso a la idea de abrir escuelas públicas destinadas a la educación de niños refugiados procedentes de Indonesia, Myanmar y Filipinas, anunció hoy la prensa local.

Según la información, la APMM se negó porque considera que sus diferencias culturales podrían crear problemas entre ellos, y propuso al gobierno que envíe profesores a las comunidades donde residen.

Mohamad Ali Hassan, presidente de la Asociación, dijo que la solución sugerida también podría disminuir el costo de la educación de los pequeños.

Voceros de la opinión pública aseguran que los estudiantes que no están inscritos en el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, no obtienen el reconocimiento oficial de sus exámenes ni acceden a la universidad.

En Malasia unos 300 mil niños refugiados no tienen derecho a estudiar en colegios públicos, por lo que muchos de ellos recurren a escuelas gestionadas por la propia comunidad.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=55809&SEO=rechazan-acceso-a-escuelas-publicas-de-ninos-refugiados-en-malasia
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Refugiados de Myanmar preparan el camino a casa con un programa piloto de retorno

Asia/Tailandia/Myanmar./01 de noviembre de 2016/Fuente: ACNUR

Después de décadas en el exilio, 71 refugiados han retornado desde Tailandia a Myanmar, con una mezcla de sentimientos de alegría y temor por su futuro.

– Más de 70 refugiados han llegado sanos y salvos de vuelta a Myanmar durante el primer retorno voluntario, en más de 30 años, organizado por los Gobiernos de Tailandia y Myanmar.

A principios de esta semana, un total de 71 refugiados abandonaron los campamentos Tham Hin y Nupo en Tailandia, para retornar a sus hogares en Yangon, la región de Tanintharyi, y en los estados de Kayin, Bago, Mon y Rakhine.

El retorno desde el campamento Nupo comenzó el miércoles. Con un lento inicio, 65 refugiados empujaban carritos con montañas de bolsas que contenían sus posesiones más preciadas, mayormente ropa y utensilios de hogar, y en algunos casos, bicicletas y sillas de ruedas. Ellos recibieron un paquete de asistencia para ayudarles con su retorno y su reintegración inicial, antes de abordar los camiones que los llevarían en un viaje de cinco horas hasta el punto de control fronterizo de Mae Sot- Myawaddy. Mientras que familiares y amigos se aferraban para despedirse, muchos empezaron a llorar al pensar que dejaban atrás la única vida que han conocido en los últimos años, y seguían adelante hacia un nuevo capítulo.

“Por años he esperado a que el Gobierno nos reciba de vuelta. Ese día finalmente llegó”.

“Por años he esperado a que el Gobierno nos reciba de vuelta. Ese día finalmente llegó”, dijo un vendedor de nueces de betel mientras hacía gestos. Él se dirige al centro de Myanmar con su esposa y sus dos hijos.

“Estoy muy emocionado de pensar que las cosas serán mejores allá”, agregó. “Pero al mismo tiempo estoy asustado de cómo seremos tratados en Myanmar, de cómo sobreviviremos en el futuro”.

Esos sentimientos encontrados son comunes entre los retornados, quienes expresaron confianza en las reformas en Myanmar, pero al mismo tiempo, incertidumbre por cómo afrontarán su regreso a casa.

“¿Qué pasará cuando el dinero de la asistencia acabe?”, preguntaba el retornado Pu Let, refiriéndose al paquete de asistencia brindado por el Gobierno de Myanmar, el ACNUR, el Programa Mundial de Alimentos, la Sociedad de la Cruz Roja en Myanmar y otras agencias. Sus familiares políticos tienen terrenos en el estado de Kayin, y él espera poder cultivar lo suficiente para alimentar a su familia.

Los medios de vida no son mayor preocupación para Thant Zin Maung, de 48 años y propio de Yangon. Con los 15 certificados de capacitación que recibió en el campamento, entre ellos cocina, costura, administración y reparación de autos, él planea utilizar el dinero de la asistencia para hacer un pequeño negocio. Sin embargo, su mayor prioridad es matricular a sus dos hijos en la escuela y buscar tratamiento médico para los problemas de salud de su esposa.

Mientras los refugiados cruzaban de vuelta a Myanmar con el calor de la tarde, muchos estaban exhaustos pero visiblemente emocionados con los saludos de bienvenida de los oficiales del Gobierno en el centro de procesamiento en el pueblo fronterizo de Myawaddy.

Naw Lah Kyi de 72 años, se reunió con su hijo que trabaja en Myawaddy. Después de estar cinco años apartados, ella estaba feliz de verlo, mientras él la acompañaba al centro clínico para controlar su presión arterial alta.

Maung Saw Schwe, de 63 años, también está regresando con su esposa y sus tres hijos al oeste de Myanmar. Cuando le preguntaron si abrazaría a su esposa a su regreso, él contestó con una sonrisa, “Ya estoy muy viejo para eso. Después de que deje mi equipaje, contactaré a mis antiguos colegas. Tengo mucho en que ponerme al día si quiero ayudar a mi pueblo”.

“Espero que en cinco años…yo llegue a ser muy exitoso en los negocios con todas las habilidades que aprendí siendo refugiado”.

El jueves, los retronados se realizaron chequeos de salud y verificación de documentos para las tarjetas nacionales de identidad en el centro Myawaddy. Después, algunos de ellos recibieron asistencia para llegar a sus destinos finales en Yangon, Mawlamyine y Sittwe.

Ei Pay, una abuela de 45 años, estaba sentada mientras esperaba el transporte que la llevaría hasta su casa en Mae Pra, estado de Kayin. Ella compartió que ella y su esposo habían visitado la zona hacía cuatro meses para empezar a plantar vegetales. Ellos volvieron la semana anterior para acompañar a la familia extendida de 11 miembros.

“Ahora nuestra aldea es pacífica, no hay problemas”, dijo ella. “Allí hay más libertad que en el campamento. Nosotros podemos cultivar nuestra propia comida. De hecho, yo subí peso porque mi apetito está muy bien”.

Thant Zin Maung, retornado Yangon llamó a su hermana, quien está alistando un lugar para él en la capital comercial de Myanmar. “Espero que en cinco años mi esposa esté caminando, que a mis hijos les vaya bien en la escuela y que yo llegue a ser muy exitoso en los negocios con todas las habilidades que aprendí siendo refugiado”, comentó él.

El programa piloto de retorno voluntario que dio inicio esta semana, fue apoyado por Tailandia y Myanmar, así como por ACNUR y sus socios, que incluye la Organización Internacional para las Migraciones y Handicap International. A pesar de que la cifra es modesta, hay esperanzas de que estos retornos ayuden a construir la paz, y que alisten el camino para las soluciones duraderas de una de las situaciones de refugiados más prolongada en Asia.

Fuente: http://www.acnur.org/noticias/noticia/refugiados-de-myanmar-preparan-el-camino-a-casa-con-un-programa-piloto-de-retorno/

Imagen: www.acnur.org/fileadmin/_processed_/csm_10.2016.28_Myanmar_6cb1dc383f.jpg

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