Page 1237 of 2493
1 1.235 1.236 1.237 1.238 1.239 2.493

¿Interracialidad o amor afrocentrado?

Por: Esther Pineda. 

Las mujeres africanas y afrodescendientes fueron hipersexualizadas, así como, subordinadas mediante la sistemática y repetida violación por parte de los hombres europeos.

El periodo de colonización europea en América no solo supuso un proceso de trastocamiento y desarticulación de los procesos organizativos, económicos, políticos y culturales de los pueblos originarios y africanos, sino también una trasformación de sus procesos relacionales, principalmente aquellos de carácter interpersonal y sexo-afectivo.

En el caso específico de la población africana secuestrada y esclavizada se les prohibió de forma taxativa el involucramiento afectivo y sexual con sus coetáneos, prohibición extendida a sus hijos nacidos en las Américas y, cuyas posibilidades de casamiento o procreación estaban determinadas por la aprobación de los esclavistas; esta la más de las veces estuvo supeditada a sus intereses económicos, es decir, a la necesidad de acrecentar la disponibilidad de pequeños nuevos cuerpos negros para poner a disposición del mercado de la esclavitud. De acuerdo a ello, la prohibición de relacionamiento y cohabitación entre los sujetos esclavizados cumplió una importante función social: 1) Evitar la rearticulación familiar africana y afrodescendiente destruida por el proceso esclavista y el comercio triangular. 2) Limitar la reconfiguración cultural africana y su transmisión transgeneracional. 3) Impedir el fortalecimiento de la identidad africana y afrodescendiente que representaba una amenaza al poder político, económico y social europeo esclavista.

En este contexto las mujeres africanas y afrodescendientes fueron hipersexualizadas, así como, subordinadas mediante la sistemática y repetida violación por parte de los hombres europeos. Esta violencia corporeizada y sexualizada infringida contra las mujeres negras no solo tuvo como motivación la necesidad de satisfacción de los deseos e imaginarios sexuales de los esclavistas en torno a ellas construidos; sino que también fue utilizada como herramienta bélica, es decir, como mecanismo del hombre blanco europeo para afirmar su poder y dominio, como medio para desmoralizar a los hombres negros, pero también, como forma de desarticulación de la resistencia de los esclavizados pues, se creía que la mezcla de la sangre del dominador con la del grupo dominado disminuiría el riesgo de alzamientos contra el poder colonial constituido.

De acuerdo a ello, es posible afirmar que durante el periodo colonial la interracialidad se dio en un contexto de relaciones de poder, en el cual generalmente las mujeres africanas y afrodescendientes fueron requeridas sexualmente por sus amos, abusadas bajo coacción o chantaje. Empero -y aunque no estuvieron exentas de relaciones de poder y desigualdad- también es cierto que existieron formas de relacionamiento sexual y afectivo entre europeos, africanos y afrodescendientes que trascendieron la dinámica comercial y violenta, es decir, organizadas como formas de enamoramiento; no obstante, estas formas de relacionamiento y vinculación entre personas de distintas razas fueron explicita y fuertemente prohibidas a través de los ordenamientos jurídicos de los países colonizados.

Amor afrocentrado

Pero la ley no bastó para evitar las relaciones interraciales, y por tanto, la institucionalización del mestizaje no violento y colonizador. Por esta razón, para el sostenimiento y perdurabilidad de esta prohibición se hizo necesario el desarrollo de otras formas de dominación de carácter simbólico, entre ellas: 1) Se construyó una narrativa en la que se desproveyó a la población africana y afrodescendiente de belleza y atractivo físico. Se les asocio a la fealdad, al displacer visual, por lo cual se naturalizó y cotidianizó el rechazo y repulsión a sus cuerpos, su piel, su fenotipo. 2) Se desproveyó a la población afrodescendiente de valores, ética y moral; con ello se hizo imposible su consideración para propósitos formales, duraderos, y por tanto, para la conformación familiar. Esto se logró a través de la configuración de una narrativa en la cual las mujeres afrodescendientes fueron concebidas como mujeres de fácil acceso, de una sexualidad exacerbada, insaciable, lo cual explicaba su supuesta promiscuidad; por su parte a los hombres afrodescendientes  se les atribuyó una capacidad y deseo sexual incontenible lo cual los hacia aparentemente violentos, y por tanto, un peligro para las mujeres blancas quienes estaban en riesgo de ser violadas por ellos.

De este modo, los sujetos racializados fueron excluidos y desestimados de la narrativa amorosa al no responder a los estereotipos y patrones de belleza impuesto por los imaginarios e intereses europeos; pero además rechazados al ser convertidos en sujetos inmorales y sexualmente peligrosos. Estos imaginarios tuvieron una mayor efectividad que las prohibiciones estatuidas en las leyes, propagándose y naturalizándose en el tiempo, las cuales se mantienen vigentes aún en la actualidad.

En nuestras sociedades contemporáneas gran parte de la población eurodescendiente aún considera impensable involucrase en una relación sexo-afectiva con un hombre o una mujer afrodescendiente, al seguir siendo estos considerados como un grupo social inferior, al no responder al canon y expectativas de belleza, pero sobre todo, al anidar prejuicios sobre una supuesta conducta sexual libertina, promiscua e irresponsable. Además, como consecuencia de la profunda penetración social del racismo, esta perspectiva también ha sido asumida y reproducida por hombres y mujeres afrodescendientes, quienes se niegan a mantener una relación sexo-afectiva con personas pertenecientes a su mismo grupo étnico, basados en los criterios antes expuestos, pero también, en criterios endorracistas; es decir, en el deseo de abandonar y trascender el grupo de origen, ascender socialmente, pero sobre todo de “mejorar la raza”.

Pero esta discriminación ejercida por hombres y mujeres eurodescendientes racistas, pero también por parte de hombres y mujeres afrodescendientes endorracistas, que rechazan con vehemencia la sola posibilidad de establecimiento relacional con una persona racializada, no es inofensiva; por el contrario, ha favorecido que las relaciones afectivas de las personas afrodescendientes sean significativamente breves, ha tenido como consecuencia menores índices de matrimonio y establecimiento en pareja en este grupo social, y finalmente, ha generado altos índices de embarazo adolescente y ausentismo paterno entre esta población estigmatizada…

Fuente: https://iberoamericasocial.com/interracialidad-o-amor-afrocentrado/

Fotografía: Iberoamérica Social

Comparte este contenido:

Los valores relativos

Por: Carolina Vásquez Araya.

Cuando una reacción ante la muerte marca la diferencia entre humanos.

En cuanto vi las noticias sobre los niños atrapados en un sistema de cavernas en Tailandia regresaron a mi mente las imágenes de las niñas guatemaltecas quemadas en uno de los “hogares seguros” del sistema de protección de la niñez en Guatemala. Las vi tendidas en las camillas y escuché sus alaridos de dolor y pánico. Vi cómo los representantes de las autoridades de seguridad, supuestos a protegerlas, las observaban con desdén; y también regresaron a mi memoria los rostros angustiados de familiares y bomberos que acudieron a socorrerlas. Muchos vimos y escuchamos a través de los medios de comunicación las declaraciones contradictorias de los responsables de su seguridad y seguimos el hilo de las noticias, incrédulos cuando las máximas autoridades intentaron endosar la culpa a las víctimas.

Es, entonces, ante la inmensa solidaridad y preocupación por la vida de los niños atrapados en las cavernas de Tailandia -no solo por la ciudadanía sino también por sus autoridades- cuando surgen las dudas respecto de la legitimidad y los valores humanos de quienes tienen a su cargo el enorme peso de dirigir los destinos de un país. Es allí, en los momentos álgidos de las decisiones oficiales en donde se define si una nación está en manos de seres humanos o de una estructura diseñada para explotar a fondo las oportunidades que ofrece la cooptación de un Estado. Es también cuando se marca el abismo entre sociedades, en donde ante una desgracia que afecta a un grupo de niños desaparecen las diferencias entre grupos para unirse con la solidez de la hermandad pura y simple.

Las niñas del Hogar Seguro Virgen de la Asunción tenían tanto derecho a vivir como los niños del equipo de fútbol atrapados en las cavernas tailandesas. La enorme diferencia es que mientras ellas fueron explotadas, maltratadas, víctimas de toda clase de acusaciones injustas y abandonadas a su suerte en un sistema perverso, ellos han sido arropados por una sociedad solidaria y empática, preocupada por salvarlos de la muerte. La comparación vale porque ni unas ni otros tienen culpa alguna por su situación. Ambos grupos de infantes pertenecen a una comunidad humana responsable por su bienestar, su seguridad y su integridad. Cómo se les trate y cuántas oportunidades de tener un futuro pleno y feliz depende de adultos y de las decisiones de gobernantes capaces o no de ofrecerles una vida digna.

Las actitudes revelan mucho. Los alegatos de falso cristianismo y los intentos de ocultar la verdad aun ante evidencias, dice todo respecto de las verdaderas intenciones de una persona. El auténtico valor humano no reside en un discurso machacón y plagado de lugares comunes para evadir responsabilidades, sino en acciones concretas dirigidas a consolidar a las instituciones cuya existencia es vital para resguardar la integridad de la justicia y la vida democrática.

Las niñas del Hogar Seguro, así como las víctimas del Volcán de Fuego abandonadas a su destino, se han convertido en un símbolo para Guatemala. Un símbolo acusatorio, una sombra en la conciencia de quienes, por su posición privilegiada en la cúpula del quehacer político y económico, son los máximos responsables por su seguridad y su vida. Podrán pasar los meses y los años, la memoria histórica no se borrará ni la falsedad de los gobernantes se convertirá en una verdad alternativa. Algún día se hará justicia.

*Fuente: https://www.pressenza.com/es/2018/07/los-valores-relativos/

Comparte este contenido:

Competition and corruption in education: a lethal combination for academic integrity

By: Dr Tracey Bretag

Higher education is a competitive enterprise at every level – from student admissions processes to university ranking systems and competition for funding. In many contexts, access to education means jobs and wealth. The poisonous mix of competition, corruption and poor resources has the potential to create an environment where misconduct becomes the norm, rather than the exception.

“If you take me back to 1995, when [cheating] was completely and totally pervasive, I’d probably do it again.” (Lance Armstrong, BBC Sport 2015)

It is too simplistic to place all of the blame for cheating on individuals. While individuals do need to take personal responsibility for their actions, their behaviour is often symptomatic of wider and deeply entrenched patterns in society. As this Call for Papers suggests, when the two toxic pressures of competition and corruption intersect, it cannot be surprising that scholars at all levels of the educational spectrum may choose the ‘easy’ path of cheating to gain academic advantage.

Recent findings from the Contract Cheating and Assessment Design Project, support the earlier conceptualisation by Bertram Gallant (2011) that cheating is a systems issue requiring a broad, holistic response, rather than an individual behavioural problem which can be solved using a ‘catch and punish’ approach.

Yes, some scholars cheat. Students plagiarise or outsource their learning, researchers fabricate results and authors submit recycled or redundant publications. So much research is devoted to understanding the individual motivations for cheating (eg academic, social or financial pressure, poor time management, etc), without addressing the broader educational and social context. As I suggested in 2013:

Higher education is a competitive enterprise at every level – from student admissions processes to university ranking systems and competition for funding…This highly competitive and under-resourced environment is situated in an increasingly competitive worldwide economy, as well as a social context that may encourage students to regard higher education primarily as a means to a vocational end. Academic misconduct may also contribute to and be exacerbated by corruption in wider society…media coverage of various ethics scandals may have contributed to the perception that misconduct is common.

Competition and corruption go hand-in-hand

When corruption combines with increasing competition in society, for instance for access to education, jobs and wealth, academic integrity becomes a casualty.

The ‘Corruption Perceptions Index’ scores 180 countries and territories on how corrupt their public sectors are seen to be, using a scale of 0 to 100, where 0 is highly corrupt and 100 is ‘very clean’. The 2017 index found that more than two-thirds of countries score below 50, and many countries (including developed countries such as Australia) are actually declining in their scores.

The Global Corruption Report: Education detailed a vast array of corrupt practices including “illicit payments in recruitment and admissions, nepotism in tenured positions, bribery in on-campus accommodation and grading, political and corporate undue influence in research, plagiarism, ‘ghost authorship’ and editorial misconduct in academic journals” (Executive Summary, p. xx).

The Independent Commission Against Corruption in Australia report, Learning the hard way: Managing Corruption Risks associated with International Students at Universities in NSW, highlighted the specific corrupt practices in international education, including: falsification of entry documents, cheating in English language proficiency tests, online contract cheat sites selling assignments, plagiarism, and cheating and fraud in examinations. I commented at the time that “corruption has seeped into every aspect of the higher education sector, from admissions all the way through to graduation”.

When corruption combines with increasing competition in society (eg for access to education, jobs and wealth), academic integrity becomes a casualty. The poisonous mix of competition and corruption has the potential to create an environment where misconduct becomes the norm, rather than the exception. There is a sense of pessimism and despondency for some in academe that there is simply no other way to get ahead than to fabricate, falsify, plagiarise, misrepresent, outsource, cheat and take unfair advantage. If ‘everyone else is doing it’, scholars may justify their behaviour in the same way that famous sports stars have done by arguing that they are simply responding to external pressures and creating a ‘level playing field’.

It is therefore more important than ever that scholars at every level of the academy make a stand for academic integrity and to insist that all academic work – whether an assignment by an undergraduate student, a PhD thesis by a graduate student, or a publication by a leading researcher – is underpinned by the values and practices of honesty, trust, respect, fairness and responsibility. This journal provides the platform for that stand to be taken. As researchers and practitioners we have a responsibility to undertake the challenging task of exploring how and why competition and corruption is so harmful to academic integrity and to provide empirically based insights and recommendations for action.

*Fuente: http://blogs.biomedcentral.com/bmcblog/2018/08/06/competition-corruption-education-lethal-combination-academic-integrity/

Comparte este contenido:

Columna de Educación: Conicyt y la desigualdad de género, ¿cómo estamos construyendo conocimiento en las universidades?

Por Ana Luisa Muñoz García y Juan Pablo Queupil

En los medios de comunicación ya se instaló la idea de la desigualdad entre géneros como una realidad. Todo esto impulsado por las demandas de la calle que han sido lideradas por las y los estudiantes y grupos feministas articulados fuera y dentro de las universidades. Una realidad que hace eco en todos los espacios del país, y el mundo académico no está exento ni de las denuncias de desigualdad y cuestionamientos a la institucionalización del patriarcado, ni de las demandas por interrumpir la violencia machista en todas sus formas. Un hecho que CONICYT no ha reparado y se ha hecho cargo sólo a medias. Consideramos relevante discutir el rol de CONICYT en la desigualdad de género en la carrera académica, dado que es la encargada de brindar apoyo financiero para la investigación avanzada y de frontera en el país.

¿Quiénes están detrás de generar conocimiento en el país? ¿Cómo se genera este conocimiento? ¿De qué manera el financiamiento de la investigación se vincula a las demandas de una universidad sin violencia de género? La investigación ha sido históricamente un espacio masculinizado y dominado por hombres. Eso es un hecho. Sin embargo, desde las últimas décadas la presencia de académicas en las universidades, donde se realiza más del 90% de la investigación, ha llegado a tensionar la naturalizada marginalización de las mujeres en la construcción de conocimiento. Eso visibilizaba, en parte, la carta enviada por más de 130 investigadoras y estudiantes en enero de este año a un medio de prensa. El objetivo de esa carta era denunciar el bajo monto de financiamiento entregadas a mujeres investigadoras, la necesidad de un pronunciamiento de parte de CONICYT sobre financiar académicos acusados de violencia de género y la necesidad de la creación de un grupo de estudios de género. La carta fue respondida en apenas un par de líneas, planteando la creación de una unidad de género en CONICYT y aludiendo al Gender Summit desarrollado en diciembre del 2017 para subrayar los avances desarrollados por CONICYT. En esta carta se omitieron cifras sobre el financiamiento para las mujeres en la investigación, así como la forma en que CONICYT podria contribuir a la erradicación de la violencia de género en las universidades. Algo que hemos aprendido durante estos meses es que la violencia de género no es un tema solo jurídico: es un tema cultural, político y ético.

Las cifras hablan por sí sola. Si hacemos un análisis simple, entre el 2005 y el 2015 se aprobaron un total de 8.378 proyectos del programa Fondecyt (regular, iniciación, y postdoctorado ). De esos proyectos, el 28% fue liderado por mujeres investigadoras y el 72% por hombres investigadores. Los porcentajes son similares en cuanto a la presencia de co-investigadores (31,7% mujeres vs 68,3% hombres). Si analizamos estos números con lupa disciplinar, encontramos que existen áreas del conocimiento donde el porcentaje de mujeres liderando investigación con financiamiento de Fondecyt (regular, iniciación y postdoctorado) es cercano al 15% o 10%, como por ejemplo en Astronomía o Física. Incluso más dramático es notar que no existe una área que tenga una presencia mayor de mujeres.

Fuente del artículo: https://www.latercera.com/tendencias/noticia/columna-educacion-conicyt-la-desigualdad-genero-estamos-construyendo-conocimiento-las-universidades/264076/

Comparte este contenido:

La universidad no se rinde

Por Luis Saavedra

El título recoge la pretensión de «reducción ontológica», para hablar así en términos de Frege y von Newman, si cabe, para describir no sólo los «números naturales» sino el significado que pueden adquirir ciertas lógicas difusas en el marco de discursos de ocasión producidos en la inmanencia de coyunturas existenciales, personales e institucionales álgidas como la actual en Venezuela; donde como sujetos racionales y sintientes, que dice Xavier Zaburi, cada cual tiene sus posiciones política-ideológicas tomadas de manera irreductible y por eso unos evocan viejos tiempos, de cuando dizque el Consejo Nacional de Universidades era muy riguroso en la aprobación de nuevas universidades y carreras, se supone que sin pasar por el filtro político-partidista adeco-copeyano, había rigor en las pruebas de admisión y evaluación universitaria, dotación de bibliotecas, laboratorios y todo lo demás, cuando la democracia amplió la cobertura escolar como nunca antes en el país; para otros en cambio, semejante modelo de universidad para las élites y las clases medias de la cultura del petróleo ya no tiene sentido. Se ha producido un cambio de época, hay otras orientaciones. La pregunta es cómo seguir formando docentes en este tiempo de la cuarta revolución digital, 2 y 3. 0, la realidad virtual, la integración regional y mundial y un largo etcétera.

Así, se compara lo pasado con lo presente, en una nostálgica evocación cuando en Venezuela había libertad y democracia, dicen décadas de 1960, 70, 89 y 90, una elipse con fines de justificar las críticas y denuncias sobre «esto que padecemos» hoy de la neo dictadura del siglo XXI, un coctel que han pensado romper con las técnicas de las revoluciones pacíficas o de colores combinadas con la llamada guerra de cuarta generación: inseguridad, escasez, hiperinflación, emigración y en eso están y las universidades allí tienen también su rol. En general suelen explayarse «alternativas de explicación totalizadoras de las estructuras reales» que, más allá de las ciencias formales o lógico-matemáticas, la tal «reducción ontológica» puede aplicarse también a la dinámica socio histórico que domina lo actual y cuyo fragor de la inmediatez nos obnubila, perdemos la perspectiva sobre la valoración pasado presente; de donde se tiene que frases como «La universidad no se rinde» pronunciada por el ciudadano Raúl López Sayago, rector de la UPEL recientemente en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto, a propósito de un acto de grado el pasado 31 de julio de 2018, puede entrañar toda una «Proclama» o, en todo caso, un elogio a una institución muy querida por muchos en Venezuela por ser su principal espacio de formación profesional y ciudadana.

La Universidad Pedagógica Experimental Libertador, hoy disminuida en tantos aspectos como esa de no entregar las tradicionales medallas a los graduandos porque salían muy costosas, pero como los recipiendarios lo que les importa es el título para luego irse del país (bueno no todos, a decir verdad) aceptaron semejante eventualidad sobrevenida. Así terminaron graduados sin la medalla del libertador Simón Bolívar, el gran epónimo cuyas dimensiones axiológicas vendrían a ser la libertad y la democracia, la soberanía y la independencia, valores inculcados a lo largo de los treinta años de la consolidación la UPEL. Una historia social e institucional que se inicia hacia 1989 a propósito del bicentenario del libertador Simón Bolívar (1783-1983), hasta los días que corren donde se ha oído decir por fuentes off the record que como ya no tiene sino poca matrícula, siendo esta la última promoción así de numerosa, sus instalaciones serán entregadas a la UNEFA, nueva universidad que también tiene carrera docente, Misión Sucre, Alma Mater y demás.

Con un orfeón universitario, por cierto, sin la magnificencia de otrora que hacía vibrar el aforo del Magdalena Siegas de López, en la interpretación de los himnos, el rector López Sayago acotó entre otras cosas que la UPEL «entrega a la nación un nuevo contingente de profesionales de la docencia, la profesión más relevante que se puede tener, con emoción y entusiasmo entregamos títulos que son resultados de varios años de esfuerzos; la universidad no se rinde, seguimos trabajando, la crisis también es oportunidad, porque somos una institución consustanciada con la realidad del país, comprometida con la formación en valores, aunado al esfuerzo de análisis y transformación personal y social, somos parte de un pueblo amable, respetuoso, de buenos modales, de allí la importancia de enfrentar la pérdida de orientaciones ética y prácticas morales que nos hace una nación grande».

Finalmente, se le oyó decir al rector Sayago poco más o menos que para reflotar la universidad venezolana había que seguir el ejemplo de Singapur cuya inversión en educación es elevada porque su filosofía de Estado asocia la formación de recursos humanos directamente con el desarrollo económico, social, político y cultural del país, donde además la universidad impulsa el mérito, no la improductividad; con ello pareció revelar que su opción es el liberalismo; entendimos que la UPEL no puede desaparecer porque constituye una universidad matricial heredera del viejo Instituto Pedagógico Nacional, obra de uno de los más preclaros intelectuales venezolanos, don Mariano Picón Salas, quien son su Delegación de Educadores chilenos que ha dado y sigue teniendo mucho que dar a Venezuela. Entendimos pues que toda la intervención del rector Raúl López Sayago constituyó un elogio de la UPEL y en otras referencias estuvo llena de significativos matices, como esa de afirmar que la educación sólo puede ser posible en marcos generales de la libertad y la democracia.

 

Fuente del artículo: https://www.aporrea.org/educacion/a267295.html

Comparte este contenido:

It’ll take more than an app to get children school-ready, Damian Hinds

By Fiona Millar

If the Tories hadn’t cut funding for early years support, perhaps children would have a fairer start in schools today

So, Damian Hinds has woken up to the fact that there are huge gaps in ability between children from different backgrounds before they even start school. In a speech yesterday, the education secretary described the fact that children are starting school unable to communicate in full sentences or having barely opened a book as “a persistent scandal”, which meant some children never caught up with their peers.

I am not going to knock this blindingly obvious observation, since any recognition of a great social ill that may lead to more investment in the early years can only be a good thing. But when Hinds suggested that this area, and the home-learning environment in particular, is the “last taboo in education policy” he was just plain wrong.

Until the penny-pinching coalition government came to power in 2010, the issue of parenting support (even for babies in the womb), what went on in the home, and high-quality early years care and education, was an integral part of education policy. Then along came Michael Gove, whose first act as secretary of state was to remove the words “children” and “families” from the name of his department. Anything unrelated to core academic learning was deemed “peripheral” with the current schools minister, Nick Gibb, even describing the idea of social and emotional learning in the curriculum as “ghastly”.

Glaring inequalities in outcomes – the gap in GCSE results between children from disadvantaged backgrounds and the rest is still around 19 months, and will take 50 years to close at the current rate – were to be resolved by a new generation of the taxpayer-funded faux private secondaries in free schools and academies. Rigid blazers and ties, military-style discipline (charged up by a troops to teachers scheme) and a traditional academic curriculum would apparently do the trick.

In the intervening years, as many as 1,000 Sure Start children’s centres may have closed, according to the social mobility charity The Sutton Trust, leaving the Labour government’s flagship early years programme “hollowed out”. Meanwhile, savage cuts to local government funding and real-terms cuts to school budgets mean that services such as parenting support advisers, speech and language therapy, mental health support and the sort of extracurricular activities that Hinds claimed could help to build vital character and resilience, are also evaporating.

Hinds is right to argue that an individual child’s educational, social and personal development cannot by perfected by school alone. The DfE-funded Effective Pre-school, Primary and Secondary Education Project has spent 17 years tracking the development of children from age three to 16, gleaning evidence about how the complex relationships between home, school and family works. But just as it is slow, painstaking work to gather the evidence about what helps children and young people to flourish, so it is slow, painstaking work to change cultures, aspirations and behaviour in the home. In fact, this type of work is so slow burning that we might only now be starting to see the impact of the Labour government’s policies for parents and children if they had been allowed to continue.

Hinds gets maybe two out of 10 for at least putting this vital subject back on the policy agenda, but it will take more than a few extra nursery places and “how to teach your kids to read apps” to resolve a deep-seated national problem.

In my experience as a parent, school governor and former chair of the Family and Parenting Institute, set up by the last Labour government to examine exactly these issues, the families most in need of support are usually the hardest to reach, and the least likely to respond to short-term gimmicks.

We need to wind the clock back to a point where the bigger political argument was about children, families, young people and schools, not just academic learning, exams and school structures. Hinds may have started a conversation about that yesterday, but, sadly, we have wasted a decade – and thousands of children have been let down as a result.

Source of the article: https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/aug/01/damian-hinds-child-inequality-early-years-support-schools

Comparte este contenido:

Russian Education is Cheap, But Often Bad

By The Moscow Times 

 

A Russian university education can come very cheap. For example, a student working toward a biology degree and paying full tuition at a state university must pay only 16,500 rubles ($484) per year, and an economics student only 27,000 rubles ($791) annually. Thus, a four-year degree costs a budding biologist only $2,000 and a newly-minted economist just a little more than $3,000. Probably no other developed country in the world has comparable prices.

Which Russian institutions of higher learning offer such prices? For one, the Russian State Agrarian Correspondence University, or RGAZU. The campus is located in Balashikha, just outside Moscow, and boasts more than 9,000 students — an enormous number when considering that Moscow State University, one of Russia’s largest universities, has 38,150 students.

Now consider a few statistics concerning RGAZU, an institution that I confess I had never even heard of until recently. In my opinion, these figures perfectly illustrate the condition of Russia’s system of higher education.

Of the university’s 9,000 total students, 4,300 receive full scholarships based on their academic performance, while the remaining 4,700 — more than half of the student body — pay tuition fees ranging from $500 to $1,200 annually. It is particularly noteworthy that in this agricultural university fully 3,500 students are actually working toward degrees in philosophy, economics, public administration, commerce and management.

That means that 40 percent of the student body is majoring in fields that have no more connection with agriculture than do higher mathematics or philology.

And here is another interesting fact: 280 students will graduate with degrees in Information Technology. But who will hire an IT specialist with a degree from an agrarian correspondence institute? Will such a diploma increase their future salaries?

Their professors aren’t making much money themselves. The institute employs more than 800 staff who earned an average of 17,144 rubles ($502) per month in 2012. With salaries that low, the professors could not afford to obtain a degree at their own institute, despite its low tuition fees.

Does RGAZU need 3,500 students of management and economics? Should the state support its philosophy department and pay its employees poverty-level wages?

Alas, I think not. In 2012 the state allocated $11 million to RGAZU, with 208 million rubles going toward operational expenses and 150 million rubles toward campus construction. I feel bad for the students, the instructors and for all of that money wasted.

You might wonder why I single out this particular institute for criticism. The answer is simple: it typifies all of Russia’s nonstandard institutions of higher learning with its poverty-level wages and meaningless departments that have no connection to the institute’s stated specialty, with its thousands of students studying economics and management and with the government subsidizing it all.

The country needs agronomists, steelworkers and teachers, meaning that institutions training students in those professions should continue operating. The problem is that Russia lacks the brainpower and the willpower to implement the well-considered and radical reforms its system of higher education so urgently requires.

Andrei Panov is an independent commentator. This comment originally appeared in Vedomosti.

Source of the article: https://themoscowtimes.com/articles/russian-education-is-cheap-but-often-bad-36845

Comparte este contenido:
Page 1237 of 2493
1 1.235 1.236 1.237 1.238 1.239 2.493