Por: Esther Pineda.
Las mujeres africanas y afrodescendientes fueron hipersexualizadas, así como, subordinadas mediante la sistemática y repetida violación por parte de los hombres europeos.
El periodo de colonización europea en América no solo supuso un proceso de trastocamiento y desarticulación de los procesos organizativos, económicos, políticos y culturales de los pueblos originarios y africanos, sino también una trasformación de sus procesos relacionales, principalmente aquellos de carácter interpersonal y sexo-afectivo.
En el caso específico de la población africana secuestrada y esclavizada se les prohibió de forma taxativa el involucramiento afectivo y sexual con sus coetáneos, prohibición extendida a sus hijos nacidos en las Américas y, cuyas posibilidades de casamiento o procreación estaban determinadas por la aprobación de los esclavistas; esta la más de las veces estuvo supeditada a sus intereses económicos, es decir, a la necesidad de acrecentar la disponibilidad de pequeños nuevos cuerpos negros para poner a disposición del mercado de la esclavitud. De acuerdo a ello, la prohibición de relacionamiento y cohabitación entre los sujetos esclavizados cumplió una importante función social: 1) Evitar la rearticulación familiar africana y afrodescendiente destruida por el proceso esclavista y el comercio triangular. 2) Limitar la reconfiguración cultural africana y su transmisión transgeneracional. 3) Impedir el fortalecimiento de la identidad africana y afrodescendiente que representaba una amenaza al poder político, económico y social europeo esclavista.
En este contexto las mujeres africanas y afrodescendientes fueron hipersexualizadas, así como, subordinadas mediante la sistemática y repetida violación por parte de los hombres europeos. Esta violencia corporeizada y sexualizada infringida contra las mujeres negras no solo tuvo como motivación la necesidad de satisfacción de los deseos e imaginarios sexuales de los esclavistas en torno a ellas construidos; sino que también fue utilizada como herramienta bélica, es decir, como mecanismo del hombre blanco europeo para afirmar su poder y dominio, como medio para desmoralizar a los hombres negros, pero también, como forma de desarticulación de la resistencia de los esclavizados pues, se creía que la mezcla de la sangre del dominador con la del grupo dominado disminuiría el riesgo de alzamientos contra el poder colonial constituido.
De acuerdo a ello, es posible afirmar que durante el periodo colonial la interracialidad se dio en un contexto de relaciones de poder, en el cual generalmente las mujeres africanas y afrodescendientes fueron requeridas sexualmente por sus amos, abusadas bajo coacción o chantaje. Empero -y aunque no estuvieron exentas de relaciones de poder y desigualdad- también es cierto que existieron formas de relacionamiento sexual y afectivo entre europeos, africanos y afrodescendientes que trascendieron la dinámica comercial y violenta, es decir, organizadas como formas de enamoramiento; no obstante, estas formas de relacionamiento y vinculación entre personas de distintas razas fueron explicita y fuertemente prohibidas a través de los ordenamientos jurídicos de los países colonizados.
Pero la ley no bastó para evitar las relaciones interraciales, y por tanto, la institucionalización del mestizaje no violento y colonizador. Por esta razón, para el sostenimiento y perdurabilidad de esta prohibición se hizo necesario el desarrollo de otras formas de dominación de carácter simbólico, entre ellas: 1) Se construyó una narrativa en la que se desproveyó a la población africana y afrodescendiente de belleza y atractivo físico. Se les asocio a la fealdad, al displacer visual, por lo cual se naturalizó y cotidianizó el rechazo y repulsión a sus cuerpos, su piel, su fenotipo. 2) Se desproveyó a la población afrodescendiente de valores, ética y moral; con ello se hizo imposible su consideración para propósitos formales, duraderos, y por tanto, para la conformación familiar. Esto se logró a través de la configuración de una narrativa en la cual las mujeres afrodescendientes fueron concebidas como mujeres de fácil acceso, de una sexualidad exacerbada, insaciable, lo cual explicaba su supuesta promiscuidad; por su parte a los hombres afrodescendientes se les atribuyó una capacidad y deseo sexual incontenible lo cual los hacia aparentemente violentos, y por tanto, un peligro para las mujeres blancas quienes estaban en riesgo de ser violadas por ellos.
De este modo, los sujetos racializados fueron excluidos y desestimados de la narrativa amorosa al no responder a los estereotipos y patrones de belleza impuesto por los imaginarios e intereses europeos; pero además rechazados al ser convertidos en sujetos inmorales y sexualmente peligrosos. Estos imaginarios tuvieron una mayor efectividad que las prohibiciones estatuidas en las leyes, propagándose y naturalizándose en el tiempo, las cuales se mantienen vigentes aún en la actualidad.
En nuestras sociedades contemporáneas gran parte de la población eurodescendiente aún considera impensable involucrase en una relación sexo-afectiva con un hombre o una mujer afrodescendiente, al seguir siendo estos considerados como un grupo social inferior, al no responder al canon y expectativas de belleza, pero sobre todo, al anidar prejuicios sobre una supuesta conducta sexual libertina, promiscua e irresponsable. Además, como consecuencia de la profunda penetración social del racismo, esta perspectiva también ha sido asumida y reproducida por hombres y mujeres afrodescendientes, quienes se niegan a mantener una relación sexo-afectiva con personas pertenecientes a su mismo grupo étnico, basados en los criterios antes expuestos, pero también, en criterios endorracistas; es decir, en el deseo de abandonar y trascender el grupo de origen, ascender socialmente, pero sobre todo de “mejorar la raza”.
Pero esta discriminación ejercida por hombres y mujeres eurodescendientes racistas, pero también por parte de hombres y mujeres afrodescendientes endorracistas, que rechazan con vehemencia la sola posibilidad de establecimiento relacional con una persona racializada, no es inofensiva; por el contrario, ha favorecido que las relaciones afectivas de las personas afrodescendientes sean significativamente breves, ha tenido como consecuencia menores índices de matrimonio y establecimiento en pareja en este grupo social, y finalmente, ha generado altos índices de embarazo adolescente y ausentismo paterno entre esta población estigmatizada…
Fuente: https://iberoamericasocial.com/interracialidad-o-amor-afrocentrado/
Fotografía: Iberoamérica Social