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Descolonizando saberes y despertando imaginarios en américa latina.

Por:Mateo Aguado.

A pesar de haber recibido juicios variables a lo largo de la historia, la noción de bienestar ha sido considerada prácticamente siempre como la meta común y universal del ser humano. Tal y como sostenía Aristóteles, constituye el fin último de la actividad humana, el bien perfecto por excelencia, pues es algo que elegimos siempre por sí mismo y nunca por otra cosa.

En los últimos años, sin embargo, la preocupación social hacia el bienestar humano ha trascendido los ámbitos filosóficos para incorporarse de lleno a las agendas políticas de numerosos países a lo largo y ancho del planeta. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en Ecuador y Bolivia, en donde el Buen vivir ha sido formalizado como un concepto alternativo de progreso social alejado del PIB y enraizado en los saberes ancestrales de los pueblos originarios del país y en los derechos de la naturaleza.

El Buen vivir: una vida en plenitud, respeto y armonía

A través de diferentes expresiones, los planteamientos sobre el buen vivir han estado presentes en los pueblos originarios del mundo entero desde hace miles de años. No ha sido sin embargo hasta hace poco cuando, con las nuevas Constituciones de Ecuador y Bolivia, la noción del Buen vivir ha sido expresamente incorporada al constitucionalismo mundial a través, respectivamente, de los términos sumak kawsay (“buen vivir”) y suma qamaña (“vivir bien”).

Según Gudynas (2011), la idea del Buen vivir surgió en base a dos empujes fundamentales: la postura discrepante frente al desarrollo convencional, por un lado, y la búsqueda de alternativas para mejorar el bienestar y proteger la naturaleza, por otro. Sea como fuere, el hito político que ha supuesto la inclusión del Buen vivir en las leyes ecuatorianas y bolivianas ha permitido que por vez primera en la historia hayan sido contemplados como sujetos de derechos y de bienestar los pueblos originarios andino-amazónicos (tradicionalmente olvidados) y la propia naturaleza (oPacha Mama), configurando con ello un nuevo tipo de contrato social más amplio, justo y sostenible.

En términos generales, y en sintonía con las ideas de la Antigua Grecia, el Buen vivir podría entenderse como una vida en plenitud: una vida en armonía, respeto y equilibrio con la naturaleza y con el resto de seres humanos (Houtart, 2011; Mamani, 2010). Su noción se relaciona así con la cohesión social, con los valores comunitarios y con la participación activa, factores todos ellos clave en la búsqueda comunitaria de la felicidad y de la realización humana. Pero además, como destaca Ramírez (2010), el Buen vivir también tiene que ver con la disposición de tiempo libre: tiempo para la contemplación y la emancipación así como para que nuestras libertades, oportunidades, capacidades y potencialidades reales se amplíen y florezcan de modo que nos permitan alcanzar aquello que valoramos como deseable en la vida. Para Gudynas (2011) son principalmente cinco los objetivos del Buen vivir: i) buscar la calidad de vida; ii) construir un sistema económico justo, democrático y solidario; iii) fomentar la participación y el control social;iv) recuperar y conservar la naturaleza, y v) promover un ordenamiento territorial equilibrado.

El Buen vivir y los Derechos de la Naturaleza

La perspectiva conservacionista de las últimas cuatro décadas ha estado caracterizada por una tensión constante entre el desarrollo socioeconómico, por un lado, y la conservación de la naturaleza, por otro. Este panorama ha sido, al fin y al cabo, el resultado de una concepción antropocéntrica de la naturaleza que ha tendido a contemplar los ecosistemas como un almacén inagotable de recursos a disposición de los seres humanos.

Frente a este tipo de posturas antropomórficas, los Derechos de la Naturaleza recogidos en el Capítulo Séptimo de la nueva Constitución ecuatoriana abrazan un enfoque biocéntrico de la naturaleza centrado en asumir los valores intrínsecos que poseen los ecosistemas como un sujeto propio de derechos, aceptando con ello, de forma inherente, el derecho a existir que tienen todas las especies (y no sólo la nuestra). El paso dado en este sentido por Ecuador ha supuesto un acontecimiento sin precedentes en la forma en que un Estado soberano concibe sus ecosistemas y su patrimonio natural, abriendo con ello la puerta a reconocer la existencia de límites biofísicos al crecimiento humano.

La filosofía del Buen vivir ha logrado de este modo romper con la idea clásica de concebir el bienestar humano como un asunto relacionado con los ingresos y las posesiones materiales inclinándose, por el contrario, a entender la vida desde una ética de lo suficiente (Boff, 2009); una ética que, basada en promover una vida sencilla, equilibrada y espiritual, transcurra y florezca en comunidad y en hermandad con el resto de seres vivos. Bajo el prisma del Buen vivir lo importante no es por tanto el ser humano o el crecimiento económico, sino la armonía misma con la naturaleza y la vida. Como sostiene Albó (2009), el propósito final no es otro que vivir y convivir bien, no vivir cada vez mejor a costa de otros y de la naturaleza.

El Buen vivir como noción exploratoria de alternativas al desarrollo occidental

Aunque existen numerosos enfoques respecto a lo que debe contemplarse bajo el paraguas conceptual del Buen vivir(una noción teórica y compleja que -conviene no olvidarlo- aún está en fase de construcción), parece existir un consenso bastante razonable en concebirlo como una alternativa al actual modelo de desarrollo capitalista (Acosta, 2013; Gudynas, 2011; Mamani, 2010). En esta línea, autores como Acosta (2013) han sostenido que el Buen vivir podría concebirse como una ventana de oportunidad a través de la cual pensar y debatir sobre nuevas formas de organizar la vida en sociedad; pudiéndose convertir incluso, con el paso del tiempo, en un nuevo paradigma civilizatorio mediante el cual dar respuesta a los grandes retos que en materia de sostenibilidad y justicia el ser humano tiene por delante en los albores del nuevo milenio.

Desde esta óptica contra-hegemónica podríamos interpretar la filosofía del Buen vivir como un importante aporte de las culturas ancestrales andinas orientado a recuperar propuestas tradicionalmente silenciadas por las élites del poder y encaminado a asumir profundas transformaciones sociales que superen los estrechos marcos cognitivos del capitalismo basados en el crecimiento económico y en la acumulación de artefactos como un fin en sí mismo. El Buen vivir trataría así de romper con la imposición monocultural del saber occidental-neocolonial a través de un reencuentro entre el ser humano y la naturaleza basado en el libre florecimiento de vidas buenas y armónicas que no excedan los límites de los ecosistemas.

Tras rebasar las fronteras latinoamericanas, el debate surgido en torno al Buen vivir y a losDerechos de la Naturalezaestá comenzando a impulsar una interesante reflexión política y académica a escala global que podría llegar a sentar las bases para la construcción de un paradigma alternativo al capitalismo que sea capaz de armonizar un desarrollo humano coherente con una naturaleza resiliente y sana. Para lograr tal objetivo será necesario que el Buen vivir se articule con otras iniciativas similares que están comenzando a surgir con fuerza en otras partes del mundo: desde proyectos sociales y comunitarios en Asia y África hasta los discursos críticos con el capitalismo que comienzan a cobrar vigor en occidente (como la corriente delDecrecimiento). A fin de cuentas la noción del Buen vivir podría actuar como un catalizador de nociones dispersas sobre el bienestar, la justicia y la sostenibilidad que ayude a construir una nueva identidad del ser humano sobre el planeta Tierra. Interculturalidad, saberes ancestrales y conocimientos modernos están llamados a entenderse durante el siglo XXI para ayudar a germinar este nuevo paradigma civilizatorio que la lógica humana demanda.

Acosta, A. (2013).El buen vivir: Sumak Kawsay, una oportunidad para imaginar otros mundos. Icaria.

Albó, X. (2009). Suma qamaña = el buen convivir. Revista Obets, 4, 25-40.

Boff, L. (2009). ¿Vivir mejor o “el Buen Vivir”?Revista Fusión.

Gudynas, E. (2011a). Buen Vivir: Germinando alternativas al desarrollo. América Latina en movimiento, 462, 1-20.

Houtart, F. (2011). El concepto de Sumak kawsay (buen vivir) y su correspondencia con el bien común de la humanidad.Revista de filosofía, 69(3).

Mamani, F. H. (2010). Buen vivir/Vivir bien: Filosofía, políticas, estrategias y experiencias regionales andinas.Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas-CAOI.

Ramírez, R. (2010). La transición ecuatoriana hacía el Buen Vivir. En I. León (Ed.), Sumak Kawsay/Buen vivir y cambios civilizatorios (pp. 125-141). Quito: SENPLADES.

Para citar este artículo: Aguado, M. (2016). Descolonizando saberes y despertando imaginarios en América Latina.Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales VI, pp. 30 – 32. Recuperado en: http://iberoamericasocial.com/ descolonizando-saberes-despertando-imaginarios-america-latina.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/descolonizando-saberes-y-despertando-imaginarios-en-america-latina/

Imagen: http://www.contextolatinoamericano.com/media/magazine/articles/buen_vivir.jpg.240x160_q85_crop_upscale.jpg

 

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¿Medir o mejorar los resultados de aprendizaje?

Por. Juan Carlos Tedesco

Asistimos a un renovado debate -tanto a nivel nacional como internacional- acerca de los dispositivos de medición y evaluación de los logros de aprendizaje. Al respecto, es importante recordar que el origen de estos dispositivos se apoyó en el reconocimiento de que uno de los rasgos más importantes de la cultura administrativa de los sistemas escolares es el bajo nivel de responsabilidad por los resultados. Este rasgo -habitualmente subestimado en las críticas que se formulan a los sistemas de evaluación por parte del mundo académico “progresista”- ha sido funcional a la expulsión de los sectores socialmente más vulnerables. La baja responsabilidad por los resultados fue una de las dimensiones sobre las cuales se apoyó el discurso neoliberal de los años 90 para promover la introducción de dispositivos de medición de resultados en la administración educativa. La novedad de ese discurso fue que le atribuyó el fracaso de los alumnos al mal desempeño de los docentes. En ese contexto, los dispositivos de evaluación aparecieron ligados a un mensaje amenazante para los profesores. Pero además de amenazar a los profesores, el discurso neoliberal se basó en el supuesto según el cual la información sobre los resultados mejoraría la calidad de la demanda educativa y crearía relaciones de competencia entre escuelas como mecanismo principal de las políticas destinadas a mejorar la calidad de la educación.

Después de más de veinte años de experiencias, se pueden identificar algunos aprendizajes “dolorosos” del uso de los sistemas de evaluación y medición de resultados.

a) En primer lugar, ya sabemos que medir no mejora los resultados y que la competencia entre escuelas, lejos de mejorar la calidad del conjunto del sistema, fortalece la desigualdad, la segmentación y la inequidad, particularmente en la educación obligatoria.

b) En segundo lugar, las mediciones permitieron ratificar la existencia de un fuerte determinismo social de los resultados de aprendizaje. Más allá de diferencias estadísticamente poco significativas, este es el dato más fuerte que arrojan las mediciones.

c) En tercer lugar, hubo una sobrevaloración de la importancia de los instrumentos de evaluación para mejorar calidad y equidad. Los resultados de las mediciones, asumidos por los medios de comunicación con gran repercusión, tienen un enorme impacto político que no se condice con la relativa solidez técnica que tienen algunos de los instrumentos utilizados ni con la capacidad de dichos medios para interpretar correctamente las informaciones. El efecto desmoralizador de la difusión de los resultados supera la capacidad movilizadora para mejorarlos.

d) Por último, también aprendimos que debemos distinguir claramente la diferencia que existe entre satisfacer demandas y satisfacer necesidades. La capacidad de demanda está desigualmente distribuida y si las políticas educativas se limitan a satisfacer las demandas, se tiende a dejar a cada uno en el lugar que le permite su capacidad de demandar. Transformar la necesidad en una demanda es un proceso complejo, no automático.

Para romper el determinismo social y mejorar los resultados, las políticas educativas han puesto la prioridad en invertir en los insumos materiales del aprendizaje: becas, infraestructura, equipamiento didáctico, tiempo y salarios. Las evidencias empíricas disponibles indican que dichas inversiones no están provocando los cambios esperados. Es cada vez más evidente que para mejorar la calidad de la educación es preciso poner el foco en las estrategias de enseñanza y aprendizaje y en su utilización por parte de los actores del proceso pedagógico (docentes, alumnos, familia). Obviamente, esto no significa que haya que dejar de medir resultados e invertir en mejorar los insumos materiales del aprendizaje. Es preciso continuar con esas líneas de acción, pero para que dichas líneas provoquen mejores resultados, particularmente en los alumnos que provienen de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, es necesario entrar en ese espacio que -de manera a veces peyorativa- los especialistas en políticas de la educación denominan la “caja negra” del proceso educativo y responder a las preguntas básicas de la pedagogía: ¿qué se enseña, quién enseña y cómo enseña?

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/2016/10/24/medir-mejorar-los-resultados-aprendizaje/

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Movilización ciudadana pide nunca más volver a la guerra

Por. Oto Higuita

De la incertidumbre y parálisis en que quedó Colombia tras el pírrico triunfo del No el pasado 2 de octubre, ilegitimado inmediatamente por uno de sus voceros cuando declaró a la prensa que manipularon y mintieron; se pasó a un estado de movilización y acciones directas permanentes de la ciudadanía a lo ancho y largo del país que han trasformado el ambiente político nuevamente.

Supporters of the peace deal signed between the government and the Revolutionary Armed Forces of Colombia (FARC) rebels gather at Bolivar Square during a march for peace in Bogota, Colombia, October 20, 2016.

Entre el 2 y el 7 de octubre el No ganó el plebiscito; se convocó a grandes movilizaciones ciudadanas en las capitales, encabezadas por estudiantes, jóvenes, víctimas y ciudadanía en general; el país conoció por confesión del jefe de campaña del No cómo se manipuló y engaño; y le fue concedido el premio nobel de Paz a Juan Manuel Santos; hechos que vistos en su conjunto permitieron pasar de un estado general de pesimismo a uno de creación y esperanza, confirmando que las crisis sociales traen consigo el embrión de lo nuevo.

No es para menos, una sociedad politizada por la fuerza de los acontecimientos políticos, independientemente que más del 60% de la población apta para votar no lo haya hecho, confirma una variable que se repite a lo largo de la historia de las luchas de los pueblos: son grupos pequeños en su origen, los que dotados de conciencia, objetivos y agenda, transforman no solo la política, sino la vida social misma de las sociedades incluyendo  la de aquellos que nunca alcanzan a asumirse como sujetos políticos del cambio.

Vivimos un momento histórico de gran creatividad, de miles de iniciativas y acciones donde el debate político sobre los Acuerdos, su importancia e implementación, trasciende los mismos y a sus protagonistas, el gobierno de Juan Manuel Santos y Las FACR-EP; porque los han asumido millones de colombianos que han entendido que este es el momento para un cambio que se sabe comenzó pero no cómo va terminar. Luchan ideas del cambio contra lo estático e inamovible en la sociedad. Lucha la esperanza democratizadora contra la tradición conservadora.

Ideas de cambio y transformación que cuentan con la gente que está en las plazas públicas, los parques, las acampadas, las movilizaciones, los foros y todo tipo de acto que reafirma la condición de actores centrales a los constituyentes primarios y soberanos que hoy participan directamente en las decisiones sobre el rumbo del país. Incluidos los cabildos abiertos y los procesos constituyentes, que sean capaces de convertirse en una potencia suficientemente creadora para convocar una Asamblea Nacional Constituyente que sirva a los intereses de los excluidos, de los sectores populares, de las víctimas y las grupos significativos de ciudadanos que reivindican sus derechos y el cambio de modelo económico que aliena, consume y destruye la vida.

La sociedad colombiana está dividida, negarlo sería inútil, por eso es momento de ganar el mayor consenso político posible entorno a los Acuerdos y el potencial de cambio que ellos encierran para que no nos hagan conejo como con el plebiscito del año 57, que fue excluyente y frentenacionalista, que pacificó el país, recuperó el orden social e impuso un pacto de clase entre liberales y conservadores para seguir gobernando a su antojo. Esta vez no va a pasar, si el constituyente primario y soberano asume su rol e impone desde las calles y la movilización un acuerdo que incluya a la ciudadanía participativa, única garantía de impedir un pacto nacional por arriba entre las dos facciones de la oligarquía que encabeza el santismo y el uribsimo.

No es como algunos han creído que los diálogos por sí mismos nos llevarían a la apertura democrática y al cambio del modelo económico y social, aboliendo la pobreza y expulsando las trasnacionales como puntos incluidos, eso es una ilusión de algunos que se atrincheran desde cómodas críticas y posiciones. De antemano cualquiera con un sentido básico de qué es la política y el poder, sabe que ninguna de las insurgencias, ni siquiera si se aliaran las tres, podrían imponerle hoy a la oligarquía y quienes los patrocinan unas condiciones que no se ganaron en la guerra. Es un asunto de factores reales de poder, correlación de fuerza. Esa es una elemental lección que deberíamos saber.

Por supuesto la alianza del santismo, la mal llamada Unidad Nacional, disputa la hegemonía del poder político en Colombia con otra fuerza que creó una alianza con los terratenientes que pretenden legalizar el despojo de tierras, con la corriente conservadora restauradora, algunas iglesias evangélicas y cristianas que manipulan desvergonzadamente la mente de millones de creyentes incautos y analfabetas políticos, con grandes empresarios y algunos peleles reaccionarios de la extrema derecha mundial.

Fuerzas noeconservadoras y restauradoras cuya agenda política parte de unas premisas que de imponerse, sería negar la posibilidad a la solución política del largo conflicto armado. ¿Qué buscan? La defensa a ultranza de un modelo de sociedad y régimen político que ha demostrado ser un fracaso en los últimos 60 años, y solo es posible sostener militarmente. Atravesarse en los acuerdos y arruinarlos. Impedir la democracia directa. Anular la participación política de los actores políticos armados, las guerrillas. Por eso quiere sacar de los acuerdos la Justicia Transicional o Justicia Especial para la paz. Y la rendición de las guerrillas, llevando a su comandancia a la cárcel.

Esa posición intransigente de la extrema derecha, añora el humo que brota del cañón del fusil. La nueva generación y la ciudadanía que está movilizándose en las calles y plazas públicas, desea ver brotar la primavera en Colombia. Son dos visiones muy distintas las que se enfrentan hoy en el país. No hay que hacerse ilusiones, mantener en alto la bandera por el cambio.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Movilizacion-ciudadana-pide-nunca-mas-volver-a-la-guerra-20161021-0002.html

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Reformas que van y vienen: La primera década del siglo

Por. Roberto Rodriguez

Llegó el nuevo milenio y con él un cambio de rumbo en el escenario político nacional. El 2 de julio de 2000 fue electo Vicente Fox Quezada, representante de la fórmula PAN-PVEM, y la misma agrupación alcanzó en el Congreso mayoría relativa: 42.5 por ciento en la de diputados y 38.2 por ciento en el senado. La victoria de la oposición se presentía desde los comicios de 1997, cuando por primera vez el PRI perdió su mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Sin embargo, el resultado no dejó de ser sorpresivo luego de siete décadas del predominio casi total del Revolucionario Institucional en las esferas del poder público.

Durante su campaña Vicente Fox estableció un decálogo de compromisos en caso de ser electo. En materia educativa enunciaba dos: mantener el carácter laico de la educación pública, y que “la educación sea prioritaria y se garantice el aumento sustantivo de los recursos a la educación y la investigación, el combate efectivo al rezago educativo, así como el incremento en el promedio de escolaridad y de la calidad educativa de los mexicanos” (compromisos primero y sexto de la campaña, 30 de mayo del 2000). De las propuestas concretas para el campo educativo destacaban dos: implantar un amplio sistema de becas para subsidiar a estudiantes de escasos recursos en los niveles de educación media superior y superior, y aprovechar las tecnologías digitales de información y comunicación para mejorar la oferta escolar en términos de cantidad y calidad.

Una vez electo, Fox tomó la opción de encargar a grupos especializados la elaboración de propuestas técnicas que sirvieran de base para la integración de los programas sectoriales que se integrarían al Plan Nacional de Desarrollo (PND). También tomó la decisión de encargar los trazos generales del PND a especialistas de distintas áreas y disciplinas, varios de ellos reclutados por los head-hunters que apoyaron la integración de los grupos de trabajo del presidente electo.

En ese marco se designó al entonces director general del ITESM, Rafael Rangel Sostmann, para que coordinara el equipo de colaboradores encargado del diseño de propuestas de políticas educativas para el sexenio. En el denominado “equipo de transición del presidente electo para el área educativa” participaron una docena de especialistas, varios de ellos académicos de reconocida trayectoria en investigación educativa, y el resto más bien expertos en planeación y gestión de instituciones educativas públicas o privadas. El resultado de su trabajo se plasmó en el documento titulado “Bases para el Programa Sectorial de Educación 2001-2006”, que sería tomado como importante referencia, aunque no exclusiva, en la integración del programa educativo del sexenio.

Tal y como aclara Felipe Martínez Rizo, para la confección del programa sectorial, elaborado en el primer semestre de 2001, se tomó en cuenta, además de las aportaciones de las “Bases”, los diagnósticos y propuestas elaboradas por las distintas áreas de trabajo de la SEP, así como las recomendaciones elaboradas por el SNTE para los niveles de educación básica y el sistema de normales públicas (véase Felipe Martínez Rizo, “Las políticas educativas mexicanas antes y después de 2001”, Revista Iberoamericana de Educación, núm. 27, 2001).

¿Cuáles fueron las principales novedades de la política educativa del sexenio? La primera, el subprograma “Educación para la vida y el trabajo”, que venía a sustituir al modelo de educación de adultos desarrollado hasta entonces. Surgió con metas muy ambiciosas (reducir significativamente el analfabetismo y el rezago escolar) y con un enfoque que enfatizaba el potencial educativo de las tecnologías digitales. Para educación básica se proponía la Reforma de la Educación Secundaria (RES), así como la articulación curricular de los tres niveles: preescolar, primaria y secundaria. Se proponía también la elaboración de un diagnóstico completo de la problemática de la educación media superior para derivar del mismo una propuesta de reforma integral.

No podía faltar la propuesta del sistema de becas, que tomó la forma de un Programa Nacional de Becas y Financiamiento para Educación Superior (Pronabes), así como el fortalecimiento de los programas los compensatorios para educación básica, y la creación del programa Oportunidades, en 2002, en reemplazo del anterior Progresa, que habría de incluir un componente educativo para apoyar las oportunidades educativas de la población más vulnerable.

Uno de los programas en que la administración Fox depositó mayor confianza como seña de propósitos de renovación fue el denominado Enciclomedia, a través del cual se buscaba aprovechar tecnología y materiales digitales (computadoras y pizarrones electrónicos) que apoyaran el trabajo del maestro y motivaran el aprendizaje de niños y jóvenes. Tras varios años de preparación Enciclomedia inició en 2004, y de entonces hasta el fin del sexenio tuvo un importante respaldo presupuestal.fox
A las propuestas indicadas cabe añadir las correspondientes a la gobernanza del sistema. Al respecto se decidió la integración de tres órganos colegiados: el consejo nacional de autoridades educativas, el consejo nacional de especialistas, y la reestructura del consejo nacional de participación social. El primero fue autorizado hasta el final del sexenio, el segundo se integró hacia 2004 apenas logró trascender el sexenio de Fox, mientras que el Conapase, a pesar de las intenciones de reforma, conservó su estructura hasta el final de la administración.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/reformas-que-van-y-vienen-la-primera-decada-del-siglo/

Imagen: www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2016/10/gordillo_historia_10-300×206.jpg

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En busca del sentido de la educación

Europa/España/Octubre 2016/José Gimeno Sacristan/http://www.edmorata.es/

Gimeno Sacristan:

Este comentario viene a colación de cómo las propuestas políticas tienen una visión de la educación poco exigente en lo que se refiere a la amplitud de fines, matices del discurso y con pocas ambiciones. Sin embargo, se las ve muy preocupadas en demostrar la eficacia, controlando por medios técnicos el funcionamiento de los sistemas escolares, el diagnóstico y comparación de resultados. Da la impresión de que la educación como utopía está agotada. Y eso conduce a la desaparición de preguntas importantes que movilicen el pensamiento y la investigación.

En la evaluación de los procesos de enseñanza-aprendizaje, lo exigido al alumnado acaba concretando lo que nos importa más conseguir y, así, en las políticas educativas nos pasaría lo mismo: que acaban reduciendo la educación a lo que exigen en la evaluación del sistema. La evaluación se convierte de esa forma en la manera directa de intervenir en la mejora de la calidad y, de paso, hace de ella el instrumento para hacer política educativa. Las razones para evaluar parecen agotar lo que son las razones para educar. Esta es una de las explicaciones del auge de las evaluaciones externas: suplen a otras políticas de control del conocimiento (del currículo), de la innovación y de la formación del profesorado, al convertirse en toda una pedagogía.

Como ya sabemos, se denominan evaluaciones externas a aquellas que son realizadas por personas, agencias o instituciones locales, nacionales o internacionales, siempre ajenas a quienes van a ser evaluados. Existe un amplio espectro de ejemplos de este tipo de evaluación, desde el informe que hace un inspector en un centro hasta el informe de evaluación que realizan las agencias de calificación de riesgos en el mercado financiero en un determinado país para dar confianza a los inversores. Seguro que a muchos nos suena más la agencia Moodys por su presencia en la crisis económica. Las auditorías son otra forma de información elaborada, destinada a dar cuenta de cómo funciona una institución, una empresa, los efectos de un programa, etcétera. Estas evaluaciones se encargan puntualmente o se llevan a cabo dentro de una estrategia de seguimiento de la evolución de determinados aspectos.

En educación también tenemos nuestras particulares agencias de rating tipo Moodys. Las evaluaciones externas que, en nuestro caso, se realizan promovidas por las administraciones desde fuera aplicando pruebas que valoran al alumnado en una serie de indicadores, cumplen determinadas funciones y tienen, también, efectos secundarios no fáciles de controlar.

Tenemos conocimiento y experiencia en España acerca de algunos ejemplos de evaluación externa, por ejemplo, las reválidas y las pruebas finales de acreditación. La reválida (como su nombre indica, consista en unas pruebas de evaluación de los contenidos dados en un determinado ciclo de enseñanza), cuya justificación no es fácil que la hagan explícita quienes sostienen su bondad. Podemos preguntar irónicamente si es que se quiere que el estudiante tenga que rememorar (repasar) lo que en su día tuvo que aprender para superar las materias o áreas del currículum provocando el repaso de los contenidos cursados, lo cual no tiene sentido, pues, por la misma lógica, habría que realizar constantes reválidas. Revalidar no es dar más educación ni mejor enseñanza, sino una dificultad añadida a los estudios, pudiendo comprobarse que indican el tipo de aprendizaje que es considerado útil para superarlas.

Otro argumento muy utilizado es pensar que poner en el horizonte una prueba de reválida de cuya superación depende la obtención de una titulación será un modo de fomentar la motivación y el esfuerzo mirando el arco de triunfo de la salida. Un argumento que el alumno contestaría con la pregunta: «¿Tan largo me lo fiáis?» que hace Don Juan cuando la pecadora le recuerda que hay infierno y muerte. ¿No se le puede ofrecer al alumno otra motivación?

Las reválidas sí que cumplen una función segura, la de seleccionar a los alumnos más débiles, por lo que no es moralmente aceptable cuando esas pruebas se aplican en la educación obligatoria. Siendo dudosa la utilidad más allá de ese periodo.

En el Libro Blanco (1969) que precedió a la Ley General de Educación de 1970 se razonaba la supresión de las dos reválidas que existían tras los bachilleratos elemental y superior, como medidas para aumentar la afluencia y permanencia en el sistema educativo de una creciente población joven, mejorando su nivel cultural.

Aquellas pruebas estrangulaban la pirámide escolar. En el curso 1965-66, la mitad de los alumnos no superaba la reválida del Bachillerato Elemental (cursado entre los 10 y los 14 años). Un 43% fracasaba en la de Bachillerato Superior. Los reprobados se veían obligados a salir del sistema y nutrían la que se denominó ironías del lenguaje enseñanza libre, que no era otra cosa que clases para fracasados en academias, impartidas en muy malas condiciones, o tenían que valerse de los apoyos de profesores particulares, siempre pagados por las familias. No conocemos a nadie que haya argumentado que la supresión de aquellas pruebas fuera entonces causa de deterioro alguno de la calidad del sistema educativo, sino más bien al contrario: democratizó la educación y mejoró el nivel del país.

Las reválidas o cualquier otra prueba externa al final de ciclo, cuya función sea la de acreditar la suficiencia para obtener una determinada titulación, significa recelar y desconfiar del sistema de enseñanza en general y, especialmente, del profesorado que es el que controla el aprendizaje y la progresión de mismo. No se confía en que imparta los contenidos estipulados, o no los exija con el nivel de dificultad debido.

Suele argumentarse que, precisamente, porque hay diferencias entre profesores y centros cuando desarrollan el currículo, cuando se requieren desiguales niveles de exigencias, la prueba externa a todos ellos los pondría en igualdad de condiciones para obtener los mejores resultados, de acuerdo a las posibilidades de cada uno.

Este es un argumento que se da para justificar la prueba de Selectividad a la entrada de la enseñanza universitaria, pues de esa forma los colegios públicos quedan igualados a los privados, al ser medidos no por las calificaciones de sus respectivos profesores, sino por una misma medida. Lo cual no creo que anule las desigualdades que pudieran existir, las cuales vienen de más atrás, de los procesos de selección que realizan algunos centros privados y que se manifiestan en todo momento. El efecto corrector de las pruebas sería eficaz en el caso de que algún centro falseara las calificaciones.

Las pruebas externas que dan lugar a acreditaciones o títulos pueden justificarse como una medida para mantener la cohesión de un sistema educativo dentro de un Estado, pues garantizaría la exigencia de asimilar la cultura seleccionada como patrimonio para todos igual para todos en todo el territorio. En España está ocurriendo todo lo contrario. Las comunidades autónomas quieren diferenciarse haciendo sus particulares evaluaciones externas o que se les proporcionen sus resultados segregados, como ocurre en el proyecto PISA, creando retratos diferenciados de cada una de ellas. Si se recurre a las pruebas externas como el mecanismo para homologar territorios, será porque fallan otros controles, como es la Alta Inspección, las regulaciones estatales del currículo o las orientaciones sobre los materiales curriculares.

José Gimeno Sacristán es catedrático de Didáctica de la Universidad de Valencia. Este es un extracto de un capítulo del libro En busca de sentido de la educación, que publicará la editorial Morata este año.

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La innovación pendiente en educación

Por. CRISTÓBAL COBO

Hoy existe un gran entusiasmo por tecnologizar la educación. Sin embargo, la llegada de la tecnología no es a costo cero. Autores critican que la abundancia de información en los espacios digitales en vez de amplificar nuestras posibilidades las restringen (ej. dependencia, individualismo, superficialidad, exclusión, etc.).

En un contexto de hiperinformación puede ser difícil no verse fuertemente influenciado (o infoxicado) por las creaciones de otros. Es fácil adoptar un lenguaje cacofónico dentro de Internet. Un claro ejemplo de ello son las charlas TED, que si bien son una notable fuente de inspiración, ya se han hecho tan ubicuas y repetitivas que su formato dejó de ser novedoso. ¿Si todos ven las mismas charlas y leen a los mismos referentes no hay un riesgo de un reduccionismo intelectual?

Lo que fue innovador en algún momento puede que hoy ya no lo sea. ¿Cómo hacer para no caer en la vorágine de estar siempre persiguiendo la tecnología de turno y no olvidar lo sustantivo? ¿Adoptar tecnologías para poner viejas ideas en nuevas plataformas o abrir espacio a pensamientos y formas divergentes de crear conocimiento independientemente del dispositivo? Aspirar a que los educandos estén en línea y las escuelas estén conectadas, si bien es positivo puede que no sea suficiente. Se puede ser tan creativo con tecnologías como sin ellas. La clave está en comprender que el cambio más sustantivo es cognitivo y no tecnológico.

El binomio tecnología y conocimiento se hace más complejo cuando vemos que de manera creciente, las tecnologías van ganando terreno y comienzan a desplazar a algunas profesiones. Es decir, cuando sofisticados algoritmos logran procesar complejos y extensos volúmenes de información de manera similar o incluso mejor a cómo una persona lo haría al momento de tomar decisiones. Esto se debe, entre otras causas, al acelerado desarrollo de la inteligencia artificial.

Si esta transición se tratase solamente de reemplazar a los trabajadores que realizan tareas mecánicas (no creativas) por máquinas, entonces no estaríamos muy lejos de lo que fue la revolución industrial. Pero esta nueva transformación tecnológica busca ir mucho más allá de automatizar las habilidades funcionales que requieren de limitada creatividad durante su operación. Ahora, las computadoras aprenden por sí mismas mediante la generalización de datos en lugar de tener que ser programadas por las personas. A esto se le conoce como aprendizaje de máquinas (machine learning) y ocurre cuando un programa puede modificar algún aspecto de sí mismo a través de datos o registros en lugar de ser programada para ello. El objetivo de la inteligencia artificial es conseguir que las computadoras hagan las cosas que en el pasado requerían de inteligencia humana.

Nos interesan los robots que crean y son creativos, señalan los científicos del Creative Machines Lab de la Universidad de Columbia. Hoy crecen las voces que advierten que los trabajadores tenderán a ser clasificados en dos categorías. Las preguntas clave para ello serán: “¿Eres bueno para trabajar con máquinas inteligentes o no? ¿Son tus habilidades un complemento de las capacidades de la computadora o la computadora funciona mejor sin ti?”. Aunque no sean preguntas que usualmente estén en la agenda de los sistemas educativos, quizá sea pertinente incorporar interrogantes como, por ejemplo: ¿cómo pensar en una formación a prueba de futuro?, ¿ y si el costo de tener máquinas que piensan es tener gente que no?, ¿cuáles serán las habilidades creativas que no serán reemplazables por los nuevos desarrollos tecnológicos?

El 28 octubre estaremos en la próxima Bett Latin America Summit de Ciudad de México para explorar estas ideas y sus implicancias en la educación. Más información en el nuevo libro publicado por Penguin Random House, “La Innovación pendiente: Reflexiones (y provocaciones) sobre Educación, Tecnología y Conocimiento“

Fuente: http://mundoejecutivo.com.mx/economia-negocios/2016/10/20/innovacion-pendiente-educacion

Imagen: mamadigital.mx/blog/wp-content/uploads/2016/06/elearning-video-chat.jpg

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Eduy21: para educar mejor

Por. Antonio Mercader

La madre de todas las reformas es la reforma educativa”. Esta frase del historiador Gerardo Caetano fue una de las más acertadas entre las que se oyeron durante la presentación de Eduy21, una asociación privada dedicada a trabajar por la educación nacional. Una frase que de alguna forma evocaba aquella de Tabaré Vázquez pronunciada en su primer mandato sobre la trascendencia de la -prometida y nunca concretada- reforma del Estado.

Por supuesto que reducir, modernizar y agilizar el Estado uruguayo es una asignatura urgente, pero más lo es reformar la enseñanza. Eduy21, conformada por académicos, expertos y representantes de diversos sectores sociales, se propone colaborar en esa tarea en la que al país se le va, si no la vida, al menos buena parte de su futuro. Ya sea en la economía, la seguridad, la salud o el cuidado del medio ambiente, sus perspectivas dependerán de aquí en más de la formación que se brinde a las nuevas generaciones.

La presentación de Eduy21 dejó en claro esa preocupación por el porvenir. Aunque parezca un lugar común decir que el mundo cambia aceleradamente y que hay que prepararse para los cambios, más vale asumirlo entre todos y entender que con el sistema educativo actual vamos al despeñadero. Renato Opertti, un especialista de prestigio internacional y miembro de la nueva asociación, sintetizó así el objetivo: “Transmitimos conocimiento de forma magistral, pero el mundo que se viene necesita alumnos que produzcan conocimiento”.

El desafío no puede ser más acuciante.

El mundo laboral, tal como lo conocemos, está dejando de existir como lo muestran quienes predicen que de aquí a veinte años -o menos-, no se necesitarán la mitad de los puestos de trabajo que hoy existen. Basta ver cómo se manejan las grandes plantas productoras de celulosa en Uruguay -computación, robótica y logística mediante- para saber que ese vaticinio es correcto. Eso no significa que la educación deba rendir culto exclusivo a la tecnología, pues tan necesario como enseñar el dominio de los nuevos instrumentos es moldear ciudadanos de mente abierta, creativos, con sólida cultura y, sobre todo, emprendedores.

Uno de los principales responsables de esta oportuna iniciativa ciudadana, el maestro Juan Pedro Mir (ex-director de Educación), lo formula así: “Reconocer los cambios vertiginosos que estamos viviendo y que hace que nuestras instituciones fundamentales (familias, partidos políticos, Estado, agremiaciones, iglesias, y por supuesto sus instituciones educativas) se vean interpeladas y resignificadas”. Eduy21 parte de la base de que en esa labor debe participar no solo el sistema educativo sino “otros espacios que también están en crisis”.

“Para educar a un niño hace falta todo un pueblo”, reza un antiguo proverbio africano que resalta que la causa de la educación es de todos y no sólo patrimonio de las escuelas y los docentes. Ojalá que esta nueva institución que surge con el auspicio de tantas personalidades logre encolumnarnos a todos en una empresa que tiene al menos una parte del trabajo hecho: el diagnóstico de los males que afligen a la educación nacional. Ahora que sabemos lo que no hay que hacer en la enseñanza, Eduy21 puede ayudarnos a enderezar el rumbo.

Fuente: http://www.elpais.com.uy/opinion/eduy21-educar-mejor-enfoque-mercader.htm

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