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Google, doctrina del shock y liquidación de la escuela pública

 

Las plataformas educativas no son “herramientas pedagógicas”, sino espacios virtuales cuya estandarización bajo el control de los grandes gigantes tecnológicos puede llevar a la desaparición de la escuela pública.

Como viene recordándose estas últimas semanas, los momentos de crisis y excepcionalidad son aprovechados por el poder, según advertía Naomi Klein hace ya algunos años, para imponer a la ciudadanía ―temerosa y preocupada por los problemas inmediatos que tales situaciones suponen― los cambios estructurales que necesita el capital para perpetuar las relaciones de dominación que nos han llevado al decadente mundo que habitamos. El shock que ha sufrido la escuela pública con motivo del actual estado de alarma teniendo que, de la noche a la mañana, reestructurar todo su trabajo en base a la docencia telemática puede considerarse, sin duda, un caso particular de esa excepcionalidad “crítica” a la que nos referimos.

Al menos desde la administración educativa que conozco, la aragonesa, la manera en que se ha afrontado esta situación ha estado, en términos generales, caracterizada por la ausencia total de organización, dejando a los equipos directivos y a los y las docentes totalmente desvalidos y arrojados a una lógica, la del mercado, en cuyos parámetros los grandes gigantes tecnológicos ―como Google y su plataforma G-Suite― tienen todas las de ganar. Los tiempos y los “valores” del capital han “colonizado” nuestro horizonte ético y pedagógico y ―sometidos tanto al shock vírico como a la necesidad de seguir siendo productivos― las decisiones acerca de cómo continuar con nuestra labor docente han acabado por tomarse en base a criterios que nos empujan a perpetuar aquellos “valores” y lógicas que, como decíamos, nos han llevado a la situación actual: rentabilidad, productividad, inmediatez…

Esta situación ha generado, al menos, dos consecuencias negativas.

Por un lado, estamos proveyendo a estos gigantes tecnológicos de una mercancía prácticamente inagotable en un sistema basado en la escolarización obligatoria hasta los 16 años (en el caso del Estado español): toda la comunidad educativa (no solo el alumnado). La mercancía a la que nos referimos es, como sabemos, nuestros datos. ¿Llegará un día ―si no ha llegado ya― en que las grandes empresas y agencias de empleo compren a Google los datos y valoraciones individuales de nuestro alumnado que los y las docentes, tan ingenuamente, compartimos en Google Drive? Si tenemos en cuenta, además, la tendencia general a afirmar la necesidad de que, cada vez más, todo trabajador o trabajadora ―formarlos es el cometido fundamental de la educación― va a tener que estar sometido a un proceso continuo de aprendizaje a lo largo de toda su vida laboral, el botín se vuelve mucho más suculento.

Por otro, la asunción de, fundamentalmente, G-Suite como un estándar educativo supone convertir la escuela pública en un espacio de “formación” de consumidores ―tanto de los productos de Google como en términos generales― en un sentido fuerte de la palabra: aquellos cuyos hábitos de consumo se basan exclusivamente en criterios económicos, de utilidad, de inmediatez y de autosatisfacción. Nunca en base a criterios éticos. La economía, según el credo liberal, no tiene nada que ver con la ética, sino con las “leyes del mercado”, de la rentabilidad y de la productividad y, por tanto, las prácticas de consumo, tampoco. Eso estamos “enseñando”.

¿Imaginan un mundo en donde tanto la estructura educativa como los contenidos obligatorios que se imparten en la escuela estuvieran controlados por los algoritmos del gigante tecnológico?

“ESPACIOS VIRTUALES” Y PRIVATIZACIÓN DE LA ESCUELA PÚBLICA

Pero además de estas consecuencias ―ya advertidas desde hace tiempo― creo necesario destacar que las plataformas como G-Suite no son “herramientas pedagógicas” en sentido estricto, como puedan serlo los libros de texto (sobre los que también habría mucho que decir). Lo que en realidad suponen es la creación de un espacio pedagógico, en este caso virtual, que está aprovechando la actual situación para profundizar su presencia en la escuela pública y mostrar su carácter necesario (sin alternativa posible). Un espacio, obviamente, privado y sujeto a la lógica del capital que ya conocemos.

Si, como suelen repetir generación tras generación, los y las alumnas ven la escuela como una cárcel, es decir, como un dispositivo de encierro, vigilancia y disciplina (y eso sin necesidad de saber quién es Foucault), el nuevo espacio educativo virtual supone una actualización de tales dispositivos. Pero no es objetivo de este texto desarrollar esta idea. Sí lo es, sin embargo, el subrayar que, si de una u otra manera todavía confiamos en que lo estatal pueda hacer frente a los intereses del poder económico, la cuestión toma tintes aún más dramáticos si dichos dispositivos los dejamos en manos de grandes plataformas de carácter privado como G-Suite.

La repetición constante de que el actual escenario pandémico puede repetirse en el futuro es un dato difícilmente refutable. Y a partir de él es perfectamente factible ―vía doctrina del shock― que se profundice paulatinamente en la creación de un espacio pedagógico virtual que vaya ampliando su relevancia en detrimento del espacio físico de la escuela. Un proceso que en estas semanas ha dado un paso gigantesco pero que ya lleva gestándose desde hace años.

¿Es descabellado pensar en la posibilidad de que la escuela física acabe por ceder su centralidad al espacio virtual creado por las plataformas educativas? ¿Podría llegar el caso de que, incluso, la sustituyera?

¿Es descabellado, por tanto, pensar en la posibilidad de que la escuela física acabe por ceder su centralidad al espacio virtual creado por las plataformas educativas? ¿Podría llegar el caso de que, incluso, la sustituyera? ¿Qué sentido tendría entonces la existencia de diferentes escuelas en diferentes barrios y poblaciones? ¿No sería más adecuado, llegado el caso, que existiera una única escuela basada en criterios técnicos que, consecuentemente, diera la espalda por completo a los problemas que se dan en los contextos sociales en los que las escuelas ejercen su labor? ¿Y qué ocurriría con la escuela pública si tal espacio único se trasladase en su totalidad a empresas como Google? ¿Imaginan un mundo en donde tanto la estructura educativa como los contenidos obligatorios que se imparten en la escuela estuvieran controlados por los algoritmos del gigante tecnológico? La expresión “pensamiento único” supondría una interpretación, sin duda, optimista de tal escenario. En definitiva ―y paralelamente al proceso de privatización de la escuela pública que estamos presenciando desde hace años― a lo que estaríamos asistiendo sería a una educación que pasaría de pertenecer al ámbito de los derechos fundamentales a hacerlo al de los servicios; y sus “usuarios”, de ser ciudadanos y ciudadanas a ser clientes. No creo necesario extenderme en lo que todo ello implicaría.

Al margen de que, en opinión de quien esto escribe, el contacto directo entre profesorado y alumnado es un elemento insustituible del proceso educativo, es responsabilidad de la administración educativa ―dado que estamos hablando de la escuela pública― el facilitar un espacio virtual seguro y ético, como lo es el de facilitar un espacio físico. Sin cerrar los ojos a la posibilidad muy real de que el propio Estado pudiera aprovechar tales espacios para ejercer un control férreo de los procesos educativos y de lo que a través de ellos se discute y se cuestiona, el dejar en manos de gigantes tecnológicos dicho espacio no supone más que la privatización de facto de la escuela pública y el sometimiento de ésta a las lógicas e intereses del sector privado.

Pero, ¿y si la administración educativa, como está sucediendo, no cumple con esa responsabilidad fundamental?

EL PAPEL DE LA COMUNIDAD EDUCATIVA

Sabemos que el Estado representa, en muchas ocasiones, una extensión de los intereses del capital y, por tanto, nuestra responsabilidad, como comunidad educativa y como sociedad civil, es la de tratar de, especialmente en momentos como el actual, frenar las lógicas autoritarias que representa. Si el Estado no cumple con sus obligaciones con la comunidad educativa, plegándose a los intereses del poder económico, se debería actuar en consecuencia.

Cuesta entender, por tanto, porqué colectivos e individuos que hacen de la defensa de lo público y de la cooperación como forma no solo de salir de la crisis actual, sino también de construir un mundo alejado de la explotación y el individualismo capitalistas, desarrollan su trabajo a través de herramientas que, no solo de manera simbólica, representan la voracidad, el individualismo y la disolución de la privacidad y, muy probablemente, de las libertades individuales y colectivas. Cuesta, en definitiva, entender que las herramientas educativas de Google se hayan convertido, casi sin oposición, en un estándar educativo entre el profesorado y los centros sabiendo, por ejemplo, que dicha empresa, a través de su plataforma G- Suite, “recopila datos sobre la localización de los menores, las páginas web que visita, sus grabaciones de voz y su agenda de contactos”. El Estado y, en este caso, la administración educativa, no deben convertirse en el chivo expiatorio de nuestras responsabilidades. Y cuando optamos por utilizar G-Suite en nombre de lo fácil e intuitivo que resulta, de su utilidad y de su carácter “gratuito”, estamos, precisamente, tomando la decisión de someter la escuela pública al esquema de valores del capital escudados en que el Estado no está cumpliendo con su deber (como si eso fuera algo nuevo), cuando no, directamente, contribuyendo a la privatización de la escuela pública.

Si la administración está permitiendo la “naturalización” de una situación que va contra los valores más básicos que deben regir la escuela pública, nuestra responsabilidad es la de responder con contundencia.

No hay ninguna duda de que, en este caso concreto, la responsabilidad de las administraciones educativas está por encima de todas las demás ―ya sean individuales o colectivas―, pero el silencio y el conformismo con el que la comunidad educativa está respondiendo ante este nuevo episodio de la ofensiva neoliberal debe también ser objeto de crítica. ¿Y si el alumnado y sus familias se negaran a hacer uso de aquellas plataformas que invaden descaradamente sus derechos? ¿Y si el profesorado, paralelamente, se hubiera negado a realizar todo trabajo telemático hasta no contar con una plataforma ética proporcionada por la administración para la realización de dicho trabajo? ¿Consentiríamos que Ikea nos suministrara gratuitamente mobiliario escolar bajo la condición de poder poner cámaras y micrófonos en las aulas? ¿Consentiríamos que Coca-Cola o Telepizza ―lo sé, es un mal ejemplo, lo que lo hace aún más relevante― hicieran lo mismo en nuestros comedores escolares? Es más, ¿consentiríamos que las administraciones educativas no facilitaran los espacios físicos necesarios para la escuela pública y tuvieran que ser los equipos directivos o, incluso, los y las docentes las que tuvieran que buscar esos espacios? ¿Optaríamos por hacer uso de locales propiedad de fondos buitre a cambio de convertir nuestra privacidad y nuestras vidas en mercancía? Con seguridad ―al menos de momento― los y las docentes nos negaríamos en redondo a realizar nuestro trabajo en tales circunstancias. ¿Por qué entonces lo consentimos, sin ni siquiera alzar la voz, cuando se trata de espacios virtuales?

Desgraciadamente, ni la comunidad educativa ni los sindicatos están/estamos teniendo en cuenta lo suficiente la gravedad de la situación. Y, a pesar de que se nos repite machaconamente que estamos ante una encrucijada que supondrá cambios drásticos en nuestras sociedades, estamos dejando, en lo que se refiere a la escuela pública, que ese nuevo mundo lo construyan gigantes tecnológicos como Google. Alternativas hay. No hay que olvidarlo. Y si la administración ―a sabiendas o no― está permitiendo la “naturalización” de una situación que va contra los valores más básicos que deben regir una escuela pública y democrática, nuestra responsabilidad es la de responder con contundencia.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/google-doctrina-del-shock-y-liquidacion-de-la-escuela-publica

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Primum non nocere

Lo primero, no causar daño” es el precepto atribuido a Hipócrates que se inculcaba a los médicos en formación. Porque la primera obligación –en el caso del médico y también de la autoridad– es no precipitarse a dar un remedio que pueda resultar contraproducente. Es decir, exactamente lo que en educación ha ocurrido: una vez declarada la emergencia sanitaria, las autoridades del Sistema Educativo y de las instituciones se montaron en esa situación inédita e impusieron –como si fuera parte esencial de la emergencia– la virtualización forzosa del programa educativo. Y ya hay señales de que esto está generando un daño grave y de enormes proporciones a millones de niños, jóvenes, familias, así como profesores. Son los niños de las familias pobres –la mitad del país– que más que otros están hoy sometidos a una situación de presión y angustia. Primero se les presentan demandas exigentes (cumplir la tarea, seguir el programa), pero de inmediato se enfrentan a las enormes limitaciones de clase que tienen para acceder a computadora, celular, Internet. Y se generan situaciones angustiosas dentro de la familia. Ésta reduce aún más su gasto para comprar tiempo aire (y enriquecer así a las trasnacionales), pero sencillamente no alcanza, y la niña y niño quedan en medio, aplastados entre la pobreza y la exigencia. Dos imágenes dramáticas y recientes: la del niño de nueve años que se suicida luego de la exigencia de la tarea (C. Serdán, Puebla), y, la niña que para tener señal en el celular debe hacer la tarea en un árbol, en Colombia, donde hay la misma pobreza y aislamiento. Obviamente, se agradecería que se suprimieran las tareas, como se agradece que alguna institución como la UAM regale tabletas y crédito de Internet; hermoso gesto, pero la caridad no es remedio que cura la irresponsabilidad del médico o del funcionario. Irresponsabilidad no por lo que ya se decidió, sino porque la decisión se mantiene sin cambio, día tras día y mes tras mes. Podría haber sido de otra manera, y todavía puede serlo. Para eso, hay que tener en cuenta que se trató de una decisión precipitada y bajo presión; tomada en un par de días, sin diagnóstico, sin ponderación de los antecedentes y las consecuencias del traslado de golpe brusco de toda la educación a lo virtual. Nada.

Pero esta decisión trajo una consecuencia muy preocupante: ahora se ve, significó un giro a la derecha, cuyo alcance y profundidad aún no podemos precisar, y no en dirección a fortalecer el respeto a las libertades y permitir que niños, niñas, jóvenes puedan vivir estos tiempos de cólera y encierro con más alegría, con menos presiones, con maestros e instituciones libres para plantear una catarata de agendas, iniciativas de conocimiento y cultura, libres, sin tareas, sin programas o fechas fijas de entregas, sin amenazas (como se denuncia en el IPN),sin una evaluación agazapada que, anuncia el secretario de Educación Pública, aguarda al final de la contingencia. El giro hacia la derecha rigurosa deja muy mal parado al gobierno de la transformación a la izquierda. Porque la virtualización del programa educativo o educación forzada –como ahora se presenta– contradice la misión de libertad que tiene la educación. Y, además, porque reclutar maestros adeptos y utilizar la virtualidad forzosa en educación no se le ocurrió ni al muy neoliberal titular de la SEP del sexenio pasado, a pesar de que enfrentaba paros indefinidos de labores en muchas partes del país. Y tampoco a las autoridades de la UAM cuando, por inflexibles, el año pasado dejaron estallar una huelga que sabían sería de larga duración.

Los funcionarios (no nuestros médicos de hoy) tomaron una decisión inválida. El Colegio Académico de la UAM, UNAM, IPN, SEP, gobernadores, municipios, los congresos deberían reconsiderarla. Pero, ¿qué hacer para que la decisión sea válida? La respuesta está en la lectura sobre ética que los estudiantes de primer ingreso a todas las carreras, junto con otros temas, discuten con sus profesores en el Tronco Interdivisional (TID) de la UAM-Xochimilco. En el texto del reconocido maestro Dussel, se afirma que para que una decisión sea válida, los afectados por lo que se va a decidir deben ser participantes simétricos (tener mismo peso en decisión). Porque es válido aquello en que los afectados pueden participar simétricamente; si no, no. Y la validez tiene que ver con la participación autónoma y libre ( TID Vol. III:172-173). Lo que no ocurrió ni en la SEP ni en la UAM, UNAM o IPN, y que debería hacerse: tomar la decisión igualitariamente con los estudiantes de todos los niveles y con sus profesores. Y este no es un mandato legal, sino algo más poderoso, un deber ético, obviamente para quienes sean éticamente receptivos y busquen avanzar por el camino de la democracia y la autonomía.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/05/23/opinion/019a1pol

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Una pandemia no esconde la otra

Desde la ONU, Ginebra, Suiza

El planeta sigue transpirando. Las temperaturas globales se disparan, a pesar del leve respiro que, paradójicamente, le da el COVID-19 con su corolario de contracción económica y reducción del transporte. Los próximos e imprevistos desastres naturales seguirán tocando a la puerta de la Tierra, aunque el coronavirus buscará desplazarlos del primer plano mediático.

Las emisiones de gases de efecto invernadero, como el C02, responsables principales del deterioro climático, se redujeron drásticamente durante la actual crisis. Por ejemplo, en China, principal emisor del mundo, se estima que las mismas bajaron en torno de un 25 %.

“Suspiro” en sala de emergencia

Sin embargo, descenso momentáneo no implica solución estratégica. Y hacia allí apunta Greenpeace, cuando afirma en su estudio de abril del año en curso que “pese a la reducción de las emisiones en algunos sectores como el transporte y el eléctrico, la concentración de CO2 en la atmósfera no baja, sino que sigue aumentando. Consecuentemente la crisis sanitaria no está contribuyendo a paliar la otra gran crisis que enfrenta el mundo: el cambio climático”  (https://es.greenpeace.org/es/noticias/la-concentracion-de-co2-sigue-creciendo-a-pesar-de-la-crisis-sanitaria-causada-por-el-covid-19/)

La ONG internacional sistematiza algunas estimaciones sobre la reducción transitoria a raíz de la crisis. Y afirma que Alemania podría emitir entre 50 y 120 millones de toneladas menos de CO2 este año por la enorme bajada en la demanda de electricidad. En la ciudad de Nueva York se estima una caída del 5-10% de las emisiones de CO2 y una caída sólida en el metano.

Carbon Brief, referencia en el tema, sostiene que esa reducción podría ser de un 5% con respecto a 2019 (https://www.carbonbrief.org/analysis-coronavirus-set-to-cause-largest-ever-annual-fall-in-co2-emissions). Y sostiene que dicho descenso va a ser el más importante de la historia, desde que se realizan inventarios. Será más significativo que las caídas de CO2 registradas, en orden descendente, durante la recesión del 1991-1992; la crisis energética del 1980-81; la Gripe Española de 1918-1919; y la crisis financiera del 2008-2009.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) constata que la demanda de petróleo de este año ha caído por primera vez desde 2009. Una reducción de cerca de 90.000 barriles de petróleo/día respecto a 2019, debido a la profunda contracción del consumo en China y a las suspensiones en los viajes y el comercio mundiales. Los datos más recientes indican que la demanda de petróleo se desplomó un 25%. Para visualizarlo con una imagen, esa caída sería como si toda Norteamérica (EEUU, Canadá y México) dejasen de consumir ese combustible de golpe.

Cada vez peor

Los últimos cinco años, según el balance de diferentes organizaciones internacionales especializadas, han sido dramáticos para el clima. A pesar de los gritos crecientes de nuevos actores sociales que ganaron asidua y activamente las calles, las cifras son categóricas.

Desde los años 80 cada década ha sido más cálida que la anterior. La concentración del CO2, en el último quinquenio resultó un 18% mayor que en el anterior. El año pasado se registraron los valores más elevados en cuanto a contenido calorífico en los 700 metros superiores de los océanos, amenazando significativamente la vida marina y los ecosistemas.

Las olas de calor golpearon entre 2015-2019 a todos los continentes sin distinción. Y fueron una de las causas principales de los incendios forestales sin precedentes, no solo en la selva amazónica, sino en Australia, América del Norte y Europa.

En cuanto a la repercusión directa en la especie humana, cerca un tercio de la población mundial vive en zonas con temperaturas potencialmente mortales, al menos 20 días por año, debido a las enfermedades propias de ese clima excesivo. La sequía multiplicó la inseguridad alimentaria en numerosas regiones del globo, en particular en África, en tanto los ciclones tropicales repetidos produjeron pérdidas incalculables.

Las lluvias intensas y desbocadas, facilitan la aparición de brotes epidémicos. Allí donde el cólera es ya endémico, 1300 millones de personas corren el riesgo de contraer la enfermedad.

50 años de “poco o nada”

Hace exactamente medio siglo, se “celebró” por primera vez el Día de la Tierra. Entonces, los expertos comenzaron a alertar sobre las consecuencias irreparables para la humanidad producto del calentamiento global.

El diagnóstico de entonces no era errado. Según datos de la Organización Meteorológica Mundial, la concentración de CO2 es actualmente un 26% mayor que las marcas de 50 años atrás. La temperatura aumentó en igual período un 0,86°C y ya supera holgadamente en 1,1°C la de la era preindustrial. Y la tendencia sigue en ascenso. La misma agencia de la ONU calcula saltos significativos hasta 2024, en particular en las regiones de altas latitudes y zonas terrestres, siendo más lento en los océanos, en particular el Atlántico Norte y el Austral. (https://public.wmo.int/es/media/comunicados-de-prensa/el-d%C3%ADa-de-la-tierra-hace-hincapi%C3%A9-en-la-acci%C3%B3n-clim%C3%A1tica)

Desafíos monumentales

En tanto la pandemia produjo un cimbronazo mundial sin precedentes desde la 2da Guerra Mundial, pero con impacto a corto y mediano plazo, la lucha contra el calentamiento apuesta a la estrategia misma de sobrevivencia de la humanidad.

“Se debe actuar con decisión para proteger el planeta tanto del coronavirus como de la amenaza existencial del cambio climático”, declaró recientemente Petteri Talas, director de la Organización Meteorológica Mundial.  Agregando que “debemos aplanar la curva tanto de la pandemia como del cambio climático…Tenemos que actuar juntos en interés de la salud y la prosperidad de la humanidad, no solo durante las próximas semanas y meses, sino pensando en muchas generaciones futuras”.

Si se quiere controlar la pandemia climática, se debería asegurar – lo que parece ya casi imposible- una disminución de las emisiones globales de carbono de 7,6% para fines del año en curso. Y mantener ese porcentaje de reducción anual durante la próxima década para mantener el calentamiento global por debajo del 1,5°C a fines del siglo, según las previsiones del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Visión compartida, al menos retóricamente, por el Secretario General de las Naciones Unidas. En su mensaje por el Día Internacional de la Madre Tierra, el pasado 22 de abril, Antonio Guterres insistió en que “las perturbaciones del clima se están acercando a un punto de no retorno”. Y definió seis principios para que la recuperación económica y financiera postcrisis se impulse en el marco de una nueva conciencia de protección del medioambiente. “La recuperación debe ir acompañada de la creación de nuevos trabajos y empresas mediante una transición limpia y ecológica …la artillería fiscal debe impulsar el paso de la economía gris a la verde y aumentar la resiliencia de las sociedades y las personas” (https://www.un.org/es/observances/earth-day/message)

Greenpeace, por su parte, en el estudio de abril, considera que, “aunque las reducciones puntuales en las emisiones no van a paliar la crisis climática, sí deberían servir para iniciar los cambios profundos y necesarios para reducir las emisiones a cero”. Sostiene que este punto de inflexión puede y debe ser un motor de la recuperación económica y ser la base de la prosperidad a largo plazo. Y llama a que los Gobiernos abandonen las subvenciones a los combustibles fósiles al mismo tiempo que el apoyo a las inversiones públicas se destinen a actividades productivas que garanticen la sostenibilidad del planeta.

Recuperar la calle

La pandemia y las restricciones de movilización y concentración humana frenaron en seco, por algunas semanas, la protesta ciudadana a nivel planetario. La misma estaba en ascenso en muchos países cuando se desató el COVID-19.

Esa cuarentena de calle golpeó particularmente a las movilizaciones juveniles en defensa del clima, principales protagonistas sociales durante todo 2019, en todo caso en Europa. Y hoy, una de las *víctimas* indirectas de la pandemia.

Las organizaciones nucleadas en torno la Huelga Climática, que marcaron la dinámica social en Suiza en los últimos dos años, se vieron obligadas a renunciar, por ejemplo, a la gran jornada de acción que había sido originalmente convocada para el pasado viernes 15 de mayo. Que había logrado consensuar las fuerzas juveniles medioambientales y las principales organizaciones sindicales. Y que se proponía crear un hecho político de la dimensión de la Huelga de Mujeres, del 14 de junio del 2019, cuando se movilizaron en todo el país medio millón de participantes.

Cuando la lenta reapertura comienza a transitarse en una buena parte del planeta, la pregunta de fondo es doble. ¿Logrará imponerse una nueva racionalidad productiva que sea ecológicamente sustentable? Y, adicionalmente, ¿conseguirán las organizaciones sociales -especialmente juveniles- a favor del clima recuperar la energía de un año antes o sufrirán el impacto del lockdown impuesto por los gobiernos para evitar la propagación de la pandemia?

Fuente: https://rebelion.org/una-pandemia-no-esconde-la-otra/

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Zero Tolerance Policies in K-12 Schools: Examining the Pros and Cons

Zero tolerance is a popular term used to designate (and promote) school policies that address incidents of drug or weapon possession with automatic suspension or expulsion. A zero-tolerance system requires school officials to hand down specific, consistent, and harsh punishment—usually suspension or expulsion—when students break specific rules. The penalty applies regardless of the circumstances, the reasons for the behavior (like self-defense), or the student’s history of discipline problems. That’s why some critics call these policies “one strike, and you’re out.”

Let’s look at some of the pros and cons of zero tolerance policies in K-12 schools. By doing so, we hope to educate our readers on the true impact of this inequitable education policy.

Pros

May be required by law. In some instances, offenses like weapons possession, drug possession, aggravated assault, etc., must be met with harsh and swift punishment. These infractions constitute serious crimes, and the students involved may be a threat to others in their community. Schools must report infractions involving violence and drugs to the police, who, in turn, prosecute these students as juveniles. In many states, the aforementioned infractions require immediate expulsion, regardless of how the school district feels.

Aim to keep kids safer. The good thing about these policies is that they aim to keep students safe. By expelling students who cause physical harm to others or sell drugs on school property,  it is believed that the rest of the student body will be safer. In theory, this sounds good, but in practice, it is full of imperfections and inequity.

Prepares children for the real world. Do zero tolerance policies prepare students for the real world? Yes, if by the real world, you mean a world in which people of color are policed and disciplined at a higher rate than other citizens.

Cons

Involves favoritism. School districts across the U.S. extoll the virtue of equity and anti-racism, but in practice, the opposite is true. Children of color are more likely to be expelled or suspended from school than their white counterparts, even if they both commit the same infraction. Zero tolerance policies are applied more harshly to black and brown kids, again, even if they commit the same infraction.

Students banned from school face risks at home without supervision. When schools expel students, the vast majority of them end up a home unsupervised. Instead of being at school being educated, many are roaming their neighborhoods, with no adult guidance. I don’t think I have to explain to you what a recipe for disaster this is.

Physical altercations between kids are developmentally appropriate and not a sign of delinquency. I know it sounds crazy for someone to argue that aggression and physical altercations are developmentally appropriate, but they are. Because of this, it doesn’t seem fair to expel students for getting into a physical altercation. Remember, our student’s brains are still developing, and this doesn’t stop until they are in their 20s. If you mix the propensity for teenagers to make poor decisions, along with teenage emotions and hormones, physical and verbal altercations are bound to occur. Should we tolerate physical violence in our schools? No. However, instead of expelling students, we can teach them mindfulness techniques that help them deal with negative emotions.

What do you think? Do the pros of zero tolerance policies outweigh the cons? Leave your thoughts in the comment section below.

Fuente: https://www.rethinkingschools.org/books/title/rethinking-ethnic-studies

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El Coronavirus y nuestro trabajo

By the editors of Rethinking Schools

Primero, esperamos que esté seguro y saludable. Este es un momento estresante y aterrador para todos, y la incertidumbre sobre hacia dónde se dirige la pandemia de coronavirus se suma a nuestra ansiedad. Nuestras escuelas están cerrando. Nuestras conferencias han sido canceladas. Nuestras comunidades están bajo alerta de emergencia. Se nos dice que practiquemos el «distanciamiento social» para prevenir la propagación del virus. Y eso es correcto, desde el punto de vista de la salud pública.

Pero no podemos permitir que el «distanciamiento social» sea una metáfora de cómo respondemos a esta crisis y al profundo fracaso social que refleja. Esta crisis amenaza con amplificar la desigualdad de innumerables maneras, y más que nunca, necesitamos responder desde un lugar de comunidad, compasión y solidaridad.

Vamos a seguir adelante con este tema a principios de abril y no tenemos idea de qué hay en la tienda, o cómo las cosas habrán cambiado para cuando lo lean. Pero sabemos ciertas cosas sobre la historia de las crisis. Como Naomi Klein documentó en su trabajo seminal, The Shock Doctrine , los grupos de élite siempre usan las crisis para impulsar «soluciones» que mejoren su poder y ganancias, para perseguir la «trinidad política», como dice Klein: «la eliminación de la esfera pública , liberación total para las corporaciones y gasto social esquelético. . . » Lo mismo ya está sucediendo durante esta crisis, con Trump presionando recortes de impuestos y rescates que benefician desproporcionadamente a quienes no necesitan ayuda, y buscando rescatar a sus amigos en la industria del petróleo y el gas a medida que los precios caen en picado.

El 12 de marzo, el Sistema de la Reserva Federal vertió una infusión de emergencia de $ 1.5 trillones en los mercados crediticios y financieros. Nadie preguntó: «¿Cómo va a pagar por ello?» La cantidad fue casi igual a la carga total de préstamos estudiantiles que ha agobiado a generaciones con una deuda asombrosa mientras que las administraciones sucesivas buscaron la austeridad para la mayoría y el «socialismo» para los ricos.

Mientras tanto, las corporaciones penitenciarias privadas continúan beneficiándose del encarcelamiento masivo de inmigrantes y personas pobres en campos de detención y prisiones, donde este virus probablemente se propagará rápidamente, con consecuencias devastadoras.

En medio de la prensa demasiado familiar para una agenda corporativa, también podemos ver los contornos de una respuesta más progresiva. Los activistas y los movimientos sociales están exigiendo pasos inmediatos hacia la atención médica universal gratuita, días de enfermedad pagados y licencia médica y familiar pagada, subsidios directos para quienes enfrentan la pérdida de empleos e ingresos, el fin de los desalojos, una moratoria sobre ejecuciones hipotecarias y cortes de servicios públicos y emergencias vivienda para todos los que la necesitan. Necesitamos un «shock» de justicia social en todo el sistema.

A medida que la educación K – 12 se muda de los edificios a Internet, sabemos que los especuladores y los vendedores ambulantes promoverán una visión mercantilizada de la enseñanza y el aprendizaje. ¿Quién necesita maestros reales cuando los estudiantes simplemente pueden plantarse frente a las computadoras? Y ya hemos visto conjuntos como el Instituto de la Ley de Derechos financiado por los hermanos Koch, intensificando la defensa de su ideología capitalista de laissez-faire, incrustada en la historia en línea de EE. UU. Y las lecciones del gobierno sobre «libertad y oportunidad que existen en una sociedad libre». La derecha ama la crisis. Como escribió el gurú del mercado libre Milton Friedman en el Wall Street Journal después del huracán Katrina en 2005, “Esto es una tragedia. También es una oportunidad para reformar radicalmente el sistema educativo «.

Ahora no es el momento de alejarse del activismo educativo de justicia social, sino de encontrar nuevas formas de expresarlo. A medida que las escuelas acceden a Internet (al menos para estudiantes mayores), o en hibernación, debemos asegurarnos de que esto suceda de una manera que no promueva una mayor desigualdad. Para muchos de nuestros estudiantes, las escuelas no son solo sitios de aprendizaje, sino también fuentes de nutrición y atención médica. Necesitamos organizarnos para proteger y expandir estos servicios. Al igual que con otras formas de riqueza en nuestra sociedad, la tecnología informática y el acceso a Internet no se distribuyen por igual. Necesitamos asegurarnos de que cualquier medio alternativo de enseñanza y aprendizaje del instituto de los distritos escolares tenga equidad en el centro, incluida la congelación de las pruebas estandarizadas, que solo aumentan la desigualdad. Y mientras Trump denuncia el «virus extranjero» que ha invadido nuestro país,Tenemos que organizarnos contra esta xenofobia desnuda y defender especialmente los derechos de los niños en los centros de detención de inmigrantes, que son algunas de sus víctimas más vulnerables.

Durante casi 35 años, Rethinking Schools ha defendido la defensa y la transformación de las escuelas públicas. Porque la educación de calidad, una educación participativa, alegre, esperanzada, crítica, antirracista, alerta a la diversidad cultural y lingüística, académicamente rigurosa y que equipa a los estudiantes para construir un mundo mejor, es un derecho humano. Pero también lo es el cuidado de la salud. Así es la vivienda. También lo es el agua limpia y la energía asequible. Así es el trabajo significativo. Así es el transporte. Y también lo es un clima estable. Todos estos son componentes de la sociedad más democrática e igualitaria que queremos para nuestros estudiantes y para nosotros mismos.

La crisis del coronavirus es horrible, e incluso en sus primeros días ha provocado un gran sufrimiento y un terror generalizado. Pero esta crisis no es un momento de retirada; Es un momento para insistir y organizar una agenda de derechos humanos y redistribución de la riqueza. ¿Ha habido alguna vez un momento en que la necesidad de atención médica gratuita universal era más esencial y más obvia? ¿O licencia por enfermedad pagada? ¿O para que todos tengan acceso garantizado a agua limpia y un lugar seguro para vivir?

Entonces sí, lávese las manos y luego críelas para continuar luchando por la igualdad y la justicia.

FUENTE. https://www.rethinkingschools.org/articles/the-coronavirus-and-our-work

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Comunicación, cultura y poder

Por: Miguel Erasmo Zaldívar Carrillo y Edwin Nazaret León Jiménez

“En el límite, la diferencia completa hace imposible la comprensión. Los que son radicalmente diferentes […] no pueden comprenderse mutuamente. Por eso, para construir la «armonía» entre clases sociales antagónicas, la condición necesaria es la sumisión, esta crea el espacio semiótico [comunicativo] de homogeneidad entre opresores y oprimidos.” Francisco Pineda.

Es a través de la cultura como en el homo sapiens sapiens se instala una naturaleza que es ajena a todas las especies animales que lo acompañan, la naturaleza cultural. Al crear la cultura el hombre crea otra naturaleza que lo alejará del reino animal cada vez más, llegado un momento, el retorno es impensable.

En los análisis teóricos desarrollados por la escuela histórico cultural se concluye que todas las funciones psicológicas superiores tienen un origen histórico cultural. Con ello se afirma que el hombre es el diseñador del hombre, que las habilidades conque hoy contamos fueron creadas por nosotros mismo en el proceso de crear la vida y la historia. De manera que al crear nos creamos a nosotros.

En el proceso de aprender la cultura que no es otra cosa que aprender lo humano el hombre se diseña a sí mismo; esto es, se aprende a ser un hombre y una mujer pertenecientes a una época y lugar muy específicos. El concepto de mediación resulta fundamental para comprender todo este proceso de culturalización del hombre. Mediación significa primeramente que el cachorro humano no entra por si solo en el conocimiento de la cultura sino que lo hace de la mano de los adultos, de aquellos que ya se constituyeron en lo esencial y lo ayudan a entender su lugar y el de los objetos de los que podrá disponer para garantizarse sustento. En el proceso de la humanización son la actividad objetal mediada y la comunicación los procesos fundamentales en los que se gesta la eclosión individual de un sujeto que es primariamente social.

A la vez la cultura se ha creado en el contexto de específicas relaciones humanas y, por ende, porta la naturaleza y el espíritu de esas relaciones. Relaciones de igualdad y dignidad propician la creación de una cultura con esta naturaleza; y relaciones de explotación, posibilitan el desarrollo de una cultura de la explotación en la que las diferencias e injusticias económicas condicionan todas las relaciones que se han de desarrollar socialmente. En este sentido debe considerarse lo que expresa Acanda (2002) cuando afirma:

“La cultura es siempre políticamente funcional a los intereses de las distintas clases. La clase dominante es hegemónica a su control de la producción cultural. Este es el punto de anclaje fundamental de la dominación. Es por eso que la emancipación político – económica de las clases subalternas es imposible sin su emancipación cultural”. (ACANDA, 2002, pág. 294)

La clase dominante logra que las restantes sueñen sus sueños como propios y busquen las expectativas de la clase que las domina, como si fuesen auténticas expresiones de su propia libertad. El modo de lograrlo es complejo y las vías múltiples y diversas. Puede asegurarse que tanto las clases dominadas como aquellas que dominan llegan a vivir el mismo espacio de sometimiento como una experiencia natural y deseable. La experiencia de explotar y ser explotado se incorpora a todas las dimensiones de la creación y la vida humana y, especialmente en la esfera de la comunicación. Los modos y los términos para comunicarse forman parte del propio proceso de creación humana y por tanto naturalizan la dominación in-visibilizándola. Es por ello que Barbero (1987) plantea que:

“Más que de medios, la comunicación se nos hace hoy cuestión de mediaciones, esto es de cultura, y por lo tanto necesitada no sólo de conocimientos, sino de reconocimiento. Un reconocimiento que es, en primer lugar, desplazamiento metodológico para prever el proceso entero de la comunicación desde su otro lado: el de las resistencias y las resignificaciones que se ejercen desde la actividad de apropiación, desde los usos que los diferentes grupos sociales – clases, etnias, generaciones, sexos – hacen de los medios y los productos masivos.” (MARTÍN.BARBERO, 1987, pág. 23)

Es fácil entender que la comunicación ha sido mediación desde siempre. Toda la cultura es mediación y porta, no solo un contenido objetivo, sino una interpretación de él que resulta útil a la visión de las clases, según se trate. Puede asegurarse que el hombre en sus etapas tempranas de la vida es construido a través de mediaciones, luego, cuando llega la madurez, los “ojos” con los que ve la realidad no son suyos sino que pertenecen a la experiencia de vida en la que creció. Comienza entonces el largo y tortuoso camino de la liberación.

Hoy en día los medios de comunicación acrecienten el poder sobre la gente convirtiendo a grandes masas de trabajadores en consumidores de su ideología de clases. La indignidad se torna común y se consume en forma de productos audiovisuales.

La escuela no queda al margen de estas realidades. Ella, anclada en las funciones sociales naturalizadas por el sistema de clases reproduce hacia su interior relaciones de dominación que son naturalizadas en los reglamentos, en los métodos y contenidos generales. Todo ello condensado en formas de comunicación verticalistas. La comunicación escolar concede la palabra o la administra, dándola solo a aquellos que se consideran aptos.

La presente investigación pretende hacer un acercamiento de la comunicación escolar como forma de sometimiento y adecuación a la cultura de masas producida por las clases económicamente en el poder. Nos interesa especialmente estudiar las transformaciones que se dan en la comunicación en aquellos espacios que se consideran espacios contestatarios y de resistencia. Buscar las verdaderas dimensiones emancipadoras de la comunicación en la escuela oaxaqueña actual es uno de los objetivos que nos proponemos.

Para el estudio serán seleccionadas al azar varias zonas escolares a las que se aplicarán los instrumentos de estudio de la comunicación para observar cómo se reproducen las prácticas comunicativas de sometimiento aún en espacios que se definen como espacios de resistencia contra hegemónico.

Cultura y comunicación.

Uno de los aspectos que más ha preocupado y ocupado el estudio del hombre es el paso de este del reino animal al reino de la cultura. Ya se acepta que la actividad del trabajo conjuntamente con la vida en grupos creó las condiciones para que se dieran cambios que lentamente se incorporaron al homo en evolución alejándolo cada vez más de sus antepasados. El antropólogo soviético I. Roguinski describe ese giro de la siguiente manera:

«De aquel lado de la frontera, es decir, en el hombre en formación, la actividad de trabajo estaba íntimamente ligada a la evo-lución morfológica. De este lado de la frontera, en el hombre contemporáneo, «completamente formado», la actividad de trabajo se efectúa independientemente de la evolución morfológica.»1 p. 26

Esto significa que el hombre actual ya está en la cúspide de su desarrollo biológico y que lo alcanzado en este sentido es suficiente para garantizar un infinito desarrollo cultural. La base biológica es suficiente y necesaria para que sobre ella se erija el desarrollo cultural. Puede decirse entonces que todos los bebés homo sapiens sapiens al nacer portan las condiciones sobre las que se erigirá su desarrollo cultural. Es entonces en este desarrollo cultural en el que se dan las diferencias y especificidades que hacen de cada individuo alguien irrepetible, digamos que un nuevo proyecto de humanidad se funda en cada niño que nace.

La transmisión de los caracteres que hacen del hombre lo que es han encontrado un modo esencialmente nuevo de pasar de una generación a otra; por un lado los caracteres biológicos son transmitidos por los mecanismos naturales heredados, esto es, el sistema genético y cromosómico pero se dio otra forma de herencia externa al cuerpo biológico que habitamos, la herencia cultural.

De modo que el hombre debe adaptarse a la naturaleza en su condición de homo sapiens sapiens y debe también adaptarse a la cultura en su condición de humano.

Lo humano no se hereda, se aprende. Aprender lo humano es aprender la cultura específica en la que se crece y se desarrolla. Los hombres que como animales se adaptaban a la naturaleza comenzaron a producir objetos para ayudarse en sus vidas como el hacha de piedra, con ello comenzó la transformación de la naturaleza para poder satisfacer sus necesidades. Creando se crearon a sí mismos a la imagen y semejanza de sus labores y desempeños. Entre más habilidades más inteligencia. Los hombres de una generación crean instrumento, modos de hacer, enriquecen los que heredaron, establecen principios de vida ajustados a su desarrollo y todo esto se les transmite a las generaciones venideras. Con cada creación humana se funda algo nuevo en el hombre y con ello el hombre mismo. La creación del popular juego de ajedrez propició la formación de habilidades mentales no conocidas con anterioridad, esto es, los hombres que posteriormente a la creación del juego se especializaron en jugarlo contaban con habilidades que sus antecesores ni conocieron ni podrían tener. De manera que el hombre al crear la cultura se crea a sí mismo. Todo esto es posible porque vivimos y producimos en sociedad, en grandes conglomerados humanos que sirven de sustento y protección a las creaciones.

“Ninguna experiencia individual, por rica que fuere, puede conducir por sí sola a la formación de un pensamiento abstracto lógico o matemático, o a la formación espontánea del sistema de conceptos correspondiente. Para ello sería menester no una vida, sino miles y miles de vidas. De hecho, los hombres sólo pueden adquirir la facultad de pensar y los conocimientos gracias a la asimilación de lo que ya adquirieron las generaciones anteriores.” (LEONTIEV, 1969, pág. 7)

Muchos antropólogos reconocieron esta unidad del hombre, esta relación cultural que más que homogenizar permitía la proliferación de diferencias culturales notabilísimas.

Si a un cachorro humano se le dejase fuera de la cultura no podría aprender a comportarse como los miembros de su especie, esto es, de manera culta. Abandonado a la naturaleza e imposibilitado de contacto con la creación humana emergerían en las características primitivas, animales: no aprendería ni el habla ni la marcha eréctil.

La ciencia dispone, ahora, de la suficiente cantidad de hechos verificados para afirmar que si algunos niños se desarrollaran desde su más tierna edad al margen de la sociedad y de los fenómenos engendrados por ésta, permanecerían en el nivel animal. No sólo no adquirirían la palabra ni el pensamiento, sino que además sus movimientos no tendrían nada humano. Baste decir que ni siquiera poseerían el andar erecto propio del ser humano. Y se conocen algunos casos a la inversa. (LEONTIEV, 1 969, pág. 8)

Resulta claro entonces que la comunicación humana es resultado de la creación del hombre y participa en la formación de los nuevos ciudadanos que nacen, portando ellos, las características fundamentales que la comunicación mantiene al momento de su nacimiento.

De manera que no podemos separar comunicación de cultura, una y otra se mantienen engarzadas en un riso incidiendo y afectándose una a la otra según se enriquecen y acumulan las creaciones humanas.

La mente humana es comunicación y actividad. Actuando en un nicho esencialmente comunicativo se van formando los procesos sinápticos que darán lugar a la eclosión de la mente y la inteligencia del adulto. No vemos el mundo sino con los pensamiento que nos llenan, con lo hábitos que nos legaron y los gustos y sueños que nos inculcaron. En el mundo en que nos ha tocado vivir todo esto se forma en una incesante lucha por el poder dado que vivimos en una sociedad mercantil en una incesante lucha entre las clases poseedora y desposeídas.

En estas condiciones el que controla los medios de comunicación que entran en contacto con todos tiene una enorme posibilidad de instalar ciertas visiones de la realidad que naturalizan la explotación y de inculcar miedos y temores para alejar la posibilidad de rebeldía. Por otro lado educan en la desidia y la falta de esperanza para proscribir la posibilidad de organización y lucha. De manera que el que domina la comunicación domina una poderosa fuente de poder.

Poder es lograr que otros sueñan mis expectativas, que vean la realidad con mis ojos y busquen incesantemente cumplir para ellos mis expectativas. Si logro esto estaré en una relación de dominación y poder. El poder es esencialmente violento porque cercena en los hombres la posibilidad de un pensamiento que cuestione la realidad alienada en que nos obligan a vivir. Es violento porque a un ser que está llamado a ser luz lo condena a las sombras bajo su propio consentimiento.

Fuente: El autor escribe para OVE.

Imagen: PublicDomainPictures en Pixabay

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Detrás del vidrio: diario de la pandemia

Detrás del vidrio: diario de la pandemia
Por Silvia Duschatzky, investigadora del Programa Políticas, Lenguajes y Subjetividades en Educación de la FLACSO Argentina


Hay vidas que necesitan existir para expandirse, otras sólo “respiran” al ritmo del flujo del capital. No pueden mutar, solo modularse en su propia materia. Para estas “vidas” la muerte no existe. Crecen en el sí mismo de la maquinaria mercantil, travestida, pero igual.

Reclusión obligada, conectividad obligada 24/7. El agobio es distinto pero agobio al fin. Impregnado de novedad radical, de no saber mañana, no sabe después, no saber cuándo termina, no saber cómo seguir…

El “acontecimiento” nos lanza a nuevos automatismos. En eso somos torpes, como el bebé que camina a tientas en su inaugural aventura bípeda. Alcohol en gel, lavandina diluida, zapatos abandonados a la entrada de la casa, lavado hoja por hoja, billete por billete, alimento por alimento. Esta hiperexigencia sigue secuestrando nuestro tiempo vital y paradójicamente nos aferramos a prótesis finitas. ¿Es la vida que quiere perseverar en su ser?.

El ser de lo vital bucea en huecos de aire.

Avizorar otras formas de vida, necesita ahuyentar la cercanía de la amenaza, ahora mortal más que mortífera.

No hablemos del capitalismo en su misma lengua, la de la abstracción… las urgencias piden pragmáticas que frenen la suya, siempre atenta a la especulación canalla. No me envíen sesudas reflexiones… no me ofrezcan soluciones… no hablemos igual que antes. La fragilidad humana se impone en su pequeñez y en su grandeza. El alma llora y ríe cuando lo que se aproxima huele a abrazo y a poema. “No quiero tener la terrible limitación de quien vive sólo de lo que puede tener sentido. Yo no: lo que quiero es una verdad inventada”, Clarice Lispector.

“La luna brilla en un charco de rabia”… canturrean niñxs que confinados adentro imaginan su afuera.

Del laberinto se sale por arriba: “… llueven pedacitos de muerte por todos lados. Desde lo alto de mi piedra un gato negro clavó su mirada rubia sobre el pozo… en donde alguna vez vivieron mis grises y dilatados ojos. Con filosofía y altivez parece inspeccionar cada recoveco de mi alma, atrapada allí abajo, donde nada vive sin morir primero. El hueco en mi boca espera aquel grito sordo que espante a la bestia. Como el rayo aguarda el trueno con paciencia de hormiga… Acurruco coraje… tan sólo un parpadeo para despegarme de los huesos que me aprisionan bajo tierra y volver al agua, allá Arriba… tan sólo un parpadeo para volver a ser pez”, Leopoldo Marechal.

Y en la desesperación que huye del desconcierto se levantan maquinarias que no admiten que “continuar” es no escuchar el intervalo que nos “propone” el cimbronazo. Tareas escolares a distancia, conectividad a full. Profesores en soledad, enfrascados en sus disciplinas, no pueden más que intentar aventajar inútilmente el tiempo involuntariamente interrumpido.

Encontrar juntos la pregunta, la tarea, la ficción, el juego… podría ser una manera de salir “del laberinto por arriba”. No es posible continuar… no es aconsejable intentarlo. Más bien navegar las aguas turbias hasta que algo renazca. Grupos de maestrxs suspendiendo cronogramas, arrimando alguna invitación. Ahí encontraremos los mejores aliados, los pibes.

28 de marzo

Coletazos de realismo. El virus no sólo carga con su fuerza genética infectable. El virus desparrama otras infecciones, tan mortales como su inoculación. La reclusión “protege” también de las proximidades. Del acceso a los recursos básicos de subsistencia. De la circulación urbana. De otros cuerpos. El común necesita “contagios”. No sea cosa que la inmunización anule al eros. El repliegue abre su reverso… y entonces, sumamos una firma para frenar los femicidios y entonces, le gritamos al chabón que cuarentena en la calle que ahí va una bolsa con víveres y un guiño de compañía. Y entonces, buscamos maneras de seguir vivos, en la soledad y en la compañía mediada…

31 de marzo

Sospecho que no es lo mismo el virus que la experiencia virus. El virus nos mata pero no sólo si nos atrapa, nos mata cuando nos recuerda que allí, agazapada asoma la muerte. El virus derriba velos. No, el virus no, nosotrxs ofreciendo(le) la tierra del deseo. Cada vez que salgo a comprar una rutina antecede al momento de abrir la puerta. Guantes, ropa que luego me sacaré apenas vuelva, alcohol en gel en la mochila… no es inocuo este instante, ni los similares que le siguen adentro, montos de enorme energía se van sin recarga…

Atisbos de experiencia “virus”. Llego a la verdulería, unxs y otrxs guardamos la distancia prudencial, giro la cabeza intentando encontrar alguna mirada cómplice. Las calles casi desérticas. Miro el cielo mientras voy andando, instantes fugaces de “alegría” o algo así. Nacer es nacer al mundo. Es contra natura el encierro. Y a su vez nacemos otra vez cuando la pequeñez de los pasos, la mirada al horizonte, el deseo que esas dos cuadras sean eternas, el aire rozándonos, los rostros desconocidos que abrazamos con la mirada nos vuelven a la vida.

Me despiertan los pájaros. Algo vive aún… la escucha de un canto.

Me despiertan los pájaros, existo fuera de mí.

3 de abril

Olvidar el virus y hacer la experiencia virus. La experiencia de atender urgencias sustrayéndonos del miedo urgente. Un grupo de profesores se junta con la distancia que no obstruye cercanías y a la velocidad de la emergencia confeccionan protectores de acetato para los médicos y enfermeros de un hospital. La escuela se aleja del “valor de cambio” y se arroja al valor de uso. Desoye la continuidad pedagógica y se lanza a la continuidad vital y fraterna.

Escuchar las urgencias no es un andar desesperado. Ecos de pensamiento dejarán huellas en la invención de otras formas de escuela. De la mutación viral a la mutación de existencias. Escuela molecular se impone al modelo de escuela, a la molarización cansada y empequeñecida.

4 de abril

Hoy es sábado. Lo dice el calendario. No hay más señales. Sólo las sutilezas del ánimo me cuentan de alguna diferencia entre ayer y hoy, entre hace un rato y ahora.

Cuando iba a la escuela, tomábamos distancia. Un brazo alzado hacia adelante marcaba la separación que los ojos vigilantes chequeaban.

Camino hacia la farmacia, el cielo de un celeste inusual, el sol abarcando las calles. Algunos pocos caminan ensimismados, enfundados de barbijos y guantes. Me ubico en la cola, a distancia del de adelante. No es necesario medir los pasos que nos distancian a unos de otrxs. El virus ya hizo lo suyo. La única señal es advertir al “semejante” en una peligrosa proximidad.

Mi cuerpo está cansado… el señor de adelante me cuenta cómo preservar al barbijo para que dure. Me distraigo viendo los bares alrededor. Las sillas en su interior apiladas. Gente tomando un café, leyendo, charlando… banalidades de “antaño”. Piden reiniciarse.

“Mi agenda” dice: a las 18 skype con una amiga. Skype, zoom, whatsapp, teléfono, Facebook. Variedades igualadas en la ausencia de piel.

Hace días que intento pintar… aún no pude. Hay tiempo.

Una amiga me cuenta que casi se incendia su edificio. Sus moradoras son mujeres mayores, no tanto y más jóvenes. Un ruido sordo, monocorde se infiltraba en su casa. Luego el humo, su olor, su pesadez. El parate aguza los sentidos. Se juntan algunas. Los peligros sorprenden donde no imaginamos. Algunos necesitan tribu para conjurarse.

Caminaban a tientas por el sótano hasta dar con las llaves de luz. La humareda nublaba la atmósfera. Las viejitas se protegían en los balcones. “Tranquilas, ya pasa”, gritaba alguna desde el sótano. Cercanías olvidaron el metro 20 de distancia. En ocasiones ampara la vecindad de los cuerpos. Mujeres que olvidan “la inmunización “ cuando la vida acecha con lo incalculable.

5 de abril

Desde que arrancó la pandemia es la primera vez que intento leer un libro, de papel. Los diarios de Emilio Renzi de Ricardo Piglia. Abro en la página 113, ahí había quedado hace meses. Veo un subrayado…“la novela se va a llamar Respiración artificial. Encuentro un poema de Eliot…el epígrafe de la novela. Tuvimos la experiencia pero no su sentido”…

Tenemos la experiencia pero no su sentido… Sobrevivir al sentido es la experiencia.

11 de abril

Ayer salí a comprar. De barbijo a barbijo se oían murmullos emocionados haciendo umbral frente a una dietética. “¡¡¡Yo a Alberto lo banco!!! Se me eriza la piel cuando pienso que nos cuida”… Una mezcla de sensaciones me asalta. Mi mirada se anclaba en la escena de la charla: distancia + barbijos + voces conmovidas bancando al señor que traza la cancha. Yo, siempre iconoclasta, al costado de cualquier centro, derribando padres… Hoy, mis lentes y barbijo ocultaban un nimio guiño de complicidad. Hoy.

Una mujer levanta sus manos enfundadas en guantes naranjas, esos que se usan para la limpieza. “Gracias pachamama”… Giraba sobre sí misma, pedía aplausos. No me pregunte nada, ni el motivo de su agradecimiento, ni el porqué de su sonrisa. Guantes naranjas que portaban manos hacia arriba interrumpían el gris de las “protecciones”… risas y cuerpo danzando alcanzaban.

Mi nieta de cuatro canta… “entro en un túnel, no sabemos hoy, ni sé quien soy”. Veo a los niñxs crecer a través de la pantalla, escucho sus voces en audio. Inventemos abrazos de verdad… “cuando termine la cuarentena, y te asusten los monstruos, vení a casa que te voy a abrazar” dice Pedro. Simulacros de abrazo en la lejanía, convenidos simulacros.

Un amor me dice… “no hay más que hoy, no falta nada, escucha eso que se le escapa a la ansiedad de un después”. Me propongo repetirlo como un mantra… no funciona. Sí, su voz.

Conversación en zoom con un grupo de maestrxs… plano cuadriculado expone rostros y nombres en formato foto carnet. Iconos de micrófonos cruzados o despejados indican el silencio o la toma de la palabra. Conversamos sobre escuelas que se desdibujan sin territorio, profesorxs que distraídos de sus planes se encuentran enredados en charlas inesperadas. Lapsos de olvido mediático. Desvíos de aislamiento.

Otto baila, sonríe, busca con su mirada el rostro de su papá, de su mamá. Sigue con su rutina o casi. Los  jueves íbamos a la plaza. ¿Hace cuánto ya no es jueves?

14 de abril

15 hs. Me quedé sin efectivo. Y sin huevos y sin aceite. Me obsesiona el budín de banana que imagino cocinar. Y no es posible sin huevos ni aceite. Salgo con la idea de volver en media hora. Estoy en una interminable cola, pregunto la hora. No tengo celular. Cinco y veinte me contesta el de atrás mío. Aún resta un rato para mi turno. Dos personas delante. Cada compra que me antecede me resulta interminable. Respiro, vacilo entre irme o quedarme. Ya perdí una reunión acordada por whatssap y mi sesión de análisis. Me quedo. Nada justifica continuar postergando el budín de banana.

Regreso a paso firme tratando de desafiar el cansancio que me invade. Luego del trámite agobiante que se repite cada vez al volver, subo las escaleras. Me tiro al sillón en el que suelo leer y ahí, esperándome nuevamente Piglia. Leo un párrafo del Diario en el que Renzi relata una caminata post resaca. Descalzo recorre la calle Ayacucho cubierto de un gabán que esconde su pijama. Una ansiedad se fija en mi estómago. ¿Cómo es que vagabundea tan liviano frente al peligro del virus?. Todos los tiempos son este tiempo.

15 de abril

Me despierto abombada. Dormí mal, de a intervalos. Soñé que abrazaba a mi hija. No recuerdo más. ¿Me pregunto de qué sirve el análisis hoy? Se me angostan las palabras.

Ayer abrí una canilla del baño, intenté cerrarla pero giraba en falso. La opción plomero descartada. Desconozco donde se encuentra la llave de paso. La profecía de la biblia se encarnó en mi casa… “haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches y borraré de la faz de la tierra a todo ser viviente que he creado”.

20 de abril

Leo un escrito de Ana Longoni. No alcancé a conocerla el pasado septiembre cuando estuve con María Acaso, Amador y otra gente en el Reina Sofía charlando sobre las formas urgentes de perforar tanto automatismo que insiste en las escuelas. Leo “No tener olfato”. Es curioso que su relato pequeño se “huele”, su escritura emana olores, sensaciones físicas. Me anima leerla, como si aún hubiera algo que descubrir. No en el encierro sino en lo que se filtra. Encontrar maneras de decir que huelan a ajo, jengibre, cúrcuma y ganas.

26 de abril

Me enfundo para salir, camino unas cuadras… aún no llegué a los 500 metros permitidos. Licencia de cinco cuadras dan respiro. Me cruzo con un vecino que va sin barbijo. Estiro el brazo, le rozo la mano. Me acompaña el tacto de su mano unos segundos. Ey no podés salir así, le grito tras mi barbijo con una sonrisa cómplice. Se ríe. Hace cuánto no sonrío por la calle. Hace cuánto. La atmósfera pesa. Humedad y sordidez. Caminantes con sus compras cabisbajos. Bolsas que dejan ver alimentos. Necesitamos nutrientes. Me paro frente a un negocio. Levanto la mirada al cielo. Calles que tanto pisaba hoy están cubiertas de amarillo, colchón de hojas que crujen al pisar. Mullidas, doradas… Abro la puerta de mi casa, tiro las bolsas… cierro. Un poco más, unas cuadras más. Unos metros más…

Leo el diario por internet. Una entrevista a Alberto. “¿Cómo puede enojar una cuarentena si es para cuidar la vida”? Me tranquiliza que sea él y no ese que lo antecedió. Me tranquiliza no parecernos a EEUU ni a Brasil. ¿Qué es vivir? ¿Un corazón latiendo? A mí me late cuando juego con mis nietos, cuando mi amor me abraza tan fuerte que temo que mi columna se quiebre. Me late cuando quiero probar cómo no ser tanto yo. Adentro conjuro al bichito, adentro vivo cuando habito las fisuras ignoradas de mi sabida casa…Vivo cuando olvido el encierro, cuando imagino los abrazos que vendrán. Bancamos Alberto, pero no olvides que una vida se cuida cuando se vive “sin techo”, en horizontal.

Hace días charlaba por teléfono con un querido amigo. Solíamos encontrarnos de tanto en tanto. Mate, abrazos y divagues nos unía. Las moléculas interpretan escribe en una nota que acabo de leer. Le pregunto, frente al vértigo de indiferenciarnos con microscópicos organismos, ¿las moléculas se enamoran? ¿sufren? ¿Se ríen?. No hubo mate, sí abrazos y divagues que pueblan un tiempo sin contacto.

Fuente: https://www.flacso.org.ar/noticias/detras-del-vidrio-diario-de-la-pandemia/

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