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La escuela cerrada: costos pedagógicos desiguales

Por: Emilio Tenti Fanfani*

La experiencia indica que todas las catástrofes, tanto las naturales, como las sociales (el COVID-19 combina ambos factores) perjudica más a los desposeídos. Eso sucede con los terremotos, las inundaciones, las sequías o las crisis económicas y financieras. Los que más pierden son los que menos tienen. Esto pasa en el caso de la suspensión generalizada del servicio educativo en casi todo el mundo.

Esta experiencia inédita hace evidente realidades que en tiempos normales no se ven a primera vista:

  1. En la escuela las nuevas generaciones aprenden cosas que la familia no puede enseñar, porque no tiene los recursos necesarios para hacerlo, en primer lugar la competencia pedagógico/profesional y en segundo lugar el tiempo y otros recursos didácticos. Ojalá que la emergencia nos recuerde que hay cosas importantes que solo se pueden aprender en esas instituciones especializadas que llamamos escuelas, colegios o universidades.
  2. La emergencia también permite tomar conciencia que la escuela no solo enseña, sino que también cuida de los niños y adolescentes, función que en una etapa anterior del desarrollo de nuestras sociedades correspondía a la familia y en especial a las madres. Cuando la escuela suspende su funcionamiento, la mayoría los niños quedan “abandonados a su suerte”, ya que la mayoría de las madres se han incorporado al mercado de trabajo. Este fenómeno es particularmente relevante en las familias de los sectores populares. Esta constatación debería servir para valorizar el papel multifuncional de la escuela en los procesos de reproducción social.

El reconocimiento social del valor de la escuela debería favorecer, entre otras cosas, un plan de inversión en su estructura física con el fin de garantizar un piso común de calidad e higiene del edificio escolar, objetivo pendiente en el sistema educativo nacional. Al mismo tiempo habrá que aprovechar la ocasión para mejorar los mecanismos de comunicación entre los ministerios, las instituciones escolares y las familias para potenciar el diálogo y la interacción entre estas instancias. Lo que se tuvo que hacer por necesidad deberá potenciarse y mejorarse en tiempos normales.

La situación excepcional que vive el mundo obligó a las instituciones y agentes escolares a desarrollar una oferta de educación a distancia, la mayoría de las veces en forma apresurada y con recursos insuficientes e inadecuados. El Estado argentino, en sus diversas instancias, desde los ministerios de educación a las propias instituciones desplegó una serie de iniciativas tendientes a ofrecer oportunidades de aprendizaje a través del uso de las nuevas tecnologías de enseñanza con el fin de garantizar una cierta continuidad en el trabajo escolar.

La necesidad de actuar en forma rápida obligó a utilizar diversos recursos disponibles (plataformas, medios masivos de comunicación, interacción directa de los docentes con sus alumnos usando distintos dispositivos, etc.). En muchos casos las circunstancias obligaron a improvisar, ya que no había tiempo para programar, desarrollar y luego implementar programas específicos. Más allá de estos esfuerzos dignos de apreciación, las condiciones objetivas conspiran contra los intereses de aprendizaje de los sectores sociales más desfavorecidos.

Es probable que para estos sectores lo más oportuno sea ofrecer materiales (audiovisuales, impresos, etc.) de interés para adultos, niños y adolescentes con el fin de fomentar la lectura recreativa, desarrollar el gusto por la misma, así como la realización de juegos. En relación con esto, sería bueno divulgar las 10 cosas que el pedagogo italiano Francesco Tonucci sugiere hacer a los padres con sus hijos. Cosas simples (como cocinar juntos, explicar cómo funciona el sistema eléctrico de la casa, construir muñecas o pelotas de trapo, reconstruir la historia familiar revisando un álbum de fotografías, leer juntos un periódico o un cuento, etc.) que “educan” más allá del curriculum escolar cuyo cumplimiento tanto desvela a muchos pedagogos formalistas. La emergencia obliga a utilizar la imaginación para darle una dimensión educativa a múltiples objetos, procesos y experiencias que se pueden vivir en el interior del hogar o en el barrio (allí donde en verdad no existe una vivienda digna de ese nombre).

El tiempo que vivimos nos debe inducir a reflexionar porqué las nuevas generaciones se sienten más atraídas por los ambientes virtuales que por los reales. ¿Porqué nos cuesta tanto que nos atiendan en la casa y en las aulas y dejen de lado su celular? La actual obligación de recurrir a la realidad virtual debería convertirse en una oportunidad para aprovechar sus potencialidades en el plano de la realidad, tan propicia para la creación, la modelación, la transformación, capacidad que muchas veces no tiene la realidad escolar preacondicionada, regulada, programada para recorrer un camino con etapas preestablecidas de desarrollo de determinadas competencias evaluables. En este sentido la emergencia puede ser una oportunidad para repensar la realidad escolar con sus tiempos y espacios fragmentados entre aulas, grados, materias, horarios preestablecidos, etc. etc. Estos son momentos en que ciertas transformaciones que en tiempos normales tardan mucho tiempo en concretarse, se pueden precipitar por la fuerza de la necesidad. Pasada la emergencia, habrá que analizar qué pudimos aprender de la improvisación, qué cosas debemos perfeccionar, qué cosas retener, qué cosas rescatar y cómo articular la realidad espacio-temporal de la escuela con las posibilidades que ofrece la realidad virtual.

Más allá de lo que se hace y pueda hacer en estas circunstancias y la creatividad desplegada por padres de familia, maestros y niños, es preciso ser realistas. Una vez más, los más perjudicados son los sectores desposeídos, ya que en su caso se conjugan dos pobrezas, la pobreza de la oferta de educación a distancia y la pobreza de los necesarios recursos familiares, de diverso tipo como el espacio habitacional precario, el hacinamiento, los ambientes insalubres e inseguros, la pobreza o ausencia de equipamientos tecnológicos, la conectividad a internet, el nivel clima educativo del hogar, la presencia de los adultos y su disponibilidad de tiempo para acompañar las actividades escolares de los niños y adolescentes, etc.

El sistema escolar también tiene sus amplias zonas de pobreza. Según un informe reciente del Banco Mundial que usa datos del programa PISA (2018), poco más de la mitad de los sistemas educativos encuestados dijeron que la mayoría de los estudiantes de 15 años están en una escuela sin una plataforma efectiva de apoyo de aprendizaje en línea. Este es el caso en todos los países participantes de América Latina y el Caribe. Por otra parte también existen limitaciones por parte de los docentes, ya que en la Argentina en opinión de los directores sólo el 55% de los docentes tienen “recursos profesionales efectivos para aprender cómo usar dispositivos digitales”.

El mismo informe del Banco Mundial reconoce que existe una fuerte asociación entre los recursos tecnológicos y humanos del sistema escolar y el nivel socioeconómico de los alumnos. Esto implica que quienes más perderán en materia de aprendizaje serán los que ocupan las posiciones más desfavorecidas en las distribuciones de recursos sociales estratégicos tales como la propiedad, el ingreso, el poder y el conocimiento. Desde ya habrá reflexionar sobre el tiempo de post-emergencia y redefinir las políticas educativas tendientes a fortalecer la escuela pública para dejarla en mejores condiciones para contrarrestar la fuerza de las inercias que tienden a reproducir las desigualdades sociales de todo tipo que presenta la sociedad argentina actual.

*Profesor e investigador de la UNIPE, Universidad Pedagógica Nacional

http://ahoraeducacion.com/category/tendencias-educacion/

«La escuela cerrada: costos pedagógicos desiguales»

https://politicayeducacion.com/la-escuela-cerrada-costos-pedagogicos-desiguales/

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-escuela-cerrada-costos-pedagogicos-desiguales/

Imagen: https://pixabay.com/photos/pencil-wood-pencil-education-1486278/

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¿Qué es el positivismo tóxico?

Por: Paulette Delgado

Mantener una actitud positiva excesiva puede ser dañino para la salud, además de afectar las relaciones interpersonales.

En las redes sociales es normal ver mensajes que nos invitan a tener una “actitud positiva” durante la pandemia. Y aunque es importante ser optimistas, es imposible mantener siempre una actitud positiva, ya que enfocarse exclusivamente en lo positivo no es tan bueno como parece, incluso puede llegar a ser “tóxico”.

Las psicólogas estadounidenses Samara Quintero y Jamie Long, definen la positividad tóxica como “la sobregeneralización excesiva e ineficaz de un estado feliz y optimista en todas las situaciones. El proceso de positividad tóxica resulta en la negación, minimización e invalidación de la auténtica experiencia emocional humana”. Quintero y Long explican que ser siempre positivos se vuelve negativo cuando esta actitud se usa para reprimir emociones como el resentimiento, tristeza o enojo. El psicólogo Konstantin Lukin profundiza sobre este punto señalando que, al negar las emociones negativas, estas se pueden hacer más grandes y se convierte un ciclo donde van creciendo y acumulándose, ya que no son procesadas, hasta que la situación se vuelve insostenible.

El Dr. Lukin explica que las emociones son información que nos avisa lo que está sucediendo en ese momento, pero no nos indican cómo actuar o reaccionar. Además, perjudica las relaciones interpersonales. En el caso de la enfermedad por COVID-19, si una persona tiene mucha ansiedad y miedo, ver una actitud de “todo estará bien”, “no pasa nada” o similar por parte de sus seres queridos, puede hacer que se aleje por verla poco accesible emocionalmente o miedo a que rechace sus emociones. “Imagina tratar de tener una relación significativa con alguien que ignora la tristeza o la ansiedad”, dice Lukin.

Signos del positivismo tóxico

Las doctoras Samara Quintero y Jamie Long presentan algunas maneras comunes en las que se presenta la positividad tóxica:

  • Escondiendo o enmascarando los verdaderos sentimientos.

  • Fingiendo que todo está bien.

  • Sentirse culpable de sus emociones negativas.

  • Minimizar las experiencias de otras personas con frases como “todo estará bien”, “hay que ser positivos” o similares.

  • Consolar a otro dándole perspectivas, es decir, diciendo “podría ser peor”, en lugar de validar sus emociones o experiencias.

  • Atacar, humillar o castigar a alguien por expresar frustración, ansiedad, tristeza o cualquier cosa que no sea positividad.

  • Ignorando los sentimientos diciendo cosas como “así pasa”.


¿Por qué es nociva la positividad tóxica?

Produce vergüenza

Según las expertas, la vergüenza es un paralizante ya que es de los sentimientos más incómodos. Esperar a que alguien siempre se encuentre bien o tenga una perspectiva positiva puede alentar al otro a guardar silencio sobre lo que está pasando o lo que está sintiendo por vergüenza. Además, puede hacer que otras personas se sientan como una carga y tengan que fingir que todo está bien en lugar de ser honestas.

Suprime otras emociones

A lo largo de los años, se han llevado a cabo diversos estudios que hablan sobre los efectos de suprimir emociones “negativas”, como aquellos realizados en 1987, 1997, 2010 y 2018. Estos estudios demuestran que negar los sentimientos u ocultarlos puede producir estrés, así como impedir que alguien desarrolle herramientas para controlar las emociones o pensamientos angustiantes.

“Si estás enojado —y los sentimientos de enojo no son reconocidos—, se entierran profundamente en nuestro cuerpo. Las emociones reprimidas pueden manifestarse más tarde en ansiedad, depresión o incluso enfermedades físicas”, escriben las doctoras Quintero y Long.

Además, estos estudios demostraron que es importante tener palabras o expresiones faciales, como llorar,  para describir cómo se sienten y ayudar a regular la respuesta al estrés. Un estudio realizado en 1997, por ejemplo, demostró que los participantes a los que se les pidió fingir estar bien después de ver videos perturbadores, señalaron contener mucho estrés, en comparación a aquellos que demostraban cómo se sentían.

Las autoras también mencionaron que suprimir las emociones puede llevar a las personas a crear una personalidad falsa al no querer mostrar partes de ellas mismas. Esconderse de esa manera, según Quintero y Long, es negar la verdad, y esa es que en la vida hay momentos tristes, dolorosos y difíciles. Aceptar esto, y sentir las emociones ayuda a verbalizarlas y sacarlas del cuerpo, contribuyendo a mantenernos sanos y sin tensiones.

Produce aislamiento 

Crearse una personalidad falsa puede llevar a que se pierda la conexión con uno mismo, y con los demás. Las autoras lo describen de la siguiente manera: “¿Alguna vez has estado cerca de una persona dulce, linda, que «solo piensa en pensamientos felices»? ¿Qué tan cómodo te sientes al hablar sobre las emociones profundas que sientes? Aunque esa persona podría tener las mejores intenciones del mundo, el mensaje que está enviando sin darse cuenta es: «solo se permiten buenos sentimientos en mi presencia». Al sólo presentarse como alguien positivo y alegre, esta es la imagen que la otra persona puede tener de nosotros. Ya sea que se trate de un conocido o uno mismo, este tipo de actitud sólo produce que los demás nos vean como alguien inaccesible ya que sólo se puede ser una persona positiva a su lado, provocando, incluso, el aislamiento.

¿Cómo evitar el positivismo tóxico?

Para empezar, es necesario aceptar las emociones como información o una guía, y dejar de pensar que las emociones son negativas, ya que connota un rechazo automático. Como explica la autora Karla McLaren, “tratar las emociones como negativas o positivas siempre conduce a lo que mis amigos programadores de computadoras llaman el problema GIGO (Garbage in, Garbage out) o “Basura dentro, Basura fuera”, en español. Si ingresas una cadena de código incorrecta en tu programa, este programa no funcionará o hará algo muy complicado. Basura dentro, basura fuera.

Aceptar que existen estas emociones ayudará a sobrellevarlas y a disminuir su intensidad. El Dr. Lukin lo describe como quitarse un peso de encima, ya que además de poder procesarlas, puede llevarnos a ser más abiertos con nuestros seres queridos y hablar de cómo nos sentimos, en lugar de siempre pretender que todo está bien. Además, las emociones ayudan a transmitir información a otras personas, por ejemplo, si en estos momentos por la cuarentena nos sentimos nerviosos, hablarlo con otra persona puede ayudarnos a encontrar confort o apoyo, en lugar de rechazo.

Ser positivos no es algo malo, es bueno tratar de ver el lado positivo de las cosas, más en estos tiempos de COVID-19, pero es igual de importante aprender a escuchar qué información quieren transmitirnos nuestras emociones y escucharlas y reconocerlas, incluso si son negativas. Dejar de intentar ser siempre positivos y aprender a procesar los sentimientos nos ayudará a comprenderse mejor a uno mismo y a los demás.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/positivismo-toxico

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Represión y censura

Por: Leonardo Díaz 

Dos noticias aparentemente inconexas coincidieron el pasado 4 de mayo. La primera: Profesores de Derecho se pronuncian sobre restricciones a la libertad y uso de la fuerza durante emergencia, se refiere a la postura de unos abogados docentes sobre los abusos de las fuerzas policiales cuando hacen cumplir las órdenes oficiales del confinamiento. La segunda, La ONU urge a proteger la libertad de prensa durante la pandemia  informa sobre las declaraciones del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, sobre los peligros de las restricciones a la libertad de prensa en el contexto de la pandemia del COVID-19.

Ambas informaciones son dos caras de un mismo problema: los límites del estado de excepción dentro de una sociedad democrática.

La actitud autoritaria valida el daño a la dignidad de las personas bajo la excusa de la protección ciudadana. Los dos mecanismos emblemáticos de los Estados autoritarios para llevar a cabo dicha “protección” son la represión y la censura. Mediante la primera, se emplea el daño fisico y psicológico contra el cuerpo humano para disuadir a la ciudadanía de emplear los espacios físicos como escenario para movilizaciones que debiliten el control político. Mediante la segunda, se cierran los medios de acceso a los significados que los ciudadanos necesitan para interpretar sus experiencias sociales, en otras palabras, se lleva a cabo un silenciamiento hermenéutico.

Lo que caracteriza a los Estados autoritarios es la normativización de prácticas que, en el seno de una sociedad democrática, se ejecutan dentro de ciertos límites, en circunstancias excepcionales (peligro de salud pública, posibilidad de disolución política), durante un período muy limitado de tiempo y siempre como producto de un debate parlamentario previo que les otorgan legitimidad.

Recalco el hecho de que dichas prácticas se hacen dentro de unos límites, es decir, a pesar de las circunstancias excepcionales, el Estado de una sociedad democrática debe intentar ejercer las acciones especiales dentro de unos límites establecidos por el respeto al marco constitucional, a los derechos humanos y a la naturaleza dialogante de una sociedad abierta.

Por tanto, no es aceptable que, bajo la excusa de la pandemia del COVID-19, un Estado permita el uso desproporcional de la fuerza física contra la ciudadanía, el abuso de poder, o infrinja castigos no contemplados en la ley para las infracciones ciudadanas.

Como inaceptable resulta, también, el intento de ocultar información y distorsionarla, o entorpecer el trabajo de quienes tienen la función de proporcionarla. La información fidedigna y el acceso abierto a la lectura de los significados sociales constituyen los recursos más eficientes con que cuenta una sociedad democrática para resolver las situaciones problemáticas.

Fuente:  https://acento.com.do/2020/opinion/8814259-represion-y-censura/

Imagen: https://pixabay.com/photos/censorship-limitations-610101/

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Altibajos de aprender en casa

Por: Carlos Ornelas

El principal problema que le ven a los proyectos alternativos que impulsa la SEP es el burocratismo. Insistir en tareas y calificaciones, falta de apoyo a docentes y señalar que con clases por radio y televisión se alcanzarán los aprendizajes esperados.

“El aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información”, es una de las máximas de Albert Einstein. El valor de la escuela reside en la convivencia y en las prácticas comunitarias. Pero el aprendizaje, lo que se dice educación, se adquiere en la vida cotidiana, en el hogar, en primer lugar, en la calle, en los mercados, en la vía pública y en el mundo del trabajo.

El coronavirus también nos educa, por la travesía amarga. Sin embargo, el encierro nos obliga a educadores, educandos, familias, sociedad y gobierno a buscarle salidas por rutas alternas. Hoy tenemos las tecnologías de la información y la comunicación que en mucho ayudan, en especial en la enseñanza media y la superior.

El jueves de la semana pasada tuve un seminario virtual con los estudiantes que asesoro en el posgrado de mi Universidad Autónoma Metropolitana, sede Xochimilco. Nos pusimos al día con las novedades de sus tesis, avances y problemas. Uno espinoso: no puede hacerse trabajo de campo. Otros, por la suspensión de sus proyectos de movilidad y el retraso en el calendario. Pero, sin haberles comentado la cita de Einstein, coincidimos en que la experiencia del encierro nos trae aprendizajes.

Era imposible deshacerse del hecho. Así que, sin que estuviera en la agenda, platicamos de la reclusión y les pedí opiniones sobre el programa de la Secretaría de Educación Pública, Aprende en Casa. Ofrecieron respuestas equilibradas, nada de blanco o negro, aunque la opinión crítica —en parte porque ven los efectos en su familia y ellos mismos— inclinó la balanza a lo negro.

Coincidimos en que es mejor buscarle salidas a lo inesperado, en lugar de nada más quejarnos o no hacer nada.

De hecho, tuvimos en línea el seminario al que siempre los convoco antes de comenzar el trimestre o en la primera semana. Una alumna, que vive y trabaja en La Laguna, no había participado en los anteriores; hoy sí lo hizo. Además, recibió felicitaciones de sus compañeros porque ya está a punto de terminar su maestría. Tal vez en junio tenga su examen de grado, será virtual, no presencial.

Cuatro de mis tutorados trabajan en educación básica, tres son maestras normalistas de origen. Observan provecho de ciertos videos, piensan que producen efectos favorables —agregan experiencia, no nada más información— si los padres ayudan, pero los padres no son maestros y no todos quieren acompañar a sus hijos. Otros simplemente no pueden por la falta de capital cultural.

Mis estudiantes ven el problema de la desigualdad social, la falta de equipos, conectividad y otros recursos pondrá cargos a la inequidad reinante.

El problema principal que le ven a los proyectos alternativos que impulsa la Secretaría de Educación Pública es el burocratismo. Insistir en tareas y calificaciones, simulación, papeleo, falta de apoyo a docentes y señalar que con clases por radio y televisión se alcanzarán los aprendizajes esperados.

Las actividades se orientan a informar, no a procurar nuevas experiencias. Se pone mucho peso en lo formal, en hacer tareas.

Una de mis estudiantes refirió que, a su hermana, quien estudia en una prepa de la Universidad Nacional Autónoma de México, lo único que le encargan es hacer más tareas, mandar más evidencias que en tiempos normales; su carga aumentó.

En fin, la pandemia nos trae experiencias nuevas, también aprendemos a tener paciencia, a ser más empáticos, a buscar formas de cooperación y a trajinar en la vida de nueva manera. Casi todos llevamos registro de peripecias, problemas, al igual que de los ratos alegres. Claro, también ponemos atención a los informes, pero el conocimiento que construimos se deriva más de lo que vivimos.

Retazos

En mi artículo del domingo en estas páginas reseñé una clase del programa Aprende en Casa, sobre el neoliberalismo.

Recibí comentarios, unos críticos —con respeto, no con diatriba— porque no hice la crítica, no como unos esperaban.

¿Qué voy a hacer?

Enjuicié lo que vi; me pareció equilibrado, no propaganda. Esa va en las mañaneras. La liga del programa: https://bit.ly/3c2rLlk.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/altibajos-de-aprender-en-casa/

Imagen: https://pixabay.com/photos/school-study-learn-books-read-2051712/

 

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La tarea: ¡La madre de todas las batallas!

Por: Abelardo Carro Nava

¿Qué nos hace pensar que el cumplimiento de una tarea necesariamente refleja el aprendizaje logrado de un niño? O, mejor dicho, ¿en qué momento, la tarea, se convirtió en sinónimo de aprendizaje de los pequeños? Preguntas por demás sencillas pero que, en cierta medida, nos invitan a reflexionar en lo que cientos de maestros, padres de familia y niños están pasando en estos días donde, para acabar pronto, la contingencia sanitaria por el Covid-19 nos ha hecho ver y comprender que la escuela, y todo lo que ocurre dentro de ella, tiene un enorme significado.

Y es que, como bien sabemos, el proceso de enseñanza y de aprendizaje va más allá del cumplimiento de una tarea. De hecho, en anteriores entregas que tan amablemente me han publicado en este y otros espacios, he dado cuenta de ello; sin embargo, ese proceso no ha sido del todo comprendido por quienes, en este momento, tienen la responsabilidad de conducir los destinos de la educación de nuestro país. Me refiero, exclusivamente, a las diversas autoridades educativas que son parte del Sistema Educativo Mexicano (SEM). Tal parece que, indicarles a los maestros que les pidan a los alumnos el cumplimiento de más tareas para que éstos a su vez las resuelvan, genera más aprendizajes. Formula, a todas luces, incorrecta y harto equivocada.

¿Por qué sucede esto? Mi explicación se basa en varios puntos que, desde luego, si ustedes me lo permiten, iré desglosando a lo largo de este texto.

Por principio de cuentas, como órgano de control administrativo y normativo, la Secretaría de Educación Pública (SEP), desde hace mucho tiempo, ha evidenciado la poca o nula confianza que le tiene al magisterio mexicano. Pareciera ser que los maestros y maestras, no tienen un dejo de creatividad y pensamiento en cuanto a la función que a éstos les toca desempeñar como parte de su quehacer docente.

Al respecto, no niego que hay muchos mentores que difícilmente realizan sus actividades si la Secretaría o sus autoridades no se las piden o requieren, sin embargo, tampoco niego que hay quienes dan un poco más de lo que su función les exige. En cualesquiera de los casos, estos docentes, generalmente se hallan entre la espada y la pared, es decir, entre lo que “deben” hacer y lo que “quieren” hacer, dado el conocimiento que éstos poseen de los alumnos que tienen en sus manos.

Para nadie es desconocido que, si un profesor pretende echar a andar una propuesta innovadora – pedagógica y didácticamente bien sustentada – y, como resultado de ello, desarrolla una serie de actividades que no necesariamente corresponden a las que dicta la Secretaría o sus autoridades inmediatas, éstos, lo llaman a “cuenta” para que se “alinee” a las disposiciones oficiales o, de plano, para que deje de hacer lo que está haciendo porque, a decir de estos últimos, su propuesta es inadecuada aunque no haya un sustento alguno. Sobre este asunto, recuerdo muy bien que, hace algunos años, cuando la reforma peñanietista estaba a todo lo que daba y la evaluación al desempeño docente se aplicaba a rajatabla, muchos mentores recibieron, por parte de la SEP, una “retroalimentación” que difícilmente retroalimentaba. Imaginemos cuál sería el sustento que esta dependencia tendría u ofrecería para detener el o los proyectos que los profesores diseñaran.

En segundo lugar, sin entrar a tremendos “tecnisismos”, quiero abordar un poco el sentido de la palabra “tarea”. Y es que como bien sabemos, esta palabra se relaciona, de manera inmediata, con un deber. No en pocas ocasiones habremos escuchado decir a nuestra madre o padre: “tienes que hacer la tarea, no lo olvides”; o bien, cuando el profesor o profesora, justo antes de despedirnos, nos llegó a expresar: “de tarea, realizar los ejercicios de la página 115 de su libro de español”. Luego entonces, al ser concebido de esta forma, es claro que un deber conlleva una responsabilidad y cumplimiento por lo que, ya sea en la casa, en la biblioteca del pueblo o con los amigos en un cibercafé, el alumno cumple este cometido. En este sentido, ¿sabe usted cuántas materias lleva un alumno en la escuela? En efecto, a partir de las asignaturas que cursa es que, dependiendo el contenido, el profesor toma la decisión de dejarles tarea. Esto, con el propósito de favorecer y dar continuidad a su proceso formativo y de aprendizaje en un contexto no formal como el que representa su aula/escuela.

De esta forma, quiero hacer énfasis en esos elementos valiosos para que el profesor encomiende una tarea; éstos pueden ser: el contenido que está abordando, el nivel congnitivo/cognoscitivo de sus alumnos, las condiciones (incluyendo el contexto) en el que viven los pequeños y otros. Así, no debemos de perder de vista que, derivado de esos elementos y la decisión que el maestro haya tomado en su momento, éste pone en la mesa diferentes tipos de tarea para que sus estudiantes puedan realizarlas; retomaré tres que me parecen las más relevantes: a) de práctica, son aquellas en las que se refuerzan las habilidades o conocimientos recién adquiridos en clase como guías de ejercicios, cuestionarios, resúmenes, resolución de problemas, entre otras; b) de preparación, son aquellas en las que se intenta proveer información de lo que se verá en la siguiente clase, pueden ser leer, buscar información bibliográfica, obtener materiales para hacer un trabajo en el aula, etcétera; c) tareas de extensión, son aquellas en las que se fomenta el aprendizaje individualizado y creativo al enfatizar la iniciativa e investigación del estudiantes, éstas son tareas a largo plazo, proyectos continuos y paralelos al trabajo en el salón, etcétera (Roland Laconte 1981, citado en Ochoa 2012).

Como seguramente usted imaginará, el cumplimiento de esa tarea arroja un producto o evidencia, misma que el docente, se encargará de revisar para realimentar/retroalimentar lo que, a su juicio, considere pertinente. Es claro pues, que esa evidencia puede o no demostrar el logro de un aprendizaje en términos de un contenido. Pongo un ejemplo muy sencillo, si la consigna fue dibujar un animal marino porque el contenido se relaciona con este tema; puede ser que el chico, después de haber realizado una investigación, decidió dibujar una tortuga marina, ya sea vista desde arriba o lateramente; en sentido estricto, la tarea la cumplió este niño y, en consecuencia, el aprendizaje se logró porque, además de la investigación, se dibujó a ese animal marino; sin embargo, imaginemos que un alumno no haya contado con los recursos, tal vez tecnológicos que empleó el otro estudiante, para investigar los tipos de animales marinos y, por ello, dado su conocimiento, dibujo una lombriz de tierra. También, en sentido estricto, la tarea se cumplió, es decir, el pequeño entregó su producto, pero el aprendizaje… ¿se logró? Ahí es donde la intervención docente se vuelve fundamental porque, a través de ella, y de algunos cuestionamientos que éste formule, podría lograr que su educando reflexionara sobre los tipos de animales marinos que existen, la diferencia que hay entre éstos y los terrestres, etcétera. En consecuencia, producto/evidencia no es sinónimo de aprendizaje.

Habría que pensar entonces, por qué la SEP, y buena parte de las autoridades educativas de los estados, exigen, diariamente, un sinfín de tareas escolares al igual que un número infinito de evidencias que, como he dicho, no necesariamente reflejan el logro de un aprendizaje.

En la semana pasada, publiqué un artículo que titulé “Hacer poco es mucho, pero la SEP no lo entiende”; consecuentemente considero que, si se le brinda la confianza necesaria a los docentes, éstos podrían, en la medida de sus posibilidades y recursos, adecuar las acciones que desarrollarían para que sus alumnos aprendieran en casa. ¿Se imagina aquel maestro de secundaria que tiene a su cargo más de 200 alumnos? Es demencial que se le pida que grabe un video que demuestre que está trabajando con sus alumnos, que realice una carpeta de “experiencias” de cada uno de éstos, que tenga la posibilidad de planear para que, si no es que todos, se conecten desde sus hogares para que trabajen a través de una plataforma, y un lago etcétera más.

¿Acaso el maestro o maestra no es padre o madre de familia?, ¿acaso no tienen que atender u orientar a sus hijos porque sus maestros también les han dejado tarea?, ¿acaso no tienen vida propia para desayunar, comer, cenar, pasar un tiempo con su familia, para hacer labores domésticas o en el campo, o para disfrutar de unos minutos de descanso?

Sí, además de la guerra que están librando médicos y enfermeras en nuestro país, la tarea, se ha convertido en la madre de todas las batallas que buena parte de la población está librando en estos momentos, y la SEP, tampoco ha entendido, entiende, ni entenderá esto.


Referencias:

Laconte, R. (1981). Citado en Rodas Ochoa, M.C. (2012). Las tareas escolares extraclase y su incidencia en el rendimiento de los estudiantes del tercer año educación general básica de la escuela Aurelio Ochoa Alvear de la Parroqui Tuti Cantón Cuenca (Doctoral dessertation)

Fuente: https://profelandia.com/la-tarea-la-madre-de-todas-las-batallas/

Imagen: https://pixabay.com/photos/children-drawing-education-4526384/

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¿Cuándo y cómo reabrir el sistema educativo en Colombia?

Por: Ángel Pérez.

Una de las decisiones más difíciles que tendrá que tomar el Gobierno nacional, así como los alcaldes y gobernadores, en el proceso de desconfinamiento, será cuándo y cómo garantizar la reapertura de las instituciones escolares, para reanudar las clases.

Para entender la complejidad de la decisión, en términos de impacto poblacional, abrir el sistema de la educación básica, media y superior significa que más de 13 millones de personas saldrán de sus casas, el 26% del total de la población de Colombia; 12 millones de estudiantes y cerca de un millón de personas entre docentes, personal de apoyo a las labores educativas y administrativas, más quienes trabajan con las empresas del sector y son proveedores del transporte escolar, alimentación y otros servicios, anexos al funcionamiento de las instituciones educativas.

En Colombia tenemos la fortuna de ir un mes, o más, atrás de otros países, con respecto al proceso de encerramiento y de desconfinamiento, este tiempo nos permitirá evaluar la decisión que ya tomaron otros países de empezar la reapertura del sistema educativo. No tenemos afán, podemos seguir funcionando durante este semestre con los estudiantes en casa: en condiciones normales los estudiantes del calendario A de la educación básica y media estarán finalizando el primer semestre a la mitad del mes de junio, igual ocurre con los estudiantes del calendario B y de la educación superior, quienes terminan año escolar o semestre.

En el mundo se planteó la necesidad de abrir el sistema educativo por lo menos por tres razones: la primera por el indudable retraso que sufrirán en el proceso educativo los estudiantes más pobres, quienes viven en peores condiciones de hacinamiento, sin acceso a las TIC; segundo, la salud, el estado emocional de los estudiantes y hasta problemas nutricionales se pueden afectar por las condiciones de encierro en las que permanecen algunos niños y adolescentes y; tres, una vez se reabran otros sectores de la economía los padres deben salir a trabajar y la mayoría de niños tendrán escaso soporte, o con quien estar en casa, una parte de los padres coordina su trabajo de acuerdo con el horario escolar.

En el mundo algunos países ya reabrieron las escuelas, por etapas, y se proyecta en diferentes países continuar este proceso durante el mes de mayo. En este sentido y de acuerdo con lo que está pasando en otros países propongo los siguientes pasos para reabrir el sistema educativo de manera planeada y con gradualidad:

  1. Gobierno nacional (Ministerio de Educación Nacional, MEN) debería crear un grupo asesor donde estén expertos en salud, en manejo emocional de los niños y representantes de las entidades territoriales, así como docentes y rectores para que determinen lineamientos y acciones de corto plazo, que preparen al sistema educativo para su reapertura.
  2. De manera inmediata, el MEN, las secretarías de educación y los equipos directivos de los colegios deben preparar las sedes educativas, donde sea posible empezar clases (no en todas se podrá): arreglar baños, equiparlos con elementos de aseo, y hasta modificar aulas especiales, auditorios, bibliotecas y el mobiliario, si es necesario, para mantener el distanciamiento entre los niños y los docentes. Propongo que para los colegios públicos los recursos para estas reparaciones locativas se distribuyan de manera directa a las instituciones escolares, además se otorguen facultades especiales a los rectores para contratar los ajustes y arreglos de los baños, así como la dotación de dispensadores de jabón y otros elementos para la higiene y seguridad de la comunidad educativa. Acá se genera empleo y no se requerirá personal muy calificado
  3. La nación y las entidades territoriales deben respetar la autonomía de los colegios y confiar en sus directivos y maestros, ellos definirán los grupos, prioridades y formas de regresar a los colegios, de acuerdo con unos plazos razonables, que decidirá, según las circunstancias de la pandemia, el grupo asesor del gobierno nacional: Por ejemplo, empezar con gradualidad la primera semana de agosto.
  4. Para arrancar las clases se pueden dividir en subgrupos, como lo hizo Dinamarca, pueden ser grupos de 5 a 7 niños por día, para atender 35 niños en promedio a la semana, insisto dependerá del tipo de colegios y del número de sedes, estudiantes, maestros y cantidad de grupos; durante un tiempo el sistema funcionaría de manera presencia uno o dos días a la semana, combinando educación en casa y a distancia, con las TIC o con guías. Propongo que empiecen con los estudiantes sin acceso a las TIC.
  5. Los estudiantes deberán tener su propio escritorio o pupitre, todos ubicados a dos metros de su vecino más cercano.
  6. Los maestros trabajarán con el mismo grupo de estudiantes durante el día y no cambiarán de aula, ni de estudiantes.
  7. Los niños utilizan tapabocas y solo juegan con niños de su clase, en grupos pequeños.
  8. Hasta donde sea posible, los maestros no se reúnen en la sala de profesores;
  9. Todos (niños y profesores) deberán lavarse las manos al menos una vez por hora, durante las 5 o 6 horas de duración de la escuela.

Además, el pediatra y epidemiólogo Quique Bassat, que formó parte del grupo de expertos de la Asociación Nacional de Pediatría que asesoró al Gobierno español sobre cómo debe ser el desconfinamiento de los niños, afirmó que «los requisitos dependerán del punto en que se encuentre la pandemia, adelanta cuatro elementos: distancia social; lavado de manos con gel hidroalcohólico al entrar y salir de clase, posible uso de mascarillas, y turnos en la hora del comedor, un momento que resulta especialmente delicado, y también en la llegada y salida de los centros educativos».

Fuente del artículo: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/columna-angel-perez-11-de-mayo-cuando-y-como-reabrir-el-sistema-educativo/286113

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Antonio Gramsci y una educación desde una perspectiva revolucionaria

Por: Virginia Pescarmona y Federico Puy.

La pandemia y la educación han traído diferentes debates en todo el mundo. Traer al pensador Italiano Antonio Gramsci, tan reconocido, leído e interpretado con diferentes “usos” en los ámbitos educativos y políticos, nos permite repensar la escuela, el Estado, la docencia, al calor de sus ideas y su vida militante.

Está lleno de debates de “expertos” (hasta lo que podemos seguir en habla hispana) acerca de qué pasa con los conocimientos, sobre si es posible acreditar, clasificar, evaluar lo que acontece en estos días de cuarentena y hasta incluso, hay quienes ponen en cuestión la gradualidad y el propio calendario escolar, así como toda la organización escolar: horarios, recreos, espacios, etc. Tras tantos años de cuestionar el hacinamiento y la superpoblación en las aulas, esta crisis pone en el tapete que así, no se puede seguir.

Más allá de las distancias históricas y de los debates puntales que Antonio Gramsci hizo con distintas corrientes de pensamiento, sus escritos sobre la educación, sus cuestionamientos y pensamientos sobre la enseñanza en el marco del sistema capitalista y cuestiones como las peleas inmediatas y sus ideas motoras para un nuevo tipo de estado, ofrecen herramientas conceptuales pertinentes para debatir la educación actual y construir una alternativa política pedagógica crítica, coherente con el propio Gramsci en sus objetivos de cambio social revolucionario.

Partimos en primer lugar del presupuesto de que no hay en Gramsci una idea de que la “batalla cultural” (como es utilizada por cierta corrientes de pensamiento) pueda reemplazar las relaciones de fuerzas sociales y políticas, por lo tanto la lucha de clases. Una “batalla cultural”, aunque es parte de la lucha política, y ha tenido innumerables formas en la historia de la clase obrera, incluso institucionales como teatros, bibliotecas, periódicos, centros culturales, etc, no es la forma insinuada o propuesta de instaurar un cambio político como una vía alternativa a la revolución. La importancia otorgada a la cultura no implica necesariamente la perspectiva de instaurar una “hegemonía cultural” previo a la revolución [1].

El Estado integral, y la escuela como disciplina y hegemonía

Gramsci planteó diferentes esbozos del concepto de Estado Integral, en diferentes momentos. En un pasaje escrito en 1931, plantea que “en la noción general de Estado entran elementos que se refieren a la noción de sociedad civil (en el sentido, se podría decir, que Estado es sociedad política + sociedad civil, o sea hegemonía acorazada de coerción). También en un pasaje redactado en octubre del mismo año, define al Estado integral del siguiente modo: el “estado, en su significado integral: dictadura + hegemonía” [2].

Entonces no son contrapuestos en forma orgánica los elementos que componen el Estado integral. La categoría implica la distinción metodológica entre sociedad civil (partidos, sindicatos, clubes, periódicos, asociaciones culturales, y un largo etcétera) y sociedad política o Estado, en un proceso histórico donde ambos polos se entrecruzan, siendo característico del Estado integral que el propio aparato del Estado establece ciertas funciones “consensuales” (reconocimiento de ciertos derechos sociales garantizados por el Estado), mientras que la sociedad civil también puede cumplir funciones represivas. Es un “consenso” como producto de la relación de fuerzas [3].

Entendemos que Gramsci no ubica esquemáticamente a la escuela en alguno de los dos polos de la definición de Estado integral [4], y justamente por eso esta definición nos ayuda a complejizar el rol de la misma en sus dos aspectos, tanto de disciplina (normas, organización escolar, verticalidad), como de hegemonía (igualitarismo, acceso, consenso). La escuela, históricamente se consideró como parte de la “sociedad civil” pero ante la necesidad del propio capital para que el estado desarrolle grandes sistemas educativos masivos, también se integra como institución directa del Estado.

Interpretamos que, para Gramsci el sistema escolar es una cosa y la otra. Puede ser disciplina y puede ser consenso. Como las demás organizaciones culturales que actúan en la sociedad civil, la escuela es uno de los factores de hegemonía de una clase social. La supremacía de una clase social no es solo dominación sino, como hegemonía, es lo que llama dirección intelectual y moral. Pero también la podemos ubicar del lado de la disciplina, ya que la escuela tiene una serie de valores y normas de clase (acompañada por el contenido de lo que se enseña) y de rígidas normas verticales que van desde el orden, la autoridad, la calificación, y un sin fin de políticas que podemos encontrar en lo que muchos pedagogos han llamado el “currículum oculto” [5]. Mantener horarios a pesar de la cuarentena, asistencia y hasta calificaciones dejan bastante al descubierto esta función ordenadora en nuestros días.

En esta definición de estado integral, la escuela opera desde una función ética y política, y su objetivo es organizar los aspectos centrales de la tarea formativa del Estado, guiada por la elaboración de un consenso hegemónico. Esta tarea consiste en elevar a la gran masa de la población a un determinado nivel cultural y moral, en correspondencia a las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas y necesidades del capital, por consiguiente, a los intereses de las clases dominantes como un “complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no solo justifica y mantiene su dominio, sino también logra obtener el consenso de los gobernados” [6].

Esta escuela capitalista, y sobre esto hay bastante consenso desde diversas corrientes de pensamiento pedagógico, imparte un sistema de valores, creencias y saberes elegidos y determinados por la clase dominante. Por tanto, ella transmite ideología en términos amplios, que incluye de modos de vivir, sentir, etc. Hablar de escuela es pensar desde las reformas educativas hasta un sistema meritocrático de premios y castigos, pasando por las evaluaciones punitivas y un sistema jerárquico vertical. Horarios rígidos, toques de timbre/campana, exámenes de ingreso, pruebas estandarizadas y un sinfín de normas institucionales de respeto a la autoridad, a símbolos, a formas de hacer y resolver, que buscan entrenar a la juventud para ser un “ciudadano” del Estado democrático burgués y aceptar la regimentación del capital sobre el trabajo. Pablo Pineau en su trabajo “¿Por qué triunfó la escuela? o la modernidad dijo: ‘Esto es educación’, y la escuela respondió: ‘Yo me ocupo’” [7], llama a todos estos dispositivos “regulación artificial”. Varios autores desarrollan esa idea interesante aunque polémica, de que la escuela como “gran empresa moderna” mientras alfabetizó millones ha creado la argentinidad, por ejemplo.

Dividir la escuela en un polo u otro del concepto de Estado integral, creemos que es un error orgánico y metodológico, que se se expresa en reinterpretaciones de la función de la escuela como parte de los “aparatos ideológicos del Estado”, aboliendo efectivamente el propio método integral que propone Gramsci de no disociar sociedad política y sociedad civil. En general dan a la escuela solo un lugar de reproducción de la ideología dominante del estado burgués sin ningún tipo de posibilidad de lucha. Por el otro lado, y ubicándose desde del pos marxismo y contrario/contrapuesto a los “reproduccionistas”, se encuentran corrientes donde la escuela cae en un lugar de disputa por excelencia (sin importar el contenido de clase) siguiendo por ejemplo el pensamiento de Freire, Giroux, Tamarit, entre tantos otros. Como punto de contacto y en el mismo sentido de estos últimos, hay otros autores terminan determinando a Gramsci solo como un teórico del consenso en la sociedad civil y de la “guerra de trincheras” como única estrategia posible. Esto, desde luego lleva a diferentes políticas que van desde el eurocomunismo y reformistas a, en Argentina, “nacionales y populares”.

Combinado con esta pelea, hay un planteo de que no es la escuela el único lugar pedagógico. La función pedagógica la encontramos en las peleas que dan los trabajadores en la sociedad Civil (sindicatos, clubes obreros) y como una parte importante de la pelea del partido de los trabajadores por elevar la conciencia de las masas, en su búsqueda de la toma del poder y la construcción de una sociedad sin oprimidos ni explotados.

En el mismo sentido que está planteado por A. V. Lunacharsky (El comisario del pueblo para la Instrucción Pública), en el “Decreto sobre la a educación popular” del estado Obrero en Rusia durante la Revolución, donde hacia una importante distinción planteando:

…es preciso señalar la diferencia entre enseñanza y educación Enseñanza es la transmisión de conocimientos ya definidos por el maestro al alumno. La educación es un proceso creador. Durante toda la vida la personalidad del hombre se ‘educa’, se extiende, se enriquece, se afirma y se perfecciona.

Una escuela unitaria ligada a una nueva organización del trabajo

Gramsci plantea una pelea por una escuela totalmente diferente. Una escuela planteada como una pelea de clase trabajadora y también la piensa en función de una nueva sociedad.

Esta perspectiva de “escuela unitaria”, podemos pensar que Gramsci la pensó sobre la cercana experiencia política y pedagógica de la Revolución Rusa de Lenin y Trotsky, en sus mejores años de la revolución. Conoció en persona la Rusia soviética entre los años 1922 y 1923. Vemos en sus escritos que los primeros acercamientos a un pensamiento pedagógico se pueden encontrar en las Cartas con su compañera, interesado por la educación de sus propios hijos, donde realiza diferentes conjeturas en relación a lo social e individual del desarrollo de los niños. Sin haber conocido la obra de Lev S. Vigotsky hay una concepción del mundo en Gramsci que va a llevar en su concepción política y pedagógica.

Críticamente debemos elaborar estas experiencias; delimitar cuánto hay de ellas de meramente ruso, y dependiendo de las particulares condiciones en las cuales en la República de los Soviet encontró la sociedad rusa su advenimiento; discernir y fijar cuánto en ellas es permanente necesidad de la sociedad comunista, dependiente de las necesidades y de las aspiraciones de la clase de obreros y campesinos explotada de igual modo bajo todas las latitudes [8].

Pensando en perspectiva, continuaba escribiendo y pensaba que:

En el Estado de los Consejos [9], la escuela representará una de las más importantes y esenciales actividades públicas. Digamos más: al desarrollo y al éxito de la escuela comunista está ligado al desarrollo del Estado comunista, el advenimiento de una democracia en la cual sea absorbida la dictadura del proletariado [10].

Si el método es dialéctico y se piensa el conocimiento en tanto construcción y proceso, determinado por lo material, en primer lugar nos sugiere que no se debería hacer tabula rasa de la cultura existente, ni se la debería “reemplazar por otra completamente nueva y ya formulada. La tarea de la escuela radical consiste más bien en un proceso de transformación (orientado a producir una nueva forma) y rearticulación de elementos ideológicos existentes”. Una vez más, la cultura dominante tenía que ser comprendida críticamente antes de que pudiera ser transformada. Nos recuerda a Lenin planteando esa idea de que

con la trasformación de la vieja sociedad capitalista, la enseñanza, la educación y la instrucción de las nuevas generaciones, destinadas a crear la sociedad comunista, no pueden seguir siendo lo que eran. Ahora bien, la enseñanza, la educación y la instrucción de la juventud deben partir de los materiales que nos ha legado la antigua sociedad. No podemos edificar el comunismo si no es a partir de la suma de conocimientos, organizaciones e instituciones, con el acervo de medios y fuerzas humanas que hemos heredado de la vieja sociedad (…) Por ello debemos examinar en detalle qué debemos enseñar a la juventud y cómo debe aprender ésta si quiere merecer realmente el nombre de juventud comunista, cómo hay que prepararla para que sepa terminar y coronar la obra que nosotros hemos comenzado”. “La vieja escuela era libresca, obligaba a almacenar una masa de conocimientos inútiles, superfluos, muertos, que atiborraban la cabeza y trasformaban a la generación joven en un ejército de funcionarios cortados todos por el mismo patrón. Pero concluir de ello que se puede ser comunista sin haber asimilado los conocimientos acumulados por la humanidad, sería cometer un enorme error [11].

Este tema tiene importantes implicaciones para las relaciones entre profesor y estudiante en una teoría crítica de la pedagogía.

Su visión materialista del trabajo como principio y fundamento de una escuela elemental parte del razonamiento de un elemento educativo fundamental, donde las primeras nociones de ciencias naturales y las nociones de los derechos y deberes del ciudadano, son como elementos “culturales” los que determinan la naturaleza y la función educativa del trabajo en el pensamiento de Gramsci, en cuanto las leyes de la sociedad (“civiles y estatales”, dice) y

sitúan a los hombres en la posición más adecuada para dominar las leyes de la naturaleza”, es decir, “para facilitar su trabajo, que es la forma propia del hombre de participar activamente en la vida de la naturaleza a fin de transformarla y socializarla.

Estos conceptos teóricos sobre el trabajo y la escuela, en el debate de la época, es la premisa de la propuesta de una “escuela única inicial de cultura general, humanística, formativa, que ajuste precisamente el desarrollo de la capacidad de trabajar en forma manual (técnica e industrialmente), y el desarrollo de la capacidad del trabajo intelectual”. Gramsci considera la tendencia a eliminar todo tipo de escuela formativa y debate con la idea de pensar multiplicar las escuelas profesionales especializadas, como un proceso de progresiva degeneración y encuentra incluso paradójico que esta tendencia venga presentada como democrática.

¿Una escuela para que todo obrero pueda ser “gobernante”?

Para Gramsci en la educación no se puede consentir estratificaciones internas en los distintos grupos sociales, sobre la base de una unilateral especialización en el trabajo.

La posibilidad de que el peón llegue a ser un obrero cualificado, porque esto no suprimiría en absoluto la impronta social, es decir, la discriminación, que consiste, precisamente, en el hecho de que cada grupo social posee su escuela. La escuela, para que no sea socialmente cualificada o discriminante, debe educar de tal modo, que todo ciudadano pueda llegar a ser “gobernante” [12].

La escuela que pensaba Gramsci, exige en primer lugar que el Estado pueda asumir los gastos que solventa la familia para que asistan sus hijos e hijas, o sea que transforma completamente el balance financiero de ministerio de educación nacional, ampliándolo. Es decir, que toda la función de educación y formación de las nuevas generaciones deja de ser privada para hacerse pública.

Pero esta transformación de la actividad escolar también exige una enorme ampliación de la organización práctica de la escuela, es decir, de los edificios, del material científico, del cuerpo docente, etc. Sobre todo el cuerpo docente debería ser aumentado, ya que tanto mayor e intensa es la escuela cuanto más directa es la relación entre maestro y alumnos, lo que plantea otros problemas de no fácil y rápida solución. Tampoco la cuestión de los edificios escolares es simple, ya que este tipo de escuela debería ser una escuela-colegio, con dormitorios, refectorios, bibliotecas especializadas, salas apropiadas para el trabajo de seminario, etc. [13].

…paralelamente a la escuela unitaria se debe desarrollar una red de asilos infantiles y otras instituciones en las que aún antes de la edad escolar los niños se acostumbren a cierta disciplina colectiva y adquieran nociones y aptitudes preescolares. La escuela unitaria debería ser organizada como colegio, con vida colectiva diurna y nocturna, liberada de las actuales formas de disciplina hipócrita y mecánica, y el estudio debería hacerse colectivamente, con la asistencia de los maestros y de los mejores alumnos, también en las horas de la así llamada aplicación individual [14].

Con respecto a la organización por edades de los sistemas escolares, Gramsci consideraba que:

Un punto importante en la organización práctica de la escuela unitaria es el relativo a la carrera escolar en sus diversos grados, según la edad y el desarrollo intelectual-moral de los alumnos y los fines que la escuela quiere alcanzar. La escuela unitaria (…) debe proponerse incorporar a los jóvenes a la actividad social, después de haberlos elevado hasta un cierto grado de madurez y de capacidad, de creación intelectual y práctica, y de autonomía en la orientación y en la iniciativa” [15].

Para Gramsci, entonces “el advenimiento de la escuela unitaria significa el comienzo de nuevas relaciones entre trabajo intelectual y trabajo industrial no solo en la escuela, sino también en toda la vida social”. Pero en función de una sociedad como una comunidad nueva (“un orden nuevo”), animada por las ideas socialistas, una sociedad donde la escuela se inserta como elemento activo y propulsor para la educación de las nuevas generaciones, en una sociedad que no entre en contradicción con la escuela. En la visión gramsciana, el problema de lo social es esencial. Al igual que muchos pedagogos de la experiencia bolchevique, estaba convencido de que la revalorización del trabajo como actividad humana y social, la construcción de una sociedad capaz de realizar las más válidas aspiraciones del hombre no puede encontrar una solución satisfactoria en el mero activismo pedagógico por cuanto que la educación social ha de ir unida a la idea de transformación social. Un pedagogo de su época, L.S. Vigotsky escribió que “la vida se convierte en creación solo cuando se libera definitivamente de las formas sociales que la deforman y mutilan. Los problemas de la educación se resolverán cuando se resuelvan los problemas de la vida”. Hablaba de la educación atravesada por la alienación del trabajo capitalista.

Y creemos que acá se abren algunas coordenadas para pensar más en profundidad ¿qué?, ¿cómo? y ¿cuándo? de una pedagogía crítica radical y el papel que podemos desempeñar educadores y educadoras en los marcos de este sistema, en la aspiración de su profunda transformación.

Como vimos, Gramsci no pensó en la escuela tal cual la conocemos ahora, sino que pensaba en una enseñanza de tipo liberadora, una unidad del trabajo manual e intelectual y preparación para el trabajo que mantenga en todo lo posible los elementos sociales de la realidad, sin trabajadores de la educación en una pasividad intelectual.

Desde esta perspectiva resulta claro que el objetivo de la escuela unitaria es elevar a las masas a la cultura, en contra de las tendencias que se proponen mantener a los trabajadores en un nivel determinado del espectro de conocimientos “propios de su cultura” o de “su clase”. En consecuencia, la escuela unitaria para Gramsci es “un elemento básico en la lucha por la hegemonía de las clases populares” [16].

Por eso, de conjunto, el pensamiento del revolucionario italiano lejos está de pensar la escuela como un “lugar en disputa” (guerra de trincheras en la escuela) en el sentido de cambiar un poco el contenido y la forma metodológica y de una pelea solo dentro de los márgenes de la escuela, sino que discute una “filosofía de la práxis”, es decir una guía para la acción revolucionaria. Pensó la educación no escindida sino como parte de una sociedad que es necesario desnudarla, criticarla, en vistas de lo que llamó un “orden nuevo”, que implica una revolución que termine con el capitalismo.

Algunas primeras conclusiones

Hoy la situación del capitalismo es diferente a la conocida y pensada por Antonio Gramsci, y por lo tanto el rol de la escuela también fue cambiando de aspecto acorde a las necesidades del capital y al estadio de desarrollo de las fuerzas productivas, una escuela cada vez más transformada por los organismos de créditos internacionales como el FMI, el banco mundial o la OCDE, donde los gobiernos la consideran cada vez más como depósitos de niños, para que sus familias tengan y puedan ir a trabajar en horarios extensos, garantizando un gran ahorro a los capitalistas en las tareas de cuidado y crianza.

Como corolario y combinación de esta transformación, vemos a millones de estudiantes jóvenes trabajando en forma totalmente precaria para el capitalismo de plataforma, muchos dando sus vidas con sus bicicletas para las aplicaciones, Rappi, o lugares llamados de comidas rápidas, y donde una gran porción de la población joven que concurre a las escuelas tiene que debatirse entre pelear un plato de comida o continuar en la escuela.

Volvemos a estos aportes y debates de Gramsci, en el medio de una situación que combina crisis social con crisis económica, y sobre la cual muchos analistas ya opinan que es superior a crisis como la de 1929 o 2008. Creemos que esta vuelta al revolucionario italiano nos sirven para pensar y pensarnos en la relación entre una práctica pedagógica crítica dentro de la escuela y una política revolucionaria para el conjunto de la sociedad, tal como lo pensaba Antonio Gramsci.

Porque creemos que con más y mejor educación no alcanza para la conquista de otra sociedad sin explotación ni opresión. Se puede practicar una pedagógica crítica, donde desnudemos de conjunto los contenidos de la escuela, su organización vertical, la ideología de clase que la rodea. Pero también sabemos que el estado burgués no se puede extinguir por mera evolución de la conciencia, por eso es necesario que los y las trabajadoras puedan hacerse del poder y donde gobierne la mayoría para abrir la posibilidad de una nueva educación.

Es un momento donde tenemos que repensar la necesidad estratégica de reconstruir un movimiento pedagógico crítico uniéndolo a la lucha de clases de las y los trabajadores y de la juventud que en el mundo se empieza a levantar, a pesar del aislamiento, a pesar de la crisis sanitaria, y justamente por sus consecuencias materiales. Tenemos una tarea que es preparar las condiciones para unir y pasar del cuestionamiento de las clases escolares, la regimentación de la escuela y sus valores y normas burguesas, al cuestionamiento de la sociedad de clases.

Será tarea de educadoras y educadores ser “no solamente maestros”, al decir de L.S. Vigotsky en Psicología y Pedagogía, si no que en la completa participación en la vida social y política, ser constructor de esta perspectiva pedagógica crítica, como parte de un proyecto de transformación radical de la sociedad.

NOTAS AL PIE
[1Juan Dal Maso, Hegemonía y lucha de Clases. Tres ensayos sobre Trotsky, Gramsci y el Marxismo. 2019, Buenos Aires, Ediciones IPS. 2018, Página 220.
[2Juan Dal Maso, El Marxismo de Gramsci. Notas de lectura sobre los Cuadernos de la Cárcel, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2016, Página 63.
[3Juan Dal Maso, “Antonio Gramsci, estratega de la hegemonía”La Izquierda Diario.
[4“El marxismo de Gramsci”, Entrevista a Juan Dal Maso por Fernando Rosso.
[5Tomamos la definición de Curriculum Oculto como “un conjunto de normas, costumbres, creencias, lenguajes y símbolos que se manifiestan en la estructura y el funcionamiento de una institución.” (Barriga, 2009). Paulo Freire extiende luego esta definición, donde el Curriculum Oculto “se transmite de manera implícita y tiene gran influencia en el aula y en las instituciones educativas, también recibe el nombre de implícito o no intencional, el cual no se encuentra en las normativas o si no que viene hacer el resultado de las practicas institucionales que no figuran en el reglamento y por lo general terminan siendo más efectivas en la adquisición de conocimientos, actitudes y valores; al no estar escrito permite que se pueda aprender más por las relaciones sociales y por las aptitudes y así se aprende más por lo que se hace que por lo que se dice”.
[7Reescritura del artículo “La escuela en el paisaje moderno. Consideraciones sobre el proceso de escolarización”, presentado en el Seminario “Historia de la Educación en Debate”, Universidad Nacional de Luján y publicado en Héctor Rubén Cucuzza (comp.), Historia de la educación en debate, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1996.
[8Artículo del L´Ordine Nuovo.
[9Cuando habla de “Estado de los consejos” Gramsci se refiere a un Estado proletario de los “consejos obreros”, en relación a la experiencia la huelga general de Turín de abril de 1920, donde la clase obrera Turinesa ocupó las fábricas, impuso el control obrero de la producción y se organizaba de abajo hacia arriba en un sistema de delegados y representaciones obreras. Para ver más información en http://gramsci.org.ar/1917-22/21-mov-turin-cons-fab.htm.
[10Artículo del L´Ordine Nuovo.
[11V. I. Lenin, “Tareas de las Juventudes Comunistas. Discurso en la I Sesión del III Congreso de Juventudes Comunistas de Rusia”, Moscú, 2 de octubre de 1920.
[12Mario Manacorda, Marx y la pedagogía moderna, Barcelona, Oikos-tau, 1969, Página 151.
[14Ídem.
[15Ídem.
[16“Las ideas pedagógicas de Antonio Gramsci”. En Signos Teoría. y Práctica de la Educación. Número 4, Julio-Diciembre 1991.
Fuente del artículo: https://www.laizquierdadiario.com/Antonio-Gramsci-y-una-educacion-desde-una-perspectiva-revolucionaria-158942
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