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El diálogo educativo: condición de posibilidad de una ética de la vida.

Por: Juan Pablo Espinosa Arce

  1. El filósofo y educador japonés de tradición budista Daisaku Ikeda en su obra El nuevo humanismo sostiene, a propósito de la educación que busca formar ciudadanos del mundo, sostiene: “la escuela no existe en los edificios inanimados, sino en los maestros que se dedican a servir a los alumnos; aquéllos son, en sí mismos, una escuela viviente. No soy el único en sostener que la vida de los alumnos no se transforma a fuerza de escuchar disertaciones, sino gracias al contacto estimulante con seres humanos. Por esta razón es tan importante el vínculo entre docentes y alumnos”[1]. Aquí encontramos la primera clave de nuestra reflexión, a saber, sólo mediante el diálogo – como vehículo del aprendizaje – se puede acceder a una auténtica educación transformadora.

 

  1. Daisaku Ikeda reinterpreta una acción clave en la formación de la cultura: el uso público de la palabra y el encuentro estimulante entre los que conformamos la res educativa. Una auténtica educación pasa, necesariamente, por estas instancias de diálogo, de encuentro, de confrontación de ideas y de experiencias. La educación no se construye en las oficinas cerradas de las grandes metrópolis de los países con teóricos que no conocen la experiencia de estar con estudiantes. Eso sería construir “edificios y escuelas inanimadas”, en palabras de Ikeda o educación bancaria y repetitiva, alienante y domesticadora en palabras de Paulo Freire. Para el padre de la pedagogía crítica latinoamericana la verdadera “vocación ontológica de humanidad que cada uno de nosotros tenemos”[2] pasa por el “amor humanista”[3], que no es otra cosa que construir una antropología política que tenga como base la “compasión y solidaridad auténticamente humanistas, creencia y fe en los hombres y las mujeres y certeza de la transformación del mundo a partir de los oprimidos y de las víctimas de las injusticias”[4]. En otras palabras: una auténtica educación que busque transformar el mundo y la historia, esto es, pasar de condiciones menos humanas y estructuras más humanas, tiene que ser una educación para la vida, para el bienestar o el buen vivir.

 

  1. Hacia allá apunta nuestra reflexión. Una educación para la vida que tenga como correlato una ética de la vida. Sin diálogo humanista no hay ética humana, sin ética humana no hay construcción de condiciones mínimas de bienestar, sin bienestar no hay justicia ni tampoco inclusión. La educación debe aprender a generar una práctica y un discurso que establezca espacios mínimos de humanización. Sólo así estaremos en condiciones de trabajar sobre una auténtica ética de la vida.

 

  1. En primer lugar, rastreemos el concepto “ética”. En la RAE[5] encontramos cinco acepciones del concepto:

 

  1. adj. Perteneciente o relativo a la ética.
  2. adj. Recto, conforme a la moral.
  3. m. desus. Persona que estudia o enseña moral.
  4. f. Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida. Ética profesional, cívica, deportiva.
  5. f. Parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores.

 

En estas acepciones, todas muy acertadas, falta una cuestión central y que nos traslada al origen mismo de la palabra. Ética proviene del griego éthos, cuyo significado más antiguo es “residencia”, “morada”, “lugar donde se habita”[6] o también espacio de convivencia. Por esta acepción entendemos que el éthos de una comunidad involucra entre otras cosas: las relaciones interpersonales, las tradiciones, los mitos fundadores, las cuestiones políticas, las formas de comprender el mundo, las experiencias religiosas, las vinculaciones sociales y culturales. En el éthos nos movemos, existimos y somos, pero siempre en referencia a otros muchos rostros.

 

 

  1. En este éthos toma un lugar central el lenguaje humano, el diálogo, la reciprocidad comunicativa. Somos los animales que tenemos la capacidad neurológica de inventar lenguaje, palabras, sentidos y sentimientos que se comunican a otros seres capaces de recibir, decodificar y retransmitir el mensaje original. No hay éthos sin lenguaje y diálogo y el diálogo es también una forma ética. De hecho, la realidad misma está construida lingüísticamente y nuestra educación se basa en este intercambio transformador y vivificante. Como lo hace notar el biólogo chileno Humberto Maturana “nosotros, seres humanos, acontecemos en el lenguaje, y acontecemos en éste como el tipo de sistema viviente que somos. No tenemos ninguna posibilidad de referirnos a nosotros mismos o a cualquier cosa fuera del lenguaje. Aun para referirnos a nosotros mismos como entidades no lenguajeantes debemos estar en el lenguaje”[7].

 

  1. Ahora bien, ¿qué tiene que ver el lenguaje, la ética, la educación y la ética de la vida? ¿dónde llegan los puntos comunes entre estos conceptos? El punto común es justamente la ética de la vida, de la convivencia, de la experiencia dialógica y educativa. Ética para la vida es lo mismo que decir bioética, biós ethós, la convivencia de los vivientes, la reciprocidad de los que se encuentran, las prácticas del amor y del lenguaje, del cuidado y de la responsabilidad por el otro. ¿Qué experiencias filosóficas, éticas, antropológicas, creyentes, sociales o culturales tenemos ante la enfermedad, la vulnerabilidad, el estigma social, el gasto económico, la relación familiar y amorosa, las búsquedas del sentido ante el sin sentido?

 

  1. Quisiera ofrecer tres cuestiones a modo de pre-texto para poder seguir conversando, actuando, transformando. Así se construye educación. No hay otra lógica que la lógica del logos. El logos del logos se acentúa en el encuentro y, sobre todo, en el cuidado amoroso, en la práctica de una ética de la vida amorosamente sustentable para todos.

 

  1. Una ampliación antropológica de la vulnerabilidad. La modernidad con su mito del progreso supuso la creación de nuevas herramientas para la consecución de proyectos, para evitar el dolor, para no toparse con la vulnerabilidad ni con la muerte. Estamos inmersos en un temor hacia la vulnerabilidad. Nos espanta la idea de convivir con ella. Nuevamente el tema de la convivencia – éthos. Las historiadoras Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob recuerdan cómo “el desarrollo de la nueva idea de progreso no dejó mucho espacio para apreciar el pasado en sus propios términos”[8]. El progreso se opone a vulnerabilidad. Mientras el primero es auspicioso, la segunda es amenazante. El primero nos propone un futuro estable, la segunda nos pone en el terreno de lo incierto.

 

  1. En vistas a ello el desafío ético está en la ampliación antropológica de la vulnerabilidad, de no considerarla como enemiga, sino como un momento constitutivo de nuestra propia humanidad. La filósofa estadounidense y teórica del feminismo Judith Butler reconoce incluso alcances políticos en la experiencia de la vulnerabilidad. Dice Butler: “de hecho, la vulnerabilidad es una de las condiciones de la sociabilidad y de la vida política que no puede ser estipulada en términos contractuales y cuya negación y manipulación no es más que un intento de destruir o manejar la interdependencia social de la política”[9]. Sólo en la vulnerabilidad del otro [constitución política de la misma] reconocemos que nosotros también somos vulnerables y vulnerados. La vulnerabilidad es la medida de nuestra humanidad. La vulnerabilidad nos es connatural y por ello es necesaria una ampliación antropológica en cuanto debemos ser capaces de amar, acoger, respetar y asumir el dolor, el sin sentido, la vulnerabilidad. Ello fundamenta, a su vez, la propia dinámica ética y pedagógica.

 

  1. En este tiempo es urgente asumir la vulnerabilidad como espacio de reconocimiento del otro, sobre todo del otro que sufre. La teóloga chilena Carolina Montero sostiene: “la vulnerabilidad humana sería la permeabilidad necesaria para dejarse afectar por otros. Si fuésemos autosuficientes, impermeables, del todo independientes, no nos podrían herir, pero también estaríamos condenados al más monótono y absoluto solipsismo”[10]. Esta es la lógica del bienestar, de la ética de la vida que tiene como marca profundamente humana la responsabilidad de condolernos con el dolor del otro, de alegrarnos con su alegría, de vivir prácticas espirituales – en el amplio sentido – de compasión, justicia y donación. Entre más amantes de la vulnerabilidad más profundo podremos construir nuestra humanidad.

 

  1. La vinculación del amor y la vulnerabilidad o el amor como experiencia de vulneración. La vulneración tiene, en segundo lugar, una fuerte vinculación con el amor. La afectividad tiene un valor ético y también responde a una dinámica del cuidado mutuo. En el amor se juega el diálogo, el encuentro, la reciprocidad, el cuidado mutuo. Hay una centralidad humana del amor. El filósofo español Mariano Crespo sostiene: “no cabe duda que amar y sentirse amado son experiencias que engloban a la persona en su totalidad. Quien ama y quien experimenta ser amado llega incluso a percibir la realidad habitual que le rodea de una forma diferente”[11]. El amor posibilita la vida, la vida se comprende de forma más integral en el amor, sobre todo en la donación al otro. El cuidado y la responsabilidad por el otro que me constituye, que me define, que me permite ampliar mi horizonte de comprensión, debe asumirse como expresión de un amor, de una sexualidad, de una intimidad segura e integral que, en consecuencia, no se puede reducir a lo genital.

 

En las dinámicas del cuidado, de las prácticas del bienestar, el ser humano apuesta en gran medida por su propia humanidad. El filósofo español Jorge Úbeda reconoce que “cuidar y amar también es reconocer y ofrecer un espacio y un tiempo para desplegar la propia vida. Quien cuida y ama también espera al otro, le ofrece tiempo para que muestre lo que es y lo que puede ser. Cuidar, amar y confiar son tres verbos que se conjugan al mismo tiempo”[12].

 

  1. Renovar nuestra educación con una mirada integradora de la vida humana. Finalizo mis reflexiones volviendo sobre lo educativo. Al comienzo recordábamos cómo dos pedagogos, Daisaku Ikeda y Paulo Freire, colocaban acentos en la necesidad de entender la educación como encuentro en el diálogo y en la práctica de la humanidad. La vida humana supone espacios de reconocimiento, de cuidado, de compartir experiencias y nuevas formas de comprender la historia, la vida, la enfermedad, la muerte. En ello la filosofía, la teología, la educación son voces necesarias para lograr una interpretación más global del fenómeno humano. La vida humana no es sólo la suma de procesos biológicos estándar que se suman para buscar lógicas cromosómicas, de procesos físico-químicos o de reproducción. La vida humana es una hondonada en la cual hemos de adentrarnos para conocernos a nosotros mismos.

 

  1. El teólogo alemán Eberhard Schockenhoff en su obra Ética de la vida reconoce hasta seis comprensiones de la vida: como totalidad funcional, como reciprocidad entre la parte y el todo, como expresión de un mundo interior y como manifestación de la libertad, como encuentro y finalmente como un tener que morir[13]. El desafío es lograr comprender cómo todas estas aristas del fenómeno de lo humano se concretizan también en las situaciones que tejen nuestro ser humanos. La vida humana tiene una multiplicidad de expresiones que son necesarias comprender, amar, respetar, valorar y educar. Sólo en este espíritu de diálogo podremos encontrar más de una lección, una nueva enseñanza, otra forma de educarnos y de ampliar nuestros horizontes de entendimiento de los complejos fenómenos que tejen la trama histórica, social y cultural.

[1] Daisaku Ikeda, El nuevo humanismo (FCE, México 2013), 88.

[2] Paulo Freire, Pedagogía de la indignación: cartas pedagógicas en un mundo revuelto (Siglo XXI, Buenos Aires 2012), 15.

[3] Paulo Freire, Pedagogía de la indignación, 15.

[4] Paulo Freire, Pedagogía de la indignación, 15-16.

[5] http://dle.rae.es/?id=H3y8Ijj|H3yay0R [Recuperado el 21 de Junio 2018]

[6] https://confilosofia.wordpress.com/tag/semantica/ [Recuperado 21 de Junio 2018]

[7] Humberto Maturana, La objetividad: un argumento para obligar (J.C SAEZ Editor, Argentina 1992), 48.

[8] Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, La verdad sobre la historia (Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile 1994), 69.

[9] Judith Butler, Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea (Paidós, Argentina 2017), 212.

[10] Carolina Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación. Praxis cristiana y plenitud humana (Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile 2012), 44.

[11] Mariano Crespo, El valor ético de la afectividad. Estudios de ética fenomenológica (Ediciones UC, Santiago de Chile 2012), 115.

[12] Jorge Úbeda, Ética humana (La Huerta Grande, España 2016), 39.

[13] Eberhard Schockenhoff, Ética de la vida (Herder, Barcelona 2012), 26-38.

*Fuente de la imagen: https://pamplona2016.wordpress.com/2009/11/23/accion-2-reinverntar-la-educacion/

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Día Internacional del Cooperativismo, su dilema actual ante el genocida neoliberal

Por: José Yorg

“Las cooperativas serán la única alternativa al modelo económico fundado en el egoísmo que fomenta las desigualdades” 
Joseph Stiglitz

La destrucción de las condiciones políticas de la vida decorosa impulsaron, como reacción, el surgimiento del cooperativismo en 1844 en Inglaterra en plena Revolución industrial, hoy, esa misma reacción en potencia, debería darse ante el neoliberalismo desde el seno del actual cooperativismo”
J.Y.

Se celebrará en todo el mundo este primer sábado de julio el Día Internacional del Cooperativismo, una brevísima referencia es oportuna, entonces. En 1923 el Comité Ejecutivo de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) recomendó conmemorar un día internacional de las cooperativas. La ACI fue fundada en Londres en 1895, y es la organización que nuclea a todos los movimientos cooperativos del mundo.

El 16 de diciembre de 1992 la Asamblea General de la ONU (Naciones Unidas), a través de la resolución 47/90, proclamó la necesidad de realizar un «Día Internacional de las Cooperativas» a partir de julio de 1995 se efectivizó.

Ahora, ¿Cuál es su significación ante el genocidio neoliberal?

No puede y de hecho no está en discusión los nobles propósitos que promueve y evidencian los valores y principios que animan al sistema cooperativo. Sin dudas, y tal como lo han dicho muchos pensadores y organizaciones, “el cooperativismo debe emerger de las catacumbas, como en algún momento de la historia lo hicieron los cristianos” (Osvaldo A. González Salinas. Revista Idelcoop -1985.)

Entonces-1985-se preguntaba González Salinas ¿Por qué las cooperación no es popular? Claro en el sentido en que las poblaciones agredidas por las políticas neoliberales no identifican al cooperativismo como camino a una sociedad mejor, un mundo mejor.

Pero es que aún desde el propio seno de las dirigencias no terminan de convencerse de que el tiempo de las catacumbas ya fue.

El neoliberalismo global sólo genera pobreza y decadencia institucional, sufrimiento social, infortunio de los pueblos en todo el mundo.

¿Y en Latinoamérica?

A través del avance denominado recolonización o neocolonización, está destruyendo la economía y la vida social, puesto que han socavado a tal punto sus economías, como sistemas, son inviables para lo que se supone que son, satisfacer el buen vivir.

Así las cosas, el cooperativismo debe sacudirse y reflexionar ante este panorama. El cooperativismo del Siglo XXI ya no puede ser igual que sus predecesores, so pena de sucumbir o quedar neutralizado y empantanado de realizar su máxima misión “transformar el mundo por sus propios medios”.

El agotamiento del tercer sistema socio-económico que ha conocido y transitado la humanidad hasta nuestros días, es evidente, si lo queremos ver y comprobar dondequiera que sea, ya no funciona para las poblaciones de las naciones denominadas desarrolladas, quienes se ven continuamente socavadas en sus vidas.

El presente neoliberal financiero está configurando otro mundo, un mundo inviable e incompatible con la vida social y la existencia de la naturaleza.

El cooperativismo en la presente celebración debería resaltar sus potencias democráticas participativas, revocación de mandatos, su proporcional distribución de los beneficios socialmente alcanzados y sobre todo, su profunda vocación humanista, su preocupación y ocupación por la comunidad.

En la ciudad capital de la Provincia de Formosa (Argentina) está erguido un emblema de la cooperación, la Plazoleta de la cooperación y la mutualidad “Dr. León Schujaman”, ella es un sitio público en homenaje a Don León y a los dos movimientos, idea que surgió desde mi mente y corazón y que el sábado 7 de julio del presente año lanzaremos estas declaraciones al mundo que serán replicados mediante el generoso aporte de los medios de comunicación social, que mucho agradecemos.

*Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243842&titular=d%EDa-internacional-del-cooperativismo-su-dilema-actual-ante-el-genocida-neoliberal-

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Chupinazo y barbarie

Por: Lidia Falcón

Se difunde una consigna pidiendo a las mujeres que asistan a los Sanfermines vestidas de negro para mostrar su duelo por las violaciones que sufrió la víctima a manos de La Manada. Otras se oponen alegando que lo tradicional es ir vestidas de blanco con el pañuelo rojo y que por tanto hay que ser fiel a las tradiciones, que la calle es tan suya como de los hombres y que se pueden solidarizar con la víctima portando una enseña determinada.

Para entrar en esta discusión y tomar partido me llama la televisión y mi interlocutora se sorprende de que le diga que ni yo ni el Partido feminista apoyamos ni una ni otra acción. Que a los Sanfermines no hay que ir, simplemente. Que es la fiesta de la barbarie.

No opino esto ahora, a consecuencia de las agresiones cometidas por los mozos -no sólo los de La Manada han violado, abusado, agredido, manoseado y humillado a muchas de las mujeres que asisten. La llamada fiesta de los toros, en sus diversas variantes, es una de las reminiscencias del salvajismo antiguo que pervive en nuestro país. Y las de Sanfermin en Pamplona constituyen el culmen del mismo.

Hace mucho tiempo ya me granjeé la enemistad de los amantes de la fiesta escribiendo contra ella, y recibí multitud de mensajes, cartas por correo incluidas, en tono amenazador e incluso insultante para demostrarme la cultura de los que así se comunicaban conmigo. La cultura que aseguraban les avalaba citándome a Picasso, a Bergamín y a Hemingway como popes indiscutibles de su apoyo a la milenaria fiesta torera.

Pero como al paso de los años muchas más personas sensibles y buenas se han unido a la lucha contra el maltrato animal e incluso se han organizado en el partido PACMA, difundiendo eficazmente su reclamación, no he insistido tanto en el mensaje. Pero no puedo soportar que se pretenda que asistir a esa fiesta de barbarie es feminista.

Los espúreos argumentos que se utilizan para defender la participación de las mujeres en los encierros y las corridas, seguidas de borracheras, vomitonas, imprecaciones soeces y obscenas que enardecen a violadores y maltratadores, y a los que estas chicas abducidas por la cultura machista imitan, son inaceptables. Esa es la fiesta propicia para que los machos se atrevan a todas las agresiones, como se está demostrando.

El feminismo no pretende la igualdad entre hombres y mujeres para todo, incluida la maldad. El feminismo es una ideología liberadora de las explotaciones y opresiones humanas. El movimiento feminista ha luchado bravamente, durante más de dos siglos por implantar un poco de libertad y justicia en este planeta. El feminismo como movimiento social, como ideología filosófica, como programa político, lucha por alcanzar un mundo libre de toda clase de opresiones, de clase, de sexo, de raza, de pueblos, de animales, de depredación del planeta.

El feminismo no se puede entender, con esa interpretación reduccionista, como la reivindicación de que las mujeres imiten a los hombres en todos los órdenes de la vida, incluso los más detestables, los que han convertido el planeta en un espacio de violencia, guerras y destrucción.

Esa ridícula imitación de las agresivas y crueles conductas masculinas que lleva a algunas mujeres a practicar la lucha libre, boxear, ser toreras o banderilleras, ingresar en el Ejército y portarse como los machitos más provocadores y agresivos no tiene nada que ver con el feminismo. Que por sí mismo es pacifista.

Hoy se presenta en la Asamblea de Madrid la petición de que se prohíba la asistencia de menores a las corridas, porque todavía, en este 2018, los niños y niñas españoles pueden ser instruidos y socializados en la afición a la fiesta. Como si no hubiese transcurrido un siglo desde que se constituyera la Liga Protectora de Animales y Plantas de la que mi abuela, Regina de Lamo, fue creadora. Y que tras muchos años de lucha logró que se le pusieran petos de cuero a los caballos en las corridas, para impedir que el toro los desventrara en plena fiesta, esparciendo los intestinos en la arena.

Y a ese espectáculo tan pedagógico y aleccionador hay familias que llevan a los menores sin que todavía se les prohíba.

La fiesta de los Sanfermines es la culminación de la barbarie masculina, y no hay espectáculo más patético que ver a las mujeres corriendo el encierro en la calle Estafeta, empujándose, golpeando al toro, cayéndose en los adoquines, sudorosas y contentas de ser una más en la tarea de torturar al animal. Y de allí a la plaza a aplaudir “la faena” de los profesionales dedicados a la complicada tarea de clavarle al toro banderillas y picas, de marearle y estresarle con “las suertes” que le aplican, para acabar clavándole un espadón en la cerviz.

Quienes defienden semejante diversión mantienen el nivel de barbarie de los siglos pasados. Otras fiestas igualmente crueles y repugnantes se mantienen en nuestro suelo, para disfrute de españoles y turistas instalados en la crueldad. Se lanza una cabra desde un campanario, se le arranca la cabeza a un ganso, se acosa a vaquillas, pinchándolas y persiguiéndolas, se le prende fuego a los cuernos de un toro, se acosa a otro astado durante kilómetros hasta lanzarlo al agua, en representación actual de la tradición cruel que rigió nuestro país durante siglos.

Pero si tan penoso era aceptar que de momento esas horribles diversiones no se iban a eliminar, al menos las teníamos clasificadas como una expresión más del machismo imperante en un país atrasado. Si había que soportar esa horrible fiesta y ver cómo se hacía propaganda de ella, al menos que fuera exclusivamente masculina. Si hay que apalear, pinchar, perseguir, torturar y matar toros, que lo hagan los hombres. No había que participar y apoyar una cultura machista como esa.

Lo inaceptable ahora es que mujeres, que además se reivindican feministas, se unan a las huestes de maltratadores asegurando que la igualdad consiste en esto. Aceptando esta perversión del discurso de la igualdad, las mujeres se harán también torturadoras y verdugas. Ya vimos la penosa actuación de una soldada del Ejército estadounidense arrastrando a un prisionero de la guerra de Irak, atado e inerme. ¿Es esa la igualdad que queremos? ¿Para alcanzar ese grado de sensibilidad y civilidad hemos luchado y sufrido tanto las feministas durante dos siglos?

Por ello, que toda la acción de repulsa de la violación de la Manada sea vestirse de negro o ponerse una pegatina, resulta absolutamente ridículo. Sería más decente que se diera la consigna de no ir a esas celebraciones. Resultaría también mucho más denunciador.

Nuestro país no progresará en moral y conciencia social hasta que no suprima todo maltrato animal y prohíba las fiestas que lo practican.

Pero el feminismo tampoco progresará hasta que todas las tendencias y movimientos comprendan que no se persigue la igualdad para que las mujeres sean tan bárbaras como los peores hombres sino para que todos, hombres y mujeres alcancemos un nivel superior de sensibilidad y solidaridad con todos los seres vivos.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2018/07/05/chupinazo-y-barbarie/

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«Cerrado por fútbol» (recordando a Galeano)

Por: Aram Aharonian
Cuando el Mundial comenzó, en la puerta de mi casa colgué un cartel que decía: Cerrado por fútbol. Cuando lo descolgué, un mes después, yo ya había jugado sesenta y cuatro partidos, cerveza en mano, sin moverme de mi sillón preferido. Esa proeza me dejó frito, los músculos dolidos, la garganta rota; pero ya estoy sintiendo nostalgia.”, escribió el escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien no diferenciaba muy bien a un hincha de un fanático.

La mayoría de sus textos sobre fútbol quedaron dispersos en su obra publicada, pero también varios inéditos y verdaderos hallazgos hizo el periodista Ezequiel Fernández Moores en “Cerrado por fútbol”, que reúne todo lo que Galeano ha escrito, antes y después de ese texto célebre, sobre el deporte que más amó: historias dispersas o escondidas en todos sus libros, además de textos completamente inéditos, perdidos o…

En él recopila anécdotas conmovedoras y divertidas del Galeano “futbolero” y testimonios de sus amigos Joan Manuel Serrat, Chico Buarque y Jorge Valdano, como la crónica en la que, con sólo 23 años, llama “traidor” al Che Guevara en persona por haber adquirido en Cuba la pasión por el béisbol.

Durante años, décadas, Galeano recopiló anécdotas sobre fútbol, en mesas de bares y restoranes, en servilletas de papel (primero) o en pequeñas libretitas (luego) desde la de un jugador que recibía una vaca por cada gol, pasando por el relato de los diez futbolistas que se pintaron la cara de negro en solidaridad con su compañero discriminado por la hinchada.

Y cuando llegaba la hora de algún partido de fútbol trascendental, se encerraba en su estudio, televisor por medio, y admitía allí solo a pocos amigos. Solo a aquellos que compartían la misma pasión por Nacional de Montevideo o por el celeste de la selección uruguaya y estaban dispuestos a no hablar por hora y media.

Galeano miraba el fútbol como “cochino negocio”, como espectáculo, como soporte publicitario, y pese a todo, como espejo fiel de la realidad y espacio para el encuentro colectivo y la pasión popular. Para él, el fútbol expresaba emociones colectivas, esas que generan “fiesta compartida o compartido naufragio, y existen sin dar explicaciones ni pedir disculpas”.

“Desde chico quise ser jugador de fútbol. Y fui el mejor de los mejores, pero sólo en sueños, mientras dormía. Al despertar, no bien caminaba un par de pasos y pateaba una piedrita en la vereda, ya confirmaba que el fútbol no era lo mío. Estaba visto, yo no tenía más remedio que probar algún otro oficio. Intenté varios, sin suerte, hasta que por fin empecé a escribir”.

Era un patadura. Por suerte se dedicó a dibujar primero y a escribir después. Pero se apresuró en irse: teníamos cita para ver este Mundial (por televisión), recordando que una vez, cuando éramos muy chicos y no existía la televisión, escuchamos por radio la transmisión del partido desde el estadio Maracaná de Río de Janeiro –en la voz del inolvidable Carlos Solé- en la que la Celeste se consagraba campeón del Mundo.

“Era incomprensible: los uruguayos, tan distantes y respetuosos siempre, se abrazaban en las calles. Centenares en 18 de Julio (la principal avenida de Montevideo) escuchaban por altoparlantes ubicados en General Electric, La Vascongada y el London Paris, la transmisión de don Carlos Solé. “El fútbol produce milagros”.

Hasta hoy, 68 años después, escuchamos en las radios el relato de aquel golazo del Ñato Ghiggia, con un lagrimón rodando por la mejilla. Es difícil ser uruguayo y no amar el fútbol, después de dos consagraciones olímpicas en 1924 y 1928 y el primer campeonato mundial en 1930, en el Estadio Centenario de Montevideo. Es que Uruguay ingresó a la geografía mundial a las patadas, diría Galeano.

Antes de la final contra Argentina en las Olimpíadas de 1928, el periodista Nobel Valentini y el futbolista Álvaro Gestido crearon, sobre un motivo mundial popular, un verdadero himno de guerra: «Vayan pelando las chauchas/ aunque les cueste trabajo/donde juega la Celeste, todo el mundo boca abajo».

La letras no tiene nada de provocatico: En aquella épocas de amauterismo, en las ligas se jugaba por el asado o por el puchero, y el equipo que perdía debía pelar las chauchas para la ensalada

Xico Sá, amante del fútbol real como buen brasileño, señala que Oscar Tabárez, de 71 años, entrenador del equipo que eliminó a Portugal de la Copa del Mundo, con el espíritu del profesor primario, oficio que ejerció por décadas en las afueras de Montevideo, no deja de dar instrucciones hasta hoy a jóvenes jugadores uruguayos, con visitas a museos, estudios de mapas y visiones sobre botánica, entre otros diálogos sobre la existencia. El fútbol, ​​para el técnico, no es sólo una cuestión de fuerza física y esquemas tácticos, pasa por la idea de formación de las personas.

Diego Lugano, el excapitán de la Celeste por muchos años, deletreó parte de la cartilla del maestro: «Antes de ser jugador de la selección uruguaya, usted necesita ser un buen ser humano para jugar con ella. Tabárez sólo convoca profesionales con valores éticos. Eso importa más para él que ser un gran jugador. Si coincidirán las dos cosas, eso es óptimo, pero esa es su idea. Para estar en la selección, primero uno debe tener esos dos requisitos: valores y ética. Si uno es un buen jugador o no, viene después”.

Galeano sostenía que no era fácil ser cronista o periodista deportivo. Cuando uno escribía bien, enseguida lo pasaban a otra sección “más seria”. Y recordaba el vía crucis de Osvaldo Soriano, gran escritor argentino, quien murió sin poder ser periodistas deportivo: “Pero no, Gordo, estás loco, ¿en Deportes? No. Lo tuyo está en Sociedad o en Cultura”, le dijo Rodolfo Walsh cuando Soriano intentó cubrir Deportes en el diario Noticias. Y el Gordo, mascullando bronca, dio media vuelta y se fue.

Me retracto: Galeano sí sabía la diferencia entre un hincha y un fanático.

*Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243793&titular=%22cerrado-por-f%FAtbol%22-(recordando-a-galeano)-

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La guerra comercial entre EEUU y China expresa los problemas del capitalismo mundial

Por: Julio C. Gambina 

El viernes 6/7/2018 EEUU impuso aranceles a las importaciones provenientes de China por 34.000 millones de dólares. La inmediata respuesta china fue de réplica y por el mismo importe.

La escalada proteccionista amenaza a multiplicar ese monto por varias veces, trascendiendo la relación bilateral y afectando al propio capitalismo como sistema mundial.

Es EEUU contra China, pero también EEUU contra Europa, o Canadá y México, o sea, contra todos los países del sistema mundial en aras de recomponer a favor de Washington las relaciones económicas bi o multilaterales.

Desde las relaciones internacionales se teme porque nadie tiene el poder de confrontación de EEUU, o de éste y de China.

EEUU tiene el poder del dólar, con capacidad de emitir a voluntad, aun siendo ello relativo, del mismo modo que suma poder bélico y cultural e intenta la supremacía tecnológica en tiempos contemporáneos.

China se sostiene en un gigantesco superávit comercial y financiero, especialmente en bonos del Tesoro de EEUU, junto a su ampliada capacidad de gasto bélico y de desarrollo tecnológico de última generación.

La batalla por el dominio tecnológico está en el centro de la discusión comercial, monetaria y productiva, a lo que debe sumarse la capacidad de disuasión bélica y la influencia mediático cultural.

Esta situación de confrontación descoloca la lógica aperturista y liberalizadora inspirada desde el mentiroso ideario neoliberal, que supone la no intervención estatal, desmentida desde una gigantesca participación de cada Estado Nación en el sustento de los intereses de los capitales de origen en sus territorios.

La realidad es que esos intereses privados se negocian en los organismos internacionales, gestionados por funcionarios de los Estados Nacionales en favor de los capitales privados. El Estado es el mecanismo de lobby del capital privado. En el ámbito nacional el Estado regula los intereses del capital contra el conjunto social y en el ámbito mundial cada Estado defiende a los capitales nacionales en función de su capacidad negociadora en el sistema mundial.

Sin el Estado Nación, los capitales privados no pueden imponer sus necesidades como reglas del sistema mundial.

Trump y su proteccionismo descoloca a los organismos internacionales y a sus mentores ideológicos, contraponiendo sus propuestas contra el sentido común neoliberal construido por cuatro décadas luego de la crisis de los setenta.

Quedan descolocados organismos, funcionarios e intelectuales de la lógica “globalizadora”, sea el FMI, la OMC, o aquellos que remiten a la corriente principal del pensamiento económico “liberal” (o neo-liberal), los que influyen en la Academia, los Medios de Comunicación y muy especialmente en los gobiernos de derecha, en expansión en varios territorios del planeta.

Existe entonces incertidumbre tras décadas de un discurso “aperturista y liberalizador”, que con el cuantioso déficit comercial estadounidense, principalmente con China, desnudó sus límites.

¿No era que la apertura resulta beneficiosa para todos los países?

El triunfo de Trump se explica por los votos del descontento con la globalización, por el efecto del cierre de empresas y su impacto en el empleo y la crisis urbana de territorios antiguamente progresistas, sea Detroit como capital del automóvil, u otras ciudades fantasmas y/o desaparecidas, o disminuidas rutas que explicaron el progreso de antaño, caso de la Ruta 66 en EEUU.

Por eso, Trump hizo campaña y asumió bajo la presidencia de EEUU sustentando la consigna “America First”, lo que suponía una crítica a la liberalización operada e impulsada por casi cuatro décadas desde EEUU, entre Reagan (1981-1989) y Obama (2009-2017). En la lectura de Trump y sus votantes, EEUU perdió con la globalización, en la desindustrialización y pérdidas de empleo.

Pero atención que en ese mismo tiempo histórico operó la modernización de China, iniciada en 1978 por Deng Xia Ping, para transformar al país ya hace unos años en la “fábrica” del mundo, adueñándose del primer lugar en la producción y exportación de bienes materiales del sistema mundial. Aquí la lectura es de ganancia con la globalización.

Es curioso observar como los promotores de la globalización hacen un balance negativo sobre las consecuencias en su territorio, y a la inversa, la emergencia china se presenta como sostén de la continuidad de la globalización.

La liberalización de la economía mundial bajo discurso hegemónico “neoliberal”, ensayado bajo dictaduras genocidas en el sur de América desde 1973, facilitó la libre circulación de capitales que transitoriamente resolvió el problema de rentabilidad del capital estadounidense, europeo y japonés ante las fuertes caídas de fines de los sesenta y comienzos de los setenta, recolocando sus inversiones en otros territorios “emergentes”, especialmente China.

Un nuevo orden emergió ante los problemas del capitalismo mundial en los 60/70, que era aún un mundo bipolar que proyectaba en el imaginario social global la posibilidad de ir más allá del capitalismo y por ende se imponía cultural e ideológicamente demostrar las ventajas del libre cambio en el nuevo tiempo de transnacionalización de la economía mundial, contra cualquier propuesta de orden anticapitalista.

Esos flujos de inversión se orientaron principalmente hacia Asia y el Medio Oriente, petróleo mediante para este caso.

China fue el gran receptor de inversiones externas, bajo la soberanía del Estado gobernado por el Partido Comunista, lo que suponía la gestión soberana del orden económico bajo la dirección del Estado Nación. Entre otras cuestiones, los gobernantes de China no enajenaron la propiedad del suelo y establecieron normas restrictivas a la lógica universal del capital.

El flujo de capitales hacia China se constituyó en un gigantesco stock para la acumulación y reproducción ampliada del capital, no solo en China, sino en el ámbito mundial. El capital del Estado chino se agigantó en ese periodo y con esa lógica.

Pero en ese proceso, China creció en la producción material y por ende en la oferta comercial global, con capital estatal y privado, muy especialmente en contra del papel de EEUU, al tiempo que se constituía en el principal financista con su excedente económico, del déficit fiscal y comercial de EEUU. China es el mayor tenedor de bonos del tesoro de EEUU.

Con esa acumulación material, China se presenta últimamente en la disputa monetaria. Su moneda actúa contra la antigua hegemonía del dólar lograda desde Bretton Woods en 1944. Son cuantiosos los convenios comerciales bilaterales acordados en los últimos años con moneda China, el yuan.

Orden y desorden en el capitalismo

El interrogante es si EEUU bajo gobierno Trump o sucesivos con la misma orientación, si la política interna estadounidense así lo indicara (crecimiento económico mediante o baja del desempleo), podrá revertir la situación estructural gestada por décadas de liberalización, a contramano del origen “proteccionista” que llevó a las colonias independizadas en 1776 a crecer y transformarse hacia 1945 en la potencia hegemónica del orden imperialista.

Vale la mención histórica ya que Inglaterra se había constituido en potencia hegemónica baja la consigna liberal del libre comercio, la libre competencia y el libre cambio. Es una concepción ideológica sustentada en pensamiento clásico de la nueva ciencia emergente: la Economía Política, con Adam Smith y su “Acerca de la Riqueza de las Naciones” hacia 1776, o David Ricardo y su magna obra de 1817 “Principio de Economía Política y Tributación”.

La traducción de ese ideario en el nuevo país fue a contramano del libre comercio y se sustentó en un renovado proteccionismo para la industrialización y las finanzas desde un nacionalismo propio (algo similar ocurrió en Alemania). El ideólogo de ese accionar fue Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores y el primer Secretario del Tesoro del gobierno de George Washington.

El proteccionismo originario de Hamilton es el antecedente histórico de una política económica que colocó a EEUU en la línea de sucesión de la hegemonía imperialista, único caso de esa evolución desde su inicio colonial. EEUU como Gran Bretaña, luego de su consolidación como potencia industrial y financiera promovió junto al proteccionismo para su territorio y capitales, la más amplia apertura del resto del mundo.

Así se construyó el mundo capitalista desde 1945, inundando de dólares el sistema mundial para declarar la inconvertibilidad del dólar en 1971 rompiendo todos los acuerdos sustentados al fin de la segunda guerra mundial. El mundo capitalista se desbarató entonces, pero EEUU consolidó su poder económico, militar y cultural.

¿Podrá consolidarse ahora desbaratando las relaciones internacionales construidas por décadas?

La impunidad de la política exterior del imperialismo estadounidense es una constante desde su histórica hegemonía, incluso desde antes (expansión territorial histórica contra México, por ejemplo).

Con la caída de la URSS se validó el imaginario para la libre circulación del capital bajo hegemonía estadounidense, lo que encontró límites en varios procesos en curso, donde China es uno de los más destacados, no el único.

Entre otros puede registrarse la re-emergencia de Rusia en el sistema mundial, especialmente por razones militares y diplomáticas.

Puede también considerarse en otro plano el proceso de cambio político en Nuestra América a comienzos del Siglo XXI, lo que provocó la contraofensiva de las clases dominantes en curso, vía golpes blandos y fuerte batalla ideológica cultural para recomponer la agenda de la restauración liberalizadora.

Más allá del capitalismo

Se escuchan voces críticas a la guerra comercial desatada por EEUU, que pareciera defienden el orden capitalista vigente desde los setenta y ochenta bajo el discurso neoliberal.

Como si el accionar actual del EEUU gobernado por Trump fuera contrario a un bienestar deseado gobernado por la experiencia previa.

No se comprende que el accionar previo, de Reagan a Obama era la forma asumida de la supremacía estadounidense (neoliberal) y que ahora con Trump se asume una nueva etapa (¿proteccionista?) para renovar y recrear la dominación estadounidense.

El efecto social negativo en materia de mayor explotación y depredación de bienes comunes operó con la propuesta de liberalización de la economía en tiempos aperturistas y tratados de libre comercio y bilaterales en defensa de las inversiones, como ahora con el proteccionismo de Trump.

Por eso Nuestra América debe recomponer una estrategia de integración regional alternativa a las demandas e intereses de las transnacionales y las principales potencias de la dominación contemporánea.

Ni aquel orden liberal fue favorable a los explotados y empobrecido, ni esta búsqueda proteccionista lo será para la amplia mayoría de la sociedad.

La guerra comercial y monetaria es por la dominación y la aspiración debiera ser por constituir la lucha por la emancipación social.

Por eso, la discusión debe ir más allá y pensar en la crítica del orden contemporáneo, incluido el desorden generado desde la guerra comercial o monetaria, parte de procesos de confrontación ideológica o bélica que el panorama mundial devuelve.

Ni el pensamiento hegemónico ni el poder real imaginan ese horizonte más allá del capitalismo, que solo puede estar en la capacidad social de criticar nuestro tiempo para transformar la realidad en favor de las necesidades sociales insatisfechas. Todo un desafío social e intelectual.


Julio C. Gambina, Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP

visitá mi blog www.juliogambina.blogspot.com

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«Pluriverso»: hacia horizontes postcapitalistas

Por: Alberto Acosta 

“Hablar del pluriverso significa: revelar un espacio de pensamiento y de práctica en el que el dominio de una modernidad única haya quedado suspendido a nivel epistémico y ontológico; donde esta modernidad haya sido provincializada, es decir, desplazada del centro de la imaginación histórica y epistémica; y donde el análisis de proyectos descoloniales y pluriversales concretos pueda hacerse honestamente desde una perspectiva des-esencializada”. (Arturo Escobar (2012) )

La actual crisis mundial es sistémica, múltiple y asimétrica, con claros alcances civilizatorios. Nunca antes tantos aspectos cruciales de la vida fallaron simultáneamente, y las expectativas sobre el futuro son tan inciertas. Los problemas ambientales ya no pueden ocultarse por más poderosos -y torpes- que sean los negacionistas. Tampoco pueden ocultarse las abismales desigualdades, que van en aumento a medida que la sombra del “desarrollo” cubre todas las partes de la Tierra. Cual virus mutante, las manifestaciones de la crisis se perciben en todos los espacios: ambientales, económicos, sociales, políticos, éticos, culturales, espirituales…

Dejar de buscar al fantasma del “desarrollo” es difícil . Su retórica seductora, a veces llamada “mentalidad de desarrollo” o “desarrollismo”, se ha internalizado en prácticamente todos los países. Sobre todo en aquellos que sufren las consecuencias del crecimiento industrial en el Norte Global. Norte Global que, por cierto, fue el primero en aceptar un camino único de progreso, sin aceptar su responsabilidad en la grave crisis socio-ambiental global . De hecho, hasta parte del Sur no asume el reto ambiental al acusar al Norte de impedirle alcanzar el “desarrollo” (inspirado en el mismo estilo de vida del Norte).

Casi siete décadas después de que la noción de “desarrollo” [1] se extendiera por todo el mundo, la verdad más bien parece indicar que el mundo vive un “mal desarrollo” . Dentro de ese “mal desarrollo” están inclusive los países llamados industrializados o “desarrollados”. Es paradójico, pero el discurso del “desarrollo” en términos vitales solo lleva a la consolidación de la crisis sistémica actual.

Dicha crisis no es coyuntural ni manejable desde la institucionaliad existente. Es histórica y estructural, y exige una profunda reorganización de las relaciones tanto dentro, como entre las sociedades de todo el mundo, como también entre la Humanidad y el resto de la “Naturaleza”, de la cual formamos parte. Y eso implica, evidentemente, una reconstrucción institucional a escala mundial, algo inviable desde las actuales instituciones de alcance planetario e inclusive desde los estrechos márgenes estatales.

Tal como sintetiza el libro Pluriverso – Diccionaro del Postdesarrollo [2], nuestra lección más importante como Humanidad es reencontrarnos con la Madre Tierra para garantizar una vida digna para todos los seres (humanos y no humanos). En todas partes, cada vez más personas buscan satisfacer sus necesidades afirmando los derechos y la dignidad de la Tierra . Esas búsquedas responden al colapso ecológico, al acaparamiento de tierras, a las guerras destadas para controlar las reservas petroleras y mineras, así como a otros extractivismos (agroindustria, plantaciones agroexportadoras, incluso con cultivos genéticamente modificados) que casi siempre destruyen los medios de vida rurales y generan pobreza urbana. A veces, el “progreso” occidental se vuelve el principal causante de que nuestro mundo esté enfermo de opulencia, alienación y desarraigo. Ante ello, los movimientos de resistencia popular se encuentran extendidos en todos los continentes.

A medida que la globalización del capital desestabiliza las economías regionales y nacionales, dejando a su paso poblaciones enteras de refugiados -incluso dentro de sus propios países-, algunos sectores de la población afrontan la situación identificándose con el poder machista de la derecha política, con su promesa de “quitar empleo” a los migrantes, artificialmente señalados muchas veces como causantes de las crisis… A menudo, las clases trabajadoras inseguras también adoptan tal postura. El resultado es una peligrosa derivación global hacia el autoritarismo.

Por su parte, la -privilegiada- tecnocracia promueve el neoliberalismo con ilusiones de democracia representativa y trayectoria de innovación para el crecimiento perpetuo. Algo perverso, pues denota que hasta la diferencia derecha-izquierda ortodoxa es difusa en cuanto a modernización y progreso. Además, cada una se basa en valores eurocéntricos y machistas.

Karl Marx nos recordó que, cuando una nueva sociedad nace desde adentro de la vieja, esta arrastra muchos defectos del sistema antiguo. Más tarde, Antonio Gramsci observaría: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer; en este interregno aparece una gran variedad de síntomas morbosos.” Lo notable es que ahora -algo no anticipado por estos intelectuales europeos- las alternativas emergen sobre todo desde los márgenes políticos de ambas periferias del capitalismo, tanto desde su periferia colonial como de superiferia doméstica . Basta anotar los esfuerzos de los grupos decrecentistas que avanzan desde la academia a la configuración de un vigoroso movimiento social .

Por cierto, el análisis desde Marx es necesario, pero no basta; debe complementarse por otras propuestas, incluidas las que emana del Sur global como las perspectivas del sumak kawsay o Buen Vivir, del eco-svarag, del ubuntu, del comunitarismo; incluyendo las versiones críticamente reflexivas de las principales religiones y, por supuesto, los aportes de la convivialidad de Ivan Illich para construir una sociedad que permita a todos sus miembros la acción más autónoma y creativa posible, usando herramientas controlables por ellos mismos. En una transición como ésta, crítica y acción requieren nuevas narrativas imaginativas, combinadas con soluciones materiales prácticas. Tejer resistencias y sumar proyectos alternativas potenciará el tránsito por senderos pluriversales.

Ya no podemos hacer lo mismo, aunque lo hagamos mejor. Ya no podemos confiar en crear “corporaciones más responsables” o “burocracias reguladoras eficientes”; ni siquiera basta con reconocer la ciudadanía plena para los “de color”, “viejos”, “discapacitados”, “mujeres” o “queer” dentro del pluralismo liberal. Del mismo modo, no bastan los parches “prístinos” de la Naturaleza, de poco efecto sobre el colapso de la biodiversidad. Ninguna opción basta si no se ataca el corazón de la crisis sistémica mundial: el capitalismo y sus ansías infinitas de poder expresadas en una acumulación depredadora tanto de la vida humana como de las demás formas de vida.

En aquellos esfuerzos parciales que no cuestionan al capital, el fantasma del “desarrollo” se reencarna de infinitas maneras, pues los remedios de corto plazo desde el poder solo sostienen el statu quo Norte-Sur, el patriarcado, la colonialidad y el divorcio Humanidad-Naturaleza. Por supuesto, incluso las mejores intenciones –carentes de horizontes postcapitalistas- pueden llevar, sin quererlo, a soluciones superficiales, falsas y hasta agravantes de los problemas globales. Eso sí, es difícil distinguir las iniciativas “convencionales”, “falsas” o “superficiales” de aquellas “transformadoras radicales”. Además, en el proceso de transición muchas propuestas hoy innovadoras irán perdiendo su vigencia en el camino. Pero justamente tendremos que aceptar esta dialéctica en donde hasta las propuestas más potentes deberán reemplazarse por propuestas superiores, aunque la superación no provenga desde nuestra cosmovisión.

Aquí caben las palabras del notable sociólogo alicantino José María Tortosa en su libro “Maldesarrollo y malvivir – pobreza y violencia a escala mundial” (2011):

“La tarea es enorme y, precisamente por ello, no hay por qué hacerle ascos a compañeros de viaje, compañeros de marcha que no compartan otras variables. Los ateos podrían trabajar con los agnósticos y los creyentes, los budistas con los cristianos, los católicos con los protestantes. Los que pueden tener motivaciones para alterar el funcionamiento del sistema las tienen originadas en religiones o en ideologías bien concretas y comparten una cierta idea de la justicia aunque no compartan la cosmovisión. No importa. De lo que se trata desde esta perspectiva es ponerse a marcar el paso en una misma dirección: la de una sociedad más justa y, por tanto, menos empobrecida y violenta. La acumulación de pequeñas reformas podría ser, entonces, revolucionaria. Por eso ninguna de éstas tiene que ser despreciada si, unidas a las demás, puede producir el salto cualitativo: aislada puede tener sentido, ligada a las demás lo puede tener con mucha más razón ya que ya no sólo se tratará de afrontar necesidades locales sino que puede coadyuvar en el cambio de las reglas del juego.”

Inpulsando el cambio del juego mismo, cabría anotar.

Las alternativas transformadoras -como sinetizan más de cien aportes en el libro mencionado- difieren de las “soluciones convencionales” de varias maneras. Como se resume en la introducción de dicho libro, primero, idealmente van a las raíces de al menos un problema. Segundo, cuestionan las características centrales del discurso del “desarrollo”: crecimiento económico, retórica del progreso, racionalidad instrumental, mercados, universalidad, antropocentrismo, sexismo, etcétera. Tercero, abarcan una ética radicalmente diferente a la del sistema actual, reflejando valores basados en una lógica relacional; un mundo donde todo está interconectado; y con sociedades que abarcan valores como: diversidad y pluriversalidad; autonomía y autosuficiencia; solidaridad y reciprocidad; bienes comunes y ética colectiva; unidad con la Naturaleza y sus derechos; interdependencia; simplicidad y suficiencia; inclusión y dignidad; justicia y equidad; sin jerarquía; dignidad del trabajo; derechos y responsabilidades; sostenibilidad ecológica; no violencia y paz. Cuarto, a medida que avanzamos, la agencia política pertenecerá a los marginados, explotados y oprimidos. Y, quinto, la transformación debe integrar y movilizar múltiples dimensiones: política, económica, social, cultural, ética, espirituales, aunque no necesariamente de golpe. Hay varios caminos hacia una socio-bio-civilización, donde el único centro sea la vida misma.

Muchas cosmovisiones y prácticas radicales hacen ya visible al pluriverso. La noción de pluriverso cuestiona a la “universalidad” propia de la modernidad eurocéntrica. Como dirían los zapatistas de Chiapas, el pluriverso representa “un mundo donde caben muchos mundos”: un mundo en donde todos los mundos conviven con respeto y dignidad, sin que ninguno viva a costa de otros. Esta es la definición más sucinta y adecuada del pluriverso.

El camino es largo para que la multiplicidad de mundos se vuelva totalmente complementaria, pero ya hemos tomado rumbo: los movimientos por la justicia y la ecología encuentran cada vez más puntos comunes. Igualmente, las luchas políticas de mujeres, indígenas, campesinos, así como de pobladores urbanos a lo largo y ancho del planeta, están convergiendo.

Si bien las transiciones son complejas y no completamente radicales, son “alternativas” si al menos tienen potencial para la transformación sistémica. Dada la diversidad de visiones imaginativas, permanece abierta la creación de sinergias entre ellas. Habrá reveses; unas estrategias se desvanecerán otras será cooptadas por el poder del capital, y otras surgirán. Las diferencias, tensiones e incluso contradicciones existirán, pero esa es la esencia misma de un intercambio constructivo. Intercambio en donde todas las visiones tienen un espacio para expresarse e intercambiar experiencias, críticas y sobre todo sueños.

Los caminos hacia el pluriverso –sustentados en las reflexiones del post-desarrollo y la post-economía – son múltiples, abiertos y están en continua evolución. Una evolución que demanda siempre más democracia, nunca menos; más libertad, nunca menos; más vida, nunca menos.

Notas:

[1] Para comprender este proceso de discusiones múltiples se recomienda el libro de Koldo Unceta: “Desarrollo, postcrecimiento y Buen Vivir”, Abya-Yala, 2014 .

[2] Editado por Ashish Kothari, Ariel Salleh, Arturo Escobar, Federico Demaria, Alberto Acosta; con su primera edición en la India (estará publicado en octubre del 2018). Este artìculo se inspira en la introducción de ese libro, que sirvió de base para el texto publicado en la Revista Ecuador Debate 103 del CAAP (2018): “Encontrando senderos pluriversales”, de los mismos autores . La idea de armar tal compilación fue discutida por primera vez por Alberto Acosta, Ashish Kothari y Federico Demaria, en la Cuarta Conferencia Internacional sobre el Decrecimiento en Leipzig, 2014. Un año después, Ariel Salleh y Arturo Escobar se unieron al proyecto y la planificación comenzó en serio. El libro cuenta con 110 entradas, de diferentes temáticas, como aportes de 120 autores y autoras de todos los continentes.

Alberto Acosta, economista ecuatoriano. Profesor universitario. Exministro de Energía y Minas. Expresidente de la Asamblea Constituyente. Excandidato a la Presidencia de la República.

*Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=243929

Imagen: Internet

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