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Lecciones fuera del aula

Costa Rica / 3 de junio de 2018 /Autor: Jorge Rivera Pizarro / Fuente: Los Tiempos

Hace poco más de veinte días un pequeño país centroamericano, Costa Rica, vivió una fiesta democrática. Un nuevo Presidente tomó posesión de sus funciones, exhibiendo rasgos y gestos contrastantes con los que están acostumbrados a ver y protagonizar la mayoría de los encumbrados mandatarios que fueron invitados a tomar parte en esa fiesta. A algunos de ellos, especialmente a quienes les gusta ostentar poder, les debió llamar la atención que el Presidente electo hiciera el recorrido desde su casa hasta el lugar de la posesión, en el primer bus ecológico del país, a base de hidrógeno, en lugar de hacerlo en alguna limusina de renombrada marca, con vidrios polarizados. No fueron llamativas motocicletas con sirenas ululantes las que anunciaban el paso de la corta caravana, sino bicicletas multicolores que hacían el recorrido sin lastimar el ambiente ni los oídos de los ciudadanos concelebrantes de la alegría de contar con un nuevo Jefe de Estado. En lugar de gorras militares y cascos atemorizadores, casquetes deportivos de paseo. El escenario, al aire libre, en la Plaza de la Democracia, con la tarima dando la espalda al que fuera un cuartel militar hasta 1948, cuando se abolió definitivamente el ejército para reemplazar escuelas por cuarteles y estudiantes por soldados. Sorpresa de visitantes –de algunos especialmente– porque la bandera ingresó al palco portada y escoltada por colegiales, a los acordes de la Orquesta Sinfónica Nacional, en lugar de soldados marcialmente acompasados por redoble de tambores de una banda militar. ¡Qué diferente una bandera sostenida por estudiantes!

¡Cuánta lección fuera de las aulas, para quienes quieran aprender! Porque enseñar y aprender no son actos fortuitos. No ocurren por casualidad. Son actos intencionales. Alguien se propone enseñar y alguien se propone aprender. No se trata de hacer engullir, quiérase o no, cucharadas de conocimiento, de valores y actitudes, a quienes el maestro vea necesitados de ella. Paulo Freire usó la imagen de los depósitos bancarios en cuentas corrientes vacías, incapaces de enterarse ni resistirse. Por eso, quien concurrió al acto solamente por atender al protocolo diplomático… perdió la oportunidad de aprender. En actos como ése, hay que estar dispuestos a aprender.

El aprendizaje no ocurre solamente entre las cuatro paredes de un aula. Probablemente, las más importantes lecciones se imparten fuera de ella. Más aún cuando la sociedad, es el maestro que enseña. Mucho más que discursos sobre el medio ambiente y la madre tierra, fueron las bicicletas las que enseñaron a los costarricenses qué quiere decir voluntad política de no contaminarlos y respetarlos. Las palabras dichas no enseñan, las actitudes y la práctica consecuente, sí. Las maestras y los maestros saben muy bien de eso. Y creo que en ello convendrán, también, todos mis lectores.

La democracia es un gran acto pedagógico. No faltan Estados que se presentan como democráticos, pero acusan falencias éticas que cuestionan tal autoconcepción, porque queda afectada la estructura misma del concepto. Noam Chomsky considera que hay un defecto en apoyar la democracia únicamente como método electoral y propone el rescate de la ética en la administración del Estado para recuperar el sentido de la vida democrática. El valor ético debe regir todas las decisiones de los gobiernos. Mientras no sea la ética la que se instale en el ejercicio de la autoridad y el poder, será imposible que los ciudadanos -la comunidad entera- interioricen los conceptos y los valores fundamentales de la democracia. La sociedad -en este tema- se constituye en el más deseable sistema educativo para la formación de sus ciudadanos. Sin ello, la escuela no cuenta mucho.

Una pedagogía para la democracia se hace más fuera del aula, que dentro de ella.

Fuente del Artículo:

http://www.lostiempos.com/actualidad/opinion/20180530/columna/lecciones-fuera-del-aula

Fuente de la Imagen:

https://www.elfinancierocr.com/economia-y-politica/educacion-es-fisura-en-indice-de-progreso-social-2014/I4WHAKOMBNBXTASX2BWFGHUMQE/story/

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Ecuador. La meritocracia un camino excluyente a la Universidad

Por: Flora Tristan

Una verdadera mina de oro es en lo que se han convertido este negocio, una forma de explotación a los jóvenes pues a partir de que inician el Tercer año de Bachillerato, muchos de ellos se inscriben a los preuniversitarios para llenar sus falencias

El artículo 28 de la Constitución del Ecuador garantiza el acceso de todos y todas las ciudadanas a la educación pública y gratuita hasta tercer nivel. El ingreso a las Instituciones de Educación Superior (IES) está regulado por un Sistema de Nivelación y Admisión (Senecyt) encargado de la toma de pruebas para el ingreso a las Universidades.

El Examen Nacional para la Educación Superior (ENES), es el instrumento de evaluación obligatorio para los estudiantes que cursen el último año de educación secundaria, y se encuentren interesados en ingresar a estudiar en alguna Universidad del Sistema Público.

La prueba de carácter nacional es organizada por la Senecyt y ejecutada por el Sistema Nacional de Nivelación y Admisión (SNNA), esta herramienta esta creada en torno al principio de la meritocracia.

El principio de la meritocracia se ha convertido en una forma de exclusión directa, y discriminatorio, puesto que se ha restringido el acceso a las Instituciones de Educación Superior a los sectores más populares, y aquellos jóvenes que vienen de la ruralidad.

Factores reales distancian dimensionalmente a los resultados obtenidos por chicos que viven en el caso urbano y dedican su tiempo exclusivamente al estudio, que de aquellos jóvenes de la ruralidad que deben dividir su tiempo entre el estudio y el tener que ayudar a sus padres en sus labores cotidianas; sumado también el alto nivel de desnutrición que han tenido que sobrellevar desde sus primeros días de vida y que han influido en el desarrollo de sus capacidades cognoscitivas.

Uno de los factores más importantes que logran diferenciar entre aquellos jóvenes que se hacen acreedores a un cupo en las Universidades y de aquellos que no logran debido a su bajo puntaje, es haber seguido un curso en un Preuniversitario particular.

Pues la instrucción a lo largo de su vida estudiantil ha sido deficiente, y con estos conocimientos y muchos vacíos en su aprendizaje; es baja la probabilidad de acceder a la Universidad, prácticamente se ven obligados a pagarse un costoso curso en los innumerables preuniversitarios que se han creado en estos últimos 7 años.

Una verdadera mina de oro es en lo que se han convertido este negocio, una forma de explotación a los jóvenes pues a partir de que inician el Tercer año de Bachillerato, muchos de ellos se inscriben a los preuniversitarios para llenar sus falencias, es decir a parte de la carga horaria semanal y la carga por sus deberes y trabajos, se le suman la carga semanal o bien de fin de semana de estos cursos.

Y ni que decir, de la carga económica que debe afrontar la familia dado que estos cursos tienen un costo desde 40 dólares por semana y no son garantía del ingreso, no se debe dejar pasar por alto también la explotación que son parte aquellos “profesores” de los preuniversitarios que en su mayoría son estudiantes universitarios y tienen una baja remuneración ante esta actividad.

Los puntajes más altos son obtenidos por los alumnos que han seguidos este curso extracurricular, demostrando que esta forma de ingreso es excluyente a las clases populares. Que son las que menos pueden acceder a los cursos pagados para prepararse para el examen de ingreso a la universidad.

Otro punto a tener en cuenta es que el 45% de bachilleres no obtiene un cupo a la universidad después de rendir la primera prueba, este porcentaje es muy alto, los bachilleres se quedan en un limbo lleno de incertidumbre y de pierden mucho tiempo hasta la próxima prueba.

Los grandes ganadores de nuevo son los preuniversitarios pues estos jóvenes son potenciales consumidores de sus servicios, otro de los beneficiarios son las Universidades e Institutos Privados que ante la preocupación y temor de que sus hijos no puedan acceder a la educación superior, realizan todo tipo de sacrificios para pagarles su estudio.

El crecimiento de la matricula privada es la consecuencia de esta nueva modalidad de ingreso, que enriquece el bolsillo de algunos y empobrece a muchas familias ecuatorianas, dejando de lado el principio de la educación somo un derecho humano y un bien público y convirtiéndolo en un escaso servicio al que pocos pueden lograr pagárselo.

Otra de las consecuencias más alarmantes ante esta problemática de la aplicación de examen de ingreso a la Universidad, es que cada vez existen más jóvenes que son excluidos del acceso a una carrera universitaria y además de un trabajo, el porcentaje de jóvenes de 18 años a 24 años que ni estudia ni trabaja alcanza un exorbitante numero de 489.000.

Terrible si consideramos que esta población se introduce en un mar de contradicciones y tensiones familiares que los catalogan de vagos e incapaces al no poder conseguir un cupo, pero estos jóvenes no son más que víctimas de las circunstancias y de modelo que excluye.

Los jóvenes se han visto obligados a muchas de las veces a tener que aceptar cupos en careras que no son a fin, con la intención de contar con una carrera universitaria, muchas carreras poco demandadas se han convertido en un puente rápido de paso a otras carreras.

Así de excluyente y lascivo es el Sistema Nacional de Ingreso a la Universidad y su examen ENES, muchos jóvenes y sus familias han tenido que endeudarse por cumplir el sueño de educación de sus hijos, muchos otros han tenido que desertar sobre una carrera por la ausencia de recursos y se verán sumidos en la falta de oportunidades.

Es urgente el cambio de sistema de ingreso, una nueva metodología que tome en cuenta la realidad nacional y que no sea ni calco ni copia de métodos foráneos ajenas a las condiciones inherentes a cada país, una nueva metodología que respete la diversidad y corrija las debilidades que se han venido suscitando, que sea inclusivo y nunca más excluyente con todos y todas.

Bibliografía:

Constitución de la Republica de Ecuador, 2008.Seccion quinta: Educación.

Impactos del Enes: una mirada desde los estudiantes, Milton Luna Tamayo, Quito,2017.

Meritocracia, el significado social y político del mérito. Mariano Barbieri, La voz,2016.

Fuente: http://kaosenlared.net/ecuador-la-meritocracia-un-camino-excluyente-a-la-universidad/

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100.000 docentes no cualificados en EEUU: por qué ya nadie quiere ser profesor

Por: Fareed Zakiara

Este mes tuvo lugar la Semana de Apreciación del Profesorado, y yo tenía la intención de escribir sobre este asunto, pero un tema más inmediato se cruzó en el camino. Esa es una metáfora apta para las tribulaciones de los profesores en EEUU a día de hoy. Vivimos en un entorno mediático en el que lo urgente a menudo desplaza a lo importante. Pero esta semana voy a mantener mi plan.

En “Al este del Edén”, la magistral novela sobre el Oeste americano, John Steinbeck escribe: “En el campo, el repositorio de las artes y las ciencias era la escuela, y el profesor transportaba y custodiaba la antorcha del aprendizaje y la belleza… El profesor no era solo un modelo intelectual y un líder social, sino la gran pieza matrimonial de la región campestre. Una familia podía, de hecho, sentirse orgullosa si uno de sus hijos se casaba con un profesor”.

El salario medio de un profesor en muchos estados está por debajo de los 50.000 dólares anuales. Los profesores en Virginia Occidental se pusieron en huelga hace unos meses para exigir sueldos más altos, y el Gobierno aceptó un incremento de un 5%, lo que significa que el salario medio crecerá a solo 48.000 dólares al año. Como muchos estados, Virginia Occidental no ha restablecido los gastos en educación tras recortarlos masivamente tras la crisis financiera hace una década. El año pasado, la financiación por estudiante aún estaba entre un 8 y un 28 por ciento por debajo en cinco de los seis estados donde los profesores se han puesto en huelga, según un estudio del Centro sobre Presupuesto y Prioridades Políticas.

John-David Bowman, un profesor de instituto de Mesa, Arizona, posa para la cámara. (Reuters)
John-David Bowman, un profesor de instituto de Mesa, Arizona, posa para la cámara. (Reuters)

Con bajos salarios y magros recursos, los educadores estadounidenses se queman y dejan la profesión en una ratio que duplica la de algunos de los países con mejores resultados, como señala Linda Darling-Hammond, del Instituto de Políticas de Aprendizaje. Dado que un 35% menos estadounidenses han estudiado para convertirse en profesores en los últimos años, indica, hay una escasez masiva de profesores, lo que fuerza a las escuelas de todo el país a contratar a más de 100.000 personas que carecen de la cualificación adecuada. De hecho, según el New York Times, es tan difícil encontrar estadounidenses cualificados para las escuelas públicas que muchos distritos están empezando a contratar instructores de países de bajos ingresos, como Filipinas.

Pero no todo tiene que ver con los salarios. Un veterano educador con el que hablé, que empezó trabajando en California en los años 60, recordaba esa “edad dorada” en la que tenía amplios recursos para usar en el aula, iba a seminarios para desarrollar sus capacidades y se sentía realizada. Hoy, los profesores tienen muy poco tiempo o dinero para nada de eso. Una encuesta reciente entre profesores de centros públicos descubrió que el 94% paga los repuestos del aula de su propio bolsillo, sin reembolso, con un gasto medio de 479 dólares al año.

Sí, la educación es un asunto muy complicado. El mero hecho de gastar más dinero no garantiza resultados, aunque hay estudios que indican que hay una correlación significativa entre el pago a los profesores y los logros de los estudiantes. Sí, la burocracia educativa es rígida y a menudo corrupta. Pero todo eso enmascara el problema central: durante los últimos 30 años, como parte del asalto al Gobierno, los burócratas y el sector público en general, ser profesor en EEUU se ha convertido en un trabajo desagradecido. Y sin embargo, enseñar es la única profesión que hace posibles todas las demás.

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¿Podrá adquirir consciencia la inteligencia artificial?

Por: Yaiza Martínez

Las dificultades se evidencian a medida que avanzan las investigaciones en este campo

 

La posibilidad de crear máquinas conscientes es inquietante. Sin embargo, está lejos de convertirse en realidad. Por ahora, solo se ha logrado que algunos robots se autoidentifiquen, aunque de la misma manera que identificarían a otros, es decir, sin tener consciencia de su propio “yo”. Más allá de eso, queda un vasto camino por recorrer: comprender la consciencia para traducirla a programación que volcar en las máquinas. Y la primera parte de esta labor de momento parece inabarcable.

¿Llegaremos algún día a crear máquinas conscientes?  Aunque la posibilidad es inquietante (tanto, que ha dado lugar a personajes como HAL 9000 o Terminator),  lo cierto es que está bastante lejos de convertirse en realidad.

Proporcionar consciencia a un objeto precisaría que este tuviera un «cerebro», no solo lo suficientemente complejo como para procesar información y generar pensamiento abstracto, del mismo modo que lo hace el nuestro, sino también para generar un sentido unitario del yo, tomar decisiones más allá de su programación inicial o sentir y comunicar sus sentimientos

De momento, lo que sí se ha conseguido es que las máquinas de inteligencia artificial puedan resolver rápidamente tareas computacionales. Esto es posible gracias a sofisticados sistemas de inteligencia artificial que permiten a las máquinas “aprender”.

Se denominan sistemas de “aprendizaje profundo” y están formados por capas intercomunicadas de algoritmos especializados en asimilar representaciones de datos. Gracias a ellos, las máquinas de inteligencia artificial pueden, por ejemplo, aprender a identificar enfermedades o rostros.

Pero incluso esa capacidad de aprendizaje depende inicialmente de un programador humano. De momento, las máquinas de inteligencia artificial aún no son capaces de pensar por sí mismas.

Conocer y replicar la consciencia

Poder dotar a las máquinas de consciencia deberá pasar ineludiblemente por que entendamos qué es la consciencia. En 2017, la revista Science publicaba un artículo al respecto. En él se sintetizaba (y se simplificaba) el funcionamiento de la consciencia humana, para tratar de dilucidar cómo esta podría incorporarse a las máquinas de inteligencia artificial.

Según los autores del artículo, entre los que se encontraba el neurocientífico francés Stanislas Dehaene, de cuyos estudios sobre la consciencia en bebés hemos hablado hace poco,  en el ser humano existen tres niveles de consciencia humana. Dehaene es Director de la unidad de Neuroimagen Cognitiva del Centro de NeuroSpin de París y profesor de la cátedra de Psicología Cognitiva Experimental del College de Francia.

En el primero de los niveles de la consciencia humana, definido como «C0», se producirían los cálculos cerebrales inconscientes, por ejemplo, aquellos que nos permiten reconocer caras. En el segundo nivel, el «C1»,  se filtrarían y evaluarían los datos que nos llegan del mundo exterior para modular nuestras respuestas a circunstancias específicas. La autoconsciencia surgiría en un tercer nivel de consciencia, el «C2», y conllevaría poder reconocer y corregir los propios errores o investigar lo desconocido.

Según Dehaene y su equipo, si se logra traducir a términos computacionales  la actividad neuronal que permite estos tres niveles de consciencia, las máquinas podrían ser programadas para la consciencia.

Acercamientos 

De momento, lo máximo que se ha conseguido, al menos según lo que sabemos, es lo siguiente. En 2015 se realizó un experimento en el laboratorio de robótica de Nueva York, en Estados Unidos, que consistió en hacer “creer” a dos de tres robots Nao que se les había dado una pastilla que los dejaba sin habla.

En realidad, simplemente se había pulsado en dos de ellos un botón para silenciarlos, pero ninguno de los tres sabía cuál de ellos podía seguir hablando. Eso era lo que tenían que averiguar.

Cuando el investigador les preguntó a los robots, los procesadores de estos trataron de buscar la respuesta correcta. Ya que dos no podían hablar porque estaban silenciados, sólo uno respondió en voz alta: “no sé”.

En ese momento, aseguraron los autores del experimento, cayó en la cuenta de la solución: al oír su propia voz robótica, entendió que no podía estar silenciado. Entonces señaló: «puedo demostrar que no me dieron la pastilla».  Según un artículo publicado en la revista New Scientist, esta fue la primera vez que un robot superaba un enigma de este tipo, acercándose así a los límites de la (auto) consciencia.

Otros dos ejemplos nos han llamado la atención en los últimos años a este respecto: uno es el de Nico, un robot de investigación de la Universidad de Yale capaz de reconocer su propia mano en un espejo, y otro es Qbo, un proyecto español de código abierto programado para tareas de reconocimiento facial o de objetos, que puede reconocerse a sí mismo frente a un espejo.

Sin embargo, en todos estos casos los robots no han hecho más que constatar en ellos mismos una característica que habrían reconocido del mismo modo en otros, es decir, que su logro no implicaría que sean capaces de distinguirse de los demás o tener noción de un “yo”.

El temor a lo desconocido

A pesar de lo lejos que parecen quedar las máquinas conscientes, sus potenciales peligros ya pesan en la consciencia de algunos (todos ellos humanos).

Los riesgos de estas máquinas, y en concreto su potencial uso en el terreno bélico, fue alertado en 2007 por un equipo internacional de científicos y académicos pertenecientes a EURON (EUropean RObotics research Network). Hace un par de años, además, el ya fallecido Stephen Hawking y otras 16.000 personas lanzaron una campaña para señalar el riesgo de que crear ‘robots asesinos’, quizá inteligentes pero con una consciencia (en el sentido moral del término) mínima; programada por humanos sin escrúpulos.

Referencia bibliográfica:

Stanislas Dehaene, Hakwan Lau, Sid Kouider. What is consciousness, and could machines have it?Science (2017). DOI: 10.1126/science.aan8871.
Fuente: https://www.tendencias21.net/Podra-adquirir-consciencia-la-inteligencia-artificial_a44579.html
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Escuela de gladiadores

Por: Santiago Alba Rico

En la visión histórica de la izquierda dos eran los fulcros de constitución de un sujeto político transformador: la fábrica y la universidad, cuya alianza buscaba el marxismo como detonante de la revolución. La fábrica porque era el lugar común de la explotación económica y, por lo tanto, de la toma de conciencia y de la concertación sindical. La universidad porque era el lugar común donde se daban cita la juventud y el saber, fusión modernísima que constituye desde el principio un explosivo oxímoron.

Hasta 1789 la juventud era guerrera, pero no sabia, y su participación en la guerra aseguraba más bien el recambio de un modelo estable y sin variaciones. Desde 1789, cuando un grupito de imberbes letrados derriba la monarquía absoluta, la juventud pasa a formar parte de la regla del cambio, el cual forma parte intrínseca, a su vez, del imaginario social occidental. Desde Sócrates, por otra parte, el saber es una amenaza para los que se resisten a él (al cambio) y su relación con el poder una peripecia pugnaz de asimilación y subversión.

En las sociedades antiguas o de ancien régime, en efecto, la juventud y el saber se habían mantenido cuidadosamente separadas, como una combinación potencialmente amenazadora para la estabilidad social. La Universidad es su unión. Lo es ya en la Edad Media, cuando surgen las primeras comunidades docentes (baste pensar en los goliardos y en su rebelión letrada contra la religión y los gobiernos) y lo es sobre todo en el siglo XX, cuando por primera vez todas las clases sociales, así como las mujeres, acceden a la Universidad. Para que nos hagamos una idea: en 1920 Francia cuenta con 50.000 estudiantes universitarios; en 1987 esa cifra se eleva a un millón. Incluso España, siempre con retraso, pasa en ese período de 23.000 a 650.000 matrículas universitarias.

La Universidad pone al alcance de la juventud todo el saber acumulado de la humanidad, conservado y renovado al margen de los intereses de clase, las guerras y los vaivenes del poder. Si esta combinación ha sido fuente de cambio durante el último siglo es precisamente porque ha sido la Universidad la que ha intervenido en la sociedad y no al revés; porque la Universidad no ha sido un reflejo sumiso de la sociedad y sus servidumbres económicas sino porque, al contrario, la sociedad misma se ha transformado desde la Universidad; y no por casualidad –añadamos– desde las disciplinas más humanísticas. Los jóvenes, receptores subversivos de una tradición de conocimiento, hacían progresar las ciencias en el interior del campus al tiempo que desde él asaltaban en el exterior –y moldeaban de nuevo– las relaciones políticas y sociales. Esta “regla de cambio” alcanzó su colofón en la primavera –no sólo francesa– de 1968.

Hoy eso ya no es posible. La fábrica ha dejado de ser la matriz de los sujetos colectivos y la fragua de un “proyecto de vida” individual (lo que incluía una casa y una familia). La Universidad ya no es, por su parte, el “lugar común” donde la energía abstracta de la juventud se comunica con la memoria concreta de la humanidad. La misma mercantilización que ha condenado a los humanos al desempleo endémico y el trabajo precario –a una adolescencia eterna– ha abolido la juventud y ha privatizado el saber. La amputación de las ramas más “universales” y más “desinteresadas” del conocimiento –y, por eso mismo, las más necesarias– es inseparable de la conversión del campus en un campo de batalla donde se baten a muerte los futuros parados: gladiadores del mercado que tratan de ajustar sus perfiles a las contadas demandas de trabajo.

Con la reforma de Bolonia el curriculum lo hacen las empresas y los bancos; y la Universidad deja de ser, como lo fue en la era moderna, umbral iniciático de la experiencia personal (sexo, drogas, militancia) y memorización conflictiva del conocimiento humano. Sin trabajo y sin saber compartidos, fuente de revolución, queda el consumo, que es la versión light de la guerra, a la que los jóvenes sin futuro, pero también sin pasado común, acabarán volviendo a poco que una Europa sin soluciones y sin izquierda se incline un grado más hacia el abismo.

Fuente: https://rebelion.org/noticia.php?id=242287

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“Los pobremente educados”

Por: Orlando López-Selva

El fenómeno de la inmigración europea fue único. Debido al nazismo, Alemania, una potencia entonces, forzó a muchos de sus científicos a huir a Estados Unidos.

El jefe del personal de la Casa Blanca, John Kelly, acaba de declarar: “Creo que la vasta mayoría de los inmigrantes indocumentados que cruzan la frontera sur hacia los Estados Unidos no asimilan bien porque están pobremente educados”.

Washington tiene el derecho soberano para decidir  quién entra o no a EUA. Pero, cuando escuchamos aseveraciones como estás, surgen muchas preguntas.

Mi punto: hay un miedo subyacente, un temor sobrecogedor. Lo dicho puede ser, estadísticamente tendiente a; pero no implica una verdad absoluta. No puede ser aplicable a todos. Y hay algo más: se evidencia sobrada arrogancia de políticos con débiles destrezas. Si los latinos que emigran hacia allá son tildados de menos educados, eso solo los hace menos competentes. ¿Cómo definen ellos educación?

Es cierto que la mayoría de los inmigrantes que llegan del sur no tienen grandes títulos universitarios. Pero, ¿los tenían los antepasados de estos que hoy hablan tan desdeñosamente, cuyos abuelos emigraron desde las islas británicas?

El fenómeno de la inmigración europea fue único. Debido al nazismo, Alemania, una potencia entonces, forzó a muchos de sus científicos a huir a Estados Unidos.

¿O el señor Kelly dice esto porque los inmigrantes del sur no hablan tan bien el inglés?

¿Qué tan hábiles son los norteamericanos para aprender de otras culturas? Si ellos emigraran a países de habla no-inglesa, ¿se sentirían bien si fueran infravalorados por sus pobres habilidades lingüísticas?

Claro, ¿quién interpreta, desapasionadamente, las estadísticas? ¿El señor Kelly habla así porque está prejuiciado? ¿O asume que sus declaraciones son irrefutables?

¿Qué dirían los alemanes (¡pongo este ejemplo, porque siendo el inglés una lengua germánica les es más cercana, ya que no veo a un norteamericano hablando a la perfección un idioma romance o eslavo!) si evaluaran las destrezas de los residentes estadounidenses en Alemania?

Verídico; hay latinoamericanos a quienes les cuesta mucho aprender inglés. Pero ello no los hace menos educados. Tienen una desventaja comunicacional. Tampoco, por el hecho de hacer labores manuales, tienen menos valor. ¿Qué tipo de trabajo haría un norteamericano medio si se fuera a China o Alemania, con las sabidas competencias lingüísticas que ellos tienen? ¿Dónde quedarían en la escala social? ¿Cuánta facilidad tienen los norteamericanos promedio para aprender idiomas?

Claro, argumentan dos cosas: 1) en Estados Unidos se habla inglés y los que lleguen deben aprender la lengua del país (¡Validísimo!); 2) los norteamericanos no tienen por qué aprender otro idioma; el inglés es universal (¡Prepotencia!)

Tales expresiones viniendo de un funcionario republicano―no son sorprendentes. Esta casta política estadounidense en el poder nunca ha dado muestras de moderación, recato o discreción en su discurso. Esas declaraciones son ofensivas.

En mi opinión, constituye un insulto cultural, que espero los gobiernos latinoamericanos sepan responder con dignidad, entereza y exigiendo respeto.

Uno no trata de esta manera a los vecinos. Pero, bueno, si estos señores siguen así: ¿cuántos amigos perderá ese Gobierno?

Obviamente, también hay un miedo subyacente. En Washington perciben que los que hablan otros idiomas aumentan, numéricamente. Por eso, los republicanos se empequeñecen sin asumir el reto: conocer otras culturas. Es una fobia etno-céntrica. ¿Impotencia o debilidad?

Hay casi 50 millones de ciudadanos norteamericanos e indocumentados residentes―que hablan español solamente o ambas lenguas: español e inglés. Es la minoría creciente, pujante, apabullante que tiene también muchos valores  universales. No hay culturas superiores; simplemente hay muchas culturas.

En este contexto, si bien todos los pueblos en mayor o menor medida estamos anuentes a aceptar cambios que nos llegan con la globalización, ¿por qué los estadounidenses precursores de la idea de la globalización―son reacios a abrirse a otras culturas?

El señor John Kelly trató de suavizar sus declaraciones diciendo que estas personas no tienen “destrezas” (otro prejuicio, pues él no conoce a todos los inmigrantes). ¿Cómo puede él definir qué es ser diestro o no? Y que “no son malas personas”.

Obviamente que a nivel gubernamental, los políticos republicanos no parecen dispuestos a aceptar cambios culturales. A lo más que llegan es a adoptar algunas mejicanadas: comer nachos, burritos, quesadillas o a beber “Corona”, ―palabras advenedizas en sus hogares. Y a eso, ellos le llaman “culturizarse”. Lo siento. Eso no es así.

Pero siguen sin encontrar razones válidas. Pero, un día deberán comprender y aceptar que el bilingüismo también es un hecho estadístico creciente, que ya no pueden ocultar.

Así, los temores subyacentes, las debilidades culturales o la cerrazón hacia otros, siguen siendo flancos frágiles en una sociedad que siempre se autocalifica de moderna y abierta.

Fuente: https://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/464131-educados/

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