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El cerebro del niño forma mil conexiones nuevas por segundo en los primeros tres años de vida

Por: SILVIA DÍAZ

Durante los primeros años de vida de un bebé, sus neuronas forman nuevas conexiones a una velocidad asombrosa, entre 700 a 1.000 por segundo, un ritmo que nunca se volverá a repetir. Estas conexiones forman la base del futuro de un niño, por lo que es de vital importancia cuidar su alimentación, estimulación y cuidados.

Se considera que los primeros 1.000 días de vida de un niño tienen un efecto determinante en su desarrollo futuro, por lo que UNICEF no se cansa de alertar del importante papel que jugamos los padres, en su vida, tanto durante la etapa del embarazo como posteriormente en su crianza.

La importancia de los 1.000 primeros días

UNICEF

UNICEF lleva tiempo informando de lo importante que es cuidar la primera etapa de la infancia de un niño, lo que se conoce como sus primeros 1.000 días de vida y que abarca tanto el embarazo como sus primeros tres años.

En este tiempo, el cerebro del niño comienza a desarrollarse a gran velocidad, adquiriendo el lenguaje y las destrezas sociales y emocionales que necesitará para su etapa adulta, por lo que de su correcto desarrollo dependerá su bienestar futuro. No en vano, el 40 % de las habilidades mentales del adulto se forman en los tres primeros años de vida.

UN NIÑO, CUYO CEREBRO NO SE DESARROLLE ADECUADAMENTE, NO SÓLO SERÁ PERJUDICIAL PARA ÉL SINO QUE EN UN FUTURO REPERCUTIRÁ TAMBIÉN EN EL RESTO DE LA SOCIEDAD.

La nutrición, la salud, la protección y el cuidado en esta etapa, constituyen los nutrientes esenciales que el cerebro necesita para desarrollarse correctamente. Una oportuna estimulación, juegos adecuados y un medio ambiente enriquecedor son fundamentales también en esta primera etapa de la infancia.

Pero si hay algo que los expertos no se cansan de recalcar es la importancia que tiene el vínculo entre el bebé y sus padres (o sus adultos de referencia). La forma en que los niños son criados o atendidos en los primeros años, puede influir en su funcionamiento cerebral durante el resto de su vida, e incluso repercutir en futuras generaciones.

Por eso, UNICEF ha querido alertar a través de su campaña «La primera infancia cuenta» de que los adultos no siempre son conscientes de la importancia que tiene este vínculo de apego con los niños, o cuentan con las herramientas suficientes para lograr una adecuada estimulación, cuidados y protección.

Cómo nutrir el cerebro de los bebés

Según palabras del Director Ejecutivo de UNICEF, Anthony Lake:

«El cerebro es lo más importante que tienen los niños, pero no estamos cuidándolo de la misma manera en que cuidamos de sus cuerpos, especialmente en la primera infancia, cuando la ciencia demuestra que los cerebros de los niños y su futuro se están perfilando rápidamente. Tenemos que hacer más para dar a los padres y cuidadores de los niños pequeños el apoyo que necesitan»

UNICEFFoto Vía UNICEF

Por tanto, y partiendo de esta premisa, ¿cómo podemos los padres cuidar el cerebro de nuestros hijos?, o dicho de otro modo, ¿qué está en nuestra mano hacer para favorecer el correcto desarrollo de sus conexiones neuronales?

  • La importancia del contacto físico: tocar a nuestros hijos, abrazarles y criarles con cariño y respeto, generará oxitocina que les ayudará a crecer tranquilos, relajados, confiados y sintiéndose amados.

Esto provocará un mayor deseo de explorar su mundo, aprender, disfrutar y relacionarse mejor con su entorno, además de dotarles de herramientas que les permitan hacer frente a diferentes situaciones y retos de la vida, algo que repercutirá positivamente en su etapa adulta.

  • Hablarles y sonreírles ya que, según las investigaciones, este tipo de interacción con las figuras de apego a edades tempranas nutren al bebé y estimulan su desarrollo emocional, tan importante para la sociedad en la que vivimos.
  • Pasar el mayor tiempo posible con ellos. Durante los primeros años de vida, los niños entablan las primeras relaciones con su círculo familiar más cercano, siendo la relación más intensa emocional y físicamente hablando la que se crea con sus padres y, sobretodo, con su madre.

Este vínculo de apego provoca en el niño una serie de sentimientos que hacen que crezca sabiéndose importante para alguien y, por tanto, favoreciendo su seguridad y autoestima.

apego
  • No dejarles llorar: El cerebro y el estrés no son buenos compañeros. Cuando el niño percibe una amenaza (del tipo que sea) generará cortisol, una hormona que se mantendrá en niveles elevados si la amenaza persiste, es decir, si el entorno o el tipo de crianza no es el adecuado.

Crecer en un entorno de estrés y amenazas provocará niños temerosos, desconfiados y asustadizos, que tienen menos seguridad en sí mismos y que arrastrarán ese estado de alerta durante toda su etapa adulta.

Por ello, los expertos inciden en la importancia de atender el llanto del bebé o los estados de angustia o estrés que pueda manifestar el niño pequeño. Calmarle, consolarle y ayudarle a entender sus emociones desde el acompañamiento y la confianza son claves para su correcto desarrollo emocional.

  • La importancia del juego. Jugar no sólo es un derecho del niño sino que a través del juego libre aprenderán a conocer y a interactuar con el mundo que les rodea, perfeccionarán su psicomotricidad y lenguaje y, en definitiva, repercutirá positivamente en su desarrollo cognitivo, social y educativo.
  • Una correcta alimentación. De todos es sabido que «somos lo que comemos» por tanto, es fundamental que para que el niño crezca fuerte, sano y pueda desarrollarse correctamente, su alimentación sea la adecuada.

La OMS recomienda lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida del bebé, e incluso la reconoce como un derecho que tanto los niños como las madres deberían tener.

Lactancia

Sólo 15 países en el mundo cuidan la primera infancia del niño

Con el informe «La primera infancia cuenta», UNICEF quiere alertar de la situación que viven alrededor de 85 millones de niños menores de 5 años en todo el mundo, cuyos países no ofrecen a sus familias ni educación preescolar gratuita, ni permisos de lactancia para sus madres, ni permisos parentales justos y remunerados que puedan repercutir positivamente en sus primeros años de vida.

El informe destaca que Cuba, Francia, Portugal, Rusia y Suecia figuran entre los países que garantizan mayores medidas a las familias para cuidar de sus hijos, mientras que el 40% de los 85 millones de niños afectados se encuentran en Bangladesh y Estados Unidos.

POR ELLO, UNICEF PRETENDE QUE LAS EMPRESAS Y LOS GOBIERNOS DE LOS DIFERENTES PAÍSES SE INVOLUCREN DE LLENO EN ESTA PRIMERA ETAPA DE LA INFANCIA DE LOS NIÑOS, APOYANDO A SUS FAMILIAS PARA QUE PUEDAN DOTARLES DE AMOR, CUIDADOS, EDUCACIÓN Y NUTRICIÓN.
Fuente del Artículo:
https://www.bebesymas.com/educacion-infantil/la-importancia-de-nutrir-correctamente-el-cerebro-del-nino-en-sus-primeros-1-000-dias-de-vida
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Las formas de lucha

Por: Boaventura de Sousa Santos

Hay temas que, a pesar de tener una presencia constante en la vida de la gran mayoría de las personas, aparecen y desaparecen del radar de aquellos a quienes corresponde reflexionar sobre ellos, sea en el plano científico, cultural o filosófico.

Algunos de los temas hoy desaparecidos son, por ejemplo, la lucha social (más aún, la lucha de clases), la resistencia, la desobediencia civil, la rebeldía, la revolución y, subyacente a ellos, la violencia revolucionaria. A lo largo de los últimos ciento cincuenta años, estos temas tuvieron un papel central en la filosofía y la sociología políticas porque sin ellos era virtualmente imposible hablar de transformación social y de justicia. Hoy en día, la violencia está omnipresente en los noticieros y las columnas de opinión, pero raramente se refiere a los temas anteriores.

La violencia de que se habla es la violencia despolitizada, o concebida como tal: la violencia doméstica, la criminalidad, el crimen organizado. Por otro lado, siempre se habla de violencia física, raramente de violencia psicológica, cultural o simbólica y, nunca, de violencia estructural. Los únicos contextos en que a veces la violencia adquiere condición política es la violencia en los países «menos desarrollados» o «Estados fallidos» y la violencia terrorista, considerada (y bien) como un modo inaceptable de lucha política.

En términos de debate filosófico y político, nuestro tiempo es un tiempo simultáneamente infantil y senil. Gatea, por un lado, entre ideas que lo atraen por la novedad y le confieren el orgullo de ser protagonista de algo inaugural (autonomía, competencia, empoderamiento, creatividad, redes sociales). Y, por otro, se deja perturbar por una ausencia, una falta que no puede nombrar exactamente (solidaridad, cohesión social, justicia, cooperación, dignidad, reconocimiento de la diferencia), una falta obsoleta pero lo suficientemente impertinente como para hacerle tropezar en su propia ruina.

Como la lucha, la resistencia, la rebeldía, la desobediencia, la revolución siguen constituyendo la experiencia cotidiana de la gran mayoría de la población mundial, que, además, paga un precio muy alto por eso, la disyunción entre el modo en que se vive y lo que se dice públicamente sobre él hace que nuestro tiempo sea un tiempo dividido entre dos grupos muy asimétricos: los que no pueden olvidar y los que no quieren recordar. Los primeros solo en apariencia son seniles y los segundos solo en apariencia son infantiles. Son todos contemporáneos unos de otros, pero se remiten a contemporaneidades diferentes.

Revisemos, pues, los conceptos senilizados. Lucha es toda disputa o conflicto sobre un recurso escaso que confiere poder a quien lo detenta. Las luchas sociales siempre existieron y siempre tuvieron objetivos y protagonistas muy diversificados. A finales del siglo XIX, Marx otorgó un papel especial a un cierto tipo de lucha: la lucha de clases. Su especificidad residía en su radicalidad (la parte perdedora perdería todo), en su naturaleza (entre grupos sociales organizados en función de su posición frente a la explotación del trabajo asalariado) y en sus objetivos incompatibles (capitalismo o socialismo). Las luchas sociales nunca se redujeron a la lucha de clases. A mediados del siglo pasado surgió el término «nuevos movimientos sociales» para dar cuenta de actores políticos organizados en otras luchas según criterios de agregación distintos de la clase y con objetivos muy diversificados. Esta ampliación no solo ensanchaba el concepto de lucha social, sino que daba más complejidad a la idea de resistencia, un concepto que pasó a designar los grupos inconformes con el estatuto de víctima. Es resistente todo aquel que se niega a ser víctima. Esta ampliación recuperaba algunos debates de finales del siglo XIX entre anarquistas y marxistas, en particular el debate sobre la revolución y la rebeldía.

La revolución implicaba la sustitución de un orden político por otro, mientras que la rebeldía significaba el rechazo de un determinado (o de cualquier) orden político. La rebeldía se distinguía de la desobediencia civil, porque esta, al contrario de la primera, cuestionaba una determinación específica (por ejemplo, servicio militar obligatorio) pero no el orden político en su conjunto. El concepto de revolución se fue alimentando con la Revolución rusa, la Revolución china, la Revolución cubana, la Revolución argelina, la Revolución egipcia, la Revolución vietnamita o la Revolución portuguesa del 25 de abril de 1974 (aunque muchos, como yo, dudásemos de su carácter revolucionario).

La caída del Muro de Berlín restó actualidad al concepto de revolución, aunque el mismo resucitase algunos años después en América Latina con la Revolución bolivariana (Venezuela), la Revolución comunitaria (Bolivia) y la Revolución ciudadana (Ecuador) incluso si en estos casos hubiesen muchas dudas sobre el carácter revolucionario de tales procesos. Con el levantamiento neozapatista de 1994, el Foro Social Mundial de 2001 y años siguientes, y los movimientos indígenas y afrodescendientes, los conceptos de rebeldía y de dignidad volvieron a ser predominantes. Hasta hoy.

Subyacente a las vicisitudes de estos diferentes modos de nombrar las luchas sociales contra el statu quo, estuvieron presentes siempre dos cuestiones: la dialéctica entre institucionalidad y extrainstitucionalidad; y la dialéctica entre lucha violenta o armada y lucha pacífica. Las dos cuestiones son autónomas, aunque están relacionadas: la lucha institucional puede o no ser violenta y la lucha armada, si es duradera, crea su propia institucionalidad. Ambas cuestiones comenzaron a ser discutidas a lo largo del siglo XIX y explosionaron en momentos diferentes al final del siglo XIX e inicio del siglo XX. ¿Por qué las menciono aquí? Porque a pesar, en los últimos treinta años, de haber sido consideradas obsoletas o residuales, ganaron últimamente una nueva vida.

Institucional versus extrainstitucional. Esta cuestión se agudizó con las divisiones en el seno del partido socialdemócrata alemán en vísperas de la Primera Guerra Mundial. ¿Luchar dentro de las instituciones? ¿O presionarlas y hasta transformarlas desde fuera por vías consideradas ilegales? La cuestión siguió su curso durante cincuenta años y pareció haberse agotado con el fin de la revuelta estudiantil de Mayo de 1968. Obviamente que en diferentes partes del mundo continuaron habiendo insurrecciones, guerrillas, protestas, huelgas generales, luchas de liberación; pero de algún modo se fue consolidando la idea de que representaban el pasado y no el futuro, toda vez que la democracia liberal, ahora apadrinada por el neoliberalismo global, el FMI, el Banco Mundial, la ONU, acabaría por imponerse como el único modo legítimo de dirimir conflictos políticos. Todo cambió en 2011 con la ola de movimientos de protesta en diferentes países: las distintas primaveras de revuelta, el movimiento Occupy Wall Street, los movimientos de los indignados, etcétera. ¿Por qué este cambio? Sospecho que la crisis de la democracia liberal se ha venido profundizando de tal modo que movimientos y protestas por fuera de las instituciones pueden pasar a ser parte de la nueva normalidad política.

Lucha armada versus lucha pacífica. La cuestión de la violencia es el tema que el pensamiento político dominante (tan viciado en el estudio de los sistemas electorales) evitó a toda costa a lo largo del siglo pasado. Sin embargo, los protagonistas de las luchas se enfrentaron continuamente con la cuestión en el terreno. Obviamente que no toda violencia es revolucionaria. Durante el siglo XX quienes más recurrieron a ella fueron los contrarrevolucionarios, los nazis, los fascistas, los colonialistas, los fundamentalistas de todas las confesiones y los propios estalinistas después de la perversión de la revolución que emprendieron. Pero en el campo revolucionario las divisiones fueron encendidas: entre los marxistas y maoístas de la India y Gandhi, entre Martin Luther King Jr. y Malcom X, entre diferentes movimientos de liberación del colonialismo europeo y Frantz Fanon, entre movimientos independentistas en Europa (País Vasco, Irlanda del Norte) y movimientos revolucionarios de América Latina. También aquí -a pesar de la continuidad de la lucha armada en el Delta del Níger y en las zonas rurales de la India dominadas por los naxalitas (maoístas)- la idea de violencia revolucionaria y de lucha armada ha perdido legitimidad, de lo cual las negociaciones de paz en curso en Colombia son una demostración elocuente.

Empero, hay dos elementos perturbadores de los que quiero dar cuenta. En muchos países donde la violencia política terminó con negociaciones de paz, la violencia volvió (muchas veces contra líderes políticos y de movimientos sociales) bajo la forma de violencia despolitizada o criminalidad común. El Salvador y Honduras son casos paradigmáticos y Colombia podría serlo. Por otro lado, la lucha armada fue deslegitimada porque falló muchas veces en sus objetivos y porque se creyó que estos serían más eficazmente alcanzados por la vía pacífica y democrática.

¿Y si se profundizara la crisis de la democracia? Uno de los revolucionarios que más admiro y que pagó con la vida su dedicación a la revolución socialista, el padre Camilo Torres, de Colombia, doctorado en sociología por la Universidad de Lovaina, respondió así en 1965 a la pregunta de un periodista sobre la legitimidad de la lucha armada: «El fin no justifica los medios. Sin embargo, en la acción concreta, muchos medios comienzan a ser impracticables. De acuerdo con la moral tradicional de la Iglesia la lucha armada es permitida a una sociedad en las siguientes condiciones:

Haber agotado los medios pacíficos.

 Tener una probabilidad bastante cierta de éxito.

 Que los males resultantes de esta lucha no sean peores que la situación que se quiere remediar.

Que haya el concepto de algunas personas de criterio ilustrado y correcto sobre el cumplimiento de las condiciones anteriores» [1].

A un pacifista como yo, que siempre luchó por la radicalización de la democracia como vía no violenta para construir una sociedad más justa, provoca estremecimientos pensar si en muchos países los patrones de convivencia pacífica y democrática no se estarán degradando a tal punto que las cuatro condiciones del padre Camilo Torres puedan tener respuesta positiva.

Notas

[1] Torres Restrepo, C. (2016), Textos inéditos y poco conocidos, vol. 1, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, p. 272.

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*Académico portugués. Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU) y de diversos establecimientos académicos del mundo. Es uno de los científicos sociales e investigadores más importantes del mundo en el área de la sociología jurídica y es uno de los principales dinamizadores del Foro Social Mundial. Artículo divulgado por Público.es,   Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

Fuente del Artículo:

http://www.uypress.net/auc.aspx?80287,55

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Todo el apoyo y toda la solidaridad para los hermanos en desgracia

Por:  Miguel Ángel Pérez

Aun recuerdo hace 32 años en la misma fecha y el mismo lugar pero el año 1985, el sismo de arriba de 7 grados en escala Richter que sacudió y conmocionó a la ciudad de México, hoy 32 años después sucede lo mismo, en el año 2017. En aquel año apareció el número 1 de la emblemática revista pedagógica llamada “Cero en Conducta” el titulo era elocuente,  con una fotografía de un edificio derrumbado el encabezado decía “Las escuelas deberán ser las ultimas en caerse”. Hoy no fue así, un una escuela de organización particular en lo administrativo “Colegio Enrique Rébsamen”, ha sido sacudido por este nuevo sismo de escala 7.2 ahora, se derrumba edificio, mueren niños pequeños de edad preescolar, mueren docentes y hay muchas personas desaparecidas. El hecho de que en un sismo o bajo cualquier riesgo caigan escuelas mueran niños, niñas y docentes en lo simbólico ya es grave en sí, y es muestra de que algo no estamos haciendo bien.

La nota del periódico La Jornada de este viernes 24 dice que hay en el DF 1,800 inmuebles y hay 286 personas fallecidas y una cifra difícil de precisar de desaparecidos. Los datos son sólo un pequeño ejemplo para reflexionar en torno a los riesgos que genera este tipo de desastres.

Como ciudadano primero y como académico después, me preguntaría ¿cuál es el estado que guarda nuestra capacidad de prevención ante este tipo de riesgos? La prevención no sólo tiene que ver con hacer simulacros y diferenciar zonas de resguardo, no. La prevención está asociada con la política inmobiliaria, las técnicas de construcción pensadas en prevenir hasta donde sea posible en una zona de alta sismicidad, y el esquema pedagógico tanto dentro como fuera de las escuelas, la autorización para construir escuelas, en qué zonas, en qué lugares colindando con quiénes, etc.

La prevención e intervención oportuna ante los desastres es otra de las asignaturas pendientes del Modelo educativo mexicano. Si bien la naturaleza es difícil, caprichosa e impredecible; uno no puede saber cuándo, en qué lugar y bajo qué circunstancias temblará, lloverá o habrá un tsunami, pero lo que si podemos hacer es prevenir de manera organizada cuando algo de este tipo suceda.

¿Qué tanto hemos aprendido en 32 años cuando tuvimos la primera lección de la asignatura de Riesgología I? Tal vez no mucho, pero el despliegue solidario de la gente, las manos al lado de otras manos es indescriptible. Ese mismo despliegue solidario deberla servir para sacar de las oficinas a los malos gobernantes, ese mismo despliegue de la gente organizada en búsqueda de la vida de los iguales deberá servir para reorientar el rumbo de este país, con las manos y la fuerza de todos los que desean un cambio verdadero.

Quisiera terminar diciendo que nos toca a nosotros buscar formas activas y directas de solidaridad, perdón pero el descrédito de los organismos y agencias gubernamentales llegan hasta esto. Ser solidarios es asumir la solidaridad en la acción, ¿cómo? ese le toca decidir a cada quien. Y no olvidarnos de Oaxaca, de Chiapas, de Guerrero, de Morelos y de Puebla en nuestro país, pero también de Puerro Rico y la República Dominicana en nuestro continente. La solidaridad no tiene nacionalismos tiene formas que se concretizan en dar la mano de igual a igual. Hoy educar es saber ser solidarios en estas pequeñas cosas que nuestros hermanos esperan de nosotros.

 

*Doctor en educación. Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional. Campus Guadalajara. Correo mipreynoso@yahoo.com.mx

Fuente del Artículo:

Todo el apoyo y toda la solidaridad para los hermanos en desgracia

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Special Education meeting held

By Ka’ssee Burchfield

Not all children learn at the same pace, or even through the same methods. Because of this, educators- especially those working in special education — must be ready to work with each child’s individual learning behaviors. The Bell County Board of Education hosted a Southeast/South-Central Educational Cooperative (SESC) training on Friday for upcoming special education teachers in the region to learn how to do just that.

The individualized training program (IEP) brought in several new special education teachers from all across the area, many of whom just recently completed college. However, the meeting also consisted of several who have taught for years, but have decided to redirect their career towards a new path, as teaching those with special needs often provides teachers with a completely different component.

“When the opportunity arose for me to switch to special education I decided I would like to try it,” said former Knox County science teacher, April Helton. “What I love about teaching special education is the relationships you get to build with individual students. They trust you and you are the person they feel they can depend on.”

The session was led by Jim Feger, an educational consultant at SESC, who says the main purpose of the training is to help better prepare teachers with ways to provide consistency and clarity to children with special needs. Special education teachers are brought in and shown various ways to properly identify with and remediate children by developing general education plans.

“I look at this job as a privilege. I get to take my years of experience working with kids with special needs, and then be able to promote those practices to increase the quality of special designed instruction for kids within our region,” said Feger.

Educators left the session raving over the significant knowledge they were able to obtain in only one day, with several claiming to be in awe with just how much they learned from the SESC’s program.

“The program was excellent and the facilitator was exceptional. I feel I gained a lot of needed information that will help me for years to come,” said Helton.

SESC is a non-profit service agency which provides professional learning and support services to 27 different public school districts throughout the Appalachian region. Although beginning as a part of Eastern Kentucky University’s Community Outreach Program in 1991, SESC was — after many years of success — recognized as an independent entity in 2013. The agency’s slogan — “serving others as you serve them” — appears to be quite appropriate considering the various ongoing opportunities being offered to educators through the agency.

SESC hopes to be recognized as Kentucky’s leading educational cooperative by the year 2020 by continuing to provide services that are data-driven, evidence/research-based, and customer-focused. The agency also plans to soon incorporate various delivery methods for such services, including face-to-face and technologically-based delivery.

As the session came to an end, educators were given a short assessment in order to evaluate what they each learned during the program, as well as the opportunity to evaluate Feger and the way he handled operating the session. Then, they were each awarded with a certificate of completion, proving that they attended the program and now have the knowledge to provide specialized teaching methods to special needs students.

Due to the always ongoing growth and change in the education field, educators should be provided with up-to-date ways to stay in touch with those changes. In order to provide this, Feger has made plans to continue ongoing support for the new special educators of the region via Skype sessions.

While details have yet to be revealed, Dr. Mitch Bailey of the Bell County Board of Education also plans to contribute to the growth of special educators in the area. He is currently working on providing a Progress Monitoring Training for special education teachers within the school district in early to mid-October.

Source:

Special Education meeting held

 

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Donald Trump’s Addiction to Violence

BY HENRY GIROUX

The president has normalized violence by emboldening the idea that it is the only viable political response to social problems.

Donald Trump is addicted to violence. It is the principal force that shapes his language, politics and policies. He revels in a public discourse that threatens, humiliates, bullies and inflicts violence. He has used language as a weapon to humiliate women, a reporter with a disability, Pope Francis and any political opponent who criticizes him. He has publicly humiliated and waged symbolic violence on members of his own Cabinet, such as Attorney General Jeff Sessions, not to mention the insults and lies he perpetrated against former FBI Director James Comey after firing him.1 He has humiliated world leaders with a discourse that in its infantilism uses language to insult and belittle. In the case of North Korean leader Kim Jong-un, he has not only insulted him with the war-like moniker “Rocket Man,” he has appeared before the United Nations and blithely threatened to address the nuclear standoff with North Korea by wiping out its 25 million inhabitants.2 He has emboldened and indirectly supported the violent actions of white supremacists, and during the presidential campaign encouraged right-wing thugs to attack dissenters — especially people of color.

During his presidential campaign, he endorsed state torture and pandered to the spectacle of violence that his adoring crowds treated like theater as they shouted and screamed for more. As Sasha Abramsky observes in The Nation, Trump’s embrace of torture made clear that he not only was willing to normalize the unspeakable, but was more than willing to turn the American government into a criminal organization. She writes:

Torture …in the campaign, [became] Trump’s leitmotif — and he did far more than applaud the waterboarding sanctioned by George W. Bush’s administration, as if that weren’t bad enough. Time and again, Trump urged his crowds of supporters on by dangling before them the prospect of violence for violence’s sake. Time and again, he flaunted his contempt for international norms by embracing torture — the word, for so long taboo, as much as the deed — as an official policy of state.3

Under such circumstances, violence for Trump became performative, used to draw attention to himself as the ultimate tough guy while signaling his embrace of a criminogenic ethic that allowed him to act as a mafia figure willing to engage in violence as an act of vengeance and retribution aimed at those who refused to buy into his retrograde nationalism, regressive militarism and nihilistic sadism. The endless call to “lock her up” signaled more than an attack on Hillary Clinton; he endorsed the making of a police state where the call to law and order become the foundation for Trump’s descent into authoritarianism.

On a policy level, he has instituted directives to remilitarize the police by providing them with all manner of Army surplus weapons — especially those local police forces dealing with issues of racism and poverty. While addressing a crowd of police officers in Long Island, New York, he endorsed and condoned police brutality.4 During his presidential campaign he stated that he would pay the legal costs of a thug who attacked a black protester. These are typical examples of many ways in which Trump repeatedly gives license to his base and others to commit acts of violence. He also appears to revel in producing representations of violence suggesting it is the medium by which to deal with news media, or the “fake news” crowd, that hold him accountable for his actions and policies. For instance, he tweeted an edited video showing him, body-slamming and punching a man with the CNN logo superimposed on his head during a wrestling match.5

This adulation of violence is mimicked in many of Trump’s domestic policies, which bear the weight of a form of domestic terrorism — a term I’m using in this case to describe an act of violence intended not only to harm or kill but also to instill fear through intimidation and coercion in specific populations. For instance, Trump’s call to deport 800,000 individuals brought to the United States as illegal immigrants through no intention of their own and who know no other country than the United States reflects more than a savage act of a white nationalism. It also suggests the underlying state violence inherent in embracing a politics of disappearance and disposability. Couple this cruel and inhumane policy with Trump’s pardon of the vile Joe Arpaio, the disgraced former Arizona sheriff and notorious racist who was renowned by white supremacists and bigots for his hatred of undocumented immigrants and his abuse and mistreatment of prisoners in his tent city jail. This marriage of a culture of cruelty and Trump’s backing of a sadistic racist offers support for a society of violence in the United States that before Trump’s election resided on the margins of power rather than as it does now, at the center of power.

This adulation of violence is mimicked in many of Trump’s domestic policies, which bear the weight of a form of domestic terrorism.

What Wendy Brown calls Trump’s “apocalyptic populism” has reinforced a savage form of neoliberalism that, as Pope Francis has pointed out, produces an economy that kills.6 Trump’s militarized disregard for human life is evident in a range of policies that extend from withdrawing from the Paris Agreement on climate change and slashing jobs at the Environmental Protection Agency to gutting teen pregnancy prevention programs and ending funds to fight white supremacy and other hate-producing, right-wing groups. At the same time, Trump has called for a $52 billion increase in the military budget while arguing for a revised health care bill being sponsored by Sens. Bill Cassidy (R-LA) and Lindsey Graham (R-SC) that would cut $4 trillion in health care over 20 years while allowing 32 million to lose health coverage by 2027. These figures speak clearly to Trump’s passion for violence, but his embrace of this form of domestic terrorism cannot be captured fully in critical commentaries about his ruthless domestic and foreign policies. The real measure of such policies must begin as Brad Evans argues in “the raw realities of suffering” and the terrible price many young, old and vulnerable populations pay with their lives.7

For instance, Trump has added a new dimension of cruelty to the policies that affect children, especially the poor. He has supported cutting food stamp programs (SNAP) to the tune of $193 billion; slashing $610 billion over 10 years from Medicaid, which aids 37 million children; slashing $5.8 billion from the budget of the Children’s Health Insurance Program which serves 9 million kids; defunding public schools by $9.2 billion; and eliminating a number of community assisted programs for the poor and young people. Trump’s proposed 2018 budget is an act of unbridled cruelty given its draconian cuts in programs that benefit poor children. As Marian Wright Edelman, the president of the Children’s Defense Fund observes:

Our nation’s budget should reflect our nation’s professed values, but President Trump’s 2018 Federal Budget, “A New Foundation for America’s Greatness,” radically does the opposite. This immoral budget declares war on America’s children, our most vulnerable group, and the foundation of our nation’s current and future economic, military and leadership security. It cruelly dismantles and shreds America’s safety net laboriously woven over the past half century to help and give hope to the 14.5 million children struggling today in a sea of poverty, hunger, sickness, miseducation, homelessness and disabilities. It slashes trillions of dollars from health care, nutrition and other critical programs that give poor babies and children a decent foundation in life to assure trillions of dollars in tax cuts for millionaires and billionaires and powerful corporations who do not deserve massive doses of government support. The cruel Trump budget invests more in our military — already the most costly in the world — but denies vulnerable children and youths the income, health care, food, housing and education supports they need to become strong future soldiers to defend our country.

These draconian and cruel cuts merge with the ruthlessness of a punishing state that under Trump and Attorney General Sessions is poised to implement a vicious law and order campaign that criminalizes the behavior of the poor. It gets worse. At the same time, Trump supports policies that pollute the planet and increase health risks to the most vulnerable and powerless.

Violence runs through the United States like an electric current and has become the primary tool both for entertaining people and addressing social problems while also working to destroy the civic institutions and other institutions that make a democracy possible. Needless to say, Trump is not the sole reason for this more visible expression of extreme violence on the domestic and foreign fronts. On the contrary, he is the endpoint of a series of anti-democratic practices, policies and values that have been gaining ground since the emergence of the political and economic counterrevolution that gained full force with the election of Ronald Reagan in 1980, along with the rule of financial capital and the embrace of a culture of precarity. At one level, Trump is the unbridled legitimator-in-chief of a gun culture, police brutality, a war machine, a culture of violent hypermasculinity and a political and social order that expands the boundaries of social abandonment and the politics of disposability — especially for those marginalized by race and class. Trump has emboldened the idea that violence is the only viable political response to social problems and in doing so normalizes violence in its multiple expressions.

Violence that once seemed unthinkable has become central to how Trump’s understanding of American society now defines itself.

Violence that once seemed unthinkable has become central to how Trump’s understanding of American society now defines itself. Violence in its multiple hard and soft forms has become the very condition of our existence, both as a powerful structural force and an ideology wedded to the reproduction of human suffering. Language in the service of violence has a long history in the United States, and in the current historical moment has succumbed to what I have called the violence of organized forgetting. As memory recedes, violence as a toxin morphs into entertainment, policy and world views that embrace it less as a regime and practice of terror than as a template to guide all of social life.

What is different about Trump is that he relishes in the use of violence and warmongering brutality to inflict humiliation and pain on people; he pulls the curtains away from a systemic culture of cruelty, a racially inflected mass incarceration state, and in doing so refuses to hide his own sadistic investment in violence as a source of pleasure. Jeffrey St. Clair has argued that Trump is the great reveller who pulls back “the curtains on the cesspool of American politics for the inspection of all but the most timid” while going further by insisting that Trump is the bully-in-chief, a sadistic troll who has pushed the country — without any sense of ethical and social responsibility — deep into the abyss of authoritarianism and a culture of violence and cruelty that is as unchecked as it is poisonous and dangerous to human life and democracy itself.8

At the current moment, it may seem impossible to offer any resistance to this authoritarian order without talking about violence, how it works, who benefits from it, whom it affects and why it has become so normalized. This does not have to be the case once it is recognized that the scourge of American violence is as much an educational issue as it is a political concern. The challenge here, in part, for progressives is to address how people might be educated about violence through rigorous and accessible historical, social, relational analysis and narratives that provide a comprehensive understanding of how the different registers of violence are connected to new modes of American authoritarianism. This means making power and its connection to violence visible through the exposure of larger structural and systemic economic forces. It means illustrating with great care and detail how violence is reproduced and legitimated through the manufacture of mass illiteracy and the reproduction of dead zones of the imagination. It means moving away from analyzing violence as an abstraction by showing how it works concretely at the level of everyday life to inflict massive human suffering and despair.

The American public needs a new understanding of how civic institutions collapse under the force of state violence, how language coarsens in the service of carnage, how a culture hardens in a market society so as to foster contempt for compassion while exalting a culture of cruelty. How does neoliberal capitalism work to spread the celebration of violence through its commanding cultural apparatuses and social media? How does war culture come to dominate civic life and become the most honored ideal in American society? Unless Americans can begin to address these issues as part of a broader discourse committed to resisting the existent authoritarianism in America, the plague of mass violence will continue and the promise of a radical democracy will become nothing more than a relic of history.

 


 

1. Henry A. Giroux, “Trump vs. Comey: The Politics of Lawlessness, Lying and Fake News,” Ragazine (June 10, 2017). 

[2] Harriet Alexander, “Donald Trump says US may have to ‘totally destroy’ North Korea,” The Telegraph (Sept. 19, 2017).

[3] Sasha Abramsky, “How Trump Has Normalized the Unspeakable,” The Nation (Sept. 20, 2017).

[4] Amy Goodman and Denis Moynihan, “Trump’s Call for Police Brutality is No Joke,” DemocracyNow (Aug. 3, 2017). 

[5] Michael M. Grynbaum, “Trump Tweets a Video of Him Wrestling ‘CNN’ to the Ground,” The New York Times (July 2, 2017). 

[6] Wendy Brown, “Apocalyptic Populism,” Eurozine, (Sept. 5, 2017).

[7]7 Brad Evans, “Remembering the 43,” Los Angeles Review Blog (Sept. 9, 2017). 

[8] Jeffrey St. Clair, “To See or to Nazi: Trump’s Moral Blindspot is America’s.” CounterPunch, (Aug. 18, 2017). 

Source:

Donald Trump’s Addiction to Violence

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‘Salir del círculo’, dinámica grupal para resolver conflictos en el aula

Por:  Haydee Mesa

 La tarea fundamental del docente como guía en el aula es la de mantener la armonía dentro de ella como requisito indispensable para favorecer un sistema de aprendizaje y enseñanza de calidad. Pero, como seres humanos que somos, manejamos diferentes maneras de pensar y el conflicto es por tanto consecuencia de la diversidad misma y no podemos evitarlo.

Sólo lograremos llegar a un consenso con las personas con las que nos surge dicho conflicto si nos enfrentamos a él en lugar de eludirlo.

A continuación te propongo un ejercicio que puede ayudarte a la hora de encarar un conflicto. Aquí puedes consultar otras interesantes dinámicas de grupo.

Pautas

CÍRCULO. Haz que los participantes formen un círculo de pie con los brazos estrechamente entrelazados.

Consignas:

Uno de ellos sale del grupo y tú le das su consigna: “Tienes dos minutos para escapar cuanto antes del centro de círculo y salir como sea”.

Para las personas que conforman el círculo, la consigna es que tienen que evitar las fugas “por todos los medios posibles”, pero que si la persona que quiere escapar pide verbalmente que se le deje abandonar el círculo (algo que no se ha sugerido a la persona que está fuera), éste se abrirá y se le permitirá salir.

Evaluación:

En ella deberás concretar con la ayuda de preguntas a los participantes aspectos como los siguientes:

[list][item icon=”hearts” ]Determinad cuál ha sido el conflicto básico y los secundarios, si los hubiera[/item][/list]

[list][item icon=”hearts” ]Contrastad cómo se han sentido los participantes del círculo y el que intentaba escapar[/item][/list]

[list][item icon=”hearts” ]Analizad los métodos empleados por cada parte para conseguir su objetivo[/item][/list]

[list][item icon=”hearts” ]Buscad otros ejemplos de estas actitudes y métodos en la vida cotidianade cada participante[/item][/list]

Repetición:

Repite el ejercicio hasta que todos los componentes  hayan pasado por el lugar de tener que escapar del círculo.

Fuente: http://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/educacion-emocional/salir-del-circulo-dinamica-grupal-resolver-conflictos-aula/46489.html

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El reto de la representación equilibrada

Por: Elena Simón

Las mujeres como tales estamos en el territorio de lo no estudiado, no investigado, lo “natural”, lo sentimental, lo no nombrado, no explicado, no dicho. No estamos.

La representación equilibrada es un concepto muy positivo y práctico que explica de muy buenas maneras cómo con un déficit de ello entre hombres y mujeres, nuestras democracias siguen cojas e incompletas y no puede actualizarse la justicia la igualdad ni la libertad. La representación desequilibrada está aún por todas partes y la gente pequeña y joven la absorbe en vena todos los días de su vida y las 24 horas. No es cierto que estemos mujeres y hombres en situación de igualdad. Esta frase es un espejismo que nos aleja del trabajo para conseguirla y que nos impide percibir la sed que de ella tiene el conjunto de la sociedad, salvo raras y residuales excepciones, aunque poderosas y visibles. La representación equilibrada es un concepto muy positivo y práctico que explica de muy buenas maneras cómo con un déficit de ello entre hombres y mujeres, nuestras democracias siguen cojas e incompletas y no puede actualizarse la justicia, la igualdad ni la libertad. La representación desequilibrada está aún por todas partes y la gente pequeña y joven la absorbe en vena todos los días de su vida y las 24 horas. No es cierto que estemos mujeres y hombres en situación de igualdad. Esta frase es un espejismo que nos aleja del trabajo para conseguirla y que nos impide percibir la sed que de ella tiene el conjunto de la sociedad, salvo raras y residuales excepciones, aunque poderosas y visibles.

Si nos centramos en el asunto educativo, cada comienzo de curso podemos comprobar que los currícula académicos, desde infantil a posgrado, carecen de representación equilibrada: no estudiamos la obra humana de las mujeres y sus aportaciones a la cultura, economía, política, ciencia o tecnología, al bienestar y al pensamiento social y a la calidad de vida. Como si no fuéramos humanas o fuéramos humanos irrelevantes, como si la mitad del mundo no existiera, ya que los lenguajes se empeñan y empecinan en no nombrarnos de manera clarificadora y adecuada. Las mujeres como tales estamos en el territorio de lo no estudiado, no investigado, lo “natural”, lo sentimental, lo no nombrado, no explicado, no dicho. No estamos.

A los hombres los hiperrepresenta: ellos son los hacerdores de todo, los investidos de autoridad, de iniciativa, de firma y de reconocimiento. Valor y valía se les supone. Están en todo: controlan mandan , inventan, compiten, explican.

Esta desigualdad de trato flagrante a lo largo de muchos años de escolarización efectúa una maniobra de conocimiento simbólico desequilibrado, que tiene consecuencias en la vida personal y en la colectiva.

En el paso a la vida adulta y activa, las chicas priorizan todo aquello que no estaba en sus aprendizajes escolares: la subsidiariedad, la dependencia emocional, el deseo  de agradar y la necesidad de ser amadas y protegidas, de convertirse en seres completados por el otro, que es el uno. Los chicos se muestran independientes, dominantes, decididos, valerosos, atrevidos. Y así eligen sus proyectos desiguales de vida: vivir para otros o vivir para uno mismo. Profesiones y carreras, medios de vida, empleos del tiempo y uso de los espacios tienen tintes de género masculino o femenino.

Nuestras sociedades permanecen ancladas en la división sexual de los trabajos, tareas, cargos y funciones y en la complementariedad de los sexos. Esto da como resultado la injusticia, la falta real de libertad personal para la elección  del proyecto de vida y la violencia de género. Los guiones aún están  prescritos.

No acabo de entender cómo muchas chicas cualificadas y cualificadísimas, con experiencias laborales previas positivas, renuncian al mercado laboral de forma aparentemente libre, cuando les llega el momento de ser madres, enganchando con lo que hicieron sus ancestras, aunque vayan tatuadas, con minishorts y un piercing en los pezones. La llamada de la madre tierra  envuelve a estas urbanitas socializadas durante muchos años en un uso propio del tiempo y de los espacios.

Tampoco alcanzo a comprender cómo gran número de chicos montan sus vidas sobre los cuidados y el amor incondicional de las mujeres, a las que han conocido y tratado como compañeras. Y cómo las consideran un complemento de sus vidas autónomas, puestas en riesgo por acciones de excesos  y presiones emocionales y físicas, que les estropean sus vidas, a veces de forma irreversible.

Y creo que nadie comprende el porqué de la persistencia de la violencia de género tan frecuente aún en las parejas más jóvenes.

La escuela, el sistema educativo en su conjunto, es el lugar privilegiado para acabar con estas desigualdades y con estas violencias. Allí transcurren  muchos años de la vida infantil y adolescente, en principio, bajo un clima que les ha considerado de entrada como iguales.

¿Se nos ocurre algo al respecto? ¿Qué cambios copernicanos se tendrían que dar en los centros educativos? ¿Tendría que ver algo con la generalización de la coeducación?.

Fuente noticia: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/09/24/el-reto-de-la-representacion-equilibrada/

Fuente imagen: http://hcd.convocacion.org.ar/system/projects/thumbnails/000/000/684/medium/IgualdadDeG%C3%A9nero.jpg?1417029428

 

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