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La crisis y la desprotección de la escuela pública

Por: Xavier Bonal 

Una de las pocas certezas de la crisis es que esta obliga al cambio económico, político y social de todos y cada uno de los ámbitos de la vida social. En el ámbito público estos cambios se hacen evidentes a través de los recortes presupuestarios, en las formas de reorganización de la prestación de los servicios, en las pautas de comportamiento de la demanda social o en la misma articulación de las formas de reivindicación y/u oposición ciudadana.

La educación no solo no es un excepción, sino que es un observatorio privilegiado para analizar estas transformaciones. En efecto, en los últimos años, la educación en muchos países, y especialmente en el Sur de Europa, ha sido sacudida de forma radical, con recortes presupuestarios que han alcanzado en ocasiones el 20% del gasto público. Estos recortes han tenido efectos en varias dimensiones de la equidad educativa o en las condiciones de trabajo del profesorado. Pero la crisis no solo repercute en los recursos. A menudo, se convierte en oportunidad para que distintos gobiernos impulsen una agenda de reformas, normalmente de naturaleza conservadora, que en ningún otro momento tuvieron la legitimidad de aprobar: refuerzo de las direcciones escolares y de los modelos de liderazgo escolar, back to basics en el curriculum para reforzar los saberes instrumentales o nuevos modelos de evaluación del profesorado, son algunas de las reformas que se presentan como ‘inevitables’ como respuesta a la crisis.

La crisis deviene entonces una oportunidad para subrayar los males de una escuela pública anquilosada y tradicional. Las criticas parecen llegar desde varios frentes. Por un lado, las tendencias de privatización de servicios públicos y de generación de partenariados público-privado a escala global van acompañados de una ideología que atribuye a los sistemas de provisión pública buena parte de los males de la ineficacia y la ineficiencia en la gestión. La burocratización de la gestión, la ausencia de incentivos, los intereses corporativos o las rigideces organizativas, son factores que impiden la innovación educativa, la diversificación y la creatividad.

Paradójicamente, una de las razones que tradicionalmente justificaban la intervención pública en educación (las imperfecciones del mercado para proveer un sistema eficaz y equitativo) se obvia para invertir la ecuación. Así, es la demostrada ineficacia pública que requiere de la intervención del mercado a través de sistemas de provisión y gestión que emulen el comportamiento empresarial y la competitividad. Este discurso global se expande a través de la llamada Nueva Gestión Pública, impulsada tanto por organismos internacionales como por gobiernos nacionales de distinto color político. La fuerza de este discurso (y hoy ya de estas políticas) parece olvidar no solo una historia de renovación pedagógica y de transformación educativa asociada a la escuela pública, sino el mismo principio de garantía de derecho a la educación gratuita, laica y universal que solo puede garantizar la educación pública.

Por otra parte, la educación pública sufre un grave problema de protección política. Una lógica de planificación basada en el seguimiento de la demanda social de educación, el cierre de escuelas y clases en centros públicos, la inacción ante la creciente segregación escolar, son muestras de una toma de decisiones que tiene claros efectos sobre el progresivo abandono de la escuela pública. La falta de protección de la educación pública por parte de quien debiera protegerla es percibida por la ciudadanía, y especialmente para unas clases medias que, o bien la rehúyen recurriendo a la escuela privada, o Sector bien (como ocurre a menudo en momentos de crisis) adoptan estrategias de clausura social dentro del mismo sector público.

En el primer caso el efecto es el de convertir la escuela pública en espacio residual de formación de ciudadanos que no pueden acceder al mercado: pobres, inmigrantes y los nuevos working poor acaban por convertirse en los grupos sociales mayoritariamente usuarios del sector público, incapaces de huir de esta escuela para recurrir a una escuela privada donde se depositan mayores expectativas de movilidad social.

Pero es el segundo caso lo que hace más “daño” a la educación pública. La clausura o cierre social es cada vez más una práctica que se extiende en varios sistemas europeos en tiempos de crisis. Clases medias que no pueden (o incluso no quieren) recurrir al mercado optan por cerrar filas en espacios públicos que son capaces de rechazar el intrusismo externo. Se producen así procesos de apropiación de lo público. En estos procesos colaboran a menudo familias y profesorado en un entorno social homogéneo que les garantiza unas condiciones educativas idóneas, la “voz” necesaria para defender su singularidad y, muy a menudo, los recursos económicos y culturales para convertir la escuela en un espacio pedagógicamente envidiable (colonias de nivel pijo, constantes salidas educativas, charlas con invitados ilustres, actividades complementarias pagada por las familias, etc.). Estos sectores se integran a menudo en movilizaciones de defensa de la escuela pública, al tiempo que perseveran en el mantenimiento de un proyecto educativo que justifica los mecanismos implícitos de exclusión de determinados sectores de la población.

Se genera así una fractura dentro del mismo sector público, tan dolorosa como paradójica. A menudo tanto maestros como familias de estas escuelas son buenos portavoces de defensa de la escuela pública. Son activos en asambleas y manifestaciones, y suerte tiene la educación pública de contar con la voz de una clase media dispuesta a reivindicar los servicios públicos y a oponerse a los recortes. Pero al mismo tiempo, la práctica de clausura social genera mecanismos de apropiación y exclusión. El carácter tradicionalmente interclasista de la escuela pública da paso a una progresiva segmentación y a la diferenciación social interna, altamente preocupante desde el punto de vista de la equidad y la igualdad de oportunidades educativas. La crisis no hay duda de que ha acentuado este proceso.

Si queremos una educación pública innovadora, creativa, participativa, con capacidad de autogestión y como espacio de formación de ciudadanía crítica, debemos asegurar los mecanismos que permitan que todos estos atributos sean posibles y asequibles para todos los grupos sociales. Los procesos de clausura social y de apropiación de los espacios públicos no son garantía ni modelo inicial que arrastre el resto de escuelas, y menos aún a las más precarias.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/11/14/la-crisis-la-desproteccion-la-escuela-publica/

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La libertad como premisa de la Educación

Por: Manuel Martínez Morales

La libertad es la celda creada

por la imaginación colectiva que compartes.

Luis Cardoza y Aragón: Dibujos de ciego.

Si aceptamos, como dice este escribiente, que la educación es el proceso mediante el cual los seres humanos aprendemos a “estar mejor en el mundo”; es decir, el proceso mediante el cual adquirimos no solamente destrezas y competencias necesarias y adecuadas para sobrevivir, sino también los conocimientos y valores indispensables para comprender el entorno natural y social en que nos ha correspondido vivir, con el fin de alcanzar una vida buena y una existencia útil y feliz, entonces podríamos concluir que para educarse se debe comenzar por ser libre y el proceso educativo debe, por tanto, desarrollarse abriendo amplios espacios de libertad individual e intelectual.  Por consiguiente, la educación debe fundamentarse en la libertad y tiene que fomentarla y alentarla  en todas sus dimensiones. De otra manera, como se avizora, se estaría conformando una sociedad de autómatas eficientes, competentes para lo que desean quienes diseñan los procesos educativos: los dueños del poder económico y político.

¿Qué es la libertad? La libertad es la conciencia de la necesidad, respondía sabiamente Carlos Marx. La necesidad propia y ajena, la necesidad individual y la que se expresa socialmente, así como las necesidades materiales y espirituales, complementa el escriba.

¿Y cómo se alcanza esta libertad?

El poeta Luis Cardoza y Aragón en una de sus obras afirma: “Para escribir libremente debes principiar por ser libre, no por el anhelo de escribir libremente. ¿Cómo ser libre si sólo es hacedera la libertad tolerada para que no atentes contra los muros rígidos y las fosas más profundas que el silencio? ¿Quién es libre?”

En el terreno de la teoría y práctica de la educación destaca, en este sentido, La educación como práctica de la libertad, obra del pedagogo brasileño Paulo Freire, en la cual  el autor se plantea la idea de educar, en medio de grandes transformaciones que se suscitaron en Latinoamérica, principalmente en la segunda mitad del siglo xx. La verdadera educación, según Freire, consiste en el accionar del hombre, y para eso necesita reflexionar y transformar el mundo, siendo un sujeto activo. Además, considera que no hay que adaptarse a las sociedades sino transformarlas y considera que todo cambio es necesario para el fortalecimiento social. La conciencia crítica posibilita integrarse a una sociedad en transición que se contradice y cambia. Ayudar al hombre y recuperarse es el principal objetivo, haciéndolo partícipe de sus propios problemas, negando la política asistencialista  que limita la capacidad de responsabilidad del individuo.

De acuerdo con esta concepción, la educación de las masas es el problema fundamental de los llamados países en desarrollo, una educación que, liberada de todos los rasgos alienantes, constituya una fuerza posibilitadora del cambio y sea impulso de libertad. Sólo en la educación puede nacer la verdadera sociedad humana y ningún hombre vive al margen de ella. Por consiguiente, la opción se da entre una educación para la domesticación alienada y una educación para la libertad. Educación para el hombre-objeto o educación para el hombre-sujeto. El autor considera que dentro de las condiciones históricas de la sociedad es indispensable una amplia concienciación de las masas que a través de una educación haga posible la autorreflexión sobre su tiempo y su espacio. Está hondamente convencido de que la elevación del pensamiento de las masas comienza exactamente con esta autorreflexión que los llevará a la consecuente profundización de su toma de conciencia y de la cual resultará su inserción en la historia, no ya como espectadores, sino como actores y autores. La pedagogía de Paulo Freire es, por excelencia, una pedagogía del oprimido, que no postula modelos de adaptación ni de transición de nuestras sociedades, sino modelos de ruptura, de cambio y de transformación total. La alfabetización, y por consiguiente toda la tarea de educar sólo es auténticamente humanista en la medida en que procure la integración del individuo a su realidad nacional, en la medida en que pierda el miedo a la libertad: en la medida en que pueda crear en el educando un proceso de recreación, de búsqueda, de independencia y, a la vez, de solidaridad.

Es absolutamente claro que en nuestro país toda la oleada de “nuevos modelos educativos”, que comenzaron a implantarse en América Latina -por mandato de los jefes del imperio- a partir de la dictadura militar encabezada por Augusto Pinochet, tiene precisamente como objetivo coartar la libertad de individuos y sociedades para que no se atente contra los muros rígidos y las fosas más profundas que el silencio, como decía el poeta.

Esta circunstancia que pasa mayormente desapercibida para los especialistas en educación tiene graves consecuencias para el presente y el futuro de la nación. Aunque algunos de ellos ya lo advierten, como lo hace el profesor Hugo Aboites, Rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Dice Aboites: “La preocupación del gobierno y la sociedad mexicana por Trump seguirá siendo incompleta si se limita a la paridad peso-dólar, tratado de libre comercio, muro fronterizo y eventual deportación de cientos de miles de mexicanos. Nos es vital tener en cuenta, además, varias lecciones que ya se perfilan en el terreno cultural-educativo.

La primera consiste en constatar que estamos frente a un proceso cultural muy profundo. No es casual la irrupción triunfante de un discurso tan insólitamente burdo y agresivo como el de Trump y, peor aún, tampoco que pueda ser retomado y premiado con el nivel más alto de confianza –la Presidencia– que un país puede dar a un individuo. Que se encumbre a un personaje que se enorgullece de meter la mano en la entrepierna a las mujeres, que estereotipa e insulta a los mexicanos, que actúa como un perdonavidas arrogante que desprecia la historia de luchas de las minorías, no es un accidente; expresa una arraigada cultura machista y xenófoba que se está fortaleciendo en Estados Unidos y en otros países como parte del avance de la derecha y consecuencia del despojo que para muchos implicó la llegada de la avalancha neoliberal.

La segunda es que esa expresión cultural no es fruto de la desinformación o ignorancia. Estados Unidos es un país donde lo que menos ha faltado es escolaridad: nueve de cada diez adultos cuenta por lo menos con educación media superior; en México, poco más de tres. Tiene un poderoso sistema público-privado de ciencia y tecnología, prestigiadas universidades, centros de investigación social, artistas, escritores, agudos intelectuales.

La tercera, derivada de la anterior, es que se trata de un fenómeno cultural que claramente muestra los límites de la tesis de que la escuela civiliza. Nos muestra que la escolaridad no necesariamente significa educación en sentido amplio ni menos y automáticamente civilidad. Sobre todo ahora que la educación ha sido despojada de su sentido humanista y concebida como mera transmisión de conocimiento, o simple entrenamiento. Si hasta en el adiestramiento de animales la relación afectuosa e integral con el humano tiene un impacto importante, con mayor razón, entre humanos. Aprender a usar el lápiz o a realizar una sofisticada investigación puede ser también, si se quiere, una manera de aprender a ser humano, social, tolerante, respetuoso y solidario; precisamente todo lo que al nuevo modelo educativo en boga no le interesa y lo que a Trump tanta falta le hace.” (Trump, cultura y educación; La Jornada 12/11/16)

Es en este contexto inmediato en el cual resulta pertinente retomar los conceptos propuestos por pensadores como Freire que insisten en rehacer la educación como práctica de la libertad, para así poder confrontar amenazas como la que Trump, como presidente de la nación más poderosa del mundo, representa para México. Sólo un pueblo educado en libertad y para la práctica de la misma puede afirmar su soberanía y trazar el rumbo hacia el destino que mejor convenga a la mayoría de sus integrantes y no solamente a las minorías que detentan el poder.

El mismo Aboites, abundando en el tema, también apunta que habrá que reconocer el enorme poder de las raíces culturales en los grupos sociales y, por lo tanto, la urgencia e importancia de repensar la educación. Para México, la gran lección es la necesidad de anticipar. Porque desde hace décadas, acá se construye una convergencia cultural distinta a la estadunidense, aunque no menos preocupante. Por una parte, la guerra al narcotráfico, la presencia extensa y preponderante del Ejército en las calles, los tiroteos, las desapariciones masivas, las innumerables muertes violentas, la corrupción galopante y desenfrenada de funcionarios públicos, la narco cultura cada vez más difusa y, por otra, la marea neoliberal del gane gane, que juntas están arrasando y despojando de tierras y recursos a la otra gran base cultural –la comunitaria y familiar– que durante siglos ha sido la fortaleza de este país.

Esta combinación es preocupante, concluye Aboites, por lo que está pasando en la escuela: en lugar de generar dispositivos que permitan a niños y jóvenes identificar y mirar críticamente esta confrontación de culturas y armar alternativas locales y nacionales, lo que tenemos es una reforma educativa que reproduce en la escuela lo que ocurre fuera de ella al abonar a la cultura persecutoria y agresiva yendo contra los maestros, estudiantes y jóvenes que buscan un lugar en la universidad.

            En tanto, en la mayoría de las  instituciones de educación superior los académicos parecemos formar una multitud silenciosa, acrítica y conformista, aceptando y aplaudiendo todo lo que viene de arriba sin importar las consecuencias y sin atrevernos a atentar contra esos muros rígidos y esas fosas más profundas que el silencio.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/la-libertad-como-premisa-de-la-educacion/

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Políticas educativas, Estado y errores de enfoque: el caso brasileño

Por: Ivonaldo Leite

Desarrollar análisis sobre el proceso de constitución de los sistemas educativos y de las políticas educativas requiere tener en cuenta el papel del Estado. Esto significa decir que para comprender más claramente cuál es el vínculo entre los sistemas educativos y el surgimiento de los Estados modernos es necesario que nos detengamos un momento en consideraciones acerca del Estado.

Como dijo Nicos Poulantzas en sus últimos trabajos – como en ‘Introducción al estudio de la hegemonía en el Estado’ -, las evoluciones del Estado se sitúan en el interior de: a) una separación de la sociedad civil y el Estado contemporáneo, separación que a pesar de las transformaciones del liberalismo democrático teorizado por Locke, Montesquieu, Humboldt, Constant, etc., tiende a la constitución de un «Estado-fuerte»; b) unidad interna propia del Estado correspondiente a su separación con la sociedad civil a pesar de ciertas evoluciones «corporativistas» del Estado; c) una molecularización de la sociedad civil mantenida por el Estado a pesar de las formas nuevas de expresión que reviste la socialización progresiva de las fuerzas de producción; d) una especificidad del nivel político en relación al nivel económico-corporativo; e) una autonomía relativa del Estado respecto de los conjuntos económico-sociales de la sociedad civil, así como respecto de las clases o fracciones dominantes, a pesar del fenómeno de concentración monopolista.

En resumen, en el interior de una explotación propiamente política, o sea, hegemónica de clase.Esta concepción considera la definición más comúnmente presentada del Estado, pero supera sus perspectivas. De acuerdo con la definición más comúnmente aceptada (formulada originalmente por Max Weber y presentada en su trabajo Economía y Sociedad), un Estado es instituto político de actividad continuada cuyo cuadro administrativo mantiene con éxito la pretensión al monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del orden vigente. Así, como se ha señalado Emilio Fanfani, el Estado es presentado como un instituto porque su autoridad se extiende sobre un territorio y porque su capacidad de obligarnos a obedecer sus disposiciones mientras permanezcamos en el territorio que controla es independiente de nuestra voluntad o mismo consentimiento: el conjunto de funcionarios encargado del mantenimiento del orden monopoliza el ejercicio de la violencia física legítima. Muy bien. Pero hay un problema con esta definición. Ella carece de base empírica respecto a las consecuencias de las relaciones de poder entre clases y grupos sociales.

La relación entre las clases hegemónicas, el Estado y la educación se pone en evidencia, por ejemplo, cuando históricamente los sistemas nacionales de educación son estructurados. Andy Green es paradigmático en este sentido: el mayor ímpeto para la creación de sistemas educativos nacionales reside en la necesidad de proveer al Estado de administradores entrenados, ingenieros y personal militar, para diseminar las culturas nacionales dominantes e inculcar ideologías populares de nacionalidad, y así forjar la unidad política y cultural de los Estados nacionales nacientes y cimentar la hegemonía ideológica de sus clases dominantes. Es decir, el postulado de la idea de nación no eliminó las diferencias de clase.

Por lo tanto algunos enfoques que actualmente se han desarrollado sobre las políticas educativas son teóricamente muy equivocados analíticamente. Este es el caso de ciertos estudios realizados bajo la influencia de la base teórica del sociólogo inglés Stephen Ball con su policy cycle approach (enfoque de los ciclos de la política). Las causas de los errores analíticos son varias, por ejemplo: a) la negación confusa de la hegemonía del Estado en nombre de la perspectiva postestructuralista; b) el desconocimiento del peso de los dispositivos de poder institucional del Estado; c) el malentendido respecto a la jerarquía entre los diferentes niveles de la esfera educativa; d) no tiene en cuenta las especificidades del contexto empírico de América Latina en relación al contexto inglés, para el cual Stephen Ball elaboró su perspectiva como resultado del enfoque sobre las reformas educativas en Inglaterra.

Cometiendo tantos errores analíticos no es sorprendente, por lo tanto, que tales segmentos académicos queden inertes intelectualmente ahora en Brasil con la propuesta de reforma de la educación secundaria presentada por el gobierno ilegítimo de Michel Temer. No saben qué decir. Ellos se limitan a repetir lugares comunes de su iglesia académica. Están descubriendo lo que es el poder del Estado y la fuerza de sus dispositivos institucionales. Más vale tarde que nunca.

Las políticas educativas, para fines analíticos, pueden ser entendidas en el contexto de la función del Estado a lo que Henri Lefebvre llamó reproducción de las relaciones de producción. Por su acción educativa (escolar y no escolar), el Estado también produce el espacio social, aunque puede ser producido por este espacio. Al haberse convertido en político, el espacio social se encuentra por una parte centralizado y fijado en una centralidad política, y por otra especializado y parcelado.

Por último, el error de subestimar la hegemonía del Estado en el desarrollo de políticas educativas tiene graves consecuencias para la construcción de una educación ciudadana y emancipadora. Los brasileños son testigos de esto en este momento, con el ataque promovido por la reforma de la educación secundaria a las ciencias humanas.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219221

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“La Universidad se ha convertido en una fábrica de certificación”

Por: Ana Torres Menárguez

El acceso a la facultad de Bellas Artes de la Complutense desconcierta. Tras rebasar una puerta metálica de color negro llena de grafitis, se ven varios bloques de taquillas cerradas con candados y cubiertas con todo tipo de mensajes. La atmósfera es anárquica y en nada se parece a otras estancias universitarias. La expresión artística e ideológica de los alumnos salpica también las paredes del centro. Parece que el espacio está tomado por los estudiantes. En cambio, dentro de las aulas, en las clases teóricas, los chicos atienden en silencio y sentados en sus pupitres las típicas clases magistrales habituales en otras facultades.

Muy pocos lo saben, pero en la primera planta, en el aula 116B, está teniendo lugar una microrevolución. En esta clase, la jerarquía profesor-alumno no existe. Las mesas están colocadas con las patas hacia arriba, cada uno busca su hueco y en uno de los extremos varios chavales se sirven café recién hecho o preparan un té. Aquí la evaluación no está en el centro del proceso educativo; el conocimiento no es unidireccional y los temarios se amplían con la suma del conocimiento de todos los presentes. La responsable de este cambio es María Acaso, profesora titular de Bases didácticas para la educación artística, una asignatura obligatoria para los alumnos de tercero que les adentra en el universo de la docencia.

Su método no es improvisado. Acaso, que lleva más de 20 años trabajando en la Complutense, acaba de publicar Esto no es una clase, una investigación que le ha llevado dos años y en la que propone una metodología disruptiva que se inspira en la de universidades como la School of the Arts Institute of Chicago o la noruega National Bergen Academy of the Arts, donde realizó varias estancias. El estudio de Acaso y sus colaboradores se basa en los resultados de las clases impartidas durante un cuatrimestre a dos grupos de estudiantes -61 en total- en el curso 2011-2012.

El objetivo de la docente es dar voz a los alumnos y motivarles hacia la búsqueda del conocimiento. “La Universidad se ha convertido en una fábrica de certificación donde el aprendizaje no sucede y todo conduce a sacar una nota”, critica Acaso, que además es coordinadora de la Escuela de Educación Disruptiva de la Fundación Telefónica. Considera que la Universidad está desconectada del mundo real y que se basa en el academicismo del siglo XIX. “Ahora el conocimiento no solo se produce en la Academia, sino en la Wikipedia, en las redes sociales y en las plataformas online”, defiende.

Pone un ejemplo: toca hablar del rojo en el arte y en lugar de “aburrir” a los estudiantes con un Power Point, teclea en Google Drácula de Bram Stoker. El debate gira en torno al uso del rojo en esa película, pero a otra alumna le interesa contar su visión en la trilogía Tres colores: azul, blanco y rojo de Kieslowski.

Acaso apela a la libertad de cátedra como vehículo para la puesta en marcha de su propia metodología. Durante su investigación, las paredes del aula se cubrieron con obras creadas por los alumnos. Este curso, sin embargo, la profesora se ha topado con un obstáculo; la Complutense le ha prohibido que las paredes estén decoradas. Después de cada clase, el espacio debe quedar limpio y en orden, sin rastro de creatividad. «Es un despropósito, estamos en Bellas Artes», denuncia Acaso.

Son las cuatro de la tarde y nadie mira por la ventana o apoya su cabeza sobre las manos deseando que sean las seis para cargar su mochila y abandonar el aula. Al contrario, debaten concienzudamente sobre el sistema educativo, sobre el tipo de docencia que les gustaría impartir si finalmente deciden convertirse en profesores, un trabajo al que, según Acaso, se acaban dedicando el 90% de los licenciados en Bellas Artes.

“No quiero reproducir un sistema que siempre he odiado”, dice uno de los estudiantes. La mayoría coincide en que la comunicación unidireccional de profesor a alumno no es efectiva, que escuchar, tomar apuntes y después vomitar la información en forma de examen no les prepara para el mundo real ni les permite desarrollar su capacidad crítica. “Está claro que la educación en este país no ha avanzado al ritmo de la sociedad, todo se va modernizando y esto sigue igual”, opina otro.

“La clave de la educación del futuro es el índice de participación. Hay que buscar experiencias que les transformen, que les empujen a emprender proyectos reales fuera de clase y no a memorizar información y aprobar un examen”, explica Acaso. Su investigación prueba que una enseñanza “horizontal”, en la que la voz del profesor no es más válida que la de los alumnos, funciona. Su principal logro es que el 50% de los alumnos aseguró haber tenido una experiencia transformadora.

Parte de su revolución también pasa por el mobiliario. “La disposición actual de las aulas y el color verde ministerio de los muebles está creada para el inmovilismo, para escuchar y no actuar. Los chicos desconectan en cinco minutos cuando lo que tienen que hacer es trabajar en grupos”. Acaso apuesta por la ruptura de la estructura clásica del aula, con todas las mesas ordenadas en fila orientadas hacia la pizarra, para crear espacios propicios para el diálogo donde los estudiantes se mueven a sus anchas y se encuentran cómodos.

A las seis de la tarde la clase ha terminado. «Esta asignatura es una bocada de aire fresco”, dice Carmen De la Paz, estudiante de 20 años. “Aquí la disciplina te sale sola, te apetece llegar a casa y leer más sobre los temas que hemos tratado o mirar algunos vídeos». Los alumnos vuelven a colocar las mesas y las sillas como estaban. María Acaso recoge el termo, la cafetera y las tazas. Lo coloca todo en un antiguo carro y lo arrastra hacia su departamento, donde un hombre le lanza una dura mirada que parece de desaprobación. Nadie dijo que fuese fácil liderar una microrevolución en la enseñanza pública.

Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/10/23/actualidad/1445599771_649955.html?rel=mas?rel=mas

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SEP: a la caza de legitimidad

Por: Carlos Ornellas

José Guillermo Merquior, en un estudio que no pierde actualidad, Rousseau and Weber: Two Studies in the Theory of Legitimacy, arguye que hay dos variantes principales en el concepto de legitimidad. Una, rousseauniana, que establece que un gobierno es legítimo cuando emana de un contrato social donde los ciudadanos otorgan poder al gobernante y ceden parte de su soberanía. En las democracias esa legitimidad se adquiere mediante el voto popular. El concepto weberiano de legitimidad tiene que ver con el ejercicio del poder; funda que un gobierno es legítimo si su hacer político y administrativo es eficaz (entrega resultados) y se gana la credibilidad de la ciudadanía. Credibilidad es la pieza clave.

Desde que arribó a la jefatura de la Secretaría de Educación Pública, Aurelio Nuño, se dedicó a cultivar la imagen de eficacia al poner en práctica los filos más agudos de la Reforma Educativa, como la evaluación del desempeño docente. En el trayecto, se ganó la animadversión de quienes desde antes atacaban a la reforma, pero comenzó a ganar credibilidad entre ciertos actores.

La acción política del secretario incluyó un lenguaje agresivo contra los maestros disidentes, señaló que se impondría la reforma, que sus postulados no estaban a discusión y amagaba con despedir a los incumplidos. Pero también comenzó un proyecto de difusión de las estrategias de ejecución: visitaba escuelas cada lunes —con lo que ganó reflectores de la prensa y los medios—, debatía con los adversarios y escribió artículos en varios periódicos. Quería atrapar la atención de la opinión pública.

Y, como dice mi amigo, El Maestro, allí la llevaba. Aunque la recuperación del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca era parte de la estrategia de Emilio Chuayffet —que el exsubsecretario de Gobernación, Luis Enrique Miranda, boicoteaba— fue Nuño quien recibió créditos. Como él sí tenía el apoyo del presidente Peña Nieto, apaciguó a Miranda y, por un rato, lo sacó de la jugada.

Sin embargo, Nuño había pregonado tanto contra la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (incluso anunció que repetiría la dosis del IEEPO en Chipas y Michoacán) que, cuando llegó la mañana triste de Nochixtlán, los maestros disidentes y sus allegados se le fueron a la yugular. Parecía que al secretario no sólo se le escapaba la presa, sino que él mismo, de cazador se convirtió en perseguido.

El secretario Nuño —y esto no les gusta a sus adversarios— mostró que es tenaz, aguantó la avalancha de críticas y, aunque disminuyó sus apariciones en la plaza pública, porfió en su acción política: aguijoneó el programa de la escuela al centro, organizó una consulta más sobre el modelo educativo (con tres documentos, especie de libros blancos, para tutelar los foros) y, aunque con dificultades en los estados donde la CNTE tiene presencia fuerte, prosiguieron las evaluaciones.

Con la intervención del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación se realizaron los concursos de ingreso al servicio profesional docente y la prueba Planea, a los alumnos. Aunque hubo broncas, no fueron de consecuencia.

Hoy, parece que ya recuperó su tronco de cazador. El viernes, el secretario Nuño se reunió con egresados de normales de Guerrero que ganaron plazas docentes por medio del concurso nacional de oposición. Los que destacaron fueron los egresados de la Normal de Ayotzinapa. Éstos serán tildados de traidores por los abogados de la corrección política, aunque sólo pujaron por un puesto de trabajo que sabían que ya no lo obtendrían en automático.

A pesar de la discreción que mostró la SEP, no dejó de publicitar la visita de los normalistas, con todo y foto con el secretario. Aurelio Nuño anda de nuevo en la caza de credibilidad, o sea, de legitimidad.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/sep-a-la-caza-de-legitimidad/

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Trump y la derrota educativa

Por: Pedro Flores Crespo

A Indra y Alessandro, porque construyan lugares sin trumpismo.

Lo que no deseábamos ocurrió: Donald J. Trump fue elegido por el pueblo estadunidense como su próximo presidente. Ricas y diversas lecturas políticas, sociales y culturales empezaron ya a circular de esto que juzgo como un profundo retroceso para la humanidad. ¿Es exagerado verlo así? No creo. Aquí explicaré por qué, pese a que para el gobierno mexicano, en voz de la canciller, Claudia Ruiz Massieu, el triunfo de Trump representa “una oportunidad” para el país (Entrevista en Expansión, 13.11.16). Ojalá pronto los priistas dejen de hacer FODAS, leer literatura empresarial barata y enfrenten la realidad.

Al ver ganar a Trump uno se pregunta: ¿cómo puede ser posible que un país que ha hecho grandes aportaciones científicas y tecnológicas al mundo haya elegido a un “psicópata” (Krauze)? ¿Cómo explicar que en una de las democracias más consolidadas del orbe se imponga un personaje “grosero, arrogante y violento” (Berman)? Ante el triunfo del demagogo, ¿qué vigencia deberá adquirir el clásico, Democracia y Educación (1916) del gran pedagogo John Dewey? ¿Qué lecciones educativas recogemos de este grave acontecimiento?

El triunfo de Trump es una muestra más de la necesidad de promover y defender las finalidades amplias de la educación. Esto es necesario porque no son pocos los gobiernos, comentócratas, empresarios, especialistas y padres de familia que guiados por los ideólogos del capital humano, le asignan una función única (y estrecha) a la educación: aquella de ser “exitoso” por la vía de la acumulación de la riqueza material.

Sentirse auto suficiente gracias al “talento” hace pensar a algunos personajes tan despreciable como Trump que ser “rico” lo convierte automáticamente a uno en una “estrella” con el derecho de manosear a cualquier mujer. Este será, tristemente, el “modelo de éxito” que dirigirá a la nación más poderosa del mundo. Dígame usted si no estamos ante un grave retroceso en términos humanos. El racista y acosador será encumbrado.

Hacer que la educación responda solo a los requerimientos del empresariado, la industria o la economía nos ha dejado varias taras. La primera ha sido estar tuertos y por consiguiente, no hemos podido ver la capacidad que puede tener el conocimiento para mantener viva nuestra democracia, como bien observa Martha Nussbaum. En aras de darle “relevancia” a la educación superior, no pocas universidades han modificado sus planes de estudio para que respondan primordialmente a las necesidades del mercado laboral porque se asume que institución académica que no “coloca” a sus egresados en puestos para los que estudiaron es un fracaso, una “fábrica de desempleados”.

Pero aún más grave de esta imagen fabril —que es errónea— , está el riesgo de convertirnos en una nación de descerebrados. Estudiar en la universidad puede también contribuir a formar ciudadanos. ¿Y esto qué significa? Según Nussbaum, un ciudadano es aquel que sabe pensar por sí mismo y no repetir como perico lo que dicen los demás; aprender, por medio del razonamiento, a criticar la tradición y a la autoridad y yo agregaría, a no dar nada por sentado. Todo por tanto es cuestionable.

Ser ciudadano implica también, y de acuerdo con la filósofa de la Universidad de Chicago, aprender a ser compasivos con los logros y sufrimientos de las personas por medio de la imaginación que nos ofrecen las artes, la literatura y las humanidades. No podemos relacionarnos socialmente bien, dice Nussbaum, con puro conocimiento técnico. La inteligencia académica es por tanto limitada.

Aunque fue mayor el porcentaje de graduados universitarios que rechazó la opción política que representaba Trump (52%), es importante preguntarse: ¿qué pasó por la cabeza —y por el corazón— del 43 por ciento restante para apoyarlo? Seguramente no la intención de criticar la tradición. Recordemos que el lema de campaña del republicano fue “hagamos grande a América de nuevo”. Tampoco creo que Trump y sus seguidores tuvieran mucha compasión por los conciudadanos mexicanos que migraron al norte en busca de mejores oportunidades. ¿En qué tipo de razonamiento se asienta el presidente electo de los Estados Unidos para afirmar que los mexicanos que emigran ilegalmente son todos criminales y violadores? Con Trump, el prejuicio, odio y exacerbado nacionalismo fueron expresados abiertamente y no solo ello, se convirtieron en parte de una opción política-electoral y lo peor: su representante fue electo. Parece que estamos entonces frente a una clara derrota de la educación para la democracia.
Y si esto ocurrió en Estados Unidos que mantiene a algunas de las mejores y más elitistas universidades del mundo y en donde viven grandes intelectuales y humanistas, ¿qué nos espera en México en 2018? ¿La corrupción e irresponsabilidad ya completamente normalizadas con un nuevo gobierno del PRI? ¿Más muertes e impunidad transexenal con Acción Nacional o el regreso al pasado con otro demagogo como Andrés Manuel López Obrador?

Ojalá cuaje una candidatura independiente y ciudadana para 2018 cuyo plan de gobierno refleje una comprensión profunda de la crisis por la que atravesamos, escuche el disenso, responda a las múltiples razones del descontento y sea audaz para defender la idea de que una educación de calidad no solo es aquella que forma trabajadores diestros, sino también ciudadanos dispuestos —por su conocimiento y humanidad — a fortalecer y mantener viva nuestra democracia. El riesgo es muy grande.

Fuente: http://campusmilenio.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=5202:trump-y-la-derrota-educativa&Itemid=152

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América Latina y el Caribe. Hace falta una contraofensiva unionista e independentista

Por: Fernando Bossi

Hace ya más de tres décadas, uno de los más importantes intelectuales de Nuestra América, el uruguayo Vivian Trías, reflexionaba: «La integración del continente austral es, hoy por hoy, una necesidad histórica… el tiempo de la balcanización ha arribado a su ocaso. La integración se producirá de cualquier manera; puede concretarse para afianzar el subdesarrollo y la dependencia colonial, o puede realizarse para superar el atraso y liberarse de la opresión imperialista». Y agregaba: «la integración, en sí misma, no es nada más que un instrumento, una herramienta, un medio. Así como un bisturí puede segar o salvar la vida de un hombre, aquella puede remachar las cadenas de los pueblos o romperlas».

El comienzo del siglo XXI fue el intento más firme y decidido en esa dirección integracionista, después de la gesta independentista y unionista encabezada por Simón Bolívar en el Siglo XIX. Liderado por el Comandante Chávez, el proceso que desembocó en el ALBA, Petrocaribe, Unasur y la Celac conmovió la geopolítica regional y mundial.  Esta gesta emancipadora abrió paso a repensar nuestra posibilidad de unidad e independencia de la Patria Grande, dando demostraciones claras que es transitando ese camino  donde nos encontramos fortalecidos todos y cada uno de los países de nuestra región. Esa década de avances sostenidos, tras derrotar el intento integracionista dependiente del ALCA, parece hoy detenido, cuando no en retroceso.

La contraofensiva imperialista, desplegada a través de los “alquitas” logrados con diferentes países con gobiernos sumisos, hoy comienza a expandirse por medio de la Alianza del Pacífico, nuevo ALCA que implica la integración para remachar cadenas, como señalaba Vivian Trías. Tras la caída de los gobiernos populares y nacionalistas de Argentina y Brasil, reemplazados por gobiernos títeres de los Estados Unidos, el empuje unionista se ha debilitado significativamente. Eso hay que reconocerlo y reconocerlo como un duro golpe para toda la región.

“En la demora está el peligro”, afirmaba el patriota unionista Eloy Alfaro desde el Ecuador ya hace cien años. Y nada más cierto que esa sentencia. Tal vez, en el momento de mayor avance del proceso motorizado por Chávez, nos demoramos en la implementación de una serie de medidas que se acordaron pero que las burocracias locales impidieron su implementación. Un caso fue el Banco del Sur, por ejemplo. Pero la lista es larga: el Sucre como moneda regional, Unialba (la Universidad del Alba), la aerolínea suramericana, la empresa energética y petrolera común, las empresas Grannacionales del hierro, el aluminio, la alimentación, el Gasoducto del Sur, etcétera, etcétera.

Avanzamos rápidamente en políticas sociales con esfuerzo mancomunado, y nos fue bien. Testimonio de esto fue la erradicación del analfabetismo en varios países hermanos, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua… En salud también dimos importantes pasos. En la defensa de la democracia también, ya que pudimos detener diferentes intentos de golpes de estado en Bolivia y Ecuador, aunque no fue así posible en Paraguay y Honduras.

Hoy los logros alcanzados en ese proceso unionista e independentista están en peligro. Con la alineación de Argentina y Brasil al carro imperialista la Celac se desdibuja, y Unasur transitará un camino diferente al planteado en su hora fundacional. El fantasma de la integración para la dependencia, la integración para el sometimiento imperialista esta en curso. ¿Cómo detener entonces esta ofensiva? En principio fortaleciendo los espacios aún no afectados, por ejemplo el ALBA y Petrocaribe, evitando “la demora”, traspasando con audacia los límites impuestos por las burocracias estatales y la mentalidad de patrias chicas que aún son fuertes en cada uno de nuestros países.

Hay también un elemento que merece ser analizado y es el de involucramiento directo de los pueblos organizados al proceso unionista e independentista. Este factor, el de los pueblos, ha sido mil veces discurseado en cumbres, reuniones y foros, pero nunca implementado con decisión y entusiasmo. Se abrieron espacios deliberativos, de discusión y debate, pero nunca se habilitó a los movimientos políticos y sociales a participar directamente en la implementación de las medidas acordadas en los mayores niveles de decisión. El Consejo de Movimientos Sociales del Alba es un ejemplo, nunca terminó de conformarse.

¿Es posible, atendiendo la actual correlación de fuerzas, dar un reimpulso al ALBA y Petrocaribe? Más que posible es necesario, es vital si no queremos ser arrasados por el aluvión imperialista. No es hora de desensillar hasta que descampe, sino que estamos en medio del río y hay que seguir avanzando para que no nos lleve la corriente. El ALBA debe reformularse con mucha audacia y reflexionando sobre los aciertos y errores cometidos. Es imperioso realizar una nueva y extraordinaria Cumbre del Alba a principios del año que se avecina.

Hay dos proyectos de integración en curso, el imperialista, que nos integrará como países sometidos al modelo neoliberal impuesto desde los Estados Unidos y el unionista, que nos fortalecerá en el camino de la lucha por la liberación y la Patria Grande. Ante las dificultades que hemos tenido en los últimos años, la carta que tenemos para jugar es, indefectiblemente, el involucramiento de las organizaciones populares de masas, representativas, de los trabajadores y campesinos, de mujeres y estudiantes, de técnicos y científicos, de pequeños y medianos empresarios, de militares y profesionales… Hay que revitalizar el ALBA y reformular Petrocaribe, sin perder protagonismo en Unasur ni en la Celac, como tampoco en el Mercosur, pero fundamentalmente acumular fuerza en las dos primeras espacios integracionistas, ya que a éstos son controlamos  absolutamente por los gobiernos consecuentemente antiimperialistas, unionistas e independentistas.

“Vacilar es perderse”, decía Simón Bolívar.

Fuente: http://www.aporrea.org/tiburon/a236833.html

Imagen: http://www.ehowenespanol.com/ventajas-desventajas-integracion-regional-info_47941/

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