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Es la hora. ¿De qué están hechos los maestros?

Lev Moujahid Velázquez Barriga

Inicia la fase crítica de la reforma educativa. El gobierno federal no escatimará recursos de todo tipo, incluyendo los violentos, para hacer realidad su “reforma”. Los dos siguientes fines de semana se aplicarán los exámenes de conocimientos, la etapa que verdaderamente interesa a las autoridades aliadas al sector patronal. La confrontación directa y definitiva de dos visiones de la educación ha comenzado

Cuando el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE) dio a conocer un calendario de evaluaciones que contenía la ruta hasta 2020, recuerdo haber escuchado entre las filas del magisterio disidente que un docente dijo: “Ahora sí vamos a ver de qué están hechos los maestros”. Lo cierto es que hasta hoy no se ha tocado el derecho a la permanencia de los trabajadores de la educación que fueron contratados antes de la última reforma educativo-laboral, porque la evaluación que les corresponde no ha concluido todavía.

La respuesta a la pregunta de la expresión a la que hago referencia está cada vez más cerca. En noviembre, específicamente los fines de semana entre el 14 y el 29, está programada la tercera fase de la evaluación para el “desempeño” que se refiere a la aplicación del examen de conocimientos; ésta no sería ya de carácter diagnóstico, ahí se jugaría la estabilidad de los docentes con plaza basificada o contratos indefinidos.

A pesar de que el INEE y la Secretaría de Educación Pública (SEP) han hecho parecer la evaluación como un proceso de cuatro fases que integralmente recogería diversos aspectos del trabajo docente, a saber: informe de cumplimiento de evidencias, que elabora el director o supervisor escolar; la entrega del expediente de evidencias de enseñanza; el examen de conocimientos y competencias didácticas; y la planeación didáctica argumentada, sin embargo, lo que realmente podemos dar por cierto es que se centrarán en el tercero de esos factores.

El examen es la mayor apuesta de la evaluación. La realidad ha demostrado la ineficiencia de todos los órganos educativos involucrados, incluida la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente (CNSPD), para llevar a cabo las primeras dos etapas que hasta hoy han presentado demasiadas dificultades. La verdad es que no han sido capaces de crear las condiciones técnicas para completarlas, mucho menos lo serán para procesar un mar de información que derivaría, primero, de los reportes de evidencias y, luego, de las planeaciones didácticas, lo cual nos lleva a “mal pensar” que serán a fin de cuentas los lectores ópticos o los servidores virtuales los responsables de calificar un test de conocimientos, prácticamente como única forma de evaluar al docente.

desobediencia-pacifica-300 Las reacciones anticipadas de los maestros antes de la estocada final por medio de la evaluación que se viene han sido muy diversas, pero no siempre bien concienzudas e informadas. Un sector aparentemente inconforme y en desacuerdo con los procedimientos operativos que ha seguido la reforma educativa ha optado por exigir las condiciones necesarias de información, capacitación, asesoramiento y transparencia de la evaluación, para que se lleve a cabo en respeto de la legalidad, en el marco constitucional reformado, sin interpretaciones regionales o desviaciones que favorezcan la corrupción.

Ésta no es una actitud de oposición genuina: el problema de la evaluación no es asunto de formas malentendidas o de incumplimientos administrativos, la reforma educativa es la raíz donde nace la inestabilidad laboral; la que sienta las bases para el despido disimulado de retiro voluntario o cambio de función; la que niega el derecho a la permanencia del trabajador docente; que trasviste de autonomía de gestión, la privatización de la escuela pública; que mide, pero no evalúa porque su naturaleza es empresarial y no educativa. Exigir las mejores condiciones para operar la ley es como si el condenado a muerte pidiera una jeringa esterilizada para que le apliquen la inyección letal y el seguimiento de todos los protocolos necesarios para su ejecución; digamos que no está mal, pero eso no le devolverá su derecho a vivir.

Otro sector importante ha decidido ir por la jubilación, actitud inducida por los propios órganos de gobierno para congelar plazas que ya no se abren para nuevos ingresos o se convierten en contratos precarios. Eso disminuye la cobertura de docentes en las escuelas, pero tampoco va resolviendo la situación. El peligro más próximo es el quiebre de los sistemas de pensiones. En el corto plazo, las entidades federativas se están declarando incompetentes para resolver el pago de trabajadores no activos, algunos ya han reformado sus legislaciones en perjuicio de los pensionados y a nivel federal seguirán los lineamientos que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos recomienda, una reforma que genere menos gastos al Estado y mayores aportaciones del trabajador.

La desobediencia pacífica ha sido uno de los mecanismos más eficientes de la resistencia magisterial hasta este momento. Sus resultados han puesto, por varias ocasiones, en riesgo la viabilidad de la reforma; por situar el impacto, tenemos el caso de Michoacán, donde el gobierno estatal declaró públicamente en los días pasados que sólo 500 de los 6 mil docentes se han inscrito para dar inicio con el proceso evaluativo en esa entidad, cifra que no llega ni al 10 por ciento del total; tal parece que la promesa del aumento salarial inmediato a los que se evalúen no está convenciendo, porque la estabilidad laboral es mucho más importante para los maestros.

En entidades como Chiapas, el gremio magisterial se ha visto más resuelto y decidido a reaccionar ante la intervención policiaca en asuntos educativos que deberían resolverse en términos pedagógicos, pero también políticos con el gremio de maestros y no con la fuerza pública, como si fuesen delincuentes de alta peligrosidad alterando el orden social y no un sector de esa sociedad inconforme con una medida que no ha sido dialogada con los principales actores educativos.

En todo caso, la cercana posibilidad de perder el empleo –que no es poca cosa en un país golpeado por la extrema pobreza, la falta de oportunidades y donde sólo el 10 por ciento de los trabajadores están sindicalizados, por tanto no tienen un contrato colectivo ni una organización gremial que los respalde ante cualquier injusticia patronal– ha hecho que los docentes se dispongan en última instancia a defender hasta las últimas consecuencias lo único que tienen para garantizar una mediana forma de vivir, que no es un privilegio, sino un derecho que la población está perdiendo o nunca lo tuvo, incluso.

Por su parte, la reacción de los empresarios ha sido la criminalización de la protesta social, la difamación, el llamado incesante a utilizar los cuerpos represivos contra el magisterio, como no lo han hecho nunca ni para detener el narcotráfico, el secuestro, el tráfico de personas y la escandalosa corrupción de cientos de políticos que dejan deudas en los estados, impagables en décadas. Se están jugando el todo por el todo, están dispuestos a asumir las consecuencias del uso de la fuerza pública porque saben que de culminar esta primera evaluación para la permanencia será el éxito de la más importante de las reformas en México, y el impacto del golpe laboral, pero también moral contra organizaciones como la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) habrá sido incalculable.

Quedan apenas unos días para la evaluación que se viene. Serán tiempos definitivos para conocer el destino de la reforma educativa en medio de todo este conflicto social que ha generado reacciones encontradas de alcances nacionales, y estoy seguro que para propios y extraños ronda la misma inquietud, la misma preocupación: ¿de qué están hechos los maestros?

*Fuente de la imagen: http://www.jornada.unam.mx/2011/05/15/sociedad/037n1soc

*Articulo tomado de: http://www.voltairenet.org/article189401.html

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Educación y campañas electorales: Focos rojos en el Horizonte

 Oswualdo Antonio González

En Veracruz la educación ha sido tierra de promesas, proyectos que se lucen pero que no cambian realidades, e inmovilismo que tiene en el no hacer nada para no equivocarse, la mejor trinchera.

Pareciera que la mejor manera de sostenerse en los puestos públicos, es haciendo todo lo posible para que los problemas educativos se mantengan. Ese es el caso del analfabetismo o la búsqueda de la calidad, donde se alardean pequeños avances, pero se silencian los retrocesos globales.

Muchos pensamos que este círculo se rompería con la llegada de un educador de carrera a la Secretaría de Educación, pero esto ya ocurrió y no ha cambiado nada. La mafia sindical de los Callejas sigue mandando en la Secretaría de Educación, incluso aumentando su poder. Aunado a ello, el botín se ha repartido en más manos, ahora sindicatos estatales también logran su cuota de puestos. La ausente en la Secretaría de Educación de Veracruz, sigue siendo la Educación.

En el marco de las actuales campañas para gobernador del estado, los focos rojos se han encendido por tres indicadores que nos hablan de un futuro negro para la educación, por un lado porque reproduce el estado de cosas existentes y por otro porque impulsa cambios que buscan desmantelar lo público de la educación.

Primer foco rojo, el inmovilismo y el silenciamiento. La reforma educativa impulsada por el PRI, PAN y PRD ha logrado un consenso entre investigadores y especialistas, respecto de su afectación a los derechos de los maestros, pero sobre todo a su vacío pedagógico. Los argumentos se han expuesto y las autoridades tanto de la SEP como el INEE han sido evidenciados al recurrir al único argumento que les queda “es que la ley así lo dice”, “solo cumplimos con la Ley”, con lo cual reconocen que académicamente no tienen manera de defender las bondades de la actual reforma. Varios candidatos a la gubernatura de Veracruz, saben que la reforma es indefendible, por ello, prefieren evadir el tema o responder con generalidades. Como ciudadanos debemos presionar a los actuales candidatos para que se posicionen públicamente respecto del tema educativo y asuman los costos de sus posturas.

Segundo, las promesas. Hay otros candidatos, que no evaden el tema educativo pero que tampoco tienen claro qué hacer en esta materia de ganar las elecciones. En su lugar impulsan un discurso destinado a votantes potenciales, diciéndoles lo que supone quieren oír. Así, a los maestros se les dice, si votan por mi “voy a cancelar la evaluación punitiva”, “voy a cancelar la reforma”, lo cual es a todas luces demagógico. Un gobernador no puede cancelar la evaluación o la reforma educativa. Esto podría clarificarse si estos candidatos dijeran como le harían en el plano jurídico, administrativo, financiero o legislativo, pero bajo la lamentable excusa de que pueden robarme mis ideas, intentan justificar el por qué no lo hacen.

Tercero, los planes demagógicos. Uno de los candidatos ya ha hecho públicas sus líneas generales de gobierno en materia educativa en caso de ganar las elecciones, se podrían clasificar de promesas mejor estructuradas, pero promesas al fin. La viabilidad de las mismas es cuestionable y la incoherencia de la propuesta con el actuar público antecedente de quien lo presenta es evidente.

Entre silencios, promesas y planes demagógicos se juega el futuro de la educación en Veracruz.

Ante el negro escenario, la ciudadanía.

Uno de los problemas al que nos enfrentamos en tiempos electorales es que permitimos que como ciudadanos, se nos reduzca a votantes o militantes. Esto hace que al interior de los partidos políticos, la crítica se etiquete de traición, el cuestionamiento de infiltración y la propuesta de protagonismo, ante ello se lucha si se quiere actuar como ciudadano.

Pero es el actuar ciudadano lo que puede romper el negro escenario para Veracruz en materia educativa. Esto es lo que hizo el Colectivo en defensa por la UV, en lugar que cada quien votará por el candidato que hiciera la mejor oferta electoral, organizaron una mesa con todos, para que asumieran de manera pública la agenda en defensa de la UV.

Es urgente que desde el magisterio se bosqueje una Agenda de gobierno y legislativa en esa lógica, que como compromisos mínimos puedan asumir todos los candidatos y no esperar a que ellos se decidan que decir o asumir, bajo el único criterio de cálculo electoral. No basta con otorgar candidaturas plurinominales, la lógica de cuotas ya la utiliza el PRI como mecanismo de control desde hace muchos años y sus resultados saltan a la vista.

Una gran tarea tenemos como ciudadanos, muchos ya estamos enfocando esfuerzos en el impulso de una agenda ciudadana, sólo faltas tú.

Fuente del articulo: http://insurgenciamagisterial.com/educacion-y-campanas-electorales-focos-rojos-en-el-horizonte/

Fuente de la imagen: http://puntoedu.pucp.edu.pe/noticias/lecciones-por-aprender/

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La revisión por pares (peer review) ha sido problemática desde sus comienzos

Los evaluadores no dan abasto. El problema de los sesgos es irresoluble. El sistema de evaluación ha colapsado y se ha convertido en un obstáculo para el progreso científico. La revisión tradicional de los trabajos científicos constituye hoy un procedimiento anticuado que acaso en el pasado pudo ser provechoso para la ciencia en punto a sacarla de su miseria.Esta letanía tan familiar se remonta a la lista de quejas expresadas por los científicos hace un siglo. Pero, aunque los reproches a las debilidades de los sistemas de evaluación no sean nuevos, esto no significa que tales métodos sean tan antiguos como pretenden algunos. Durante siglos, los investigadores del mundo natural comunicaron sus hallazgos sin mediar revisores. La decisión de en quién y en qué confiar habitualmente dependía del conocimiento personal entre investigadores de grupos estrechamente unidos. (Muchos pensarán que así ocurre aún hoy).

Los primeros sistemas de evaluación que reconocemos como tales los establecieron las sociedades científicas inglesas a principios del siglo XIX. Pero esos revisores jamás pretendieron atribuirse el papel de guardines supremos de la ciencia. Este problema se planteó alrededor del año 1900. Fue entonces cuando algunos empezaron a preguntarse si los sistemas de evaluación eran inherentemente defectuosos. En este sentido, la evaluación por pares ha estado siempre en crisis.

Hoy, cuando el debate acerca del futuro de la revisión por pares está más tirante que nunca, es fundamental entender que se trata de una institución relativamente reciente. Además, sus afanes y propósitos han evolucionado continuamente, de modo que las tensiones actuales no hacen sino acarrear todas estas proyecciones. El sistema de evaluación se ha convertido en un batiburrillo de prácticas, funciones y valores. Pero hay algo que destaca por encima de todo lo demás: los momentos cruciales de la historia de la evaluación por pares se han dado precisamente cuando estaba renegociándose el estatus público de la ciencia.

 

Los publicistas científicos

En 1831, William Whewell, profesor y filósofo de la ciencia de Cambridge, propuso un plan a la Royal Society de Londres. Sugirió que esta institución encargara informes de todos los artículos recibidos para ser publicados en la revista bianual Philosophical Transactions. Redactados por equipos de reputados especialistas, esos informes, sostenía Whewell, “a menudo podrían ser más interesantes que los propios textos originales”, y por ende una gran fuente de publicidad para la ciencia.(1) Amén de esto, los autores estarían agradecidos por ver que sus trabajos habrían sido cuidadosamente leídos por al menos dos o tres personas. En ese mismo periodo, la sociedad estaba preparando una nueva revista que llevaría el nombre de Proceedings of the Royal Society, pensada como una publicación mensual muy barata que incluiría los resúmenes de los artículos recibidos. Tenía suficientes páginas disponibles y parecía el lugar idóneo para incluir esos nuevos informes.

En esa época, los editores de las revistas científicas tomaban las decisiones científicas guiándose por el crédito personal, a veces con la ayuda de colaboradores de confianza. En las publicaciones que pertenecían a una academia o sociedad científica –como Philosophical Transactions– el destino de un manuscrito lo determinaría el voto de algún comité de personas eminentes. (La tentación de confundir ese tipo de prácticas con los sistemas modernos de evaluación ha llevado al fastidioso mito de que pueden rastrearse los orígenes del actual sistema de revisión científica hasta el mismísimo siglo XVII).

La preocupación de Whewell no tenía que ver con impedir la publicación de trabajos de mala calidad; él no proponía establecer un nuevo mecanismo para informar acerca de las decisiones de publicación. En realidad él era uno más de los que propugnaban fórmulas para aumentar la visibilidad pública de la ciencia y dar una identidad unificada a la empresa científica en Inglaterra. (Años más tarde, se acuñó el término “científico” con este mismo fin). Este movimiento empezó en 1830 y hoy los recordamos sobre todo por el texto de Charles Babbage, Reflections on the Decline of Science in England, una extensa diatriba acerca de la penuria en la que estaban sumidos la financiación estatal y el reconocimiento público de la ciencia. Pero su legado más significativo es el sistema de revisión.

Whewell no hacía sino emular la costumbre ya centenaria de la Academia Francesa de las Ciencias de París de redactar informes que evaluaban las invenciones y los descubrimientos al servicio del rey. Allí, los investigadores elegidos para formar parte de la academia percibían una retribución estatal para premiar su eminencia científica, y parecía que los políticos valoraban sus opiniones. De hecho, ser un experto (una palabra todavía poco común en inglés) era casi por definición ser un redactor de informes. Whewell creyó que esos académiciens franceses debían estar haciendo algo bien.

La propuesta de convertir la Royal Society en un cuerpo de jueces peritos al estilo de la academia francesa fue recibida con entusiasmo. Pero la transferencia de la práctica redactora de informes al otro lado del Canal fue algo más complicado de lo que Whewell esperaba.

 

¿Novedades o puntos de vista?

Whewell convino en redactar el primer informe. Su colaborador fue un antiguo estudiante de Cambridge, John William Lubbock, un astrónomo matemático que a su vez era el tesorero de la Royal Society. Seleccionaron un manuscrito enviado por George Airy, otro prometedor astrónomo. El artículo, “On an Inequality of Long Period in the Motions of the Earth and Venus”, utilizaba métodos matemáticos complejos para calcular cómo las órbitas de estos planetas están influidas por su fuerza gravitacional mutua.

Whewell y Lubbock se fueron turnando para leer el manuscrito (las tecnologías de reproducción en esa época dejaban mucho que desear). Cada uno de ellos enseguida tuvo claro qué pensaba sobre el trabajo de Airy. Y sus opiniones resultaron ser completamente opuestas.

Discutieron sobre el artículo durante meses. Redactaron borradores de informes que no podrían haber divergido más en sus apreciaciones. Lubbock se centraba en la inelegancia formal de las ecuaciones de Airy. Pero las principales disputas giraron alrededor de en qué debía consistir un informe de un revisor. Whewell pretendía a la vez fomentar la difusión del hallazgo y contextualizar su importancia en el conjunto de la actividad científica (piénsese en lo que hacen hoy Nature en la sección “News & Views” [“Novedades y puntos de vista”] y Science en la de “Perspectives” [“Perspectivas”]). “No creo que el cometido de los informantes sea el de criticar aspectos concretos de un artículo sino mostrar qué lugar ocupa en la ciencia”, le decía a Lubbock. Si sólo se destacaban las debilidades, advertía, eso no haría más que desalentar a los autores. Las prioridades de Lubbock eran otras: “No puedo imaginarme cómo podemos pasar por alto errores graves», escribió.

Viendo que estaban en un impasse, Lubbock se dirigió al autor del texto para entregarle sus sugerencias de mejora. Airy estaba comprensiblemente irritado por el hecho de que hubieran sometido su manuscrito a este extraño nuevo procedimiento. “Todo está en mi artículo”, le escribió a Whewell, “y desearía que le otorgaran el crédito que merezco”. No tenía intención alguna de modificar su texto. Lubbock amenazó con abandonar, pero al final suavizó algunas de sus críticas y soslayó otras, reconociendo que se trataba del “primer informe que había realizado jamás el Consejo” y haciendo hincapié en el contexto en el que se desarrollaba ese cometido. Agradeció a Whewell “su vigoroso empeño” y puso su firma en el informe.(2)

Sorteado el desastre, la versión de Whewell del informe se leyó en público en la sociedad el 29 de marzo de 1832 y se publicó en los Proceedings, mientras que el artículo completo apareció en Transactions. Las críticas de Lubbock jamás vieron la luz.

Poco antes, la Astronomical Society de Londres (hoy la Royal Astronomical Society) y la Geological Society de Londres habían empezado a experimentar con la redacción de informes similares. Fue un geólogo, George Greenough, quien introdujo el término “árbitro” (“referee”) en 1817, importando al campo de la ciencia un término del que tuvo conocimiento en su época de estudiante de derecho.(3) Pero fue el sistema de informes de la Royal Society el que hizo tomar nota al mundo científico británico. La práctica fue extendiéndose gradualmente a otras sociedades, incluida la Royal Society de Edimburgo y la Linnean Society de Londres. Pero no fue hasta el siglo XX que las revistas no afiliadas a sociedad alguna lentamente fueron adoptando la misma metodología.

 

Jueces anónimos

La disputa entre Whewell y Lubbock representaba la existencia de dos visiones distintas sobre en qué puede consistir ser un árbitro. Whewell era el generalizador competente, capaz de echar una ojeada al paisaje del conocimiento. No le preocupaban los detalles, y probablemente menos aún desde una perspectiva crítica. En palabras del presidente de la Royal Society, este tipo de evaluadores “por su carácter y reputación se elevaban por encima de sus sentimientos personales de rivalidad o envidia mezquina”.(4) Lubbock era un especialista más joven, un igual de Airy. Esto le había llevado a revisar los argumentos de Airy con un exceso de celo; además, el sistema le había puesto en situación de poder evaluar a un competidor directo.

Al comienzo, salió victoriosa la idea de Whewell. Pero el sistema empezó a transformarse desde el mismo momento en que nació. Al cabo de un par de años los informes fueron envueltos en un manto de secretismo. El último número de los Proceedings que incluyó series de informes fue de mediados del año 1833, y nunca más se publicaron informes negativos. Una carta escrita por Whewell en 1836 muestra cómo él mismo había cambiado de opinión: describe al árbitro como el defensor de la reputación de la sociedad, afanándose anónimamente para excluir las publicaciones que no eran pertinentes. Ni los archivos de la Royal Society –ni los documentos personales de los implicados– arrojan luz sobre cómo ocurrió esto, pero no es algo que deba sorprendernos. En Inglaterra, a diferencia de la tradición francesa, había muy pocos precedentes de juicios realizados por autoridades públicas que desde una posición prominente determinaran qué constituía buena o mala ciencia. Firmar con el propio nombre para criticar explícitamente a un colega habría sido considerado poco caballeroso.

Lo común era la figura del crítico anónimo que se erigía como la voz del público, encarnada en las reseñas anónimas ubicuas en publicaciones periódicas inglesas durante ese periodo, desde la Quarterly Review hasta el modesto Mechanich’s Magazine (una práctica que perdura hoy en The Economist). Mediante el anonimato, como afirmó un editor no identificado en 1833, “el individuo se funde en el tribunal que él representa, para hablar no en su nombre sino ex cathedra (con plena autoridad)”.(5)

Sólo tuvo que transcurrir una década para que el árbitro (referee) se convirtiera en una personalidad científica institucionalizada, y no meramente en alguien que acreditara rasgos de nobleza. Una pieza informativa aparecida en una revista londinense en 1845 trazaba un retrato en el que los evaluadores eran unos jueces intrigantes “henchidos de envidia, odio, malicia y sin un ápice de caridad”. El artículo daba a entender que, escondidos en alguna cámara secreta, este poder judicial de la ciencia sacaba provecho del espeso manto del anonimato para que prosperaran sus intereses personales –quizá mediantes actos de piratería indetectables– a expensas de los indefensos autores.(6)

No fue hasta principios del siglo XX que empezó a cuajar la idea de que los editores y revisores, integrados en un vasto sistema de evaluación, debían ser los garantes de la integridad del conjunto de la literatura científica. Al socaire de las llamadas a limitar “que se arrojaran aguas sucias a la corriente pura de la ciencia” (como sugirió el fisiólogo Michael Foster en 1894),(7) las sociedades científicas inglesas debatieron cómo incorporar a sus procedimientos de publicación un sistema integrado de evaluación que arbitrara sobre la totalidad de sus publicaciones. (El proyecto se abandonó, en parte porque habría significado tener que convencer a los editores de las revistas independientes, como el Philosophical Magazine, para que aceptaran ir a la quiebra).

No obstante, la figura del evaluador fue concibiéndose gradualmente como una especie de guardián universal encargado de preservar el buen nombre de la ciencia. A medida que esta idea fue ganando terreno, muchos empezaron a expresar su preocupación por que el sistema pudiera ser intrínsecamente defectuoso, que pudiera acabar resultando un obstáculo para la creatividad científica y que, por eso mismo, mereciera ser eliminado. Estas preocupaciones culminaron en lo que a buen seguro fue la primera investigación formal sobre el funcionamiento del sistema de revisión mediante evaluadores, llevada a cabo en 1903 por la Geological Society de Londres. La investigación reveló que había división de opiniones sobre el asunto, recabando un buen número de declaraciones mordaces acerca de las injusticias e ineficiencias de los sistemas que estaban en boga. El “evaluador” o árbitro estaba en una situación de tal descrédito que se prohibió el uso del término para toda actividad propia de la citada sociedad.

Pero los sistemas de revisión mediante evaluadores sobrevivieron y fueron haciéndose hueco también en los procedimientos de las revistas independientes. Fuera del mundo científico anglófono, esos sistemas de evaluación seguían siendo raros. Por ejemplo, en 1932, Albert Einstein quedó muy sorprendido cuando una revista estadounidense le envió un artículo para que lo revisara. La idea de que cualquier revista que aspire a la legitimidad científica debe aplicar un sistema formal de revisión mediante evaluadores comenzó a afianzarse en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

 

Apoteosis y caída

En la década de 1960, este sistema de arbitraje simbolizó el juicio objetivo y el consenso en la ciencia. El evaluador era, en palabras del físico y escritor científico John Ziman, “el eje central sobre el que pivotaba toda la ciencia”.(8)Del mismo modo que había ocurrido en la década de 1830 en Inglaterra, en el transfondo de estos cambios estaba el problema de la relación de la ciencia con el gran público. De nuevo, la comunidad científica se afanaba por consolidar la percepción social de que su papel era único y valioso. La propia expresión «comunidad científica» data de esta época. Los investigadores querían a la vez preservar su autonomía y seguir contando con el apoyo de la próvida financiación estatal instituida desde la Segunda Guerra Mundial. Los fondos destinados a investigación básica en Estados Unidos, por ejemplo, se multiplicaron por 25 en menos de una década.(9)

La expresión “revisión por pares” (peer review) se tomó prestada de la jerga procedimental que utilizaban las agencias estatales para decidir la distribución de la financiación para la investigación científica y médica. Cuando los “sistemas de árbitro” se convirtieron en “sistemas de revisión por pares”, el proceso evaluador pasó a jugar el papel de gran símbolo público de la idea de que estos poderosos y caros investigadores del mundo natural disponían de procedimientos eficazmente autorreguladores y propiciadores de consensos, aun cuando algunos observadores se preguntaban en voz baja si los evaluadores científicos merecían tener tanto predicamento.

Los intentos actuales de reconceptualizar la revisión por pares debaten con razón acerca de los sesgos psicológicos, el problema de la objetividad y cómo medir lo que es fiable y de lo que es importante, pero suelen prestar poca atención a la diversidad de enfoques superpuestos que históricamente tuvo esta institución. La revisión por pares no se desarrolló simplemente por la necesidad de los científicos de promover la confianza mutua en sus investigaciones. También constituyó una respuesta a las demandas públicas de rendición de cuentas. Cualquier intento responsable de trazar la senda futura por la que debe transitar este asunto debe empezar por comprender cabalmente que en el pasado se aplicaron otras prácticas de juicio científico. Las funciones pensadas para esta institución están hoy en proceso de cambio, pero en realidad nunca estuvieron tan firmemente establecidas como muchos creen.

 

Notas:

(1) W. Whewell a P. M. Roget, 22 de marzo de 1831; Royal Society of London Library [DM/1].

(2) J. W. Lubbock to W. Whewell, 27 de enero de 1832; Trinity College Library, Cambridge [a/216/61].

(3) George Greenough Papers; University College London [Add. 7918/1621].

(4) Proc. R. Soc. Lond. 3, 140–155 (1832).

(5) New Monthly Magazine 39, 2–6 (1833).

(6) Wade’s London Rev. 1, 351–369 (1845).

(7) Nature 49, 563–564 (1894).

(8) Ziman, J. Public Knowledge: An Essay Concerning the Social Dimension of Science (Cambridge Univ. Press, 1968).

(9) Kaiser, D. Nature 505, 153–155 (2014).

 

es profesor de la Harvard University. Historiador de la ciencia, especializado en historia de los medios de comunicación y de las tecnologías de la información en las ciencias, con un particular interés por estudiar la institucionalización del conocimiento en las ciencias naturales y las estrategias para hacerlo fiable para los propios científicos. Autor del libro de próxima aparición: The Scientific Journal: Authorship and the Politics of Knowledge in the Nineteenth Century (University of Chicago Press).

Fuente:

Nature, 21 de abril de 2016

Traducción:Jordi Mundó

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El nuevo fordismo individualizado

¿De verdad hemos salido felizmente del fordismo del siglo XX? ¿O es que estamos simplemente en una nueva fase del Gran Relato técnico y capitalista?

¿De verdad hemos salido felizmente del fordismo del siglo XX? ¿O es que estamos simplemente en una nueva fase del Gran Relato técnico y capitalista?

¿De verdad que ha cambiado el trabajo, hoy, en tiempos de la tercera (o ya de la cuarta, con la digitalización) revolución industrial, respecto a la primera de finales del XVIII? ¿De verdad que hemos salido felizmente (¡y finalmente!) del fordismo asfixiante y pesado del siglo XX para llegar al post-fordismo ligero, flexible y virtuoso, a la producción ágil, a la economía del conocimiento y a laera del acceso, a la “new economy” de los años 90, y ahora a la “sharing economy” [“economía colaborativa”] y a los “smart jobs” [“empleos inteligentes”], y hay quien (Paul Mason) imagina incluso un fabuloso post-capitalismo? ¿O estamos simplemente (y dramáticamente) en una nueva fase del Gran Relato técnico y capitalista?

Si un rasgo típico y definitorio del fordismo era la producción industrial masiva basada en el empleo de trabajo repetitivo y generalmente sin particulares cualificaciones ni especializaciones («Yo» – decía Henry Ford – «no lograría hacer lo mismo todos los días, pero para otros las operaciones repètitivas no son un motivo de horror. El obrero medio desea un trabajo en el cual no tenga que gastar mucha energía física, pero sobre todo desea un trabajo en el que no tenga que pensar»), el post-fordismo se caracterizaría en cambio por la adopción de tecnologías y criterios organizativos que ponen un énfasis particular en la especialización y la cualificación del trabajo y de las competencias, además de en la flexibilidad de los trabajadores. Pero de aquí a imaginar el paso – gracias también a a las nuevas tecnologías – de un trabajo puramente material (el fordismo ligado, precisamente, a la manufactura) a un trabajo sobre todo intelectual e inmaterial (eran las retóricas de la economía del conocimiento y del capitalismo cognitivo de hace pocos años), el paso ha sido breve, pero también demasiado rápido. Como breve e igualmente rápido ha sido el paso de las retóricas de la “wikinomics” a las de la “sharing economy”, así como de la precarización del trabajo al énfasis de su  virtuosauberización. Los economistas y, sobre todo, nosotros, los sociólogos, tenemos (no todos, pero) mucha culpa por haber favorecido esta revolución lingüística. Que se basaba y todavía se basa – es la tesis que aquí nuevamente se sostiene y se intenta profundizar – en un dramático error de valoración de las transformaciones acontecidas y todavía en juego, justamente en la organización del trabajo técnica y capitalista. Un error. Intelectual y de análisis.

Porque en verdad – una verdad que debería ser ya evidente, si se excavase foucaultianamente bajo las apariencias, si se hiciera arqueología pero sobre todo se analizase la genealogía de los saberes y de los poderes que gobiernan la red y el capitalismo (el tecno-capitalismo) – lo que no van a cambiar son lasformas y las normas de organización y de funcionamiento del sistema. Basadas siempre – de la  primera revolución industrial a la Red y hoy a la digitalización – antes sobre la subdivisión y la individualización del trabajo, y luego sobre su recomposición/totalización (Foucault una vez más) en algo que debe ser siempre mayor que la suma de las partes subdivididas y separadas. Formas ynormas de organización que justamente no han cambiado substancialmentedesde que el capitalismo se desposó con la industria (un matrimonio de interés, pero más estable y prolífico que un matrimonio por amor), si acaso se afinan cada vez más con el surgimiento y difusión de las diversas tecnologías dominantes: los telares, la máquina de vapor, la fábrica de clavos de Adam Smith y, sobre todo, el reloj (según Lewis Mumford, la verdadera máquina que ha permitido la industrialización) y la división de tiempo y su utilización cada más exhaustivo – en la primera revolución industrial; la cadena de montaje y la organización científica del trabajo, y todavía más el reloj y el control y la intensificación del tiempo de trabajo mediante su subdivisión incrementada – con la segunda revolución industrial; y ahora con la Red y todavía el reloj (el tiempo real) y mañana con la fábrica 4.0.

La mutación que – errando – hemos llamado post-fordismo y ahora “sharing economy” y fábrica 4.0 ha tenido lugar, entonces, no en las formas y en lasnormas de organización (subdivisión y totalización: del trabajo de producción, del trabajo de consumo, en la fruición de los productos de la industria cultural) sino en la calidad y en la cantidad de esta individualización. Si ayer en el fordismo era necesario concentrar miles de trabajadores en el interior de lugares cerrados como eran precisamente las grandes fábricas, porque el medio de conexión/totalización de las partes subdivididas del trabajo era necesariamente físico y presuponía un espacio concentrado y concentrador (esto permitía la eficiencia productiva de entonces), hoy el medio de conexión, o sea, la Red, permite descomponer e individualizar n veces más la forma y lanorma de organización y hacerla explotar en trabajos (y en trabajadores) disconectados de un lugar físico (la fábrica), pero conectados en un lugar virtual, como es precisamente la Red. Del fordismo concentrado de ayer hemos pasado, así pues, no al post-fordismo sino a un fordismo individualizado. Pasando por el fordismo territorial y de distrito, por el pequeño y hermoso, por el capitalismo personal y el trabajo free-lance. Ningún post-fordismo; si acaso la socialización del ordoliberalismo (la sociedad en forma de mercado y según la norma del mercado, la vida como empresa, la competición como imperativo existencial).

Gracias a la red – cada vez más medio de conexión y cada vez menos medio de comunicación y de conocimiento; cada vez más capitalista y cada vez menos libre y anarquista como en los orígenes – todo trabajador antes físicamente y contractualmente subordinado puede (debe) hoy convertirse en un trabajador autónomo, un emprendedor  de sí mismo, un “maker” que produce innovación, un trabajador individualizado; con su puesto de trabajo y sus tiempos de ejecución de la prestación, pero externos a toda fisicidad concentrada. Aparentemente (pero también contractualmente) es de veras un trabajador autónomo, es de veras un emprendedor de sí mismo; concretamente es, por el contrario, un falso emprendedor de sí mismo (así como es un falso individuo) porque está subordinado a un nuevo patrono.

Es, sí, externo a la estructura de la empresa pero está aun más integrado-conectado a ella. Es un proceso análogo y paralelo al que concernía a la sociedad de masas del siglo XX. Antes se trataba de masas predominatementeconcentradas, después hemos pasado (es la lección de Günther Anders) a una masa individualizada, en la que cada uno tiene comportamientos de masa (en el consumo, en la industria cultural, en los comportamientos colectivos, en el conformismo, en el hedonismo, en la nueva sociedad del espectáculo y hoy de la espectacularización de uno mismo) pero la practica individualmente, haciéndose la ilusión de ser libre. Algo análogo se ha verificado precisamente en la organización del trabajo. Todos estamos integrados en el sistema capitalista y en la Red, pero uno por uno, separados físicamente de los demás, pero virtualmente todavía más integrados con los demás y con el tecno-capitalismo de lo que se estaba en tiempos del fordismo.

Es en el trabajo en forma de multitud – el crowd-work – que es una multitud (mejor: una masa) de individuos y, sobre todo, es una masa de individuos conectados, porque el  concepto de multitud/masa es incompatible con el de libertad y de autonomía individual, y el trabajo en forma de masa es un trabajo que, como sucede en la multitud-masa, anula la individualidad haciéndola más bien disolverse en la multitud (el mercado, la red); pero al mismo tiempo dando al individuo en la locura-masa una sensación de gran fuerza colectiva, de potencia, de capacidad de cambiar el mundo (¿el post-capitalismo?) – haciendo olvidar que también este trabajo se finaliza para beneficio de alguien. Individuos, entonces, pero que se mueven como un solo hombre, aunque sea  individualmente. Que se creen emprendedores de sí mismos, pero están todavía más suordinados a las formas y a las normas de funcionamiento del aparato que los han transformado en masa (la socialización del capitalismo), masa como forma clásica de organización donde cada uno está solo pero junto a los demás, pero este estar junto a los demás y conectados con los demás impide (y es una gran ventaja para el poder que organiza la masa) la formación de toda posible consciencia colectiva o de clase, porque estar en una multitud-masa individualizada excluye toda consciencia de clase como toda autonomíaindividual y todo discurso sobre los fines). Aparato tecno-capitalista que luego ha logrado disolver a su adversario de clase (su organización antagonista, su estructura organizativa, su conciencia) individualizándolo justamente mediante subdivisión creciente del trabajo y  personalización del consumo; aparato que precariza el trabajo e individualiza, pero crea al mismo tiempo la retórica (el “storytelling”) del compartir. Que aliena más que en el pasado, pero ofrece a cada uno la ilusión de ser patrono de los propios medios de producción (el ordenador personal, el dispositivo personal móvil), además de los bienes que produce, quizás gracias a una impresora 3D. Es el triunfo del capitalismo de plataforma, que no es algo virtuoso que permita una cooperación libre entre sujetos también ellos libres, justamente mediante una plataforma tecnológica (un medio), pudiendo cada uno disfrutar del trabajo compartido con otros. Pero que es un capitalismo de plataforma porque los beneficios (el fin) son de quien posee la plataforma (como en el caso de Uber o de Airbnb), no de quien la usa. Y la misma “sharing economy” significa sí  compartir, pero debe producir “business” para la plataforma; o si no, es definible mejor comoeconomía de la supervvivencia en tiempos de empobrecimiento de masa.

El trabajo de hoy no es, por tanto, diferente del de ayer. Sí que es todavía más individualizado, pero se ha hecho también más integrado (y esta es la esencia de funcionamiento de toda organización industrial y moderna del trabajo: subdividir e individualizar cada vez más, pero consiguientemente integrar cada vez más gracias al medio de connexión dominante; hacer prevalecer los intereses de la organización-sistema sobre los individuales). Incrementando la cantidad de prestación requerida a cada uno, extrayendo de cada uno una cantidad cada vez mayor de valor y de beneficio, pero haciéndole creer que es libre. Se ha producido una autentica mutación antropológica y cultural. Que se puede representar bien con esta ejemplificación.

En estos días, en algunos trenes de alta velocidad italianos, en los videos que cuelgan en los vagones, se pasa un video promocional en el que se ve a un maquinista a los mandos de su tren. Mirada intensa, gran atención, gran participación en la tarea asignada. Imagenes del tren desde lo alto, bello y velocísimo. Luego la imagen se divide en dos, a la izquierda todavía el maquinista, a la derecha una mujer en casa que pone flores en los jarrones y cuida a su niño. Luego, siempre a la izquierda, el tren llega a la estación, el maquinista desciende de la locomotora y, atravesando la línea que divide en dos mitades la pantalla, entra en casa ya sin uniforme de maquinista y saluda sonriente a la mujer y al niño. En ese punto la mujer besa a su niño, atraviesa a su vez, pero en sentido contrario al del hombre, la línea divisoria de la pantalla y se convierte ella también en maquinista, sube a la locomotora y hace partir el tren de alta velocidad.

Un anuncio que trae a la memoria un cuento de 1958 de Italo Calvino, tituladoL’avventura di due sposi [La aventura de dos esposos] También en Calvino hay un él y un ella. Él, el obrero Arturo Massolari, trabaja en el turno de noche, el que termina a las seis. Vuelve a casa más o menos a la hora en que suena el despertador de la mujer, Elide, que trabaja, en cambio, de día. Un breve encuentro entre ellos, algunas caricias, luego ella sale de casa para ir a trabajar y él se mete en la cama por su lado, pero moviéndose enseguida hacia donde había dormido Elide para buscar su calor y su perfume. Todo muy parecido al anuncio antes descrito. Hoy como entonces, la familia, la pareja, el amor hacen cuentas con el trabajo. Nada ha cambiado desde entonces. Sin embargo, hay una diferencia: entonces, Calvino describía, con su estilo ligero una realidad amarga hecha de fatiga y de separación forzada entre él y ella, implícitamente criticaba ese modo de organizar el trabajo y (consiguientemente) la vida de las personas. Hoy la misma condición humana es vivida y ofrecida como positiva y como virtuosa forma de emancipación, de paridad de géneros, de liberación de la mujer, sobre todo de modernidad. Cambia la casa: obrera y pobre la de Calvino, espaciosa y con una gran cocina la de hoy. Las desigualdades de entonces – y  la alienación – son las mismas de hoy. Pero se ofrecen precisamente como modernidad e innovación, no como un pasado que no cambia. La mutación antropológica acontecida está también en este vuelco.

Y llega entonces Uber y los procesos de uberización del trabajo. Hay quien lo toma como ejemplo de máximo autoemprendimiento, pero ¿qué son los falsos taxistas de Uber si no trabajadores multitud o mejor todavía trabajadores fordistas individualizados en el capitalismo de las plataformas? Creen poseer los medios de producción  (el coche, el smartphone), pero el verdadero medio de producción es la plataforma, que no son ellos, ellos sólo están en sus dependencias, están subordinados a la platadorma, con lo cual están absolutamente alienados (en el sentido de Marx), pero no creen estarlo.

Además: la uberización de las empresas como nuevo momento transformador de época y evidentemente virtuoso y positivo y por lo tanto (en opinión de Max Bergami, de la Bologna Business School, en Il Sole 24 Ore del 3 de abril pasado) «como algo difícilmente obstaculizable, porque la difusión de la innovación es mayor que cualquier reacción». Es decir, que la uberización es un proceso positivo de cualquier modo, porque es innovador y la innovación es siempre positiva y quienquiera que trate de obstaculizarla es irracional y antimoderno, razonando como Taylor hace cien años cuando criticaba a los sindicatos en caso de que hubiesen querido contestar su organización científicadel trabajo que, siendo por autodefinición (por autoreferencialidad) científica, era por lo tanto también racional, mientras que irracional se volvía ipso factocualquier contestación/oposición. La uberización del trabajo permitirá comprar trabajo y competencias en caso de necesidad, descompondrá las organizaciones de empresa, flexibilizará todavía más el mercado de trabajo, pero producirá miles de falsos emprendedores de sí mismos, pero esto no tiene de verdad nada de nuevo, como no sea extremar el viejo “just in time” aplicado a los recursos humanos. Y es trabajo cuasi servil, es decir, peor que fordista. Rebarnizado de modernidad y de ineluctabilidad.

Y entonces como todavía una vez más, la pálabra mágica (no del post-capitalismo sino) del ultra-capitalismo: compartir. También aquí asistimos al retorcimiento del diccionario, es decir, a la producción industrial de una neolengua conforme al tecno-capitalismo, porque en realidad debemoscompartir sólo lo que permite al capitalismo extraer beneficio para sí (nuestros datos, nuestros perfiles, nuestros “selfies”), pero luego podemos y más bien debemos ser egoístas en la realidad (hacia los migrantes-prófugos, por ejemplo; pero también hacia los demás individuos, ya no individuos que forman una sociedad sino nuestros incesantes competidores). También el concepto y las prácticas del compartir se han alterado y plegado al beneficio de los capitalistas y de los señores de Silicon Valley. En realidad, compartir y ayudarse son prácticas antiguas y no el producto virtuoso de las redes. La Revolución Francesa nació para realizar un principio de fraternidad y de solidaridad, es decir, de compartir. La Enciclopedia significaba compartirconocimiento. Y el “welfare” público posterior a 1945 se basaba también encompartir  (la redistribución de la riqueza de arriba abajo en la sociedad, la creción de igualdad de oportunidades para todos, los seguros sociales como forma de participación y de compartir social de los riesgos), más que sobre lafraternidad/solidaridad intergeneracional. Pero todo esto ha quedado progresivamente desechado, cancelado. Como el hecho de que el trabajo era un derecho y se ha convertido en una mercancía, llamando, sin embargo, a todo esto modernidad e innovación.

Publicado originalmente en sinpermiso.info

 

es profesor de Sociología Económica de la Universidad de Insubria, en Varese, colaborador de MicroMega y Sbilanciamoci, y especialista en sociología de las organizaciones, de la industria y del trabajo, en fordismo y post-fordismo y en el análisis de los mecanismos biopolíticas y de las formas de biopoder en las sociedades modernas.
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Los tanques pensantes

Manuel E Yepe

Al igual que sus homólogos de guerra, los tanques pensantes tienen como fin demoler al contrario mediante un alarde de evidente superioridad de recursos que no siempre corresponde a la realidad.

La élite del poder estadounidense participa de muchas formas en la disputa por el dominio global, su ejercicio y su defensa.
El precario balance de fuerzas del mundo bipolar en que vivimos tras la segunda guerra mundial evitó que el imperialismo estadounidense impusiera su hegemonía absoluta por todo el mundo a partir del chantaje nuclear que planteara Estados Unidos con los bombardeos genocidas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Vendría después una tensa carrera armamentística promovida por el llamado “equilibro de terror”, según el cual, la potencia que se colocase al frente en la producción de armas provocaría un desequilibrio en el escenario internacional. La que tuviera mayor número y más mortíferas armas, sería capaz de destruir a la otra. Perdida ya toda esperanza de que el fin de la guerra fría abriera el camino a un mundo sin guerras, una galopante carrera por los caminos de la globalización neoliberal ha llegado a configurar al imperialismo en esa tenebrosa realidad que es hoy: la superpotencia hegemónica más poderosa, brutal y despiadada de la historia de la humanidad, portadora de los más grandes peligros para la supervivencia de nuestra especie.
El mundo unipolar del presente, con una única superpotencia que impone sus egoístas intereses al resto del planeta, demuestra que es la naturaleza depredadora del orden capitalista imperante la causante de los males y lo que aconseja la necesidad vital de su reemplazo por un nuevo orden justo y humano.
En la lucha por la dominación global, el gobierno de Estados Unidos, lejos de aprovechar las escasas oportunidades que se abren para el desarme y la coexistencia pacífica, ha conformado los pilares de su economía a una dependencia cada vez mayor en las situaciones de guerra.
Es en ese contexto en el que cobran importancia en Estados Unidos los denominados tanques pensantes (en inglés Think Tanks -TT) que son iinstituciones públicas académicas y de estudios, integradas por personalidades plenamente identificadas con el sistema capitalista estadounidense que elaboran documentos de carácter político e ideológico destinados a suministrar a los gobiernos de Estados Unidos las armas para su enfrentamiento con el mundo que pretenden dominar. Son parte de un sistema que elabora contenidos ideológicos destinados a la defensa de los intereses imperialistas. Su misión incluye propagar ideas convenientes al sistema capitalista norteamericano mediante la difusión de sus doctrinas en libros, revistas, y otros medios, y para ello cuentan con presupuestos de miles de millones de dólares.
Se atribuye al Council on Foreign Relations (CFR) o Consejo de Relaciones Exteriores, fundado en 1921 por el grupo económico Rockefeller, la condición de primer tanque pensante existente, con la tarea de suministrar nuevas ideas a las Administraciones gobernantes (de cualquiera de los dos partidos del esquema político estadounidense) en materia de política exterior y para la formación de especialistas y dirigentes.
Laboran en el CFR casi 4 mil ciudadanos, algunos con visiones mucho más objetivas que las habituales de la extrema derecha. Entre ellos hay también otros tan connotados como George Soros, el multimillonario magnate de la especulación financiera global.
Su publicación fundamental es la revista Foreign Affaires, que publica ensayos académicos contentivos de sus líneas de política exterior. Según las encuestas a académicos y expertos que anualmente se realizan para el Think Tanks Index, la Institución Brookings clasificó, por octavo año consecutivo en 2015, como el TT más importante del mundo en una relación en la que también entraron el CFR, la Fundación Carnagie para la Paz Internacional, la Corporación Rand, la Fundación Heritage, el Centro Internacional Woodrow Wilson para Académicos y el Centro Internacional de Estudios Estratégicos e Internacionales.
Hay en Estados Unidos 11 tanques pensantes especializados en asuntos políticos y de la economía; cuarenta y nueve en temas sobre relaciones internacionales y seguridad; dieciséis sobre medio ambiente, ciencias y tecnología y doce sobre artes y humanidades.
La mayor parte de ellos están registrados como “entidades sin fines de lucro” (en inglés “non-profit”), pero hay algunos financiados por el gobierno, organizaciones jurídicas, empresariales o que obtienen ganancias derivadas de trabajos investigativos acerca de proyectos específicos. De países distintos a Estados Unidos, aparecen clasificados en el TT Index, Chatham House y el Instituto
Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés), del Reino Unido, así como el Bruegel, de Bélgica.
Al igual que sus homólogos de guerra, los tanques pensantes tienen como fin demoler al contrario mediante un alarde de evidente superioridad de recursos que no siempre corresponde a la realidad.
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Reflexiones degeneradas: patriarcado y capitalismo

I. Patriarcado y / o capitalismo: reapertura del debate

Es normal encontrar referencias al “patriarcado” y a las “relaciones patriarcales” en los textos, folletos, artículos o documentos feministas. Muy a menudo el término patriarcado se utiliza para enfatizar el hecho de que la opresión y la desigualdad de género no son un fenómeno esporádico o excepcional. Por el contrario, se trata de cuestiones que impregnan el conjunto de la sociedad, y se reproducen fundamentalmente a través de mecanismos que no se pueden explicar simplemente en el plano individual. Resumiendo, a menudo utilizamos el término patriarcado hacer hincapié en que la opresión de género es un fenómeno con cierta constancia y de carácter social, y no sólo interpersonal. Sin embargo, las cosas se complican un poco si intenta ir a ver lo que quiere decir exactamente “patriarcado” o “sistema patriarcal”. Es aún más complicado si se da un paso más y nos preguntamos qué tiene que ver el capitalismo con el patriarcado y cómo se relacionan entre sí.

La pregunta

Durante un breve período, a partir de la década de 1970 hasta mediados de 1980, la cuestión de la relación estructural entre el patriarcado y el capitalismo fue objeto de un acalorado debate entre las corrientes teóricas y activistas pertenecientes al feminismo materialista francés y al feminismo marxista. Las preguntas fundamentales que se plantearon giraban en torno a dos ejes: 1) ¿El patriarcado es un sistema autónomo respecto al capitalismo? 2) ¿Es correcto utilizar el término “patriarcado” para designar a la opresión de género y la desigualdad?

A pesar de que en el curso de este debate se produjeron escritos de notable interés, progresivamente fue pasando de moda junto a medida que perdían popularidad las críticas al capitalismo y se entraban en auge corrientes feministas que, o bien no entraron en discusión con el horizonte liberal, o bien esencializaban y deshistorizaban el género, esquivando la cuestión de clase y del capitalismo en favor de elaboraciones conceptuales –que se mostraron muy fructíferas — en términos de deconstrucción del género (la teoría queer de los años noventa, particularmente).

Obviamente, pasar de moda no significa desaparecer. En la última década, varios teóricos feministas han seguido trabajando en estas cuestiones, a menudo a costa de parecer fuera de contacto con los nuevos tiempos, vestigios de un pasado tedioso, restos molestos de una guerra del pasado tolerados con cierto fastidio. Y tal vez tenían razón. Junto con la crisis económica y social también estamos viendo un retorno parcial, pero significativo, de la atención sobre la relación estructural entre el género y la opresión capitalista.

Durante estos últimos años, no han faltado los análisis empíricos o descripciones de fenómenos o preguntas específicas, sin duda, como la feminización del trabajo; el impacto de las políticas neoliberales en las condiciones de vida y laborales de las mujeres; la intersección de género, racial, y la opresión de clase; o la relación entre las diferentes construcciones de la identidad sexual el régimen de acumulación capitalista. Sin embargo, una cosa es “describir” un fenómeno o un grupo de fenómenos sociales, donde la relación entre el capitalismo y el género opresión es más o menos evidente, y otra cosa es ofrecer una explicación teórica de porqué se produce, en general, esta relación entre capitalismo y opresión de género de una forma menos difusa es decir, ¿cuál es el principio organizador de esta relación?

Por razones de brevedad y claridad, trataré de resumir las tesis más interesantes que se han propuesto sobre este tema. En los siguientes comentarios, voy a analizar y cuestionar cada una de estas tesis. Por honestidad intelectual y para evitar malentendidos, hago explícito que mi reconstrucción de las posiciones en este debate no es imparcial. De hecho, mi punto de vista encajaría con el de la tercera tesis.

Hipótesis 1: La teoría de los sistemas dobles o triples

Podemos resumir la versión original de esta tesis en los siguientes términos: El género y las relaciones sexuales constituyen un sistema autónomo que se combina con el capitalismo y da nueva forma a las relaciones de clase, sin dejar de ser al mismo tiempo, modificado por capitalismo en un proceso de interacción recíproca. La última versión de la teoría también incluye las relaciones raciales, a las que se considera como un sistema de relaciones sociales autónomo en interacción con las relaciones de género y con los de la clase. Dentro del feminismo materialista esta concepción suele ir acompañada de una consideración de la relación entre el género y la raza como dos sistemas de relaciones de explotación y opresión. En general, dentro de esta hipótesis, las relaciones de clase están caracterizadas esencialmente en términos estrictamente económicos: es la interacción con el patriarcado y el sistema de dominación racial que les da un carácter que va más allá de la mera explotación económica. Una variante alternativa de esta hipótesis, sin embargo, es la que ve en las relaciones de género un sistema de relaciones culturales e ideológicas producto de los modos de producción precapitalistas y formaciones sociales independientes del capitalismo, que interviene en las relaciones capitalistas, dándoles una dimensión de género . Hipótesis 2: El capitalismo indiferente

La opresión y la desigualdad de género son un remanente de los anteriores modos de producción y formaciones sociales, donde el patriarcado organizaba directamente la producción, dando como resultado una rígida división sexual del trabajo. El capitalismo en sí es indiferente a las relaciones de género y podría funcionar sin la opresión de género hasta tal punto que el capitalismo ha disuelto el patriarcado en los países capitalistas avanzados y ha reestructurado radicalmente las relaciones familiares. En pocas palabras, el capitalismo tiene una relación meramente instrumental con la desigualdad de género: lo refuerza dondequiera que pueda serle útil y lo mina donde constituye un obstáculo. Esta posición tiene multitud de variantes. Oscila entre los que sostienen que, dentro del capitalismo, las mujeres han experimentado una emancipación sin precedentes en tipos de sociedad y que esto demuestra que el capitalismo no es un obstáculo estructural para la liberación de la mujer, al tiempo que sostiene que debe distinguirse con precisión el plano lógico del plano histórico. Desde un punto de vista lógico, el capitalismo podría prescindir fácilmente de la desigualdad de género, pero si pasamos del experimento mental a la realidad histórica, las cosas no suceden del mismo modo.

Hipótesis 3: La teoría unitaria

De acuerdo con esta hipótesis, en los países capitalistas no existe un sistema patriarcal autónomo del capitalismo. Otra cosa es que continuen existiendo relaciones patriarcales pero no constituyen un sistema en sí mismo. Negar que el patriarcado no exista como sistema en los países capitalista no es negar la existencia de la opresión de género, una opresión que impregna las relaciones sociales e interpersonales en su conjunto. No se trata de reducir cualquier aspecto de esta opresión a una consecuencia mecánica y directa del capitalismo o explicarlos en términos puramente económicos. En resumen, no es de ninguna manera un enfoque reduccionista y economista, ni de subestimación de la centralidad de la opresión de género. Otorga importancia a las definiciones y conceptos que se utilizan para evitar la simplificación de un fenómeno inherentemente complejo. En particular, la teoría que intentó desarrollar la teoría unitaria niega que el patriarcado actual sea un sistema con reglas de funcionamiento y perpetuación autónomas. Al mismo tiempo, hace hincapié en la necesidad de considerar el capitalismo no como un conjunto de leyes y mecanismos de carácter meramente económico, sino más bien como un complejo y detallado orden social, que contiene en su seno las relaciones de explotación, dominación y alienación. Desde este punto de vista, la tarea consiste en comprender cómo la dinámica de acumulación capitalista produce, reproduce, transforma, renueva y mantiene las relaciones jerárquicas y de la opresión, sin entender este mecanismo en términos estrictamente económicos y automáticos.

II. ¿Uno, dos, o tres sistemas?

En 1970, Christine Delphy, escribió un breve ensayo titulado “El enemigo principal”, en el que teorizaba la existencia de un modo de producción patriarcal, cuyas relaciones no coincidian con las del modo de producción capitalista, y la definición las amas de casa como una clase, en el sentido económico del término.

Nueve años más tarde, Heidi Hartmann publicó, “El infeliz matrimonio entre marxismo y feminismo”, donde sostenía la tesis de que el patriarcado y el capitalismo son dos sistemas autónomos pero históricamente interconectados. Para Hartmann, las leyes capitalistas de acumulación son sex-blind, es decir, indiferentes al sexo de la fuerza de trabajo, pero el racismo y patriarcado en el capitalismo son utilizados para la creación de relaciones jerárquicas en la división del trabajo y así de determinar la distribución de los puestos jerárquicos y la forma específica en que se produce esta jerarquización. Esta tesis finalmente tomó el nombre de “teoría de los sistemas duales”.

En su libro de 1990 “Teorizando el patriarcado”, Sylvia Walby reformuló la teoría de los sistemas añadiendo un tercero, el racial, y también trató de entender el patriarcado como un sistema variable de relaciones sociales compuesto por seis estructuras: el modo de producción patriarcal, las relaciones patriarcales en el trabajo por cuenta propia y asalariado, las relaciones patriarcales en el Estado, la violencia machista, las relaciones patriarcales en la esfera de la sexualidad y las relaciones patriarcales en las instituciones culturales. Estas seis estructuras se condicionan recíprocamente entre sí sin dejar de ser autónomas: también pueden ser privadas o públicas. Más recientemente, Danièle Kergoat ha teorizado la “consustancialidad” del patriarcado, la raza y las relaciones de clase; estos son tres sistemas de relaciones basadas en la explotación y la dominación que se cruzan y comparten la misma sustancia (explotación y dominación) al tiempo que son distinguibles entre sí, a semejanza de las tres personas de la Trinidad cristiana.

Este breve estudio de autoras y textos es sólo un ejemplo de las diferentes formas en que se ha teorizado la intersección del sistema patriarcal y el sistema capitalista, y las formas en que un sistema se distingue del otro. Hay otros, también, pero por razones de espacio me veo obligada a limitar mi análisis a estos ejemplos, que están entre los más claros sin dejar de ser los más sistemáticos y complejos. Como decía anteriormente, la dificultad del debate radica en la definición de “patriarcado”. No existe una definición uniforme, sino más bien un conjunto de proposiciones, algunas compatibles y otras contradictorias entre sí. No pudiendo analizar todas las propuestas de definición propongo de momento trabajar con el concepto de sistema patriarcal entendido como un sistema de relaciones, tanto materiales como culturales, de dominación y explotación de las mujeres por los hombres. Un sistema con su propia lógica pero permeable al cambio histórico y en relación continua con el capitalismo.

Antes de analizar los problemas que presenta este enfoque teórico, es apropiado contar con una definición de explotación y hacer algunas precisiones. Desde el punto de vista de las relaciones de clase, la explotación se define como un proceso o mecanismo de expropiación de un excedente producido por una clase en beneficio de otra. Esto puede suceder a través de mecanismos automáticos tales como el salario o la expropiación violenta de la mano de obra de los otros, este fue el caso de la prestación personal, por el cual los señores feudales obligaron a los siervos a través de la autoridad impuesta y la coacción violenta. La explotación capitalista, en el sentido marxista, es una forma específica de explotación que consiste en la extracción de la plusvalía producida por el trabajador o trabajadora en beneficio del capitalista. En general, para poder hablar de explotación capitalista, debemos dar cuenta de la producción de mercancías, el trabajo abstracto, el tiempo de trabajo socialmente necesario, el valor y la forma salario. Incluso se puede dar cuenta de diferentes formas de explotación capitalista que no incluyen la forma salario, por ejemplo, la apropiación del valor producido por el trabajo esclavo en las plantaciones destinadas a la producción de mercancías.

Obviamente, estoy dejando a un lado otras hipótesis posteriores, como las basadas en la subsunción de la sociedad en su totalidad, como defienden las tradiciones obreristas, operaria y post-operaria. Afrontar esta cuestión y sus consecuencias para la comprensión de las relaciones de género requeriría otro artículo. En términos generales: la extracción de plusvalía de Marx es el secreto del capital, en el sentido de que constituye el origen de la riqueza socialmente producida y sus mecanismos de distribución.

La explotación en el sentido de extracción de la plusvalía no es la única forma de explotación dentro de la sociedad capitalista: simplificando, podemos decir que un empleado en un sector improductivo (en términos de valor) también es explotado en el sentido de apropiación de plustrabajo. Y las condiciones salariales, de vida y de trabajo del dependiente de un comercio pueden , por supuesto, ser peores que las de un trabajador de la fábrica. Además, más allá de las tendencias economicistas de debates del pasado, es importante tener en cuenta que desde un punto de vista político la distinción entre trabajadores productivos e improductivos (en términos de producción de valor y plusvalía de producción) es prácticamente irrelevante. En sentido estricto, los mecanismos y las formas de organización y división del proceso de trabajo son mucho más importantes.

Volvamos ahora a la teoría de los sistemas duales y al problema del patriarcado.

Primer problema

Si definimos el patriarcado como un sistema de explotación, la consecuencia lógica es que existe un a clase explotadora y una clase explotada, o mejor dicho, una clase expropiadora y una clase expropiada. ¿Quiénes conforman estas clases? Las respuestas pueden ser: todas las mujeres y todos los hombres, o sólo algunas mujeres y algunos hombres (en el ejemplo citado por Delphy, las amas de casa y los miembros masculinos adultos de sus familias). Si hablamos de patriarcado como un sistema público de explotación, se sugiere la hipótesis de que sea el Estado el explotador o expropiador. Las feministas operarias aplican la noción de explotación capitalista al trabajo doméstico, pero de acuerdo con su punto de vista, el verdadero expropiador del trabajo doméstico es el capital, lo que implica que el patriarcado no es en realidad un sistema de explotación autónomo.

En el caso de la obra de Delphy, la hipotesis de que las amas de casa son una clase y sus miembros masculinos de la familia inmediata (en particular sus maridos) son la clase explotadora no está completamente articulada, tampoco si la llevamos a sus útlimas consecuencias. En términos lógicos, la consecuencia de su posición sería que la esposa de un trabajador migrante pertenece a la misma clase social que la esposa de un capitalista como por ejemplo, Veronica Lario ex-esposa de Berlusconi: ambas producen valores de uso (en un caso, puro y simple trabajo de cuidado; en el otro la obra de “representación” de un determinado estatus social, la organización de reuniones y recepciones, por ejemplo) y están a la vez en una relación de explotación de carácter servil, es decir, ofreciendo su trabajo a cambio de ser sostenidas económicamente por parte del marido.

En “El enemigo principal”, Delphy insiste en que ser miembro de la clase patriarcal es un hecho más importante que ser parte de la clase capitalista. Se deduciría que la solidaridad entre la esposa de un capitalista y la esposa del trabajador migrante debe tener prioridad sobre la solidaridad de clase entre la esposa del trabajador migrante y los demás miembros de la clase de su marido (o, lo que es más optimismo que cualquier otra cosa, debe tener prioridad sobre la solidaridad de clase de la esposa del capitalista y sus amigos del club de campo). Al final, la práctica política real de Delphy entra en contradicción con las consecuencias lógicas de su teoría, lo que hace que sus límites analíticos sean aún más evidentes. Por otra parte, si definimos hombres y mujeres (en una versión u otra), como dos clases – una de los explotadores, la otra, la de los explotados – inevitablemente llegamos a la conclusión de que existe un antagonismo irreconciliable entre las clases cuyos intereses están en contradicción recíproca.

Pero, si Delphy está equivocada, ¿debemos entonces negar que los hombres de ganancias y se aprovechan del trabajo no remunerado de las mujeres? No, porque esto sería un error simétrico, por desgracia cometido por muchos marxistas que han llevado este razonamiento al extremo opuesto. Es claramente mejor y más conveniente para cualquiera que alguien le cocine una comida caliente por la noche, o tener que fregar los platos después de un largo día de trabajo. Es muy “natural”, pues, que los hombres tiendan a tratar de aferrarse a este privilegio. En resumen, no se puede negar que hay relaciones de dominación y jerarquía social basadas en el género y que los hombres, incluidos los de las clases más bajas, se benefician de ellos.

Sin embargo, esto comporta la existencia automática de un antagonismo de clase. Podríamos sin embargo, establecer la siguiente hipótesis alternativa: en una sociedad capitalista, la privatización total o parcial del trabajo de cuidado, es decir, su concentración dentro de la familia (sea cual sea el tipo de familia, e incluyendo los hogares monoparentales), la ausencia de una socialización a gran escala de este trabajo de cuidado, a través del Estado o de otras formas, todo esto determina la carga de trabajo que debe mantenerse dentro de la esfera privada, fuera tanto del mercado y de las instituciones. Las relaciones de opresión y dominación de género determinan el modo y la escala en la que esta carga de trabajo se distribuye, dando paso a una división desigual: las mujeres trabajan más, mientras que los hombres trabajan menos. Pero no hay apropiación de un “excedente”.

¿Hay evidencia de lo contrario? Hagamos un sencillo experimento mental. Un hombre no perdería nada, en términos de carga de trabajo, si la distribución del trabajo de cuidado fuera completamente socializada en lugar de ser realizada por su esposa. En términos estructurales, no habría intereses antagónicos o irreconciliables. Por supuesto, esto no significa que él sea consciente de este problema, ya que es muy posible que él esté tan integrado en la cultura machista que ha desarrollado alguna forma severa de narcisismo en base a una presunta superioridad masculina, lo que le lleva a oponerse de forma natural a cualquier intento de socializar el trabajo de cuidado, o la emancipación de su esposa. El capitalista, por otro lado, sí tiene algo que perder en la socialización de los medios de producción; ya no se trata únicamente de sus convicciones acerca de la forma en que funciona el mundo y qué lugar ocupa en él, sino también los enormes beneficios que alegremente expropia a los trabajadores.

Segundo problema

Quienes insisten en que las relaciones patriarcales hoy día conforman un sistema independiente dentro de las sociedades capitalistas avanzadas debe enfrentar el espinoso problema de la determinación de cuál es su fuerza motriz: ¿por qué este sistema se reproduce continuamente? ¿Por qué persiste? Si se trata de un sistema independiente, la razón debe ser interna y no externa. El capitalismo, por ejemplo, es un modo de producción y un sistema de relaciones sociales, cuya lógica puede ser identificada y reconocida: según Marx, e trata del proceso de valorización del valor. Ciertamente, haber identificado este proceso como la fuerza o el motor del capitalismo no agota todo lo que hay que decir sobre lo que el capitalismo conlleva: esto equivaldría a pensar que la explicación de la anatomía del corazón y sus funciones sería suficiente para explicar toda la anatomía del cuerpo humano. El capitalismo es un conjunto de procesos y relaciones complejas. Sin embargo, la comprensión de lo que su corazón es y cómo funciona es una necesidad analítica fundamental.

Cuando las relaciones patriarcales juegan un papel directo en la organización de las relaciones de producción (qué se produce y cómo, quién se apropia, cómo se organiza la reproducción de estas condiciones de producción), la identificación de la fuerza motriz del sistema patriarcal es más simple. Este es el caso de las sociedades agrarias donde, por ejemplo, la familia patriarcal es directamente la unidad de la producción de los medios de subsistencia. Sin embargo, en la sociedad capitalista la cosa se complica, ya que las relaciones patriarcales no organizan directamente la producción, sino que desempeñan un papel en la división del trabajo, y la familia es relegada a la esfera privada de la reproducción.

Ante esta pregunta, de acuerdo con Delphy u otras feministas materialistas, si seguimos viendo el patriarcado contemporáneo como un modo de producción específico o como mínimo un conjunto de relaciones de explotación específicas, tendríamos que hacer frente a todos los retos que se han indicado anteriormente o simplemente abandonar la idea de que el patriarcado es un modo de producción autónomo, al menos en el sentido convencional del término.

Una hipótesis que ya se ha sugerido en el pasado es que el patriarcado es un sistema ideológico independiente, cuyo motor reside en el proceso de la producción de significados e interpretaciones del mundo. Pero aquí, nos encontramos con otro problema: si la ideología es la forma en que interpretamos nuestras condiciones de existencia y nuestras relaciones con ellas, debe existir alguna relación entre la ideología y las condiciones sociales de existencia; una relación que definitivamente no es ni mecánica, o automática, ni nada que se le parezca. Sería necesario establecer alguna conexión, de lo contrario correríamos el riesgo de adoptar una concepción fetichista y ahistórica de la cultura y la ideología. Ahora bien, la idea de que el sistema patriarcal es un sistema ideológico que constantemente se reproduce a sí mismo, a pesar de los increíbles cambios introducidos por el capitalismo en la vida y las relaciones sociales de producción de estos dos últimos siglos, parece aún menos convincente. Otra hipótesis podría ser que el motor es psicológico, pero aquí también corremos el riesgo de caer en una concepción fetichista y ahistórica de la psique humana.

Último problema

Admitamos por un momento que el patriarcado, las relaciones raciales, y el capitalismo son tres sistemas independientes, pero que también se cruzan y recíprocamente se refuerzan mutuamente. En este caso, la pregunta es saber el principio de organización y la lógica de esta “santa alianza”. En los textos de Kergoat, por ejemplo, la definición de esta relación en términos de consustancialidad continua siendo una imagen descriptiva, que no logra explicar mucho, las causas de la intersección entre estos sistemas de explotación y dominación siguen siendo un misterio, como el de las tres personas en una de la Santísima Trinidad.

A pesar de estos problemas, las teorías de sistemas doble o triple, en sus diferentes formas se defienden como un presupuesto implícito en mucha de la teoría feminista contemporánea. En mi opinión, esto se debe a que estos parecen ser los tipos de explicación más inmediatos e intuitivos. En otras palabras, se trata de explicaciones que reflejan cómo se manifiesta la realidad tal como la percibimos. Es evidente que las relaciones sociales son relaciones de dominación y la jerarquía basada en el género y la raza que impregnan tanto el conjunto social como la vida cotidiana. La explicación más inmediata es que todas estas relaciones corresponden a sistemas específicos, porque esta es la forma en que se manifiestan. Sin embargo, las explicaciones más intuitivas no son necesariamente las más correctas.

El hecho de que el núcleo de las teorías de los dos o tres sistemas no sea convincente, no quiere decir que no haya nada que aprender del feminismo materialista. Al contrario, los textos Delphy y otras feministas materialistas contienen intuiciones y propuestas de vital importancia, como la problematización del concepto del sexo o la atención extrema a la interrelación de la dimensión racial y la dimensión de género. En el debate italiano, algunos teóricos feministas que recurren a la feminismo materialista francesa han escrito cosas de gran interés, por ejemplo sobre mujeres e inmigración y han llevado realizado desarrollos teóricos mucho más avanzados que los del feminismo de la diferencia. Estas reflexiones, por lo tanto, tomarse como un intento de discusión entre compañeras de la lucha, que tienen mucho en común, a pesar de algunas diferencias.

III. ¿El culpable de todo es el capitalismo?

En la última sección, escribí que la concepción del patriarcado como un sistema independiente dentro de la sociedad capitalista es la más extendida, no sólo entre las teóricas feministas, sino también entre las activistas porque se trata, al fin y al cabo, de la intepretación más intuitiva e inmediata de los fenómenos de opresión y poder basados en el género que experimentamos cotidianamente. En otras palabras, se trata de una intepretación que registra la realidad tal y como esta se manifiesta. Por “manifestarse” no entedemos la mera apariencia o ilusión, en contraposición a una Realidad con R mayúscula, pero si en la apariencia que las relaciones de alienación y dominio que se producen y reproducen por y en el capital tal como las experimentan las personas a causa de esta lógica. Como Daniel Bensaïd ha señalado, la crítica de la economía política es ante todo, una crítica del fetichismo económico y de su ideología, la misma que nos condena a pensar en la sombra de capital. Esto no es una cuestión de “falsa conciencia”, sino de un modo de la experiencia determinada por el propio capital: la fragmentación de nuestra percepción de la realidad. Este es un discurso complejo, pero para hacernos una idea de lo que ha de entenderse por “un modo de experiencia determinado por el capital,” tenemos que hacer referencia, por ejemplo, a la sección en el primer volumen de El Capital de Marx dedicada al fetichismo de la mercancía.

Ahora bien, precisamente porque nuestra percepción está fragmentada y el conjunto de las relaciones patriarcales se experimenta y percibe (por aquellos que han desarrollado una sensibilidad de género) de forma inmediata como en conformidad con la lógica independiente y separada de la del capital, es inevitable que surjan objecciones y dudas ante la negación del carácter independendiente del patriarcado como sistema en las sociedades capitalistas.

La transformación de la familia

La objeción más frecuente tiene que ver con la dimensión histórica: ¿cómo se puede afirmar que el patriarcado no es un sistema independiente cuando la opresión de las mujeres existía antes de la sociedad capitalista? Decir que dentro de las relaciones de opresión y de poder sexistas de la sociedades capitalistas son una consecuencia necesaria del capitalismo, y que estos fenómenos no tienen su propia lógica independiente y adecuada, no significa apoyar el argumento absurdo según el cual la opresión de género se origina con el capitalismo. Estamos defendiendo una tesis diferente, referida a la especificidad del capitalismo.

Las sociedades en las que el capitalismo ha suplantado el modo producción anterior se caracterizan por una transformación profunda y radical de la familia. La transformación de la familia es ante todo el resultado de la expropiación de la tierra, o la acumulación primitiva, que separaba una gran parte de la población de sus medios de producción y de subsistencia (la tierra), provocando por un lado, la desintegración de la familia patriarcal campesina, y por el otro un proceso de urbanización sin precedentes. El resultado fue que la familia ya no representaba la unidad de producción con una función productiva específica y organizada, en general, a través de las relaciones patriarcales específicas que prevalecían en la sociedades agrarias precapitalistas.

Este proceso se inició en diferentes momentos y adoptó diversas formas en todos los países en los que se implantaron las relaciones sociales de producción capitalista. Con la separación entre la familia y el lugar de producción, el vínculo entre producción y reproducción (en el sentido de la reproducción biológica, generacional y social) también sufrió una transformación radical.

Y aquí está el quid de la cuestión: si bien se mantuvieron las relaciones de dominación de género, dejaron de ser un sistema independiente con una lógica autónoma, precisamente a raíz de esta transformación de la familia que deja de ser una unidad de producción para devenir un espacio privado, separado de la producción de mercancías y del mercado. Por otra parte, en el proceso, las relaciones de dominación también sufren cambios significativos. Por ejemplo, una de estas transformaciones está vinculada a una relación directa entre la orientación sexual, identidad sexual y de género (se puede consultar al respecto el trabajo de Foucault en la Historia de la sexualidad, las obras de Judith Butler, o, más recientemente , los escritos de Kevin Floyd y Rosemary Hennessy). Si bien es cierto que existía la opresión de género mucho antes del advenimiento del capitalismo, esto no quiere decir que las formas que adopta sigue siendo el mismo después.

Por otra parte, se podría cuestionar la idea de que la opresión de género es un hecho transhistórico, una idea defendida con fuerza por no pocas feministas de la “segunda ola” pero que debería ser revisada a la luz de la investigación antropológica reciente. De hecho, la opresión de la mujer no siempre existió, ni se produjo en la mayoría de las sociedades no clasistas, donde la opresión de género se introdujo únicamente con el colonialismo. Para tener una idea mejor de la relación entre la relación de clase y las relaciones de poder entre los géneros, podemos tomar el ejemplo de la esclavitud en los Estados Unidos.

Raza y clase

En su libro Mujeres, raza y clase, Angela Davis destaca la forma en que la destrucción de la familia y todas las relaciones de parentesco entre los esclavos afroamericanos, así como la forma específica de mano de obra esclava, dieron lugar a un vuelco sustancial de las relaciones de poder de género entre los esclavos. Esto no quiere decir que las esclavas no se vieran sometieran a una forma específica de opresión como mujeres, todo lo contrario: la sufrieron severamente, pero en las manos de los dueños de esclavos blancos, no de sus compañeros esclavos. En otras palabras, la persistencia y la articulación de las relaciones de género se vinculan de manera compleja con las condiciones sociales, las relaciones de clase,y las relaciones de producción y reproducción. Una visión abstracta y transhistórica de la opresión de la mujer imposibilita la comprensión de estas articulaciones y diferencias, y por lo tanto es incapaz de explicarlas.

La persistencia del modo de producción doméstico

Como refería anteriormente, en los países en los que el modo de producción capitalista suplantó el anterior modo de producción, las relaciones de poder entre los género dejaron de formar un sistema independiente debido a la transformación radical que sufrieron la familia y su papel social. Esta afirmación no la podemos aplicar directamente en los países cuyas estructuras de producción que no se transformaron por completo y que permanecen en la periferia de la economía capitalista mundial. Claude Meillassoux ha documentado la persistencia de un “modo de producción doméstico” en muchos países africanos, en los que el proceso de proletarización (es decir, la separación de los campesinos de la tierra) ha sido bastante limitado.

Sin embargo, incluso en los lugares donde el modo de producción doméstico permanece en vigente, se le somete a una intensa presión a causa de la integración del país en el sistema capitalista mundial. Los efectos del colonialismo, el imperialismo, el saqueo de los recursos naturales por parte de los países capitalistas avanzados, las presiones objetivas de la economía de mercado global, etc., tienen un impacto significativo en las relaciones sociales y familiares que organizan la producción y distribución de bienes y a menudo exacerba la explotación de las mujeres y la violencia de género.

Una totalidad contradictoria

Volviendo a los países capitalistas avanzados. Una objeción clásica a la tesis de que el patriarcado no constituye un sistema independiente es que el feminismo marxista es fundamentalmente reduccionista. En otras palabras, el feminismo marxista reduce la complejidad plural de la sociedad a meras leyes económicas sin comprender correctamente la irreductibilidad de las relaciones de poder. Esta objeción tendría sentido bajo dos condiciones: la primera sería que el capitalismo se entiendese únicamente como un proceso estrictamente económico de extracción de plusvalía y por lo tanto, como un conjunto de reglas económicas que determinan este proceso; la segunda sería que el feminismo marxista entendiera las relaciones de poder como el resultado mecánico y automático del proceso de extracción de plusvalía. La verdad es que este tipo de reduccionismo no se corresponde en absoluto a la riqueza y la complejidad del pensamiento de Marx, y menos aún a la extraordinaria sofisticación de una gran parte de la tradición teórica marxista.

Como decíamos, para tratar de explicar la sociedad capitalista únicamente en términos de extracción de plusvalía es como tratar de explicar la anatomía del cuerpo humano explicando solamente cómo funciona el corazón. Por el contrario, el capitalismo es una totalidad versátil y contradictoria, en perpetuo movimiento, que contiene relaciones de explotación y de alienación que están también sometidas a un proceso de transformación constante. A pesar de que Marx atribuye un carácter aparentemente automático a la valorización del valor en el primer volumen de El Capital – un proceso en el que el valor es el objeto real, mientras que los capitalistas y los individuos se reducen al papel de sostenes o soportes de una estructura – Monsieur Le Capital en realidad no existe, se trata de una categoría lógica. No es hasta el tercer volumen de El Capital que esto se aclara. El capitalismo no es un Moloch, un dios oculto, un titiritero o una máquina: es una totalidad viviente de las relaciones sociales, en el que las líneas que trazan las relaciones de clase demarcan e imponen restricciones que afectan a todas las demás formas de relaciones. Entre ellas, encontramos también las relaciones de poder relacionadas con el género, la orientación sexual, la raza, la nacionalidad y la religión, y todas ellas se ponen a servicio de la acumulación de capital y su reproducción, pero a menudo en modalidades variables, impredecibles, y bajo formas contradictorias. ¿Es el capitalismo “indiferente” a la opresión de la mujer?

Una opinión muy extendida entre los teóricos marxistas es considerar la opresión de género como innecesaria o accesoria al capitalismo. Esto no quiere decir que el capitalismo no explote o no se beneficie de las formas de desigualdad de género producida por configuraciones sociales anteriores. Lo que plantea es que se trata de un aspecto contingente y una relación oportunista. Desde esta perspectiva, el capitalismo realmente no depende de la opresión de género, y las mujeres han alcanzado un nivel sin precedentes de libertad y emancipación en el capitalismo, en comparación con otras épocas históricas. En resumen, no hay una relación antagónica entre el capitalismo y el proyecto de liberación de la mujer.

Este punto de vista ha sido favorablemente acogido entre los teóricos marxistas de diferentes escuelas de pensamiento, por lo que merece la pena analizarlo. Para ello podemos utilizar como punto de partida un artículo escrito por Ellen Meiksins Wood. En su artículo “El capitalismo y la Emancipación Humana: Raza, Género y Democracia” Wood comienza explicando las diferencias fundamentales entre el capitalismo y los modos de producción precapitalistas. El capitalismo no vínculos intrísecos con las identidades particulares, las desigualdades o diferencias extra-económicas, políticas o jurídicas. Todo lo contrario: la extracción de plusvalía tiene lugar en las relaciones entre individuos formalmente libres e iguales, sin diferencias en la situación jurídica o política. El capitalismo no tiene una disposición estructural que cree desigualdades de género, es más, incluso tiene una tendencia natural a poner en tela de juicio tales diferencias y diluir las identidades raciales y de género.

¿Una relación intrínseca u oportunista?

El desarrollo capitalista también creó las condiciones sociales conducentes a la crítica de estas desigualdades, y la facilitación de la presión social en contra de ellas. Esto no tiene precedentes en épocas históricas anteriores es suficiente evocar la literatura greco-romana, donde la que las posiciones abolicionistas están prácticamente ausentes, a pesar de la presencia universal de la esclavitud con fines productivos.

Al mismo tiempo, el capitalismo tiende a utilizar las diferencias preexistentes heredadas de las sociedades anteriores de manera oportunista. Por ejemplo, el género y la diferencia racial se utilizan con el fin de crear jerarquías entre los más y menos favorecidos los sectores de la clase explotada. Estas jerarquías se disfrazan como consecuencias de las diferencias naturales que enmascaran su verdadera naturaleza, es decir, que son los productos de la lógica de la competencia capitalista.

Esto no debe entenderse como un plan consciente seguido por el capitalismo, pero a medida que un conjunto de prácticas y políticas convergen se evidencia el hecho de que las igualdades de género y raciales son ventajosas para los capitalistas. El capitalismo, en efecto, instrumentaliza la opresión de género para sus propios fines, pero también sería capaz de sobrevivir muy bien sin ella. Por el contrario, el capitalismo no podría existir sin la explotación de clase.

Es fundamental tener en cuenta que el marco del artículo de Wood lo constituyen una serie de cuestiones políticas básicas sobre el tipo de ganancias y beneficios extra-económicas que pueden – y no pueden – ser obtenidos en una sociedad capitalista. Su punto de partida es el cambio en la atención de las luchas sociales desde el terreno económico a cuestiones no económicas (emancipación racial y de género, la paz, la salud ambiental, la ciudadanía). Y ahí está el problema. Menciono el marco teórico de Wood, porque, por una parte, su artículo se funda en una fuerte separación entre la estructura lógica del capital y sus dimensiones históricas; pero sin embargo, termina confundiendo estos mismos niveles, reproduciendo así una confusión clásica que es lamentablemente muy común en la obra de muchos teóricos marxistas que se suscriben a la tesis del artículo de Wood.

Para desarrollar este punto con una mayor claridad: tan pronto como aceptamos esta distinción entre la estructura lógica del capital y sus dimensiones históricas, podemos aceptar la idea de que la extracción de la plusvalía se lleva a cabo en el marco de las relaciones entre individuos formalmente libres e iguales sin presuponer diferencias en el estatus jurídico y político. Pero podemos hacer esto sólo en un muy alto nivel de abstracción, es decir, a nivel de la estructura lógica. Desde el punto de vista de la historia concreta, las cosas cambian radicalmente.

Analicemos este aspecto de la cuestión punto por punto.

1. Vamos a partir de un hecho: nunca ha existido una formación social capitalista carente de opresión de género (en sus diversas formas). Que el capitalismo se limite al uso de las desigualdades preexistentes en este proceso continua siendo discutible: el imperialismo y el colonialismo han contribuido a la introducción de las jerarquías de género en las sociedades en las que no existían antes, o existieron de una manera mucho más matizada. El proceso de acumulación capitalista fue acompañado por la expropiación ingente de diferentes formas de propiedad a las que las mujeres tenían acceso, y la expulsión de profesiones que habían sido capaces de mantener a lo largo de la Alta Edad Media; la alternancia de procesos de la feminización y desfeminización del trabajo contribuyó a la reconfiguración continua de las relaciones familiares y a la creación de nuevas formas de opresión por razón de género. El advenimiento de la reificación de la identidad de género a partir de finales del siglo XIX ha contribuido al fortalecimiento de una matriz heteronormativa que tuvo consecuencias opresivas para las mujeres, pero no sólo para ellas.

Otros ejemplos podrían citarse. Decir que las mujeres obtienen las libertades formales y los derechos políticos, hecho hasta entonces inimaginable, sólo bajo el capitalismo, ya que este sistema había creado las condiciones sociales que permiten este proceso de emancipación, es un argumento de validez cuestionable. Se podría, de hecho, decir exactamente lo mismo para el conjunto de la clase obrera: es un hecho único dentro del capitalismo las condiciones conquistadas por los estratos subalternos en términos de emancipación política y el hecho de que esta clase se convirtiera en un sujeto capaz de alcanzar importantes victorias democráticas. ¿Entonces qué? ¿Sería esto una demostración de que el capitalismo podría funcionar fácilmente sin la explotación de la clase obrera? No lo creo. Es mejor abandonar la referencia a lo que las mujeres tienen o no han obtenido: si las mujeres han obtenido algo, es a la vez porque han luchado por ello, y porque con el capitalismo, las condiciones sociales han sido favorables para el nacimiento de los movimientos sociales de masas y la política moderna. Pero esto también es aplicable y cierto para la clase obrera.

2. Es importante distinguir lo que es funcional al capitalismo y lo que es una consecuencia necesaria de su funcionamiento. Son dos conceptos son diferentes. Tal vez es difícil de demostrar en un alto nivel de abstracción que la opresión de género es esencial para el funcionamiento interno del capitalismo. Es cierto que la competencia capitalista crea continuamente diferencias y desigualdades, pero estas desigualdades, desde un punto de vista abstracto, no están necesariamente relacionadas con el género. Si tuviéramos que pensar en el capitalismo “puro”, es decir, analizarlo sobre la base de sus mecanismos esenciales, entonces tal vez Wood tendría razón. Sin embargo, esto no demuestra que el capitalismo no produzca necesariamente, como consecuencia de su funcionamiento concreto, la reproducción constante de la opresión de género, a menudo bajo diversas formas.

3. Por último, hay que volver a la distinción entre el nivel lógico y el nivel histórico. Lo que es posible desde el punto de vista lógico y lo que sucede a nivel de los procesos históricos son dos cosas profundamente diferentes. El capitalismo siempre existe en las formaciones sociales concretas, cada una de las cuales tiene su propia historia específica. Como decíamos, estas formaciones sociales se caracterizan por la presencia constante y omnipresente de la opresión de género. Supongamos, como un experimento mental, que estas jerarquías en la división del trabajo se basaran en otras formas de desigualdad (altos y bajos, jóvenes y viejos, gordos y flacos, los que hablan una lengua indo-europea frente a los que hablan otros idiomas, etc.). Supongamos también que el embarazo y el parto fueran procesos completamente mecanizados y que toda la esfera de las relaciones emocionales pudiera ser mercantilizada y gestionada por los servicios privados …

Brevemente, supongamos que todo esto. ¿Es esta una visión convincente desde un punto de vista histórico? ¿Puede la opresión de género sustituirse fácilmente por otros tipos de relaciones jerárquicas, que aparecerían como algo natural y estar tan profundamente arraigados en la psique? Estos escenarios parecen legítimamente dudosos. Hacia análisis histórico concreto

En conclusión: para responder a la pregunta de si es posible que la emancipación y la liberación de las mujeres sean alcanzadas bajo el modo de producción capitalista, debemos buscar la respuesta en el nivel de análisis histórico concreto, no en el nivel de un análisis altamente abstracto del capital.

De hecho, es aquí donde nos encontramos no sólo con el paso en falso de Wood, sino también con el error de muchos teóricos marxistas que permanecen fuertemente unidos a la idea de una jerarquía entre la explotación (principal) y la opresión (secundaria). Si queremos atender el aspecto político de esta cuestión y también estar en condiciones de responder a él, tenemos que tener una concepción histórica de lo que el capitalismo es hoy y lo que ha sido históricamente. Este es uno de los puntos de partida para un feminismo marxista, donde el concepto de reproducción social ocupa un papel central.

IV. Repensando El Capital, repensar el género

En la sección anterior, traté de aclarar los límites del “pensamiento fragmentado”, que presenta los diferentes tipos de opresión y dominación, ya que cada ser conectado a un sistema autónomo, sin entender su unidad intrínseca. Por otra parte, critiqué la lectura de la relación entre el capital y la opresión de género que se basa en lo que he llamado un “capitalismo indiferente”. Ha llegado el momento de abordar la “teoría unitaria”, así como el concepto de “reproducción social”.

Reconceptualizar capital

Las posiciones dualistas a menudo parten de la idea de que la crítica marxista de la economía política sólo analiza las leyes económicas del capitalismo, a través de categorías exclusivamente económicas. Este enfoque sería insuficiente para comprender fenómenos tan complejos como la multiplicidad de las relaciones de poder, o las prácticas discursivas que nos constituyen como sujetos. Es por ello que se considera que otros enfoques epistemológicos alternativos son más capaces de ver las causas que se encuentran fuera del ámbito de la economía, y son más adecuados para la comprensión de la especificidad y la naturaleza irreductible de estas relaciones sociales.

Esta posición es compartida por un amplio espectro de las teóricas feministas. Algunas de ellas han sugerido que necesitamos un “matrimonio” o una combinación ecléctica entre diferentes tipos de análisis críticos, algunos dedicados a las leyes económicas “puras” de la acumulación capitalista, y otros frente a otras formas de relaciones sociales. Por otro lado, otros teóricos han adoptado lo que se llama el “giro lingüístico” en la teoría feminista, que separa la crítica de la opresión de género de la crítica del capitalismo. En ambos casos, existe la suposición común de que existen “leyes económicas puras”, independiente de las relaciones específicas de dominación y alienación. Es precisamente esta hipótesis la que debe ser cuestionada críticamente. Por razones de espacio, me limitaré a destacar dos aspectos de la crítica marxista de la economía política.

Una relación de explotación implica siempre una relación de dominación y alienación

En realidad estos tres aspectos nunca se separaron en la crítica marxista de la economía política. El trabajador es ante todo un cuerpo vivo y su pensamiento, sometido a formas específicas de disciplina que lo remodelan. Como escribe Marx, el proceso productivo “produce” el trabajador en la misma medida que se reproduce la relación trabajo-capitalista. Dado que cada proceso de producción es siempre concreto – es decir, que se caracteriza por aspectos que lo determinan histórica y geográficamente – es posible concebir cada proceso productivo vinculado a un proceso disciplinario, que construye parcialmente el tipo de sujeto el trabajador se convierte.

Podemos decir lo mismo para el consumo de los productos básicos: como Kevin Floyd ha demostrado en su análisis de la formación de la identidad sexual, el consumo de productos básicos implica un aspecto disciplinario y participa en la reificación de la identidad sexual. Por lo tanto el consumo también es partícipe del proceso de formación del sujeto.

En Marx la producción y la reproducción forman una unidad indivisible

En otras palabras, si bien son distintas y separadas y tienen características específicas, la producción y la reproducción son necesariamente combinaciones de momentos concretos de una totalidad articulada. La reproducción se entiende aquí como el proceso de la reproducción de una sociedad en su conjunto, o en términos althusserianos, la reproducción de las condiciones de producción: la educación, la industria de la cultura, la iglesia, la policía, el ejército, el sistema de salud, la ciencia , los discursos de género, hábitos de consumo … todos estos aspectos juegan un papel crucial en la reproducción de las relaciones de producción específicas. Althusser señala en “Ideología y aparatos ideológicos de Estado” que sin la reproducción de las condiciones de producción, una formación social no sería capaz de mantener unida ni un año.

Es esencial, sin embargo, no entender la relación entre la producción y la reproducción de una manera mecanicista o determinista. De hecho, si bien Marx entiende la sociedad capitalista en su totalidad, no la entiende como una totalidad “expresiva”. Es decir, no hay un “reflejo” automático o directo entre los diferentes momentos de esta totalidad (arte, cultura, economía estructura, etc.), o entre un momento en particular y la totalidad como un todo.

Al mismo tiempo, un análisis del capitalismo que no entienda esta unidad entre la producción y la reproducción volverá a caer en un materialismo vulgar o economicista, y Marx no cometió este error. Más allá de sus escritos políticos, el mismo El Capital es prueba de ello, por ejemplo, en las secciones sobre la lucha por la jornada de trabajo o en la acumulación primitiva. En estos pasajes, se puede ver claramente que la coerción, la intervención activa del Estado, y la lucha de clases son de hecho los componentes constitutivos de una relación de explotación que no está determinada por leyes puramente económicas o mecánicas.

Estas observaciones nos permiten destacar la insostenibilidad de la tesis de que Marx concibe el capitalismo únicamente en términos económicos. Esto no quiere decir que no haya habido tendencias materialistas reduccionistas o vulgares dentro de la tradición marxista. Esto significa, sin embargo, que estas tendencias se basaron en un malentendido fundamental de la naturaleza de la crítica marxista de la economía política y la fetichización de las leyes económicas, éstas últimas concebidas como cosas estáticas o estructuras como abstractos y no como formas de actividad o de las relaciones humanas.

Alternativamente, también existe la suposición opuesta a la separación entre las leyes puramente económicas del capitalismo y otros sistemas de dominación que conciben la unidad entre producción y reproducción en términos de identidad directa. Este punto de vista caracteriza a una sección del pensamiento marxista-feminista, en particular, la tradición operaria u obrerista, que insistió en ver el trabajo reproductivo como directamente productivo de plusvalía, y por lo tanto se regido por las mismas leyes. Una vez más, por razones de espacio, me limitaré a la observación de que un punto de vista tal nos devuelve nuevamente a una forma de reduccionismo, que oscurece la diferencia entre las diversas relaciones sociales y no ayuda a entender las características específicas de las distintas relaciones de dominación que no sólo son constantemente reproducidas sino también transformadas dentro de cada formación social capitalista. Por otra parte, no nos ayuda tampoco a analizar la forma específica en que se encuentran determinadas estas relaciones de poder fuera del mercado laboral, sin dejar de estar indirectamente influidas por este mercado: por ejemplo, a través de las diferentes formas de consumo de materias primas, o por medio de las limitaciones objetivas que el trabajo asalariado (o su equivalente, el desempleo) impone a la vida personal y a las relaciones interpersonales.

Para concluir, me propongo repensar la crítica marxista del capitalismo como una crítica de una totalidad articulada y contradictoria de las relaciones de explotación, dominación y alienación.

Reproducción social y “Teoría Unitaria”

A la luz de esta aclaración metodológica, ahora tenemos que abordar qué se entiende por “reproducción social” dentro de lo que generalmente se llama “teoría unitaria”. La reproducción social a largo plazo, en la tradición marxista, por lo general indica que el proceso de la reproducción de una sociedad en su totalidad. En la tradición marxista-feminista, sin embargo, la reproducción social significa algo más preciso: refiere el mantenimiento y la reproducción de la vida, diaria o generacionalmente. En este contexto, la reproducción social designa la forma en la que el trabajo físico, emocional y mental necesaria para la producción de la población se organiza socialmente: por ejemplo, la preparación de alimentos, la educación de los jóvenes, el cuidado de los ancianos y los enfermos, así como cuestiones de la vivienda y los aspectos referidos a la sexualidad …

El concepto de reproducción social tiene la ventaja de ampliar nuestra visión de lo que antes se llamaba el trabajo doméstico, y que una gran parte de lo que ha acaparado la atención del feminismo marxista. De hecho, la reproducción social incluye dentro de su concepto un conjunto de prácticas sociales y tipos de trabajo que van mucho más allá del trabajo doméstico. También hace que sea posible extender el análisis fuera de las paredes de la casa, ya que el trabajo de reproducción social no siempre se encuentra en las mismas formas: ¿qué parte de éste proviene del mercado, del estado de bienestar, y de las relaciones familiares? Ésta sigue siendo un cuestión contingente que depende de las dinámicas históricas específicas y luchas feministas.

El concepto de reproducción social, por lo tanto, nos permite localizar con mayor precisión la calidad móvil y porosa de las paredes de la casa, es decir, la relación entre, por un lado, la vida doméstica en el hogar, y el fenómeno de la mercantilización , la sexualización de la división del trabajo y las políticas del estado del bienestar, por el otro. La reproducción social también nos permite analizar con mayor eficacia fenómenos como la relación entre la mercantilización de la atención en el trabajo y la “racialización” de las políticas migratorias represivas, como las que tienen como objetivo reducir los costos de mano de obra inmigrante y obligarlos a aceptar como esclavos las condiciones de trabajo.

Por último, y este es el punto crucial, la forma que adoptan las funciones de reproducción social dentro de una formación social dada, responde una relación intrínseca con la forma en que las sociedades organizan su producción y reproducción,en su totalidad; y por lo tanto responde, se vinculan con las relaciones de clase. Una vez más, estas relaciones no pueden ser concebidas como intersecciones puramente accidentales y contingentes: observarlas a través de la lente de la reproducción social nos permite identificar la lógica de la organización de estas intersecciones sin por ello excluir el papel desempeñado por la lucha, y la existencia de fenómenos contingentes y otras prácticas en general.

Debemos tener en cuenta que el ámbito de la reproducción social es también determinante en la formación de la subjetividad, y por lo tanto también de las relaciones de poder. Si tenemos en cuenta las relaciones que existen en cada sociedad capitalista entre la reproducción social, la producción de la sociedad en su conjunto, y las relaciones de producción, podemos decir que estas relaciones de dominación y el poder no son estructuras separadas o niveles: se no se cortan de una manera puramente externa y no mantienen una relación exclusivamente contingente con las relaciones de producción.

Las múltiples relaciones de poder y dominación, por lo tanto aparecen como expresiones concretas de la unidad articulada y contradictoria que es la sociedad capitalista. Este proceso no debe entenderse de una manera automática o mecanicista. Como se ha señalado antes, no hay que olvidar la dimensión de la praxis humana: el capitalismo no es una máquina o autómata sino una relación social, y como tal, está sujeto a las contingencias, accidentes y conflictos. Sin embargo, las contingencias y los conflictos no descartan la existencia de una lógica – es decir, la acumulación capitalista – que impone limitaciones objetivas no sólo en nuestra praxis o la experiencia vivida, sino también de nuestra capacidad para producir y relaciones articuladas con los demás, nuestro lugar en el mundo y nuestras relaciones con nuestros condiciones de existencia.

Esto es exactamente lo que la “teoría unitaria” intenta alcanzar: ser capaz de leer las relaciones de poder basadas en el género o la orientación sexual como momentos concretos de ese articulado, complejo, y la totalidad contradictoria que es el capitalismo contemporáneo. Desde este punto de vista, estos momentos concretos sin duda poseen sus propias características específicas, y por lo tanto deben ser analizadas con herramientas teóricas adecuadas y específicas (desde el psicoanálisis a la teoría literaria …), pero también mantienen una relación interna con esta totalidad más grande y con el proceso de reproducción social que procede de acuerdo con la lógica de la acumulación capitalista.

La tesis esencial de la “teoría unitaria” es que para el feminismo marxista, la opresión de género y la opresión racial no corresponden a dos sistemas autónomos que tienen sus propias causas particulares: se han convertido en una parte integral de la sociedad capitalista a través de un largo proceso histórico que ha disuelto anteriores formas de vida social.

Desde este punto de vista, sería un error ver a ambos como meros residuos de anteriores formaciones sociales que siguen existiendo en la sociedad capitalista, por razones relacionadas con su anclaje en la psique humana o en el antagonismo entre “clases sexuadas”, etc. No debemos subestimar la dimensión psicológica de género y la opresión sexual o las contradicciones entre opresores y oprimidos. Es, sin embargo, una cuestión reside en identificar el marco de las condiciones sociales y las relaciones de clase que tienen un impacto, reproducen, e influyen en nuestra percepción de nosotros mismos y de nuestras relaciones con los demás, nuestros comportamientos y nuestras prácticas.

Este marco es la lógica de la acumulación capitalista, que impone límites fundamentales en nuestras experiencias vividas y cómo las interpretamos. El hecho de que un número tan grande de corrientes teóricas feministas en los últimos decenios hayan sido capaces de evitar el análisis de este proceso, y el papel crucial desempeñado por el capital en la opresión de género en sus diversas formas, da fe del poder del capital de cooptar nuestras ideas e influencia nuestros modos de pensar.

Cinzia Arruzza es profesora de Filosofia en la New School for Social Research de Nueva York, feminista y militante socialista. Autora de “Las sin parte: matrimonios y divorcios entre marxismo y feminismo“.

2014

Reflexiones degeneradas Patriarcado y capitalismo en PDF

Traducción de Isabel Benítez Romero para Marxismo crítico desde el original italiano originalmente publicado en cuatro entregas en http://www.communianet.org en 2014. Cotejado con la traducción al inglés revisada por la autora para viewpointmag.com.

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¡Pasa la capucha, hermana!

¡Pasa la capucha hermana! Trasciende la rabia y únete a esta marea negra, para juntas hacer tambalear el heteropatriarcado.

Siguiendo el camino recorrido por muchos otros colectivos feministas, compartiendo y llevando a cabo formas de lucha nada nuevas, y desde la necesidad de dar una respuesta contundente a la violencia machista, nace el colectivo FARRUKAS en el año 2014.

Independientemente de quiénes seamos, lo importante y por lo que nosotras apostamos es por tejer redes de solidaridad entre compañeras y colectivos feministas, alianzas como forma y estrategia de lucha. El contagio de capuchas puede estallar en cualquier punto, en cualquier momento; se está expandiendo, contagiado, colectivizando, sin directrices ni lideresas. Y en este sentido, volvemos a recordar, que aunque nuestra apuesta sea el negro, la peluca de colores, el tanga o el pasamontañas, todo suma y nada resta, para tejer esas alianzas tan necesarias en la lucha contra las violencias machistas.

Nuestra apuesta, desde el primer momento, es salir juntas a la calle a denunciar y responder la violencia machista, siendo y haciendo aquello que nos es negado: ir encapuchadas, vestidas de negro, con antorchas, haciendo ruido, expresando rabia, con fuerza…Transgredimos la imagen de mujer víctima, sumisa, pasiva y nos mostramos activas y combativas, siendo conscientes de nuestro poder y de nuestra fuerza. Nos ponemos la capucha porque crea una identidad colectiva como estrategia de lucha contra la individualización y el control heteropatriarcal. Cualquiera puede ser agredida, podemos ser todas. ¡Si tocan a una respondemos todas!

El objetivo de ir tapadas no es ocultarnos; no lo hacemos ni por miedo, ni por vergüenza. Muy al contrario, hemos tenido que encapucharnos para que se nos vea. La trascendencia y el impacto que ha tenido lo demuestran.

El miedo va a cambiar de bando es el lema que concienzudamente hemos elegido como estrategia política, sabiendo que es provocador y no conciliador, porque, precisamente, queremos generar debate. Si alguien se siente aludido, que se plantee y se responsabilice de lo que tiene que cambiar. Ahí van algunas ideas: silencio ante las múltiples violencias machistas, colaboración, legitimación, apoyo, pasividad y, directamente, el ejercicio de la violencia. No queremos generar temor al género masculino, pero sí al agresor: queremos que tenga suficiente miedo para que no nos agreda. Es lícito provocar el miedo suficiente para que no se repita. El terror que el sistema genera a las socializadas como mujeres es violencia, y nosotras lo que hacemos es responderla. Y, sí, amigos, la pérdida de poder y privilegios da miedo, y he aquí, el aporte pedagógico de la frase. Por cierto: ante la feminización del miedo nadie se inmuta.

¿Cuándo se van a responsabilizar los hombres? ¿Cuándo los agresores? ¿Cuándo la sociedad en su conjunto? ¿Cuándo van a empezar los socializados hombres a cuestionar su masculinidad y a deponer sus privilegios?

A nosotras se nos inculca el miedo y, encima, se nos niega la agresividad.Nos reapropiamos de ella, porque es una herramienta muy útil para responder, para poner límites, para decir que no, para hacernos respetar. Queremos y apostamos por transformar ese miedo en respuesta activa, afirmativa y combativa.

¿Violentas? Nosotras lo que hacemos es responder a la violencia que el sistema ejerce contra las mujeres y otras corporalidades no hegemónicas. ¿Violentas? La violencia machista está asesinando a mujeres y no pasa nada. ¿Y se nos cuestiona por salir a denunciarlo y decir que vamos a responder? ¿Qué estamos debatiendo: si nos ponemos las capuchas o sobre los asesinatos machistas?

¿Qué nos pasa cuando se juntan las palabras mujer y violencia? Por un lado, los roles de feminidad impuestos nos niegan la posibilidad de utilizar la agresividad y la autodefensa. Y, por otro, por cualquier cosa que hagamos se nos tacha de violentas, se nos castiga y criminaliza porque, precisamente, estamos rompiendo con esa posición de sumisión obligatoria asignada a las mujeres. ¡Si respondemos mal y si no también!

Es falaz e hipócrita el discurso que equipara la violencia que ejerce el sistema heteropatriarcal con la autodefensa feminista, porque la primera se ejecuta desde una posición de poder hegemónica y la segunda es una respuesta desde un lugar de opresión.

No nos callamos, ni nos callaremos, cuando vemos cómo la violencia golpea, invisibiliza, oprime, niega, excluye y acalla nuestras vidas. Y mientras esto siga sucediendo, seguiremos entonando el grito de guerra. Continuaremos subvirtiendo los roles de feminidad impuestos y respondiendo unidas, enmarañadas, todas a una, porque como el pasado 9 de abril quedó bien claro en Gasteiz, todas las respuestas son válidas, legítimas y necesarias.

Una marea negra que se expresa con rabia y contundencia, sí, una rabia estridente que revienta los tímpanos de aquellos que nos quieren calladas, pasivas y sumisas. Pero nosotras vamos a seguir bailando y celebrando, a la par que luchando y peleando. Porque la fuerza explosiva revolucionaria del movimiento feminista está más viva que nunca. Porque somos más que cuando empezamos, y lo seguiremos siendo.

11/05/2016

GORA BORROKA FEMINISTA!!

FARRUKAS (Feministas Autónomas Revolucionarias y Ruidosas Unidas Kontra las Agresiones Sexistas)

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