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¿Hacia dónde se mueven las ideas políticas en América Latina?

En casi todos los países de la región se echan de menos ideas e ideales y se busca -aunque solo sea discursivamente- refundar la política y abrir la imaginación hacia nuevos horizontes, relatos y narrativas. La pregunta es si eso es posible.

I

Hay una generalizada sensación de agotamiento de los ideales y las ideas políticas predominantes en el siglo XX. La izquierda comunista, esto es, los socialismos reales, colapsaron sin que se produjese el desplome del capitalismo que aquella anunciaba. La versión socialista más exitosa del pasado siglo, la socialdemocracia identificada con la construcción de los Estados de Bienestar en Europa occidental, pareciera hallarse en retirada; gobierna en pocos países y apenas ha tenido influencia en los procesos de transición desde los regímenes comunistas al capitalismo en los países de Europa Central y del Este.

Incluso entre los socialdemócratas se habla de una crisis de la socialdemocracia europea. Por ejemplo, Ernst Hillebrand plantea que “la pregunta de si la socialdemocracia en tanto proyecto político del siglo XX también tiene futuro en el siglo XXI aún no puede responderse en forma definitiva”. En efecto, señala, “la socialdemocracia ha perdido influencia incluso en el plano intelectual y en la actualidad le resulta prácticamente imposible instalar debates públicos. Tanto en el terreno político como en el ideológico, el movimiento socialdemócrata –así como la izquierda en general– es una fuerza debilitada, lejana de la hegemonía política y cultural que consiguió durante largos tramos del siglo XX”.

Mayor aún es la crisis de las ideas de la derecha, como reconocen los propios voceros de este sector. En particular el neoliberalismo, que durante las últimas décadas del siglo pasado representó la nueva hegemonía del capital financiero, y propugnó la expansión global de los mercados, su desregulación y penetración en todas las esferas de la vida, ha quedado atrapado en las crisis bancarias, especulativas y de fundamentos éticos del capitalismo ultra-financiero. Hoy representa una corriente ideológica descendente cuyo prestigio retrocede.

Al centro del espectro ideológico, en tanto, se ha ido instalando un vacío, pues ya no existen los poderosos polos de irradiación que en los momentos de la guerra fría dieron sentido a las alternativas democristianas y liberal-sociales y, posteriormente, a otras formulaciones de “tercera vía” como la socialdemocracia modernizante y liberal o los partidos demócratas con una ideología renovada de Estado-de-Bienestar-eficiente.

En este marco, las corrientes de izquierda, progresistas, favorables al cambio, se ven enfrentadas a la realidad de un capitalismo global cuyo horizonte, en el mejor de los casos, se halla compuesto por una variedad de capitalismos y modelos de desarrollo capitalista, combinados con diferentes modalidades de gobernanza, desde democrático-pluralistas hasta (pseudo)democracias plebiscitarias.

II

En América Latina, el mapa ideológico-político está redefiniéndose dentro de estas precisas coordenadas ideológicas. Por el lado de las izquierdas hay ahora diferentes propuestas que buscan conjugar capitalismo y Estado.

Muy de moda en la década pasada, pero ya no, están los capitalismos de Estado con “democracias plebiscitarias”. Es el caso de la Venezuela chavista, del Ecuador de Correa, la Bolivia de Evo Morales, la Argentina bajo los Kirchner. ¿En  qué sentido democracias plebiscitarias? En el sentido postulado por Max Weber que Mommsen resume así: “cuanto más manifiesto y personal-plebiscitario […] es el componente ‘carismático’ de este acto de legitimación, tanto más alejado es la posición del político elegido de la de un ‘funcionario elegido’, que está obligado con respecto a sus electores, también en cuestiones políticas concretas, tanto más independiente es un líder que sólo está guiado por su responsabilidad frente a un ‘asunto’ que sostiene con toda su entrega personal”.

Las democracias plebiscitarias han legitimado el poder de caudillos modernos, aunque con larga tradición en América Latina, los cuales reclaman para sí un especial carisma y gobiernan sometiéndose a consultas plebiscitarias, buscando mantenerse (idealmente) por vida en el poder. En vez de institucionalizar el poder, lo personalizan. Lo que varía es el carisma de los líderes y su expresión personal: místico, autoritario, demagógico, populista, clientelar, mafioso, prebendario, de identidad nacional o étnica, etc.

En cuanto a sus bases de economía política, estas propuestas acentúan en mayor o menor medida un capitalismo de Estado, dependiendo de las circunstancias nacionales y de la inserción de cada economía en los mercados globales. En tiempos de crecimiento económico -como por una década hubo en Latinoamérica debido al súper ciclo de los commodities-, la combinación entre capitalismo de Estado y democracia plebiscitaria de líderes populistas resultó altamente sinérgica. El excedente producido por la economía pudo invertirse en la expansión del Estado social y en la alimentación de amplias redes de captación de la voluntad popular mediante el intercambio de bienes por lealtades.

A fin de cuentas se trata de caudillismos, de diversos tipos y grados de populismo y autoritarismo, de ideologías socialistas de viejo y nuevo cuño, del control de la prensa, de la reelección del líder, de una personalización de los partidos, de movimientos que siguen el carisma del jefe; en suma, de ideologías de izquierda que en lo grueso se definen como anti-neoliberales y, desde allí, proclaman una retórica neoestatal, neoprogresista, neocomunitaria, neosocialista e incluso, ¡oh paradoja!, neo-anticapitalista.

Con todo, incluso los testimonios de analistas simpatizantes de estas corrientes de izquierda reconocen que, en realidad, lo que se proclama a veces como socialismo del siglo XXI, o bolivariano, o socialismo movilizado, popular y étnico, no pasa de ser una forma de administrar el capitalismo y hacerlo crecer como capitalismo de Estado.

Así, un entusiasta del Presidente Rafael Correa del Ecuador resume esta visión minimalista de la revolución en los siguientes términos: “Aunque no hayamos acabado con el capitalismo en Ecuador (¿era realmente ésta la expectativa, tras nueve años de gobierno, en este contexto histórico y global?), hemos conseguido destronar a la revolución neoliberal. No ha sido ésta una batalla fácil. Nos ha supuesto resistencia, intentos de golpe y hostilidad exterior. Debería, al contrario, convertirnos en un faro de esperanza para la Izquierda en muchas partes del mundo donde el neoliberalismo manda todavía”.

A su turno, un estudioso del panorama de las izquierdas en América Latina cita en ese mismo registro a Evo Morales cuando dijo: “El palacio presidencial está lleno de candados. Me siento como un prisionero de las leyes neoliberales”.

Por tanto, concluye Stoessel en un artículo académico publicado en la revista Polis,“a diferencia de las décadas pasadas, las nuevas izquierdas, incluso las que son consideradas como ‘radicales’, cuestionan más al capitalismo en su fase neoliberal que al sistema capitalista per se, al igual que lo hacen con los principios democráticos al aceptar la democracia representativa pero advirtiendo la necesidad de perfeccionarla y combinarla con otros formatos”.

Un modelo propio (y seguramente más espartano) de construcción de un capitalismo de Estado y una “democracia” plebiscitaria bajo control militar y de la burocracia de un partido único, podría ser también el camino que transite la Cuba de Raúl Castro y sus sucesores. Una suerte de “neo-democracia plebiscitaria” dirigida desde arriba, profundamente autoritaria, a la manera como existe en China o en Vietnam, salvadas todas las diferencias geopolíticas, económicas y culturales.

Como escribe Brahma Chellaney  en un artículo del mes pasado, “De hecho, el maridaje de capitalismo y comunismo, encabezado por China, ha engendrado un nuevo modelo político que representa el primer desafío directo para la democracia liberal desde el fascismo: el capitalismo autoritario. Con su espectacular ascenso hasta convertirse en una de las principales potencias globales en poco menos de una generación, China ha convencido a regímenes autocráticos en otras partes de que el capitalismo autoritario -o, como lo llaman los líderes chinos, socialismo con características chinas- es el camino más rápido y tranquilo hacia la prosperidad y la estabilidad, muy superior a la embrollada política electoral. Esto puede ayudar a explicar por qué la propagación de la democracia a nivel mundial últimamente se ha detenido”.

La reciente visita de Obama a la isla de Martí y Guillén podría marcar el inicio de este tránsito y obligar a la izquierda comunista y a los socialismos tradicionalistas y nostálgicos a enfrentar las realidades del siglo XXI.

III

Diferente es el camino seguido por los capitalismos de Estado de bienestar progresivo con alternancia y régimen de partidos, mayor institucionalización del juego político, oposición abierta, libertad de prensa, crítica pública difundida y diversos grados de socialdemocracia de tipo tercera vía como existen o han existido en Uruguay, Brasil, Chile, Costa Rica y Perú. Difieren entre sí, naturalmente, en diversas dimensiones de contexto, trayectoria y de contenidos de sus políticas, pero sobre todo por la mayor o menor centralidad del Estado y el mayor o menor desplazamiento de los mercados y, por ende, la intensidad de los procesos de desmercadización. A la vez, impulsan economías de mercado integradas globalmente como motor para su crecimiento, buscando evitar que los mercados colonicen sectores de la sociedad que se desean mantener -en la medida de lo posible- fuera del ámbito de la competencia, las transacciones y los precios.

A pesar del éxito relativo de sus políticas socialdemócratas de tercera vía (a la latinoamericana), que varios de los países mencionados pueden mostrar, las críticas desde la izquierda a su ideología y proyectos de desarrollo son persistentes. A comienzos de año, por ejemplo, el académico y dirigente socialista chileno Gonzalo Martner escribía: “Al cumplirse cerca de la mitad del segundo mandato presidencial de Michelle Bachelet, en Chile despunta una cierta decepción con sus resultados, en el contexto más amplio de retroceso de los llamados «gobiernos progresistas» en América Latina. Estos gobiernos son, como es notorio, de orientaciones diversas en materia de estilos de gestión, diseños institucionales y políticas económicas y sociales. Pero pueden encontrarse importantes similitudes de trayectoria histórica, actualización de ideas y opciones de política pública en los de Brasil –con el Partido de los Trabajadores (pt) a la cabeza–, el del Frente Amplio (fa) en Uruguay y el liderado por la Concertación-Nueva Mayoría en Chile. Estos gobiernos, nacidos de las urnas y del agotamiento popular respecto de las políticas neoliberales, han debido enfrentar dos problemas fundamentales. El primero es el del manejo de economías de creciente heterogeneidad estructural (abiertas, financiarizadas, oligopolizadas y con actores empresariales privados determinantes), en las que, al introducirse esbozos de Estados de Bienestar, es necesario evitar desestabilizaciones internas y externas de los mercados que pudieran afectar las políticas sociales y a la propia democracia. El segundo es el del manejo de coaliciones de gobierno también heterogéneas, especialmente en el caso de Brasil, con partidos de centro que componen la mayoría parlamentaria, y en el de Chile, con sectores de centroderecha que son parte de la coalición que se presenta a los electores, con además ventajas institucionales para la oposición formal de derecha. Este ejercicio tiene algo de cuadratura del círculo y parece estar llegando al final de su ciclo histórico de más de una década”.

Curiosamente, algunos de estos países -tras experiencias exitosas de transformación y modernización socioeconómica- han experimentado cambios de sus gobiernos no hacia la izquierda, sino hacia la derecha, como ocurrió en Chile en 2010, ocurrirá próximamente en Perú y podría suceder también en Brasil.

IV

Otros gobiernos latinoamericanos ocupan un espacio ideológico distinto, situado del centro hacia la derecha en el lenguaje convencional y esquemático de la política. Es el caso por ejemplo México, con su economía acoplada a la de los EE.UU. y una democracia que anhela institucionalizarse y recuperar el monopolio de la fuerza sobre la base de una alternancia entre partidos sistémicos. Es también el caso de Colombia, que bajo el Presidente Santos intenta crear un Estado de paz para proseguir su desarrollo dentro de un marco de políticas que combinan el uso de los mercados con un incremento gradual del gasto del Estado en la competitividad de la economía y la producción de bienes públicos esenciales.

Propiamente en el espacio de la derecha, aunque ya no de corte puramente neoliberal sino que persiguiendo su propio balance entre crecimiento capitalista como eje y Estado de bienestar focalizado, moderado, eficiente, se sitúan los gobiernos de Macri en la Argentina presente y de Piñera en el Chile de 2010-2014. Se trata de un capitalismo de mercado, equilibrios macroeconómicos y, al menos declarativamente, de dinamismos innovativos micro, pro-productividad, competitividad y apertura comercial al mundo. Con gobiernos marcadamente manageriales, preocupados por mejorar la gestión del sector público y (supuestamente, además) de modernizar el Estado. Dedicados en lo esencial, dirán estos gobiernos, a resolver los problemas concretos de la gente más allá de ideologías y alineamientos partidistas.

Desde la revista de la social democracia latinoamericana, Nueva Sociedad, Rodrigo Lloret se pregunta si estamos frente a una nueva derecha en la región y llama a “detenerse en el posible impacto que podría tener el ascenso de la derecha en América Latina. Es que desde que el líder del PRO llegó al poder, se produjo un importante crecimiento del conservadurismo regional. Primero fue la irrupción del antichavismo en Venezuela, en las elecciones parlamentarias de diciembre. Más tarde llegó la derrota de Evo Morales, en Bolivia, el mes pasado. Y, finalmente, la reciente avanzada judicial contra Lula da Silva en Brasil. Cada uno de estos acontecimientos tienen, no hay que dudarlo, razones disímiles. Pero todos esconden el mismo resultado: el retroceso de la izquierda latinoamericana. Es en ese paradigma donde se agiganta la figura de Macri”.

Sin discutir la dudosa asociación que el autor establece entre el auge del macrismo en Argentina y algunos fenómenos de descenso de la izquierda latinoamericana, interesa en cambio su caracterización del proyecto emergente. Según Lloret, estaríamos ante “Una nueva tercera vía, […] ya no para la izquierda, sino para la derecha que intentaría combinar una reducción modernizadora del Estado con una política desarrollista, todo esto rodeado de un uso intenso de la publicidad y el marketing políticos”.

Uno podría encontrar adicionalmente expresiones de populismo de derecha -como el de Keiko Fujimori en Perú, por ejemplo- que harían juego con los populismos de izquierda, cada uno combinando de maneras disímiles los instrumentos del Estado con los mecanismos de mercado para satisfacer demandas de las masas y ganar su lealtad en favor de un capitalismo con rostro popular.

V

En suma, el mapa político-ideológico latinoamericano se halla en estado líquido, fluye y sus categorías se conjugan de maneras inesperadas. Por el momento, se mueven -con matices más que con grandes abismos- dentro de la jaula de hierro del capitalismo glonacal: global-nacional-local. El cierre de horizonte es total, y si bien no determina una ideología única, como solía decirse del neoliberalismo, confronta a las diferentes vertientes de izquierda, centro y derecha con unos mismos problemas sin dar lugar a grandes conflagraciones entre políticas. Tampoco produce necesariamente convergencias ni obliga a un mero gatopardismo. Sin embargo, obliga a hacer políticas dentro de un campo ceñido de posibilidades, con una dosis de pragmatismo práctico aunque la retórica empleada trascienda los límites de lo dado.

No es extraño, por lo mismo, que en casi todos los países se echen de menos ideas e ideales y se busque -aunque solo sea discursivamente- refundar la política y abrir la imaginación hacia nuevos horizontes, relatos y narrativas. ¿Será posible? ¿Puede la política crear alternativas efectivas, cursos históricos nuevos dentro del “cerco” del capitalismo, o debe limitarse a “mover los límites simbólicos” como suelen hacer ciertas fuerzas progresistas?

 

José Joaquín Brunner, Foro Líbero.

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La Historia y su tribunal

 

La historia es un tribunal implacable. Sus veredictos suelen ser irrevocables. Muchas veces los seres humanos, obnubilados por las pasiones del momento y cegados por el odio, incurren en actos vergonzosos que la Historia reprueba. De modo que debemos andarnos con cuidado si no queremos que el fallo histórico sobre nuestra conducta llene de vergüenza a nuestros descendientes y constituya una mancha en la memoria colectiva.

Un ejemplo: En 1831 en España en la casa de una joven de veintiséis años llamada Mariana Pineda la policía monárquica encontró una bandera a medio bordar donde estaba esbozado el lema republicano “Igualdad, Libertad y Ley”. El hecho fue considerado por las autoridades como “horroroso delito”. Mariana fue acusada de traición, juzgada, condenada a muerte y ejecutada en el garrote vil. Dejó tres huérfanos. Otro caso: En noviembre de 1871 en Cuba alguien rayó el cristal que cubría la tumba de Gonzalo Castañón, conocido periodista enemigo de la independencia cubana. Del hecho fueron responsabilizados ocho estudiantes del primer año de Medicina que casualmente habían pasado por allí. De inmediato fueron procesados en juicio sumarísimo, condenados a muerte y fusilados. Tenían entre 16 y veintiún años. Asimismo, en Venezuela en 1928 un grupo de jóvenes organizó La Semana del Estudiante. Nombraron la reina del evento, Beatriz I, y uno de los organizadores, Pío Tamayo, le leyó un poema tituladohomenaje y demanda del indio” donde se invoca la libertad. Por ese motivo fue encarcelado en el tenebroso Castillo de Puerto Cabello de donde no saldría sino siete años después, muy enfermo, cuando ya estaba a punto de morir.

Por otro lado, en 1937 en nuestro país fueron publicadas en la revista Fantoches unas caricaturas del humorista Leoncio Martínez “Leo” donde denunciaba el apoyo de los jerarcas de la Iglesia Católica a la sublevación franquista contra la República Española. Como respuesta, un grupo de estudiantes derechistas dirigidos por Rafael Caldera le propinó una terrible paliza que casi le causa la muerte. Los responsables del delito no recibieron castigo alguno. Al contrario, fueron premiados: con el apoyo de la oligarquía fundaron el partido COPEI. Igualmente, en 1988 catorce pescadores fueron asesinados en el sector conocido como Caño La Colorada, estado Apure. La operación fue ejecutada por fuerzas militares y elementos civiles de los organismos de seguridad del Estado, quienes alegaron que actuaron en defensa propia pues las víctimas eran guerrilleros que los atacaron. Por fortuna dos pescadores sobrevivieron y contaron la verdad de los hechos: fue una masacre. Pese a las evidencias los tribunales absolvieron a los criminales. Se impuso la impunidad.

En este momento histórico una alianza derechista promueve una ley que impropiamente llaman de amnistía y reconciliación la cual sienta un gravísimo precedente: graves delitos serían exonerados mientras los reclamos de víctimas inocentes serían ignorados. De este modo, cuando los historiadores del futuro estudien este hecho y deban dar su dictamen quedarán convencidos de que se quiso cometer una infamia. Y dirán que afortunadamente un pueblo con sentido de la ética lo impidió. Un pueblo que parafraseando a Fidel Castro puede decir: “La Historia me absolverá”.

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Informe Central al 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cuba

Informe Central al 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cuba, presentado por el Primer Secretario del Comité Cen­tral, General de Ejército Raúl Castro Ruz, La Habana, 16 de Abril de 2016, Año 58 de la Revolución

(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)

La Habana|Domingo, 17 abril 2016 | Tiempo 21CU

Compañeras y compañeros:

Damos inicio a las sesiones del 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cu­ba cuando se cumple el 55 aniversario de la proclamación, por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, del carácter socialista de la Revolución, el 16 de abril de 1961, en la despedida del duelo de las víctimas en los bombardeos a las bases aéreas el día anterior, preludio de la invasión mercenaria por Playa Girón, organizada por el gobierno de los Estados Unidos y que fue derrotada en menos de 72 horas, gracias a las acciones previas acometidas por la Seguridad del Estado y al coraje de los combatientes del Ejército Rebelde, policías y milicianos, que por vez primera lucharon defendiendo el socialismo, bajo el mando directo de Fidel.

Nos reunimos hoy, a los cinco años exactos del anterior Congreso, con lo cual damos cumplimiento al Objetivo de trabajo No. 17 aprobado por la Primera Conferencia Nacional del Partido, que estableció mantener la periodicidad fijada en los Estatutos para la celebración de los congresos del Partido, salvo ante la amenaza de guerra, desastres naturales y otras situaciones excepcionales.

El 7mo. Congreso, órgano supremo de la organización partidista, cuenta con la participación de mil delegados, propuestos desde la base y electos democráticamente, que representan a más de 670 000 militantes, integrados en aproximadamente 54 500 núcleos.

Como podrá apreciarse, ha disminuido la militancia de nuestro Partido, lo que está influenciado por la negativa dinámica demográfica que afrontamos, el efecto de una política restrictiva de crecimiento desde el año 2004 y las insuficiencias propias en el trabajo de captación, retención y motivación del potencial de militantes. Cierto es también que en los últimos años se ha logrado frenar esta tendencia.

En el período transcurrido, se ha venido aplicando lo establecido en el Ob­jetivo No. 18 de la Primera Confe­rencia Nacional, de efectuar como mínimo dos plenos del Comité Central al año donde se analiza la marcha del proceso de implementación de los Lineamientos, el cumplimiento del Plan de la Economía y el Presupuesto y de los propios Objetivos señalados. En las sesiones ordinarias de la Asamblea Nacional del Poder Popular, órgano supremo del poder del Estado, se han debatido igualmente dos veces al año la ejecución del Plan de la Economía y el cumplimiento de los Lineamientos.

Arribamos al 7mo. Congreso con la presentación de cuatro importantes proyectos de documentos rectores, en varios de los cuales se comenzó a trabajar prácticamente al concluir el 6to. Congreso de la Organización. Estos son:

Primero: Reseña de la evolución de la economía en el quinquenio 2011-2015. Informe sobre los resultados de la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución. Actualización de los Linea­mientos para el período 2016-2021.

Segundo: Bases del Plan Nacional de desarrollo económico y social hasta 2030: Propuesta de Visión de la nación. Ejes y sectores estratégicos.

Tercero: Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista.

Cuarto: Trabajo del Partido en cumplimiento de los Objetivos aprobados en la Primera Conferencia Nacional y de las Directrices del Primer Secretario del Comité Central.

Son documentos abarcadores y de gran complejidad que marcarán el rum­bo del proceso revolucionario cubano, del Partido y de la sociedad hacia el futuro en la construcción de un socialismo próspero y sostenible.

Están estrechamente vinculados en­tre sí y debemos enfocarlos no como una obra totalmente terminada ni con un prisma estático o dogmático, sino que tras los debates en este evento, tal y como hicimos a partir del 6to. Congreso, serán sometidos a evaluaciones periódicas, don­de predomine una visión dinámica de estos documentos programáticos.

A diferencia del Congreso anterior cuando la propuesta de los Lineamientos fue sometida previamente a amplia consulta con la militancia del partido, la juventud comunista y el pueblo en general y posterior a su aprobación en ese evento se refrendó por la Asamblea Na­cional, en esta ocasión no se realizó ese proceso considerando que se trata de la confirmación y continuidad de la línea acordada hace cinco años en cuanto a la actualización de nuestro modelo económico y social.

Los cuatro proyectos enumerados que se presentan a este evento son resultado de una elaboración colectiva, con la participación de profesores universitarios, académicos, investigadores de las ciencias económicas y sociales y funcionarios del Gobierno y el Partido.

Para su análisis en las respectivas co­misiones, fueron debatidos en dos plenos del Comité Central del Partido, en los meses de diciembre y enero pasados, proceso que aportó más de 900 opiniones y sugerencias que conllevaron a la elaboración de una nueva versión para someterla al criterio de los delegados al Congreso, en reuniones en todas las provincias, a inicios de marzo, con la contribución de más de 3 500 invitados en representación de los diferentes sectores de la sociedad, incluidos todos los diputados de la Asamblea Nacional, con cuyas intervenciones y propuestas, que superaron la cifra de 8 mil 800, se preparó la versión final.

Es la primera vez que presentamos a un Congreso del Partido el tema de la Conceptualización, que recoge las bases teóricas y las características esenciales del modelo económico y social al que aspiramos como resultado del proceso de actualización.

A lo largo de estos cinco años se elaboraron ocho versiones de la Conceptua­lización que fueron analizadas sucesivamente, primero en las reuniones de la Comisión del Buró Político para el control de la implementación de los acuerdos del 6to. Congreso y posteriormente en el Buró Político y en los plenos del Comité Central, con la participación del Consejo de Ministros.

Por su parte, el proyecto relacionado con las bases del Plan Nacional de De­sarrollo hasta el 2030, es fruto de la labor realizada desde hace cuatro años por académicos y especialistas de los or­ganismos del gobierno y de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo. Aborda un asunto de alcance trascendental, cuya gran complejidad téc­nica no nos permitió llegar al Con­greso con el Plan Nacional de Desarrollo hasta el 2030 terminado, como era el propósito inicial, sino que se presentan sus bases, o sea, la Visión de la Nación y los Ejes y Sectores Estratégicos, lo cual nos proporciona una formidable herramienta para continuar trabajando hasta su conclusión, que esperamos alcanzar en el año 2017.

Hemos concebido que ambos documentos, es decir, la Conceptualización y las bases del Plan Nacional de Desa­rro­llo, luego de su análisis en el Con­greso, sean debatidos democráticamente por la militancia del Partido y la Unión de Jó­venes Comunistas, representantes de las organizaciones de masas y de am­plios sectores de la sociedad, con el propósito de enriquecerlos y perfeccionarlos.

Con ese fin solicitamos al Congreso que faculte al Comité Central que sea electo para introducir las modificaciones que resulten del proceso de consulta y su aprobación definitiva, incluyendo los ajustes pertinentes a los Lineamientos que se aprueben en este evento.

Desde la aprobación de los Linea­mien­tos por el pasado Congreso nos que­daba claro que el proceso de su im­plementación no constituiría un camino fácil, libre de obstáculos y contradicciones, así como que las transformaciones fundamentales requeridas para la actualización del modelo nos tomarían más de un quinquenio. La práctica ha confirmado la justeza de aquella apreciación. Hemos continuado avanzando con paso seguro, sin prisas, pero sin pausas, o sea, con la gradualidad e integralidad necesarias para alcanzar el éxito.

El obstáculo fundamental que hemos enfrentado, tal y como previmos, es el lastre de una mentalidad obsoleta, que conforma una actitud de inercia o de ausencia de confianza en el futuro. No han faltado, como era lógico esperar, sentimientos de nostalgia hacia otros mo­mentos menos complejos del proceso revolucionario, cuando existían la Unión Soviética y el campo socialista. En el otro extremo han estado presentes aspiraciones enmascaradas de restauración del capitalismo como solución a nuestros problemas.

Pese a ello se ha trabajado con sistematicidad e intensidad en la implementación de los Lineamientos, habiéndose implantado totalmente el 21% de los 313 aprobados. Se encuentran en la fase de implementación el 77% de ellos, mientras que no se ha iniciado en el 2%.

Estas cifras no logran mostrar con toda claridad cuánto se ha trabajado y avanzado en el proceso, que no es poco ni mucho menos, y encuentran su reflejo en la aprobación de 130 políticas y la emisión de 344 nuevas normas legales de diferentes rangos, la modificación de 55 y la derogación de 684. Sin embargo, la lenta puesta en práctica de las regulaciones jurídicas y su asimilación, sobre todo, ha dilatado la implantación de las políticas aprobadas.

Como resultado de la labor realizada en la implementación de los lineamientos y las nuevas tareas que se incorporaron al proceso de actualización del modelo económico, se somete a la consideración del Congreso una propuesta actualizada para el período 2016-2021, con un total de 268 lineamientos, de ellos 31 conservan la redacción original, 193 se modifican y se agregan 44 nuevos.

Al valorar el ritmo de las transformaciones en curso, no debe perderse de vista el hecho de que en el caso de Cuba jamás puede permitirse la aplicación de las llamadas “terapias de choque”, frecuentemente empleadas en detrimento de las clases más humildes de la sociedad. Esta premisa, que se corresponde con el principio de que nadie quedará desamparado, condiciona en gran medida la velocidad de la actualización del modelo económico cubano, en lo cual es innegable la influencia de la crisis económica internacional y en particular los efectos del bloqueo económico contra Cuba.

Las fórmulas neoliberales que propugnan la privatización acelerada del patrimonio estatal y de los servicios so­ciales, como la salud, la educación y la seguridad social, nunca serán aplicadas en el socialismo cubano.

Aun con las limitaciones económicas presentes, se han preservado y perfeccionado los servicios sociales a la población cubana en Educación, Salud, Cultura y Deportes y la Seguridad Social. Sin em­bargo, debemos insistir en la necesidad de mejorar sostenidamente su calidad.

Las transformaciones realizadas en el reordenamiento de estos sectores, a pe­sar de las quejas e incomprensiones iniciales que fueron debidamente esclarecidas o realizados los ajustes requeridos, han contribuido a elevar la calidad de los citados servicios con un menor costo presupuestario, lo que se evidencia en los indicadores de salud obtenidos, co­mo es el caso, por sólo mencionar un dato, de la tasa de mortalidad infantil de 4,2 por cada 1 000 nacidos vivos, semejante a la que se obtiene en muy pocos de los países más desarrollados.

El reordenamiento de la red escolar permitió reducir la cantidad de centros y alrededor de 250 000 alumnos internos, mientras que se invirtió la pirámide existente en la formación de técnicos medios y obreros calificados mediante el incremento de la matrícula en la educación técnico-profesional.

Está en marcha un programa de mantenimiento y recuperación de la infraestructura constructiva y el equipamiento del sistema de Educación.

En el sistema nacional de Salud se ha venido ejecutando un conjunto de medidas dirigidas a su reorganización, compactación y regionalización de los servicios, con el objetivo de mejorar el estado de salud de la población, incrementar la calidad y satisfacción del pueblo por los servicios que se le prestan y hacer eficiente y sostenible el sistema, a la vez que se garantiza su desarrollo.

El perfeccionamiento de las estructuras de dirección y el ajuste de las plantillas propició la disminución de 152 000 plazas y la reubicación de más de 20 000 médicos en la actividad asistencial. Estas decisiones, unidas a otras orientadas al uso racional de los recursos, permitieron la reducción del presupuesto asignado a la Salud en más de 2 000 millones de pesos.

De forma paralela, se han presentado dificultades en el suministro a las farmacias de medicamentos importados y de producción nacional y persisten condiciones higiénico-sanitarias que propician la trasmisión de enfermedades infecciosas como el cólera, dengue, chikungunya y últimamente el zika. En la actualidad se acomete el Plan de acción para el enfrentamiento a enfermedades trasmitidas por el mosquito Aedes que no puede verse como una efímera campaña más, sino que debe garantizar su sostenibilidad en el tiempo.

Las decisiones en la economía no pueden, en ningún caso, significar una ruptura con los ideales de igualdad y justicia de la Revolución y mucho menos resquebrajar la unidad de la mayoría del pueblo en torno al Partido. Tampoco se permitirá que como consecuencia de esas medidas se genere inestabilidad e incertidumbre en la población cubana.

Por eso insisto en que se requiere mu­cha sensibilidad e intencionalidad po­lítica para avanzar en la implementación de los Lineamientos. Es preciso asegurar más explicación al pueblo, más disci­plina y exigencia y un mayor y más cercano seguimiento al proceso de cambios. Hay que tener, como ya hemos dicho, los oídos y los pies bien puestos sobre la tierra.

La muestra más elocuente de la complejidad del proceso de implementación radica en la dualidad monetaria y cambiaria, asunto en el que no se ha dejado de trabajar a lo largo de estos años, y cuya solución no quedará para las calendas griegas, ya que aunque no representa la solución mágica a las distorsiones es­tructurales de la economía, significará un impulso fundamental para avanzar en el resto de las tareas de la actualización de nuestro modelo económico.

El ordenamiento monetario del país facilitará crear las condiciones requeridas para superar los nocivos efectos del igualitarismo y hacer realidad el principio socialista que expresa “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”. Con ello será posible rectificar el fenómeno de la llamada “pirámide in­vertida” que no permite retribuir de manera justa el trabajo en función de su cantidad, calidad y complejidad y que el nivel de vida se corresponda con los in­gresos legales de los ciudadanos, generando desmotivación de la fuerza laboral y también en los cuadros, lo cual desestimula su promoción a mayores responsabilidades.

Es propicia la ocasión para ratificar, una vez más, la decisión de garantizar los depósitos bancarios en divisas internacionales, en pesos cubanos convertibles y pesos cubanos, así como el efectivo en poder de la población y las personas jurídicas extranjeras y nacionales.

La empresa estatal socialista, definida como la forma principal de gestión en la economía nacional, se encuentra en una posición desventajosa en comparación con el creciente sector no estatal que se beneficia por trabajar en un circuito monetario basado en la tasa de cambio de 1 X 25, mientras que para ella rige la paridad del CUC con el peso cubano. Esta importante distorsión deberá ser solucionada a la mayor brevedad posible, en el marco de la unificación monetaria y cambiaria.

Esa anomalía sumada al discreto de­sempeño de nuestra economía no ha permitido avanzar sustancialmente en la implementación de los lineamientos vinculados a la eliminación paulatina de las gratuidades indebidas y los subsidios excesivos, teniendo en cuenta que no se ha podido generalizar el incremento de los ingresos de los trabajadores, ni asegurar la oferta estable de determinadas mercancías en el mercado liberado.

A pesar de que se disminuyeron o su­primieron algunos productos de la ca­nasta familiar normada, dígase la famosa libreta de abastecimientos, y se trasladó la venta minorista de estos al mercado liberado a precios no subsidiados, se mantiene un alto nivel de subsidio en una variada gama de productos y servicios básicos.

Por otra parte, el elevado índice de envejecimiento de la población cubana, la cual además migra del campo a las ciudades, se concentra y eleva su nivel de calificación, representa un problema estratégico para el desarrollo, que se origina en la existencia desde hace años de un conjunto de factores socioeconómicos y culturales no fáciles de revertir. Fue elaborada la Política para enfrentar esta situación, definiéndose 76 medidas y 252 acciones, cuya aplicación será gradual dependiendo del desempeño de la economía y los resultados se obtendrán en el largo plazo.

Fue aprobada la Política para la In­versión Extranjera, reconocida como una fuente importante y necesaria para el desarrollo del país y se puso en vigor una nueva Ley en esta materia, la cual a la par de brindar incentivos y seguridad jurídica a los inversionistas, preserva la soberanía nacional, la protección del medio ambiente y el uso racional de los recursos naturales.

Se constituyó la Zona Especial de De­sa­rrollo del Mariel con ventajas adicionales para la atracción de inversionistas nacionales y foráneos, y se aseguró el marco jurídico y la infraestructura necesaria para su asentamiento y despliegue productivo con el objetivo de generar exportaciones, promover la sustitución de importaciones, propiciar la transferencia de tecnologías y habilidades gerenciales de los cuales apenas sabemos nada, generar fuentes de empleo y de financiamiento de largo plazo y conformar la logística que facilite alcanzar altos niveles de eficiencia.

Sin menospreciar en lo más mínimo el obstáculo que en este sentido significa el bloqueo norteamericano y su aplicación extraterritorial, se requiere dejar atrás prejuicios arcaicos respecto a la inversión extranjera y avanzar resueltamente en la preparación, diseño y concreción de nuevos negocios.

El destino de las inversiones se ha mo­dificado sustancialmente, si hace 5 años la esfera productiva y las infraestructuras recibían el 45% de ellas, en el 2015 acumularon el 70%. Asimismo, en el proceso inversionista se ha incrementado el rigor y el control en el cumplimiento de los planes y en sentido general mejoraron sus indicadores, a pesar de que se mantienen no pocas tensiones en los suministros y el aseguramiento de fuerza de trabajo debidamente calificada y mo­tivada, al tiempo que subsiste la improvisación, superficialidad y falta de integralidad a causa de una incorrecta preparación de las obras, lo que conduce a dilatados plazos de ejecución y afectaciones en la calidad de las terminaciones.

En el propósito de fortalecer el papel de la empresa estatal socialista y su autonomía, se ha avanzado en la separación de las funciones estatales de las empresariales, modificándose de manera paulatina las relaciones de los organismos del Gobierno con las empresas, cuyos directivos cuentan hoy con mayores facultades para su gestión.

No obstante, este es un trayecto que no se recorre en un día, semanas o me­ses, sino que madurará a mediano y lar­go plazos en la medida en que se consoliden las condiciones organizativas, la capacitación de los cuadros y se supere el hábito de esperar por instrucciones des­de arriba para actuar en el marco de fa­cultades ya otorgadas, en lugar de promover la iniciativa y el espíritu emprendedor.

Ha continuado al propio tiempo el avance del proceso de perfeccionamiento de los organismos de la Admi­nistra­ción Central del Estado y entidades na­cionales incluyéndose, en una primera etapa, a los organismos globales y de la esfera productiva. Se concluyó el proceso en cuatro de ellos, se extinguieron o fusionaron cuatro y 13 están en la etapa de implantación. Prosigue el trabajo con los organismos vinculados a los principales servicios a la población.

También se encuentra en fase de implementación el experimento que se desarrolla en las provincias de Artemisa y Mayabeque, con vistas a su posterior generalización, que entre otros aspectos persigue la separación de funciones de la dirección de las asambleas del Poder Popular y de los Consejos de Adminis­tra­ción, lo que permite que las asambleas se concentren en la atención directa a los delegados, consejos populares y al trabajo de las Comisiones en su labor de control y fiscalización.

La aplicación del nuevo modelo en las administraciones locales ha conducido a una notable reducción de los cargos de esos órganos en provincia y municipio, sin generar inestabilidad en su funcionamiento, favoreciendo su autoridad para ejercer las funciones estatales asignadas.

Tal y como se expresa en las conclusiones del proyecto de informe sobre los resultados de la implementación de los Lineamientos, han existido insuficiencias y deficiencias por parte de los organismos y entidades, incluyendo la propia Comisión Permanente para la Im­ple­mentación y Desarrollo, ocasionando dilaciones en la aplicación de algunas medidas, la conformación de propuestas que adolecían de falta de integralidad o con una visión limitada, fundamentalmente en lo referido a la valoración de los niveles de riesgo y en la apreciación correcta de los costos y beneficios de determinadas medidas.

También se manifestaron problemas en la conducción y control de las políticas aprobadas y en la divulgación y capacitación a los diferentes niveles de dirección. Sobre todo en este último aspecto de la capacitación de los diferentes niveles de dirección hubo quien se creyó que elaborando un papel y mandándolo de un extremo al otro del país y pidiendo que se lo estudiaran los cuadros ya se resolvía el problema, y cuando fuimos a ver cada uno aplicó la medida a su manera; así sucedió con la Resolución 17 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, en un tema tan importante como ese, sobre el cual haré una breve referencia en el transcurso de este discurso.

En algunos casos ha faltado sentido de la urgencia cuando los efectos en la práctica no han sido los deseados y hasta, en ocasiones, contrarios al espíritu de las medidas adoptadas, lo que se traduce en que al no enfrentar decididamente una desviación cuando todavía es pequeña, luego de su masificación la justa rectificación se convierte en un problema político.

Un ejemplo gráfico de lo anterior lo representa el comportamiento de los precios de los productos agropecuarios con la reaparición del fenómeno de la especulación y el acaparamiento en beneficio de unos pocos y en detrimento de la mayoría de la población.

Aunque comprendemos que el factor primordial en el crecimiento de los precios reside en un nivel de producción que no satisface la demanda y que el avance en esta materia está condicionado por factores objetivos y subjetivos, no podemos quedarnos con los brazos cruzados ante la irritación de los ciudadanos por el manejo inescrupuloso de los precios por parte de intermediarios que solo piensan en ganar cada vez más.

El reconocimiento del mercado en el funcionamiento de la economía socialista no implica que el Partido, el Gobierno y las organizaciones de masas dejen de cumplir su papel en la sociedad de en­frentar cualquier situación que dañe a la población, ni mucho menos decir: “es una cuestión del Gobierno, yo no me puedo meter”. Yo Partido, yo Gobierno, de cualquier nivel, y yo miembro de una organización de masas me metería en cualquier problema injusto que afecte a nuestra población (Aplausos).

Por eso, apenas se produjo la discusión en el Parlamento sobre este tema, que recordarán sobre todo los diputados aquí presentes y que tardamos mucho en reaccionar, apoyé inmediatamente al Segundo Secretario del Partido, compañero Machado Ventura, que salió al combate por todo el país enfrentándose a ese problema (Aplausos).

Y debemos sacar la conclusión de este hecho, como de otros muchos, que lo peor que puede haber, lo peor que puede hacer un revolucionario o una simple persona honesta, comunista o no, es quedarse cruzado de brazos ante un problema. No tenemos derecho, mucho me­nos en los tiempos en que estamos viviendo y en los cambios que estamos introduciendo. Es una experiencia que vale la pena recordar, porque nos la podemos encontrar cientos de veces, por no decir miles de veces, en el cumplimiento de esta gigantesca tarea que estamos elaborando para el mejoramiento de nuestro país y de nuestro socialismo.

La introducción de las reglas de la oferta y la demanda no está reñida con el principio de la planificación. Ambos conceptos pueden convivir y complementarse en beneficio del país, como se ha demostrado exitosamente en los procesos de reforma en China y de renovación en Vietnam, como ellos lo califican. No­sotros le hemos llamado actualización porque no vamos a cambiar el objetivo fundamental de la Revolución.

Positivas son las experiencias obtenidas en algunas provincias con la adopción reciente de una serie de medidas organizativas, entre ellas, el incremento del acopio en interés de asegurar la presencia de productos en los mercados estatales, induciendo la disminución de los precios de oferta y demanda. Este es un asunto que requiere un seguimiento cons­tante por parte de todas las instituciones involucradas.

En medio de estas circunstancias los salarios y pensiones siguen siendo insuficientes para satisfacer las necesidades básicas de la familia cubana. Aunque el salario medio experimentó un crecimiento del 43% en el período 2010-2015, este se concentró en los dos últimos años, a partir de las decisiones adoptadas a favor de los trabajadores de la Salud Pública, la Inversión Extranjera, la esfera del Deporte y por la flexibilización en los sistemas de pago en el sector empresarial. Sin embargo, no ha sido posible extender a la mayoría de las actividades presupuestadas los incrementos salariales previstos en la política aprobada.

La implementación de los nuevos sistemas de pago por resultado establecidos por la Resolución No. 17 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, a la que hice mención hace un instante, si bien influyó en sentido general en la elevación de la motivación de los trabajadores y el aumento de la productividad, que pude precisar personalmente visitando diferentes fábricas y conversando con los trabajadores, cierto es que también se presentaron múltiples deficiencias, originadas en lo fundamental por la inadecuada preparación de condiciones previas, in­cluyendo la capacitación de los directivos empresariales y el seguimiento.

En esta cuestión igualmente se tardó en corregir las incongruencias conceptuales que se pusieron de manifiesto en su aplicación.

Las experiencias nos enseñan que no basta con que los documentos normativos estén bien elaborados, hay que preparar a los ejecutores directos y pasado un tiempo volverles a dar algunos cursillos y controlar cómo están sus conocimientos para la aplicación de estas im­portantes actividades, comprobar su dominio de las regulaciones, exigir con sistematicidad que se cumplan en la práctica las disposiciones y reaccionar oportunamente ante las desviaciones, impidiendo que se conviertan en problemas políticos mayores.

Nuestro Héroe Nacional, José Martí, razonó que “Gobernar es prever”, ¡qué simples palabras, son solo tres! ¿Será posible que a algunos de nuestros funcionarios les sea tan difícil aprenderse esas tres palabras de las enseñanzas martianas? Es decir, “gobernar es prever”. Tenemos que aprender a prever pa­ra evitarnos bastantes problemas. Debo reconocer que en general durante la implementación de los Lineamientos no hemos sido suficientemente previsores ni ágiles para actuar en la corrección de las deficiencias.

Además de no prever, después nos ponemos a pensar cómo resolver el problema que se creó y no tenemos la agilidad necesaria para enfrentar inmediatamente al problema. Estoy hablando con toda crudeza, como corresponde en un congreso de nuestro Partido Co­munista y en todas las reuniones de los comunistas.

Ha proseguido la ampliación del sector no estatal de la economía, en tanto el empleo estatal se reduce del 81,2% en el 2010 a 70,8 en el 2015. Algo más de medio millón de cubanos están registrados como trabajadores por cuenta propia, prestan servicios y generan producciones muy necesarias. Se va conformando una atmósfera que no discrimina ni estigmatiza el trabajo por cuenta propia debidamente autorizado; sin embargo se han presentado manifestaciones de corrupción e ilegalidades, ante las cuales el enfrentamiento ha resultado, una vez más, insuficiente y tardío, como es el caso por ejemplo de conductas evasoras del pago de tributos y el ejercicio ilegal de actividades no permitidas.

Reafirmamos el principio socialista del predominio de la propiedad de todo el pueblo sobre los fundamentales me­dios de producción, así como la necesidad de descargar al Estado de otras actividades no determinantes en el desarrollo de la nación.

Como mismo aspiramos a mayor eficiencia y calidad en la producción y servicios del sector estatal, también favorecemos el éxito de las formas no estatales de gestión, sobre la base, en todos los casos, del estricto cumplimiento de la legislación vigente.

Continúa en fase experimental la crea­ción y funcionamiento de cooperativas de producción no agropecuarias, principalmente en el comercio, la gastronomía, servicios técnicos, pequeña industria y la construcción.

En esta actividad también se han producido algunos logros, pero igualmente se han puesto de manifiesto deficiencias, que parten de la insuficiente preparación y divulgación de la política aprobada y las normativas emitidas -a las que hemos hecho referencia en varias ocasiones en este informe-, inadecuada organización y control de la contabilidad, aumento de los precios y restricciones para acceder a suministros y servicios en el mercado mayorista.

Al propio tiempo ha resultado inapropiada la conducción y control de este experimento por las instancias correspondientes, razón por la que decidimos concentrar el esfuerzo en consolidar las cooperativas ya creadas y avanzar con gradualidad.

En medio de un entorno internacional desfavorable, caracterizado por la crisis económica global iniciada a finales de la década pasada, en el quinquenio 2011-2015 el producto interno bruto de nuestro país creció a una tasa promedio anual del 2,8 %, no suficiente para asegurar la creación de las condiciones productivas y de infraestructura requeridas para avanzar en el desarrollo y mejorar el consumo de la población.

En este complejo contexto se ejecutó un conjunto de acciones enfiladas al sa­neamiento de las finanzas externas del país y en particular el reordenamiento de la deuda, cuestión en la que se han logrado resultados significativos y que, de conjunto con el cumplimiento de los com­pro­misos financieros asumidos, con­tribuye al restablecimiento de la credibilidad in­ternacional de la economía cubana y fa­vorece mayores posibilidades de comercio, in­versiones y financiamiento para el desarrollo.

No podemos retroceder en esta esfera y con ese propósito debemos asegurar un adecuado balance en la toma de créditos y su estructura, el pago de las deudas reordenadas, la deuda corriente y el cumplimiento del plan. Nunca más de­be­mos volver a empeñarnos.
Foto: Juvenal Balán

Por otra parte, se viene introduciendo un conjunto de medidas diseñadas para eliminar trabas que desestimulaban a las diferentes formas productivas de nuestra agricultura, pero no han madurado y el ritmo de crecimiento de la producción agropecuaria todavía no es suficiente, mientras que, como media, cada año el país debió dedicar alrededor de 2 mil millones de dólares a la importación de alimentos, la mitad de los cuales podemos producir en Cuba y hasta exportar los excedentes.

Continúa expandiéndose la exportación de servicios médicos y el turismo, los que aportan más de la mitad de los ingresos en divisas del país, al tiempo que se reduce el peso específico de las exportaciones tradicionales, golpeadas por la caída de sus precios.

Esta realidad corrobora la conveniencia de proseguir diversificando nuestras fuentes de ingreso para no volver jamás a depender de un mercado ni de un producto y desarrollar relaciones comerciales y de cooperación mutuamente ventajosas con todos los países, configurando un adecuado equilibrio en esta esfera.

El innegable prestigio internacional de la medicina cubana, fruto genuino de la Revolución y de los desvelos del compañero Fidel, encierra enormes potencialidades todavía no explotadas en toda su dimensión, como por ejemplo la prestación de servicios médicos a pacientes extranjeros en Cuba, para lo cual se acometen inversiones que en definitiva también reportarán beneficios a la población cubana, que accede gratuitamente a la salud pública.

En cuanto al turismo, en los años transcurridos desde el 6to. Congreso se pusieron en explotación más de 10 900 nuevas habitaciones y se restablecieron otras 7 000, complementándose con el aumento hasta más de 14 000 de las habitaciones que arriendan en CUC los trabajadores por cuenta propia y el despliegue de instalaciones y servicios extrahoteleros, lo que ha permitido proseguir la senda ascendente de esta importante rama de la economía, que posee grandes posibilidades para impulsar el desarrollo de otros sectores y generar encadenamientos productivos.

El programa de inversiones hoteleras en los principales destinos del país marcha a buen ritmo y se retoma la construcción de emblemáticos hoteles de lujo en la capital para enfrentar el déficit habitacional existente. Cada hotel que se inaugura es una fábrica más que ge­nera dentro de nuestras fronteras ingresos de exportación muy necesarios para el país.

El pasado año se sobrepasó por primera vez la cifra de tres millones y medio de visitantes. Se viene consolidando la competitividad del producto turístico cubano en mercados emisores diversificados, sin ignorar las insuficiencias presentes que conspiran contra la calidad de los servicios.

Se vienen conformando condiciones para que en el quinquenio 2016-2020 ob­tengamos resultados superiores y crear en nuestra economía las bases para un desarrollo económico-social sostenible.

En la parte introductoria de este informe explicamos que por primera vez se presenta al máximo evento de nuestro Partido un Proyecto de conceptualización del modelo económico y social cu­bano.

El objetivo principal de este documento es exponer y fundamentar con claridad los rasgos principales del modelo, de modo que sirva de guía teórica y conceptual a la construcción del socialismo en Cuba, en correspondencia con nuestras características y esfuerzos propios, to­mando como base la historia de la na­ción y del proceso revolucionario, la cultura nacional, las condiciones internas y la situación internacional, así como las experiencias de los procesos de desarrollo económico y social socialista en otros países.

Los principios que sustentan la conceptualización parten del legado martiano, el marxismo-leninismo, el pensamiento del Líder Histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, y la propia obra de la Revolución.

Como ya expuse, la complejidad teórica y práctica de este Proyecto y su trascendental repercusión de cara al futuro, aconsejan que no sea aprobado en el marco de este Congreso. En su lugar proponemos a los delegados continuar el debate y adoptar, en principio, ese Pro­yecto para que sirva de base al profundo y democrático proceso de análisis por la militancia del Partido y la Unión de Jó­venes Comunistas, así como por am­plios sectores de nuestra sociedad, con cuyos resultados se presentará a la aprobación definitiva del Comité Cen­tral. O sea, por las razones expuestas, continuar discutiéndolo desde los municipios, y con la participación democrática de todo el Par­tido, la juventud, representantes de las organizaciones de masas, etcétera, con el objetivo de concluir su elaboración y se faculta al Comité Central del Partido para su aprobación. Además, se supone que se presente a la Asamblea Nacional, ór­gano supremo del poder del Estado que es a quien le corresponde darle el valor legal.

Uno de los aspectos novedosos que ha suscitado mayor atención y hasta cierta polémica, es el referido a las relaciones de propiedad, y es lógico que así sea, ya que en dependencia del predominio de una forma de propiedad sobre las demás se determina el régimen social de un país.

En Cuba socialista y soberana la propiedad de todo el pueblo sobre los me­dios fundamentales de producción es y continuará siendo la forma principal de la economía nacional y del sistema so­cioeconómico y por tanto constituye la base del poder real de los trabajadores.

El reconocimiento de la existencia de la propiedad privada ha generado in­quietudes honestas de no pocos de los participantes en las discusiones previas al Congreso, quienes expresaron preocupaciones de que al hacerlo estaríamos dando los primeros pasos hacia la restauración del capitalismo en Cuba. En mi condición de Primer Secretario del Comité Central del Partido estoy en el deber de aseverar que ese no es, en lo más mínimo, el propósito de esta idea conceptual.

Se trata precisamente, compañeras y compañeros, de llamar a las cosas por su nombre y no refugiarnos en ilógicos eufemismos para esconder la realidad. El incremento del trabajo por cuenta propia y la autorización de la contratación de fuerza de trabajo ha conllevado en la práctica a la existencia de medianas, pequeñas y microempresas privadas que hoy funcionan sin la debida personalidad jurídica y se rigen ante la ley por un marco regulatorio diseñado para las personas naturales dedicadas a pequeños negocios que se realizan por el trabajador y su familia.
Foto: Juvenal Balán

El Lineamiento No. 3 aprobado por el 6to. Congreso y que se propone mantener y reforzar en el proyecto actualizado precisa rotundamente que “en las formas de gestión no estatales no se permitirá la concentración de la propiedad”, y se adiciona que “tampoco de la riqueza”; por tanto, la empresa privada actuará en límites bien definidos y constituirá un elemento complementario del entramado económico del país, todo lo cual deberá ser regulado por la Ley.

No somos ingenuos ni ignoramos las aspiraciones de poderosas fuerzas externas que apuestan a lo que llaman el “empoderamiento” de las formas no estatales de gestión, con el fin de generar agentes de cambio en la esperanza de acabar con la Revolución y el socialismo en Cuba por otras vías.

Las cooperativas, el trabajo por cuenta propia y la mediana, pequeña y microempresa privada no son por su esencia antisocialistas ni contrarrevolucionarias y la enorme mayoría de quienes allí laboran son revolucionarios y patriotas que defienden los principios y se benefician de las conquistas de esta Revolución.

El cuarto proyecto de los documentos mencionados que se somete al 7mo. Congreso es el referido al trabajo del Partido en cumplimiento de los objetivos aprobados en su Primera Conferencia Nacional. Sobre el particular considero que han existido progresos en la superación de los métodos y estilos de trabajo que propiciaban la suplantación e interferencia por el Partido de las funciones y decisiones que corresponden al Estado, gobierno e instituciones administrativas. En su lugar se han desarrollado con sistematicidad el ejercicio de la dirección y el control partidista sobre el cumplimiento de los acuerdos del 6to. Congreso, sin dejar de actuar de conjunto con las autoridades en la atención directa de situaciones que afectan a la población como ya señalamos.

La autoridad moral del Partido exige de sus militantes, en particular de quienes ostentan responsabilidades de dirección, ejemplaridad, combatividad, preparación, así como demostradas cualidades éticas, políticas e ideológicas y estrecho y permanente vínculo con las masas.

El Partido ha seguido promoviendo la participación de los colectivos de trabajadores, estudiantes y el pueblo en la ejecución de las políticas y las medidas vinculadas al proceso de actualización del modelo económico, coadyuvando a transformar el actuar de los militantes, núcleos del Partido y cuadros, a partir de nutrirse de modo sistemático de las opiniones y propuestas de las masas.

Igualmente se ha alcanzado un mayor vínculo y atención por el Partido a la Unión de Jóvenes Comunistas, a las or­ganizaciones estudiantiles y los movimientos juveniles, con el objetivo de elevar su protagonismo y desarrollar la la­bor político-ideológica con los militantes y jóvenes, lo que presupone la defensa de su independencia orgánica e incentivar las iniciativas.

Al mismo tiempo el Partido ha priorizado la atención a las organizaciones de masa, que en este período asumieron considerables transformaciones en su quehacer y celebraron sus respectivos congresos, en cuya preparación y de­sarrollo se generó un amplio debate so­bre el funcionamiento de estas organizaciones, el cumplimiento de sus funciones y la labor político-ideológica.

Hemos constatado que ha continuado el estrechamiento de los vínculos del Partido y el resto de nuestros órganos y entidades con las diferentes instituciones, organizaciones religiosas y asociaciones fraternales en las variadas facetas de la vida nacional, lo que ha contribuido a la unidad de los cubanos, creyentes y no creyentes.

Debe tenerse muy en cuenta que en la propia medida en que se avance en la implementación del nuevo modelo, se irá configurando un escenario distinto para la organización partidista, caracterizado por la creciente heterogeneidad de los sectores y grupos en nuestra sociedad, que se origina en la diferenciación de sus ingresos. Todo ello impone el reto de preservar y fortalecer la unidad nacional en circunstancias distintas a las que nos habituamos en etapas anteriores.

El artículo No. 5 de la Constitución de la República consagra al Partido Comu­nista de Cuba como la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia la construcción del socia­lismo.

Los Estatutos de la organización lo definen como fiel continuador del Parti­do Revolucionario Cubano que fundó Martí para dirigir la lucha por la independencia, del primer Partido comunista simbolizado en Carlos Baliño y Julio Antonio Mella y fruto de la fusión voluntaria de las tres organizaciones revolucionarias que protagonizaron la lucha contra la tiranía batistiana.

En Cuba tenemos un Partido único, y a mucha honra, que representa y garantiza la unidad de la nación cubana, arma estratégica principal con que hemos contado para edificar la obra de la Revo­lución y defenderla de todo tipo de amenazas y agresiones. Por ello, no es nada casual que se nos ataque y exija, desde casi todas partes del planeta para debilitarnos, que nos dividamos en varios partidos en nombre de la sacrosanta democracia burguesa. Son conceptos que no deben prestarse a la confusión, ni hoy ni nunca. Si lograran algún día fragmentarnos, sería el comienzo del fin, ¡no olviden nunca esto!, si lograran algún día fragmentarnos sería el comienzo del fin en nuestra patria, de la Revolución, el socialismo y la independencia nacional, forjados con la resistencia y el sacrificio de varias generaciones de cubanos des­de 1868.

Creo que me deben permitir una pequeña anécdota, muy real, que yo la cuento y la disfruto bastante y quisiera compartir con ustedes.

Como es natural, con representantes de diferentes niveles de los Estados Unidos he tenido que discutir y reunirme mucho, y con algunos que sin ser nor­teamericanos, representan a otros países y también a ellos. Cuando hemos entrado a discutir derechos humanos, pues he­mos dicho que estamos dispuestos a discutir sobre todas esas cuestiones… Me han pasado una nota que dice: “Es­tamos en vivo”. Yo creo que lo que estamos es vivos (Risas y aplausos).

Yo disfruto y quiero también que lo disfruten todos los que tienen la amabilidad de vernos en vivo, incluido en el exterior. Hemos dicho que estamos dispuestos a hablar de todos los derechos humanos.

Revisando documentos el otro día sobre los Tratados y Convenciones, en esta materia que nadie los cumple todos, resulta que nosotros somos parte de 44, y los Estados Unidos de solo18. Yo les he dicho que mientras se pretenda seguir politizando los derechos humanos eso no va a caminar; por ejemplo, para nosotros salario igual por igual trabajo, sea hombre o mujer, es un derecho humano. En otros países, entre ellos los Estados Unidos, no lo es, las mujeres ga­nan menos y así se pueden citar decenas de los llamados derechos humanos.

La atención médica gratuita en Cuba es un derecho humano, ¿en cuántos países del mundo lo es? En muchos no es un derecho humano, es un negocio. En nuestro país la educación es gratuita, ¿en cuántos países del mundo la educación es gratuita? Es un negocio también. Es decir, que este tema de los derechos humanos lo discutimos con el que sea y donde sea, y a los que tengan la razón se la daremos.

Lo que más disfruto, hablando de los derechos políticos, es cuando me dicen que en Cuba nada más hay un partido. Y yo les contesto: “Sí, igual que ustedes, tienen un solo partido”, y los norteamericanos me contestan: “No, nosotros tenemos dos.” Y como si yo no lo supiera, me dicen sus nombres: “Demócrata y Repu­blicano.” “Correcto, eso es correcto, eso es igual que si en Cuba tuviéramos dos par­tidos, Fidel dirige uno y yo el otro” (Risas y aplausos).

Seguro que Fidel va a decir: “Yo quiero dirigir el comunista”, yo diré: “Bueno, yo dirigiré el otro, no importa el nombre” (Risas).

Como expresábamos, aquí había tres organizaciones: 26 de Julio, el Partido So­cialista Popular y el Directorio Revo­lucionario 13 de Marzo. Podíamos haber hecho tres partidos; pero todos coincidieron en la necesidad de unirse para hacer un solo partido, y fusionar sus respectivos órganos de prensa, para ser más fuertes; todos sus dirigentes tuvieron una magnífica y decisiva actitud en dar ese paso, ¿por qué vamos a dividirnos ahora? Lo que sí tiene que ser es un partido muy democrático, que es a lo que aspiramos, y que se pueda discutir con profundidad y entera libertad cualquier problema.

La propia CTC, los obreros se tienen que unir para ser más fuertes, en cualquier agencia de prensa occidental que usted lea algo que haga referencia a nuestra Central de Trabajadores, añaden entre paréntesis: única, como si eso fuera un delito.   Ellos quieren modelar al mundo -ya saben a quiénes me refiero: a los Estados Unidos y a todos los que los acompañan-, ajustar al mundo a sus conveniencias, es lo que quieren hacer, y por eso debemos estar alertas hoy más que nunca. Ellos mismos han dicho: 50 años de bloqueo no dio resultado y no pudimos aislar a Cuba, por el contrario, estábamos corriendo el riesgo de quedarnos aislados nosotros en América Latina. Hay que cambiar eso. ¿Y por qué lo van a cambiar?, por otros métodos más difíciles de combatir. De ahí la im­portancia de estas cuestiones que deben estar suficientemente claras en nuestras mentes y en nuestro pueblo.

No es ocioso reiterar que son conceptos que no deben prestarse a la confusión, ni hoy ni nunca. Si lograran algún día fragmentarnos, sería el comienzo del fin en nuestra patria, de la Revolución, el Socialismo y la independencia nacional, forjados con la resistencia y el sacrificio de varias generaciones de cubanos des­de 1868.

La existencia de un partido único presupone estimular el más amplio y sincero intercambio de opiniones, tanto dentro de la organización partidista como en su vínculo en la base con los trabajadores y la población. El Partido está obligado a potenciar y perfeccionar de manera permanente nuestra democracia, para lo cual es imprescindible superar definitivamente la falsa unanimidad, el formalismo y la simulación. El Partido está en el deber de favorecer y garantizar la participación cada vez mayor de la ciudadanía en las decisiones fundamentales de la sociedad. No tenemos ningún miedo a opiniones distintas ni a las discrepancias, pues solo la discusión franca y honesta de las diferencias entre los revolucionarios nos conducirá a las mejores deci­siones.

Sabemos que el Partido y la Re­vo­lución cuentan con el apoyo mayoritario del pueblo, es un hecho que nadie puede negar, no obstante, no ignoramos que en determinados sectores de la población existen manifestaciones de falta de compromiso y desinterés por los asuntos de la vida política y que se mantienen opiniones negativas sobre la ejemplaridad de algunos militantes y cuadros, así como su desvinculación de nuestro pueblo.

Se ha verificado en el período más reciente un crecimiento de las acciones enfiladas a fomentar valores de la sociedad de consumo; la división, la apatía, el desaliento, el desarraigo y la falta de confianza en la dirección de la Revolución y el Partido, sembrando una matriz de opinión que trata de mostrarnos como una sociedad sin futuro.

Se estimula la emigración ilegal y de­sordenada de jóvenes y de especialistas de diversos sectores al amparo de la Ley de Ajuste Cubano, la Política de pies secos-pies mojados y el Programa de parole, o sea, el permiso para residir en los Estados Unidos, otorgado con absoluta rapidez, para nuestros médicos, los que prestan servicios en el exterior, cuestiones a las que me referiré más adelante.

En estas circunstancias se impone fortalecer una labor preventiva inteligente, firme y sistemática y elevar las exigencias y el control por parte de los órganos encargados del enfrentamiento a la subversión político-ideológica, así como levantar la combatividad de los militantes, la vigilancia en los centros de trabajo y la labor ideológica con las nuevas generaciones, potenciando el insustituible papel de la familia y la escuela. Repito: ¡Potenciando el insustituible papel de la familia y la escuela!

Se ha avanzado en las acciones dirigidas a forjar una cultura comunicacional en el país y disminuyeron las manifestaciones de secretismo, sin embargo continúan presentándose vacíos informativos e interpretaciones erróneas a causa de que todavía no es suficiente la divulgación de la marcha del proceso de actualización y la implementación de las políticas aprobadas.

La influencia en nuestra realidad de las complejidades del mundo en que vivimos, la política de hostilidad y acoso, las acciones dirigidas a introducir plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración capitalista apoyadas por una perversa estrategia de subversión político-ideológica que atenta contra las esencias mismas de la Revolución y la cultura cubana, la historia y los valores que en ella se han forjado, la innegable existencia de problemas acumulados en la sociedad, a lo que se suma el propio proceso de implementación de los Li­neamientos y los profundos cambios en que nos encontramos inmersos, así como el nuevo escenario en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, son hechos que imponen elevados desafíos al trabajo ideológico. Esos programas van dirigidos hacia los sectores que el enemigo identifica como los más vulnerables y abarca a los jóvenes, la intelectualidad, los trabajadores asociados a las formas no estatales de gestión y las comunidades con mayores dificultades materiales y económicas.

A la par que salvaguardamos en el pueblo la memoria histórica de la nación y perfeccionamos la labor ideológica di­ferenciada, con especial énfasis hacia a la juventud y la niñez, debemos afianzar entre nosotros la cultura anticapitalista y antiimperialista, combatiendo con argumentos, convicción y firmeza las pretensiones de establecer patrones de la ideología pequeño burguesa caracterizados por el individualismo, el egoísmo, el afán de lucro, la banalidad y la exacerbación del consumismo.

El mejor antídoto contra las políticas de subversión consiste en trabajar con integralidad y sin improvisación, hacer bien las cosas, mejorar la calidad en los servicios a la población, no dejar acumular problemas, reforzar el conocimiento de la historia de Cuba, la identidad y cultura nacionales, enaltecer el orgullo de ser cubano y propagar en el país un ambiente de legalidad, defensa del patrimonio público, de respeto a la dignidad de las personas, los valores y la disciplina social.

El desarrollo de la economía nacional, junto a la lucha por la paz y la firmeza ideológica, constituyen las principales misiones del Partido. La economía sigue siendo la asignatura pendiente fundamental y la labor político-ideológica es un asunto permanente vinculado íntimamente con la batalla económica, pues asegura la participación consciente, activa y comprometida de la mayoría de la población en el proceso de actualización del modelo económico y social.

En materia de la política de cuadros también se avanzó, aunque no nos da­mos por satisfechos. Se han dado pasos importantes en la preparación y recalificación de los cuadros partidistas, estatales, gubernamentales y empresariales, aunque se requiere insistir en la preparación específica para el desempeño de los cargos asignados.

No desconocemos la influencia negativa que representan en esta esfera factores objetivos y subjetivos, como el ya mencionado fenómeno de la pirámide invertida, que favorecen la fluctuación de los cuadros y la falta de motivación para comprometerse con las misiones encomendadas.

Grandes potencialidades se pierden a causa del inadecuado trabajo con las reservas de cuadros y por la débil influencia de los responsables en el proceso de selección y formación de la cantera, lo cual propicia que personas sin compromiso y ética sean promovidos a responsabilidades vinculadas al control y disposición de recursos materiales y financieros, creando el caldo de cultivo para la corrupción y otras ilegalidades e indisciplinas.

Al propio tiempo, se ha incrementado progresiva y sostenidamente la promoción de mujeres, jóvenes, negros y mestizos a cargos de dirección, sobre la base del mérito en su tránsito gradual por diferentes responsabilidades y las condiciones personales. No obstante, tampoco nos sentimos complacidos con los resultados alcanzados porque persisten viejos hábitos y prejuicios que conspiran contra la política de cuadros del Partido.

Deberá proseguirse sin tregua el combate contra cualquier vestigio de racismo que obstaculice o frene el ascenso a cargos de dirección de los negros y mestizos, cuyo peso específico en el total de la población cubana ha seguido elevándose de censo en censo. Para consolidar los resultados en esta importante y justa política de la Revolución, es preciso trabajar con sistematicidad, previsión e intencionalidad. Una cuestión de esta trascendencia no puede quedar a merced de la generación espontánea o la improvisación.

La cantidad de mujeres en cargos decisorios aumentó -poquito, pero au­mentó, en cargos donde se decide, cargos decisorios; es decir que aumentó-, pero las cifras todavía no expresan el potencial de que disponemos, ya que son mujeres el 49 % de la masa de trabajadores en el sector estatal civil y el 66,8 % de la fuerza de mayor calificación técnica y profesional del país. Sin embargo, solo están ocupados por mujeres el 38 % de los cargos en los órganos del Estado, or­ganismos del gobierno, entidades nacionales, Consejos de la Adminis­tración y Organizaciones Superiores de Dirección Empresarial.

Me atengo a la más estricta verdad cuando afirmo, sobre la base de mi experiencia en tantos años de Revolución, que las mujeres, por lo general, son más maduras y mejores administradoras que los hombres. Por ello, aunque reconozco el progreso alcanzado, considero que bajo la dirección del Partido debe proseguir elevándose la promoción de nuestras combativas féminas, especialmente a cargos decisorios en toda la nación.

En el Informe Central al 6to. Congreso me referí a la necesidad de acometer paulatinamente, sin precipitaciones ni im­provisaciones, la creación de una reserva de cuadros debidamente preparados, con suficiente experiencia y madurez para asumir las nuevas y complejas ta­reas de dirección en el Partido, el Estado y el Gobierno. También expresé la conveniencia y necesidad de limitar a un máximo de dos períodos consecutivos de cinco años el desempeño de los cargos políticos y estatales fundamentales que determinará el Comité Central en el caso del Partido y las organizaciones de ma­sas, y nuestro Parlamento en lo que respecta al Estado y el Gobierno.

Considero que en este asunto de significación estratégica también se ha avanzado, si bien los próximos cinco años, por razones obvias, serán definitorios y debemos introducir límites adicionales en la composición de los organismos superiores del Partido, es decir, el Co­mité Central, el Secretariado y el Buró Político, proceso de tránsito que se debe ejecutar y concluir con la celebración del próximo Congreso. Esto es un quinquenio de tránsi­to para no hacer las cosas corriendo, no es quitar a uno para poner a otro que tiene 10 años menos, etcétera. Atrasos tenemos, y lo que queremos hacer, precisamente, es que eso fluya con naturalidad, y debe estar bien precisado en las leyes o regulaciones que se establezcan.

Proponemos establecer 60 años como edad máxima para ingresar al Comité Central del Partido. Se podría establecer en cualquier otro momento también con­tar con suplentes en el Comité Cen­tral más jóvenes, todas esas cosas se pueden hacer, la cuestión es tener un método, un camino, un proyecto para que las cosas nunca nos sorprendan y evolucionen con naturalidad. En este caso, los ingresos deben ser, a partir del futuro con menos de 60 años. No crean algunos que porque no se pueda estar en un nivel de dirección del país ya no puede hacer nada, pero la experiencia de algunos países nos ha demostrado que eso no es positivo nunca, y aunque es un secreto a voces, nunca olviden, ya al final de la etapa de la Unión Soviética, la cual estimamos y queremos como siempre, que en un corto período de tiempo murieron tres primeros secretarios del Comité Central del Partido.

Por eso proponemos establecer 60 años como edad máxima para ingresar al Comité Central y hasta 70 años para de­sempeñar cargos de dirección en el Par­tido, lo cual, sumado a la limitación de hasta dos períodos consecutivos para ocupar responsabilidades políticas, ga­rantizará, desde la base, el rejuvenecimiento sistemático en todo el sistema de cargos partidistas. Y repito, que después se tendrá que regular con precisión, porque habrá quien tenga 75 u 80 años y pueda desempeñar una tarea importante, pero no una actividad de dirigente importante, por razones obvias, y por la propia experiencia con la que les estamos hablando.

Como es lógico, de resultar aprobada esta propuesta por el Congreso, se introducirían las modificaciones correspondientes en los estatutos del Partido. Pensamos que esa misma política debe ser aplicada en las instituciones estatales, gubernamentales y las organizaciones de masas.

En mi caso no es un secreto que en el 2018 concluirá el segundo mandato con­secutivo como Presidente de los Con­sejos de Estado y de Ministros y cederé esas responsabilidades a quien sea elegido.

Estas modificaciones en materia de plazos y edades límites para el desempeño de cargos de dirección, deberán fijarse en la Constitución de la República que nos proponemos reformar en los próximos años, considerando las importantes transformaciones asociadas a la actualización del modelo económico y social y su conceptualización. En la Cons­titu­ción hay que reflejar todo lo que vamos haciendo, en el momento en que ya estén listos los que deban ser recogidos en la misma y, sobre todo, discutidos con la población.

La Constitución vigente, aprobada en referendo popular en 1976, hace 40 años, y reformada parcialmente en 1992 y en el 2002, responde a circunstancias históricas y condiciones económicas y sociales que han ido cambiando con el decursar del tiempo y la propia implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.

El proceso de reforma, que previamente deberá ser aprobado por la Asamblea Nacional, en correspondencia con sus facultades constituyentes, prevé una amplia participación popular, incluyendo la realización de un referendo constitucional.

Esta será una oportunidad para ajustar en nuestra Carta Magna otras cuestiones que requieren de amparo constitucional.

Debo resaltar que en el alcance de estos cambios constitucionales propondremos ratificar el carácter irrevocable del sistema político y social refrendado en la actual Constitución, que incluye el papel dirigente del Partido Comunista de Cuba en nuestra sociedad (Aplausos), y que en la actual Constitución es el artículo 5.

Dedicaré algunas reflexiones al tema de la defensa. Al hacerlo es propicio recordar las palabras de Fidel en el Informe Central al 1er. Congreso cuando expresó: “Mientras exista el imperialismo, el Par­tido, el Estado y el pueblo les prestarán a los servicios de la defensa la máxima atención. La guardia revolucionaria no se descuidará jamás. La historia enseña con demasiada elocuencia que los que olvidan este principio no sobreviven al error”.

La doctrina de la Guerra de todo el Pue­blo constituye el fundamento estratégico de la defensa del país y define que cada cubano conozca y disponga de un medio, un lugar y una forma de lucha contra el enemigo, bajo la dirección del Par­tido, en un sistema político-militar y económico único de preparación y realización de la guerra. Si el agresor intentara ocupar a Cuba tendría que enfrentar a millones de cubanas y cubanos en un mortal avispero, sin frente, retaguardia ni flancos, ni descanso tampoco, día y noche.

Como hacemos cada cuatro años des­de 1980, planificamos desarrollar en no­viembre el Ejercicio Estratégico Bastión 2016 con el objetivo de actualizar y ejercitar a los dirigentes, jefes y órganos de dirección y de mando en la conducción de las acciones previstas en los planes defensivos del país. Esta actividad, como es tradicional, concluirá con la celebración, un fin de semana, de dos días nacionales de la Defensa con masiva participación popular.

Unos días después, el 2 de diciembre, arribaremos al Aniversario 60 del de­sembarco del Granma, fecha que marca la fundación de nuestras Fuerzas Ar­madas Revolucionarias y que conmemoraremos con una Revista Militar de­dicada al compañero Fidel en su 90 cumpleaños (Aplausos prolongados) y a nuestra aguerrida juventud, que participará con un impresionante y compacto bloque que cerrará el desfile, como heredera y continuadora de las glorias combativas del pueblo cubano a lo largo de su historia.

Compañeras y compañeros:

Desde el 6to. Congreso se han producido numerosos acontecimientos y cambios sustanciales en la arena interna­cional.

Han pasado 15 meses desde que anunciamos simultáneamente con el presidente Barack Obama, la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos, sobre la base de la igualdad soberana, la no injerencia en los asuntos internos y el respeto absoluto a nuestra independencia. Horas antes de esa alocución se había cumplido la promesa de Fidel al pueblo al completarse el regreso a la patria de los Cinco Héroes (Aplausos).

Llegamos a ese momento gracias a la heroica resistencia y sacrificios del pueblo cubano y su lealtad a los ideales y principios de la Revolución, que contó con el decisivo apoyo de la solidaridad internacional, puesta de manifiesto en múltiples eventos y en las organizaciones internacionales, en particular las abrumadoras votaciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas contra el bloqueo.

El mapa político de Nuestra América había cambiado bajo el influjo de los avances de las fuerzas políticas de iz­quierda y movimientos populares que contribuyeron al progreso de la integración re­gional, simbolizado en la constitución de la Comunidad de Estados Lati­noa­me­ricanos y Caribeños (CELAC), en diciembre de 2011.

Todo ello había colocado a los Estados Unidos en una situación de aislamiento insostenible en el hemisferio y puso en crisis al llamado sistema interamericano, como se hizo evidente en el reclamo del cese del bloqueo y contra la exclusión de Cuba en la VI Cumbre de las Américas de Cartagena, en el 2012.

Por otra parte, se venían produciendo cambios en la sociedad norteamericana y la emigración cubana a favor de la modificación de la política de Estados Unidos hacia Cuba.

En abril del pasado año, asistimos a la 7ma. Cumbre de las Américas en Pana­má con la frente en alto. No es necesario repetir aquí las consideraciones expuestas en aquella ocasión.

A lo largo del período transcurrido, desde el 17 de diciembre de 2014, se han constatado resultados concretos en el diálogo y la cooperación entre Cuba y Estados Unidos. Sin embargo, el bloqueo económico, comercial y financiero, impuesto hace más de medio siglo, continúa vigente, con incuestionables efectos intimidatorios de alcance extraterritorial, aunque reconocemos la posición del Presidente Obama y altos funcionarios de la administración contra el bloqueo y los repetidos llamados al Congreso en interés de eliminarlo.

Las medidas anunciadas poco antes de su visita a La Habana para introducir algunas modificaciones en la aplicación del bloqueo, a partir de la utilización de facultades ejecutivas son positivas, pero no suficientes.

Como expusimos en el encuentro de ambos presidentes con la prensa, para avanzar hacia la normalización de relaciones deberá eliminarse el bloqueo, que provoca privaciones a nuestra población y constituye el principal obstáculo para el desarrollo económico del país, y devolverse el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval en Guantánamo en contra de la voluntad del gobierno y el pueblo cubanos.

Asimismo, debieran suprimirse los programas dirigidos a cambiar el sistema político, económico y social que escogimos soberanamente, entre otras políticas lesivas aún vigentes.

La política migratoria continúa siendo utilizada como un arma contra la Revo­lución. Se mantienen en vigor la “Ley de ajuste cubano”, la “política de pies secos-pies mojados” y el “Programa de parole para profesionales médicos cubanos”, que estimulan la emigración ilegal e insegura y buscan despojarnos de personal calificado.

Estas prácticas no se corresponden con el declarado cambio de política hacia Cu­ba y generan dificultades a terceros países.

No son pocas las declaraciones de funcionarios del gobierno norteamericano que al reconocer el fracaso de la política contra Cuba no disimulan al afirmar que los propósitos son los mismos y solo se modifican las formas.

Tenemos la voluntad de desarrollar un diálogo respetuoso y construir un nuevo tipo de relación con los Estados Unidos, como la que nunca antes ha existido entre ambos países, porque estamos convencidos de que ello solo puede reportar beneficios mutuos.

No obstante, es preciso reiterar que no debe pretenderse que para lograrlo Cuba renuncie a los principios de la Revo­lu­ción ni realice concesiones inherentes a su soberanía e independencia, ceda en la defensa de sus ideales ni tampoco en el ejercicio de su política exterior, comprometida con las causas justas, la defensa de la autodeterminación de los pueblos y el tradicional apoyo a países hermanos.

Como establece la Constitución de la República, “las relaciones económicas, diplomáticas y políticas con cualquier otro Estado no podrán ser jamás negociadas bajo agresión, amenaza o coerción de una potencia extranjera”.

Es largo y complejo el camino hacia la normalización de los vínculos bilaterales y avanzaremos en la misma medida en que seamos capaces de poner en práctica el arte de la convivencia civilizada o, lo que es lo mismo, aceptar y respetar las diferencias, que son y serán numerosas y profundas; no hacer de ellas el centro de nuestra relación, en su lugar concentrarnos en lo que nos acerca y no en lo que nos separa, promoviendo el beneficio de ambos países.

Las relaciones con los Estados Unidos históricamente han representado un desafío para Cuba, por su permanente pretensión de ejercer su dominación sobre nuestra nación y la determinación de los cubanos de ser libres e independientes, sin importar los peligros a en­frentar ni el precio que tengamos que pagar (Aplausos).

La unidad del pueblo en torno al Par­tido, su profundo patriotismo y cultura política, que nos permitieron enfrentar la política de agresión y hostilidad, servirá de escudo para vencer cualquier intento de socavar el espíritu revolucionario de los cubanos. Este será un reto, en especial para los más jóvenes, a quienes el Partido reconoce como continuadores de la obra revolucionaria y de las convicciones patrióticas de sus abuelos y padres.

Agradecemos el apoyo que durante todos estos años hemos recibido de la comunidad internacional, partidos y movimientos políticos, organizaciones sociales, intelectuales, académicos, religiosos, artistas, líderes sindicales, campesinos y estudiantiles, amigos solidarios que desde todas partes del mundo nos han acompañado en nuestra lucha. Sabemos que podremos seguir contando con ellos en la batalla por construir un mundo mejor. A todos les ratificamos que siempre tendrán el apoyo incondicional y solidario de la Cuba eternamente revolucionaria e internacionalista.

América Latina y el Caribe se encuentran bajo los efectos de una fuerte y     articulada contraofensiva imperialista y oligárquica contra los gobiernos revolucionarios y progresistas, en un contexto complejo, marcado por la desaceleración de la economía, que ha impactado negativamente en la continuidad de las políticas de desarrollo e inclusión social y las conquistas alcanzadas por los sectores populares.

Esa acometida reaccionaria utiliza métodos y tecnologías propias de la nueva doctrina de la guerra no convencional, especialmente en el terreno de la comunicación y la cultura, sin descartar acciones desestabilizadoras y golpistas.

Esta política está dirigida principalmente contra la hermana República Boli­variana de Venezuela y se ha intensificado en los últimos meses en Bolivia, Ecua­dor, Brasil, así como en Nicaragua y El Salvador.

Recientes reveses de gobiernos de izquierda en el hemisferio son utilizados para anunciar el cierre de un ciclo histórico progresista, abrir paso al retorno del neoliberalismo y desmoralizar a las fuerzas y partidos políticos, movimientos so­ciales y clases trabajadoras, lo que deberemos enfrentar con más unidad y ma­yor articulación de las acciones revolucionarias.

Abrigamos la firme convicción de que el pueblo venezolano defenderá el legado del querido compañero Hugo Chávez Frías e impedirá el desmantelamiento de los logros alcanzados. A la Revolución Bo­livariana y Chavista, al Presidente Ma­duro y su gobierno, a la unión cívico-militar del pueblo venezolano, les ratificamos nuestra solidaridad y compromiso y el resuelto rechazo a las pretensiones de aislar a Venezuela mientras se dialoga con Cuba.

Demandamos que se respete la soberanía e independencia de los Estados y cesen los actos de injerencia en sus asuntos internos. Al propio tiempo, reafirmamos el apoyo decidido a todos los gobiernos revolucionarios y progresistas, encabezados por líderes prestigiosos, cuyas políticas económicas y sociales han llevado justicia, dignidad, soberanía y be­ne­ficios tangibles a las grandes mayorías de la región más desigual del planeta.

Se renuevan también los esfuerzos de los Estados Unidos y sus aliados, para so­cavar la unidad y el proceso de integración regional, frustrar el avance de la CELAC, del ALBA, UNASUR y otros, mediante una supuesta reforma del sistema in­teramericano, en particular de la OEA, así como se otorga mayor protagonismo a otros esquemas afines a sus intereses hegemónicos.

No olvidaremos jamás que la OEA-Organización de Estados Americanos, fundada por los Estados Unidos a finales de la mitad del siglo pasado, al inicio de la Guerra Fría- solo ha servido a intereses contrarios a los de nuestra América. Esa organización, justamente calificada como “ministerio de colonias” de Estados Uni­dos por el Canciller de la Dignidad, el compañero Raúl Roa García, fue la que sancionó a Cuba y estuvo dispuesta a dar apoyo y reconocer a un gobierno títere, si se hubiera consolidado la invasión mercenaria de Playa Girón. Es interminable la lista de su accionar contra la naciente Revolución cubana y otros gobiernos revolucionarios y progresistas.

A pesar de que nunca hemos estimulado a otros países para que abandonen dicha organización, sí debo reiterar lo expresado en Brasil hace ya unos años, parafraseando a José Martí, de que antes de que Cuba regrese a la OEA “se unirá el mar del Norte al mar del Sur y nacerá una serpiente de un huevo de águila”.

Es indispensable continuar avanzando en la consolidación de la CELAC como mecanismo de concertación política genuinamente latinoamericano y caribeño, basado en el concepto de la unidad en la diversidad. La Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada por los Jefes de Estado y Gobierno durante la Segunda Cumbre celebrada en La Habana, mantiene plena vigencia y sus principios deben regir las relaciones entre nuestros Estados y también a nivel internacional.

Mantendremos nuestros esfuerzos, como hasta ahora, para alentar el proceso de paz en Colombia.

Es invariable el tradicional apoyo de Cuba a los esfuerzos de la República Argentina para recuperar la soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.

Reafirmamos nuestra solidaridad con el pueblo de Puerto Rico y su aspiración de alcanzar la autodeterminación y la independencia, al igual que rechazamos cualquier forma de colonialismo.

Proseguiremos abogando, actualmente desde la Presidencia de la Aso­cia­ción de Estados del Caribe, por la plena integración regional y la defensa de los legítimos intereses de las naciones caribeñas en materia económica y ambiental y en apo­yo a su justa demanda de com­pen­sación por las terribles consecuencias de la esclavitud y el colonialismo. Seguire­mos otorgando especial prio­ridad a nuestra cooperación con Haití.

Los pueblos hermanos del Tercer Mundo que se esfuerzan por transformar la herencia de siglos de dominación colonial saben que siempre contarán con la solidaridad y apoyo de Cuba y que continuaremos cumpliendo los compromisos de cooperación, sobre la base de compartir lo que tenemos, no lo que nos sobre.

Una confirmación de ello fue la participación heroica del personal médico cubano en la lucha contra el Ébola, que concitó reconocimiento universal.

Seguiremos priorizando el desarrollo multifacético de las relaciones con todos los amigos y socios que nos han acompañado durante estos años y mantendremos el intercambio de experiencias con los partidos y gobiernos de los países socialistas. Al mismo tiempo reiteramos la política de nuestro Partido de desarrollar relaciones con todas las fuerzas y movimientos políticos legítimos independientemente de su signo ideológico.

La próxima firma del Acuerdo de Diá­lo­go Político y Cooperación entre Cuba y la Unión Europea, que entraña la eliminación de la injerencista Posición Co­mún y la positiva evolución de los vínculos bilaterales con sus Estados miembros, son factores que contribuyen a la conformación de un clima propicio para el desarrollo de una interrelación mutuamente ventajosa con este importante bloque de naciones.

A ello se une el reciente acuerdo alcanzado con el Club de París, que permitirá normalizar las relaciones con la comunidad financiera internacional.

La visita a Cuba el pasado año del Papa Francisco, sus prédicas en favor de la paz y la equidad, la erradicación de la pobreza, la defensa del medio ambiente y sus análisis sobre las causas de los principales problemas que afectan a la humanidad contribuyeron al avance de los vínculos entre la Santa Sede y Cuba, en el marco del 80 aniversario de su establecimiento.

El histórico encuentro en La Habana del Papa Francisco y el Patriarca Kirill, el pasado mes de febrero, nos honró profundamente y permitió reiterar el compromiso de Cuba con la preservación de la paz y la promoción del diálogo a nivel internacional.

Son cada vez mayores las amenazas a la paz y la seguridad internacionales que se derivan del intento del imperialismo norteamericano de imponer su posición hegemónica frente a los cambios en el equilibrio mundial, de la filosofía de usurpación y control de recursos naturales estratégicos que se evidencian en el creciente carácter ofensivo y agresivo de la doctrina militar de la OTAN y en la proliferación de guerras no convencionales con el pretexto del enfrentamiento al “terrorismo internacional”; la agudización de sus contradicciones con Rusia y China, y el peligro de un conflicto bélico de dimensiones incalculables en el Me­dio Oriente.

Como advertimos muy tempranamente, la expansión de la OTAN hacia la frontera con Rusia ha provocado graves peligros a la paz y la estabilidad, lo cual se agrava por la aplicación de arbitrarias e injustas sanciones unilaterales contra ese país.

La situación en Siria, a causa de la intervención extranjera, ha tenido un saldo de cientos de miles de vidas y enorme destrucción. Confiamos en la capacidad del pueblo y el gobierno sirios para encontrar una solución pacífica que preserve la independencia y la integridad territorial de esa nación.

Las oleadas de refugiados hacia Eu­ropa conmueven la conciencia de la hu­manidad. Son consecuencia de la intervención foránea, las guerras provocadas desde el exterior y el propio subdesarrollo, poniéndose de manifiesto el doble rasero y la hipocresía en el tratamiento de los derechos humanos, el aumento de la xenofobia, el racismo y la discriminación de los inmigrantes, así como el reforzamiento de fuerzas neofascistas.

Mantenemos nuestra tenaz oposición al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones y del que hemos sido víctimas desde el mismo triunfo de la Re­volución.

Condenamos la ocupación por Israel de los territorios palestinos y de otros países árabes, sin cuya solución no se alcanzará una paz duradera en esa región.

Reiteramos nuestra solidaridad con la República Árabe Saharaui Democrática en la lucha contra la ocupación de su territorio.

La desfavorable situación económica internacional, marcada por el agravamiento de la crisis sistémica mundial, y las tendencias recesivas de las principales economías hacen más vulnerable y precaria la situación de los países del Tercer Mundo; se acentúan la injusticia y la irracionalidad del orden económico internacional que es indispensable sustituir y se pone de manifiesto la necesidad de construir una nueva arquitectura financiera internacional.

Consideramos que mientras ello no ocurra serán inviables los objetivos proclamados en materia de desarrollo sostenible e inclusión social en la Cumbre de las Naciones Unidas para la aprobación de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030.

De igual modo, creemos que el marco de cooperación acordado tras la Cumbre de París sobre el cambio climático continúa siendo limitado por la persistencia e imposición de patrones irracionales de producción y consumo, incompatibles con la preservación de la especie humana. La falta de voluntad política de las naciones industrializadas impide establecer compromisos efectivos en cuanto al financiamiento y la transferencia de tecnología, a tono con el concepto de responsabilidades comunes, pero diferenciadas.

En las complejas circunstancias de nuestra región y del mundo, la política exterior de la Revolución Cubana se mantendrá fiel a los principios originales que hemos defendido en las coyunturas más difíciles y ante las más graves amenazas y desafíos.

Finalmente, compañeras y compañeros, tenemos por delante intensas jornadas de labor en este Congreso, convencidos de que será un evento histórico y fructífero, del cual emanen las direcciones principales de nuestro trabajo en pos de la consecución de una nación soberana, independiente, socialista, próspera y sostenible.

Fuente: http://www.tiempo21.cu/2016/04/17/informe-central-al-7mo-congreso-del-partido-comunista-de-cuba-ii-y-final/

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Authoritarian Politics in the Age of Civic Illiteracy

The dark times that haunt the current age are epitomized in the monsters that have come to rule the United States and who now dominate the major political parties and other commanding political and economic institutions. Their nightmarish reign of misery, violence, and disposability is also evident in their dominance of a formative culture and its attendant cultural apparatuses that produce a vast machinery of manufactured consent. This is a social formation that extends from the mainstream broadcast media and Internet to a print culture, all of which embrace the spectacle of violence, legitimate opinions over facts, and revel in a celebrity and consumer culture of ignorance and theatrics. Under the reign of this normalized ideological architecture of alleged commonsense, literacy is now regarded with disdain, words are reduced to data, and science is confused with pseudo-science.

Thinking is now regarded as an act of stupidity, and ignorance a virtue. All traces of critical thought appear only at the margins of the culture as ignorance becomes the primary organizing principle of American society. For instance, two thirds of the American public believe that creationism should be taught in schools and most of the Republic Party in Congress do not believe that climate change is caused by human activity, making the U.S. the laughing stock of the world. Politicians endlessly lie knowing that the public is addicted to shocks, which allows them to drown in overstimulation and live in an ever-accelerating overflow of information and images. News has become entertainment and echoes reality rather than interrogating it. Unsurprisingly, education in the larger culture has become a disimagination machine, a tool for legitimating ignorance, and it is central to the formation of an authoritarian politics that has gutted any vestige of democracy from the ideology, policies, and institutions that now control American society.

“Obsolete Man” Burgess Meredith, Twilight Zone, 1961. Public Domain.

I am not talking simply about the kind of anti-intellectualism that theorists such a Richard Hofstadter, Ed Herman and Noam Chomsky, and more recently Susan Jacoby have documented, however insightful their analyses might be. I am pointing to a more lethal form of illiteracy that is often ignored. Illiteracy is now a scourge and a political tool designed primarily to make war on language, meaning, thinking, and the capacity for critical thought. Chris Hedges is right in stating that “the emptiness of language is a gift to demagogues and the corporations that saturate the landscape with manipulated images and the idiom of mass culture.”[1]The new form of illiteracy does not simply constitute an absence of learning, ideas, or knowledge. Nor can it be solely attributed to what has been called the “smartphone society.”[2] On the contrary, it is a willful practice and goal used to actively depoliticize people and make them complicit with the forces that impose misery and suffering upon their lives.

Manufactured Illiteracy, Consumer Fantasies, and the Repression of the Population.

Gore Vidal once called America the United States of Amnesia. The title should be extended to the United States of Amnesia and Willful Illiteracy. Illiteracy no longer simply marks populations immersed in poverty with little access to quality education; nor does it only suggest the lack of proficient skills enabling people to read and write with a degree of understanding and fluency. More profoundly, illiteracy is also about what it means not to be able to act from a position of thoughtfulness, informed judgment, and critical agency. Illiteracy has become a form of political repression that discourages a culture of questioning, renders agency as an act of intervention inoperable, and restages power as a mode of domination. It is precisely this mode of illiteracy that now constitutes the modus operandi of a society that both privatizes and kills the imagination by poisoning it with falsehoods, consumer fantasies, data loops, and the need for instant gratification. This is a mode of manufactured illiteracy and education that has no language for relating the self to public life, social responsibility or the demands of citizenship. It is important to recognize that the rise of this new mode of illiteracy is not simply about the failure of public and higher education to create critical and active citizens; it is about a society that eliminates those public spheres that make thinking possible while imposing a culture of fear in which there is the looming threat that anyone who holds power accountable will be punished. At stake here is not only the crisis of a democratic society, but a crisis of memory, ethics, and agency.

Evidence of such a repressive policy is visible in the growth of the surveillance state, the suppression of dissent, especially among Black youth, the elimination of tenure in states such as Wisconsin, the rise of the punishing state, and the militarization of the police. It is also evident in the demonization, punishing, and war waged by the Obama administration on whistleblowers such as Edward Snowden, Chelsea Manning, and Jeffrey Sterling, among others. Any viable attempt at developing a radical politics must begin to address the role of education and civic literacy and what I have termed public pedagogy as central not only to politics itself but also to the creation of subjects capable of becoming individual and social agents willing to struggle against injustices and fight to reclaim and develop those institutions crucial to the functioning and promises of a substantive democracy. One place to begin to think through such a project is by addressing the meaning and role of pedagogy as part of the broader struggle for and practice of freedom.

The reach of pedagogy extends from schools to diverse cultural apparatuses such as the mainstream media, alternative screen cultures, and the expanding digital screen culture. Far more than a teaching method, pedagogy is a moral and political practice actively involved not only in the production of knowledge, skills, and values but also in the construction of identities, modes of identification, and forms of individual and social agency. Accordingly, pedagogy is at the heart of any understanding of politics and the ideological scaffolding of those framing mechanisms that mediate our everyday lives.   Across the globe, the forces of free-market fundamentalism are using the educational force of the wider culture and the takeover of public and higher education both to reproduce the culture of business and to wage an assault on the historically guaranteed social provisions and civil rights provided by the welfare state, public schools, unions, women’s reproductive rights, and civil liberties, among others, all the while undercutting public faith in the defining institutions of democracy.

As market mentalities and moralities tighten their grip on all aspects of society, democratic institutions and public spheres are being downsized, if not altogether disappearing. As these institutions vanish—from public schools and alternative media to health care centers– there is also a serious erosion of the discourses of community, justice, equality, public values, and the common good. This grim reality has been called by Alex Honneth a “failed sociality”– a failure in the power of the civic imagination, political will, and open democracy. It is also part of a politics that strips the social of any democratic ideals and undermines any understanding of education as a public good and pedagogy as an empowering practice, a practice which acts directly upon the conditions which bear down on our lives in order to change them when necessary.

George Carlin on government

One of the challenges facing the current generation of educators, students, progressives, and other cultural workers is the need to address the role they might play in educating students to be critically engaged agents, attentive to addressing important social issues and being alert to the responsibility of deepening and expanding the meaning and practices of a vibrant democracy. At the heart of such a challenge is the question of what education should accomplish not simply in a democracy but at a historical moment when the United States is about to slip into the dark night of authoritarianism. What work do educators have to do to create the economic, political, and ethical conditions necessary to endow young people and the general public with the capacities to think, question, doubt, imagine the unimaginable, and defend education as essential for inspiring and energizing the citizens necessary for the existence of a robust democracy? In a world in which there is an increasing abandonment of egalitarian and democratic impulses, what will it take to educate young people and the broader polity to challenge authority and hold power accountable?

What role might education and critical pedagogy have in a society in which the social has been individualized, emotional life collapses into the therapeutic, and education is reduced to either a private affair or a kind of algorithmic mode of regulation in which everything is reduced to a desired outcome. What role can education play to challenge the deadly neoliberal claim that all problems are individual, regardless of whether the roots of such problems like in larger systemic forces. In a culture drowning in a new love affair with instrumental rationality, it is not surprising that values that are not measurable– compassion, vision, the imagination, trust, solidarity, care for the other, and a passion for justice—withers.

A middle school in Lawton, OK. Local News.

Given the crisis of education, agency, and memory that haunts the current historical conjuncture, the left and other progressives need a new language for addressing the changing contexts and issues facing a world in which there is an unprecedented convergence of resources–financial, cultural, political, economic, scientific, military, and technological– increasingly used to exercise powerful and diverse forms of control and domination. Such a language needs to be political without being dogmatic and needs to recognize that pedagogy is always political because it is connected to the acquisition of agency. In this instance, making the pedagogical political means being vigilant about “that very moment in which identities are being produced and groups are being constituted, or objects are being created.”[3] At the same time it means progressives need to be attentive to those practice in which critical modes of agency and particular identities are being denied. It also means developing a comprehensive understanding of politics, one that should begin with the call to reroute single issue politics into a mass social movement under the banner of a defense of the public good, the commons, and a global democracy.

In part, this suggests developing pedagogical practices that not only inspire and energize people but are also capable of challenging the growing number of anti-democratic practices and policies under the global tyranny of casino capitalism. Such a vision suggests resurrecting a radical democratic project that provides the basis for imagining a life beyond a social order immersed in massive inequality, endless assaults on the environment, and elevates war and militarization to the highest and most sanctified national ideals. Under such circumstances, education becomes more than an obsession with accountability schemes, an audit culture, market values, and an unreflective immersion in the crude empiricism of a data-obsessed market-driven society. In addition, it rejects the notion that all levels of schooling can be reduced to sites for training students for the workforce and that the culture of public and higher education is synonymous with the culture of business.

At issue here is the need for progressives to recognize the power of education in creating the formative cultures necessary to both challenge the various threats being mobilized against the ideas of justice and democracy while also fighting for those public spheres, ideals, values, and policies that offer alternative modes of identity, thinking, social relations, and politics. But embracing the dictates of a making education meaningful in order to make it critical and transformative also means recognizing that cultural apparatuses such as the mainstream media and Hollywood films are teaching machines and not simply sources of information and entertainment. Such sites should be spheres of struggle removed from the control of the financial elite and corporations who use them as propaganda and disimagination machines.

Central to any viable notion that what makes pedagogy critical is, in part, the recognition that it is a moral and political practice that is always implicated in power relations because it narrates particular versions and visions of civic life, community, the future, and how we might construct representations of ourselves, others, and our physical and social environment. It is in this respect that any discussion of pedagogy must be attentive to how pedagogical practices work in a variety of sites to produce particular ways in which identity, place, worth, and above all value are organized and contribute to producing a formative culture capable of sustaining a vibrant democracy.[4]

In this instance, pedagogy as the practice of freedom emphasizes critical reflection, bridging the gap between learning and everyday life, understanding the connection between power and difficult knowledge, and extending democratic rights and identities by using the resources of history and theory. However, among many educators, progressives, and social theorists, there is a widespread refusal to recognize that this form of education not only takes place in schools, but is also part of what can be called the educative nature of the culture. At the core of analysing and engaging culture as a pedagogical practice are fundamental questions about the educative nature of the culture, what it means to engage common sense as a way to shape and influence popular opinion, and how diverse educational practices in multiple sites can be used to challenge the vocabularies, practices, and values of the oppressive forces that at work under neoliberal regimes of power.

There is an urgent political need for the American public to understand what it means for an authoritarian society to both weaponize and trivialize the discourse, vocabularies, images, and aural means of communication in a society. How is language used to relegate citizenship to the singular pursuit of cravenly self-interests, legitimate shopping as the ultimate expression of one’s identity, portray essential public services as reinforcing and weakening any viable sense of individual responsibility, and, among other, instances, using the language of war and militarization to describe a vast array of problems we face as a nation. War has become an addiction, the war on terror a Pavlovian stimulant for control, and shared fears one of the few discourses available for defining any vestige of solidarity.

Such falsehoods are now part of the reigning neoliberal ideology proving once again that pedagogy is central to politics itself because it is about changing the way people see things, recognizing that politics is educative and that domination resided not simply in repressive economic structures but also in the realm of ideas, beliefs, and modes of persuasion. Just as I would argue that pedagogy has to be made meaningful in order to be made critical and transformative, I think it is fair to argue that there is no politics without a pedagogy of identification; that is, people have to invest something of themselves in how they are addressed or recognize that any mode of education, argument, idea, or pedagogy has to speak to their condition and provide a moment of recognition.

Lacking this understanding, pedagogy all too easily becomes a form of symbolic and intellectual violence, one that assaults rather than educates. Another example can be seen in the forms of high stakes testing and empirically driven teaching that dominate public schooling in the United States, which amounts to pedagogies of repression which serve primarily to numb the mind and produce what might be called dead zones of the imagination. These are pedagogies that are largely disciplinary and have little regard for contexts, history, making knowledge meaningful, or expanding what it means for students to be critically engaged agents.

The fundamental challenge facing educators within the current age of neoliberalism, militarism, and religious fundamentalism is to provide the conditions for students to address how knowledge is related to the power of both self-definition and social agency. In part, this suggests providing students with the skills, ideas, values, and authority necessary for them to nourish a substantive democracy, recognize anti-democratic forms of power, and to fight deeply rooted injustices in a society and world founded on systemic economic, racial, and gendered inequalities. A as Hannah Arendt, once argued in “The Crisis of Education,” the centrality of education to politics is also manifest in the responsibility for the world that cultural workers have to assume when they engage in pedagogical practices that lie on the side of belief and persuasion, especially when they challenge forms of domination.

Such a project suggests developing a transformative pedagogy–rooted in what might be called a project of resurgent and insurrectional democracy–that relentlessly questions the kinds of labor, practices, and forms of production that are enacted in schools and other sites of education. The project in this sense speaks to the recognition that any pedagogical practice presupposes some notion of the future, prioritises some forms of identification over others, upholds selective modes of social relations, and values some modes of knowing over others (think about how business schools are held in high esteem while schools of education are disdained and even the object in some cases of contempt). Moreover, such a pedagogy does not offer guarantees as much as it recognizes that its own position is grounded in particular modes of authority, values, and ethical principles that must be constantly debated for the ways in which they both open up and close down democratic relations, values, and identities. These are precisely the questions being asked by the Chicago Teachers’ Union in their brave fight to regain some control over both the conditions of their work and their efforts to redefine the meaning of schooling as a democratic public sphere and learning in the interest of economic justice and progressive social change.

Such a project should be principled, relational, contextual, as well as self-reflective and theoretically rigorous. By relational, I mean that the current crisis of schooling must be understood in relation to the broader assault that is being waged against all aspects of democratic public life. At the same time, any critical comprehension of those wider forces that shape public and higher education must also be supplemented by an attentiveness to the historical and conditional nature of pedagogy itself. This suggests that pedagogy can never be treated as a fixed set of principles and practices that can be applied indiscriminately across a variety of pedagogical sites. Pedagogy is not some recipe or methodological fix that can be imposed on all classrooms. On the contrary, it must always be contextually defined, allowing it to respond specifically to the conditions, formations, and problems that arise in various sites in which education takes place. Such a project suggests recasting pedagogy as a practice that is indeterminate, open to constant revision, and constantly in dialogue with its own assumptions.

The notion of a neutral, objective education is an oxymoron. Education and pedagogy do not exist outside of relations of power, values, and politics. Ethics on the pedagogical front demands an openness to the other, a willingness to engage a “politics of possibility” through a continual critical engagement with texts, images, events, and other registers of meaning as they are transformed into pedagogical practices both within and outside of the classroom.   Pedagogy is never innocent and if it is to be understood and problematized as a form of academic labor, cultural workers have the opportunity not only to critically question and register their own subjective involvement in how and what they teach in and out of schools, but also to resist all calls to depoliticize pedagogy through appeals to either scientific objectivity or ideological dogmatism. This suggests the need for educators to rethink the cultural and ideological baggage they bring to each educational encounters; it also highlights the necessity of making educators ethically and politically accountable and self-reflective for the stories they produce, the claims they make upon public memory, and the images of the future they deem legitimate. Understood as a form of militant hope, pedagogy in this sense is not an antidote to politics, a nostalgic yearning for a better time, or for some “inconceivably alternative future.” Instead, it is an “attempt to find a bridge between the present and future in those forces within the present which are potentially able to transform it.”[5]

At the dawn of the 21st century, the notion of the social and the public are not being erased as much as they are being reconstructed under circumstances in which public forums for serious debate, including public education, are being eroded. Reduced either to a crude instrumentalism, business culture, or defined as a purely private right rather than a public good, our major educational apparatuses are removed from the discourse of democracy and civic culture. Under the influence of powerful financial interests, we have witnessed the takeover of public and increasingly higher education and diverse media sites by a corporate logic that both numbs the mind and the soul, emphasizing repressive modes of ideology hat promote winning at all costs, learning how not to question authority, and undermining the hard work of learning how to be thoughtful, critical, and attentive to the power relations that shape everyday life and the larger world. As learning is privatized, depoliticized, and reduced to teaching students how to be good consumers, any viable notions of the social, public values, citizenship, and democracy wither and die.

As a central element of a broad based cultural politics, critical pedagogy, in its various forms, when linked to the ongoing project of democratization can provide opportunities for educators and other cultural workers to redefine and transform the connections among language, desire, meaning, everyday life, and material relations of power as part of a broader social movement to reclaim the promise and possibilities of a democratic public life. Critical pedagogy is dangerous to many people and others because it provides the conditions for students and the wider public to exercise their intellectual capacities, embrace the ethical imagination, hold power accountable, and embrace a sense of social responsibility.

One of the most serious challenges facing teachers, artists, journalists, writers, and other cultural workers is the task of developing a discourse of both critique and possibility. This means developing discourses and pedagogical practices that connect reading the word with reading the world, and doing so in ways that enhance the capacities of young people as critical agents and engaged citizens. In taking up this project, educators and others should attempt to create the conditions that give students the opportunity to become critical and engaged citizens who have the knowledge and courage to struggle in order to make desolation and cynicism unconvincing and hope practical. But raising consciousness is not enough. Students need to be inspired and energized to address important social issues, learning to narrate their private troubles as public issues, and to engage in forms of resistance that are both local and collective, while connecting such struggles to more global issues.

Democracy begins to fail and political life becomes impoverished in the absence of those vital public spheres such as public and higher education in which civic values, public scholarship, and social engagement allow for a more imaginative grasp of a future that takes seriously the demands of justice, equity, and civic courage. Democracy should be a way of thinking about education, one that thrives on connecting equity to excellence, learning to ethics, and agency to the imperatives of social responsibility and the public good. The question regarding what role education should play in democracy becomes all the more urgent at a time when the dark forces of authoritarianism are on the march in the United States. As public values, trust, solidarities, and modes of education are under siege, the discourses of hate, racism, rabid self-interest, and greed are exercising a poisonous influence in American society, most evident in the discourse of the right-wing extremists such as Donald Trump and Ted Cruz, vying for the American presidency. Civic illiteracy collapses opinion and informed arguments, erases collective memory, and becomes complicit with the militarization of both individual, public spaces, and society itself. Under such circumstances, politicians such as Hilary Clinton are labeled as liberals when in reality they are firm advocates for both a toxic militarism and the interests of the financial elites.

All across the country, there are signs of hope. Young people are protesting against student debt; environmentalists are aggressively fighting corporate interests; the Chicago Teachers Union is waging a brave fight against oppressive neoliberal modes of governance; Black youth are bravely resisting and exposing state violence in all of its forms; prison abolitionists are making their voices heard, and once again the threat of a nuclear winter is being widely discussed. In the age of financial and political monsters, neoliberalism has lost its ability to legitimate itself in a warped discourse of freedom and choice. Its poisonous tentacles have put millions out of work, turned many Black communities into war zones, destroyed public education, flagrantly pursued war as the greatest of national ideals, turned the prison system into a default institution for punishing minorities of race and class, pillaged the environment, and blatantly imposed a new mode of racism under the silly notion of a post-racial society.

The extreme violence perpetuated in the daily spectacles of the cultural apparatuses are now becoming more visible in the relations of everyday life making it more difficult for many American to live the lie that they are real and active participants in a democracy. As the lies are exposed, the economic and political crises ushering in authoritarianism are now being matched by a crisis of ideas. If this momentum of growing critique and collective resistance continues, the support we see for Bernie Sanders among young people will be matched by an increase in the growth of other oppositional groups. Groups organized around single issues such as an insurgent labor movements, those groups trying to reclaim public education as a public good, and other emerging movements will come together hopefully, refusing to operate within the parameters of established power while working to create a broad-based social movement. In the merging of the power, culture, new public spheres, new technologies, and old and new social movements, there is a hint of a new collective political sensibility emerging, one that offers a new mode of collective resistance and the possibility of taking democracy off life-support. This is not a struggle over who will be elected the next president or ruling party of the United States, but a struggle over those who are willing to fight for a radical democracy and those who are not. The strong winds of resistance are in the air, rattling established interests, forcing liberals to recognize their complicity with established power, and giving new life the meaning of what it means to fight for a democratic social order in which equity and justice prevail for everyone.

Notes.

[1] Chris Hedges, “The War on Language”, TruthDig, (September 28, 2009)

online at: http://www.truthdig.com/report/item/20090928_the_war_on_language/

[2] Nicole Aschoff, “The Smartphone Society,” Jacobin Magazine, Issue 17, (Spring 2015). Online at: https://www.jacobinmag.com/2015/03/smartphone-usage-technology-aschoff/

[3] Gary Olson and Lynn Worsham, “Staging the Politics of Difference: Homi Bhabha’s Critical Literacy,” Journal of Advanced Composition (1999), pp. 3-35.

[4]. Henry A. Giroux, Education and the Crisis of Public Values, 2nd edition (New York: Peter Lang, 2015).

[5]. Terry Eagleton, The Idea of Culture (Malden, MA: Basil Blackwell, 2000), p.22.

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«Si Aristóteles hubiera guisado mucho más habría escrito»

Tinta Violeta/CEM UCV

albacarosio@gmail.com

 

Esta es la idea que sostiene Sor Juana Inés de la Cruz, luego de permanecer tres meses sin leer, porque sus superiores, consideraron que como mujer y monja no debía estudiar y se lo prohibieron.  Entonces, ella misma nos cuenta, que comenzó a aprender en todas las cosas de la vida cotidiana, y a descubrir los secretos de la naturaleza mientras cocinaba, en la forma en que hierve y cambian los alimentos.

En Nuestra América, del siglo XVII, negado estaba para las mujeres el acceso al conocimiento y a la escuela, la superioridad del hombre sobre la mujer era indiscutible. Familia y maternidad eran destino inexorable, y el convento su única alternativa. La voluntad de saber de Sor Juana sólo entre sus paredes podría tener cabida, por eso escogió el camino religioso. El convento fue para Sor Juana el medio de acceso a los libros, al conocimiento y a la escritura. Prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales: «Vivir sola… no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros», escribió.

Desde allí, como dice Octavio Paz “La palabra de Sor Juana se edifica frente a una prohibición; esa prohibición se sustenta en una ortodoxia, encarnada en una burocracia de prelados y jueces.” Y también es instrumento combativo frente a toda la sociedad que juzga con doble criterio a mujeres y hombres.  Sus redondillas “hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis” es un auténtico documento feminista, que denuncia la hipocresía moral masculina.

Su proyecto de vida fue saber, conocer y defender el derecho de las mujeres a la educación. Rebelde contra el prejuicio de “que las mujeres, que por tan ineptas están tenidas, y que los hombres, que con sólo serlo piensan que son sabios”, muestra la indudable necesidad de educar a las niñas y tener ancianas sabias. Y así lo defendía  con vehemencia. Porque la razón, no tiene sexo, es igual en mujeres y en hombres, y el conocimiento es arma privilegiada de la igualdad. ¿Hoy, en el siglo XXI, el mundo lo tiene claro?

Para mí fue un deslumbramiento porque allí encontré personas que pensaban lo mismo que yo.

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De libros, estantes y otras cosas de mujeres

Es difícil encontrar literatura hecha por mujeres, o  publicaciones de teóricas feministas… de teóricas, no importa si son feministas o no. En general de escritoras, no importa el género literario. Yo tengo años visitando la Feria del Libro de Caracas  y librerías preguntando por libros como los diarios de Anais Nim o el Segundo Sexo de Simone de Beauvoir (este ya lo encontré, nuevo, como quería). Fíjense que son obras reconocidas, no son libros raros precisamente, ni malditos como pueden ser los de Emma Goldman,  y nada, no hay, no los traen, no los re editan. A raíz de esto cultive el extraño hábito de contar las autoras en las estanterías de librerías  y aunque los datos no tienen ningún valor estadístico los voy a compartir con uds.

Mi experiencia de contadora de autoras en estantes de librerías caraqueñas me dice que por cada 10 títulos solo uno es escrito por una mujer, si acaso. Inclusive mi obsesión me llevó a buscar un catálogo de la Editorial  El Perro y la Rana en internet y seguir contando las autoras. Y encontré que de los 703 títulos publicados en ese catálogo, solo 105 eran de autoras, es decir el 15 %, redondeando para arriba. La buena noticia es que Laura Antillano, que me encanta, es de las autoras más publicadas junto con Francesca Gargallo una feminista mexicana.

Pero, por qué las mujeres son menos publicadas… una vieja discusión, cuyas disertaciones van desde la maliciosa idea de que los varones prefieren publicar a varones y que las institucionalidad cultural está en manos suyas. Pasando por el hecho de que la desigual distribución de las responsabilidades de crianza y cuido de la especie sustrae a miles de mujeres la fuerza y el tiempo para la creación y el trabajo  que significa su difusión y distribución, como pasa en otras áreas profesionales, donde se invierten los indices de población femenina que egresa de las universidades y población femenina que se emplea. Hasta llegar a reflexiones profundas sobre lo que la sociedad patriarcal y capitalista considera de valor como para ser difundido, conservado para la posteridad… Quizá no sea una sino, todas las anteriores y algunas razones más.

El conquistar el derecho de las mujeres a escribir y ser leídas no es una batalla sin importancia. El uso de la escritura es uno de los rasgos más distintivos  de eso que llaman lhumanidad.  A través del uso de la palabra escrita se ha definido la humanidad, en los términos que los varones patriarcales han querido. Es así, que lo humano, según la ideología patriarcal y capitalista es lo masculino.

Las mujeres hace muchos años que irrumpieron en el panorama literario y académico, apropiándose de las palabras. Pero, aún falta que la producción salga de los espacios académicos super especializados y se haga común. Que las encontremos en cualquier estante sin tener que hacer un esfuerzo.

En este desenmascarar la exclusión de la interpretación de las mujeres del “logos”, de la palabra en cuanto razonamiento y argumento, se encuentra uno de los frentes de batallas más duros de la revolución. Porque es un frente que se desarrolla en lo más profundo del entendimiento, en eso que es irracional y nadie lo quiere ver como tal. Pero se hacen avances y hay que hablar de estos.

En la reciente filven tuvimos el placer de recibir a dos libros feministas, Waika la respondona de María Centeno y  La Unión Obrera de Flora Tristan con traducción de la peruana Patricia de Sousa.

El primero  tuvo el honor de ser el el libro más buscado en la feria del libro, por suerte lo encontraron. Un libro que tiene el mérito de hacer dos cosas extremadamente difíciles. Una hacer humor y dos hacer humor de una cosa tan seria y académica como solemos ver al pensamiento feminista.  María Centeno ha demostrado que si se puede hablar de cosas serias en la calle, en la casa y quizá hasta en la cama es decir, se puede sacar al feminismo de los pasillos de las universidades, de los círculos ultra especializados… no tiene porque ser un material proscrito.

No hay cosa más difícil que conseguir un libro de Flora Tristán, sus obras son casi exquisiteces. Condenada a pequeños tirajes, fruto de esfuerzos casi titánicos y heroicos, los libro de Tristán siempre son un regalo. La franco peruana precursora no sólo del feminismo sino también, de la organización obrera y el socialismo es siempre reservada a círculos muy cerrados que estudian la obra de Marx. Poco traducida, poco promocionada en el continente es realmente un honor poder contar con su libro más emblemático en las librerías del Sur, editado por la Fundación Editorial El Perro y la Rana.

Ya fuera de la Filven también hay noticias editoriales como es la reciente presentación de La Araña feminista Opina. Una selección de mas de dos cientos artículos publicados en los diarios Correo del Orinoco y Ciudad CCS entre el 2010 y el 2013 por los colectivos de la red La Araña feminista. Este libro que nace, según el prólogo de Genny Lara,  de la manía de aquellas y aquellos que piensan sobre el feminismo está dedicado al Arañero de Sabaneta, un homenaje al primer presidente feminista del continente

La Araña Feminista Opina recogen pensamientos y propuestas elaboradas desde el trabajo de los más de 30 colectivos que se articulan en la red La Araña feminista. En su primer capítulo se expone una genealogía del feminismo venezolano hasta la irrupción de La Araña, seguida de una cronología de las actividades más importantes de la red, incluyendo el nacimiento de La Araña impresa y su equipo editorial.

Luego se reúnen en los 10 capítulos restantes lo que se ha escrito y pensado en la red  sobre el feminismo popular, la crianza, la economía, el trabajo, los derechos sexuales y reproductivos, la violencia de género, el papel de las mujeres en la historia, el socialismo, la revolución y los procesos de lucha nuestroamericanos.

En La Araña Feminista Opina está presente la fuerza de las mujeres asumiendo la  producción de  ideas y reflexiones no como una forma de auto estimulación intelectual sino como una responsabilidad en la apropiación del logos, en crear herramientas para el cuestionamiento a todo nivel de la sociedad capitalista y patriarcal, y de las estructuras culturales que la sustentan.

Por último tenemos que,  se publicó el Nº 41 de la Revista Venezolana de estudios de la mujer, titulado Mujeres, Literatura, Artes y otros lenguajes, una revista donde podrán ampliar más sobre el tema que animó estas pequeñas líneas.

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¡Pintando al Mundo de verde!

¿Cuántos tonos de verde existen en el mundo? La Madre Naturaleza y las cajas de creyones responderían  que hay miles. Sin embargo, por la forma en que el clima está cambiando, pronto podríamos estar coloreando algunas regiones solo en tonos de café y marrones. Por esa razón, debemos conservar nuestro medio ambiente. Pero… ¿quién puede asumir este reto? Bueno, todas esas pequeñas manos que hacen dibujos casi perfectos podrían hacerlo. También podrían crear paisajes de verdad, que se muevan, crezcan y sean capaces de inspirar a más pequeños artistas y ayudarnos a avanzar.

El BID considera que el ‘re’-cambio climático comienza por educar a los más pequeños. Por eso, la iniciativa “Súbete” es clave. Con videos, juegos y fabulosos y divertidos recursos, los educadores podrán motivar a sus estudiantes a que se conviertan en conservacionistas entusiastas, capaces de transformar a sus escuelas en centros ecológicos. Solo así nuestros niños y jóvenes podrán darse cuenta de que cosas pequeñas (como imprimir menos o caminar a la escuela) constituyen un ahorro.También aprenderán las diferencias entre clima y tiempo, así como la importancia de conservar el agua, minimizar los residuos y utilizar fuentes de energía renovables.

A través de actividades prácticas e interactivas, y de la ayuda visual del Kit Verde de herramientas,  los educadores podrán motivar a sus estudiantes a apropiarse y a proteger a su mundo. Estos hábitos se transfieren de la escuela al hogar y a la comunidad. Y, al mismo tiempo, los niños, sin darse cuenta, se convierten en ciudadanos de un mundo en el que cada esfuerzo conlleva a un uso más eficiente de recursos.

Así, ¡si se divierten cuando son pequeños, imagina lo que harán cuando sean grandes! Sólo haz los cálculos. ¡Todas las acciones suman! ENTONCES, ¡EDUQUEMOS A ESTOS JÓVENES PARA QUE SE EMPODEREN! No sólo necesitan paisajes para dibujar y rostros sonrientes para pintar, sino que a través de la formación de una conciencia ambiental, también pueden contribuir a la producción de alimentos saludables, la mejora del saneamiento y a ser personas más productivas. ¡Esto es algo GRANDE!  Y todo debido a que maestros, equipados con herramientas sencillas, han puesto en marcha un aprendizaje divertido.

Haz clic en el video adjunto y descubre cómo puedes contribuir a este movimiento, ¡abraza a nuestra madre naturaleza y sigue pintando al mundo con lápices de color verde!

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