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“Las escuelas públicas fueron abandonadas por el Estado”. Entrevista a Jason Beech

América del sur/Argentina/27 junio 2018/Autor: Pablo Esteban/Fuente: Página 12

El especialista Jason Beech analiza el sistema educativo argentino

Es doctor en Educación (Universidad de Londres) y docente-investigador de Sociología de la Educación. Aquí describe el desguace de las instituciones públicas, debate acerca de la formación docente y descarta el proyecto de la Legislatura porteña para crear la UniCABA.

Todos podríamos coincidir en que la educación es un tema fundamental al que debemos prestarle atención. Aunque nadie sabe muy bien cómo apagar el incendio; en el bazar de las incertidumbres, “los docentes que no están bien formados” y “los pibes que no prestan atención a nada” se llevan la peor parte. El Estado se oculta bajo la sombra de “un problema estructural” de raíces robustas, mientras importa fórmulas de organismos internacionales que fomentan recetas pedagógicas de aires renovados con profesores hipercreativos y receptivos al cambio. En medio de la niebla, algo queda claro: se pretende una escuela a la Finlandia aunque se pagan sueldos a la Argentina. Alumnos, maestros, sindicatos, gobernantes, entidades mundiales, todos –a su modo– condimentan un plato que sabe a poco. ¿Y el pueblo? ¿Le interesa la realidad del sistema educativo? El pueblo es ese colectivo tan sagrado como difuso, acostumbrado a reclamar pero desprovisto del don de la autocrítica.

Jason Beech es doctor en Educación (Universidad de Londres) y docente-investigador de Sociología de la Educación, Educación Comparada y Problemas Educativos Contemporáneos en la Universidad de San Andrés. En esta oportunidad, analiza las políticas educativas actuales, describe el desguace de las instituciones públicas, debate acerca de la formación docente y descarta el proyecto de la legislatura porteña para crear la UniCABA.

–Usted se especializa en sociología de la educación y educación comparada. En concreto, ¿qué le interesa?

–Me interesa el análisis sociológico de las políticas educativas, así como también los vínculos que se pueden trazar entre educación, estratificación social y desigualdad. Todo eso, examinado en un marco de globalización que marca el pulso de las relaciones entre los diferentes países.

–¿Cómo es la educación argentina en comparación a otros países?

–Si bien en el pasado los abordajes vinculados a la educación comparada buscaban describir y evaluar las características de dos sistemas educativos distintos (por ejemplo, entre el argentino y el brasileño), desde hace décadas, los enfoques incorporaron a otros actores de peso internacional cuyo rol es fundamental en la definición de líneas de acción en el área (Unesco, OCDE, Banco Mundial). En siglos precedentes, veíamos cómo Domingo Sarmiento o Pedro Varela (ex presidente de Uruguay) se tomaban barcos para observar cómo trabajaban los educadores en Prusia y Francia. Extraían lo que les gustaba y lo aplicaban en las escuelas de la región. Sin embargo, ese mecanismo tan personalizado y artesanal se transformó con el tiempo. La presencia de organismos internacionales –a partir de la 2° Guerra Mundial, ante la necesidad de resolver conflictos que excedían las fronteras nacionales– abre el juego a una dinámica muy distinta en el campo de las políticas educativas.

–¿Qué características tiene esa dinámica en la actualidad?

–A partir de aquel momento fueron los organismos internacionales los que marcaron y –aún marcan– las reglas del juego. A mediados de siglo XX, representantes de la Unesco analizaron la currícula y los contenidos de los manuales de cada país, en plan de suavizar las relaciones entre las diferentes naciones. Eran épocas en que se debía promover la paz y fomentar una mirada cosmopolita.

–¿Cuáles son los peligros de adoptar programas que se diseñan en otras latitudes?

–Lo que hacen estas agencias internacionales es tomar conceptos e ideas provenientes de la academia, las sobresimplifican y, luego, las venden como recetas a los decisores de las políticas en países como el nuestro. Más allá de que Unesco asuma rasgos más humanistas y el Banco Mundial más economicistas, las estrategias que adoptan son similares. De este modo, cuando se observan las políticas educativas en Latinoamérica puede advertirse de qué manera todos los países hicieron más o menos lo mismo. Luego, vemos cómo los conflictos comienzan cuando esas propuestas generales interactúan con los contextos locales.

–¿Algún ejemplo?

–En los noventa, el mandato era fomentar la autonomía curricular de los docentes. Sin embargo, en Argentina estaban acostumbrados a un plan pedagógico muy prescriptivo, un guion que funcionaba como una normativa que los maestros respetaban al detalle. Entonces, los docentes eran reticentes a la libertad que se les proponía, al tiempo que los sueldos que recibían (y el tiempo del que disponían) no eran suficientes como para estimularlos a preparar sus clases con mayores innovaciones. Como resultado, al no disponer de las guías, comenzaron a emplear los índices de las editoriales privadas.

–De modo que a pesar del mandato de autonomía curricular, los docentes reemplazaron las guías del Estado por las de las editoriales privadas. Cambiaron el patrón pero siguieron obedeciendo.

–Exacto. Y repito: esto no ocurre por una decisión del docente que no quiere mejorar sus clases, sino por condicionamientos de tipo estructural. Cuando lo que prescribe la política pública está tan distante del sitio en el que se va a implementar, se agranda más la brecha que habilita la emergencia de efectos inesperados.

–Por eso es tan importante la intervención estatal en las políticas educativas.

–Más allá de todas las fallas que pueda tener el sistema democrático, siempre voy a preferir que sean los gobernantes, a través del Estado, los que dicten las políticas educativas antes que un puñado de editoriales privadas. En la actualidad, vivimos momentos de incertidumbre muy grandes, no se sabe muy bien qué hay que hacer con la educación.

–Ya que no se sabe muy bien qué hacer con la educación, ¿dónde se debe poner el ojo? Lo más fácil es echarle la culpa a los docentes que no están formados o a los pibes que no prestan atención…

–En las últimas décadas, los sectores medio-bajos han huido de la escuela pública a la privada. No me refiero al quintil más desfavorecido de la escala social, sino a aquellos grupos que, ni bien consiguen una situación favorable, cambian a sus hijos de institución. De este proceso participan múltiples factores: por un lado, hay una noción cultural que señala que lo privado funciona mejor que lo estatal; y por otra parte, algo mucho más preocupante, que las escuelas públicas fueron abandonadas por el Estado. Para colmo, aunque la educación que los pibes reciben en la privada –en muchos casos– no es mejor a la estatal; a los padres les garantiza un escenario muy valioso: abren todos los días y siempre un adulto estará enfrente de sus hijos para darles clases.

–En este sentido, además de su rol educativo, las escuelas funcionan como guarderías.

–Sí, claro. En el último tiempo, también, los docentes debieron parar para discutir el aumento de sueldos y las clases comenzaron tarde. Asimismo, el estado de deterioro de los edificios es preocupante. No hace falta ser un experto en educación para advertir cuán desprotegidos están nuestros colegios públicos, a diferencia de los privados (religiosos) que reciben subsidios muy importantes. Esto no es un problema de falta de presupuesto sino de prioridades en la gestión, es decir, es la culpa de los ministros de educación del pasado y del presente; pero también de la sociedad: cuando a la gente se le pregunta qué es lo que más le preocupa, el sistema educativo no surge como una de las prioridades. La educación es parte del sistema social, de modo que es muy difícil que la exclusión, el aumento de la pobreza y la desigualdad no la perjudiquen.

–¿De qué manera se forma a los docentes? La brecha entre lo que se enseña en los institutos y la realidad de las aulas, a menudo, se vuelve importante.

–Los docentes fueron formados para actuar en contextos que han mutado de una manera abismal en los últimos veinte años y convierten a la educación en una actividad mucho más compleja. La autoridad de los maestros ha mermado y, en simultáneo, los programas de cursada son cada día más ambiciosos ya que se busca que los chicos aprendan educación sexual, vial y tantas cosas más. La escuela pareciera ser un elixir capaz de resolver cualquier problema, aunque nunca se le brindan recursos.

–Por último, he visto su presentación en la legislatura porteña y el rechazo al proyecto de creación de la UniCABA. ¿Por qué sería inviable?

–Por varios motivos. Si quisiera estudiar para ser docente y me mandan a la universidad, quizás preferiría estudiar derecho o arquitectura, así que es una falacia total que se generarían más vocaciones. En efecto, si la idea es jerarquizar la educación y profesionalizarla, la mejor estrategia sería comenzar por pagar bien a sus protagonistas. Estoy de acuerdo en que nuestra formación docente necesita un cambio, pero creer que existe la bala de plata y que el modelo de Singapur solucionará nuestros problemas es erróneo. Si vamos a copiar el modelo de Finlandia, que paguen los salarios que ganan los docentes finlandeses.

Imagen: https://i.ytimg.com/vi/4mMLhrFP5Dk/maxresdefault.jpg

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/118082-las-escuelas-publicas-fueron-abandonadas-por-el-estado

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Entrevista: Roger Schank, “El álgebra es como una religión y no enseña a pensar”

Europa/España/26.06.18/Fuente: el pais.com.

Experto en Inteligencia Artifical y exprofesor en Yale, aboga por un cambio radical en la educación con programas abiertos

Roger Schank (Nueva York, 1946) cree que el actual sistema educativo se creó hace más de un siglo para la élite y los ricos; que se ideó para los intelectuales. Critica que en el instituto se estudie la obra de Cervantes o de Shakespeare que, en su opinión, no ayudan en nada a lo largo de la vida, y no se enseñe a saber buscar un trabajo. Su objetivo es tumbar el actual sistema educativo y construir una escuela online global con más de 500 programas académicos que permitan al alumno escoger lo que le interesa.

Sus palabras no serían tomadas en serio de no ser por los más de 30 años que dedicó a la docencia en universidades como Stanford. Considerado uno de los principales investigadores del mundo en Inteligencia Artificial, fue profesor de Ciencias de la Computación y Psicología en Yale y en los setenta se dedicó a investigar cómo educar a los ordenadores para que se comportasen como humanos. Cuando sus hijos comenzaron la escuela cambió el foco de su trabajo; se dio cuenta de que el verdadero reto era descubrir la mejor fórmula para educar a los humanos. A finales de los ochenta creó el Instituto de Ciencias de la Educación en la Universidad de Northwestern, en Chicago.

Hoy ofrece sistemas alternativos de aprendizaje basados en la enseñanza virtual desde su empresa Socratic Arts y dirige Enginees for Education, una organización sin ánimo de lucro que asesora a los estudiantes en la búsqueda de su vocación.

Pregunta. ¿Cuál es su principal crítica al sistema educativo actual?

Respuesta. La mayoría de la gente cree que las materias que se estudian en el colegio son las que hay que aprender y eso no es así. El programa académico de los institutos en Estados Unidos fue diseñado en 1892 por el entonces presidente de Harvard, Charles Eliot. Escogió biología, química, física, álgebra, trigonometría, geometría, literatura, historia y lengua extranjera. ¿Te resulta familiar? Esos eran los campos que se estudiaban en Harvard y la intención de Eliot era hacer la vida más fácil a los profesores de esa universidad, garantizando que los alumnos que entrasen lo harían con una buena base. Hoy se enseñan más de 150 programas en Harvard pero en los institutos todavía no hay asignaturas de programación o ingeniería medioambiental. ¿Cómo se explica eso?

P. ¿Cree que habría que eliminar contenidos como el álgebra?

R. El álgebra es como una religión, todo el mundo cree que tiene beneficios pero no existe evidencia científica. No te podría decir la cantidad de personas que me han dicho que el álgebra enseña a pensar mejor, cuando no existe ninguna investigación que lo demuestre. Por eso digo que es como una religión; te dicen que Jesús visitó una montaña y, aunque no hay evidencias, la gente lo cree. Una vez terminado el instituto, nadie recuerda esos temas porque son inútiles y el 99% de los adultos nunca los han utilizado. Muchos estudiantes se sienten idiotas por no entender ese tipo de contenidos, genera frustración, hace a la gente llorar e incluso abandonar la escuela.

P. ¿Qué contenidos cree que se deberían enseñar en la escuela?

R. Te tienen que enseñar cómo tener una vida mejor y ser más feliz. Sin embargo, el sistema te dicta erróneamente lo que debes saber. Por poner un ejemplo, estudiar El Quijote en el instituto es un error. No te ayuda ni un segundo en tu vida, más allá de poder mantener una conversación sobre Cervantes. Es un sistema pensado para los intelectuales, pero hoy hacen falta otras competencias, como saber programar o conseguir un trabajo. Es importante ayudar a los niños a descubrir lo que más les gusta y para ello hay que ofrecerles programas abiertos y dejarles que decidan. Si un estudiante quiere ser médico, con programas de realidad virtual se pueden simular operaciones con pacientes reales y así puede descubrir si realmente le apasiona.

P. ¿Cuál es el principal freno para la modernización de la escuela?

El 99% de los adultos no ha usado el álgebra para nada en su vida

R. Siempre digo que todos los problemas de la educación empiezan por p: políticos y padres. Una vez tuve una discusión con el ministro de Educación de Italia porque presumía de ser el único país de Europa que exigía saber latín. Yo le dije que ese era el motivo por el que estaban tan atrasados. Si hablamos de los padres, se echarían a la calle si les decimos que sus hijos ya no van a estudiar trigonometría. Evitan el cambio porque presumen que la escuela que tenemos es la correcta. Que me enseñen la evidencia de que ayuda al mejor desarrollo del cerebro.

P. Universidades como la de TexasRutgers o la de Mondragón en México ya están utilizando sus plataformas online de aprendizaje. ¿En qué se diferencian de la metodología tradicional?

R. Soy psicólogo y he estudiado el funcionamiento de la mente toda mi vida. Los humanos comunican mejor las historias reales, son las que recuerdan, por eso las clases magistrales no funcionan. En las conversaciones reales se toman turnos y cada uno de los participantes no suele hablar más de dos minutos. Eso explica por qué somos capaces de mantener la atención. He analizado cómo funciona el aprendizaje y la base es hacer preguntas, intentar hacer cosas, fallar, pedir ayuda e intentarlo otra vez. Es lo que llamamos learning by doing (aprender haciendo) y es lo que hace mi plataforma; simula experiencias que permiten a la gente practicar, identificar qué hacen mal y corregirlo. Nadie quiere ser enseñado. Los niños aprenden solos, simulan construir ciudades con bloques, imaginan cómo ser padres con muñecos y ocasionalmente piden ayuda. En nuestra plataforma se trabaja por proyectos en lo que llamamos Story Centered Curriculum -programa basado en historias-. Tenemos ya uno de análisis de datos y ahora estamos diseñando otro en ciberseguridad.

P. Critica la fórmula de las universidades y sin embargo trabaja con ellas.

R. Tengo que confesarte que ya no queremos seguir trabajando con universidades porque no quieren romper con lo establecido, quieren continuar con las clases magistrales y los exámenes. Ahora nos interesa más ofrecer los programas directamente a grandes empresas que quieren enseñar a sus empleados a hacer bien su trabajo y ponerse al día con nuevas técnicas de análisis de datos. Esta es mi forma de ganarme la vida, pero mi interés real es destruir el sistema educativo.

P. ¿Cómo casa su forma de pensar con la cantidad de años que dedicó a docencia en universidades de élite como Yale?

R. Cuando llegué a Yale, pensaba que era uno de los mejores lugares del mundo para trabajar. Con los años, renuncié como profesor porque me di cuenta de que estábamos generando un perjuicio intentando ir de algo que no éramos. Un docente de Yale es sobre todo un investigador que publica en revistas científicas y da charlas. Su misión es hacer de los estudiantes futuros investigadores y si ellos no quieren serlo, se equivocaron de universidad. Ellos no saben que están en la mejor escuela, pero de investigación.

El sistema educativo en Estados Unidos se ha arruinado por universidades como Harvard, que recomienda ser muy bueno en materias como álgebra o trigonometría para sus pruebas de admisión, basándose en el programa de 1892. Los institutos mantienen ese programa para intentar generar potenciales alumnos para Harvard. Es una fórmula que hace mucho más fácil cribar entre 30.000 solicitudes anuales, pero está desfasada.

P. ¿Qué le recomendaría a un chaval de 18 años?

R. Que se tome unos años antes de la universidad para descubrir todo lo que no le ha permitido el sistema educativo, para que entienda quién es y qué le gusta. Cuando llegan con 23 o 24 años son mejores estudiantes porque saben por qué están ahí. Mientras tanto, cualquier opción es buena: voluntariados en otro país, trabajo o prácticas. En mi país hablamos de sexo, drogas y rock & roll, eso es lo que les toca a esa edad. ¿Alguien cree que tiene sentido pagar 50.000 dólares de matrícula para hacer eso?

Fuente de la noticia: https://elpais.com/economia/2016/07/26/actualidad/1469530199_692638.html

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Ninguno de los candidatos entiende de educación: Gilberto Guevara

México / 24 de junio de 2018 / Autor: Bertha Becerra / Fuente: El Sol de Puebla

En México, la educación nunca ha sido un tema importante. Ha habido un debate educativo muy pobre, asegura

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Andrew Smart: “Los algoritmos son invenciones culturales: pueden ser más racistas que nosotros”

Entrevista a Andrew Smart

El autor de ‘El arte y la ciencia de no hacer nada’ se pregunta qué podemos entender sobre nuestra conciencia gracias al despertar de la inteligencia artificial

El 16 de abril de 1943, el químico suizo Albert Hofmann se convirtió en el primer hombre en consumir LSD aquella tarde en la que percibió “un flujo continuo de imágenes fantásticas y formas extraordinarias con un juego de colores caleidoscópico”. El 11 de mayo, el ordenador Deep Blue venció en una partida de ajedrez a Gary Kaspárov. Y el 6 de mayo de 2010, el día del “crack relámpago”, el Dow Jones cayó 600 puntos en cinco minutos a causa de un ataque informático. Son tres acontecimientos sin aparente relación que, no obstante, forman parte de la narrativa de ‘Más allá de ceros y unos‘, el último libro del científico e ingeniero Andrew Smart.

En el volumen, el colaborador de la Universidad de York se pregunta acerca del funcionamiento del cerebro humano desde una perspectiva neurológica y filosófica y sobre la posibilidad de que una inteligencia artificial pueda desarrollar una verdadera conciencia; entre nuestro cerebro y el fantasma en la máquina, el LSD se convierte en la bisagra olvidada que nos puede ayudar a entender por fin nuestra subjetividad. Una pregunta pertinente en un momento en los avances en inteligencia artificial nos hacen preguntarnos si en muy poco tiempo no podremos encontrarnos con un robot tan humano como cualquiera de nosotros. Smart no está muy seguro sobre dicha posibilidad, sugiriendo que aunque posible, quizá estemos exagerando las probabilidades.

Pero lo que de verdad interesa a Smart es comprender el funcionamiento de la conciencia humana, mucho más que el producto de un simple órgano gestor de información como la neurociencia actual parece defender. Como él mismo concluye en el libro, no cree “que sea una locura empezar a intentar diseñar ordenadores con el propósito de ofrecerles experiencias psicodélicas, pues es posible que al intentarlo logremos resolver por fin el misterio de la consciencia natural y artificial, y con ello salvar a la raza humana”. ¿De qué? Smart nos da la respuesta a través del correo electrónico.

Asusta que ni siquiera los ingenieros que construyeron esos sistemas puedan explicar cómo funcionan

PREGUNTA. Una idea que se repite en el libro es que estamos aún muy lejos de crear una verdadera inteligencia artificial, y que estamos exagerando las consecuencias negativas de que ello ocurra. Entonces, ¿quién y por qué esta interesado en que pensemos que una inteligencia artificial divina nos gobierne dentro de 30 años?

RESPUESTA. Mi sensación es que la tecnología de aprendizaje de las máquinas está acercándose a lo que los humanos hacen en determinadas áreas, como jugar al Go o reconocer una voz y mantener conversaciones aparentemente humanas. La gente se asusta porque nos estamos acercando al valle inquietante, así que atribuimos poderes mágicos a esos sistemas. Pero es importante recordar que la inteligencia artificial (o el aprendizaje de las máquinas) es una abstracción estadística de unos datos dados. No es más que utilizar una cantidad inimaginable de información con ordenadores súper rápidos y poderosos y algoritmos sofisticados para hacer predicciones cada vez mejores. Por supuesto que asusta que ni siquiera los ingenieros que construyeron esos sistemas puedan explicar cómo funcionan; por ejemplo, el aprendizaje profundo funciona muy bien en ciertas áreas, pero nadie sabe por qué.

La creencia en un Dios de la inteligencia artificial probablemente se deriva de ciertos impulsos religiosos residuales entre algunos grupos de Silicon Valley. Dios, en el sentido religioso, no existe, pero puede que ahora seamos capaces de resucitar (valga la redundancia) esa creencia en fuerzas sobrehumanas. Para mí la idea de una inteligencia artificial divina, como un oráculo que puede predecirlo todo, es ridícula. Es cuestionable si es posible, e incluso si lo es no quiero vivir en un mundo de dioses, sean ordenadores o no. En parte, hablar de dioses de la inteligencia artificial mola en términos de ciencia ficción, y hay mucha gente en Silicon Valley intentando llevar esas fantasías a la vida real.

P. Tendemos a creer a pies juntillas en la metáfora del cerebro como un ordenador. Una vez más, señala que es incorrecto. ¿A quién le conviene? ¿A compañías como Google/Alphabet, que comercian con información?

R. Es cierto que entre la gente que trabaja con la inteligencia artificial hay una visión profundamente arraigada de que el cerebro es, literalmente, un código que ejecuta algoritmos, neuronales en su caso. Intento refutar esta idea en el libro. No estoy seguro de quién puede beneficiarse económicamente de ello, pero es una conjetura popular incluso en la neurociencia –existe un campo llamado neurociencia computacional– que asume que el cerebro es un sistema de ordenador.

El autor, Andrew Smart.
El autor, Andrew Smart.

Esta idea que apenas se ha discutido ha sido reforzada por los recientes avances en inteligencia artificial que han sido inspirados por las teorías sobre el funcionamiento del cerebro. Así que la lógica es la siguiente: desarrollamos algoritmos basados en las teorías del cerebro y funcionan muy bien, así que el cerebro está hecho de algoritmos. En el libro señalo que son modelos. Buenos, pero nada más que modelos. Esto nos lleva al debate filosófico sobre el realismo, y diría que soy un realista científico, pero no entendido como información o algoritmos. Creo que son invenciones culturales: el mundo no está hecho ni de información ni de algoritmos.

P. Al final del libro, recuerda que Google es ya un poco como una inteligencia artificial maligna, al reducir la experiencia humana a algoritmos. ¿Cuál es el peligro de herramientas como esa, ahora y en el futuro?

R. Lo que más asusta es que nuestro comportamiento está influido por nuestras interacciones con los ordenadores en formas de las que no somos conscientes, por lo que los algoritmos se perfeccionan y predicen mejor lo que haremos, lo que nos lleva a hacer aquello que han predicho los algoritmos, y nos empuja a un ciclo de retroalimentación donde nuestra libertad está constreñida a ser consumidores perfectos, clicando en las cosas en las que el sistema quiere que pinchemos. Tengo miedo de que el mundo algorítmico nos haga menos conscientes de nuestras decisiones, y que seamos empujados a patrones predecibles de consumo.

P. ¿Qué piensa de gente como Ray Kurzweil, Sergey Brin, Larry Page o Elon Musk? ¿Creen realmente en lo que dicen sobre el futuro, o simplemente están sirviéndose a sí mismos vendiendo trucos de magia?

R. No creo que crean de verdad en ello; si tienes razón o no, es otra cuestión.

P. Al mismo tiempo, muestra que, al contrario de lo que Kurzweil defiende, hay un gran margen para que ocurran graves errores de funcionamiento en los ordenadores que empleamos, por ejemplo, en el ‘high speed trading‘, que puede tumbar la bolsa en cuestión de segundos. ¿Estamos ciegos ante los problemas a los que podemos enfrentarnos si estos sistemas se viniesen abajo de repente?

R. Sí, es un área de investigación muy activa. Los defensores de la inteligencia artificial piensan que esta corregirá nuestros sesgos y debilidades humanas, pero recientes investigaciones recientes han mostrado que es al revés: el aprendizaje de las máquinas de hecho amplifica nuestros prejuicios. Por ejemplo, en la política predictiva o el sistema de justicia criminal, los algoritmos son más racistas que los policías y jueces humanos. Esto se debe a que los datos que alimentan los algoritmos vienen de informes policiales sesgados, que vigilan especialmente determinados barrios, así que si utilizas dichos datos un algoritmo estadístico preverá que hay más crimen donde hay una mayor presencia policial. Y sí, en términos de sistemas complejos y seguridad, puede haber eventos catastróficos acechando de los que no somos conscientes porque damos por hecho determinadas probabilidades. A medida que somos más dependientes de estos sistemas, más frágil será la economía global.

La creencia de que la naturaleza está formada por información es ideológicamente útil

P. ¿Nos hemos convertido en neoplatónicos que consideran que todo es información? ¿Cuál es el problema con este nuevo paradigma?

R. Científicamente es importante dirigir nuestras conjeturas sobre la naturaleza de la realidad en la dirección correcta, de lo contrario nos perderemos en cuestiones absurdas, por ejemplo, buscando información en el cerebro. El otro problema que veo es que esta creencia de que la naturaleza está formada por información puede funcionar a un nivel ideológico, ya que se supone que todos somos consumidores racionales de información. Esto puede entorpecer los movimientos críticos y la organización social contra el poder del capital. También me resulta interesante la relación entre la información y el capital: nadie piensa que el universo esté formado por capital, y aun así hay una equivalencia entre el capital y la información como ideas abstractas que sin embargo tienen un impacto real en el mundo. ¿Por qué somos tan rápidos al asumir que las cosas están hechas de información, y suena absurdo decir que los átomos son capital?

P. Una de las posibilidades relacionadas con la inteligencia artificial es que terminemos creando algo muy parecido a una conciencia, que hable como una conciencia, se comporte como una conciencia e incluso piense como una conciencia… pero que para nada sea una conciencia. ¿Es imposible saber si hemos creado realmente una conciencia semejante a la humana, o siempre habrá un margen de duda?

R. Es una pregunta muy difícil de contestar pero estoy de acuerdo en que muy pronto tendremos sistemas que no será fácil diferenciarlos de los humanos. No estoy seguro de si habrá un robot humanoide así, pero mientras interactúes con un ordenador, será cada vez más difícil saber si es una persona o una inteligencia artificial. Si no estás seguro, siempre habrá preguntas que solo un humano con cierta experiencia pueda responder. Esta prueba de conciencia subjetiva es muy difícil: por ejemplo, asumimos que todos con los que interactuamos son también conscientes, pero no podemos comprobarlo más que observando un comportamiento que asumimos que el de un humano consciente. Podemos medir toda actividad cerebral relacionada con las distintas etapas de la conciencia; pero incluso en esos casos, no sabemos si “objetivamente” alguien está experimentando algo. Así que una vez los ordenadores comiencen a comportarse de formas cada vez más humanas, ¿cuál es la diferencia? No conozco la respuesta, porque por supuesto, si le preguntas al ordenador si es consciente, te dirá “sí”. Pero a menos que veamos a una persona desmayarse, no le vamos a preguntar “¿estás consciente?”

P. Mientras leía el libro, recordé su anterior trabajo, ‘El arte y la ciencia de no hacer nada‘. Me hizo pensar que quizá no hacer nada, ser un poco vago, puede jugar un papel semejante al del LSD que propone en su libro: ¿podría una inteligencia artificial decidir ser vaga, al igual que los humanos pueden hacerlo? ¿Qué demostraría?

R. Por ahora la inteligencia artificial no tiene sus propios objetivos. La arquitectura de la red neuronal está creada por humanos, así como los datos que los alimentan, y el algoritmo de aprendizaje, y las tareas… y por ahora ninguno ha aprendido a cambiar sus objetivos o su propio algoritmo, pero esto está evolucionando, y probablemente más rápido de lo que algunos creen. Pronto serán capaces de aprender a aprender: es lo conocido como “metaaprendizaje”. Pero no está fuera de nuestras posibilidades que en el futuro cercano un sistema de inteligencia artificial pueda ser capaz de entender algo sobre su proceso de aprendizaje, y entonces darse cuenta que determinadas cosas le pueden ayudar, ¡como descansar! Si esto ocurre, puede ser muy interesante.

Albert Hofmann.
Albert Hofmann.

P. En el libro defiende que el LSD es una herramienta para comprender cómo funcionan nuestra percepción y conciencia (tanto para humanos como para robots). ¿Cuál es el mito más peligroso que existe sobre el LSD?

R. El LSD, junto a la terapia de conversación, tiene un enorme potencial para ayudar a la gente adicta a otras sustancias o al alcohol. Aunque suene paradójico, hay muchas investigaciones sobre esto en los años sesenta que se han perdido a causa de la histeria que existe sobre la droga en EEUU. Así que durante 50 años podríamos haber disfrutado de un tratamiento muy efectivo para la adicción que nadie podía conseguir a causa de esta controversia sobre la droga. Albert Hoffmann terminó decepcionado por lo que ocurrió con el LSD, ya que realmente creía en su potencial terapéutico y creo que tenía razón. Afortunadamente ahora está resurgiendo esta clase de investigaciones.

P. ¿Qué cree que ocurrirá con el LSD en el futuro inmediato? ¿Volverá a ser investigado desde un punto de vista médico? ¿Se convertirá en una forma habitual de conocernos a nosotros mismos en las sociedades occidentales, quizá poniéndose de moda en Silicon Valley?

R. Sinceramente espero que las investigaciones continúen desde un punto de vista médico, y esto está ocurriendo de forma exponencial. Puede llegar a generalizarse. Sin embargo, espero que la cultura cambie para integrar la experiencia del LSD, en lugar de simplemente utilizarlo para ser más productivo como alguna gente hace con las microdosis. Incluso la gente en Silicon Valley se ha dado cuenta de que estamos en crisis y que se necesita una transformación cultural fundamental para atajar el cambio climático, la desigualdad y la fragmentación/polarización. El LSD por supuesto que podría facilitar esta clase de cambio, como empezó a hacer en los años 60, pero hay poderosos intereses que no desean que se produzca una transformación cultural a un mundo más consciente, medioambientalmente viable, igualitario y justo. Como en los 60, podría haber una especie de reacción si comienza a cambiar la cultura. Lo veo como una coproducción: la cultura debe ser receptiva a ser transformada y el LSD puede conseguirlo.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2018-06-21/andrew-smart-robots-psicodelia-conciencia_1581609/

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Venezuela: Mujeres por el #AbortoLegal ejercen derecho de palabra ante la Asamblea Nacional

Mujeres por el #AbortoLegal en Venezuela ejercen derecho de palabra ante la Asamblea Nacional Constituyente.

Habla la referente de La Araña Feminista y de ALBA Movimientos, Daniela “China” Hinojosa

Ver video en cualquiera de estos links:

https://www.pscp.tv/w/1mnxeoMAbpPGX

https://www.pscp.tv/alba_tv/1mnxeoMAbpPGX?t=

https://t.co/XboWuMcHKy

Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/06/20/venezuela/
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«Los alumnos no entienden cómo en el cine ven en 3D y en la escuela siguen usando la tiza»

Entrevista/21 Junio 2018/Autora: Magdalena Cabrera/Fuente: El observador

El consultor en innovación educativa instó a las escuelas a formar personas y no obsesionarse por los contenidos

Xavier Aragay es consultor internacional en innovación de la educación. Llegó a Uruguay invitado por los colegios salesianos, a quienes está liderando en un proceso de innovación. Además, colabora con el movimiento ciudadano Eduy21, que recientemente presentó su proyecto de reforma educativa. En 2010 impulsó en los colegios jesuitas de Barcelona el proyecto Horizonte 2020, una apuesta al cambio sistémico mediante la aplicación de un nuevo proceso de enseñanza – aprendizaje, donde la persona es el centro. En diálogo con El Observador manifestó que «la educación es el ámbito de la sociedad que más tendrá que cambiar» en los próximos años. Para eso invita a imaginar una escuela diferente.
 
¿Cuál es la principal dificultad que se presenta hoy en los sistemas educativos a nivel mundial?
El modelo de enseñar y aprender se diseñó en el siglo XIX: un profesor que se considera que tiene el conocimiento y un alumno que tiene que estar quieto, escuchando, le califican y progresa. Aquel momento era el del enciclopedismo y la industrialización. La escuela nace como una fábrica. El drama es que estamos en 2018, el mundo ha cambiado totalmente, pero el método para transmitir conocimiento no.
¿La educación no se acompasó con el resto de los cambios?
Exacto. Por qué no nos damos cuenta de que la educación es seguramente el ámbito de la sociedad que ha cambiado menos en los últimos cien años y, por tanto, es el que tendrá que cambiar más.
¿Por qué cuesta tanto cambiar la educación? En Uruguay los últimos gobiernos han hecho reformas en la salud, en el sistema tributario. En educación lo prometen, pero no lo hacen.
Es la propia sociedad la que está encasillada en ver la educación de la misma forma, entonces, quién empieza a plantear que la educación debe hacer un cambio. Se necesita un cambio de mirada, no solamente un cambio técnico. Ya no se trata solo de hacer una nueva ley. Con una ley, la educación no va a cambiar. Se necesita un cambio mucho más a fondo porque la educación es un elemento vertebral de la sociedad. Por esta razón, también está cargada de ideología.
En Uruguay en 2008 se aprobó una nueva ley de educación y todo sigue igual.
En España en 30 años se han hecho seis leyes distintas de educación y estamos igual. Es la sociedad la que debe moverse. Aquí también hay un punto de un cierto fariseísmo: decimos que la educación es muy importante, pero después delegamos en los maestros y profesores que resuelvan el tema. Es la sociedad la que debe de involucrarse y decidir qué desea de la educación. En Uruguay, el hecho de que exista Eduy21 ya es una novedad en sí misma. Tener una plataforma cívica al margen de partidos, que son capaces de ponerse de acuerdo y de hacer propuestas, es un buen síntoma porque quiere decir que estamos empezando a ser conscientes del problema que tenemos.
¿Cómo puede hacer el ciudadano común para involucrarse en esto?
En Uruguay ya empieza a haber escuelas que se están planteando cambios, construyendo proyectos pedagógicos y experimentando. Como papá y mamá también puedo ir a la escuela de mi hijo, presionar y preguntar, qué proyectos de innovación tienen. Si un grupo de familias plantea esto, tiene mucho peso. La educación la hemos de cambiar pensando en un niño o niña que este marzo con tres años haya empezado la escuela. Va a salir de la escuela en el 2033 y si va a la universidad, va a terminar en el 2038 y se pondrá a trabajar en el 2040.
¿Cómo se hace para formar para el 2040 en un mundo tan cambiante?
Una cosa muy importante es dejar de obsesionarse por los contenidos. La mitad de los contenidos que le transmitamos a los niños de tres años en los próximos 15 años van a quedar obsoletos. Los contenidos no pueden ser un fin en sí mismo. Han de ser un medio para educar a la persona. La educación del carácter es lo más importante. En la escuela nos dedicamos todo el día a enseñar contenidos y de vez en cuando, nos dedicamos a los valores. Habría que hacer al revés, dedicar los 15 años a construir una persona. Los contenidos son las palancas para llegar a eso. Esta es la verdadera crisis. El verdadero objetivo tiene que ser la persona.
Ud creó una metodología, que tiene como centro a la persona. ¿En qué consiste?
La primera clave para cambiar es imaginar una cosa distinta. No cambiaremos la escuela a base de diagnósticos solamente. El principal problema es qué escuela imaginamos sería posible tener en cinco o diez años. En 2010 junto con ocho escuelas jesuitas de Barcelona presentamos proyecto Horizonte 2020. Tiramos las paredes de las aulas, hicimos grupos grandes, varios profesores dentro, dejamos de trabajar por asignaturas y trabajamos por retos. Ese es uno de los grandes cambios: que el alumno deje de ser un sujeto pasivo y pase a ser un sujeto activo. No es verdad que los jóvenes no quieren aprender. No quieren aprender cómo nosotros queremos enseñarles. Los alumnos no entienden cómo pueden ir al cine y ver en 3D y en la escuela seguimos usando la tiza. Nosotros decidimos acabar con esto.
¿Cómo les fue?
Muy bien. Los alumnos aprenden más y además desarrollan una serie de capacidades personales que con el sistema tradicional no desarrollan. Entre otras cosas, buscamos desarrollar la creatividad. Un niño que hoy tenga tres años va a vivir como 100 años. Va a tener que reinventarse un montón de veces y debo darle herramientas para eso. Si lo formo solamente para que sea contador, dentro de cinco años la inteligencia artificial va a hacer una contabilidad mucho mejor que él.
Fuente: https://www.elobservador.com.uy/los-alumnos-no-entienden-como-el-cine-ven-3d-y-la-escuela-siguen-usando-la-tiza-n1245271
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