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Entrevista a Juliana Martínez Franzoni: Pensar los cuidados en medio de la gran pandemia

Por:  Ailynn Torres Santana

 

La crisis asociada al coronavirus genera el congelamiento de la economía monetaria y la sobreexigencia de la economía no monetaria y doméstica. El covid-19 evidencia la desigualdad en las tareas domésticas entre varones y mujeres y demuestra la falta de sistemas públicos de cuidado. En esta entrevista, Juliana Martínez Franzoni, reconocida académica e intelectual, afirma que es el momento de proponer un nuevo modelo de cuidados para lograr igualdad y justicia.

El covid-19 no es solo una crisis sanitaria, sino que afecta diversos ámbitos de la vida social. ¿Cuál es, según su opinión, el alcance de esta crisis? ¿Qué dimensiones involucra?

Si bien esta crisis empezó siendo sanitaria, rápidamente se volvió social, política y económica. No hay orden de la vida que esta crisis no haya tocado. Es, además, una crisis planetaria cuyos alcances aún no podemos comprender adecuadamente.

Aunque la respuesta inicial a la crisis se produjo a través de los sistemas sanitarios, la única manera de hacerle frente es reduciendo la demanda sobre los hospitales, cortando las cadenas de contagio para que no se desborden. Eso ha llevado al distanciamiento social y al congelamiento de la economía monetaria. Subrayo la palabra «monetaria» porque, por el contrario, la economía no monetaria, la que tiene lugar de manera no remunerada, principalmente en el ámbito doméstico, está a tope y más exigida que nunca.

El congelamiento de las economías monetarias lleva rápidamente a la suspensión de contratos laborales, la reducción de jornadas, la pérdida de la capacidad de la gente de generar ingresos. Esa es una amenaza muy seria a nuestras formas de vida. Estamos lidiando con una situación que implica el virus, pero también el hambre y la posibilidad de estallido social producto de ello. Es una bomba de tiempo que está a la vuelta de la esquina en diferentes lugares del planeta. Me parece sumamente importante tener presente que estamos frente a un triple reto: el virus, el hambre y el estallido social. Eso tiene consecuencias para regímenes democráticos frágiles, como los que tenemos en América Latina.

No todos los países están en el mismo momento en relación con ese triple reto ni tienen las mismas condiciones para afrontarlo. Ecuador es un triste ejemplo de lo que puede suceder si no se actúa rápidamente. No estamos todos en el mismo barco. Hace poco, un usuario colocó una frase interesante al respecto en las redes sociales: «no estamos en el mismo barco, estamos en el mismo mar y hay unas personas en yate, otras personas en bote, otras personas en salvavidas, otras personas nadando con todas sus fuerzas». Y alguien agregaba: «algunas personas están nadando con todas sus fuerzas empujando los botes de otros».

La crisis sanitaria se asienta, por ende, en una tremenda desigualdad previa y la potencia de una manera que todavía no podemos aquilatar. Entre esas desigualdades, la de género y la socioeconómica constituyen clivajes importantes de desigualdad. A ellas se agregan otras muchas desigualdades vinculadas a la etnia o a la migración.

Usted asegura que la economía no monetaria está más exigida que nunca. Ella se realiza, en buena medida, «puertas adentro», en los espacios domésticos, y es un ámbito poco instalado en la conversación política y económica sobre la crisis. ¿Qué está pasando en las familias y, específicamente, qué está pasando con las necesidades de cuidados que habitualmente se satisfacen allí a través del trabajo de las mujeres?

El distanciamiento físico obligatorio y la reclusión en el ámbito doméstico de la ciudadanía genera dos cambios fundamentales. Uno es el desplome de los ingresos y, más aún en los trabajos más precarios e informales. Recordemos que las mujeres se encuentran desproporcionadamente ubicadas en ese tipo de trabajos.

El otro cambio involucra dimensiones de la vida que normalmente tienen lugar fuera del ámbito doméstico, como la escuela, el centro de salud, el apoyo psicológico, la recreación, y que ahora se concentran en ese ámbito doméstico. Eso tiene una implicancia directa en la vida de las mujeres, que están aún más sobrecargadas. Esto no es algo nuevo, sino que se exacerba con el covid-19. Las mujeres hacemos malabarismos trabajando, cuidando, siendo maestras, psicólogas y doctoras. Aunque en el escenario previo las mujeres ya éramos malabaristas, en este momento esa situación se expresa de manera absoluta.

Hace tiempo que, desde una perspectiva feminista, buscamos calcular cuánto se produce de manera no monetaria (no remunerada) como proporción del PIB en los diversos países. Hoy sabemos que el trabajo doméstico y de cuidados que tiene lugar en las familias de forma no remunerada equivale a entre 15% y 25% de todo lo que se produce en una sociedad. El grueso de ese trabajo lo hacemos las mujeres. Por cada punto del PIB que invierte el Estado, las mujeres aportamos una contraparte no monetaria. Por ejemplo: si tienes una escuela pública, alguien tiene que llevar a la niña a la escuela, buscarla, traerla, hacer las tareas con ella y apoyarla. Y si llevas a un niño a la doctora, hay que administrar medicina, tomar la temperatura, etc.

No tenemos la medida de cuánto esta crisis está aumentando ese aporte no monetario fundamental, pero ese trabajo se ha disparado. Tenemos una espiral de demanda de cuidado que se satisface principalmente con el trabajo de mujeres. La economista feminista Nancy Folber decía hace unos días que si los gobiernos se preocuparan por el déficit de cuidado solo una fracción de lo que están preocupados por el déficit fiscal que genera esta crisis, estaríamos en mucha mejor forma para transformar esta situación y para honrar las demandas de cuidado con un esfuerzo más colectivo, más masculinizado y evitando que sean solo las mujeres las que satisfagan esas demandas.

Es necesario que reflexionemos sobre lo que están viviendo las mujeres que antes de la pandemia estaban exigidas y ahora lo están mucho más. Al mismo tiempo, debemos pensar qué está sucediendo con esas mujeres que estaban generando ingresos y que ahora ven desplomadas sus estrategias para ello. Y debemos pensar también qué está pasando con las que están ubicadas en los trabajos de mayor exposición, los ahora considerados servicios esenciales (comercio, supermercados, alimentos, sistema de salud) y tienen que atender muchísimas demandas de cuidado en sus hogares, a la vez que sostener los ingresos en su bolsillo.

Durante el siglo XX se produjo lo que algunos han llamado una revolución silenciosa: la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado. A la vez, se ha dicho que ello no modificó los órdenes familiares, sino que la división sexual del trabajo dentro de los hogares continuó siendo básicamente la misma. ¿Fue así? ¿Esta crisis podría empujar algún cambio dentro de los órdenes familiares?

La brecha de participación en el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado entre hombres y mujeres es de 18 horas semanales. Eso dicen las mediciones de los países que están relativamente mejor, porque son los reportados en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Esa brecha baja a 11 horas en los países del sur de Europa, a seis horas en los países anglosajones y a 3,5 horas en los países nórdicos.

Las mujeres hemos sido muy flexibles para adaptarnos a la jornada laboral remunerada y mantaner el trabajo no remunerado. Sin embargo, el ejercicio de la masculinidad en el ámbito doméstico ha cambiado muy poco. Eso no quiere decir que no haya hombres que lo hagan, sino que el ejercicio de las masculinidades en relación con el trabajo doméstico y de cuidados no ha cambiado lo suficiente para reflejarse en las estadísticas. Es así desde el Río Grande hasta Ushuaia, en todos los regímenes políticos, en Estados de Bienestar fuertes o débiles, y no tiene grandes variaciones en los distintos momentos del ciclo de vida.

El uso del tiempo masculino en el hogar es el recurso más democráticamente repartido en toda la región. Mientras las mujeres mostramos una profunda desigualdad entre nosotras, asociadas a los niveles de educación formal y a los niveles de ingresos (cuanto mayores son, menos horas se emplean en el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado), entre los hombres hay una enorme homogeneidad.

En la década de 1990 perdimos millones de empleos e ingresos masculinos. Mientras los hombres salían de la industria y la agricultura, a las mujeres, sobre todo a las jóvenes, se las contrataba en la maquinaria textil y en los servicios con trabajos precarizados. Hubo una pérdida de la vigencia social y económica del modelo patriarcal tradicional, en el que el hombre ponía el dinero en la mesa y eso significaba un nivel de protección a la familia, aunque fuera desigual. Ese cambio, lejos de implicar un involucramiento de los hombres en el ámbito doméstico, lo que hizo fue agravar los tipos de relaciones patriarcales violentas. Eso se expresa claramente en casos como el de Ciudad Juárez.

Habiendo sido así, ¿por qué tendríamos que esperar un cambio ahora? No podemos esperar que la mera pérdida de vigencia del papel proveedor de los hombres se traduzca en una ampliación de su dimensión cuidadora. Para que eso suceda se requiere una intervención deliberada del Estado y de otros actores de la sociedad, dándole forma, nombrando y creando incentivos para que eso ocurra. Al mismo tiempo, es necesario prevenir los efectos nocivos que puede generar la actual situación.

Las decisiones sobre cómo se enfrenta esta crisis no deberían dejar fuera a las mujeres. A la vez, las enormes demandas y retos que tenemos en materia de cuidado no deberían dejar fuera a los hombres. Se necesitan mensajes más claros y más fuertes que reconcilien masculinidad y cuidado. No podemos esperar que esos cambios se produzcan por generación espontánea. Estamos rodeadas de un tipo de masculinidad altamente «cuidado-dependiente». Estoy hablando de hombres de entre 15 y 60 años que en su cabeza son extremadamente autónomos, pero en su práctica no tienen la posibilidad de resolver cosas básicas para la sostenibilidad de su vida. En un momento de altísima demanda de cuidado, necesitamos tener más manos cuidando. Este es un momento en el que, en nombre de la solidaridad frente a la crisis, podríamos apelar a esa reorganización.

Parte del asunto es acercarse a los cuidados como una invitación a transformarse y a revincularse con muchos aspectos importantes de la vida. Eso podría generar, de hecho, situaciones en las que todos ganan. Lo que no me imagino es que esto ocurra solo de manera espontánea. Se requieren estrategias, políticas, alianzas (ojalá amplias) y demostrar que este tema toca muchas de las causas de la crisis y también muchas de las posibles soluciones.

¿Cómo puede operar el Estado sobre esas desigualdades existentes entre las propias mujeres? ¿Cómo pueden aportar otros actores sociales para paliar esas diferencias?

Las mujeres nunca antes habíamos sido tan desiguales entre nosotras en América Latina. Las brechas entre hombres y mujeres en términos de cuidados atraviesan todas las clases sociales. La violencia de género atraviesa todas las clases sociales. Pero los recursos con que las mujeres contamos para hacerles frente a estos escenarios son marcadamente desiguales. En una crisis como la que estamos atravesando, eso se exacerba. Por lo tanto, para poder dar pasos decididos para transformar la crisis en una oportunidad que nos permita ser mejores, necesitamos intervenciones diferenciadas para lograr incidir en los distintos escenarios.

El piso para poder tener esta conversación tiene al menos dos componentes: asegurar el ingreso básico en el bolsillo de todas las personas en este momento y garantizar el acceso universal a los servicios básicos.

Muchos de los gobiernos tienen poco espacio fiscal y poca capacidad de hacer cosas. Eso es así si damos por sentado que el 1% constituido por quienes poseen los mayores ingresos no va a contribuir. En cambio, si nos planteamos que esta situación se resuelve para toda la sociedad o no se resuelve para nadie, entonces el escenario puede ser otro. El peligro de no entenderlo así es claro. Tenemos el ejemplo de Singapur, que fue un caso exitoso. Allí se había controlado la situación de diseminación del virus, pero «olvidaron» a la población migrante. La población migrante estaba contagiada y, de repente, el país perdió control de la situación. Ese ejemplo nos alerta acerca de que en este escenario nadie puede quedar excluido porque con que una persona quede excluida todo el ciclo vuelve a empezar.

Los cuidados son parte de una conversación más amplia sobre el papel del Estado. Antes o después tenemos que pasar por el tema del financiamiento y tenemos que elegir si se va a priorizar la austeridad o la solidaridad. Si priorizamos la solidaridad, el 1% que no ha estado contribuyendo tendrá que contribuir.

Usted ha mencionado que reubicar a los cuidados como eje del análisis político tiene que ser un acto de voluntad minuciosamente planificado desde los gobiernos y los distintos actores políticos. ¿Qué tipo de políticas específicas serían imaginables para gestionar este déficit de cuidado en la crisis y tras ella?

Una autora estadounidense, la sindicalista Jane F. McAlevey, ha escrito recientemente un libro, No Shortcuts: Organizing for Power in the New Gilded Age [Sin atajos: organización para el poder en una nueva era dorada], que recoge su experiencia de trabajo organizativo. Ella insiste en la necesidad de tener estrategias simultáneas de organización, movilización e incidencia, y en la necesidad de saber cuándo hay que poner más energía en la organización propia, en el nosotros, en el nosotras, cuándo en la movilización y cuándo en la incidencia.

Partiendo de eso, creo que algunas de las cosas que hay que hacer tienen como interlocutor al Estado y otras tienen que ver más con la movilización, las organizaciones, los múltiples nosotros y nosotras que hay en la región. En todos esos niveles puede haber un lugar para esta agenda y para llevarla adelante de una manera positiva, democrática, inspiradora. Una manera, en definitiva, que nos conecte con asuntos muy profundos que tienen que ver con el sentido de estar vivos, de habitar este planeta.

En esa línea necesitamos consolidar esta idea de que debemos cuidar a quienes nos cuidan y que cuidar es un asunto de la sociedad y no solo de las familias ni de las mujeres. Pero no podemos cuidar a quienes nos cuidan sin tener una agenda que permita crear condiciones de infraestructura básica para la vida. ¿Cómo están haciendo hoy millones de personas en nuestra región, sin agua potable o viviendo en condiciones de hacinamiento? Es un reto incorporar los cuidados como parte de los pisos de protección social y no como si fueran dos cosas distintas.

Deberíamos pensar que más que una excepción, la crisis va a ser por mucho tiempo una regla, una normalidad, una nueva normalidad. Un ejemplo concreto: el rezago escolar que ya hoy tienen niños y niñas que van a los sistemas públicos de la región va a tardar años en recuperarse; la desnutrición infantil que se ha generado en las últimas semanas no la hemos medido todavía, pero se piensa que va a tener consecuencias muy importantes, al igual que la mortalidad materna de mujeres que no están pudiendo llegar a un servicio de salud para parir con seguridad. Necesitamos crear amortiguadores de esta amplificación de la desigualdad. Los cuidados son parte de eso. Necesitamos asegurar servicios básicos que incluyen agua, conexión a internet, electricidad y cuidados redistribuidos entre mujeres y hombres y entre prácticas familiares y extrafamiliares.

Los cambios que está revelando la crisis también agudizan conservadurismos. De hecho, en algunos países de la región hay quienes argumentan que, debido a la mayor precarización, es necesario reducir o postergar las pensiones de padres no convivientes. están en juego las responsabilidades parentales en el caso de algunos hombres. ¿Esa puede ser también una línea de disputa? ¿Qué riesgos tiene un repliegue de esas responsabilidades?

Ese es un gran tema. Acabo de participar de un estudio donde analizamos un tipo de organizaciones de padres que ha crecido en su poder político e incidencia en toda la región (aunque estudiamos los casos de Chile, Uruguay y Costa Rica). Estos grupos tienen una agenda fuertemente antifeminista y reactiva a los avances del Estado para proteger a las mujeres en el ámbito doméstico. Mostramos que en los países donde se ampliaron los derechos paternos, por ejemplo, en materia de tenencia de hijos e hijas, ha sido de la mano de estas organizaciones. Por el contrario, donde se ampliaron los deberes paternos, por ejemplo, en materia de pensiones alimentarias, ha sido de la mano de actores estatales que en buena medida reflejan agendas feministas o articulaciones feministas. Entonces, el actor político actualmente más visible, vocal y en ascenso, posicionando una conversación sobre paternidad, no es el que ayudaría a promover una masculinidad igualitaria y cuidadora. No quiere decir que no haya otras expresiones organizadas de hombres que sí están buscando promover una masculinidad igualitaria y cuidadora, pero sí que las que hoy tienen más poder y capacidad de incidencia no son esas.

Evidentemente, la crisis puede afectar a las mujeres vulnerando su bienestar económico y/o su autonomía económica. Son dos cosas relacionadas pero distintas. Una mujer puede tener más autonomía económica y menos bienestar o puede tener más bienestar y menos autonomía, o puede tener más de las dos cosas. Por ejemplo, cuando una mujer es pareja de un hombre en una relación heterosexual donde él aporta muchos ingresos y ella trabaja en su casa, puede tener un bienestar altísimo con muy baja autonomía. Si esa mujer se separa y empieza a vender productos de puerta a puerta, seguramente su bienestar económico será menor pero su autonomía económica aumentará. Necesitamos que las mujeres tengan tanto bienestar como autonomía.

Lo primero que necesitamos asegurar es que estas madres y estas mujeres tengan un ingreso. A veces desde una postura feminista reclamamos que los padres ejerzan su papel y podemos muchas veces forzar a mujeres que no querían depender de esos hombres a hacerlo. En el marco de esta crisis, necesitamos vincular la discusión de las pensiones alimentarias parentales a ese ingreso básico ciudadano que todas las personas deberían tener asegurado.

En el marco de esta crisis resulta central proteger el empleo, pero dentro de un objetivo mayor: proteger el ingreso. Todas las personas, incluyendo a esas madres, deben tener lo suficiente para la canasta alimentaria mínima. Eso no quiere decir que debemos dejar a esos padres sin ninguna responsabilidad. Hay que pensar la manera de que honren esas responsabilidades los que puedan y los que no puedan ahora y puedan después, lo hagan. Mi punto es que no podemos condicionar la subsistencia de la madre y los hijos e hijas a la pensión alimenticia del padre.

Finalmente, quisiera que habláramos de otro ámbito de los cuidados que es central: los cuidados remunerados. ¿Deben ser repensados, disputados y recolocados dentro de la trama política?

Definitivamente. Un servicio esencial como son los cuidados no debería ser explotado. En este momento tenemos una crisis del trabajo de hogares particulares en toda la región. Más de 25% de las mujeres ocupadas trabaja en casa de otras mujeres y hombres. Se trata de trabajos muy precarios. La razón por la que podemos privatizar tanta demanda de cuidados es porque se paga mal, se paga poco y hay mucha desprotección. ¿Qué debería ocurrir con esos puestos de trabajo? Es todo un interrogante, porque la mayor parte de estas mujeres trabajadoras están deseando que todo esto acabe para volver ahí debido a que no tienen opciones.

La particularidad de la agenda sobre cuidados es que, al mismo tiempo, es una agenda de protección social y una agenda de mercado laboral (tanto de oferta como de demanda). Entonces, nos permite ir desde lo que transcurre en la familia hasta los sectores de la economía que deberían priorizarse, valorarse y protegerse. Una parte importante de los sectores productivos y de las formas de trabajo ya están modificadas con la crisis y se van a modificar más. Necesitamos que la agenda sobre los cuidados se instale en esa conversación. Los cuidados son una gran oportunidad para dinamizar la economía y para apostar a una economía distinta, centrada en las personas, pero necesitamos considerarlos como un trabajo valioso, visibilizarlo, remunerarlo, protegerlo. Este es el momento. Las perspectivas no son fáciles, pero tenemos que estar a la altura del reto y dar esta pelea.

Juliana Martínez Franzoni es catedrática de la Universidad de Costa Rica. Sus campos de investigación abarcan la política social comparada, las desigualdades ecónomicas, sociales y de género en América Latina. Es editora de Social Politics, Oxford Journals.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/pensar-los-cuidados-en-medio-de-la-gran-pandemia/

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Entrevista a Verónica, joven afroamericana del lado sureño de Chicago

Por: Mateo De la Voz de los de Abajo.

Verónica, es una joven afroamericana, con mucha trayectoria de lucha en el lado sureño de Chicago contra la brutalidad de la policía, a favor del derecho humano a la salud.

Ofrece sus reflexiones después de los primeros días del levantamiento popular en Chicago como parte de la Ola de levantamientos populares en todo el país.

Fuente de la entrevista: Equipo de OVE

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Entrevista al pensador Noam Chomsky: EE.UU. corre hacia el precipicio»

Por: rebelion.org. 

El influyente intelectual de 91 años, autor de más de 100 libros y actualmente profesor de la Universidad de Arizona, habló sobre lo que cree que viene para el mundo poscoronavirus.

Estados Unidos corre hacia el abismo sin un plan federal para enfrentar la pandemia de coronavirus, retirando financiación a la salud pública mientras ignora el inexorable avance del calentamiento climático, dijo a la AFP el filósofo estadounidense Noam Chomsky, considerado el fundador de la lingüística moderna.

Estos son extractos de una entrevista con el influyente intelectual de 91 años, autor de más de 100 libros y actualmente profesor de la Universidad de Arizona, confinado hace dos meses en Tucson junto a su esposa brasileña Valeria, su perro y un loro que dice «soberanía» en portugués.

Pregunta: ¿Cómo interpreta lo que está sucediendo en Estados Unidos, que se ha convertido en el país más golpeado por el virus en el mundo?

Respuesta: No hay un liderazgo coherente. Es caótico. La Casa Blanca está en manos de un sociópata megalómano que solo está interesado en su propio poder, en sus perspectivas electorales, y al cual no le importa lo que pasa en el país, ni en el mundo.

Debe mantener el apoyo de su base electoral, que es la gran riqueza y el poder corporativo.

Hay 90.000 muertes y habrá más, porque no hay un plan coordinado.

P: ¿Cómo emergerá el paisaje político estadounidense y mundial tras la pandemia? ¿Nos inclinaremos hacia un mundo más cooperativo, democrático, o veremos un alza del extremismo, del nacionalismo?

R: En cuanto (Donald) Trump llegó al Gobierno lo primero que hizo fue desmantelar toda la maquinaria de prevención de pandemias, desfinanciar los Centros para el Control de Enfermedades (CDC, la mayor institución gubernamental de salud pública del país). Cancelar programas que trabajaban con científicos chinos para identificar potenciales virus. Estados Unidos estaba particularmente mal preparado.

Esta es una sociedad privatizada, muy rica, con enormes ventajas (…) pero dominada por el control privado. No hay un sistema de salud universal (…) absolutamente crucial ahora. Es el máximo sistema neoliberal.

Europa en muchos sentidos es peor, porque los programas de austeridad amplifican el peligro, por el severo ataque a la democracia y la transferencia de decisiones a Bruselas y la burocracia de la troika no electa (n. de la r.: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional). Pero al menos tiene el residuo de cierta estructura socialdemócrata que otorga algún apoyo, que es lo que pienso que falta en Estados Unidos.

Con todo lo grave que es esta pandemia, no es el peor problema. Habrá una recuperación de la pandemia, a un gran costo. Pero no habrá ninguna recuperación del derretimiento de los casquetes polares y el alza del nivel del mar y los otros efectos letales del calentamiento climático.

¿Qué estamos haciendo sobre esto? Cada país está haciendo algo, no lo suficiente. Estados Unidos está haciendo mucho. Concretamente, está corriendo hacia el precipicio, eliminando todos los programas, todas las regulaciones que pueden mitigar la catástrofe.

Esta es la situación, pero no tiene que ser así. Hay fuerzas contrarias globales. La pregunta es cómo estas fuerzas opuestas emergerán. Eso determinará el destino del mundo.

P: Varios países están utilizando tecnología para rastrear a los ciudadanos o archivando su ADN para luchar contra el virus. ¿Entramos con la pandemia en una nueva era de vigilancia digital?

R: Hay compañías desarrollando tecnología para que los empleadores puedan ver qué hay en tu pantalla y vigilar lo que haces, qué tecla aprietas, si te levantas. Y será complementado con video.

La llamada «internet de las cosas» está llegando. Es práctico. Implica que puedes prender la hornilla cuando estás conduciendo a casa. Pero también que la información está yendo a Google, Facebook y al Gobierno. Una enorme cantidad de vigilancia, de control e invasión potencial.

Si dejamos que las inmensas compañías tecnológicas controlen nuestra vida, eso es lo que sucederá. Será como en China, donde algunas ciudades tienen un sistema de créditos sociales, hay tecnología de reconocimiento facial en todos lados y todo lo que haces es vigilado. Si cruzas la calle en el lugar equivocado, pierdes créditos.

No es inevitable, así como el calentamiento climático no es inevitable. Sucederá a menos que la gente lo detenga.

P: ¿Pero está justificado para contener el avance del virus?

R: Puede ser, en tiempos de amenaza. Pero nada es permanente. Se puede decir: ‘Sí, puedes tener esta autoridad ahora, pero puede ser revocada en cualquier momento‘.

Fuente de la entrevista: https://rebelion.org/ee-uu-corre-hacia-el-precipicio/

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Karina Batthyány, secretaria ejecutiva de Clacso: “Los países con mayor tasa de contagios son aquellos donde la desigualdad se manifiesta en la baja presencia del Estado”

Karina Batthyány, secretaria ejecutiva de Clacso: “Los países con mayor tasa de contagios son aquellos donde la desigualdad se manifiesta en la baja presencia del Estado”

Por Daniel Cholakian 

El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) es sin duda uno de los espacios de debate más interesantes de toda Latinoamérica. Desde el comienzo de la pandemia por el Covid-19 y la adopción de diferentes formas de distanciamiento y confinamiento adoptadas en todo el mundo, CLACSO ha conformado el Observatorio social del Coronavirus: pensar la pandemia. Desde esa plataforma están produciendo investigaciones, debates, publicando textos y monografías, con distintos ejes temáticos y con diferentes formas de problematizar la situación desde una perspectiva social.

Karina Batthyány es secretaria ejecutiva del consejo desde 2018. Doctora en Sociología y docente de la Facultad de Ciencias de Sociales de la República (Uruguay), es autora de numerosas publicaciones en torno a las temáticas de género, políticas públicas, trabajo no remunerado y cuidados.

Conversamos con Batthyány sobre los datos que pueden observar a partir de los estudios que realizan en este momento: profundización del racismo, la desigualdad de género, las inequidades sociales expresadas en el trabajo y los servicios sanitarios y la necesidad de conservar la relación de los estudiantes con las instituciones y el sistema educativo.

¿Cuál es el trabajo qué hacen desde el Observatorio social de la pandemia que crearon recientemente y qué conclusiones provisorias pueden encontrar a partir del mismo?

Efectivamente desde el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, decidimos, ni bien comenzó todo este fenómeno, crear un observatorio para pensar la pandemia desde las dimensiones sociales, es decir, trascendiendo la emergencia sanitaria, y poniendo el ojo en distintos aspectos de lo social que está impactando la vida de todos y de todas.

Allí tenemos más de 150 artículos escritos por quienes integran nuestro consejo latinoamericano. Estos abordan desde la transformación de la vida cotidiana, esa vida que tanto nos cambió a todos y a todas desde que se declaró la urgencia sanitaria, hasta los efectos económicos, el impacto a nivel del incremento de las desigualdades, el aumento de la pobreza, la cuestión ambiental y los distintos sectores de actividad en una sociedad. Muchas dimensiones en las que estamos intentando dar elementos para cumplir con uno de los objetivos de nuestra institución, que es la producción de conocimiento para la transformación social, y para pensar el modelo y las opciones para cuando finalice esta emergencia sanitaria.

Entre las producciones llama la atención la mirada sobre las distintas formas de racismo ¿Están notando que esto aparezca de una manera exacerbada en gran parte de América Latina?

Efectivamente, lo que hemos encontrado tiene que ver principalmente con distintas formas de discriminación y racismo que se exacerban en el marco de confinamiento o cuarentena, según las características de cada país, pero todas con un patrón muy similar. Además los efectos sociales de esta emergencia sanitaria están golpeando de manera diferencial a distintos grupos. Como por ejemplo lo que tiene que ver efectivamente con la población afrodescendiente, tanto en la calidad de atención que tienen y en los efectos económicos que están sufriendo como consecuencia de esta emergencia sanitaria. Efectos económicos que también están relacionados a la forma de inserción que tienen en el mercado de trabajo. También observamos que se exacerban conductas de discriminación hacia los colectivos migrantes.

Como sabemos, el tema de la migración y la movilidad humana es un tema muy importante en nuestra región latinoamericana y caribeña y allí empiezan algunas conductas, digamos, de destierre a nivel de lo social, y de rechazo hacia lo diferente, hacia el que no pertenece a esta comunidad primaria. Así son vistos en muchos casos estos colectivos migrantes que por su forma de inserción social, en muchos casos son colectivos que están insertos de manera muy precaria, sin protección social y sin acceso a las redes de seguridad social. Y podríamos seguir nombrando, pero hay otro colectivo muy afectado en general, que son parte de todas las variables que se intersectan entre sí, que son las mujeres.

¿Las mujeres son parte un colectivo que además de ser víctimas de patriarcado son parte de todos esos colectivos victimizados?

En ese sentido, si nos detenemos en el tema de las mujeres, hay que mencionar que también las mujeres somos las más afectadas en esta pandemia, por muchas situaciones. La primera por cómo cambió nuestra vida cotidiana. Este cambio en la vida cotidiana ha implicado sobretodo una sobrecarga para las mujeres. Una de las medidas que es común en todos nuestros países es la suspensión del sector educativo, los niños están en las casas, alguien se tiene que hacer cargo de esos niños y ese alguien siempre o casi siempre suele ser una mujer. A su vez en algunos sectores exigen teletrabajo pero no se piensa que el teletrabajo puede ser incompatible con la presencia de niños pequeños en los hogares. Esa es toda una dimensión vinculada a los cuidados, pero hay otras que vienen también de la mano de donde estamos las mujeres en el mercado de trabajo. Sabemos que un porcentaje muy amplio, prácticamente 1 de cada 2 latinoamericanas, están insertas en el sector informal de la economía, y eso quiere decir que son mayoría en el sector que ha sido más afectado producto del cierre de actividades en nuestros países. Por estar en sector informal no tienen cobertura de protección social y ahí tenemos otro elemento que impacta en el colectivo de las mujeres. Un tercer elemento está vinculado a que más del 70% del personal sanitario en nuestra región son mujeres, y por eso son las que están más expuestas al virus.

Estas dimensiones y la discriminación de la que hablábamos se intersectan evidentemente, porque hablamos de la población afrodescendientes, de los migrantes y las mujeres. Obviamente tenemos mujeres migrantes, mujeres afrodescendientes, y así podemos seguir intersectando, en definitiva, dimensiones de la desigualdad en un continente que, no nos olvidemos, antes del coronavirus era el continente más desigual del planeta. No el más pobre, el más pobre es África, pero sí el más desigual y esto, en definitiva, está  incrementando esas desigualdades.

¿Hay alguna relación entre la desigualdad y la tasa de contagio?

Lo que podemos afirmar es que efectivamente en los países donde se ve una tasa mayor de contagio son aquellos donde la desigualdad se manifiesta en la baja presencia del Estado como estado social. Aquellos países que tienen un sistema de salud digamos, muy fragmentado, y con respuestas diferenciales en función del sector o la clase económica a la que pertenezcan las personas. Estas relaciones están verificadas. Otras dimensiones de la desigualdad quizá no se estudiaron, pero la gran lección que nos deja todo esto es justamente la importancia del estado garantizando los bienes comunes como la la salud, por ejemplo, como un bien común por medio de políticas públicas. Los resultados diferenciales que vemos en los países tienen que ver también con esa presencia menor o mayor del estado como garante de los bienes comunes.

CLACSO tiene una larga trayectoria en el estudio de la educación, que es uno de los grandes temas en este momento, pues cómo decías, una de las coincidencias en la región y el mundo, es que las clases presenciales están suspendidas. ¿Cómo están viendo lo que ocurre ahora y cómo ven el futuro de la educación?

Es sin duda un tema clave, por todas las implicancias que tiene y uno de los elementos que estamos analizando, todavía con conclusiones muy preliminares, tiene que ver con si esta etapa de emergencia sanitaria y de tele-educaciòn exacerba o no las desigualdades en el ámbito educativo. Los indicios que tenemos es que efectivamente esta posibilidad de tele-educación no llega de la misma manera ni se tienen los mismos recursos en todos los sectores como para poder aprovecharlo. El segundo punto importante a destacar tiene que ver con una preocupación excesiva por parte de algunos actores del sistema educativo vinculado a la evaluación, y quizá la pérdida de referencia de que en realidad la educación tenemos que hablar de un proceso educativo por lo que esto hay que tomarlo como un paréntesis en el que no nos tendría que preocupar tanto la evaluación en sí misma, ni cómo van a ser evaluados, cuáles van a ser los resultados, sino preocuparnos más por garantizar que no se pierda el contacto con la institución, la escuela o el nivel que sea. Es importante que no haya deserción o desafiliación de estudiantes del sistema educativo, no tener tanto obsesión en pensar cómo evaluamos los resultados de estos dos o tres meses, lo que dure en cada uno de los países o el tiempo que sea, sino la perspectiva del proceso y que aquí lo importante es no perder el contacto o la afiliación de los estudiantes a los distintos niveles de educación. Creo que esa debería ser hoy la preocupación central.

En definitiva esto en el marco de un proceso, si vemos la educación como un proceso, dos, tres meses, el tiempo que sea, es apenas un paréntesis y la preocupación, insisto, no perdamos el contacto, y tratemos de garantizar todas las funciones que el sistema educativo cumple en el marco del desarrollo de las personas, que no es solamente el aprendizaje y la evaluación de este aprendizaje. Hay otras funciones, incluso en las escuelas está la función de la alimentación. Debería ser una preocupación más importante que la evaluación.

*Versión editada para Nodal de la entrevista realizada en el programa “Lo peor ya pasó” emitido en AM530 Somos Radio (Argentina) 

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2020/05/karina-batthyany-secretaria-ejecutiva-de-clacso-los-paises-donde-se-ve-una-tasa-mayor-de-contagio-son-aquellos-donde-la-desigualdad-se-manifiesta-en-la-baja-presencia-del-estado-como-estado/

 

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España – Carlos Taibo: “Me temo que la crisis la pagarán los de siempre. A menos, claro, que se rebelen”

Carlos Taibo: “Me temo que la crisis la pagarán los de siempre. A menos, claro, que se rebelen”

Hablamos con el escritor, politólogo y ex profesor universitario

Por: Miguel Muñoz

Hasta 2018 ejerció como profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido uno de los más firmes defensores de la teoría del decrecimiento en nuestro país, así como una de las voces más reconocidas en el movimiento anarquista y libertario. Ha publicado más de 30 libros sobre política, geopolítica o movimientos sociales. Carlos Taibo (Madrid, 1956) aporta en esta entrevista su visión sobre la situación actual, en estos tiempos de pandemia, tanto en nuestro país como de manera global.

-La editorial Catarata reeditó a finales de enero, poco antes de que comenzara el estallido de la pandemia, tu libro Colapso. Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo. ¿Puede suponer la pandemia el colapso del sistema capitalista? ¿Ha colapsado ya?

-Depende, claro, del significado que atribuyamos a la palabra «colapso». En el sentido fuerte del vocablo, la pandemia no es el colapso, aunque bien puede situarse en la antesala de este último. Ha permitido forjar una bola en la que se han dado cita, inesperadamente, la crisis sanitaria, la social, la de los cuidados y la financiera, y de resultado ha dibujado un escenario complejísimo. Por lo demás, no conviene olvidar que muchos de los habitantes del planeta han vivido siempre en un escenario asimilable al del colapso.

-En el libro, no obstante, hablabas sobre todo de las consecuencias del cambio climático. Se está empezando, desde algunos sectores, a alertar de que ante esta crisis puede surgir con fuerza el denominado ecofascismo. ¿Podrías recordar en qué consiste y cómo puede relacionarse con la situación actual?

-En el núcleo de la propuesta ecofascista hay una discusión demográfica: está la idea de que en el planeta sobra gente, de tal manera que se trataría de marginar a quienes sobran –esto ya lo hacen- y, en la versión más dura, de exterminarlos. Me interesa subrayar que el ecofascismo no es un proyecto negacionista: en modo alguno niega los efectos, dramáticos, del cambio climático y del agotamiento de las materias primas energéticas. Parte, antes bien, del relieve de esos fenómenos y lo que procura es defender obscenamente los intereses de una minoría de privilegiados. Quienes empiezan a dirigir, en la penumbra, el planeta a buen seguro que han tomado nota de la eficacia de muchas de las políticas autoritarias y represivas desplegadas por los gobiernos. Y han tomado nota, en particular, de la servidumbre voluntaria a la que se ha entregado buena parte de la población.

-Llevas años, además, explicando la teoría del decrecimiento. ¿De qué forma puede aplicarse en la situación actual? En cierto modo, aunque de manera obligada, se ha puesto de actualidad. ¿Pueden tener recorrido algunas medidas que se han llevado a cabo?

– En los últimos meses se ha reducido la contaminación en el planeta, ha menguado el consumo de combustibles sólidos y ha experimentado un freno brutal la turistificación. Debo subrayar que se trata, sin embargo, de tres realidades que, aunque afortunadas, tienen un carácter sobrevenido. No han sido premeditadamente buscadas.

Obviamente, no es esto lo que defiende la perspectiva del decrecimiento, que plantea un ejercicio de autocontención consciente, voluntario, colectivo y solidario. Cuando nuestros gobernantes siguen empleando ese indicador despiadado, el PIB, para medir tragedias y objetivos nos lo están diciendo todo. Retórica aparte, no hay de su lado ninguna voluntad de asumir que el planeta se nos va y de que ello reclama un esfuerzo gigantesco de eso, de autocontención, y, al tiempo, una redistribución radical de la riqueza. Tampoco puede sorprendernos: el decrecimiento bien entendido implica, por necesidad, dejar atrás el capitalismo y sus reglas.

-Por el contrario, ¿aprovecharán las administraciones para llevar a cabo proyectos que afecten especialmente al medio ambiente? En Madrid ya hemos visto las intenciones del PP con una nueva ley del suelo o la construcción de macroparkings.

-Aunque a buen seguro se hacen valer, según los lugares, circunstancias dispares, el tono general lo que aporta, a mi entender, es una nueva huida hacia adelante. Se trata, en otras palabras, de dejar atrás la crisis del coronavirus restaurando, literalmente y en plenitud, la miseria que había antes de esa crisis. Entre nosotros, no es ésta una miopía vinculada exclusivamente con el PP: alcanza al sistema político como un todo.

-La respuesta económica a la crisis será clave. ¿Crees que pagarán los de siempre o hay alguna esperanza en que no sea así?

-Me temo que, en efecto, pagarán los de siempre. A menos, claro, que se rebelen. Pero me parece que los activos que ofrecen al respecto los sindicatos mayoritarios están lejos de ese horizonte de rebelión y muy cerca, en cambio, de otro, bien diferente, de genuflexión. Tendremos que prestar atención, aun así, al derrotero de los hechos en el terreno económico y social, no vaya a ser que se fuerce tanto el escenario que asistamos a la manifestación de sorpresas.

-¿Qué te parecen algunas de las medidas sociales del Gobierno? Hay mucho debate sobre el Ingreso Mínimo Vital o la renta básica, por ejemplo

-Habrá que aguardar para valorar en qué se concretan, cuál es su aliento final y en qué medida protegen realmente a quienes lo necesitan. A título provisional me parece llamativo que quienes llevan años defendido una «renta básica de las iguales» se muestren profundamente descontentos ante las propuestas que llegan del Gobierno y estimen que son un paso atrás que va a dificultar en el futuro, y por añadidura, el despliegue de un proyecto merecedor de apoyo.

Por lo que a mí respecta, nunca he depositado ninguna confianza en la presunta vocación social e igualitaria del Partido Socialista y creo que hay motivos sobrados para recelar del discurso constitucional y patriótico de Unidas Podemos. No deja de sorprenderme la inquina con que la «derechona» obsequia a un proyecto, el del Gobierno de estas horas, de cariz tibiamente socialdemócrata.

En cualquier caso, la trama que rodea a las instituciones, con los poderes fácticos en primer plano, tampoco ayuda. Y no acierto a entender cómo mucha gente de izquierdas no aprecia mayor problema en la defensa, xtremadamente ingenua, de un acuerdo en el que participen todas las fuerzas políticas. Ya tuvimos la oportunidad de certificar, cuarenta años atrás, las consecuencias nefastas de los Pactos de la Moncloa

-Se ha debatido también mucho sobre los términos militares, incluso las ruedas de prensa con ellos, en esta crisis: “Estamos en una guerra”. ¿Por qué crees que se ha generado este tipo de lenguaje en una crisis sanitaria?

-La explicación puede ser muy prosaica: comoquiera que el Gobierno español decidió otorgar desde el principio un lamentable protagonismo a los cuerpos de seguridad y a las fuerzas armadas –las ruedas de prensa parecía que lo eran de una junta miliar-, era acaso inevitable que se impusiese un lenguaje de esa naturaleza. Será que nuestros gobernantes piensan que las respuestas militares son las más eficientes. Si uno quiere ser, con todo, capcioso, el horizonte del ecofascismo reclama también del concurso de herramientas retóricas que identifican por doquier amenazas y guerras.

-A nivel geopolítico, la situación es bien interesante, especialmente las relaciones entre China, Estados Unidos y la Unión Europea. ¿Cómo puede afectar todo esto?

-Más allá de la certificación de que la trama geopolítica es importante, parece difícil responder. Es evidente, de cualquier manera, que cuando uno sopesa los movimientos, hacia arriba o hacia abajo, del Ibex 35, descubre que muy a menudo se vinculan con encuentros y desencuentros entre las potencias mencionadas. No sé, por lo demás, a qué hay que prestarle mayor atención, si a las colisiones que protagonizan periódicamente Estados Unidos y China o, por el contrario, a los elementos subterráneos de acuerdo, que tampoco faltan. Lo único que puedo decir, con certeza, es que no siento ninguna proximidad por ninguno de los modelos aportados por esas instancias.

-¿Cómo ves el papel que está teniendo la derecha y la ultraderecha en esta crisis? Les hemos visto en las calles pidiendo “libertad”, llamando “dictadura” a este Gobierno, etc… ¿Hay motivos para estar preocupados por su ascenso o maximizamos la relevancia de sus comportamientos? Hay quien habla ya de golpes de estado encubiertos o guerras judiciales

-Por momentos me asalta la idea de que la ultraderecha está marcando la deriva del sistema de partidos español, cada vez más escorado hacia posiciones conservadoras. Una de las consecuencias de esto es que se nos llama una y otra vez a cerrar filas alrededor del «Gobierno progresista» por cuanto –se nos dice- hay que frenar el ascenso de Vox. Las secuelas son delicadas: a menudo se nos invita a defender lo indefendible, llegado el caso se describe inopinadamente a Ciudadanos como una fuerza de «derecha civilizada» y, por qué no, se lava la cara al propio PP al subrayar que es, a diferencia de Vox, una fuerza leal a la Constitución.

Por detrás, lo que veo son los efectos dramáticos de la «transacción» de 1978 y, con ella, de la negativa a sacar adelante nada que oliese a eso que a veces se llama un «consenso antifascista». De aquellos barros, estos lodos.

-Se decía especialmente al principio de la pandemia que esta crisis nos iba a unir más con nuestros vecinos, que nos iba a hacer más solidarios… ¿Qué piensas al respecto, ya más de dos meses después del inicio?

-No lo tengo claro. Estoy obligado a subrayar, antes que nada, la presencia, muy notable, y en muchos lugares, de grupos de apoyo mutuo. Creo que es significativo que en la mayoría de los casos hayan decidido identificarse con ese término, de honda raigambre libertaria. Anuncian, cautelosamente, que están plantadas las semillas de un movimiento de base de carácter antiautoritario y autogestionario.

Pero entiendo que, en paralelo, el individualismo lacerante que han colocado en nuestras cabezas operará en un sentido genéricamente insolidario y se traducirá en el acatamiento de una nueva normalidad que se anuncia similar a la miserable anormalidad de antaño. Me parece evidente, en cualquier caso, que el sistema político como un todo, con sus diferentes opciones, recela de oficio de las respuestas que, horizontales y solidarias, surgen en la base de la sociedad. Y hará lo posible para arrinconarlas y reprimirlas.

-Hace muy pocos días se han cumplido nueve años del movimiento 15M. Visto en perspectiva, ¿ha cambiado algo desde entonces? ¿Qué podemos aprender hoy en día de lo que fue? “Yo veo más, mucho más, 15-M en las enfermeras y en las limpiadoras de los hospitales, y en los grupos de apoyo mutuo de los barrios, que en los pasillos de los ministerios”, dijiste un día en Twitter.

-Tendré que admitir que detrás de la etiqueta general ha habido varios 15M distintos. Uno de ellos, el que yo abrazo, no precisamente marginal, ha bebido siempre –en los hechos, y en algunos lugares sigue haciéndolo- de la asamblea, la autogestión y el rechazo de las instituciones. Otro ha servido, cierto que de forma nebulosa, como catapulta de operaciones electorales bien conocidas. Intuyo que los medios le han prestado una excesiva atención al segundo en detrimento del primero, algo que se traduce en esa dramática simplificación, muy cara a tantos periodistas, que sugiere que Podemos es el heredero del 15M.

Me ratifico en lo que decía en ese tuit: creo que el legado mayor del movimiento son las gentes entregadas a la solidaridad desnuda, a la solidaridad que no busca recompensas, al apoyo mutuo. Como creo que cada vez hay más compañeros y compañeras que, con razones poderosas, echan de menos algo como el 15M.

Fuente de la Información: https://www.cuartopoder.es/ideas/2020/05/31/carlos-taibo-me-temo-que-la-crisis-la-pagaran-los-de-siempre-a-menos-claro-que-se-rebelen/

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OVE Entrevista a Marcela Browne: La profesión docente no está valorada socialmente y los salarios lo muestran

Luz Palomino y Luis Bonilla-Molina entrevistan en exclusiva para Otras Voces en educación

 Argentina como América Latina y el Caribe juntes, están siendo sometidos a procesos de desinversión educativa y de presión paradigmática por parte del neoliberalismo educativo. Desde OVE nos interesa especialmente identificar los nichos de construcción de alternativas educativas y allí encontramos a la Fundación SES.

La Fundación SES ha venido adquiriendo especial visibilidad en América Latina. Hace unos años conocimos el trabajo de SES cuando Alberto Croce fungía como Director Ejecutivo. Precisamente Alberto nos refirió el excelente trabajo que realizaba Marcela Browne. Marcela no solo continua en SES sino que es uno de sus motores más importantes. Por ello, nos pareció muy importante que los colaboradores y lectores de Otras Voces en Educación (OVE) conocieran la perspectiva y el trabajo que realiza Marcela Browne.

 

Marcela, cuéntanos un poco tu historia de vida y como llegaste a involucrarte en la defensa del derecho a la educación

Desde la adolescencia, cuando la dictadura estaba transitando sus últimos años, sentí una fuerte convocatoria a trabajar por un mundo más justo. La vida me llevó a sumarme a las ollas populares y el trabajo comunitario que llevaban adelante el movimiento de curas tercermundistas. Esta experiencia marcó fuertemente mi camino de vida personal y profesional.

  

Por favor recuérdanos un poco la historia de la Campaña Argentina por el Derecho a la Educación y de la Fundación SES procesos en los cuales entendemos estas muy involucrada

Son varios aspectos para poder responder tu pregunta  Veamos

  1. La Campaña Argentina por el Derecho a la Educación es una organización nacional que se crea en 2006 a partir del interés de aproximadamente 100 organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles y juveniles, de construir un espacio común en defensa del Derecho a la Educación. (derechoseducacion.org.ar/.https://www.facebook.com/cade.argentina/about/).

Esta coalición nacional que surge de la articulación entre organizaciones sociales que defienden el cumplimiento de los derechos educativos y la promoción de la justicia social educativa mediante el desarrollo de acciones articuladas de incidencia en las políticas públicas; de relevamiento normativo y programático de la problemática educativa; y de seguimiento, debate y producción de propuestas, junto a otros actores.

En el ámbito internacional es miembro de la CLADE (Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación) y de la CME (Campaña Mundial por la Educación).

Dentro de sus objetivos y compromisos está el de realizar estudios, investigaciones, relevamientos, informes, que permitan monitorear el estado de los derechos educativos de la población argentina, y aportar con propuestas legislativas y de gestión que permitan cumplir con las responsabilidades del Estado a nivel nacional; así como para ser elevados ante los organismos internacionales que velan por el resguardo de estos derechos.

  1. En Fundación SES trabajamos en promover la inclusión juvenil en riesgo, con un enfoque en el desarrollo de sus derechos.

Junto a otras organizaciones sociales, a empresas, al Estado y a organizaciones internacionales, implementamos iniciativas en América Latina y en Europa. Buscamos aumentar las oportunidades de educación y desarrollar competencias profesionales para los y las jóvenes, así como fortalecer su participación activa en la comunidad.

Nuestra estrategia principal involucra el desarrollo de redes y el fortalecimiento de asociaciones, así como el fortalecimiento de diferentes organizaciones que forman parte de la sociedad civil, desarrollando conjuntamente políticas públicas junto con el Estado, principal fuerza motriz que garantiza los derechos ciudadanos.

Nuestra sigla (SES) representa nuestros tres valores fundacionales:

  • Sostenibilidad, ya que estamos comprometidos con las generaciones futuras.
  • La educación, como motor del desarrollo.
  • Solidaridad, pilar de la integración social.

Nuestras acciones e iniciativas reflejan nuestros valores fundamentales: honestidad, compromiso con nuestra misión, responsabilidad, participación activa y un enfoque profesional de nuestra tarea, visión política, trabajo en equipo e interacción con los demás.

Este es un marco que creemos que fomenta la transformación. Valoramos y promovemos, la participación juvenil en nuestras diferentes acciones y programas.

 

A partir de ello ¿Cuáles consideras que son los elementos más significativos de la crisis educativa en Argentina?

La dificultad más grande hoy está asociada a las profundas desigualdades de la población argentina. En un contexto país donde 1 de cada 2 niños/as es pobre, la mayor tasa de deserción escolar se verifica especialmente para los sectores económicamente menos favorecidos de la población.

Según UNICEF (2018), entre las principales causas del abandono de las y los adolescentes de entre 15 y 17 años se observan: ingreso al mercado laboral (14%), dificultades económicas para sostener la cursada (8,8%) y situación de embarazo o de cuidado de algún hermano/hijo menor (11,3%).

Por otro lado, se destaca aún un elevado porcentaje de niños/as de 4 años que no asisten ni asistieron a un establecimiento educativo, a pesar de que desde el año 2015 la escolaridad para dicha edad es obligatoria.

A esto se suma la escasa oferta de salas maternales a cargo del Estado, lo cual impide que los/as niños/as puedan ser educados al mismo tiempo que sus progenitores concurran a sus trabajos y en los padres y las madres adolescentes continúen su escolaridad.

Lo dicho más arriba, no está disociado del recorte que sufrió Presupuesto Educativo Nacional durante los años 2016 y 2019. El recorte del 17% hizo que la inversión educativa real por alumno tuviera un descenso de más del 20%.

Las partidas más afectadas fueron las destinadas a infraestructura, becas, formación docente, educación técnica, mejoras de las condiciones de trabajo de las/los docentes y ampliación de la jornada escolar (según la Ley Nacional debería ser universal como estrategia de acompañamiento a los/as jóvenes en desventaja social).

Además, se aprecia un enorme nivel de incumplimiento del Estado Nacional respecto de las “metas físicas” (bienes y servicios a garantizar) planificadas en el presupuesto educativo 2018 (Observatorio UNIPE, 2020).

La Ley de Educación Nacional establece que debe destinarse el 6% del PBI al financiamiento de la Educación y esto fue incumplido. De acuerdo a datos oficiales, la inversión educativa consolidada (hay que tener en cuenta que Argentina es un país federal y su educación también lo es. Entonces se trata de la inversión realizada por la Nación, las Provincias y los Municipios, que pasó de 6,1% del PBI en el año 2015) a 5.5% en 2019.

 

Marcela, ¿consideras que la formación docente se corresponde a los actuales retos que enfrentan los y las docentes? ¿Cuáles deberían ser las reelaboraciones en materia de formación inicial y continua de les educadores?

En primer lugar, hoy la profesión docente no está valorada socialmente y los salarios son una muestra de esto ya que perciben al menos un 30% menos de otros oficios tales como plomería, electricidad, etc.

Esto dificulta la elección de la carrera, la continuidad formativa y requiere una sobrecarga de horas de trabajo para lograr un ingreso digno. Dicha sobrecarga impacta en la calidad de la enseñanza y aprendizajes.

La educación esta asociada al modelo de país y de mundo que se quiere construir. Por tanto, entiendo debería reforzarse el punto de encuentro entre el campo disciplinar para el que se forma el/la docente y los saberes pedagógicos que se requieren para construir un mundo diverso, de respeto por los géneros, de justicia social y educativa.

La escuela es el mejor lugar para construir y promover esta perspectiva en las nueva generaciones y por tanto los/as docentes deben contar con herramientas para asegurarse de que los contenidos sean significativos para los participantes, que promuevan la praxis (acción- conocimiento – reflexión) y la construcción de nuevas relaciones conceptuales, que estimulen el autoconcepto o juicio propio, que abran nuevas preguntas, que posibiliten la autonomía al mismo tiempo que cada niño/a y joven pueda reconocerse como parte de una comunidad,

Lo mencionado anteriormente requiere que los/as docentes sean formados en la posibilidad de elaborar secuencias didácticas que promuevan el desarrollo de capacidades cognitivas, interpersonales e intrapersonales.

Ahora bien, antes de continuar nos gustaría traer algunas alertas respecto al modo de utilizar estas secuencias didácticas, o, dicho de otra manera, la organización de contenidos y actividades en el tiempo.

Tal como nos alertó una y otra vez Flavia Terigi (2010), los aprendizajes no pueden ser monocrónicos; es decir, una secuencia única de aprendizajes para todos los miembros de un grupo escolar y sostener esta secuencia a lo largo del tiempo de modo tal que, al final de un proceso más o menos prolongado de enseñanza, el grupo de alumnos/as haya aprendido las mismas cosas.

Cuando un sujeto se desfasa demasiado de esa cronología, la respuesta que hemos tenido como sistema es que repita, que la vuelva a hacer, a ver si volviéndola a hacer, logra esos aprendizajes, con otro grupo, en otro tiempo, pero mayormente utilizando la misma estrategia y poniendo la responsabilidad sólo en el estudiante.

Contrariamente a esto, proponemos una formación docente que promueva un saber pedagógico y en particular un saber didáctico que incremente su capacidad para desarrollar distintas cronologías de aprendizaje a partir de la selección de ejes temáticos que habiliten diversidades de procesos aprendizajes.

Lo mismo se puede decir de los contenidos: ciertas selecciones temáticas que hacemos son tan fragmentadas que es imposible pensar que en torno a ellas puedan estructurarse distintos niveles de aprendizaje.

Si queremos manejar varias cronologías de aprendizaje, una de las propiedades que tienen que tener por los menos algunos de los temas que propongamos es que permitan distintos niveles de aprendizaje.

Esto requiere un recorte del contenido muy diferente de esta hiper-fragmentación a que nos puede haber conducido el saber monocrónico y requiere un stock de recursos. Estos recursos son la valija de herramientas de los docentes y su mayor riqueza junto con la posibilidad única de establecer vínculos virtuosos y miradas empoderadoras de nuevas generaciones.

Bernard Lahire (2007), es quien hace énfasis en la importancia de que cada docente cuente con un repertorio de actividades profundas, diseñadas en base a la diversidad de personas y en diálogo con el proyecto institucional, que se transforma en un recurso con el cual manejar cronologías de aprendizaje diferentes.

Desde esta concepción, al entrar al aula, lo que percibimos es una valiosa heterogeneidad que nos desafía como educadores/as, a pensar en trayectorias de enseñanza y de aprendizaje diferentes.

Además, es necesario re pensar/formar en torno a procesos de evaluación. Procesos que tengan por objeto tanto los aprendizajes de los/as estudiantes como los propios procesos de enseñanza, pues es a partir de la información recogida mediante el proceso de evaluación el equipo docente pueda analizar su propia intervención educativa y tomar las decisiones que se consideren oportunas y pertinentes para la mejora de dichos procesos.

La evaluación deja de ser un elemento final para pasar a ser un elemento consustancial del proceso educativo necesario para poder, a partir de la información proporcionada, valorar y tomar decisiones.

Finalmente, entre otras cosas, la Pandemia ha puesto en evidencia la importancia de que la formación docente incorpore competencias tecnológicas asociadas a las prácticas de enseñanza – aprendizaje desde la concepción que detallamos en estos apartados. ¡Todo un desafío!

 

¿Qué ha significado la crisis del COVID-19 para el magisterio argentino? ¿Considera que el COVID-19 y las medidas que se adoptaron en materia educativa afectan al derecho a la educación?  

La situación de pandemia por el efecto de COVID – 19 llevó a la población mundial a una situación inédita e inesperada. La escuela, lugar privilegiado para el encuentro e intercambio pasó a ser un espacio hoy cerrado, al que paradojalmente no se puede asistir por motivos de cuidado y protección.

Al mismo tiempo, la situación de enseñanza y aprendizaje se da en la casa, en el mejor de los casos, coordinada por la escuela.

La situación de respuesta a la emergencia fue casi instantánea y como toda emergencia tuvo su momento de “caos creativo” principalmente enfocado a la distribución de contenidos y tareas, que poco a poco intenta ordenarse a través de políticas públicas con un Ministerio de Educación activo y articulador de consensos con las jurisdicciones, organizaciones sociales y sindicales.

Distribuir tareas y contenidos a través de herramientas digitales no es educación virtual sino la valorable respuesta que ante la emergencia han realizado los equipos docentes, pero de ninguna manera es lo que esperamos para nuestra educación, ni tampoco garantiza el vínculo y el encuentro necesario para que se produzcan procesos de aprendizaje.

La casa, que no es una, sino múltiples casas y diversidades de familias, tampoco es el espacio institucional que añoramos como habilitadores de procesos de intercambio de saberes entre generaciones.

Este contexto de educación en el hogar que describimos, atravesada por las desigualdades, con al menos un 50% de niños/as pobres, por climas educativos diversos y la falta de conectividad y equipamiento tecnológico, muestra los enormes desafíos actuales.

En este tiempo hay experiencias educativas interesantísimas, ventanas que se abrieron y es necesario sistematizar y evaluar para seguir aprendiendo.

Al mismo tiempo, circunstancias muy difíciles donde la prioridad ha sido resolver el derecho a la alimentación, el acceso al agua y otros derechos no garantizados, impactaron en que las familias más pobres no pudieran dar respuesta al acompañamiento de las tareas escolares del modo en que el sistema educativo lo requiere al delegar la función de acompañamiento de la trayectoria educativa en los adultos del hogar.

A esto se suma, que atender las clases presenciales, realizar tareas en línea, requiere “datos” y acceso a la tecnología que las comunidades empobrecidas no tienen.

En este sentido, la posibilidad de evaluación y acreditación de contenidos sería un camino de profundización de la exclusión educativa que celebramos el Consejo Federal de Educación haya decidido no transitar y sí poner el foco en el restablecimiento y fortalecimiento del vínculo entre los/as educadores y los/as estudiantes como andamiajes indispensable para el fortalecimiento de proceso de aprendizajes

 

 

A partir de su experiencia docente cuales serían algunas de las propuestas alternativas en la actual coyuntura del magisterio americano

Creo que cada país, a partir de las indicaciones de la autoridad sanitaria (esperemos que no sea el mercado) asumirá una estrategia distinta para dar respuesta a la actual coyuntura pandémica y el regreso a la escuela.

Deben pensarse/incidir para que las premisas pedagógicas de una educación inclusiva y liberadora se aseguren en cualquier contexto.

En particular en Argentina se está pensando en un sistema dual que alterne la presencialidad y la no presencialidad apoyada en la tecnología.

Esto no cambia la perspectiva pedagógica de la que ya hablamos, lo que modifica es el contexto en el que se dan estas cuestiones. Claro, no es un tema menor.

Se requiere un piso tecnológico de equipamientos y acceso a la conectividad gratuita como derecho vinculado a al educación y la participación ciudadana.

Hoy la tecnología debería ser considerada un servicio público (como la electricidad, por ejemplo) y un bien público. Sin estas condiciones las desigualdades se profundizan una vez más, en un contexto de aumento de la pobreza en la región (según Cepal (2020) y BM (2020) el PIB de la región descenderá 5,3% y recordemos el endeudamiento de nuestros países).

Otro aspecto no menor es la infraestructura deteriorada de nuestras escuelas que previo al COVID – 19 no garantizaban el resguardo necesario y hoy esto se agrava.

Finalmente, poner el centro en la siguiente cuestión: solemos hablar de “la escuela”/”los/as docentes” y debemos hablar también del sistema educativo y el equipo directivo de la escuela.

Si queremos una educación gratuita y garante de este derecho para toda la población a la largo de la vida, se requieren de políticas educativas a partir de un proyecto consensuado donde las organizaciones sindicales que representan a sus trabajadores son importantes, las familias y un equipo directo que asuma la conducción de los establecimientos educativos a partir de un proyecto educativo institucional donde equipos docente y estudiantes sean protagonistas.

 

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