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El cine como espacio para compartir la vida durante el confinamiento

Por: Pablo Gutierrez Alamo

Claudia Guilbaud es estudiante de 6º de primaria en el CEIP Ntra. Sra. de la Fuencisla (Madrid). Como decenas de chicas y chicos por todo el país, ha participado este curso en el proyecto ‘Cine en curso’, un proyecto de A Bao A Qu que todos los años acerca el cine y la producción cinematográfica a en 45 escuelas e institutos públicos de Cataluña, Madrid, Galicia, País Vasco, Alemania y Chile.

Lo hace mediante la residencia de cineastas en los centros educativos. Estas personas trabajan durante meses con el alumnado conceptos básicos del lenguaje cinematográfico, les habla y enseña producciones interesantes y les guía durante el proceso de creación cinematográfica, desde el guión hasta el montaje.

Pero la pandemia vino a cambiar por completo las reglas de juego, para Claudia y para todas y todos sus compañeros del proyecto. Ella lo expresa así:

«Por culpa del COVID-19 se suspendieron las clases y no pudimos seguir haciendo la película que habíamos empezado. Pero se podía seguir filmando.

Desde hace tiempo ya filmábamos desde nuestra ventana, pero como no se podía salir hasta hace poco, ahora es más especial. Porque a través de la ventana puedes ver la vida que sigue fuera mientras que tú estás en casa.

También estos días han sido especiales porque son las primeras veces que los niños salen a la calle, y nosotros hemos aprovechado para filmar árboles y nubes.

Lo que sentimos es una mezcla de alegría y libertad, al volver a salir y poder expresar todo en un solo plano.
Algunos de nosotros hemos filmado árboles y nubes junto al colegio. Ese ha sido un momento muy emocionante: acordarnos de esos días que pasábamos un buen rato en el patio del colegio.

Nos gusta filmar para enseñar al resto de la clase cómo es el mundo desde nuestro punto de vista. Por ejemplo, alguien vuelve a filmar en el sitio donde fue la primera vez que filmó. Sin embargo, a otro le puede recordar que fue allí donde conoció a su amigo del alma.

En eso es en lo que nos fijamos. No solo en el encuadre, ni en la composición, sino también en lo que tú sientes y en lo que pueda sentir el otro.

Por eso nos gusta Cine en curso, porque te enseña a valorar muchas cosas a las que antes no dabas tanta importancia».

Laia Colell es una de las dos responsables del proyecto (junto a Núria Aidelman). Hablamos con ella sobre cómo ha cambiado esta edición del proyecto y cómo han conseguido hacer de la necesidad virtud. «¿Qué podemos hacer para acompañar al alumnado y hacer de este tiempo algo más vivible?», recuerda Colell que pensaron a los pocos días de comenzar el confinamiento. Y para responderse volvieron la vista al principio del programa de Cine en curso. En los primeros compases de cada curso, se enseña a chicas y chicos ejemplos de cómo mirar su vida cotidiana de otra manera, cómo explicar algo de sus vidas desde aquello que pueden ver a diario con una actividad que llaman ‘Planos del mundo’. Como en la película El Diario del cineasta israelí David Perlov.

Cada participante en el proyecto ha estado filmando, durante los meses de marzo, abril y mayo lo que se ve desde alguna ventana de su casa. El resultado es un montaje lleno de sensilbilidad. Nubes, árboles, tejados, ciudades y pueblos, aplausos, la lluvia… Un paisaje visual en el que se resumen los más de 1.000 planos que han recogido, grabados por chicas y chicos de 10 a 18 años durante estos meses.

A parte de esto, se decidieron a continuar con el proyecto. Cada grupo crea una película colectiva. Las y los alumnos escriben y se hacen cargo de la escritura, rodaje y montaje. A estas alturas, ya deberían haber terminado y estarían preparando las proyecciones en distintos puntos del país. Debido a la pandemia y el confinamiento, una parte de estas producciones ha cambiado radicalmente y ha decidido tomar esta situación como la protagonista de nuevas historias. Otros grupos han decidido continuar con sus planes originales, manteniendo un sinfín de reuniones virtuales, para, en cuanto sea posible, rodar según lo previsto. Hoy por hoy, explica Laia Colell, la idea es organizarlo todo para que ese rodaje pueda celebrarse entre junio y julio.

Qué hemos aprendido

Comenta Colell que en muchos centros educativos se decidió dar un peso mayor todavía a los proyectos cinematográficos al constatar que era algo que enganchaba a los alumnos. Muchos docentes y centros han tenido que hacer grandes esfuerzos para contactar con todas las familias y ver en qué condiciones estaban, qué dispositivos tenían en casa para poder grabar, conectarse a los talleres online, etc. Han conseguido algunos equipos o tarjetas con datos para asegurar que todos pudieran continuar.

Laia destaca el importante compromiso que habían y han adquirido chicas y chicos con el proyecto, así como el trabajo incansable de docentes y cineastas para dar continuidad a Cine en curso a pesar de las dificultades. Se han desarrollado una gran cantidad de reuniones virtuales con todos los grupos. «Docentes y cineastas han volcado una dedicación, un tiempo y una energía enormes», reconoce Colell, pero ha dado sus frutos.

No solo porque las producciones continúen o porque hayan podido montar un corto con las grabaciones de muchas chicas y chicos desde sus ventanas y balcones para enseñar a los demás una parte de su mundo.

La responsable de A Bao A Qu muestra su alegría al ver cómo el cine se ha convertido en una herramienta importante para estos grupos a la hora de expresar sus emociones y sentimientos y de acercarse a los de los demás. De hecho, señala, «nos ha hecho más conscientes del valor de lo que veníamos haciendo y de que el cine ocupará otro lugar en sus vidas, más valioso».

Ha sido un tiempo, dice, de reflexión personal para cada chica y cada chico. Al mismo tiempo que el proyecto se ha convertido en la vía para que estuvieran constantemente en comunicación unos con otros, estrechando lazos personales y enseñando que «la escuela es un espacio de afectos importante, vital para muchos alumnos». Un espacio físico pero también emocional que les ha enseñado que echan de menos, también, la afectividad con los docentes y los cineastas.

El confinamiento, a pesar de la dureza de la situación, ha echo aflorar en no pocos casos una sensibilidad especial a la hora de expresar los mensajes que cada grupo quería señalar con sus trabajos. Laia Colell lo ejemplifica en el proyecto del Instituto escuela Trinitat Nova. En un principio querían hacer una película que retratara el valor de la diversidad en su barrio. Pero, dadas las circunstancias, decidieron darle una vuelta al proyecto. «La diversidad la podemos mostrar solo con los salones de nuestras casas», explica Laia que dijo una alumna en una de esas reuniones entre alumnado, docentes y cineastas. Dicho y hecho, han rodado en sus salones, a sus madres cocinando, han recogido imágenes de las comidas durante el Ramadán al final de cada jornada, los sonidos, la música de cada casa…

Reflexiones

Pero mientras llegan los rodajes y sea posible el visionado de las producciones de cada uno de los grupos, puede servir de muestra del trabajo realizado durante estos casi tres meses que han montado gracias a las grabaciones desde las ventanas. Y las reflexiones de algunas de las chicas y chicos que lo han hecho posible. Aquí, algunos ejemplos.

Emma Corchero, Institut Moisès Broggi (Barcelona)

Barcelona, marzo de 2020
Filmo las ventanas. Quiero mostrar las vidas que hay a nuestro alrededor.
La oscuridad que lo envuelve todo y la luz que crece en su interior.

 

Luna de Paco Demaría, IES Lope de Vega (Madrid)

Madrid, 21 de marzo de 2020
Estos días de incertidumbre, de agobio, de no saber qué hacer, de tristeza para muchos, lo que más me ha ayudado ha sido poder salir al balcón y mirar. Simplemente, mirar aquello que tengo delante.

Basmae Ziani, Escola de Bordils (Bordils, Girona)

Bordils, abril de 2020
Cuando miro el cielo, me acuerdo de nuestras aventuras.
Cuando miro el cielo azul, me acuerdo del mar.

 

Helena Lemniai Torralba, Institut Castellet (Sant Vicenç de Castellet)

Sant Vicenç de Castellet, 14 de abril de 2020
Esta niebla densa, extensa, la encontré sin querer. Toda la noche sin dormir. Pensé en salir fuera. Cunado miré hacia la puerta de cristal de la terraza, vi algo no muy habitual: una niebla tan densa y pesada que me impedía ver las montañas. Me quedé un rato contemplando este paisaje blanco: parecía nieve estancada en el aire, congelada. Como estos tiempos que nos rodean, en los que el tiempo se ha detenido.

Valeria Alzate, CEIP Ntra Sra de la Fuencisla (Almendrales, Madrid)

Madrid, mayo de 2020
Al filmar este precioso amanecer me siento desconectada de todo el mundo observando el cielo.

 

Aldara Vázquez, IES O Ribeiro (Ribadavia, Ourense)

Gomesende, 27 de abril de 2020
Salgo a la ventana después de estudiar. Escucho un pájaro que no para de cantar para acompañar esta puesta de sol.

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José María Perceval: «El humor es un arma eficaz para ridiculizar la mentira y la xenofobia»

Por Aika Educacion /Alejandra Avendaño

Es prácticamente un aforismo o más bien un mantra del periodismo amarillista, aquella frase que dice, “no es noticia cuando el perro muerde al hombre sino cuando el hombre muerde al perro”. Aunque esto ya sucedió en el 2007, por lo que ahora la frase es noticia vieja, lo cierto es que refleja mucho sobre cómo se determina el potencial que tiene un hecho para ser noticioso y tener alcance, o viralizarse, a la usanza actual.

En estos tiempos se dice que una noticia mala triunfa sobre una buena, incluso cuando esta última se refiera a un evento de alta expectativa como la final del Real Madrid versus el Barça. ¿Fatalismo puro y duro o la cruda realidad?

AIKA Educación conversó con José María Perceval, experto en el análisis de la comunicación intercultural y del racismo y colaborador del gabinete de comunicación y educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, quien afirma que una noticia negativa es capaz de retuitearse 70% más veces que una positiva.  Con él conversamos sobre la difusión de bulos durante la crisis del coronavirus y, en especial, la viralización del discurso del odio, uno de los temas más explotados en las mal llamadas “fake news”.

Entrevista con José María Perceval sobre los bulos y el racismo en redes sociales durante el coronavirus

En el actual contexto de pandemia, ¿qué noticias o, mejor expresado, que contenidos falsos de corte xenófobo son los que más se han difundido en redes sociales? ¿es esto un fenómeno reciente o de siempre? ¿qué papel cumplen las redes sociales, la clase política y los medios en estos libretos de la discriminación? Y, en especial, ¿cómo lo combatimos? ¿De qué manera se puede frenar el poder de una noticia negativa o un contenido falso? Y, más aún, al ser racista (altamente emocional), es más viral, ¿cómo lo frenamos?

Estas son las algunas de las dudas que le planteamos al experto José María Perceval y curiosamente una de sus conclusiones es que el humor, un concepto más asociado con lo positivo que con lo contrario, puede ser un arma eficaz para desarmar a un contenido falso y, ridiculizar a la xenofobia. Véalo en nuestro video.

Fuente: http://www.aikaeducacion.com/entrevistas/jose-maria-perceval-el-humor-es-un-arma-eficaz-para-ridiculizar-la-mentira-y-la-xenofobia/

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OVE entrevista a José Carlos García Ramírez: “La criticidad es la sustancia de la praxis transformadora”

Entrevista realizada por Luis Miguel Alvarado Dorry en exclusiva para Otras Voces en Educación.

Conocimos a José Carlos García Ramírez en una clase virtual llamada “Proyectos de educación para la paz, la ciudadanía y los derechos humanos”, en la cual, su compromiso y aseveración es que, los valores, no se reduzcan a una simple transmisión  de conceptos, sino que estos, son necesario y fundamentales vivenciarlos para construir ciudadanías y sociedades noviolentas.

Tiene estudios de Posdoctorado en “Política Pública” por la Universidad de Washington, Estados Unidos. Es doctor en Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Es Maestro y Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México.

Trabajó en la Casa del Jubilado Democrático en la Ciudad de México y en campañas de alfabetización para adultos mayores durante 15 años. Ha sido profesor invitado por las Universidades de Estambul, Seattle, Buenos Aires, Cartagena. Recientemente fue invitado por la Philosophische Fakultät und Abteilung Politische Wissenschaft, de la Universidad de Heidelberg, Alemania a impartir el curso titulado Nord-Süd-Dialog: Reflexionen über Karl Marx/Lateinamerika, Philosophie und Menschenrechte “.

Es coordinador del libro “¿Hacia dónde va la educación tecnológica en México?”, próximamente a publicarse. Hoy en día trabaja en cuestiones sobre “Descolonización Epistemológica en las tecnologías y teoría crítica”. Actualmente es investigador del Tecnológico de Estudios Superiores de Chimalhuacán en el área de Posgrado y del Instituto McLaren de Pedagogía Crítica.

Lo que caracteriza a José Carlos es la permanente investigación de la historia para nuestra desconstrucción-reconstrucción, es decir, su cosmovisión, en palabras de él es que “para entender lo que somos hoy en materia educativa, tenemos que comprender lo que fuimos: historias coloniales, pero también de resistencias”. Asimismo, su incesante e incansable trabajo y compromiso con les adultes mayores para su reivindicación en la sociedad, no como personas inútiles o no productivas, sino como seres humanos con vasta experiencia vivencial con los mismos derechos fundamentales que tiene cualquier otra persona joven o adulta.

 

José Carlos, cuéntenos un poco su historia de vida, ¿cómo llegó a la educación crítica y contestataria y, a la lucha gremial y social?

Agradezco al portal “Otras Voces en Educación”, la generosa y paciente entrevista.

Nací en “México-Tenochtitlán”, hoy en día Ciudad de México (CDMX). Mis padres son José García Uribe (finado) y Manuela Ramírez Sánchez (actualmente tiene 95 años de edad). Cursé licenciatura y maestría en Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El doctorado en Humanidades en la Universidad Autónoma Metropolitana y realicé estudios de Política Pública en la Universidad de Washington. Mi vida de preparatoriano y universitario fue significativa pues a esa edad me ganaba el pan como corrector de estilo en oficinas de los Trabajadores Jubilados del Seguro Social. Desde esa época me vinculé a las luchas democráticas de los grupos de jubilados. Luego, comencé a trabajar como alfabetizador de adultos durante 15 años. Eran los tiempos de la efervescencia de las luchas de liberación nacional en El Salvador y Nicaragua.

Entre 1978-1988, la Ciudad de México era una especie de epicentro político donde convergían las diversas manifestaciones democratizadoras y empoderamientos de luchas populares. Durante mis estudios de Licenciatura comenzaba a entender la importancia de la teoría y la práctica. Fue una década muy fecunda pues podía observar cómo el trabajo teórico de los líderes de los movimientos sociales contestatarios (los jubilados, por ejemplo) marcaba una profunda huella en el trabajo organizativo y práctica social.

Lamentablemente, esa perspectiva integral entre teoría y praxis hoy en día se ha ido desvaneciendo. Me vinculé por algunos años con las Comunidades Eclesiales de Base en el sur de la CDMX. Era la época donde teólogos de la liberación marcaban una nueva ruta creativa de lucha popular. Conocí a don Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz, Gustavo Gutiérrez, Oscar Arnulfo Romero, Pedro Casaldáliga, Leonardo Boff e Ignacio Ellacuría. Con ellos y desde mi experiencia social, fue construyéndose mi conciencia crítica, en términos sociales y educativos: siempre siguiendo el método de educación popular denominado “tripié” (ver, juzgar y actuar).

Comprendí que la revolución estructural era la radicalidad última a seguir. Pensaba que la razón (filosóficamente hablando) podría ir muy bien de la mano con la vida espiritual. No dudaba en llamarle a ese ejercicio de convergencia “espiritualidad revolucionaria”. Por eso uno de mis textos preferidos de aquellas épocas era “Marx y la biblia”, escrito por quien luego fue mi maestro en el doctorado, Porfirio Miranda de la Parra, gran jesuita y artífice de la teología de la liberación mexicana.

Al terminar mi Licenciatura realicé una estancia en Alemania. Allí perfeccioné mi idioma alemán trabajando un proyecto en la Universidad de Heidelberg sobre las obras de Karl Marx.

Durante un año me dediqué alfabetizar mujeres presas latinas en las cárceles de los Estados Unidos (Seattle), durante mis estudios en la Universidad de Washington. Coordiné grupos de mujeres presas para realizar trabajo comunitario en áreas restringidas y autorizadas por el departamento de policía de aquella localidad.

Antes de mi estancia en Estados Unidos instrumenté, entre algunos grupos de adultos mayores, proyectos productivos comunitarios en Xochimilco, lugar tradicional ubicado en el sur de la CDMX. Después logré establecer una red ciudadana con trabajadores agrícolas en Ensenada, Baja California para emprender proyectos colectivos en las zonas marginales de la llamada “Ruta del Vino” a finales del 2005.

Todas esas experiencias fueron gracias a mis cuatro libros de cabecera: “Pedagogía del oprimido” de Paulo Freire; “El vuelo del Quetzal” de Pedro Casaldáliga; “Canto cósmico” escrito por Ernesto Cardenal; “El campesinado: clase y conciencia de clase”, texto elaborado por uno de los principales epistemólogos críticos latinoamericanos, Hugo Zemelman. Poco a poco, me fui dedicando a los temas de envejecimiento poblacional, salud pública, movimientos sociales y educación para adultos desde las perspectivas de la Teoría Crítica (Escuela de Frankfurt) y la Filosofía de la Liberación latinoamericana (Leopoldo Zea, Augusto Salazar Bondi, Arturo Andrés Roig, Aníbal Quijano, Horacio Cerutti, Enrique Dussel, Juan Carlos Scannone, entre otros).

Finalmente, arribé a buen puerto: conocí a don Sergio Quiroz (+), gracias a la Red Ciudadana Ensenadense, en una ocasión que presenté uno de mis libros titulado “Derechos humanos y participación ciudadana en Karl Marx” (hoy, edición agotada). Desde un inicio me impactó el doctor Quiroz por su generosidad y por su espíritu crítico, combativo y de alto nivel teórico. Eso me agradó de su persona, además de su sencillez solidaria. Me invitó a dar el curso “Educación para la paz”. Además de ese curso impartido, recientemente impartí el de “Teoría crítica y sociología educativa” que, por razones de la contingencia del Covid-19, fue de manera virtual.

 

¿Cuáles considera que son los elementos más significativos de la crisis educativa en la CDMX, en México y en toda América Latina?

Me gustaría responder su amable pregunta realizando un breve recorrido histórico sobre los diferentes procesos contradictorios los cuales han definido las distintas facetas que han caracterizado las crisis del sistema educativo mexicano, principalmente. Si no tiene inconveniente, me gustaría ir estructurando mi respuesta anteponiendo algunos subtemas que puedan ayudar a una mejor lectura.

Atando cabos: el discernimiento

De entrada pienso que no es posible hablar de la educación de manera homogénea, sino de procesos educativos heterogéneos: niveles diferentes en el ciclo formativo de los sujetos (prescolar, primaria, secundaria, media superior, tecnicatura, profesional), instituciones escolares que responden a contextos distintos como son escuelas normales, rurales, multigrado, a distancia, telesecundaria, educación privada, educación pública, escuela para adultos, mujeres o personas con capacidades diferentes. Existe una diversidad en la taxonomía de los procesos educativos. Eso hace que la pregunta que usted amablemente me formula, debería estar encuadrada en la especificidad del contexto desde donde se pretenda reflexionar.

Ahora bien, cada entorno educacional, aunque mantenga peculiaridades diferenciadas, constituyen un todo organizado jurídicamente a través de la Constitución Política. El sistema educativo tradicionalmente es definido como una estructura de enseñanza integrada por un conjunto de instituciones y organismos que regulan, financian y prestan servicios para el ejercicio de la educación según políticas, relaciones, estructuras y medidas dictadas por el Estado de un país.

Justamente esa definición encierra la problemática sustantiva del fenómeno educativo a nivel nacional y regional. Pongamos por caso la Constitución Política de la Ciudad de México que entró en vigor en el 2017. Es un documento de 212 cuartillas. El “Artículo 8” se denomina “Ciudad educadora y del conocimiento”. Son tan sólo 5 cuartillas de las cuales 2 se refieren al ámbito educacional en sus tres niveles de impartición. No hay gran cosa en ellas. Quizás lo relevante es que habla de un sistema incluyente en el ámbito multicultural, por un lado, y, por el otro, señala que la educación pública, en el nivel medio superior y superior, deberán estar enfocados a dar respuestas a las necesidades sociales, locales (CDMX) y nacionales. Eso último es un cambio de paradigma sustantivo que aún no se comprende sus alances ni tampoco se promueve sus bondades sociales.

Un poco de historia sobre el sistema educativo

Hablar de la crisis del sistema educativo mexicano, implica recurrir, grosso modo, a la historia desde donde emerge el primer modelo institucional de la educación. Llamaría a ese primer paradigma posrevolucionario “modelo educativo nacionalista”. Se cristalizó con la conocida propuesta de José Vasconcelos (fundador de la Secretaría de Educación Pública –SEP– en octubre de 1921). La visión de Vasconcelos era idealista cargada fuertemente de valores identitarios, científicos y humanistas. La frase célebre de “Por mi raza hablará el espíritu” (lema actual de la UNAM), resumía el poder de la historia de México a la cual la denominó “raza cósmica”.

Jaime Torres Bodet (coetáneo de Vasconcelos), secretario por dos periodos en la SEP y quien terminó suicidándose, entendió muy bien el proyecto educativo nacional emergente, al cual lo llamó “sistema educativo libertario, democrático y científico al servicio de la Nación”, señalaba que la educación pública tendría que ser por antonomasia un proyecto de Estado. Es decir, la educación pública tendría que ser administrada y direccionada por la política nacionalista de aquel entonces.

Quizás fueron 40 años del sistema educativo nacionalista confeccionado por las élites intelectuales siempre relacionadas con el poder político y económico. La educación, a menos en el nivel básico, fue catalogada como una responsabilidad jurídico-moral del Estado nacional. Por eso los servicios educativos tendrían que ser de excelencia: profesorado con alto sentido cívico, creación de escuelas a lo largo y ancho del país, desayunos gratuitos para los alumnos, cooperativas escolares.

Como usted bien sabe, fue la época del llamado “Estado Benefactor” replicado en varios países de América Latina, como en Argentina, México, Brasil, principalmente. El Estado Benefactor no era más que la concepción del Estado social en donde el desarrollo nacional iba de la mano de los deberes constitucionales. La educación era uno de los derechos sociales que el Estado tenía el imperativo categórico de salvaguardar.

Inicio de la crisis: monopolio de la educación versus movimiento magisterial contestatario

El punto de quiebre de ese proceso benefactor fue a principios de la década de los años 60s del siglo pasado. Los movimientos sociales campesinos comenzaron a ser detonantes en la crítica al monopolio de la educación ejercida por el Estado. Las desigualdades sociales y la confiscación de las libertades en las escuelas rurales, marcaron el inicio de la organización del magisterio en las áreas marginales y agrarias. Basta con recordar los aportes de Arturo Gámiz García (gran maestro rural) y su hermano, Jacobo quienes al lado de Lucio Cabañas, Prisciliano Padilla, Amadeo Vidales, entre otros, orquestaron el Asalto al Cuartel de Madera, primera acción insurreccional de envergadura de la guerrilla contemporánea en México. Dicha acción fue la más importante de la organización insurgente Grupo Popular Guerrillero, la cual fue llevada a cabo en la madrugada del 23 de septiembre de 1965.

Desde mi punto de vista, pienso que el modelo centralista de la educación pública tuvo su primera crisis cuando fue precisamente interpelado por los movimientos magisteriales rurales organizados a través de guerrillas y que luego pasaron a ser grupos de protesta social en las urbes (en universidades como la UNAM y la Universidad Autónoma de Guadalajara). La consigna era ¿qué tipo de educación pública en todos los niveles formativos se requería?

Las respuestas eran múltiples. Pues eran los años donde los partidos de extracción socialista, intelectuales orgánicos –a la manera de Antonio Gramsci– o críticos del sistema político mexicano incrustados en universidades públicas, se identificaban con idearios revolucionarios de corte leninista, trotskista y maoísta.

Desarrollo de la crisis educativa: 1968

Eran los inicios de la década de 1960 donde el mundo anunciaba cambios a lo largo y ancho del globo terráqueo: la música The Beatles conquistaba los oídos de la gente blanca anglo-americana con melodías como “Love Me Do”, “She Loves You” y “I Want to Hold Your Hand”; figuras como Ernesto “Che” Guevara y Camilo Cien Fuegos, marcaban la iconografía de la dignidad revolucionaria. En esa época, surgen movimientos independentistas como el de Argelia, Gabón y Costa de Marfil, entre otros países africanos; las dictaduras en Argentina (Francisco Del Ángel Rojas) y Paraguay (Alfredo Stroessner) estaban en todo su apogeo criminal; y en agosto de 1963, Martin Luther King Jr., en la Manifestación por los Derechos Civiles en Washington, pronunciaba su célebre discurso “I have a dream”.

Quizás todo se inició con el Free Speech Movement, en la Universidad de Berkeley, California, a principios de los años 60s del siglo pasado. Era la época contra el racismo, contra los programas académicos que se oponían a la libertad de cátedra y contra las estrategias del gobierno que prohibía a los estudiantes organizarse y hacer comentarios de problemas políticos del país. La violencia contra los estudiantes opositores a un sistema basado en el consumismo, la producción de armas, hot dogs y de valores religiosos supremacistas, se desató con ahínco en 1967 y 1968. Esos acontecimientos también se repitieron en Francia con la masacre de estudiantes defensores de la libertad y de la autonomía de los pueblos, en aquel episodio conocido como “Mayo Parisino”. México, no fue la excepción. Ni tampoco Argentina pasó desapercibida en aquel “Cordobazo” donde obreros y estudiantes fueron masacrados y otros más desaparecidos por la rabiosa dictadura de Juan Carlos Onganía.

En la mañana del 2 de octubre de 1968, los perros aullaban sin cesar, olores nauseabundos brotaban de las alcantarillas de los edificios de gobierno, vientos fríos levantaban remolinos de basura y las calles desérticas anunciaban la crónica de un fratricidio. La contrapuesta a esa tarde brumosa eran los cantos de alegría y los abrazos fraternales que miles de estudiantes ofrecían en el recinto de Tlatelolco, Ciudad de México. Jóvenes entonaban el himno a la alegría y llamaban a los estudiantes, a las amas de casa, a los campesinos, obreros, intelectuales, desempleados, para que juntos empezaran a construir un nuevo sueño, una nueva patria, un gobierno honrado.

Lo que había iniciado públicamente el 4 de agosto de ese año, el 2 de octubre concluyó en un anochecer donde las bayonetas perforaron estómagos, cercenaron manos y rompían los anhelos de una comunidad estudiantil (de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional) opositora al presidente Gustavo Díaz Ordaz y a sus ministros con caras de momia. Era la crítica a un gobierno espurio entrenado para desollar los cuerpos de estudiantes disidentes que, con razones, cuestionaban el autoritarismo, la tiranía y la corrupción del sistema político mexicano.

Vendrá la década de 1970 y el Estado benefactor mexicano de mediados del siglo XX, ya para finales de 1960 y el resto de los años a seguir, se convirtió en una especie de Estado policiaco y represor. Los años de 1970, fueron testigos de actos iracundos y violentos contra líderes magisteriales, sindicales y sociales. Gracias a la tecnología de Teléfonos de México (empresa paraestatal en aquel entonces), los agentes de la Dirección Federal de Seguridad podían escuchar las conversaciones telefónicas de hasta 117 personas al mismo tiempo. Los más vigilados eran el sindicalista socialista Vicente Lombardo Toledano, el periodista Julio Scherer y el líder opositor Heberto Castillo.

¿Hecatombe o transformación del sistema educativo?

La estrategia contra los movimientos obreros y magisteriales empleado por los sexenios de Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo, se basó en el espionaje, la detención arbitraria de los hoy llamados “presos políticos”, la tortura y el exterminio. Las contradicciones sociopolíticas, impactó severamente el sistema educativo nacional.

Fue (y sigue siendo) la época en la que la tecnocracia internacional y las oligarquías nacionales se acoplaban para resignificar la educación hacia las necesidades de las empresas. La educación ya no es para adquirir conocimientos, fortalecer la vida cívica y el desarrollo nacional, ni mucho menos para mejorar la vida de los pobres y excluidos. Por el contrario, educar es proporcionar habilidades para el trabajo principalmente técnico-operativo (además sin derechos laborales).

La escuela neoliberal y la crisis de lo cotidiano

Desde el régimen salinista hasta el gobierno pasado peñista, la tecnocracia ramplona encargada de diseñar la nueva ingeniería educativa, consideraba a la educación como una mercancía o un valor de cambio y no como un derecho social. En dicho diseño se dejaba claro que serían los organismos financieros y empresariales trasnacionales (la economía de mercado o capitalismo) los interlocutores válidos para imponer las rutas de la educación que los Estados nacionales deberían de reproducir. Es así como nace la “escuela neoliberal”.

Para eso se requerían gobiernos u oligarquías que fueran instrumentando lo siguiente:

  • Desmantelar la educación pública.
  • Erradicar las organizaciones de trabajadores democráticos.
  • Intimidar y golpear con políticas financieras arbitrarias los salarios de los trabajadores.
  • Sembrar el miedo bajo la amenaza del despido.
  • Imponer cargas laborales burocráticas con horarios extenuantes.
  • Fomentar capacitaciones de bajo impacto formativo y de alto impacto burocrático.
  • Aplicar criterios tecnócratas encargados de medir (cuantificar), evaluar y generar resultados con base al cumplimiento de procedimientos administrativos.

Además, el argumento político de la tecnocracia apoderada de la toma de decisiones en materia educativa, era combatir al Estado benefactor o social, desmantelar el Artículo 3ero Constitucional, acabar con el centralismo y diversificar las oportunidades para que el sector privado pudiese tener incidencia en la planificación de la educación pública. La idea era que los pobres, el populacho, según el ideario conservador empresarial capitalista, no requieran educación, no necesiten forjarse un camino profesional o universitario. Por tal motivo, la educación será para quien pueda pagarla. Porque de la muchedumbre, como diría Eduardo Galeano, la televisión se encargará.

Una de las secuelas de esos episodios dantescos, es que además de trastocar los contenidos de las currículas escolares (primaria, secundaria y bachillerato), eliminado temáticas sustantivas como la educación cívica, humanística y el pensamiento crítico, se pretendió domesticar a los profesores y profesoras a partir de posturas pedagógicas puestas al servicio de las exigencias de la tecnocracia. Las escuelas dejaron de ser para el pueblo para dar luego paso abierto a la escuela neoliberal.

Otra consecuencia de la imposición del paradigma neoliberal educativo fue echar andar el “proceso de desescolarización”, el cual tomó como bandera de lucha atacar el modelo educativo tradicional (eufemismo utilizado para combatir el modelo educativo benefactor de mediados del siglo pasado).  Las elites empresariales trasnacionales tuvieron que construir sus propias epistemologías dominantes, alienantes.

Tuvieron que diseñar y subsumir baja la lógica imperial del capitalismo, organismos internacionales que justificaran, ideológicamente, la decadencia de la educación pública (la OCDE, por ejemplo). Así como también el Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, estructuras financieras las cuales sirvieron para endeudar a los países de América Latina con préstamos que generaron deudas impagables. Esos organismos se encargarían de fondear medios de comunicación de masas para desprestigiar la educación popular y limitar presupuestos destinados a los servicios públicos, la educación entre ellos, de los países endeudados y así desmantelar todo servicio educativo público.

Desescolarizar es sinónimo de individualizar. Es también otro nombre de automatizar o enajenar a los sujetos. Desescolarizar es poner conocimientos y aprendizajes al servicio de las relaciones comerciales. Estas críticas las encontramos en Iván Ilich, Basaglia, Freire, Zemelman, quienes con gran atino desmontaron la episteme dominante tecnocrática y sus categorías corrosivas como son: “capital humano”, “escuela bancaria”, “productividad pedagógica”, “destrezas y competitividad”, “pedagogía funcional”, “rentabilidad”, “cliente y proveedor”, “valores y fe en el mercado”, “toyotización”, entre otras.

Pero resulta que el otro problema de la crisis educativa en México, es ya no sólo las estructuras sistémicas del poder y la defensa del individualismo inmoral o falto de principios éticos, sino también la descomposición de las estructuras de la vida cotidiana. La instrumentalidad enajenante de la vida social está imponiendo los códigos salvajes de “sálvense quien pueda”, “la escuela es para tontos”, “la calle lo es todo”, “los narcocorridos son la neta del planeta”: el dinero, las mujeres, autos, armas y drogas son la clave del nuevo hombre exitoso. Aquí la pregunta fuerte sería ¿cómo hacer pedagogía crítica y educación popular en perímetros escolares donde quienes mandan son los sicarios, la “maña”?, ¿cómo sensibilizar y trasformar las subjetividades de los alumnos donde sus familiares pertenecen de una manera o de otra a grupos delictivos? El docente está situado en campo minado: al frente la ofensiva de gobiernos represores de las libertades, atrás, familias o vecinos cooptados por las mafias del barrio, a la derecha las exigencias administrativas de la escuela, a la izquierda, las promesas y traiciones de los colegas o sindicato. Entonces, ¿para dónde moverse?

José Carlos ¿La relación entre los gobiernos y los gremios en la CDMX y en el país es fluida? ¿Por qué?

Si por gremio entendemos las asociaciones de grupos que comparten una profesión, por ejemplo, asociaciones de exalumnos, profesores, profesores jubilados, entre otros, entonces la relación de éstos con el actual gobierno de la Ciudad de México, la veo intrascendente. Sólo se hacen visibles los maestros cuando sitian la ciudad. De allí en fuera, no hay propuestas ni debates públicos organizados.

Esperemos que, en los años restantes del gobierno actual de la 4T (Cuarta Transformación), la fluidez se pueda dar en términos de participación solidaria del magisterio citadino con el resto de los grupos democráticos de otras partes del país. Por ejemplo, hasta ahora no se ha visto en la CDMX un pronunciamiento formal en contra de lo sucedió en días pasados en la Escuela Normal de Tiripetío, Michoacán.

Me parece que los gremios actuales se han convertido en agencias gestoras de demandas particulares y no de peticiones público-relevantes de los agremiados insertadas en un proyecto congruente de transformación educativa. Además, lamentablemente, los movimientos sociales, pueden gozar de legitimidad, pero tristemente, muchos de ellos son incapaces de articularse con otros movimientos o actores sociales, solidarizarse en las demandas de manera transversal y conformar un “bloque histórico”, como diría Antonio Gramsci.

 Otro problema es que la dinámica y la experiencia social nos enseñan que todo gremio es fácilmente sujeto de cooptación. Es decir, con facilidad puede institucionalizarse. La actual Constitución Política de la CDMX, es un documento que no estimula la participación ciudadana y gremial para atender asuntos de las agendas pública y política.

En ese sentido, los procesos de comunicación institucional entre gremio y gobierno fluyen hasta donde el aparato burocrático lo permita. La protesta social, por ejemplo, ha perdido ruta crítica y programática ideológica. Ahora se actúa por mimetismo digital: un hecho aislado, una palabra y luego socializarla en las redes, hacen que la gente se congregue en el espacio público y emprendan acciones idénticas, repitan las mismas palabras, se vistan igual. La protesta social de los gremios corre el riesgo de convertirse en un carnaval del homo insipiens, como diría Sartori.

 

¿Considera que la formación inicial y continua de los docentes corresponde a las necesidades del país y los desafíos pedagógicos del siglo XXI? ¿Por qué? ¿Cuáles serían sus propuestas?

Si bien es cierto que existen sectores del magisterio críticos con una alta autoridad moral para intervenir con propuestas creativas, sin embargo, aún percibo, cierta despolitización en las bases magisteriales, cierto pragmatismo irreflexivo que impiden la toma de conciencia crítica.

La formación es un proceso necesario a través del cual los sujetos requieren para comprender la realidad, tomar conciencia y transformar aquellas condiciones mínimas que perturban procesos educativos emancipatorios. La criticidad es el elemento sustantivo de toda praxis pedagógica novedosa, innovadora y transformadora. La crítica reflexiva representa una oportunidad para la toma de decisiones y logro de objetivos direccionados para la mejora de los entornos educativos. Esa praxis es y será siempre de tipo social, política, ecológica y ética.

Existen varias propuestas en torno al sentido y la responsabilidad de la educación. En lo personal recomendaría releer el gran debate histórico entre Antonio Caso y Lombardo Toledano, allá por 1933. Por primera vez se planteó, en un sentido radical, la cuestión del sistema educativo que habría que construirse: desde la primaria hasta la universidad. En el debate se encuentra la discusión entre idealismo y materialismo histórico, la ruta que deberían seguir los aprendizajes, la estructura de las escuelas, pero sobretodo se planteó cuáles serían los contenidos fundamentales de todo proyecto de educación transformadora. Valdría la pena releer ese documento con ojos puestos en el siglo XXI.

 

José Carlos, ¿qué ha significado el confinamiento por el Coronavirus COVID-19 en lo educativo? ¿Considera que las medidas educativas tomadas en el contexto de la pandemia afectan al derecho a la educación? ¿Por qué?

Recientemente, Boaventura de Sousa, publicó su libro titulado “La cruel pedagogía del virus”. Grosso modo dice que con esta pandemia la idea conservadora de que no hay alternativa a la forma de vida impuesta por el hipercapitalismo en el que vivimos se desmorona. Para el autor, salvar nuestro planeta se requiere ir más allá del marco de la modernidad eurocéntrica y de los sistemas coloniales y de dominación. Boaventura incita a la búsqueda de la pluralidad de modos de adquisición de conocimientos alternos: principalmente de las experiencias civilizatorias de los países del Sur o quizás de los grandes relatos o cosmovisiones de los pueblos originarios.

Recientemente he publicado algunos artículos periodísticos (El Vigía) sobre el tema que nos aqueja mundialmente (Covid-19). Se viene diciendo que el confinamiento provocado por el Coronavirus ha reforzado la idea tecnoburocrática de que la mejor alternativa educativa es reducir los aprendizajes escolares a la experiencia digital, virtual. Los procesos reflexivos poco importan. Lo central es la habilidad para mantener interacción en la red, navegar por el ciberespacio y subjetivizar (introyectar) “sensaciones” virtuales, sin necesidad de recurrir a la realidad y al encuentro intersubjetivo (cara-a-cara).

El Coronavirus también nos quiere enseñar, a través del cautiverio, si vale la pena volver a la “nueva normalidad” donde la rutina, el individualismo, la mezquindad y la competencia corrosiva seguirán siendo los estilos de vida impuestos por la modernidad capitalista. O bien, si el género humano asume su responsabilidad por salvarse como especie y relacionarse de otra manera con la Tierra. El Coronavirus nos puede motivar a crear otra forma de construir pedagogías alternas, liberadoras. El planeta Tierra está en peligro, pero también el ser humano puede desaparecer o autodestruirse en un santiamén.

Desde la Educación para la paz y la noviolencia, ¿cuál es la radiografía de las sociedades en el confinamiento obligatorio y la ponderación de las virtualidades en la vida cotidiana?

Los sociólogos franceses, Bourdieu y Passeron, propusieron hace un par de años el término de “violencia simbólica”. Y como bien dice Boaventura de Sousa, la forma en que se construyó inicialmente la narrativa sobre la pandemia en los medios de comunicación occidentales evidenció el afán de demonizar a China. Las malas condiciones higiénicas en los mercados chinos y los extraños hábitos alimentarios de los chinos (primitivismo insinuado) eran el origen del mal.

La violencia simbólica está constituida de representaciones basadas en imágenes, lenguajes, códigos (que recorren los imaginarios sociales hasta llegar a los dispositivos digitales como el por ejemplo el “trollear”) agresivos y estigmatizadores hacia una persona, un colectivo o un país por su condición de raza, género, clase social, usos y costumbres, entre otras. La violencia simbólica es un producto social generado por contradicciones histórico concretas reales.

En cuanto a lo que usted me pregunta sobre los temas de educación para la paz y la noviolencia, éstas encierran un poder revolucionario poco entendido. Para el pensamiento crítico, la pedagogía para la paz significa la construcción de procesos de enseñanza donde la noviolencia no solamente sea un conjunto de valores a transmitir, sino que esos valores pasen a la esfera de las vivencias. Los valores que refuerzan el significado de la paz y la noviolencia deben ser modos de vida concretos.

La pedagogía para la paz requiere de didácticas y estrategias donde docentes, alumnos, directivos y padres de familia estén articulados y comprometidos para emprender metodologías que refuercen las enseñanzas a favor de las conductas positivas y de colaboración para erradicar el odio, las agresiones y las prácticas simbólicas y reales de la violencia.

La cultura para la paz en un centro escolar o universidad no debe ser un código de buenas intenciones aplicado de manera temporal, sino más bien es un planeamiento fuertemente estructurado. Para la viabilidad de una pedagogía o cultura para la paz, ésta debe estar sostenida por principios ético-normativos rigurosamente definidos y aplicados.

Todo proyecto de educación para la paz y la noviolencia es una alternativa sustentable básica a implementarse en las mallas curriculares de educación básica, media y superior. Educación para la paz es uno de los horizontes poco explotados en las escuelas. No se ha percibido la riqueza transformadora que puede derivarse de ella.

Educación para la paz y la noviolencia forma conciencias críticas y sobretodo posibilita el tránsito de la conciencia escolar o universitaria a la conciencia ciudadana, responsable de su tiempo, de su comunidad, de su Patria.

 

Amigo José Carlos, por último, desde las pedagogías críticas y, a partir de sus experiencias docentes y sociales ¿cuáles serían algunas de las propuestas que considere importantes para iniciar un proceso de transformación radical del sistema educativo?

  • Emprender procesos de sensibilización para la toma de conciencia.
  • Tomar con responsabilidad el proceso formativo del pedagogo crítico, asumiendo con amor y con disciplina el aprendizaje-enseñanza.
  • Tener presente que los aspectos teórico- reflexivos son de vital importancia para comprender la realidad, explicarla y mejorarla a través de propuestas específicas según las experiencias de las escuelas y de los profesores.
  • Comprender que las pedagogías críticas son horizontes interpretativos de la complejidad (educativa) de lo real que exige reconstruir epistemologías, metodologías y estrategias que sirvan para la transformación de aquellos entornos aviesos para luego estructurar futuros emancipatorios, humanos, solidarios.
  • Atreverse a investigar para actuar, como diría Freire.
  • Recurrir a los teóricos que plantean la pedagogía de la liberación latinoamericana para saber entender contextos locales y mejorarlos. Así como elaborar herramientas metodológicas que enseñen a seguir objetivos y lograr procesos transformativos de micro-espacios donde se generan emociones, cogniciones, acciones y valores enfocados hacia el desarrollo comunitario.
  • Valorar los saberes populares como experiencias comunitarias e históricas que nos ayuden, finalmente al buen vivir en comunidad.

Muchas gracias.

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Entrevista a Frances Fox Piven: “La Pobreza Extrema (y la degradación que puede acompañarla) es un Crimen Social”

Redacción:  Revista Contexto

Hay pocos teóricos de los movimientos sociales que sean capaces de influir en los eventos que analizan. Frances Fox Piven, profesora de Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad de la Ciudad de Nueva York y una de las pocas que lo ha conseguido, lleva estudiando y agitando los movimientos sociales estadounidenses desde la década de 1960.

5 de junio de 2020.-

En 1966, Piven y Richard Cloward publicaron «El peso de los pobres» en la revista The Nation. Ese ensayo desarrollaba lo que desde entonces se ha conocido como la «estrategia Cloward-Piven»: una inscripción en masa de pobres en los programas de asistencia social. Si todos los que tuvieran derecho a prestaciones públicas las solicitaran, rezaba su argumento, el sistema cedería y se pondría de manifiesto la magnitud de la pobreza en Estados Unidos y la insuficiencia de su red de protección social. La subsiguiente crisis política brindaría una oportunidad para introducir políticas amplias y duraderas con el objetivo de combatir la pobreza. Cloward y Piven publicaron el artículo en medio de un intenso período de acciones populares por parte de los receptores de ayudas. Ese mismo año, los grupos antipobreza de todo el país formaron una amplia coalición que se convirtió en la Organización Nacional por el Derecho al Bienestar (NWRO, por sus siglas en inglés), de la que Piven era miembro fundadora. El número de miembros que constituía la base de la NWRO aumentó drásticamente a finales de los 60 y llegó a alcanzar los 20.000 afiliados activos y los 540 grupos comunitarios a finales de la década, lo que les permitió ganar capacidad de influencia en la política nacional de la asistencia pública.

A medida que la NWRO iba creciendo, en 1971, Cloward y Piven publicaron el libro Regular a los pobres, un relato histórico y sociológico de los movimientos sociales en Estados Unidos a lo largo del siglo XX. El libro intentaba explicar el raquitismo de las prestaciones sociales en Estados Unidos y alegaba que el bienestar social en EE.UU. era cíclico: se distendía para lidiar con los desórdenes sociales en situaciones de desempleo generalizado y se contraía, aunque reteniendo las prestaciones necesarias para fomentar el empleo. Seis años más tarde, y después de que la NWRO se disolviera, el libro Los movimientos de los pobres de Piven y Cloward exploró los movimientos de los pobres desde la Gran Depresión hasta los años de posguerra «para comprender las características de la política económica estadounidense que explican por qué esos brotes se producían cuando lo hacían, por qué los brotes adoptaban la forma que adoptaban y por qué las élites respondían de la manera en que lo hacían». Su argumento, que fue polémico no solo entre las organizaciones que analizaba, sostenía que, a lo largo de la historia de Estados Unidos, la disrupción, y no la organización en masa, había sido el principal mecanismo por el que los movimientos sociales habían conseguido avances.

Este pasado invierno hablamos por teléfono con Piven.

Jack Gross (JG): Regular a los pobres articula un marco teórico para explicar la función del bienestar en Estados Unidos, ¿cómo desarrolló ese enfoque hacia el bienestar estadounidense, y cómo aplicó ese marco al caso práctico de los Movimientos de los pobres?

El sufrimiento que experimenta la gente cuando se les presiona hacia abajo y hacia fuera de los márgenes de la sociedad es un delito

El argumento central de ambos libros era la amenaza de los desórdenes: el poder de la desobediencia colectiva. Sosteníamos que cuando la gente se sublevaba y desobedecía las normas que normalmente rigen su comportamiento (como pagar el alquiler o someterse a las condiciones de la asistencia social) podían producir un impacto en la política social. Cuando argumentamos esto por primera vez en la década de 1960, parecía una verdad evidente: miraras donde miraras, la gente estaba organizando marchas, manifestándose e interrumpiendo el sistema en el que estaban involucrados. Era una especie de huelga a gran escala y con esto me refiero a una huelga en el sentido más amplio. Incluso la gente que no tenía trabajo fijo, que no podía hacer lo que normalmente se considera una huelga laboral, podía organizar una sentada frente a la oficina de servicios sociales y coordinar una solicitud en masa de prestaciones sociales. También disponían de la capacidad para obstruir el sistema.

Maya Adereth (MA): Uno de los elementos distintivos que todavía caracteriza a su libro es la utilización de la gente pobre como un agente político, en lugar de utilizar a la clase obrera. ¿Qué motivó ese cambio de énfasis?

Creo que la pobreza extrema, y la degradación que puede acompañarla, es un crimen social. El sufrimiento que experimenta la gente cuando se les presiona hacia abajo y hacia fuera de los márgenes de la sociedad es un delito. Y en la década de 1960 muchas personas sentían lo mismo, entre ellas, lógicamente, los propios pobres. Proliferaban las formas de protesta colectiva, sobre todo en las grandes ciudades y sobre todo entre la gente de color. Se desató un escándalo moral generalizado por la pobreza colectiva que una sociedad rica imponía sobre algunos de sus miembros.

Yo estaba estrechamente relacionada con un grupo de mujeres del Lower East Side y de Harlem, que vivía de las ayudas sociales y que estaba organizando la resistencia al departamento de servicios sociales de Nueva York. Estaba teniendo cada vez más experiencias directas con la acción colectiva que llevaban a cabo algunas personas pobres que eran víctimas de la próspera sociedad estadounidense.

JP: En El peso de los pobres, uno de los elementos más sorprendentes de la tristemente célebre estrategia Cloward-Piven es su teoría de la coalición. Usted vincula las crisis (en este caso la crisis fabricada de la sobrecarga de los sistemas de asistencia social) con períodos de reestructuración, y pone como ejemplos la Gran Depresión y los movimientos por los derechos civiles. ¿Cuál es la relación entre crisis y coalición, y qué significa eso para la estrategia de los movimientos sociales actuales?

La estrategia que propusimos en ese ensayo y que hemos propuesto en multitud de contextos adicionales, como por ejemplo en huelgas de alquileres, es una de disrupción. Para poder comprender la relevancia que tiene en la actualidad, hay que dar un paso atrás y observar la vida social en un sentido más amplio: en el complejo sistema de cooperación y respeto a las leyes que sustentan algunas de las funciones sociales clave. La sociedad es un esquema de cooperación, aunque eso significa que casi todo el mundo tiene que desempeñar su papel, no solo en las fábricas, sino también en nuestras escuelas, en nuestro sistema de salud y en nuestros sistemas habitacionales. A la inversa, todo el mundo tiene asimismo el poder para dejar de cooperar. La protesta es eficaz cuando la gente se da cuenta de que representa un papel crucial en los grandes modelos sociales y en las instituciones. Creo que eso sigue siendo plenamente relevante hoy en día.

Una de las maneras en que la gente, la gente pobre, ha sido silenciada en la sociedad estadounidense contemporánea es a través de su humillación sistemática por parte de los líderes políticos estadounidenses. Ciertamente eso lleva siendo así desde mucho antes de la década de 1970, pero no puede durar para siempre. Antes o después, la gente se da cuenta de que el papel que desempeña puede convertirse en una palanca con la que influir en las políticas públicas.

MA: Algunas de sus obras hacen hincapié en retirar el apoyo, pero otros aspectos hacen hincapié en una mayor participación: la inscripción en masa para recibir ayudas sociales aparece en ambos casos, pero el empadronamiento de votantes con más claridad en el segundo. ¿Hay momentos en los que un método es más eficaz que el otro?

Creo que es más fácil que la protesta surja en un contexto electoral, cuando los líderes electos se preocupan más por la adhesión de un gran número de personas de entre lo más bajo del escalafón social. Durante mucho tiempo, la tendencia entre los activistas ha sido pensar que la labor electoral imposibilita la protesta, aunque en realidad, en la historia de EE.UU., la protesta en sí ha sido más factible cuando hemos tenido una especie de asidero en el sistema electoral a través de los propios grupos que conforman los potenciales constituyentes del movimiento.

Por lo tanto, creo que es más exacto e iluminador pensar en las maneras en que la protesta y la política electoral se potencian la una a la otra. La protesta tiene más posibilidades de tener éxito cuando al menos uno de los cargos públicos expresa su solidaridad por el sufrimiento de los disconformes y los desposeídos. Si se les ignora, o escupe, o insulta, es probable que eso les subyugue y acabe con sus aspiraciones. Por ejemplo, creo que eso se puede observar en el movimiento por los derechos civiles y también en el movimiento obrero. El movimiento por los derechos civiles contaba con aliados políticos en Washington D.C., senadores y congresistas que eran responsables ante circunscripciones electorales negras o hispanas. Por eso creo que también existe una relación de complementariedad entre el poder electoral y el poder de la protesta.

JG: Teniendo en cuenta ese tipo de complementariedad entre poderes, me pregunto si podría hablarnos un poco sobre la Alianza Obrera de Estados Unidos (WAA, por sus siglas en inglés) y la Organización Nacional por el Derecho al Bienestar, y las relativas virtudes o debilidades de ambas organizaciones.

Aun en los casos en que las protestas tienen éxito, el éxito es solo parcial. El movimiento obrero de los años 30 no logró una utopía para la gente trabajadora de Estados Unidos, sino una serie de derechos para el movimiento sindicalista. Siempre se obtienen algunas victorias, pero luego hay que salir de nuevo y seguir luchando.

La protesta es eficaz cuando la gente se da cuenta de que representa un papel crucial en los grandes modelos sociales y en las instituciones

La Alianza Obrera de Estados Unidos era una organización comunista de los años 30 que intentó tender una mano a los receptores de beneficencia. En nuestra sección sobre la WAA en Los movimientos de los pobres, fuimos críticos con sus organizadores porque su intención fue desarrollar una organización formal sumamente articulada utilizando la disconformidad de los pobres en los años 30. Nosotros creímos que las manifestaciones, las revueltas y las protestas eran más eficaces que los clubs que organizaba la WAA. Y en la misma línea, creímos que durante los años 60 aquellos que pretendían organizar a los beneficiarios de ayudas sociales y que estaban decididos a constituir una organización formal terminaron ignorando las protestas que servían para desestabilizar las políticas municipales y la organización asimétrica que ya existía. En Regular a los pobres, criticamos el modelo organizativo de la NWRO en la década de 1960, aunque nosotros estábamos entre los organizadores.

MA: Usted defiende que las organizaciones jerárquicas son menos eficaces porque es más fácil infiltrarse en ellas y apropiarse de ellas. Si no se cuenta con una organización de ese tipo, ¿cómo concibe una estrategia política a largo plazo?

Es a través de la movilización continuada que se consigue el cambio a largo plazo. Cuando nos movilizamos de forma continuada, nos beneficiamos de la experiencia de anteriores movilizaciones. Adquirimos un conocimiento de los incentivos de las élites y del potencial que tienen las élites para apropiarse o suprimir el descontento que ha surgido.

Cuando constituimos organizaciones que cooperan con los gobiernos municipales, también nos ponemos en la situación de perder el impulso y la conciencia de nuestro propio rol en el conjunto del sistema, pero eso se vuelve a conseguir; la política continúa y la relación entre grupos dominantes y subordinados sigue desarrollándose. La gente redescubre una y otra vez el poder de la disrupción.

JG: Varias décadas después del libro Regular a los pobres, ¿cómo teoriza la situación de las ayudas sociales en Estados Unidos, en relación con el resto del norte global?

En los 60 el tipo de movimientos que se sublevaba no era forzosamente el de una clase obrera organizada, sino más bien el de las minorías raciales y los pobres

Solíamos pensar que la situación en Estados Unidos era diferente a la situación en Europa, donde se presentó un exhaustivo sistema de bienestar como un compromiso de clase. Aquí no teníamos eso, y en los años 60 el tipo de movimientos que se sublevaba no era forzosamente el de una clase obrera organizada, sino más bien el de las minorías raciales y los pobres. Sencillamente, nuestros movimientos tenían una composición diferente y no se ajustaban exactamente al modelo del estado de bienestar europeo.

MA: Estamos experimentando desde hace ya algunas décadas un proceso de desindustrialización y de densidad sindical en decadencia en todo el mundo. ¿Cómo afecta a las políticas de bienestar social esta cambiante composición del mercado laboral? ¿Cómo afecta, por ejemplo, a la relativa importancia de las exigencias que se plantean a las empresas si las confrontamos con las que se plantean directamente al Estado?

No hay forma de generalizar en estos casos. Cada grupo tendrá poder de influencia sobre diferentes sectores sociales. Cuando se piensa en un grupo social concreto, lo que hay que preguntarse es: ¿qué instituciones sociales tiene la capacidad de alterar?

Uno de los elementos que ha conseguido cambiar profundamente el panorama de la acción social en la actualidad es que ya no podemos hablar de disrupción institucional sin pensar en el cambio climático. Para poder desarrollar políticas públicas que controlen eficazmente el comportamiento de los actores que están destruyendo el clima dependemos del Estado. Necesitamos un poder estatal fuerte y centralizado del lado del movimiento. Esta crisis es demasiado grande. Para derrotar a la industria de los combustibles fósiles hará falta contar con el apoyo de las autoridades municipales y estatales.

JG: Existe un debate en la actualidad sobre las ventajas de una política de empleo garantizado en contraposición con unos programas universales de transferencias económicas. ¿Qué opinión le merece este debate y el renovado interés de una opción política bastante diferente a la suya y a la de la NWRO?

Una forma de describir el objetivo clásico de la izquierda es pleno empleo y salarios dignos. El problema que plantea eso es que fracasa rotundamente en cuanto al tipo de políticas que hacen falta para prevenir el cambio climático. Ese objetivo se basaba en la idea de que la economía podía crecer indefinidamente, pero hoy en día ya no necesitamos más crecimiento. Lo que tendríamos que estar pensando es en la relación entre producción y contaminación.

Así que la idea de que todo el mundo trabaje 40 horas a la semana, con el rumor de las máquinas de fondo y más y más artilugios fabricándose es una utopía muy limitada. Tendríamos que estar imaginando nuevas formas de vivir una buena vida que no impliquen fabricar automóviles, utilizar combustibles fósiles, ensuciar el planeta, etc.

MA: ¿De dónde cree que provendrá el movimiento en los años venideros? ¿Qué es lo que le genera esperanza?

Hay muchas movimientos esperanzadores que se están produciendo. Por ejemplo, en el sector servicios, o lo que ahora se llama el sector de los cuidados, se han producido movilizaciones increíblemente exitosas entre los profesores, enfermeros y trabajadores del comercio. Estas son personas que hacen cosas que todo el mundo puede ver y valorar. No es ningún misterio que los necesitamos. En la medida en que el trabajo se considera una fuerza de cambio, tendríamos que estar pensando en los cuidadores y en lo que pueden hacer.

Fuente: https://www.aporrea.org/ddhh/n355835.html

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Julio María Sanguinetti: «No hay peor freno al desarrollo que la cerrazón, el encierro montañés»

Por Nicolás Menini Piffaretti

Dentro del mundo de la comunicación, Julio María Sanguinetti tuvo la oportunidad de viajar para cubrir distintos eventos de gran envergadura. Hechos que significaron un antes y un después en la historia de algunas naciones.

Desde Cuba hasta Corea del Norte, pasando además por China, el por aquel entonces joven periodista, que más adelante sería presidente de la República Oriental del Uruguay en dos ocasiones, recopilaba información para el medio en el que se desenvolvía y, además, voluntariamente o no, para el propio conocimiento dentro de esa apertura de mente que produce el hecho de viajar.

¿Quién es Julio María Sanguinetti?

Soy un periodista, doctor en derecho y político de toda la vida, con 84 años. Fui dos veces presidente (1985-1999, 1995-2000), antes Ministro de Educación y Cultura y de Industria y Comercio. En varios períodos parlamentarios. Integro ahora el Senado. Escribo periódicamente en La Nación de Buenos Aires, El País de Montevideo y Correo de los viernes.

Nace usted dentro del seno de una familia de inmigrantes italianos, como gran parte de la sociedad uruguaya. ¿Cuál es la huella sociocultural que ha dejado la inmigración en la conformación del Uruguay como país?

En mi familia los inmigrantes están lejos. Los italianos por mi padre somos quinta generación, pero nuestro modo de vida, nuestras inclinaciones culturales mantienen viva esa tradición. El recuerdo de Garibaldi se asocia a ese sentimiento. Por el lado de madre, portugueses-brasileños. Y esto también nos genera una muy cercana simpatía a los vecinos del Norte, a quienes entendemos y apreciamos.

¿Cuáles son sus perspectivas acerca de los viajes que ha realizado a España? Cuya sociedad también ha conformado en parte lo que es el actual Uruguay.

Con España tuvimos en nuestra generación dos momentos. Hasta el final del franquismo nos sentíamos muy lejos políticamente. Se habían cortado las influencias culturales, veíamos un Estado de aire medieval. Visité España entonces, pero nos sentíamos lejos. Luego fue la explosión de la apertura. Fenomenal; con el Rey Juan Carlos, Suárez, la figura determinante de Felipe González, Fraga Iribarne, el diario El País. Allí pasó a ser una fuente de inspiración, porque habíamos caído nosotros en una dictadura, que haría nuestra larga tradición democrática. Más allá de la política, España está en nosotros por el idioma, por el Quijote, por Velázquez y Goya; por todo lo que es un patrimonio histórico que se ha revaluado. La hemos vivido con mucho entusiasmo.

Hemos tenido actividades culturales y políticas en Madrid, en Barcelona, en Santander, Sevilla, Valencia, en Santiago de Compostela, en Victoria, en toda España, en fin, que es tan variada, tan multiforme en su cultura, en su gastronomía, en su modo de ser. Los vascos son una cosa, los andaluces otra, los gallegos también y todos ellos nos siguen inspirando porque en el Uruguay se da el caso de que, país despoblado en la época colonial y de inmigrantes en la republicana, posee una condición muy abierta. Todos somos uruguayos, pero en general reconocemos siempre nuestro origen gallego o lo que fuere. Para mucha gente soy el “genovés” pese a que mis antepasados ya estaban luchando junto a Garibaldi aquí en el río de la Plata.

“España fue nuestra fuente de inspiración, porque habíamos caído nosotros en una dictadura, que haría nuestra larga tradición democrática”

¿Qué tanto influye el viajar en el conocimiento?

A lo desconocido se le teme y ese sentimiento ha sido causa de infinitos males. No hay como conocerse para entenderse. Un puerto, o aeropuerto hoy, abre, introduce ideas, acerca gente distinta. No hay peor freno al desarrollo que la cerrazón, el encierro montañés. Hoy más que nunca, la globalización contemporánea nos exige estar alerta a lo que ocurre en el mundo, a sus tendencias. Hay quienes miran con temor a China, pero quienes la conocemos, encontramos allí una milenaria cultura y un país sorprendente.

¿Cuál es la mejor manera de viajar?

Hemos viajado mucho por trabajo periodístico y político. Poco por simple placer, aunque en los últimos años he sido muy feliz con poder celebrar algunos acontecimientos familiares, con hijos y nietos en Sevilla, en Sicilia, en París o en Londres. No hay un mejor modo de viajar. Todos son válidos y depende de los intereses comunes. Los aficionados a la historia y el arte, como es toda mi familia, privilegiamos esa dimensión. Otros privilegian la naturaleza.

En su rol periodístico cubrió la revolución cubana en el año 1959, un régimen que se sostuvo a pesar de la caída del bloque socialista (URSS), incluso hasta la actualidad. ¿Cómo fue su experiencia de viaje a aquella Cuba?

La revolución cubana fue un episodio marcante en nuestra generación. Todos vivimos el entusiasmo. Pocos nos desilusionamos rápido. Fue lo que me pasó a mí, porque ya en julio, cinco meses después de haber arrancado, cuando entra Fidel al gobierno, vi el aliento totalitario que estaba allí. Fue lo que predominó desgraciadamente hasta hoy. Lo triste es que aquel entusiasmo inicial, llevó a mucha gente a una revolución insensata, como sufrió nuestro país, una democracia histórica. Hasta el Che Guevara, en Montevideo, desalentó la idea guerrillera, pero no fue escuchado. Cuba fue un gran sueño frustrado.

¿Qué parecer tiene de la Corea del Norte de Kim Il Sung? Según lo que leemos y lo que nos cuentan, ¿ha cambiado algo? Tuvo el privilegio de estar en un lugar en el que el acceso es muy limitado.

En aquel tiempo era como viajar a Marte. Hoy sigue siendo algo extraño. Es un totalitarismo personalista que no tiene parangón. La Rusia Soviética parecía un oasis frente al culto de la personalidad de Kim Il Sung, descubridor del ferrocarril, según me explicaban… Las escuelas eran talleres fabricantes de pequeños robots. No he estado más, así que supongo, por lo que veo a la distancia, hay un proceso de modernización, pero muy precario.

“El Che Guevara desalentó la idea guerrillera, pero no fue escuchado. Cuba fue un gran sueño frustrado”

Aparte de Cuba y Corea del Norte, ha realizado diversos viajes como periodista. ¿Algún desplazamiento que haya dejado huella alguna en su carrera?

La visita a la China de Deng, que fue el hombre que cambió el mundo. Pensábamos que iba a ser Gorbachov, pero fue Deng, con la apertura de la economía de mercado. Nosotros como gobierno, abrimos las relaciones y tuve el privilegio de viajar tres veces a la nueva gran potencia.

¿Cómo es el buen periodista? ¿Piensa y se limita a factores que puede opacar la libertad de expresión en circunstancias candentes o es realmente libre al opinar?

Lo primero es entender que el periodismo, el mayor desafío que tiene es narrar, informar, relatar los hechos y contextualizarlos, para que se entiendan por el ciudadano. Su intención de verdad. La opinión es otra cosa y nunca debe mezclarse una cosa con la otra, porque a veces se “flecha” la información para que sea inevitable la conclusión que se desea preconizar. Naturalmente cada medio tiene una dirección, que marca las pautas generales, la filosofía a la que responde el medio, sea un diario o una radio o lo que fuese. Esto hay que entenderlo, porque en ocasiones se extrapolan conceptos y se piensa que el periodista es absolutamente autárquico. Y no lo es. Para hacerlo claro; Si tú eres un periodista español, y eres de derecha, no se te ocurrirá postularte para el diario El País, porque su visión es una filosofía liberal socialdemócrata, bien de centro. “Felipismo” digamos. O sea, los medios tienen rumbo. Dentro de él, el desafío es ser muy honesto en la información, porque es lo que te da credibilidad ante el público y deslindar claramente lo que es opinión.

¿Qué opina respecto a lo tendencioso que se han convertido algunos medios periodísticos del mundo? Teniendo en cuenta pactos comerciales o de otra índole con terceros. ¿Afecta esto a (des) informar sobre lo verídico?

El periodismo vive de la credibilidad. Y es el ciudadano, como en la democracia, el que entroniza al auténtico o al flechado. La responsabilidad del ciudadano es fundamental, porque si éste vota demagogos o consume medios amarillos, no hay nada para hacer.

“En ocasiones se extrapolan conceptos y se piensa que el periodista es absolutamente autárquico. Y no lo es”

Se codeó con grandes referentes políticos y periodísticos del Uruguay y el mundo. Si tuviese que optar por un rol, ¿por cuál se inclinaría? ¿El periodismo o la política?

Si me hubieras dicho hace sesenta años hubiera optado por el periodismo, hace cuarenta por la política, hoy de nuevo por el periodismo.

¿Cómo debe ser el periodista del silo XXI?

Ante todo, muy versátil, para manejarse con los nuevos medios. Pero la tecnología no cambia la sustancia. Esa es siempre la misma, información veraz y opinión clara. Lo demás es accesorio.

“La incomprensión del presente, nace fatalmente de la ignorancia del pasado”, reza un dicho del historiador Marc Bloch. ¿Está usted de acuerdo? ¿Cómo se explica un refrán que puede resultar relativo para las distintas sociedades? No todas comprenden el presente de la misma manera.

Marc Bloch es la Biblia del historiador, y debiera serlo también del periodista; es un historiador del presente, que al día siguiente ya es pasado. Tiene que distinguir claramente en lo que es el hecho que vale y la simple anécdota. Naturalmente, no existe la objetividad absoluta, porque se relata desde un entorno del pensamiento. Un socialista estará priorizando la noticia social y menos la que hace a libertades. Un liberal a la inversa. Lo que importa es que ese modo de pensar no tergiverse la noticia. Si uno es un periodista, español o uruguayo, debe mirar las cosas desde la perspectiva de los principios definidos en las Constituciones democráticas. Eso valorizará los hechos, los ordenará y luego, por aparte, habrá opinión.

El mundo atravesó y atraviesa distintas realidades sociales. ¿Es la educación la base y gran solución? ¿Tener acceso a ella es sinónimo de enderezar las realidades ‘torcidas’ de algunas naciones?

Sin educación no hay prosperidad posible. El trabajo manual está terminando. El mundo digital predomina, de modo que quien no posea los fundamentos para trabajar en él, no tendrá lugar. La educación es la que tiene que formar esa mentalidad y a la vez darle la conciencia cívica. La riqueza es hoy el conocimiento, aun a niveles del ciudadano común. Es una mutación muy fuerte, que marca un cambio de tiempo histórico.

“Un periodista socialista estará priorizando la noticia social y menos la que hace a libertades. Un liberal a la inversa. Lo que importa es que ese modo de pensar no tergiverse las noticias”

En su biblioteca, ¿qué libros no pueden faltar? ¿A qué autores y obras considera parte de su formación en todos los sentidos?

Esas son las preguntas matadoras, porque habría que hacer una lista interminable. Ante todo, lo que importa es la historia: la de Grecia y la de Roma, ahí está todo lo que tiene que saber un periodista o un político. Hay formidables autores como Glotz, Cohen, León Homo en Roma. En política, “Los Discursos sobre la última Década de Tito Livio”, “Sobre la libertad” de Raymond Aron y “La Democracia en América” de Tocqueville. En filosofía lo que caiga de Aristóteles, Locke, Voltaire o David Hume. En literatura los clásicos, “La Iliada”, Sófocles y por supuesto “El Quijote”. De los modernos Faulkner, Proust… y me quedo corto en todo. En lo social, “La riqueza de las naciones” de Adam Smith, siempre mal citada; Max Weber, especialmente “El origen del capitalismo” y Schumpeter. Eso es toda una masacre de obras, pero al voleo es lo que se me ocurre.

Tras trece años de dictadura cívico-militar en el Uruguay, fue electo presidente constitucional. ¿Cómo vivió aquel ‘viaje’ a la democracia? En el que la corona española fue partícipe de alguna manera.

Fue un trabajoso proceso de salida, entre 1980 y 1984. En aquel año ganamos un plebiscito frente a la dictadura sobre su propuesta constitucional.

A partir de allí fuimos adelante y atrás en negociaciones, avances, retrocesos, que culminan en la elección. Fue un gran esfuerzo. España fue nuestra fuente de inspiración y la visita del Rey Juan Carlos una enorme contribución a la salida democrática.

¿Cuáles fueron los factores para que España fuese considerara como tal en la salida democrática del Uruguay?

España fue un modelo de transición pacífica. Como se venía, además, no solo de una dictadura política sino también de una sociedad muy tradicional, caso oscurantismo. El “destape” fue formidable, explosivo. Los liderazgos jóvenes, de Suárez y luego Felipe deslumbraban. El Rey superando el tijerazo; En fin, España pasaba a ser un ejemplo para todos.

Entre sus tantos viajes dentro del territorio uruguayo, como periodista y político, ¿ha notado cambios sociales con el correr de los años? Socialmente, ¿sigue siendo Uruguay el mismo país que el del siglo pasado?

Físicamente Uruguay es otro. Las carreteras, las comunicaciones, han integrado el país como nunca. La agropecuaria se ha tecnificado, la industria también, pero ha perdido algún espacio. El comercio se ha modernizado de arriba abajo, los servicios generales se han ampliado y el turismo ha pasado a ser un protagonista, en todas sus modalidades. Las playas Colonia a Rocha, la historia en Colonia, Montevideo. El turismo rural en todo el país.

¿Qué opinión tiene respecto a José Batlle y Ordóñez? De orígenes catalanes y quien supo seguir una línea familiar de presidentes constitucionales en el Uruguay.

Batlle es el constructor del Uruguay moderno. Artigas funda la nacionalidad, el sentimiento de autodeterminación, en torno a un pensamiento republicano. Rivera y Lavalleja construyen la independencia. Batlle reformula el Estado, introduce reformas liberales, humanistas; y edifica lo que hoy se llama un Estado de Bienestar. Su obra se extiende entre 1903 y 1915. Fundamentalmente y para la época, fue una revolución en democracia. En aquellos años establecer, por ejemplo, un divorcio por la sola voluntad de la mujer, donde no se precisaba probar nada y el marido no podía ni comparecer, era algo realmente sin precedentes en el mundo. La república laica, liberal y social que construyó es la que llega hasta hoy.

Fuente: http://www.aikaeducacion.com/entrevistas/julio-maria-sanguinetti-no-hay-peor-freno-al-desarrollo-que-la-cerrazon-el-encierro-montanes/

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Entrevista a Eric Mazur: “La educación formal acaba con nuestra motivación intrínseca por aprender”

Entrevista/04 Junio 2020/Autor: Nacho Meneses/elpais.com

Eric Mazur, experto en innovación educativa, apuesta por un aprendizaje interactivo que se aleja de los modelos tradicionales basados en clases magistrales y memorización de datos

Escuchar, tomar notas, memorizar y reproducir información en exámenes que, más allá de la pandemia, apenas han cambiado con el paso del tiempo: así son las líneas generales de muchos de los sistemas educativos actuales y pasados. Pero ¿cuánto recordamos, a medio y largo plazo, de lo que aprendemos en una clase? La respuesta, en la mayoría de los casos, es que poco, y gran parte de la culpa tiene que ver con la manera en que se transmite ese conocimiento: “La educación es uno de los sectores que más innovación necesitan, porque básicamente seguimos enseñando de la misma manera en que lo hacíamos hace cientos de años”, afirma Eric Mazur, catedrático de Física y Física Aplicada en la Universidad de Harvard, y creador del método interactivo denominado Peer Instruction, o instrucción entre pares.

Un sistema perfeccionado a lo largo de 30 años que, ante todo, se aleja de las sempiternas lecciones magistrales que tienen al profesor como protagonista: aquí, los estudiantes se preparan el material antes de acudir a clase, y esta se articulará después a través de las preguntas del profesor y del debate de los propios estudiantes, de manera que se priorice la comprensión por encima de la memorización. Mazur, asesor del Simposio de Educación del Programa Académico Internacional de la Universidad Autónoma de Madrid, ha compartido ya su peer instruction en más de un millar de charlas alrededor de todo el mundo.

Pregunta. ¿De qué manera se diferencia la instrucción entre pares de una clase tradicional?

Respuesta. Enseño a través de las preguntas para ayudarles a desarrollar modelos mentales y a que extraigan información de ellos. Cuando empecé a implementar este método, no teníamos ningún tipo de tecnología; yo solo hacía una pregunta y les pedía a mis alumnos que, usando sus dedos en el pecho (más tarde empezamos a usar dispositivos contadores), escogieran de entre varias opciones la que ellos creían que era la correcta. Ahora, con las clases virtuales, ellos escriben su respuesta en la plataforma.

Intentaba formular mi pregunta para que, aproximadamente, la mitad de los alumnos acertaran la respuesta. Luego les pedía que buscaran un compañero o compañera cerca que tuviera una distinta, para intentar convencerle de que la suya era la buena. Por unos minutos, todo se volvía muy caótico, y después les pedía que votaran otra vez. Con el paso del tiempo, llegué a la conclusión de que debíamos alejarnos del auditorio; y en mis clases de ahora los estudiantes se sientan en grupos de cinco, alrededor de una mesa, y yo facilito sus debates.

P. Usted sostiene que la pandemia de coronavirus es también una oportunidad. ¿En qué sentido?

R. Con respecto al cambio y a la innovación. Al principio de mi carrera, me di cuenta de que los estudiantes no estaban aprendiendo realmente nada de mis clases, porque lo único que sacaban de ellas eran unos apuntes que intentaban memorizar y luego regurgitar en los exámenes, pero que nunca podían traducir en conocimientos en ningún otro campo. Si les proponía un problema que no habían visto antes, no eran capaces de resolverlo; y el motivo era que me había centrado exclusivamente en la transferencia de conocimiento, más que en hacer que este tuviera sentido. Y la educación ha de comprender ambos pasos.

En el siglo XXI, cuando la información es abundante y ubicua, ¿por qué no dar a los estudiantes la responsabilidad sobre la parte fácil, que es la transferencia de información, y en clase enseñar por medio de preguntas y proyectos, trabajando para que tenga sentido, con la guía del profesor? La pandemia ha dejado claro que este es el mejor momento para el cambio: cuando los profesores empezaron a dar clase con programas como Zoom, vieron que solo un 40 % de los estudiantes las sigue en directo, porque pueden verla en otro momento que quizá sea más conveniente para ellos. Ello demuestra que la interacción entre el profesor y el alumno no necesita ser síncrona, porque el profesor puede dar la clase y mandar después el enlace; si no estás muy interesado en algo, puedes avanzar en la grabación o reproducirla más rápido; o verla de nuevo si, por el contrario, te interesa mucho. Y no puedes hacer nada de esto en directo.

La pandemia proporcionó el momento perfecto para pensar en tres cosas: una, si el foco ha de situarse en el educador o en el estudiante; dos, si deberíamos trasladar todo lo que podamos del proceso educativo a actividades asíncronas, para hacer un mejor uso del tiempo síncrono; y tres, si el instructor ha de fijar el ritmo de las actividades, o si cada alumno debería marcar su propio ritmo, y decidir si quieren hacer algo más despacio o más rápido. Lo que hemos visto en estas circunstancias es que cuando más nos movamos hacia lo asíncrono, hacia un enfoque centrado en el alumno en el que este marque su propio ritmo, más mejoramos la educación.

P. ¿Qué tiene de malo la memorización?

R. Memorizar nunca funciona del todo, porque tendemos a recordar las cosas que usamos, no las que memorizamos. Hay muchas investigaciones que muestran que, si optamos por memorizar algo, usando flashcards o cualquier otra técnica, acabamos por recordarlo bien durante unos pocos días, pero al dejar de usarlas y de reciclar esa información, esta desaparece. En mi opinión, no solo debemos cambiar la forma de enseñar, sino también la de evaluar los contenidos. La mayoría de las evaluaciones – exámenes en particular – fuerzan a los estudiantes a memorizar y regurgitar, lo que no sirve para absolutamente nada. Y aquí es donde tenemos otra oportunidad, porque con todos los estudiantes online, es muy difícil dar un examen, porque lo hacen en sus ordenadores, y tienen acceso a Google.

Piensa en ello: cualquier pregunta para la que puedas encontrar la respuesta en Internet no es una pregunta auténtica de evaluación, porque no estás midiendo si un estudiante puede resolver un problema real; solo mides si el estudiante puede memorizar algo. Por otro lado, más que esforzarnos en que la gente no copie, habría que hacerlo por conseguir que los exámenes sean más significativos, de manera que reflejen el tipo de habilidades que nosotros queremos que los estudiantes desarrollen para el siglo XXI.

P. ¿Qué papel debe jugar la tecnología?

R. Me encanta la tecnología, pero, cuando se trata de la educación, me vuelvo muy escéptico, porque muchos de sus usos en educación son como poner vino viejo en odres nuevos; nuevas formas de hacer lo de siempre. Muchas compañías que desarrollan tecnología educativa estudian primero lo que hace típicamente un profesor y se preguntan si pueden hacer lo mismo digitalmente. En mi opinión, más que de tecnología, se trata de pedagogía, de si hay una aproximación al aprendizaje que no se haya dado antes.

P. ¿Dónde queda la pasión por aprender?

R. En el prólogo de su libro Who Owns the Learning?, el autor Alan November escribe lo que le ocurrió al inicio de los años 80, cuando enseñaba en Secundaria. Él estaba a cargo del aula de informática, que por aquel entonces era una novedad, y recibió una llamada un domingo por la mañana, diciéndole que alguien se había colado en el aula, y que si podía ir a la escuela. Cuando llegó, vio que las ventanas no estaban rotas, las puertas no estaban forzadas y que no faltaba ningún equipo. Solo había una cosa extraña: un alumno sentado frente a uno de los ordenadores. Se dirigió a él: “¡Gary! ¿Qué haces aquí?”, y este le respondió: “Quiero aprender a programar un ordenador”. Y en ese momento se dio cuenta de que, si alguien quiere aprender algo de verdad, hará lo que sea necesario, incluso incumpliendo la ley. Y que, más que castigar al alumno, debía recompensarlo.

Cuando los niños tienen dos, tres o cuatro años, se mueren por conocer el porqué de las cosas. El cerebro humano ansía esos momentos de aprendizaje; hay una necesidad intrínseca, en la manera en que nuestros genes están programados para entender el mundo que nos rodea… Si acaso, la educación formal acaba con nuestra motivación intrínseca por aprender. Y en vez de responder con el porqué, decimos: “Tienes que aprender esto porque, si no, te voy a castigar”. Solo cuando finalizamos la educación formal, redescubrimos la belleza del aprendizaje, y lo que aprendemos lo hacemos porque queremos, ya sea sobre historia, cocina o fotónica. Y aprendemos mucho mejor.

P. ¿Cómo hacer que los estudiantes redescubran esa pasión por aprender?

R. Yo tengo alumnos de Ingeniería, Medicina o Ciencias Biológicas, y muchos de ellos no quieren realmente aprender Física; solo la cursan porque es un requisito [de sus grados]. Solía intentar motivarles diciéndoles que esas habilidades les serían útiles en sus carreras profesionales. Pero decidir dejar el libro aparte, y en su lugar trabajar en proyectos realmente interesantes, en los que incluir algún componente de empatía o bien social y que, en algún momento, requieren de la física.

Por ejemplo, uno de los proyectos en mi clase tiene que ver con El Sistema (un movimiento que empezó en Venezuela en 1965 con el economista José Abreu, para dar educación musical a los niños de barrios pobres, después de la escuela, y mantenerles alejados de las actividades delictivas; Gustavo Dudamel es un ejemplo de este programa). En grupos de cuatro o cinco, los estudiantes tienen que construir para ellos instrumentos musicales a partir de componentes reciclados, y usar su conocimiento de la física para mejorarlos. Cuando están realmente enganchados con el proyecto, entonces sí les digo: “Quizá os vendría bien mirar este libro; puede que os ayude con el proyecto”.

Más que hacer que el contenido sea el principal objetivo del curso, lo convierto en un vehículo con el cual los estudiantes podrán llegar a un objetivo que tenga un significado mayor para ellos. Y eso ha transformado radicalmente mi clase, porque ahora los alumnos están involucrados en proyectos que les gustan, y para hacerlo bien en esos proyectos, para conseguir instrumentos baratos para esos niños pobres de Venezuela, necesitan aprender la física, y saber cómo se genera el sonido. Al final, tendrán que presentar el instrumento a un panel de jueces, y explicar cómo usaron la física para que el instrumento sonara bien. Es increíble cómo aprenden los estudiantes de esta manera, sin las evaluaciones tradicionales.

P. Trabajando en común, alcanzarán un objetivo significativo para los propios estudiantes.

R. Sí, bajo la orientación del profesor. Mi papel como educador no es el del hombre sabio que está al frente de la clase, sino más bien el de un entrenador que les orienta acerca de cómo mejorar. Piénsalo: un entrenador escolar de fútbol, por ejemplo, no se pondría a jugar haciendo que los estudiantes vieran cómo juega; son los alumnos que quieren aprender los que practican el deporte, bajo la guía del entrenador. De la misma manera, no aprendes a tocar el piano yendo a un auditorio y escuchando a un concertista; tienes que tocarlo tú mismo.

P. ¿Qué otras ventajas presenta la instrucción entre pares?

R. En Estados Unidos y otros muchos países ha habido, durante bastante tiempo, un estereotipo que dice que las ciencias son para los hombres, y no para las mujeres, y por tanto estas tienden a estar menos seguras y a tener menos confianza, lo que al final redunda en un menor rendimiento. La instrucción entre pares aumenta el rendimiento de ambos géneros, aunque el de ellas crece mucho más, hasta el punto de anular cualquier diferencia hacia el final del semestre.

Ello, en parte, se debe a que las mujeres tienden a ser mucho más verbales que los hombres, y a que suelen rendir peor en un entorno normalmente competitivo como el de las asignaturas de ciencias, donde los estudiantes quieren sacar las mejores notas y poder así acudir a las mejores facultades de Ingeniería o Medicina, por ejemplo. Pero con la instrucción entre pares, los estudiantes hablan, trabajan y se enseñan unos a otros, ya sean hombres o mujeres, y eso elimina la competitividad. Por otro lado, al centrarse en la comprensión más que en la memorización, se facilita la retención del conocimiento a medio y largo plazo.

P. ¿De qué manera puede esta forma de aprender impactar el bienestar personal de la persona, a lo largo de su vida?

R. Estoy convencido de que la sociedad mejoraría considerablemente si enseñáramos a las personas a ser mejores pensadores. De hecho, uno de los objetivos del peer instruction es enseñar a la gente a pensar, no a recordar y regurgitar algo que alguien más dijo. En el fondo de mi corazón, creo que una mejor manera de pensar nos llevaría a una sociedad mejor y a unos seres humanos mejores.

Además, la educación está completamente enfocada en el individuo. Vas a la escuela, te sientas y miras al profesor, y aunque hay otros sentados alrededor tuyo, no interactúas con ellos; así que, en esencia, estás solo. Te vas a casa y haces tus tareas (a menudo solo), y finalmente, en el examen, te sientas, y estás completamente aislado de los demás. También se te evalúa individualmente: rendimiento individual, comportamiento individual, evaluación individual. Y, si luego vas a la universidad, todo esto continúa. Pero cuando las personas se incorporan a la sociedad, descubrimos que lo que de verdad importa no es el rendimiento de cada uno, sino el cómo se trabaja con los demás. Eso provoca grandes problemas, porque la gente nunca ha aprendido a trabajar con otros que tienen opiniones distintas, piensan o creen de diferente manera, o tienen una apariencia distinta. Y en esto debe cambiar también la educación.

Fuente e imagen: https://elpais.com/economia/2020/06/03/actualidad/1591148852_706097.html

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Entrevista a José Romero Losacco: «la crisis y la pandemia tanto en España como en Venezuela»

Por: Ignacio Enrique Muñoz Cristi*

 

En esta ocasión conversamos con el antropólogo venezolano José Romero-Losacco, quien actualmente reside en España, por lo cual nos describió como se está viviendo la crisis y pandemia tanto en España como en Venezuela.

Junto a ello, José nos presentó un amplio panorama histórico y teórico para poder entender nuestro global presente de crisis civilizacional desde una muy novedosa perspectiva crítica, la cual seguramente levantará polémicas, pero que constituye un valiosísimo aporte para poder observar el presente a la luz de una visión radicalmente no eurocéntrica y asentada en la larga duración histórica. Es justamente por que viajamos desde el presente hasta al menos 5 mil años en el tiempo, que esta entrevista resultó ser la más larga que hemos realizado. Longitud que se recompensa con una discusión profundamente enriquecedora de las categorías del Análisis de Sistemas-Mundo y el Pensamiento Descolonial.

A continuación compartimos el vídeo de la entrevista:

 

*2020 Crisis Civilizacional, es un programa realizado por el Comando de Comunicación Contrapsicológica de la Escuela Psicosocial Martín-Baró del MPL, y cuenta con la colaboración de la Comisión de Educación del Partido Igualdad y de Otra Tv. Este programa es conducido por el militante y científico social Ignacio Muñoz Cristi.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=0na3cDQFNhM&feature=youtu.be

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