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Julio María Sanguinetti: «No hay peor freno al desarrollo que la cerrazón, el encierro montañés»

Por Nicolás Menini Piffaretti

Dentro del mundo de la comunicación, Julio María Sanguinetti tuvo la oportunidad de viajar para cubrir distintos eventos de gran envergadura. Hechos que significaron un antes y un después en la historia de algunas naciones.

Desde Cuba hasta Corea del Norte, pasando además por China, el por aquel entonces joven periodista, que más adelante sería presidente de la República Oriental del Uruguay en dos ocasiones, recopilaba información para el medio en el que se desenvolvía y, además, voluntariamente o no, para el propio conocimiento dentro de esa apertura de mente que produce el hecho de viajar.

¿Quién es Julio María Sanguinetti?

Soy un periodista, doctor en derecho y político de toda la vida, con 84 años. Fui dos veces presidente (1985-1999, 1995-2000), antes Ministro de Educación y Cultura y de Industria y Comercio. En varios períodos parlamentarios. Integro ahora el Senado. Escribo periódicamente en La Nación de Buenos Aires, El País de Montevideo y Correo de los viernes.

Nace usted dentro del seno de una familia de inmigrantes italianos, como gran parte de la sociedad uruguaya. ¿Cuál es la huella sociocultural que ha dejado la inmigración en la conformación del Uruguay como país?

En mi familia los inmigrantes están lejos. Los italianos por mi padre somos quinta generación, pero nuestro modo de vida, nuestras inclinaciones culturales mantienen viva esa tradición. El recuerdo de Garibaldi se asocia a ese sentimiento. Por el lado de madre, portugueses-brasileños. Y esto también nos genera una muy cercana simpatía a los vecinos del Norte, a quienes entendemos y apreciamos.

¿Cuáles son sus perspectivas acerca de los viajes que ha realizado a España? Cuya sociedad también ha conformado en parte lo que es el actual Uruguay.

Con España tuvimos en nuestra generación dos momentos. Hasta el final del franquismo nos sentíamos muy lejos políticamente. Se habían cortado las influencias culturales, veíamos un Estado de aire medieval. Visité España entonces, pero nos sentíamos lejos. Luego fue la explosión de la apertura. Fenomenal; con el Rey Juan Carlos, Suárez, la figura determinante de Felipe González, Fraga Iribarne, el diario El País. Allí pasó a ser una fuente de inspiración, porque habíamos caído nosotros en una dictadura, que haría nuestra larga tradición democrática. Más allá de la política, España está en nosotros por el idioma, por el Quijote, por Velázquez y Goya; por todo lo que es un patrimonio histórico que se ha revaluado. La hemos vivido con mucho entusiasmo.

Hemos tenido actividades culturales y políticas en Madrid, en Barcelona, en Santander, Sevilla, Valencia, en Santiago de Compostela, en Victoria, en toda España, en fin, que es tan variada, tan multiforme en su cultura, en su gastronomía, en su modo de ser. Los vascos son una cosa, los andaluces otra, los gallegos también y todos ellos nos siguen inspirando porque en el Uruguay se da el caso de que, país despoblado en la época colonial y de inmigrantes en la republicana, posee una condición muy abierta. Todos somos uruguayos, pero en general reconocemos siempre nuestro origen gallego o lo que fuere. Para mucha gente soy el “genovés” pese a que mis antepasados ya estaban luchando junto a Garibaldi aquí en el río de la Plata.

“España fue nuestra fuente de inspiración, porque habíamos caído nosotros en una dictadura, que haría nuestra larga tradición democrática”

¿Qué tanto influye el viajar en el conocimiento?

A lo desconocido se le teme y ese sentimiento ha sido causa de infinitos males. No hay como conocerse para entenderse. Un puerto, o aeropuerto hoy, abre, introduce ideas, acerca gente distinta. No hay peor freno al desarrollo que la cerrazón, el encierro montañés. Hoy más que nunca, la globalización contemporánea nos exige estar alerta a lo que ocurre en el mundo, a sus tendencias. Hay quienes miran con temor a China, pero quienes la conocemos, encontramos allí una milenaria cultura y un país sorprendente.

¿Cuál es la mejor manera de viajar?

Hemos viajado mucho por trabajo periodístico y político. Poco por simple placer, aunque en los últimos años he sido muy feliz con poder celebrar algunos acontecimientos familiares, con hijos y nietos en Sevilla, en Sicilia, en París o en Londres. No hay un mejor modo de viajar. Todos son válidos y depende de los intereses comunes. Los aficionados a la historia y el arte, como es toda mi familia, privilegiamos esa dimensión. Otros privilegian la naturaleza.

En su rol periodístico cubrió la revolución cubana en el año 1959, un régimen que se sostuvo a pesar de la caída del bloque socialista (URSS), incluso hasta la actualidad. ¿Cómo fue su experiencia de viaje a aquella Cuba?

La revolución cubana fue un episodio marcante en nuestra generación. Todos vivimos el entusiasmo. Pocos nos desilusionamos rápido. Fue lo que me pasó a mí, porque ya en julio, cinco meses después de haber arrancado, cuando entra Fidel al gobierno, vi el aliento totalitario que estaba allí. Fue lo que predominó desgraciadamente hasta hoy. Lo triste es que aquel entusiasmo inicial, llevó a mucha gente a una revolución insensata, como sufrió nuestro país, una democracia histórica. Hasta el Che Guevara, en Montevideo, desalentó la idea guerrillera, pero no fue escuchado. Cuba fue un gran sueño frustrado.

¿Qué parecer tiene de la Corea del Norte de Kim Il Sung? Según lo que leemos y lo que nos cuentan, ¿ha cambiado algo? Tuvo el privilegio de estar en un lugar en el que el acceso es muy limitado.

En aquel tiempo era como viajar a Marte. Hoy sigue siendo algo extraño. Es un totalitarismo personalista que no tiene parangón. La Rusia Soviética parecía un oasis frente al culto de la personalidad de Kim Il Sung, descubridor del ferrocarril, según me explicaban… Las escuelas eran talleres fabricantes de pequeños robots. No he estado más, así que supongo, por lo que veo a la distancia, hay un proceso de modernización, pero muy precario.

“El Che Guevara desalentó la idea guerrillera, pero no fue escuchado. Cuba fue un gran sueño frustrado”

Aparte de Cuba y Corea del Norte, ha realizado diversos viajes como periodista. ¿Algún desplazamiento que haya dejado huella alguna en su carrera?

La visita a la China de Deng, que fue el hombre que cambió el mundo. Pensábamos que iba a ser Gorbachov, pero fue Deng, con la apertura de la economía de mercado. Nosotros como gobierno, abrimos las relaciones y tuve el privilegio de viajar tres veces a la nueva gran potencia.

¿Cómo es el buen periodista? ¿Piensa y se limita a factores que puede opacar la libertad de expresión en circunstancias candentes o es realmente libre al opinar?

Lo primero es entender que el periodismo, el mayor desafío que tiene es narrar, informar, relatar los hechos y contextualizarlos, para que se entiendan por el ciudadano. Su intención de verdad. La opinión es otra cosa y nunca debe mezclarse una cosa con la otra, porque a veces se “flecha” la información para que sea inevitable la conclusión que se desea preconizar. Naturalmente cada medio tiene una dirección, que marca las pautas generales, la filosofía a la que responde el medio, sea un diario o una radio o lo que fuese. Esto hay que entenderlo, porque en ocasiones se extrapolan conceptos y se piensa que el periodista es absolutamente autárquico. Y no lo es. Para hacerlo claro; Si tú eres un periodista español, y eres de derecha, no se te ocurrirá postularte para el diario El País, porque su visión es una filosofía liberal socialdemócrata, bien de centro. “Felipismo” digamos. O sea, los medios tienen rumbo. Dentro de él, el desafío es ser muy honesto en la información, porque es lo que te da credibilidad ante el público y deslindar claramente lo que es opinión.

¿Qué opina respecto a lo tendencioso que se han convertido algunos medios periodísticos del mundo? Teniendo en cuenta pactos comerciales o de otra índole con terceros. ¿Afecta esto a (des) informar sobre lo verídico?

El periodismo vive de la credibilidad. Y es el ciudadano, como en la democracia, el que entroniza al auténtico o al flechado. La responsabilidad del ciudadano es fundamental, porque si éste vota demagogos o consume medios amarillos, no hay nada para hacer.

“En ocasiones se extrapolan conceptos y se piensa que el periodista es absolutamente autárquico. Y no lo es”

Se codeó con grandes referentes políticos y periodísticos del Uruguay y el mundo. Si tuviese que optar por un rol, ¿por cuál se inclinaría? ¿El periodismo o la política?

Si me hubieras dicho hace sesenta años hubiera optado por el periodismo, hace cuarenta por la política, hoy de nuevo por el periodismo.

¿Cómo debe ser el periodista del silo XXI?

Ante todo, muy versátil, para manejarse con los nuevos medios. Pero la tecnología no cambia la sustancia. Esa es siempre la misma, información veraz y opinión clara. Lo demás es accesorio.

“La incomprensión del presente, nace fatalmente de la ignorancia del pasado”, reza un dicho del historiador Marc Bloch. ¿Está usted de acuerdo? ¿Cómo se explica un refrán que puede resultar relativo para las distintas sociedades? No todas comprenden el presente de la misma manera.

Marc Bloch es la Biblia del historiador, y debiera serlo también del periodista; es un historiador del presente, que al día siguiente ya es pasado. Tiene que distinguir claramente en lo que es el hecho que vale y la simple anécdota. Naturalmente, no existe la objetividad absoluta, porque se relata desde un entorno del pensamiento. Un socialista estará priorizando la noticia social y menos la que hace a libertades. Un liberal a la inversa. Lo que importa es que ese modo de pensar no tergiverse la noticia. Si uno es un periodista, español o uruguayo, debe mirar las cosas desde la perspectiva de los principios definidos en las Constituciones democráticas. Eso valorizará los hechos, los ordenará y luego, por aparte, habrá opinión.

El mundo atravesó y atraviesa distintas realidades sociales. ¿Es la educación la base y gran solución? ¿Tener acceso a ella es sinónimo de enderezar las realidades ‘torcidas’ de algunas naciones?

Sin educación no hay prosperidad posible. El trabajo manual está terminando. El mundo digital predomina, de modo que quien no posea los fundamentos para trabajar en él, no tendrá lugar. La educación es la que tiene que formar esa mentalidad y a la vez darle la conciencia cívica. La riqueza es hoy el conocimiento, aun a niveles del ciudadano común. Es una mutación muy fuerte, que marca un cambio de tiempo histórico.

“Un periodista socialista estará priorizando la noticia social y menos la que hace a libertades. Un liberal a la inversa. Lo que importa es que ese modo de pensar no tergiverse las noticias”

En su biblioteca, ¿qué libros no pueden faltar? ¿A qué autores y obras considera parte de su formación en todos los sentidos?

Esas son las preguntas matadoras, porque habría que hacer una lista interminable. Ante todo, lo que importa es la historia: la de Grecia y la de Roma, ahí está todo lo que tiene que saber un periodista o un político. Hay formidables autores como Glotz, Cohen, León Homo en Roma. En política, “Los Discursos sobre la última Década de Tito Livio”, “Sobre la libertad” de Raymond Aron y “La Democracia en América” de Tocqueville. En filosofía lo que caiga de Aristóteles, Locke, Voltaire o David Hume. En literatura los clásicos, “La Iliada”, Sófocles y por supuesto “El Quijote”. De los modernos Faulkner, Proust… y me quedo corto en todo. En lo social, “La riqueza de las naciones” de Adam Smith, siempre mal citada; Max Weber, especialmente “El origen del capitalismo” y Schumpeter. Eso es toda una masacre de obras, pero al voleo es lo que se me ocurre.

Tras trece años de dictadura cívico-militar en el Uruguay, fue electo presidente constitucional. ¿Cómo vivió aquel ‘viaje’ a la democracia? En el que la corona española fue partícipe de alguna manera.

Fue un trabajoso proceso de salida, entre 1980 y 1984. En aquel año ganamos un plebiscito frente a la dictadura sobre su propuesta constitucional.

A partir de allí fuimos adelante y atrás en negociaciones, avances, retrocesos, que culminan en la elección. Fue un gran esfuerzo. España fue nuestra fuente de inspiración y la visita del Rey Juan Carlos una enorme contribución a la salida democrática.

¿Cuáles fueron los factores para que España fuese considerara como tal en la salida democrática del Uruguay?

España fue un modelo de transición pacífica. Como se venía, además, no solo de una dictadura política sino también de una sociedad muy tradicional, caso oscurantismo. El “destape” fue formidable, explosivo. Los liderazgos jóvenes, de Suárez y luego Felipe deslumbraban. El Rey superando el tijerazo; En fin, España pasaba a ser un ejemplo para todos.

Entre sus tantos viajes dentro del territorio uruguayo, como periodista y político, ¿ha notado cambios sociales con el correr de los años? Socialmente, ¿sigue siendo Uruguay el mismo país que el del siglo pasado?

Físicamente Uruguay es otro. Las carreteras, las comunicaciones, han integrado el país como nunca. La agropecuaria se ha tecnificado, la industria también, pero ha perdido algún espacio. El comercio se ha modernizado de arriba abajo, los servicios generales se han ampliado y el turismo ha pasado a ser un protagonista, en todas sus modalidades. Las playas Colonia a Rocha, la historia en Colonia, Montevideo. El turismo rural en todo el país.

¿Qué opinión tiene respecto a José Batlle y Ordóñez? De orígenes catalanes y quien supo seguir una línea familiar de presidentes constitucionales en el Uruguay.

Batlle es el constructor del Uruguay moderno. Artigas funda la nacionalidad, el sentimiento de autodeterminación, en torno a un pensamiento republicano. Rivera y Lavalleja construyen la independencia. Batlle reformula el Estado, introduce reformas liberales, humanistas; y edifica lo que hoy se llama un Estado de Bienestar. Su obra se extiende entre 1903 y 1915. Fundamentalmente y para la época, fue una revolución en democracia. En aquellos años establecer, por ejemplo, un divorcio por la sola voluntad de la mujer, donde no se precisaba probar nada y el marido no podía ni comparecer, era algo realmente sin precedentes en el mundo. La república laica, liberal y social que construyó es la que llega hasta hoy.

Fuente: http://www.aikaeducacion.com/entrevistas/julio-maria-sanguinetti-no-hay-peor-freno-al-desarrollo-que-la-cerrazon-el-encierro-montanes/

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Entrevista a Eric Mazur: “La educación formal acaba con nuestra motivación intrínseca por aprender”

Entrevista/04 Junio 2020/Autor: Nacho Meneses/elpais.com

Eric Mazur, experto en innovación educativa, apuesta por un aprendizaje interactivo que se aleja de los modelos tradicionales basados en clases magistrales y memorización de datos

Escuchar, tomar notas, memorizar y reproducir información en exámenes que, más allá de la pandemia, apenas han cambiado con el paso del tiempo: así son las líneas generales de muchos de los sistemas educativos actuales y pasados. Pero ¿cuánto recordamos, a medio y largo plazo, de lo que aprendemos en una clase? La respuesta, en la mayoría de los casos, es que poco, y gran parte de la culpa tiene que ver con la manera en que se transmite ese conocimiento: “La educación es uno de los sectores que más innovación necesitan, porque básicamente seguimos enseñando de la misma manera en que lo hacíamos hace cientos de años”, afirma Eric Mazur, catedrático de Física y Física Aplicada en la Universidad de Harvard, y creador del método interactivo denominado Peer Instruction, o instrucción entre pares.

Un sistema perfeccionado a lo largo de 30 años que, ante todo, se aleja de las sempiternas lecciones magistrales que tienen al profesor como protagonista: aquí, los estudiantes se preparan el material antes de acudir a clase, y esta se articulará después a través de las preguntas del profesor y del debate de los propios estudiantes, de manera que se priorice la comprensión por encima de la memorización. Mazur, asesor del Simposio de Educación del Programa Académico Internacional de la Universidad Autónoma de Madrid, ha compartido ya su peer instruction en más de un millar de charlas alrededor de todo el mundo.

Pregunta. ¿De qué manera se diferencia la instrucción entre pares de una clase tradicional?

Respuesta. Enseño a través de las preguntas para ayudarles a desarrollar modelos mentales y a que extraigan información de ellos. Cuando empecé a implementar este método, no teníamos ningún tipo de tecnología; yo solo hacía una pregunta y les pedía a mis alumnos que, usando sus dedos en el pecho (más tarde empezamos a usar dispositivos contadores), escogieran de entre varias opciones la que ellos creían que era la correcta. Ahora, con las clases virtuales, ellos escriben su respuesta en la plataforma.

Intentaba formular mi pregunta para que, aproximadamente, la mitad de los alumnos acertaran la respuesta. Luego les pedía que buscaran un compañero o compañera cerca que tuviera una distinta, para intentar convencerle de que la suya era la buena. Por unos minutos, todo se volvía muy caótico, y después les pedía que votaran otra vez. Con el paso del tiempo, llegué a la conclusión de que debíamos alejarnos del auditorio; y en mis clases de ahora los estudiantes se sientan en grupos de cinco, alrededor de una mesa, y yo facilito sus debates.

P. Usted sostiene que la pandemia de coronavirus es también una oportunidad. ¿En qué sentido?

R. Con respecto al cambio y a la innovación. Al principio de mi carrera, me di cuenta de que los estudiantes no estaban aprendiendo realmente nada de mis clases, porque lo único que sacaban de ellas eran unos apuntes que intentaban memorizar y luego regurgitar en los exámenes, pero que nunca podían traducir en conocimientos en ningún otro campo. Si les proponía un problema que no habían visto antes, no eran capaces de resolverlo; y el motivo era que me había centrado exclusivamente en la transferencia de conocimiento, más que en hacer que este tuviera sentido. Y la educación ha de comprender ambos pasos.

En el siglo XXI, cuando la información es abundante y ubicua, ¿por qué no dar a los estudiantes la responsabilidad sobre la parte fácil, que es la transferencia de información, y en clase enseñar por medio de preguntas y proyectos, trabajando para que tenga sentido, con la guía del profesor? La pandemia ha dejado claro que este es el mejor momento para el cambio: cuando los profesores empezaron a dar clase con programas como Zoom, vieron que solo un 40 % de los estudiantes las sigue en directo, porque pueden verla en otro momento que quizá sea más conveniente para ellos. Ello demuestra que la interacción entre el profesor y el alumno no necesita ser síncrona, porque el profesor puede dar la clase y mandar después el enlace; si no estás muy interesado en algo, puedes avanzar en la grabación o reproducirla más rápido; o verla de nuevo si, por el contrario, te interesa mucho. Y no puedes hacer nada de esto en directo.

La pandemia proporcionó el momento perfecto para pensar en tres cosas: una, si el foco ha de situarse en el educador o en el estudiante; dos, si deberíamos trasladar todo lo que podamos del proceso educativo a actividades asíncronas, para hacer un mejor uso del tiempo síncrono; y tres, si el instructor ha de fijar el ritmo de las actividades, o si cada alumno debería marcar su propio ritmo, y decidir si quieren hacer algo más despacio o más rápido. Lo que hemos visto en estas circunstancias es que cuando más nos movamos hacia lo asíncrono, hacia un enfoque centrado en el alumno en el que este marque su propio ritmo, más mejoramos la educación.

P. ¿Qué tiene de malo la memorización?

R. Memorizar nunca funciona del todo, porque tendemos a recordar las cosas que usamos, no las que memorizamos. Hay muchas investigaciones que muestran que, si optamos por memorizar algo, usando flashcards o cualquier otra técnica, acabamos por recordarlo bien durante unos pocos días, pero al dejar de usarlas y de reciclar esa información, esta desaparece. En mi opinión, no solo debemos cambiar la forma de enseñar, sino también la de evaluar los contenidos. La mayoría de las evaluaciones – exámenes en particular – fuerzan a los estudiantes a memorizar y regurgitar, lo que no sirve para absolutamente nada. Y aquí es donde tenemos otra oportunidad, porque con todos los estudiantes online, es muy difícil dar un examen, porque lo hacen en sus ordenadores, y tienen acceso a Google.

Piensa en ello: cualquier pregunta para la que puedas encontrar la respuesta en Internet no es una pregunta auténtica de evaluación, porque no estás midiendo si un estudiante puede resolver un problema real; solo mides si el estudiante puede memorizar algo. Por otro lado, más que esforzarnos en que la gente no copie, habría que hacerlo por conseguir que los exámenes sean más significativos, de manera que reflejen el tipo de habilidades que nosotros queremos que los estudiantes desarrollen para el siglo XXI.

P. ¿Qué papel debe jugar la tecnología?

R. Me encanta la tecnología, pero, cuando se trata de la educación, me vuelvo muy escéptico, porque muchos de sus usos en educación son como poner vino viejo en odres nuevos; nuevas formas de hacer lo de siempre. Muchas compañías que desarrollan tecnología educativa estudian primero lo que hace típicamente un profesor y se preguntan si pueden hacer lo mismo digitalmente. En mi opinión, más que de tecnología, se trata de pedagogía, de si hay una aproximación al aprendizaje que no se haya dado antes.

P. ¿Dónde queda la pasión por aprender?

R. En el prólogo de su libro Who Owns the Learning?, el autor Alan November escribe lo que le ocurrió al inicio de los años 80, cuando enseñaba en Secundaria. Él estaba a cargo del aula de informática, que por aquel entonces era una novedad, y recibió una llamada un domingo por la mañana, diciéndole que alguien se había colado en el aula, y que si podía ir a la escuela. Cuando llegó, vio que las ventanas no estaban rotas, las puertas no estaban forzadas y que no faltaba ningún equipo. Solo había una cosa extraña: un alumno sentado frente a uno de los ordenadores. Se dirigió a él: “¡Gary! ¿Qué haces aquí?”, y este le respondió: “Quiero aprender a programar un ordenador”. Y en ese momento se dio cuenta de que, si alguien quiere aprender algo de verdad, hará lo que sea necesario, incluso incumpliendo la ley. Y que, más que castigar al alumno, debía recompensarlo.

Cuando los niños tienen dos, tres o cuatro años, se mueren por conocer el porqué de las cosas. El cerebro humano ansía esos momentos de aprendizaje; hay una necesidad intrínseca, en la manera en que nuestros genes están programados para entender el mundo que nos rodea… Si acaso, la educación formal acaba con nuestra motivación intrínseca por aprender. Y en vez de responder con el porqué, decimos: “Tienes que aprender esto porque, si no, te voy a castigar”. Solo cuando finalizamos la educación formal, redescubrimos la belleza del aprendizaje, y lo que aprendemos lo hacemos porque queremos, ya sea sobre historia, cocina o fotónica. Y aprendemos mucho mejor.

P. ¿Cómo hacer que los estudiantes redescubran esa pasión por aprender?

R. Yo tengo alumnos de Ingeniería, Medicina o Ciencias Biológicas, y muchos de ellos no quieren realmente aprender Física; solo la cursan porque es un requisito [de sus grados]. Solía intentar motivarles diciéndoles que esas habilidades les serían útiles en sus carreras profesionales. Pero decidir dejar el libro aparte, y en su lugar trabajar en proyectos realmente interesantes, en los que incluir algún componente de empatía o bien social y que, en algún momento, requieren de la física.

Por ejemplo, uno de los proyectos en mi clase tiene que ver con El Sistema (un movimiento que empezó en Venezuela en 1965 con el economista José Abreu, para dar educación musical a los niños de barrios pobres, después de la escuela, y mantenerles alejados de las actividades delictivas; Gustavo Dudamel es un ejemplo de este programa). En grupos de cuatro o cinco, los estudiantes tienen que construir para ellos instrumentos musicales a partir de componentes reciclados, y usar su conocimiento de la física para mejorarlos. Cuando están realmente enganchados con el proyecto, entonces sí les digo: “Quizá os vendría bien mirar este libro; puede que os ayude con el proyecto”.

Más que hacer que el contenido sea el principal objetivo del curso, lo convierto en un vehículo con el cual los estudiantes podrán llegar a un objetivo que tenga un significado mayor para ellos. Y eso ha transformado radicalmente mi clase, porque ahora los alumnos están involucrados en proyectos que les gustan, y para hacerlo bien en esos proyectos, para conseguir instrumentos baratos para esos niños pobres de Venezuela, necesitan aprender la física, y saber cómo se genera el sonido. Al final, tendrán que presentar el instrumento a un panel de jueces, y explicar cómo usaron la física para que el instrumento sonara bien. Es increíble cómo aprenden los estudiantes de esta manera, sin las evaluaciones tradicionales.

P. Trabajando en común, alcanzarán un objetivo significativo para los propios estudiantes.

R. Sí, bajo la orientación del profesor. Mi papel como educador no es el del hombre sabio que está al frente de la clase, sino más bien el de un entrenador que les orienta acerca de cómo mejorar. Piénsalo: un entrenador escolar de fútbol, por ejemplo, no se pondría a jugar haciendo que los estudiantes vieran cómo juega; son los alumnos que quieren aprender los que practican el deporte, bajo la guía del entrenador. De la misma manera, no aprendes a tocar el piano yendo a un auditorio y escuchando a un concertista; tienes que tocarlo tú mismo.

P. ¿Qué otras ventajas presenta la instrucción entre pares?

R. En Estados Unidos y otros muchos países ha habido, durante bastante tiempo, un estereotipo que dice que las ciencias son para los hombres, y no para las mujeres, y por tanto estas tienden a estar menos seguras y a tener menos confianza, lo que al final redunda en un menor rendimiento. La instrucción entre pares aumenta el rendimiento de ambos géneros, aunque el de ellas crece mucho más, hasta el punto de anular cualquier diferencia hacia el final del semestre.

Ello, en parte, se debe a que las mujeres tienden a ser mucho más verbales que los hombres, y a que suelen rendir peor en un entorno normalmente competitivo como el de las asignaturas de ciencias, donde los estudiantes quieren sacar las mejores notas y poder así acudir a las mejores facultades de Ingeniería o Medicina, por ejemplo. Pero con la instrucción entre pares, los estudiantes hablan, trabajan y se enseñan unos a otros, ya sean hombres o mujeres, y eso elimina la competitividad. Por otro lado, al centrarse en la comprensión más que en la memorización, se facilita la retención del conocimiento a medio y largo plazo.

P. ¿De qué manera puede esta forma de aprender impactar el bienestar personal de la persona, a lo largo de su vida?

R. Estoy convencido de que la sociedad mejoraría considerablemente si enseñáramos a las personas a ser mejores pensadores. De hecho, uno de los objetivos del peer instruction es enseñar a la gente a pensar, no a recordar y regurgitar algo que alguien más dijo. En el fondo de mi corazón, creo que una mejor manera de pensar nos llevaría a una sociedad mejor y a unos seres humanos mejores.

Además, la educación está completamente enfocada en el individuo. Vas a la escuela, te sientas y miras al profesor, y aunque hay otros sentados alrededor tuyo, no interactúas con ellos; así que, en esencia, estás solo. Te vas a casa y haces tus tareas (a menudo solo), y finalmente, en el examen, te sientas, y estás completamente aislado de los demás. También se te evalúa individualmente: rendimiento individual, comportamiento individual, evaluación individual. Y, si luego vas a la universidad, todo esto continúa. Pero cuando las personas se incorporan a la sociedad, descubrimos que lo que de verdad importa no es el rendimiento de cada uno, sino el cómo se trabaja con los demás. Eso provoca grandes problemas, porque la gente nunca ha aprendido a trabajar con otros que tienen opiniones distintas, piensan o creen de diferente manera, o tienen una apariencia distinta. Y en esto debe cambiar también la educación.

Fuente e imagen: https://elpais.com/economia/2020/06/03/actualidad/1591148852_706097.html

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Entrevista a José Romero Losacco: «la crisis y la pandemia tanto en España como en Venezuela»

Por: Ignacio Enrique Muñoz Cristi*

 

En esta ocasión conversamos con el antropólogo venezolano José Romero-Losacco, quien actualmente reside en España, por lo cual nos describió como se está viviendo la crisis y pandemia tanto en España como en Venezuela.

Junto a ello, José nos presentó un amplio panorama histórico y teórico para poder entender nuestro global presente de crisis civilizacional desde una muy novedosa perspectiva crítica, la cual seguramente levantará polémicas, pero que constituye un valiosísimo aporte para poder observar el presente a la luz de una visión radicalmente no eurocéntrica y asentada en la larga duración histórica. Es justamente por que viajamos desde el presente hasta al menos 5 mil años en el tiempo, que esta entrevista resultó ser la más larga que hemos realizado. Longitud que se recompensa con una discusión profundamente enriquecedora de las categorías del Análisis de Sistemas-Mundo y el Pensamiento Descolonial.

A continuación compartimos el vídeo de la entrevista:

 

*2020 Crisis Civilizacional, es un programa realizado por el Comando de Comunicación Contrapsicológica de la Escuela Psicosocial Martín-Baró del MPL, y cuenta con la colaboración de la Comisión de Educación del Partido Igualdad y de Otra Tv. Este programa es conducido por el militante y científico social Ignacio Muñoz Cristi.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=0na3cDQFNhM&feature=youtu.be

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Entrevista a Juliana Martínez Franzoni: Pensar los cuidados en medio de la gran pandemia

Por:  Ailynn Torres Santana

 

La crisis asociada al coronavirus genera el congelamiento de la economía monetaria y la sobreexigencia de la economía no monetaria y doméstica. El covid-19 evidencia la desigualdad en las tareas domésticas entre varones y mujeres y demuestra la falta de sistemas públicos de cuidado. En esta entrevista, Juliana Martínez Franzoni, reconocida académica e intelectual, afirma que es el momento de proponer un nuevo modelo de cuidados para lograr igualdad y justicia.

El covid-19 no es solo una crisis sanitaria, sino que afecta diversos ámbitos de la vida social. ¿Cuál es, según su opinión, el alcance de esta crisis? ¿Qué dimensiones involucra?

Si bien esta crisis empezó siendo sanitaria, rápidamente se volvió social, política y económica. No hay orden de la vida que esta crisis no haya tocado. Es, además, una crisis planetaria cuyos alcances aún no podemos comprender adecuadamente.

Aunque la respuesta inicial a la crisis se produjo a través de los sistemas sanitarios, la única manera de hacerle frente es reduciendo la demanda sobre los hospitales, cortando las cadenas de contagio para que no se desborden. Eso ha llevado al distanciamiento social y al congelamiento de la economía monetaria. Subrayo la palabra «monetaria» porque, por el contrario, la economía no monetaria, la que tiene lugar de manera no remunerada, principalmente en el ámbito doméstico, está a tope y más exigida que nunca.

El congelamiento de las economías monetarias lleva rápidamente a la suspensión de contratos laborales, la reducción de jornadas, la pérdida de la capacidad de la gente de generar ingresos. Esa es una amenaza muy seria a nuestras formas de vida. Estamos lidiando con una situación que implica el virus, pero también el hambre y la posibilidad de estallido social producto de ello. Es una bomba de tiempo que está a la vuelta de la esquina en diferentes lugares del planeta. Me parece sumamente importante tener presente que estamos frente a un triple reto: el virus, el hambre y el estallido social. Eso tiene consecuencias para regímenes democráticos frágiles, como los que tenemos en América Latina.

No todos los países están en el mismo momento en relación con ese triple reto ni tienen las mismas condiciones para afrontarlo. Ecuador es un triste ejemplo de lo que puede suceder si no se actúa rápidamente. No estamos todos en el mismo barco. Hace poco, un usuario colocó una frase interesante al respecto en las redes sociales: «no estamos en el mismo barco, estamos en el mismo mar y hay unas personas en yate, otras personas en bote, otras personas en salvavidas, otras personas nadando con todas sus fuerzas». Y alguien agregaba: «algunas personas están nadando con todas sus fuerzas empujando los botes de otros».

La crisis sanitaria se asienta, por ende, en una tremenda desigualdad previa y la potencia de una manera que todavía no podemos aquilatar. Entre esas desigualdades, la de género y la socioeconómica constituyen clivajes importantes de desigualdad. A ellas se agregan otras muchas desigualdades vinculadas a la etnia o a la migración.

Usted asegura que la economía no monetaria está más exigida que nunca. Ella se realiza, en buena medida, «puertas adentro», en los espacios domésticos, y es un ámbito poco instalado en la conversación política y económica sobre la crisis. ¿Qué está pasando en las familias y, específicamente, qué está pasando con las necesidades de cuidados que habitualmente se satisfacen allí a través del trabajo de las mujeres?

El distanciamiento físico obligatorio y la reclusión en el ámbito doméstico de la ciudadanía genera dos cambios fundamentales. Uno es el desplome de los ingresos y, más aún en los trabajos más precarios e informales. Recordemos que las mujeres se encuentran desproporcionadamente ubicadas en ese tipo de trabajos.

El otro cambio involucra dimensiones de la vida que normalmente tienen lugar fuera del ámbito doméstico, como la escuela, el centro de salud, el apoyo psicológico, la recreación, y que ahora se concentran en ese ámbito doméstico. Eso tiene una implicancia directa en la vida de las mujeres, que están aún más sobrecargadas. Esto no es algo nuevo, sino que se exacerba con el covid-19. Las mujeres hacemos malabarismos trabajando, cuidando, siendo maestras, psicólogas y doctoras. Aunque en el escenario previo las mujeres ya éramos malabaristas, en este momento esa situación se expresa de manera absoluta.

Hace tiempo que, desde una perspectiva feminista, buscamos calcular cuánto se produce de manera no monetaria (no remunerada) como proporción del PIB en los diversos países. Hoy sabemos que el trabajo doméstico y de cuidados que tiene lugar en las familias de forma no remunerada equivale a entre 15% y 25% de todo lo que se produce en una sociedad. El grueso de ese trabajo lo hacemos las mujeres. Por cada punto del PIB que invierte el Estado, las mujeres aportamos una contraparte no monetaria. Por ejemplo: si tienes una escuela pública, alguien tiene que llevar a la niña a la escuela, buscarla, traerla, hacer las tareas con ella y apoyarla. Y si llevas a un niño a la doctora, hay que administrar medicina, tomar la temperatura, etc.

No tenemos la medida de cuánto esta crisis está aumentando ese aporte no monetario fundamental, pero ese trabajo se ha disparado. Tenemos una espiral de demanda de cuidado que se satisface principalmente con el trabajo de mujeres. La economista feminista Nancy Folber decía hace unos días que si los gobiernos se preocuparan por el déficit de cuidado solo una fracción de lo que están preocupados por el déficit fiscal que genera esta crisis, estaríamos en mucha mejor forma para transformar esta situación y para honrar las demandas de cuidado con un esfuerzo más colectivo, más masculinizado y evitando que sean solo las mujeres las que satisfagan esas demandas.

Es necesario que reflexionemos sobre lo que están viviendo las mujeres que antes de la pandemia estaban exigidas y ahora lo están mucho más. Al mismo tiempo, debemos pensar qué está sucediendo con esas mujeres que estaban generando ingresos y que ahora ven desplomadas sus estrategias para ello. Y debemos pensar también qué está pasando con las que están ubicadas en los trabajos de mayor exposición, los ahora considerados servicios esenciales (comercio, supermercados, alimentos, sistema de salud) y tienen que atender muchísimas demandas de cuidado en sus hogares, a la vez que sostener los ingresos en su bolsillo.

Durante el siglo XX se produjo lo que algunos han llamado una revolución silenciosa: la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado. A la vez, se ha dicho que ello no modificó los órdenes familiares, sino que la división sexual del trabajo dentro de los hogares continuó siendo básicamente la misma. ¿Fue así? ¿Esta crisis podría empujar algún cambio dentro de los órdenes familiares?

La brecha de participación en el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado entre hombres y mujeres es de 18 horas semanales. Eso dicen las mediciones de los países que están relativamente mejor, porque son los reportados en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Esa brecha baja a 11 horas en los países del sur de Europa, a seis horas en los países anglosajones y a 3,5 horas en los países nórdicos.

Las mujeres hemos sido muy flexibles para adaptarnos a la jornada laboral remunerada y mantaner el trabajo no remunerado. Sin embargo, el ejercicio de la masculinidad en el ámbito doméstico ha cambiado muy poco. Eso no quiere decir que no haya hombres que lo hagan, sino que el ejercicio de las masculinidades en relación con el trabajo doméstico y de cuidados no ha cambiado lo suficiente para reflejarse en las estadísticas. Es así desde el Río Grande hasta Ushuaia, en todos los regímenes políticos, en Estados de Bienestar fuertes o débiles, y no tiene grandes variaciones en los distintos momentos del ciclo de vida.

El uso del tiempo masculino en el hogar es el recurso más democráticamente repartido en toda la región. Mientras las mujeres mostramos una profunda desigualdad entre nosotras, asociadas a los niveles de educación formal y a los niveles de ingresos (cuanto mayores son, menos horas se emplean en el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado), entre los hombres hay una enorme homogeneidad.

En la década de 1990 perdimos millones de empleos e ingresos masculinos. Mientras los hombres salían de la industria y la agricultura, a las mujeres, sobre todo a las jóvenes, se las contrataba en la maquinaria textil y en los servicios con trabajos precarizados. Hubo una pérdida de la vigencia social y económica del modelo patriarcal tradicional, en el que el hombre ponía el dinero en la mesa y eso significaba un nivel de protección a la familia, aunque fuera desigual. Ese cambio, lejos de implicar un involucramiento de los hombres en el ámbito doméstico, lo que hizo fue agravar los tipos de relaciones patriarcales violentas. Eso se expresa claramente en casos como el de Ciudad Juárez.

Habiendo sido así, ¿por qué tendríamos que esperar un cambio ahora? No podemos esperar que la mera pérdida de vigencia del papel proveedor de los hombres se traduzca en una ampliación de su dimensión cuidadora. Para que eso suceda se requiere una intervención deliberada del Estado y de otros actores de la sociedad, dándole forma, nombrando y creando incentivos para que eso ocurra. Al mismo tiempo, es necesario prevenir los efectos nocivos que puede generar la actual situación.

Las decisiones sobre cómo se enfrenta esta crisis no deberían dejar fuera a las mujeres. A la vez, las enormes demandas y retos que tenemos en materia de cuidado no deberían dejar fuera a los hombres. Se necesitan mensajes más claros y más fuertes que reconcilien masculinidad y cuidado. No podemos esperar que esos cambios se produzcan por generación espontánea. Estamos rodeadas de un tipo de masculinidad altamente «cuidado-dependiente». Estoy hablando de hombres de entre 15 y 60 años que en su cabeza son extremadamente autónomos, pero en su práctica no tienen la posibilidad de resolver cosas básicas para la sostenibilidad de su vida. En un momento de altísima demanda de cuidado, necesitamos tener más manos cuidando. Este es un momento en el que, en nombre de la solidaridad frente a la crisis, podríamos apelar a esa reorganización.

Parte del asunto es acercarse a los cuidados como una invitación a transformarse y a revincularse con muchos aspectos importantes de la vida. Eso podría generar, de hecho, situaciones en las que todos ganan. Lo que no me imagino es que esto ocurra solo de manera espontánea. Se requieren estrategias, políticas, alianzas (ojalá amplias) y demostrar que este tema toca muchas de las causas de la crisis y también muchas de las posibles soluciones.

¿Cómo puede operar el Estado sobre esas desigualdades existentes entre las propias mujeres? ¿Cómo pueden aportar otros actores sociales para paliar esas diferencias?

Las mujeres nunca antes habíamos sido tan desiguales entre nosotras en América Latina. Las brechas entre hombres y mujeres en términos de cuidados atraviesan todas las clases sociales. La violencia de género atraviesa todas las clases sociales. Pero los recursos con que las mujeres contamos para hacerles frente a estos escenarios son marcadamente desiguales. En una crisis como la que estamos atravesando, eso se exacerba. Por lo tanto, para poder dar pasos decididos para transformar la crisis en una oportunidad que nos permita ser mejores, necesitamos intervenciones diferenciadas para lograr incidir en los distintos escenarios.

El piso para poder tener esta conversación tiene al menos dos componentes: asegurar el ingreso básico en el bolsillo de todas las personas en este momento y garantizar el acceso universal a los servicios básicos.

Muchos de los gobiernos tienen poco espacio fiscal y poca capacidad de hacer cosas. Eso es así si damos por sentado que el 1% constituido por quienes poseen los mayores ingresos no va a contribuir. En cambio, si nos planteamos que esta situación se resuelve para toda la sociedad o no se resuelve para nadie, entonces el escenario puede ser otro. El peligro de no entenderlo así es claro. Tenemos el ejemplo de Singapur, que fue un caso exitoso. Allí se había controlado la situación de diseminación del virus, pero «olvidaron» a la población migrante. La población migrante estaba contagiada y, de repente, el país perdió control de la situación. Ese ejemplo nos alerta acerca de que en este escenario nadie puede quedar excluido porque con que una persona quede excluida todo el ciclo vuelve a empezar.

Los cuidados son parte de una conversación más amplia sobre el papel del Estado. Antes o después tenemos que pasar por el tema del financiamiento y tenemos que elegir si se va a priorizar la austeridad o la solidaridad. Si priorizamos la solidaridad, el 1% que no ha estado contribuyendo tendrá que contribuir.

Usted ha mencionado que reubicar a los cuidados como eje del análisis político tiene que ser un acto de voluntad minuciosamente planificado desde los gobiernos y los distintos actores políticos. ¿Qué tipo de políticas específicas serían imaginables para gestionar este déficit de cuidado en la crisis y tras ella?

Una autora estadounidense, la sindicalista Jane F. McAlevey, ha escrito recientemente un libro, No Shortcuts: Organizing for Power in the New Gilded Age [Sin atajos: organización para el poder en una nueva era dorada], que recoge su experiencia de trabajo organizativo. Ella insiste en la necesidad de tener estrategias simultáneas de organización, movilización e incidencia, y en la necesidad de saber cuándo hay que poner más energía en la organización propia, en el nosotros, en el nosotras, cuándo en la movilización y cuándo en la incidencia.

Partiendo de eso, creo que algunas de las cosas que hay que hacer tienen como interlocutor al Estado y otras tienen que ver más con la movilización, las organizaciones, los múltiples nosotros y nosotras que hay en la región. En todos esos niveles puede haber un lugar para esta agenda y para llevarla adelante de una manera positiva, democrática, inspiradora. Una manera, en definitiva, que nos conecte con asuntos muy profundos que tienen que ver con el sentido de estar vivos, de habitar este planeta.

En esa línea necesitamos consolidar esta idea de que debemos cuidar a quienes nos cuidan y que cuidar es un asunto de la sociedad y no solo de las familias ni de las mujeres. Pero no podemos cuidar a quienes nos cuidan sin tener una agenda que permita crear condiciones de infraestructura básica para la vida. ¿Cómo están haciendo hoy millones de personas en nuestra región, sin agua potable o viviendo en condiciones de hacinamiento? Es un reto incorporar los cuidados como parte de los pisos de protección social y no como si fueran dos cosas distintas.

Deberíamos pensar que más que una excepción, la crisis va a ser por mucho tiempo una regla, una normalidad, una nueva normalidad. Un ejemplo concreto: el rezago escolar que ya hoy tienen niños y niñas que van a los sistemas públicos de la región va a tardar años en recuperarse; la desnutrición infantil que se ha generado en las últimas semanas no la hemos medido todavía, pero se piensa que va a tener consecuencias muy importantes, al igual que la mortalidad materna de mujeres que no están pudiendo llegar a un servicio de salud para parir con seguridad. Necesitamos crear amortiguadores de esta amplificación de la desigualdad. Los cuidados son parte de eso. Necesitamos asegurar servicios básicos que incluyen agua, conexión a internet, electricidad y cuidados redistribuidos entre mujeres y hombres y entre prácticas familiares y extrafamiliares.

Los cambios que está revelando la crisis también agudizan conservadurismos. De hecho, en algunos países de la región hay quienes argumentan que, debido a la mayor precarización, es necesario reducir o postergar las pensiones de padres no convivientes. están en juego las responsabilidades parentales en el caso de algunos hombres. ¿Esa puede ser también una línea de disputa? ¿Qué riesgos tiene un repliegue de esas responsabilidades?

Ese es un gran tema. Acabo de participar de un estudio donde analizamos un tipo de organizaciones de padres que ha crecido en su poder político e incidencia en toda la región (aunque estudiamos los casos de Chile, Uruguay y Costa Rica). Estos grupos tienen una agenda fuertemente antifeminista y reactiva a los avances del Estado para proteger a las mujeres en el ámbito doméstico. Mostramos que en los países donde se ampliaron los derechos paternos, por ejemplo, en materia de tenencia de hijos e hijas, ha sido de la mano de estas organizaciones. Por el contrario, donde se ampliaron los deberes paternos, por ejemplo, en materia de pensiones alimentarias, ha sido de la mano de actores estatales que en buena medida reflejan agendas feministas o articulaciones feministas. Entonces, el actor político actualmente más visible, vocal y en ascenso, posicionando una conversación sobre paternidad, no es el que ayudaría a promover una masculinidad igualitaria y cuidadora. No quiere decir que no haya otras expresiones organizadas de hombres que sí están buscando promover una masculinidad igualitaria y cuidadora, pero sí que las que hoy tienen más poder y capacidad de incidencia no son esas.

Evidentemente, la crisis puede afectar a las mujeres vulnerando su bienestar económico y/o su autonomía económica. Son dos cosas relacionadas pero distintas. Una mujer puede tener más autonomía económica y menos bienestar o puede tener más bienestar y menos autonomía, o puede tener más de las dos cosas. Por ejemplo, cuando una mujer es pareja de un hombre en una relación heterosexual donde él aporta muchos ingresos y ella trabaja en su casa, puede tener un bienestar altísimo con muy baja autonomía. Si esa mujer se separa y empieza a vender productos de puerta a puerta, seguramente su bienestar económico será menor pero su autonomía económica aumentará. Necesitamos que las mujeres tengan tanto bienestar como autonomía.

Lo primero que necesitamos asegurar es que estas madres y estas mujeres tengan un ingreso. A veces desde una postura feminista reclamamos que los padres ejerzan su papel y podemos muchas veces forzar a mujeres que no querían depender de esos hombres a hacerlo. En el marco de esta crisis, necesitamos vincular la discusión de las pensiones alimentarias parentales a ese ingreso básico ciudadano que todas las personas deberían tener asegurado.

En el marco de esta crisis resulta central proteger el empleo, pero dentro de un objetivo mayor: proteger el ingreso. Todas las personas, incluyendo a esas madres, deben tener lo suficiente para la canasta alimentaria mínima. Eso no quiere decir que debemos dejar a esos padres sin ninguna responsabilidad. Hay que pensar la manera de que honren esas responsabilidades los que puedan y los que no puedan ahora y puedan después, lo hagan. Mi punto es que no podemos condicionar la subsistencia de la madre y los hijos e hijas a la pensión alimenticia del padre.

Finalmente, quisiera que habláramos de otro ámbito de los cuidados que es central: los cuidados remunerados. ¿Deben ser repensados, disputados y recolocados dentro de la trama política?

Definitivamente. Un servicio esencial como son los cuidados no debería ser explotado. En este momento tenemos una crisis del trabajo de hogares particulares en toda la región. Más de 25% de las mujeres ocupadas trabaja en casa de otras mujeres y hombres. Se trata de trabajos muy precarios. La razón por la que podemos privatizar tanta demanda de cuidados es porque se paga mal, se paga poco y hay mucha desprotección. ¿Qué debería ocurrir con esos puestos de trabajo? Es todo un interrogante, porque la mayor parte de estas mujeres trabajadoras están deseando que todo esto acabe para volver ahí debido a que no tienen opciones.

La particularidad de la agenda sobre cuidados es que, al mismo tiempo, es una agenda de protección social y una agenda de mercado laboral (tanto de oferta como de demanda). Entonces, nos permite ir desde lo que transcurre en la familia hasta los sectores de la economía que deberían priorizarse, valorarse y protegerse. Una parte importante de los sectores productivos y de las formas de trabajo ya están modificadas con la crisis y se van a modificar más. Necesitamos que la agenda sobre los cuidados se instale en esa conversación. Los cuidados son una gran oportunidad para dinamizar la economía y para apostar a una economía distinta, centrada en las personas, pero necesitamos considerarlos como un trabajo valioso, visibilizarlo, remunerarlo, protegerlo. Este es el momento. Las perspectivas no son fáciles, pero tenemos que estar a la altura del reto y dar esta pelea.

Juliana Martínez Franzoni es catedrática de la Universidad de Costa Rica. Sus campos de investigación abarcan la política social comparada, las desigualdades ecónomicas, sociales y de género en América Latina. Es editora de Social Politics, Oxford Journals.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/pensar-los-cuidados-en-medio-de-la-gran-pandemia/

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Entrevista a Verónica, joven afroamericana del lado sureño de Chicago

Por: Mateo De la Voz de los de Abajo.

Verónica, es una joven afroamericana, con mucha trayectoria de lucha en el lado sureño de Chicago contra la brutalidad de la policía, a favor del derecho humano a la salud.

Ofrece sus reflexiones después de los primeros días del levantamiento popular en Chicago como parte de la Ola de levantamientos populares en todo el país.

Fuente de la entrevista: Equipo de OVE

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Entrevista al pensador Noam Chomsky: EE.UU. corre hacia el precipicio»

Por: rebelion.org. 

El influyente intelectual de 91 años, autor de más de 100 libros y actualmente profesor de la Universidad de Arizona, habló sobre lo que cree que viene para el mundo poscoronavirus.

Estados Unidos corre hacia el abismo sin un plan federal para enfrentar la pandemia de coronavirus, retirando financiación a la salud pública mientras ignora el inexorable avance del calentamiento climático, dijo a la AFP el filósofo estadounidense Noam Chomsky, considerado el fundador de la lingüística moderna.

Estos son extractos de una entrevista con el influyente intelectual de 91 años, autor de más de 100 libros y actualmente profesor de la Universidad de Arizona, confinado hace dos meses en Tucson junto a su esposa brasileña Valeria, su perro y un loro que dice «soberanía» en portugués.

Pregunta: ¿Cómo interpreta lo que está sucediendo en Estados Unidos, que se ha convertido en el país más golpeado por el virus en el mundo?

Respuesta: No hay un liderazgo coherente. Es caótico. La Casa Blanca está en manos de un sociópata megalómano que solo está interesado en su propio poder, en sus perspectivas electorales, y al cual no le importa lo que pasa en el país, ni en el mundo.

Debe mantener el apoyo de su base electoral, que es la gran riqueza y el poder corporativo.

Hay 90.000 muertes y habrá más, porque no hay un plan coordinado.

P: ¿Cómo emergerá el paisaje político estadounidense y mundial tras la pandemia? ¿Nos inclinaremos hacia un mundo más cooperativo, democrático, o veremos un alza del extremismo, del nacionalismo?

R: En cuanto (Donald) Trump llegó al Gobierno lo primero que hizo fue desmantelar toda la maquinaria de prevención de pandemias, desfinanciar los Centros para el Control de Enfermedades (CDC, la mayor institución gubernamental de salud pública del país). Cancelar programas que trabajaban con científicos chinos para identificar potenciales virus. Estados Unidos estaba particularmente mal preparado.

Esta es una sociedad privatizada, muy rica, con enormes ventajas (…) pero dominada por el control privado. No hay un sistema de salud universal (…) absolutamente crucial ahora. Es el máximo sistema neoliberal.

Europa en muchos sentidos es peor, porque los programas de austeridad amplifican el peligro, por el severo ataque a la democracia y la transferencia de decisiones a Bruselas y la burocracia de la troika no electa (n. de la r.: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional). Pero al menos tiene el residuo de cierta estructura socialdemócrata que otorga algún apoyo, que es lo que pienso que falta en Estados Unidos.

Con todo lo grave que es esta pandemia, no es el peor problema. Habrá una recuperación de la pandemia, a un gran costo. Pero no habrá ninguna recuperación del derretimiento de los casquetes polares y el alza del nivel del mar y los otros efectos letales del calentamiento climático.

¿Qué estamos haciendo sobre esto? Cada país está haciendo algo, no lo suficiente. Estados Unidos está haciendo mucho. Concretamente, está corriendo hacia el precipicio, eliminando todos los programas, todas las regulaciones que pueden mitigar la catástrofe.

Esta es la situación, pero no tiene que ser así. Hay fuerzas contrarias globales. La pregunta es cómo estas fuerzas opuestas emergerán. Eso determinará el destino del mundo.

P: Varios países están utilizando tecnología para rastrear a los ciudadanos o archivando su ADN para luchar contra el virus. ¿Entramos con la pandemia en una nueva era de vigilancia digital?

R: Hay compañías desarrollando tecnología para que los empleadores puedan ver qué hay en tu pantalla y vigilar lo que haces, qué tecla aprietas, si te levantas. Y será complementado con video.

La llamada «internet de las cosas» está llegando. Es práctico. Implica que puedes prender la hornilla cuando estás conduciendo a casa. Pero también que la información está yendo a Google, Facebook y al Gobierno. Una enorme cantidad de vigilancia, de control e invasión potencial.

Si dejamos que las inmensas compañías tecnológicas controlen nuestra vida, eso es lo que sucederá. Será como en China, donde algunas ciudades tienen un sistema de créditos sociales, hay tecnología de reconocimiento facial en todos lados y todo lo que haces es vigilado. Si cruzas la calle en el lugar equivocado, pierdes créditos.

No es inevitable, así como el calentamiento climático no es inevitable. Sucederá a menos que la gente lo detenga.

P: ¿Pero está justificado para contener el avance del virus?

R: Puede ser, en tiempos de amenaza. Pero nada es permanente. Se puede decir: ‘Sí, puedes tener esta autoridad ahora, pero puede ser revocada en cualquier momento‘.

Fuente de la entrevista: https://rebelion.org/ee-uu-corre-hacia-el-precipicio/

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