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Libro: Izquierdas del mundo, Únanse!

Izquierdas del mundo, Únanse!

De Sousa Santos, Boaventura
Izquierdas del mundo, ¡únanse! y otros ensayos / Boaventura De
Sousa Santos. – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
CLACSO.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-987-722-774-1
1. Izquierda Política. 2. Análisis Político. I. Título.

CDD 320.531

Boaventura de Sousa Santos es uno de los más importantes pensadores de las ciencias sociales y las humanidades a nivel mundial. Izquierdas del mundo, ¡únanse! Y otros ensayos es el libro de un intelectual comprometido con el rumbo de las izquierdas, sus luchas y contribuciones en la defensa de una democracia entendida como ampliación de derechos. Una obra fundamental para leer nuestro tiempo y pensar colectivamente el futuro.

 

«La pandemia del COVID-19 evidenció la imperiosa necesidad de
construir una nueva alternativa progresista ante una crisis social y
ambiental de una extraordinaria gravedad y que no tiene precedentes en la historia de la humanidad.
Frente a esta situación terminal, la tarea crucial y más urgente para
los partidos y frentes políticos progresistas y las redes comunitarias y
colectivos de cientistas sociales críticos consiste en construir horizontes allí donde hoy hay abismos…» (Bathyány; 2020, p.9)

Descarga el libro completo en este enlace: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20201204074151/Boaventura-Izquierdas.pdf

Fuente de la Información: Biblioteca CLACSO – Novedad Editorial

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Pensar con rigor y en serio

Pensar con rigor y en serio

Salvador López Arnal

El libro que el lector tiene en sus manos [1] (o ve en la pantalla [2]) contiene La ciencia mal-tratada, la crítica de Manuel Martínez Llaneza [MML a partir de ahora] a los apartados 16 (“Las matemáticas en al encrucijada”) y 17 (“La teoría del caos”) de Razón y revolución. Filosofía marxista y ciencia moderna de Alan Woods (1944) y Ted Grant (1913-2006), y una selección de los artículos, siete en total, que se publicaron en las páginas de www.rebelion.org comentando el ensayo.

La obra de Woods y Grant, señala MML, aborda una amplia serie de temas del pensamiento y la ciencia pretendidamente desde la óptica del materialismo dialéctico, concebido éste como ‘una manera de entender el mundo’. Tan interesante empeño, prosigue, “se ve lamentablemente frustrado” y el resultado final es un manual al viejo estilo soviético: por una parte, una exposición esquemática de aspectos del pensamiento de los dos grandes clásicos de la tradición y, por otra, “una clara manipulación de elementos de diversas ciencias que ‘prueban’ la corrección de las previsiones de los fundadores del materialismo dialéctico según la personal versión de los autores”.

El texto de MML es la figura invertida de estas consideraciones. Rigor, seriedad y  compromiso, estas son sus características. No hay en su exposición, espléndidamente escrita por cierto, ninguna manipulación de resultados científicos usada para probar o ‘demostrar’ la corrección, siempre ratificada, o incluso la infalibilidad de las categorías, tesis y contribuciones de lo que la tradición ha llamado (no fue el caso de Marx) materialismo dialéctico.

Su punto de partida lo expresa MML en estos términos: “mi punto de vista sobre la relación entre el materialismo dialéctico y la ciencia es el expresado magistralmente por Manuel Sacristán en su prólogo al Anti-Dühring editado en México D.F. en 1964 por Editorial Grijalbo”, un escrito de apenas 30 páginas que fue esencial en la formación político-filosófica de varias generaciones de luchadores obreros y militantes universitarios. A ese punto de partida, hay que añadir otro: el espíritu crítico que no se deslumbra ni ciega ante fuegos de artificio intelectuales escritos en un lenguaje “profundo y de altos vuelos”, el mismo espíritu que nutre las páginas de las Imposturas intelectuales de Sokal y Bricmont, un ensayo recomendando por el autor.

No hay cientificismo en la posición aquí defendida. MML sabe, como nos enseñó Mario Bunge, que toda investigación científica parte de determinadas ideas filosóficas generales, que la filosofía racionalista e informada puede ser (lo ha sido de hecho) una buena aliada de la ciencia y la técnica responsable, y que todo filosofar que se precie sobre asuntos centrales de la tecnociencia contemporánea exige estudio, esfuerzo y buen conocimiento de causa.

MML no ha pretendido con su escrito zanjar puerilmente el debate sobre la ciencia. Tarea absurda donde las haya. Entre otras causas, porque sabe que este debate debe estar siempre abierto. Lo que sí ha pretendido es ayudarnos “a llevarlo a cabo sobre conocimientos concretos y bases científicas”. No se trata de hablar por hablar o hablar de oídas, ni tampoco de construir “cantos a la nada”. Tampoco de formar parte de los muchos escritos “que aparecen en la sopa intelectual del posmodernismo”, salpicando el texto, venga o no venga a cuento, de referencias a los términos de moda del análisis metamatemático posmoderno (caos, turbulencia, no lineal), entendidos además a la carta.

Por supuesto que es posible y necesaria, como decíamos, una aproximación filosófica documentada a asuntos que siempre han sido de preocupación e interés. Para especialistas y para muchos ciudadanos, para todos nosotros. Pero, para MML, también para mí, Razón y revolución. Filosofía marxista y ciencia moderna no proporciona ninguna ayuda para un filosofar informado ni para futuras investigaciones. Tampoco presenta una reflexión sobre la producción social de las matemáticas ni sobre su relación con otras ciencias. Eso sí, hay muchas “invocaciones litúrgicas” como suele ocurrir en estos casos.

Para MML, lo peor del libro de Woods y Grant es que intenta comprometer la teoría marxista con opciones científicas concretas cuando menos discutibles, o intenta justificar opiniones, más o menos científicas, con la cobertura del marxismo. La tradición ya tiene tristes experiencias de todo ello: la más sonada, la falsificación de la biología por el dogmatismo estalinista (caso Lysenko) por no hablar de la desconsideración (y marginación e incluso persecución) de la lógica formal o la teoría de la relatividad como disciplinas burguesas.

Por ello, en opinión de MML, el enfoque global de la obra de AWTG es reaccionario. Cuando se afirma que los cimientos de las matemáticas se están derrumbando y “que hay que crear un nuevo edificio sobre bases distintas,aparte de mostrar no haber entendido casi nada sobre el proceso de la evolución y cambio científico, “se está haciendo un peligroso llamamiento a apoyar las tendencias irracionalistas que bombardean desde muchos ámbitos los mismos fundamentos del pensamiento de la Ilustración”, que para nuestro autor sigue siendo el soporte más humanista, libre y progresivo de que disponemos. En esa tradición se inserta “de manera clara el pensamiento de Marx y Engels”.

MML nos advierte en los primeros compases que ha intentado proporcionar “una explicación, un ejemplo o una referencia histórica entendibles” para un lector o lectora con nivel de bachillerato de cada uno de los temas que trato. Es suficiente, piensa, para desmontar la impostura. Cumple su palabra: no nos exige un mayor nivel, un nivel inalcanzable o de especialista para seguir sus razonamientos. Se nos exige, eso sí, lectura atenta; no valen aquí las lecturas “en diagonal”.

Con su libro, sostiene MML, Woods y Grant no le están haciendo un buen servicio a la Razón ni a la Revolución. Con su aportación crítica, afirmo yo, MML ha hecho un buen servicio a la racionalidad ilustrada y al cultivo creativo, prudente y no talmúdico de la tradición marxista.

Así, pues, pasen, lean, tomen apuntes, relean en ocasiones, avancen, profundicen, disfruten, reflexionen y, si tienen a bien, hablen de todo ello con sus amistades. El libro que tenemos entre manos (o ante nuestros ojos) lo merece.

Notas:

1)https://www.lulu.com/es/es/shop/manuel-mart%C3%Adnez-llaneza/la-ciencia-mal-tratada/paperback/product-zz8n86.html?page=1&pageSize=4.

2) http://espai-marx.net/elsarbres/wp-content/uploads/2020/11/Ciencias-mal-tratadas_web.pdf.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/pensar-con-rigor-y-en-serio/

 

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Libro (PDF): Saberes compartidos y saberes comparados: experiencias de investigación en ciencias sociales y humanidades

Reseña: CLACSO

El desarrollo de las Jornadas de estudiantes y tesistas se enmarca en las políticas institucionales de fomento y apoyo a la investigación del Centro de Estudios Avanzados. Desde sus orígenes, hace ya 25 años, el CEA se proyecta como una institución de posgrado que desarrolla actividades de docencia e investigación de carácter multidisciplinario y, en este sentido, la consolidación de espacios de trabajo académico con estudiantes de posgrado constituye un compromiso institucional con la formación de investigadores en ciencias sociales capaces de descifrar los problemas de las sociedades actuales y pensar críticamente su relación con ellas.

  

Autor/a:                               Zanotti, Juan Martín – Tcach, Iván – Siles, Matías – Salamanca Agudelo, Katherine – Ruffini, María Luz – Roqué López, Camila – Rivero, Patricia – Pereira, Andrés – Rivero, Karem – Moreiras, Diego – Autor/a  Montes, María de los Ángeles – Llimós, Ana Gabriela – Falvo, Marina – Decándido, Érica – Coppari, Lucía – Casali, Carolina – Ambort, Matilde – Anastasía, Pilar – Alvites Baiadera, Angélica – Almada, Luciana – Molina, Guadalupe – Compilador/a o Editor/a 
Editorial/Editor: Centro de Estudios Avanzados
Año de publicación:  2016
País (es): Argentina
Idioma: Español
ISBN :  978‐987‐1751‐29‐7
Descarga:   Libro (PDF): Saberes compartidos y saberes comparados : experiencias de investigación en ciencias sociales y humanidades
Fuente e imagen:

 

http://biblioteca.clacso.edu.ar/
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Libro: Universidad y Democracia

Universidad y Democracia

Eduardo Rinesi

Rinesi, Eduardo
Universidad y democracia / Eduardo Rinesi ;
contribuciones de Diego Martín Giller ; Julián Andrés
Dércoli ; Anabella Lucardi. – 1a. ed. – Ciudad Autónoma de
Buenos Aires : CLACSO, 2020.
Libro digital, PDF – (Red CLACSO de posgrados)
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-987-722-743-7
1. Universidades. 2. Ensayo Histórico. I. Giller, diego
Martín, colab. II. Dércoli, Julián Andrés, colab. III. Lucardi,
Anabella, colab. IV. Título.
CDD 378.001
Arte de tapa: Ramiro López Crespo
Diseño y diagramación: María Clara Diez
Corrección de estilo: Ángela Linari

 

«Dos palabras previas
Este libro que presentamos hoy gracias a la amable invitación de
los compañeros y las compañeras del Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales (CLACSO) es el resultado de dos estímulos convergentes y complementarios. Por un lado, de tres años de trabajo en
el marco del proyecto de investigación “Derecho a la Universidad
y democratización universitaria”, que he tenido el gusto de dirigir en el área de Política del Instituto del Desarrollo Humano de la
Universidad Nacional de General Sarmiento entre 2018 y 2020, y
donde hemos trabajado junto a los tres queridos colegas que han colaborado conmigo en la preparación de este volumen, Diego Giller,
Julián Dércoli y Anabella Lucardi, y también con Natalia Peluso,
Jésica Rojas, Juan Manterola, Leticia Carolina Ríos, Laura Segura,
Sofía Tessa, Cintia Córdoba, Leandro Luque, Julio Caballero y Daniela
Morán. Por otro lado, del seminario virtual sobre “Políticas públicas,
educación y desigualdad” que dictamos entre agosto y octubre de
este mismo año, también con Giller, Dércoli y Lucardi, en el marco de
la programación de la Red CLACSO de Posgrados. » (p.8)

Descarga el libro completo en este enlace: https://mail.google.com/mail/u/0/?tab=rm&ogbl#inbox/FMfcgxwKjdxfZXvJHZQzMFjNnPmHvLzr

Fuente de la Información: CLACSO: – Novedades Editoriales.

 

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Libro: Los Años de Reparación

Los Años de Reparación

Naomi Klein

Klein, Naomi
Los años de reparación / Naomi Klein; prefacio de Alcira Argumedo.
– 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO;
Amsterdam: TNI – Transnational Institute, 2020.
Libro digital, PDF – (Masa crítica)
Archivo Digital: descarga
Traducción de: María Paula Vasile.
ISBN 978-987-722-758-1
1. Capitalismo. 2. Globalización. I. Argumedo, Alcira, pref. II. Vasile, María
Paula, trad. III. Título.
CDD 306.2
© Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11723.

«En la Cumbre Inaugural de la Internacional Progresista, la periodista, escritora y activista canadiense Naomi Klein, nos anuncia que vienen
tiempos largos y gratificantes de reparación.
Reparación indispensable en América Latina, ante las consecuencias de décadas de predominio de políticas y globalización neoliberales, cuyo fracaso se venía anunciando en Inglaterra, Francia, Italia, España o Estados Unidos y en Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina. El Covid-19 hizo estallar y profundizó una crisis alimentada por el crecimiento exponencial del desempleo, la precarización laboral, la pobreza y la indigencia, cuya contrapartida ha sido el crecimiento también exponencial de la concentración y polarización de la riqueza hasta límites insostenibles: mientras el 20% más rico de la población mundial concentra el 96% de la riqueza, el 80% –unos 6.500 millones de personas– solamente dispone del 4%. » (Argumedo, Alcira; 2020, p.13)

Descague el libro completo en este enlace: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20201119061901/Los-anios-reparacion.pdf

Fuente de la Información:

Novedad editorial – Masa Crítica: Chomsky – Klein – Varoufakis (CLACSO/TNI/IP)

 

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Libro (PDF): La obra educativa de Torres Bodet : en lo nacional y lo internacional

Reseña: CLACSO

El presente libro es resultado de una investigación que tuvo como objeto de estudio la obra de Torres Bodet, tanto en lo referente a la educación mexicana como a la mundial, sin entrar al análisis de su carrera como literato y diplomático. El trabajo se inició en febrero de 1962, con el auxilio de una beca E. D. Farmer del Latin American Institute de la Universidad de Texas y bajo la dirección de los doctores George l. Sánchez y William E. Drake, y se terminó en agosto de 1963. Se emplearon tres meses en la ciudad de México para recabar material de investigación y celebrar entrevistas con amigos, colaboradores, y con Torres Bodet mismo. Los materiales incluidos en esta publicación son parte de la tesis doctoral «The Educational Philosophy of Jaime Torres Bodet and its lmplications for Méxican and World Education», y han sido seleccionados pensando en el estudiante mexicano interesado en la educación y en asuntos internacionales.

 

Autor/a:                               Cowart, Billy F. – Autor/a  
Editorial/Editor:  

El Colegio de México

 

Año de publicación:  1966
País (es): México
Idioma: Español
Descarga:   La obra educativa de Torres Bodet : en lo nacional y lo internacional
Fuente e imagen:

 

http://biblioteca.clacso.edu.ar/

 

   

 

 

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Libro (PDF): En torno a una filosofía americana

Fuente: Biblioteca/Clacso


Reseña de: Leopoldo Zea


Autor(a): Zea, Leopoldo

Editorial/Edición: El Colegio de México

Año de publicación: 1945

País (es):  México

Idioma: Español

Descarga el libro en PDF:  En torno a una filosofía americana

Fuente e Imagen:  http://biblioteca.clacso.edu.ar


Reseña:

Hace algunos años un joven maestro mexicano lanzaba al público un libro que causó expectación. Este joven maestro es Samuel Ramos y el libro es El Perfil del Hombre y la Cultura en México. En este libro se hacía un primer ensayo de interpretación de la cultura en México. La cultura mexicana era motivo de una interpretación filosófica. La filosofía descendía del mundo de los entes ideales hacia un mundo de entes concretos como lo es México, símbolo de hombres que viven y mueren en sus ciudades y sus campos. Esta osadía fue calificada despectivamente de literatura. La filosofía no podía ser otra cosa que un ingenioso juego de palabras tomadas de una cultura ajena, a las que por supuesto faltaba un sentido, el sentido que tenían para dicha cultura.

Años más tarde otro maestro, esta vez un argentino, Francisco Romero, hacía hincapié en la necesidad de que Iberoamérica se empezase a preocupar por los temas que le son propios, por la necesidad de ir a la historia de su cultura y sacar de ella los temas de una nueva preocupación filosófica. Sólo que esta vez su exhortación se apoyaba en una serie de fenómenos culturales que señala en un artículo titulado Sobre la Filosofía en Iberoamérica. En este artículo nos muestra cómo el interés por los temas filosóficos en Iberoamérica ha ido creciendo día a día. El gran público sigue y solicita con interés los trabajos de tipo o índole filosófica, de donde han surgido numerosas publicaciones: libros, revistas, artículos de periódico, &c.; así como la formación de institutos o centros de estudios filosóficos donde se practica tal actividad. Este interés por la filosofía aparece en contraste con otras épocas en las cuales dicha actividad era labor de unos cuantos e incomprendidos hombres. Labor que no trascendía el cenáculo o la cátedra. Ahora se ha llegado a lo que Romero llama una “etapa de normalidad filosófica”, es decir, a una etapa en que el ejercicio de la filosofía es visto como función ordinaria de la cultura al igual que otras actividades de índole cultural. El filósofo deja de ser un extravagante que nadie pretende entender para convertirse en un miembro de la cultura de su país. Se establece una especie de “clima filosófico”, es decir, una opinión pública que juzga sobre la creación filosófica, obligando a ésta a preocuparse por los temas que agitan a quienes forman la llamada “opinión pública”.

Ahora bien, hay un tema que preocupa no sólo a unos cuantos hombres de nuestro Continente, sino al hombre americano en general. Este tema es el de la posibilidad o imposibilidad de una Cultura Americana, y como aspecto parcial del mismo, el de la posibilidad o imposibilidad de una Filosofía Americana. Podrá existir una Filosofía Americana si existe una Cultura Americana de la cual dicha filosofía tome sus temas. De que exista o no una Cultura Americana, depende el que exista o no una Filosofía Americana. Pero el plantearse y tratar de resolver tal tema, independientemente de que la respuesta sea afirmativa o negativa, es ya hacer filosofía americana puesto que trata de contestar en forma afirmativa o negativa una cuestión americana. De donde trabajos como el de Ramos, Romero y otros que sobre tal tema se hagan, cualesquiera que sean sus conclusiones, son ya filosofía americana.

El tema de la posibilidad de una Cultura Americana, es un tema impuesto por nuestro tiempo, por la circunstancia histórica en que nos encontramos. Antes de ahora el hombre americano no se había hecho cuestión de tal tema porque no le preocupaba. Una Cultura Americana, una cultura propia del hombre americano era un tema intrascendente, América vivía cómodamente a la sombra de la Cultura Europea. Sin embargo, esta cultura se estremece en nuestros días, parece haber desaparecido en todo el Continente Europeo. El hombre americano que tan confiado había vivido se encuentra con que la cultura en la cual se apoyaba le falla, se encuentra con un futuro vacío; las ideas a las cuales había prestado su fe se transforman en artefactos inútiles, sin sentido, carentes de valor para los autores de las mismas. Quien tan confiado había vivido a la sombra de un árbol que no había plantado, se encuentra en la intemperie cuando el plantador lo corta y echa al fuego por inútil. Ahora tiene que plantar su propio árbol cultural, hacer sus propias ideas; pero una cultura no surge de milagro, la semilla de tal cultura debe tomarse de alguna parte, debe ser de alguien. Ahora bien –y éste es el tema que preocupa al hombre americano– ¿de dónde va a tomar esta semilla? Es decir, ¿qué ideas va a desarrollan? ¿a qué ideas va a prestar su fe? ¿Continuará prestando su fe y desarrollando las ideas heredadas de Europa? o ¿existe un conjunto de ideas y temas a desarrollar propios de la circunstancia americana? O bien, ¿habrá que inventar estas ideas? En una palabra, se plantea el problema de la existencia o inexistencia de ideas propias de América, así como el de la aceptación o no de las ideas de la Cultura Europea ahora en crisis. Más concretamente, el problema de las relaciones de América con la Cultura Europea, y el de la posibilidad de una americana. ideología propiamente

2

Por lo anterior queda visto que uno de los primeros temas para una filosofía americana es el de las relaciones de América con la Cultura Europea. Ahora bien, lo primero que cabe preguntarse es el tipo de relación que tiene América respecto a dicha cultura. No ha faltado quien compare esta relación a la que tiene el Asia frente a la misma Cultura Europea. Se considera que América, como Asia, no ha asimilado de Europa más que la técnica. Pero de ser así ¿cuál sería lo propio de la Cultura Americana? Para el asiático lo que de la Cultura Europea ha adoptado es considerado como algo superpuesto, que ha tenido necesariamente que adoptar debido a la alteración de su circunstancia al intervenir en ella el europeo. Pero lo que de la Cultura Europea ha adoptado no es propiamente la cultura, es decir, un modo de vivir, una concepción del mundo, sino únicamente sus instrumentos, su técnica. El asiático se sabe heredero de una cultura milenaria que ha ido pasando de padres a hijos, de donde se sabe dueño de una cultura propia. Su concepción del mundo es prácticamente opuesta a la del europeo. Del europeo no ha adoptado sino su técnica, y esto, obligado por el mismo europeo al intervenir con su técnica en lo que era circunstancia propiamente asiática. Nuestros días están mostrando lo que puede hacer un asiático con una concepción del mundo propia sirviéndose de una técnica europea. A tal hombre le tiene muy sin cuidado el porvenir de la Cultura Europea y sí tratará de destruirla si se interpone o sigue interviniendo en lo que considera su propia cultura.

Ahora bien, ¿podemos pensar nosotros los americanos lo mismo respecto a la Cultura Europea? Pensar tal cosa es considerar que somos poseedores de una cultura que nos es propia y que acaso no ha alcanzado expresión porque Europa nos ha estorbado. Entonces sí, cabría pensar que este es el momento oportuno para liberarnos culturalmente. De ser así la crisis de la Cultura Europea nos tendría sin cuidado. En vez de que tal crisis se nos presentase como problema se presentaría como solución. Pero no es así, la crisis de la Cultura Europea nos preocupa hondamente, la sentimos como crisis propia.

Y es que el tipo de relación que como americanos tenemos con la Cultura Europea es distinto del que tiene el asiático con la misma. Nosotros no nos sentimos, como el asiático, herederos de una cultura propia autóctona. Existió, sí, una cultura indígena –azteca, maya, inca, &c.–, pero esta cultura no representa para nosotros, americanos actuales, lo que representa la antigua Cultura Oriental para los actuales asiáticos. Mientras el asiático continúa sintiendo el mundo como lo sintieron sus antepasados, nosotros, americanos, no sentimos el mundo como lo sintió un azteca o un maya. De ser así, sentiríamos por las divinidades y templos de la cultura precolombina la misma devoción que siente el oriental por sus antiquísimos dioses y templos. Un templo maya nos es tan ajeno y sin sentido como un templo hindú.

Lo nuestro, lo propiamente americano, no está en la cultura precolombina. ¿Estará en lo europeo? Ahora bien, frente a la Cultura Europea nos sucede algo raro, nos servimos de ella pero no la consideramos nuestra, nos sentimos imitadores de ella. Nuestro modo de pensar, nuestra concepción del mundo, son semejantes a los del europeo. La Cultura Europea tiene para nosotros el sentido de que carece la cultura precolombina. Y sin embargo, no la sentimos nuestra. Nos sentimos como bastardos que usufructúan bienes a los que no tienen derecho. Nos sentimos igual al que se pone un traje que no es suyo, lo sentimos grande. Adaptamos sus ideas pero no podemos adaptarnos a ellas. Sentimos que debíamos realizar los ideales de la Cultura Europea, pero nos sentimos incapaces de tal tarea, nos basta admirarlos pensando que no están hechos para nosotros. En esto está el nudo de nuestro problema: no nos sentimos herederos de una cultura autóctona, ésta carece de sentido para nosotros; y la que como la europea tiene para nosotros sentido, no la sentimos nuestra. Hay algo que nos inclina hacia la Cultura Europea, pero que al mismo tiempo se resiste a ser parte de esta cultura. Nuestra concepción del mundo es europea pero las realizaciones de esta cultura las sentimos ajenas, y al intentar realizar lo mismo en América, nos sentimos imitadores.

Lo que nos inclina hacia Europa y al mismo tiempo se resiste a ser Europa, es lo propiamente nuestro, lo americano. América se siente inclinada hacia Europa como el hijo hacia el padre; pero al mismo tiempo se resiste a ser su propio padre. Esta resistencia se nota en que a pesar de que se siente inclinada hacia la Cultura Europea al realizar lo que ella realiza se siente imitadora, no siente que realice lo que le es propio, sino lo que sólo puede realizar Europa. De aquí este sentirnos cohibidos, inferiores al europeo. El mal está en que sentimos lo americano, lo propio, como algo inferior. La resistencia de lo americano a ser europeo es sentido como incapacidad. Pensamos como europeos, pero no nos basta esto, queremos además realizar lo mismo que realiza Europa. El mal está en que queremos adaptar la circunstancia americana a una concepción del mundo que heredamos de Europa, y no adaptar esta concepción del mundo a la circunstancia americana. De aquí que nunca se adapten las ideas y la realidad. Necesitamos de las ideas de la Cultura Europea pero cuando las ponemos en nuestra circunstancia las sentimos grandes porque no nos atrevemos a adaptarlas a esta circunstancia. Las sentimos grandes y no nos atrevemos a recortarlas, preferimos el ridículo de quien se pone un traje que no le acomoda. Y es que hasta hace muy poco el americano quería olvidar que lo era para sentirse un europeo más. Lo que equivale a que un hijo olvidase que es hijo y quisiese ser su propio padre, el resultado tenía que ser una burda imitación. Y esto es lo que siente el americano, que ha tratado de imitar y no de realizar su personalidad.

Alfonso Reyes nos dibuja con mucha gracia esta resistencia del americano a ser americano. El americano sentía “encima de las desgracias de ser humano y ser moderno, la muy específica de ser americano; es decir, nacido y arraigado en un suelo que no era el foco actual de la civilización, sino una sucursal del mundo”.{1} Ser americano había sido hasta ayer una gran desgracia, porque no nos permitía ser europeos. Ahora es todo lo contrario, el no haber podido ser europeos a pesar de nuestro gran empeño, permite que ahora tengamos una personalidad; permite que en este momento de crisis de la Cultura Europea sepamos que existe algo que nos es propio, y que por lo tanto puede servirnos de apoyo en esta hora de crisis. Qué sea este algo, es uno de los temas que debe plantearse una filosofía americana.

3

América es hija de la Cultura Europea, surge en una de sus grandes crisis. Su descubrimiento no es un simple azar, sino el resultado de una necesidad. Europa necesitaba de América; en la cabeza de todo europeo estaba la Idea de América, la idea de una tierra de promisión. Una tierra en la cual el hombre europeo pudiese colocar sus ideales, una vez que no podía seguir colocándolos en lo alto. Ya no podía colocarlos en el cielo. Gracias a la nueva física, el cielo dejaba de ser alojamiento de ideales para convertirse en algo ilimitado, en un infinito mecánico y por lo tanto muerto. La idea de un mundo ideal descendió del cielo y se colocó en América. De aquí que el hombre europeo saliese en busca de la tierra ideal y la encontrase.

El europeo necesitaba desembarazarse de una concepción de la vida de la cual se sentía harto, necesitaba desembarazarse de su pasado, iniciar una vida nueva. Hacer una nueva historia, bien planeada y calculada, en la que nada faltase ni sobrase. Lo que el europeo no se atrevía a proponer abiertamente en su tierra, lo daba por hecho en esta tierra nueva llamada América. América era el pretexto para criticar a Europa. Lo que se quería que fuera Europa fue realizado imaginariamente en América. En estas tierras fueron imaginadas fantásticas ciudades y gobiernos que correspondían al ideal del hombre moderno. América fue presentada como la Idea de lo que Europa debía de ser. América fue la Utopía de Europa. El mundo ideal conforme al cual debía rehacerse el viejo mundo de Occidente. En una palabra: América fue la creación ideal de Europa.

América surge a la historia como una tierra de proyectos, como una tierra del futuro, pero de unos proyectos que no le son propios, y de un futuro que tampoco es suyo. Estos proyectos y este futuro son de Europa. El hombre europeo que puso sus pies en esta América –confundiéndose con la circunstancia americana y dando lugar al hombre americano– no supo ver lo propio de América, sólo tuvo ojos para lo que Europa había querido que fuera. Al no encontrar lo que la fantasía europea había puesto en el Continente Americano, se sintió decepcionado; dando esto lugar al desarraigo del hombre americano frente a su circunstancia. El americano se siente europeo por su origen, pero inferior a éste por su circunstancia. Se transforma en un inadaptado, se considera superior a su circunstancia e inferior a la cultura de la cual es origen. Siente desprecio por lo americano y resentimiento contra lo europeo.

El americano, en vez de tratar de realizar lo propio de América se ha empeñado en realizar la Utopía europea, tropezando como es de suponer con la realidad americana que se resiste a ser otra cosa que lo que es, América. Esto ha dado lugar al sentimiento de inferioridad del que ya hemos hablado. La realidad circundante es considerada por el americano como algo inferior a lo que cree su destino. Este sentimiento se ha mostrado en la América Sajona como un afán por realizar en grande lo que Europa ha proyectado para satisfacer necesidades que le son propias. Norte-América se ha empeñado en ser una segunda Europa, una copia en grande. No importa la creación propia, lo que importa es realizar los modelos europeos en grande y con la máxima perfección. Todo se reduce a números: tantos dólares o tantos metros. En el fondo lo único que se quiere hacer con esto es ocultar un sentimiento de inferioridad. El norteamericano trata de demostrar que tiene tanta capacidad como el europeo, y la forma de demostrarlo es haciendo, en grande y con mayor perfección técnica, lo mismo que ha hecho el europeo. Pero con esto no ha demostrado capacidad cultural, sino simplemente técnica; puesto que la capacidad cultural se demuestra en la solución que se da a los problemas que se plantean al hombre en su existencia, y no en la imitación mecánica de soluciones que otros hombres se han dado a sí mismos en problemas que les son propios.

En cuanto al hispanoamericano, se ha conformado con sentirse inferior no sólo al europeo, sino también al norteamericano. No sólo no trata de ocultar su sentimiento de inferioridad, sino que lo exhibe autodenigrándose. Lo único que ha tratado hasta hoy ha sido vivir lo más cómodamente a la sombra de ideas que sabe que no le son propias. Lo que ha importado no han sido las ideas sino la forma como vivir de ellas. De aquí que nuestra política se haya transformado en burocracia. La política deja de ser un fin y se convierte en un instrumento para alcanzar un determinado puesto burocrático. No importan las banderas ni los ideales, lo que importa es que estas banderas o ideales permitan alcanzar un determinado puesto. De aquí esos milagrosos y rápidos cambios de bandera y de ideales; de aquí también ese estar siempre proyectando, planeando, sin alcanzar nunca resultados definitivos. Continuamente se está ensayando y proyectando de acuerdo con ideologías siempre cambiantes. No hay un plan a realizar por todos los nacionales, porque no hay sentido de Nación. Y no hay sentido de Nación por la misma razón por la cual no ha habido sentido de lo americano. Quien se siente inferior como americano se siente también inferior como nacional, como miembro de una de las naciones del Continente Americano. Y no se piense que tiene sentido de Nación el nacionalista rabioso que habla de hacer una Cultura Mexicana, Argentina, Chilena o de cualquier otro país americano, excluyendo todo cuanto huela a extranjero. No, en el fondo no tratará sino de eliminar aquello frente a lo cual se siente inferior. Este es el caso de quienes consideran que éste es el momento oportuno para eliminar de nuestra cultura todo lo europeo.

Esta sería una postura falsa. Queramos o no, somos hijos de la Cultura Europea. De Europa tenemos el cuerpo cultural, lo que podemos llamar el armazón: lengua, religión, costumbres; en una palabra, nuestra concepción del mundo y de la vida es europea. Desprendernos de ella sería desprendernos del meollo de nuestra personalidad. No podemos renegar de dicha cultura, como no podemos renegar de nuestros padres. Pero así como sin renegar de nuestros padres tenemos una personalidad que hace que ninguno nos confunda con ellos, así también tendremos una personalidad cultural sin renegar de la cultura de la cual somos hijos. El ser conscientes de nuestras verdaderas relaciones con la Cultura Europea, elimina todo sentimiento de inferioridad, dando lugar a un sentimiento de responsabilidad. Es este el sentimiento que anima en nuestros días al hombre de América. El americano considera que ha llegado a su “mayoría de edad”; como todo hombre que ha llegado a su mayoría de edad, reconoce que tiene un pasado sin renegar de él, de la misma forma que ninguno de nosotros se avergüenza de haber tenido una infancia. El hombre americano se sabe heredero de la Cultura Occidental y reclama su puesto en ella. El puesto que reclama es el de colaborador. Hijo de tal cultura no quiere seguir viviendo de ella sino trabajando para ella. A nombre de esta América que se siente responsable, un americano, Alfonso Reyes, reclama a Europa “el derecho a la ciudadanía universal que ya hemos conquistado” considerando que ya “hemos alcanzado la mayoría de edad”.{2} América se encuentra en el momento histórico en que tiene que realizar su misión cultural. Cuál sea esta misión, es otro tema más a desarrollar por lo que hemos llamado Filosofía Americana.

4

Conocidas nuestras relaciones culturales con Europa, una más de las tareas de esta posible Filosofía Americana sería la de continuar el desarrollo de los temas de la filosofía propios de esa cultura; pero en especial los temas que la Filosofía Europea considera como temas universales. Es decir, temas cuya abstracción hace que valgan para cualquier tiempo o lugar. Tales temas son los del Ser, el Conocimiento, el Espacio, el Tiempo, Dios, la Vida, la Muerte, &c. Una Filosofía Americana colaboraría en Ja Cultura Occidental tratando de resolver los problemas que tales temas planteasen y que no hubiesen sido resueltos por la Filosofía Europea, o cuya solución no fuese satisfactoria. Ahora bien, se podría pensar –aquellos a quienes interese hacer una filosofía con un sello americano– que esto no puede interesar a una filosofía que se preocupe por lo propiamente americano. Sin embargo, no sería así. Porque tanto los temas que hemos llamado universales como los temas propios de la circunstancia americana se encuentran estrechamente ligados. Al tratar unos tenemos necesidad de tratar los otros. Los temas abstractos tendrán que ser vistos desde la circunstancia propia del hombre americano. Cada hombre verá de estos temas aquello que más se amolde a su circunstancia. Estos temas los enfocará desde el punto de vista de su interés, y este interés estará determinado por su modo de vida, por su capacidad o incapacidad, en una palabra, por su circunstancia. En el caso de América, su aportación a la filosofía de dichos temas estará teñida por la circunstancia americana. De aquí que al proponernos temas abstractos, los enfocaremos como temas propios. El Ser, Dios, &c., aunque temas válidos para cualquier hombre, serán temas cuya solución se daría desde un punto de vista americano. De estos temas no podríamos decir lo que son para todo hombre, sino lo que son para nosotros hombres de América. El Ser, Dios, la Muerte, &c., serían lo que tales abstracciones representan para nosotros.

No se olvide que toda la filosofía europea ha trabajado en torno a los mismos temas pretendiendo ofrecer soluciones de carácter universal. Sin embargo, el resultado ha sido un conjunto de filosofías que se diferencian unas de otras. A pesar del afán de universalidad de todas ellas, ha resultado una filosofía griega, una filosofía cristiana, una filosofía francesa, una filosofía inglesa y una filosofía alemana. En la misma forma, independientemente de que intentásemos realizar una filosofía americana. A pesar de que tratásemos de dar soluciones de carácter universal, nuestras soluciones llevarían la marca de nuestra circunstancia.

Otro tipo de temas a tratar por nuestra posible filosofía serían los temas propios de nuestra circunstancia. Es decir, que esta nuestra posible filosofía debe tratar de resolver los problemas que nuestra circunstancia nos plantea. Este punto de vista es tan legítimo como el anterior y válido como tema filosófico. Como americanos tenemos una serie de problemas que sólo se dan en nuestra circunstancia y que por lo tanto sólo nosotros podemos resolver. El planteamiento de tales problemas no amenguaría el carácter filosófico de nuestra filosofía; porque la filosofía trata de resolver los problemas que se plantean al hombre en su existencia. De donde los problemas que se plantean al hombre americano tendrán que ser propios de la circunstancia en donde existe.

Dentro de estos temas está el de nuestra historia. La historia forma parte de la circunstancia del hombre: le configura y le perfila, haciéndole capaz para unas determinadas tareas e incapaz para otras. De aquí que tengamos que contar con nuestra historia, pues en ella encontraremos la fuente de nuestras capacidades e incapacidades. No podemos continuar ignorando nuestro pasado, desconociendo nuestras experiencias, pues sin su conocimiento no podemos considerarnos maduros. Madurez, mayoría de edad, es experiencia. Quien ignora su historia carece de experiencia, y quien carece de experiencia no puede ser hombre maduro, hombre responsable.

Por lo que se refiere a la historia de nuestra filosofía, se pensará que en ella no podemos encontrar otra cosa que malas copias de los sistemas de la filosofía europea. En efecto, esto será lo que encuentre quien busque en ella sistemas filosóficos propios de esta nuestra América tan valiosos como los europeos. Pero esta sería una mala óptica, hay que ir a la historia de nuestra filosofía desde otro punto de vista. Este otro punto de vista debe ser el de nuestras negaciones, el de nuestra incapacidad para no hacer otra cosa que malas copias de los modelos europeos. Cabe preguntarnos el porqué no tenemos una filosofía propia, y la respuesta quizá sea una filosofía propia. Puesto que nos descubriría un modo de pensar que nos es propio que acaso no ha necesitado expresarse en las formas usadas por la filosofía europea.

También cabe preguntarnos el porqué nuestra filosofía es una mala copia de la filosofía europea. Porque en este ser una mala copia acaso se encuentre también lo propio de una filosofía americana. Porque el ser mala copia no implica que sea necesariamente mala, sino simplemente distinta. Acaso nuestro sentimiento de inferioridad ha hecho que consideremos como malo lo que nos es propio, únicamente porque no se parece, porque no es igual a su modelo. Reconocer que no podemos realizar los mismos sistemas de la filosofía europea, no es reconocer que somos inferiores a los autores de tal filosofía, es sólo reconocer que somos diferentes. Partiendo de este supuesto no veremos en lo hecho por nuestros filósofos un conjunto de malas copias de la filosofía europea, sino interpretaciones de esta filosofía hechas por americanos. Lo americano estará presente a pesar del intento de objetividad de nuestros filósofos. Lo americano estará presente independientemente de los intentos de despersonalización de tales pensadores.

5

La filosofía en su carácter universal se ha preocupado por uno de los problemas que más han agitado al hombre en todos los tiempos, el de las relaciones del hombre con la sociedad. Este tema se ha planteado como Política, preguntándose por la forma de organización de estas relaciones, la organización de la convivencia. El encargado de estas relaciones es el Estado, de aquí que la filosofía se haya preguntado por quién debe estar formado, quién debe gobernar. El Estado debe cuidar de que no se rompa el equilibrio que existe entre el individuo y la sociedad; debe cuidar de que no se caiga ni en la anarquía ni en el totalitarismo. Ahora bien, para poder obtenerse este equilibrio es menester una justificación moral. La filosofía trata de ofrecer esta justificación, de donde toda abstracción metafísica culmina en una ética y en una política. Toda idea metafísica sirve de base a un hecho concreto, de justificación a un tipo de organización política casi siempre propuesta.

Tenemos multitud de ejemplos filosóficos en los cuales la abstracción metafísica sirve de base a una construcción política. Un ejemplo lo tenemos en la filosofía platónica cuya teoría de las Ideas sirve de base y justificación a la República. En La Ciudad de Dios de San Agustín tenemos un ejemplo más; la Comunidad Cristiana, la Iglesia, se apoya en un ente metafísico que en este caso es Dios. Las Utopías del Renacimiento son otros ejemplos en los cuales el racionalismo justifica formas de gobierno de las cuales ha surgido nuestra actual Democracia. Algún pensador ha dicho que la Revolución Francesa encuentra su justificación en El Discurso del Método de Descartes. La dialéctica de Hegel invertida por el marxismo ha dado lugar a formas de gobierno como el Comunismo. El mismo Totalitarismo ha querido justificarse metafísicamente buscando tal justificación en las ideas de Nietzsche, Sorel o Pareto. Muchos otros ejemplos más se pueden encontrar en la historia de la filosofía, en los cuales la abstracción metafísica sirve de base a una práctica social o política.

Lo visto nos indica cómo la teoría y la práctica deben marchar juntas. Es menester que los actos materiales del hombre queden justificados por Ideas, pues es esto que le hace ser distinto a los animales. Ahora bien, nuestra época se ha caracterizado por la ruptura entre las Ideas y la realidad. La Cultura Europea se encuentra en crisis debido a tal ruptura. El hombre se encuentra falto de una teoría moral que justifique sus actos, de aquí que no haya podido resolver el problema de su convivencia, y lo único que ha logrado es caer en los extremos, en la anarquía y en el Totalitarismo.

Las diversas crisis de la Cultura Occidental han sido crisis por falta de Ideas que justifiquen los actos humanos, la existencia del hombre. Cuando unas Ideas han dejado de justificar dicha existencia, ha sido menester que el hombre busque otro conjunto de Ideas. La historia de la Cultura Occidental es la historia de las crisis que el hombre ha sufrido al romperse la coordinación que existía entre las Ideas y la realidad. La Cultura Occidental ha ido de crisis en crisis salvándose unas veces en las Ideas, otras en Dios, otras en la Razón, hasta nuestros días en que se ha quedado sin Ideas, Dios y Razón. La Cultura está pidiendo nuevas bases sobre las cuales apoyarse. Ahora bien, esta petición parece desde nuestro punto de vista casi prácticamente imposible. Sin embargo, este punto de vista es el de hombres en crisis, y no podía ser de otra manera, porque si nos pareciese fácil resolver tal problema no seríamos hombres en crisis. Pero el hecho de que estemos en crisis y no tengamos la solución anhelada, no quiere decir que no exista. Hombres que como nosotros se han encontrado en otras épocas de crisis han sentido el mismo pesimismo, sin embargo, la solución ha sido encontrada. No sabemos qué valores puedan sustituir a los que vemos hundirse, pero lo que sí es seguro es que surgirán, y a nosotros los americanos corresponde colaborar en tal tarea.

De lo anterior podemos concluir sobre otro tipo de tarea más para una posible Filosofía Americana. La Cultura Occidental de la cual somos hijos y herederos necesita de nuevos valores sobre los cuales apoyarse. Ahora bien, estos valores tendrán que ser abstraídos de nuevas experiencias humanas, de las experiencias resultantes al encontrarse el hombre en nuevas circunstancias como son las que ahora se ofrecen. América, dada su particular posición, puede aportar a la Cultura la novedad de sus experiencias todavía no explotadas. De aquí que sea menester que diga al mundo su verdad, pero una verdad sin pretensiones, una verdad sincera. Cuantas menos pretensiones tenga será más sincera y más propia. América no debe pretender erigirse en directora de la Cultura de Occidente, lo que debe pretender es hacer pura y simplemente Cultura. Y esto se hace tratando de resolver los problemas que se le planteen desde su propio punto de vista, el americano.

América y Europa se encontrarán después de esta crisis en situaciones semejantes. Ambas tendrán que resolver el mismo problema: el de qué forma de vida deberán adoptar frente a las nuevas circunstancias que se presenten. Ambas tendrán que continuar la tarea de la Cultura Universal que ha sido interrumpida, pero con la diferencia de que esta vez América no podrá seguir manteniéndose a la sombra de lo que Europa vaya realizando, porque ahora no hay sombra, no hay lugar donde apoyarse. Por el contrario, es América la que se encuentra en un momento privilegiado que acaso no dure mucho, pero que debe ser aprovechado para iniciar la tarea que le corresponde como miembro ya adulto de la Cultura Occidental.

Una filosofía americana deberá iniciar esta su tarea que consiste en buscar los valores que sirvan de base a un futuro tipo de Cultura. Y esta su labor tendrá como finalidad la de salvaguardar la esencia humana, aquello por lo cual un hombre es un hombre. El hombre es por esencia individuo a la vez que conviviente; de aquí que sea menester guardar el equilibrio entre estos dos componentes de su esencia. Es este equilibrio el que ha sido alterado llevando al hombre hacia sus extremos: Individualismo hasta la anarquía y una sociabilidad tan estrecha que se ha transformado en masa. De aquí que sea menester encontrar valores que hagan posible la convivencia sin menoscabo de la individualidad.

Esta tarea de tipo universal y no simplemente americano, tendrá que ser el supremo afán de esta nuestra posible filosofía. Esta nuestra filosofía no debe limitarse a los problemas propiamente americanos, a los de su circunstancia, sino a los de esa circunstancia más amplia, en la cual también estamos insertos como hombres que somos, llamada Humanidad. No basta querer alcanzar una verdad americana, sino tratar de alcanzar una verdad válida para todos los hombres, aunque de hecho no sea lograda. No hay que considerar lo americano como fin en sí, sino como límite de un fin más amplio. De aquí la razón por la cual todo intento de hacer filosofía americana con la sola pretensión de que sea americana, tendrá que fracasar. Hay que intentar hacer pura y simplemente Filosofía, que lo americano se dará por añadidura. Bastará que sean americanos los que filosofen para que la filosofía sea americana a pesar del intento de despersonalización de los mismos. Si se intenta lo contrario, lo que menos se hará será filosofía.

Al intentar resolver los problemas del hombre cualquiera que sea su situación en el espacio o en el tiempo, tendremos que partir necesariamente de nosotros mismos como hombres que somos; tendremos que partir de nuestras circunstancias, de nuestros límites, de nuestro ser americanos; al igual que el griego ha partido de una circunstancia llamada Grecia. Pero al igual que él, no podemos limitarnos a quedarnos en tal circunstancia, si nos quedamos será a pesar nuestro, y haremos filosofía americana como el griego ha hecho filosofía griega a pesar suyo.

Sólo partiendo de estos supuestos podemos cumplir nuestra misión en el conjunto de la Cultura Universal, colaborando en ella conscientes de nuestras capacidades y de nuestras incapacidades. Conscientes de nuestro alcance como miembros de esa comunidad cultural llamada Humanidad, y de nuestros límites como hijos de una circunstancia, que nos es propia y a la cual debemos nuestra personalidad, llamada América.

——

{1} Alfonso Reyes: Notas sobre la inteligencia americana. Revista Sur. Núm. 24. Septiembre de 1936. Buenos Aires.

{2} Opus. cit.

Fuente de la reseña:  http://www.filosofia.org/hem/194/ca03p063.htm

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