Argentina/25 mayo 2016/Autor:Eleonora Gosman/ Fuente: El Clarín
Hubo dos informaciones, ofrecidas ayer por la mañana bien temprano por el presidente provisorio Michel Temer, que calaron profundo en los medios periodísticos y en la sociedad. De todo el fárrago de anuncios económicos, que luego debieron se explicados por sus ministros, hay solo dos de acción inmediata: uno de ellos, es eliminar un fondo especial para la educación; sus recursos, dijo, serán utilizados para el pago de deuda. Sostuvo, además, que obligará al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social a saldar en forma anticipada “sus deudas” con el Tesoro Nacional. En cuanto a los gastos en salud, el gobierno limitará sus partidas, pero el recorte depende finalmente de una aprobacion del Congreso en las próximas dos semanas.
Si esas propuestas no tuvieran restricciones legales, Temer y su equipo podrán conseguir algo así como 28.500 millones de dólares, lo que abriría el camino para financiar 60% del déficit fiscal (que este año debe terminar en 48.000 millones de dólares). En la reunión plenaria con sus colaboradores, que fue transmitida por TV, el jefe de Estado temporario hizo cuestión de mostrar su fortaleza. “A aquellos que piensan que soy débil, les digo que aprendí a tratar con bandidos en la época en que fui secretario de Seguridad de San Pablo” argumentó, con un golpe de mano sobre la mesa.
El objetivo, sin duda, fue exhibir públicamente al gobierno –por ahora transitorio– como un poder ejecutivo con proyectos de corto, mediano y el largo plazo. Había razones para realizar esa puesta en escena: se pensó, con esto, es disminuir los dramáticos efectos del golpe recibido el lunes por este interinato gubernamental, cuando trascendieron diálogos comprometedores entre el ahora ex ministro Romero Jucá (quien retornó a su banca en el Senado) y el ex titular de una empresa subsidiaria de Petrobras. Sobre ese escándalo, Temer optó por hacer solo una referencia oblicua. Señaló que su gestión provisoria “no va a interferir” en las investigaciones del juez de Curitiba, Sergio Moro, que reveló una extensa red de corrupción en la petrolera estatal.
Para los medios periodísticos locales, que luego asistieron a las conferencias de los ministros de Hacienda, Henrique Meirelles, y de la Secretaría de Gobierno, Geddel Vieira Lima, “la gran novedad del Plan Temer para la economía es que no hubo ninguna gran novedad”. Así lo indicó el diario Folha de Sao Paulo, en su edición online. Es más; añadió que lo único “importante y central” es el proyecto de poner un límite legal a los gastos del gobierno federal a partir de 2017. El problema, señala el prestigioso medio, es que “para funcionar va a depender un amplio cambio constitucional”. Se trata de enmiendas a la Constitución de 1988 que requieren, para su aprobación, contar con los 4/5 del Congreso. El resto de lo que se había mencionado a lo largo de la semana pasada fue respondido con las siguientes frases: “Más adelante” o “tal vez en último caso”. Así ocurrió cuando los periodistas le preguntaron al ministro de Hacienda Meirelles en la conferencia de prensa posterior al discurso de Temer. Entre lo que vendrá después, si este equipo continúa en el gobierno hasta 2018, figura por ejemplo la reforma del sistema previsional y la flexibilización de las leyes laborales. El tema, en este momento, es un “tabú”. No puede ser siquiera mencionado a riesgo de encontrar en la Cámara de Diputados una feroz resistencia no sólo del Partido de los Trabajadores y sus aliados a la izquierda, sino también del bloque Solidaridad, que dirige el diputado “pro Temer” Paulo Pereira da Silva, dirigente del gremio Fuerza Sindical.
En toda la “mise en scene” del jefe del Ejecutivo y sus colaboradores, hubo algo muy sintomático. Justamente aquello visto como el eje central de su estrategia –el límite por ley a los gastos del Estado, que de un año a otro podrán aumentar tan solo por el índice de inflación– es un proyecto que no se debe a la creatividad de Meirelles y sus asesores. Viene, ni más ni menos, que del ahora ex ministro de Hacienda, Nelson Barbosa. Así lo señaló ayer el prestigioso matutino Valor Económico. Era obvio que la “genialidad” no podía ser fabricada en apenas 12 días de trabajo.
En cuanto a los gastos en educación y salud –“una parte fundamental y estructural” de la recuperación económica, según Meirelles– recién será presentada al Congreso en dos semanas. La sensación que dejan traslucir los analistas en los principales medios brasileños es que, pese a lo puñetazos en la mesa, el gobierno Temer tiene una “debilidad congénita” adquirida en el proceso que lo alumbró.
Fuente:
http://www.clarin.com/mundo/Temer-recorta-educacion-achicar-deficit_0_1582641922.html
Analizar a profundidad los cómos de un modelo educativo fuerte excede los límites de este texto. Baste aquí señalar que la definición de los cómos debiera nutrirse de la investigación científica más robusta disponible en materia pedagógica. Al respecto y desde lo que sabemos hoy con mayor certeza que antes, habría que destacar dos temas.
Leer no es un ejercicio – los niños no deberían leer “para ejercitarse” o como si fuera una dieta. Los adultos leemos sólo por una de dos razones: para obtener información o para obtener disfrute. Sin embargo, cuando enseñamos a leer esperamos que los alumnos completen un sinnúmero de planas de bolitas y palitos, y que lean todos los días en voz alta para “ir desarrollando su habilidad lectora” (y de paso demostrar sus avances a padres y maestros). Les pedimos que lean, y luego les hacemos “preguntas de comprensión” sobre lo que leyeron, para que nos comprueben que lo hicieron. Aún para quienes somos lectores, la idea de leer un libro sabiendo que al final alguien nos hará un examen disminuirá en mucho el disfrute que esa lectura podría habernos redituado. En vez de adentrarnos en el abrazo íntimo del libro, sin más premura que sentir su calidez, continuamente nos estaríamos preguntando: ¿Será que esto viene en el examen? ¿Debería subrayarlo? ¿Volverlo a leer? ¿Tomar notas? Una lectura constantemente interrumpida por este tipo de ansiedades no se disfruta – se sufre.
Si la lectura no es una materia escolar, deberíamos cuestionarnos por qué enseñamos a leer a los niños a los seis años –al inicio de la escolarización formal- y cómo lo hacemos: desmoronando la comprensión al fragmentar el lenguaje en pequeños pedacitos sin significado, para después enseñarlos reorganizándolos en unidades de aprendizaje (el primer mes abordamos las vocales, luego algunas consonantes, más tarde construimos sílabas, etcétera) ¿No es esto antinatural? Jamás lo haríamos con el lenguaje oral. Y la lectura es lenguaje.
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