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María Fernanda Ampuero: «El sentimiento más autodestructivo es querer que tus padres te quieran»

Redacción: BBC Mundo

Dinamitar por dentro la institución sagrada de la familia. Despedazarla en trozos de perversión, encierro, secretos, cicatrices.

Eso es lo que hace María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976) en su brillante debut en la ficción, el volumen de relatos «Pelea de gallos», que fue destacado por el The New York Times entre lo mejor de 2018.

«Mi ideal es que sea considerado un libro de terror, el género que mejor puede contar que estamos durante 18 o 20 años a merced de estas personas —la familia—, que a su vez estuvieron a merced de otras», dice. En una especie de cautiverio feroz.

Después de casi dos décadas fuera de Ecuador, pasando por Buenos Aires y Madrid, Ampuero acaba de volver a su país con una misión grande: dirigir el Plan Nacional del Libro y la Lectura, para llevar los libros a quienes piensa que más lo necesitan.

«Fui una niña salvada por la literatura; de la soledad, del ostracismo, del sentirme freaky y rara. Me gustaría acercarla a otros niños que se sientan así», explica.

También autora de los libros de crónicas «Permiso de residencia» y «Lo que aprendí en la peluquería», María Fernanda Ampuero participará en los diálogos del Hay Festival de Querétaro con su escritura implacable y hermosa.

BBC Mundo conversó con ella antes del festival.

Portada de "Pelea de gallos", de María Fernanda Ampuero.Derechos de autor de la imagenDIANA MASSIS
Image captionPortada de «Pelea de gallos», de María Fernanda Ampuero.

«Pelea de gallos» son 12 historias de familia: un padre que permite que su hija sea abusada, una madre que castiga, un hermano que tortura… ¿Cuánto hay de ti en este libro?

Soy de una familia de clase media ecuatoriana convencional: papá trabajando, mamá en casa, dos hermanos. Desde afuera, una familia bastante modélica, pero yo creo que todas las casas son embrujadas.

Cuando tus padres no piensan en que eres un ser humano que está observando el mundo, necesitando una palabra de aliento, un consuelo o simplemente que te dirijan la mirada, estás como secuestrada, porque tienes que vivir con ellos.

Como en el síndrome de Estocolmo, los quieres ¡y quieres que te quieran! Y, tal vez, es peor querer que te quieran que querer.

¿Te refieres a desear el amor de los padres?

El sentimiento más autodestructivo es querer que tus padres te quieran. Aunque no sean abusadores, ni violentos, ni te castiguen, sino todo lo contrario, te den comida en la mesa y te lleven a un colegio.

Ellos tienen a un ser que está todo el tiempo mirando, diciendo quiéreme, dime que soy importante, lo mejor que te ha pasado en la vida, es un poco de Frankenstein: el monstruo del doctor, ese hijo que le dice «¡acéptame! ¿por qué no me aceptas si tú me hiciste?».

Me parece que hay una cosa monstruosa en la relación entre padres e hijos.

María Fernanda AmpueroDerechos de autor de la imagenGUILLERMO MORÁN
Image caption¿Qué mejor lugar que un palenque para hablar de «Pelea de gallos»?

Parece ser la voz de una niña la que habla en la mayoría de los cuentos¿Por qué eliges esa mirada?

Es la niña que no se siente del todo aceptada, que experimenta cosas extrañas que la hacen sentir como monstruosa y a la que le enseñaron que el único valor que tenía una mujer era su hermosura.

Está esa sensación de fragilidad absoluta que tienes en la infancia, cuando se está formando tu autoestima, lo que vas a ser en el futuro. Es tan fácil destruir esa espina dorsal que aún es elástica.

Narra ese momento en la niñez en el que ibas a ser más feliz, sana, coherente, amorosa, empática, y algo o alguien torció ese camino, y para mí eso es la pérdida de la inocencia. Pero creo que es algo evitable. Por eso hay muchas cosas en el libro que son como ¡mira lo que les estás haciendo a los niños!

En «Subasta«, el aclamado cuento que abre el libro, cuando la hija mostraba debilidad frente al horror de las peleas de gallos, su padre le decía «mujercita». ¿Lo escuchaste muchas veces?

Tuve un debate con un grupo de lectura, porque ellos atacaban al padre, y para mí, dentro de su ignorancia o condición de padre soltero, la única manera de salvar a su hija era diciéndole que dejara de ser lo que ella era, que se endureciera.

Por eso la niña se da cuenta de que el asco es lo único que la va a salvar de que la violen —y cubre su cuerpo con las vísceras de los gallos muertos—.

A mí me decían lo contrario, que fuera más mujercita: siéntate bien, no seas respondona, anda limpia, no seas machona.

Ensalzar la femineidad como lo único a lo que tenemos que aspirar las mujeres, así fui criada. Lo contrario de esa niña, pero ella se salva y muchas de nosotras no.

En el cuento «Nam«, cuando la niña protagonista habla de la no aceptación, dice «lo mío es lo de siempre: gorda, morena, con lentes, peluda, rara». ¿Por qué esos adjetivos?

Básicamente me definen. Es como me consideré toda la vida y es bien doloroso.

Por eso te hablaba de una familia con abuelos, tías, comidas los domingos, supuestamente normal, pero con una cantidad de violencia no física incalculable.

Que le digas a una niña de 8 años «¡Ay mijita qué gorda que está!», «¡Ay qué pena, con lo linda que es de cara!», «¡Como tuviera el pelo de su mamá!»… Toda esa mierda destruye a los niños.

Las sobremesas destruyen a los niños. Crecí pensando que si fuese delgada mis padres me querrían más.

Tengo 43 años y cada vez que voy a Ecuador, pienso: «Estoy muy gorda. Mi mamá se va a sentir decepcionada». ¡Hasta el día de hoy!

A veces hablo con mis amigos, y les digo: «¡Que he salido en el New York Times! ¡No me jodas que porque tengo cinco libras para arriba, mi mamá no me va a querer tanto!».

María Fernanda AmpueroDerechos de autor de la imagenISABEL WAGEMANN
Image caption«Crecí pensando que si fuese delgada mis padres me querrían más», admite Ampuero.

¿Te ha causado mucho sufrimiento?

Ahora va a salir en España un libro que se llama «Tranquilas», una antología de lo que vivimos las mujeres en el espacio privado y en el público, historias en primera persona.

Ahí narro algo que nunca había contado claramente: una violación.

No la denuncié porque era una persona con la que había quedado y la cosa se puso violenta. No pude hacer nada, el tipo era enorme y básicamente me violó.

¿Cuál fue mi primer pensamiento cuando me levanté de la cama y fui al baño? ¿Debo ir a la policía a denunciar o qué ganas de matarlo? No, lo que pensé fue, claro, como soy tan gorda, se sintió decepcionado y tenía que castigarme. No le resulté atractiva cuando me desnudó. Lógicamente tenía que hacerme daño.

Yo me acuerdo, y mira que llevo años en el feminismo y eso hace un contrapeso brutal en ese pensamiento, pero no es una cosa de sicópata mía, es algo que piensan muchas mujeres: «no lo dejo aunque me haya roto el brazo y la quijada porque ¿quién más me va a querer?».

Está tan arraigado en nuestro espíritu y condición, que somos nuestro primer enemigo. Por eso la frase del cuento «Nam» es clave.

Cuando sus amigos la besan, la niña de «Nam« no lo puede creer…

Siente que no se merece que la besen o la toquen, porque es desagradable a la vista. Pero yo no nací creyendo que era eso. En mi WhatsApp tengo una foto disfrazada de la Mujer Maravilla.

Hasta el día de la foto, yo pensaba que era la niña más cool, perfecta y poderosa, brillante, lo máximo, capaz de hacerlo todo, como la Mujer Maravilla. Pero al poco tiempo, alguien me dijo que con ese traje se me veía la barriga, que eso era muy feo y había que ocultarla.

No lo volví a usar y ahora es todo un statement, porque yo quisiera volver a esa niña y decirle: «Eres increíble, eres buena, compasiva, empática, eres rápida».

Pero eso no se puede. Por eso estoy tan cabreada con las familias.

María Fernanda Ampuero

Guillermo Morán
El sentimiento más autodestructivo es querer que tus padres te quieran».
María Fernanda Ampuero

¿Existe la familia feliz?

No conozco a nadie con una familia convencionalmente feliz. Tengo amigas con padre alcohólico o que las abandonó por otra señora, madres que pegaban.

No sé si los juguetes rotos nos buscamos…

Tolstoi dice que todas las familias felices se parecen y las infelices lo son cada una a su manera.

Yo creo que se parecen porque son de ficción. No creo que exista una familia feliz.

¿Y por qué será que no existen?

Todo lo que es sagrado fácilmente conduce al fascismo. Me parece extremista, fundamentalista: honrar padre y madre, la ropa sucia se lava en casa.

Es peligroso que no podamos juzgar una institución tan importante para nuestras vidas, la más importante tal vez, porque incluso si eres huérfano, esa ausencia de padre y madre es un fantasma que está penando en toda tu historia.

Por eso pasan las cosas que pasan.

¿Cómo nadie habla de que hay niñas embarazadas por sus papás, abuelos, primos? Se han hecho estudios y es así.

Todo bien con la familia, pero un momentito, si yo sé que tu hermano le pega a su mujer ¿por qué me callo?

Esa suma de secretos de familia hacen a esta sociedad de mierda.

María Fernanda AmpueroDerechos de autor de la imagenQUITO CRÓNICO
Image captionAmpuero se declara «cabreada con las familias».

Cuentos como «Coro« y «Monstruos» reflejan la desigualdad y la explotación social. ¿Por qué lo haces con tanta crueldad?

Es el germen de muchos terrores.

En el cuento «Monstruos», Narcisa es un nombre real, aunque el relato no lo sea.

Narcisa fue una niña de 10 años que le regalaron a mis padres cuando se casaron.

En un mundo lógico, razonable y amoroso, tendría que haber sido mi hermana mayor, porque ellos la adoptaron; sin embargo, era la sirvienta.

¿Por qué? ¿porque tiene otro color, otro origen? ¿cuál es la lección que me estás dando? La lección es que hay gente que no importa.

Todas esas preguntas a mí me obsesionan, esas cosas desalmadas de la clase alta.

Me ha marcado mucho pensar en la desigualdad social, tal vez por mi experiencia como migrante, en que me convertí en el otro, en el que la pasa mal.

Y ya que lo has vivido en tu piel ¿cómo resolver la situación crítica de la migración en Latinoamérica?

Yo no sé resolver nada, pero estoy muy molesta con alguna gente en el Ecuador, porque nosotros hace apenas 20 años nos fuimos todos.

El país se cayó, perdimos nuestra moneda y los aviones eran como pateras voladoras de gente desesperada por sacar a su familia adelante, porque su familia se moría y que ahorita digan que la delincuencia es culpa de los venezolanos, que el gobierno debería ser más duro. ¡Qué horror!

Es como de malagradecidos. ¡Me da tanta ira!

Hablo de esto como ecuatoriana que emigró, no podemos tener tan poca memoria y el corazón tan duro. El gran trabajo pendiente que tenemos, por una cosa de humanidad, son los exiliados de hoy.

 

Edu León
Es peligroso que no podamos juzgar una institución tan importante para nuestras vidas (como la familia)».
María fernanda Ampuero

En «Crías«, una chica se enamora de su vecino y él le revela que los hámsteres se comen a sus crías. ¿Aquí se trasluce tu mirada del amor?

Es mi gran cuento amoroso. Un amor raro, lleno de perversidad, pero al mismo tiempo me enternece que estos dos outsiders se encuentren.

Ellos son las crías de los hámsteres, que han sido masticados por sus propios padres. Son fragmentos de personas que logran eso que es tan difícil, hacer que calce tu fragmento, tu pedazo roto, con el pedazo roto de otro.

Me gusta ese amor.

Yo sé que es un libro duro y hay gente que cree que es un libro sin luz ni esperanza, pero yo veo en ellos un tipo de amor: llegar a casa, encontrar tu lugar en el mundo.

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Trabajo forzado y esclavas sexuales, las claves de la disputa histórica que mantiene enfrentados a Japón y Corea del Sur

Redacción: BBC Mundo

Durante décadas, Japón y Corea del Sur han sido grandes socios comerciales y, al mismo tiempo, los mayores aliados estratégicos de Estados Unidos en Asia oriental.

Pero en los últimos meses, esa relación ha sufrido un vertiginoso deterioro hasta el punto que este viernes se anunció la decisión de Tokio de despojar a Seúl de su estatus de socio comercial preferente.

La medida adoptada por el gobierno del primer ministro Shinzo Abe dificultará el acceso que tienen industrias que son clave para la economía de Corea del Sur, como las del automóvil o la petroquímica, para adquirir más de un millar de productos nipones.

Esta limitación se suma a una restricción previa impuesta a inicios de julio, mediante la cual Tokio puso límites a la exportación de materiales industriales que Seúl necesita para fabricar semiconductores y pantallas de visualización.

Más allá del daño que puedan causar a una relación comercial que en 2017 superó los US$82.000 millones, se teme que estas medidas generen perturbaciones en la cadena de suministro global de productos de alta tecnología, sumando un problema adicional a una economía global que parece perder fuelle.

Seúl ha amenazado con hacer que la controversia sea resuelta ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) y ha advertido que dispone de medidas que puede hacer «mucho daño» a la economía de Japón.

Sin embargo, curiosamente, esta disputa no tiene su origen en ninguna diferencia comercial sino en una controversia histórica que durante décadas ha arrojado su sombra sobre la relación entre ambas naciones.

Colonia y esclavitud

En 1910, la península coreana fue anexada por el imperio japonés a través de un polémico tratado que dio inicio a un periodo de dominio nipón que se extendió hasta el final de la II Guerra Mundial.

En las primeras décadas del siglo XX ya Japón era una potencia industrial.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEn las primeras décadas del siglo XX ya Japón era una potencia industrial.

Se trataba de la culminación de un proceso que se había iniciado en 1905 con la firma de un acuerdo impuesto por la fuerza desde Japón, mediante el cual la península se convertía en su protectorado.

A partir de entonces Tokio impuso en la península un gobierno conformado por un gobernador y por oficiales militares nombrados por el emperador.

Los ciudadanos coreanos quedaron privados de derechos elementales como la libertad de expresión y de asociación, mientras las autoridades coloniales intentaban impulsar su asimilación a través de un sistema educativo que favorecía la enseñanza del japonés y excluía la formación sobre lengua e historia coreana.

La expansión del imperio japonés y el inicio de la Segunda Guerra Mundial tuvieron fuertes consecuencias para la población coreana.

De acuerdo con fuentes surcoreanas, se estima que hasta 7,8 millones de coreanos fueron reclutados como soldados o como trabajadores esclavosdesde la etapa previa hasta el final de la guerra.

En octubre de 1945, la llegada de las tropas estadounidenses a Corea del Sur puso fin a más de tres décadas de dominio nipón.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEn octubre de 1945, la llegada de las tropas estadounidenses a Corea del Sur puso fin a más de tres décadas de dominio nipón.

Muchos fueron enviados a trabajar en minas o en fábricas de municiones a lo largo de Asia, mientras otros tuvieron que combatir en las filas del Ejército nipón.

Las mujeres, sin embargo, tuvieron un destino distinto, incluso peor. Decenas de miles de ellas fueron forzadas a trabajar en prostíbulos creados para satisfacer a los soldados japoneses.

Eran llamadas «mujeres de confort» y se estima que hubo unas 200.000 de ellas, incluyendo coreanas, chinas y filipinas.

De las mujeres surcoreanas que fueron convertidas en esclavas sexuales del Ejército nipón solamente quedan vivas menos de 50.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionDe las mujeres surcoreanas que fueron convertidas en esclavas sexuales del Ejército nipón solamente quedan vivas menos de 50.

No eran prostitutas. Eran esclavas sexuales.

Muchas fueron secuestradas y obligadas a tener relaciones sexuales con los soldados durante años.

La disputa por las reparaciones

Después del final de la II Guerra Mundial, el gobierno de Corea del Sur buscó que Japón pagara algún tipo de compensación por el daño infligido a estos trabajadores.

Así, en el acuerdo para el restablecimiento de relaciones diplomáticas firmado por ambos países en 1965, Tokio aceptó pagar US$300 millones en ayudas y US$200 millones de préstamos para Corea del Sur.

Esos fondos, sin embargo, no fueron a parar a manos de aquellos trabajadores que habían sido esclavizados sino que fueron utilizados por el gobierno militar que entonces regía el país para la construcción de autopistas, fábricas y acueductos.

No sería sino hasta finales de la década de 1980, después de que Corea del Sur logró democratizarse, cuando muchos de los que habían sido sometidos a trabajos forzados acudieron a la justicia para buscar ser resarcidos.

Una sentencia contra Nippon Steel & Sumitomo Metal abrió el camino para otras decisiones adversas a las empresas japonesas.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionUna sentencia contra Nippon Steel & Sumitomo Metal abrió el camino para otras decisiones adversas a las empresas japonesas.

Aquellas primeras demandas fueron introducidas ante juzgados de Japón, que terminaron desechándolas con el argumento de que las compensaciones ya habían sido pagadas tras el acuerdo de 1965.

Allí se señala textualmente que todos los reclamos relacionados con la era colonial se consideran «resueltos de forma completa y definitiva».

Ante el rechazo de las cortes japonesas, a partir del año 2000 las demandas comenzaron a ser presentadas ante tribunales en Corea del Sur.

Allí los juicios tampoco prosperaron inicialmente. Sin embargo, en 2004 un tribunal ordenó al ministerio de Exteriores de Corea del Sur a hacer públicos los documentos relacionados con el acuerdo de 1965.

Posteriormente, esto llevó a la creación de una comisión nacional que estudio el tema, la cual concluyó que el tratado no incluía las compensaciones por los «actos ilegales en contra de la humanidad».

Además señalaba que gran parte de los US$300 millones que había pagado Japón debieron haber sido entregados a las víctimas del trabajo esclavo.

Como consecuencia de todo este proceso, el gobierno de Corea del Sur terminó distribuyendo después unos US$547 millones entre unas 72.600 personas.

Gigantes industriales como Nissan están incluidos en las demandas que revisa la justicia surcoreana.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionGigantes industriales como Nissan están incluidos en las demandas que revisa la justicia surcoreana.

Pese a todo, hubo muchas víctimas que no recibieron nada.

Las cosas dieron un giro en 2012, cuando la Corte Suprema dictaminó que quienes fueron sometidos a trabajo forzado tenían derecho a demandar a las empresas japonesas y ordenó a los tribunales inferiores revisar decisiones anteriores a la luz de ese fallo.

Esa sentencia encendió las alarmas en el propio gobierno surcoreano y llevó al ministerio de Exteriores a emitir una opinión en la que advertía al máximo tribunal acerca de una «catástrofe irreversible», en caso de que se autorizara la incautación de bienes pertenecientes a las empresas japonesas.

El Ejecutivo surcoreano temía ser considerado como un país que desconoce los acuerdos internacionales y que rompe sus promesas.

Muchos años pasaron antes de que la Corte Suprema volviera a decidir sobre este tema hasta que finalmente, en octubre de 2018, emitió un fallo a favor de Lee Chun-shik, un nonagenario surcoreano que en su adolescencia fue llevado a Japón para trabajar como esclavo en la fabricación de acero.

Esa empresa para la que trabajó se llama Nippon Steel & Sumitomo Metal y es en la actualidad la mayor fabricante de acero de Japón, con propiedades en muchas partes del mundo, incluyendo una participación valorada en unos US$9,6 millones en NPR, una acería en Corea del Sur.

Moon Jae-inDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl gabinete del presidente surcoreano, Moon Jae-in, se reunió de emergencia este viernes tras el anuncio de las medidas tomadas por Japón.

Aunque aquella decisión de la Corte Suprema solamente ordenaba el pago de US$89.000 para Lee y para las familias de otros tres demandantes, el fallo abrió la puerta a otras decisiones similares.

En noviembre del año pasado, hubo dos sentencias similares en contra de Mitsubishi Heavy Industries, mientras que hay una decena de casos que se ventilan en tribunales inferiores en contra de unas 70 empresas japonesas, entre las cuales hay verdaderos gigantes mundiales como Nissan, Toshiba o Panasonic.

Así las cosas, las demandas de los surcoreanos que fueron esclavizados van dirigidas en contra de los grandes de la industria japonesa.

Una probable explicación de por qué, más allá del costo económico de estas compensaciones, esta disputa entre Japón y Corea del Sur tiene muchos componentes de historia y de orgullo nacional.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-49210374

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Entrevista a Valérie Rey-RobertV: “En Francia denunciar las agresiones sexuales nos convierte en traidoras a la nación”

Redacción: Rebelión

Al menos 85 mujeres asesinadas por su pareja o expareja. Es el número de feminicidios en Francia entre enero y principios de agosto. Una cifra que alarma cada vez más a la opinión pública francesa. El reconocimiento y la denuncia de la violencia de género parece abrirse paso en un país antaño referente del feminismo, pero en el que en los últimos tiempos movimientos como el #Metoo u otras movilizaciones feministas han encontrado una mayor resistencia o desapego. Valérie Rey-Robert es una de esas mujeres que lucharon contra viento y marea ante la invisibilización de los abusos sexistas.
Autora del influyente blog Crêpe Georgette, estuvo entre las víctimas de la Liga del Lol, un grupo de hombres periodistas y publicistas que se dedicaban a acosar en las redes sociales a militantes feministas. Ha publicado este año el libro Une culture du viol à la française (Una cultura de la violación a la francesa).
En este sugerente ensayo cuestiona los prejuicios sexistas que originan las violencias sexuales. Un sexismo presente desde los relatos bíblicos hasta Juego de Tronos. Pero también imperante en el patrimonio cultural de Francia, cuna del amor cortés y de la galantería y el libertinaje rococós.
“Cuando las feministas francesas denuncian las violencias sexuales, se les responde que no son abusos, sino una forma de entender las relaciones amorosas que se fundamenta en una cierta dominación masculina”, asegura Rey-Robert. En esta entrevista en una cafetería en Bourg-la-Reine, en la periferia sur de París, analiza el concepto de cultura de la violación, los estereotipos predominantes sobre los agresores sexuales y el retraso de la causa feminista en Francia.
¿En qué consiste la cultura de la violación? 
La cultura de la violación es el conjunto de ideas recibidas sobre la violación, sus víctimas y los autores. Estas sirven para reducir la responsabilidad de los violadores y culpabilizar a las víctimas e invisibilizarlas. Hablamos de cultura de la violación porque estas ideas están impregnadas en toda la sociedad y se transmiten de generación en generación. Por este motivo, creo que es importante utilizar el término cultura.
A menudo la idea predominante en la sociedad de qué es una violación no se corresponde con la realidad…
Cuando hablamos de las violaciones de forma abstracta, todo el mundo se opone a ellas. Pero cuando se trata de un caso concreto en el que está implicado uno de nuestros directores de cine preferidos, un político o una persona de nuestro entorno, entonces el discurso cambia completamente y, en lugar de creer a las víctimas, las culpabilizamos. La violación es uno de los pocos delitos en los que sucede esto. Lo que dificulta que se reduzca el número de agresiones. Hasta que no logremos contradecir los prejuicios predominantes no podremos avanzar.
¿Cuáles son los principales lugares comunes sobre los autores y las víctimas de violaciones?
Sobre los autores de las violaciones, que estos son personas desconocidas por la víctima, con una mala vida sexual, feos, desgraciados, pobres, de origen extranjero… También que estas agresiones se producen sobre todo durante la noche y que sus autores amenazan a la víctima con un cuchillo. Pero todo esto es falso, ya que en el 90% de los casos las víctimas conocen a los autores de la violación. Estos pertenecen a todas las clases y categorías sociales. Respecto a las víctimas, los estereotipos siempre sugieren que estas lo han buscado. O bien porque son demasiado guapas y han provocado al violador, tan feas que no puede ser que no hayan consentido la relación, bebieron demasiado… No hay una buena víctima de una violación y estas siempre son juzgadas por sus reacciones.
De hecho, uno de los prejuicios más habituales es que las mujeres suelen mentir cuando denuncian una violación… 
Sí, exacto, pero los estudios realizados en países occidentales nos muestran que solo entre un 6% y el 8% de las denuncias de violación resultan falsas. En Estados Unidos, se llevó a cabo un amplio informe sobre la criminalidad durante los últimos diez años en el que se demostró que hay más hombres condenados injustamente por un homicidio que por haber violado. Por desgracia, uno de los prejuicios machistas más habituales es que las mujeres mienten.
Encontramos esta idea desde la literatura mitológica, con la Biblia y los mitos grecorromanos, pero también en la cultura contemporánea, por ejemplo, en el cine negro estadounidense con la figura de la femme fatale. El tópico de la mujer mentirosa ha estado presente en más de mil años de historia occidental.
 
EXISTE UNA ESPECIFICIDAD FRANCESA, QUE UTILIZA –Y MANIPULA– LA HISTORIA Y EL ARTE PARA JUSTIFICAR A LOS VIOLADORES
 
Como explicas en Une culture du viol à la française, el concepto de cultura de violación aparece primero en Estados Unidos a principios de los setenta. ¿Cómo surgió? 
Los movimientos feministas no empezaron a concentrarse en la denuncia de las violencias sexuales hasta la década de los setenta. Antes sus principales reivindicaciones habían sido el derecho a voto, al aborto o la contracepción.
Pero a principios de los setenta empiezan a utilizar el concepto de cultura de la violación en Estados Unidos para denunciar que las agresiones sexuales están presentes en todas las capas de la sociedad y que no se trata de un fenómeno extraño como se creía entonces, cuando predominaba el tópico de que había pocas agresiones sexuales y estas eran protagonizadas por hombres monstruosos y padecidas por mujeres con malas costumbres.
En tu ensayo hablas de una “cultura de violación a la francesa”. ¿Hay alguna especificidad francesa?
 
Al utilizar este concepto, no quiero decir que Francia sea más permisiva con las violaciones que otros países europeos. También debe haber una cultura de la violación a la española. Pero en el caso de Francia existen algunas especificidades sistemáticas. Cuando feministas francesas denuncian las violencias sexuales, se les responde que no son abusos sino una forma de entender las relaciones amorosas que se fundamenta en una cierta dominación masculina.
Y se asegura que no hace falta cambiar nada ya que forma parte nuestro patrimonio cultural. Cuando en 2011 y 2015 se destaparon los escándalos sexuales de Dominique Strauss Kahn [exdirector del Fondo Monetario Internacional], los tertulianos franceses solían repetir frases como: “No serán los estadounidenses los que nos enseñen cómo se hace el amor, dado que nosotros somos especialistas en ello”. Existe una especificidad francesa, que utiliza –y manipula– la historia y el arte para justificar a los violadores.
 
¿A qué te refieres cuando hablas de cultura francesa? ¿Al amor cortés desarrollado por la literatura de los trovadores? ¿A la galantería y el libertinaje del arte rococó? 
A la cultura francesa en un sentido amplio. Es decir, nuestra forma de percibir la violencia sexual, las leyes votadas en el pasado sobre esta cuestión… Pero también la cultura artística, como el libertinaje del arte rococó o el amor cortés. En Francia, consideramos las obras de arte clásicas como sagradas. Si decimos que en un cuadro como La résistance inutile (La resistencia inútil) de Jean-Honoré Fragonard o en libros como Les liaisons dangereuses (Las amistades peligrosas) de Pierre Choderlos de Laclos se describe una escena de violación, se nos dirá que ensuciamos estas obras. Estas son utilizadas asimismo para justificar que en las relaciones entre un hombre y una mujer hay una cierta violencia y que estas relaciones heterosexuales forman parte del patrimonio francés.
Entonces, criticar la cultura de la violación es percibido como un ataque a la cultura francesa… 
Sí, este es uno de los grandes problemas. Cuando a finales de 2017 emergió el movimiento Balance ton porc (Denuncia a tu cerdo) –el equivalente francés de #MeToo–, las mujeres que denunciaron abusos sexuales fueron comparadas con los franceses que delataron a judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Estas críticas se produjeron en varias ocasiones. Con ellas se insinuó que denunciar las violencias sexuales nos convierte en traidoras a la nación. Para algunos, criticar la cultura de la violación resulta sinónimo de atacar la cultura francesa.
 
A diferencia de España o Estados Unidos, el movimiento #MeToo ha tenido un impacto más bien débil en la sociedad francesa. ¿Cómo explicas este retraso del feminismo en Francia, un país referente durante la segunda ola del feminismo en los sesenta y setenta?
Como apuntan las feministas estadounidenses Joan Scott y Christine Delphy, esto refleja la incapacidad del movimiento feminista francés de cuestionar la heterosexualidad. Cuando se produjo en 2011 el caso de Strauss Kahn –acusado de haber violado en el Sofitel de Nueva York a la limpiadora Nafissatou Diallo–, varios tertulianos franceses dijeron que los estadounidenses no comprendían nada, que eran demasiado puritanos.
Entonces, la socióloga francesa Irène Théry publicó un artículo en el que reivindicaba el encanto del coito robado. Era un discurso muy extraño para una intelectual que se reivindica como feminista. Scott le respondió con otra tribuna en la que aseguraba que en Francia existe una dificultad en el seno del feminismo para hablar del sexo y las violencias sexuales. Resulta prácticamente una cuestión tabú.
 
De hecho, sorprendió la tribuna publicada en 2018 en Le Monde en la que conocidas actrices como Catherine Deneuve o escritoras como Catherine Millet reivindicaban la “libertad de importunar” de los hombres…
 
Esta respondía al mismo prisma de la cultura francesa. Es decir, el elogio de la galantería. Algunas de las autoras de la tribuna defendían la idea de que las violencias sexuales cometidas por los hombres de una determinada clase social no son tan graves. Cuando defienden la libertad de importunar, no reivindican la de un hombre mayor que huele mal en el metro, sino la de un hombre rico. Se trata de una posición clasista.
 
¿La cultura de la violación también se fundamenta en el racismo?
 
  Sí, porque tendemos a ver al violador como el otro. Su estereotipo no se corresponde con el hombre de bien, aburguesado, sino con el inmigrante de la banlieue [barrios populares con elevados porcentajes de población de origen extranjero]. Durante el periodo colonial, se construyó en Francia la imagen del hombre magrebí como un violador por esencia, que abusaba de las mujeres al tener unas pulsiones sexuales muy fuertes.
Este imaginario estaba tan presente que cuando se cerraron los prostíbulos en Francia en 1946, esta nueva legislación se aplicó en todo el territorio francés excepto en Argelia y en el barrio de la Goutte d’Or en París, en el norte de la capital francesa, en el que había una gran presencia de población argelina.
HAY QUE SER MÁS CONTUNDENTE CON LAS FEMINISTAS XENÓFOBAS Y DECIRLES QUE EL RACISMO ES INCOMPATIBLE CON EL FEMINISMO
En definitiva, en Francia predomina la imagen de los árabes y los negros como hombres más proclives a cometer delitos sexuales al sentirse especialmente atraídos por las mujeres blancas. A principios de los 2000, empezó a hablarse de las tournantes [rotatorias] para designar las numerosas violaciones colectivas que se producían en las banlieues, aunque los sociólogos pusieron en duda que este fenómeno fuera específico de los barrios populares.
Cuando la Nochevieja de 2015 se produjeron las agresiones sexuales en Colonia, mucha gente se mostró preocupada por las violencias sexuales y aseguró que su naturaleza era distinta cuando sirios o iraquíes cometían estos actos en lugar de hombres blancos.
Pero también hay numerosos ejemplos de violaciones colectivas protagonizadas por hombres occidentales, como el famoso caso de la Manada en España. 
Sí, en la Oktober Fest en Baviera (Alemania) suelen producirse tantas agresiones sexuales que tuvieron que crear un espacio específico para las mujeres para que estas pudieran sentirse seguras. En los Sanfermines en España sigue habiendo violencias sexuales. Sin embargo, casos como el de la Manada no aparecen en las portadas de la prensa francesa, como sí sucedió con las agresiones en Colonia.
Cuando surgió el movimiento #MeToo, el caso que tuvo un mayor eco mediático en Francia fue el de Tariq Ramadan, un famoso teólogo musulmán inculpado por dos presuntas violaciones. Entrevistaron a varios especialistas sobre el islam, lo que daba a entender que, si había violado, era en relación con su confesión musulmana. Pero en realidad parece ser el típico caso de abuso sexual, poco tiene que ver con el islam.
¿Cómo se debería hacer frente a estos prejuicios xenófobos y al pinkwashing que algunos partidos de ultraderecha utilizan para apropiarse del feminismo?
Tenemos que ser más precisos con las cifras y recordar que los datos nos muestran que las agresiones sexuales son cometidas por todo tipo de hombres, de cualquier clase social. En Francia no disponemos de estadísticas étnicas, pero sí en Estados Unidos donde observamos que el número de negros condenados a penas de prisión por casos de violación es superior al de los blancos.
Pero esto se debe sobre todo a disfunciones de la justicia. Porque si nos fijamos en el tipo de mujeres que son violadas, esto nos muestra que los negros no violan más que los blancos. También hay que ser más contundente con las feministas xenófobas y decirles que el racismo es incompatible con el feminismo.
¿Cómo hay que combatir la cultura de la violación? ¿Hacen falta nuevas leyes?
 
La legislación actual me parece suficiente, pero sí que hay que hacer grandes esfuerzos para educar de otra manera. Hace falta poner en duda todos los prejuicios sobre las violencias sexuales. Mientras la justicia siga formando parte de la cultura de la violación, no sirve para nada aprobar leyes más duras. Lo pudisteis comprobar en España con el caso de la Manada en el que uno de los jueces de la Audiencia de Navarra pronunció un voto particular absolutamente increíble. Así pues, hay que educar a todas aquellas personas susceptibles de estar en contacto con víctimas de agresiones, como los jueces, policías o profesionales de los servicios sociales.
¿Qué piensas del movimiento feminista español?
 
Me genera cierta envidia. Se ha convertido en todo un ejemplo por su gran capacidad de movilización. A menudo se describe España como un país más machista que Francia, pero creo que es todo lo contrario. Siento una gran admiración por las feministas españolas.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=259516&titular=%93en-francia-denunciar-las-agresiones-sexuales-nos-convierte-en-traidoras-a-la-naci%F3n%94-

 

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Informe Mundial: No solo las niñas son vulnerables, más de 100 millones de niños contraen matrimonio, denuncia UNICEF

Redacción: Euro News

La lucha contra el matrimonio infantil no ha sido fácil, sin embargo, en la última década se han evitado 25 millones de matrimonios y su prevalencia se ha reducido de un 50% a un 30%, según datos de la UNICEF.

Pero todavía queda camino por recorrer. Una de las tareas pendientes de la Agencia de las Naciones Unidas para la protección de la infancia era el reconocimiento de los hombres como víctimas en esta práctica ilegal.

Su último informe publicado este viernes 7 de junio confirma que el matrimonio de menores no solo concierne a las chicas: se calcula que 115 millones de hombres han contraído nupcias siendo niños, de estos, 23 millones se han casado antes de cumplir los 15 años.

El documento que recoge los datos de 82 países concluye que estos casos son frecuentes en el África subsahariana, América Latina y el Caribe, Asia meridional y Asia oriental y el Pacífico.

Estas cifras no apacigua la urgencia que posee el matrimonio infantil femenino con más de 650 millones de niñas y que, si los esfuerzos no aumentan, para el 2030 alrededor de 150 millones más se casarán antes de los 18 años, según las proyecciones de UNICEF.

Con estas nuevas estimaciones, se eleva a 765 millones el número total de niños que se casan.

Pero el reconocimiento también hace parte de los esfuerzos, «si bien se han estudiado ampliamente la prevalencia, las causas y los efectos del matrimonio precoz entre las niñas, se han realizado pocas investigaciones sobre el matrimonio precoz entre los varones», dice la publicación.

«El matrimonio roba la infancia»

Las causas pueden variar dependiendo del país y su contexto, aunque la tendencia indica que los menores pertenencen a entornos rurales y que tienen poco o ningún acceso a la educación.

“Cuando tenía 13 años, mi madrastra quiso que me casara con un hombre. Todavía era pequeña y quería estudiar, así que me negué. Entonces, mi madrastra me llevó al mercado y me abandonó. No volví, lo cual fue una buena decisión: pude continuar con mis estudios y ahora estoy en mi último año de primaria. Quiero ir a la escuela secundaria y luego ser comerciante”, contó Florence de 14 años en Kinshasa, República Democrática del Congo para UNICEF.

Muchas familias tienen como costumbre (religiosa o no) de casar a sus hijos con el objetivo de recibir algún tipo de recompenza o intercambio que genere un beneficio a su hogar.

«El matrimonio roba la infancia», dijo Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF. «Los novios se ven obligados a asumir responsabilidades de adultos para las que tal vez no estén preparados. El matrimonio precoz trae consigo la paternidad precoz, y con ello una presión adicional para mantener a la familia, reduciendo las oportunidades de educación y empleo».

Asimismo, UNICEF detalla que la República Centroafricana tiene la mayor prevalencia del matrimonio infantil en los hombres (28%), seguido de Nicaragua (19%) y Madagascar (13%).

 

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«Su casa era mi cárcel». Trabajadoras domésticas en situación de esclavitud

Redacción: Amnistía Internacional

Más de 250.000 personas, la mayoría mujeres, procedentes de países como Etiopía, Filipinas, Bangladesh, Sri Lanka o Ghana, entre otros, son esclavizadas como empleadas domésticas en Líbano. Solo pueden entrar al país si una familia libanesa las solicita, entonces el Ministerio de Trabajo les concederá un permiso de trabajo vinculado a sus empleadores. Estos las recogen en el aeropuerto y a partir de ahí controlarán todos sus movimientos.

¡Bienvenidas al infierno!, acaban de quedar atrapadas por el sistema Kafala, un régimen al margen de las leyes laborales libanesas que encubre la esclavitud de las personas que se dedican al trabajo doméstico. La renovación de este permiso, el cambio de trabajo e incluso el regresar a sus países dependerá única y exclusivamente de quienes las contrataron.

Amnistía Internacional ha entrevistado a 32 mujeres trabajadoras domésticas en Líbano para el informe Su casa es mi prisión. Y son ellas las que nos relatan cómo es su calvario.

1. Largas jornadas laborales, sin descanso.

«Trabajaba desde las 4 de la mañana hasta las 10 de la noche cada día, sin descanso y sin días libres. Un día, lavé 16 alfombras y estaba cansada y me senté un poco en el sofá. La mujer me dijo que me levantara que les iba a contagiar mis bacterias. Le dije: ‘cuando trabajo no tengo bacterias, si me siento sí las tengo. Si no está contenta, mándeme a mi país'». Cuenta Sebastian de Costa de Marfil. 19 de las 32 entrevistadas por Amnistía Internacional trabajaban más de 10 horas, y 14 de ellas no tenían días libres.

2. Impagos, reducciones salariales.

«No me pagaron los tres primeros meses. Cuando le pregunté por mi salario, me dijo: lo que quieres es irte». Bizu de Etiopía no cobró nada hasta seis meses después. Entonces descubrió que le habían reducido el sueldo para que asumiera los gastos por su llegada al país. Cinco de las entrevistadas señalaron que sus empleadores no les pagaron los primeros meses para recuperar los gastos necesarios para su llegada a Líbano.

3. Pasaporte confiscado.

«En los 22 años que pasé allí, nunca vi mi pasaporte», relata Sarah de Madagascar. Veinte de las 32 mujeres entrevistadas por Amnistía Internacional aseguraron que las autoridades libanesas entregaron directamente sus pasaportes a los empleadores una vez aterrizadas en el país.

4. Restricción de movimiento y comunicación.

«No me permitían hablar con nadie. Si abría la ventana y saludaba a otra filipina, mi empleadora me tiraba del pelo y me pegaba. Durante 3 años me encerró en la casa. Nunca salí a la calle», detalla Eva de Filipinas. «Cuando logré escapar, y estaba andando por la calle, sentí que volaba». Diez de las 32 entrevistadas tenían prohibido abandonar la casa en la que trabajaban.

5. Comida escasa.

«Cada 16 días, la señora me deba un paquete de pan de pita. Solo me permitía comer al día media pita. Contaba cuántas quedaban y si notaba que faltaban más de las que tenía permitidas, me gritaba. Tenía prohibido abrir el frigorífico», explica Tsega de Etiopía. Numerosas de las mujeres entrevistadas por Amnistía Internacional aseguraron no recibir suficiente comida.

6. Alojamientos inadecuados y falta de intimidad.

«No tenía habitación. Dormía en el sofá en el salón. Dejaba mi ropa y mis pertenencias en mi maleta porque no tenía armario», refiere Nethmi de Sri Lanka. Solo 4 de las 32 mujeres entrevistadas tenían una habitación propia y 8 dormían en el salón, en la cocina, en la alacena o en el balcón, incluso una de ellas aseguró haber dormido en el baño hasta que se completaron las pruebas médicas exigidas por el Ministerio de Trabajo para permanecer en el país.

7. Abusos verbales y psíquicos.

«Deja tu plato y tu vaso separados de los de la familia. Cuando el señor llegue, permanece en la cocina. Y no te sientes en ningún sofá». La empleadora de Kanshena, de Sri Lanka, le cortó además el pelo en contra de su voluntad. Cuando se quejó, la pegó y la encerró. La mayoría de las mujeres entrevistadas por la organización habían sufrido algún tipo de trato humillante.

8. Restricciones al acceso a la salud.

«Una vez me puse enferma. Le pedí a mi empleadora que me llevara al doctor, pero se negó. Me dio una medicina inadecuada y empeoré. Empecé a vomitar. Solo entonces me llevó al médico, pero me advirtió que no le contara que me había dado medicamentos. Cuando el médico me preguntaba, contestaba ella. No me dejó hablar», cuenta Mary de Etiopía.

9. Impacto en la salud mental.

«Estuve encerrada durante un año. Lloraba todos los días. Intenté suicidarme tres veces. Su casa era mi cárcel. Desde entonces parte de mi mente se ha perdido, no me acuerdo de muchas cosas», relata Mary de Etiopía. Seis de las 32 mujeres entrevistadas habían intentado suicidarse.

10. Tráfico de personas.

«Durante seis meses, trabajé para tres familias. El dueño de la agencia de selección de personal me ofrecía como un regalo: una vez a la familia de la novia de su hijo, otra vez a su hija y a la familia de su marido», explica Banchi de Etiopía.

Ninguna de las mujeres entrevistadas denunció su situación, no confiaban en que las fueran a creer, tenían miedo a ser detenidas y deportadas, a no volver a encontrar un nuevo empleo, a que las acusasen falsamente de robo. Muchas de ellas siguen atrapadas en Líbano.

Los datos del informe de Amnistía Internacional son tremendos, pero los que manejan otros organismos confirman una situación mucho más grave. El nuevo ministro de trabajo libanés anunciaba recientemente que está elaborando un anteproyecto de ley para proteger a las trabajadoras domésticas que llegan al país. En Amnistía Internacional estaremos alertas para que así sea.

*Todos los nombres son ficticios por motivos de seguridad.

Fuente: https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/su-casa-era-mi-carcel-trabajadoras-domesticas-en-situacion-de-esclavitud/

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“Supe que no podía seguir callada más tiempo”: conoce a las mujeres que luchan contra la violencia sexual en Nepal

Asia/Nepal/20 Febrero 2019/Fuente: Amnistía Internacional

Es la temporada de premios en Hollywood, y ha pasado un año desde que una ceremonia de los Oscar dominada por #MeToo convirtiera el acoso sexual en tema de conversación en todo el mundo. La crítica estará pendiente para ver qué ha cambiado, en su caso, en la industria del cine desde que estalló el escándalo de Harvey Weinstein.

Pero el movimiento #MeToo ha tenido efectos mucho más allá de Los Ángeles. Lejos del centro de atención, hay muchas mujeres extraordinarias que luchan contra el sexismo, el acoso y la violencia, y hacen frente a la discriminación y al estigma en su búsqueda del cambio.

Punjita, Rashmila y Ashmita, tres activistas de Nepal, encarnan este espíritu de determinación.

En julio de 2018, una colegiala de 13 años llamada Nirmala Pant fue violada y asesinada en el distrito nepalí de Kanchanpur. Este crimen brutal y la ausencia de una investigación efectiva por parte de las autoridades desencadenó una oleada de protestas en todo el país. Mientras tanto, dos mujeres acusaban al ex alcalde de Katmandú de acoso sexual, lo que inspiró a otras a contar sus historias.

Punjita, Rashmila y Ashmita explican aquí por qué es tan importante hablar del acoso y de la violencia, y por qué Nepal necesita un movimiento #MeToo.

Punjita Pradhan es cofundadora de Utkarsha Nepal, que apoya a víctimas de violencia sexual

“Las protestas tras el asesinato de Nirmala hicieron que los medios de comunicación dijeran que Nepal tenía su ‘momento #MeToo’. Aunque hay paralelismos con los movimientos globales, algunos de los problemas en los que trabajo son específicos de Nepal, que es uno de los países más pobres del mundo. Por ejemplo, hay miles de niños y niñas en Nepal que viven y trabajan en la calle y que son especialmente vulnerables a los abusos sexuales. Estos niños y niñas no pueden contar con que las autoridades vayan a protegerlos.

“Aunque Nepal tiene leyes contra la violencia y el acoso por motivos de género, se denuncian muy pocos casos. Estos casos suelen terminar con un acuerdo extrajudicial, pero las víctimas siguen teniendo que lidiar de por vida con el estigma. Culpar a la víctima sigue siendo la repuesta automática de muchas personas en Nepal.

“Se supone que hay una pena mínima de seis meses de cárcel por violencia en el ámbito familiar o abusos sexuales, pero en realidad los perpetradores suelen salir en libertad después de una sola noche. Así que, incluso si la víctima denuncia un caso, no hay nada que garantice su seguridad después.

“Yo trabajaba como periodista y sufrí acoso sexual por parte de la policía, el ejército y mis colegas, experiencias que —me di cuenta— compartimos muchas mujeres. Una amiga me contó una historia que no pude olvidar. En su barrio había una mujer que se había casado hacía poco y a la que manoseaba constantemente su nuevo cuñado. No quería denunciarlo: tenía miedo de que se rompiera su matrimonio, de que la culparan a ella de incitar a ese hombre y de tener que vivir toda la vida con la vergüenza.

“Historias como esta me impulsaron a dejar mi trabajo de periodista y poner en marcha Utkarsha Nepal. Nuestra meta es crear conciencia sobre el acoso y los abusos sexuales y eliminar el estigma. Muy pocas personas en Nepal están dispuestas a hablar abiertamente de estos problemas. Trabajamos en escuelas y universidades promoviendo conocimientos sobre el consentimiento mutuo y unos límites personales sanos. También ofrecemos asistencia psicológica, curación y apoyo jurídico a las víctimas.

En mi experiencia como terapeuta, he visto que muchas mujeres con depresión o ansiedad han sufrido abusos sexuales al menos una vez y, por lo general, múltiples veces en su vida. Cuando no hay justicia, su trauma se prolonga.

“Es importante que incluyamos a los hombres también en este debate. Los hombres que han experimentado abusos sexuales podrían ser más proclives a abusar a su vez de otras personas. Esta es una de las razones por las que es esencial que las víctimas sientan que tienen a alguien con quien hablar.

“Ha habido recientemente algunas mejoras en cuanto a conciencia y es genial que estas conversaciones estén saliendo a la luz, especialmente con mujeres que cuentan públicamente sus experiencias con hombres conocidos. Pero queda mucho por hacer. En noviembre, un ministro del gobierno citó a los editores de cinco periódicos estatales y les ordenó que no publicasen ninguna crítica a la respuesta del gobierno al asesinato de Nirmala Pant. El gobierno sigue teniendo mucho miedo de hablar de estos temas”.

Rashmila Prajapati trabajaba para el ayuntamiento de Katmandú. Ahora gestiona una ONG que lucha contra la violencia sexual y enseña defensa personal a mujeres y niñas.

“En octubre de 2003, recibí una carta de mi empleador, la Alcaldía de Katmandú, diciendo que me rescindían el contrato. No me dieron ninguna explicación, a pesar de que llevaba seis años trabajando allí. En los siguientes días, empezaron a aparecer artículos en los diarios locales y nacionales que decían que me habían despedido por corrupción. Fueron momentos terribles.

“Yo sabía el motivo real por el que perdí mi empleo. Unos años antes me había resistido a reiteradas avances sexuales de mi jefe. Éste insinuaba una y otra vez que me ascenderían si estaba a solas con él. Intentó tomarme de la mano y tocarme de formas que no me gustaron. Le dije directamente que eso no iba a pasar y poco después terminó su mandato. Pero cuando se reincorporó en 2003, una de las primeras cosas que hizo fue despedirme.

“Cuando me despidieron, mis amistades me sugirieron que emprendiera actuaciones judiciales, pero yo no estaba segura de que iba a obtener justicia. No había entonces ninguna ley contra el acoso sexual y mi acosador era lo bastante poderoso como para crear ‘pruebas falsas’ de mi corrupción a pesar de que yo era inocente. Así que me callé. Durante quince años.

“Entonces, en 2018, leí un estado en Facebook: una periodista denunciaba acoso sexual por el mismo hombre. Supe que no podía seguir callada más tiempo. Así que conté mi historia en Facebook. Quería demostrar que las víctimas de acoso no carecen de voz.

«Mi publicación se difundió ampliamente en las redes sociales y salió en todos los periódicos al día siguiente. Incluso entonces, hubo personas poderosas que trataron de encubrir a mi acosador y de mostrarme como una mentirosa. El hombre al que acusé de acoso, que ocupaba un cargo muy poderoso, amenazó con demandarme y repitió las acusaciones de corrupción contra mí. Él ya no está en el cargo, pero no se trata de un solo hombre. Nepal tiene muchos depredadores en serie que abusan de su poder y de sus cargos durante años. Entre ellos hay políticos, burócratas, actores, escritores, empresarios y otros. Ya es hora de que los pongamos en evidencia.

“En cierto modo tuve suerte. Pude resistirme a las insinuaciones de ese hombre porque la posición económica de mi familia era fuerte y tenía otras opciones de trabajo: daba clases en la universidad. Pero no dejaba de pensar en las mujeres que no tenían opciones como las mías. Por eso en 2012 cofundé una organización llamada Women Empowerment Nepal, que trabaja contra la violencia sexual y enseña defensa personal a mujeres y niñas.

“Hemos trabajado con expertos y expertas en artes marciales de fama internacional y todos nuestros instructores e instructoras son cinturones negros. La defensa personal no consiste en luchar, sino en infundir confianza en una misma. Hasta ahora hemos enseñado a más de 3.000 mujeres y niñas. Además de las tácticas físicas, ayudamos a las mujeres a identificar riesgos y les enseñamos las leyes y sus derechos.

Nuestra meta es hacer que las mujeres crean que pueden y deben defenderse del acoso y la violencia sexuales. Las participantes suelen ser tímidas al principio, pero desde luego avanzan.

“Aunque no pude luchar contra la injusticia que sufrí yo entonces, estoy decidida a alzar mi voz contra la violencia sexual ahora. Quiero contribuir a crear una sociedad que sea segura y libre para todas las personas”.

Ashmita Sapkota es responsable de campañas en Amnistía Internacional Nepal, que trabaja para educar a mujeres de todo el país sobre sus derechos

“A través de nuestras campañas sobre la violencia contra las mujeres y nuestro programa de educación en derechos humanos, Amnistía Nepal sensibiliza sobre el acoso sexual y la violencia de género.

“Algunas personas que viven en grandes ciudades conocen el movimiento global #MeToo, pero la inmensa mayoría de las mujeres de las zonas rurales —que son las que más riesgo corren de sufrir acoso y abusos— no conocen estas conversaciones.

“Hay muchas dificultades a la hora de hablar de estos problemas en el contexto nepalí. El acoso sexual no se toma en serio, lo que significa que las mujeres no tienen mucha fe en el sistema de justicia y son reticentes a hablar. Además, muchos de los perpetradores son personas poderosas, lo que lo hace aún más difícil y significa que a menudo se termina culpando y estigmatizando a las víctimas.

“Ha habido algunos cambios positivos recientes. Ha habido muestras públicas de solidaridad, tanto de hombres como de mujeres, con las mujeres valientes que han hablado.

“Pero para que haya una auténtica igualdad de género en Nepal, necesitamos empoderar a las mujeres económica y socialmente. Tenemos que luchar contra la mentalidad patriarcal de nuestro país que considera que las mujeres son inferiores a los hombres, y eso significa educar tanto a los hombres como a las mujeres.

“Es muy importante que las mujeres estén en la vanguardia de las conversaciones sobre estos asuntos. Somos quienes mejor conocemos los problemas y dificultades que causa la discriminación, y esa es la razón por la que animo a las mujeres de Nepal a que se impliquen en el activismo de derechos humanos. Es difícil, por supuesto, pero hasta un cambio pequeño nos da esperanza y satisfacción”.

Imagen tomada de: https://neu-cdn-amnesty-org-prd.azureedge.net/cache/2/a/4/6/6/f/2a466fd58c72a3a180f2a0e8fb11def1e82ae256.jpg

Fuente: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2019/01/i-knew-i-couldnt-stay-silent-anymore-meet-the-women-fighting-sexual-violence-in-nepal/

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‘El silencio de otros’ y otros documentales para remover conciencias

Redacción: Fotograma

Seleccionamos una veintena de documentales impactantes y necesarios, de esos que ayudan a comprender el mundo que nos rodea y también a mirar de forma crítica nuestra Historia para no olvidarla. Ni repetirla.

No hay arma cinematográfica más certera que el documental. Ya sea desde los bustos parlantes, la animación o la primera persona, este género abarca grandes reflexiones sobre los temas más candentes de nuestra actualidad, de una forma crítica que nos ayuda a entender mejor el mundo que nos rodea. Traspasan las barreras del marketing para mostrarnos realidades ocultas, fruto de investigaciones periodísticas o los testimonios inagotables de los afectados. Es, además, una herramienta irrenunciable para mirar al pasado, a nuestra Historia, y no olvidarla. No vaya a ser que la repitamos.

Con motivo del estreno de ‘El silencio de otros’, uno de los documentales más importantes de la temporada, seleccionamos una veintena de títulos que van a remover alguna que otra conciencia. Si hay suerte.

 1. EL SILENCIO DE OTROS (2018)

mejores documentales para reflexionar

De qué va: las víctimas del franquismo.

Como escribía Carlos Loureda en su crítica para FOTOGRAMAS, este es el documental más importante de los últimos 80 años. Y lo es: Almudena Carracedo y Robert Bahar cuestionan la Transición y su Pacto del Olvido, por el que los crímenes del dictador Francisco Franco y sus seguidores fueron escondidos, y sus víctimas abandonadas en las cunetas. Ahora, tantos años después, un grupo de familiares busca una justicia que el estado español no parece dispuesto a darles.

2. CITIZENFOUR (2014)

De qué va: los secretos del poder y el espionaje masivo.

Ganador del Oscar a Mejor Documental, este filme de Laura Poitras recoge uno de los momentos más alucinantes de la última década: cuando Edward Snowden dejó su trabajo en la CIA y se refugió en Hong Kong para contar al mundo los secretos que había descubierto y violaban los derechos fundamentales a nivel mundial.

3. CIUTAT MORTA (2014)

mejores documentales para reflexionar

De qué va: los abusos de poder y las mentiras que los encubren.

Representantes del cine más militante del momento, Xapo Ortega y Xavier Artigas se dieron a conocer con este documental, que investiga los motivos del suicidio de Patricia Heras para acabar retratando la otra cara de Barcelona. Una que tiene muchos secretos bajo la alfombra y muchos crímenes por los que rendir cuentas.

De qué va: el racismo en Estados Unidos.

La cineasta Ava DuVernay se pasa al documental para componer una minuciosa investigación sobre las relaciones entre la comunidad afroamericana, las cifras de encarcelamientos y el racismo institucional del país. La criminalización del colectivo se acaba revelando como un auténtico cáncer, y las reflexiones que desprende el filme son tan contundentes como necesarias.

5. AN OPEN SECRET (2014)

De qué va: la pederastia en Hollywood.

Ahora que se habla tanto de los abusos sexuales, de Harvey Weinstein y el #MeToo, toca volver a este documental de 2014 dirigido por Amy Berg y que pasó bastante desapercibido. En él se abordan los casos más flagrantes de abusos de menores en la industria norteamericana, con nombres y apellidos. Algunos te dejarán de piedra.

6. FOOD INC (2008)

mejores documentales para reflexionar

De qué va: la industria alimentaria.

Este documental de Robert Kenner te va a hacer replantearte tu dieta. Su retrato de la industria alimentaria es impactante, implacable y profundamente crítico. Como con tantos otros temas, seguimos haciendo la vista gorda como sociedad a los procesos que se esconden tras la comida que compramos plastificada en el supermercado. Quizás verlo nos haga cambiar de idea.

De qué va: trabajo sexual y pornografía.

Hablando de temas a los que la sociedad da la espalda… Jill Bauer y Ronna Gradus se sumergen en el mundo del negocio del sexo, donde encuentran grandes cantidades de precariedad laboral, falta de derechos y maltrato a las mujeres. Netflix amplió los temas con la serie ‘Hot Girls Wanted: Turned On’ de Rashida Jones, pero sólo con esta hora y media basta para convencernos de que hay un problema. Inside Job

8. INSIDE JOB (2010)

mejores documentales para reflexionar

De qué va: la crisis económica de 2008, y los intereses que hubo detrás.

Un clásico moderno que todavía no ha caducado. De hecho, sigue siendo la historia interminable y sin escrúpulos de nuestro capitalismo contemporáneo. Como se dice varias veces en este documental de Charles Ferguson, la crisis económica de hace una década no fue un accidente. Tuvo responsables y tantos otros que podrían haberla evitado. Tras ella, los pobres son más pobres y los ricos más ricos (y más despiadados). Una película absolutamente necesaria.

9. LAGO DE FUEGO (2006)

mejores documentales para reflexionar

De qué va: el aborto.

Tras dirigir aquella aclamada ‘American History X’, el cineasta Tony Kaye se sumerge en el género documental para hablar de un tema candente: el aborto. Kaye realiza una investigación a través de multitud de entrevistas, poniéndose intermitentemente a un lado y otro del debate.

10. LO AND BEHOLD (2016)

mejores documentales para reflexionar

De qué va: las nuevas tecnologías e Internet.

https://youtu.be/SSbhsPNnVWo

Como documentalista, Werner Herzog siempre ha sabido explorar sus temas más allá de lo evidente y llegar a las reflexiones más humanas. Con esta deslumbrante película, el alemán entrevista a importantes pioneros de la era digital para mostrar cómo ha cambiado la vida, cómo se presenta el futuro y, sobre todo, cómo ha cambiado nuestra forma de relacionarnos en la era de Internet. La imagen de los monjes absortos en sus ‘smartphones’ no tiene precio.

11. OF FATHERS AND SONS (2017)

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De qué va: los niños del ISIS.

Premio del Jurado en el Festival de Sundance y nominado a Mejor Documental en los próximos Premios del Cine Europeo, este filme de Talal Derki es un documento único y de primera mano de cómo ISIS prepara a la juventud siria para ser sus próximos soldados. Derki vivió durante dos años con una familia, observando con su cámara a los niños, y el resultado es escalofriante.

12. SHE’S BEAUTIFUL WHEN SHE’S ANGRY (2014)

De qué va: la lucha feminista.

En un momento en el que el feminismo está de nuevo en boca de todos, es más importante que nunca recordar lo que este movimiento ha conseguido a lo largo de su historia, especialmente en la década de los 60, cuando se negaron a ser unas segundonas en la historia. Cuando dijeron que «lo personal es político» y cambiaron el mundo. La cineasta Mary Dore nos lleva a un momento del que deberíamos tomar nota.

13. SHOAH (1985)

De qué va: el Holocausto.

Nunca es tarde para volver a Claude Lanzmann y el que es uno de los mejores documentales de la historia del cine. Lo es no sólo por sus nueve horas de entrevistas, testimonios y visitas a los lugares donde sucedió todo, sino sobre todo porque nos enseña lo necesario que es revisionar la historia, tenerla presente y entenderla para que no caiga en el olvido. Para que no se repita. Ya sabéis: quien no conoce la historia está condenado a repetirla.

14. THE ACT OF KILLING (2012)

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De qué va: el impune genocidio en la Indonesia de los 60.

Fue toda una sensación cuando se estrenó: ganó el BAFTA, el galardón de los Premios del Cine Europeo y llegó a estar nominado a los Oscars, aunque no lo ganó. El furor que causó, y que llevó a Joshua Oppenheimer a hacer una segunda parte (‘La mirada del silencio’), está justificado: en su retrato de unos exmercenarios que recrean sus crímenes sin ninguna clase de remordimiento, el cineasta estaba lanzando un poderoso mensaje social: la impunidad es un fracaso de la historia.

15. LA CORPORACIÓN (2004)

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De qué va: el reinado de las multinacionales.

Mark Achbar, Jennifer Abbott y Joel Bakan retratan en este documental cómo se formaron algunas de las mayores y más poderosas corporaciones de nuestro planeta, con menciones directas a marcas como Nike o Coca-Cola. Con presentadores de excepción para las reflexiones que suscita, desde Noam Chomsky hasta Michael Moore, este documental es otra muestra más de todo lo que esconde el capitalismo moderno y que todo su marketing no nos deja ver.

16. VALS CON BASHIR (2008)

De qué va: el horror de la guerra entre Israel y El Líbano.

Con una animación que quita el hipo, Ari Folman nos contó los horrores de esta guerra de principios de los 80 para exorcizar fantasmas de una historia que debe ser observada con mayor crítica. Demuestra, además, que hay muchas maneras de contar historias y que el documental es un género apasionante y diverso.

17. CONFESIONES DE UN BANQUERO (2013)

mejores documentales para reflexionar

De qué va: el poder de los banqueros.

En nuestra sociedad hay pocos colectivos tan poderosos como el de los banqueros. En este documental de Marc Bauder, uno de ellos se abre en canal para contarnos sus motivaciones personales y profesionales, y cómo funciona ese oscuro mundo paralelo donde, parece ser, viven unos señores trajeados con los bolsillos rebosantes de dinero.

18. THE MASK YOU LIVE IN (2015)

De qué va: la nueva masculinidad.

El patriarcado no es sólo en el enemigo de las mujeres, también de los hombres. Tradicionalmente, se les ha enseñado a ser fuertes, a no llorar, a no mostrarse débiles ante los demás, a tragarse sus emociones y seguir el camino de los que les precedieron. Pero todo eso, como dice el título de este documental de Jennifer Siebel Newsom, es una máscara. Una que hay que quitar cuanto antes. Este filme aporta su granito de arena para hacerlo.

19. EL CHOQUE DE DOS MUNDOS (2016)

mejores documentales para reflexionar

De qué va: la lucha entre la explotación y la conservación.

Como bien dice el título, dos mundos chocan violentamente en este documental de Heidi Brandenburg y Mathew Orzel: el de un gobernante que quiere destrozar la naturaleza para obtener beneficios con los materiales que allí se encuentran y los habitantes de esas tierras que no están dispuestos a dejar que destroce sus vidas. Una lucha de colosos que simboliza la gran batalla que el planeta lleva años librando, entre la explotación económica y la conservación de nuestros paisajes.

20. PEPE, UNA VIDA SUPREMA (2018)

mejores documentales para reflexionar

De qué va: Pepe Mujica. Y ya.

El cineasta Emir Kusturica elabora un retrato de un hombre inspirador al que deberíamos escuchar cada semana. El modelo de país que aplicó en Uruguay se ha demostrado un éxito y persigue unos ideales que nada tienen que ver con el capitalismo moderno. Y es que Mujica siempre le gustó imaginar que el mundo podía ser un lugar mejor.

Fuente: https://www.fotogramas.es/noticias-cine/g25223433/mejores-documentales-para-reflexionar/

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