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Docentes argentinos divididos por el caso de Santiago Maldonado

América del Sur/Argentina/publimetro.cl

La polémica por la desaparición del argentino Santiago Maldonado durante una protesta mapuche, ocurrida hace un mes, llegó a los colegios del país después de que sindicatos de profesores difundieran material didáctico sobre el caso, lo que generó una fuerte discusión entre una dividida opinión pública.

La Confederación de Trabajadores de la Educación (Ctera), que agrupa a la mayoría de los gremios docentes del país, elaboró cuadernillos para que en las escuelas se debata sobre desapariciones forzadas y, en concreto, se informe sobre el caso del joven de 28 años, visto por última vez en una manifestación de la comunidad Lof Cushamen en la localidad de Esquel, provincia de Chubut (sur).

El material lleva el título «¿Dónde está Santiago Maldonado?», lema repetido en multitud de ocasiones por organismos de derechos humanos, dirigentes de la oposición y sociedad civil durante el último mes para reclamar por un caso que ha conmocionado a la opinión pública y que ha llegado incluso a la Organización de las Naciones Unidas, que instó al Estado a que lo localice.

El joven desapareció mientras participaba en una protesta de la comunidad mapuche Lof Cushamen que fue reprimida con balas de plomo y goma por un centenar de efectivos de la Gendarmería argentina, fuerza policial a la que un gran número de organizaciones culpan de la desaparición, responsabilidad que extienden al Gobierno, que mientras pide prudencia y respetar la investigación judicial.

Esta división ha llegado a las redes sociales, donde multitud de comentarios con la etiqueta #ConMisHijosNo rechazan el material y acusan a Ctera de manipular y querer «adoctrinar» a los alumnos, una postura que se ha replicado en la plataforma Change.org con la iniciativa «No a la politización de Santiago Maldonado en las escuelas!!!!», que cuenta ya con 30.700 firmas.

Mientras, otros aprovechan la misma etiqueta para apoyar desde Facebook y Twitter la iniciativa y defender que es parte de la lucha por «memoria, verdad y justicia», consigna emblemática del movimiento de derechos humanos para conmemorar a las víctimas de la última dictadura cívico-militar (1976-1983) y recordar a los 30.000 desaparecidos que dejó este, según sus estimaciones.

«No sé por qué se asombran y se escandalizan algunos medios. La tarea de educar es importante, los chicos tienen que saber y nunca más un desaparecido en democracia», es «una barbaridad» defendió el Secretario de Prensa de CTERA Alejandro Demichelis, en declaraciones a Radio LU14.

En ese sentido, defendió que la decisión de lanzar estos cuadernillos «no es partidaria» y solo busca discutir en las escuelas la desaparición forzada de personas y «crear conciencia» por el caso de Maldonado, ya que, a su juicio, es una «barbaridad» que se desconozca su paradero.

Por su parte, el ministro de Educación del país, Alejandro Finocchiaro, calificó de «canallada» la campaña de Ctera porque consideró que «utiliza» a los alumnos y los profesores no pueden decirles «qué es lo que tienen que pensar».

«Ese cuadernillo es un panfleto ideológico de un gremio kirchnerista que le pidió a sus afiliados que los distribuyan en las escuelas para operarlo con los alumnos», criticó en declaraciones a la agencia estatal Télam, antes de insistir en que no se puede entregar material pedagógico en las escuelas que no haya sido aprobado por las «autoridades» educativas.

Este viernes, el reclamo de las organizaciones políticas y sociales llegará a las calles de Buenos Aires con una movilización para reclamar la aparición del joven.

Fuente: https://www.publimetro.cl/cl/noticias/2017/08/31/docentes-argentinos-divididos-caso-santiago-maldonado.html

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Argentina: Sancionan a una docente por dar una clase sobre el caso de Santiago Maldonado

Argentina/Agosto de 2017/Fuente: La Nación

Una profesora de San Isidro dictó clases sobre el caso Santiago Maldonado siguiendo las polémicas guías que impulsa el gremio docente de Ctera, que mencionan que lo que le sucedió al tatuador fue una «desaparición forzada a manos de Gendarmería», una de las hipótesis que investigadas en la causa. A causa de esto, la directora le hizo un acta. Desde Suteba Tigre decidieron difundir el hecho para advertir sobre la necesidad de tomar conciencia sobre el tema. Alejandro Finocchiaro, ministro de Educación de la Nación consideró que el gremio docente CTERA no puede decidir qué se dicta y qué no.

Victoria es docente de la Escuela de Educación Secundaria 6 de San Isidro. El lunes fue, como todos los días, a dar clases. El tema ese día sería especial: hablaría con sus alumnos sobre la desaparición de Maldonado, en el marco de la Jornadas Nacionales que impulsa CTERA en todo el país. Ella es delegada de Suteba en la institución.

Las producciones de alumnos de escuelas de Tigre
Las producciones de alumnos de escuelas de Tigre. Foto: Archivo / Suteba Tigre

Los estudiantes armaron afiches sobre el tema. Cuando la directora Miriam Giardino  se enteró del contenido de la clase, la encaró. «La acusó de proselitismo por escribir el nombre de Santiago y le ordenó bajar las producciones de los alumnos. Le hizo un acta solicitando que se fundamente los contenidos de la clase», explicaron en un comunicado los representantes de Suteba Tigre. LA NACION no logró comunicarse con la directora.

La docente se comunicó con el sindicato para contar la situación. El caso, que se repitió en otras escuelas, ocurre en el marco de las jornadas que impulsó CTERA en el Día Internacional del Detenido Desaparecido, donde se incluye un cuadernillo enviado por el gremio hacia los docentes sobre las actividades a desarrollar. En el mismo, se da por cierta la hipótesis de que Maldonado fue detenido y desaparecido por la Gendarmería, algo que aún no está probado.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/2058032-sancionan-a-una-docente-por-dar-una-clase-sobre-santiago-maldonado

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Argentina: El Observatorio de Violencia contra las Mujeres dictará un curso de Formación Docente

América del Sur/Argentina/30 Agosto 2017/Fuente:informatesalta /Autor:informatesalta

Busca favorecer un análisis crítico acerca de las construcciones sociales de géneros y sus repercusiones en la desigualdad y la violencia hacia las mujeres. Otorga puntaje.

El Observatorio de Violencia contra las Mujeres, en coordinación con la Secretaría de Extensión Universitaria y la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta, dictará el curso de formación docente “Violencia contra las Mujeres. Marco legal y orientaciones para su abordaje educativo. El mismo está destinado a quienes se desempeñen en el nivel superior y en la educación de jóvenes y adultos.

La formación pretende impulsar el abordaje educativo de la violencia contra las mujeres como un problema social, de Derechos Humanos y de Salud Pública, favoreciendo un análisis crítico acerca de las construcciones sociales de géneros.

“Considerando que la educación es el espacio fundamental de socialización, el OVcM decidió promover la inclusión de la perspectiva de género en las escuelas, a través de esta formación docente” – manifestó la directora María Eugenia Burgos – “Las instituciones educativas tienen potencialidad de transformación de las bases culturales, modificando concepciones y prácticas y promoviendo la igualdad de derechos de varones, mujeres y diversidades sexuales.”

La formación tendrá seis encuentros presenciales y se desarrollará en el Centro Cultural Hólver Martínez Borelli (Alvarado 551), los sábados y jueves. Comenzará el 30 de septiembre.

El curso otorga puntaje (Res. N° 1123/17) y no es arancelado. Los cupos son limitados.

Informes e inscripciones en www.ovcmsalta.gob.ar. O vía telefónica al 4222325, en el horario de 9 a 13.

Fuente de la noticia: http://informatesalta.com.ar/noticia/127611/el-observatorio-de-violencia-contra-las-mujeres-dictara-un-curso-de-formacion-do

Fuente de la imagen:

http://informatesalta.com.ar/download/multimedia.normal.99184c372c0a4bd8.637572736f2064652076696f6c656e6369615f6e6f726d616c2e6a7067.jpg

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Desplazar el centro: por un “nosotros” más amplio

Por: Guadalupe Jover

Un desgarro añadido ha sacudido a los docentes tras los atentados de Barcelona y Cambrils. Al horror por la violencia desatada, al dolor por las víctimas de la barbarie, se suma el estupor por la juventud de los terroristas, hasta hace bien poco unos más entre nuestros estudiantes.

Noura, Bilal, Moha. Aún recuerdo con nitidez los nombres y los rostros de mis primeros alumnos marroquíes, como recuerdo los nombres y los rostros de mis primeros alumnos procedentes de China, de Polonia, de Rumanía, de Ecuador. Tras más de una década compartiendo el día a día con chicas y chicos de apellidos procedentes de muy diferentes geografías, mi mirada ha naturalizado esta diversidad hasta el punto de apenas reparar en ella. Cuando alguien me pregunta si hay muchos inmigrantes en mi centro, en mis clases, tengo que pararme y recapacitar. Para mí da ya lo mismo Salma que Natalia, Khalid que Dani, Hristian que Hugo. Mis chicos y chicas nacieron ya aquí, dominan el castellano, y sus escisiones biográficas y culturales -algunas, bien lo sé, muy dolorosas- no están siempre a la vista. Sonrío al reparar en el contraste de indumentaria entre quienes comparten pupitre – Rachida con la cabeza cubierta, Jessica con su ceñida camiseta de tirantes-, y celebro que entre “los primeros de la clase” estén Moha y Khaoula como lo están también Carlos y Alejandra. Ahora que tanto se habla de preparar a los estudiantes para las inciertas profesiones del futuro se olvida la urgencia de prepararlos para la vida del presente: una vida -la de nuestras ciudades, nuestro mundo- decididamente multicultural y mestiza. Este aprendizaje esencial -el de la convivencia con quienes tienen diferentes costumbres, lenguas y creencias, pero a los que miramos en plano de igualdad y en cuyos zapatos somos capaces de ponernos desde la naturalidad que surge del roce y el afecto – es algo que no puede brindarse en el ámbito familiar ni puede comprar tampoco el dinero. Solo la escuela puede ofrecerlo (o escamotearlo, conviene no olvidarlo).

Pero las desigualdades socioeconómicas pesan, y el entorno de quienes tuvieron que dejar su tierra para poder vivir seguros multiplica las dificultades cotidianas también en lo escolar y en lo académico. Es sangrante constatar que la heterogeneidad de los grupos disminuye en la mayor parte de los institutos a medida que pasamos de 1º a 2º ESO y de 2º a 3º o a 4º. Muchos -ellos, sobre todo- se quedaron por el camino. El alumnado “difícil” acaba por tener un perfil recurrente, y por más que maestras y maestros nos multiplicamos hasta la extenuación reclamando los recursos que podrían salvar a estos chiquillos – también a estas chiquillas, aunque de sus riesgos no nos alerta una trayectoria de disrupción o fracaso escolar- todo es en vano. Alguien no está haciendo sus deberes, y no es justo achacárselo en exclusiva -sin eximir de la parte de responsabilidad que les corresponda- a estos adolescentes y a sus desbordadas familias. El curso pasado salí más de una vez de mis clases de 1º de ESO apretando las mandíbulas por la rabia y la impotencia ante lo solos que los estábamos dejando, que nos estaban dejando.

Los recientes atentados de Barcelona y Cambrils me han provocado una conmoción de la que no logro salir. Inevitable el estupor, el dolor, el temblor al intuir que cualquiera de los míos, de mis hijos incluso, hubiera podido estar ahí. Miro los rostros de quienes vieron segadas sus vidas e imagino qué pudieron pensar, sentir, sufrir. Un niño. Un joven. Una mujer. Ellos -los muertos- somos también nosotros. La violencia ciega nos deja aturdidos, desarbolados, enmudecidos.

Pero si pasan los días y el estupor y el dolor y el temblor no disminuyen es porque por primera vez he sentido que con ellos, con los terroristas, se ha muerto también una parte de nosotros. De la misma manera que ante los menores soldado no veo soldados sino niños, ante las fotos de los terroristas, las difundidas en primera instancia por los Mossos, no veo yihadistas ni marroquíes ni musulmanes. Solo soy capaz de ver adolescentes. Adolescentes de los que éramos también corresponsables y a los que no fuimos capaces de proteger. Y no hablo solo de la responsabilidad de la escuela, sino de la de todos aquellos que, por acción u omisión, hicieron posible la captación de estos jóvenes por quienes no vieron en ellos sino instrumentos eficaces para sembrar el terror.

Al día siguiente del atentado en la sala Bataclan de París (noviembre de 2015), mis estudiantes de 4º de ESO me esperaban en clase necesitados de hablar sobre lo ocurrido: las muertes, las reacciones, los comentarios. Y si algo se quedó grabado en memoria fueron las palabras heridas de Amal, de Mounir, de Hatim al relatar cómo se sentían tácitamente acusados al caminar por la calle, al entrar en el supermercado o al jugar en la plaza. “¿Por qué nos miran así?” “Que yo lleve un pañuelo en la cabeza no quiere decir que apruebe esa salvajada”. El único territorio en que se sentían a salvo -menos mal- era el instituto.

Meses más tarde me pasó algo en 1º ESO que tampoco he olvidado. Estábamos trabajando con relatos fundacionales de diferentes culturas (de la tradición oral africana al Mahabhárata, de los mitos grecolatinos y la Biblia a Las mil y una noches y el Popol Vuh). Había propuesto yo el fragmento bíblico en que Yaveh exige de Abraham el sacrificio de su hijo como prueba de obediencia y lealtad y habíamos realizado diferentes actividades en torno al texto. En un momento dado, Houda me advirtió de que ese episodio también aparecía en el Corán aunque con diferencias significativas. Yo lo ignoraba. Ello nos llevó a hablar de las semejanzas entre la Biblia y el Corán, entre el Cristianismo y el Islam, y me confesé avergonzada de mi absoluto desconocimiento de la religión y la tradición cultural de un porcentaje significativo de mi alumnado.

Creo que el desconocimiento de gran parte de la sociedad española acerca de la religión islámica -sus orígenes, sus principios, sus diferentes corrientes- está en el origen de tantos estereotipos, prejuicios y rechazos. La desaparición de la religión confesional de la escuela -la desaparición de cualquier filtro que agrupe al alumnado en función de sus creencias religiosas- y la incorporación al currículo escolar de la historia y cultura de las religiones es ya una urgencia inaplazable. Pero no solo. Nuestro desafío es la construcción, también desde la escuela, de un “nosotros” mucho más amplio del que reflejan los programas escolares. Un nosotros en el que quepamos todos los que estamos, empezando por las mujeres. Habremos de aprender, como reclama Ngûgî wa Thiong´ó, a “desplazar el centro”. Desplazar el centro del lugar que se ha asumido como tal, Occidente, a una multiplicidad de esferas en todas las culturas del mundo. Y desplazar el centro también “de las minorías de clase establecidas en el interior de cada nación a los centros verdaderamente creativos entre las clases trabajadoras, en condiciones de igualdad racial, religiosa y de género”. De no hacerlo así estaremos empujando a la cuneta a quienes inevitablemente se sienten permanentemente fuera de lugar.

En unos días empezará un nuevo curso, y no podremos entrar en las aulas como si nada hubiera pasado. Habremos, antes de nada, de escuchar lo que alumnas y alumnos tengan que contarnos. Y eso habrá de constituir el cimiento de los itinerarios de aprendizaje que entre todos vayamos construyendo. Nuestros currículos están obsoletos porque en poco contribuyen a iluminar el presente y a forjar un futuro más dignamente habitable. Empecemos modestamente desde abajo y vayamos compartiendo materiales y propuestas. Pero habremos de hacerlo con tacto e inteligencia, no vaya a ser que llevados de nuestra buen voluntad contribuyamos a estigmatizar aún más a un colectivo ya suficientemente señalado desde dentro y desde fuera.

Y si nuestra labor de educadores no se acaba con la jornada escolar, nuestro compromiso cívico no puede tampoco aparcarse a la puerta la escuela: habremos de reclamar políticas educativas y sociales que combatan la exclusión y contribuyan a la equidad y la justicia, y políticas a secas que vayan a los responsables últimos de tamaña barbarie.

*Nombres y situaciones son reales, aunque unos y otras se crucen a veces para preservar la privacidad del alumnado.

Fuente:  http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/08/28/desplazar-el-centro-por-un-nosotros-mas-amplio/

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Perú: Maestros de las dos facciones del Sute se lanzan huevos, sillas y botellas

Perú/Agosto de 2017/Autores: Luz Aquino/Leonardo Muñoz/Fuente: La República

Pese a que el Gobierno central se comprometiera tanto a incrementar el salario básico a S/ 2000 como a pagar parcialmente la deuda social, una facción de docentes permanecerá en huelga y amenaza con radicalizar sus medidas de protesta.

En Piura, por ejemplo, los maestros afiliados al Sindicato Magisterial (SIMA) anunciaron que este lunes se desangrarán en la Plaza de Armas de la ciudad. Mientras tanto, en Lambayeque dos sindicatos de profesores (Sutep y Sute) se enfrentaron durante una asamblea por diferencia de ideas.

Diferencias

La mañana de ayer, el Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú (Sutep) realizó una conferencia para informar a los maestros la implicancia de los acuerdos tomados en el Ejecutivo y pedirles que se reincorporen a clases.

Sin embargo, otro grupo de maestros afiliados al Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación (SUTE) irrumpió en el auditorio de la Casa Comunal de la Juventud para exhortarles a que se sumen a la huelga indefinida.

Tras varios minutos de discusión, estos últimos arrojaron huevos y botellas a los dirigentes del Sutep. Luego de acusarlos de “traidores” los expulsaron del auditorio a empujones.

Entre la comitiva que fue retirada se encontraba Lucio Castro Chipana, miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Sutep, quien puso en duda la verdadera intención de la huelga.

“Ellos han iniciado una aventura, tienen pedidos sin sustento, muchos son inviables, absurdos. Solo buscan dividir al sindicato”, afirmó.

Por su parte el secretario provincial del SUTE, Eladio Núñez Mendoza, dijo desconocer a los dirigentes nacionales porque “no representan los intereses del maestro”.

También refirió que para este lunes se tomará otro tipo de medidas para presionar al Gobierno, pues consideran que su pedido no fue atendido.

Otras medidas

En Piura los profesores no dan marcha atrás y aseguran que a partir de mañana empezarán a radicalizar las medidas de protesta.

En ese sentido, el representante del Sindicato Magisterial de la Región Piura (SIMA), Miguel Puescas Rodríguez, anunció que por acuerdo mutuo los docentes se desangrarán en la Plaza de Armas y en la Prefectura de la ciudad.

“Estamos cansados del maltrato por parte de la ministra de Educación (Marilú Martens), quien no entiende que también somos padres de familia y tenemos derechos de alimentarnos y vestirnos”, indicó el dirigente.

Al respecto el gobernador regional de Piura, Reynaldo Hilbck Guzmán, hizo una invocación a los maestros para que retornen a clases y así evitar que pierdan el año escolar. Además, se comprometió a continuar el diálogo entre el magisterio y el Ejecutivo para solucionar lo más pronto sus demandas.

Por su parte el gobernador regional de Lambayeque, Humberto Acuña Peralta, luego de respaldar la medida de lucha señaló que aún no se ha evaluado si se van a realizar descuentos a los maestros, pese a que existe disposición ministerial.

Desconocen acuerdos

Los maestros, quienes aseguran que no dictarán clases este lunes, desconocen los acuerdos tomados el pasado jueves entre el Ministerio de Educación (Minedu) y los gobernadores del país, porque –afirman– no resuelven la totalidad de su pliego de reclamos.

Recordemos que los maestros, además del aumento de salario, piden la modificatoria de la Ley de Reforma Magisterial, el no despido masivo de docentes, el pago del 30% por preparación de clases, capacitaciones, entre otros beneficios.

“Hemos hecho retroceder al Gobierno y adelantar el aumento para diciembre, pero con sueldo o sin sueldo la huelga continúa”, afirmó dirigente del SUTE.

Fuente: http://larepublica.pe/sociedad/1070289-maestros-de-las-dos-facciones-del-sute-se-lanzan-huevos-sillas-y-botellas

 

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The Evergreen State College Implosion: Are There Lessons To Be Learned?

Por: Michael Zimmerman

En los últimos meses, el Evergreen State College ha sido promovido como el ejemplo arquetípico de los problemas asociados con la corrección política corrompida. Los videos de los estudiantes y miembros de la facultad que usan lenguaje sucio y abusan de los miembros de la comunidad compañeros se han vuelto virales. Las imágenes fijas de los estudiantes que manejan los murciélagos del béisbol y que actúan como fuerza de policía del vigilante se pueden encontrar en todas las esquinas del Internet. Las imágenes de decenas de miembros armados de la Patrulla del Estado de Washington, vestidos con equipo antidisturbios, patrullan el campus ofrecen una mirada aterradora a lo que sucede cuando los administradores del campus pierden el control de una universidad.

 

In recent months, The Evergreen State College has been promoted as the archetypal example of the problems associated with political correctness run amok. Videos of students and faculty members using foul language and abusing fellow community members have gone viral. Stills of students wielding baseball bats and acting as a vigilante police force can be found on all corners of the internet. Images of scores of armed members of the Washington State Patrol, clad in riot gear, patrolling campus offer a frightening look at what happens when campus administrators lose control of a college.

With a bit of distance, it is well worth looking back and asking what can be learned from this situation. Were conditions at Evergreen so idiosyncratic that any knowledge gleaned has only local value or might Evergreen’s situation provide us with a broader perspective on the current state of higher education? I believe the latter is the case and that therefore it is worth exploring two closely linked facets of the Evergreen experience: the cause of the uproar; and campus leadership.

The story that’s being promoted everywhere is that one faculty member’s resistance to Evergreen’s 2017 incarnation of its “Day of Absence” is at the center of the turmoil. In 2017, instead of people of color voluntarily absenting themselves from campus for a day to demonstrate the importance they play in the community, as had been the case for many years, white individuals were encouraged to leave campus. In mid-March Professor Bret Weinstein argued that:

There is a huge difference between a group of coalition deciding to voluntarily absent themselves from a shared space in order to highlight their vital and under-appreciated roles (the theme of the Douglas Turner Ward play, Day of Absence, as well as the recent Women’s Day walkout), and a group or coalition encouraging another group to go away. The first is a forceful call to consciousness which is, of course, crippling to the logic of oppression. The second is a show of force, and an act of oppression in and of itself.

The implication has been that Professor Weinstein’s comments were so outlandishly racist that people caring about social justice had to rise up and call for his dismissal from his faculty position. If that were the case, however, the question must be asked why it took until 23 May, over two months after his note was disseminated, for the protest to occur. The Day of Absence itself occurred over one month prior to the protest. And, of course, all of this ignores the fact that Professor Weinstein’s note was simply and strongly presenting an alternative perspective to the structure proposed for the Day of Absence while affirming the power and importance of the original configuration as a way of combatting racism.

The reality of what occurred is far more complex, and, in fact, far more insidious than the caricature presented in most media reports. Regardless of what some would have us believe, the exclusion of white people from campus was not a mandate; no one was required to leave. But the pressure for white individuals to leave campus, to demonstrate that they were good allies to people of color, was very real. And many, students, faculty and staff alike, were confused by the structure of the day. How could they not be confused? Consider parts of just three of many notes that were sent to all faculty and staff members prior to the Day of Absence by supporters of the event:

  • I feel strongly about honoring the call for white-identified people to absent themselves from campus…
  • This change to DOA/DOP [Day of Absence/Day of Presence] this year (where allies travel off campus and POC [people of color] stay on campus) is beautiful.
  • I think the role reversal of this year’s DoA is brilliant in that it encourages Evergreen’s white population to take accountability for their active participation in unlearning racial prejudice in a way that staying on campus wouldn’t.

So why was Professor Weinstein the epicenter of the student protest and why did it occur when it did, so long after he offered his critique of the Day of Absence?

The answer to the first question revolves around the unique role that Professor Weinstein has played on campus during his time on the faculty. As much as it might like to think of itself as an open and tolerant environment, Evergreen isn’t very accepting of voices that question the Evergreen orthodoxy. While this might be seen as a terribly ironic situation for a liberal arts college to find itself in, this has been the Evergreen reality for quite some time and the result is that a large number of faculty members, perhaps the majority of them, simply absent themselves from most discussions. Professor Weinstein is not one of those who have opted for self-censorship. He has always been willing to ask questions, to point out what he sees as flaws in ideas, and to offer suggestions for improvement.

He has played that role to a great extent and to the frustration of many this academic year, a year almost completely focused on the twin concepts of equity and inclusion on campus. Indeed, George Bridges, Evergreen’s relatively new president, reformulated a college-wide Equity Council and provided them with a very wide charge. The group consisted of 28 members, six of whom were current faculty members and they set to work to outline a strategic equity plan.

The Council created a plan without any public input and scheduled a meeting in the middle of November to present it to the campus community having announced that it had already received the blessing of President Bridges. The plan, as presented, was built on a statistical analysis of retention, achievement and graduation data and proposed to make significant changes to faculty hiring practices as well as to the structure of the curriculum. The meeting offered no opportunity for open discussion of the plan and was structured as an opportunity to celebrate the plan’s creation. Building on the region’s Salish culture, the meeting concluded with attendees being asked to metaphorically climb into a canoe to embark on a journey to equity. The implication was that if people failed to board the canoe, they would be left behind. Indeed, the sentiment was expressed by some that if you were unwilling to get on board, perhaps Evergreen was not the place you should be working.

Professor Weinstein responded in an email by raising some questions but, more importantly, calling for open discussion of the ideas, strategies and directions outlined in the plan. He did so carefully and politely, never once criticizing any individual. Consider, as an example, the following from one of Professor Weinstein’s early emails:

Maybe it isn’t mine to say because the canoe isn’t from my culture, but this canoe metaphor felt like it was appropriated for the ironic purpose of cloaking an unstoppable train. You are either onboard, or you are not. You can attempt to derail this proposal, or you can accept where the train is going.

From what I have read, I do not believe this proposal will function to the net benefit of Evergreen’s students of color, in the present, or in the future. Whatever type of vehicle it is, I hope we can find a way to discuss this proposal on its merits, before it moves farther down the line.

In response, he was branded a racist and an obstructionist. A faculty member who sat on the Equity Council explicitly called him a racist in two different faculty meetings. When Professor Weinstein asked for an opportunity to defend himself, he was told that a faculty meeting was not the appropriate venue for such a defense. When he asked what the appropriate venue was, he was told that no such venue existed because he was a racist. Neither the president nor the interim provost interceded to make it clear that leveling such charges against a fellow faculty member was unacceptable within the college community. When Professor Weinstein spoke privately with both of those administrators about these incidents, they both acknowledged the inappropriateness of the behavior but each said that it was the responsibility of the other to do something about it. Neither administrator took any public action in response.

But even that tells only part of the story. As mentioned above, the Equity Strategic Plan was built on a statistical foundation. When the validity of that foundation was called into question, including by a robust analysis by an Evergreen alum currently in graduate school, the same faculty member who publicly called Professor Weinstein a racist began attacking scientists generally claiming that their reliance on data was dismissive of the concerns of students. President Bridges, upon being presented with the alum’s statistical critique, promised a response but none has been forthcoming.

Despite all of this, Professor Weinstein continued to call for open discussion of the strategic plan with no response other than personal attacks on him being ratcheted up. It became clear why Professor Weinstein’s appeal for dialogue drew such enmity when the same faculty member who publicly called him a racist was reported to have said that the Equity Council didn’t want such discussion because the plan might not survive such scrutiny intact. A number of senior administrators voiced the same fear with one going so far as to say that expecting a public review of the plan after it had been approved by the Equity Council which had so many people of color on it was an example of white supremacy.

Although Professor Weinstein had a fair number of colleagues supporting him behind the scenes, his was the main voice heard on campus. His voice was neither strident nor impolite but it was relentless. And its dominant message was a plea for discussion. On the few occasions when he raised any specific objections to the plan, he did so by arguing that he thought the proposed action would actually harm rather than help students of color. In an environment where you were either on the equity canoe or you were lost at sea, Professor Weinstein’s voice was seen by many as a disruptive force that needed to be silenced which explains why he became the center of attention once the protests began.

But none of that explains why the protests occurred when they did. For that we need to go back to the beginning of the 2016-17 academic year. Evergreen’s academic year begins with an all-campus convocation. That event includes a talk by the author of a book all incoming students read over the summer. This year a number of students attempted to take over convocation and refused to permit the speaker to address the campus community. President Bridges managed to convince the students that they’d have a chance to be heard after the College’s invited guest spoke. Afterwards, the president sent out a note to the full campus community apologizing for his actions saying that he should have let the students speak when they wanted – that their voices were every bit as important as that of the author of the common read.

Fast forward to the day following the 2016 presidential election. Two campus events were scheduled for that day: a board of trustees meeting; and the dedication of the newly remodeled and renamed Purce Hall. Students upset by the election surrounded the trustees and berated them for their racist attitudes. The meeting was cancelled and hours later the building dedication was similarly disrupted – despite the fact that Purce Hall was named for Evergreen’s immediately preceding president, an African American who served as president for 15 years. Despite the chaos associated with both events, no students were brought up on disciplinary charges.

Fast forward to the installation of Evergreen’s new police chief, Stacy Brown, herself a graduate of Evergreen, early in winter quarter. This event, too, was disrupted by students and during the disruption the vice president for student affairs was pushed and a microphone was wrestled from her hands. She was almost knocked to the ground by two students. Because of the way the vice president was treated, disciplinary proceedings commenced against the two students who pushed her. No other student faced disciplinary consequences for the disruption.

Fast forward to the week prior to the protests. There was an ongoing, mostly online discussion among students about limiting a program to be taught the following fall to students of color. One student objected asking how it would appear if the reverse were ever to be the case; if a program were to be limited to white students. (The program in question was to be taught by the faculty member who publicly called Professor Weinstein a racist.) The student raising the objection received a good deal of abuse and then, he claimed, he was physically confronted in the cafeteria. This student, himself a student of color, went to the campus police department to file a complaint against the two students he said assaulted him. The police began an investigation later that evening and one of the students interrogated was the leader of the protest that soon followed. Given that one of the complaints raised by the protestors was that the police were targeting certain individuals, black trans students in particular, and given that the students accused of pushing the vice president and accosting the student in the cafeteria were black trans individuals, it seems reasonable to assume that the protests were, in part, designed to deflect unwanted attention for possibly inappropriate actions.

It’s also worth exploring the climate in which the Evergreen student protesters were immersed, a climate that encouraged their behavior. A series of anecdotes will make my point.

Let’s begin with the faculty member who publicly called Professor Weinstein a racist. On 14 November, two days prior to the meeting at which the Equity Council’s strategic plan was released, she made the following post on Facebook: “SERIOUSLY JUST BE QUIET. ONLY APPOINTED/APPROVED WHITES CAN SPEAK (AND ONLY WHEN SPOKEN TO). When that post, a post by a member of the Equity Council, was brought to the attention of President Bridges, he opted to do nothing publicly.

An even more disturbing Facebook post by this faculty member generated no response from the administration but actually gained defenders from the faculty ranks. The post was in response to a note written by Professor Weinstein’s wife, Heather Heying, also a faculty member at Evergreen. After Professor Weinstein was warned by Evergreen’s police chief to stay away from campus because his safety couldn’t be guaranteed, and after administrators were held hostage in their offices by a student group, the interim provost wrote a note saying that if anyone felt unsafe, they should come and speak with him or one of the deans. Professor Heying thought this note was both insensitive and disingenuous since obviously her husband was unsafe in the eyes of the police chief and he was advised against setting foot on campus. The faculty member responded to this note by posting this on Facebook: “Oh lord, Could some white women at Evergreen come and collect Heather Heying’s racist ass. Jesus”

Administratively, Evergreen has an uncomfortable relationship with the concept of free speech, especially for a liberal arts college and even more so for a public institution. A year and a half ago, long before the current protests, the vice president for student affairs and another senior administrator were going around campus removing posters they felt would make people uncomfortable. The posters neither incited violence nor constituted hate speech, but in the eyes of those administrators, they deserved to be censured.

The response made by the vice president for student affairs when student protestors were roaming the campus armed with baseball bats and tasers made it clear that differences of opinion could be frightening. She wrote to students living in the residence halls, in part:

We are aware of a small group of students coordinating a community patrol of housing and campus. We acknowledge and understand the fear and concerns that are motivating these actions. We also understand that these students are seeking to provide an alternative source of safety from external entities as well as those community members who they distrust.

Yes, she went on asking students to put down their baseball bats (“Community patrols can be a useful tool for helping people to feel safe, however the use of bats or similar instruments is not productive.”) but simply giving credence to the idea that the presence of fellow students not involved in the campus protest could warrant a “community patrol” is troubling.

An event that occurred the week following the student protests provides yet another example of what free speech means on the Evergreen campus. Unrelated to any of the activities that had taken place, a small group of Christian fundamentalists came to campus, as they do every year and as they do on virtually every campus, and began reading Bible verses. The following paragraph comes from a note the vice president for student affairs sent the campus community praising the community’s response to these visitors: “During the counter-demonstration many of the students who engaged did so in reasonable ways to respond to the speech of the demonstrators that they found objectionable and hurtful.” What were the “reasonable ways” students responded. The videos of the incident show students surrounding those preaching and shouting at them, making it impossible for anyone to hear what they were saying.

The administrative message from all of this is very clear: freedom of speech is only for speech with which you agree and aggressively silencing those with whom you disagree is fair game.

Given all of this, can there be any surprise that students acted as extremely as they did? Given their role models, can there be any surprise that they refused to let President Bridges speak, even when they asked him a direct question? Given that, very early in the process, President Bridges used foul language when discussing Professor Weinstein with students (and then immediately said, “Don’t put this on tape!), can there be any surprise that students used similar language in response? Given that President Bridges praised them for their courage for demonstrating, capitulated to virtually all of their demands and promised that no one would be punished for their behavior, can there be any surprise that the protesters continued to make additional demands?

Make no mistake about it. Overt racism and institutional racism are serious problems in our society, problems that need to be addressed. But meaningful corrections can only occur in response to real problems. When, as has been the case on the Evergreen campus, requests for examples of racism are met with the charge that such requests are in and of themselves racist, it is unlikely that any progress will be made.

The Evergreen campus has become a place where identity politics takes precedence over every other aspect of social intercourse. It has become a place where it is acceptable for colleagues to levy personal attacks on colleagues in response to differences of opinion and even in response to calls for dialogue. It has become a place where it is acceptable to shout down those with whom you disagree. And it has become a place where the administration watches from the sidelines, apparently fearful of antagonizing anyone.

But that is not what leadership is about. Leadership means treating all members of a community with respect and demanding that others do the same. It also means publicly holding community members responsible for their behavior. Finally, it means having and upholding a set of principles, even when doing so might be uncomfortable.

Evergreen is not alone in the constellation of institutions of higher education facing these problems. It is, however, a place that has allowed extremists to dominate and discussion to die. Others will do well to learn from the mistakes made on this campus.

A personal note: I served for five years (2011-2016) as provost and vice president for academic affairs at The Evergreen State College. During the 2016-17 academic year, President Bridges changed my appointment such that while I retained the title of vice president for academic affairs, I was assigned to work on off-campus issues. In that capacity, I was uninvolved in the protests that took place this spring. As of 1 July 2017, I no longer hold an administrative appointment at Evergreen and thus I feel free to publicly share my perspective on the situation, something I felt uncomfortable doing while still ostensibly a part of the administration.

Fuente: http://www.huffingtonpost.com/entry/the-evergreen-state-college-implosion-are-there-lessons_us_5959507ee4b0f078efd98b0e

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Venezuela: Hugbel Roa: La autonomía universitaria no puede usarse para desestabilizar y generar violencia

Venezuela/Julio de 2017/Autora: Johelcy Puentes/Fuente: Correo del Orinoco

El ministro del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, Hugbel Roa, indicó este miércoles que la autonomía universitaria no puede usarse para desestabilizar y generar violencia.

“Jamás la autonomía (universitaria) se puede concebir como un elemento donde se pretenda desestabilizar, asesinar y sobretodo construir desde allí planes desestabilizadores”, dijo Roa durante su participación en el Congreso de la Patria Constituyente de los trabajadores universitarios.

Mencionó que el Gobierno Bolivariano no niega ni minimiza el carácter deliberativo y contestatario que tienen las casas de estudio porque “no queremos universidades sumisas. La universidad critica y constructiva es la que nos enseñó Hugo Chávez y la que quiere el presidente Nicolás Maduro”.

Roa señaló que todas las universidades del país tienen un concepto de autonomía para la liberación y la construcción de pensamiento, al tiempo que aseguró que la Revolución Bolivariana no ha profanado la autonomía de ninguna universidad.

Asimismo, solicitó a los instituciones educativas apegarse al hilo constitucional para que a través de debate, el diálogo y la Constituyente solventar las problemáticas que afectan el país.

Por su parte, el ministro para el Proceso Social del Trabajo, Francisco Torrealba, informó que en la plenaria se juramentó el comando de campaña en defensa de la Asamblea Nacional Constituyente, la paz y en apoyo al llamado constitucional del presidente Nicolás Maduro.

Anunció que la clase obrera esta desplegada en todo el territorio nacional para dar a conocer y defender la propuesta realizada por el jefe de Estado .

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/hugbel-roa-la-autonomia-universitaria-no-puede-usarse-para-desestabilizar-y-generar-violencia/

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