Entrevista a Paz Velasco: «La agresividad forma parte de la naturaleza humana. La violencia, en cambio, se aprende»

Por: Julio Fuentes González

Matamos menos que antes, pero matamos distinto. Por otra parte, los ciberdepredadores, el acoso, el bulling, el mobbing, los pedófilos online o grupos misóginos como los incels (célibes involuntarios) son algunas de las nuevas amenazas que Paz Velasco analiza en Homo Criminalis

 

El crimen forma parte de nuestra evolución como seres humanos. Así lo han expresado autores como Peter Vronsky en su reciente trabajo Hijos de Caín, o especialistas en la materia como el psicólogo y sociólogo David Buss, que afirma: «En la fría y calculadora lógica de la evolución, a veces matar es ventajoso». Sin embargo, ya no somos esa sociedad que institucionalizó el crimen durante los tiempos de Calígula, o en el periodo 1450-1650, que dio lugar al asesinato de cientos de miles de mujeres acusadas de brujería. El fenómeno de los asesinos en serie también ha descendido si observamos las últimas cifras. Paz Velasco, sin embargo, se niega a lanzar las campanas al vuelo, ya que el número de amenazas se ha multiplicado. 

Después del gran éxito de Criminal-mente, publicado en 2018 por la editorial Ariel, la criminóloga y abogada penalista Paz Velasco de la Fuente vuelve con Homo Criminalis. El crimen a un clic: los nuevos riesgos de la sociedad actual, libro en el que analizan cuestiones como la evolución de la huella criminal de los seres humanos a lo largo de la historia, las nuevas formas de criminalidad del siglo XXI o qué ha supuesto la aparición de internet como nueva escena del crimen. Además, Paz Velasco participa como experta en el documental El caso Wanninkhof-Carabantes, que se ha estrenado recientemente en Netflix. 

La primera afirmación que haces en el libro es que todos somos capaces de matar. ¿Por qué? ¿Qué cuestiones nos conducen a ser violentos?

Efectivamente, todos capaces de matar. Dos de las razones principales son las pasiones y las emociones. Pero cuando afirmo que todos somos capaces de matar esto no significa que todos nos podamos convertir en asesinos. La capacidad de matar es una respuesta automática a una amenaza, para proteger a un hijo, o ante situaciones de alto estrés, miedo insuperable, legítima defensa… Ante cualquiera de estas situaciones todos reaccionaríamos de un modo automático, con una conducta violenta para responder a esa amenaza. Otra cuestión distinta es convertirse en un asesino, que implica una serie de elementos concretos. Normalmente las emociones y las pasiones, la venganza, la ira, el odio, son las que motivan respuestas demasiado violentas. Me gustaría añadir que la agresividad forma parte de nuestra naturaleza, que es innata a la esencia humana, y que la violencia, por el contrario, es cultural. La violencia se aprende. Hay que sumar esta agresividad y esta violencia para que finalmente un sujeto acabe convirtiéndose en un aberrante asesino.

Paz Velasco, autora de 'Homo Criminalis': «La agresividad forma parte de la naturaleza humana. La violencia, en cambio, se aprende» 2

Imagen vía Editorial Ariel.

Es interesante todo el capítulo que dedicas al estudio de la psicopatía y en especial a lo que denominas «psicopatía corporativa». ¿Los psicópatas están cada vez mejor integrados y asimilados por parte de la sociedad?

Cuando oímos la palabra psicópata inmediatamente tratamos de ponerle un nombre: Hannibal Lecter. Hay que dejar de pensar que el psicópata es el criminal violento. Tenemos psicópatas emocionales, funcionales, corporativos… Los psicópatas corporativos son estos sujetos que alcanzan el éxito y el liderazgo en determinadas profesiones. ¿Por qué consiguen ese éxito? Precisamente porque tienen una serie de rasgos, que se consideran rasgos de psicopatía, que invierten en su propio beneficio y en el de esa empresa o de esa profesión. Ya hay un buen número de empresas –y esto comienza en Estados Unidos en los años noventa– que buscan personas con estas características y con estos rasgos de personalidad para puestos de dirección. Se trata de personas que poseen una serie de características al trabajar que se parecen mucho al liderazgo: carisma, una gran capacidad para dirigir a un equipo, decisiones rápidas cuando otras personas se quedan bloqueadas, son creativos… Y luego hay otro tipo de sujetos que, aunque no son psicópatas, poseen una serie de rasgos especiales que les permiten desarrollar trabajos concretos: desactivadores de bombas, bomberos… Estos sujetos no son psicópatas pero tienen una gran tolerancia al estrés y no tienen miedo ante determinadas situaciones. Gracias a estos rasgos, estas personas alcanzan el éxito en profesiones que no son para cualquiera. 

Tu libro aborda el problema de las nuevas amenazas y se centra en el análisis de una nueva escena del crimen: el ciberespacio. Hay una frase de Bill Gates ciertamente controvertida que citas en tu libro y que dice: «El crimen online es solo parte de la maduración del medio». ¿Coincides con este análisis? 

Creo que lo que quiere decir Bill Gates con esa frase es que la humanidad está evolucionando a golpe de tecnología, y que estamos en el albor, en los comienzos. Hay una película de ciencia ficción que me fascina: Minority Report. La trama gira en torno a la idea de prevenir un delito antes de que se produzca por parte de un sujeto. Sin embargo, nuestro Código Penal y casi todos los del mundo son códigos penales del acto, no del pensamiento. Lo que se castiga es el acto, no las fantasías ni los pensamientos. ¿Lo que se cuenta en esa película puede llegar a ocurrir? No lo sabemos, pero, con esta frase, lo que Bill Gates quiere decir es que la sociedad se va a adaptar un nuevo medio, a una nueva escena, y esta nueva escena es internet. Hemos trasladado nuestra vida a Internet, lo que nos gusta y lo que no nos gusta, con quién salimos, dónde vamos, dónde viajamos… Es decir, estamos entrando en una nueva situación donde vamos a terminar haciéndolo absolutamente todo a través de las nuevas tecnologías. 

Otro efecto de las nuevas tecnologías es que «los malos se están organizando». Tenemos el caso de los pedófilos online, o el fenómeno de los incels, que afortunadamente no está muy desarrollado en España. ¿Qué supone el ciberespacio, en este sentido, como nuevo escenario? ¿Qué retos tenemos pendientes como sociedad?

Como sociedad, el reto que tenemos en primer lugar es darlo a conocer y que sepamos que están ahí. Considero que son mucho más peligrosos los pedófilos digitales que los incel (célibes involuntarios), que al fin y al cabo son grupos y foros de hombres frustrados sexualmente y que se organizan para culpabilizar a las mujeres de esa carencia de experiencias sexuales. Lo que sí nos tiene que preocupar es todo este grupo de personas que se están organizando, que tienen sus propios códigos, sus propias webs, sus propios blogs en los que, debido a sus distorsiones cognitivas, se apoyan unos a otros. Es sorprendente, pero resulta que no es ilícito crear una red ni un blog de sujetos que fantasean con menores. Tenemos que plantearnos como sociedad que, si bien es verdad que no podemos penalizar una fantasía, sí que tenemos que penalizar el hecho de que determinadas personas quieran incluso –y lo dicen así en sus blogs– legalizar esas relaciones sexuales con niños. Y eso está a un solo clic. Ves sus manifiestos, ves lo que piden, ves sus nombres y sus apellidos, y aquí sí que, como sociedad, deberíamos intervenir. 

Paz Velasco, autora de 'Homo Criminalis': «La agresividad forma parte de la naturaleza humana. La violencia, en cambio, se aprende» 1

Foto: Carola Melguizo | The Objective.

Abordas en tu libro el fenómeno de los copycat. Hay un tema de discusión apasionante que es el debate que existe en cuanto a la posibilidad de un efecto imitación cuando se publica la noticia de un nuevo feminicidio. En Homo Criminalis citas diversos estudios que sustentan esta tesis, aunque también citas tesis en sentido contrario. ¿Qué postura tienes personalmente ante este debate?

Yo creo que los medios nos tienen que informar, pero hay que tener en cuenta varias cuestiones: cómo se cuenta cuando ocurre un delito de violencia de género y qué es lo que se cuenta. A modo de ejemplo, pensemos en un sujeto que está dándole vueltas a la posibilidad de terminar con la vida de su esposa, porque resulta que hace unos meses ella le ha pedido el divorcio. Cuándo en los medios se dan determinados datos muy concretos sobre cómo es asesinada una mujer, en qué parte de la casa o cuál es la motivación del asesino, esta persona que está viendo la televisión y que ya tiene esa idea preconcebida de asesinar a su mujer, puede identificarse con este homicida y decirse a sí mismo: «Pues sí, fíjate, la ha matado por la misma razón que yo, le está pasando lo mismo que a mí, además sale en televisión, yo puedo ser como él», etc. A mí lo que me preocupa es esa identificación de un presunto homicida, o de un homicida latente, porque identifica que está viviendo la misma situación que están contando en televisión y porque hay veces que se dan detalles totalmente innecesarios. Se da la información de hasta el número de puñaladas que recibe la víctima y no hace ninguna falta. 

De hecho, en tu libro citas una frase del psiquiatra forense Park Dietz, que recomienda «dar estas noticias de la manera más aburrida posible».

Efectivamente. La sociedad necesita estar informada, pero habría que dar la información de la manera más aburrida posible y con la menor información posible, porque muchísimos sujetos se identifican con lo que ven en la televisión. 

Siguiendo las tesis de Vronsky, entre otros autores, en tu libro afirmas que se ha producido un descenso notable de la criminalidad. ¿A qué crees que se debe esto y qué crees que hemos hecho bien como sociedad para conseguirlo?  

Fíjate, una cosa muy curiosa es que, a nivel global, el índice de asesinos múltiples ha descendido. Sin embargo, en Estados Unidos aún no hemos completado la primera mitad del año y ya ha habido 276 tiroteos, de modo que también esto tiene que ver con el tipo de sociedad que analicemos. Hay una frase de Lacassagne que dice que «cada sociedad tiene el tipo delincuencia que se merece». En general, somos sociedades menos violentas porque culturalmente estamos evolucionando, es decir, hemos dejado atrás muchísimos de nuestros de nuestros rencores –esas pasiones y emociones de las que te hablaba al principio–; aunque también es cierto que tenemos ejemplos de países donde el PIB depende casi en exclusiva del narcotráfico o de la trata de personas o del crimen organizado. En general, somos unas sociedades menos violentas porque la cultura nos está convirtiendo en personas, si bien no más empáticas en todos los sentidos, sí capaces de trabajar más en grupo. Hay que reconocer que existe una mayor empatía hacia los menores y las mujeres. Por otra parte, ya no nos interesa ir a un cadalso a ver cómo ejecutan a una persona. Es decir, como sociedad hemos dado un paso muy importante, aunque va a seguir habiendo Estados y países en los que la violencia es la esencia de ese país. El hecho de que haya menos asesinos en serie, por ejemplo en Europa, es por la forma que tenemos de vivir. Sin embargo, ¿cuál el rasgo principal en Estados Unidos? La competitividad, la notoriedad, la fama, y como más fama se obtiene es convirtiéndote en un asesino mediático.

Por último, una cuestión de carácter más personal que supongo que tus familiares y amigos te habrán preguntado un millón de veces. Un buen día decides dedicarte a la criminología. Una profesión que tiene mucho de vocación, pero que por otra parte, es muy particular. ¿Cómo sobrellevas personalmente el estar en contacto a diario con este tipo de informaciones tan oscuras?

Es algo que, a la larga, pesa. Hay un principio en criminalística que dice que «toda interferencia y todo contacto deja una huella», y es así. Yo llevo muchos años trabajando en este tema, voy a prisión a hablar sobre todo con mujeres asesinas que están cumpliendo sentencia, y puedo asegurarte que ese tiempo te va dejando pequeños posos. Cuando hablo con asesinas o cuando analizo casos en mis propias investigaciones noto que siempre se me queda algo dentro. Yo peso 48 kilos pero realmente yo peso más de 100. Convivo con este lado oscuro, procuro que no me afecte, pero me afecta. Hay muchas cosas que no comprendes ni comprenderás nunca. Las entiendes desde un punto de vista criminológico, psicológico, psiquiátrico… Pero desde el punto de vista racional son imposibles de entender y ahí es donde más te pesan.

Fuente de la información e imagen: https://theobjective.com/

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Frenar la libertad

Por: Tahira Vargas García 

Tanto en el hogar, en la calle como en los centros educativos se educa con represión.

La libertad está intrínsecamente vinculada a la responsabilidad social, al ejercicio ciudadano y al desarrollo humano. Sin libertad no hay desarrollo humano.

El ejercicio ciudadano en nuestra sociedad es muy débil, nuestra población no tiene clara conciencia de sus derechos ni de su responsabilidad social. Esta responsabilidad social no se ha forjado, se ha aniquilado uno de sus principales cimientos, la libertad. Cada individuo se socializa en el miedo y en la represión en la familia, la escuela, el vecindario, los espacios laborales, la relación con el Estado y en la vida social.

La inexistencia de una construcción del sentido de responsabilidad se debe a la ausencia de libertad. Padres/madres, abuelos/as tías/os tienen miedo de ofrecerle a los/as niños/as y jóvenes espacios de libertad donde tomen sus propias decisiones y tengan control sobre lo que hacen.

Tanto en el hogar, en la calle como en los centros educativos se educa con represión, con sanciones permanentes, siempre es “no”, “no hables”, “no te pares”, “cállate”, “siéntate”, los mensajes principales están sustentados en prohibiciones y sanciones. Estas prohibiciones y sanciones generan rebeldía, agresividad, violencia y poca responsabilidad.

Ofrecerle libertad a la juventud no la convierte en una amenaza, por el contrario, la empodera e integra socialmente convirtiéndola en sujeto social.

Las instituciones sociales, escuela, familia, religiones, grupos sociales, instituciones públicas, partidos políticos, tienen miedo. Miedo a que la población adolescente y joven adquiera conciencia de derechos y asuman responsabilidad frente a su cuerpo, sus propios proyectos de vida, su conducta y su vida cotidiana.

Los conflictos intergeneracionales tienen así una matriz de miedo, resistencia al cambio, resistencia a la responsabilidad social. Así se fortalece el conservadurismo expandiéndose con ello las corrientes fundamentalistas religiosas, la intolerancia cultural, social, racial, sexual y a la diversidad en sentido general.

Ofrecerle libertad a la juventud no la convierte en una amenaza, por el contrario, la empodera e integra socialmente convirtiéndola en sujeto social.

El sostenimiento del miedo, las prohibiciones, exclusiones y represión a las libertades incrementan el autoritarismo, la violencia y la desigualdad. Necesitamos que todas las generaciones y personas asumamos sentido de responsabilidad y ejercicio ciudadano, respetemos la diversidad y rompamos con el miedo a la libertad.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY

Fuente: https://acento.com.do/opinion/frenar-la-libertad-8928653.html

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Libro: Bullying en la escuela: inquiriendo las razones promotoras de los conflictos «entre» y «de los» alumnos

Bullying en la escuela: inquiriendo las razones promotoras de los conflictos «entre» y «de los» alumnos

Luana Uberti. Maria Teresa Ceron Trevisol. [Autoras] 

ISBN 978-987-722-296-1
CLACSO. Mercado de Letras.
Buenos Aires.
Septiembre de 2017

La escuela no puede ser escenario de agresiones y conflictos constantes, pero debe sí, ser un espacio para la construcción de la ciudadanía global y de los procesos de transformación social, en colaboración con las familias, en una lógica de relaciones que valore y reconozca las diferentes competencias y respete las especificidades y el papel de cada uno. La investigación de Trevisol y Uberti nos hace recordar que la educación es una actividad creadora que prepara para la libertad, el crecimiento individual y el bien común. El bullying necesita ser desterrado del ambiente escolar para que las aulas se puedan convertir, efectivamente, en una red de relaciones solidarias y de inclusión para garantizar que los alumnos realmente vivencien su período escolar como aquel marcado por experiencias agradables, positivas e enriquecedoras.
Fuente: http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1287&pageNum_rs_libros=2&totalRows_rs_libros=1243

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Aprender enseñando

Porque gesticulen parecido, o sus ojos, nariz y boca muestren rasgos similares a los de su madre o padre, ello no otorga derecho a los progenitores para imponerles criterios negándoles el espacio a la confrontación de ideas.

Haberlos traído al mundo no concede patente para gobernarlos a ultranza. Y la experiencia como mamá o papá enseña que, en tanto vayan creciendo quienes una vez fueron parvulitos, más creatividad, lucidez, honestidad, transparencia, indulgencia, solidaridad y comprensión deberán derrochar los mayores, no solo para asistirlos en la toma de decisiones (que al final asumirán en honor a su independencia), sino en aras de preservar la confianza mutua que fortalezca el vínculo afectivo padres-hijos.

Una amiga de la juventud me comentó con cierto tono de queja en su entonación que su única niña —a quien le ha dedicado la vida entera— esgrime un comportamiento evasivo cuando la invita a hablar de determinados temas que le preocupan. Esquiva conversar de asuntos “delicados” y, sin embargo, se los consulta a una vecina igualmente “entrada en años”.

Sin ánimo de quedarme solo con la versión de una de las dos partes, fui al encuentro de la joven —conocida desde que nació— además de haber crecido y estudiado en las mismas escuelas de uno de mis hijos. Sentados en un banco del parque cercano a su casa le pregunté si depositaba toda la confianza del mundo en los criterios y consejos de su madre.

“¡Yo no desconfío de ella, pero cuando me quiere explicar algo emplea un tono de regaño y se contraría si no hago lo que me indica! Así es imposible entendernos. Prefiero no discutir y  evitar encontronazos, por eso me escurro hasta donde vive la vecina, una señora de la misma edad de mi mamá quien —quizá por no tener ningún vínculo sanguíneo conmigo, o por ser más condescendiente— habla con indulgencia hasta darme la vuelta por tal de hacerme entender cómo resolver ciertas cuestiones”, dijo la muchacha, hoy convertida en una universitaria con excelente aprovechamiento académico.

La letra con sangre entra. Así decían antaño quienes amarraban cortico a sus hijos imponiéndoles férreas conductas, cercenándoles sus libertades y en ocasiones frustrándoles sueños, sin que ello —cuando los muchachos entraran en la adolescencia— les garantizara tener allí la simiente de un hombre o una mujer de bien.

No pocos descendientes, ya en la adultez, lejos de experimentar agradecimiento y amor hacia sus padres, abrigan rencores y reproches contra aquellos que los abochornaban en público si hacían algo incorrecto cuando eran pequeños, o porque les pegaban en presencia de otros para corregir determinada falta. La violencia solo engendra violencia.

Desatar la agresividad para intentar reducir a la obediencia a los muchachos —ya sea diciéndoles palabras obscenas, recriminándolos o golpeándolos en presencia de conocidos o no— lejos de contribuir al respeto, conduce a la rebeldía. Y un joven rebelde, que lo niega todo y lo contradice todo porque nunca ha encontrado amor y comprensión, se torna en un problema para la sociedad.

Cualquiera de nosotros, madre o padre, ha enfrentado de­sa­venencias con sus hijos, es natural, máxime si en la convivencia diaria no todos tiran parejo del carro de los deberes hogareños. Quienes hayamos protagonizado algunos de esos enfrentamientos sabremos que el diálogo pausado, capaz de generar confianza mutua para resolver las diferencias, es la única vía de preservar el respeto y el amor para toda la vida.

Fuente del articulo: http://www.granma.cu/opinion/2015-08-27/aprender-ensenando

Fuente de la imagen:http://www.granma.cu/file/img/2015/08/medium/f0041927.jpg

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