Colombia / www.eltiempo.com / 12 de Julio de 2017
La educación es fundamental para la construcción del país en los próximos años.
La educación es el factor más importante alrededor del cual se deben implementar y gestionar las políticas de construcción de paz de los próximos años en el país. Un modelo educativo que, desde la educación básica hasta la superior, se construya alrededor de tres objetivos: el desarrollo de la creatividad, la tolerancia por la diferencia y el respeto hacia uno mismo y hacia los demás.
La educación como herramienta para el desarrollo sostenible:
En septiembre de 2016 fueron aprobados los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una hoja de ruta que todos los países deberán tratar de alcanzar al año 2030. El objetivo número cuatro, le apuesta a la construcción de una «educación de calidad”, que garantice inclusión, equidad y calidad; capaz de promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida, para todos.
Este objetivo parte de la idea de que cada país, de acuerdo con sus intereses políticos y económicos, deberá adoptar distintas medidas que le permitan transformar su sistema educativo de manera paulatina. En el caso de Colombia, aunque desde el año 2000 los distintos gobiernos han venido realizando importantes cambios que reflejan mejorías en algunos campos, el país sigue estando muy lejos de los estándares internacionales impuestos por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde).
En su reciente visita al país, el director de estudios de la Ocde, Álvaro Santos Pereira, subrayó esta realidad e indicó que ella se refleja en los resultados de las pruebas aplicadas en el país en 2015 por el Programa para la Educación Internacional de Alumnos (PISA).
El objetivo de estas pruebas es el de evaluar la calidad, equidad y eficacia de los sistemas educativos, tanto de países desarrollados como en desarrollo. Sin embargo, son muchas las críticas que, desde el ámbito académico, se hacen a estas pruebas, en especial por seguir reflejando un modelo de educación normalizada que no evalúa las verdaderas capacidades de los estudiantes, sino que sigue propendiendo por la medición de competencias y conocimientos de jóvenes provenientes de diversos sistemas culturales y sociales cuya riqueza intelectual proviene de otro tipo de herramientas.
Por ello, la visita del experto en educación Sir Ken Robinson a Colombia se enmarca en un histórico momento de transformaciones para el país; oportunidades que, de ser bien aprovechadas, pueden llegar a impactar la forma como reformulemos el país, al menos en materia de educación.
Desde 2006, las ideas de Robinson se volvieron virales a través de las redes sociales gracias a la conferencia titulada Las escuelas matan la creatividad que dictó a través de la plataforma TED talks. Desde entonces, sus investigaciones plantean que son las escuelas con sus rígidos y estandarizados planes de estudios los principales causantes de matar la creatividad de sus estudiantes. Y aunque las enseñanzas y experiencias que Robinson comparte se elaboran alrededor de la educación primaria, no hay razón para no pensarlas en el espectro de la compleja y cada vez más demandante educación superior colombiana.
En su libro Escuelas Creativas (2016), Robinson señala que «el desafío no consiste en reparar el sistema –educativo–, sino en cambiarlo; no se trata de reformarlo, sino de transformarlo». Nos enfrentamos a la necesidad de plantear un sistema educativo en el que primen las capacidades que cada estudiante posee más allá de los conocimientos que pueda adquirir. Tal vez la propuesta de Robinson de hacer de la educación un sistema orgánico que le permita a los estudiantes «realizarse como individuos y convertirse en ciudadanos activos y compasivos» no esté muy lejos de lo que este país podría estar requiriendo de sus profesionales, en especial ahora que se habla tanto de educación para la paz, para enfrentar el posconflicto.
De momento, si algo deja claro este experto en educación es que el primer cambio debe darse por los docentes quienes, al interior de las aulas de clase, deben generar y facilitar las herramientas para que los alumnos por sí mismos logren desarrollar sus capacidades, que no es otra cosa que encontrar lo que Robinson denomina el elemento, es decir, aquello que los entusiasma y los apasiona, algo que complemente su desarrollo profesional, pero, sobre todo, el personal. Los profesores, ojalá también los universitarios, deben fomentar, además, las condiciones óptimas para que los estudiantes logren despertar por sí mismos lo que denomina las ocho «c»: curiosidad, creatividad, crítica, comunicación, colaboración, compasión, calma y civismo.
El desafío no consiste en reparar el sistema –educativo–, sino en cambiarlo; no se trata de reformarlo, sino de transformarlo
¿Hacia dónde enfocar la formación profesional?
En los últimos años, hemos sido testigos de cómo diversos movimientos estudiantiles salen a las calles a pedir cambios al sistema educativo predominante; estudiantes cuyas competencias cognitivas adquiridas a lo largo de su ciclo de enseñanza no resultan suficientes para un mercado laboral que, según Robinson, exige «creatividad y pensamiento interdisciplinario».
¿Qué tan dispuestos o preparados estamos los docentes para ello? Siempre se pide responsabilidad y compromiso por parte de los estudiantes, pero ¿qué tanto se está motivando la investigación o facilitando el aprendizaje?; ¿qué tanto se está preparando integralmente a las nuevas generaciones para enfrentar su futura vida laboral? Y, por último, ¿qué tan capaces somos de generar espacios de innovación que no solo impliquen cambios o adquisiciones tecnológicas?
Si algo queda claro de las ideas de Robinson, respecto a este último cuestionamiento, es que, si bien la tecnología juega un papel fundamental dentro del proceso de transformación, no puede ser el único componente. Robinson además propone la construcción de planes de estudio diversos, profundos y experienciales y, por último, dinámicos, que no sean camisa de fuerza, porque si algo está claro es que el mismo método no sirve para todos. La transformación, de acuerdo con Robinson, pasa por promoción de la formación del profesorado.
La visión que Robinson comparte a través de sus conferencias y libros es una invitación a implementar pequeños cambios que produzcan verdaderas revoluciones del pensamiento. Cambiar e innovar no es sólo invertir en el desarrollo de tecnologías, es estar dispuestos a asumir el desafío de no remendar, ni estructurar el sistema, sino de transformarlo, en un proceso de abajo hacia arriba, que empiece en las aulas de clase y escale hasta los directivos y encargados del diseño de la política pública de educación.
Fuente: http://www.eltiempo.com/vida/educacion/los-cambios-que-necesita-la-educacion-colombiana-107930