Argentina / 11 de febrero de 2018 / Autor: Maximiliano Fernández / Fuente: Infobae
Un nuevo informe reveló también que en el país se recibe solo un 32% en tiempo y forma. En las instituciones estatales las cifras decaen. ¿Son más difíciles?
A cien años de la reforma universitaria, 2018 se presenta como el año para discutir a fondo la educación superior. En las últimas dos décadas, se produjo un crecimiento exponencial de todo el sistema, pero con una peculiaridad: las instituciones privadas a la cabeza. En el período 1995-2015, sus graduados incrementaron en un 338%, muy por encima del incremento que experimentaron las estatales: 137%.
«Tengamos presente que, así como el XIX fue el siglo de la escuela primaria y el XX de la secundaria, este siglo XXI es el de la universidad», concluye el informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina, perteneciente a la Universidad de Belgrano, aunque bien podría ser el principio. En el boletín se da cuenta de la expansión de la oferta universitaria. Pasó de 86 a 131 instituciones en los últimos veinte años: se incorporaron 18 universidades nacionales, 9 universidades privadas, 4 institutos universitarios estatales, 10 institutos universitarios privados, 3 universidades provinciales y una universidad extranjera.
La cantidad de estudiantes se duplicó en ese lapso. Los graduados también aumentaron. Antes egresaban 13 profesionales cada 10.000 habitantes. En 2015, se graduaron 29 cada 10.000. Sin embargo, la tasa de graduación sigue en lo más bajo de Latinoamérica. «La deserción es muy alta en nuestras universidades, tanto en estatales como privadas. La mitad de los alumnos de la universidad estatal no aprueba más de una materia por año», dijo a Infobae Alieto Guadagni, autor del informe.
«Los análisis cuantitativos son estilizaciones de la realidad que esconden, en términos educativos, una serie de complejidades que no se reflejan en un simple número», advirtió a Infobae Catalina Nosiglia, secretaria académica de la UBA. «Es una tarea pendiente mejorar las tasas de egreso, ayudar a que nuestros alumnos se gradúen, pero a nosotros no nos importa solo la cantidad, sino también la calidad. Debemos garantizar una mayor cantidad de graduación con calidad equivalente», continuó.
Según Guadagni, parte de la deserción universitaria se debe al bajo nivel con el que terminan los chicos argentinos el secundario y al ingreso irrestricto. Pese a ello, la expansión es indudable y en el sector privado mucho más acelerado. Tanto que triplicaron su cantidad de estudiantes y cuadruplicaron sus graduados. En la última década también se presentan diferencias: 85% más de egresados en las privadas contra solo un crecimiento del 29% en las públicas.
Hay más números a favor de las privadas. En 1995, el 84% de los ingresantes se anotaba en instituciones estatales. En 2015, en cambio, se redujo al 75%. En cuanto a los graduados, de la totalidad en 1995, el 79% provenía de universidades públicas. Ese número después cayó al 66%.
«Es una cuestión de necesidad e incentivos», explicó Juan María Segura, experto en innovación y gestión educativa. «Las privadas son administrativamente más eficientes: necesitan que el alumno aprenda, gradúe en tiempo y forma, y demuestre su valía en el mundo laboral. Este proceso les permite crear un prestigio fundamentado, que invita a otros candidatos a postularse, rendir un examen de ingreso y hasta pagar una cuota, que es más elevada cuanto mayor es el prestigio de esa casa de estudios», agregó.
Por su parte, Marcela Mollis, profesora e investigadora del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación (IICE) sostuvo: «Hay múltiples razones que explican el crecimiento sostenido de las privadas. Entre ellas, las modalidades pedagógicas de sus ofertas, con carreras cortas cercanas a las demandas del mercado laboral, que se adaptan más fácilmente a los perfiles de los estudiantes que reciben y reaseguran que culminen sus carreras».
En cambio, en las universidades públicas, continúa Segura, al recibir financiamiento garantizado por ley y no tener filtros de ingreso, la población de ingresantes es más «heterogénea y la vara de exigencia más difícil de establecer».
En el medio, surge otro indicador de relevancia: el de eficacia en la graduación, que contrasta cantidad de ingresantes con egresados al final del cohorte (siete años). Las cifras, una vez más, se presentan deficientes. En los países industrializados oscila entre el 70 y 90%, mientras que algunos latinoamericanos como Brasil (44%), Colombia (61%) y Chile (66%) también están por encima de Argentina, que registra un escaso 32% en el último período analizado.