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Dinamización en el aula: una forma de conseguir que el alumnado esté más activo

España / 22 de abril de 2018 / Autor: Ángel Fidalgo / Fuente: Innovación Educativa

Al comienzo de cada curso, y tras explicar algún concepto, suelo preguntar a mi alumnado si alguien tiene alguna duda. Ante su pasividad les pregunto si han entendido algo y con esto consigo que alguno sonría, pero tampoco hablan. Tras unos segundos de silencio pongo cara de preocupado y les digo que vamos a hacer una prueba que consiste en levantar un brazo. Tras ello les digo “me quedo más tranquilo, no hay problema físico, sino que realmente no hay dudas”

El alumnado suele ser pasivo durante una lección magistral, no suele preguntar, no suele responder cuando el profesorado hace una pregunta en clase. Sin embargo suele ocurrir algo curioso cuando se lanza un pregunta para que la contesten a través de un foro, o mediante una consulta a través del móvil, en ese caso mayoritariamente suelen participar. Lo mismo sucede si se les pide que incluyan todas sus dudas.

Se puede utilizar esta circunstancia para dinamizar la clase; es decir, para que el alumnado participe con su opinión o reflexión. Para ello basta utilizar un cuestionario, un foro, un grupo de Whatsapp, una red social o mediante Kahoot (encuestas a través del móvil)

Podemos crear un pequeño debate sobre un tema y utilizar los resultados del mismo para explicar ese tema. Siempre es posible encontrar alguna opinión que sirva como punto de partida para lo que deseamos explicar. También podemos utilizar los resultados de una encuesta para conocer los conocimientos previos del alumnado antes de explicar un tema, o para comprobar el grado de adquisición del mismo.

Es importante realizar estas micro-dinamizaciones en el aula y especialmente durante una lección magistral. Con ello conseguiremos varias cosas en el alumnado:

  • Que reflexionen sobre un determinado tema.
  • Que tengan una foto general sobre el conocimiento relacionado con un tema.
  • Que puedan crear conocimiento.
  • Que adquieran el hábito de participar en el proceso de aprendizaje.
  • Que tengan un descanso cognitivo activo (algo parecido a contar un chiste, pero sin desconectar del tema).

Es fácil, rápido, barato y muy eficaz. Así que ya sabe, en su próxima clase pruebe una micro dinamización, le gustará a usted y a su alumnado.

Fuente del Artículo:

Dinamización en el aula: una forma de conseguir que el alumnado esté más activo

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G-20 Educativo: Otro impulso a la mercantilización de la educación y el conocimiento

Argentina / 22 de abril de 2018 / Autor: Matías Caciabue / Fuente: Insurgencia Magisterial

Propuestas educativas respondiendo a criterios propios de la mercadotecnia.

La Sociedad del Conocimiento, con el saber cómo eje vertebrador de la acumulación de riquezas y la dominación política, se construye en base a la producción, circulación y apropiación privada del denominado conocimiento estratégico.

El conocimiento estratégico es el segmento del saber humano que logra acortar los tiempos sociales de producción y extracción del valor económico en cada momento histórico, el que puede realizar un rotundo cambio en la composición orgánica del capital, el que mejor consigue construir la organización de lo social, la hegemonía política o imponer, en su defecto, la dominación armada (militar, policial, paramilitar).

Lenin, en el prólogo de su libro sobre el Imperialismo como fase superior del capitalismo de 1917, le otorga ese atributo a los trenes y la industria ferroviaria. Perón, en sus reflexiones sobre la defensa nacional en los días previos al 17 de octubre de 1945, otorga esta singularidad al desarrollo de la industria pesada (maquinaria agrícola, transporte terrestre, aéreo y marítimo, entre otros).

En este siglo, podríamos afirmar que las industrias de la información y la comunicación digital, la nano y la biotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, y ciertas ramas del sector energético (nuclear, algunas renovables, petróleo de esquisto) son algunas de las áreas asignadas como de conocimiento estratégico.

Este debate está siendo tomado por el G-20, a pedido de Argentina, con la conformación del Grupo de Trabajo Educativo (GTE). Mercedes Miguel, la actual Secretaria de Innovación Educativa de la Nación sudamericana, es quien la está coordinando.

Formada en la Universidad Católica Argentina y en el ‘Institute for the Future of Learning’ de la Universidad de Harvard, “Michi” Miguel fue coordinadora del área de Educación de la Fundación Grupo Sophia, un think-tank argentino articulado a la aristocracia financiera global que aportó la primera línea de cuadros de la Alianza Cambiemos: Horacio Rodríguez Larreta (Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires), María Eugenia Vidal (Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires), Marcos Peña (Jefe de Gabinete de la Nación), Gustavo Lopetegui y Mario Quintana (responsables de la administración presupuestaria de la misma).

Miguel es la responsable de la implementación del programa gubernamental de inclusión digital denominado “Escuelas del Futuro”, muy controvertido entre actores institucionales y gremiales del sistema educativo.

Dicho programa prescinde de un diagnóstico actual de lo que pasa en la Escuela, sobrevalora la función de la tecnología digital en el proceso de enseñanza-aprendizaje, desdibuja los roles de docentes y estudiantes en el uso de las TIC´s en el aula, y formula una propuesta educativa respondiendo a criterios propios de la mercadotecnia.

La matriz de éste programa es la que pareciera estar guiando la discusión educativa del G-20. Al menos es la agenda que la presidencia argentina impulsa en las reuniones de “sherpas” de los días 12 y 13 de abril, 11 y 12 de junio y 3 y 4 de septiembre, que culminarán con una reunión de ministros de educación el día 5 de septiembre. La agenda de la globalización y la digitalización de la sociedad ordenan el debate educativo de este foro de países. La producción y la apropiación del conocimiento estratégico de la llamada “Cuarta Revolución Industrial” está reiteradamente explicitado en el G-20.

Se sabe que el G-20 es un espacio promovido como una especie de poder ejecutivo del Estado Global, ese difuso y líquido entramado institucional que la aristocracia financiera está construyendo junto con tratados económicos transcontinentales como el TPP-11, el TISA, el TIPP o el TLC del Mercosur con la Unión Europea.

De la poca información que circula, dada la ausencia de documentos públicos y de convocatorias a organizaciones de la sociedad civil, sorprende como se plantea la promoción de políticas de financiamiento internacional al sistema educativo, en sintonía con lo planteado en los mencionados TLC Globales en el área de servicios, donde se incluye, sin excepción, al sector educativo.

En una nota auspiciosa de las reuniones educativas G-20 del diario La Nación se afirma el impulso gubernamental a “políticas de gasto e inversión educativa más eficiente, que podrán ser acompañadas por mecanismos de financiamiento internacional”. Otro tanto se informa en una entrevista a Mercedes Miguel por parte del portal Infobae.

¿Qué parte de la educación necesita financiamiento internacional? ¿Qué se ofrecerá como contraparte? ¿Cuáles políticas se impondrán y cuáles no? ¿Cuál es el modelo de educación, ciencia y tecnología que se busca implementar? ¿Se convocará a los actores del sistema educativo y universitario a su implementación? ¿El G-20 sostendrá a la educación y al conocimiento humano como derechos de los pueblos o cómo servicios transables en un mercado mundial que tiende a concentrarse más y más? Éstos y muchos más interrogantes están abiertos a la espera de respuestas.

La presión por mercantilizar la educación y la creciente apropiación privada del conocimiento estratégico, es parte del torbellino planetario de centralización y concentración del capital, y de extracción de la mayor tajada de plusvalía por parte bancas de inversión, fondos financieros, bolsas, y empresas transnacionales en un súper nodo donde las 28 corporaciones financieras sistémicamente importantes trabajan con un activo consolidado de U$S1,82 millones cada una, es decir, mayor al PBI nominal de Argentina (0,54 millones de dólares), e incluso de Brasil, la novena potencia mundial (1,76 millones).

Estas corporaciones, protagonistas del control en la red financiera global, pueden llegar a tener al menos 7 escalones inferiores de empresas multinacionales subsidiarias controladas a partir de deudas y acciones. Al mismo tiempo, no escapan de su radio de influencia los propios Estados Nación a partir del control extorsivo de sus bonos de deuda (los llamados “fondos buitre”).

Discutir la propiedad, la producción, la circulación y la apropiación del conocimiento estratégico, así como la visión que orienta la educación en tanto proceso social, es discutir la posibilidad de una región y un mundo distinto. Los Pueblos de Latinoamérica debemos impulsar un debate en éstos temas y obligar a nuestros gobiernos a abrir a la sociedad su agenda de debate.

Fuente del Artículo:

http://insurgenciamagisterial.com/g-20-educativo-otro-impulso-a-la-mercantilizacion-de-la-educacion-y-el-conocimiento/

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¿Qué puede aprender Finlandia de Asia en educación?

 

Encontré este Ted Talk titulado «What the Finnish education system could learn from Asia» (Lo que el sistema educativo finlandés podría aprender de Asia, 2015). Valoro el sistema finlandés y no me atraen demasiado los sistemas educativos asiáticos, pero estuve dispuesta a sorprenderme, así que abrí el video.

La expositora, Hannamiina Tanninen, una muchacha finlandesa, dice que fue educada en dos de los mejores sistemas educativos del mundo: el de Finlandia, donde estudió los primeros doce años de su vida, y el de Hong Kong, donde estudió la universidad.

Hannamiina está preocupada con el descenso de Finlandia en el ranking de las pruebas PISA (el dibujo que acompaña el video, como se ve, muestra la torre Pisa diciendo: «Me estoy cayendo, como los resultados de Finlandia en PISA») y considera que, para que su país vuelva a «ocupar el lugar de mejor sistema educativo del mundo», le vendría bien aprender algunas cosas del modelo de Hong Kong.

Hannamiina recorre algunas de las grandes diferencias entre la educación de ambos países. Explica que:

En Finlandia
a) los estudiantes no la pasan muy mal
b) no tienen presión
c) toman pocas pruebas
d) hay baja jerarquía en las relaciones.

Los profesores son los mejores del mundo. No hay miedo al fracaso. No se agrupa a los alumnos según su desempeño o aptitud. No hay presión para ir a la universidad o para volver a tomar un examen.

En Hong Kong
a) los estudiantes deben esforzarse mucho
b) tienen gran presión
c) toman pruebas todo el tiempo
e) hay alta jerarquía en las relaciones.

Muchos suicidios. Largas jornadas de estudio. Abundantes deberes. Lo que cuenta es el esfuerzo. Los estudiantes empiezan la escolaridad antes que en Finlandia y trabajan duro.

¿Cuáles son las cuestiones que Finlandia debería aprender de Hong Kong, según Hannamiina? Ella las organiza en cuatro temas:

Problemas
– Finlandia clasifica los problemas en más dificiles y menos difíciles; los estudiantes que trabajan menos reciben los menos difíciles.
– En Hong Kong todos los estudiantes deben ser capaces de resolver problemas, los fáciles y los difíciles.


Talento

– Finlandia considera que el talento viene dado.
– Hong Kong ayuda al talento con esfuerzo y trabajo duro.

Competencia

– Finlandia desalienta la competencia y promueve la cooperación. No se propone ser el primero.
– Hong Kong promueve la competencia y dice abiertamente que quiere ser el primero.

Diversión y creatividad

– Finlandia considera que el aprendizaje debe ser entretenido, una experiencia agradable.
– Hong Kong entiende que no todo aprendizaje tiene que ser entretenido, que para obtener satisfacción en el largo plazo hay que sacrificar en el corto plazo.
Hannamiina concluye que: «Para que Finlandia vuelva a donde pertenece, deberíamos valorar el trabajo duro, dejar de dividir los problemas en menos difíciles y más dificiles, cambiar la manera en que vemos el talento (el talento es 99% trabajo duro), reconocer que estamos en una competencia y no tener miedo de que el aprendizaje no sea siempre divertido».

En otras palabras: Hannamiina quiere que Finlandia deje de ser Finlandia. Quiere eliminar del modelo educativo finlandés aquello que lo hace especial, admirable, único. Y todo, ¿para qué?. Para que vuelva a ubicarse en la cúspide de PISA.

El público le aplaude, algunos con gran aprobación. Y, como ellos, seguramente muchos en el mundo, aquellos que consideran que estar en el primer o en los primeros lugares de PISA es cuestión de vida o muerte, que la calidad de un sistema educativo se juega en el ranking de PISA, que no basta con estar entre los primeros.

Yo, por mi lado, sigo celebrando la poca importancia que le da Finlandia a las pruebas estandarizadas, a los rankings y a estar en el top, y la mucha importancia que le da al aprendizaje, a la motivación de los alumnos, y al bienestar de las familias. Sin duda hay cuestiones que Finlandia podría aprender de Hong Kong, pero no son éstas. Más bien, para alegría de sus niños y jóvenes, Hong Kong necesitaría relajarse un poquito y contagiarse del ethos finlandés.

Fuente del Artículo:

http://otra-educacion.blogspot.mx/2018/04/que-puede-aprender-finlandia-de-asia-en.html

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Inicio y fin de clases en América Latina

México / 22 de abril de 2018 / Autor: Juan Carlos Yáñez / Fuente: El Diario de la Educación

En estas semanas comenzaron las clases en el Cono Sur, mientras, el resto del continente nos acercamos al último tramo del año lectivo.

No hay momentos insignificantes en la vida escolar, pero es indudable que impactan más los de apertura y clausura, cuando se reavivan ilusiones, también algunas frustraciones, se encienden esperanzas y confirman augurios, cuando se cierran ciclos formativos y se abren las puertas de las escuelas para los nuevos ingresantes; cuando llegan los profesores a su primer día en el oficio y otros dicen adiós luego de muchos años.

La escuela pública es depositaria de la mayor cantidad de estudiantes en América Latina. Por ellas transitamos distintos caminos: unos, afortunados, tiempos más largos y exitosos, otros pisarán sus aulas por un tiempito y luego serán expulsados del paraíso escolar, víctimas de sistemas sociales crónicamente injustos con los que menos tienen.

A las escuelas las recordamos con amargura o cariño. Frei Betto, en su interesante diálogo con Paulo Freire, en Esa escuela llamada vida, confiesa haber sufrido más los años de la escuela secundaria que los años en la cárcel. A otros, cuando volvemos, nos rebrota la nostalgia y evocamos tiempos idos, como fotografías antiguas deslizándose lentamente.

La escuela es la segunda casa, el sitio donde más aprendemos después del cobijo familiar, al amparo de unos maestros más o menos calificados, más o menos comprometidos, con directores diligentes y sensibles, o autoritarios y demagógicos. En muchas escuelas, el director es también el profesor, el asistente, el que afana pisos, el que elabora oficios, quien trabaja con uno, dos, tres o todos los grados escolares.

La escuela pública en nuestro continente es expresión de su diversidad y heterogeneidad, de inequidad e injusticia. Hay escuelas y escuelas. Escuelas públicas para las élites (colegios privados al margen), escuelas buenas, escuelas mediocres y malas escuelas, escuelas repletas de carencias, o “no escuelas”, porque carecen de edificios, servicios y mobiliarios básicos. Centros de primera, de segunda, de tercera.

Las escuelas latinoamericanas son como los países: como ellos, palpitan y albergan lo más valioso del presente y futuro de sus pueblos. Los centros escolares no redimirán del pecado de la pobreza, la humillación del hambre, de la impunidad o el cinismo de la clase política, pero son semilla de la cual germinan vidas distintas.

La escuela pública es, de México a la Patagonia, símbolo de la esperanza de millones y millones de latinoamericanos, pese a las carencias, a políticas con frecuencia desatinadas, con financiamientos crónicamente insuficientes, a veces empantanadas o convertidas en botines políticos.

No todo es negro. Hay progresos en América Latina. Es indudable. Ecuador o México, por ejemplo, extendieron la escolaridad y ya es obligatoria desde preescolar hasta la enseñanza media: a 15 años de educación tienen derecho los habitantes de esos países; y en otros la tendencia avanza en ese rumbo. Luego los resultados caminan más lento o dispares: no ingresan todos, no todos los que ingresan terminan, y entre los que concluyen, a veces la calidad de aprendizajes es pobre.

América Latina es un continente en sí mismo. Contraste puro. Cuba es ejemplar en sus niveles de calidad educativa, sin las brechas oprobiosas de casi todos los demás. Brasil, el gigante convulsionado por la corrupción gubernamental y el cinismo, patenta doctores como brotan futbolistas geniales de sus playas y favelas; sus universidades están entre las mejores de nuestro subdesarrollo.

El gran reto educativo en América Latina, el derecho a la educación con calidad, no se puede desligar jamás del derecho a asistir a la escuela y aprender para la vida, asignatura suspendida todavía. Y cada inicio de clases, o cada fin de ciclo, son momentos propicios para recordarnos progresos, pero también urgencias, para acelerar el paso con firmeza y certidumbre, con esperanza, como enseñara Paulo Freire.

Fuente del Artículo:

Inicio y fin de clases en América Latina

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Cuando los estudiantes tienen una estructura para el pensamiento, surge un mejor aprendizaje

Estados Unidos / Autor: Katrina Schwartz / Fuente: Compartir Palabra Maestra

Siempre ha sido un reto enseñar para que haya entendimiento, por lo cual el Proyecto Cero de Harvard ha intentado descubrir cómo lo hacen los mejores maestros.

En medio de las discusiones sobre estándares de contenido y currículos y estrategias de enseñanza, es fácil perder de vista las metas más importantes de la educación, como son el dar a los estudiantes herramientas para profundizar su entendimiento cuantitativo y cualitativo del mundo. Siempre ha sido un reto enseñar para que haya entendimiento, por lo cual el Proyecto Cero de Harvard ha intentado descubrir cómo lo hacen los mejores maestros.

Algunos maestros hablan de la metacognición con sus estudiantes, pero a menudo simplifican el concepto describiendo solo una de sus partes: pensar sobre el pensamiento. Los maestros buscan que los estudiantes hagan una pausa y se den cuenta cómo y por qué están pensando y vean el pensar como una acción que están realizando. Pero en estas discusiones a menudo se quedan por fuera otros dos componentes esenciales de la metacognición: monitorear el pensamiento y dirigir el pensamiento. Monitorear es cuando un estudiante está leyendo y se detiene al darse cuenta que realmente no está entendiendo el significado de las palabras. Más importante, dirigir el pensamiento es cuando un estudiante puede recurrir a estrategias de pensamiento específicas para reorientar o cuestionar su propio pensamiento.

“Tener una rica base metaestratégica para el pensamiento nos ayuda a aprender en forma más autónoma, dijo Ron Ritchhart, investigador asociado senior de Proyecto Cero, durante una conferencia de Learning and the Brain. «Si no tenemos esas estrategias, si no somos conscientes de ellas, estamos esperando que otra persona dirija nuestro pensamiento».

Ayudar a los estudiantes a ‘aprender a aprender’ o, en los términos de Ritchhart, a convertirse en ‘pensadores metaestratégicos’ es crucial para el entendimiento y para volverse estudiantes de por vida. Para descubrir qué tan conscientes son los estudiantes de su pensamiento a diferentes edades, Ritchhart ha trabajado con escuelas en el desarrollo de ‘culturas del pensamiento’. Su teoría es que si los educadores pueden hacer más visible el pensamiento y ayudar a los estudiantes a desarrollar rutinas sobre el pensamiento, entonces se profundizará lo que piensan sobre todas las cosas.

Su investigación demuestra que cuando a los estudiantes de cuarto grado se les pide desarrollar un mapa conceptual sobre el pensamiento, la mayor parte de su lluvia de ideas se centra en lo que piensan y dónde lo piensan. «Cuando los estudiantes no tienen estrategias para el pensamiento, así es como responden – qué piensan y dónde piensan», dice Ritchhart. Muchos estudiantes de quinto grado empiezan a incluir en sus mapas conceptuales categorías generales de pensamiento tales como ‘resolución de problemas’ o ‘entendimiento’. Son cosas asociadas con el pensamiento, pero muchos estudiantes de quinto aún no mencionan el proceso de pensar.

En sexto, algunos estudiantes empiezan a incluir en sus mapas estrategias de pensamiento tales como ‘concentrarse’ o ‘no dejarse enredar por cosas irrelevantes’. Pero en noveno, muchos estudiantes incluyen en sus mapas conceptuales estrategias específicas para el pensamiento tales como ‘hacer conexiones’, ‘comparar’ y ‘descomponer las cosas’.

Ritchhart analizó a 400 estudiantes de una escuela y se concentró en cultivar una cultura del pensamiento. El estudio no tenía grupo de control, pero Ritchhart logró registrar el desarrollo de la metacognición desde el grado cuarto al 11.

«En esencia, los estudiantes lograron un avance de dos años y medio respecto a lo que podría esperarse solo de maestros intentando crear esa cultura del pensamiento», afirma Ritchhart. Él admite que el estudio no es definitivo pero a su modo de ver, es una prueba de que cuando los maestros se concentran en estas ideas, observan mejoras.

¿CÓMO PUEDEN AYUDAR LOS EDUCADORES?

En una cultura del pensamiento, el estudiante reconoce que el pensamiento colectivo e individual es valorado, visible y activamente promovido como parte de la experiencia diaria habitual de todos los miembros del grupo. Este tipo de cultura puede existir en cualquier lugar en que aprender sea parte de la experiencia, como la escuela, las actividades después de clase o los programas de los museos.

Para ayudar a concretar más estas ideas, Ritchhart y sus colegas han estado trabajando en la creación de una lista corta de ‘jugadas del pensamiento’ relacionadas con el entendimiento. Para probar si estas jugadas eran realmente cruciales, los investigadores se preguntaron si un estudiante podría decir que realmente entendía algo si no se había involucrado en la actividad. Consideran que las ‘jugadas del pensamiento’ claves que llevan al entendimiento son:

  • Nombrar: ser capaz de identificar las partes y piezas de una cosa
  • Indagar: las preguntas deberían impulsar todo el proceso
  • Examinar diferentes perspectivas y puntos de vista
  • Razonar con base en evidencia
  • Hacer conexiones con el conocimiento previo a través de áreas temáticas, incluso con la vida personal
  • Destapar la complejidad
  • Captar el corazón y llegar a conclusiones sólidas
  • Desarrollar explicaciones, interpretaciones y teorías.

Todas estas jugadas del pensamiento permiten concluir que el aprendizaje no se da simplemente con la entrega de información. «El aprendizaje ocurre solo cuando quien aprende hace algo con la información», dice Ritchhart. «Por lo tanto, como maestros debemos pensar no solo en cómo transmitir el contenido, sino también en qué le pediremos a los estudiantes que hagan con dicho contenido».

Una forma sencilla de empezar a pedir a los estudiantes que sean más metacognitivos es reservar tiempo para reflexionar sobre el pensamiento. Pedirles que piensen sobre la clase e identifiquen los tipos de pensamiento que usaron a lo largo de ella. Así, no solo se desarrolla el vocabulario sobre el pensamiento, sino que a menudo se da a los estudiantes la confianza de nombrar estrategias de pensamiento específicas que usaron. Tomarse este tiempo para reflexionar también recuerda a los estudiantes que hicieron un trabajo real durante la clase.

RUTINAS DE PENSAMIENTO

Para entender cómo los maestros hacen visible el pensamiento, Ritchhart analizó a maestros que eran muy eficaces ayudando a los estudiantes a adentrarse más allá de la retención superficial de información, en la verdadera comprensión del material, en cuanto a la relación de este con sus demás estudios y con su vida. Se dio cuenta de que ninguno de ellos daba una clase sobre el pensamiento.

«Tenían rutinas y estructuras que sostenían y apoyaban el pensamiento de los estudiantes», dice Ritchhart. El hallazgo llevó a que él y a sus colegas de Proyecto Cero crearan «rutinas de pensamiento» que todos los maestros pueden usar para ayudar a los estudiantes a desarrollar hábitos de la mente que generen más entendimiento.

Una forma de desarrollar una cultura del pensamiento es tomar una de las rutinas de pensamiento diseñadas por Proyecto Cero y usarla repetidamente en diversos contextos. En lugar de probar cada rutina una vez, aplicar una rutina en numerosas formas ayudará a que se vuelva más habitual el pensar de cierta manera. Al igual que otras normas, se convierte casi en una expectativa en el aula.

Un ejemplo que va más allá del aula K-12 viene de la Escuela de Medicina de Harvard, donde los instructores tenían dificultades entrenando a los estudiantes para escuchar a los pacientes y hacer diagnósticos sólidos con base en los síntomas que escuchaban. La escuela de medicina hizo un experimento ofreciendo a los estudiantes un módulo electivo en el que participaban una vez a la semana en una clase de bellas artes y usaban la rutina de pensamiento de «ver, pensar y preguntarse» para contemplar el arte. Al cabo de 10 semanas, todos los estudiantes de medicina eran evaluados en diagnóstico clínico y los que habían practicado el «ver, pensar y preguntarse» habían mejorado mucho más que los que no habían participado.

«Una de las razones por las que las llamamos rutinas de pensamiento es que mediante su uso, pensar se vuelve rutinario», dice Ritchhart. El Proyecto Cero está trabajando con maestros en todo el país para que apliquen rutinas de pensamiento en el aula. Muchos han reportado que los estudiantes, después de hacer las rutinas en forma estructurada varias veces, empiezan a usar los protocolos en forma natural para todo.

Fuente del Artículo:

https://compartirpalabramaestra.org/columnas/cuando-los-estudiantes-tienen-una-estructura-para-el-pensamiento-surge-un-mejor-aprendizaje

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Escritos Pedagógicos. Tólstoi y la Escuela de Yásnaia Poliana

Españ / 15 de abril de 2018 / Autor: Miguel Ángel Ruiz Domínguez / Fuente: Yosoytuprofe

León Tolstói, considerado uno de los más importantes autores de la literatura universal,  nació en el seno de una familia aristocrática, de madre condesa, Mariya Tolstaya y padre conde Nikolái Ilich Tolstói. Cursó estudios de Derecho y Lenguas Orientales en la Universidad Estatal de Kazán, pero abandonó pronto sus estudios. Tras la Guerra de Crimea alcanza una gran popularidad tanto en Rusia, su tierra natal, como en el resto del mundo. Entre sus obras destacan “Los Cosacos” (1863), “Guerra y Paz” (1865), “Ana Karenina” (1875), “La muerte de Iván Illich” y “Resurrección” (1899).

En su juventud, su naturaleza inquieta le llevó a realizar varios viajes por Europa interesándose por conocer el sistema educativo occidental. Tras su regreso a Rusia, Tolstói terminó poco convencido de lo que había visto en su viaje y, con espíritu revolucionario,  decide fundar en 1859 la escuela Yásnaia Poliana en su finca para los hijos pobres de los campesinos.

Es en esta escuela donde desarrolla el análisis sobre la cuestión pedagógica que se desarrolla en las páginas de este libro “Escritos Pedagógicos, Tolstói y la Escuela de Yásnaia Poliana”. Un análisis cualitativo, con alto grado de subjetividad, donde relata, casi con actitud narrativa, los acontecimientos y vivencias de la escuela.

En estas páginas podemos observar los principales rasgos de su creación marcada por un matiz profundamente humanista. Esta obra, pese a tener un destacado carácter pedagógico, es una carta abierta al mundo. De este modo, sus seguidores literarios podrán encontrar de nuevo a Tolstói en su pura esencia, con la misma limpieza en la mirada, con la capacidad de descripción de la naturaleza humana en su plenitud.

Su particular forma de leer el mundo, vinculada a los primeros cristianos e influida fuertemente por Rousseau, le llevó a mantener una postura altamente libertaria, con un sentido práctico de la no violencia y el respeto por la libertad y la  individualidad. De esta forma, se apuesta por la no obligatoriedad en la asistencia a la escuela e incluso a realizar o no las actividades que el maestro proponía si así el alumno lo veía conveniente.

Buscaba encontrar caminos del aprendizaje estuvieran libres de opresión. Entendiendo así que la “educación” entendida hasta el momento era un mecanismo de alineamiento del individuo, de adoctrinamiento en aquello que consideramos bueno.

“La educación es la acción coercitiva y forzada de una persona sobre otra con el fin de transformarla en lo que consideramos bueno; la formación, en cambio, es la relación libre entre individuos sobre la base de la necesidad de uno de adquirir conocimiento y de otro de transmitir lo que sabe.” Pág. 225

 

En este sentido, no apuesto por una metodología fija. Deja libertad plena también al maestro para que encuentre sus propias herramientas, desde la pasión por aquello que hacen, la honestidad y la entrega.

 

El mejor maestro será aquel que tenga cada vez a mano la solución para el problema que haya frenado a un alumno.” Pág. 335

 

De igual modo, encontraremos al Tolstói inquieto, aquel que se sorprende con la capacidad del ser humano desde la inocencia, desde la pureza, además del reflexivo, preocupado por encontrar una sociedad con un sentido de la justicia elevado y culto.

 

“He aquí la cuestión que no hemos podido llegar a resolver: para que el pueblo se instruya, es imprescindible que este tenga la posibilidad y el deseo de leer buenos libros, los buenos libros están escritos en un lenguaje que el pueblo no comprende; para aprender a entenderlos se debe leer mucho; para tener ganas de leer se debe poder comprender… ¿Dónde está el error? ¿Qué hay que hacer para salir de esta situación? Pág. 119

 

Les invito a leer sus obras, todas. Pero si las novelas se les hacen muy largas y están deseando acercarse a su trabajo, este libro es una buena manera de comenzar la lectura de una de las mayores figuras de la historia.

Fuente del Artículo:

Escritos Pedagógicos. Tólstoi y la Escuela de Yásnaia Poliana

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Innovación educativa para la innovación social

España / 15 de abril de 2018 / Autor: José Blas García Pérez / Fuente: jblasgarcia.com

ESCENARIOS EDUCATIVOS

Que la escuela no es el único lugar de encuentro y de aprendizaje es algo que ya hemos asumido los docentes del siglo XXI. En una sociedad hiperconectada, los escenarios educativos reales y virtuales se multiplican como sitios de encuentro, de relación, de socialización y de aprendizaje de conceptos, de procedimientos y de habilidades para la vida.
La familia, el barrio e Internet se configuran como lugares de «extensa comunicación» en esta sociedad XXI. Una sociedad donde los centros educativos están mutando (necesitan transformarse) desde la posición de «centros de enseñanza» a «espacios estratégicos para el aprendizaje» y así no perder el rol de «escenario intensivo para desarrollo personal, convivencia y socialización de niños y adolescentes».

EDUCA LA TRIBU

Desde el siglo XX, con la universalización de la escolarización, a la ‘Educación’ se nos ha asignado responsabilidades «de constructores» de ciudadanía que hemos asumido sin rechistar. Paralelamente también se nos han achacado fracasos y problemáticas sociales que «debíamos resolver». Por contra, poco a poco, se nos ha restado profesión, se nos ha automatizado y burocratizado, se nos ha «estandarizado» como forma curricular «de control», y así se nos ha eliminando cualquier viso de ejercer una necesaria y responsable autonomía en la utilización de «herramientas las profesionales».

«Es decir, se nos pide que demos respuesta a unas problemáticas sociales, pero, al mismo tiempo, se nos «obliga» a desarrollar un currículo alejado de la realidad social, de sus problemáticas y sus necesidades.»

DE NUEVO, TRIBU

No es nuevo, (aunque lo parezca): «para educar a un niño siempre se ha necesitado a la tribu entera».
Por ello, es necesario ser de nuevo tribu. Es preciso, por un lado, que los diferentes subsistemas sociales recuperen sus propias responsabilidades y posibilidades; y, por otro, que en la escuela rompamos nuestra endémica balcanización y seamos capaces de tejer proyectos en formato tándem con los demás subsistemas, donde el pedaleo deba ser acompasado, cooperativo y entusiasta para buscar –entre todos– alternativas educativas que mejoren el desarrollo personal y social de todos los ciudadanos… utilizando todas las miradas y aprovechando todos los frentes. Es este un pilar básico de la construcción del bien común.

BIEN COMÚN

La búsqueda del bien común se intuye como una utopía necesaria para la trasformación social. Es más, se dibuja como el plan en el que la escuela puede tomar el papel cooperador para la mejora de la vida de los ciudadanos y por tanto, de la sociedad. Persevero en la idea de que la transformación social puede conseguirse a través de la educación y la escuela como constructor básico de del necesario concepto «bien común».
Para este fin, en otro artículo anterior me preguntaba si es posible diseñar centros educativos que se erigiesen como centros de innovación y mejora social de su comunidad o si hablamos de una utopía.

«¿es posible conseguir que cada escuela, cada centro de educación secundaria, cada facultad y centro universitario se convierta en «start-ups» social; en impulsores de una primavera sociocultural permanente; en diseminadores de las bases para asentar una sociedad innovadora, basada en valores y derechos humanos?»

Pregunto a directivos y líderes de centros educativos, a docentes de todas las etapas, si las escuelas pueden atraer en el entorno más próximo a su comunidad educativa iniciativas varias y así crear en el barrio «pequeños Silicon Valley» donde desarrollar propuestas, a modo de proyectos educativos de cultura social. Y si esto ocurre, me pregunto si las autoridades educativas pueden etiquetar a estos centros como Centros de Calidad en Educación, con grandes carteles en sus puerta que sean una forma de aplaudir estas inicativas.
La respuesta es rotunda:Sí se puede. Claro, siempre que consideremos que el desarrollo emocional y social es imprescindible como «contenido» curricular de la educación, especialmente en la básica y obligatoria. El problema es que no se puede evaluar, no se puede medir… ¡solo se puede sentir!… y los sentimientos se escapan del control estandarizado.
No es una utopía. En mi región, y en otras, ya se están desarrollando programas, como el de Educación Responsable, un programa desarrollado en colaboración con la Fundación Botín, que favorece el «crecimiento físico, emocional, intelectual y social de las personas, promueve la comunicación y mejora la convivencia en los centros escolares» a partir del trabajo con docentes, alumnado y familias.

INNOVACIÓN EDUCATIVA E INNOVACIÓN SOCIAL

¿Podemos desarrollar en la escuela las competencias tecnológicas y científicas necesarias para progresar y prosperar profesionalmente y abandonar las competencias necesarias para ser ciudadanos comprometidos con el bien común? ¿Pueden haber cientos de empresas que apoyen la digitalización de las aulas y muy pocas que aporten recursos y apoyen la humanización de las mismas?
¿Qué sucederá en la sociedad si continuamos la búsqueda de la excelencia desde la competitividad y descuidamos el potencial de la educación para el conocimiento de uno mismo, para promover la cohesión social, el respeto para todos y el reconocimiento de la diversidad como esencia humana?
Igualar innovación únicamente con el uso de medios tecnológicos es una forma reducida de entender la innovación en los centros educativos. Es una miopía de análisis de las necesidades del alumnado del siglo XXI. Es evidente que cada vez tenemos más medios, formación y conocimientos para, incluso, saturar de tecnología las aulas.
Si observamos, los cambios sociales están ralentizados, de hecho, si analizamos pareciera que van a peor:

  • La sociedad continúa albergando y consintiendo situaciones de injusticia.
  • Las brechas laborales, sociales y económicas son cada vez mayores.
  • La permisividad con la guerra que provocan exilio, terror y muerte en miles de ciudadanos, incluyendo niños, es cada día más invisible en nuestro paisaje.
  • Las disputas económicas, territoriales, de poder, de competición por ser mejor, por tener más, por vivir –supuestamente– mejor… son cada día más desgarradoras.
  • La utilización de la tecnología big data y los datos de facebook para conocer nuestra vida consumista, desarrollar mejor la industria, para dirigir los mercados, la intención de voto… sirven para diseñar nuevas formas de esclavitud… pero no las utilizamos para saber qué necesidades son acuciantes en grupos de personas, los sufrimos de medio mundo, qué nos provoca enfermedades incurables, qué cuestión esencial nos falta para completar de forma plena nuestra corta vida…

¡Cuánto cambiaría el mundo si las empresas tecnológicas se preocuparan de las personas y no del mercado!

Personas ≠ Mercado

A MODO DE EPÍLOGO

Tras este panorama –pelín catastrofista– dibujamos un escenario mucho más alentador: la innovación genuina en educación implica cambios estructurales y sustanciales en el qué y en el cómo de la educación y, como tal, muchos docentes somos conscientes de que nuestra actividad se debe orientar a la justicia escolar y social, y por ello estamos generando condiciones para que todos los sectores sociales y educativos, sin excepción, se puedan beneficiar del cambio educativo.
No es discutible que la innovación es uno de los retos de la educación el S. XXI, pero tampoco debería serlo la idea de que transformar la escuela implique, no sólo el desarrollo de innovaciones tecnológicas, sino, y esencialmente, que conlleve repensar interrogantes, a menudo, invisibles en los debates de los claustros educativos:
  • ¿Qué se hace en la escuela?
  • ¿Cuál es su papel?
  • ¿Por qué modelo social se apuesta?
  • ¿Cómo el centro educativo puede ayudar a construir una sociedad mejor?
  • ¿Cómo centrar la acción de la escuela para que repercuta directamente en la vida de las personas?
  • ¿Cómo elegir los conocimientos que son importantes para nuestra vida, para hacernos felices y para hacer felices a los que nos rodeen?
  • ¿Cómo implicar a toda la comunidad en estas decisiones que les afectan y darles voz?
La innovación educativa no debe ser superficial, no puede ser de lavado de imagen. Es preciso que la innovación implique promover cambios pedagógicos u organizativos concretos , que nos hagan mirar hacia una nueva lectura consensuada y un nuevo aprendizaje colectivo sobre los principales problemas que acechan la sociedad:
  • La falta de equidad y de consideración hacia lo diverso.
  • La falta de respeto por la naturaleza, los recursos de la misma y los seres vivos.
  • La desigualdad en la distribución de la riqueza, entre alumnos, familias y centros educativos.
  • El desequilibrio en la distribución de poder.
  • La falta de un diseño de alta atención, es decir, de acompañamiento, escucha y personalización de los procesos de aprendizaje constituye un acuciante problema.
Parece claro que el reto de la educación en el siglo XXI no consiste simplemente en el dominio de los contenidos del conocimiento científico o el uso de tecnologías, sino también el conocimiento de uno mismo y el control de los procesos que nos sirven para aprender y desarrollar valores que nos ayuden a entender el mundo como desarrollo del bien común. La ciencia y la tecnología sin humanidades no son relevantes para las personas.
 
«Los sentimientos se escapan del
control estandarizado»
La dicotomía entre ciencias y humanidades es ya un pensamiento del pasado.
En una sociedad cuya principal característica es el cambio tecnológico continuo, parece que la mayor innovación educativa sea prepararnos en habilidades básicas, personales y sociales que NO tengan obsolescencia programada.

«Ninguna innovación educativa deberá considerarse tal, a menos que sirva para enseñar a ser, para mejorar las relaciones humanas y para dejar un mundo mejor, más humano a nuestros hijos y nietos.» J. Blas Garcia

Fuente del Artículo:

http://www.jblasgarcia.com/2018/04/innovacion-educativa-para-la-innovacion.html

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