Por Educación 3.0
Psicóloga, directora del Equipo de Atención Temprana de Ávila de la Consejería de Educación de Junta de Castilla y León y colaboradora de diferentes proyectos con Down en España, Sonsoles Perpiñán ha escrito ‘Tengo un alumno con síndrome de Down’ (Narcea Ediciones). Hemos hablado con ella de su nuevo trabajo y de la inclusión en el aula de estos alumnos.
¿Cómo surge la idea de este libro y desde qué punto de vista lo ha escrito?
Mi trayectoria profesional ha estado muy vinculada al entorno Down. He tenido muchos alumnos con síndrome de Down y he podido aprender con ellos, sus familias y tutores. Lo he escrito desde la perspectiva de la escuela porque pensé que era muy importante mostrar lo que pasa en ella cuando llega un niño con una discapacidad intelectual. Me parecía interesante que las familias conocieran las emociones de los docentes y -sobre todo- acercar el entorno escolar al familiar. Es imprescindible la colaboración y comprensión mutua.
¿Qué van a encontrar en él educadores y familias?
Lo primero, una reflexión sobre la realidad de la inclusión educativa. En mi trayectoria profesional he pasado por muchas escuelas y he vivido en primera persona las dificultades de los profesionales para incluir a niños con necesidades educativas especiales, pero también he tenido momentos mágicos comprobando el efecto positivo de esta inclusión sobre otros niños, el profesorado y familias.
También ofrezco información actualizada sobre cómo es el perfil de aprendizaje específico de los niños con síndrome de Down, sugerencias para aprovechar sus puntos fuertes y sus capacidades, e ideas sobre cómo trabajar con ellos. El objetivo es mostrar posibilidades para que el profesional pueda elegir o probar algunas de ellas y así mejorar la calidad de su respuesta educativa a la diversidad.
¿Qué le diría al docente que por primera vez da clase a un alumno con síndrome de Down?
Le diría que no tenga miedo, que su alumno con síndrome de Down es por encima de todo un niño y que aunque tiene algunas necesidades especiales comparte con todos los demás la mayoría de sus características: le encanta jugar, las canciones, los cuentos, le llama la atención todo lo que ocurre a su alrededor, y aunque aprende más despacio, también aprende. Que todas sus habilidades como docente son fantásticas e igualmente válidas para este niño.
«El trabajo en equipo rompe el aislamiento y la ansiedad, anima a probar, a aportar entusiasmo y facilita la tarea diaria»
Por otro lado, le explicaría que no está solo y que sus compañeros están ahí para ayudarle, que entre todos será más fácil. El trabajo en equipo rompe el aislamiento y la ansiedad, anima a probar, a aportar entusiasmo y facilita la tarea diaria. Además la familia del niño será su principal aliada.
¿Cómo es el proceso de inclusión de un alumno con síndrome de Down en las aulas?
No es una tarea fácil. Requiere de recursos personales y materiales, además de mucha flexibilidad por parte del sistema educativo. El niño con síndrome de Down tiene derecho a compartir la escuela con sus compañeros y a una educación de calidad donde se consideren sus características y necesidades. En la etapa de Educación Infantil es más fácil puesto que el currículo es mucho más flexible, pero en Primaria y Secundaria las cosas se complican porque las diferencias entre este alumno y los demás son cada vez mayores.
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Los docentes tienen que adaptar sus metodologías, cambiar estrategias e incorporar algunas a las que no están acostumbrados. Estos primeros momentos son muy importantes porque es donde se va a asentar la inclusión. Que la escuela comprenda la situación emocional de la familia y que ésta sepa reconocer las dificultades de la escuela en una actitud de respeto mutuo y colaboración será clave para evitar conflictos innecesarios e iniciar una trayectoria realmente constructiva. Y desde luego tenemos que mirar al niño, su bienestar e integración social, buscando alternativas para que puedan aprender a desenvolverse en el futuro.
¿Qué elementos deben tenerse en cuenta?
La primera es el trabajo en equipo. Debe contar con los recursos personales necesarios: los profesores especialistas en pedagogía terapéutica y audición y lenguaje le van a dar mucha seguridad, porque hay contenidos que se trabajarán individualmente aliviando la carga del tutor. Creo imprescindible crear una cultura de centro donde la inclusión sea un auténtico valor. Entre todos tenemos que ir alimentando esta cultura de tal modo que -cuando es real- ningún docente que tiene en su aula un niño con necesidades educativas especiales lo va a vivir como una carga sino más bien como una oportunidad.
Otros elementos importantes son la coordinación con las familias y el empleo de metodologías didácticas apropiadas. Pero sobre todo creo que hay que reflexionar sobre algunos conceptos. Hay tener claro que significa incluir, que no es hacer lo mismo y del mismo modo, sino responder a las capacidades y a las necesidades de cada uno; qué significa hacer una adaptación curricular;o cuál es el papel de los profesionales de la escuela o las propias familias.
¿Qué estrategias educativas son más efectivas a la hora de trabajar con estos estudiantes?
Hay que buscar aprendizajes funcionales, no podemos insistir en conocimientos si estos no les van a ser útiles para su vida cotidiana. Asimismo, el uso de apoyos visuales es una estrategia muy importante para estos niños. Aprenden mejor por la vía visual y necesitan manipular para aprovechar su potencial y su capacidad de memoria procedimental. No nos sirven las largas explicaciones, es mejor que manipulen los materiales y además tienen que practicar muchoporque olvidan con facilitad.
«Hay que buscar aprendizajes funcionales con los alumnos que tienen síndrome de Down. No podemos insistir en conocimientos si estos no les van a ser útiles para su vida cotidiana»
Tenemos que considerar que son niños con un gran potencial para detectar señales emocionales, captan muy bien la comunicación no verbal y son muy sensibles a la interacción social. Su enseñanza debe basarse en la comunicación, es decir, disfrutar de la relación con ellos porque cuando se sienten aceptados y valorados aumenta enormemente su motivación por aprender.
Es muy interesante el aprendizaje mediado y la gestión del tiempo cuando trabajamos con niños con discapacidad intelectual. Ellos son más lentos, necesitan más tiempo para comprender y para responder. Es el adulto el que tiene que adaptarse y no pretender apremiar al alumno para que su ritmo se ajuste al de la mayoría.
Y para terminar es imprescindible asentar nuestras acciones educativas sobre la cultura del logro. Tenemos que acostumbrarlos a mirar en positivo, a buscar los avances en vez de significar los hándicaps. Se trata de trazar una trayectoria ascendente donde se busca el logro de pequeños objetivos ajustados a las capacidades reales del niño. La percepción de éxito es muy importante, no solo para el niño sino también para los adultos que le rodean. Mirar sus logros nos permite ilusionarnos y trabajar con más motivación.
¿Qué valoración realiza de la integración de estos niños en las escuelas?
Hoy en día, en nuestro país, la mayoría de los niños con síndrome de Down están escolarizados en centros ordinarios, sobre todo en las primeras etapas. La legislación ampara este derecho y creo que hemos avanzado mucho.
Es verdad que todavía nos encontramos experiencias dolorosas de familias en las que se les dice que su niño no puede estar en ese colegio o situaciones donde la respuesta no es de calidad. Pero a mí me gustaría significar la cantidad de experiencias exitosas de inclusión educativa en las cuales los tutores hacen una labor magnífica.
Creo que podemos decir con satisfacción que la escuela es más inclusiva de lo que era, aunque todavía nos quede mucho camino por recorrer. Atender la diversidad en un aula con 25 niños, todos ellos diferentes, es complejo. Todavía necesitamos aumentar la formación de los profesionales de la escuela y concienciar a la administración educativa de la importancia de disponer de recursos para poder atender mejor las necesidades diversas de nuestros niños.
Hay algunas familias que eligen otra modalidad de escolarización en centros específicos de educación especial cuando las necesidades de sus hijos no pueden atenderse en los centros ordinarios. Las personas con síndrome de Down son muy diferentes entre sí y auque la mayoría tienen una discapacidad cognitiva moderada o ligera, un pequeño porcentaje presenta una discapacidad grave o posee otras discapacidades asociadas, por lo que pueden necesitar otra modalidad de escolarización.
Yo creo que, en general, los niños con síndrome de Down se benefician de la inclusión educativa en recursos educativos ordinarios. El modelo de los demás niños es muy positivo para ellos, ya que aprenden mucho por imitación y además la interacción con sus compañeros les motiva mucho a la hora de poner en práctica todas sus capacidades.
Por otra parte, estoy convencida de que esta inclusión beneficia sobre todo al resto del alumnado. Educar es acompañar a los niños en su preparación para la vida. Y en su futuro, estoy segura de que será mucho más útil haber aprendido empatía, tolerancia, solidaridad y generosidad que dominar muy bien otras estrategias académicas.