Estos son los cambios sociales y políticos por pandemia de coronavirus: filósofo surcoreano

Redacción: Sipse

La virología desempodera a la teología. Todos escuchan a los virólogos, que tienen soberanía absoluta de interpretación de la pandemia por coronavirus, afirma Byung-Chul Han.

La pandemia por coronavirus ha significado un parteaguas para la sociedad actual, ha obligado a replantear los modelos económicos, educativos y sociales que actualmente imperan en las naciones. Debido a ello un reconocido filósofo asegura que “Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”.

Han compartió con el medio internacional 9 definiciones de la pandemia, que de acuerdo con su criterio filosófico seducen al mundo del 2020:

“El coronavirus está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad. Con la Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo».

Segunda definición

“La pandemia no es solo un problema médico, sino social. Una razón por la que no han muerto tantas personas en Alemania es porque no hay problemas sociales tan graves como en otros países europeos y Estados Unidos. Además el sistema sanitario es mucho mejor en Alemania que en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Italia”.

“El segundo problema es que la Covid-19 no sustenta a la democracia. Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas. En la crisis, las personas vuelven a buscar líderes. El húngaro Viktor Orban se beneficia enormemente de ello, declara el estado de emergencia y lo convierte en una situación normal. Ese es el final de la democracia”.

Cuarta definición

“Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierten en objetos de vigilancia digital. El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud”.

Quinta definición

“El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte. Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud”.

“La pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que habíamos suprimido y subcontratado cuidadosamente. La presencia de la muerte en los medios de comunicación está poniendo nerviosa a la gente. La histeria de la supervivencia hace que la sociedad sea tan inhumana. A quien tenemos al lado es un potencial portador del virus y hay que mantenerse a distancia. Los mayores mueren solos en los asilos porque nadie puede visitarles por el riesgo de infección. ¿Esa vida prolongada unos meses es mejor que morir solo? En nuestra histeria por la supervivencia olvidamos por completo lo que es la buena vida”.

Séptima definición 

“Por sobrevivir, sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía. Con la pandemia además se acepta sin cuestionamiento la limitación de los derechos fundamentales, incluso se prohíben los servicios religiosos. Los sacerdotes también practican el distanciamiento social y usan máscaras protectoras. Sacrifican la creencia a la supervivencia. La caridad se manifiesta mediante el distanciamiento. La virología desempodera a la teología. Todos escuchan a los virólogos, que tienen soberanía absoluta de interpretación. La narrativa de la resurrección da paso a la ideología de la salud y de supervivencia. Ante el virus, la creencia se convierte en una farsa”.

Octava definición

“El pánico ante el virus es exagerado. La edad promedio de quienes mueren en Alemania por Covid-19 es 80 u 81 años y la esperanza media de vida es de 80.5 años. Lo que muestra nuestra reacción de pánico ante el virus es que algo anda mal en nuestra sociedad”.

Novena definición filosófica sobre la Covid-19

“La Covid-19 probablemente no sea un buen presagio para Europa y Estados Unidos. El virus es una prueba para el sistema. Los países asiáticos, que creen poco en el liberalismo, han asumido con bastante rapidez el control de la pandemia, especialmente en el aspecto de la vigilancia digital y biopolítica, inimaginables para Occidente. Europa y Estados Unidos están tropezando. Ante la pandemia están perdiendo su brillo. El virus no detiene el avance de China. China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era”.

Fuente: https://sipse.com/mundo/filosofo-surcoreano-revela-cambios-sociales-y-politicos-por-pandemia-de-coronavirus-366216.html

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El día que cambió el curso de la educación superior

Por: Observatorio de Innovación Educativa

El título universitario fue, por generaciones, el billete de entrada por excelencia al mundo laboral y un pasaporte para ingresar en la clase media. Sin embargo, los cambios políticos, sociales y económicos de la última década y un mercado laboral volátil han impactado profundamente en el valor percibido de la educación superior.

Una fecha en particular cambiaría el curso de la historia en la próxima década. El 15 de septiembre de 2008, el banco de inversión estadounidense, Lehman Brothers, se declaró en quiebra, afectando a los mercados financieros mundiales y desencadenando la Gran Recesión en Estados Unidos. Esta crisis tuvo un impacto significativo en las universidades estadounidenses. En el corto plazo, las instituciones de educación superior bajaron los costos de la matrícula para atraer a alumnos de nuevo ingreso.

En el largo plazo, las consecuencias de estas crisis fueron más trascendentes. Tras la Gran Recesión, la elección de una carrera de esta generación de estudiantes se enfocó en un solo objetivo: empleo. Un estudio realizado entre 1966 y 2015 en Estados Unidos para conocer las tendencias de más de 10 millones de estudiantes de nuevo ingreso, encontró que a partir de 2008, la razón principal para ir a la universidad es asegurar un trabajo bien remunerado. Antes de esto la motivación era aprender sobre un tema o disciplina que les interesaba en particular. Es así como la generación tras la crisis económica se enfocó en aquellas carreras mejor pagadas y con mayor demanda en el mercado laboral. Una encuesta realizada por MindAmerica de la Universidad Nazarena, encontró que de los 2000 estudiantes encuestados, el 20 % respondió que no ingresó a la carrera que pretendía estudiar. ¿La razón? El mercado laboral. El 62 % respondieron que su decisión de carrera había estado influida por el mercado laboral, mientras que el 55 % dijo que habría elegido una completamente distinta si el dinero no hubiera sido un factor. Esta mercantilización de la educación y la presión por realizar estudios en áreas “prácticas” y de alta demanda laboral, ha llevado al declive de las humanidades.

Si a estos datos agregamos la precariedad de los trabajos y las necesidades cambiantes del mundo laboral, no es de extrañar que en la actualidad se esté cuestionando el valor de ir a la universidad. La Gran Recesión no solo afectó a Estados Unidos, esta crisis financiera se expandió rápidamente por todos los países en desarrollo, siendo Europa oriental y Asia central las regiones más afectadas. El deterioro económico se vio reflejado en medidas de austeridad y altas tasas de desempleo. Entre 2008 y 2009 el desempleo aumentó más del doble en países como Estonia, Letonia y Lituania, y la región total registró un aumento de 9,4 a 12,2 millones de desempleados durante este periodo. Mientras que el desempleo juvenil alcanzó niveles récord (el 38,6 % en España). En Asia central, particularmente en Kazajistán, las mujeres y los jóvenes fueron los primeros en experimentar los efectos de la desaceleración económica. De acuerdo con datos del Banco Mundial, la tasa de participación femenina en el mercado laboral disminuyó del 66,4 % en 2014 a 65,7% en 2015. Mientras que la tasa de desempleo juvenil aumentó del 6,8% en 2013 al 8,3% en 2015. Estos son los datos de desempleo oficialmente registrados pero se estima que el porcentaje es mayor ya que el empleo informal es alto (25,1 %) en esta región y el número de trabajadores por cuenta propia es también significativamente alto. Por ejemplo, según datos de 2014, en Kazajistán el 30 % de su fuerza laboral eran trabajadores por cuenta propia. En Tayikistán y Kirguistán, el 47,8 % y el 43,3 % de la fuerza laboral, respectivamente, tiene un estatus de “autoempleados”.

A pesar de esto, la universidad sigue siendo el mejor camino, al menos el más directo, hacia el progreso económico. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de EE UU, la brecha salarial entre aquellos con un título universitario y aquellos con un título de bachillerato se encuentra en un nivel récord. Según estos datos, los empleados con doctorado tienen un salario semanal promedio de 1825 dólares, los que tienen un título universitario ganan semanalmente 1198 dólares en promedio, mientras que aquellos que solo cuentan con estudios de bachillerato obtienen tan solo 730 dólares. La diferencia es significativa.

En el caso de España, la educación superior contribuye de manera similar a mejorar la empleabilidad y el nivel de progresión social. De acuerdo con el informe más reciente publicado por La Universidad Española en Cifras, elaborado por la CRUE, los españoles que cuentan con estudios superiores tienen un porcentaje de empleabilidad del 89 % a diferencia del 54 % de aquellos que solo cuentan con educación secundaria superior. En las tasas de desempleo también se puede observar el impacto del nivel de estudios. De acuerdo con el mismo informe, durante la crisis, los egresados universitarios resistieron mejor la degradación del mercado laboral. A finales de 2017, España registró que un 16,7 % de su población activa estaba en paro, contra un 9,3 % de la población activa en paro con estudios superiores.

No obstante, con la precariedad del mercado laboral mundial y los altos costos de la educación superior (en el caso de Estados Unidos, particularmente), no debe sorprendernos que tanto padres de familia como estudiantes, esperen un significativo retorno de la inversión de sus estudios universitarios. Si bien en la mayoría de los países europeos los costos de la matrícula son bajos o, en ocasiones, nulos, es importante que la crisis de la deuda estudiantil que se vive en EE UU no nos resulte ajena. Los prestatarios actualmente deben más de 1,5 mil millones de dólares en préstamos estudiantiles, un promedio de 34.000 dólares por persona. Y en este sentido, un tema que ha afectado profundamente la reputación de las universidades es la denominada “inflación de credenciales”.

La inflación del grado universitario

En todo el mundo, los empleadores exigen, cada vez más, títulos universitarios para puestos que anteriormente no requerían tales credenciales. Este fenómeno, conocido como inflación de credenciales, inflación de grados, obsesión por la certificación o simplemente “titulitis”, está afectando no solamente a las universidades sino también la competitividad laboral y perjudicando ampliamente a la clase media. Un reciente informe de la Escuela de Negocios de Harvard, encontró que el 67 % de las ofertas de trabajo para puestos de supervisor requieren hoy títulos de licenciatura, creando una “brecha de grado” del 51 %, es decir, la diferencia entre el porcentaje de ofertas de trabajo que requieren un título universitario y el porcentaje de trabajadores que tienen un título universitario. Otras ocupaciones donde la inflación de credenciales es particularmente evidente incluyen: secretarias, asistentes administrativos, supervisores de obreros y personas que trabajan cuidando niños.

La razón de esta “inflación de credenciales” se remonta de nuevo a la Gran Recesión, cuando la cantidad de personas que buscaban trabajo superó la cantidad de vacantes, muchos empleadores agregaron requisitos de estudios superiores a las ofertas de trabajo como una forma de reducir el número de candidatos. En consecuencia, las maestrías son hoy el grado de más rápido crecimiento. Tan solo en Estados Unidos, 2 de cada 25 personas de 25 años o más tienen una maestría. Aproximadamente la misma proporción que tenían un bachillerato en 1960. Es así como el título universitario se ha convertido en el nuevo título de bachillerato, o la mínima credencial requerida para obtener incluso el trabajo más básico.

En el caso particular de España el fenómeno de la “sobrecualificación” es preocupante. De acuerdo con un informe de la Fundación Conocimiento y Desarrollo (CYD), en 2017 el 35,6 % de los egresados universitarios que trabajaban lo hacían en puestos para los que se requería una formación menor, en comparación con el 23,2 % que se registra en promedio en países de la Unión Europea. Mientras que, según datos del Observatorio de Empleabilidad y Empleo Universitario, 3 de cada 10 empleados trabajan en puestos por debajo de su cualificación.

Este panorama puede parecer, a simple vista, beneficioso para las universidades pues se pensaría que cuanto mayor sea el número de personas que ingresan a la universidad, más ingresos recibirán estas. No obstante, aunque en España el nivel de escolarización en educación superior de los jóvenes de 20 a 24 años es superior (35,8 %) al de países como Francia, Italia y Reino Unido, solo el 32,92 % de los jóvenes que ingresan a la universidad tienen la probabilidad de finalizar sus estudios de grado.

La universidad hoy

Ante este panorama, el papel actual de las universidades como principales proveedoras de profesionistas no es sostenible. Ni todos los jóvenes tienen que asistir a la universidad, ni todas las universidades tienen que cargar por sí solas con el peso de formar a la totalidad de la fuerza laboral.

Gracias a esta obsesión por la certificación y “titulitis” nos hemos olvidado de que la universidad no es el único camino hacia buenas oportunidades de desarrollo. La Formación Profesional (FP) también ofrece vías de crecimiento para quienes la universidad no es la mejor opción, ya sea por razones económicas o personales. En términos de Formación Profesional, el sistema alemán es una referencia en Europa y en el mundo. El programa de formación dual profesional de Alemania, también conocido como VET (por sus siglas en inglés) o FP Dual, es la ruta que alrededor de medio millón de jóvenes toman hacia una profesión especializada cada año. Algunos datos clave para entender el éxito de esta son: cerca del 51 % de los trabajadores en Alemania son formados en este programa. El 68 % de los estudiantes alemanes que lo cursan consiguen un empleo. Además, durante la FP Dual, los estudiantes reciben un salario promedio mensual de 908 euros brutos al mes.

Para 2030 España necesitará más empleados con estudios de Formación Profesional (el 65 %) que universitarios o profesionales con cualificaciones superiores (el 35 %). Esto, de acuerdo con datos del informe Skills Forecast, elaborado por la agencia Cedefop de la Unión Europea. Esta previsión supone nuevos desafíos para el país ya que tiene una de las peores tasas de escolarización en FP de grado medio de todos los países de la OCDE, el 12 % frente al 26 % promedio de esta organización.

Si bien los datos duros de empleabilidad indican que ir a la universidad sigue valiendo la pena, medir el valor de la universidad a través de salarios e ingresos, comercializa y minimiza el verdadero valor de la educación superior.

Más allá de encargarse de la formación de trabajadores, las universidades deben formar ciudadanos y apoyar en la construcción de soluciones a los problemas globales, sirviendo de palancas para impulsar la movilidad social y el crecimiento inclusivo de las sociedades. Pero ¿cómo pueden las universidades adaptarse a las exigencias del mundo actual sin perder su esencia?

Lifelong learning: el aprendizaje no termina en la universidad

En el pasado, una formación universitaria era suficiente para encontrar un trabajo estable que permitiera a las personas independizarse económicamente. La fórmula —ve a la universidad, estudia, gradúate, consigue un trabajo y jubílate— funcionó para muchas generaciones, pero tras la Gran Recesión la realidad hoy en día es más compleja.

Esta problemática mundial, más la brecha de habilidades que se ha desencadenado por el ritmo tan rápido de los avances tecnológicos, ha llevado a que personas que ya cuentan con estudios universitarios tengan que volver a la universidad para capacitarse, ya sea a través de un posgrado o cursos en habilidades específicas demandadas por el mercado laboral.

Es así como las unidades de formación profesional, educación continua y en línea de las universidades, tendrán un papel primordial en la formación no solo de las nuevas generaciones de profesionistas sino también en la formación continua y a lo largo de la vida de aquellas personas que necesiten actualizarse constantemente. Las universidades deben servir a todos los ciudadanos, no solo al grupo de 18 a 24 años en el que se han enfocado en el pasado.

Diversas universidades ya se están preparando para recibir a este nuevo tipo de estudiantado. Más que estudiantes “no tradicionales”, el nuevo perfil de estudiante universitario será vitalicio, un estudiante que nunca se desligue completamente de su universidad y regrese constantemente a ella conforme lo vaya necesitando.

Además, será esencial que las universidades adopten normas inclusivas de edad para dar respuesta a la diversidad no solo del estudiantado sino de todas las personas que están alrededor de la universidad. Actualmente, existen 51 universidades en todo el mundo que forman parte de lo que se conoce como la Red Global de Universidades Amigables con la Edad. Para formar parte de esta red, una universidad tiene que cumplir los 10 principios que la Universidad de la Ciudad de Dublín ideó cuando lanzó esta iniciativa en 2012. Pero además de cumplir con estos principios, ser una universidad amigable con la edad significa no solo pensar en estudiantes mayores, sino también en los profesores, el personal de apoyo y administrativo, exalumnos y residentes de la comunidad.

Si tomamos en cuenta que la esperanza de vida ha aumentado en la mayoría de los países, no solo nuestro tiempo de vida se está alargando, también los años que estaremos activos intelectual y profesionalmente. Según datos de un estudio realizado por la Universidad de Washington, España será el país con mayor esperanza de vida en el año 2040, si las tendencias actuales continúan. ¿Están las universidades preparadas para recibir a esta nueva demografía estudiantil?

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/el-dia-que-cambio-el-curso-de-la-educacion-superior

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El Salvador: Jóvenes piden a políticos invertir en la educación y en salud

Centro América/El Salvador/23 Julio 2017/Fuente:elsalvador /Autor: José Zometa

Tras participar en seminario de CREO, presentaron a los partidos sus propuestas de políticas públicas

Solucionar el problema de la corrupción, invertir más en la educación y generar más empleos y oportunidades son parte de las propuestas que presentaron los jóvenes participantes en el seminario: Promueve tu País, a los representantes de los partidos políticos invitados.

Al cierre del seminario organizado por la iniciativa ciudadana CREO, se invitó a los dirigentes de todos los institutos políticos con representación en la Asamblea Legislativa, pero solo asistieron Mauricio Interiano, por ARENA; y Rodolfo Parker, por el PDC.

A ellos les entregaron las propuestas de políticas públicas que elaboraron los jóvenes que asistieron al seminario.

Dichas propuestas hablan de combate a la corrupción, de reformas legales para que la elección de diputados sea por distritos. Pero los jóvenes hicieron énfasis en invertir más en la educación y en el sistema de salud.

El presidente de ARENA, se comprometió a analizar las propuestas e impulsarlas en la Asamblea Legislativa.

Parker pasó al frente y agradeció a los jóvenes la invitación pero luego se retiró, antes de la presentacion de las propuestas preparadas por los jóvenes.

Fuente de la noticia: http://www.elsalvador.com/noticias/nacional/376985/jovenes-piden-a-politicos-invertir-en-la-educacion-y-en-salud/

Fuente de la imagen: https://cdn-pro.elsalvador.com/wp-content/uploads/2017/07/22155548/Fusades2.jpg

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La revolución muerta y la revolución latente

Por: ZÓSIMO CAMACHO

Desde hace algunos sexenios, el 20 de noviembre es una fecha que busca ocultarse. Los gobernantes en turno, obligados a referirse a la efeméride, “celebran” la Revolución mexicana casi a escondidas, con malabares discursivos para reivindicar la lucha que estalló contra el régimen de Porfirio Díaz y, sin sonrojarse, decir que el actual gobierno es heredero de aquella lucha emancipatoria.

Traición sobre traición, la Revolución mexicana (“interrumpida”, señala Adolfo Gilly) fincó su desaparición desde el mismo momento en que se consolidaba. Aquellos logros (apenas algunos de los que demandó todo el movimiento armado) plasmados en la Constitución de 1917 siempre fueron letra muerta (nada más hay que ver lo que el texto constitucional dice acerca del salario mínimo) o, bien, fueron erradicados de la carta magna mediante las reformas estructurales de corte proempresarial (disolución de los ejidos, fin de la propiedad comunal, retroceso en materia de derechos laborales, privatización del petróleo…).

El desmantelamiento del país, ha implicado que hoy como Constitución exista un engendro con más de 700 reformas. Los presidentes más “reformadores” han resultado ser los dos últimos: Felipe Calderón hizo 110 cambios; Peña Nieto, en lo que lleva en la Presidencia, ha decretado 147 reformas. Conociendo las capacidades de estos gobernantes y los intereses que defienden, ya podemos imaginar el desastre cometido en el texto Constitucional.

Para muchos, la Revolución está muerta y no hay manera de recuperarla. Y es que resulta menos difícil, por ejemplo, redactar una nueva Constitución que tratar de recomponer la actual. Por ello, esta revolución, políticamente, ya está bien muerta y enterrada… El asunto es que al finalizar un proceso, surge otro. Y para este otro ya hay camino andado. De hecho, el movimiento social y el movimiento armado de hoy se nutren de las epopeyas magonistas, zapatistas y villistas, principalmente: los revolucionarios que perdieron y cuyas demandas y postulados sólo fueron reivindicados tibiamente en algunas partes de las leyes y en el discurso político de los jilgueros del sistema. Los “revolucionarios” que ganaron no cuentan con el respaldo popular: ¿alguien reivindica en las calles, en las marchas, en el movimiento social a Carranza, Obregón o Calles? Por supuesto que no.

Se estima que el Partido Liberal Mexicano que protagonizó las huelgas e insurrecciones de 1906, que desembocaron en la Revolución de 1910, llegó a tener más de 20 mil combatientes. Anarquistas (además de Ricardo y Enrique Flores Magón, también figuraban Práxedis G Guerrero y Librado Rivera, entre muchos otros), perdieron pronto militarmente pero constituyeron el principal referente teórico y social de todo el movimiento armado.

El Ejército Libertador del Sur, encabezado por Emiliano Zapata, llegó a contar con más de 30 mil combatientes y cientos de pueblos insurgentes: comunidades indígenas y campesinas de Morelos, el Estado de México, el Distrito Federal, Puebla y Guerrero. Se enfrentaron directamente al ejército porfirista, al que derrotaron en el sitio de Cuautla. Influenciados por el magonismo, redactaron el Plan de Ayala, que se resume en dos frases: “La tierra es de quien la trabaja” y “Tierra y Libertad”, de influencias anarquistas.

El otro movimiento armado cuyo legado pervive hasta nuestros días es el de la formidable División del Norte, con un número indeterminado de decenas de miles de combatientes y 20 cuerpos militares entre estado mayor, dorados, brigadas, tercias y fracciones. Probablemente este ejército irregular encabezado por Francisco Villa ha sido la guerrilla más numerosa en la historia del Continente, que además podía recorrer grandes distancias y sostener batallas fuera de los territorios de los campesinos que lo nutrían: Chihuahua, Durango, Coahuila, Sonora, Zacatecas.

El triunfo esporádico de la Revolución fue captado por la cámara de Casasola, cuando el 6 de diciembre de 1914 las tropas villistas y zapatistas ingresaron a la Ciudad de México, entraron al Palacio Nacional y Pancho y Emiliano pudieron bromear entorno a la silla presidencial. Lo que vino después para la Revolución fueron pérdidas, fracasos y traiciones.

Otra oleada de revolucionarios vendría después, en la década de 1950, con el movimiento del zapatista Rubén Jaramillo, en Morelos, y para las décadas de 1960 y 1970 las decenas de guerrillas que irrumpieron en el escenario político y social, entre las que destacamos al Grupo Popular Guerrillero (encabezado por Arturo Gámiz y Pablo Gómez), la Unión del Pueblo (fundada por Tiburcio Cruz Sánchez, Héctor Eladio Hernández Castillo y José María Ortiz Videz), el Partido de los Pobres y su Brigada Campesina de Ajusticiamiento (cuyo principal líder era Lucio Cabañas), la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (encabezada por Genaro Vázquez) y, entre muchas otras, la Liga Comunista 23 de Septiembre (la organización revolucionaria de tipo urbano más importante de los últimos tiempos y de la cual Arturo salas Obregón fue uno de los principales dirigentes).

En las páginas de Contralínea hemos dado cuenta de que para los organismos de seguridad y defensa nacionales hoy existen cinco movimientos insurgentes (guerrillas) y alrededor de 50 grupos y células de insurrección anarquista. Cada uno, por su lado, hace la revolución, aunque por tal concepto tengan proyectos muy distintos.

Las guerrillas son el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la formación más numerosa y con mayor impacto desde la Revolución; el Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (evolución de la Unión del Pueblo); la Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo; el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente, y el nuevo grupo del que dimos cuenta en semanas pasadas y que, según los órganos de inteligencia, aglutina a exintegrantes de otras guerrillas y nuevas generaciones de combatientes con mayor “radicalidad de lucha”. En efecto, no son los únicos movimientos armados. Otros no han desaparecido del todo pero se encuentran en un periodo de silencio y retraimiento. Algunos más están en proceso de integrarse o reintegrarse a alguna de las formaciones citadas.

En otro carril avanzan los grupos anarquistas de corte insurreccionalista, aquellos que han optado por combatir frontalmente y ahora al capitalismo y al Estado. Hoy representan una “amenaza” mayor, según los organismos de seguridad nacional.

Sirva el aniversario del inicio de la gesta de la década de 1910 para reflexionar acerca de la lucha armada y la Revolución: la muerta y la latente, aquella que hoy se construye lentamente y que casi siempre se antoja lejana, pero que, por momentos, parece estar a la vuelta de la esquina.

Fuente: http://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/index.php/2016/11/20/la-revolucion-muerta-y-la-revolucion-latente/

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El giro “kirchnerista” de Macri

Por: Fernando Rosso

La realidad impone a Cambiemos avanzar hacia menos de lo mismo. El 2017 como la nueva madre de todas las incógnitas.

«El Presupuesto del año que viene no tiene grandes cambios respecto a la política populista de Cristina Kirchner», afirmó recientemente el economista Guillermo Nielsen en declaraciones a radio El Mundo.

Según varios analistas que reconocen granos de verdad en la sentencia del exsecretario de Finanzas de Roberto Lavagna, esta continuidad en el cambio se produce porque el Gobierno optó por subordinar la política económica a la contienda electoral de 2017. De ahí que el Presupuesto proponga más gasto en obra pública y un déficit fiscal similar al actual.

La realidad es que medido con su propia vara, el oficialismo está fracasando en todos los terrenos del plan original: no logró bajar el déficit fiscal, la inflación ahora moderada a golpes de enfriamiento terminará en un porcentaje alto cuando cierre el año y licuó parcialmente las supuestas ventajas “competitivas” de la devaluación, el salario real perderá alrededor de 10 puntos porcentuales promedio, pero la pauta fijada por el macrismo a principios de su gestión (25 %) fue superada. La principal medida de disciplinamiento fue el temor a los despidos, a partir de la campaña contra los estatales de principios de año y ataques varios en empresas privadas.

La propuesta más estratégica de un supuesto cambio de paradigma: del consumidor al inversor, fue un ostentoso relato que se desvanece con la realidad de los números crudos.

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, afirmó semanas atrás que desde la salida del default hubo anuncios de inversiones por más de 25 mil millones de dólares a desembolsarse en los próximos años.

El periodista del sitio Chequeado.com, Matías Di Santi, revisó ese dato en fuentes oficiales y constató que del ranking de los diez principales anuncios (que suman 17 mil millones de dólares), el 50 % se hizo antes del balotaje, el 23 % entre el balotaje y la salida del default y sólo el 27 % se produjo pos acuerdo con los buitres.

Para el consultor Dante Sica, cercano al macrismo, en Argentina «de 2008 a 2016, las inversiones promediaron 82.690 millones de dólares anuales, lo que representa el 16,4 % del PBI». Según Sica, el país necesita 131 mil millones de dólares para alcanzar un crecimiento más o menos equilibrado. Conclusión: faltan unos 50 mil millones anuales de inversiones nuevas. Lo anunciado es escaso para el “crecimiento equilibrado”. Último dato no menos importante: todavía son anuncios y todo el mundo conoce la distancia que puede separar a las palabras y las cosas en el universo del capital.

Cuando se apagaron las luces del esplendoroso Mini-Davos, se enciende el frío de la realidad argentina y cuando las promesas se pasan a valores se conoce la verdad que subyace al marketing.

Este contexto impulsó a Macri hacia un giro que configura un proyecto peculiar: la narrativa ortodoxa combinada con el reimpulso a una política económica “kirchnerista”, con la impronta de Cambiemos. Anclar el tipo de cambio, estimular el consumo y la obra pública como ariete para algún tipo de reactivación de una economía en recesión que acaba de ser confirmada por el propio INDEC (3,4 de caída del PBI en el segundo trimestre).

Esto da como resultado un déficit casi igual al de la administración anterior, con inflación más alta. La diferencia específica es que reemplaza la emisión monetaria por un violento endeudamiento. Toda semejanza con el plan de Daniel Scioli no es pura coincidencia (y ahí están sus asesores, Miguel Bein y Mario Blejer festejando los “éxitos” del plan de Cambiemos).

Hay cálculos que estiman que tras los canjes de deuda y luego de las sucesivas devaluaciones, en los últimos cuatro años la deuda pública total aumentó en 50.000 millones de dólares y subió de 38,7 % al 55,5 % del PBI. Nación, provincias y empresas iniciaron un nuevo festival de endeudamiento que hipoteca al país.

Para esto, Cambiemos usufructúa la “herencia recibida” de los pagadores seriales que entregaron cerca de 200 mil millones de dólares en una década y bautizaron el tremendo desembolso como un… “desendeudamiento soberano”. No se puede negar que fueron audaces en las licencias poéticas para hablar de economía.

Hay que tener en cuenta que este camino “al mundo” lo abrió el kirchnerismo a billetazo limpio con los acuerdos con el Ciadi, el pago indemnizatorio a Repsol y el acuerdo con Club de París. La “sintonía fina” (quita de subsidios para nuevos tarifazos) fue un intento frustrado de Cristina Fernández en 2012 y debió frenarlo por imposición de las circunstancias. En 2014, Axel Kicillof devaluó y produjo un alza inflacionaria y una pérdida del poder adquisitivo del salario (también despidos). Su ensayo de “lluvia de inversiones” se produciría en Vaca Muerta, para lo cual firmaron acuerdos secretos con Chevron.

El macrismo tomó el bastón de mariscal de las frágiles manos kirchneristas y aseguró al establishment que ellos sabían cómo hacer las cosas. Intentó una “sintonía gruesa” y la realidad le impuso una sintonía media (fallos judiciales mediante, que olfatearon el peligro del malestar social), pagó con generosidad a los buitres residuales, devaluó -como Kicillof en 2014- y congeló la economía con tasas por las nubes para controlar la inflación, que de todos modos superará el 40 % anual.

Otra diferencia específica es que abrió impetuosamente las puertas a las importaciones en los primeros meses y empujó a la crisis a una parte de la industria golpeada también por los tarifazos, la recesión, el bajón del consumo y el encarecimiento del crédito.

Incluso, el Estado “neoliberal” mantiene nichos de dirigismo estatal: un precio sostén para el petróleo (por arriba del precio internacional) y aprobó un aumento en el gas, mediante el método de una contabilidad creativa que dolariza la tarifa y triplica el valor real de extracción, producción y distribución. El Estado ausente está más presente que nunca a los pies de las petroleras.

El impasse y el 2017

Desde el punto de vista político, el macrismo aplica un clásico de los años kirchneristas: el bonapartismo de caja.

El republicanismo de Cambiemos utiliza el método de premios y castigos a los gobernadores e intendentes -además de la burocracia sindical-, quienes garantizan la gobernabilidad con la aprobación de leyes en el Senado y el control regimentado del conflicto social, que puede incluir o no un paro dominguero. La democracia del toma y daca, otra continuidad sin cambios.

Las causas de fondo que explican esta situación radican en que el kirchnerismo gobernó determinado por la impronta de la crisis y el contexto que dejaron las jornadas del 2001. Su intento de configurar un proyecto político que permitiese avanzar con el ajuste, cuando se agotaron las condiciones especiales que habilitaron su esquema, nunca pudo concretarse. Daniel Scioli fue el nombre de la última esperanza blanca que terminó en derrota.

Pero el macrismo tampoco pudo congregar las condiciones políticas para el ajuste que necesitan y exigen los dueños del país y el capital internacional. Cambiamos, pero no tanto.

Por eso, en la cumbre “económica” del Mini-Davos, la principal preocupación fue política: el mayor interrogante que invadía a los CEO que colmaron el Centro Cultural Kirchner, fue sobre la gobernabilidad y las eventuales alianzas para las elecciones del año que viene. El pliego de demandas patronales fue claro: ponerle el cascabel al gato del movimiento obrero y producir una baja significativa de las conquistas que garanticen una recomposición de la tasa de ganancia. El macrismo tiene proyectos para este objetivo, pero también debe ir con pie de plomo.

Para garantizar la continuidad de su proyecto político el año que viene y luego de varios traspiés, Cambiemos da un giro hacia menos de lo mismo.

La cuestión de fondo que expresa el debate sobre la gobernabilidad y las elecciones de medio término es que ni el kirchnerismo ni el macrismo, con las diferencias específicas por las fracciones empresariales que intentan representar, lograron cambiar cualitativamente la relación de fuerzas.

Por eso colocan al 2017 como la nueva madre de todas las batallas: unos (Cambiemos) para asentarse y apretar el acelerador del ajuste y los otros (los muchos peronismos) para “volver” con la promesa de terminar la tarea inconclusa.

El autor de la denuncia que encabeza esta nota (Nielsen) revista en las filas del Frente Renovador de Sergio Massa, de quien Cristina Fernández acaba de asegurar que “no es el enemigo” y mandó a borrar millones de tuits a todo el planeta K. Con su propuesta de amplia “nueva mayoría”, los nacionales y populares conducidos por la jefa llegan bancar hasta a los que corren por derecha a Macri.

Es claro que ninguna de estas dos opciones, de estos dos “partidos” expresados en diferentes coaliciones en construcción, será favorable a las mayorías obreras y populares que deben conquistar una alternativa, un “tercer partido” de la clase trabajadora, para evitar pagar los platos rotos de una crisis aún sin resolución.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/El-giro-kirchnerista-de-Macri

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