El cinismo ante Afganistán

Por:  Olga Rodríguez/ el diario.es

En 2001 miles de periodistas, analistas y políticos clamaron en favor de una intervención militar en Afganistán como respuesta a los ataques del 11S que Al Qaeda perpetró en Estados Unidos.

La propaganda estadounidense, para convencer a la comunidad internacional, aseguró que además liberaría a las mujeres afganas de la opresión del régimen talibán. Si viviéramos en un mundo idílico podríamos creer que los Ejércitos armados no arrojan bombas, solo construyen paz. Pero como no vivimos en un mundo idílico es obligación analizar la realidad para no caer en la trampa de cualquier propaganda.

Los mismos que defendieron aquella intervención militar, la ocupación del territorio afgano, la imposición de la fuerza armada e incluso los múltiples ataques estadounidenses que en todos estos años han matado a población civil, son los que ahora lamentan la situación en la que queda el país con el avance de los talibanes. De forma asombrosa desvinculan por completo la presencia de EEUU y su aliados de la OTAN durante veinte años en el país de todo lo que ha ocurrido en Afganistán desde 2001.

Nada alcanza el horror impuesto por el régimen talibán en su día, cuando las mujeres no podían salir a la calle sin la compañía de un hombre, ni estudiar, ni reír en público, ni hacer ruido al andar. Pero en dos décadas de ocupación militar ni EEUU ni sus aliados lograron evitar que Afganistán siga siendo uno de los peores países del mundo para las mujeres, como han advertido organizaciones de derechos humanos, activistas y periodistas afganas, sin conseguir nunca suficiente reacción internacional. Ahora la toma del país por los talibanes amenaza con empeorar aún más sus vidas.

Dos tercios de las jóvenes afganas no están escolarizadas y el 75% afrontan matrimonios forzosos, en muchos casos antes de cumplir 16 años

Uno de los peores países para las mujeres

«No uso el transporte público, evito la calle y los lugares públicos, el acoso es continuo o incluso diría que ha aumentado últimamente, tanto verbal como físico», denunciaba en 2019 en una conversación una activista afgana que me pidió mantener su anonimato. Dos tercios de las jóvenes afganas no están escolarizadas, el 80% de las mujeres siguen siendo analfabetas, más de la mitad han sufrido violencia machista en el seno de su propia familia y el 75% afrontan matrimonios forzosos, en muchos casos antes de cumplir 16 años. Todo ello, cuando aún estaban las tropas de la OTAN en el país, antes de que los talibanes conquistaran territorio y llegaran hasta Kabul.

Durante los veinte años de presencia militar extranjera se han seguido registrando ataques a mujeres cuando se desplazan a la escuela o al trabajo. Los porcentajes de violaciones y de casos de violencia machista son muy elevados, así como los índices de abusos sexuales cometidos por las fuerzas de seguridad.

Hay quienes solo elevan su voz ahora que EEUU se marcha. Pareciera que quisieran aceptar el argumento falaz de que las cosas solo empiezan a ir mal cuando las tropas estadounidenses se van

ONG, activistas y periodistas han denunciado durante años la situación de las afganas, pero Europa consideró que Afganistán era un país seguro para ellas y prefirió no aceptarlas como personas refugiadas que asumían riesgos si eran deportadas. Casi nadie puso el grito en el cielo entonces, a pesar de que muchas huían de agresiones sexuales, violencia de género sistematizada, discriminación y ausencia de futuro. Hay quienes solo han querido elevar su voz ahora que Estados Unidos y sus aliados se marchan. Pareciera que consciente o inconscientemente quisieran aceptar el argumento falaz de que las cosas van bien con la presencia de tropas estadounidenses y solo empiezan a ir mal cuando estas abandonan.

Lo cierto es que en 2015 y 2016 miles de personas refugiadas afganas llegaron a Europa, desesperadas, en busca de una salida. Superaban en número a los refugiados sirios e iraquíes. En Grecia, en Macedonia, en Serbia o Hungría nos rogaban a los periodistas que contáramos sus historias. Salvo excepciones, los países europeos consideraron que no eran merecedoras de ayuda. Durante cuatro décadas Afganistán ha sido uno de los países que más personas refugiadas ha generado. Pero los Gobiernos europeos apenas han aceptado a medio millón.

Mujeres afganas a las puertas de un colegio electoral, en 2004. Kabul. Créditos: Olga Rodríguez

Despilfarro en ‘seguridad’ y violaciones de derechos humanos

En 2021 casi la mitad de la población afgana está en situación de necesidad humanitaria. En veinte años miles de millones de dólares de EEUU han ido a parar a la compra de armamento y la inversión en ‘seguridad’. Mucho menos se invirtió en educación, sanidad pública, gobernanza, desarrollo, democratización, infraestructuras. Cada vez que he estado en Afganistán me he topado con decenas de historias de mujeres maltratadas, viudas abandonadas, jóvenes violadas o menores que han intentado suicidarse porque no les permiten estudiar y son obligadas a casarse a temprana edad. La emancipación de las mujeres se limita a las grandes ciudades, y de forma parcial. Aún así, en áreas urbanas como Kabul o Herat muchas han podido acceder a la universidad.

En todos estos años de atrás la corrupción era palpable para cualquiera: eternos proyectos que recibían millones de dólares y que no terminaban de ver la luz, cargos altos y medios que viajaban en cochazos blindados despilfarrando dinero y oportunidades y que tras ello se iban del país y, sobre todo, una estrategia centrada excesivamente en la militarización, en la guerra, en armamento. No hacía falta ser un lince para darse cuenta de ello. El caos era evitable, pero ¿querían todos los participantes en esa guerra evitar el caos?

La honestidad de muchos empleados de organismos internacionales que han trabajado en Afganistán se ha topado de bruces una y otra vez con evidentes dinámicas de corrupción –proyectos fantasma, retrasos perpetuos en los planes, desvío de fondos, debilidad de las instituciones– que podíamos detectar quienes íbamos y veníamos. Si testigos externos eran capaces de percibir el saqueo y el despilfarro en el ámbito militar frente a necesidades mucho más cruciales, ¿cómo no iban a verlo los responsables de la ocupación?

Como ha pasado en tantos países ocupados o intervenidos militarmente por tropas extranjeras, Afganistán se convirtió en un polvorín con demasiadas armas que ahora están tomando los talibanes. Ya en 2004 la población se quejaba de que los tanques estadounidenses que se paseaban por pueblos y ciudades apuntaban sus cañones hacia abajo, hacia la calle, hacia la gente. Las tropas estadounidenses han sido percibidas en sectores importantes de la población como elementos hostiles. No en vano, la cárcel secreta de Bagram, gestionada por EEUU, fue escenario de torturas y violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Entre sus paredes se generaron traumas y enorme sufrimiento, al igual que en Guantánamo, por donde pasaron algunos de los hombres que ahora engrosan las filas de los talibanes.

Hace unas horas la afgana Fatima Ayub recordaba que ‘hace 11 años las fuerzas estadounidenses asesinaron a 8 miembros de mi familia mientras dormían’

Ataques de EEUU y sus aliados contra civiles

En estos veinte años de ocupación militar se han registrado multitud de ataques contra civiles perpetrados por las tropas de Washington y sus aliados. Solo entre enero y mayo de 2019 los ataques de EEUU y la OTAN mataron a 145 civiles, la mitad de ellos mujeres y niños. En total las fuerzas estadounidenses y sus aliados –incluidas las fuerzas afganas– mataron en ese periodo a más civiles –305– que los talibanes.

Entre enero y noviembre de 2008 los ataques de las fuerzas internacionales –principalmente los bombardeos estadounidenses– provocaron la muerte de unos cuatrocientos civiles, muchos de ellos mujeres y niños. Buena parte de los casos, dados a conocer por testigos directos, fueron denunciados por oficiales de la Administración afgana y reconocidos por la propia OTAN. En algunas operaciones durante estas dos décadas de atrás los aviones estadounidenses han matado a más de noventa civiles en un solo ataque.

Hace unas horas la activista afgana Fatima Ayubrecordaba en las redes sociales que «hace once años las fuerzas estadounidenses asesinaron a ocho miembros de mi familia, mientras dormían en plena noche. ¿Qué nueva miseria aguarda ahora?». Y añadía: «La mayoría de la gente es incapaz de darse cuenta de que 20 años de guerra produjeron el peor resultado posible. Entonces, ¿por qué ayudaría más violencia y muerte?».

La paz solo llega con inversión en educación y sanidad públicas, con libertad, con democracia, con políticas de igualdad. No con injerencias militares al servicio de intereses ajenos a los de la población, ni con «inversiones» corruptas, ni con bombas, ni con el suministro de armamento. Eso solo perpetúa la violencia.

En 2004 Abdul, un refugiado afgano alojado en la periferia de Kabul –cuya historia relato en el libro El hombre mojado no teme la lluvia– me decía que «si Estados Unidos gastara menos en esfuerzos militares y más en planes humanitarios, quizá esta población aceptaría mejor a sus tropas». En 2006, en la capital afgana, entrevisté por segunda vez a Massuda Jalal, una médica que se había presentado un par de años antes como candidata en las elecciones presidenciales:

«Las afganas siguen sufriendo como siempre –me dijo Massuda– Son víctimas de matrimonios forzados a muy temprana edad, muchas soportan la violencia doméstica y apenas tienen acceso a un asesoramiento legal. Es para alarmarse: Hay una expresión que aún se usa en las áreas rurales que dice que una mujer debería tener su primera regla en casa de su marido, y algunos padres se empeñan en hacer que sus hijas lo cumplan».

Esos señores de la guerra han sido, en muchos casos, los aliados de Estados Unidos en el país

Los ‘señores de la guerra’ aliados de Washington

Ese mismo año la diputada Malalai Joya recibió insultos y amenazas en el propio Parlamento después de que ella acusara a algunos diputados de haber sido criminales de guerra. En 2007 fue inhabilitada por un periodo de tres años. Varias organizaciones internacionales mostraron su apoyo a Malalai, así como seis mujeres Premio Nobel e intelectuales como Naomi Klein o Noam Chomsky. La asociación Paz Ahora emitió un comunicado en el que señalaba que «el 21 de mayo de 2007, con una amplia mayoría, el Parlamento dominado por señores de la guerra y narcotraficantes inhabilitó a Joya por un periodo de tres años y ordenó al Tribunal Supremo que abriera diligencias contra ella». Esos señores de la guerra han sido, en muchos casos, los aliados de Estados Unidos en el país.

En estos años, con las tropas extranjeras en suelo afgano, mujeres emprendedoras y pioneras han recibido continuas amenazas y agresiones. Muchas fueron asesinadas. Entre ellas, la periodista Zakia Kaki, directora de una radio en la provincia de Parwan, con programas dedicados a los derechos humanos, la educación y la emancipación de las mujeres. En junio de 2007 le dispararon siete tiros delante de su hijo de ocho años. Ser mujer y libre en Afganistán es difícilmente compatible. Las integrantes de la organización afgana RAWA llevan denunciándolo desde 1977. Algunas viven en Afganistán; otras muchas han optado por refugiarse en el extranjero.

Niñas y niños afganos refugiados en la periferia de Kabul. Créditos: Olga Rodríguez

En 2008 lamentaron en un comunicado que tras la invasión de su país «los sufrimientos y actos depravados contra las mujeres no se han reducido; es más, ha aumentado el nivel de opresión y la brutalidad que día a día afecta a la población más débil de nuestra sociedad. El gobierno corrupto y mafioso y sus guardianes internacionales están jugando de manera desvergonzada con el intolerable sufrimiento de las mujeres afganas, al que usan como su instrumento de propaganda ante la gente engañada de todo el mundo».

En 2019, dieciocho años después de la invasión y ocupación estadounidense de Afganistán, justificada por muchos porque iba a «liberar a las mujeres», Estados Unidos inició una negociación con los talibanes, excluyendo la presencia de mujeres en las reuniones y sin poner encima de la mesa la necesidad de luchar contra la violencia machista a través de medidas legislativas.

En ese momento diputadas y activistas afganas exigieron participar, pero Washington las mantuvo fuera en los primeros encuentros. «Están negociando a puerta cerrada, sin transparencia, los talibanes quieren aplicar la sharia, estamos muy preocupadas», me dijo entonces Sima Samar, directora de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán. El cambio de Gobierno en Washington no ha significado una modificación en los planes. El presidente Joe Biden apostó por proseguir con lo trazado por el Gobierno de Trump: negociación con los talibanes y retirada de tropas.

La situación geográfica de Afganistán explica que a día de hoy siga siendo un tablero clave de lo que en el siglo XIX se llamó el Gran Juego

Afganistán, como ‘una cabra entre dos leones’

Afganistán, punto estratégico de Asia Central, importante lugar de paso para posibles rutas de hidrocarburos, comparte frontera con Irán y China, entre otros países. Su situación geográfica explica que a día de hoy siga siendo un tablero clave de lo que en el siglo XIX se llamó el Gran Juego, cuando Reino Unido y Rusia se disputaban la influencia en la región. Londres no logró dominar del todo aquel territorio y su tropas terminaron derrotadas y expulsadas en 1919. En los años setenta Estados Unidos no dudó en financiar a muyahidines para que lucharan contra la URSS en territorio afgano. Aquellos señores de la guerra que recibieron millones de Washington se convertirían posteriormente en el germen de los talibanes.

Desde entonces Afganistán, un Estado bisagra, es un escenario en el que ya no solo Moscú o Washington, sino China y algunos países de la región –Irán, India, Pakistán– se disputan intereses y liderazgo. En 1897 un por entonces joven periodista llamado Winston Churchill, futuro primer ministro británico, destinado en Afganistán con las tropas inglesas, escribió que aquel era un país en el que «todo hombre es un soldado» y en el que «la mano de todo hombre está contra la del otro, y todos a su vez contra el extranjero».

En 1900, el emir afgano Abdul Rahman Khan, tras veinte años en el poder –y con un país en el que se habían librado ya dos guerras contra los ingleses y que servía de escenario para el pulso que mantenían Londres y Moscú– se preguntó cómo Afganistán, que se encontraba «como una cabra entre dos leones o como un grano de harina entre dos enormes ruedas de molino, podría sostenerse en medio de las piedras sin ser reducido a polvo».

Ayer Europa rechazaba aceptar a refugiadas afganas, ante demasiados silencios. Hoy la hipocresía pública lanza SOS por ellas

Washington invadió Afganistán porque quería demostrar que respondía ante los atentados del 11S. Su objetivo no fue mejorar la vida de los afganos o democratizar el país. En veinte años de ocupación lo ha dejado claro. En un mundo idílico podemos creer en los unicornios. Pero en la vida real las invasiones con ejércitos buscan intereses propios que a menudo chocan con los de la población autóctona. Y en medio de todo ello, las mujeres suelen ser un argumento de quita y pon para justificar operaciones militares y estrategias geopolíticas.

Ahora parece que las afganas preocupan, al fin. Veinte años tarde. No son las únicas que viven una terrible opresión. Pero la geopolítica decide quiénes merecen atención y quiénes no (ahí están las saudíes, por ejemplo). Las personas refugiadas en Europa son estigmatizadas en demasiados sectores, algunos de los cuales ahora se echan las manos a la cabeza ante la situación de Afganistán. Ayer Europa deportaba a la población afgana o la encerraba en centros de internamiento, ante demasiados silencios. Hoy la hipocresía pública lanza SOS por ella. Esperemos que ahora sí toque.

Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/cinismo-afganistan_129_8223398.html

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“Soy profesora en un campo de refugiados en Kenia”

Redacción: Magisterio

Un proyecto pionero brinda formación en España durante tres meses a profesoras del campo de refugiados de Kakuma (Kenia).

“Enseñar en el campo de refugiados de Kakuma es muy difícil. Puede haber más de 100 alumnos por clase, de diferentes edades y de hasta ocho nacionalidades distintas”, afirma Elizabeth Kitulo, una de las tres profesoras que, durante el último trimestre de 2019, ha participado en España en un programa formativo impartido por la Universidad Camilo José Cela (UCJC).

“Además, hay que tener en cuenta que esos niños vienen huyendo de situaciones violentas y países en conflicto: en el campo hay, en total, 14.000 menores de edad solos o con parientes, pero sin padres”, añade Elizabeth. También hay que tener en cuenta la situación personal de las profesoras que, a su vez, son refugiadas.

El equipo de la Fundación Camilo José Cela y los profesores de la Universidad encargados de su formación destacan que ha sido un aprendizaje bidireccional. Los métodos de enseñanza que ellas utilizan para desempeñar su labor diariamente han llamado la atención de los docentes en España.

Martha, otra de las profesoras trasladadas en España, explica que para atraer la atención de los alumnos en unas clases tan numerosas dividen a los alumnos en grupos de discusión y debate: “También aplicamos técnicas de dramatización en clases como religión y las clases de biología las impartimos en el laboratorio y son eminentemente prácticas”, sostiene Karok.

Los datos avalan estas metodologías: las 21 aulas de Primaria y las cinco de Secundaria obtienen un 96% de éxito académico.

Proyecto pionero

El reto que se propone el programa es aumentar la tasa de Educación Secundaria que ahora está solo en el 2%. La Fundación Universidad Camilo José Cela en colaboración con la Fundación Mujeres por África han puesto en marcha este programa de formación académica. Es la primera vez que personas con estatus de refugiado han viajado a Europa para recibir formación y que ha sido posible también gracias a la labor de Acnur.

Ahora las tres profesoras vuelven a Kakuma donde deben convertirse en fuente de inspiración para los profesores de allí y trasladarles los conocimientos y todo lo que han aprendido aquí.

Gracias al éxito de este primer proyecto, el programa tendrá continuidad y tanto desde la UCJC, como desde Mujeres por África ya están trabajando para ver cómo desarrollar futuras ediciones.

Volverán otras maestras y también se baraja la posibilidad de ofrecer formación in situ: “Porque solo el milagro de la Educación puede cambiar el futuro de los niños”.

Situación educativa actual en Kenia

1. Campo de Kakuma. El campo de refugiados de Kakuma, al norte de Kenia, es uno de los más grandes del mundo y alberga a 162.000 personas, 14.000 son niños huérfanos.

2. Tasa de escolarización. En el campo solo están escolarizados el 63% de los niños frente al 91% que representa la tasa media mundial de escolarización. La tasa de matriculación en Secundaria se sitúa en un 2%.

3. Sistema educativo. Hay 26 escuelas en total, (21 de Primaria y cinco de Secundaria) con una ratio de 100 alumnos por clase. Alcanzan tasas del 96% de éxito académico. La Educación Primaria es gratuita. La Educación Secundaria cuesta 30$ al año.

4. Nivel de los educadores. Un profesor del campo de refugiados cobra 70-75$ mensuales frente a los 500-800$ de media que cobran los profesores en Kenia. Un 10% del total de profesores del campo son mujeres. El 80% no están formadas.

5. Labor humanitaria. Acnur ha conseguido escolarizar a 300.000 niños refugiados en todo el mundo. Según la Unesco, de aquí a 2050 será necesario formar a más de 70 millones de maestros en el mundo.

Fuente: https://www.magisnet.com/2020/02/soy-profesora-en-un-campo-de-refugiados-en-kenia/

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Entrevista a Sara Camps: «Un día, uno de ellos me dijo Yo pensaba que era como tú»

19 Febrero 2017/Fuente: elperiodico/Autor: MAURICIO BERNAL

Sara Camps ha viajado a los campos de refugiados de Grecia a ver cómo se gestiona la educación de los niños

¿Qué educación reciben los niños en los campos de refugiados de Grecia? ¿Reciben educación? ¿Asisten a clase? ¿Van a la escuela? Hay miles de menores allí. La profesora de secundaria e integrante del equipo de gobierno de la Escola Pia de Catalunya Sara Camps acaba de volver de visitar esos campos con la vista puesta en eso, la educación. Estuvo 10 días en Lesbos y 10 días en la zona de Tesalónica. Y con esto volvió. Así se vela por la enseñanza en la interinidad desasosegante de los campos de refugiados griegos.

-Cuénteme, ¿cuál era el objetivo del viaje?

-Bueno, la Escola Pia está explorando la posibilidad de colaboración o voluntariado de sus maestros allí, y la idea era conocer la situación real que se vive hoy en los campos.

-¿Qué tan difícil es acceder a ellos?

-Bueno, entrar en los campos de refugiados no es fácil. El control de lo que pasa con los refugiados cuando llegan está totalmente militarizado, y el ingreso a los campos está prohibido o muy restringido. Entran las oenegés que tienen permiso para entrar, que son básicamente las grandes, y poco más.

-¿Entonces?

-Bueno, por fortuna habíamos hecho contactos previos. Eso me facilitó el trabajo. De todas maneras, aunque el objetivo principal era establecer contacto con las oenegés que se ocupan de los asuntos educativos, también quería hablar con ellos, los refugiados.

-¿Y? ¿Fue difícil?

-No, esa parte no. Los refugiados no están presos, pueden entrar y salir del campo cuando quieran. Hay como chiringuitos en el exterior donde el que puede va a tomarse un té, y ahí puedes sentarte con ellos y hablar. Fuera de los campos también hay centros comunitarios que llevan las pequeñas oenegés, y ahí también puedes conversar.

-¿Qué le contaron? ¿Con qué se quedó?

-Bueno, me quedé con que estas personas llegan a los campos después de haber viajado mucho tiempo, a veces dos, tres años, y de haber pasado por cosas terribles. Y con que al llegar a Grecia piensan que a los tres días van a reunirse con su primo de Hamburgo.

-Y no.

-Y cuando les dicen que no es así, que quizá tengan que estar un año y medio en el campo, o más… Rabia, depresión, tristeza. Esperar. Esperar en medio de la desesperanza.

-Hablemos del tema educativo. ¿Qué encontró? ¿Cómo se educan los niños?

-Bueno, me encontré con que la ley griega, evidentemente, obliga a que todos los menores de 16 años estén escolarizados, y que la llegada masiva de refugiados los ha desbordado. Entonces, hacen lo que pueden.

-¿Es decir?

-Hay varias situaciones. Hay chicos que salen del campo para ir a la escuela griega, una escuela normal, común y corriente. Pero dado que hay padres que se quejan, a veces los niños refugiados van a la escuela, pero sus clases comienzan cuando acaba el horario escolar griego. El horario oficial.

-Bueno… al menos hay un esfuerzo, ¿no?

-Al menos. Y está la tercera situación, que es cuando no hay plazas ni nadie que se ocupe de estos chicos a nivel, digamos, oficial. Entonces es cuando intervienen las pequeñas oenegés y los voluntarios, que montan pequeñas escuelas para cubrir ese vacío.

-¿Qué conclusiones se trajo? ¿Hay espacio para colaborar?

-Por supuesto que lo hay. Sobre todo con las oenegés pequeñas, en esos proyectos muy concretos. Ese es el camino.

-¿Y a nivel personal?

-Bueno, yo creo que nadie está preparado para ver eso. Primero fue la incredulidad. Luego fue la rabia, y luego la impotencia. Un día, uno de ellos me dijo: «Yo pensaba que era igual que tú, pero no lo soy». ¿Qué dices a eso? Te da vergüenza.

Fuente de la entrevista:http://www.elperiodico.com/es/noticias/entre-todos/gente-corriente-entrevista-sara-camps-dia-uno-ellos-dijo-pensaba-que-era-como-5842325

Fuente de la imagen:http://estaticos.elperiodico.com/resources/jpg/3/4/dia-uno-ellos-dijo-pensaba-que-era-como-tu_media_1-1487268863043.jpg

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Kakuma, Kenia: el mayor campo de refugiados del mundo alberga 14.000 niños sin padres

Por: es.euronews.com/20-01-2017/

Hay 8 millones de niños refugiados en el mundo, un 75% más que hace cinco años. Para entender el papel de la educación en situaciones de emergencia, llegamos a Kakuma, en Kenia, uno de los campamentos de refugiados con mayor número de niños no acompañados del mundo.

Hay más de 16 millones de refugiados en todo el mundo. Más de la mitad son niños. Seis millones son niños en edad escolar primaria o secundaria. Sólo el 22% de los adolescentes refugiados reciben educación secundaria.

 Kakuma, en Kenia, es uno de los mayores campamentos de refugiados del mundo. Alberga a unas 162.000 personas, principalmente de Sudán del Sur y Somalia.

También es el campamento que tiene un mayor número de niños no acompañados y solos: catorce mil menores de edad han venido aquí solos o con parientes, pero sin padres.

En Kakuma les dedican un especial cuidado. Las escuelas primarias aquí tienen una media de 140 estudiantes por clase, en el resto de Kenia la media es de 40. A pesar de eso, el campamento tiene una tasa de éxito académico del 96%, la más alta en el condado.

Collins Onyango es responsable del desarrollo del Programa educativo en el campamento por parte de la Federación Luterana Mundial: “Hoy en día hablamos de un 76% de matrícula en las escuelas primarias solamente, pero luego tenemos un gran porcentaje que está por encima de la edad escolar, el 40% de nuestros alumnos son realmente mayores de edad”.

Gatkuoth es de Sudán del Sur. Tiene 18 años y va a sexto curso, destinado a niños de 11 años. En su clase también hay un alumno de 45 años. Le encontramos en su aula: “Yo estaba en una mala situación, mi madre murió en 2000 y mi padre no tenía un buen trabajo. Por eso me quedé en casa durante 7 años sin ir a la escuela. He venido a la escuela a aprender. Quiero saberlo todo sobre este mundo”.

El padre de Gatkuoth murió durante la guerra. Para responder a situaciones como la suya, el Departamento de Ayuda Humanitaria de la Unión Europea ha financiado un programa de educación acelerada ejecutado por la Federación Luterana Mundial, que dirige las 21 escuelas primarias de Kakuma y sus 5 escuelas secundarias.

La reportera de euronews Monica Pinna le pregunta al responsable de Ayuda Humanitaria de la Unión Europea, Jean-Marc Jouineau, por los adultos en la escuela primaria y los muchos niños que han perdido 5, 6, 7 años de clase por la guerra: “Desde luego que han perdido muchos años y lo que hacemos es intentar darles una educación comprimida en la que los ocho años en los que normalmente se da la educación infantil para ellos se reducen a cuatro, es decir, vamos a acelerar el proceso que va a permitirles poder ganar tiempo y eventualmente, acceder después a la educación secundaria”.

 La organización de cuidados infantiles del campamento se ocupa de que los niños no acompañados reciben el apoyo que necesitan.
Gatkuoth fue a una familia de acogida perteneciente a su misma tribu del sur de Sudán. El niño ha visto asesinatos, palizas y peleas. Algo que le ha traumatizado. A pesar de los esfuerzos la situación es difícil para él y para su nueva familia.

Su madre de acogida, Dabora Nyanyuon, reconoce: “Estar con el niño es difícil porque no es fácil conseguir dinero suficiente para mantenerlo a él y a mis propios hijos. La solución podría ser llevar al niño al internado donde podría olvidar su trauma”.

Aid Zone - Kenya

Nos desplazamos a una parte más remota del campamento en la madrugada para visitar uno de los internados de Kakuma. Es uno especializado en niñas en riesgo.

Los estudiantes de la Escuela Primaria financiados y apoyados por la actriz Angelina Jolie ya han destacado por sus resultados en los exámenes nacionales. La educación es la clave para estos estudiantes con un pasado tan duro.

Una de las alumnas, Rose Hitimana, nos dice: “Puede serme útil el día de mañana. Sé que más adelante me quedaré sola y me puede ayudar con mis hijos Yo quiero aprender Quiero entender lo que es bueno o malo”.

Rose, sudanesa del Sur, de 15 años, es una de los 250 estudiantes de la escuela. Fue llevada al campamento a la fuerza. Ahora ha encontrado un lugar donde está a salvo, y donde puede ir a una escuela de alto nivel para estudiantes capacitados como ella: “Un antiguo vecino me secuestró y me trajo aquí a Kakuma, le pregunté por la escuela, le dije que quería aprender y él me contestó que no me había traído aquí para aprender, que me había traído como su mujer”.

Cada niña tiene un pasado que superar. La educación, puede darles recursos para vivir. En unos tres años, se espera que el programa de aprendizaje acelerado permita a la mayoría de los alumnos mayores pasar a la educación superior.

El desafío es encontrar los recursos para construir nuevas escuelas y aumentar la tasa de matriculación en la educación secundaria que ahora esta solo en el 2%.

Fuente: http://es.euronews.com/2017/01/19/kakuma-kenia-el-mayor-campo-de-refugiados-del-mundo-alberga-14000-ninos-sin

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Gambianos buscan seguridad en Senegal en medio de la tensión política

África/Gambia/17 de enero de 2017/Fuente: ACNUR

Miles de gambianos han cruzado a Senegal en los últimos 10 días para escapar de la creciente tensión por los resultados de las elecciones presidenciales del mes anterior.

Miles de personas, principalmente niños, han cruzado a Senegal desde Gambia en los últimos 10 días para escapar de la creciente tensión por los resultados de las elecciones presidenciales del mes pasado.

A pesar de que algunas personas han decidido quedarse en Gambia, muchos han comenzado a enviar a sus hijos a Senegal como medida de precaución en medio del impasse político, por temor a posibles disturbios.

“Los equipos del ACNUR afirman haber visto autobuses llenos de niños, acompañados por mujeres, cruzando la frontera”, dijo Liz Ahau, Representante regional del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

El Presidente de Gambia, Yaya Jammeh perdió por un estrecho margen contra su rival Adama Barrow en las elecciones nacionales del primero de diciembre. Inicialmente, Jammeh aceptó la derrota, sin embargo ahora está refutando el resultado.

ACNUR, otras agencias de ayuda y las autoridades senegalesas han estado monitoreando las fronteras desde que la crisis política estalló, desplegando misiones conjuntas sobre el terreno, tanto la semana pasada como la presente, en Casamance, en el sur de Senegal, en la frontera de Gambia y sus alrededores.

Gran parte del cruce diario de la frontera es el tráfico regular, pero los resultados preliminares sugieren también que miles de personas han cruzado a Senegal para buscar seguridad, principalmente en las áreas de Ziguinchor, Sedhiou, Kaolack y Kolda.

“Los equipos del ACNUR afirman haber visto autobuses llenos de niños, acompañados por mujeres, cruzando la frontera”.

Las autoridades de Senegal, con el apoyo del ACNUR, están trabajando para fortalecer los sistemas de registro, lo que ayudará a aclarar las cifras. La mayoría de las llegadas a Senegal son gambianos y senegaleses que han estado trabajando o viviendo en Gambia. Los informes del equipo también reportan personas de Ghana, Guinea, Liberia, Mauritania y Líbano, entre las llegadas.

 “La mayoría se quedan con familiares o familias de acogida. Algunas familias son del doble o triple del tamaño, lo que crea el riesgo de hacer un uso intensivo de sus recursos, especialmente de alimentos”, señaló Ahau del ACNUR.

El ACNUR está trabajando estrechamente con las autoridades de Senegal y agencias de ayuda para establecer planes de contingencia en caso de futuras afluencias. Estos incluyen la identificación y preparación de los sitios de tránsito y alojamiento cerca de las instalaciones existentes que prestan servicios básicos.

El equipo del ACNUR partió ayer (jueves) a la zona de Casamance Zinguichor para evaluar la capacidad de protección existente. La oficina del ACNUR y las autoridades de Guinea-Bissau están también enviando un equipo para Cacheu en el noroeste del país, donde se reporta que unas 400 personas han llegado desde Gambia en los últimos días.

Además del ACNUR y el Comité Nacional de Senegal para los Refugiados, Retornados y Desplazados, las misiones interinstitucionales también incluyen a OCHA, UNICEF, el Programa Mundial de Alimentos, la OIM y otras partes interesadas.

Se están llevando a cabo esfuerzos diplomáticos por parte de diversos actores internacionales, incluyendo la CEDEAO, la Unión Africana y las Naciones Unidas, para convencer al presidente Jammeh de renunciar y permitir a Barrow asumir sus nuevas funciones el 19 de enero.

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Grecia: Sin derecho a una infancia

Europa/Grecia/3 de enero de 2016/Fuente: el diario

No voy a decir nada nuevo; todos/as sabemos que la educación es un derecho recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por ello en ocasiones damos por hecho que cualquier niño/a, de cualquier lugar, accede a ella. ¿Cualquier niño/a? ¿estamos seguros de ello?

Desde que entré en el campo de Ritsona, supe desde el principio que quería resolver de primera mano esa pregunta. No me fué complicado; una de las voluntarias independientes de allí me presentó a Ahmad, 25 años, natural de Damasco. Este joven residente, junto con siete personas más, se ofrecieron como profesores dentro del campo para impartir clases.

Campo de refugiados de Ritsona, Grecia/ Lorena Lorca
Campo de refugiados de Ritsona, Grecia/ Lorena Lorca


Dicho proyecto nada tenía que envidiar a la educación reglada ofrecida en otros centros; noventa menores sirios de entre 5 a 12 años, impartían diversas asignaturas (inglés, árabe, matemáticas y deportes), cinco días a la semana. Realizaban exámenes periódicamente y sus educadores tenían una relación estrecha con padres y comunidad. Incluso a día de hoy existe, entre niños/as kurdos y árabes buena relación dentro del aula.

Pero a mediados del mes de cctubre, el ministerio de Educación griego tomó la decisión de trasladar a estos menores a cuatro centros de la zona, bajo promesas que nunca se llegaron a cumplir, y como no, haciendo bombo y platillo la noticia en los medios.

Enseguida llegaron los problemas; padres griegos que sus hijos/as compartían espacio con sirios, se quejaron inmediatamente del peligro que aquello podía ocasionar. Imagínense ustedes por un momento a sus hijos/as expuestos a enfermedades y todo tipo de contagios por compartir aula con niños/as refugiados. Vuelvan a leer la última frase y pregúntense: ¿ esta situación es real?, ¿ se tomó una decisión al respecto? Pues sí, señores. Los niños/as sirios dejaron de acudir en horario de mañana al centro y pasaron a hacerlo por la tarde, para no cruzarse con los griegos. Sí, una vergüenza, pero es una decisión gubernamental a la que no se puede recurrir.

Campo de refugiados en Ritsona, Grecia / Paloma Comuñas
Campo de refugiados en Ritsona, Grecia / Paloma Comuñas

Desde entonces, algunos padres y madres del campo de refugiados han decidido que sus hijos/as no acudan más al colegio, ya que éstos actualmente sólo reciben clases de griego, reduciéndose a un tercio el número de menores. Y otros ni siquiera han tenido la oportunidad de elegir, como los de Fátima, que le asignaron un centro lejos de su casa sin posibilidad de transporte.

Mientras Europa mire para otro lado, estos pequeños valientes seguirán sin tener cubiertas sus necesidades básicas. Seguirán sin poder tener la oportunidad de ser niños/as. Ellos/as son nuestro proyecto de futuro pero parecer ser que en Occidente  esta cuestión la tenemos como asignatura pendiente.

Escribo a 1 de enero con la esperanza de que en este nuevo año las cosas cambien. De volver en unos meses a Ritsona y comprobar, que Fátima está feliz porque acude al colegio con el resto de compañeros/as y disfruta aprendiendo. Nosotros seguiremos trabajando en la medida de nuestras posibilidades para que así sea.

Fuente:http://www.eldiario.es/murcia/sociedad/derecho-infancia_0_597040578.html

Imagen: images.eldiario.es/fotos/Campo-Ritsona-Grecia-Inigo-Sola_EDIIMA20170101_0229_4.jpg

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