Por: Francisco Castellanos
Con una mezcla de ritos prehispánicos y tradiciones católicas, los pueblos de la Meseta Purépecha, en Michoacán, ejemplifican a la perfección el sincretismo religioso con el que comunidades indígenas de México celebran la Navidad desde el siglo XVI.
Meseta Purépecha, Michoacán.- La celebración de la Navidad en México surge del sincretismo religioso, ya que los miembros de diferentes congregaciones llegadas a la Nueva España notaron la coincidencia de la celebración del nacimiento de los dioses indígenas con el tiempo litúrgico de Adviento. Esto dio lugar a una conciliación religiosa de las festividades católicas y la creencia indígena.
Desde la noche del 24 al 27 de diciembre se celebra la Navidad purépecha en las comunidades de la Meseta. Una celebración que sufrió modificaciones a partir de la década de los 70.
Con anticipación a la Noche Buena en todas las comunidades se levanta un enorme poste con una estrella dorada, que se puede ver desde cualquier parte y cuyo significado es que ahí habrá un nacimiento y de arrullara al Niño Dios.
El sincretismo se mantiene intacto. También otros conceptos propios de su expresión festiva, como la convivencia comunitaria en ceremonias y fiestas de larga duración, que originan una visión todavía no bien comprendida por el sector mestizo y turístico.
La Navidad consiste en el trabajo comunal, que se realiza en torno al Niño Dios. Existen “cargueros”, quienes asumen los gastos de la celebración de toda la comunidad, entre los que se incluye la comida de por lo menos mil 500 personas durante los cinco días que dura la celebración, en especial los que participan en la pastorela.
Las festividades de La Natividad en algunas comunidades indígenas de Michoacán se prologan más allá del 6 de enero, y cada una tiene su sello muy característico de acuerdo con la comunidad donde se celebra.
Dentro de las manifestaciones artísticas y culturales del México indígena, se encuentran las pastorelas, el nacimiento y el levantamiento del Niño Dios, que si bien no son netamente indígenas, han hecho eco en las tradiciones de la cultura purépecha.
Los purépecha celebran la tradición del nacimiento del Niño Dios con danzas de Negritos en Tingambato, de Viejitos en Ahuiran y Pomacuarán (Paracho), de los Terehauraries (bailadores viejos) en Ichán, de Cúrpites (“los que se juntan”) en Nuevo San Juan Parangaricutíro, y de Cherequis en San Felipe de los Herreros.
En la mayoría de los pueblos se efectúan las famosas pastorelas, actos teatrales que durante la Colonia los misioneros españoles representaban para evangelizar, pero que con el paso del tiempo fueron adquiriendo características propias de cada subregión purépecha: La Sierra, La Cañada de los Once Pueblos, el Lago de Pátzcuaro y la Ciénaga de Zacapu.
En medio de los fríos intensos y las heladas se deja sentir la influencia de cantos sacros. La pastorela es la recreación de las peripecias que enfrentan los pastores para llegar a Belén a adorar al Niño Jesús, que ya ha nacido según ha anunciado el arcángel San Miguel. En el camino tienen que luchar contra los siete pecados capitales representados por los demonios, y ayudados por el Arcángel, quien finalmente triunfa sobre el mal, encarnado en Luzbel.
El objetivo de la pastorela es dejar en el público una moraleja, comenta tata Juan Victoriano, director de la representación que se celebra en San Lorenzo durante los días 24, 25, 26 y 27 de diciembre.
La pastorela encuentra su antecedente en los antiguos coloquios para después ser herramienta de evangelización y culminar como una representación profana, conservando los rasgos originales de contenido teológico. Su práctica encuentra en sí misma la oportunidad para los miembros de las comunidades de integrarse, participar, divertirse, convivir y jugar, al mismo tiempo que conocen, rescatan, promueven y asumen dicha tradición, asegura Juan Victoriano Cira, autor de varias pastorelas versión purépecha, obras que son presentadas en las comunidades de la región.
Para los purépechas, las pastorelas hoy en día son un punto de encuentro entre su cultura y la mestiza. Desde la Colonia, las órdenes religiosas aprovecharon esta tradición en forma teatral para propagar didácticamente la evangelización, por lo que fueron los frailes los principales impulsores de coloquios de pastores y diablos.
En cada comunidad de la Meseta Purépecha, a partir del día 24 de diciembre y hasta el 6 de enero, bajo figuras evangélicas, los purépechas recrean el nacimiento de Jesús en las tradicionales pastorelas, actividades que son encabezadas por los “cargueros” del Niño Dios y las autoridades tradicionales de cada lugar. En cada pastorela hay una “profunda reflexión teológica” que muestra el sincretismo de la cultura occidental y la cosmovisión purépecha.
Las personas que participan como organizadores de la festividad, al concluir su servicio, adquieren el grado de prestigio y, cuando cumplen los principales cargos comunitarios religiosos y de orden civil, reciben la categoría de ‘tatas’ (papás).
Entre el bien y el mal
‘Tata’ Juan Dice: “No sabemos cuándo inicia la celebración de la Navidad, pero lo que sí sabemos es que a estas tierras llegaron de la Nueva España los sacerdotes, quienes ejercieron una gran influencia en la educación e impulsaron la representación de coloquios y autos sacramentales, fueron los que abrieron paso a las pastorelas”.
De acuerdo con la tradición oral, sabemos que las pastorelas se celebraron por primera vez a fines del siglo XVI, y estas representaciones se hacían y se siguen haciendo en los atrios de los templos y en las plazas, así como en la casa de los “cargueros”.
Una forma para cristianizar, la pastorela tiene sus antecedentes en la época colonial, cuando los evangelizadores aprovecharon la tradición teatral de para difundir en forma didáctica el cristianismo. Este teatro pastoral durante la Conquista fue el punto medular para adoctrinar y propagar la religión. Sólo de esta forma podrían aceptarse de manera más fácil las formas dramáticas por medio de los bailes, mitotes o pantomimas, que ya se acostumbraba representar, por lo que no les fue difícil a los evangelizadores implantar el drama litúrgico, las moralidades, los misterios, los actos sacramentales y las pastorelas, adaptados a la mente indígena.
Nacimientos y levantamientos
La tradición de colocar nacimientos o pesebres en época decembrina tiene como principal objetivo para la Iglesia reafirmar la presencia de Jesús en cada familia. Es por ello que en cada comunidad por lo menos se tiene una imagen del Niño Dios, que es “acostado” la noche de 24 de diciembre.
En esta tradición de colocar nacimientos en invierno, cada familia saca a relucir el ingenio sin límite, ya que hay nacimientos de grandes proporciones, de escenas completas de personajes del pueblo atentos al nacimiento.
Estas “capillas” al Niño Jesús, como se les llama en la región purépecha, permanecerán allí hasta el 2 de febrero, día que se conoce como de La Candelaria, y con el cual termina el ciclo de festividades de la Navidad. En esa fecha se levanta el nacimiento y se presenta la imagen del Niño Dios en el templo.
Sabor y color
Por su parte, Pedro Victoriano Cruz, periodista purépecha, revela que “en cada comunidad de la Meseta Purépecha, desde varios días antes del 24 de diciembre, día que inicia la fiesta navideña, los familiares de los “cargueros” del Niño Dios y de la Virgen se preparan con alimentos, bebidas y música para todos los invitados y participantes de la festividad”.
En esta celebración, que termina 1 de enero en algunas comunidades y el día 6 en otras, la participación de las autoridades tradicionales es primordial, pues son ellas las que dan el sabor propio y original a cada rito y ceremonia. Oran en lengua purépecha, propician los saludos a la usanza antigua en la casa de los “cargueros” y siempre tienen que estar presentes en los banquetes que se ofrecen.
Las mujeres, por su parte, tienen una doble encomienda: preparar los alimentos y asistir a cada uno de los eventos programados. Los alimentos que se sirven en la fiesta son: buñuelos, tamales, atoles de diferentes clases, guisos de carne y charales. Sin faltar el tradicional “caliente”, que es el té de nurhite con alcohol, además de otro tipo de antojitos. Los que más participan en las festividades son los niños y jóvenes, quienes tienen que estar dentro de las danzas: viejitos, negros, pastores y otras actividades.
La pastorela en el pasado
En el pasado las comunidades indígenas utilizaban las pastorelas incluso para “limpiar el aire de los malos espíritus”, aun cuando en las postrimerías del siglo XVI y principios del siglo XVII la Santa Inquisición prohíbe este tipo de manifestaciones.
La pastorela nació como una forma de diseminación de la doctrina cristiana que rápidamente se convirtió en una auténtica manifestación de teatro popular Durante la Colonia, las órdenes religiosas que llegaron de España, aprovecharon la fuerte tradición teatral de la cultura indígena para propagar en forma didáctica la evangelización.
Los jesuitas, llegados a la Nueva España en 1572, y quienes ejercieron amplia influencia en la educación del pueblo, fueron los principales impulsores de los coloquios. Pero el fervor indígena prevalece y sobrevive la pastorela, y ya en pleno siglo XVII se divide de hecho en tres tipos: la de las casas de la comedia (en teatros y con fines lucrativos); la de los indígenas, de gran valor religioso y fuerza ritual; y la de los sacerdotes, como apoyo a la evangelización.
Tanto la pastorela mexicana como la virreinal tienen la esencia de Fernández de Lizardi cuando, en 1821, escribió su tradicional “Noche más venturosa”, como reacción a las impuras manifestaciones “antirreligiosas”. Las pastorelas, que desde entonces pueden llamarse género teatral, se vuelven de lo más flexible en su intención y representación.
La primera representación que se recuerda en Jalisco se ubica en Zapotlán, hoy Ciudad Guzmán, donde se presencia la primera batalla entre San Miguel y Lucifer En los primeros años, las pastorelas se convierten en importantes elementos de comunicación y participación social Así, para fines del siglo XVI, pueden encontrarse referencias a una pastorela propiamente mexicana, sobre todo en estados de antigua influencia jesuita: Puebla, Querétaro, Guanajuato y Jalisco.
Las raíces
El también director del diario indígena Xiranxua, Pedro Victoriano, explica que “los purépechas celebran el nacimiento de Jesús en esta época invernal como producto de la Conquista española y cristianización, pero también se está buscando reconciliar con el pasado histórico.
Es por ello que, cada 1 de febrero, realizan el ritual y ceremonia del nacimiento de un nuevo ciclo; es decir, la llegada del nuevo, para lo cual realizan el encendido del “fuego nuevo”.
Esta celebración del rito cada año cambia de sede, y en esta fecha se realizará en la comunidad de Caltzontzin, donde las autoridades y los propios habitantes están en la última fase de preparación del festejo principal; en esta actividad se trata de volver a realizar aquellos ritos y ceremonias que ejecutaban los antiguos purépechas, indica el ex carguero de la fiesta de Año Nuevo, Esteban Maciel, de la comunidad de Tacuro, municipio de Chilchota.
Fuente: https://espaciomex.com/cultura/navidad-purepecha/