Entre la barbarie y el olvido: requiem por un maestro

10 de mayo de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Miyer Pineda

Una oda a Takashi Nagai, el profesor que murió a causas de las secuelas generada por la bomba atómica en Nagasaki.

Takashi Nagai era profesor en la Facultad de Medicina de Nagasaki y murió a los 43 años de edad, de lo que se conocería como la enfermedad atómica, es decir, de las secuelas que dejó la explosión de la bomba atómica arrojada por los Estados Unidos sobre esa ciudad, el 9 de agosto de 1945. El profesor Nagai cuenta:

“Inmediatamente después de la explosión de la bomba, los que aún podían moverse formaron dos grupos: el de los que se quedaron allí donde les había sorprendido la deflagración y el de los que emprendieron al punto la huida […] Yo estaba herido y perdía mucha sangre. Durante unos segundos perdí el conocimiento. Cuando volví en mí, me vi tumbado en la hierba, bajo el agitado torbellino de la nube atómica […] Mi querida facultad, con todos sus estudiantes por los que yo sentía tan vivo afecto, desapareció en medio de las llamas, ante mis ojos, en pocos segundos. Mi mujer no era más que un montoncito de huesos carbonizados que fui recogiendo uno a uno entre las ruinas de la casa. Todos juntos no pesaban más que un simple paquete postal.”[1]

Mientras el profesor Nagai caminaba padeciendo un dolor terrible, iba encontrando los cuerpos de enfermeras y de estudiantes malheridos; se había salvado de manera milagrosa y ahora llevaba a los sobrevivientes lejos del fuego de ese infierno provocado por el hombre y una de sus más fervientes obsesiones, hacer la guerra para destruir al prójimo y, por qué no, enriquecerse.

El profesor Nagai vio el infierno de cerca y quizás por eso intentó hacer lo que pudo por aliviar el dolor de muchos de los habitantes de su ciudad, como lo indicaban su fe y la  esencia de su profesión.

Bautizó su casa como quien bautiza a un perro que será parte de su vida, y le puso el hermoso nombre de “como a ti mismo”, siguiendo el precepto del Maestro, quien también dijo que debe amarse a los enemigos, proponiendo humanización y madurez a la hora de enfrentar al opositor.

“Nunca antes había sentido tan dolorosamente mi vocación de hombre de ciencia. Apoyándome en un bastón, con el cuerpo cubierto de heridas que entorpecían mis movimientos, me puse, a costa de grandes esfuerzos, a escalar montañas y a atravesar ríos durante dos meses, para visitar a mis pacientes”[2].

Y así lo hizo hasta que la enfermedad terminó postrándolo; entonces se dedicó a escribir todo lo que vio y sintió, de manera que el mundo jamás olvidara lo que significa una guerra, y mejor aún, lo que significa la ciencia al servicio de una guerra.

Pero la gente olvida porque frente a las catástrofes humanas el olvido actúa como una peste. El profesor Nagai intentó enseñar desde su experiencia (porque eso es lo que hacemos los maestros: transmitir experiencia a los que no la tienen), que existe una relación entre el olvido y la barbarie, y entre la memoria y la venganza.

La experiencia de Nagai en el fondo es la comprensión de la función de la memoria en una sociedad que necesita en-rutar su camino después de la catástrofe; la memoria sirve de ungüento a la historia, y es un proceso de autocomprensión para asumir el pasado como una lección en manos del presente para vislumbrar el futuro.

Nagai era un Maestro de verdad. Llevó la razón de ser de la Escuela al mundo de la acción, al mundo real. Comprendió que su saber tenía que dirigirse a solucionar los problemas de su espacio vital, hasta que se le fueran las energías, y cuando se le fueron, se dedicó a escribir, a analizar su cuerpo, a pensar para señalar la peligrosa relación que existe entre estupidez y olvido.

Nagai volvió a dar clases en la Facultad hasta que sus fuerzas se lo permitieron y terminó postrado en una cama, porque sabía que el aula es el sitio en el que se debe establecer el diálogo sobre lo humano frente a las inclemencias de los cómplices de la muerte: el olvido, la indiferencia y el silencio. Tenía la esperanza de que una vez finalizado el diálogo en el aula, entonces ese sentido quizás pudiera salir a la calle con imaginación a recorrer el mundo para dignificarlo, así debiera salir con bastón como le tocó a él.

En alguna ocasión al desarrollar una clase sobre Nagai, uno de mis estudiantes me preguntó sobre la lógica necesidad de la venganza, es decir, sobre la rabia e impotencia que debió sentir Nagai frente a Truman y los Estados Unidos.  Me gusta pensar, -y eso le respondí a mis estudiantes- que en sus clases, el gran Maestro Nagai dedicaba algunos minutos a dialogar sobre las posibilidades de la paz y del perdón.

Entonces les recordé el nombre con el que bautizó a su casa, “como a ti mismo”, y a partir de ahí replanteamos el mensaje de Cristo frente al enemigo, y conversamos sobre las posibilidades del perdón y del cese de la guerra: al menos una familia que no sufra la pérdida de un ser querido en los enfrentamientos, justificaría el apoyo a un proceso de paz. Finalmente reflexionamos sobre las palabras de Nagai:

“Me gustaría que comprendieran mi deseo de paz y mi deseo de la paz duradera que surge del amor al prójimo, y que los aplicasen en sus vidas”.

Y estas palabras las pronunció un hombre que vio la muerte a los ojos, y que tuvo que recoger los huesos carbonizados de su esposa, de sus familiares, de sus estudiantes y de sus vecinos.

Nagai fue un hombre que encarnó el dolor pero que aun así intentó hacer algo por su pueblo en lugar de seguir el camino de la rabia que lo hubiera llevado a apoyar la muerte para que otros sintieran su mutilación. Su ejemplo sería ridiculizado en un país como Colombia, tan indiferente al dolor de los demás, y con habitantes tan proclives a contagiar el síndrome de la venganza y del fanatismo de la guerra: producen votos y dinero.

El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, visitó Hiroshima este año. No pidió perdón por las víctimas. Sin embargo no deja de ser simbólico que un afroamericano y premio nobel de la paz, reconozca de esta manera la estupidez infinita de la que hablaba Einstein a propósito del uso de la bomba atómica.

Para terminar, ¿qué tal si cedemos al reconocimiento de la infamia con un mini-cuento del Maestro Guillermo Velásquez Forero?

El caballo de Hiroshima

“Un caballo malherido llamaba a todas las puertas”

García Lorca

Después de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, un caballo desollado y ciego, vagando a tientas por entre los escombros, llegó al infierno y con un casco tocó en el portón. Por el postigo apareció una de las tres cabezas de Cancerbero y con voz ardiente y cavernosa le dijo:

  • Aquí no se permite la entrada a los animales, este lugar está destinado exclusivamente a los hombres.
  • Precisamente –replicó el caballo- vengo en busca de un hombre.
  • Y ¿quién es ese hombre? –preguntó Cancerbero-.
  • Harry S. Truman.
  • Lo siento –concluyó el guardián infernal-, pues ese hombre no se encuentra aquí porque liquidó su sociedad con el demonio y montó infierno aparte.

Guillermo Velásquez Forero

Tomado del libro Luz de fuga (1996).

[1] La carta de Nagasaki puede leerse en: mnemosinesantoto.blogspot.com.co/2016/06/carta-de-nagasaki.html

[2] La carta de Nagasaki puede leerse en: mnemosinesantoto.blogspot.com.co/2016/06/carta-de-nagasaki.html

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/entre-la-barbarie-y-el-olvido-requiem-por-un-maestro

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No toda trinchera es honorable

01 de marzo de 2017 / Fuente: http://compartirpalabramaestra.org/

Por: Miyer Pineda

Un llamado a los manifestantes del paro camionero que han detenido la alimentación escolar por las protestas.

Sitiar una ciudad. Impedir la entrada o salida de alimentos sin que importen los afectados,  productores, campesinos, microempresarios que le han apostado a resistir en el juego del mercado o los sencillos habitantes de ciudad que trabajan día a día para sobrevivir. Destruir sus negocios. Obligarlos a que pongan en sus vitrinas que apoyan el paro. Que reine el miedo es la consigna. Detener camiones con la alimentación escolar. Impedir el paso de ambulancias, la movilidad de peatones, la libertad que se supone es pilar fundamental en un sistema democrático: esos Derechos no nos importan.

Destruir los bienes públicos y privados porque nuestra rabia justifica todo. Hay corrupción, hay desigualdad, hay represión, por tanto debemos ser generadores del caos, romper ventanales, cerras vías, arrojar piedras porque estamos libres de pecado.

No importa que el dinero para reponer esos destrozos deba salir de nuestros bolsillos, ni que se hubiera podido invertir ese dinero en otra cosa. Si lastimamos a alguien no importa, solo importa si nos lastiman a nosotros. La libertad de expresión que defendemos es la nuestra, la de los demás es deleznable.

Sitiar una ciudad, presionar (obligar) a sus habitantes a que apoyen nuestras exigencias, no importa que con el tiempo lo que pedimos golpee a los más pobres a quienes el dinero no les alcanzará sin que sepan explicarse la razón. Eso no nos interesa: lo importante es el discurso de la rabia y erigirnos como expertos en buscar conejillos de indias para descargar nuestra impotencia.

Y todo el que no esté de acuerdo con nosotros será nuestro enemigo. Y todo el que no salga con nosotros será un traidor o un cobarde, o un santista (que ahora quiere decir castrochavista);  pregonaremos la muerte atacando el proceso de paz porque “aquí sí se dialoga con terroristas” y no con los trabajadores honestos; no importa que la guerra siga, al fin y al cabo no serán nuestros hijos los que tendrán que ir a pelearla en la trinchera.

No importa que esas palabras sean las del Señor de la muerte, igual  podemos ver la guerra por televisión e indignarnos mientras continúa nuestra digestión, incluso podríamos buscar estrategias para lucrarnos: haremos marketing sobre el discurso de la injusticia (ya se nos ocurrirá algo). No importa que el presupuesto que podría dignificar un poco la salud o la educación tenga que irse a mantener el negocio de la muerte; no nos importa nada, solo nuestros intereses, nuestros egos de ser paladines de la justicia (no importa la de quien, el frente es lo de menos).

Sitiar una ciudad, secuestrar a un país y legitimar ese proceder con el Derecho a la protesta. Apropiarnos del concepto digno de “movimientos sociales” (el nazismo o el falangismo a su modo también lo fueron). No importa que los jóvenes de este país no tengan acceso a su Derecho a la educación (esto es lo de menos: mejor; si se educan podrían cuestionarnos a nosotros también y no se dejarían contagiar con los discursos efectistas del Odio y de la impotencia, ocultos bajo el mote de movimientos sociales); tampoco es importante que se cierren las pocas fábricas, o que con el tiempo haya que despedir gente para recuperar un poco las pérdidas, o que las ambulancias no puedan circular (si el paciente muere, mejor, un muerto más… también usaremos su memoria) … Y si esta gente en realidad es afectada, pues que sean verracos y que se unan y sitien la ciudad, que bloqueen las calles; al fin y al cabo no hemos logrado salir de la edad media.

Y si cerramos las calles no importa que eso aplaste los Derechos de los demás porque aquí prima el Derecho a la protesta, y la protesta significa ahora negar los Derechos de los otros para imponer nuestros intereses, y si hay muertos, mejor, eso golpeará por fin a la gente, que salga a manifestarse, y si nos atacan culparemos de todo al ESMAD; porque sí, el ESMAD tiene la culpa de todo; porque sí, el ESMAD está conformado por los políticos corruptos e infames que nos tienen así y quienes sabían que saldríamos a la calle y que por consiguiente crearon al ESMAD. Lo importante es el Derecho a la protesta aunque no sepamos protestar y pensemos que es legítimo Protestar en su nueva y frívola definición… negar los Derechos de los otros.

Y otros tantos vamos a posar, vamos a liderar, vamos a decirle a la gente lo que quiere escuchar: que El Estado es una lacra corrupta, que el Estado no respeta el derecho a la protesta, que Santos es lo peor que le ha podido pasar a este país… (¿Se dieron cuenta de que evité escribir groserías?): ¿No es increíble que se hayan dado cuenta AL FIN de todo eso? ¿Y por qué los siguen eligiendo?

No nos asombraremos porque ninguno de estos personajes se atreva a decir que el Estado no es lo mismo que el Gobierno; que es el Gobierno de turno el que ocupa el poder del Estado cada cuatro años; no se atreverán a decir que a ese Gobierno lo elegimos nosotros cada cuatro años; no se atreverán a decir que si el negocio es malo, pues quizás debamos invertir en otra cosa en lugar de obligar a un país a aceptar unas condiciones que lo afectarían, solo para que cese el Sitio medieval.

Es poderosa una Protesta, la apoyamos, eso es la Democracia… pero cuando está construida desde la dignidad y desde la Ética: el cacerolazo que no se convierte en acto vandálico o el poema de Neruda leído por el Maestro de la polis, o las velas de los niños como expresión de solidaridad, o el trovador que atraviesa su guitarra para buscar el diálogo, o muchos de esos marchantes conmovidos y solidarios, o el policía que acompaña la Marcha porque sabe que no habrá provocaciones… si esto es así, funciona la Democracia… Si cedemos a la rabia, o al sesgo ideológico, habrá heridos, confusión, y señores… toda estará permitido.

Se sorprenden porque el ESMAD cumple con el objetivo con el que fue creado. Se sorprenden porque los sucesivos Gobiernos que eligen mal no los escuchan… Pero no se sorprenden cada cuatro años cuando los vuelven a elegir. Olvidan pronto. Y ¿Quién es el responsable en ese caso?

¿La culpa de todo es de Santos o de las multinacionales o del ESMAD? ¿El culpable es este Neoliberal de clase alta o de esos perros rabiosos a los que sueltan para reprimir nuestras protestas? ¿Quién lo eligió? ¿Y quiénes eligieron a los congresistas que no han permitido el desmonte del ESMAD? Y cómo no falta el que lea desde sus prejuicios, le aclaro que ya en un ensayo había condenado el accionar de la policía debido a los asesinatos de Nicolás Neira y de Diego Felipe Becerra en Bogotá.

Y mientras tanto en la ciudad sitiada en la que vivo ya hubo un muerto… pasaba por ahí, se detuvo a mirar cómo el pueblo sacaba su rabia en contra de los policías del ESMAD (integrado por muchachos de estrato 25, hijos de senadores y burócratas, a los que les encanta desbloquear calles)… hasta que uno de esos policías disparó una granada con las que los equipan y golpeó la cabeza de ese muchacho. Murió en la calle sin que pudiera hacerse nada… y por supuesto cada uno de los habitantes se sintió conmovido e indignado… Y nadie se ha atrevido a decir que fue una muerte que no debió ocurrir.

Uno de los participantes que lo presenció todo me contaba que por poco el artefacto lo golpea a él, mientras sonreía… No sé si entendió cuando le dije que en realidad sí le dieron, que nos dieron a todos, pero que no nos hemos dado cuenta o que no nos importa.

Al rato ya estaban los videos del cuerpo en las redes. Algunos carroñeros y su amarillismo ultrajando el cuerpo del muchacho, su nombre, su sangre, su memoria… al menos el legítimo derecho a la memoria.

Hubo protestas y cacerolazos en los que se mimetizó el discurso del odio porque en este país cualquier trinchera es honorable siempre y cuando le estampemos la palabra Derecho. Aquí se piensa que se tiene el derecho a odiar y a destruir al otro. Lo primero es comprensible pero lo segundo señores no puede aceptarse. Hermoso ver a la ciudad solidarizada con la memoria de la víctima, hermoso ver la ciudad en silencio… pero nadie es capaz de decir que mucha gente tiene miedo al vandalismo.

Y entonces comenzó la polifonía de la indignación: cada uno proponiendo su punto de vista he intentado imponerlo sobre el de los demás. A lo mejor eso es lo que nos falta, decirnos las cosas, educarnos desde premisas kantianas en las que debemos obligarnos a pensar mientras exigimos que la violencia debe ser aplicada SOLO EN CONTRA DE NOSOTROS MISMOS, CRITICAMENTE, y no en contra de los demás. Deje de estigmatizar tanto al que piensa diferente y pregúntese a quiénes beneficia el Paro. Deje de servirse de la muerte de ese muchacho (y de los demás muertos) y pregúntese la causa de su muerte: y deje de responder que la culpa es del ESMAD, y piense en los que provocaron al ESMAD con su insistencia en secuestrar a un país, y luego piense en la forma de votar que se tiene en estas tierras, porque sus elegidos crearon al ESMAD, y todo indica que lo fortalecerán así cambie de nombre.

Y propongo esa sencilla regla para que el diálogo sea posible: Pensar es irse en contra de uno mismo, sin intentar imponer la tesis de que todo es aceptable para lograr satisfacer mis intereses…
Y luego las redes, la estupidez vitrinizada: la faceterapia… sobre la cual ya Umberto Eco dijo todo, egos y egos efímeros vomitando su estupidez (que es contagiosa y por eso se vuelve viral), su  impotencia y el odio que sentimos por el conocimiento, por el que no piense igual, por el que no se sume a nuestra cruzada de imponer por la fuerza mis intereses.

Han sido pocos los que se han negado a sumarse a los carroñeros que pasean en el mundo virtual, el cuerpo sin vida de ese muchacho que no debió haber muerto.

Por ahora debo decir que estoy de acuerdo con que nos indignemos por la situación del país (ya era hora después de tantos años), y que estoy de acuerdo con el Derecho a la Protesta, pero una protesta desde la imaginación y desde la ética, es decir desde la Democracia… pero no una Protesta que limite las libertades, porque entonces ¿qué diferencia habría con un Paro armado, por ejemplo? ¿Qué nos diferenciaría de ese tipo de lacras?

Así que propongo en un principio que debe indignarnos más el hecho de que seamos nosotros con nuestros votos o con nuestra abstención, quienes propiciamos que esto pase. Porque si la culpa es del ESMAD, pues país, todos somos el ESMAD: Elegimos a sus creadores. Y aún más los líderes de esos bloqueos que con su arrogancia hicieron necesaria la presencia del ESMAD. Pero buscaremos culpables… y los culpables  siempre son los otros… y posaremos exigiendo justicia y lavándonos las manos.

Si el problema es que no se quieren multinacionales pues elijan un buen Congreso y dejen de elegir presidentes neoliberales… porque en el colmo de este desorden ya se oyen voces que piden el regreso del Señor de la muerte. (Neoliberal y asesino).

Por ahora me sentaré a esperar los ataques del odio porque lo que está de fondo es la manipulación de nuestra ignorancia empoderada por impotencia y deseos de sangre. No importa que nuestro pensamiento oscile apoyando frentes sospechosos e inhumanos; la cuestión es la pose, la simulación, encubiertos en discursos de reconciliación y de fraternidad.

A los policías que dispararon los acusarán de homicidio culposo… mientras los creadores del ESMAD seguirán con sus vidas, o ni los acusarán porque se dirá que estos agentes cumplían con su asqueroso y discutible deber. Mientras tanto, la familia del muchacho (me niego a escribir su nombre por respeto a su memoria)… cargará con ese dolor, hará su duelo, y no me atrevo a decir que TODOS somos ese muchacho porque eso sería ceder a la demagogia que desconoce el dolor de los demás, pero a lo mejor así se comprenda el problema: pobres matando pobres, eso sintetiza la historia de nuestro país que se niega a aprender de sus errores.

//rosablindada.net/files/PINEDA_Oscuras_Grafias.pdf

//verne.elpais.com/verne/2016/02/20/articulo/1455960987_547168.html

Fuente artículo: http://compartirpalabramaestra.org/columnas/no-toda-trinchera-es-honorable

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