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Colombia ¿Por qué más del 75 % de los educadores aprobaron la evaluación de ascenso y reubicación salarial de 2024?

En 2024, más de 79.000 docentes aprobaron la evaluación de ascenso o reubicación salarial, proceso que refleja la labor diaria y los conocimientos de los participantes.

  • Esto, luego de un rediseño a la evaluación por parte del Gobierno del Cambio, con el propósito de avanzar en la dignificación y el mérito de los educadores. Descubra cómo fue posible este cambio.
Collage de docentes que aprobaron la evaluacion de ascenso

Educadores que aprobaron la evaluación de 2024.

Bogotá, D. C., 6 de octubre de 2024. Un hito sin precedentes, así fue la evaluación de ascenso docente y reubicación salarial de este año; ya que de los 103.025 educadores que se presentaron, el 75 %, es decir, 79.199 docentes, superaron con éxito esta evaluación, lo que evidenció un avance en el desarrollo profesional y personal de los maestros y maestras.

En pro de la dignificación docente y respondiendo al clamor de los educadores, en el Gobierno del Cambio se rediseñó y reestructuró este proceso que sigue buscando que sea de carácter diagnóstico formativo, pero con un enfoque más cercano al reconocimiento de experiencias de zonas de difícil acceso. Es así como la prueba escrita, que fue de carácter pedagógico, tuvo como fin evaluar y valorar al maestro por lo que sabe y por su desempeño del día a día, a diferencia de las anteriores versiones de la prueba.

Ejemplo de ello, es que en 2018-2019, con la Evaluación de Carácter Diagnóstico Formativa (ECDF) III cohorte, solo logaron superar el proceso 31.848 educadores.

Docente de colegio publico
¿Por qué la prueba estuvo acorde a los conocimientos y experiencias de los participantes?

Los educadores que avanzaron en este proceso debían obtener un puntaje mínimo de 80.01 puntos para aprobar la evaluación, la cual estaba compuesta por cinco instrumentos: la prueba pedagógica y la autoevaluación de desempeño, aplicadas por la Universidad de Antioquia (UdeA), junto con la valoración de la experiencia, la zona de desempeño y los movimientos, competencia que revisó cada entidad territorial certificada.

«Por primera vez notamos que se realiza una evaluación a los docentes que realmente refleja su labor diaria y sus conocimientos. Cuando una evaluación es transparente y se ajusta a las condiciones y lineamientos establecidos, es lógico que los participantes obtengan buenos resultados. Esto nos demuestra que tenemos un Magisterio altamente preparado», expresó Carlos Arturo Arias, directivo docente de la Institución Educativa Ciudadela Nuevo Latir de Cali (Valle del Cauca), quien aprobó la evaluación.

Por su parte, desde la Institución Educativa La Florida en Milán (Caquetá), la docente rural, Cenaida Lozano, expresó su felicidad por aprobar esta evaluación porque con esta oportunidad podrá terminar su maestría y mejorar las condiciones de su vida familiar, al ser madre soltera. Para realizar su inscripción, la ‘profe’ Cenaida tuvo que desplazarse en ‘Palomo’, el caballo que la transportó al lugar donde encontró internet.

«Gracias por esta oportunidad, ya era hora de que este proceso de evaluación se hiciera a la altura de los profes y estuviera enfocada en nuestros procesos y labor», afirmó.

El proceso aún continúa, y de acuerdo al calendario, se tienen contempladas las siguientes fechas: antes del 8 de noviembre, la Universidad de Antioquia y las ETC resolverán las reclamaciones interpuestas. Hasta el 18 de octubre, las ETC expedirán los actos administrativos de ascenso o reubicación salarial para los que superaron la evaluación y No presentaron reclamación.

De otro lado, el 13 de noviembre se realizará la publicación del listado definitivo de aspirantes que superaron o no la evaluación, luego de la respuesta a sus reclamaciones. Posteriormente, del 14 de noviembre al 4 de diciembre, las ETC expedirán los actos administrativos de ascenso o reubicación salarial para los que reclamaron y superaron la evaluación.

Conozca las cifras históricas de los maestros y maestras que han superado la evaluación:

· 2024: 79.199
· 2018-2019: 31.848
· 2016-2017: 22.747
· 2015-2016: 23.741
· 2014: 16.045
· 2013: 13.631
· 2012: 10.369
· 2011: 8.699
· 2010: 8.741

La revolución del cambio continuará trabajando con el compromiso de dignificar el desarrollo profesional docente con énfasis en el reconocimiento al mérito.

https://www.mineducacion.gov.co/portal/salaprensa/Comunicados/422159:Por-que-mas-del-75-de-los-educadores-aprobaron-la-evaluacion-de-ascenso-y-reubicacion-salarial-de-2024

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Colombia: Ministerio de Educación recorre territorios para conocer el avance modelo de salud de los maestros

Desde el pasado 12 de septiembre, representantes del Ministerio de Educación, la Fiduprevisora, la Superintendencia de Salud, Fecode y diversas organizaciones sindicales, emprendieron un recorrido por 34 ciudades del país con el fin de evaluar los progresos del nuevo modelo de salud y estabilizar su implementación en todas las regiones. Este recorrido comenzó en las ciudades de Montería, Manizales, Pereira y Sincelejo, donde los actores involucrados evaluaron la evolución del sistema en cada territorio.

El nuevo modelo de salud para el Magisterio se distingue por eliminar la intermediación en los servicios, ofrecer una red de atención nacional articulada y permitir a los docentes la libre elección de los prestadores de servicios. Este enfoque busca no solo mejorar el acceso a los servicios de salud, sino también priorizar la prevención y la promoción de la salud, una estrategia alineada con las necesidades del gremio y con los principios de universalidad y equidad en el acceso a la atención médica.

“Estamos asistiendo a un proceso absolutamente importante para estabilizar nuestro sistema de salud. Ratificamos con todos los actores que viene avanzando la implementación del Modelo”, afirmó María Eugenia Londoño, fiscal de Fecode, quien destacó la importancia de este avance en términos de garantía del derecho a la salud para los maestros colombianos.

Avances y retos identificados en las primeras ciudades

En Manizales, Pereira, Montería y Sincelejo, los equipos territoriales del Fondo Nacional de Prestaciones Sociales del Magisterio (FOMAG) y Fiduprevisora llevaron a cabo reuniones de alto nivel con las autoridades locales, docentes y representantes sindicales. Uno de los resultados más significativos ha sido la creación de una amplia red territorial que busca integrar los diferentes niveles de atención y garantizar que los docentes puedan acceder a los servicios de salud en su lugar de residencia.

No obstante, tal como lo señaló Martha Rocío Alfonso, ejecutiva nacional de Fecode, aún existen barreras que deben superarse. “En la mesa de alto nivel de Caldas se evidenció que se ha avanzado en la construcción de una gran red territorial, pero aún el acceso tiene algunas barreras. Pedimos que haya gestores del FOMAG para que hagan la remisión al segundo nivel para un manejo amplio de la red” subrayando la necesidad de mejorar los mecanismos de referencia y contrarreferencia dentro del sistema.

Uno de los aspectos críticos mencionados fue la atención en tiempos establecidos y la calidad del servicio. La solicitud de citas prioritarias, el establecimiento de canales de comunicación efectivos y el suministro adecuado de medicamentos fueron algunas de las áreas que aún requieren ajustes. A pesar de los avances en la creación de una red de atención territorial, estas dificultades han generado inquietudes entre los docentes, quienes esperan una mayor rapidez y eficacia en la atención.

Compromiso del ministerio de educación con el modelo de salud de los maestros

Este recorrido por 34 territorios no solo tiene el objetivo de verificar los avances en la implementación del nuevo modelo de salud, sino también de identificar y solucionar los retos persistentes. Ivan Andrés Rengifo, representante de Educal, destacó la importancia de estos encuentros, afirmando que “sobre el camino se han acomodado las cargas”, refiriéndose a cómo la red de prestadores en Caldas ha logrado estabilizarse. No obstante, enfatizó la necesidad de una mayor difusión entre los docentes para que conozcan los procedimientos para acceder a especialistas de manera directa.

El compromiso del Ministerio de Educación con la dignificación de la labor docente es claro. Estas comisiones de seguimiento no solo buscan estabilizar el nuevo modelo de salud, sino también garantizar que los derechos de los maestros y sus familias sean respetados, mejorando la calidad de vida de una población clave para el desarrollo del país.

El nuevo modelo de salud del Magisterio representa un avance significativo en la construcción de un sistema de salud más equitativo y accesible. Sin embargo, el éxito de su implementación dependerá de la capacidad de los actores involucrados para resolver las barreras aún existentes y consolidar un modelo de atención que responda efectivamente a las necesidades de los docentes y sus familias. El Gobierno sigue apostando por una transformación profunda del sistema de salud para el Magisterio, reconociendo que garantizar el derecho a la salud es también una forma de dignificar la labor de quienes día a día educan a las futuras generaciones de colombianos.

Ministerio de Educación recorre territorios para conocer el avance modelo de salud de los maestros

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Colombia: Aprobado en segundo debate proyecto de educación emocional en colegios del país.

Redacción La Última

En segundo debate fue aprobado el proyecto de ley de autoría del senador Carlos Julio González Villa, que introduce la educación emocional en el sistema educativo colombiano a través de las competencias socioemocionales. El propósito es impactar las dramáticas cifras de deterioro de salud mental de la niñez y la juventud.

“Ante la grave radiografía de la salud mental de la niñez y juventud colombiana, respondemos con educación emocional”, manifestó González Villa.

La iniciativa propone introducir en el modelo educativo colombiano, a través de los Proyectos Educativos Institucionales (PEI), la formación en educación y competencias socioemocionales de manera transversal en todos los niveles desde preescolar hasta secundaria.

“La iniciativa busca complementar la educación académica con herramientas que fortalezcan el bienestar emocional y social de niños y jóvenes”, indicó el congresista.

Esta propuesta va más allá de simplemente incluir una cátedra en el currículo; abarca diversas estrategias que van desde la planificación de actividades, el diseño de espacios, la implementación de acciones y la realización de evaluaciones, todas orientadas al desarrollo integral de los estudiantes.

“Propongo fortalecer el desarrollo integral de la niñez y la juventud mediante la conciencia, autonomía y regulación emocional, además de fomentar el desarrollo de las habilidades sociales, así como las habilidades para la vida, así como el bienestar”, indicó el senador.

El proyecto incluye también la formación y capacitación de los docentes, además de herramientas pedagógicas específicas para abordar de manera efectiva la educación y las competencias socioemocionales de los estudiantes. Así mismo, se contempla el diseño de guías metodológicas por parte del Ministerio de Educación Nacional para garantizar su adecuada implementación.

“La educación emocional es fundamental para enfrentar los retos y los desafíos de la construcción del proyecto de vida humana, de cómo enfrentar vicisitudes, cómo enfrentar conflictos, cómo manejar toma de decisiones, cómo conocerse, expresarse, regularse y proyectarse en la sociedad. A eso es a lo que le estamos apuntando”, puntualizó.

Panorama desalentador
El proyecto de ley es una respuesta a las problemáticas tan preocupantes como la farmacodependencia, el suicidio y la violencia escolar, entre otras amenazas a la salud mental, cuyas cifras alarmantes en el país requieren una intervención inmediata en el sistema educativo.

Según los datos revelados en las audiencias públicas sobre salud mental, promovidas por el senador González Villa, de cada diez niños, 4.4 presentan síntomas relacionados con el deterioro de su salud mental. Además, mensualmente, 190 niños y jóvenes pierden la vida por suicidio, según lo revelado por la Procuraduría.

El Estudio Nacional de Consumo SPA arroja una cifra impactante: en los últimos 12 meses, cerca de 258.000 escolares han consumido drogas, y en el último año medido, 473.000 niños y niñas abandonaron el sistema educativo.

Aprobado en segundo debate proyecto de educación emocional en colegios del país

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Colombia: Aun con la reforma a la educación tambaleando, nuevamente maestros salen a la calle este miércoles

Aunque el proyecto ni siquiera aparece en el orden del día de este miércoles en el Senado, una vez más Fecode y otros sectores convocaron movilizaciones.

Si bien hoy la reforma a la educación parece moribunda y está virtualmente hundida –pues no fue incluida en el orden del día de la plenaria del Senado–, este miércoles una vez más la Federación Colombiana de Educadores (Fecode) convocó a manifestaciones contra el proyecto y en Bogotá, pasadas las 10:00 de la mañana, se registran bloqueos en varias zonas.

“Es una realidad política”: Reforma a la educación agoniza y está virtualmente hundida

La jornada, que los maestros denominaron la ‘Segunda Gran toma de Bogotá’, se desarrolla desde las 9:00 de la mañana y ya provoca dificultades de movilidad a la altura de la Carrera Séptima con Calle 26, la Calle 26 con Carrera 19 y la Carreta Séptima con Calle 118. Se prevé que las movilizaciones se desplacen con destino a la Plaza de Bolívar, en el centro de la capital.

“Por la defensa del presupuesto público, que no puede ser entregado a operarios privados, ni la escuela reemplazada por otras ‘entidades’ para favorecer a particulares y politiqueros, seguimos en el paro nacional permanente en defensa de la educación”, aseguró Fecode.

Los puntos de encuentro de las movilizaciones son el Planetario Distrital (calle 26 B # 5-93), la Secretaría Distrital de Salud (carrera 32 # 12-81), ADE sede Sur (carrera 8C # 1 A – 35 Sur) y el Centro Memoria (calle 26 # 25-15).

El pasado lunes 17 de junio se realizó la primera jornada de la “Gran toma de Bogotá”, como la han llamado, buscando que sus demandas sean escuchadas por el Ministerio de Educación y los congresistas. Si bien a la reforma ya se le hicieron algunas enmiendas solicitadas por el gremio de maestros, estos consideran que aún hay ítems que deben ser debatidos.

La reforma se terminó desbaratando luego de que, tras superar su tercer debate, sectores como Fecode o la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) expresaran su descontento con el acuerdo al que llegaron la bancada de Gobierno y oposición.

“Gran toma de Bogotá”: Así avanzan las protestas de Fecode contra la ley estatutaria de educación

Entre otros, hubo rechazo porque se haya pactado un modelo mixto de educación –y no uno esencialmente público–; que considerara el desempeño de los estudiantes en las pruebas de Estado como criterio para evaluar a los profesores, o que se diera vía libre a la educación terciaria (técnica y tecnológica)

El descontento subió a tal nivel que hubo marchas en contra de la reforma y los escuderos irrestrictos del Gobierno sentaron su voz de protesta con visos de pelea. Ante semejante situación, este martes el presidente Gustavo Petro no tuvo de otra que salir a desautorizar a su ministra de Educación, Aurora Vergara, y quejarse por lo acordado.

“Hay que decirlo, quienes no quieren la educación pública ganaron, saboteando el proyecto del Gobierno”, aseguró el jefe de Estado, quien reivindicó el enfoque estatal del proyecto y dejó de lado a los privados: “No es que queramos acabar la educación privada. Como sucede con los colegios privados, será apoyada por el Gobierno, pero no con los recursos públicos que se deben centrar en la educación pública para garantizar que sea un derecho público universal”.

Los puntos de discordia de la reforma

1. El modelo: Si bien Fecode le apostaba a un enfoque esencialmente público de la educación, se acordó uno mixto que también beneficie a privados. Para el sindicato, eso no es más que la mercantilización de la educación “bajo el pretexto del mejoramiento de la calidad”.

Los seis puntos que ponen a tambalear la reforma a la educación

2. Los objetivos: Aunque el proyecto establece que la educación será “un derecho fundamental, un servicio público y un deber”, para Fecode es problemática la participación de privados, en tanto desdibuja la tarea del Estado al garantizar un derecho por un “negocio”.

3. La evaluación: La iniciativa robustece la evaluación docente y crea un criterio auxiliar para medir a los profesores según el rendimiento académico de sus estudiantes. Sin embargo, para Fecode se genera un “interés perverso y punitivo”, dada la desigualdad del país.

4. Educación terciaria: El Ejecutivo le dio vía libre a este tipo de educación técnica y tecnológica, que es posterior a la secundaria y abarca la educación no formal y educación para el trabajo. Según Fecode, no hay “suficiente sustentación, ni debate con la comunidad educativa”.

¿Qué le piden los maestros al Gobierno con el paro que arrancó este miércoles en Colombia?

5. Meritocracia: Aunque el proyecto le apuesta a garantizar el mérito como un factor para avanzar en el sistema educativo, Fecode reclama que se restringe el acceso a la educación superior de las poblaciones con más dificultades al imponer ese criterio.

6. Se elimina el prejardín: El texto acordado ya no hace obligatorios los grados de transición, jardín y prejardín en las instituciones públicas. No obstante, Fecode defiende que cuenta con planta docente titulada y vinculada por concurso a todos los niveles educativos.

https://www.elcolombiano.com/colombia/paro-maestros-este-miercoles-exigen-mejores-condiciones-laborales-KO24809650

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Fecode confirmó paro de maestros este miércoles: esto es lo que le critican a la reforma a la educación de Petro

Por: Paula Valentina Rodríguez

La aprobación de la reforma a la educación en la Comisión Primera del Senado supuso que el Gobierno cediera a conciliaciones con la oposición, pero esas enmiendas al texto original son la principal fuente de incomodidad para el sindicato de maestros.

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Gratuidad educativa en Colombia: una realidad inclusiva para los territorios

Por Carolina Bustamante

En Colombia, anualmente se matriculan más de 3 millones de estudiantes en Instituciones de Educación Superior. De estos, el 60% en centros de formación pública según el Ministerio de Educación Nacional, pero existe un subregistro sobre grupos étnicos, afrocolombianos, población Rom y campesinado vinculado a la academia.

Saldar la deuda, equilibrar la balanza de los beneficios, garantizar equidad o simplemente justicia social, es la forma como el Gobierno de Gustavo Petro, dentro de su nueva política de gratuidad educativa ´Puedo estudiar´, pretende avanzar hacia el acceso universal de la educación y cambiar un pasado de estancamiento profesional en los jóvenes del país.

Gratuidad educativa inicia con medio billón de pesos este 2024 en busca de cubrir el 95% de los estudiantes que están en las Instituciones de Educación Superior públicas. La meta para el 2026 es llegar al 97% y a los territorios afirma el viceministro de Educación Superior, Alejandro Álvarez Gallego.

Lo anterior porque, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística DANE, de los 48 millones 258 mil ciudadanos que hay en Colombia, el 6 % corresponde a comunidades étnicas, representados en algo más de 1 millón 900 mil personas que se auto reconocen como indígenas de pueblos originarios diferentes, y 4.671.160 afrodescendientes, raizales, palenqueros y Rom pero, ¿cuántos de estos han tenido, tienen o podrán tener acceso a educación superior?

¿Qué población será priorizada?

Jose Hildo Pete, secretario técnico de la Comisión Nacional de Trabajo y Concertación de la Educación para los Pueblos Indígenas – Contcepi, no duda en señalar que cientos de jóvenes no han tenido acceso a educación: “muchos de los jóvenes terminan su colegio y se van a trabajar en floristerías, en el campo o en campos a raspar coca”.

No se conoce por la Autoridad Nacional Indígena las cifras de ocupación estudiantil en universidades del país afirma Hildo, pero la desocupación preocupa a los 115 pueblos indígenas. “Los pocos jóvenes que logran ir a estudiar a zonas urbanas o ciudades principales generalmente son financiados por la comunidad, su resguardo. Pero a veces solo logran llegar a cuarto o quinto semestre y se retiran, porque no es solo tener una matrícula, es cómo sostenerse durante el tiempo de estudio. A veces resulta imposible y desertan”.

Indica el Ministerio de Educación Nacional que esta estrategia busca llevar la educación superior a los territorios “la iniciativa elimina barreras de acceso y amplía los beneficios a diversos sectores de la sociedad, se enmarca en la estrategia Universidad en tu Territorio” lo que sugiere infraestructura, capacidad técnica, docente y tecnológica que permita estar a la vanguardia de otros centros educativos del país, añade el secretario técnico de educación.

Otra de las barreras que se eliminan con esta nueva política es que podrá aplicar población de estratos 1, 2 y 3 dando especial prioridad a indígenas, pueblo Rrom, comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras; se suman víctimas del conflicto armado, personas con discapacidad, campesinos, aquellos privados de la libertad y grupos A,B y C del sisbén IV.

Una mirada desde las aulas de clase

Sara Jiménez, tiene 24 años, hace su último año de estudios en mecatrónica en la Universidad Nacional de Colombia donde además funge como representante estudiantil ante el Consejo Superior Universitario.

Asegura que los estudiantes reconocen las ventajas de la política de gratuidad ´Puedo estudiar´, señala que buscar mecanismos para conocer los resultados de las convocatorias rápidamente y los porcentajes reales que se consignan a las universidades por cada estudiante permitiría al beneficiario tener un control real de el rubro otorgado.

Indica que les preocupa que la política de educación del gobierno actual no es retroactiva “(…) los estudiantes tardan más de los 10 semestres en graduarse y la política actual contempla esas demoras, pero las anteriores no y esos estudiantes que son beneficiarios de gobiernos con políticas pasadas no tendrán gratuidad en 1 o 2 semestres extra que permite la política actual y quedaron por fuera”.

También piden a la cartera de educación nacional que se haga pública la forma y los porcentajes bajo los cuales los centros de educación superior, técnicos o tecnológicos recibirán los dineros para matrículas.

La reforma a la política de educación gratuita, en sus artículos 86 y 87 correspondientes a financiación, modifican la forma de medir los montos de financiación de beneficios del Índice de Precios al Consumo IPC al Instituto Colombiano de Estudios Fiscales ICEF, sin embargo, reclaman los estudiantes, bajo la vocería de Sara Jiménez, información pública al respecto porque a la fecha no se conoce.

Financiación y cobertura

Indican los estudiantes que los beneficios en educación no deben quedarse ligados a matrículas: “debería ampliarse la cobertura, es decir, porcentajes extra que permitan a las universidades públicas crecer, porque actualmente están estancadas o tienen que realizar más investigación para tener recursos. Ejemplo: en la Universidad Nacional el 40 % de los recursos son autofinanciados».

Añade la representante estudiantil que si a lo anterior se suman los ´pagos simbólicos´ como los denomina y que equivalen a matrículas de hasta 100 mil pesos para población de bajos recursos, pese a que tener a un estudiante todo un semestre cueste mucho más, esto obliga a la universidad a entrar en gastos que no asume el Estado. Consideran pertinente que el Ministerio de Educación pague por ese estudiante el costo real de su estadía en los centros de formación superior.

Pese a estas dudas y sugerencias cabe resaltar que otros de los cambios que esta política contempló están asociados a estudiantes con títulos de postgrados técnicos o tecnológicos que podrán acceder a educación gratuita. Finalmente, la comunidad educativa celebra que ya no habrá giros a instituciones educativas a través del Icetex sino directamente desde el Ministerio de Educación Nacional.

¿Cómo acceder a los beneficios?

El estudiante puede dirigirse a una de las 67 Instituciones de Educación Superior públicas del país, elegir un programa académico de pregrado (técnico profesional, tecnológico o universitario), ser admitido por la institución y matricularse.

La Institución se encargará de registrar al estudiante en el Sistema Nacional de Información de Educación Superior-SNIES.

Los calendarios académicos son particulares para cada institución, así como los tiempos que destinen para los procesos de matrícula. Se sugiere consultar directamente con la institución de su interés.

Radio Nacional de Colombia

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Tejer la palabra y esquivar las balas: el (contra) periodismo indígena en el Cauca

En el suroccidente colombiano se forja otro tipo de periodismo, uno que se reconoce como ‘comunicación’ y que se fragua en una de las zonas más álgidas del conflicto armado en el país. Un (contra) periodismo que la comunidad indígena Nasa del norte del Cauca defiende y sostiene como el canal de protección de su identidad, de sus mandatos políticos y espirituales y de su proyecto de vida.

Esta historia es parte del especial periodístico “¡Seguiremos informando! Libertad de expresión y seguridad en América Latina” de FES Seguridad y FES Comunicación, en alianza con Distintas Latitudes.

Durante todo el desalojo, que duró unas dos horas y que terminó con su asesinato, Abelardo Liz no dejó de grabar con su cámara. Registró a la comunidad indígena que se preparaba para hacerle frente a la fuerza pública que llegaba al terreno, filmó cómo el cuerpo antimotines de la Policía lanzaba gases lacrimógenos y proyectiles, y siguió de cerca a los militares que, armados de fusiles, dispararon hacia quienes los habían cercado con machetes y que luego huían ante sus ráfagas de disparos. Abelardo Liz permanecía firme.

El comunicador indígena dejó evidencia de los hechos que aún hoy el Ejército niega: que ese 13 de agosto de 2020, en un terreno a pocos kilómetros de Corinto —un municipio al norte del departamento de Cauca, en el suroccidente de Colombia— los soldados apuntaron y dispararon hacia la comunidad, y que en medio de las ráfagas una bala alcanzó a Liz, quien murió poco después y que también registró en video el momento en el que es herido de muerte. Ese día, además, fue asesinado José Ernesto Rivera, una de las personas que se enfrentó a la fuerza pública, y fue herido de bala en una pierna el líder indígena Julio César Tumbo.

Desde Manuel Quintín Lame, gran cacique de todos los indios, líder indígena que a principios de siglo pasado empezó a movilizar a los Nasa por la defensa de la tierra en el Cauca, la escena se repite de forma similar: terrenos verdes sobre los que las comunidades del pueblo Nasa y la fuerza pública se disputan la propiedad de la tierra. Los pueblos indígenas lo llaman “Liberación de la Madre Tierra”, un proceso que toma ese nombre en 2014, pero cuyos inicios se pueden rastrear a eventos de 2005 y hasta de finales del siglo XIX, y que usa las vías de hecho para reclamar terrenos que el pueblo Nasa reivindica como históricamente suyos y que aseguran han sido arrebatados por la clase política, los terratenientes y las multinacionales. La Policía y el Ejército, por otra parte, ven su intervención como la legítima defensa de la propiedad privada: terrenos que en el papel pertenecen a los hacendados y a las empresas que ven en los indígenas que los ocupan a invasores y “robatierras”. En esa historia el Estado ha sido aliado de las empresas, pero ha tenido que reconocer sus omisiones y afectaciones a los derechos de las comunidades indígenas, como ante la condena que le impuso la Corte Interamericana de Derechos Humanos por participar en la Masacre del Nilo, cuando 21 indígenas que ocupaban un terreno en Caloto, un municipio a 27 kilómetros de Corinto, fueron asesinados por la Policía y grupos paramilitares.

Las cuentas de cuántas víctimas indígenas ha dejado el conflicto por la tierra en el Cauca —en el que también participan grupos armados ilegales— solo las llevan las mismas comunidades: más de 38.000 entre 1985 y 2016, según el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), organización que agrupa a más del 90 % de las comunidades en el departamento. Y a 2015, el CRIC contaba en 57 los que habían sido asesinados por la fuerza pública.

“La policía siempre dijo que ellos no agredían. Y como los medios de comunicación, Caracol, RCN [los dos medios televisivos con más audiencia en Colombia] estaban a favor de la Policía y los dueños de las tierras, entonces nos hacían ver como los malos que vienen a quitar la tierra, mientras la Policía se mostraba como unos angelitos que no agredían a la gente”, cuenta Harold Secue, comunicador indígena hace más de 20 años y actual coordinador de comunicaciones del CRIC.

Cauca - periodismo y seguridad La Liga Contra el Silencio

En 2005, Harold Secue, que tenía unos 22 años y un gusto por lo audiovisual, fue una de dos personas a las que la comunidad le asignó la labor de registrar lo que pasaba en uno de esos encuentros con la fuerza pública en Japio, cerca a Santander de Quilichao, otro municipio del norte del Cauca. “Yo y otro compañero, que llegó de la Universidad del Cauca a hacer una pasantía, hicimos un equipito para ir a grabar lo que pasaba allí. Necesitábamos tener memoria para las denuncias frente a la agresión de la Policía”. El resultado fue “Pa’ poder que nos den tierra”, un documental corto y descarnado de lo que fueron las intervenciones de la Policía ese noviembre de 2005: un hombre indígena, Belisario Camayo, asesinado de un tiro en la cabeza, testimonios de hombres que recibieron disparos a quemarropa de las armas potencialmente letales de la Policía y que como resultado tuvieron quemaduras en la piel y perdieron la vista, y hasta el testimonio de un indígena Nasa que asegura fue retenido y torturado por la Policía que lo acusaba de guerrillero y le amputaron dos dedos de una mano. El documental cierra con una breve nota de Noticias Caracol, en la que el entonces comandante de la Policía del Cauca asegura que el hombre herido en el enfrentamiento se había caído, que por eso estaba golpeado y que los oficiales lo recogieron y lo llevaron al hospital.

“Pa’ poder que nos den tierra” fue uno de los primeros ejercicios de comunicación audiovisual en el Cauca que se inscribe en el esfuerzo de la comunidad indígena por hacerle contrapeso a la forma en que los medios tradicionales informaban lo que pasaba en su territorio, un ejercicio de contrainformación. Ese esfuerzo, del que Abelardo Liz y los comunicadores indígenas del Cauca han hecho parte desde inicios del siglo XXI, hoy se expande en tejidos de comunicación —como la comunidad llama a sus medios de comunicación propios— compuestos de emisoras, páginas de internet y estrategias de comunicación que buscan contar la realidad del territorio en sus propios términos, una especie de (contra)periodismo indígena que ellos llaman comunicación.

UNA TIERRA CODICIADA Y DE RESISTENCIAS LOCALES

El Cauca, unos 30.000 kilómetros cuadrados de extensión, es uno de los departamentos donde se ubica el Macizo colombiano, el nudo geográfico de donde se desprenden las tres cordilleras que atraviesan el país y nacen cinco de los ríos que llegan hasta los bordes de la tierra nacional: el Patía que va al Pacífico, el Cauca y el Magdalena que desembocan en el Mar Caribe y el Putumayo y el Caquetá que se riegan en la cuenca Amazónica. Es una tierra rica y estratégica que ha sido codiciada y disputada por actores legales e ilegales que ven en los recursos, en la conexión con la costa Pacífica y en lo fértil de su territorio una fuente de recursos para el crecimiento de sus empresas y economías.

Además, es el segundo departamento de Colombia —después de La Guajira— con mayor población indígena, que según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) representa el 25 % de la población de la región. Los indígenas son el segundo grupo más grande después de la mayoría de población mestiza o que no se identifica con ningún grupo étnico. Quienes se identifican como negros, mulatos, afrodescendientes o afrocolombianos suman el 20 %, de acuerdo con el DANE.

La mayoría de la población indígena en el Cauca la componen el pueblo Nasa y el pueblo Misak, que se articulan junto a otras comunidades en el CRIC, una de las organizaciones indígenas con más fuerza y visibilidad en el país y una de las primeras en estructurarse en Colombia, en 1971. De hecho, el CRIC fue uno de los principales fundadores de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), que hoy es el principal cuerpo en el que se articulan y representan los pueblos indígenas del país. Hoy en Colombia hay entre 87 y 102 pueblos indígenas, depende de quien esté llevando la cuenta y de qué reconoce como ‘pueblo indígena’.

Desde sus orígenes, el CRIC se fundó con la misión de recuperar y proteger la tierra para los resguardos indígenas del departamento, y con los objetivos de conservar las tradiciones y culturas propias, y exigir su respeto y protección. En la actualidad el CRIC es la organización indígena que en Colombia tiene una de las estructuras y luchas políticas más sólidas, lo que le ha permitido nutrir, por años, movilizaciones masivas que han paralizado no solo al Cauca sino incluso a la capital del país, hasta donde se han trasladado en varias ocasiones impulsados por sus necesidades y demandas. El CRIC es la organización indígena que más se hace sentir hoy en Colombia.

RECUENTO DE UN (CONTRA) PERIODISMO PENSADO DESDE EL TERRITORIO

Ese proceso de solidez y resistencia indígena ha estado acompañado por un interés constante de fortalecer sus propias estrategias de comunicación. El resultado en el norte del Cauca es una red de tejidos de comunicación compuesto por cuatro emisoras —que alcanzan unos ocho municipios de ese departamento y algunas zonas del Valle del Cauca—, con sus páginas web y redes sociales; los sitios web del CRIC y de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN, Çxhab Wala Kiwe en lengua nasa); las revistas y periódicos producidos por el CRIC; y otras publicaciones análogas que informan de los procesos locales de las comunidades. Toda esta red, a su vez, está articulada con otra estrategia más grande, la Asociación de Medios de Comunicación Indígena de Colombia (AMCIC).

No es fortuito que los llamen tejidos. La cultura Nasa ve en la figura del tejido no solo una técnica sino un reflejo de su cosmogonía, una forma de escritura en la que plasman su historia. De hecho, la forma en que entienden sus proyectos de comunicación y la comunicación misma como elemento anclado a una trama más amplia es un símil exacto de las partes de un tejido: los hilos son los medios de comunicación propios; los nudos, que se dividen en internos (alianzas con personas claves dentro de la misma comunidad) y en externos (relaciones con actores estratégicos fuera del territorio); y los huecos del tejido, que son los asuntos que demandan atención y sobre los que se sueltan o se aprietan los nudos.

Esa visión de la comunicación se ha consolidado y reproducido más o menos desde 1999, cuando nació la primera de varias escuelas que formaron a jóvenes Nasa y a personas interesadas de la comunidad en la técnica y la política de la comunicación indígena. “Estudiábamos dos días de inducción política y tres días de inducción técnica, y cada dos meses íbamos llevando tareas. Así inicia mi proceso de comunicación”, cuenta Harold Secue, que entonces tenía 16 años y ya hacía parte de una emisora en su colegio donde producían contenidos que mandaban en casetes los jueves en chiva (un bus sin ventanas de trompa ancha, de colores y de otra época) hasta la emisora de Jambaló —municipio del norte del Cauca—, una de las dos primeras emisoras indígenas en el Norte del Cauca, junto con la de Toribío, y de donde surgió la iniciativa de esa primera escuela de comunicación. “Casi todos los resguardos del norte del Cauca tenían espacio para formarse allá, porque en ese momento también estaba apenas cogiendo fuerza la ACIN”.

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Fue para 2001 que surgió la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, la casa de Radio Pa’yumat (expresión en lengua Nasa, usada al llegar de visita para decir algo como “vengo a visitarte”), la emisora con más cobertura en el territorio, y a la vez la sombrilla de las otras emisoras del norte del Cauca que se fueron nutriendo de quienes iban formándose en las escuelas de comunicación. La radio es el medio que predomina en el norte del Cauca, donde no se puede depender ni confiar de la conexión a internet.

“La escuela de comunicación aquí en mi territorio de Corinto inició en 2014 como iniciativa de la asamblea comunitaria. Las comunidades de las 42 veredas que cobija el municipio de Corinto se reúnen y crean ese mandato de tener un medio de comunicación propio que sea alternativo, indígena”, recuerda Natalia Salazar. En ese entonces, Natalia tenía 15 años y era la más joven de los 30 comuneros indígenas que respondieron a la convocatoria y que luego integrarían, tejidos de comunicaciones como el de Corinto, del que hizo parte Abelardo Liz que se había formado antes en la escuela de comunicación de 2010.

También en 2014 surgió el programa de Comunicación propia intercultural de la Universidad Autónoma Indígena Intercultural (Uaiin), un programa que, como las otras escuelas de comunicación indígena, enseña una comunicación atravesada por los principios políticos de la comunidad nasa. “Al inicio para nosotros fue bastante complejo de entender, estamos en una universidad y todos emocionados de que vamos a aprender cómo se maneja una cámara, cómo se habla en radio, cómo se toma una fotografía. Y resulta que quienes daban las clases eran los exconsejeros y exautoridades contándonos cómo surgió la Uaiin y el CRIC, cómo se habían dado esas luchas para lo que hoy teníamos”, recuerda Mabel Quinto, comunicadora indígena de Toribío que desde junio de 2023 coordina el tejido de comunicación de la Acin-Cxhab Wala Kiwe.

El eco de esa formación se siente en los contenidos de los tejidos de comunicación: franjas informativas, entrevistas a proyectos comunitarios y líderes, transmisión de los mandatos de las autoridades y de sus comunicados, secciones de música tradicional y programas en lengua nasa que buscan fortalecer el idioma —también llamado Nasa Yuwe, Kwesx Yuwe y Jugthëwësx pthüusenxy—.

Como a Mabel en la Uaiin, le pasó en la escuela de comunicación en Corinto a Natalia Salazar, quien ahora está vinculada al tejido de comunicación de la ACIN. Natalia recuerda el deseo con el que ella y sus compañeros entraron a la escuela buscando los equipos y las técnicas, y se encontraron en su lugar una inmersión en la historia y las tradiciones de su propia comunidad. “Empezamos primero a conocer nuestra organización, nuestro plan de vida, a conocer el territorio, a caminarlo, a dialogar con la gente, a conversar con nuestros mayores, a conocer nuestro origen, el por qué la comunicación indígena es tan importante y cómo visibilizar lo que en realidad es un pueblo originario. Y a medida que vamos recorriendo y fortaleciendo nuestra cultura, ahí sí llegan el manejo de TICs: cómo grabar, cómo entrevistar, cómo hablar en una radio”, cuenta Natalia. Un hilo en un tejido más grande.

Defender lo propio es el eje de la labor de las y los comunicadores indígenas, se siente cuando explican la comunicación como una vía para preservar sus mandatos espirituales, que también son políticos. También se siente en la convicción con la que hablan de la importancia de su labor y la contundencia con que la defienden, que no es un asunto menor en medio del contexto sitiado de agresiones y hostilidades que habitan.

EL SOFOCO DE LA VIOLENCIA

La historia del Cauca ha estado marcada por el conflicto por la propiedad de la tierra durante los últimos cinco siglos, y las comunidades indígenas, campesinas y afro del departamento han llevado la peor parte. Así desde que la colonia española llegó atraída por los yacimientos de oro, hasta hoy que quedan los pedazos de un conflicto armado que, tras el acuerdo de paz entre la guerrilla de las FARC y el Estado colombiano, se atomizó y complejizó. Esos conflictos cobraron la vida de quienes se opusieron al terraje —la práctica de hacendados que permitían la ocupación de tierras por las comunidades a cambio de trabajo gratuito—, de personas de las comunidades que se han enfrentado a los grupos ilegales que imponen con bala y amenazas el control del narcotráfico en la región —una de las zonas con mayores niveles de hectáreas de coca en el país—, y la de los indígenas que recurren a las vías de hecho reclamando lo que reconocen como propio y que a cambio encuentran una ofensiva de proyectiles mortal.

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En las últimas décadas del siglo XX, y hasta los acuerdos de paz de 2016, el ritmo del conflicto lo marcó la presencia de las guerrillas de las FARC y en menor medida del ELN, y sus enfrentamientos con grupos paramilitares que buscaban mantener el control territorial de los hacendados apoyados por las fuerzas del Estado. Y en la mitad los indígenas y sus estrategias de resistencia, también los desplazamientos, las agresiones y los reclutamientos forzados.

“Yo recuerdo que había una cuña radial hace años en Radio Pa’yumat donde invitábamos a la juventud a vincularse a la guardia indígena (un grupo de protección colectiva) para que no vayan a los actores armados”, cuenta Harold Secue sobre un hostigamiento alrededor de 2008, una de las épocas que recuerda como más hostil. “Nos dijeron, esa cuña no se puede pasar. Y ha habido así como llamados de atención, amenazas de parte de ellos. De hecho Radio Pa’yumat en ese tiempo sufrió un sabotaje por parte de actores que nos dañaban las antenas, se nos llevaban las cosas y se debía a todo ese trabajo que nosotros realizábamos. Eso ha sido una dificultad a la hora de comunicar”.

Tras la firma del acuerdo de paz con las FARC, el país sintió aires de tranquilidad durante poco más de un año, pero la llegada de un nuevo gobierno que no se interesó por implementar lo acordado, y más bien le apostó a su debilitamiento institucional, sumió rápidamente a zonas como el norte del Cauca en nuevos ciclos de violencia. Cuando en 2022 terminaron los cuatro años de gobierno de Iván Duque, grupos paramilitares, el ELN y grupos disidentes de las FARC hacían nuevos despliegues de fuerza con paros armados, combates reciclados y agresiones orientadas sobre todo a quienes defendían los derechos de las comunidades y de los ecosistemas.

Entre 2016 y 2023 fueron asesinados 1.450 líderes sociales y defensores de derechos humanos en Colombia, según un informe del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, Indepaz. El Cauca fue el departamento con más líderes asesinados en el país en esos siete años con 314, de los cuales 141 fueron asesinados en cinco municipios del norte: Caloto, Corinto, Santander de Quilichao, Toribío y Buenos Aires, cinco de los 10 municipios colombianos que registraron el mayor número de asesinatos en ese periodo. Desde 2010 el CRIC ha contado cinco comunicadores indígenas asesinados en el departamento. Y mientras los nombres de los actores del conflicto se han transformado, las agresiones a las comunidades indígenas y a sus comunicadores se han mantenido prácticamente iguales. En 2012 y 2020 también hubo ataques a las infraestructuras y antenas de las emisoras del norte del Cauca. “Esa vez nos tocó sacar la voluntad de donde no la teníamos para ir a hablar con este grupo armado, mencionar el por qué ellos estaban atentando con la infraestructura de las comunidades, y ellos lo que nos mencionan es que hay una información de que nosotros instalamos esa torre ahí para darle información al Ejército Nacional”, cuenta Natalia Salazar sobre la vez que en 2020 grupos disidentes de las FARC dañaron las redes eléctricas de la antena que usaba Nación Nasa, la emisora de Corinto.

Natalia recuerda que ella, otros tres comunicadores de Corinto y una autoridad indígena fueron al lugar a interpelar al grupo armado. Llegaron con el respaldo de la comunidad, con la orientación de los sabedores espirituales y con el chaleco azul y el Kambuwesx (el bastón de mando indígena) que identifica a la guardia indígena; del otro lado, fueron recibidos con los camuflados, las armas largas y el talante hostil de tres integrantes del grupo armado que llegaron al lugar en una camioneta. “Ese día entablamos una comunicación cara a cara y la verdad sí fue bastante tenso. Y no se genera un buen diálogo con esos grupos que prácticamente querían como mandar en la comunidad, porque nos dijeron que nosotros a quién le habíamos pedido permiso, que a ellos no les habían dicho. Y si el territorio es de las comunidades, ¿por qué tenemos que andarle pidiendo permiso a personas que ni siquiera son del territorio?”.

Esos han sido los términos de las confrontaciones entre grupos armados y comunidades en el Cauca: una autoridad sobre el territorio que unos imponen con armas y que otros reclaman como el derecho histórico de haber habitado esa tierra durante siglos.

Mientras Harold Secue, oriundo de Jambaló, recuerda que la seguridad en el Cauca era más crítica hace unos 15 años, para Natalia, habitante de Corinto y oriunda de Miranda, la situación actual de inseguridad en la zona que habita es inédita. Explica que los toques de queda en Miranda y los frecuentes asesinatos de jóvenes son un panorama nuevo en ese municipio que, a pesar de ubicarse a unos 10 kilómetros de Corinto y de su histórica situación de inseguridad, hasta hace poco era un lugar tranquilo y ajeno a las escenas vecinas de conflicto. Pero eso cambió más o menos al mes de iniciar el gobierno de Gustavo Petro en 2022, cuenta Natalia, el primer gobierno abiertamente de izquierda en alcanzar la presidencia de Colombia y que llegó con el plan de adelantar acuerdos de paz con todos los grupos armados del país después de la disolución de la guerrilla de las FARC. Lo que han visto expertos, organizaciones defensoras de derechos humanos y habitantes de las zonas en conflicto en Colombia es que desde que el gobierno nacional empezó a hablar del plan de “paz total” —como se llamó el proyecto— los actores ilegales han aumentado su despliegue violento, una forma de mostrarse fuertes en los territorios y llegar con más poder de negociación a las mesas con el gobierno.

CUANDO CONTAR ES PONERSE EN RIESGO

Los ataques a las antenas es apenas una de las formas de la violencia a la que se enfrentan quienes se dedican a la comunicación en el norte del Cauca. Los actores armados ilegales también han amenazado y censurado a quienes reportan la situación de seguridad en la zona. “Cuando estuve en el tejido de comunicación nos lo dijeron: ‘Si van a denunciar, denuncien de manera general, no digan nuestros nombres, no sean directos, porque cuando hacen eso nos ponen en alto riesgo como fuerzas revolucionarias’. Entonces, se ha convertido en que si quiero comunicar y estar en el territorio, tengo que tener cierto sesgo o cuidarlos en cierto momento a la hora de comunicar”, cuenta Harold Secue.

Lo mismo relatan Natalia Salazar y Mabel Quinto, quienes al hablar de la manera en que informan del conflicto armado en la región se notan reacias y casi en igual medida cautelosas. “Muchas veces cuestionar el accionar de X o Y grupo, sea legal o ilegal, también nos pone de alguna manera en riesgo, se nos identifica porque saben que somos del territorio, saben nuestro recorrido”, dice Mabel, quien agrega que además de esas censuras, los actores armados ilegales también han restringido la movilidad de los comunicadores que, viajando entre territorios, han sido retenidos por hombres armados que les exigen demostrar su rol con carnés de prensa. Ante eso, las autoridades indígenas empezaron a expedir los carnés.

Mabel habla de actores legales e ilegales porque la violencia que los comunicadores indígenas padecen ha venido también de parte de la Policía y el Ejército presentes en el departamento: también ellos, dicen Mabel, Harold y Natalia, han estigmatizado y agredido a comunicadores indígenas y obstaculizado su labor. “Hay unas agresiones que vienen de la fuerza pública, que pueden ser no violentas, pero que también restringen la labor de la prensa y que generan un ambiente de hostilidad no favorable para que los periodistas realicen su trabajo. Son obstrucciones al ejercicio informativo como que no los dejan entrar o no les permiten hacer cubrimiento”, asegura Viviana Yanguama, coordinadora del área de protección de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), desde donde se monitorean los casos de agresiones a periodistas en Colombia.

El Cauca ha estado desde hace años en la lista de los departamentos donde se registran más agresiones a periodistas en el país, pero este año, dice Viviana, “ha sido un poco raro”. En el último informe de la FLIP sobre agresiones a periodistas por grupos armados ilegales, el Cauca no tuvo los números altos que sí se registraron en departamentos como Arauca y Norte de Santander. “Y digo que es raro porque nosotros sabemos que en el Cauca sí hay una injerencia de grupos armados”, asegura. La razón a la que Viviana atribuye el fenómeno es una probable “autocensura” de parte de comunicadores y periodistas para no mencionar algunos temas o no denunciar hechos que ya ven como parte de su contexto. “Nosotros charlamos con un periodista en el Cauca hace unas semanas que nos decía que los grupos armados sí los están vigilando, y que no hay acciones directas en contra de la prensa, pero que como todo el contexto es tan hostil y tan difícil, no es necesario que haya algo directo contra ‘X’ periodista, sino que se entiende que hay que seguir unas reglas y que eso implica no hablar mal de esos grupos o no visibilizar algunas situaciones que están haciendo”, cuenta la experta.

La normalización de la violencia en el ejercicio periodístico y de comunicación en el Cauca la reconoce Andrés Córdoba, periodista caucano del municipio de La Sierra y profesor de periodismo en la Universidad del Cauca en Popayán, la capital del departamento. La presencia histórica de los grupos armados ilegales, asegura, ya ha acostumbrado a periodistas y comunicadores a saber que antes de ir a un territorio en busca de una historia hay que pedir permisos, ir acompañado, tomar precauciones ante la inevitable y ya acostumbrada sombra del conflicto armado.

“Para ir a hacer así sea un tema de medioambiente, o de turismo, algo muy distinto quizás a lo que [los grupos armados] trabajan, siempre hay unos riesgos, porque uno no sabe qué va a pasar con ellos, en qué momento les da por salir en el camino y hacer algo, o si uno puede quedar en medio de alguna confrontación. Quizás uno acá lo normaliza, no lo habla y no lo piensa hasta que preguntan. Yo creo que lo normalizamos mucho”, cuenta Andrés justo antes de relatar un par de incidentes en los que haciendo reportería en el Cauca tuvo encuentros tensos o supo que se había salvado por poco de encontrarse con actores armados.

El panorama es mucho más difícil para las y los comunicadores indígenas que describen su vida y labor en los territorios bajo un constante miedo, uno que además les llega por varios frentes del conflicto: mientras los grupos ilegales les acusan de ser colaboradores de la fuerza pública, ésta a su vez les ha acusado de ser colaboradores e incluso integrantes de las guerrillas. “Cuando vamos a abordar la Liberación [de la Madre Tierra] los comunicadores que están cubriendo la noticia son fotografiados y luego aparecen como que deben ser judicializados”, afirma Mabel sobre documentos oficiales de la fuerza pública en los que los comunicadores han sido identificados como sujetos buscados por la justicia.

La Liberación de la Madre Tierra ha sido precisamente uno de los escenarios de alto riesgo para los comunicadores indígenas en el Cauca. Dos de los cinco comunicadores que han sido asesinados en el departamento en los últimos 13 años, según los reportes del CRIC, fueron asesinados por disparos de la fuerza pública en medio de estas movilizaciones: María Efigenia Vásquez, comunicadora de 31 años de la emisora Renacer Kokonuko del municipio de Puracé, asesinada el 8 de octubre de 2017 por una munición disparada por el cuerpo antidisturbios de la Policía que le impactó en el pecho cuando registraba una ocupación en el predio de Aguatibia; y Abelardo Liz, comunicador de Corinto de 34 años que murió el 13 de agosto de 2020 tras ser impactado por una bala de fusil que fue presuntamente disparada por el Ejército en medio del desalojo de las comunidades del predio Quebradaseca cerca a Corinto.

En ninguno de los dos casos la fuerza pública ha asumido responsabilidad sobre los hechos. En el caso de Efigenia Vásquez aseguraron que probablemente se había tratado de una munición artesanal manipulada por los indígenas. En el caso de Abelardo, el Ejército ha evitado referirse a los posibles responsables de su asesinato, pero ha insistido en su versión de que los soldados no dispararon a la comunidad y que solo abrieron fuego al recibir disparos de las disidencias de las FARC que aseguran estaban infiltradas entre la comunidad indígena.

Sobre los responsables de otros dos asesinatos a comunicadores indígenas en el Cauca no hay tanta claridad.

Uno es el de Rodolfo Maya, comunicador de Radio Pa’yumat que denunció la presencia de los grupos armados y el reclutamiento forzado a jóvenes indígenas. Rodolfo fue asesinado el 14 de octubre de 2010 en Caloto, dos semanas después de haber sido amenazado y acusado de ser cabecilla de la guerrilla en unos rayones sobre un muro del municipio en el que además se ofrecía una recompensa de 20 millones por él. A Rodolfo, de 34 años, lo abordaron dos sujetos en una moto que le dispararon en su casa frente a su esposa e hija de siete años.

Y el otro caso es el de Beatriz Elena Cano, el asesinato que Natalia, Harold y Mabel recuerdan con un dolor vivo por tratarse del más reciente. Beatriz Cano fue una mujer paisa que vivió siete de sus 35 años en la zona rural de Santander de Quilichao, donde se dedicó a denunciar las violencias que sufría la comunidad indígena en Radio Pa’yumat, cuyo sitio web está encabezado por su retrato. Su asesinato ocurrió el 4 de junio de 2021, cuando el vehículo en el que se transportaba fue detenido en un retén de la Policía contra el que un grupo armado abrió fuego. En los hechos también perdieron la vida dos autoridades indígenas, dos oficiales de la Policía y fue herido César Galarza, otro comunicador de la ACIN.

Hasta hoy, solo uno de los cinco asesinatos a comunicadores en el Cauca ha encontrado justicia, el de Eider Arley Campo, miembro de la guardia indígena y comunicador de 21 años vinculado a la Emisora Piayó —del municipio del mismo nombre—. Su asesinato ocurrió el 5 de marzo de 2018, cuando atendió el llamado comunitario para rodear y recapturar a un hombre acusado de actividades con grupos armados ilegales que se había fugado de la casa del cabildo con la ayuda de otros dos hombres armados. Eider murió tras ser impactado en medio de una ráfaga de disparos. Los tres hombres fueron atrapados horas después por la guardia indígena de Pioyá, Pitayó, Jambaló y Quichaya, según el CRIC, y fueron condenados por la justicia indígena con penas de entre 20 y 40 años de prisión en la Cárcel de San Isidro de Popayán.

LOS OTROS CUATRO CRÍMENES SIGUEN IMPUNES

Tras cada uno de esos asesinatos queda una estela de dolor e injusticia sobre los familiares de las víctimas, también comunidades consternadas y tejidos de comunicación amedrentados. Natalia Salazar era colega de Abelardo Liz cuando fue asesinado y recuerda que tras su muerte los comunicadores del tejido de comunicaciones de Corinto fueron enfáticos en denunciar su asesinato, una decisión que ella dice nació del dolor y la rabia, pero que estuvo cubierta de miedo. “Denunciamos directamente a los grupos armados que ese día hicieron parte de ese desalojo, a toda la fuerza pública y también a los grupos ilegales. Había comentarios, como cuentos de pasillos que no sabíamos si eran verdad, de que teníamos que estar en alerta, de que se iban a tomar el tejido de comunicación y que iban a sacar todos los materiales probatorios para eliminar evidencia. La guardia indígena estuvo muy pendiente, estábamos como protegidos por la guardia si algún evento llegase a pasar. También sacamos todo el material probatorio de ahí, lo llevamos a otra parte, lo guardamos en cuanta memoria haya para poder tener esa evidencia”, cuenta Natalia. La evidencia, que incluye el registro audiovisual que hizo el mismo Abelardo, hoy es una de las pruebas decisivas para demostrar la probable responsabilidad del Ejército en su asesinato, que aún es investigado en la Fiscalía General de la Nación donde ya se maneja la hipótesis de que el disparo vino de la zona donde estaba el Ejército. Esa entidad, por su parte, archivó su propia investigación al no encontrar, aseguran, ninguna prueba de mala conducta por parte de los soldados.

UN RIESGO QUE AUMENTA ANTE LA DIFERENCIA

Las profundas raíces del conflicto armado en el Cauca y la complejidad de su entramado son lo que ha marcado las violencias que sufren las comunicadoras y comunicadores indígenas. Pero las estigmatizaciones y agresiones que han recibido en su ejercicio vienen también de una visión occidentalizada de lo que se entiende por periodismo y que, entonces, se legitima y respeta. Bajo esa mirada, nutrida del desconocimiento de las diferencias y de no poca discriminación y racismo, lo que alcanza a reconocerse en el oficio de los periodistas mestizos de ciudad, se les niega a los comunicadores indígenas en lo rural.

“Nosotros que nos reconocemos como comunicadores comunitarios indígenas, y que muchas veces lo que hemos aprendido lo hemos aprendido empíricamente, pues no se da como ese reconocimiento que sí tiene un periodista cuando va a cubrir una noticia. A ellos se les reconoce como que no se les puede tocar, la libre expresión, pueden estar por cualquier espacio haciendo el cubrimiento”, dice Mabel.

En el ejercicio de los comunicadores indígenas se vuelven además porosos los límites que el periodismo se ha impuesto frente a eso que llama ‘objetividad’ e ‘imparcialidad’, conceptos que resultan cada vez más vacuos frente a un escenario de medios de comunicación cooptados por la institucionalidad y la corporatividad, y que mantienen el statu quo. En el ejercicio de comunicación indígena del norte del Cauca, el periodismo y el activismo —que en sus términos son más bien la comunicación y el liderazgo— se entrecruzan de una manera que podría alarmar a los más puristas de la tradición periodística, pero que bajo su cosmovisión no podría ser de otra manera. En el norte del Cauca, los comunicadores indígenas participan de lo que informan, meten las manos y hacen parte de las historias que cuentan, se espera de ellos que sean además guías activos de la comunidad y que ayuden a liderar los procesos que nacen de los mandatos de las autoridades indígenas.

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En palabras de Mabel: “No somos los comunicadores que vamos a extraer la información. Si hay que cubrir una minga, pues trabajamos con la comunidad y ahí vamos recogiendo el material. Si hay que estar hasta la noche o pasar dos días de seguido, ahí estamos acompañando la comunidad (…) La comunidad hoy nos reconoce y nos pide que acompañemos las actividades que hacen, no solo visibilizar el tema del conflicto armado y denunciar, que sí es importante, pero también esas iniciativas de paz que caminan las comunidades en los territorios”. En esa compenetración con la comunidad, los actores armados desconocen a los comunicadores indígenas de la forma en que probablemente reconocen a otros periodistas que ejercen en otros contextos culturales.

No es la única diferencia que los ha hecho blanco de agresiones por parte de los grupos armados. La fuerte red de tejidos de comunicación en el norte del Cauca también le ha garantizado a los pueblos indígenas poder informar a sus comunidades sobre las inseguridades en el territorio y poder, a su vez, organizarse, blindarse y hacerle frente a esas “desarmonías”, como se refieren a los actos que perturban la tranquilidad. Así han visibilizado y denunciado lo que periodistas de los centros urbanos del Cauca no se han atrevido y se han convertido, en el camino, en objetivos también diferenciales de los grupos armados.

“El periodismo local ha hecho una apuesta muy cómoda y es pegarse al oficialismo”, asegura Andrés Córdoba sobre el tipo de periodismo que predomina en las zonas urbanas del Cauca y que es un fenómeno extendido en el periodismo regional en Colombia. “Creo que todos conocemos esa práctica en la que los medios locales van y le dicen al gobierno de turno: ‘Tengo esto, deme la pauta y todo bien”. Y acceden”, afirma Andrés, que a la vez reconoce los desafíos económicos y de seguridad en la región que ha llevado al periodismo a encontrar en el oficialismo una protección ante esas circunstancias. “Los que tratan de retratar la realidad y de narrar lo que pasa en las regiones, los colegas de la ACIN y de las emisoras comunitarias que quizás tienen una mirada más crítica por la defensa y la lucha del territorio, se ven más expuestos y tienen un riesgo un poco mayor”, asegura el periodista.

Conscientes de ese riesgo, los tejidos de comunicación indígenas del Cauca han creado sus propias estrategias de protección. Mabel cuenta que, por ejemplo, entre los comunicadores indígenas no hay afán de reconocimiento individual y las notas las firman como colectivo, una forma de distribuir la atención de los actores armados y no personalizar sus persecuciones. Pero para ella, al igual que para Harold y Natalia, la mayor protección es la que encuentran en sus tradiciones espirituales. Los rituales que hacen los mayores, dicen, son su mayor guía de defensa y cuidado frente a la hostilidad en la que navegan, una cosmovisión que tiene todo que ver, de hecho, con su forma de entender la comunicación misma.

“La comunicación propia para nosotros como pueblos indígenas no son los medios tecnológicos, aunque son herramientas muy importante para visibilizar”, dice Natalia, “la comunicación para nosotros parte desde la madre naturaleza, de lo que nos comunica el canto de las aves, lo que nos comunica el viento, la lluvia, lo que comunica el trueno. Todo esto es una forma de comunicación”.

Fuente de la información:  https://mutante.org

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