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Las Competencias Educativas para el Siglo XXI

Por Beatriz Villarreal 

Desde fines del siglo pasado el contexto social ha sido afectado por los cambios globales como la tecnología, las finanzas y el ambiente que junto con las crisis mundiales políticas y económicas  han hecho del mundo un lugar en constante cambio y urgido de respuestas nuevas  para enfrentar estas problemáticas. La profundidad de los cambios requeridos le mostró sus límites también a la educación. La educación se vio sometida a una serie de desafíos para continuar ocupando su lugar  privilegiado en la sociedad y en la economía. Nuevas teorías educativas como las del aprendizaje, en lugar de las de la enseñanza, las teorías democráticas y ciudadanas de las  identidades y sociedades plurales y multiculturales  han sumado con su presencia y desarrollado  respuestas a los  nuevos estilos  sociales y comunales ante las posibilidades que le ofrecen las tecnologías  y las industrias. Este contexto eligió una educación para el desarrollo de la enseñanza por medio de competencias que son vistas como nuevas posibilidades que preparan a los estudiantes para aprender a aprender.

Ya no es solo hacer que el estudiante aprenda para la escuela, sino hay  enseñarlo  a que pueda   aprender por sí mismo y esté preparado para hacerlo en cualquier momento de su vida. Esto requiere una sólida formación de base que tome en cuenta varios aspectos del aprendizaje que le permita aprender a aprender o sea aprender por sí mismo a enfrentar situaciones problemáticos tanto en la vida como en el trabajo y en la comunidad. Es desarrollar capacidades (competencias) y adquirir conocimientos, para subsistir ante las situaciones cambiantes del mundo en el que vive.

Esto le ha dado una mayor centralidad a la educación para la vida, el trabajo y la ciudadanía. Las personas serán capaces de aprender para vivir bien, para ser miembros activos de su comunidad  y poder acceder a uno o más empleos a lo largo de su vida, para lograr obtener los objetivos que se proponen, así como estar capacitado para plantearse metas educativas. Las metas educativas han sido ampliadas durante los últimos años. Con estas nuevas metas es posible determinar qué es lo que se debe de aprender. Se requiere entonces de una educación fundamentada en los procesos sociales y personales. Se tiene que contar con el  conocimiento adecuado y en la formación de habilidades que lo lleven a ello. Esto es la educación por competencias. Muchas sociedades con un grado de desarrollo educativo alto lo han intentado y están teniendo resultados educativos sustantivos.

El Informe en Gauge, Naperville (2003) destaca que para el siglo XXI la educación debe fortalecer cuatro tipos de competencias que son:

1.   Alfabetización digital: Alfabetización básica, científica, económica y tecnológica.

Alfabetización visual e informática.

Alfabetización multicultural y conciencia global.

2.   Pensamiento inventivo o creativo: Adaptabilidad, manejo de la complejidad y dirección personal.

Curiosidad, creatividad y toma de riesgos.

Pensamiento de orden superior y razonamiento sensato.

3.   Comunicación efectiva: Trabajo en equipo, colaboración y habilidades interpersonales.

Responsabilidad personal, social y cívica. Comunicación interactiva.

4.   Alta productividad

Priorización, planificación y administración para alcanzar resultados.

Uso efectivo de herramientas del mundo real.

Habilidad para crear productos relevantes de alta calidad.

El énfasis se pone en el conocimiento, la calidad, la creatividad, la comunicación y la oportunidad. El tipo ideal de persona educada es sumamente competente según los estándares que se incluyen. Todo lo cual hace de la educación un proceso de mucho dinamismo, creatividad, propuesta y conocimiento. Los viejos modelos son muy parciales y deficientes. Incapaces de dar alguna salida a los problemas que requiere el conocimiento actual. Esto tiene que hacer pensar a los gobiernos, para reformar sus sistemas educativos lo más pronto posible. La educación con estas propuestas se pone a la cabeza del desarrollo intelectual y social, por lo tanto requiere de intelectuales, maestros y profesionales que estén a la altura de sus demandas.

El Foro Económico Mundial del 2014  basado en las brechas y desigualdades educativas existentes en los países hizo una propuesta como guía sobre la educación en la que incluyó los siguientes temas:

1.   Alfabetizaciones fundamentales

Dominio de la lengua (lectura y escritura), alfabetización matemática,  alfabetización científica,  alfabetización en               tecnologías de la información y la comunicación (TIC), alfabetización financiera, y alfabetización cultural y cívica.

2.   Competencias

Pensamiento crítico, solución de problemas,  creatividad,  comunicación y  colaboración.

3.   Cualidades del carácter

Curiosidad,  iniciativa, persistencia, adaptabilidad, liderazgo, conciencia social y cultural.

Estas competencias fueron identificadas por el Foro Económico Mundial basado en las expectativas de trabajo que pueden satisfacer las exigencias de las industrias, el Programa Internacional de Evaluación de Alumnos de las OCDE utilizó criterios normativos extraídos de un análisis de las exigencias de la vida y el trabajo para definir las competencias. Y PISA lo define como el nivel de alfabetización necesario para funcionar en una economía basada en el conocimiento y en una sociedad democrática.

¿Qué se puede retomar de lo anterior para Guatemala?  Guatemala con una democracia débil, una educación de mala calidad, un presupuesto escaso, ante el referente mundial anterior es mucho lo que debe hacer y rápido. Tiene que utilizarlo como criterio normativo, como punto de referencia para examinar y proponer las metas que se proponen en el sistema educativo nacional, elaboración del currículo nacional con sus propias ambiciones, utilizando las competencias de PISA como la guía para construir su sistema evaluativo.

Fuente del artículo: https://www.horizontegt.com/beatriz-villarreal/2018/6/11/las-competencias-educativas-para-el-siglo-21-beatriz-villarreal
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Aprender a ser: educación y ciudadanía

Por Beatriz Villarreal

La educación tiene como función esencial  iniciar y hacer crecer en las personas el significado de la libertad como principio y como derecho fundamental para ser una persona y un ciudadano pleno, independiente e inteligente que le permita realizar sus pensamientos y sus acciones que lo lleven a expresar su juicio propio, a fortalecer sentimientos hacia los demás y a desplegar la imaginación que se necesita para el crecimiento dentro de sí mismo de una gran diversidad de talentos para la vida y el trabajo, durante toda la vida, que le haga posible a cada uno alcanzar la plenitud de su destino, demostrando sus capacidades personales e individuales. En los contextos sociales actuales se requiere de una amplia gama de visiones y dimensiones en las sociedades conectadas, donde la comunicación ha adquirido un papel fundamental para el establecimiento de relaciones sociales permanentes que le permiten y amplían su cotidianeidad. Las tecnologías de la comunicación (tics) deben estar al servicio de una mejora en los procesos de enseñanza- aprendizaje. Para que estas tics no se conviertan en un fin de la educación deben ir acompañadas de las habilidades cognitivas y de la alfabetización correspondiente a las capacidades de acceso a los usuarios, a las capacidades de integrar, evaluar y generar información y comunicación, que hagan posible pasar de adquirir conocimiento a crear conocimiento.

Para J. Delors el desarrollo tiene por objetivo hacer posible el despliegue completo en cada uno de nosotros  de toda su riqueza en la complejidad de sus expresiones y de sus compromisos. Cada uno es un individuo, es un miembro de la familia y de una colectividad, es un ciudadano, un productor, un inventor de técnicas y un creador de sueños. En palabras de Delors “la educación es ante todo un viaje interior, cuyas etapas corresponden a la maduración constante de la personalidad. En el caso de una experiencia profesional positiva, la educación como medio de realización, es a la vez un proceso extremadamente individualizado y una interacción social interactiva… para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con una creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal”.

El concepto de competencias educativas  adquiere revuelo al ser la educación un marco de referencia para la renovación  de la misma educación y de la democracia, por su dependencia de la ciudadanía como protagonista  del fenómeno político y de la democracia que se fortalece  en las sociedades que buscan ser más igualitarias.

Para Robert B. Kozma las competencias son capacidades de comunicación eficaz, de trabajo en equipo y de colaboración, de flexibilidad y resolución de problemas complejos y de gestión de información. Esto ha generado mucha resonancia en sociedades en las que la madurez democrática ha sido más difícil, como por ejemplo Guatemala donde aún  es una aspiración para las grandes mayorías sociales. Así como asegurar  un consumo adecuado para todos que sea visto y garantizado como un derecho social. El acceso a la alimentación, al salario y a un ingreso mínimo es una prioridad a establecer y garantizar para la población de bajos ingresos, igual que votar y contar con educación ciudadana. Trabajo, educación y consumo son los derechos humanos que tienen que ser mayormente fortalecidos en este país. Son estas tres las mayores demandas y ausencias que se tratan de resolver desde hace varias décadas pero que aún  no tienen respuesta  a nivel interno.

Para Simon Rychen Dominique por ejemplo, la comprensión de temas de política pública, la participación en procesos democráticos en sus instituciones  y la aplicación de los derechos humanos exigen una ciudadanía bien educada e informada para todos, al ser convertida en una realidad para la población, no tomada como bandera o derecho de las organizaciones de izquierda, ni del ciudadano de izquierda, sino de todos los ciudadanos y ciudadanas sin distingo político, como pareciera que se está iniciando muy tímidamente  en Guatemala. Donde es el ciudadano de a pie, que ante sus limitadas condiciones sociales, económicas y políticos, tome su destino en sus manos y está luchando por él, ante los limitados avances de la denominada “sociedad civil”.

Para hacer realidad esta ciudadanía de acuerdo con la propuesta de  Symon Rychen, recientemente un representante de La Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) comunicó y fundamentó la importancia del planteamiento y ejecución de políticas públicas en diferentes campos, pero en especial en educación para hacer frente a la Cuarta Revolución Industrial que pronto será una realidad en este subcontinente. Son las políticas públicas las llamadas a la formación y a la educación  del recurso humano para paliar los peligros que sufrirá el mundo del trabajo en estos países, pues  sino se ejecutan serán los robots los encargados de llevar a cabo una gran cantidad de funciones que hasta ahora estaban en manos de obreros, técnicos y profesionales. La economía sufrirá un cambio fundamental  en lo que a demanda de mano de obra se refiere.  Por lo que se tiene que pensar y renovar las carreras profesionales y técnicas creativas con  formación  e instrucción tecnológica necesaria a los estudiantes para no quedar excluidos de este proceso. Si esto no se hace  nos convertiríamos en los marginados de sus avances y beneficios.

Fuente del artículo: https://www.horizontegt.com/beatriz-villarreal/aprender-a-ser-educacin-y-ciudadana

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El sentido actual de la Teoría de la Educación: crítica de la “Pedagogía de las competencias”

España / 1 de abril de 2018 / Autor: Marcos Santos Gómez / Fuente: Paideia. Educación y Filosofía

El sentido y la enorme importancia de la Teoría de la Educación en la Pedagogía y en las Ciencias de la Educación estriba en que la teoría educativa representa el modo de pensar lo educativo que nos posibilita ejercer la crítica y el análisis distanciado respecto a los sesgos ideológicos latentes en las didácticas y pedagogías “prácticas” o descriptivas al uso. Se trata de un modo de aproximación a lo educativo que puede (aunque no siempre lo sea) ser crítico, ya que crea la distancia teórica o teorización, el movimiento en la “mirada” al “objeto” que englobamos en el término “educación”, con una pretensión de universalidad e intemporalidad que, con todo lo que tenga también ello de problemático, salva del excesivo apego a lo que se nos presenta en la educación como algo “natural”, “bueno”, “progresista”, “transformador”. Es decir, la buena crítica ha de fabricar esta suerte de espacio impermeable a la ideología garantizado por el ecuánime dar razones y argumentos discutiendo sobre la propia tradición, con una mínima pretensión de verdad, que desborde el objetivo de lo meramente útil o pragmático (aquí nos desviamos del gran Dewey, aunque no se le deba despachar en cuatro líneas ni mucho menos). El mismo espacio independiente que, por muy fantasmal que sea e inexacto que parezca, hemos defendido reiteradamente en este blog para la institución universitaria.

Así se explica que la Teoría de la Educación no sea a veces muy querida. Se aluden dos razones para este desamor. Una sería que su armazón de cristal significa una rancia y conservadora celda para el alegre y vivo discurrir de la práctica educativa, en el “aula feliz” y lúdica que hoy todos pretender realizar. Se vincula con posiciones ideológicas tradicionalistas, incluso de derechas, próximas a modelos teológicos cristianos y con una fuerte impronta academicista y escolástica, en el peor sentido de estos adjetivos. Y su corsé además de ideológico y por tanto cómplice de una cierta manera de ser y estructurarse la sociedad, frenaría el dinamismo de la realidad educativa a la que por querer mirar de tan lejos y fríamente, no llegaría a observar apropiadamente, echando mano de prejuicios miopes a la hora de seguir el concreto, espontáneo y feliz acontecer del aula. Se dice esto como una de las razones que sus detractores esgrimen para ir marginándola en eventos educativos, planes de estudio, publicaciones, etc.

Digamos que si esta objeción manifiesta parte de razón, sospechamos que en no pocas ocasiones en que la teoría “amenaza” con desbordar este peligro de albergar ella misma, como conjunto de “contenidos” y “verdades” previos y universales sobre la educación un prejuicio de tipo ideológico e interesado, sucede todo lo contrario y por tanto es temida de manera más o menos inconsciente precisamente por suponer un modo de abordaje crítico, desafiante y socrático de lo educativo. Si engrasamos la estructura un tanto fósil de ciertos modos de entender la Teoría de la Educación, nos topamos con un saber que aunando reflexión con observación, sea capaz de lanzar todo por los aires.

Es esta presencia potencial de lo socrático en ella, la que más se teme y contra la que el actual gremio pedagógico (curiosamente más por parte de pedagogos “progresistas” a pesar del sesgo neoliberal que estas novedades encierran, como veremos), se está armando con conceptos como el de “competencias”. Por comodidad, intereses personales y partidistas, ignorancia, miedo, o por todo ello a la vez, el latente riesgo de la pregunta y la impugnación se erige como lo que realmente exilia a este modo teórico de abordar lo educativo del reino de las ciencias de la educación. Se asume con excesiva ligereza que la función de estas ciencias y de todo saber en torno a lo educativo es de un modo u otro una asunción del contexto educativo en el que nos desenvolvemos, una asunción miope y clausurada en sí misma, que empieza y acaba en lo que la realidad práctica de la escuela nos presenta. Incluso esto se justifica como un modo de acercar la reflexión pedagógica al campo donde se desarrollan las lides educativas. Y todo el mundo asiente con complacencia. Lo que no se ajuste a estos márgenes de lo existente, de lo dado, de lo que de hecho pasa en la escuela y los datos que lo acompañan, es tachado de retrógrado e inservible, porque se presupone que es la utilidad lo que ha de dinamizar a la escuela y a todo lo relacionado con la educación. Una utilidad que estriba en acoplarse adaptativamente al medio social, lo que se expresa en los términos de “acercamiento de la escuela a la sociedad”.

Y con lo teórico, en el ámbito de las ciencias de la educación, cae también el currículo “tradicional” basado en contenidos. Igual que la teoría es suplantada (que no complementada o puesta a discutir) con saberes no ya científicos, muchas veces, sino técnicos, en el currículo ya no se estila el viejo abanico de asignaturas y materias, que ahora se sustituye por un aprender a aprender vacío, como destreza, como clave de lo que se van a llamar “competencias”. Todo esto se justifica como una forma de eludir, decíamos, el sesgo ideológico de lo teórico y de la tradición, del conocimiento básico acumulado. Las competencias que es lo que ahora hay que enseñar en lugar de los antiguos contenidos (temas, autores, etc.) vienen a constituir un saber técnico y formal, una especie de destreza que se aprende para aplicar, flexiblemente, a distintos contextos. Así, al niño se le enseña a “leer” su realidad, aunque jamás en el modo de Paulo Freire, que implica una lectura crítica y transformadora, sino como una captación de los problemas prácticos que emanan de nuestra interacción e integración en un contexto (social, cultural, laboral) determinado. Hay que enmarcar bien el problema, definirlo, y resolverlo, para lo cual se echa mano del ingente paquete de contenidos que se encuentra depositado en internet (para esto se enseña hasta la saciedad un buen uso de las TIC). Pero nótese bien que sólo se acude a buscar lo que precisa, de manera directa y exacta, la resolución de nuestro problema concreto, que es además la fuente de los muy cacareados “intereses” del niño. Se enseña al niño a buscar y utilizar solo lo que le sirve y le seduce por su presencia preponderante y llamativa, como problema, en su realidad inmediata. A esto se le llamó “aprendizaje significativo”.

Diré solo una objeción a todo ello: Si se problematiza solo lo que el medio nos presenta como problema práctico, encajándonos bien en sus márgenes, leyes y formas, asumiendo sus reglas para interactuar exitosamente en el mismo y que este nos premie, no hay lugar en un saber competencial para problematizar al propio medio en sí. Es decir, se elude no ya la posibilidad de ceder a las ideologías presentes en el medio, sino la posibilidad de impugnar críticamente el medio, el momento, la inmediatez de lo dado. O sea, no solo no nos evadimos de lo ideológico, sino que nos incapacitamos para captar lo ideológico en cualquiera de los contextos (cultural, laboral, social) en que nos hallemos inmersos. Porque, paradójicamente, los contenidos hacen falta para aprender a aprender y sobre todo para aprender a crear ese espacio impermeable y distanciado de la teoría, que por mucho que tenga de ficticio (asunto complejo que aquí no podemos abordar y que nos llevaría a la discusión sobre la verdad y las teorías de la verdad en filosofía o epistemología) resulta imprescindible para crear la necesaria y salvadora distancia con el “objeto”. Sólo en el océano de la tradición es posible aprender a nadar. En seco, en mitad de un desierto, es imposible ni siquiera comprender en qué consiste pensar. Y el agua que nos sacia y deslumbra no es solo la del pequeño arroyo más cercano, sino la de ríos inmensos que aun estando cerca no sabemos ni siquiera mirar o la del mar inconmensurable e inabarcable que se adivina.

O sea que no nos remitimos tanto como lo hace Fernández Liria, en el libro que nos inspira estas reflexiones, a un cierto platonismo de la verdad inmarcesible, sino, dentro de planteamientos críticos con la Modernidad, seguimos empeñados (como casi todos los autores denominados erróneamente bajo la etiqueta de posmodernos) en que es posible pensar, ser críticos y propugnar una mejora de la vida e historia humana. Incluso sospecho que el tan cuestionado pragmatismo de Dewey al que Liria vincula con estas teorías pedagógicas anti-teóricas, también nos llevaría a ello, porque no es la seriedad de pensadores como Dewey o Rousseau lo que está a la base de la auténtica destrucción del conocimiento que estamos viviendo. Tampoco se sabe nadar en esos mares.

Sería necesario, es verdad, mucho más trabajo y espacio para justificar esto que estoy diciendo. Bástenos por ahora con haber infundido una micra de sospecha en la férrea trama de la actual pedagogía de las competencias que solo una Teoría de la Educación consistente puede desafiar. 

Libro citado:

Fernández Liria, C., et al. (2017). Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda. Madrid: Akal.

Fuente del Artículo:

https://educayfilosofa.blogspot.mx/2018/03/el-sentido-actual-de-la-teoria-de-la.html

Fuente de la Imagen:

https://www.uax.es/blogs/uaxblog/sabes-cuales-las-competencias-profesionales-buscan-las-empresas-2017-cuantas-la-lista-tienes/

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¿Nuestro alumnado tiene las competencias que demanda el empleo?

España / 25 de marzo de 2018 / Autor: Ángel Fidalgo / Fuente: Innovación Educativa

Para responder a esta pregunta un buen comienzo es conocer las competencias que demanda el empleo.

El observatorio de empleabilidad y empleo universitarios presentó esta semana el “barómetro edición máster 2017”. En esta edición se presentan los resultados  de una encuesta realizada a 6738 personas que finalizaron sus estudios en el curso académico 2013-2014.

El análisis del nivel de competencias requerido en el empleo muestra los resultados que se exponen en el gráfico.

Sorprende que en los últimos lugares de esas competencias demandadas estén las competencias específicas del master. Esto no quiere decir que un máster no valgan para nadalo que significa es que si dos personas  optan a un mismo empleo y tienen la titulación requerida no van a ver cuál ha sido su nota académica, lo que van a ver es qué capacidad tiene para resolver los problemas que se van a presentar en su trabajo (que se presentarán), cómo se adapta a nuevas situaciones (que las va a haber), cómo se desenvuelve ante situaciones de presión (que las va a tener) y, por ejemplo, qué capacidad tiene para asumir responsabilidades.

Estas situaciones  no son solamente características del mundo laboral, también se dan durante su vida académica. La diferencia es que en el mundo laboral se relacionan con el éxito y competitividad de la empresa  (y demás organizaciones) y en el mundo académico no las tenemos en cuenta y por tanto no formamos en ellas a nuestro alumnado.

Parece una contradicción que la sociedad encargue (principalmente a la universidad) que preparemos personas para dar valor a las organizaciones donde van a desarrollar su función profesional y no preparemos en lo que más valoran dichas organizaciones.

En el barómetro tienen miles de datos que muestran una fotografía sobre el empleo y la empleabilidad. Recomiendo su consulta, ya que es un excelente material que nos puede ayudar a transformar nuestras asignaturas para que no solo formen en las competencias específicas de la misma, sino en lo que la sociedad demanda.

Mi reconocimiento a la cátedra UNESCO de Gestión y Política Universitaria por la dirección y realización del trabajo y al grupo de Investigación GRIAL de la Universidad  de Salamanca por su trabajo técnico y analítica de datos.

Fuente del Artículo:

¿Nuestro alumnado tiene las competencias que demanda el empleo?

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Modelo educativo.

Por: Judith Ciria Bellot.

Lo que estamos viviendo en España y en particular en Cataluña no surge por casualidad. Recogemos el fruto de un sistema educativo sin asentar, con las competencias de educación cedidas a las comunidades autónomas por razones políticas, siendo este un error histórico cuyas consecuencias podemos tocar hoy. La educación es un arma tan potente y tan equivocadamente poco valorada por los Gobiernos, al margen de su ideología, que nos ha llevado a manejarla para fines que no son exclusivamente formativos. Todos han intentado hacer política con ella, hasta el punto de ser incapaces de ponerse de acuerdo en un modelo educativo que no fuera necesario modificar cada vez que hay un cambio de Gobierno en España. Ahora recogemos lo que se ha sembrado y consentido durante todos estos años. No sé si estamos a tiempo de poder darle la vuelta a esto, lo que sí tengo claro es que será cuestión de mucho tiempo y de no cometer más errores.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/12/05/opinion/1512499697_973757.html

Imagen: http://images.eldiario.es/politica/Alrededor-personas-reivindican-educativo-Barcelona_EDIIMA20171025_0959_4.jpg

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Estrés laboral docente. Metáfora 4.

México / 2 de enero de 2018 / Autor: Fidel Quiñónes Marín / Fuente: Insurgencia Magisterial

4.- El Pípila o el estrés laboral del docente mexicano.

En el año 2007, en el documento “Estrés Laboral Docente: representaciones y prácticas” propuse la representación de la labor docente a través de la figura histórica del Pípila.  Personaje de quien, algunos afirman “no existen pruebas sobre su existencia”, pero que “representa a los héroes anónimos sacrificados por la independencia”.

Al respecto, existe una narración, casi romántica, de Carlos María de Bustamante, quien se refiere al Pípila con estas palabras:

“El general Hidalgo, convencido de la necesidad de penetrar en el interior de Granaditas, nada omitía para conseguirlo. Rodeado del torbellino de la plebe, dirigió la voz  un hombre que le regenteaba, y le dijo… Pípila… la Patria necesita tu valor… ¿Te atreves a prender fuego a la puerta de la alhóndiga. La empresa era arriesgada, pues era necesario poner el cuerpo a descubierto a una lluvia de balas… Sin titubear dijo que sí.  Tomo al intento una losa ancha de cuarterón de las muchas que hay en Guanajuato, púsola sobre su cabeza, afianzándola con la mano izquierda, para que le cubriese el cuerpo; tomó con la derecha un ocote encendido, y casi a gatas marchó hasta la puerta de la alhóndiga, burlándose de las balas enemigas… reuniendo la astucia al valor, haciendo uso de su escudo y practicando la evolución llamada de tortuga…”

Jorge Ibargüengoitia señala al Pípila como un héroe perfecto, porque “su origen es oscuro. Como se ignora su apellido, no hay peligro de que sus descendientes vengan a exigir pensiones. Su actuación en la historia es breve, elocuente y decisiva. Sus palabras, ninguna”.

A mi parecer es una buena metáfora a partir de los pasajes de la historia, dado que cada docente debe cumplir con una pesada misión, que asume como necesaria para el logro de un objetivo nacional, pero cuyo esfuerzo no se reconoce, y se reconoce, sólo es parcialmente. Es decir, el maestro soporta en su espalda la carga simbólica de la educación de calidad (una de las nuevas demandas constitucionales), debe mantener encendida la antorcha de las expectativas sociales y aspiraciones personales. Al mismo tiempo, cuidarse del ataque constante de muchos frentes: la sociedad, los medios de comunicación, las autoridades educativas (fuego amigo y enemigo) y finalmente quemar la puerta de la ignorancia de sus alumnos (orientar a los alumnos en el camino del aprendizaje, el conocimiento y el desarrollo de competencias, y aprender a aprender).

Al docente, como al Pípila (a quien se le recuerda esporádicamente en los grandes pasajes nacionales), se le cuestiona sobre la importancia de su labor, y sólo se le incluye en los discursos, cuando hay que asignarle nuevas tareas y responsabilizarle del funcionamiento del sistema,  y se supone que al término de su misión obtendrá la recompensa (en el caso del docente: la jubilación) para regresar a sus actividades cotidianas, alejado de la lucha heroica, el esfuerzo sostenido y del cansancio residual. Y me pregunto: ¿Así como el Pípila, el maestro es un héroe perfecto, sobre todo “si no habla”?, ¿La carga simbólica de la ideoneidad es somatizada en los dolores de cabeza y espalda que aquejan a los docentes?

En síntesis.

Compañero (a) maestro (a) si en este momento, te has identificado con Sísifo (metáfora 1) por sentir que debes reanudar incesantemente el esfuerzo para cumplir el trabajo en las aulas. O sientes, como le sucede al actor de teatro clásico (metáfora 2), que con la reforma impuesta por los políticos y los empresarios cambian el escenario donde tu trabajo se menosprecia y hasta se vuelve “risible” para la sociedad. O tal vez, como el húsar (metáfora 3) que, a pesar de los anuncios del gobierno vives el trabajo escolar con desconcierto, desánimo y frustración por desconocer, “a dónde vamos a parar” con la reforma laboral en educación. O bien, como un moderno Pípila magisterial (metáfora 4) sientes “la carga” de muchas responsabilidades que afectan y deterioran tu salud, pero que debes silenciarlas.

Si te has identificado con al menos 1 de las 4 metáforas: eres candidato idóneo para sufrir Estrés Laboral Docente.

Fuente:

ESTRÉS LABORAL DOCENTE. METÁFORA 4.

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