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Entrevista a Tamás Krausz: “Reconstruir a Lenin” más allá de las mentiras y distorsiones

Entrevista/Noviembre 2020/Autor: Alex Anfruns/rebelion.org

Autor de una biografía intelectual sobre Lenin, obra de referencia a la que ha dedicado cerca de una década, el profesor de historia rusa de la Universidad de Budapest Tamás Krausz es también miembro del comité editorial de la revista “Conciencia” fundada por György Lukacs, y un activista político que denuncia los excesos autoritarios en la Hungría de Viktor Orban.

En esta entrevista, Krausz traza un retrato de la Revolución de Octubre y del comienzo de la experiencia soviética, mostrando rigurosamente la actualidad de los análisis de Lenin, así como sus límites, sin ceder nada ante las simplificaciones y “teorías superficiales” que nos impiden comprender aquel acontecimiento fundador.

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Alex Anfruns: Su libro Reconstruyendo a Lenin defiende el postulado de que el legado teórico y político de Lenin sigue siendo de verdadero interés para las fuerzas políticas de izquierda, y que sólo después de la desaparición de la URSS podemos entender mejor su pensamiento y su acción, que habría sufrido muchas “deformaciones”. ¿Cómo arrojan luz sus investigaciones sobre esta cuestión?

Tamás Krausz: Entre 1895 y 1916 Lenin analizó las características fundamentales del capitalismo ruso y mundial a nivel histórico y teórico. En lo que respecta a la esencia de su análisis histórico, comprendió –y de una manera que es válida hasta hoy– las principales características del desarrollo histórico ruso como –usando el término de G. Arrighi– la semi-periferia del sistema mundial. Rusia incorporaba al mismo tiempo casi todas las contradicciones de este último.

Simplificando y en resumen: la manifestación del capitalismo feudal ruso es que la burguesía rusa no desempeña un papel político independiente, sino que se subordina al autoritarismo zarista. Lenin llegó a la conclusión de que las perspectivas revolucionarias que se habían abierto para la burguesía de Occidente en períodos anteriores se abren ahora para el movimiento obrero. Estas tareas revolucionarias sólo pueden ser llevadas a cabo por el movimiento del proletariado y los estratos de campesinos sin tierra. Es posible llevar a cabo tanto las tareas burguesas como las socialistas, no en cooperación con la burguesía, sino en lucha con ella. Por cierto, esto es lo que separó a Lenin de Plejánov y de los mencheviques que aún creían en la revolución democrático-burguesa.

Hoy podemos ver cuánta razón tenía Lenin: 30 años después del desmantelamiento de la Unión Soviética, ninguna burguesía democrática se ha establecido aún en Rusia. Pero Lenin también vio que si Rusia permanecía sola, la facilidad con la que los soviéticos tomaron el poder podría convertirse en su opuesto: podría convertirse en una fuente de interminables dificultades, porque el 80% de la población no sabía leer ni escribir.

Los análisis de Lenin son instructivos también para la semi-periferia de nuestro tiempo: no hay otra alternativa sino es el segundo tipo de socialismo, el basado en la democracia social. No es casualidad que mucha gente odie y falsifique la actuación política y teórica de Lenin. Utilizando su método analítico, todavía hoy llegamos a la conclusión de que el presunto capitalismo liberal y democrático, que se opone al sistema capitalista oligárquico tan extendido hoy en día, no es más que una pura visión política. Fuera del socialismo no hay alternativa al sistema. Hoy en día este mensaje ha adquirido una validez global

Después de la revolución de febrero de 1917, los hechos refutaron el avance de la revolución “por etapas”. A este respecto, usted afirma que Lenin “sólo comprendió de manera gradual el significado de los aspectos intrínsecos y prácticos de la efervescencia del movimiento revolucionario” …

Lenin reconoció incluso antes de la guerra que la democracia burguesa no tenía apoyo en Rusia: la lucha por los derechos democráticos era responsabilidad del movimiento obrero. Después de febrero de 1917, al analizar la constelación concreta y sus rápidos cambios, Lenin pronto se dio cuenta de que las fuerzas que impulsaban la revolución se habían organizado dentro de los soviets de obreros, soldados y campesinos, ocupando y expropiando fábricas y tierras, o desertando del frente. Fue en medio del colapso de la guerra que las fuerzas revolucionarias descubrieron la herramienta de la “guerra de clase” como sistema.

Lenin llamó “ilusiones” a las aspiraciones de dotarse de una Asamblea Constituyente. ¿Qué tipo de gobierno tenía entonces en mente?

En lugar de la constitucionalización burguesa y la declaración de la igualdad puramente política, avanzaron hacia el establecimiento de la igualdad social. Lenin y el partido bolchevique estaba en la vanguardia de este movimiento cuando se dirigió a todas las fuerzas interesadas. Viendo la situación revolucionaria, se negó a cooperar con los partidos políticos que apoyaban la dominación basada en la propiedad privada capitalista. En cambio, pretendía – antes y después del Segundo Congreso Pan ruso de los Soviets – que entrasen al gobierno de los soviets todas las organizaciones verdaderamente socialistas.

El hecho de que sólo los Socialistas Revolucionarios (RS) de izquierda se unieran a los bolcheviques muestra que, para las masas reunidas en los soviets, la cuestión de la tierra, la nacionalización, la organización de la producción y el consumo era lo más importante. La sensibilidad jurídica de las fuerzas sociales de la “singular” revolución de Rusia (según la fórmula de György Lukács) no había podido desarrollarse plenamente en los siglos anteriores. ¿Por qué la revolución socialista habría sido apoyada por los partidos capitalistas? La Revolución finalmente los superó…

La proscripción del Partido Bolchevique y la revuelta de Kornilov llevaron a la conclusión de que “la guerra civil ya ha comenzado”. Así, durante semanas, Lenin trató de convencer a su propio partido de que el momento decisivo de la toma del poder había llegado, y que esta no debía implicar demasiados riesgos. Sin embargo, el trágico desenlace de la Comuna en Francia y las lecciones que Marx aprendió de ella habían sido estudiadas por Lenin. ¿Qué motivó su confianza?

Lenin ya sabía en 1905 que a los ojos de las masas campesinas la “legitimación” del poder despótico se había debilitado. En 1917, el Gobierno Provisional tampoco tenía más legitimidad, porque se había mostrado incapaz de salir de la guerra y de poder resolver ni una sola cuestión importante. Ni siquiera pudieron arrestar a Lenin… Frente al general zarista Kornilov, el predominio de la “democracia pequeñoburguesa” y el campo revolucionario obrero-campesino era evidente.

En septiembre de 1917, en la clandestinidad, Lenin reflexionó sobre la experiencia de la Comuna de París y la teoría del socialismo, y escribió su obra “El Estado y la Revolución”. La actualidad del socialismo provenía del hecho de que el capitalismo se había derrumbado como consecuencia de la guerra mundial y parecía incapaz de resistir las iniciativas revolucionarias globales o al menos europeas. Para él, la pregunta fundamental era cómo estallaría la “revolución mundial”. El nudo gordiano fue cortado por él mismo, es decir, por la revolución rusa. El análisis de Lenin de Rusia como “el eslabón más débil del imperialismo” era acertado: en el otoño de 1917 las relaciones de poder de clase cambiarían enormemente a favor de las clases oprimidas, ya que todo el poder tradicional estaba completamente paralizado.

El fin inmediato de la guerra, las demandas de distribución de la tierra, la nacionalización, “tierra, pan y libertad” sólo podían resolverse de manera revolucionaria. Y finalmente: el arma estaba en manos de las masas revolucionarias y sus organizaciones… Era “ahora o nunca”…

En los libros de texto de historia la descripción de un “Lenin criminal” es ampliamente enfatizada. También se presenta como defensor de la violencia vista como método revolucionario, resumido en la noción de “dictadura del proletariado”. Sin embargo, desde un punto de vista historiográfico usted cuestiona los ejemplos que van en esta dirección, en particular haciendo hincapié en su lucha contra los pogromos y por la educación del pueblo. ¿Puede decirnos más al respecto?

Los libros de texto oficiales han estado mintiendo durante muchas décadas. Lenin no tenía una teoría particular del terror y la violencia. Una cosa en la que siempre insistió después de 1907, después de que la primera revolución rusa se ahogara en sangre: si una revolución no puede defenderse, está condenada a la muerte. Suponer que la organización del Ejército Rojo y el poder soviético –en medio del resurgimiento de la contrarrevolución y los ataques de la intervención exterior– podría haberse llevado a cabo pacíficamente es una idea absurda.

Antes de octubre, Lenin acababa de llamar la atención sobre la posibilidad de un “camino pacífico”, pero la historia la ha eliminado de la agenda. ¿Qué habría pasado si los revolucionarios hubieran cedido el poder a la contrarrevolución? La experiencia del siglo XX ha demostrado suficientemente que las fuerzas del capitalismo, desde Hitler a Pinochet, desde el neocolonialismo hasta el bombardeo de Irak y Yugoslavia, y las dos guerras mundiales, infligieron cientos de veces más violencia a los pueblos del mundo que la revolución rusa durante la vida de Lenin.

Tampoco puede reducirse a la violencia el principal problema del “período de transición” después de la revolución, aunque es evidente que cualquier organización estatal en “suelo ruso” presupone el recurso generalizado a la fuerza. El principal problema al principio no fue, en cierto sentido, la reorganización de la producción y la distribución, sino la erradicación del analfabetismo, la elevación cultural de más de un centenar de pueblos y nacionalidades.

Estos problemas fueron la principal fuente de violencia en los primeros estadios del desarrollo soviético. A medida que se fue construyendo la nueva jerarquía burocrática, se agudizaron las nuevas luchas de intereses entre las instituciones, las autoridades y los aparatos locales y centrales, lo que justificaba los temores de Lenin: si la revolución rusa se queda sola, las perspectivas del socialismo se reducen.

Una de las ideas preconcebidas que usted destruye en su libro es que las decisiones de Lenin habrían sentado las bases que permitieron al Partido Comunista restringir la vida democrática en su interior, lo que permite a algunos establecer una continuidad entre Lenin y la noción de “totalitarismo”. ¿Qué argumentos esgrime?

En primer lugar, la llamada “teoría del totalitarismo” es una línea de pensamiento primitiva concebida por los propagandistas provinciales del sistema capitalista. Si forzamos a Lenin y al desarrollo soviético al “Lecho de Procusto” de esta teoría, emerge una narrativa sobre el totalitarismo que nos priva incluso del respeto a los hechos históricos relevantes. La tesis de que “todas las dictaduras son iguales” es una imposibilidad conceptual y política. Además, durante el período leninista, la dictadura del Partido Comunista se acompañó de un amplio “pluralismo” institucional, por ejemplo, cada corriente literaria tenía también organizaciones independientes. Incluso dentro del Partido Comunista, las diferentes tendencias existían y luchaban entre sí.

La confusión entre las épocas leninista y estalinista es un error tan grande como si se confundiera la dictadura jacobina con el imperio de Napoleón, o la de Stalin con el régimen autoritario de Brézhnev. Lenin, como si estuviera adivinando la posterior manipulación burguesa, él mismo subrayó que ningún sistema puede ser descrito por conceptos puramente políticos. En “El Estado y la Revolución”, proyecta directamente épocas para las cuales sólo se expresan hipótesis humanistas. La consideración de que las revoluciones deben poder defenderse es muy reveladora a la luz de los regímenes terroristas de las dictaduras de los oficiales de la Guardia Blanca. El liberalismo ruso de 1918 a 1921 se unió a estos sistemas militares terroristas. El antiguo amigo de la juventud de Lenin, P. Struve, que pasó de ser un “marxista legal” a un liberal y se convirtió en el “asesor político” de Denikin, ocupó una posición de primer plano en el sistema terrorista.

Después de enfrentarse a retos gigantescos como la hambruna, la guerra civil y la agresión de una coalición internacional de países, se imponen urgentemente algunas cuestiones en el programa para la supervivencia de la Revolución. Por un lado, Lenin elabora las bases de la NEP, y por otro lado desarrolla una visión de la necesidad de llevar a cabo una ” Revolución cultural“. ¿Qué precauciones tomó Lenin en consideración?

La NEP, la nueva política económica de marzo de 1921, tal como la formuló Lenin, fue “una restauración parcial del capitalismo”, porque la mayoría campesina y pequeñoburguesa de la población “no podía existir sin comprar y vender”; la sociedad rusa no estaba preparada para el socialismo, para lograr la autogestión social. La población, los millones de trabajadores tuvieron que dominar muchos elementos de la cultura cívica para crear una nueva cultura. En ausencia de costumbres, métodos y tradiciones sociales democráticas, la cuestión fundamental era cómo mantener la hegemonía de los objetivos y planes culturales socialistas colectivos en la sociedad soviética.

Basándose en la experiencia de Lenin, Gramsci escribió extensamente sobre esta cuestión. El punto de partida de Lenin fue que después de la victoria militar, la “hegemonía cultural” sólo podía mantenerse si las masas sociales que no estaban interesadas en la restauración del capitalismo se hacían cargo de la gestión de los asuntos. Esta fue una contradicción fundamental del sistema revolucionario, ya que las diversas posibilidades de violencia estaban arraigadas en el suelo de la Rusia contemporánea. Era un régimen de socialdemocracia directa lo que podría haber minimizado la importancia de la violencia, como esta se lee en “El Estado y la Revolución”.

Hubo muchos intentos en este sentido en la Rusia Soviética: comunas, cooperativas, arteles, una red de teatros de trabajadores y círculos de auto-educación, sin mencionar aquí muchas otras manifestaciones de las energías populares revolucionarias. Lenin “constitucionalizó” el sistema soviético, la Unión Soviética, según principios políticos antirracistas y antinacionalistas que apuntaban a la igualdad jurídica y social de todos los pueblos, y se burló del comportamiento hipócrita de los sistemas burgueses que, si bien rechazaban formalmente la exclusión jurídica y racial (que nunca eliminaron), reproducían cada día la exclusión social. El desarrollo histórico soviético de finales del decenio de 1920 se desvió de esta trayectoria por diversas razones históricas, que tampoco pueden explicarse con “teorías” superficiales.

En el sistema soviético, no es la falta de democracia burguesa/civil de lo que hay que quejarse; esto no tiene sentido, ya que ni sus líderes ni sus partidarios querían conformarse a ella. En este (estos) sistema(s), son las formas democráticas y socialistas autónomas las que fueron seriamente deficientes, y es en este espíritu como las transgresiones pueden ser criticadas: la era de la democracia económica y social está todavía por delante, no detrás nuestro.

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/reconstruir-a-lenin-mas-alla-de-las-mentiras-y-distorsiones/

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146 años del final de la Comuna de París, la rebelión que hizo soñar a Europa

Francia/Mayo de 2017/Fuente: Público

La Comuna, que utilizó la bandera roja en lugar de la tricolor francesa, decretó que los obreros podían tomar el control de las fábricas abandonadas por los patrones, abolió la guillotina, promulgó la separación de la Iglesia y el Estado, trató de facilitar el acceso universal a la educación

Este domingo se cumplen 146 años del sangriento final de uno de los experimentos políticos y sociales más importantes de Europa: la Comuna de París. Tras más de 4 meses de sitio las tropas prusianas tomaron París, aunque se retiraron casi de inmediato, y Guillermo I de Alemania formó el gobierno provisional de la República, presidido por Adolphe Thiers, que se alojó en el Palacio de Versalles.

Pero la ciudadanía parisina se negaba a rendirse y se amotinó cuando el gobierno provisional trató de arrebatarle los cañones adquiridos por suscripción popular para defenderse. La Guardia Nacional, con el apoyo del pueblo, convocó unas elecciones para el consejo municipal del que surgió una Comuna (commune es el término que aún se utiliza en Francia para designar a los ayuntamientos) que comenzó a adoptar medidas revolucionarias que asustaron a los poderosos de Francia y de Prusia por igual.

Thiers y sus ministros asediaron la Comuna, impidiendo cualquier apoyo externo, aplastaron movimientos similares en Marsella, Limoges y otras localidades, y el 21 de mayo sus tropas lograron entrar en la ciudad por la parte occidental de las murallas. Tras la ‘Semaine sanglante’ (la semana sangrienta) miles de ‘communards’ habían caído en combate o habían sido ejecutados, y el ejército de Versalles había acabado con un sueño que los revolucionarios de toda Europa nunca olvidaron.

Fuente: http://www.publico.es/politica/146-aniversario-final-comuna.html

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FRANCIA: 145 años de cerezas y barricadas: la banda sonora de la Comuna de París

La música popular es un buen termómetro de la degradación de una sociedad. El hecho, muy cacareado, es que los movimientos y mareas surgidos alrededor del 15M tienen que recurrir a la banda sonora de las viejas canciones antifranquistas de los 60. Una constatación palpable del abismo que existe entre la realidad de nuestra sociedad y lo que los medios nos hacen llamar «música»: mero bien de consumo sin otro valor que los 99 céntimos de iTunes Store. Como mucho, la familiaridad con los nombres y eventos musicales sirve de visado para integrarse en la élite de los entendidos hip, cool o it, es decir, un valor tremendamente reaccionario.

En cambio, en Estados Unidos, la lucha de los negros por los derechos civiles tuvo la mejor banda sonora posible de soul, funk y free jazz. Las protestas contra Vietnam contaron con las voces de los folk singers de Greenwich Village cantando las cuarenta al Tío Sam. Los coroneles griegos inspiraron los mejores himnos de Theodorakis. El antifranquismo catalán produjo una inolvidable generación de cantautores. La cantinela favorita de los estudiantes parisinos en mayo de 1968 dio a conocer a Renaud, la futura gran figura del rock francés. Históricos son los grupos chilenos contrarios a Pinochet o los grupos punk británicos que surgieron en 1976 de la crisis laboral. Una canción de Idir cantada por Khaled fue la banda sonora de las revueltas argelinas de 1988. La lista es infinita.

No olvidemos los corridos de la revolución mexicana, ni a los soldados de nuestra Guerra Civil que convirtieron en consignas sus canciones favoritas. Pero en este mes de mayo de movimientos callejeros globales y de aniversarios de otras manifestaciones y revueltas (mayo 68, 15M), vamos a viajar mucho más atrás en el tiempo, a la primavera de 1871: a la Comuna de París. Tres meses heroicos de poder popular. Mejor dicho, dos meses y medio escasos que dejaron huella en la historia, en el pensamiento y también en la música. Lo trágico es que algunas de estas canciones podrían cantarse hoy día sin cambiar una coma.

1. Le temps des cerises – Juliette Greco

(Antoine Renard, Jean Baptiste Clément, 1868).

Es una canción romántica sobre el triste recuerdo de un amor perdido: la primavera, los pajaritos, las cerezas y las locuras amorosas. Llevaba un par de años sonando cuando la cruel venganza gubernamental y los fusilamientos en masa convirtieron el rojo de las cerezas en las gotas de sangre de los comuneros. Existen infinidad de versiones, pero escuchamos a la musa del existencialismo, Juliette Greco. Al piano, su marido y director musical, el enorme Gerard Jouannest, coautor de muchas canciones de Jacques Brel.

2. La Canaille – Francesca Solleville

(Joseph Darcier, Alexis Bouvier. 1863).

“Son un ejército enorme con harapos y zuecos, pero hoy la vieja Francia les llama a defender su bandera”. Redobles militares, como de pelotón de fusilamiento y una voz llena de ira. Francesca Solleville es una cantante engagée de origen italiano. Ha cantado a los poetas y también las canciones de los movimientos obreros y de la Revolución francesa.

3. Le mouvement du 18 mars  –  Rosalie Dubois

(Pierre Dupont, Ferré Léger. 1871).

El pueblo parisino se levanta contra las tropas y el Gobierno tiene que huir a Versalles. Se trata de una canción anterior de los mismos autores,  Chanson des soldats, con nueva letra que es prácticamente una letanía de amenazas contra los poderosos. Rosalie Dubois es una cantante especialista en revitalizar las canciones revolucionarias. Su carrera se extiende desde 1959 hasta la actualidad.

4. Jean Misère – Mouloudji

(Max Rongier, Eugène Pottier. 1880).

“Con salarios escasos y sin poder descansar, es preciso que aguantemos o que reventemos” dice la letra, llena de tristeza y serenidad en contraste con las otras canciones guerreras y ardientes. Cantante y actor de origen cabil, Marcel Mouloudji era un anarquista que bordaba las canciones románticas y costumbristas. En 1970 montó un espectáculo titulado La Commune en chantantdel que se han extraído algunas de las grabaciones que recogemos.

5. L’Insurgé – Raymond Souplex

(Pierre Degeyter, Eugène Pottier . 1884).

Muy panfletaria, con versos como: “Contra la clase patronal (el insurrecto) hace la guerra social que no acabará mientras en el mundo haya quien se haga rico sin trabajar y mientras un obrero pase hambre”. Raymond Souplex es el actor que interpretaba al comisario Bourrel en la célebre serie de televisión de los 60. En el siglo XXI se han reeditado algunas de sus grabaciones. A su muerte, la ciudad de París le dedicó una plaza.

6. Le chant des ouvriers – Marc Ogeret

(Pierre Dupont, 1846).

Es un brindis por la unidad de los obreros: “Amémonos y, cuando podamos unirnos para beber todos juntos (…) ¡Bebamos!”. Marc Ogeret es un sindicalista parisino que ha peleado duramente por los derechos de los artistas. Canta con la misma fiereza las canciones de cabaret de la Belle Époque, las tonadas revolucionarias y las de los poetas.

7. En avant la classe ouvrière! – Ensemble Madrigal de l’Île-de-France y Les Octaves

(Pierre Degeyter, Eugène Pottier. 1880).

Muy pimpante. Esta es la versión del álbum La Commune en chantant que interpreta el Ensemble Madrigal de l’Île-de-France y Les Octaves. Algunas frases son adaptación de una canción anterior titulada Fanfan la Tulipe. Podría cantarse ahora mismo: “Un monstruo abre sus mandíbulas. Ese tiburón gigante se llama feudalismo financiero”. Pottier es el autor de la letra original de La Internacional.

8. La Semaine Sanglante –  Les Amis d’ta femme

(Pierre Dupont, Jean-Baptiste Clément. 1871).

Una versión de 2005 de un grupo alternativo de Nancy que se disolvió hace unos diez años. Le han dado aires de folklore balcánico y pompe de jazz manouche. La Semana Sangrienta fue el trágico capítulo final de la Comuna. Esta canción se titulaba originalmente Chant des Paysans, pero el comunero Clément escribió la nueva letra contando cómo las tropas gubernamentales “dan caza, encadenan y fusilan a todo lo que encuentran: a la madre al lado de su hija, al niño en brazos del anciano”.

9. Le Capitaine «Au mur» – Armand Mestral con Les Octaves

(Max Rongier, Jean Baptiste Clément. 1872).

Impresionante instantánea musical del militar que decide los fusilamientos: “Aquí está la lista con los nombres de cientos de bribones, mujeres e hijos de comunistas. ¡Fusiladme a todos estos sinvergüenzas!”. Armand Mestral era un cantante lírico y actor parisino que participo en la Resistencia. Esta es una de sus apariciones en el álbum La Commune en chantant. Los coros están a cargo de Les Octaves, un cuarteto vocal de Troyes, todavía en activo, que acompañó en ocasiones al gran Mouloudji.

10. Elle n’est pas morte! – Germaine Montero

(Victor Parizot. Eugène Pottier. 1886).

Es alucinante cómo encaja en la actualidad: “Periodistas policiales, vendedores de calumnias, han propagado sobre nuestras sepulturas sus oleadas de ignominias”. Pottier compuso esta canción sobre una melodía teatral, T’en fais pas Nicolas.Germaine Montero, actriz y cantante parisina, fue intérprete de Lorca y de Brecht en escena y en microsurco. También trabajó en cine en España. Esta grabación procede de una serie de álbumes del sello Le Chant du Monde titulada Histoire de France par les chansons.

11. La Commune (1871) – Jean Ferrat

(Jean Ferrat. 1971).

Ferrat es uno de los grandes de la canción francesa engagé. En sus canciones trata todos los temas de la contestación progre, desde el Acorazado Potemkin hasta esta canción sobre la Comuna que compuso con ocasión del centenario de aquellos acontecimientos.  En la letra se refiere a los autores de las canciones: “Dejadme cantar a Pottier“ y “Escuchad cantar a Clément”.

L’Orgie Parisienne (Rimbaud) Parte I y II – Ute Lemper

(Michael Nyman, 1989).

El último día de mayo de 1871, Arthur Rimbaud estaba fuera de sí viendo regresar triunfantes a las autoridades y burgueses que habían huido de París por miedo a la Comuna. Escribió una violenta diatriba contra ellos. Les llama “Idiotas quejicas, vejestorios, marionetas, lacayos”. El pianista londinense Nyman le puso música y, en 1992, la voz hiriente de Lemper grabó está versión escalofriante.

Imagen tomada de: http://images.eldiario.es/cultura/Comuna-Paris_EDIIMA20160527_0435_19.jpg
Artículo, originalmente publicado en http://www.eldiario.es/cultura/musica/cerezas-barricadas-sonora-Comuna-Paris_0_514799376.html
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