América del Sur/Venezuela/Septiembre 2016/Bernardo Ancidey/
Por:Bernardo Ancidey
Despilfarro presupuestario y estudiantes universitarios fantasmas
Introducción
Mosquera (1) dejó un sabor amargo al alertar sobre el grave problema con las estadísticas del registro de estudiantes universitarios en Venezuela y el efecto que tiene sobre el presupuesto de la nación. Es una gravísima situación de la que casi no se habla. La confrontación sobre el tema universitario ocurre siempre a un nivel cargado de demagogia y politiquería que no deja espacio para reflexiones e investigaciones sobre las deficiencias de nuestro sistema educativo. Como resultado de este ruido mediático, asuntos como la contraloría social sobre los recursos dedicados a la educación pasan desapercibidos. La inacción conduce a un gigantesco desperdicio en recursos, originado por la asignación presupuestaria en base a estadísticas pobres o falseadas: sean los “estudiantes eternos” de la Universidad Nacional Abierta (UNA) que menciona Mosquera y los tal vez, miles de falsos inscritos o plazas disponibles que colocan algunas universidades (2; 3) para justificar sus demandas presupuestarias.
Análisis
En primer lugar el problema tiene raíces que arrancan desde el propio proceso de asignación de plazas universitarias y se incrementa por la ausencia de mecanismos obvios de centralización y auditoría de los datos de control de estudio de las instituciones educativas, situación por la cual abogábamos hace unos años (4). Revisando algunos datos no muy lejanos se encuentran situaciones como las siguientes:
- En 2010 para desmeritar los logros del nuevo Modelo de Asignación Multivariable (lo cual no logró, véase (5)), González Ulpino (6) reportaba para la institución con la mayor demanda en el país en los últimos 17 años (7), la Universidad Central de Venezuela (UCV), una baja tasa de inscripción efectiva, es decir de %Inscritos/Asignados. El área de conocimiento con mayor tasa fue Ingeniería, Arquitectura y Tecnología, para la cual de cada 100 estudiantes asignados por la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU) se inscribieron 70. En otras palabras sobraron 30% de los cupos, que a la fecha nadie ha explicado que hicieron con ellos. Seguían porcentualmente para las otras áreas: Ciencias Básicas con 67% asignados; Humanidades, Letras y Artes con 63%; Ciencias de la Salud con 59%; Ciencias Sociales y Ciencias de la Educación con 51%; y de último y como no debe ser ninguna sorpresa para algunos lectores, Ciencias del Agro y del Mar, con 38%. En promedio, de cada 100 estudiantes asignados por la OPSU a la UCV solo 58 terminaron inscribiéndose en 2010.
- Lo peor de la situación es que los sectores más pobres de los estratos socioeconómicos V, IV y III, beneficiados por las nuevas políticas de inclusión, eran los que menos tendían a inscribirse, mientras que los provenientes de los estratos más ricos, I y II, se inscribían en mayor proporción. Las causas habría que investigarlas, porque pueden ser socioeconómicas o de otro tipo, que impiden que los más pobres se inscriban en la UCV a pesar de ser asignados, tal vez porque deben trabajar para llevar dinero a sus casas o porque salieron en una opción de estudio que no era su preferida. Esta última hipótesis dejaría sin explicación la existencia de cupos desperdiciados en carreras muy demandadas, donde lo más probable es que los asignados hayan sido los que obtuvieron mayor calificación en la prueba de ingreso o los de mayor índice en la asignación vía OPSU, o sea los asignados en sus primeras preferencias.
- Pero el misterio de los asignados pero no inscritos para nada es exclusivo de la UCV o del proceso de la OPSU. La Universidad Simón Bolívar (USB) reflejaba una situación similar, así en el año 2008 de los 605 asignados solo se inscribieron 322 (tasa de inscripción efectiva de apenas 50%) a pesar de que la “lista de cola” era de más de 23 mil personas según denunciaban los estudiantes (8). La presión estudiantil afortunadamente tuvo sus resultados. La USB señalaba en el año 2015 (9) que 94,9% de los cupos asignados por la OPSU, fueron ocupados por estudiantes de nuevo ingreso entre los años 2011 y 2014 gracias a las convocatorias realizadas. Muestra evidente de que las cosas se perfeccionan cuando existe un compromiso institucional con la mejora del ingreso y el desempeño estudiantil. Esto genera identificación del estudiante con sus estudios, factor esencial para la prosecución según estudios sobre la deserción (10). Sin embargo, es de notar que luego del cambio en los factores del Modelo de Asignación Multivariable en 2015, volvió a disminuir la tasa de inscripción efectiva a solo 70% (11).
- En la Universidad de Carabobo, el estudio del año 2011 de Guevara, Terán y Rodríguez (12) mostró una situación similar en Medicina, tanto para el ingresado vía OPSU como por la Prueba de Admisión Interna: “…de la asignación del 30% de los cupos, reservada para el CNU, solo se inscribió, durante este periodo 2003-2006, un 18,7% con un promedio de 29 alumnos por año, frente a 58,9% que ingresaron por la PAI con un promedio de 91 cada año”. Aquí valen las mismas reflexiones realizadas anteriormente.
- Recientemente en enero de 2016, la Universidad de los Andes (ULA) reportaba el mismo fenómeno de baja tasa de inscripción efectiva(13), de 7 mil asignados solo se presentaron 4 mil, es decir una tasa de inscripción efectiva de 57%.
- La tara tampoco es exclusiva de las universidades con autoridades no afines a la gestión de gobierno. Entre las bolivarianas ocurre igual, como lo denunciaba el mismísimo Ministro del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, Manuel Fernández, al señalar a fines de octubre de 2015, que solo se habían inscrito 56 mil bachilleres debido a trabas impuestas por las universidades (14).
Algunos dirán que la caída en la tasa de inscripción efectiva se debe a los cambios introducidos en 2015 en el Modelo de Asignación Multivariable. Otros, tal vez señalen que la caída se debe a la crisis económica que impide que la gente pueda iniciar una carrera, porque la prioridad es conseguir la comida del día. Son argumentos poderosos que sin duda están contribuyendo a la disminución de la tasa de inscripción. Empero, y como lo demuestran las citas anteriores, la situación ha existido previamente, con otras modalidades de ingreso y sin crisis alimentaria.
En todo caso permanece la pregunta: ¿Qué pasó con todos los cupos sobrantes? La pregunta es pertinente porque justamente para evitar esa situación se implementó la llamada “lista de cola” en el año 2008, buscando que todos los cupos asignados fuesen ocupados. El problema, como lo muestra sin darse cuenta González Ulpino, es que la UCV, al igual que otras universidades, simplemente “se hace la loca con la lista de cola”. Y tal vez lo sigan haciendo y más, si los ministerios con competencia en planificación y educación universitaria continúan creyéndose la idea de que ahora no se trafica con los cupos porque todos se asignan. Buscan el cuerpo del delito muy lejos del sitio del crimen y al no verlo, creen que no se comete.
En segundo lugar, la diferencia entre los asignados, los que algunas vez se inscribieron y abandonaron y los que efectivamente cursan la disciplina, se volvió algo tan común que algunas universidades lo asumen rutinariamente como algo normal. De modo que las solicitudes presupuestarias se justifican en base a un número de estudiantes universitarios fantasmas. Este hecho ya fue comentado por Mosquera al intentar conocer el verdadero número de cursantes para la entrega de las tabletas, en el cual se encontró además, con la inscripción de un mismo estudiante en varias instituciones. Hace unos 11 años atrás hubo una experiencia similar al contrastar y depurar las nóminas de becas universitarias, porque varias instituciones educativas, la OPSU, Fundayacucho y el Ministerio de Educación Superior, las otorgaban simultáneamente a las mismas personas.
Deserción Universitaria
La deserción es un problema endémico en la universidad venezolana, sobre todo en aquellas carreras que nadie quiere y que la gente comienza a estudiarla pensando muchas veces en un futuro cambio a la carrera deseada. Para darse una idea, las cifras de deserción en la UCV han alcanzado hasta el 81,4% en Ciencias Básicas y 74,9% en Humanidades según mostraba un estudio sobre deserción y repitencia realizado por la misma institución en 2007 (15). Cifras más recientes la ubican en 65% para los nuevos ingresos en algunas áreas (15). Tulio Ramírez, Gerente de Desarrollo Docente y Estudiantil del Vicerrectorado Académico de la UCV, la estimó entre 40 y 60% (16), reiterándolas en posteriores declaraciones (17).
Lamentablemente, y como parece que ya es costumbre entre algunas autoridades ucevistas y su manipulación estadística, le echa la culpa al Modelo de Asignación Multivariable, olvidando olímpicamente que hasta el año 2014 por esta vía solo ingresaba el 30% de los nuevos estudiantes y que el cambio en el peso de las notas se hizo para el proceso del año 2015. En otras palabras, Tulio Ramírez le echa la culpa a un modelo alterado en 2015 que todavía no había asignado estudiantes a la UCV. Debería pasearse por el caso de Colombia y Chile, con universidades pagas y exámenes de admisión, como le gustaría a muchos en Venezuela, y sin embargo muestran cifras de deserción de 45,2% y 54% respectivamente (18) y con un patrón similar al venezolano: mayor deserción en Ciencias Básicas y Humanidades y menor en Ciencias de la Salud. Como se observa, el tema es más complejo de lo que creen ciertas autoridades universitarias, pero la politiquería les sirve para tapar las desnudeces académicas.
Algunos datos sobre este gravísimo problema de calidad de la educación universitaria venezolana son reveladores de su magnitud. Uno de ellos es la tasa bruta de graduación, la cual para la UCV en 2008 era de 10,21% (19) y en 2010 disminuyó a 9,8% (20) para carreras largas. Las bajas tasas de la UCV ocurren en momentos en que los principales mecanismos de ingreso eran la Prueba de Aptitud Académica de la OPSU y las pruebas internas de admisión, evidencia contundente acerca de la poca o nula eficacia de dichos instrumentos para mejorar el desempeño estudiantil universitario. Este tema será abordado con profundidad en otro artículo.
En 2013 según declaraciones de las propias autoridades de la UCV (16) se graduaron 152 estudiantes de los 4 mil 202 que ingresaron en 2008, es decir apenas el 3,61% de la cohorte. De los 1 mil 514 graduandos de ese mismo año, había alumnos que tardaron entre 6 y 20 años en completar sus carreras. Otra vez es importante señalar que según la misma fuente, la gran mayoría (79%) ingresó por mecanismos internos de la UCV y solo el 21% restante fue asignado por la OPSU (cuando legalmente debió ser el 30%).
Contrariamente a lo sostenido por las autoridades de la UCV (16), tales resultados, es decir las bajas tasas de graduación han ocurrido con Pruebas de Ingreso internas o nacionales. Algo que con mayor detenimiento analizamos en (21) para el período comprendido entre los años 2002 al 2004 cuando todavía no se había establecido el Modelo de Asignación Multivariable para la asignación de nuevos estudiantes en las universidades públicas. Las cifras de la UCV no se alejan mucho de los resultados obtenidos para la totalidad de las universidades en períodos anteriores, cuando proliferaban los exámenes de admisión en casi todas las universidades públicas. Así en el año 2006, la tasa bruta de graduación promedio para todas las universidades fue de 11% (21). Cifras bajas, pero mejores que las de otras instituciones como la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado (UCLA) de 6,23% para el año 2010 (22).
Implicaciones de la merma entre plazas planificadas y realmente utilizadas
Para comprender las implicaciones de las mermas señaladas entre las plazas planificadas y las realmente utilizadas es oportuno hacer el siguiente ejercicio:
- Una institución como la UCV le informa a la OPSU que tiene disponibles 100 cupos para una carrera.
- Supóngase, para ser conservadores, que no hay merma por la OPSU y que por esta vía se asignan todos los cupos de la universidad.
- Los datos indican que en promedio solo se inscriben 58 por cada 100 asignados.
- Para ser aún más conservadores en el cálculo, se toma el límite inferior de la deserción en la UCV, es decir 40%, eso implica que de los 58 inscritos, habrán 23 desertores y quedarán en la carrera solo 35 estudiantes de la cohorte original.
Obsérvese que de los 100 cupos originales apenas se ocupan efectivamente 35 plazas. Nótese además que se están utilizando las cifras de la universidad con la mayor demanda de cupo en el país en el período 1998-2013 (7). Es oportuno resaltar que todas las carreras de la UCV tienen una demanda que supera la oferta, de modo que es de esperar que sea una de las instituciones con menor deserción de estudios. Luego, si esta situación ocurre en una institución con carreras muy demandadas, ¿qué pasará en aquellas que tienen poca o ninguna demanda? La gravedad del problema de los cupos sobrantes alcanzará niveles pantagruélicos al incorporar estos hechos en la ecuación y tomar en consideración, las 60 instituciones públicas que ofertaron este año, 311 mil 954 cupos en 1 mil 638 disciplinas (23).
Resumen final
Si bien en Venezuela existen dificultades por falta de cupos en algunas disciplinas universitarias, el disparate en la gestión de las plazas universitarias y su uso para solicitar y justificar falsas necesidades presupuestarias, son sin duda un problema de mayor envergadura. Como se ha expuesto en este artículo, más los análisis realizados previamente en (2; 3), toda la información relativa a las plazas disponibles y la cantidad real de estudiantes que las ocupan, utilizada para las solicitudes presupuestarias, está seriamente cuestionada. En la confección de estas últimas no se toma en cuenta las mermas que se producen:
- Entre la asignación de cupos a la OPSU y los cupos que se ofertan efectivamente.
- La que se produce entre la asignación y la inscripción efectiva comentada al principio.
- Ni tampoco la ocasionada luego de la inscripción y debida al abandono, deserción y alargamiento de los estudios.
- Además, hay que incorporar la inexactitud en las plazas realmente disponibles debido a fallas en la planificación como las señaladas en (3) y las denunciadas por Mosquera (1) y Alfonzo (24).
Conclusiones
No es atrevido señalar que una parte significativa de la escasez de cupos sería un falso problema en la mayoría de las disciplinas universitarias, porque la baja tasa de asignación efectiva o la pre-deserción como se le llama en (11), la deserción, repitencia, retiros o alargamiento de la duración de las carreras, tendría como consecuencia una baja relación de alumnos/docentes en los niveles medios y avanzados de las carreras. En otras palabras sobrarían docentes, aulas, talleres y laboratorios en los períodos lectivos avanzados de los programas de estudio.
La anterior conclusión pone en duda los reclamos presupuestarios de muchas autoridades universitarias, sobre todo las que se han difundido mediáticamente en los últimos años. Una vez analizadas estas quejas y contrastadas con las cifras reales del presupuesto, como lo hizo recientemente Alfonzo (24) para el caso de la UCV, solo reflejan la kakonomía y el pobre control que ciertas autoridades universitarias tienen sobre las instituciones que manejan desde hace más de 10 años. En otras palabras, que las solicitudes de recursos tomando como base las plazas ocupadas por estudiantes fantasmas, de ser atendidas, solo terminan convertidas en pura grasa presupuestaria.
Recomendaciones
Es urgente actualizar todas las propuestas realizadas para mejorar el presupuesto, registro estudiantil y la planificación educativa:
- En materia de elaboración, control y seguimiento del presupuesto universitario:
- La ejecución inmediata de una auditoría social a las cuentas de todas las instituciones universitarias públicas, en especial las relacionadas con las capacidades reales de dichas instituciones para la docencia, investigación y vinculación socio-productiva, comenzando por la primera.
- En cuanto al registro o matrícula estudiantil
- Integración o interoperabilidad de las plataformas tecnológicas de las oficinas de control de estudios para facilitar la generación de datos confiables y poder realizar un seguimiento a la disponibilidad de cupos y su efectiva ocupación.
- Reactivación de la generación de datos oficiales consolidados a nivel nacional del sistema universitario para disponer de indicadores nacionales sobre el tema.
- En cuanto a las deficiencias en la planificación de la infraestructura docente, las fallas en la asignación, la baja tasa de inscripción efectiva, la deserción, abandono y alargamiento de la duración de los estudios: retomar las ideas para la creación de un verdadero Sistema Nacional de Ingreso, que permita ir corrigiendo las fallas detectadas hasta ahora. En tal sentido ejecutar las iniciativas para:
- El desarrollo de un compromiso institucional con la mejora del desempeño estudiantil (y no sólo del rendimiento), dentro del espíritu del anteproyecto de Ley de Educación Superior del Ministerio de Educación Superior del año 2005 con los desarrollos posteriores del 2009 y 2010(25), a través un sistema nacional de seguimiento al desempeño, la prevención de la deserción (Colombia ya posee algo similar) y la primera inserción laboral del egresado;
- Implementación del Sistema Nacional de Orientación (25) o SNO, para que opere desde secundaria hasta la primera inserción laboral. El SNO contribuirá a determinar la vocación y aptitudes de los futuros aspirantes a estudios universitarios, reduciendo por tanto las causas de la deserción y el abandono.
Es oportuno señalar que la investigación reflejada en este y anteriores artículos, jamás aboga por la eliminación de plazas o disciplinas a la ligera, sino por una planificación efectiva de la oferta académica y la promoción de aquellas consideradas prioritarias. No tiene sentido continuar manteniendo y creando programas en nuevos núcleos o instituciones, mientras exista un enorme exceso de cupos en el país. En artículos anteriores (3; 26) se mostró lo que está ocurriendo con instituciones y disciplinas. En todos los programas de estudio identificados, existe claramente un exceso de oferta sobre la demanda, lo que en la práctica significa tener una gigantesca capacidad ociosa que puede muy bien ser utilizada de manera más sensata.
Lo expuesto tampoco es un llamado a botar gente ni mucho menos, sino a realizar una evaluación seria del cupo y del presupuesto universitario, planificando paralelamente el impulso a las carreras poco demandadas consideradas prioritarias, y ajustar la oferta de las mismas. En vez de continuar ampliando la oferta de carreras como las agroalimentarias, ciencias básicas o algunas de educación, lo mejor es concentrarlas en unas pocas instituciones donde existan suficientes aspirantes y abrir espacios para que estudiantes y trabajadores universitarios de otras instituciones puedan concentrarse en las mismas. La infraestructura que quede ociosa por esta vía, así como la se determine en otras disciplinas luego de la auditoría propuesta, se reutilizarían en otros proyectos y programas donde se requieran.
Este conjunto de ideas ni son nuevas ni originales, de hecho la racionalización de las ofertas académicas, la ha hecho la Misión Sucre sin traumas, ajustándolas a las necesidades locales, cerrando opciones cuando ya las metas fueron cubiertas. En las mismas universidades ocurrieron en el pasado procesos similares de concentración de ofertas en lugares y condiciones más apropiadas. Es hora de retomar todas esas sanas prácticas en la gestión universitaria. Es un asunto sobre todo de equilibrio y sentido común, en especial en épocas de colas por comida.
Bernardo Ancidey
bernardo.ancidey@gmail.com
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