Mujeres, con pobreza de tiempo libre: Cepal y OIT

Dedican casi el triple de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.

La cultura latinoamericana que deja a las mujeres la responsabilidad mayor de cuidar a los hijos, a los adultos mayores y a realizar labores del hogar, hace que tengan una «pobreza de tiempo” que las aleja de la capacitación, formación profesional, autocuidado y de su vida personal.

Lo anterior de acuerdo con el documento “Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe, Desafíos y oportunidades para la inclusión laboral de las personas jóvenes y la redistribución del trabajo de cuidados” de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Los organismos internacionales aseguran que debido al trabajo no remunerado que tienen que hacer las mujeres hay una menor tasa de participación laboral de las mujeres, porque ellas ocupan una parte importante del tiempo individual.

“En América Latina, las mujeres de entre 15 y 29 años que no están estudiando ni en el mercado laboral son las que más tiempo dedican al trabajo no remunerado: entre 40 y 75 horas semanales según el país (mientras los hombres jóvenes en esta misma condición dedican entre 9 y 26 horas semanales)”, explicaron la Cepal y OIT

En otras palabras, “las mujeres dedican casi el triple de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, por lo que la igualdad y la justicia pasan por redefinir estas cargas y avanzar decididamente hacia la sociedad del cuidado”.

Mujeres, pobreza y falta de tiempo libre

Ello implica que las mujeres destinan al trabajo no remunerado casi el mismo tiempo de una jornada laboral. Además de que entre más pobreza económica tengan menor acceso a escuelas o ayuda doméstica tienen, por lo que a su situación de pobreza se les añade la escasez de tiempo libre.

Para las mujeres con hijos menores de 5 años aumenta la carga de cuidados, por lo que hay menor presencia de ellas en los trabajos remunerados, mientras que cuando no hay presencia de niños y niñas en el hogar hay un mayor porcentaje de mujeres en el mercado de trabajo.

La desigualdad de genero se mide tanto en la participación laboral como en la alta incidencia del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, lo que profundiza las desigualdades no solamente de la distribución de tareas, también del uso del tiempo que deja a muchas mujeres “en una situación de pobreza de tiempo”.

En “Chile, Guatemala y México, las mujeres jóvenes dedican más del 20% del tiempo al trabajo no remunerado, lo que limita mucho su capacidad para participar del mercado laboral”.

Trabajo no remunerado de las mujeres

De acuerdo con el estudio, en México, los hombre de entre 15 y 29 años dedican 9.3 horas al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, mientras que las mujeres de esa edad destinan 21.9 horas, es decir más del doble.

El país donde las mujeres destinan más tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es Guatemala donde ellas dedican hasta 25 horas, en contraste con 9.3 horas de los hombres. El Salvador es el país en donde destinan los hombres más tiempo a esas labores con 11 horas y media.

Si se considera el trabajo total, es decir, el remunerado y no remunerado, México es el país donde las mujeres destinan más tiempo a ambos con 76 horas, seguido de El Salvador con 74 horas y Ecuador y Chile con 72 horas cada uno. Mientras que los hombres en total destinan 67 horas en México, 68 horas en El Salvador y 66 horas en Costa Rica, lo que muestra que los hombres tienen más tiempo libre a la semana que las mujeres.

Fuente: https://www.eluniversal.com.mx/cartera/mujeres-con-pobreza-de-tiempo-libre-cepal-y-oit/

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¿Por qué esta huelga también es nuestra? Cuatro razones de las trabajadoras de hogar y cuidados para ir a la Huelga feminista general en Euskal Herria

Artículo original: Etxeko eta zaintza langileen IV arrazoiak Euskal Herriko greba feminista orokorrera joateko

Al calor de la pandemia, en marzo del 2021, diversas colectivas feministas en Euskal Herria nos organizamos en el marco de Bizitzak Erdigunean; una plataforma que surgió con la intención de construir una respuesta colectiva y articulada desde los feminismos frente a la que estaba cayendo.

Nos sumamos a este proceso porque como mujeres migradas y racializadas, trabajadoras de hogar, realizamos una aportación fundamental en el sostenimiento de las necesidades de cuidados de la sociedad vasca. Somos miles de mujeres, migradas y racializadas las que desde hace décadas sostenemos una parte importante de los cuidados en Euskal Herria. Especialmente, pero no sólo, las compañeras en régimen interno, en unas condiciones laborales atravesadas por relaciones de opresión y discriminación parte y producto de este Sistema colonial, racista, capitalista y heteropatriarcal en el que vivimos.

Es por ello que creemos importante estar y aportar en esta huelga. Desde nuestras experiencias, saberes y aprendizajes colectivos; reivindicando nuestra presencia como sujetas políticas con propuestas que contribuyen al proceso y al nuevo modelo de cuidados público y comunitario. Reivindicación central de la huelga y parte del Herri Akordio que, más allá del 30 de noviembre día de huelga, plantea compromisos que involucran a todas y todos a diferentes niveles (organizaciones mixtas, partidos políticos, sindicatos, asociaciones de barrio…).

¿Qué está en juego?. ¿De quién es esta huelga? ¿Cómo se hace camino colectivo? ¿Qué implica para nosotras, como colectivas de trabajadoras de hogar y de cuidados con mucha presencia de mujeres migradas-racializadas y precarizadas-, decidir ser parte de este enredo? Escribimos este articulo pensando en voz alta, intentando recoger sentires que vamos poniendo en común y nombrando, mientras vamos caminando.

Hay mucho y muy importante en juego. Pensábamos que la pandemia podía hacer que se implementaran cambios que pusieran en el centro los cuidados y las condiciones de quienes los realizamos. Eso no sólo no pasó; sino que, como sector, nos vemos cada vez peor. En papel nos han reconocido algunos derechos, pero en la práctica nos los arrebatan y vulneran. Vivimos abusos constantes que, en nuestro caso, son tal vez los más sangrantes; en especial, para las compañeras que, sin otra opción, se encuentran trabajando como internas en situación administrativa irregular.

Lo que nos pasa a las trabajadoras de hogar no es sólo nuestro problema. Somos un síntoma y un último eslabón de todo un sistema que explota, invisibiliza e infravalora casi todos los tiempos, procesos y esfuerzos de cuidados. No casualmente trabajos feminizados, racializados y precarizados.

Trastocar todo esto es una tarea urgente. Desde nuestro lugar, queremos estar… porque aportamos una labor muy importante en Euskal Herria sosteniendo desde las casas unos cuidados que no sólo deberían suministrarse desde una infraestructura pública accesible y de calidad (en la que podríamos incluso encontrar nichos de empleo en mejores condiciones), sino porque nosotras también necesitamos de cuidados y los vamos a seguir necesitando cuando seamos mayores…

Lo que sigue son alguna razones que nos mueven, por las que esta huelga también es nuestra:
I. La huelga como proceso. No creemos en los grandes acontecimientos; somos más bien hormiguitas que trabajamos pequeñito, con tiempo y paciencia. Para nosotras, la huelga está siendo un proceso en el que vamos descubriendo nuestras propias formas de estar, ser y visibilizar nuestras voces, cuerpos y relatos. Esto no es fácil, a veces los ritmos y las maneras no son las que nos gustan ni las que podemos sostener. La huelga es un proceso que no es perfecto; pero estando, aportamos cosas que nos parecen importantes. Nuestro aporte está siendo en primera persona, no desde el victimismo ni desde la crítica, sino desde la apuesta por construir un común en el que estamos involucradas. La huelga viene de lejos, muchas empezamos a organizarnos como sujetas en los paros de 2018 y de 2019, movidas por las huelgas feministas en nuestros territorios de Abya Yala…

II. La huelga como aprendizaje colectivo. En el camino estamos aprendiendo cosas que no imaginábamos: del movimiento feminista, de nuestra propia condición como trabajadoras; y, sobre todo, estamos aprendiendo lo que somos capaces de hacer. Tenemos miedo, mucho; vivimos día a día chantajes, amenazas, violencias, y las instituciones nos abandonan… Somos conscientes de que la situación de desprotección nos limita la posibilidad de protestar y nos hace más vulnerables. Por ello, las que estamos, hemos decidido que queremos estar, que no nos vamos a quedar inmóviles, no les vamos a dar el gusto. El derecho a huelga no se respeta en nuestro sector, otros derechos tampoco y los reivindicamos… Además, esta huelga va mucho más allá y más acá del 30N. Hay muchas formas y momentos para estar, participar y hacernos oir; y no los vamos a desaprovechar.

III. La huelga como ruptura-apertura que incorpora sujetas y luchas que hasta ahora no se contemplaban. El aprendizaje es también romper con ideas preconcebidas y darnos como mujeres trabajadoras de hogar una oportunidad de estar. Estamos generando espacios propios en los que vamos construyendo unidad, fuerza y radicalidad. Partimos desde nosotras, politizando lo que nos pasa y construyendo un relato colectivo que está nutriendo a la huelga que, a su vez, se va tejiendo en una clave de apertura a demandas y realidades que exigimos que estén presentes y que van rompiendo el patrón clásico de huelga al uso.

IV. La huelga como oportunidad. Para nosotras esta huelga es una oportunidad histórica de cambio que nos incluye a todas y todos. La asumimos con ilusión y responsabilidad, sabiendo que no se trata de un proceso sencillo y que hay cosas que, como trabajadoras de hogar y/o mujeres migradas, nos cuestan más. La vivimos también con cierta responsabilidad, por las compañeras que vienen detrás; para que se encuentren con algo mejor de lo que nos hemos encontrado nosotras. La huelga está siendo para nosotras una oportunidad para renacer, para romper con los roles y prejuicios que nos imponen.

La huelga feminista general es de todas, es nuestra. Vamos caminando este camino, no sin dificultades, pero también con muchos momentos que nos emocionan y enorgullecen. Estamos, desde la apuesta de construir un común, aportando desde y entre compañeras trabajadoras de hogar de diversos territorios. Nos estamos articulando más y vamos también enredándonos con compañeras de otros colectivos del movimiento feminista, del que poco a poco nos vamos sintiendo parte.

Por todo esto, nosotras, colectivas de trabajadoras de hogar y de cuidados y mujeres migradas- racializadas y precarizadas, decidimos ser parte activa de este proceso. Nos sumamos a la huelga feminista general porque no queremos quedarnos fuera. Vamos a demostrar nuestra potencia, vamos a hacernos ver y escuchar. Y haciéndonos ver, vamos a vernos y reconocernos entre todas. Nombrando y poniendo en común las cosas que nos incomodan y desmontando las violencias que nos atraviesan. Es mucho, muchísimo, lo que está en juego. Por nosotras, por otras, por todas las que han pringado toda la vida sosteniendo con sus cuerpos un sistema injusto y desigual.

Nos unimos a todas las reivindicaciones de esta huelga, y especialmente como sector exigimos ya:
¡Derogar la Ley de Extranjería!. ¡Regularizar a todas las trabajadoras de cuidados!
¡Erradicar el régimen interno del empleo de hogar!. ¡Exigir el derecho al empadronamiento y el acceso a la vivienda para todas las personas!. ¡Incluir a las trabajadoras de hogar en el Régimen General del trabajo!. ¡Mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras de cuidados!
¡Establecer para las trabajadoras de hogar un sueldo por encima del salario mínimo!

VAMOS A LA HUELGA FEMINISTA GENERAL, PORQUE ESTA HUELGA TAMBIÉN ES NUESTRA…

Griselda Amado y Yolanda Santxo (ATHCA, Araba), Candida Rivas Mendoza (Bidez Bide Elkartea, Gipuzkoa), Norma Maffare y Flabia Eskarlet (Mujeres del Mundo, Bizkaia), Mariela Garzón Villota y Biki García Olazarán (THYCNA, Nafarroa); Silvia Gonzalez y Yolanda Atoy (Trabajadoras No Domesticadas, Bizkaia).

https://vientosur.info/cuatro-razones-de-las-trabajadoras-de-hogar-y-cuidados-para-ir-a-la-huelga-feminista-general-en-euskal-herria/

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“En pandemia, los cuidados estallaron en nuestra vida cotidiana, pero la política pública no ha dado ninguna respuesta”

Por:  Karina Batthyány

Con la ceremonia inaugural a cargo de Gioconda Herrera, su presidenta, comenzó LASA (Latin American Studies Association). Y el tema central que se ha dado para este Congreso de LASA (que se hace año a año) es “Desigualdades sociales y centralidad de la vida”. Se terminó uno de los paneles centrales llamados Presidenciales porque son paneles organizados y convocados por la presidenta de LASA sobre este tema “Desigualdades sociales y centralidad de la vida”. Y quiero compartir con todos y todas en InfoCLACSO algunos de los puntos que estuvimos debatiendo allí.

Para eso voy a plantear que cuando hablamos de la centralidad de la vida, una dimensión central, tiene que ver con el cuidado o con los cuidados y el cuidado de la vida. Tema que ya hemos abordado pero que es bueno volver a visitar, discutir e intercambiar. Como dijimos en algún momento, esta pandemia si hay algo que hizo fue cambiarnos a todos y a todas en nuestras vidas cotidianas. Es decir, los arreglos, las formas de vida cotidiana que teníamos de un día para el otro se vieron profundamente modificadas. Y puso, la pandemia, en el centro algo que desde el feminismo venimos diciendo hace mucho tiempo, que es la necesidad de colocar la vida en el centro y el cuidado de la vida en el centro.

Y además de entender -creo que eso nos va quedando muy claro en este año y pico que llevamos de pandemia ya en América Latina y el Caribe- que todos y todas somos interdependientes. Tenemos que entender que las personas necesitamos de bienes, de servicios y de cuidados para sobrevivir, y que justamente estos cuidados son relacionales e interdependientes. Todos y todas por tanto hemos precisado o precisaremos en algún momento de nuestra vida cuidados: hemos cuidado o seremos cuidado a lo largo de diferentes etapas de nuestro ciclo vital. Necesitamos alimento, ropa, abrigo, apoyo, compañía, cuidados.

También todas las personas en algún momento nos enfermamos o nos lesionamos, tenemos COVID en algunos casos, pasamos por la primera infancia y llegaremos ojalá y deseablemente a la vejez. Y eso es lo que hay que entender: la característica relacional e interdependiente que los cuidados colocan en el centro. La pregunta que nos tenemos que hacer es qué pasó con los cuidados en el marco de esta emergencia sanitaria. Y efectivamente cuando revisamos en América Latina y el Caribe las medidas que han tomado los distintos Estados, los distintos gobiernos para atender esta dimensión que es central (por eso hablamos de la centralidad de la vida), encontramos que prácticamente no ha habido políticas o apoyos para esta temática. Lo analizamos hace un par de columnas atrás cuando vimos justamente las políticas que los gobiernos latinoamericanos están desarrollando en el marco de la pandemia. Entonces, vaya contradicción: los cuidados nos estallaron a cada uno de nosotros en nuestras casas, en nuestra vida cotidiana, pero del lado de la política pública no ha habido ninguna respuesta. Y recordemos que cuando hablamos de cuidado estamos hablando de mujeres cuidadoras, porque en nuestra región prácticamente el 80% de los cuidados no remunerados son realizados por mujeres. Pero, además, los cuidados remunerados, los que se dan en el marco de relaciones laborales, por ejemplo, también están ampliamente feminizados.

Esta situación que no es única de América Latina pero que es más grave, nos lleva a reflexionar sobre el punto. Digo que no es única en América Latina porque, decía, en nuestra región las mujeres contribuimos con un 73% del tiempo total que se destina al cuidado y al trabajo no remunerado; y los varones con un 27%. Pero qué pasa por ejemplo en países como Suecia: las contribuciones de los varones son del 44%; en Estados Unidos un 38%; en China un 39%. Por lo tanto, la brecha en América Latina en este punto es mucho más pronunciada. Y agregarle a esto cómo aumentó el trabajo no remunerado y el cuidado por el cierre de los establecimientos educativos, y el traslado de la educación de las escuelas a los hogares, donde alguien tiene que hacerse cargo de monitorear, de seguir y de apoyar esa situación. Los datos preliminares que tenemos es que ese “alguien” también para América Latina y el Caribe tiene cara de mujer. Es decir, son las mujeres las que están sosteniendo ese punto.

Además, si miramos el mundo del trabajo remunerado, recordemos lo que hemos dicho en otras columnas aquí en InfoCLACSO: en muchos casos las mujeres están en el sector informal de la economía. De hecho, la OIT (Organización Internacional del Trabajo) dice que hay 126 millones de mujeres que trabajan de manera informal en América Latina y el Caribe. Y eso es más o menos la mitad de la población femenina de la región.

¿Qué pasa en ese sector informal? No hay protección social, los ingresos no son altos, hay mucha inestabilidad laboral. Súmale a eso que en el sector del mercado laboral justamente las mujeres son las que están más empleadas en los sectores que han sido más afectados por la pandemia: el comercio, los restaurantes, el turismo, el trabajo doméstico remunerado. Todo eso nos va dando una situación que es muy compleja en términos de lo que está ocurriendo con las mujeres latinoamericanas y caribeñas.

Esto me lleva a plantear entonces cómo esta crisis del COVID-19, una vez más, ha profundizado los nudos estructurales de la desigualdad de género en América Latina. ¿Por qué afirmamos esto? Porque una de cada dos mujeres ocupadas, está ocupada en los sectores de mayor riesgo, los sectores que hoy están en riesgo económico y por lo tanto el desempleo las ha impactado más en la pérdida de ingreso, etc. Porque las mujeres han salido de la fuerza laboral tanto que la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) dice que hay un retroceso de diez años en este punto, como ya mencionamos en otra ocasión. En el sector doméstico remunerado se han perdido empleos, prácticamente la mitad de los empleos del sector doméstico remunerado en América Latina han desaparecido y allí son 98% mujeres las que estaban trabajando. Pero además las mujeres están también en la primera línea de la respuesta a la pandemia, porque en el sector de la salud el 73% de las empleadas son mujeres. Ha aumentado, como decíamos, la carga de cuidados no remunerados en los hogares y no se ha distribuido equitativamente ni la carga anterior ni ese aumento, lo que genera todavía más exigencias y tensiones sobre las mujeres.

También recordar que una de cada cuatro mujeres de entre 15 y 24 años (jóvenes) no estudian ni están ocupadas hoy en América Latina y el Caribe, y que de esas mujeres, tres cuartas partes, no estudian ni se ocupan porque se dedican a cuidar. Entonces, cómo se han potenciado las brechas de género es algo que empezamos a tener datos y que, por supuesto, nos alarma, nos preocupa, porque esto sabemos que tiene consecuencias hoy para la vida de cada una de nosotras en América Latina y el Caribe, pero también tiene consecuencias futuras aún en la situación de salida de la pandemia.

Y por último, recordar que estas brechas que estoy mencionando, estas desigualdades o nudos estructurales de las desigualdades de género, se potencian cuando incorporamos las dimensiones étnicas y raciales, donde claramente por ejemplo las mujeres afrodescendientes reciben ingresos menores, sufren mayor desempleo.

Pensaba una cosa: diste algunas pistas en relación con eso, pero me genera cierta intriga en relación a la investigación académica que llevas adelante para tratar de saber por qué es más grave en América Latina que en otras partes del mundo. ¿Hay cuestiones educativas que son demarcantes, cuestiones conservadoras? ¿Qué es lo que marca la diferencia en otras partes del mundo que esta región tiene datos mucho más preocupantes?

Yo creo que se combinan cuatro elementos: la desigualdad socioeconómica más pronunciada en nuestra región; los patrones culturales machistas o patriarcales que son clásicos de América Latina y el Caribe y que no se han superado, siguen muy vigentes en nuestras prácticas cotidianas; la división sexual del trabajo, por supuesto relacionado a esos patrones culturales y machistas; y también la falta de autonomía o de presencia de las mujeres donde se toman las decisiones. Aquello que alguna vez hablamos de la autonomía en la toma de decisiones y la sub-representación me animo a decir escandalosa que hay en nuestra región de las mujeres en los distintos lugares de toma de decisiones a nivel de toda la estructura o de las distintas estructuras de poder de la sociedad.

“En pandemia, los cuidados estallaron en nuestra vida cotidiana, pero la política pública no ha dado ninguna respuesta”

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Grupo Sociología de Género-CLACSO: Reconocimiento… y también redistribución del trabajo de cuidados

Este documento, elaborado por el Grupo Sociología de Género (FCS-UDELAR), busca
difundir a la ciudadanía tres puntos sobre las desigualdades de género en el contexto actual, en el marco de la conmemoración de un año más del Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo.

Lee el comunicado pulsando en: Comunicado grupo para el 8M 2021

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Ecuador: Cierre de Guagua Centros, un problema para las madres

América del Sur/Ecuador/05-07-2020/Autor(a) y Fuente: lahora.com.ec

Son 9.000 niños beneficiarios del proyecto. Sin estos espacios la brecha laboral ente hombres y mujeres aumenta.

Carmelina Cabezas es madre de un niño de 4 años, él tiene microcefalia y epilepsia. Conseguir un espacio donde cuidaran a su pequeño, con especialistas en discapacidad, fue complicado hasta hace dos años, cuando ingresó al Guagua Centro de Santa Mónica, especializado en discapacidad infantil.

“Para mi hijo ha sido como un segundo hogar y para mi una oportunidad de poder estar trabajando en paz”, dice Carmelina.

A inicios de mayo, el Municipio de Quito decidió suspender el trabajo de los 180 Guagua Centros (dos son especializados en discapacidad), enfocados en cuidar y estimular a pequeños entre 1 y 4 años, de forma gratuita.

Quienes trabajan en estos centros no tienen una relación de dependencia con el Municipio, explica la parvularia Gabriela Villacís. Cada directora firma un contrato y se convierte en asignataria del servicio.

La Unidad del Patronato San José, a través de un comunicado, indicó que planteó el inicio del proceso de “composición amistosa”. Una figura jurídica con la que buscan “una terminación de los convenios por mutuo acuerdo, debido a los riesgos sanitarios de ejecutarlos, tal como se encuentran planteados”.

Luego de esto, las asignatarias de los Guagua Centros pidieron acción de protección, para impedir el cierre; sin embargo, la Unidad Judicial negó el pedido. Ellas decidieron apelar.

Al ser consultada, la entidad, liderada por Lilia Yunda, señala que están a la espera a la decisión de la autoridad judicial; mientras tanto, no hay un proyecto alterno para los beneficiarios.

Trabajar o cuidar a los niños

Carmelina es madre soltera. “Soy el único sustento de mi hogar, tengo cuatros hijos”, dice la mujer que se siente preocupada, pues el Municipio no ha planteado un plan de acción para los beneficiarios del programa infantil. “Tampoco puedo buscar otros lugares, porque son particulares y no me alcanza”, dice. Aunque sus hijas de 16 y 14 años le ayudan, ella es conscientes de que no es el rol que les corresponde.

Lo mismo le pasa a Jesenia Sandoval, quien está a la espera de reincorporarse a su trabajo, en un restaurante.  “Cuando abramos no sé con quién le voy a dejar. Vivo con mis papás, pero igual trabajan. Estaba viendo para que mi hermana le cuide”, cuenta Sandoval, cuyos ingresos le permitían solventar los gastos de la casa junto a su esposo.  “Ahora tal vez me toque quedarme en la casa”, señala.

Araceli Vinueza también se plantea la idea de dejar su trabajo. Ella es empleada doméstica, pero no puede llevar a su pequeña, tampoco le alcanza para ir a un lugar particular. “Sí va a estar difícil. Trabajar es una posibilidad de ayudar a mi esposo y organizarnos en el hogar”.

Villacís señala que hay un gran porcentaje de madres solteras con trabajos informales que llevaban a sus hijos a los Guagua Centros. “También chicas que tuvieron su bebé a temprana edad y tratan de terminar sus estudios (…) Nosotros los cuidábamos de 07:00 a 16:00”, comenta la parvularia, quien no sabe si la reubicarán o quién asumirá el sueldo de abril que tienen pendiente.

El Patronato señala que al haber suspendido el convenio no hay base legal para pagar sueldos.

Desigualdad y falta de oportunidades

A Cristina Almeida, presidenta de la Fundación Nina Warmi, le parece una medida “insensible con la dura realidad que atraviesan todas esas mujeres y madres. Se está invisibilizando la urgencia de las madres jefas de hogar, que necesitan trabajar para sostenerse”.

Solo el 6,4% de los niños realiza actividades de estimulación con su papá. El 50,6% recae en la madre.Denisse Melo, abogada y activista, señala que esto trunca el derecho a trabajar de las mujeres lo que amplía la brecha de desigualdad que ya existe con los hombres. “Son miles de mujeres que se apartarán del ámbito laboral, porque la crianza y el cuidado sigue, erróneamente, recayendo en la figura materna”.

Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), a través de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), publicada en enero de 2020, dan razón de esto.

Los Guagua Centros funcionan desde 2014. Han sido reconocidos por organizaciones internacionales, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.Se estima que a penas el 6,4% de padres cuida o se involucra en las actividades de los hijos. Mientras que este mismo rol lo cumple un 50,6% de madres. El porcentaje restante está en otros miembros del hogar, como hermanos, abuelos o tíos.

“Todavía hay una visión machista sobre el cuidado en el hogar y de los hijos. Además, casi siempre, en momentos de crisis las mujeres son las que prescinden del trabajo, porque ganan menos que sus parejas”, añade Melo.

ONU mujeres ha indicado que en Ecuador y otros países, en promedio, las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres; ocupando los mismos cargos. (AVV)

Guagua Centros

Beneficiarios

  • 9.000 niños, aproximadamente, eran beneficiarios.
  • 720 educadoras.
  • 360 personas de personal de apoyo.
  • El Municipio pagaba $173,58 por menor al mes.
  • Eran 200 establecimientos, antes de la pandemia quedaron 180.

Con esto que cierran los Guagua Centros es un poquito difícil, no voy a poder ir a trabajar porque no tengo dónde dejarle”. Araceli Vinueza, beneficiaria.

Fuente e Imagen: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102321781/cierre-de-guagua-centros-un-problema-para-las-madres

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