La pandemia de la COVID-19 ha aumentado las necesidades de apoyo en salud mental para toda la población, y muy especialmente a las personas con autismo. Y es que, según señala la Confederación Autismo España, las personas con trastorno del espectro el autismo (TEA) presentan a menudo condiciones asociadas relacionadas con la salud mental que afectan a su bienestar emocional, siendo en esta pandemia uno de los principales colectivos afectados.
Blanca Suárez es madre de cinco niños, uno de ellos con un TEA grave. Coincidiendo con el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo este viernes cuenta a Infosalus, cuando recibieron el diagnóstico supuso un «golpe muy duro» para la familia, ya que implica un proceso de asimilación, y una suma de energía para reestructurar la familia, y ver qué intervenciones va a necesitar el pequeño a la hora de alcanzar su máximo potencial, dentro de su diagnóstico.
Precisamente, cuenta que la entrada de esta enfermedad en las familias suele implicar un aumento de costes, especialmente en materia educativa, de tratamientos y de pérdida de productividad parental, de la que apenas se habla. «Es una situación complicada a nivel emocional y también de recursos porque muchas veces los padres tienen que dejar de trabajar para poder atender a sus hijos», remarca.
Aunque reconoce que todo depende del grado de afectación, dice que un niño con autismo severo es totalmente dependiente, sus aprendizajes están muy limitados y necesitan a una persona continuamente. «Afecta a todos los niveles de autonomía, a la hora de vestirse, de lavarse, de comer, implica a todos los aprendizajes, de si tiene afectado al lenguaje, de si es necesario trabajar por establecer un sistema de comunicación», entre otros aspectos.
Suárez señala aquí que suele afectar, y mucho, a las familias las posibles dificultades conductuales que presente un niño. «Es muy importante mejorar la autonomía del niño, volcar los aprendizajes y establecer los sistemas de comunicación, más el tratamiento conductual porque es una de las mayores barreras que se producen en la integración», agrega.
De hecho, sostiene que si tienes un niño con problemas conductuales supone «una barrera tremenda» para la inclusión porque distorsiona el ritmo de la clase. «Las actividades en comunidad, y la interacción social es una parte muy difícil para la familia y el entorno del niño», aclara.
Desde que empezó el confinamiento en marzo todo ha sido más difícil para ellos, según comenta, lamentando que todas las restricciones a los niños con autismo les afectan muchísimo, y más que a los niños neurotípicos. De hecho, recuerda por ejemplo cómo al principio no podían salir a pasear, pero apenas a los días hubo una modificación porque estos niños necesitan la actividad y el aire libre, estar fuera de casa.
Además, critica que, desde el inicio del confinamiento, y pese a que supuestamente la atención a la discapacidad se ha considerado siempre esencial, «sin embargo las autoridades y el sistema educativo han suprimido las terapias en los centros bases, la atención en la discapacidad y la educación escolar presencial».
Aquí destaca que una de las principales dificultades que presentan los niños con TEA es que no pueden seguir muchos de ellos la educación ‘on line’, algo que durante el confinamiento implicó que muchos padres, con sus obligaciones laborales, tuvieran que hacerse cargo de su aprendizaje. «En muchos países del entorno las aulas especiales de educación, precisamente por este motivo, se han intentado mantener o al menos reabrir lo antes posible, y sin embargo el sistema español no ha sabido responder a esto», añade.
A su vez, defiende que hoy en día es necesaria una mayor formación del profesorado en TEA: «La formación y capacitación de profesionales es muy importante y sobre todo de profesores porque los niños pasan mucho tiempo en los colegios. Un niño con autismo requiere de conocimientos específicos, y durante la carrera de educación y psicología se da poco contenido especifico y los profesionales están poco formados».
En este sentido, desde la Confederación Autismo España recuerdan que las personas con TEA tienen una serie de necesidades específicas en las distintas etapas educativas, incluyendo las previas a la escolarización obligatoria. «Autismo España apuesta por la inclusión educativa del colectivo, pero esta inclusión solo será posible si se garantiza tanto la formación y capacitación de los profesionales educativos en la especificidad del TEA como los apoyos y recursos específicos que permitan promover una educación especializada, inclusiva y de calidad para el alumnado con TEA», mantiene.
UN TRASTORNO NEUROBIOLÓGICO
Según describe, el TEA es un trastorno de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, dando lugar a dificultades en dos áreas principalmente: la comunicación e interacción social y la flexibilidad del pensamiento y de la conducta. «En la actualidad, no está determinada la causa que explique la aparición del TEA, pero sí la fuerte implicación genética en su origen», agrega.
A su vez, señala que no hay dos personas con TEA iguales, sino que todo dependerá de su propio desarrollo personal y de los apoyos que pueda tener, así como de si presenta o no discapacidad intelectual asociada, y también de su nivel de desarrollo del lenguaje.
Durante años los datos de investigación han apuntado que los TEA se presentan casi cuatro veces más en el caso de los hombres que en las mujeres, si bien estos datos se están cuestionando ante un aumento en el diagnóstico de niñas. Se desconoce a día de hoy una cifra exacta de personas con TEA en España. «Manejamos las cifras de estudios epidemiológicos realizados en Europa, que apuntan una prevalencia de aproximadamente 1 caso de TEA por cada 100 nacimientos (Autism-Europe aisbl 2015)», señala la Confederación Autismo España.
Blanca Suárez creó Abascool, un centro especializado en trastornos del espectro autista, que forma tanto a profesionales como a familias. Acaba de estrenar una nueva convocatoria de su Curso de Terapeuta en Análisis Aplicado de Conducta (ABA). Este se dirige fundamentalmente a familiares de niños con TEA y personas interesadas, sean o no profesionales del ámbito sanitario.
La importancia de que las niñas vayan a la escuela muchas veces ha sido pasada por alto.
Desde el inicio de la pandemia el acceso a la educación ha sido limitado, especialmente en los países pobres o en desarrollo por la falta de internet y recursos. “Para unos 463 millones de niños cuyas escuelas cerraron a causa de la COVID-19, la educación a distancia no ha existido”, dijo Henrietta Fore, directora Ejecutiva de UNICEF.
En Ecuador, la pandemia afectó a 4.4 millones de estudiantes. Especialmente las niñas y adolescentes que están en situaciones de pobreza, que son migrantes o tienen alguna discapacidad se enfrentan a más desafíos para escolarizarse.
Aunque a nivel mundial, existen cientos de países que cuentan con leyes que protegen el derecho de la educación, esa no es la realidad de todos. Sin embargo, otro factor que limita dicho acceso es el género. Esto es porque excluyen a las niñas y jóvenes de las aulas y las limitan a trabajos del hogar o las casan en una edad temprana. Hasta 2017, 130 millones de niñas estaban desescolarizadas. Estas cifras siguen aumentando la analfabetización, la falta de oportunidades en el campo laboral y por ende la pobreza.
La importancia de que las niñas vayan a la escuela muchas veces ha sido pasada por alto. Sin embargo, es una situación que merece más atención por las repercusiones que tiene y puede llegar a tener en la sociedad, si es que no se gestiona rápidamente.
Según estadísticas de la ONU, si las niñas completaran la primaria cuando fueren madres la tasa de mortalidad materna podría reducirse en dos tercios. De igual manera, si es que recibieran educación secundaria la mortalidad infantil se reduciría a la mitad. Las tasas de niñas y adolescentes que se convierten en madres reducirían drásticamente si tan solo pudieran ir seguras a la escuela y colegio.
Nueve de cada 10 países donde la desescolarización es mayor, se encuentran en África. Allí se ha normalizado la practica de casar a las mujeres desde muy chicas. Sin embargo, si asistieran a las escuelas los matrimonios precoces reducirían en un 14% y eso aportaría autonomía a las mujeres.
En Ecuador, no estudiar hace que la red de trabajo infantil crezca cada día más. Aparte que las pone en situación de calle haciéndolas vulnerables para explotación sexual y otras practicas ilegales.
A pesar de los esfuerzos de la ONU, UNICEF, los gobiernos y otras instituciones por tratar de garantizar educación, no es suficiente. Gestionar el acceso a la educación de las niñas es el problema clave que, si se ataja de raíz, resolverá otros de los problemas como la pobreza extrema. Por lo tanto, la lucha por erradicar la desescolarización debe ser una lucha en la que todos aporten, por un mejor futuro para todos y todas. (I)
Así lo revela el informe de Citi Global Insights y Plan International. Sugiere que erradicar todas las barreras al desarrollo de las niñas y adolescentes será clave en la recuperación post-covid y el logro de los ODS de la ONU
Un nuevo informe de Citi Global Insights y Plan International arroja que las economías emergentes que logren tasas de finalización de la escuela secundaria del 100% de las niñas para el año 2030 podrían obtener, en promedio, un aumento de su PIB del 10%.
El informe, The Case for Holistic Investment in Girls: Improving Lives, Realizing Potential, Benefiting Everyone (Argumentos a favor de una inversión integral en niñas: mejorar vidas, realizar potencial, beneficiar a todos) revela que una inversión total de solo $1.53 por día por niña en las economías emergentes tendría un gran impacto en el potencial económico general de los países.
El análisis de Citi precisa que más de 130 millones de niñas en todo el mundo no iban a la escuela antes de la crisis de la covid-19. Y según la Unesco, es posible que más de 11 millones de niñas no regresen después de la crisis.
Las adolescentes de todas partes, pero especialmente en las economías en desarrollo, enfrentan barreras para acceder y completar una educación de calidad, volverse económicamente independientes, participar en la fuerza laboral y llevar una vida saludable sin violencia.
“Los planes de recuperación de la covid-19 que prioricen la inversión en la educación y el bienestar de las niñas ayudarán a las comunidades y economías a tener una reconstrucción mejor y más fuerte”, expresó en el informe la directora ejecutiva de Plan International, Anne-Birgitte Albrectsen.
Indicó que “aún más importante, esta debe ser una inversión integral no solo en la educación en sí, sino también en desmantelar las diversas barreras que impiden el empoderamiento de las niñas, desde el matrimonio infantil y forzado hasta la violencia de género y el embarazo a temprana edad. Como podemos ver en este estudio, la inversión integral en todas las áreas de la vida de las niñas resultará en un aumento del PIB, un alto retorno de la inversión para los países y un mundo más justo”.
Indicó que incluso podrían obtenerse retornos económicos aún mayores después de 2030, gracias a los efectos acumulativos de los beneficios, y si se tiene en cuenta el impacto que la educación de las niñas también tendrá en las familias y comunidades.
“El valor especial de la colaboración entre Citi y Plan International consiste en reunir argumentos económicos y sociales, y presentar un caso sólido de inversión con múltiples componentes”, señaló el director Global de Investigación de Citi, Andrew Pitt.
“Erradicar las barreras a la educación y el desarrollo de las niñas puede ser la clave para lograr muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU”, enfatizó.
Sin embargo, un gran desafío para la investigación a lo largo de los años ha sido la falta de datos inclusivos y de alta calidad.
En ese sentido, Citi y Plan International se han asociado para abordar esta brecha de conocimiento crucial, creando uno de los conjuntos de datos más holísticos hasta desarrollados hasta el momento sobre los beneficios económicos y sociales de invertir en las adolescentes y jóvenes.
La ONU, por su parte, ha alentado el desarrollo de la colaboración entre el sector privado, el sector público, las ONG y las instituciones filantrópicas en pos de los ODS.
El informe concluye que invertir en el desarrollo de las adolescentes tendrá implicancias positivas en los objetivos globales más allá del ODS 5 (igualdad de género) y, de hecho, es clave para lograr el desarrollo sostenible en general.
La importancia de la educación y el empoderamiento de las niñas se han relacionado con varios ODS, que incluyen la reducción de conflictos, la obtención de agua potable y saneamiento, así como la lucha contra el cambio climático.
El Ministerio de Educación (Meduca) anunció que tras esfuerzos realizados por la institución y algunas organizaciones aliadas, se logró disminuir el número de estudiantes que no habían sido localizado por el sistema educativo y que según los últimos informes todavía hay 57,526 alumnos que no reciben las clases.
La información fue suministrada por la directora Nacional de Evaluación Educativa, Gina Garcés quien señaló que esta cifra equivale al 8% de la población estudiantil que se había matriculado al inicio del año escolar.
“Junto al Consejo Permanente Multisectorial para la Implementación del Compromiso Nacional para la Educación (COPEME), las direcciones regionales y los docentes, oportunamente, hemos realizado la campaña de retención y reinserción escolar para lograr sumar a la mayor cantidad de estudiantes en el sistema educativo, pues cada niño y joven que no reciba educación es preocupación para esta institución”, expresó Garcés.
Dijo que los niveles en que menos se han localizado a los alumnos son primero, segundo y séptimo grado, y se reporta que las áreas con mayor porcentaje son las comarcas Ngabe Buglé y Emberá y las regiones educativas de Panamá Oeste (en las áreas de difícil acceso) y Panamá Centro.
Save The Children ha dado a conocer el informe Informe ‘(Des)información sexual: pornografía y adolescencia’
Casi 7 de cada 10 adolescentes consumen pornografía a la que acceden por primera vez a los 12 años
Más de la mitad de los y las adolescentes que ven contenidos pornográficos se inspiran en ellos para sus propias experiencias y el 30% reconoce que es su única fuente de información sobre sexualidad
Los y las adolescentes ven pornografía por primera vez a los 12 años y casi 7 de cada 10 (el 68,2%) consumen estos contenidos sexuales de forma frecuente (lo han hecho en los últimos 30 días). Este consumo se produce en la intimidad (93,9%), a través del teléfono móvil, y se centra en contenidos gratuitos online (98,5%), basados de manera mayoritaria en la violencia y la desigualdad.
Así lo revela el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia que ha elaborado Save the Children para estudiar el consumo de contenidos sexuales entre la población adolescente y el impacto que estos tienen en sus relaciones y su desarrollo. Además de arrojar luz sobre este asunto, el estudio recoge una serie de recomendaciones sobre cómo abordar la sexualidad para las familias, los profesionales de la educación y de la salud y la propia población adolescente. Del mismo modo, la organización ha elaborado una guía específica para padres y madres.
Las relaciones entre iguales, clave en la iniciación del consumo
En total, el informe ha contado con la participación de 1.753 chicos y chicas de entre 13 y 17 años, que han respondido a una encuesta y participado en diferentes talleres. El análisis se ha hecho con enfoque de género y diversidad para conocer, entre otras cuestiones, si el consumo y la percepción de lo que ven varía según el género o las preferencias sexuales o si el colectivo LGTBI se siente representado.
Según este estudio, las relaciones en grupo entre compañeros y compañeras son clave en la iniciación al consumo: el 51,2%, accede mediante el intercambio entre sus amistades de fotos o vídeos por WhatsApp o redes sociales. Ahora bien, también se dan otras realidades: para un 28,5% (principalmente chicos), la primera toma de contacto responde a una búsqueda activa, mientras que un 17,4% (en su mayoría chicas), se ha encontrado con estos contenidos de forma accidental mientras navegaba por Internet. Para el 30% de los y las adolescentes la pornografía es el único recurso para aprender sobre sexualidad y casi la mitad de las personas encuestadas echa en falta tener más información sobre cuestiones afectivo-sexuales.
Falta de capacidad crítica para distinguir realidad de ficción
El estudio también revela que el 54,1% de los adolescentes, en su mayoría los chicos, cree que la pornografía da ideas para sus propias experiencias sexuales y al 54,9% le gustaría poner en práctica lo que ha visto. El 47,4% de los adolescentes que ha visto contenido pornográfico ha llevado alguna escena a la práctica. En relación a este último punto, Save the Children considera especialmente preocupante que, cuando intentan imitar lo que ven, no siempre solicitan consentimiento previo a su pareja. El 12,2% de los chicos lo ha hecho sin el consentimiento explícito de la pareja y sin que a esta le haya parecido bien, frente al 6,3% de las chicas.
Su deseo sexual se esté construyendo sobre unos cimientos irreales, violentos y desiguales propios de la ficción (Catalina Perazzo, directora de Políticas de Infancia y Sensibilización de Save the Children)
“Sin una educación afectivo-sexual incluida en el currículo y ante un mundo tecnológico lleno de posibilidades, la pornografía se ha convertido en profesora y consultorio de sexualidad para los adolescentes. El peligro no es que vean pornografía, sino que su deseo sexual se esté construyendo sobre unos cimientos irreales, violentos y desiguales propios de la ficción. También es peligroso que crean que su consentimiento, sus deseos y preferencias, o los del resto, no tienen por qué ser tenidos en consideración”, señala Catalina Perazzo, directora de Políticas de Infancia y Sensibilización de Save the Children.
El informe constata importantes diferencias entre géneros y orientación sexual. Así, mientras el 87,5% de los chicos afirma haber visto pornografía alguna vez en su vida; este porcentaje desciende al 38,9% en el caso de las chicas (aunque ligeramente más alto entre las adolescentes lesbianas). Ellos la ven casi a diario y ellas una vez a la semana o al mes. Para ellos, el primer acceso responde a una búsqueda activa o una especie de rito de iniciación. Ellas, en cambio, encuentran el contenido mucho más de manera accidental, y están más expuestas a recibirlo de personas desconocidas. Y mientras ellos lo consumen para satisfacer “necesidades instintivas”, las adolescentes lo hacen para aprender qué se espera de ellas.
Prácticas nocivas, violencia y desigualdad
Save the Children ha preguntado a los y las adolescentes si detectan violencia, desigualdad y prácticas de riesgo en lo que ven. El análisis arroja que un porcentaje alto de adolescentes sí es capaz de reconocer todo esto en la pornografía. Sin embargo, entre quienes la consumen con más frecuencia, el 36,8% no diferencia entre la ficción de las escenas y sus propias experiencias sexuales y el 38% no encuentra en ella desigualdad y premia los vídeos en los que existen jerarquías de poder. También destaca que el 27,1% de las chicas no sabe identificar prácticas de riesgo como la ausencia de preservativo.
La organización ha estudiado cómo se traslada todo esto a la realidad y ha descubierto que casi la mitad de la población adolescente (el 46,1%) no utiliza siempre métodos de protección y que el 13,7% no lo hace nunca o casi nunca. Asimismo, el 13,8% de quienes han visto pornografía han entrado en contacto, al menos una vez, con una persona desconocida con fines sexuales a través de Internet. Si bien estas conductas no tienen por qué responder directamente al consumo de pornografía, la ONG considera que son comportamientos preocupantes, ya que pueden entrañar un alto riesgo de sufrir violencia online, tan real y dañina como la física, y en caso de derivar en un encuentro real, pueden provocar que los menores sufran abusos o una agresión sexual que derive en infecciones de transmisión sexual e incluso en un embarazo no deseado.
Ley de Protección Integral a la Infancia y Adolescencia frente a la Violencia
Ante los datos que arroja el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia, Save the Children recuerda la importancia de que el Congreso tramite cuanto antes la Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia. Esta ley tiene un gran enfoque preventivo e incluye la educación afectivo-sexual como principio transversal en la enseñanza reglada, de modo que el alumnado aprendería en el aula, siempre de forma adaptada a su etapa educativa, conceptos necesarios para ser capaces de detectar la violencia o el abuso como son el consentimiento, la autonomía del cuerpo, el desarrollo de las emociones o la creación de relaciones igualitarias. La ley también incluye campañas de sensibilización para prevenir la violencia y empoderar a la infancia y adolescencia en cuestiones de educación afectivo-sexual y de educación en igualdad de género.
Save the Children pide la colaboración entre la Administración y plataformas de Internet para implementar mecanismos de regulación del acceso a contenido pornográfico
Esta formación tendría que ir acompañada, entiende Save the Children, de educación en ciudadanía digital para que la adolescencia sepa manejar las esferas principales de su vida. “Sin la adecuada educación afectiva y sexual, así como sin la formación en un uso seguro y responsable de Internet, existe una mayor exposición a situaciones y conductas de riesgo. Una actitud crítica ante la información que reciben, lo que ven y lo que comparten, es una herramienta que les acompañará toda la vida”, explica Perazzo.
Del mismo modo, Save the Children pide la colaboración entre la Administración y plataformas de Internet para implementar mecanismos de regulación del acceso a contenido pornográfico, que asegure que menores de edad no acceden a la pornografía. Estas plataformas deben concienciarse y ser responsables, asegurándose de que, si el contenido no es adecuado para menores de edad, no se les permitan el acceso a menores de 18 años. La Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia también pretende abordar el fomento de contenidos positivos en Internet, así como la colaboración con estos prestadores de servicios y contenidos, con el objetivo de proteger a la infancia frente a contenidos que puedan ser perjudiciales.
Save the Children lleva años trabajando para lograr la aprobación de la ley y pretende llegar al medio millón de firmas para concienciar al Gobierno y a los distintos grupos políticos sobre la importancia de acabar con la lacra social que supone la violencia contra la infancia en España.
Save the Children es la organización independiente líder en la defensa de los derechos de la infancia en todo el mundo. Trabaja desde hace más de 100 años para asegurar que todos los niños y niñas sobreviven, aprenden y están protegidos. Actualmente la organización opera en más de 120 países.
En España trabaja desde hace más de 20 años con programas de atención a los niños y niñas más vulnerables, centrados en la infancia en riesgo de pobreza o exclusión social. A través de sus programas en España, proporcionan una atención integral a los niños, niñas y sus familias para que la situación económica o de exclusión social en la que viven los niños no les impida disfrutar plenamente de sus derechos y puedan alcanzar el máximo de sus capacidades.
El pedagogo italiano Francesco Tonucci habló con La Capital y dijo que cuando se retorne al aula la escuela debe dar un tiempo para que chicas y chicos expresen lo vivido. Y cuestionó que se hayan v
Para Francesco Tonucci uno de los errores que se cometió en este tiempo de pandemia fue no escuchar a los niños y las niñas. Que se hayan vuelto “transparentes e invisibles” para las autoridades a la hora de tomar decisiones. Y que muchas escuelas hayan seguido adelante con sus contenidos escolares a distancia sin incorporar la mirada de las infancias sobre el presente inédito del confinamiento. “¿Qué sentido tiene que mientras los niños están bombardeados por esas noticias horrorosas de la televisión, la escuela siga hablando de dinosaurios, Napoleón o Groenlandia? Esto me parece absurdo e inaceptable”, afirmó Tonucci.
La reflexión parte de las convicciones más profundas de este maestro y pensador nacido en Fano (Italia), autor de las viñetas que firma con el seudónimo de Frato (las iniciales de su nombre y apellido) e impulsor del proyecto “Ciudad de los Niños”, una red que se replica en más de 200 localidades de todo el mundo —entre ellas Rosario— en donde la idea es construir un espacio para que las infancias puedan expresar sus ideas y preocupaciones, además de destinar espacios donde puedan jugar en libertad.
Desde Roma, el pedagogo italiano habló con La Capital e invitó a aprovechar este tiempo para cambiar la escuela. Propuso actividades concretas para trabajar en las casas, destacó el derecho de los niños y niñas a jugar y respecto de la seguridad afirmó: “La calle es peligrosa porque no hay niños. Si los niños vuelven a la calle, ésta vuelve a ser segura”.
—¿Cuál es su mirada sobre cómo se están pensando las infancias en las ciudades?
—Esta una gran oportunidad. Como decía muy bien Einstein, las crisis pueden ser una bendición para las personas y para los países, porque llevan a progresos. Hablar de bendición en este momento es difícil, con todo lo que hemos visto y sufrido especialmente nosotros los ancianos. Pero para quien quiere hacer cambios es un momento propicio. Si me pregunta si noto ganas de cambios me parece que no. Es más fuerte el deseo de volver a lo de antes lo más pronto posible. Y sobre el tema de la infancia creo que como siempre los niños se han hecho transparentes e invisibles exactamente desde el momento de la pandemia. Se habló mucho de los niños, se consultó a expertos para dar consejos a padres y maestros. Pero no se consultó a los niños. No se respetó uno de los artículos más importantes de la Convención sobre los Derechos del Niño, el artículo 12, que dice que los niños tienen el derecho a expresar su opinión cada vez que se toman decisiones que los afectan. Y que las opiniones de los niños hay que tenerlas en cuenta. Que yo sepa, en todos los países se han tomado muchísimas decisiones que afectan a los niños y nadie ha pensado en consultarlos. Creo que haciéndolo se podrían evitar algunos errores bastantes evidentes.
—¿Como cuáles?
—Por ejemplo, de los 41 artículos de la primera parte de la Convención, que es el corpus de los derechos de la infancia, lo único que se ha salvado y se ha reconocido como necesario fue el 28 que habla de la escuela. Se consideró que lo más importante para la infancia era seguir con sus clases. Un niño argentino dijo: “De la escuela me han sacado lo que me interesaba más: el recreo y los compañeros”. La escuela se ha quedado como clases y tareas. No creo que consultando a los niños hubiesen dejado lo mismo. ¿Y cuál era la posibilidad alternativa? Por ejemplo, sé que no se llegó a todos, pero las plataformas se podían utilizar de otra manera. Nosotros convocamos los Consejos de Niños en todas las ciudades de nuestra red internacional, muchas en Argentina, y se utilizaron las plataformas para escuchar a los niños y no para que ellos escuchen a un adulto que habla dando una clase.
—En esos Consejos de Niños ¿Qué cosas surgieron? ¿qué angustias, preocupaciones o ideas?
—Bueno, salieron tres cosas evidentes en Italia, España y Latinoamérica: faltaban los amigos, extrañaban a los amigos; pasaban bastante bien el tiempo con sus padres, un tiempo que nunca habían podido gozar antes en su casa; y estaban hartos de tareas y aburridos de seguir clases en una pantalla. Escuchando a los niños era fácil imaginar alternativas. La plataforma podía ser un medio bueno para conectarse con los amigos, para que la escuela pueda escuchar a sus alumnos, para saber cómo estaban pasando este momento tan duro, cómo lo estaban viviendo, qué habían entendido. Ya sé, me dicen que los maestros no estaban preparados, pero no estoy pensando en maestros preparados para dar respuestas. Ni los expertos las tenían. Pero los maestros tienen —o deberían tener— una competencia especial para hablar con sus alumnos, escucharlos y buscar la manera que entre ellos enfrenten sus opiniones. Este es su papel y todos los buenos maestros hicieron esto. Lo ridículo es que, por ejemplo, la escuela italiana asumió como lema “la escuela no para”. Ahora, ¿cómo es posible que no pare si ha parado el mundo? ¿Qué sentido tiene que mientras los niños están bombardeados por esas noticias horrorosas de la televisión, que me imagino no han podido evitar porque viviendo con sus padres ellos han tenido que informarse, en la escuela sigan hablando de dinosaurios, Napoleón o Groenlandia? La escuela siguió para delante como si no ocurriera nada. Y sobre estos temas, dinosaurios, Napoleón y Groenlandia, daban tareas. Esto es lo que me parece absurdo e inaceptable. Desde las opiniones de los niños salieron las primeras propuestas en las que nosotros avanzamos. Que se resumieron en la imagen de la casa como laboratorio. Porque si los niños están viviendo en casa, aislados y con sus padres, las nuevas tareas que yo proponía eran las actividades domésticas. Que la escuela pidiera a los padres ayudar a sus hijos a aprender a lavar, planchar, coser botones, cocinar, revisar las fotos para reconstruir su historia de la primera infancia, leer un libro juntos toda la familia, media hora cada día leyendo novelas, cuidar una planta en una maceta y observarla a lo largo de estos meses de clausura. O tener un diario secreto para no perder las emociones de esta experiencia tan rara y esperemos única. Pero lo importante es entender que estos no eran pasatiempos, yo lo proponía como tareas escolares.
—Como aprendizajes.
—Exactamente. Y que la escuela trabajara sobre esto como si fueran sus disciplinas. La lengua de las recetas, la matemática de la pasta, la geometría del plano de la casa. Se pueden imaginar muchas cosas que tienen la misma dignidad o más que las tareas tradicionales. Y con un cambio fundamental: que los padres podían ser competentes para ayudar a sus hijos, realizando una cooperación fundamental entre familia y escuela. Y que le gustara a los niños. Otra cosa que yo sugería cuando hacía estas propuestas era ayudar a los niños a escaparse. Nosotros proponemos siempre que los niños se vayan, que salgan solos de casa, que vayan solos a la escuela, que salgan para jugar con los amigos. Claro que estando en una situación de aislamiento escapar de verdad no se puede, pero se puede simular. Con lo cual aconsejaba crear refugios o escondites dentro de la casa. Simplemente moviendo un mueble se puede crear un rincón escondido, o una cabaña con dos sillas y una manta. Inventar cosas.
—Nosotros lanzamos una petición que pedía a los alcaldes hacer un regalo a los niños para agradecerles por cómo se habían portado en esta larga experiencia de aislamiento. Y el regalo que se pedía no era un aplauso, que a los niños no le interesa mucho, sino la ciudad un día para ellos. Las ciudades en el tiempo de cuarentena se encontraron en condiciones muy próximas a lo que desean siempre los niños: vacías, sin autos. Bueno, que este tipo de ciudad por un día fuera para los niños. Algunos administradores lo aceptaron y suscribieron la petición. Para mí es muy importante, porque el lugar del juego no puede ser la plaza hecha a propósito para niños, encerradas y enrejadas como lamentablemente se ve mucho en la Argentina. Estos no son lugares de juego, porque los niños van acompañados por adultos y no se puede jugar vigilados. Decir que nosotros regalamos una calle o una plaza a los niños es darles espacio público donde los niños tienen que inventar cómo jugar.
—También es cierto que en muchas ciudades de Latinoamérica, signadas por la desigualdad, hay situaciones complejas para que los niños puedan vivir su niñez plenamente. Pienso en situaciones de pobreza, trabajo infantil o de chicos que en la calle están expuestos a la violencia. ¿Cómo pensar una ciudad de los niños en ciertos contextos más complejos?
—Me gusta citar dos ejemplos. Uno justo de Rosario y otro de Buenos Aires. En el Consejo de Niños de Rosario, uno de los más antiguos de la Argentina, en los primeros años yo estaba discutiendo con los niños y las niñas sobre el tema de la seguridad. Ellos decían que había peligro y algunos de los consejeros citaron violencias que habían vivido ellos mismos, como robos y atracos. La petición era cómo podemos salir solos, porque necesitamos jugar. El debate fue largo y salieron primero las propuestas de siempre: necesitamos más policías, cámaras de video en la calle, que los adultos acompañen. Pero un niño, de los más pequeños, que debía tener como ocho años, dijo: “No estoy de acuerdo, los adultos pueden ayudarnos pero desde lejos”. Esta fue una idea sobre la cuál trabajamos mucho porque era innovadora. Nosotros siempre les pedimos a los niños estar cerca y posiblemente de la mano. Desde ese momento todo el debate se enfocó sobre la propuesta de este niño, que los otros reconocieron que era correcta. Se trabajó mucho sobre este tema y al final de varias sesiones un niño dijo: para que la situación sea segura son suficientes dos padres tomando mate en cada cuadra. La propuesta era evidente: la presencia de la gente hace segura la calle. La experiencia de Buenos Aires se desarrolló en el municipio de Almirante Brown, después de un hecho muy grave de violencia contra una niña que iba a la escuela con su madre. Allí se pensó en un proyecto nuestro de caminos seguros hacia la escuela, involucrando a los comerciantes para ayudar a los niños que se movían solos. El proyecto en los años siguientes fue a otros municipios y en un encuentro organizado por la Ciudad de Buenos Aires sobre seguridad urbana se vio que en los barrios donde se había hecho esta experiencia de autonomía de los niños los hechos criminales habían bajado por lo menos un 50 por ciento. Con lo cual hay una paradoja que me gusta citar: nosotros no dejamos salir a los niños a la calle porque pensamos que la calle es peligrosa. Y la verdad, por lo menos lo que yo creo, es que la calle es peligrosa porque no hay niños. Si los niños vuelven a la calle, ésta vuelve a ser segura. Porque los niños obligan a los adultos a hacerse cargo de ellos. No tenemos remedio, si un niño en la calle necesita ayuda tenemos que darla. Y si en un barrio se construye un clima de atención, de preocupación y de ayuda se crea un ambiente muy incómodo para los delincuentes. Un mundo donde la gente está atenta es un mundo que no funciona para ellos y llega a ser más seguro.
—Para esa propuesta hay que tener el oído entrenado o dispuesto para escuchar a las infancias, sus demandas, deseos y su derecho a jugar…
—Aquí entramos en un campo que me interesa muchísimo.No tengo dudas que entre los derechos de los niños lo que vale más es el derecho al juego. Y casi que lo sabían también los que escribieron la Convención sobre los Derechos del Niño. Lamentablemente la versión española no da cuenta de lo que voy a decir: en el artículo 31 cuando se habla que los niños tienen derecho al descanso, al tiempo libre y al juego, la versión inglesa dice “to engage in play”, que significa a comprometerse en el juego. La versión italiana lo ha hecho un poco menos fuerte, diciendo “a dedicarse al juego”. No sé por qué la versión española perdió estos matices y simplemente dice que tienen derecho al juego. Pero es interesante notar que el verbo que utiliza la versión inglesa se utiliza para el juego y no para el estudio. Se da una importancia mucho más fuerte al juego. El tema es que el juego es una competencia de los niños. Menos nosotros entramos en esto mejor. Los adultos no deberían ocuparse del juego, sino simplemente garantizar que los niños puedan jugar. Me gusta mucho decir que el verbo que hay que usar siempre pensando en el juego es el verbo «dejar». No acompañar, aconsejar o regalar. Los niños saben qué significa jugar, y si no lo saben lo aprenden. Pero nosotros tenemos que dejarlos, que salgan de casa, que elijan el juego que quieren y el espacio adecuado para este juego. Lo que no se puede aceptar y entender es que un espacio con columpios y toboganes pueda ser reconocido como espacio de juego, donde un niño va todos los días más o menos a la misma hora acompañado de uno de sus padres a jugar. Esto con el juego no tiene nada que ver. El juego es fantasía, invento, riesgo, aventura. Soy muy radical en esto.
—En este tiempo de educación a distancia, no presencial, ¿Ha tenido contacto con docentes, le ha llegado algún tipo de preocupación común que están atravesando?
—Creo que en este tiempo el error fundamental fue no escuchar a los alumnos. Lo más importante era interrumpir el programa escolar y dedicarse a acompañar a los alumnos en esta experiencia nueva, dramática y llena de sentidos. Por lo cual ahora cuando estamos pensando en volver a clases hay que evitar un peligro, que en Italia se habla mucho: que se sume la pregunta sobre cuánto perdieron los alumnos en el tiempo del aislamiento y cómo lo recuperamos. Estoy recomendando que no se haga este discurso sino el contrario: cuánto ganaron los alumnos y las alumnas en el tiempo de clausura, cuánto aprendieron con o sin la didáctica a distancia. Todos los niños y las niñas vivieron una experiencia fundamental que no olvidarán en la vida. La escuela no puede considerarla como nada y volver a sus clases, programas, libros de textos y tareas. Esto sería un error fundamental. Repito: los alumnos y las alumnas aprendieron mucho y creo que la escuela debe ser generosa y dedicar un tiempo largo, al empezar de las clases, a que los niños produzcan estas riquezas, que las expliquen, que la expresen de forma escolar. Escribiendo, dibujando, hablando, haciendo teatro. Lo que la fantasía de los docentes sea capaz. Pero que salga todo lo que tienen adentro y que sobre esto se pueda trabajar. No haciendo sesiones psicoanalíticas. No estoy proponiendo esto. Este puede ser un aprendizaje muy importante para los maestros. Ponerse en una actitud de escucha. Esto vale para siempre, no solo porque ahora tenemos una experiencia tan dura.
—Esto implica que el retorno a clases no sea a la escuela que dejamos en marzo, sino aprovechar esta crisis como oportunidad para el cambio.
—Totalmente. Einstein decía que si queremos que las cosas cambien no podemos seguir haciendo siempre lo mismo. Parece banal pero es muy importante. Depende de cuánto las personas, los docentes y padres, sean conscientes de que la escuela que necesitan sus hijos y sus alumnos es otra. Porque la que tenemos, estoy hablando de la italiana pero cada uno piense en la suya, no funciona. La mayoría de los niños se aburre, no la quiere, aprenden poco. A los niños se les promete el derecho a la instrucción no la suerte. Tener un buen maestro hoy en día es una suerte. Así hablan los padres cuando se encuentran y dicen: “Ah, el primero (de tus hijos) ha tenido buena suerte”. Y eso no es correcto.
—¿Y qué es un buen maestro para usted?
—Bueno, yo creo que un buen maestro conoce la ley y la respeta. ¿En qué ley estoy pensando? El artículo 29 de la Convención sobre los Derechos del Niño lo dice muy bien: la educación, que involucra a padres y maestros, tiene como objetivo el desarrollo de la personalidad del niño y de sus aptitudes hasta el máximo nivel posible. Un buen maestro no es aquel que propone a los alumnos su programa y evalúa a los que llegaron a los niveles previstos o no llegaron. Un buen maestro ayuda a cada uno de sus alumnos a encontrar sus aptitudes, que muchas veces están escondidas. El tema es que las aptitudes son varias. No siempre son de lengua y matemática. Puede ser en mecánica, baile, música o investigación. Lo dice la ley, no yo: el objetivo debe ser ayudar a cada uno de sus alumnos y alumnas a encontrar sus aptitudes. Y segundo, ofrecerles los instrumentos adecuados para desarrollarlas hasta el máximo de sus posibilidades. Un buen maestro hace una escuela no solo inclusiva sino exclusiva, es decir hecha a propósito para cada uno de sus alumnos. No porque es un mago o tiene capacidades extraordinarias, sino porque sabe escuchar y reconocer en sus alumnos sus capacidades y los ayuda a desarrollarlas.
—¿Tiene esperanza que como sociedad aprendamos del cuidado del otro o el respeto hacia el medio ambiente de esta crisis que estamos viviendo?
—En este verano, que para nosotros en Italia debería ser de vacaciones, no he tenido ni una semana de descanso. Si no tengo esperanza sería loco hacer este trabajo. Sigo pensando que es posible, no es fácil pero hasta los que tenemos hijos y nietos tenemos que pensar que es posible.
—¿Qué mensaje le pude dejar a los maestros y maestras, y a los niños y niñas?
—A los maestros le digo: escuchar a vuestros alumnos es la mejor forma para ser buenos maestros. No necesitan ser de una forma especial, se necesita de mucha humildad y ponerse al servicio de los alumnos. Por los objetivos que dice la ley, para conocerlos, porque solo conociendo podemos ayudarlos a descubrir sus aptitudes, las que García Márquez llamaba sus juguetes preferidos. Cada niño tiene un juguete preferido, tenemos que ayudar a descubrirlo. A los padres les digo que confíen en sus hijos, porque los niños necesitan confianza, que significa pensar que son capaces. Siempre nuestros hijos son más capaces de lo que nosotros pensamos. Comprobarlo es un regalo recíproco, no solo para los niños sino para los padres que pueden descubrir que sus hijos son mejores de lo que ellos piensan. Y a los niños, que busquen todas las posibilidades para jugar con sus amigos. Se pude jugar hasta en pandemia. Hay niños que inventaron nuevos juegos tanto con pantallas o plataformas como con distancia o mascarillas. El juego es un invento extraordinario, se puede jugar en todas las condiciones y en todas las situaciones. Y si los dejamos lo harán. Con lo cual les digo: no tengan miedo, adelante, con valor, que esto pasará. Pasará el virus y van a poder recordar una experiencia extraordinaria que habrán vivido en vuestra infancia.
A continuación, la entrevista completa de Francesco Tonucci con La Capital:
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