La educación para las niñas sigue siendo un área restringida y empeora cada año.
En Afganistán, las niñas se disfrazan de niño para poder ir a estudiar. Esta tradición conocida como“Bacha Posh”, es la forma que las pequeñas han encontrado para acceder a la educación.
De acuerdo con información de El Mundo, a pesar de 15 años de intervención internacional por parte de la ONU, OTAN y la comunidad mundial de habilitar la educación para las niñas en Afganistán , éstas siguen vistiéndose de niños para poder estudiar.
Una estadística publicada por el gobierno afgano indica que “de las 13 mil estudiantes femeninas entre 1 y 15 años, matriculadas para el curso de 2016 en los grados 8 y 9, sólo 650 consiguieron graduarse”.
Abdul Qadir, director del Sistema Educativo Provincial en Kandahar, consideró que estas cifra es un poco mejor que la del año pasado pero podría ser un síntoma de que aquel tiempo en que las mujeres perdían la vida por querer estudiar o hacerlo en secreto, está volviendo a ser una realidad.
Esto, porque aunque en Afganistán existe una tradición conocida como “Bacha Posh” que consiste en dejar que las niñas vistan como hombres para poder estudiar y hasta trabajar o tener algunas libertades como los varones recientemente, esas situaciones se están complicando.
El gobierno afgano, que ha recibido millones de dólares para mejoras educativas, ha señalado que estas dificultades para que las niñas estudien y los recientes ataques a escuelas para niñas, les recuerdan los tiempos en que los talibán gobernaban y no existía ni una pizca de igualdad en géneros.
Por su parte, Qadir también lamentó que pocas niñas de las 79 mil que hay inscritas a escuelas, tengan posibilidades de graduarse, pues las que no lo logre, dependerán de sus maridos o familiares para subsistir.
Afganistán: niñas se disfrazan de niños para poder estudiar. (Imagen: Aristegui Noticias)
“A muchas niñas sus familias no las dejan ir a la escuelas por miedo a las malas palabras que la gente pueda decir de ellas”, comentó Roqya, una niña inscrita a la escuela en Kandahar.
Otras niñas refirieron que entre los motivos que las hacen renunciar a ir a la escuela, está que son acosadas todo el tiempo durante su camino a clases, el cual es largo, pues muchas de ellas “tienen que andar kilómetros para llegar a la escuela”.
Una representante de Asociación Revolucionaria para Mujeres en Afganistán (RAWA), indicó que “la situación de la mujer en dicho país es catastrófica” pues la violencia contra ellas crece a niveles alarmantes. Señaló que las mujeres y niñas de Afganistán son víctimas de violencia doméstica, abuso sexual, asesinato, violaciones en grupo, crímenes de honor y matrimonio forzado.
A fin de atender rápidamente los problemas que afectan a los niños y niñas en nuestro país –tales como la anemia, la desnutrición crónica, la falta de agua y desagüe en las viviendas, entre otros–, la organización Inversión en la Infancia planteó al Ejecutivo la urgente necesidad de crear “una agenda de gobernabilidad por la infancia en el Perú”.
Durante una conferencia de prensa realizada ayer, miembros del citado colectivo civil, entre ellos el sacerdote Gastón Garatea, el ex premier Salomón Lerner, la educadora Gloria Helfer y el antropólogo Carlos Aramburú, hicieron un llamado a las autoridades para revertir las cifras de estos problemas sociales.
“La mayoría de los niños está viviendo una situación de mala calidad humana. Desde hace unos 30 años tenemos un 43% de niños con anemia. Queremos reducir esa cifra al 19% para 2021, ¿cómo? Hay que poner ese tema en agenda”, expresó Garatea.
Por su parte, Aramburú sostuvo que para lograr acortar estas brechas es indispensable la descentralización de los programas sociales que proporciona el Estado.
Agregó que si bien “el 80% de funcionarios cambia en cada proceso electoral, esto no debería detener las políticas del gobierno a favor de las poblaciones más vulnerables”.
LLAMADO DE ATENCIÓN
Al respecto, el secretario técnico de Inversión en la Infancia, Salvador Herencia, indicó que solucionar estos problemas a tiempo podría ayudar a erradicar la pobreza.
“Tener niños sanos, que cuenten con agua en sus casas, que tengan luz, que no sean violentados. Niños que puedan estudiar porque no padecen anemia. Todo eso suma para erradicar este flagelo”, explicó.
Dijo que para lograr este objetivo, la Presidencia del Consejo de Ministros debería crear una autoridad que vele por los menores de edad a nivel nacional. “Los programas sociales están divididos en siete ministerios. Necesitamos una autoridad que los regule articuladamente”, manifestó.
Asimismo, refirió que la agenda de gobernabilidad que proponen debe ejecutarse en plazos establecidos.
SABÍA QUE
-Según cifras del INEI, en el Perú hay 700 mil niños menores de 3 años con anemia y más de 300 mil niños menores de 5 años con desnutrición crónica.
– Inversión en la Infancia se creó en 2008 y plantea la inversión en la primera infancia como un factor clave para erradicar la pobreza.
Paloma Escudero, jefa de la delegación de Unicef en la COP25, destaca la importancia de incluir a los adolescentes en las mesas de negociación y en los acuerdos para luchar contra el cambio climático.
A Paloma Escudero la rodea casi todo el tiempo el color azul. Al menos, y a simple vista, por su actividad profesional como directora de Comunicaciones de Unicef, cargo que ostenta desde 2013. Pero cuando se habla con ella también surgen el gris y sus distintas tonalidades. Asegura que se dio cuenta «que no todo es blanco o negro» cuando a mediados de los años noventa dio la vuelta al mundo con su marido y visitó 53 países en 15 meses y conoció realidades tan dispares como las de Birmania, Mozambique o Guatemala. A la vuelta de aquella travesía decidió reiniciar su vida laboral en instituciones que trabajasen por la justicia social para asegurarse de que «las personas más vulnerables no fueran las principales víctimas de un mundo injusto».
En 1997 se unió a Oxfam, organización en la que llegó a ser directora de la Oficina de Promoción Internacional para la Unión Europea, en 2000. A Escudero lo que la motiva cada día es que su trabajo suponga un impacto real en un niño en alguna parte del mundo. De visita relámpago desde Nueva York, donde se encuentra la sede central de su organización, a Madrid, ha venido como jefa de la delegación de Unicef a la COP25 a un acto con la Alta Comisionada de Derechos Humanos Michelle Bachelet. En él se ha firmado un acuerdo entre jóvenes activistas y miembros de los Gobiernos de siete países, entre ellos España y Chile, para que las voces de los niños y adolescentes se tengan en cuenta en las mesas de negociación y acción contra el cambio climático. Aprovechando su paso por España habla de la situación actual de la infancia, los planes estratégicos de Unicef en 2020 y el impacto del cambio climático en los más jóvenes.
Pregunta. ¿Qué medidas quieren pedir desde Unicef a los Estados en esta COP25 para luchar contra el cambio climático?
Respuesta. Nuestra petición más importante es que se reconozca que la crisis del cambio climático es una crisis de los derechos de la infancia, y que en los acuerdos que se vayan a firmar en Madrid las necesidades de la infancia y los adolescentes estén bien presentes. Hablamos de políticas que tengan en cuenta el impacto en la salud, en el acceso a agua limpia y potable, en la prevención y en la adaptación de estos niños y jóvenes que viven en zonas con un alto riesgo de incendios e inundaciones. Los aspectos del cambio climático que afectan a la vida diaria de los menores de edad son innumerables y por eso es muy importante que exista un compromiso para poder paliar el impacto que sufren los más vulnerables.
Un niño siempre es un niño, y no hay etiquetas que lo califiquen como emigrante o refugiado. La legislación internacional lo protege
R. Se puede decir que no somos conscientes de los millones de niños que en estos momentos viven en zonas con enorme fragilidad o con riesgo diario de no poder crecer educados, seguros y con la salud que deberían disfrutar. Los muchos conflictos que hay en el mundo no empiezan y acaban, sino que se eternizan y cada vez es mayor el número de niños y familias que necesitan nuestro apoyo para sobrevivir, tener una vida digna y acceso a los servicios mínimos de salud. Nuestra gran preocupación son las grandes emergencias, como las que viven Siria y Yemen, pero tenemos que seguir apoyando a aquellos que viven en permanente emergencia en países como República Centroafricana o Bangladés, con la crisis de los ronhingyas.
P. Por el informe Acción Humanitaria para la Infancia 2020 sabemos que Siria, Yemen y República Democrática del Congo, entre otras, son las zonas más críticas del mundo en términos de infancia, pero ¿cuáles les generan más preocupación actualmente y por qué?
Nueve de cada 10 enfermedades que tienen los menores de cinco años se deben a efectos del cambio climático
R. Nos preocupan más aquellas en las que haya miles y miles de niños en una situación de enorme vulnerabilidad y falta de recursos. En estos momentos Bangladés y Afganistán son zonas de enorme fragilidad. Si hablamos de África, tenemos necesidades crecientes en países como Sudán o en República Democrática del Congo, además de la zona del Sahel. Por otra parte, Ucrania, que parece el gran olvidado, pero sigue siendo de alto riesgo. Unicef está presente en más de 50 países, aunque en el foco mediático o incluso en la agenda política muchos de estos hayan desaparecido.
R. Además del trabajo posterior al desastre natural, cada vez más realizamos un trabajo de prevención y adaptación, porque son ya fenómenos recurrentes y cada año de mayor volumen e intensidad. Nueve de cada 10 enfermedades que sufren los menores de cinco años se deben a efectos del cambio climático, por eso poder reforzar nuestros programas de agua y saneamiento, además del de salud, y garantizar que todos los periodos de vacunación son respetados es esencial. Nos preocupa que cada vez que se producen estos fenómenos atmosféricos haya un parón en el ciclo escolar y que las instalaciones sanitarias se cierren cuando más se necesitan.
P. El movimiento Fridays For Future y el fenómeno Greta Thunberg ha contagiado a miles de jóvenes en todo el mundo a pedir medidas a los Gobiernos para luchar contra el cambio climático ¿Cree que la actual generación de jóvenes es la más concienciada a nivel climático?
El objetivo es que no haya ningún pacto en el marco del cambio climático que no ponga en el corazón del acuerdo las necesidades de los niños
R. Creo que tenemos que escuchar su voz, porque los jóvenes de forma espontánea se han manifestado, pidiendo lo que para ellos es una urgencia en sus vidas: la garantía de que van a poder habitar en un planeta seguro, sostenible. Es muy importante que esas voces que cada viernes nos recuerdan que quieren acción inmediata en el clima estén presentes en Madrid, durante las negociaciones de la COP25, pero también en todas las capitales que van a tener que aplicar y reforzar las políticas paliativas frente al cambio climático. Para nosotros es de una gran importancia hacer de puente entre las voces que surgen en las calles y las redes sociales con los gobernantes. El objetivo es que no haya ningún pacto en el marco del cambio climático que no ponga en el corazón del acuerdo las necesidades de los jóvenes y de los niños.
P. En España y también en Estados Unidos estamos viendo como en la frontera muchos menores no acompañados cruzan y se encuentran solos y en situación de emergencia. Alrededor de esta situación se ha generado un discurso de odio ¿Qué medidas cree que es necesario tomar?
R. Nuestra petición como Unicef, no solo en la frontera de Estados Unidos con México, si no en cualquier parte del mundo donde haya personas que estén viviendo en la pobreza y rodeados de violencia, es asegurarnos que están ejerciendo su derecho a emigrar o pedir asilo. Debemos aplicar la legislación internacional para protegerlos y garantizar que haya un proceso seguro por el que estos menores lleven adelante su proceso de emigración o de solicitud de asilo con éxito. Nuestro lema es Child is a child, es decir, un niño siempre es un niño, y no hay etiquetas que califiquen a un niño como emigrante o refugiado, y la legislación internacional lo protege.
Mientras avanzan, aunque más lentamente de lo deseable, los programas para erradicar el hambre y la malnutrición infantil en los países pobres, una nueva forma de malnutrición se extiende por todo el mundo, incluidos los países avanzados, hasta el punto de poner en riesgo los derechos de la infancia. Es la malnutrición que resulta de una dieta desequilibrada y poco saludable que, unida al creciente sedentarismo, está provocando una epidemia de obesidad infantil. España es uno de los países más afectados. Un informe realizado por Unicef con datos de 3.803 escolares de 245 centros revela que el 35% de niños y adolescentes de entre 8 y 16 años tiene sobrepeso y el 14,2%, obesidad. Pero lo más relevante es que el problema afecta con mayor intensidad a segmentos de población con menos ingresos. A mayor pobreza, mayor tasa de sobrepeso y obesidad infantil.
La dieta es uno de los principales determinantes de salud. A las carencias económicas, de bienestar y de educación que sufren las familias en situación de pobreza se añade en este caso un factor de desigualdad que se proyectará sobre toda la vida adulta de estos niños, pues la obesidad provoca diabetes y patología cardiovascular. La mayor incidencia del sobrepeso en las familias pobres se debe en parte a la falta de conocimientos sobre dietética y salud, pero sobre todo a la existencia de una oferta de alimentos procesados y bebidas azucaradas muy baratos que ingeridos en exceso provocan un rápido incremento de peso. El problema es que estos alimentos resultan atractivos porque tienen potenciadores del sabor, pero además son más asequibles que los alimentos frescos y saludables. Son las llamadas caloríasbaratas, que además de ser más accesibles se presentan con una publicidad muy agresiva que las hace especialmente deseables.
Se trata de una realidad compleja que hay que abordar, porque no hacerlo condicionará la salud de estos niños para el resto de su vida y comportará una carga muy onerosa para el sistema sanitario público. Puesto que en el origen hay un problema de educación, es preciso reforzar los programas de formación dietética y llegar a las familias de riesgo a través de los propios colegios. También se puede incidir a través de las becas de comedor, incluyendo en los criterios de concesión no solo los económicos, sino de prevención de la obesidad. Y es preciso asegurar también que los niños hacen en el colegio suficiente ejercicio físico para contrarrestar la tendencia al sedentarismo.
Todas estas medidas son necesarias, pero sus resultados son lentos. Mucho más eficaz es intervenir sobre la oferta, regulando mejor desde una perspectiva de salud pública los alimentos procesados con elevados contenidos en grasas, sal o azúcar. La ingesta continuada de estos productos altera el umbral de tolerancia, de manera que el gusto se acostumbra a esos ingredientes y cada vez los necesita en mayor proporción. Todo ello, agravado por una publicidad a veces engañosa que pone el acento en la abundancia y la experiencia más que en la calidad y la salud. La única forma de romper esta espiral es conseguir que los alimentos preparados reduzcan el potencial calórico y se acerquen lo más posible a su sabor natural. Para ello es preciso alcanzar una alianza entre las políticas públicas y una industria alimentaria que no puede ignorar el grave problema de salud que se está creando.
Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2019/10/22/opinion/1571767951_261160.html
7:00 am. Suena el despertador. Empiezan las carreras y los “tengo mucho sueño, 5 minutos más”, “termínate el desayuno”, “¿has cogido la mochila?”, “¿aún así?”, “¡vamos tarde!”. Los miles de niños y niñas que cada día van al colegio tienen por delante una intensa jornada escolar que cuesta empezar. Deben sacar ganas para madrugar, atender en clase y estudiar. Podríamos decir que ir al colegio es un acto de constancia, motivación e ilusión. Pero para muchos niños, sobre todo niñas, también es un acto de valentía.
En Nepal, por ejemplo, Janaki Sah, a sus 14 años, tuvo que enfrentarse nada menos que a sus propios padres: “Debido a que fui lo suficientemente valiente como para convencer a mis padres de que me dejaran ir a la escuela en lugar de casarme, puedo hacer lo que más me gusta: ¡estudiar!”.
Los niños y niñas van al colegio porque tienen derecho a recibir una educación, porque hay un sistema diseñado para su formación y porque viven en un entorno familiar y social que vela por su desarrollo. Pero a veces el sistema les falla.
Millones de niñas y adolescentes se enfrentan a mil y un obstáculos para conseguir ir a la escuela: Janaki Sah estaba abocada a dejar de estudiar por culpa de un matrimonio concertado;Asha, en India, faltaba a clase varios días al mes porque en su colegio no había instalaciones adecuadas para gestionar su higiene menstrual (muchas niñas dejan la escuela por este motivo al llegar a la pubertad); Adama, de Sierra Leona, se quedó embarazada y no le permitieron continuar con sus estudios; Jenifer Tete, de Sudán del Sur, tenía que cuidar de sus hermanos y hacer las labores del hogar y se quedó sin tiempo para estudiar. Pero, a pesar de todas las dificultades, todas ellas consiguieron continuar con sus estudios gracias a una combinación de valentía, apoyo y oportunidades.
Y como ellas, miles y miles de niñas se enfrentan cada día a miles y miles de obstáculos para seguir estudiando. Muchas de ellas no lo consiguen, como constatan estos datos:
Cada año, 12 millones de niñas contraen matrimonio, y tienen más probabilidades de abandonar la escuela.
En todo el mundo, más de la mitad de las niñas de 15 a 19 años y 130 millones de niñas de 6 a 17 años no van a la escuela.
1 de cada 4 chicas de 15 a 19 años no estudia, no recibe formación o no trabaja, frente a menos de uno de cada 10 niños.
Las mujeres de entre 15 y 29 años tienen tres veces más probabilidades que los hombres de estar fuera de la fuerza laboral y la educación.
Las normas de género siguen influyendo en las decisiones que millones de niñas y adolescentes toman cada día. Muchas de las decisiones que les afectan son, incluso, tomadas por otros, que limitan su libertad, su autonomía y su desarrollo.
Según un reciente estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y UNICEF, los prejuicios de género pueden restringir las opciones de las niñas a la hora de determinar qué asignaturas desean estudiar, o los tipos de empleos y carreras a los que aspiran. En todas las regiones del mundo, niñas y niños son “dirigidos” hacia áreas de estudio estereotipadas, tradicionalmente “femeninas” o “masculinas”, lo que puede afectar negativamente a las mujeres jóvenes en especializaciones no técnicas cuando se trata de encontrar trabajo en un panorama económico que valora cada vez más las habilidades en ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas.
La educación es un derecho, y como tal, cada niño y cada niña tiene el derecho a asistir a la escuela, recibir una educación de calidad según sus preferencias y desarrollarse en un entorno protector que asegure su futuro. Lo dice la Convención de los Derechos del Niño, lo dicen las leyes nacionales y lo dice el sentido común. La educación es la puerta para el desarrollo. Y millones de niños y, sobre todo, niñas, tienen cerrada esa puerta.
Por ello, la OIT y UNICEF proponen, entre otras medidas, desafiar los estereotipos de género, apoyar a las niñas más pobres y a las madres jóvenes para que puedan continuar en la escuela, ofrecer programas para la educación de las niñas, aumentar la participación de estas en el aprendizaje de ciencia o tecnología, o facilitar el acceso de las mujeres empresarias a la formación y desarrollo.
Se trata de que niñas y niños decidan lo que quieren ser y puedan elegir entre todas las opciones existentes, no solo entre unas pocas.
Porque, como nos decía Zulaykho Ermatova, de 22 años, desde Uzbekistán, “Cualquiera que sea la vida que elijas, depende de ti y depende de tus intereses. Comparte tus ideas. Ten el apoyo de tus compañeros, maestros y familias. Haz las cosas bien. Nadie puede detenerte si crees en lo que haces y sigues tu sueño”.
Las torturas y violaciones sufridas por varios centenares de jóvenes en una escuela religiosa en Nigeria dejó al descubierto la situación de estos centros educativos islámicos, que escapan muchas veces a los controles de las autoridades.El pasado jueves, en Kaduna, al norte de Nigeria, la policía descubrió más de 300 nenes y jóvenes de diferentes nacionalidades encerrados y encadenados.
Los responsables del lugar, una especie de reformatorio, los obligaban a vivir en “condiciones inhumanas y degradantes con el pretexto de enseñarles el Corán y reencauzar sus vidas”, explicó a la AFP el vocero de la policía del Estado de Kaduna, Yakubu Sabo.
Los jóvenes fueron encontrados encadenados a barras de hierro, atados de pies y manos, con los cuerpos llenos de cicatrices. Algunos de ellos aseguraron que habían sido violados.
“Si intentabas huir y te descubrían, te colgaban, te encadenaban”, explicó Abdalá Hamza, una de las víctimas.
Las escuelas islámicas privadas, llamadas Almajiri, abundan en el norte de Nigeria, una región fundamentalmente musulmana, pobre y abandonada en gran parte por el Estado.
Las autoridades estiman que hay unos nueve millones de alumnos en este tipo de centros. “Kaduna representa lo peor del sistema”, declaró Mohammed Sabo Keana, responsable de una oenegé con sede en Abuya, que defiende los derechos de la infancia.
“Se trata de un ejemplo claro de lo que viven muchos niños, como por ejemplo verse obligados a mendigar en las calles, ser víctimas de todo tipo de violencia, dormir en las peores condiciones que uno pueda imaginar y vivir sin las más mínimas condiciones de higiene”, citó.
“Centro de esclavitud”
En un comunicado, el presidente Muhammadu Buhari, él mismo un musulmán de esta región del norte de Nigeria, calificó la escuela coránica de “casa de tortura y centro de esclavitud”.
“Para poner fin a estas prácticas generadoras de violencia contra los menores nuestras autoridades religiosas y culturales deben trabajar junto a los gobiernos regionales y locales para denunciar estas situaciones y hacer que cesen estas violencias que son conocidas pero han sido descuidadas por nuestra sociedad desde hace años”, agregó.
Sin embargo, la presidencia no anunció ninguna medida concreta para prohibir este tipo de escuelas que están fuera de su control.
Por su parte, los defensores de estos centros afirmaron que ofrecen a las familias con pocos recursos unos servicios que el Estado es incapaz de suministrar.
Por ejemplo, millones de nenes no tienen acceso a la educación en este país de más de 186 millones de habitantes donde la escuela primaria es teóricamente gratuita.
Yusuf Hassan, dirige la Fundación Almajiri en Kano, en el norte del país, e insiste en que la mayoría de las escuelas no son como la de Kaduna. El responsable explica que hay “centros de reeducación” que reciben a jóvenes delincuentes y toxicómanos cuyas familias se sienten incapaces de cuidar. “Y algunos centros terminan encadenándolos para que no escapen”, explicó.
Según Hassan, una primera medida positiva sería separar las escuelas de los reformatorios.
Fuente de la noticia: https://bles.com/ultimas-noticias/noticias-escuela-horror-escalofriantes-detalles-centro-educativo-nigeria-donde-violaron-torturaron-300-ninos-et.html
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