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España: Un proyecto ourensano estudia la desnutrición infantil en Guinea

Ourense / 11 de enero de 2017 / Por: Mar Gil / Fuente: http://www.lavozdegalicia.es/

Con apoyo de una universidad polaca, buscan mayor eficacia en las cirugías

Quieren ir más allá de una ayuda concreta en un momento determinado. Por eso, el equipo de cooperantes independientes articulado en torno al cirujano pediátrico ourensano Domingo Cortón se ha propuesto, para el 2017, añadir a su labor docente y asistencial en Guinea Bissau un proyecto de investigación para paliar los negativos efectos de la desnutrición infantil en los resultados de las operaciones quirúrgicas.

Tras dos años desplazándose para operar a niños en los hospitales de Bohr y Mansôa, los cooperantes advirtieron la necesidad de actuar previamente para que las intervenciones sean realmente eficaces. «Como son nenos malnutridos -explica Domingo Cortón-, o problema máis grave á hora de operalos é que teñen problemas de cicatrización das feridas porque lles faltan proteínas».
Para paliar ese problema, que afecta directamente al éxito de las intervenciones, un grupo de estudiantes de Medicina de la universidad polaca de Bialystok -un noruego, un alemán y un ourensano-, realizarán en la campaña de 2017 una investigación con fines prácticos. A través de un orfanato bajo protección de la ONU se les proporcionarán proteínas a los niños que van a ser operados. El estudio analizará el grado de desnutrición inicial y su evolución en el tiempo, además de los posibles cambios en el resultado de las intervenciones. Su objetivo es conocer en qué momento es más eficaz complementar la dieta infantil con proteínas.

El sello ourensano de este proyecto de investigación y asistencia pasa por el CHUO, donde ejerce como cirujano Domingo Cortón. Tanto para este proyecto como para las campañas desarrolladas en 2015 y 2016 el apoyo de Ourense ha sido crucial, destaca.

El primer paso del proyecto de cooperación lo dieron Cortón y su mujer, enfermera en el CHUO, en el 2015, a través de una cooperante habitual en el hospital guineano de Bohr, que les transmitió la necesidad de un cirujano pediátrico. Solicitaron un mes de asuntos propios y se fueron a operar.

«Foi moi satisfactorio para as dúas partes, por iso seguimos colaborando», afirma Cortón. Para la campaña del año siguiente formó un equipo más amplio, con dos cirujanos -él mismo y un excompañero del CHUO actualmente en León-, una pediatra del centro de salud de A Cuña, Silvia González; una enfermera clínica y una de quirófano, Patricia y Marta Domingo, ambas del hospital ourensano, más una enfermera de la UCI pediátrica del hospital madrileño La Paz. Todos, salvo una, tenían experiencia previa en cooperación internacional.

Operar no es la única tarea incluida en el plan de trabajo del equipo de voluntarios. La docencia es otro de los fines de su estancia, máxime siendo universitario uno de los hospitales con los que colaboran.

Desde la higiene a la esterilización, los distintos profesionales del equipo ourensano han realizado funciones formativas con sus colegas guineanos además de asumir 63 intervenciones en 21 días.

Las patologías atendidas en el quirófano fueron, fundamentalmente, apunta Cortón, descensos anorrectales, labios leporinos, fisuras palatinas, manos en garra y meningoceles. «Moitas destas patoloxías no primeiro mundo non existen, entre outras razóns porque se detectan en ecografías durante o embarazo».

Más de 240 kilogramos de material sanitario en una maleta de esperanza

«Isto -aclara Cortón- non é ningunha oenegué; é un equipo de cooperantes independentes que pagan a súa viaxe e a estancia e non reciben ningún tipo de remuneración. Só levamos unha equipaxe persoal de 10 Kg e o resto é material sanitario».

Ese «resto» alcanzó en 2016 los 240 Kg. Analgésicos, antibióticos, anestesias, antiinflamatorios… Todo es bien recibido en los hospitales guineanos. «Neste aspecto foi moi importante a colaboración do noso hospital como institución e dos seus profesionais -destaca Cortón-. A dirección deixounos material en depósito; caixas de cirurxía e material moi específico levámolo en préstamo. Aparte, o CHUO foi tremendamente xeneroso na doazón de fármacos. A farmacia hospitalaria proporcionounos produtos que aquí xa non se usan, e tamén as farmacias privadas nos deron medicamentos».

Reutilización

Otro tipo de material muy útil en la estancia de los ourensanos fue instrumental que en el primer mundo es de un solo uso y que, por ello, se descarta rápidamente. Tijeras, pinzas o un porta agujas para la sutura quirúrgica son desechados tras su utilización en Galicia. Con el apoyo del equipo de esterilización del CHUO esas piezas -cien en total- recobraron utilidad para viajar a Guinea.

Otra colaboración singular fue la de la unidad de quemados del complejo ourensano, que aportó material de última generación que los laboratorios entregan a los hospitales para promocionar su uso. «É material de primeira liña que, incluso, nin está en uso aquí», se congratula Cortón.

Fuente noticia: http://www.lavozdegalicia.es/noticia/ourense/ourense/2017/01/07/proyecto-ourensano-estudia-desnutricion-infantil-guinea/0003_201701O7C1992.htm

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La desnutrición infantil en Yemen alcanza cifras sin precedentes

Sana’a / 14 de diciembre de 2016 / Fuente: https://www.unicef.org

Cerca de 2,2 millones de niños en Yemen están severamente desnutridos y necesitan atención urgente. Al menos 462.000 niños sufren desnutrición aguda grave, un incremento drástico de casi un 200% desde 2014. Además 1,7 millones de niños sufren desnutrición aguda moderada.

La situación de los niños que sufren desnutrición severa en provincias como Hodeida, Sa’ada, Ta’izz, Hajja y Lahej es crítica. Estas cinco áreas tienen el mayor número de casos de desnutrición aguda grave en el país. Sa’ada además tiene las cifras más altas de niños con retraso en su crecimiento, llegando a números sin precedentes: en algunas zonas 8 de cada 10 niños sufren desnutrición crónica.

“La desnutrición en Yemen ha llegado a niveles sin precedentes y sigue aumentando”, explica la doctora Meritxell Relaño, representante en funciones de UNICEF en Yemen. “El estado de salud de los niños en el país más pobre de Oriente Medio nunca había sido tan grave como ahora”.

Ya antes de la intensificación del conflicto en marzo de 2015, Yemen se enfrentaba a los desafíos de la pobreza generalizada, la inseguridad alimentaria y la falta de servicios de salud. Ahora el sistema de salud de Yemen está al borde del colapso.

Menos de un tercio de la población del país tiene acceso a atención médica. Menos de la mitad de los centros de salud están operativos. Los trabajadores sanitarios llevan meses sin cobrar sus salarios, y las agencias humanitarias tienen dificultades para llevar suministros vitales debido al punto muerto en el que están las partes en conflicto.

Al menos un niño muere cada diez minutos en Yemen por causas evitables como diarrea, desnutrición o infecciones respiratorias.

“La violencia y el conflicto han revertido importantes progresos que se habían conseguido en la última década para la salud y la nutrición de los niños yemeníes. Enfermedades como el cólera y el sarampión se han propagado, y con tan pocas instalaciones de salud operativas estos brotes están teniendo un importante impacto en los niños”, señaló Relaño.

En 2016 UNICEF ha apoyado el tratamiento de 215.000 niños con desnutrición aguda grave en todo el país, y ha proporcionado a más de cuatro millones de niños menores de cinco años suplementos vitamínicos para fortalecer su sistema inmunitario. Pero este trabajo que salva vidas está siendo obstaculizado por la escasez de fondos y el acceso limitado a las zonas asediadas por los combates.

“Hacemos un llamamiento a las partes en el conflicto para que nos den un acceso ilimitado a los niños que necesitan ayuda en todo el país, para poder entregar suministros nutricionales, proporcionar tratamiento para niños con desnutrición y apoyar los servicios de salud del país”, dijo Relaño.

Conseguir los fondos para apoyar esta emergencia sigue siendo un reto. En 2017 UNICEF necesitará 70 millones de dólares para proporcionar servicios de nutrición a madres y niños en todo el país.

Fuente noticia: https://www.unicef.org/spanish/media/media_93868.html

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Miles de niños podrían morir de hambre en Nigeria en 2017

Nigeria/26 noviembre 2016/Fuente: Telesur

De acuerdo con la ONU, 120 mil personas están en riesgo de morir de hambre debido a los efectos del combate con el grupo terrorista Boko Haram.
Más de 120 mil personas, en su mayoría niños, están en riesgo de morir de hambre el próximo año por habitar en zonas controladas por el grupo extremista Boko Haram, según advirtió las Naciones Unidas.

Alrededor de 2 millones de personas se desplazaron de Nigeria, Chad, Niger y Camerún por los combates con este grupo terrorista, además, sus granjas han sido destruidas y la ayuda humanitaria se encuentra imposibilitada para llegar a las comunidades aisladas.

Solo un estado de Nigeria tiene más refugiados que los recibidos en Europa el año pasado, las alarmantes cifras se agravan considerando que las personas no pueden acceder a los centros poblados para obtener ayuda humanitaria debido a la guerra contra el Boko Haram.

Además, la ayuda entregada por las Naciones Unidas resulta insuficiente y como consecuencia unas 55 mil personas en el noreste de Nigeria están desnutridos, según el organismo, en la peor etapa de inseguridad alimentaria.

El pasado viernes 19 de agosto el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) denunció la grave situación humanitaria que se vive en el noreste del país. Además, los refugiados por el conflicto acusaron a las autoridades de robar parte de los alimentos proporcionados por otros países.

Fuente:http://www.telesurtv.net/news/Miles-de-ninos-podrian-morir-de-hambre-en-Nigeria-en-2017-20161125-0050.html

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El futuro de los niños nigerianos

Por: Jean Gough

Ajija no puede estar más frágil. Esta niña de cuatro años debería estar jugando alegremente con sus amigos, pero apenas puede mantenerse de pie. No es de sorprender que, después de que un profesional de la salud evaluara su estado, decidieran ingresarla por estar gravemente malnutrida. “Me siento inútil por no poder hacer nada. Los dos últimos años han sido muy duros, hay poca comida y muchas enfermedades”, me dice su madre, Halima, desesperada.

Estamos en Gwoza, una zona remota del estado de Borno, en la frontera del noreste de Nigeria con Camerún. Esta clínica médica provisional está abarrotada de madres que traen a sus bebés y niños pequeños para que les hagan pruebas o les traten la malnutrición.

Desgraciadamente, Ajija no está sola. Al tiempo que se recupera el acceso de la asistencia humanitaria a cada vez más zonas del noreste de Nigeria, se pone de manifiesto el verdadero impacto de esta crisis. En la actualidad, casi un cuarto de millón de niños de Borno padecen malnutrición aguda grave como resultado de más de tres años de violencia que han destrozado la zona.

Dado el peligro que conlleva labrar la tierra, acceder a los mercados e incluso obtener agua segura, las familias y en especial los niños pequeños han dejado de recibir algunos elementos esenciales para la vida. Ante la imposibilidad de atender a casi un millón de niños, lo único que podemos hacer es imaginar qué les deparará el futuro.

Esta tragedia para los niños nigerianos se proyectó en el mapa del mundo por primera vez en abril de 2014, cuando Boko Haram abdujo a más de 270 niñas de una escuela de Chibok. Y ellas tampoco estaban solas. Desde 2009 se ha abducido a, al menos, 4.000 mujeres jóvenes (de entre 18 y 24 años), niñas y niños de los estados afectados del norte de Nigeria, y 7.000 mujeres y niñas han denunciado haber sufrido violencia sexual.

Los niños de Borno vuelven a estar en el punto de mira, esta vez afectados por una crisis de malnutrición y comida sin precedentes. Sin embargo, no conseguiremos la ayuda que necesitamos si damos importancia a estos asuntos únicamente cuando se convierten en el centro de atención. No podemos esperar a que ocurra otra tragedia: debemos seguir trabajando con los medios que vamos teniendo a nuestra disposición, incluso después de un ataque a un convoy humanitario.

Antes de nada, se trata de salvar la vida de los niños a los que podamos atender, a muchos de los cuales se les ha obligado a dejar sus casas. Con solo proporcionarles un suministro de alimentos terapéuticos listos para el consumo para ocho semanas, podremos ayudarlos a recuperarse de la malnutrición aguda grave. Pero esto solo funciona si cuentan con el acceso a un centro de salud primaria y a agua y saneamiento seguros que contribuyan a evitar enfermedades infantiles prevenibles y tratables que pueden ser cuestión de vida o muerte para niños ya débiles.

Para lograrlo, debemos seguir ayudando a rehabilitar y mejorar las clínicas de salud locales de todo el estado de Borno, un 60% de las cuales han quedado parcial y totalmente destruidas. Además, tenemos que seguir formando a los trabajadores de la salud y ofrecer una fuente sostenible de suministros médicos tales como los alimentos terapéuticos, esenciales para salvar vidas. Al mismo tiempo y mediante la red de voluntarios de la comunidad, los contactos y los conocimientos de la zona, debemos identificar y gestionar rápidamente casos de malnutrición infantil.

No obstante, también hay algunos avances. Este año, unos 75.000 niños han recibido tratamiento para la malnutrición aguda grave. Desde abril se ha duplicado el número de revisiones de malnutrición (de 288.000 a unas 500.000), lo que significa que se están haciendo pruebas y dando tratamientos a algunos niños de forma habitual. Aun así, nadie esperaba la verdadera escala de la crisis.

Mientras nosotros luchamos por salvar vidas, necesitamos también ayudar a que los niños se recuperen mentalmente de los horrores que han presenciado. Proporcionarles cierta sensación de normalidad con juegos, oportunidades seguras de aprendizaje y ayuda psicológica cuando lo necesiten puede contribuir a devolverles sus infancias.

Las familias y los niños piden muy poco. Solo quieren tener acceso a instalaciones médicas, disponer de medicinas y contar con trabajadores de la salud. Quieren ir a la escuela y encontrar allí profesores, pupitres, libros y bolígrafos. Quieren bombas manuales que les proporcionen agua segura.

Desde Gwoza hasta Maiduguri y desde Port Harcourt hasta Lagos, el recurso más preciado de Nigeria son sus niños. Para salvar, proteger y sacar partido a ese recurso necesitamos contar con una ayuda comprometida y sostenida. Solo entonces podremos ofrecer los servicios esenciales y la normalidad que los niños y sus familias necesitan para reconstruir sus vidas.

Fuente: http://www.unicef.org/spanish/infobycountry/nigeria_92798.html

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1,5 millones de niños sufren desnutrición en Yemen y 2,5 están en riesgo de sufrir enfermedades diarreicas

Mientras el conflicto continúa, UNICEF y sus aliados han conseguido llegar a los niños y mujeres en Yemen con servicios esenciales de salud y nutrición que pueden salvar sus vidas.

Del 24 al 29 de septiembre se ha llevado a cabo una campaña en todo el país, alcanzando a más de 600.000 niños menores de 5 años y más de 180.000 mujeres embarazadas y madres lactantes, con un conjunto de servicios de salud y nutrición que incluyen vacunación, suplementos vitamínicos, desparasitantes, análisis de desnutrición y tratamiento de las infecciones infantiles, así como atención prenatal y postnatal para las mujeres.

Más de 34.000 profesionales de la salud apoyados por 880 supervisores y monitores a través de los 333 distritos de Yemen usan 10.000 vehículos y otros medios de transporte como motocicletas, animales o simplemente caminando largas distancias y caminos difíciles para llegar a los niños y las mujeres en los rincones más remotos del país.

“Hemos aumentado nuestro alcance geográfico a todas las zonas del país, así como el número de veces que podemos hacer una difusión integrada. Como resultado hemos podido dar asistencia médica a las comunidades más difíciles de alcanzar, especialmente aquellas afectadas por el conflicto”, afirmaba el representante de UNICEF en Yemen, Julien Harneis.

Este esfuerzo sanitario llega en un momento crítico, el conflicto yemení ha dejado el sistema de salud y nutrición destrozado, poniendo las vidas de millones de niños y mujeres en riesgo.

“Con el sistema de salud pendiendo de un hilo, estos programas de difusión son de ayuda pero no sostenibles en el largo plazo. Las campañas de difusión no pueden atender por si mismas las necesidades médicas de la población, el sistema sanitario necesita ponerse nuevamente de pie con urgencia”, añadió.

Recientemente, el Ministerio de Salud anunció el agotamiento de sus recursos operativos básicos para el sistema de atención primaria. Esto significa que no será posible transportar suministros médicos, lo que incluye no poder hacer llegar las medicinas almacenadas a las unidades de salud más alejadas; no habrá combustible y electricidad para los refrigeradores de almacenamiento de vacunas y medicinas sensibles a las temperaturas; y los centros de salud no tendrán luz.

El número de niños en riesgo en Yemen es abrumador: 2,5 millones de niños están en riesgo de sufrir diarrea, 1,3 millones están en riesgo de infecciones agudas de las vías respiratorias y 1,5 millones están desnutridos, 370.000 de los cuales sufren desnutrición aguda grave.

UNICEF está aumentando su respuesta pero las necesidades humanitarias siguen siendo enormes. Desde enero, UNICEF ha apoyado la vacunación de más de 4,6 millones de niños contra la polio, el tratamiento de más de 133.000 niños contra la desnutrición aguda grave y más de 168.000 mujeres embarazadas y madres lactantes han recibido apoyo durante y después de su embarazo, incluyendo información sobre cómo atender a sus bebés y a sí mismas.

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Acerca de UNICEF
En UNICEF promovemos los derechos y el bienestar de todos los niños, niñas y adolescentes en todo lo que hacemos. Junto a nuestros aliados, trabajamos en 190 países y territorios para transformar este compromiso en acciones prácticas que beneficien a todos los niños, centrando especialmente nuestros esfuerzos en llegar a los más vulnerables y excluidos, en todo el mundo.

Fuente: http://www.unicef.org/spanish/media/media_92830.html

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Perú: La sangrecita, un remedio ancestral andino contra la anemia

América del Sur/Perú/24 Septiembre 2016/Autor: Pablo Pérez/Fuente: El país

Un programa de Acción Contra el Hambre recupera la deshidratación de sangre y vísceras de animales para compensar la falta de hierro en la dieta infantil

Cuando había matanza de un carnero en su casa, en la humilde comunidad indígena de Yanapampa, en los Andes peruanos, Maruja Orejón recogía la sangre y el pulmón y los cocinaba inmediatamente para elaborar algunos platos. Incluso invitaba a los vecinos para acabar rápidamente con el exquisito pero perecedero manjar. No sabía que esos alimentos eran, por su altísimo contenido en hierro, un potente antídoto contra la anemia que afecta a la mayoría de los niños de la región.

Y aunque lo hubiera sabido, no habría sido capaz de conservarlos para hacerlos parte de su dieta cotidiana, ya que ni siquiera tiene un frigorífico en su casa de adobe y rápidamente se hubiera echado a perder. Ignoraba que sus ancestros, ya en tiempos prehispánicos, tenían un método bien simple para que durase.

Hasta que la ONG internacional Acción Contra el Hambre implementó un programa contra la anemia en la zona y descubrió que algunas familias todavía lo practicaban, pero que era desconocido para la mayoría: salar las vísceras y deshidratarlas.

El charqui (que es como se denomina en quechua a la cecina) de carne es algo muy extendido en la mayoría de las regiones andinas de Perú, debido a la ausencia en las comunidades rurales de electrodomésticos para mantener fríos los alimentos. Lo que se había perdido, sin embargo, es el charqui de vísceras como el hígado, el bazo, el bofe (el pulmón de la vaca), el corazón o incluso la sangre, que deshidratada recibe el nombre de sangrecita.

Mediante la promoción de estos alimentos ricos en hierro, el programa Anemia no de Acción Contra el Hambre, que recientemente fue reconocido con el premio a la mejor iniciativa en promoción por la salud de la Fundación Mapfre, ha contribuido a que se reduzcan notablemente los niveles de esta condición de los niños de las 19 comunidades del departamento de Ayacucho (en el sur andino de Perú) en las que intervino.

Perú tiene una tasa de anemia en niños de entre seis y 36 meses de edad del 43,5% y el índice es todavía en zonas rurales (51,1%) y de mayor pobreza (50,4%), según datos oficiales. En zonas andinas, como Huamanguilla —donde se encuentra Yanapampa— y los otros tres distritos de la región de Ayacucho donde se llevó a cabo el proyecto es aún mayor debido a una dieta poco variada y baja en alimentos de origen animal (la mayor fuente de hierro), a base principalmente de patata, legumbres, trigo, maíz y verduras, y una serie de malos hábitos alimenticios e higiénicos.

Esto repercute en el desarrollo de los niños, pues los bajos niveles de hemoglobina en la sangre (la causa directa de la anemia) hace que sean propensos a enfermarse, poco activos, menos inteligentes y con dificultades para concentrarse y retener conocimientos en la escuela.

La promoción del charqui de sangrecita y de vísceras en coordinación con otros programas que fomentan hábitos como el lavado de manos, la estimulación temprana o cocinas más saludables (sin animales de corral, con extractores de humo…) han logrado reducir en Huamanguilla de un 74,3% a un 62,1% el índice e anemia. “Pero tenemos información más precisa de que hay familias que han desarrollado esta práctica, han recibido información de este tipo, y en ellas es un poco más notoria la disminución”, asegura Henry Torres, coordinador del proyecto.

En Yanapampa, en concreto, que es un pequeño grupo de casas, “cuando llegamos había cinco o seis niños con anemia y al final del proyecto, lo hemos dejado con dos, que son anemias leves”, especifica Lourdes Callañaupa, una enfermera que fue responsable de comunicación del programa.

Aunque la primera vez que los padres de las zonas andinas oyen hablar de anemia no entienden de qué se trata, pues no tiene unos síntomas claramente identificables, Maruja ha percibido en sus seis hijos la diferencia que ha supuesto la mejora en la dieta y en las prácticas de higiene para los más pequeños, beneficiados por programas como el de Acción Contra el Hambre.

“En la escuela mi hija mayor y el otro varón no captaban bien. Los chiquitos son más hábiles. Ahora han mejorado todos”, dice con orgullo. “Este”, afirma señalando a Roy, el más pequeño, “había nacido con menos de 2,5 kilos y era anémico cuando aparecieron las Chispitas (unas dosis diarias de micronutrientes repartidas en zonas pobres por los servicios de salud peruano) y la sangrecita”. El pequeño, de cinco años, se ve saludable, vivaz y lleno de energía, no para de jugar con sus hermanos.

La técnica de charqui de vísceras de sangre, que se practicaba en tiempos prehispánicos, se había perdido y las familias sólo consumían algunas de ellas frescas

“El otro día estuve viendo un desfile escolar y me dejó muy feliz porque vi que los niños son más hábiles y cada vez están terminando la educación primaria más chiquitos”, comenta Victoria Cárdenas. Antes, en Yanapampa, “los niños terminaban primaria con 15 o 16 años y ya no estudiaban secundaria porque tenían vergüenza, mientras que ahora con 12 años ya acaban”, añade.

“Nosotras, a pesar de ser adultas, como no hemos sido bien alimentadas de niñas, somos propensas y nos ponemos constantemente enfermos”, dice la mujer, de 45 años, mientras prepara charqui con la sangrecita de una gallina que acaba de sacrificar. La hierve en agua hasta que se forman grumos y se solidifican. Luego los pone en un plato, les echa sal, los tapa con una tela para protegerla de los mosquitos y deja el plato al sol sobre el techo metálico de un pequeño cobertizo que tiene entre la casa y el huerto para que se seque.

Los cinco hijos de Victoria son ya mayores (la menor tiene 13), pero ella se apuntó al proyecto de Anemia no para mejorar la alimentación de sus nietos. “Yo veo bastante cambio en mi nieta. Desde que le doy sangrecita, que tiene bastante hierro, ella está mejor. No conoce la anemia”. La niña, de dos años, come con avidez el charqui de hígado de cordero que le ha preparado su abuela, mientras ésta la mira con una sonrisa de oreja a oreja. “Es bien inteligente. Con dos años ya distingue los colores, sabe contar hasta cinco…”. Le muestra un vaso rojo y le pregunta: “¿Este qué color es, mamá?”. “Dojo”, le responde. Los niños de antes, recuerda, con dos años no podían casi ni ponerse de pie, ni hablar bien.

“Alimentándolos así estoy segura de que más adelante todos van a alcanzar una profesión, van a estar más sanos y más alegres”, sostiene. Los que todavía no están bien alimentados, lamenta, “cuando van a la escuela, están tristes, somnolientos, la profesora está hablando y no están atendiendo”.

En vez de llegar a Huamanguilla y los otros distritos ayacuchanos a imponer soluciones ideadas desde fuera, incluso aunque puedan haber tenido un buen resultado en otros lugares pero que son difíciles de sostener en el tiempo una vez terminada la intervención, Acción Contra el Hambre se propuso buscar remedios junto con la población local. Al sentirlos esta como propios, es más fácil que los interioricen y que los mantengan una vez que se termina el proyecto de cooperación.

“Incorporamos un componente cultural a este proyecto de manera más fuerte”, explica Torres. “Desarrollamos un trabajo con las familias en lo cultural para ver qué elementos podían mejorar los niveles de hemoglobina y, por ende, de anemia. Hubo personas viviendo con las familias y descubrieron que había un grupo de mujeres que tenía esta forma de deshidratar, no sólo la carne, sino las vísceras y la sangrecita”.

El programa Anemia noha enseñado a las mujeres a moler elcharqui de sangrecitapara hacer una harina con la que pueden hacer varias recetas, incluso postres

“Era un conocimiento ancestral, pero la mayoría lo perdió”, relata. “Puede ser por la introducción de nuevos patrones alimentarios, o porque no veían tanto la utilidad”. La única diferencia respecto a la elaboración delcharqui de carne es el tiempo de secado y la limpieza de las vísceras antes de darles un hervor.

Este enfoque cultural le ha permitido alcharqui de sangrecita superar algunos de los problemas que tienen las Chispitasque reparte el gobierno en sobres con dosis diarias. Estos micronutrientes en forma de polvo tiene un sabor fuerte que provoca el rechazo de algunos niños y algunos efectos secundarios, como diarreas, náuseas o estreñimiento. Además, algunas madres no tienen claro cómo deben incorporarlos a la comida.

Callañaupa recuerda que al principio algunos niños rechazaban el charqui por su textura y color. Pero en colaboración con las propias madres locales, Acción Contra el Hambre encontró la forma de molerlo y convertirlo en una harina fina que se puede añadir a cualquier alimento y elaboró una serie de variadas recetas adaptadas a los gustos autóctonos. “Ahora se pueden hacer preparaciones tanto en los segundos platos como en los postres y el niño no se da cuenta de que está comiendo la sangrecita”, indica la enfermera.

“Es un polvo muy fino y se agrega a los purés, a las sopas o a las papillas”, indica Torres, por lo que incluso se lo pueden dar a los bebés a partir de los seis meses, antes de que les salgan los dientes.

Maruja Orejón le pone harina de sangrecita a sus niños todas las mañanas en el desayuno. Si no lo añade a la avena, prepara con la licuadora un batido al que se la agrega. Pero su receta especial es la mazamorra de calabaza, un postre tradicional peruano a base de leche, canela y azúcar, con la sangrecita.

Marlene Yaranga, otra vecina de Yanapampa, utiliza por ejemplo el charqui de bofe para hacer uno de los platos más típicos de la zona, la chanfainita. Con ajo, pimiento, cebolla, pimentón, cacahuete molido, orégano, patata y zanahoria, elabora un consistente plato que su sobrina Damaris, de seis años, devora con fruición. Cuando acaba, su hermana Betsabé se lo da a su bebé de año y medio.

“Nosotros sólo comíamos fresco. Ahora ya constantemente les damos a nuestros hijos y sabemos que tiene mucho hierro”, señala Betsabé, que le dacharqui tanto de carne como de vísceras a sus niñas de tres a cuatro veces por semana.

“Normalmente a los niños les dábamos quinua, arveja, haba, trigo, papa… que sembramos aquí. De vez en cuando comprábamos carnecita, pero poca. La sangre se tiraba”, recuerda Betsabé.

Gracias al programa “ha mejorado bastante la alimentación”, celebra la mujer. “Ahora ya constantemente les damos charqui de vísceras a nuestros hijos y sabemos que tiene mucho hierro. A veces compro el mercado el charqui y poco a poco lo cocino para mis hijos, tres o cuatro veces a la semana. Si están frescas (las vísceras y la sangre) no se puede, porque empieza a oler feo, pero el charquise conserva más tiempo”.

Mujeres como Maruja, Victoria, Marlene y Betsabé se han convertido en mamás-líder del programa. Y aunque la ONG ya no está presente en el lugar, ellas se coordinan con el centro de salud de la zona para ir a enseñar a mujeres de otras localidades, e incluso de otros distritos, a utilizar el charqui para alimentar mejor a sus pequeños.

“Cuando he ido a hablar con otras madres, se sorprendían porque antes todas tiraban la sangre”, explica Victoria. “Ahora casi ya no tenemos anemia aquí. Nos organizamos y cuando está un niño con anemia vamos a visitarle y decirle a la familia cómo puede hacer”, añade Betsabé.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/09/22/planeta_futuro/1474550665_668844.html

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Nigeria: Hambre mata a los niños desplazados por Boko Haram

África/Nigeria/22 de septiembre de 2016/Fuente: jornada

Maiduguri. Los médicos se movilizan para atender al pequeño Abdulahi, un niño de dos años desplazado por el conflicto que provoca la amenaza de la agrupación islamita Boko Haram en Nigeria. Como él, 50 mil niños están muriendo de hambre en el norteño estado de Borno.

Un doctor coloca el gota a gota de suero, otro prepara una jeringa. El pequeño permanece inmóvil, con el cuerpo hinchado por el kwashiorkor, una enfermedad infantil causada por un déficit de proteínas. Su torso se mueve ligeramente al ritmo de la respiración. Con el goteo logran estabilizar su nivel de glucemia.

«Está mejor que hace 20 minutos», explica un médico en el centro de Gwange, un hospital en Maiduguri gestionado por la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF). «Pero su estado sigue siendo crítico», advierte.

Su madre, Hadiza, permanece de pie, en el otro extremo de la cama, como si quisiera alejarse de las máquinas y tubos que envuelven la cabeza de su hijo. Aparta la mirada, entre lágrimas.

En la unidad de cuidados intensivos, las 14 camas están «siempre ocupadas», dice el personal médico. A Hafsat, un bebé de 13 meses, solo le queda la piel sobre los huesos. Parece dormida, vencida por el agotamiento.

«Su madre murió el mes pasado», explica su tía, Fatima Ladan. «Traté de amamantarla, pero no tengo suficiente leche. Y no consigue tragar el pumply nut. Lo vomita todo», afirma esta mujer, en alusión a un suplemento alimentario para la malnutrición aguda. En la misma unidad, Hauwa observa en silencio a su nieta de 14 meses. «Rezo para que Dios nos envíe comida», confía.

Llamados de ayuda

Mientras esta abuela le ruega a Dios, las organización no gubernamentales y el gobierno nigeriano no dejan de pedir ayuda urgente a la comunidad internacional.

Los ataques de Boko Haram dejaron más de 20 mil muertos y se estima que 1.5 millones de personas se refugiaron en la ciudad de Maiduguri. En todo el país, hay 2.6 millones de desplazados.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) anunció en junio que casi 250 mil niños menores de cinco años sufren malnutrición aguda en el estado de Borno.

Pese a estas impresionantes cifras, la ayuda internacional se hace esperar.

Unos 4.5 millones de personas necesitan ayuda alimentaria de urgencia en el noreste del país. Dos veces más que en marzo y un dato, «muy, muy por encima del umbral de emergencia», según el doctor Bamidele Omotola, nutricionista para Unicef.

«La última vez que nos vimos confrontados a casos tan graves, fue durante la guerra civil», entre 1967 y 1970, recuerda este médico.

Durante el conflicto de Biafra, más de un millón de personas murieron de hambre o por enfermedades ligadas a la falta de alimentos, después de que el gobierno federal impusiera un bloqueo tras la declaración de secesión de esta región del sureste.

Hoy, en el norte, la inestabilidad y los combates han desconectado del mundo a gran parte del territorio. Las carreteras están bloqueadas por el ejército y los habitantes viven reagrupados en campamentos en los que falta de todo.

Los agricultores no pueden impedir los incesantes saqueos de sus cosechas, los campos están devastados o repletos de minas antipersona, los puntos donde hay agua están contaminados y la escasez ha hecho disparar los precios en los mercados.

En los campos de desplazados, los médicos y el personal humanitario pesan a los niños, que están desesperadamente flacos, miden la circunferencia de sus brazos. Las enfermeras anotan datos, cifras, sin cesar.

De los 290 pequeños pacientes, de entre seis meses y cinco años, atendidos en julio en el centro de Gwange, 30 fallecieron. En agosto, fueron admitidos 378 niños, 72 murieron. Al menos dos niños mueren cada día entre estas paredes.

«La comunidad internacional debe hacer más o nos enfrentaremos a una catástrofe», advierte Toby Lanzer, coordinador humanitario de la ONU para la región del Sahel.

Harían falta, según Lanzer, 385 millones de dólares adicionales únicamente para el noreste de Nigeria, y un total de 559 millones de dólares para toda la región del lago Chad, hasta donde se extendió el conflicto y donde 6,3 millones de personas se hallan en inseguridad alimentaria grave.

Pero en Gwange, Javed Alí Baba, coordinador de urgencias para MSF, es pesimista. «Todavía hay mucha gente que necesita ayuda allí», dice, en alusión a todas las zonas a las que sus equipos no pueden acceder.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/09/21/hambre-mata-a-los-ninos-desplazados-por-boko-haram

Imagen: www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/09/21/hambre-mata-a-los-ninos-desplazados-por-boko-haram/nigeria.jpg

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