Saltar al contenido principal

Impulso a la educación democrática promueve la ministra de la juventud alemana

Europa/Alemania/dw.com

La ministra de Juventud Alemana Franziska Giffey, que en 2010 completó su doctorado sobre déficits de educación política en la UE , dijo al diario Die Welt que la tarea «inequívoca» del gobierno federal es organizar educación sobre la democracia para los jóvenes «en todos los niveles».

Los recursos para el trabajo juvenil en Sajonia, donde la tercera ciudad más grande del estado de Chemnitz quedó en estado de confusión por un asesinato incautado por la extrema derecha, habían sido eliminados a lo largo de los años, «y los resultados que ahora vemos», dijo Giffey.

Alemania estaba experimentando una «despolitización creciente», dijo Giffey, y agregó que los residentes de Chemnitz le contaron sus temores de privación y de «no ser escuchados» por quienes gobiernan «allá arriba».

El estudio y la discusión de la política ya no era una asignatura en «muchas» escuelas y clubes locales en Sajonia, agregó.

A los residentes se les debe dar espacio a medida que aumentan las emociones para discutir la llegada de refugiados en los últimos años «sin ser puestos en el [muy] derecho», dijo Giffey, miembro del Partido Socialdemócrata (SPD) y ministro federal para la familia, los ancianos, las mujeres y los jóvenes.

Programa de democracia SPD

Un  ataque yihadista en un mercado navideño de Berlín en diciembre de 2016 impulsó a los socialdemócratas en abril de 2017 a redactar un programa de «promoción de la democracia», que incluye un proyecto de ley para promover la democracia, poniendo énfasis en la prevención de la radicalización y no solo en leyes de seguridad más estrictas.

Sin embargo, el proyecto de ley fue bloqueado por el Ministerio Federal del Interior. La conservadora Demócrata Cristiana (CDU) conservadora de la canciller Angela Merkel dirigió el Ministerio del Interior en ese momento y le entregó la responsabilidad a su partido hermano bávaro, la Unión Social Cristiana (CSU).

Educación normalmente tarea de los Länder

La educación bajo la constitución de Alemania es una prerrogativa de los 16 estados del país , pero un estudio hecho para el ministerio de Giffey dijo que el gobierno federal estaba constitucionalmente facultado para resistir el neonazismo fomentando una democracia «robusta».

«La educación es un asunto de los estados, pero el gobierno federal puede apoyarlo», dijo Giffey a Die Welt el miércoles.

La semana pasada, Giffey, que hasta principios de este año fue alcaldesa del SPD del distrito Neukölln de Berlín, lanzó una campaña contra el acoso en las escuelas alemanas promovida por su ministerio que se debatirá con Merkel en una conferencia de docentes el miércoles.

A nivel nacional, 168 trabajadores sociales, proporcionados por un programa de prevención financiado con fondos federales, serían empleados como expertos «anti-mobbing» para trabajar con los alumnos y responder a posibles conflictos, dijo Giffey, y agregó que los directores escolares necesitan respaldo cívico.

El proyecto de ley buscado por Giffey también fue buscado por su predecesora Katarina Barley, ahora ministra de justicia

Después de la guerra, Alemania tiene una extensa red de institutos de educación política, a nivel estatal federal y regional, incluida la Agencia Federal para la Educación Cívica (BPB) con sede en Bonn.

Fuente; https://www.dw.com/en/democracy-education-boost-urged-by-german-youth-minister/a-45360379

Comparte este contenido:

La Educación, esa asignatura pendiente

Por  José Blasco del Álamo

El autor hace un repaso de los distintos modelos educativos que se han sucedido en España y aboga por despolitizar las aulas y estimular la lectura.

i nos comparamos con Finlandia en el ámbito educativo, la derrota es clara; si lo hacemos en el sanitario, clara es nuestra victoria. Según el filósofo José Antonio Marina, una de las causas que explicaría esta reveladora desigualdad es la formación de los profesionales, por eso propone -igual que Ciudadanos- un MIR para los profesores. ¿Por qué, al final de cada curso en junio, se repiten los mismos lamentos: el alto abandono escolar, los bajos resultados en la clasificación PISA, que no haya ninguna universidad española entre las 150 mejores del mundo…?

Hallaba Sagasta en las guerras carlistas el motivo de que España fuera un siglo por detrás de la mayoría de países europeos. Blasco Ibáñez, por el contrario, no culpaba a las guerras sino a la religión: “Hemos pasado siglos aprendiendo a rezar, mientras en el resto de Europa aprendían a leer”. Sea lo que fuere, las guerras carlistas acabaron por fin y, como escribe lúcidamente Sergio del Molino, “los alumnos de la Institución Libre de Enseñanza pudieron echarse al monte porque los que se habían echado al monte con armas antes que ellos ya no estaban”.

Francisco Giner de los Ríos implantaría el método intuitivo, que exigía al alumno pensar por sí mismo, investigar, dudar. Se ilustraban las lecciones orales con excursiones al campo, a los museos, a las fábricas… Tanta era su pasión por la naturaleza que pretendía que los estudiantes vieran, desde su asiento, el campo y el cielo. La pedagogía de Giner se basaba, además, en la coeducación, la neutralidad confesional, crear bibliotecas modernas, laboratorios y museos, disminuir el número de alumnos por clase para que la relación con el profesor fuese familiar, acabar con el memorismo, con los exámenes. (En el colegio Amara Berri de San Sebastián, que aparecía entre los 30 más sobresalientes en la lista que publicó EL ESPAÑOL en abril, no hay exámenes). Y coincide con José Antonio Marina en la importancia de formar a los maestros -se oponía a las oposiciones, pues no miden, según él, vocación, honradez ni dignidad, favoreciendo “la superficialidad y el prurito nacional por la retórica árabe”-. También coincide con el filósofo en la importancia de la implicación familiar.

Leyendo una antología pedagógica de Giner de los Ríos he recordado lo que dijo Machado al morir un amigo erudito: “Aprendió tantas cosas que no tuvo tiempo de pensar en ninguna de ellas”.

La educación ha sido descuartizada por el fanatismo nacionalista y la desidia de los Gobiernos centrales

Cuando murió Giner en febrero de 1915, Manuel Azaña escribió en sus Diarios: “Este hombre extraordinario fue el primero que ejerció sobre mí un influjo saludable y hondo; con solo asistir a su clase de oyente («de gorra», decía él con gracia) comenzaron a removerse y cuartearse los posos que la rutina mental en que me criaron iba dejando dentro de mí. Giner no me enseñó nada, si por enseñar se entiende hacerle a uno deglutir nociones fabricadas por otro. Pero el espectáculo de su razón en perpetuo ejercicio de análisis fue para mí un espectáculo nuevo, un estímulo. Aquellas tardes pasadas en una salita de la universidad maloliente, oyendo la conversación -porque conversaciones eran sus lecciones- de Giner con los discípulos, no se me olvidarán jamás. Cuanto existe en España de pulcritud moral lo ha creado él”.

Algunas de las ideas que Giner de los Ríos materializó en las aulas privadas, las llevó a las públicas Azaña: con la Segunda República aumentaron las escuelas, disminuyeron los analfabetos, se dignificó el oficio de maestro… Aquellos ideales murieron con el franquismo, cuyo primer ministro de Educación, Sainz Rodríguez, dijo en un discurso pronunciado en Pamplona: “Frente a ese dogma del naturalismo hedonista que afirma que el hombre es naturalmente bueno, hay que contraponer la doctrina católica de que el hombre es malo por causa del pecado original y de la caída que envileció su alma”. Para aprobar las oposiciones franquistas, era necesario un certificado de adhesión al Movimiento, otro del párroco y otro de la Guardia Civil.

Ortega y Gasset, nuestra mente más brillante, tuvo que huir del Madrid en guerra porque lo quería matar la extrema izquierda. Durante la dictadura, la extrema derecha lo menospreció, motejándolo de “filósofo de las marquesas y los toreros”. ¿Qué mejor símbolo de nuestra cultura, de nuestra educación, que un sabio español acosado por los extremos? Menos mal que, en medio, a veces resplandece la esperanza: cuando María Zambrano cruzaba la frontera francesa a comienzos del 39, llevaba consigo los apuntes de los cursos de Ortega a los que había asistido.

La llegada de la democracia acabó con aquel oscurantismo, pero trajo otro: la educación descuartizada por el fanatismo de los nacionalistas periféricos y la desidia de los Gobiernos centrales, cuya consecuencia es que haya 25 libros de texto distintos -algunos manipulados- para una misma asignatura. Un maestro debería despertar la curiosidad; un estudiante, no dejarse adocenar.

Por desgracia, España no es un país ilustrado, sino fuertemente ideologizado, lleno de sectarios

Estos últimos años, representan la extrema derecha nacionalistas catalanes y vascos, y la extrema izquierda otros nacionalistas catalanes y vascos y Podemos, el partido que hace escraches universitarios a quienes no piensan como ellos. En medio, uno busca el resplandor de la esperanza: Juan María Bandrés, abogado de etarras, diciendo que siente un cariño radical por la España de la Institución Libre de Enseñanza.

Cien años después de la muerte de Giner de los Ríos, José Antonio Marina publicó Despertad al diplodocus, “una conspiración educativa para transformar la escuela” en un plazo de cinco años, destinando el 5% del PIB: aboga por despertar la pasión de aprender, adaptándola a la revolución tecnológica; hay que reducir el abandono escolar al 10% y subir 35 puntos en la clasificación PISA, acortando la distancia entre los mejores y los peores alumnos, fomentando que cada uno alcance su máximo desarrollo, personalizando los procesos de aprendizaje… Para ello, junto a la excelencia docente (el MIR educativo, continuos cursos de actualización pedagógica), Marina reivindica la relevancia de los gestores e inspectores educativos; y propone la creación de un jefe de estudios de los docentes. Y, cómo no, el estímulo de la lectura.

Marina pide un pacto de Estado sobre educación, como el que hubo en Finlandia hace décadas. Por desgracia, España no es un país ilustrado, sino fuertemente ideologizado, lleno de sectarios (¿cómo es posible que en algunas regiones no se pueda estudiar en español?). La política ha metido sus garras en la educación, en las cajas de ahorro, en los sindicatos, en los medios de comunicación… Nuestras universidades suelen ser dogmáticas y endogámicas, como prueban los chanchullos de Cifuentes y Errejón.

Roca Barea, de nuevo al rescate de la patria, amplía el pesimismo educativo a toda Europa: “Se ha acabado con la gran educación europea que producía ese sustrato de clase media culta que garantizaba la pervivencia de la democracia. Siempre ha habido analfabetos, pero ahora salen de las universidades”. Esta crítica se complementa con otra de George Steiner, para quien Europa se ha vuelto el continente del turismo mundial: “Europa está muy cansada… Desde hace algunos años frecuento mucho a estudiantes chinos y a estudiantes indios. Los chinos aprenden con una energía increíble, con una disciplina que te deja de piedra, pero no se atreven a criticar, no se atreven a crear. Tener estudiantes indios en torno a una mesa quiere decir oír, una tras otra, voces que se atreven, que se atreven sobre todo a decir que no a la autoridad. Por eso tengo la impresión de que de la India surgirán grandes capítulos de la historia del pensamiento y del arte humanos”.

En los años 60, el arquitecto Sáenz de Oiza contaba una experiencia profesional: colocando a gentes iguales en casas diferentes, terminaban comportándose de manera diferente. Y añadía: “Si a las habitaciones de un hospital les pones más sitios donde tener libros, los enfermos terminan leyendo más”. Esta gran casa vieja que es España corre riesgo de derrumbe porque se oye mucho ruido y se leen pocos libros. Intentaremos, al menos, poner más sitios en las habitaciones de nuestros hijos para que puedan guardar sus libros.

Fuente del artículo: https://www.elespanol.com/opinion/tribunas/20180629/educacion-asignatura-pendiente/318838116_12.html

Comparte este contenido:

Stanislas Morel: «La neurociencia ilustra la actual despolitización de la cuestión escolar»

Por Erwan Cario

Para el sociólogo, especialista en fracaso académico, la dominación de los neurocientíficos en la educación, representada por la composición del nuevo Consejo Científico, muestra una obsesión por el rendimiento. A expensas de un enfoque social a las desigualdades en la escuela.

El Ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, presentado 10 Enero miembros del nuevo Consejo Científico de la Educación (CSEN) presidido por Stanislas Dehaene, un psicólogo cognitivo y la figura francesa de la neurociencia. «Lo más cerca posible de las necesidades de los maestros», dice el Ministro, » el Consejo hará recomendaciones para ayudar a nuestra institución y a los maestros a comprender mejor los mecanismos de aprendizaje de los estudiantes». Los sindicatos recibieron la iniciativa con frialdad. profesores, que temen una toma de control de las ciencias del cerebro en métodos pedagógicos. El sociólogo Stanislas Morel, autor en 2014 de la medicalización del fracaso escolar (The Dispute), revisa la posición dominante actual de la neurociencia cognitiva en el campo del aprendizaje.

La comunicación sobre la creación del CSEN sugiere que la neurociencia hasta ahora no estaba muy presente en los debates sobre la enseñanza. ¿Fue el caso?

No. El enfoque de los neurocientíficos para ocupar el terreno en muchos temas sociales, como el aprendizaje escolar, la toma de decisiones económicas, incluso los cimientos de los gustos estéticos, comenzó, de hecho, hace veinte años. El auge de la neurociencia de finales de la década de 1990 se relaciona en gran medida con los avances en las técnicas de exploración cerebral, comenzando con las imágenes cerebrales, que proporciona una mejor comprensión de cómo funciona el cerebro durante mucho tiempo. un órgano muy poco conocido.

Es una disciplina científica que describes, en el campo del aprendizaje, como «orientada a la acción» …

De hecho, el talón de Aquiles de la neurociencia fue sobre todo a los críticos que los acusaron de regresar a un determinado determinismo biológico. Los neurocientíficos entonces jugaron la carta de la apertura al destacar la plasticidad del cerebro, su capacidad de evolucionar con el tiempo, especialmente bajo la influencia de factores «ambientales». Están adoptando hoy un discurso integrador que pretende tener en cuenta los diferentes factores biopsicosociales que afectan el aprendizaje. La idea ya no es eliminar disciplinas y causalidades «en competencia», sino coordinarlas, pero también priorizarlas, a menudo planteando causalidad biológica. De hecho, los neurocientíficos a veces han relativizado preguntas ontológicas (la búsqueda de la causa raíz de las dificultades de aprendizaje) para favorecer un «pragmatismo» que puede conducir a respuestas prácticas a las dificultades. Entre estas respuestas: dar importancia a la explicación de las instrucciones, la repetición de los ejercicios, la corrección de los errores, las formas de memorizar el conocimiento o la autoestima de los alumnos.

¿Por qué las neurociencias se vuelven tan inevitables?

Durante veinte años, escuchamos constantemente el estribillo de la «mediocridad del sistema francés». El hecho es que cada año tenemos alrededor de 150,000 niños que abandonan el sistema educativo sin un diploma. Y, según las encuestas, los niños con dificultades en secciones grandes de jardín de infantes o CP son en su mayoría los que abandonan el sistema educativo sin un diploma. Los destinos de las escuelas reales están emergiendo, y se puede concluir que la escuela no tiene control sobre las dificultades iniciales de los estudiantes.

 La escuela francesa también es muy desigual, el hallazgo de la encuesta de Pisa es que los estudiantes más débiles se están volviendo más débiles y la brecha entre los más débiles y fuertes tiende a aumentar. Y esta observación es aún más alarmante porque está formulada en un contexto donde la escuela nunca ha ocupado un lugar tan importante. Es una escuela que debe garantizar la justicia social, asignar a los estudiantes a su lugar «correcto» en una sociedad donde el vínculo entre el nivel de educación y el tipo de trabajo nunca ha sido tan estrecha. Y a la institución escolar también se le confía la tarea de resolver todos los problemas sociales, desde el acoso hasta el comportamiento arriesgado y el terrorismo. Esto probablemente explica en parte el atractivo de la neurociencia que, con razón o sin ella, para muchas personas hoy en día encarna la disciplina de vanguardia capaz de proporcionar soluciones a los problemas escolares.
¿Les costó mucho hacerse oír?

No realmente. Por un lado, el discurso de los neurocientíficos, que enfatiza el rigor y la evaluación «objetiva» de los resultados de los experimentos, está muy en línea con la dirección de las políticas públicas a través de indicadores de desempeño. Por otro lado, tienen estrategias de autoayuda muy efectivas porque son muy ambivalentes. Ante las audiencias que pueden contribuir a su crecimiento, a veces intentan presentar sus descubrimientos a través de afirmaciones que tienden a endurecer los resultados. No convencemos a los políticos dividiendo cabellos … Esto no es exclusivo de la neurociencia. Otras disciplinas científicas, en una posición tan dominante, indudablemente harían lo mismo. Los neurocientíficos también pueden adoptar posturas muy ofensivas hacia disciplinas competitivas (como las ciencias sociales, que no son lo suficientemente «científicas») o ciertas profesiones (como los profesores, criticados por su prácticas, que tampoco son muy «científicas»). Pero también pueden, en otros contextos, adoptar posturas muy «ecuménicas» y cautelosas donde muestran una apertura multidisciplinaria y apelan a las competencias de cada uno. Debido a esta ambivalencia en el discurso, la crítica de la neurociencia es difícil, como lo es la construcción de un intercambio científico a largo plazo, que requeriría una buena comprensión de las posiciones de cada uno.

La neurociencia funciona principalmente como un mecanismo de prueba para soluciones preexistentes.Finalmente, ellos no inventan nada …

Probablemente no sea nada, pero es cierto que las soluciones que ofrecen, como las defendidas por Stanislas Dehaene para aprender a leer, a menudo son bien conocidas por los educadores. Por ejemplo, para decir hoy que es necesario privilegiar la decodificación de las correspondencias grafofonémicas -el método silábico va rápido-, ya no es un escote. Lo que es realmente nuevo es la manera de administrar la prueba de la efectividad de las prácticas pedagógicas confiando en las ciencias experimentales en un universo escolar que, para sus detractores, se había hundido en la ideología. Y es a partir del efecto de palanca creado por esta fuerte legitimidad científica que los neurocientíficos han podido reunir de una manera muy poderosa recomendaciones que ellos mismos admiten que no son particularmente revolucionarias.

Como los de la pedagogía Montessori, que tiene más de un siglo …

En la opinión, Montessori se asocia a menudo con una forma de pedagogía alternativa, nueva, destinada para «bobos» parisienses.Olvidamos que Maria Montessori era una doctora, autora de un libro, Pedagogía científica , que buscaba establecer una pedagogía experimental. Existe una relación entre Montessori y la neurociencia. En ambos casos, se trata de explicar a los profesores cuya pedagogía se considera intuitiva, espontánea, lo que las ciencias experimentales tienen que decir sobre el aprendizaje. Pero necesitamos saber más acerca de las prácticas de los docentes y, más en general, lo que sucede en las aulas. Es con esta condición que la contribución innegable de las neurociencias podría ser más útil.

 Estas recomendaciones parecen requerir muchos recursos. Se necesitan más profesores, más equipamiento, más cuidado individual …

La neurociencia desde este punto de vista tiene un doble discurso muy efectivo. Por un lado, proponen métodos que son universalmente aplicables a los medios constantes, como los métodos para aprender a leer de manera más efectiva que otros para casi todos los estudiantes.Y, por otro lado, al trabajar, por ejemplo, en trastornos específicos del aprendizaje (TSA), contribuyen al discurso sobre la individualización necesaria de las respuestas a las dificultades de los alumnos. Trabajaron en la constitución de ASD (dislexia, dispraxia, hiperactividad, etc.) como un problema de salud pública. Para mejor, porque algunos estudiantes se benefician del apoyo necesario. Para peor, porque actualmente se está desarrollando un proceso de medicalización del tratamiento de la dificultad académica, cuyo alcance preocupa a toda la comunidad educativa.

Usted explica que uno de los vectores por los cuales las neurociencias se han impuesto es a los padres …

Entre las personas que tienen interés en que la neurociencia domine el campo científico, hay padres de niños en dificultad. Las neurociencias les proporcionaron diagnósticos percibidos como más gratificantes que los que prevalecían hasta entonces (discapacidad intelectual, disfunción familiar, etc.). Si consideramos lo que ahora se conoce como la «nebulosa» de los trastornos de aprendizaje específicos, la palabra más importante es «específica»: solo se ve afectado un proceso cognitivo, pero para el resto, el niño es normal, incluso más inteligente que los demás. Más allá de la cuestión de su validez científica, por lo tanto, son diagnósticos casi gratificantes, que hacen que los padres se sientan culpables de su sufrimiento y que también son muy rentables en el mercado escolar. La gestión de estos TEA conduce de hecho a una contractualización con los profesores de la dificultad del niño y a ajustes pedagógicos. Esto explica en parte por qué ha habido una explosión de estos trastornos y que las instituciones de los sectores medico-social y de salud están sumergidas.

«Optimización», «capacidad de maximizar»: es un vocabulario que puede parecer extraño cuando hablamos de niños …

Las neurociencias se ocupan completamente de la demanda social en términos de mejorar la eficiencia de las prácticas de enseñanza. Esto es lo que tal vez incluso más tarde su debilidad si nos damos cuenta de que estas recomendaciones no han logrado mejorar significativamente el rendimiento académico de los estudiantes franceses. Pero también hay usos muy interesantes de la neurociencia. Por ejemplo, pueden restaurar el interés y la «nobleza» a un aprendizaje simple a primera vista. Muestran la complejidad de los procesos cognitivos involucrados en aprender a leer, comenzando con la decodificación. ¡Y es emocionante! Los docentes se beneficiarían de la capacitación en este conocimiento, aunque solo sea para mejorar un proceso que puede parecer tedioso y repetitivo. Lo cual también podría evitar la medicalización. Stanislas Dehaene lo dice a sí mismo: si los maestros estuvieran suficientemente capacitados, podrían tratar la mayoría de los ASD en sus clases. El problema es que casi no hay formación docente …

CSEN es, en última instancia, menos una revolución que una evolución lógica de lo que ha sucedido en los últimos años …

Es perfectamente lógico. La neurociencia encarna la vanguardia, los investigadores se movilizan en la promoción de su disciplina, y Blanquer está convencida durante mucho tiempo. Pero también ilustra la despolitización actual, común a los diversos gobiernos, de la cuestión escolar. Obnubilados por el desempeño de los sistemas educativos, no pensamos lo suficiente sobre los objetivos de la educación, las desigualdades educativas y el lugar que queremos dar a la escuela en nuestra sociedad. Esta es una cuestión política que inevitablemente volverá inevitablemente.

Fuente: http://www.liberation.fr/amphtml/debats/2018/01/19/stanislas-morel-les-neurosciences-illustrent-la-depolitisation-actuelle-de-la-question-scolaire_1623801

Comparte este contenido:

“El discurso escolar se dirige a un pibe que ya no existe más”

Argentina / 8 de octubre de 2017 / Autor:  Juan Ignacio Provéndola / Fuente: Página 12

Felipe Pigna y Darío Sztajnszrajber en Ciudad Cultural Konex

En “Preguntas de la Historia y la Filosofía: amor, muerte, religión y poder”, ambos pensadores ponen en diálogo las dos disciplinas para dar con “la historia de los derrotados”. “Siempre buscamos la perspectiva del que queda afuera, del derrotado”, dicen.

Prácticamente a cada paso que dan desde el bar donde se hizo la entrevista hasta la facultad en la que se realizaron las fotos aparece alguien que se les arrima y los saluda. El recorrido dura apenas una cuadra y concluye en el patio de Puán, sede de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos aires, donde se produce una conmoción: personal académico se acerca a abrazarlos y algunos alumnos incluso preguntan emocionados si están ahí porque van a dar una charla en algún aula. Felipe Pigna y Darío Sztajnszrajber lograron lo que pocos consiguen, muchos admiran y algunos –para qué negarlo– envidian: sacarle la naftalina de claustro a contenidos que la pedagogía oficial dejó obsoletos y convertirlos en atractivos y populares. Moviéndose en una multiplataforma (libros, medios, charlas), ambos hicieron de la Historia y la Filosofía objetos de consumo masivo pero saludable. Así como Pigna y Sztajnszrajber leyeron a Alberdi y a Derrida, o a Jauretche y a Heidegger, en un futuro serán ellos a quienes acudirán los curiosos del mañana para entender este tiempo en el que las audiencias de repente se sienten cautivadas por aquello que el sistema educativo formal les presentó como repelente.

Por sus perfiles similares, resulta hasta obvio que hayan llegado a un proyecto común, que comenzó hace cuatro años y pasó por distintos ejes. Primero fue alrededor de la identidad argentina, luego “Cinco pensadores en su tiempo” y después “Pensar el Bicentenario”. La fórmula se fue afinando con el paso del tiempo y, para su nueva puesta, pensaron en “un espacio universal”. Así surgió “Preguntas de la Historia y la Filosofía”, en donde Pigna y Sztajnszrajber le ponen la voz pero también el cuerpo a esta diálogo cimentado sobre cuatro ideas-fuerza: el poder, la religión, la muerte y el amor. Una intertextualidad en la que la historia argentina se relee a través de sus libros pero también de sus pasiones. De sus reflexiones y de sus emociones. El espectáculo, que ellos prefieren definir como “conversatorio”, es un éxito por donde pasa, con salas agotadas en el interior y también en el Konex (Sarmiento 3131), su fortaleza porteña, adonde volverán el domingo a las 19, después de un paso por Neuquén y antes de desembarcar en Rosario (estarán en el Teatro El Círculo el 18 de octubre).

Pigna y Sztajnszrajber entraman la Historia y la Filosofía (dos saberes que lo mismo se nutren del registro y del pensamiento de cada época para poder entender desde guerras sangrientas hasta el corte de pelo de moda) con el efecto de reconstruir construcciones de sentido imperantes y ponerlas en cuestinamiento. Un ejemplo sencillo pero muy claro es el prisma del amor para explicar de qué manera la emocionalidad íntima influyó y determinó las acciones de esos próceres que el relato oficial inmaculó al punto de despojarlos de todo tipo de sentimiento más que el fastuoso “amor a la patria”. “Esos tipos del siglo XIX no eran muy diferentes a los que de carne y hueso que conocemos hoy. ¿Se piensan que no amaban, no extrañaban, no querían estar en pareja o tener relaciones sexuales? ¡Hablaría mal de esta gente si no hubiese sido así!”, sostiene Pigna. Para Sztajnszrajber, en tanto, “la idolatría en la que se coloca a los ‘héroes nacionales’ creó esta especie de personajes por encima de lo humano, en un nivel casi religioso. A San Martín se lo define como El Santo de la Espada”.

La figura de San Martín es nodal porque entraña todo un complejo sistema de disputas e imposiciones simbólicas que siguen generando tensión. “Ahora intenta vinculárselo con la idea de ‘emprendedor’ –explica Pigna–, aunque en el sentido del ‘entrepreneur’ francés. Es decir, un emprendedor empresario. Entonces la gesta libertadora se reduce a una empresa, haciendo una asociación de palabras para nada inocente. Se habla entonces de la ‘empresa del Cruce de los Andes’ para subrayar la capacidad de iniciativa individual, cuando en realidad fue una de las acciones más colectivas de la historia argentina”. En esa línea, Sztajnszrajber observa que “se buscan asociaciones y afinidades conceptuales, porque ese emprendedurismo tiene que ver con el éxito y entonces la historia, una vez más, es contada en términos de héroes y villanos, de ganadores y perdedores. Y la empatía siempre es con el ganador, porque lo que se recuerda de San Martín son sus victorias”, detalla el filósofo. “El fomento de una sociedad exitista deja debajo de la alfombra aquello que nosotros queremos desempolvar: la historia de los derrotados. Por eso, en los cuatro temas siempre buscamos la perspectiva del que queda afuera. Si hablamos del amor, salimos de las novelas rosa con final feliz, que es el discurso oficial, para entenderlo también como una zona donde se hace política, una zona de poder, de conflicto. Y que la muerte es algo irresoluble. Lo cual no es malo, salvo para una sociedad exitista donde algo que no se resuelve es visto como una falencia”.

A propósito de esto último, Pigna agrega que “en la enseñanza de la Historia en primarios y secundarios se omite el conflicto, porque se sostiene que el niño no esta en condiciones de comprenderlo, cuando en realidad el niño de 2017 vive viendo videos o leyendo comics donde conflicto está presente. Además, su capacidad de abstracción y memorización es impresionante: Pokemón tiene 590 personajes y en japonés. El discurso escolar está dirigido a un pibe que ya no existe más, que atrasa cincuenta años. Pero, por debajo, el sistema sirve para reforzar la escolarización de la Historia: parece que su único ámbito autorizado para ‘pensar’ la Historia es la escuela,a tal punto que, cuando llega el 9 de julio, la gente habla más del acto escolar que del proceso independentista en sí”.

–En el conversatorio dicen que los alumnos son “víctimas de la Historia”, en alusión a los métodos pedagógicos convencionales. ¿Cómo se podría zanjar este conflicto?

Felipe Pigna: –Los dos estamos orgullosos de nuestra experiencia docente en la secundaria, porque nos dio un aprendizaje importantísimo en la divulgación y en la necesidad de hacerte entender. La Historia y la Filosofía son dos disciplinas lo suficientemente hermosas como para convertirlas en una experiencia sufrida. La clave quizás esté en hacer coparticipar al alumno, detectar qué podría despertarle más inquietudes y, por ende, mayor curiosidad. De qué manera se pueden relacionar los contenidos del pasado con su presente, qué consecuencias generaron en su cotidianidad.

Darío Sztajnszrajber: –El aula tradicional, para decirlo en términos nitzcheanos, ha muerto. Lo cual no necesariamente signifique algo negativo: en todo caso, debemos repensar por donde pasan la transferencia y el conocimiento. Creo que enseñar hoy contenidos en un aula es una pérdida de tiempo, porque los pibes los tienen disponibles en plataformas que antes no existían. Usar ochenta minutos de Filosofía en el colegio para dictar los conceptos fundamentales de Sócrates no tiene sentido. Hay que crear acontecimientos filosóficos. Una vez, cuando era profesor de secundario, quise llevar a los alumnos caminar, emulando las caminatas que hacía Aristóteles, pero siempre tenias una autoridad que te decía: “vuelvan al aula, esto no es joda”.

–Las políticas educativas oficiales tienden a hablar, curiosamente, de la despolitización de las aulas y de los contenidos. ¿No supone esto una contradicción, en el sentido de que revisar la historia implica de por sí un hecho político?

F.P.: –Habla de educación gente que no tiene la menor idea, que no pisa un aula desde hace cuarenta años. Y ahí estamos ante un problema. Existe una gran ignorancia sobre lo que pasa en la escuela de una gran parte de los formadores pedagógicos, y también de opinión, que no saben lo que ocurre en un colegio, cómo se enseña, y con qué métodos. Todo lo que se salga del mitrismo, de ese relato oficial que se sigue reproduciendo, parece urdir intenciones políticas, pero nadie discute todo lo político que significó imponer esos discursos como cánones. La lógica actual, que por cierto el sistema avala, hace que los alumnos deban preocuparse únicamente por aprobar un examen. Se vuelven especuladores y, en ese contexto, el conocimiento queda completamente al margen.

D.S.: –Etimológicamente, la palabra “escuela” viene de “skholè”, que en griego significa “ocio”. Es decir: la gente iba a la escuela pasarla bien. Y fíjense qué deserotizada está la institución escolar actualmente que los pibes la viven como una carga y no como un lugar para realizarse. Obvio que un aula es un espacio político, porque hay relaciones de poder entre docentes, alumnos y autoridades, y esto genera conflictos de intereses. El tema es que el poder busca construir zonas apolíticas. Como el aula, o mismo la casa. ¡Los lugares donde, justamente, se ponen en evidencia las relaciones de poder! El conocimiento sale de ese choque de espadas, de lo contrario el docente fagocita al alumno hasta convertirlo en otro ladrillo en la pared, como ya lo explicó Pink Floyd.

La resistencia como pregunta

En tiempos de posverdad, en los que la verdad es dinamitada por la verosimilitud (no importa qué se dice, sino cómo),emergen desde esas ruinas quienes buscan explicaciones revolviendo los escombros. “Pensar hoy una resistencia es pensar no sólo prácticas y narrativas que rompan las del poder, sino también las de esas resistencias que el propio poder genera para su funcionalidad”, apunta Sztajnszrajber. Y ejemplifica: “La idea del Panteón de los Próceres delimita los modelos a seguir y también, por exclusión, los que no. Y produce un efecto narcotizante, en el sentido de que da placer y tranquilidad consumir y reflejarse en un discurso cerrado y, por ende, indiscutible. En ese sentido hablaba Marx de la religión como el opio de los pueblos”.

–¿Michel Foucault y su análisis de los dispositivos de control y poder se volvió una lectura indispensable para entender todo esto?

D.S.: –Es que se volvió actual, aunque hayan pasado más de cincuenta años de alguna de sus obras, porque sirven para entender la exclusión y la forma en la que hoy trabaja el capitalismo en la intervención de los cuerpos. Pero la extemporaneidad no es un rasgo de Foucalt, sino de la Filosofía entera: podés entender mejor al gobierno de Macri a través de La república que por muchos pensadores contemporáneos, porque ese libro provee categorías de análisis muy valiosas. Ya en ese entonces Platón hablaba del hombre justo como una armonía entre sus dimensiones racionales e instintivas, y por añadidura esto se extendía a la polis, donde la injusticia residía, entre otras cosas, en la intromisión del mundo de la empresa o del comercio en las decisiones políticas.

–Rescatan el tango “Desencuentro” para darle visibilidad a expresiones silenciadas durante la Década Infame. ¿La cultura popular sirve como atajo para reflejar aquello que dejaron afuera los relatos oficiales?

F.P.: –Es que la cultura popular es prácticamente el primer registro de la otra historia, aquella que el pueblo cuenta en base a lo que vive. El tango, ni hablar, pero antes la payada, un elemento que usó el anarquismo entre fines del siglo XIX y principios del XX para divulgar textos de Kropotkin o Bakunin entre obreros analfabetos. Es increíble como se han ignorado históricamente estas expresiones. Me viene a la mente una escena extraordinaria de Y la nave va donde un grupo de gitanos baila sobre la cubierta de un barco y, desde la primera clase, dos antropólogos los critican, cuestionando la autenticidad de ese baile popular. Una maestría de Fellini que por otra parte refleja un escenario real.

–Otro interés que comparten es la construcción de la identidad nacional, inquietud irresoluble que acompaña a historiadores y pensadores argentinos de todos los tiempos. ¿Es posible llegar a alguna conclusión?

F.P.: –No es esa la intención sino, por el contrario, dejar a la gente con más interrogantes que certezas. Porque la Argentina es un país aluvional, sostenido por identidades múltiples, entonces hablar de un único “ser nacional” es casi fascistoide. Muchas veces se alude al argentino espejándose en el porteño, que nada tiene que ver con el jujeño, por cierto tan argentino como aquel. En el “inventario” coexisten más de cincuenta naciones indígenas y casi sesenta colectividades extranjeras. ¡Tan solo en Oberá, una ciudad misionera de 60 mil habitantes, tenés medio centenar de colectividades! ¿De qué estamos hablando, entonces? O, mejor dicho: ¿a quién le sirve definir un “ser nacional”? Porque, en otro punto, esta idea de uniformidad identitaria disuelve también el conflicto de clases.

D.S.: –La identidad es una metáfora que busca un ordenamiento farmacológico, porque trata de encontrar aquello que es permanente en uno y, por ende, nos da más seguridad. Identidad surge de “ídem”, lo que se repite a sí mismo. Y eso se ata al concepto de Patria, como un padre compartido, y al de Nación, que viene de nacer. Todo remite a una misma sangre en el contexto de estados modernos, no sólo el argentino, que son artificiales, productos de imposiciones, de un alambrado que definió las fronteras “por que sí”. Entonces, los mitos sirven para darle sentido a esa artificialidad territorial y cunden en expresiones fundamentalistas como el reciente avance neonazi en Alemania, entre tantas otras. Pero, al mismo tiempo, del otro lado se tensa una decostrucción de identidades que no sólo afecta a lo nacional, sino también a lo sexual y a lo cultural, creo yo que como saldo positivo del posmodernismo.

–Uno de los mitos de origen de la construcción identitaria argentina es la Independencia de 1816, de la que se cumplieron 200 años. ¿Cuánto de mito y cuánto de independencia hubo en este relato fundante?

F.P.: –En principio, no fue tal independencia, porque luego hubo ocho años de guerras civiles. Pero, al mismo tiempo, el llamado Bicentenario de 1816 no generó demasiado interés ni entre los estamentos oficiales que podrían haberlo impulsado como pretexto para la reflexión histórica ni tampoco entre la gente. El año pasado, nosotros dos hicimos un ciclo referido al Bicentenario y sentimos un generalizado clima de apatía, de modo que ese debate siempre queda abierto.

D.S.: –El problema es plantearse la independencia en términos absolutos, error similar al que se comete cuando la felicidad o el amor son abordados de la misma manera. Porque absoluto implica no dejar nada suelto, ya que todo lo contiene, y esos términos no existen en la independencia. Siempre dependés de algo, en todo caso lo relevante es la gradación. Es decir, de cuántas dependencias de carácter opresivo lográs liberarte. Porque la independencia no se decide, sino que se apropia. Es producto de una lucha, no de un consenso: la ganás provocando una ruptura que inevitablemente genera perturbación.

Fuente de la Entrevista:

https://www.pagina12.com.ar/66264-el-discurso-escolar-se-dirige-a-un-pibe-que-ya-no-existe-mas

Comparte este contenido:

El conocimiento, fundamento de la educación

España / 1 de octubre de 2017 / Autor: Pablo García de Vicuña / Fuente: El Diario

Esta era de la globalización y de acceso inmediato a la información está llevando, sin tapujos, a un descrédito de todo aquello anterior a la época exclusivamente digital.

Recientemente, a través de un buen amigo que me procura lecturas interesantes, he tenido conocimiento de un artículo que mezclaba de forma inteligente política y educación. Concretamente, a lo largo de varias páginas, y desde el portal electrónico Sin Permiso, pretendía contestarse a la pregunta que enmarcaba su trabajo: ¿Ayuda a la extrema derecha la displicente actitud de la izquierda hacia la enseñanza de conocimientos? ( Russell, Richard).

No es la primera vez que hemos escrito sobre ambos conceptos, política y educación;  en junio, sin ir más lejos, hablamos de ello por cuestiones relacionadas con unas declaraciones de la Consejera Uriarte [Despolitizar la educación. eldiarionorte.es 6 junio 2017), adjetivando la educación vasca de politizada ante las reivindicaciones sociolaborales que hacíamos los sindicatos. Ahora, sin embargo, es otro el matiz del artículo del maestro británico: potenciar el valor del conocimiento como herramienta educativa fundamental en la tarea formativa y reivindicarlo  desde posiciones políticas de izquierda. Para ello –y siempre desde su punto de vista- se vale de la crítica a actuaciones presentes que relegan el aprendizaje a cuestiones de habilidades hechas a espaldas de la creatividad y de la crítica. “Sin conocimiento, el pensamiento crítico resulta inútil”, afirma con rotundidad.  Y no se puede dejar esa defensa solo a la ideología conservadora.

Cuenta Paulo Freire, en ‘A la sombra del árbol’, que en cierta ocasión le narraron cómo militantes de izquierda rechazaban sus enseñanzas bajo el argumento de que carecían de sentido; que la educación que se necesitaba nada tenía que ver con sueños, utopías y concienciación, sino con formación técnica y profesional del educando. A lo cual el admirado pedagogo contestó: “Por formación en­tendían entrenamiento. Eso es exactamente lo que siempre interesó a las clases dominantes: la despoliti­zación de la educación. La educación, en verdad, necesita tanto de formación técnica, científica y profesio­nal como de sueños y de utopía.”

Y tal afirmación me trasladó a los estimulantes debates sobre el pensamiento único, tan en boga en la década final del siglo pasado. Aquellos encendidos alegatos de  divulgadores -José Luis Sampedro, Noham Chomsky, Ignacio Ramonet, Joaquín Estefanía, o Josep Fontana, entre  tantos otros- formando un frente intelectual ante la dictadura neoliberal que disfrazada de investigación pseudohistórica avanzó Francis  Fukuyama y su célebre tesis sobre el fin de la historia. La caída del bloque socialista y, por ende, de la Guerra Fría que había condicionado totalmente la política internacional durante la segunda mitad del siglo XX, demostraba para la corriente conservadora el triunfo de la democracia liberal, la genuina, la representada en esencia por los EE.UU y el Reino Unido de Reagan y Thatcher. La diferencia estriba en que aquella izquierda era combativa y oteó un verdadero peligro en la posición ultraliberal de los neoconservadores, reaccionando adecuadamente. La actual, en opinión del articulista, no.

Enseñar a conocer también es aprender a admirar, cuestión difícil hoy en día para una parte de la juventud anestesiada si no recibe imágenes flaseadas a ritmos vertiginosos

Volviendo a Russell y a su impulso motivador, se muestra desesperado cuando relata la incomprensión de ciertas familias hacia ese profesorado que continúa formando en el conocimiento en vez de hacerlo  a través de Google. Y no le falta razón en su enfado si pensamos que esta era de la globalización y de acceso inmediato a la información está llevando, sin tapujos, a un descrédito de todo aquello anterior a la época exclusivamente digital.

Lo que algunos/as no perciben, sin embargo, es que también está arrastrando a situaciones peligrosas de desinformación y bulos y  a formar personas cada vez más iletradas. Así, demagogos y manipuladores de todo tipo brillan con luz propia en esta época de la posverdad. Son cada vez más quienes explican los éxitos inesperados de la campaña del Brexit o del propio D. Trump en  clave de dominio de esta posverdad o mentira emotiva que crea o modela la opinión pública hasta el extremo de desechar las fuentes de información contrastadas. (Por cierto, hasta la propia RAE ha considerado necesario incluir este mismo año tal neologismo en su nuevo diccionario. Que no se tache luego a la institución de no estar al día en la actualización del castellano).

Obtener conocimiento significa desterrar teorías acientíficas, como el creacionismo, por ejemplo, que, asombrosamente es defendido por el 42% de los y las estadounidenses en la actualidad. Desde que comenzó el año 2017 y al calor del impulso que tal teoría está viviendo en la nueva era Trump, cuatro estados estudian leyes dirigidas a autorizar su enseñanza en las clases de ciencias de los institutos, a igual nivel que la teoría de la evolución.

Una persona formada en el conocimiento será capaz de aumentar su libertad de elección, porque discernirá, de modo más correcto y entre variadas opciones,  lo mejor para ella misma.  Enseñar a conocer también es aprender a admirar, cuestión difícil hoy en día para una parte de la juventud anestesiada si no recibe imágenes flaseadas a ritmos vertiginosos. Luis García Montero afina con delicadeza sobre el valor de la admiración, cuando defiende que el derecho a admirar merece ser cultivado en estos tiempos “Forma parte de la ética de la resistencia dentro de una sociedad dominada por el descrédito (…)Reclamar el derecho a la admiración supone afirmar que (…) hay cosas que merecen un aplauso, esfuerzos que dieron resultado, acciones que llegaron a buen puerto, bellezas que forman parte del mundo con el mismo derecho que la basura y los desperdicios.” (“Un velero bergantín. Defensa de la Literatura”. Visor libros, 2014).

En el artículo aludido, Russell finaliza ofreciendo reividicar desde posiciones progresistas el valor del conocimiento; eso hará retroceder la marea del extremismo conservador, apunta.  Añadiría  -volviendo a  Paulo Freire (citado por Chomsky en “La (des) educación”) – que aunque  la educación no puede lograrlo todo, los educadores ( y las educadoras) deben descubrir qué resulta factible para contribuir a la transformacion del mundo para hacerlo más redondeado, menos anguloso, más humano. Y en ello, la formación basada en el conocimiento tiene mucho que aportar. El propio lema de la Universidad Pública Vasca,“Eman ta zabal zazu”, cierra cualquier duda al respecto: Dalo y difúndelo; conoce y extiende tu conocimiento. De tal estímulo, todas, todos saldremos beneficiadas/os.

Fuente del Artículo:

http://www.eldiario.es/norte/vientodelnorte/conocimiento-fundamento-educacion_6_690540960.html

Comparte este contenido:
OtrasVocesenEducacion.org