La idea sobre Dios y la religión de 5 grandes científicos de la historia

Por: BBC Mundo

¿Están la ciencia y la religión en conflicto por naturaleza?

Algunos de los grandes nombres de la ciencia han negado la existencia de Dios, pero a lo largo de la historia otros tantos trataron de encontrar una manera de reconciliar la ciencia y con su fe.

Para algunos de estos hombres y mujeres de ciencia, investigar el origen del universo era acercarse a la propia obra de Dios.

Aquí repasamos las posturas religiosas de algunos de los grandes científicos de la historia:

1. Galileo y su conflicto con la Iglesia

En 1614, el astrónomo italiano Galileo Galilei fue acusado de herejía por apoyar la teoría de Copérnico de que el Sol estaba en el centro del Sistema Solar. Esto fue revolucionario en un momento en que se creía que era la Tierra la que estaba en esta posición central.

En 1616, la Iglesia le prohibió enseñar o defender estas teorías.

Este episodio se considera uno de los grandes choques entre ciencia y religión. Sin embargo, Ernan McMullin, profesor de historia y filosofía de la ciencia en la Universidad de Notre Dame, consideró que el asunto fue mal entendido y esto no fue un choque entre ciencia y religión. ¿La razón? Todos los involucrados en el caso eran cristianos.

Galileo Galilei ante el tribunal de la Inquisición.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionGalileo Galilei fue acusado de herejía por la Iglesia.

Galileo escribió muchos miles de palabras sobre teología e interpretación bíblica mientras buscaba dar sentido a las observaciones telescópicas que estaba haciendo.

De hecho, fue el propio astrónomo quien dijo: «No me siento obligado a creer que el mismo Dios que nos ha dotado con el sentido, razón e intelecto nos haya destinado a renunciar a su uso».

2. La fe en la ciencia y en Dios de Mitchell

Maria Mitchell fue la primera astrónoma de Estados Unidos y la primera mujer elegida para la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias, en 1848. Ejerció como profesora de astronomía y fue una activista de los derechos de la mujer.

La astrónoma tenía una fe plena tanto en dios como en la ciencia. «Las investigaciones científicas avanzan y revelarán nuevas formas en las que Dios trabaja y nos trae revelaciones más profundas de lo desconocido», escribió.

Creía que las revelaciones de la biblia y la comprensión de la naturaleza a través de la ciencia no están en conflicto. «Si parecen estarlo» -dijo-, «es porque no se comprende ni lo uno o lo otro».

3. «Producto de la debilidad humana» para Einstein

El pensamiento del físico Albert Einstein sobre la religión estuvo muy influenciado por la obra del filósofo Baruch Spinoza.

El dios de Spinoza era un dios amorfo e impersonal responsable del orden del universo y la impresionante belleza de la naturaleza. Esta línea de pensamiento resonó profundamente en el científico.

Albert Einstein.Derechos de autor de la imagenAFP
Image captionPara Einstein, la palabra de dios no era más que «el producto de la debilidad humana».

Con su célebre «Carta de Dios», que Einstein envió al filósofo judío alemán Eric Gutkind, el físico fusiona sus pensamientos sobre la religión, su identidad judía y su propia búsqueda del sentido de la vida.

En la carta, Einstein refuta los argumentos que Gutkind expone en el libro «Escoger la vida: la llamada bíblica a la rebelión», en el que presentó a la Biblia como un llamado a la lucha, y al judaísmo e Israel como entes incorruptibles.

«La palabra Dios no es para mí más que la expresión y el producto de la debilidad humana», escribió el físico.

Einstein califica la religión judía de «encarnación supersticiosa» como lo son todas las religiones y la Biblia «una colección de leyendas venerables pero bastante primitivas».

«Ninguna interpretación, sin importar cuán sutil sea, cambiará mi punto de vista sobre esto».

«Y el pueblo judío al que pertenezco gustosamente y en cuya forma de pensar me siento profundamente anclado, no tiene para mí ningún tipo de dignidad diferente a la del resto pueblos. Según mi experiencia, en realidad no son mejores que otros grupos humanos», dijo el científico.

La carta se vendió el año pasado por US$2,9 millones en una subasta que se celebró en Christie’s, Nueva York.

4. El agnosticismo de Marie Curie

Marie Curie fue la primera persona en ganar el premio Nobel en dos disciplinas diferentes.

En 1903 recibió el Premio Nobel de Física junto a su marido y Henri Becquerel. Ocho años más tarde ganó un segundo premio Nobel, esta vez en química.

Marie Curie.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionMarie Curie creció como católica.

La menor de cinco hermanos, Curie -Maria Salomea Skłodowska- nació en Polonia en 1867. Su padre era ateo y su madre católica, y ella fue criada en el catolicismo. Sin embargo, abandonó la religión años más tarde, tras la muerte de su madre, lo que la llevó al agnosticismo.

La reconocida científica dijo en una ocasión: «Nada en la vida debe ser temido, solo debe ser entendido. Ahora es el momento de entender más, para que podamos temer menos».

5. El dios «innecesario» de Hawking

Durante toda su vida, el científico británico Stephen Hawking -quien padecía esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y murió en 2018 a los 76 años- trató de explicar el origen del universo.

Como escribió en su libro «El gran diseño» en 2010, sus trabajos sobre la teoría del Big Bang y la teoría del todo lo llevaron a una conclusión clara y contundente: «No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y darle inicio al Universo».

Stephen HawkingDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption«No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y darle inicio al Universo», escribió Hawking.

Pero tras afirmar que el Big Bang fue el comienzo de todo, la siguiente pregunta a la que se enfrentó es: ¿y entonces qué hubo antes?

«Cuando la gente me pregunta si Dios creó el universo, les digo que la pregunta en sí misma no tiene sentido«, narró Hawking en un video para el canal de televisión por cable especializado en ciencia Discovery Channel.

«El tiempo no existía antes del Big Bang, así que no había tiempo en el que Dios pudiera crear el universo».

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-47950245

 

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Película: El caso de Cristo

Reseña: Un investigador que bebe compulsivamente mientras conecta con cordeles datos y fotografías enganchados a un corcho no es la primera imagen que a uno le viene a la cabeza cuando se habla de “cine espiritual”. Sin embargo, es precisamente el núcleo de El caso de Cristo, una suerte de thriller en la onda de Zodiac Todos los hombres del presidente que utilizará la tensión de un proceso detectivesco para hablar de la fe.

El protagonista, periodista galardonado y ateo declarado, pone todas sus habilidades en juego cuando su mujer se convierte al cristianismo: no puede concebir que ella crea una mentira. El director Jon Gunn y los guionistas Brian Bird y Lee Strobel presentarán esta historia de intriga y drama matrimonial que surge a partir de una sugerente premisa: ¿puede la fe superar la prueba del racionalismo cerril?

Fuente: https://www.cinemanet.info/2018/01/9-peliculas-de-cine-espiritual-a-tener-en-cuenta-en-2018/

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Las Teologías del Sur son poscoloniales y decoloniales

Reseña:

Pretenden liberar a Dios del fundamentalismo, del imperialismo y de la violencia religiosa.

Las teologías del sur han surgido en el seno de los países oprimidos por el colonialismo, que sigue vivo y activo en todos los campos. Son teologías emergentes, poscoloniales y decoloniales, que cuestionan el sujeto teológico único falsamente universal. El objetivo de estas teologías es liberar a Dios del fundamentalismo, del patriarcado, del mercado, del imperialismo, del antropocentrismo y de la violencia religiosa.

l término Teología ha evolucionado hacia una ampliación de su sentido original, de manera que el concepto precisa de otros términos que concreten la acepción que se le pretende dar. En esta ocasión, se trata de las teologías surgidas en el sur, en contraposición a la del norte, radicada especialmente en Europa, de donde sus ideas de la divinidad se trataron de implantar forzadamente en los territorios que colonizaba. Conocer estas teologías meridionales desde una base norteña no es tarea fácil ni cómoda, pues supone el desprendimiento de paradigmas previos para abrirse a otros nuevos.

Esta es la tarea que se impuso Juan José Tamayo quien, tras años de diálogo y reflexión, ha reunido el fruto de su experiencia en un interesante libro: Teologías del Sur. El giro descolonizador (Editorial Trotta, Madrid, 2017). Un libro que recoge, de entrada, una introducción de muy obligada lectura ya que, además de sintetizar el recorrido intelectual del autor hasta culminar en esta publicación, aporta un completo panorama del satatus quaestionis, muy útil para la comprensión del fenómeno que analiza y, también, para obtener un marco adecuado para la mejor comprensión del contenido del libro.

Ya el título que encabeza esta introducción es más que significativo: Cambio de paradigma en el relato teológico. Los cambios de paradigmas surgen hoy por doquier, ya que lo que llamábamos cambios de mentalidad son tema habitual; se habla de un nuevo paradigma de la realidad, o de otro paradigma de la ciencia o de la filosofía.

Es decir: nos enfrentamos no al cambio de una disciplina concreta, sino al cambio de las premisas, hasta ahora bien asentadas, que nos permiten la comprensión y utilización de esa disciplina. En otras palabras, hablamos de una nueva óptica con la que interpretar lo que ocurre en nuestro entorno. Y es lo que nos ofrece Tamayo; hasta ahora, la teología era monolítica, dogmática, inamovible; ahora, surgen nuevas maneras de entenderla, de comprenderla, de criticarla y de modificarla.

Esta nueva visión se hace “en el horizonte de la liberación desde la opción por los pueblos oprimidos, con el reconocimiento de las diversidades culturales y en actitud crítica del capitalismo. Se trata de una teología histórico-crítica ubicada en el ancho mundo de la marginación y la exclusión, que intenta responder a los principales desafíos de nuestro tiempo, en diálogo con las ciencias sociales, las ciencias de las religiones y los nuevos climas culturales del Norte y del Sur”. No se trata, por tanto, de una teología abordada como una actividad académica, sino que hunde sus raíces en la praxis de la liberación como parte de la metodología y del propio contenido teológico.

Es significativo que Tamayo destaque tres centros entre todos los que ha visitado para ofrecernos su trabajo: el DEI (Departamento Ecuménico de Investigación), la CETELA (Comunidad de Educación Teológica Ecuménica Latinoamericana y Caribeña) y UBL (Universidad Bíblica Latinoamericana). Y, también, que resalte su investigación en el proyecto ALICE-Espejos extraños, lecciones imprevistas, que pretende definir para Europa un modo nuevo de compartir las experiencias del mundo.

ALICE detecta que Europa y el Norte global experimentan una sensación de cansancio intelectual y político, con una manifiesta incapacidad para dar una respuesta creativa a los desafíos de la justicia social, medioambiental y cultural que definen a nuestro mundo. Y, al propio tiempo, constata que el Sur global vive un esperanzador momento de innovación en todos los campos en los que el Norte global muestra agotamiento: económico, social, político, institucional, cognitivo. Esto, evidentemente, pone de manifiesto la presencia de un nuevo paradigma de comprensión de esta realidad.

La lección más importante

En su actividad, Tamayo reconoce la importancia que, dentro de los múltiples diálogos interreligiosos e interculturales que mantiene, alcanzan sus contactos con las personalidades del mundo musulmán, que le han llevado a desarrollar un proyecto complejo como es el de la teología islamo-cristiana de la liberación. Y expresa su experiencia y convicción: “La lección más importante que he aprendido en este diálogo crítico y autocrítico es que el futuro de la humanidad y de las religiones no se puede construir en contra, por encima o al margen del islam, sino en diálogo crítico y autocrítico con él, y que el futuro de las religiones no pasa por el anatema, sino por el diálogo de experiencias y saberes sin prejuicios ni jerarquizaciones apriorísticas”.

Es el propio autor quien ha recorrido el cambio de paradigma, pasando de un sueño dogmático a una nueva comprensión de su vida, de su pensar la religión y de hacer teología, basada en un proceso dialéctico de desaprender-reaprender. Un camino cargado de desafíos de los que advierte a quienes pretendan seguirlo o, al menos, comprenderlo.

Afirma Tamayo que las religiones son un constructo humano, surgido en un momento determinado para responder a los desafíos de esa época. Y como tales creaciones humanas son objeto de estudio por diferentes disciplinas: filosofía de la religión, fenomenología de la religión, psicología de la religión, antropología de la religión, historia de las religiones, etc. Y si  ellas, las religiones, pretenden tener una presencia significativa en este tiempo, han de estar atentas a las nuevas preguntas y nuevos desafíos que se presentan.

Tales desafíos no se producen de manera aislada, sino interrelacionada e interdependiente; por ello han de ser estudiados interdisciplinariamente: por ejemplo, no se pueden analizar las relaciones políticas sin tener en cuenta las relaciones económicas; así las cosas, nos ofrece el autor una lista de los retos más destacados que ha seleccionado para este ensayo.

De entre ellos y para este libro, ha elegido centrarse en el desafío del colonialismo, el neocolonialismo, los movimientos descolonizadores y las teorías poscoloniales y descoloniales. Y, junto al desafío, su alternativa: el giro descolonizador que están llevando a cabo las religiones y sus correspondientes teologías del Sur global.

Porque para él, el colonialiosmo sigue vivo y activo en todos los campos, retroalimentándose y reforzándose con otros sistemas de dominación, tales como el patriarcado, el capitalismo global, el desarrollo científico-técnico de la Modernidad, el antropocentrismo depredador de la naturaleza y los diferentes fundamentalismos. Y la tarea de descolonización afecta de manera especial a Europa, que desde siglos constituye el centro del colonialismo moderno.

Surgen así los estudios poscoloniales, un discurso que Tamayo define, citando a Beltrán, como “un conjunto de esfuerzos, principios, actitudes, fuerzas y procesos que buscan transformar la posición marginalizada de sujetos y sociedades dentro de una perspectiva global […] Es un discurso antisistémico, no teleológico, ni necesariamente oposicional, cuyo interés radica en deconstruir binarismos, interrogar linearidades y facultar sujetos marginalizados”.

Y nos ofrece las líneas principales por las que discurren dichos estudios: crítica del eurocentrismo en las ciencias sociales, la crítica del colonialismo (con especial mención a los subaltern studies), crítica de la colonialidad y del capitalismo constitutivos de la modernidad, junto a la aparición de la transmodernidad, del giro descolonizador, las epistemologías del Sur, la crítica contra la ideología colonial del orientalismo,  los feminismos periféricos, etc.

Cierra Tamayo esta obligada introducción a su obra con una guía para acometer su lectura. Introducción que, como se ha apuntado, es necesario conocer, porque sintetiza, de manera muy clara, el recorrido que ha seguido hasta el momento de presentarnos el fruto de su estudio.

Relaciones hegemónicas

Siguiendo la guía de lectura que nos propone Tamayo, nos encontramos con un primer capítulo en el que analiza las religiones hegemónicas desde una perspectiva histórico-crítica; unas religiones que, partiendo del abandono del pluralismo en su marcha hacia la uniformidad, niegan la diversidad religiosa y cultural, imponiendo un sistema único de creencias. Han sido a lo largo de la historia fundamentales agentes del colonialismo, el patriarcado, la eliminación de la diversidad cultural, religiosa, epistemológica y la biodiversidad. Y el autor nos ofrece su visión de seis paradigmas religioso-epistemológicos.

Nos habla, en primer lugar, del giro monoteísta, cuando se pasa de un politeísmo generalizado a la creencia en un único dios; un giro que impidió que los dioses existentes hasta entonces, que transitaban de una creencia a otra con un simple cambio de nombres, vieran interrumpida su traductibilidad. La divinidad única se erige como verdadera y considera enemigas a todas las otras deidades, generando diferentes tipos de violencia para establecer y consolidar su hegemonía.

Con tal sustrato, no es extraña la aparición de un nuevo paradigma, el católico romano medieval que se ha extendido hasta fechas nada lejanas. Su principal característica es la vinculación que establece con el poder político, al que apoya y sustenta a cambio de su exclusividad y en el que las mujeres solo alcanzan un papel de total subordinación. Que se produjeran reacciones contrarias es una respuesta lógica, manifestada en movimientos tales como el catarismo, el franciscanismo, el movimiento valdense, etc. Este paradigma se extendió hasta el pontificado de Juan XXIII y la realización del Concilio Vaticano II.

Pero esta realidad no permaneció en Europa, sino que acompañó a los conquistadores de América Latina, donde la imposición del cristianismo actuó como instrumento de control religioso, dominación política, mantenimiento del orden social y hegemonía cultural. Un cristianismo que no pasó de ser una copia y sucursal del catolicismo hispano romano: un cristianismo antimoderno, antiliberal, contrarrevolucionario, patriarcal y colonial. A esta primera oleada siguió otra, ya en el siglo XX capitaneada por un clero católico empeñado en modernizar su Iglesia. También este paradigma tuvo sus detractores, críticos con la colonización y defensores de las comunidades indígenas.

Tras América, África. Con certeras palabras nos expone Tamayo este paradigma: “En el siglo XIX se produjo un cambio religioso y cultural en el continente africano a través de las misiones cristianas, que supuso el tránsito de las religiones ancestrales y originarias al cristianismo eurocéntrico colonizador, dogmático, uniforme y legitimador de los imperios europeos”.

Porque el imperialismo, un capitalismo en expansión, la colonización del continente y misiones cristianas son una constante en la historia africana. Esto supuso el intento de eliminar las culturas y espiritualidades originarias, a las que se calificaba de paganas e inferiores y la imposición de un imperialismo cultural y espiritual. Aunque el autor reconoce el papel desempeñado por las escuelas cristianas en la oposición a las conquistas coloniales, el fomento de valores africanos y la formación de muchos de sus líderes.

Lo sucedido en Asia no difiere mucho de lo que se ha venido exponiendo. Desde su llegada al continente, el cristianismo impuso un proceso de occidentalización en todos los órdenes de la vida, fue irrespetuoso con las culturas y religiones asiáticas, sin tener en cuenta que es una religión de tardía arribada a este continente y que  cuenta con un escaso número de seguidores. La alternativa ha sido una teología indígena que no sigue la tradición greco-occidental ni, incluso, la teología euroamericana, ambas alejadas de su realidad asiática.

En un paso más, el autor, por sus características especiales, deja a un lado la ubicación geográfica para centrarse en un mundo mucho más complejo como es el musulmán. Acusa a Occidente de pensar a Oriente partiendo de clichés ideológicos etnocéntricos que responden a los intereses y estrategias del poder dominante. Y nos ofrece unos a modo de destellos, a modo de ejemplos, que ilustren su planteamiento. Nos habla, así, de la sumisión cultural que se produjo en el tránsito de la Turquía del imperio otomano a la República laica; pero esto no es óbice para reconocer que los estados islámicos fundamentalistas no se distinguen, precisamente, por su respeto a los derechos humanos, aportando el ejemplo de la República Islámica de Irán, algunas actitudes de los Hermanos Musulmanes, etc.

Más sutil es la cristianización y occidentalización del concepto de religión. Palabras de Tamayo: La concepción de la religión ha sido elaborada por la tradición religiosa y cultural de Occidente conforme al cristianismo, que ha servido de referencia para la definición de religión y para la valoración, con frecuencia negativa, del resto de las religiones”. Y ofrece una serie de características que atribuye a la teología católica, tales como la trascendencia frente a la inmanencia, el proyecto de salvación metahistórica, el desprecio del cuerpo, la institucionalización jerárquica, etc.

Finalmente, Tamayo aborda la tipología hegemónica de las religiones que lleva el sello del centralismo, con un desigual reconocimiento y una jerarquización. Y nos ofrece varias tipologías, todas ellas marcadas por criterios imperiales y coloniales, tales como la que distingue entre religiones universales y religiones locales o minoritarias, la tipología que distingue entre religiones monoteístas y religiones politeístas, o entre religiones reveladas y religiones naturales.

En definitiva, nos ofrece el autor un panorama bastante duro de una realidad que, afortunadamente tiene visos de cambio.

Teologías emergentes

“El capítulo segundo se centra en el análisis de las teologías emergentes, poscoloniales y decoloniales, que cuestionan el sujeto teológico único falsamente universal y toman conciencia de la emergencia de los otros-as en todos los terrenos de la existencia humana, también en la vida y el discurso de las religiones”. Son estas las palabras con las que Tamayo nos introduce, según el itinerario que nos propuso, en tan apasionante tema.

Parte de la premisa de que, en la Modernidad europea, la teología cristiana fue una disciplina irrelevante en el concierto de saberes; sin argumentos, se opuso tenazmente al clima cultural y filosófico del momento; se opuso a los avances científicos y a las revoluciones sociales, aunque muchas de ellas tenían como base el Evangelio. Fue conservadora en el campo político, defendiendo el orden establecido y rechazando las libertades y los derechos humanos.

De esta situación comenzó a salir lentamente en los siglos XIX y XX, con el recurso a los métodos histórico-críticos y a los sociológicos de la antropología, abandonando  una teología que estaba alejada de la realidad humana, centrada en cuestiones celestiales. Una teología que “apenas motivaba el pensar de la fe, alejaba la experiencia religiosa, de la reflexión sobre Dios y, por supuesto, del compromiso y del testimonio de la fe”.

Ese avance que se apuntaba lleva a la teología a una etapa de madurez, que se caracteriza por una gran creatividad y un amplio pluralismo, y cita el autor a cinco movimientos que señala Gibellini: 1) El de la teología liberal, que propugna una teología científica entendida como saber histórico y reflexión crítica; 2) el de la teología dialéctica, continuado por la teología de la palabra; 3) la teología del giro antropológico, cuyo horizonte es el ser humano, y que se despliega en varias tendencias: la teología existencial, la hermenéutica, la de la cultura y la trascendental; 4) el de la teología centrada en las relaciones entre cristianismo, Modernidad, secularización y liberación y que se despliega en tendencias tales como la teología de las realidades temporales, de la secularización, de la revolución, de la esperanza, teología política, teologías de la liberación y teología feminista; y 5) el de la teología intercultural, interétnica, interreligiosa y ecológica.

Así, pues, la teología se abre lentamente a nuevos horizontes, como el hermenéutico, el intercultural, el interreligioso, el feminista, el ético-práxico, el ecológico, el anamnético, el utópico, el simbólico, el económico-político, el decolonial, el de la liberación, el de la misericordia y el de las ciencias de las religiones, a todos los cuales dedica certeras explicaciones. Por lo que frente a aquella teología monolítica e inamovible, “la teología hoy ha de caracterizarse por la provisionalidad y el tanteo, la búsqueda y la interrogatividad, la imaginación y el riesgo, la autocrítica y la sospecha permanente”.

Pues bien, en este contexto de creatividad teológica es donde han de situarse las teologías emergentes, entendiendo por tales los discursos religiosos que se desarrollan con nuevos sujetos teológicos, rompen con los estereotipos de un sujeto supuestamente universal, pero en realidad local, parcial, excluyente. Son, por consiguiente, teologías que desnormalizan, desnaturalizan, desacralizan y desdivinizan, dando lugar a nuevos discursos teológicos.

Ejemplos de tales nuevos discursos son las teologías de la liberación por parte de los seres humanos empobrecidos, las teologías feministas, las teologías indígenas de la liberación por parte de los pueblos originarios, las teologías afrodescendientes de la liberación, las teologías de los colectivos lgtb, la teología del diálogo intercultural e interreligioso, la teología ecológica, la política y la económica, así como las teologías poscoloniales.

Se trata, en definitiva, de la emergencia del otro, de los otros, de la otra, de las otras; una emergencia que ha provocado activa oposición y condena por parte de los poderes conservadores e integristas. Ahora, las personas consideradas subalternas pasan a ser el sujeto privilegiado de la revelación y de la teología.

El objetivo de estas teologías es liberar al mismo Dios de las estructuras ideológicas de la opresión que el cristianismo ha construido históricamente, en otras palabras, fruto de la reflexión del autor, “liberar a Dios del Dios del fundamentalismo, del patriarcado, del mercado, del imperialismo, del antropocentrismo y de la violencia religiosa”.

Foto: Bilder_meines_Lebens

Teologías poscoloniales

Las teologías poscoloniales figuran entre las emergentes que comentamos, unas teologías caracterizadas por la deconstrucción de los paradigmas religiosos-epistemológicos coloniales y la recuperación del variado universo cultural, ético, religioso y epistemológico de las tradiciones religiosas y culturales y de las experiencias de vida de las comunidades originarias.. Nacen y se desarrollan muy vinculadas con los movimientos sociales de colectivos oprimidos.

Tamayo nos ofrece, seguidamente, un extenso análisis de los trabajos que se llevan a cabo en materia de teología poscolonial, centrándose en los que realizan dos centros de referencia, la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo (ASETT) y el Foro Mundial de Teología y Liberación (FMTL). Estas páginas suponen un resumen de los trabajos que se llevan a cabo en este orden y en los que el propio autor participa activamente y que, en varios sentidos, constituyen elementos utilizados en la elaboración de esta interesante obra.

Tras estos primeros capítulos que sirven de referencia, Juan José Tamayo desciende (o asciende) al terreno de lo concreto, planteando, en primer lugar, el tema de las teologías africanas. No puede sentirse orgullosa Europa y en menor medida América del papel que ha jugado en este continente.

Con referencias a Luis de Sebastián, el autor cita diez plagas que han marcado el paso del norte por África: el subdesarrollo, enfermedades, guerras, hambre, maltrato a las mujeres, falta de democracia, corrupción, explotación, deuda externa y marginación e insignificancia. Triste herencia. Porque, junto a la pobreza estructural, los africanos sufren la pobreza antropológica, causada por el colonialismo que ha provocado la pérdida de sus culturas e idiomas, el debilitamiento de su capacidad creativa, la destrucción de sus valores autóctonos, sus creencias y símbolos religiosos.

África cuenta con una rica variedad religiosa que va desde las religiones originarias hasta el islam y el cristianismo, siendo aquellas frecuentemente menospreciadas y minusvaloradas. El cristianismo, por su parte, ha realizado un proselitismo violentador de las conciencias para imponer su paradigma, mientras que tradicionalmente margina a las comunidades locales de los centros de poder eclesiástico.

“En ese contexto viene desarrollándose desde hace varias décadas un cristianismo descolonizador y una teología de la liberación que integra los elementos fundamentales de la antropología africana”. Se trata de una teología no hecha a imagen y semejanza de la europea, sino que nace en su propio contexto. En este recorrido hay varias etapas que el autor analiza.

Así, nos habla de una recuperación de la identidad cultural africana con un primer paso centrado en la revista Présence Africaine y en el primer Congreso Internacional de Escritores y Artistas Negros. Un segundo escalón se produce con la aparición del libro Des prêtres noirs s’interrogemt, firmado por un grupo de sacerdotes africanos y que se considera como el acta de nacimiento de la teología poscolonial negra africana, defendiendo la indigenización del catolicismo. En la etapa siguiente se produce la aparición de dos enfoques, uno pluralista que considera la autoridad casi exclusiva de la cultura occidental como una traición a la personalidad africana; y el enfoque universalista, que pone el acento en el carácter universal del cristianismo y su teología.

Ocupa varias páginas un serio comentario sobre los congresos africanos de teólogos del tercer mundo, en uno de los cuales, el celebrado en Accra, se definen las características de una teología africana: contextual, de la liberación, inclusiva de las mujeres, que compagine la reflexión bíblica con el análisis interdisciplinar y teología desarrollada en medio de la conflictividad histórica.

Esta teología emergente busca anular las estructuras religiosas llegadas de la mano de la colonización, buscando la creación de pequeñas comunidades insertas en la cultura africana con una organización mínima y flexible, implicando un diálogo interreligioso, intercultural e interétnico.

Para Juan José Tamayo se dan varias tendencias en la teología y el cristianismo africano. Enumera y presenta, así, la teología culturalista, que acentúa el elemento de la identidad en torno a la categoría “negritud”; la teología africana de la liberación, que va más allá de la culturalista, creyendo necesario hacer un análisis más amplio de la realidad que tenga en cuenta, además de los aspectos culturales y étnicos, los económicos, políticos y sociales; la teología de la reconstrucción, que busca un nuevo paradigma para la reflexión y organización concreta de la vida de las iglesias; la teología feminista, que intenta dar expresión literaria a las aspiraciones religiosas de las mujeres africanas y reformular sus relaciones con Dios en el contexto de la cultura africana; en definitiva, no hacer teología como si fuesen europeos de piel negra, sino buscar la apropiación africana del cristianismo.

Por sus especiales características de lucha sudafricana contra el apartheid, el autor ofrece información sobre su peculiar manera de hacer teología, bajo el signo de la dignidad en un sistema de desigualdad, dedicando especial atención a la filosofía ubuntu nacida entre los bantúes y que subraya los vínculos y las relaciones entre las personas en busca de la armonía cósmica.

Sin abandonar la teología negra, hay un capítulo especial dedicado a la concreta de los Estados Unidos, que surge en un intento por entender la identidad de la comunidad de color, en su mayoría cristiana, buscando la compatibilidad entre ser negro y cristiano en una sociedad blanca, cristiana y racista. Una teología que nace de las experiencias de opresión y esclavitud multiseculares, que ha contado con ilustres representantes, en diferentes campos, como Martin Luther King o Mancolm X, y que tiene una fecha de fundación fijada en el manifiesto de los obispos negros del 31 de julio de 1966.

Es importante lo que nos explica Tamayo: “La clave hermenéutica de la teología de las minorías negras en Estados Unidos era le negritud, pero no entendida como el simple hecho del color de la piel, sino como la conciencia de pertenecer a una comunidad de personas oprimidas de la misma etnia y como una manera distinta de ser, de vivir y de pensar el mundo; como símbolo de la opresión, al tiempo que de solidaridad con todas las personas y pueblos oprimidos, y de la esperanza en la liberación”. Tres estadios hay en su desarrollo: 1) nacimiento, de 1966 a 1969; 2) la elaboración sistemática, de 1970 a 1976-1977; y 3) la búsqueda de espacios de diálogo y vinculación con otras teologías de la liberación, de 1977 en adelante.

Teologías asiáticas

Tras África, Asia. A juicio del autor, su análisis constituye una de las aportaciones más innovadoras de este libro y que consta de una gran complejidad como corresponde a la realidad de este continente.

Constata la presencia de diversas identidades en el continente, debida a una visión plural de la realidad y a un ethos transversal de la comprensión del otro, pues el yo no se entiende sin referencia a la colectividad. Un ethos que no aspira a reconciliar las diferencias para alcanzar la concordia y la armonía, sino que la unidad se logra avanzando juntos en la búsqueda común. Se trata, entonces, de promover un diálogo interreligioso, que parte del pluralismo de las religiones existentes en Asia como un imperativo para la convivencia.

Tamayo nos ofrece una panorámica de la situación, detallando el contexto socioeconómico de la región, que guarda las cicatrices del colonialismo, provoca la presencia de unas élites occidentalizadas que imitan los modelos coloniales y donde las mujeres mantienen una posición subalterna. Y en el campo de la religión, resalta la presencia de una enorme diversidad cultural, lingüística, religiosa y política.

Nos ofrece el nuevo paradigma de las teologías asiáticas, que “se aburren con cualquier doctrina en términos de sistemas y expresan sus sospechas hacia los excesos de verbalización occidental”. Todas estas teologías, en las que se detiene en un pormenorizado detalle, parten de las experiencias de opresión y colonización vividas entre la conformidad y la resistencia y orientada hacia la propia liberación. Se están desarrollando conforme a ciertas claves: el pluriverso lingüístico, religioso y cultural; el diálogo intercultural, interreligioso e intercosmovisional; el encuentro con los grandes sistemas religiosos; las espiritualidades populares ancestrales y la ubicación en el lugar de los pobres.

Estas teologías asiáticas de la liberación integran algunas de las líneas de las metodologías  latinoamericanas y Tamayo nos ofrece los puntos de referencia de su actividad: los congresos de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo, para seguidamente detenerse en algunas de las más significativas teologías: la dalit, nacida en los sectores más bajos de la sociedad india, busca su liberación social y cultural, preparando a estos dalit a la lucha por su liberación, dando más importancia, por tanto, a la sociología que a la filosofía; curiosamente, Jesús de Nazaret es presentado como dalit.

La teología minjung nació en Corea a partir de la participación de los cristianos en su lucha contra la dictadura militar que gobernaba el país en la década de los setenta; minjung significa pueblo, utilizado aquí no en sentido étnico sino sociopolítico y económico, con el significado de oprimidos, empobrecidos y marginados.

En Filipinas nace la teología de la lucha, una reflexión de los cristianos en favor de la justicia social, contra la dictadura y en protesta por la militarización del país; en ella se nota la influencia de la teología latinoamericana de la liberación, como reflexión del pueblo en las comunidades de base. Su fundamento espiritual es la lucha contra el sufrimiento, cuyo paradigma es Jesús de Nazaret, una provocación para el compromiso y la lucha.

En cuanto a la teología islámica de la liberación, nos dice Juan José Tamayo que en el islam asiático esta teología se desarrolla en torno a unos ejes temáticos: la crítica del monoteísmo intolerante, el fundamentalismo; la recuperación de los más bellos nombres de Dios, que remiten a experiencias de solidaridad, justicia, compasión, …; la ética como teología primera; la recuperación del sufismo y, finalmente, la lectura feminista del Corán.

En la India, la teología de la liberación se cultiva y desarrolla en el hinduismo, en el que brilla con luz propia Gandhi. Y, por lo que respecta al budismo, nos avisa de que en esta corriente existen principios y prácticas que tienden a la transformación de la sociedad, viviendo una espiritualidad socialmente comprometida, muy alejada del estereotipo que considera al budismo como una religión pasiva ajena a la realidad. En cuanto al confucionismo, destaca su visión de buscar la felicidad personal y su bienestar, pero no aisladamente, sino con los demás, aunque advierte de una serie de desviaciones que se han producido a lo largo de la existencia de esta creencia.

También se estudia la teología judía de la liberación, haciendo un detallado análisis y comentario del libro fundamental en este sentido de Marc H. Ellis, Hacia una teología de la liberación. Se trata de una teología que revisa críticamente la imagen violenta de Dios de frecuente presencia en la Biblia, recuperando el monoteísmo ético y la tradición del Dios de la esperanza y del futuro; todo ello, en torno a dos principios: la esperanza como virtud para hacer el camino hacia la utopía del nuevo cielo y la nueva tierra y, por otro lado, la memoria subversiva de las víctimas.

Cercana en muchos sentidos a esta última teología, se sitúa la palestina, que también cuestiona la imagen exclusivista y violenta de Dios y elabora una cristología del Siervo Sufriente como alternativa a la del Hijo de David; como otras teologías de la liberación, su metodología se orienta hacia un análisis de la realidad sufriente del pueblo palestino, juicio ético y denuncia, hermenéutica crítico-liberadora de los textos bíblicos y estrategias de acción no violenta en favor de la paz en el conflicto palestino-israelí.

Dicho todo esto, el autor nos enfrenta a un nuevo paradigma de la teología de las religiones en Asia, ante la perspectiva de la extrema pobreza en muchas regiones, la pluralidad religiosa, la poca presencia del cristianismo y el diálogo entre las grandes cosmovisiones orientales; se trata de un paradigma que descubre dimensiones liberadoras en las grandes tradiciones culturales, religiosas y espirituales en torno a tres presupuestos apenas tenidos en cuenta por la teología occidental: el reconocimiento de un tercer magisterio, el de los empobrecidos, la ubicación social en las comunidades humanistas de base y la intencionalidad liberadora. Aquí desarrolla el planteamiento de Pieris en su libro Liberación, inculturación, diálogo interreligioso, destacando el importante papel que puede jugar el marxismo y, especialmente, el feminismo asiático, un movimiento que no es coyuntural, y el papel crítico de las mujeres contra la androcracia ginefóbica.

Plantea una más que interesante pregunta: ¿hay lugar para Cristo en Asia? Rotundamente no a los cristos que se ha pretendido exportar desde occidente; allí es precisa una cristología guiada por una intencionalidad liberadora bajo el imperativo ético de la opción por los empobrecidos.

Por lo que respecta a la teología feminista en Asia, Tamayo destaca que su peculiaridad radica en su ubicación en contextos multirraciales, multilingüísticos, multirreligiosos y multiculturales, así como en su diferenciación de la teología feminista occidental y de la teología de la liberación elaborada por hombres.

Se trata, en definitiva y como ya se ha apuntado, de un capítulo troncal de esta obra, en el que se recorre las múltiples realidades de este vasto continente, con el desarrollo de las acciones que se están llevando a cabo por entidades y personalidades para construir su propia teología de la liberación, con la aproximación a los autores y pensadores que son de referencia para conocer este tema.

Foto. Sasint

Teologías latinoamericanas

Y no menor importancia tiene, lógicamente, el bloque en el que se estudian las teologías latinoamericanas, que tanto han dado que hablar, dialogar, condenar, reprimir, etc.

A fin de ofrecernos una panorámica sobre este aspecto particular, Tamayo nos plantea una pregunta: ¿ha muerto la teología de la liberación? Una cuestión que cobra sentido ante el aparente silencio que se ha extendido sobre ella en las últimas décadas. Lo ocurrido es que se la ha sometido a un acoso permanente, no solo por parte de la Iglesia Católica, sino, también, por parte de las administraciones de algunos países. ¿Qué ocurre, pues? ¿Nos encontramos ante una anciana moribunda?

Rotundamente no: “ni la globalización ha logrado someter a la teología de la liberación a su lógica excluyente, ni el pensamiento único ha conseguido domesticar la función de crítica de dicha teología, ni su suerte estuvo nunca asociada a la del socialismo real”. No está fenecida una teología que ha desenmascarado los efectos destructivos de la globalización neoliberal en economía, política, social y ecología, siempre crítica con el socialismo real apostando por el humanista.

Hay que tener en cuenta que esta teología de la liberación latinoamericana es un ente vivo, en constante recreación y refundación, que no se mueve en el campo de la razón pura, sino en el de la razón práctica.

A más abundamiento, se añade la actitud del actual pontífice Francisco, que pasa del anatema de sus predecesores al diálogo, del silenciamiento a la escucha, del ocultamiento a la visibilidad y del alejamiento a la proximidad, con un análisis dialéctico de la realidad, alejado del ingenuo e idealista.

Tiene esta teología que afrontar no pocos desafíos, como, por ejemplo, luchar contra la cultura de la apariencia, de lo superficial; el deterioro de las raíces culturales; la proliferación de nuevos movimientos religiosos, incluso fundamentalistas; la reducción de la iglesia al ámbito privado; la superficialidad en el planteamiento de cuestiones morales; la crisis de la familia; el individualismo posmoderno; etc. ¿Cuál sería la alternativa? Una educación crítica y en valores.

Esta teología latinoamericana de la liberación no es una sucursal de la elaborada en el Norte global; se ubica en el mundo de la marginación y de la exclusión, en el contexto de la filosofía de la liberación de Paulo Freire, en el paradigma de una democracia participativa y en el horizonte del socialismo humanista. En este sentido, una de las principales aportaciones que ha traído es el método de historización de los conceptos filosóficos y teológicos de Ignacio Ellacuría, que se explica detenidamente en esta obra.

Dentro de esta teología se han producido cambios en varias direcciones, que se hallan en la base de la teología feminista, con especial incidencia en la referida a la mujer negra latinoamericana y caribeña; de la ecoteología, en la que figuran las contribuciones de la encíclica Laudato si; de la teología indígena; de la afronegra en América Latina y el Caribe; de la teología económica de la liberación, trasnversal a todas las teologías particulares, que constata que la economía neoliberal opera como un sistema de creencias y que, incluso, posee unos presupuestos teológicos; de la teología del pluralismo religioso, fruto del mosaico de culturas y religiones de la región, con especial referencia a los cinco volúmenes del libro coral Por los muchos caminos de Dios; y de la teología queer, que recupera el sujeto sexual plural.

Sin ser una corriente dentro de esta teología, cabe destacar lo que se ha dado en llamar la teopoética de la liberación, un género literario que expresa los contenidos utópicos y liberadores a ritmo de poesía, en el que destacan figuras como Ernesto Cardenal, místico y poeta revolucionario, Pedro Casaldáliga y su poesía encarnada en la revolución, o Rubem Alves, la imaginación hecha carne.

Una nueva pregunta nos plantea Tamayo: ¿ha sido la teología latinoamericana de la liberación una teología posdecolonial, lo son las corrientes actuales? No hay fácil respuesta. Lo que sí se constata es que hay una doble ruptura con la teología europea, en el campo político y en el epistemológico; así como con dos teologías del Viejo Continente, con la de la esperanza, de Moltmann, y la política del primer Metz.

Un apartado especial dedica el autor a Sumak Kawsay y la teología indígena, por ser la más antigua que enlaza con los pueblos originarios. Tras hacer un recorrido histórico por los avatares que sufrió durante y después de la conquista, nos explica que se trata de una cosmovisión, una ética, un estilo de vida y un modo de relación armónica con la naturaleza, el cosmos, los ancestros, las otras comunidades y todos los seres humanos; es, en definitiva, un modelo que crea bien-ser, bien-estar y felicidad para todos los seres humanos y el planeta.

En la actualidad tiene importantes y creativas reformulaciones para responder a los nuevos desafíos, que detalla el autor. Y destaca la correspondencia entre el paradigma ético del Sumak Kawsay y la Declaración Universal del Bien Común de la Madre Tierra y de la Humanidad de la ONU, así como con la encíclica Laudato sidel papa Francisco.

Siendo la teología más antigua, distingue tres etapas en su desarrollo: 1) la originaria, previa a la conquista; 2) la violenta agresión de los conquistadores; y 3) la actualidad, caracterizada por una pluralidad de teologías. Lógicamente, tiene que hacer frente a determinados riesgos, tales como refugiarse en la propia identidad religiosa evadiéndose de los problemas reales; la tendencia al arqueologismo o fundamentalismo; el reducirla al elemento ritual; su desintegración al contacto con otros discursos teológicos; y, sobre todo, el propiciar un cierto mesianismo que convierte al pueblo indígena en el elegido para la salvación de los demás pueblos. Siendo el obispo Leónicas Proaño uno de sus más destacados referentes, dedica Tamayo varias páginas a analizar su pensamiento.

Fuente: https://www.tendencias21.net/Las-Teologias-del-Sur-son-poscoloniales-y-decoloniales_a44321.html

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Dios y la Educación

Por: Pedro Tejivano

Antes o después tendremos que plantearnos el problema del último porqué y de la existencia o no de un sentido final.

Ante la problemática que nos plantea la educación laicista, en la que Dios no cuenta para nada, podemos preguntarnos si es adecuada una educación en la que Dios no esté. Es indiscutible que antes de optar por Dios o contra Él, ateos y creyentes podemos encontrarnos colaborando juntos en defensa de la dignidad humana y en la tarea de transformar el mundo. Pero antes o después tendremos que plantearnos el problema del último porqué y de la existencia o no de un sentido final. Quien no acepta a Dios y la existencia de una verdad universal tiene que escoger como valores supremos realidades como el dinero, el placer, el poder, valores que en modo alguno pueden identificarse con Dios, cosa que no sucede con aquellos que escogen como meta de su vida a Dios, la Verdad, la Justicia o el Amor, que son valores supremos que sí pueden identificarse con Dios.

En 1937, en su Encíclica Mit brennender Sorge contra el nazismo, Pío XI escribía: “Sobre la fe en Dios, genuina y pura, se funda la moralidad del género humano. Todos los intentos de separar la doctrina del orden moral de la base granítica de la fe, para reconstruirla sobre la arena movediza de normas humanas, conducen, pronto o tarde, a los individuos y a las naciones a la decadencia moral. El necio que dice en su corazón: ‘No hay Dios’ se encamina a la corrupción moral (Sal 13[14],1). Y estos necios, que presumen separar la moral de la religión, constituyen hoy legión. No se percatan, o no quieren percatarse, de que, el desterrar de las escuelas y de la educación la enseñanza confesional, o sea, la noción clara y precisa del cristianismo, impidiéndola contribuir a la formación de la sociedad y de la vida pública, es caminar al empobrecimiento y decadencia moral. Ningún poder coercitivo del Estado, ningún ideal puramente terreno, por grande y noble que en sí sea, podrá sustituir por mucho tiempo a los estímulos tan profundos y decisivos que provienen de la fe en Dios y en Jesucristo” (n. 34).

Pío XI desde luego tenía razón. La decadencia moral de que hablaba se ha concretado en los genocidios marxista y nazi, así como el genocidio actual del aborto y el que quieren aprobar de la eutanasia. No conformes con ello, y como consecuencia directa y querida del laicismo y de la ideología de género, pretenden también destruir el matrimonio, la familia y corromper a los educandos con la promiscuidad sexual, en la que algunos incluyen hasta la pederastia.

Afirmamos, aunque algunos piensen otra cosa, que no existen ni una enseñanza ni una educación neutra, pues siempre hay en juego una serie de valores explícitos o implícitos, que eso sí, pueden ser positivos o negativos. Mucho me temo que unos padres o educadores que pasan de Dios, sólo pueden educar a sus educandos en valores puramente materiales. La educación debe estar al servicio de la verdad, enseñando ante todo qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, y tiene como objetivo un proceso de maduración o de crecimiento y construcción de la personalidad, y como lo que da sentido a la vida es el amor, educar es transmitir lo mejor que uno ha adquirido a lo largo de la vida, lo que supone fundamentalmente enseñar a amar.

Educar es, ya desde la infancia, sembrar ideales, formar criterios y fortalecer la voluntad, pues todo aprender supone un esfuerzo. La educación ha de ser integral, es decir, afecta a todas las dimensiones humanas, como lo racional y afectivo, lo intelectual, lo religioso y moral, lo temporal y lo trascendente. La función de la educación no es sólo instruir o transmitir unos conocimientos, sino formar el carácter capacitando para el sacrificio, así como enseñar los valores y comportamientos, inculcando el sentido del deber, del honor, del respeto, convenciendo y persuadiendo gracias a un diálogo abierto y permanente, mejor que imponiendo. “La educación consiste en que el hombre llegue a ser cada vez más hombre, que pueda ser más y no sólo que pueda tener más” (San Juan Pablo II, Discurso en la Unesco, 1980). Educar es tener una idea precisa del modelo de persona que se persigue, es decir, enseñar el significado de la vida, el porqué y para qué vivir, lo que propicia el desarrollo de la persona.

La pregunta que podemos por tanto hacernos es: ¿qué papel juega Dios en nuestra educación? Ante todo recordemos que, como nos dice San Juan: “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8 y 16), siendo la más importante manifestación del amor de Dios hacia nosotros la venida de Jesucristo al mundo para redimirnos y salvarnos. La fe nos enseña no sólo que la vida tiene sentido, sino cuál es ese sentido.

Nuestra educación en la fe ha de partir de la vida, de modo que podamos participar plenamente en la comunidad eclesial y sepamos asumir consciente y cristianamente nuestro compromiso temporal. Necesitamos una visión de la vida llena de significado, en la que la fe, el amor y la entrega a los demás son los que la llenan de sentido. El objetivo de la educación cristiana no es sólo formar individuos útiles a la sociedad, sino educar personas que puedan transformarla. El proyecto de vida cristiano supone ante todo el convencimiento de que lo que Dios quiere y pretende de nosotros es nuestra propia realización y perfección humana, que es además el paso necesario para iniciar una transformación positiva del mundo. Ello se consigue por la apertura a la generosidad y a la trascendencia y como la gracia se edifica sobre la naturaleza, y desde luego no aceptamos la afirmación de Zapatero que la ley natural es una reliquia ideológica y un vestigio del pasado: si nos sabemos queridos por Dios, respondemos también con nuestro cariño y oración a esa llamada de Dios, sabiendo aceptarnos a nosotros mismos pese a nuestras limitaciones, fallos e incluso pecados, llegando así a la autoestima, confianza y seguridad personal.

Fuente: https://www.religionenlibertad.com/dios-educacion-60928.htm

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Libro: La lectura como plegaria: fragmentos filosófico

Reseña: Escuchar a Joan-Carles Mèlich es siempre una invitación a pensar, a reflexionar, a leer.  El filósofo Joan-Carles Mèlich reúne en este libro un total de 262 «fragmentos filosóficos» procedentes de sus cuadernos de notas. Se trata de una reflexión sobre la lectura, la escritura, la distinción entre moral y ética, el sentido, Dios, el infierno, la compasión, la intimidad, la finitud, el deseo, el perdón, las víctimas, la muerte…, en un género que rehúye las categorías y opta por las escenas, las imágenes, las metáforas. Mèlich nos ofrece, en definitiva, «un pensamiento fragmentario, abierto, no sistemático, contrario a la lógica metafísica».

Link de descarga:  http://nicklipscombe.info/93800-pdf-epub-libros-descargar-la-lectura-como-plegaria.php

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Reseña de película: no pierdas la fe.

África/Sudáfrica
La película habla sobre un hombre que sabia de Dios, pero realmente no conocía a Dios. Es la historia real de un granjero en Sudáfrica que tuvo Fe en Dios y empezó a predicar la palabra de Dios donde al mismo tiempo empezó a ver los milagros que Dios iba haciendo en su vida, en su familia y en su granja donde cosecho papas en una época en la que nadie le garantizaba que fuera a tener éxito, solo su fé en Dios le permitió alcanzar sus sueños?
Una gran película con excelente filmacion, excelente cinematografía y una historia muy bien escrita.

Titulo Original: Faith Like Potatoes
Titulo Hispano: Confianza en la Cosecha/No Pierdas La Fe/creer es poder
Idioma: Español Latino
País: Sudafrica
Año: 2006
Género: Drama
Tamaño: 1,93 Gb
Calidad Imagen: DVDrip
Formato: Avi

Basada en hechos reales
Imagen:http://1.bp.blogspot.com/-TZ7PB0Igwh4/UXVoEYCdFpI/AAAAAAAAAEE/IGoczHVJTuQ/s400/fe+cover1.jpg
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