¿Se puede educar la personalidad?

Por: José Antonio Marina

Los sistemas educativos están en ebullición en todo el mundo. Proliferan las propuestas, los métodos, los salvadores, las innovaciones, las reformas, los movimientos estratégicos. Tal proliferación me ha llevado a observarlos con la misma minuciosa tenacidad con que un botánico hace el censo de la naturaleza. La conclusión, que he expuesto en ‘El bosque pedagógico’, es pesimista. A pesar de la brillantez de muchos esfuerzos, no disponemos de una pedagogía ni de una psicología que nos permita resolver los imponentes retos que plantea una acelerada “sociedad del aprendizaje”. Una de las causas de esta impotencia es la fragmentación de sus teorías. Impulsados por la necesidad de analizar, estamos elaborando una “psicología y pedagogía de la hamburguesa”.

Carecemos de una teoría clara del sujeto humano. El conocimiento se ha separado de la emoción, la emoción de la voluntad, la memoria del aprendizaje, los procesos de los contenidos, la motivación del deber. Cada escuela psicológica es estupenda en lo suyo, pero no sabe qué hacer con lo del vecino. En la poderosa American Psychological Association (APA) hay cincuenta divisiones que no se hablan entre ellas. Troceamos al sujeto en competencias, destrezas, inteligencias múltiples, actitudes, capacidades, que a su vez se dividen en subespecies y, luego, intentamos unir como podemos esa picadura. La situación me recuerda lo sucedido a principios del siglo pasado. Surgió un gran interés por el estudio de los instintos, y una pléyade de investigadores se lanzó a identificarlos. Cuando llegaron a inventariar 6.200 instintos diferentes, pensaron que se habían pasado de la raya y el interés decayó.

El mundo anglosajón traduce “virtud” por “strength”, fortaleza. La educación del carácter es el fomento de las fortalezas humanas para la excelencia

Cada psicólogo ha enarbolado una idea, que defiende con aura de gurú, sin preocuparse de integrarla con las demás. Ken Robinson, el “elemento”; Daniel Goleman, la “inteligencia emocional”; Howard Gardner, las “inteligencias múltiples”; Mihály Csíkszentmihályi, el “flujo”; Martin Seligman, el “flourishing”;Angela Duckworth, la “determinación”; Marc Prensky, los “nativos digitales”; Michael Fullan, el “aprendizaje profundo”; Daniel Siegel, la “mindfullness”; Arthur Costa, los “hábitos de pensar”; Carol Dweck, la “mentalidad de crecimiento”. La gamificación –el aprendizaje mediante el juego- se impone. Aumenta la moda de las ‘flipped clasroom’. Se empieza a decir que no hace falta aprender lo que se puede buscar, y que el conocimiento no está en el sujeto sino en internet. La “pedagogía líquida” hace estragos.

Ante el concepto tosco

Es verdad que en los documentos oficiales se habla de “educación integral”, “holística”. El artículo 27 de la Constitución española afirma que la educación tiene por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana. Pero nadie se toma el trabajo de explicar lo que eso significa. ¿Se puede educar la personalidad? Acaba de aparecer el estudio ‘Valores y éxito escolar. ¿Qué nos dice PISA 2015?’, elaborado por Francisco López Rupérez Isabel García García. Terminan recomendando la “educación del carácter”, un proyecto educativo implantado sobre todo en Estados Unidos. Los autores hacen referencia al informe ‘Business Priorities for Education’, emitido por el Comité Consultivo Empresarial ante la OCDE , que recomienda la adopción de estos programas en los currículos educativos. Se suele entender como una “educación en valores”, cuando en realidad es una “educación en virtudes”. Lo que ocurre es que en Europa, la palabra “virtud” se ha pervertido. Ha perdido su carácter originario de “hábito que favorece la excelencia” y ahora muestra un aspecto timorato y modoso poco atractivo. El mundo anglosajón, en cambio, traduce la palabra “virtud” por “strength”, fortaleza, con lo que mantiene su vigor. La educación del carácter es el fomento de las fortalezas humanas para la excelencia.

Foto: iStock.
Foto: iStock.

En 1985, la Comisión Nacional de la Excelencia en Educación de Estados Unidos elaboró un documento sobre la importancia de este tipo de enseñanza. Después de varios años de estudio, en 1994 las dos Cámaras del gobierno americano adoptaron una resolución conjunta financiando la Educación del Carácter. En 1998 y 1999 la Educación del Carácter fue elegida la materia más importante en los colegios de enseñanza elemental y media, y en 1999 y 2000 esa prioridad se señaló también para la Enseñanza Superior. La Declaración de Aspen sobre la Educación del Carácter (1992), promovida por el Josephson Institute of Ethics y elaborada por educadores, expertos en ética y líderes de ONG, es uno de los documentos fundacionales del actual movimiento de Educación del Carácter en EEUU.

Para mí, el modelo americano tiene dos problemas. El primero, que se han apropiado del proyecto los sectores más conservadores de EEUU, y lo han convertido en un tipo restrictivo de educación moral. El segundo, que no tienen un concepto claro de personalidad. Los programas que hemos elaborado en la Universidad de Padres ‘online’ creo que superan ambos obstáculos.

A partir de las posibilidades derivadas del carácter, cada persona elige su proyecto de vida, que constituye el despliegue de su libertad

Ante todo, hay que responder a una pregunta: ¿se puede educar la personalidad? Personalidad es un concepto psicológico inventado para designar las pautas estables de pensamiento, sentimientos y acción de una persona. La mayor parte de los psicólogos sostiene que la personalidad se mantiene casi inalterada a lo largo de la vida, lo que la hace inmune al aprendizaje. No se puede educar algo que no puede cambiar. Creo que es un concepto muy tosco de personalidad. En los programas de la UP identificamos tres niveles de personalidad:

1.- Personalidad heredada. Cada niño nace con unos condicionantes hereditarios. Hay niños nerviosos y tranquilos, vulnerables y seguros. Simplificando, denominamos a estos rasgos innatos temperamento.

2.- Personalidad aprendida. A partir del temperamento, y gracias a la plasticidad del cerebro, los niños comienzan a adquirir hábitos, que son pautas estables de comportamiento, pero aprendidas. Tradicionalmente, se hablaba de ellos como de una “segunda naturaleza”. Los antiguos griegos designaban el carácter con la palabra ‘éthos’ , de donde deriva la palabra “ética”, que era la ciencia del carácter bueno. Era, por ello, el objetivo de la educación. El carácter es la individual articulación de los hábitos.

3.-Personalidad elegida. A partir de las posibilidades o imposibilidades derivadas del carácter, cada persona elige su proyecto de vida, que constituye el despliegue –mayor o menor– de su libertad. La libertad no es una capacidad innata repartida universalmente, sino un “hábito individual aprendido”.

Es fácil ver que el terreno educativo es la formación del carácter. Allí se forja la sumisión o la libertad de una persona. La educación debe quedarse ahí. La elección del proyecto personal es personal. La redundancia es inevitable. No podemos decidir la vida de nuestros hijos, de nuestros alumnos, de los ciudadanos. Sólo podemos ayudarles a formar el carácter adecuado para que ellos elijan bien.

La educación del carácter se ocupa del fomento de los hábitos intelectuales, emocionales, ejecutivos y éticos de una persona. Creo que el modelo de la UP supera con creces los modelos foráneos. Espero que vaya introduciéndose en el sistema educativo, que está abierto a innovaciones fulgurantes, pero blindado ante cambios profundos. Soy un optimista incorregible.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/educacion/2017-12-12/educar-personalidad-educacion_1490850/

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Australia: Reward or punishment: finding the best match for your child’s personality

Oceanía/Australia/Agosto del 2017/Noticias/https://theconversation.com

One of the more frustrating assumptions in the mix of modern parenting advice is the “tabula rasa” idea that all kids are born as identical clean slates.

I suspect the increase in this attitude is partly due to the loss of large families. With the total fertility rate in Australia down to 1.88 children per woman, the acceptance that some people are lucky enough to get a “beginner’s baby”, compared with one who takes them straight to advanced level, has very much diminished.

Somewhere along the line we have lost the appreciation of intrinsic personality differences, which has led to a frustratingly common belief that a one-size-fits-all approach to shaping behaviour and discipline will always work.


Further reading: How to discipline your children without rewards or punishment


Someone frequently will preach intervention X, which you try, and it doesn’t work. What’s the typical response? “Oh you mustn’t have done it properly” rather than “oh, your kid mustn’t share the same motivations as my kid, let’s figure out what drives them and work with that”.

One size doesn’t fit all

Yet research tells us that babies differ wildly in their natural temperaments, as early as in the womb.

Here’s a pair of babies I prepared earlier, in the same womb, at the same time. What does this picture below tell you about their temperament and subsequent personality as they’ve aged?

The Sharman twins have very different personalities. Rachael SharmanAuthor provided (No reuse)

If you guessed the boy on the right is now an extroverted, adventurous, sociable young man – you guessed right. And if you guessed the girl on the left is a highly cautious introvert (despite 21 years of relentless CBT from her mother) – spot on.

So how could these two children possibly be expected to respond favourably to the same discipline techniques? Can you imagine Anxious Baby Girl knowingly breaking a rule; can you imagine Novelty-Seeking Boy being able to stick to one?

This is where modern-day parenting advice regarding “appropriate” disciplinary techniques typically falls apart. The assumption is that all children are alike, but what happens if you don’t have angel-baby who is interested in pleasing others or responds positively to praise?

What if your child gets excited by pushing boundaries and breaking rules, is aggressive and angry, morose and difficult, even downright anti-social? All of these are possible personality styles – so how can you best manage problematic behaviour in the context of such different temperaments?

Tailoring the response to each child

The answer lies in understanding your child and what makes them tick.

An easy mistake to make is trying to apply a punishment (a response designed to reduce or extinguish a behaviour) but in doing so, inadvertently supplying a reward (which reinforces and increases the behaviour).

If your child loves attention for example, any form of attention (including yelling or a smack) may well act as reward. For example, my attention-seeking adult boy now invests a substantial amount of energy winding up his grandmother to earn himself a “smack” – which he finds hysterically funny.

Time-out, on the other hand, especially if it removed his audience, was a very effective punishment for him.

Conversely, imagine what happened when I put my scaredy-cat daughter in time-out. She loved it. Her quiet nature craves alone time, so what was intended as a form of punishment in her case would act as a reward.

In fact, allowing someone with a naturally anxious disposition to “withdraw” or “avoid” (for example, not going to a party, getting extensions on a deadline) may actually reinforce or enable poor coping strategies. It’s a tricky balance.

Children differ cognitively, too. A child with a poor attention span and limited working memory will need an immediate reward or punishmentrather than delayed for it to work.

This is where a short sharp smack can become a very seductive technique for some parents; in contrast to other children who have highly developed verbal skills and memory, where parents can wax lyrical to negotiate future expected behaviours.

Children with serious behaviour problems

When we delve into the really complicated cases, University of Sydney professor Mark Dadds has been working with a fascinating group of an estimated 0.5% of children who, despite loving parents and a good upbringing, don’t respond to disciplinary approaches at all.

While these children are few and far between, they highlight an unpalatable possibility – that no standard disciplinary technique will work for these difficult little characters. These children and their parents require highly specialised neuro-psychological training to edge them towards more effective approaches.

In debating the pros and cons of all the available disciplinary approaches out there, don’t fall into the trap of believing that just because an intervention worked for your child, it will automatically work for everyone else’s.

In fact, the same technique applied to a different child might even exacerbate the problem. When it comes to effective discipline, what works well or even what works at all will depend on the child.

Fuente: https://theconversation.com/reward-or-punishment-finding-the-best-match-for-your-childs-personality-81894

Fuente Imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/0x03F3slsV9TLb1SN3yFdO29U7a8KCvquFTG0GDG0lQ2GvCIGpSk206bIpz5cla9CMuZzg=s85

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