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Ecuador: Planteles masivos no logran cumplir el distanciamiento

Planteles masivos no logran cumplir el distanciamiento

Cumplir con el distanciamiento social es uno de los mayores desafíos de los planteles fiscales. El Colegio Técnico Yaruquí, en Pichincha, únicamente adoptó medidas sanitarias. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Los planteles públicos tradicionales con población numerosa afrontan más desafíos en el retorno obligatorio. No ampliaron las infraestructuras para cumplir con el distanciamiento por falta de ­recursos y solo adaptaron medidas sanitarias.

En ese contexto, los alumnos están regresando a los mismos espacios donde, antes de la pandemia por el covid-19, ya pasaban aglomerados. Esto ocurre en los colegios tradicionales de Quito, Guayaquil, Cuenca, Ambato y Loja,
que tienen más de 35 estudiantes por aula.

El Plan Institucional de Continuidad Educativa (PICE) del Ministerio de Educación señala que se debe respetar el distanciamiento físico de 1,5 a 2 metros entre cada persona.

Si eso se cumple, cada aula para 35 alumnos debería tener 78 m² y eso no ocurre en los planteles públicos del país, dice Rubén Lema, presidente de la Unión de Educadores del Azuay. “El Ministerio de Educación (ME) no ha invertido en ampliaciones”.

El Colegio Daniel Córdova Toral, de Cuenca, acoge hasta 30 estudiantes y las aulas son de 50 m². En algunas salas, los pupitres están ordenados en filas uno tras otro, sin la distancia, y en otros amontonados para que entren todos.

Para Lema, en esos casos se debería dividir a los alumnos en dos aulas, pero los planteles sufren de falta de docentes y de espacio. Miguel Pesántez, coordinador de la Zonal 6 del ME, dice que no hay recursos para realizar adecuaciones.

Fuente de la Información: https://www.elcomercio.com/tendencias/sociedad/planteles-educativos-estudiantes-distanciamiento-social.htmlhttps://www.elcomercio.com/tendencias/sociedad/planteles-educativos-estudiantes-distanciamiento-social.html

 

 

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Los animales también practican distanciamiento social

Murciélagos, hormigas, monos y otras especies de animales practican el distanciamiento social de forma intuitiva cuando algún integrante de su grupo cercano está enfermo y podría infestarlos. Son prácticas naturales previas a la COVID-19 en los humanos.

Según establece un grupo de investigadores de Virginia Tech y otras universidades estadounidenses en un nuevo estudio, las prácticas intuitivas de distanciamiento social que llevan adelante distintas especies animales como los monos mandriles, las hormigas recolectoras o los murciélagos vampiro podrían ayudar a la humanidad a sobrellevar mejor la actual pandemia y otros desafíos similares en el futuro.

Mucho antes de la llegada de la COVID-19 y de la «globalización» del distanciamiento social entre los seres humanos, en la naturaleza existían métodos para detener la propagación de infecciones bacterianas, virales y parasitarias de los que podemos aprender. De acuerdo a un comunicado, las enfermedades infecciosas y el distanciamiento social se relacionan habitualmente en la naturaleza, a partir de la propia evolución de las especies a lo largo del tiempo.

Dana Hawley, autora principal del estudio, cree que “limitar las interacciones con los demás es una respuesta de comportamiento intuitiva cuando nos sentimos enfermos. Es algo que se observa en muchos tipos de animales en la naturaleza, pero los humanos a menudo reprimen este instinto por presiones económicas y de otra clase, asumiendo riesgos potenciales en forma individual y comunitaria”, expresó.

Diferentes reacciones según la especie

¿Cómo actúan los animales no humanos? En el marco del nuevo estudio publicado en la revista Science, los investigadores inyectaron a un grupo de murciélagos vampiro una sustancia que desencadena una reacción similar a una infección, pero que resulta inofensiva para estos mamíferos voladores. Teniendo en cuenta que se trata de una especie de fuerte comportamiento social, ya que naturalmente comparten prácticas como el acicalamiento o la alimentación comunitaria, los científicos querían estudiar especialmente sus reacciones.

Ante los efectos de la sustancia inoculada, como descenso en la actividad y otros síntomas similares a los que presenta una infección, los murciélagos redujeron notablemente sus interacciones sociales, principalmente el acicalamiento y las comidas en grupo. Los especialistas comprobaron que el letargo por el supuesto cuadro infeccioso reduce el contacto con los demás y que los vampiros enfermos se acicalan menos unos a otros.

En el mismo sentido, los investigadores destacan asimismo que los monos mandriles poseen prácticas sociales similares como el acicalamiento y aseo conjunto. Sin embargo, aquí las reacciones son diferentes, ya que los monos necesitan continuar con este tipo de prácticas para mantener su rol en la jerarquía social. Frente a esto, reducen el aseo grupal y practican distanciamiento social con los monos que no forman parte de su grupo familiar, manteniendo igualmente las prácticas dentro de su grupo de pertenencia, a pesar de los riesgos de contagio.

Las soluciones más radicales

Por otro lado, otras especies parecen tomar medidas más extremas, destacan los investigadores. Las hormigas recolectoras practican un “autosacrificio” cuando saben que están infestadas. Se retiran directamente de su grupo para vivir una existencia solitaria que, en esta clase de insectos, es prácticamente un suicidio. Sin embargo, se sacrifican para mantener a salvo al resto de la colonia y para preservar los genes de la especie.

Las abejas, en tanto, son más expeditivas. Cuando una de las integrantes de la colmena está enferma, es literalmente empujada a golpes por otras abejas y expulsada de la comunidad, protegiendo de esta forma al conjunto y, sobretodo, a la sacrosanta abeja reina. De forma más activa o pasiva, el distanciamiento social se concreta intuitivamente en la naturaleza.

¿Qué lecciones podemos aprender los humanos de estos comportamientos? Según los científicos, las actitudes de las distintas especies animales deberían hacernos comprender la trascendencia del distanciamiento social y otras prácticas de prevención sanitaria en el marco de pandemias como la actual u otras situaciones similares. La cuestión crucial parece ser entender el peso que puede tener el comportamiento y la responsabilidad individual en el destino de la sociedad en general.

Referencia

Infectious diseases and social distancing in nature. Dana Hawley et al. Science (2021).DOI:https://doi.org/10.1126/science.abc8881

Foto:

Los monos mandriles continúan cuidando a los miembros de la familia enfermos, mientras que evitan activamente a otros afectados por infecciones que no sean sus parientes cercanos. Imagen: Yomex Owo en Unsplash.

Fuente: https://tendencias21.levante-emv.com/los-animales-tambien-practican-distanciamiento-social.html

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Países de África: La Región de África de la IE adopta indicadores para la reapertura de las escuelas

La Región de África de la IE adopta indicadores para la reapertura de las escuelas

La Región de África de la IE ha adoptado una serie de indicadores para la reapertura de las escuelas y otras instituciones educativas y la ha compartido con las organizaciones miembros y asociadas.

Estos indicadores fueron adoptados por el Comité Regional de la IERAF en una reunión virtual y consisten en diez puntos:
1. Directrices políticas claras
Directrices para prevenir la propagación de la COVID-19 y establecimiento de un comité para velar por su cumplimiento. Se deberían facilitar información y actualizaciones a la comunidad escolar.
2. Diálogo social 
Diálogo social entre las autoridades y las organizaciones representativas del personal educativo para la formulación y la aplicación de políticas.
3. Énfasis en la limpieza 
Se deberían limpiar y fumigar de manera minuciosa las instalaciones antes de reanudar las clases y de forma habitual durante el curso escolar.
4. Agua y saneamiento 
Suministro de agua potable y saneamiento seguros y adecuados, prestando especial atención a las instalaciones en las zonas rurales y otras áreas marginadas.
5. Distanciamiento físico y social 
Organización de instalaciones y transporte para garantizar el distanciamiento social.
6. Equipos de protección individual (EPI) 
Disponibilidad de EPI para el personal docente, el personal de apoyo educativo y el alumnado.
7. Personas con afecciones subyacentes 
Reglas para prestar apoyo a los alumnos y las alumnas y al personal docente con afecciones preexistentes, así como mecanismos para abordar los síntomas de enfermedad mental.
8. Pruebas y tratamiento 
Disponibilidad de pruebas gratuitas para el personal educativo y el alumnado. Instalaciones de aislamiento y atención en los centros escolares dotadas de profesionales de la salud.
9. Equidad e inclusión 
Medidas que garanticen el regreso de todos los niños y las niñas. Se deberían realizar auditorías de equidad para identificar desigualdades en el proceso de reanudación de las clases.
10.  Dotación de personal y condiciones de trabajo 
El número de docentes y personal de apoyo educativo debería ser el adecuado para mantener la educación de calidad en el contexto de la pandemia. Debería proporcionarse financiación para contratar a personal adicional y garantizar salarios y condiciones de trabajo decentes, según lo convenido con los sindicatos de la educación.
El documento sobre los indicadores de la IERAF incluye las recomendaciones de la OMS sobre las medidas que se deberían adoptar antes de levantar las restricciones relativas al distanciamiento social y físico. Asimismo, proporciona enlaces a varias publicaciones pertinentes de la IE.
Fuente de la Información: https://www.ei-ie.org/spa/detail/16886/la-regi%c3%b3n-de-%c3%a1frica-de-la-ie-adopta-indicadores-para-la-reapertura-de-las-escuelas
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La receta de Uruguay para el reabrir las escuelas

Por: Meritxell Freixas Martorell

  • El país sudamericano aplica un “estricto” protocolo que se basa en la no obligatoriedad de asistir a clase y cuidar la distancia social en las aulas y el recreo.

Después de casi cuatro meses con escuelas e institutos cerrados y con las plataformas virtuales como único soporte a la docencia, Uruguay fue el primer país de Latinoamérica en retornar a las clases presenciales. El regreso se dio tras un proceso gradual iniciado con las escuelas rurales a finales de abril y que se completó a principios de julio, cuando también se reactivaron los centros públicos y privados de educación primaria, secundaria y técnica.

Junto con la construcción, el sector educativo fue de los primeros del país en incorporarse a la “nueva normalidad”, tras un intenso debate público, la discusión de protocolos y la tensión entre autoridades, direcciones de centros educativos y sindicatos. Una decisión que respondió al buen manejo que, hasta ahora, el país ha hecho de la pandemia. Desde el 13 de marzo, cuando se decretó la emergencia sanitaria, hasta la fecha, se registran 1.200 casos y 34 fallecidos. Las medidas tomadas tempranamente por el gobierno de Luis Lacalle Pou junto con varias condiciones estructurales, como unos sistemas educativo y sanitario públicos robustos, permitieron gestionar la crisis sanitaria sin necesidad de declarar la cuarentena obligatoria.

La infraestructura de telecomunicaciones uruguaya, que cuenta con un despliegue de la fibra óptica en prácticamente todo el país, permitió el acceso al trabajo virtual en prácticamente todo el territorio. Además, hace varios años se implementó el plan Ceibal para el fomento de las nuevas tecnologías de la información en todas las escuelas que, sin saberlo, preparó al país para enfrentar la crisis. “Se priorizó mantener el vínculo con los niños a través de las plataformas del plan Ceibal, WhatsApp o con visitas a los hogares, y así alcanzamos una vinculación en torno al 95% de la matrícula escolar de los niños de 3 a 12 años”, explica Pablo Caggiani, docente y miembro del Consejo de Educación Inicial y Primaria, un órgano dependiente de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) encargado de las competencias educativas de estas etapas.

Hace casi más de un mes que el proceso de retorno progresivo y gradual concluyó. Los colegios ahora vuelven a estar cerrados, pero esta vez por vacaciones. Alumnos y docentes se toman un respiro mientras transcurren las semanas más frías del año, que en contexto de pandemia dificultan la aplicación de protocolos y exponen a grandes y pequeños a todo tipo de enfermedades, más allá del coronavirus. Un tiempo de descanso que también se aprovecha para evaluar las primeras semanas del retorno.

Un protocolo “estricto”

«El retorno a clases es voluntario. Estamos convencidos de que el riesgo es mínimo y tiene que existir la voluntad de los padres para decidir si los niños participan o no», declaró Lacalle Pou cuando anunció el regreso a la presencialidad.

La Administración Nacional de Salud Pública se encargó de redactar un protocolo con más de 20 artículos que los centros educativos aplican con especial atención en mantener el distanciamiento físico en el aula y el patio. Para ello, cada curso fue dividido en dos grupos y la asistencia presencial, que no es obligatoria, se redujo a dos días a la semana y a un máximo de cuatro horas, y se combina con el aprendizaje online. Los horarios de entrada y salida a clase y al recreo son escalonados y los centros cuentan con alcohol gel, sistemas de ventilación, desinfección de materiales de uso común y uso obligatorio de alfombra sanitaria y mascarillas (para los alumnos de secundaria).

“La aplicación de un protocolo estricto quedó en manos de los directores de cada centro, que son quienes tienen que garantizar las condiciones para su cumplimiento”, señala Antonio Romano, profesor universitario del Instituto de Educación y exdirector de Planificación de la ANEP. “Es una presencialidad bastante compleja y muy diferente de la escuela que se dejó en marzo”, añade Pablo Caggiani.

Entre los criterios para definir el retorno a clases se consideraron aspectos como la desigualdad, la adaptación a los horarios de las familias y mantener la virtualidad para aquellos niños y niñas que no participan de forma presencial. “El promedio de asistencia a más de un mes del retorno ha sido muy bajo. La gente toma precauciones y una de ellas es no mandar a los niños a la escuela”, indica José Olivera, presidente de la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes). Según datos del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), en la primera semana, solo el 48% de los niños convocados asistieron a las escuelas públicas. Un porcentaje que se elevó a un rango entre el 60% y 70% siete días después.

Dificultades e inconvenientes

“Los niños tenían muchas expectativas de volver a la escuela para encontrarse con sus amigos, pero la forma como esto ha ocurrido no ha estado bien y no les hemos consultado”, opina Antonio Romano. El docente enumera algunos “inconvenientes” del regreso a la presencialidad, como la desconexión de muchos estudiantes y familias tras permanecer tanto tiempo en casa –”se desvincularon de la propuesta escolar”, precisa–; las dificultades para las escuelas de barrios más pobres; o los problemas prácticos para la implementación del protocolo: “Exige ventilación, pero estamos en pleno invierno”, apunta. “El primer día de clase había cuatro grados y teníamos las ventanas abiertas mientras los estudiantes se congelaban sentados en sus bancos con las mascarillas puestas”, recuerda Alejandra, profesora de secundaria y orientadora pedagógica. La docente, que terminó enferma después de estos primeros días de clase, insiste: “Tuve que mandar mensajes a los padres para avisarles que mandaran a los niños como si fueran a estar a la intemperie y quietos”. A su parecer, “hay una enorme improvisación porque las directivas no han sido claras” y “las formas de implementación están alejadas de la realidad”.

“Hemos tenido que hacer una ingeniería de reacondicionamiento de las escuelas para que los niños pudieran mantener las distancias dentro de las aulas”, exclama Elbia Pereira, secretaria general de Federación Uruguaya de Magisterio de Trabajadores de Educación Primaria o FUM-TEC, que reúne 25.000 afiliados docentes y no docentes de todo el país. La dirigente sindical destaca el “doble esfuerzo” de los docentes, que llevan a cabo el trabajo presencial y virtual, lo que conlleva una sobrecarga laboral importante.

Desde el punto de vista pedagógico, Pereira considera que los aprendizajes “son muy dispares y distintos” comparados con la etapa previa a la pandemia. Por eso, opina que “no se deben comparar resultados” y es tajante en su conclusión: “Nada sustituye la presencialidad del docente en el aula”.

Hasta ahora, ningún centro escolar de Uruguay se ha visto obligado a cerrar por contagios de COVID-19 y solo han interrumpido nuevamente las clases los colegios con presencia de focos comunitarios cerca. Sin brotes en los centros educativos y considerando la necesidad de mantener la escuela presencial, el gobierno apuesta ahora por aumentar los días y extender los horarios de docencia después de las vacaciones de invierno. “Cuando las familias entienden que los centros cuentan con las medidas de higiene necesarias y que los funcionarios proceden con mucha responsabilidad, se logra que los estudiantes vuelvan”, dijo Robert Silva, autoridad de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). A partir del 3 de agosto el país dará un paso más para normalizar la rutina escolar que el virus puso a prueba.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/08/05/la-receta-de-uruguay-para-el-reabrir-las-escuelas/

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Entrevista al matemático experto en epidemias: «En medio año, el mundo se dividirá en dos mitades»

Matemático experto en epidemias: «En medio año, el mundo se dividirá en dos mitades»

El matemático especializado en análisis de brotes infecciosos, Adam Kucharski,  publicó a comienzos de año «Las reglas del contagio», un libro, casi profético, que explica cómo se transmiten las enfermedades.

En «Las reglas del contagio» (Capitán Swing, 2020), Kucharski analiza cómo se extienden determinadas enfermedades, y asegura que estas normas van más allá de virus y bacterias. Violencia, crisis económicas, ideas, suicidio, felicidad, obesidad, pánico, bulos e incluso cuentos de hadas son susceptibles de seguir estos patrones.

¿Está la ciencia preparada para la urgencia que implica una pandemia? Incluso cuando llegue la vacuna, ¿cuánto tiempo conviviremos con el nuevo coronavirus?  ¿Hasta qué punto cambiará el mundo para siempre después de la COVID-19? Desde Cubadebate compartimos una entrevista ofrecida por Kurcharski, en la que responde estas y otras de las muchas interrogantes que tantos nos hemos formulado sobre la COVID-19.

—¿Entendemos las reglas del contagio de la COVID-19?

—Entendemos ciertos patrones en su crecimiento, sobre todo conforme los países relajan sus medidas y vemos rápidos estallidos. Aun así, quedan interrogantes sobre la transmisión, por ejemplo el papel de los niños y de la gente sin síntomas claros.

La regla del contagio más importante ahora mismo es lo rápido que podemos perder el control sobre los brotes. Hemos visto países que han bajado hasta los diez casos diarios y ahora cuentan miles al día. Incluso si tienes al virus bajo control, enseguida puedes enfrentarte a una situación que requiera distanciamiento o confinamientos.

Es crucial que encontremos formas de detener lo que está pasando y para ello vamos a necesitar innovar con mejores datos y respuestas. El gran cambio a partir de ahora será movernos desde reglas y tasas de crecimiento a escala poblacional a medidas de control mucho más locales.

—Habla de la transmisión que “no podemos ver”. En ese sentido, ¿se parece la COVID-19 a una enfermedad de transmisión sexual que se extiende de manera silenciosa entre la población?

—Desde un punto de vista teórico esa es, en gran parte, la razón por la que ha sido tan difícil de controlar. Con el SARS y la viruela la gente tenía síntomas claros cuando eran contagiosos, así que contener el brote era más directo si tenías recursos.

Como el coronavirus tiene transmisión antes de los síntomas, para cuando alguien aparece en el hospital la infección ya ha pasado a otras personas que pueden estar a punto de infectar a otras. En ese sentido comparte características con enfermedades como el sida, en las que puedes tener una gran transmisión sin detectar antes de darte cuenta de que hay un brote.

—¿Cómo podemos saber la efectividad de las medidas de control?

—Es muy difícil saber exactamente qué está teniendo qué efecto, pero podemos mirar lugares que han aplicado medidas en secuencias diferentes. Por ejemplo, en Alemania las mascarillas se introdujeron en distinto orden en algunas áreas y eso hizo posible estimar el efecto de que la gente las lleve. Lo mismo con los colegios, que están abriendo de distintas maneras en cada lugar. Será muy importante intentar aprender tanto como podamos de la variación que veamos entre países.

—En otras palabras, estamos inmersos en un experimento global queramos o no.

—Esencialmente, sí. Es un juego global de ensayo y error. Tenemos que entender las causas por las que algunos países relajaron las medidas demasiado pronto e intentar aprender lo más rápidamente posible cómo mejorar.

Adam Kucharski es un matemático, diagnosticado con el síndrome de Guillain-Barré, que se ha dedicado a estudiar la evolución de diferentes virus, entre ellos el de la COVID-19

—En su libro asegura que “en los análisis de los brotes, los momentos más importantes no suelen ser aquellos en los que tenemos razón. Son esas ocasiones en las que nos damos cuenta de que estábamos equivocados”. ¿Cuándo nos dimos cuenta de que estábamos equivocados con la COVID-19?

—Hubo dos momentos muy importantes que cambiaron nuestra visión de un brote pequeño a un problema mucho mayor. Uno, al principio. Los números reportados en China eran bajos, pero por cómo se habían exportado a Tailandia y Japón supimos que estábamos frente a algo inusual. Otro, ese par de días de febrero en los que Italia reportó brotes a gran escala. Hasta entonces habían estado muy centrados en Asia, pero que la transmisión hubiera ocurrido tan ampliamente sin haber sido detectada sugirió que estábamos ante un problema muy grande.

—Los investigadores que han intentado modelizar y predecir la evolución de la pandemia han sido muy criticados. ¿Cree que los medios y el público han sido justos?

—Vemos titulares que dicen que los modelos están equivocados o son correctos, y esa no es la cuestión. Los modelos contestan preguntas muy concretas. Existe la idea de que son bolas de cristal que pueden darnos todas las respuestas, cuando los investigadores los usamos para mirar un conjunto de posibilidades muy específico, como qué pasa si no se toman medidas de control o cuál será la tasa de crecimiento en las siguientes semanas.

—En su libro menciona la paradoja de los modelos en contextos como el efecto 2000 y la gripe de 2009. Si aciertan y son escuchados, la gente cree que han fallado y que son alarmistas.

—Sí, se ven los modelos como una predicción meteorológica. Si eres pesimista sobre el tiempo eso no cambia el tiempo, pero si muestras las consecuencias de no hacer nada durante un brote y eso hace que la gente reaccione, entonces tu predicción original no será correcta.

En muchos países de Europa poca gente se ha infectado, lo que indica que las medidas de control tuvieron un impacto, pero aun así hemos visto muchas muertes y grandes daños. Eso es consistente con el modelo que predice que, si no hubieras introducido medidas y hubieras permitido más infecciones, habríamos visto un número de fallecimientos mucho más alto.

—Parte de ese momento en el que descubrimos que estábamos equivocados tuvo que ver con la falta de datos. ¿Qué pasó con los modelos para que al principio se pensara que esperar a la inmunidad de grupo era una opción?

—La gran limitación inicial fue la falta de datos disponibles. En Europa muchos países no tenían ni idea de su número de casos. Cuando miramos los datos genéticos disponibles ahora, está claro que había transmisión sin detectar entre países a finales de febrero en Europa.

Aun así todavía no sabemos cuál es la estrategia apropiada. Entonces estaba muy claro que si los países se sentaban y no hacían nada sería un desastre. Si pones en marcha intervenciones muy fuertes, como los confinamientos, necesitas un plan para después, pero no está claro cuál es la solución a largo plazo para muchos países.

—Las reglas del contagio no va solo de enfermedades, sino también de cómo estas normas se aplican a la difusión de ideas, pánico, crisis económicas, violencia… En estos meses hemos visto otros ejemplos de contagio, por ejemplo de desinformación y bulos. ¿Podemos parar esa otra pandemia?

La pandemia va a prolongarse y tenemos que atacar la desinformación tanto como la propia enfermedad. Será importante controlar la información sobre qué deberíamos o no hacer, dónde estamos y qué pasa. No podemos deshacernos de cada mala información como no podemos identificar cada infección en el mundo. En su lugar tenemos que reducir cuánta gente está expuesta a esa información.

WhatsApp ha limitado el número de personas con las que se pueden compartir mensajes, lo que reduce la velocidad de transmisión: es muy similar a lo que estamos haciendo con el distanciamiento social porque si la gente no interacciona tan ampliamente es muy difícil que algo se extienda tan rápido.

También hemos visto plataformas que dan información fiable al buscar sobre coronavirus. Sabemos por las vacunas que es una forma muy poderosa de intervenir: si reduces la susceptibilidad la gente no estará expuesta, ya sea a un virus real o a desinformación, y no necesitas interrumpir sus interacciones.

—¿Cómo cambiará la privacidad en el mundo poscoronavirus?

—El balance entre privacidad y salud pública es muy importante. Si queremos controlar la infección tenemos que saber dónde está sucediendo y eso significa recoger buenos datos, más personales, porque el virus da poco tiempo para responder. Debemos conseguir la confianza de la población para asegurar que estas medidas son posibles.

—Las reglas del contagio comienza hablando de la crisis financiera de 2008. La siguiente pandemia, ¿será económica?

—Veremos contagio económico porque el mundo está muy interconectado. Necesitamos pensar en el efecto dominó que habrá si en seis meses el coronavirus está controlado en algunos países pero no en otros, cómo va a afectar a la capacidad de los países para seguir funcionando. Es un problema internacional. El nivel de infección de uno va a influir en lo que pase en la sociedad y la economía en más lugares.

—La gran pregunta: ¿qué va a pasar en el futuro?

—Es muy difícil decir cuántos casos o muertes veremos en los siguientes meses. Creo que algunos países no lograrán el control y puede que la acumulación de inmunidad sea la que termine el brote, con un gran impacto en la salud. Otros, con restricciones fronterizas y cierres muy estrictos mantendrán la infección muy baja. En medio año, el mundo se dividirá en dos mitades según lo bien que cada país esté controlando la pandemia.

—Incluso cuando llegue la vacuna, ¿cuánto tiempo conviviremos con la pandemia?

—Lo que suceda a continuación dependerá de lo buena que sea la vacuna. Lo ideal sería que fuera muy efectiva, pueda mantener la transmisión bajo control y podamos dársela a mucha gente en todo el mundo. En ese caso podríamos volver a la normalidad con bastante rapidez. Pero pienso que lo más probable es que necesitemos aplicar otras medidas. Puede que no sea posible dársela a todos los países y gente. La polio y el sarampión tienen vacuna y han sido difíciles de erradicar. Mi esperanza es que consigamos una vacuna que nos ayude a volver a la normalidad, pero creo que el coronavirus será una amenaza global para el futuro próximo.

—Entonces, ¿la pandemia de COVID-19 cambiará el mundo para siempre?

—Creo que dejará un impacto muy profundo en el mundo. Lo que pase el próximo año en cuanto a brotes y respuestas nacionales tendrá un efecto durante décadas.

(Tomado de Agencia SINC)

Fuente de la Información: http://www.cubadebate.cu/noticias/2020/08/01/matematico-experto-en-epidemias-en-medio-ano-el-mundo-se-dividira-en-dos-mitades/#.XygHfYpKh0w

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Coronavirus en la Argentina. Encuesta: casi el 80% de las familias considera que no están dadas las condiciones para volver a las aulas en agosto

América del Sur/ Argentina/ 14.07.2020/ Fuente: www.lanacion.com.ar.

 

Ocho de cada diez familias con niños en edad escolar consideran que no están dadas las condiciones para el retorno de las clases presenciales desde agosto, como planea el Ministerio de Educación de la Nación y, a su vez, desconocen el protocolo elaborado por ese área para la vuelta a los colegios luego del aislamiento preventivo por la pandemia de coronavirus.

Así lo reveló una encuesta realizada por la Unión Docentes Argentinos (UDA) a 10.200 familias de todo el país entre el 25 y el 8 de julio: el 78% respondió no estar de acuerdo en que las condiciones sanitarias, edilicias y de infraestructura sean las adecuadas para que los alumnos regresen a las aulas el mes próximo.

Agosto aparece en el horizonte como posible vuelta a las clases presenciales con un protocolo que dio a conocer hace algunas semanas el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta. Entre los puntos más salientes se menciona que todos los alumnos a partir de primer grado deberán usar un barbijo casero, que tape la nariz, la boca y el mentón y que será obligatorio adentro y afuera del aula; se deberá respetar un distanciamiento social de al menos 1,5 metros y no se podrán hacer actos, reuniones ni eventos.

Además, en el caso de confirmarse un caso positivo dentro de la escuela, se cerrará el establecimiento por un día para una exhaustiva desinfección. La cantidad de alumnos dentro del aula estará delimitada por la relación entre su superficie total y el metro y medio de separación obligatorio entre pupitres. Y para lograr una mejor dinámica en las clases, se propone el modelo de las aulas burbujas, con la idea de formar pequeños grupos de dos, tres o cuatro estudiantes y romper así con el esquema tradicional del salón con los alumnos sentados en fila y mirando al frente.

Sin embargo, y siempre de acuerdo a la encuesta de la UDA, el 82% de las familias admitieron desconocer el protocolo y el 48% de los docentes consultados, en un universo de 10.180 docentes, también sostuvo no estar al tanto de las medidas impulsadas por el gobierno de la Nación. La muestra se completa con el 41% que respondió conocerlo parcialmente o por versiones periodísticas y solo el 11% argumentó conocerlo.

«Agosto puede ser una fecha deseada, pero improbable en las actuales condiciones. Es bastante impensado lograr mantener grupos, principalmente de nivel primario, con tapabocas constantemente colocados, sin que los niños tengan contacto entre ellos, y que cumplan todas las normas protocolares», opinó el Secretario General de la UDA, Sergio Romero.

Fuente de la noticia: https://www.lanacion.com.ar/sociedad/coronavirus-argentina-encuesta-casi-80-familias-considera-nid2397052

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En EE. UU. los profesores temen regresar a clases presenciales

América del norte/Estados Unidos/semana.com

El medio especializado Education Week reveló que a más del 75 % de los docentes les preocupa el incremento de los contagios por el retorno a las aulas.

En los diferentes países del mundo la postura respecto a la reapertura de colegios es distinta. Mientras que Dinamarca, Noruega, Islandia, Austria o Corea, e incluso en Wuhan, epicentro de la pandemia, decidieron retomar sus actividades escolares, otros países seriamente afectados como Italia, Bulgaria, Irlanda, España o Túnez determinaron no regresar a las aulas.

Estados Unidos, uno de los lugares más afectados actualmente —registró más de 1.000 muertes por covid-19 en 24 horas—, es un caso especial. A pesar de las cifras ascendentes y el llamado del presidente Trump a retomar la normalidad, algunos alcaldes, como el de New York, decidieron poner fin al año escolar.

Debido a la incertidumbre por el futuro cercano de las clases, el medio especializado EducationWeek encuestó a más de 2 mil maestros, 470 directores y 446 líderes de distrito para saber qué posición tienen respecto al regreso a clases.

El 65 % de profesores consideraron que las escuelas deben permanecer cerradas para evitar más contagios, mientras que el 35 % restante creen que deberían abrir ya para poder regresar más rápidamente a la normalidad. Los datos de la encuesta evidencian que los que apoyan la reapertura son los maestros de bachillerato, más que aquellos con alumnos de niveles primaria y preescolar.

 

Uno de los hallazgos de la encuesta es el temor de los docentes a volver al aula. Uno de cada tres informó que tienen problemas médicos que los pone en riesgo ante el corovirus. Además, el 69 % aseguró que un familiar cercano es población de riesgo.

Education Week también reveló que el 76 % de los encuestados están “algo o muy preocupados” por las consecuencias que podría traer para su salud tener clases presenciales en otoño. 

¿Fracasó la virtualidad?

Algunos estudios han revelado que los profesores sienten que los estudiantes no aprenden en la virtualidad. Según el sondeo de Education Week, el 82 % de los docentes contestaron que trabajan mejor en las escuelas.

Además, el 76 % de los maestros encuestados indicó que la participación de los alumnos disminuyó. Para los docentes, la poca participación provoca que ellos enseñen menos contenido nuevo a sus alumnos.

Asimismo, la encuesta reveló que el 24 % de los educadores no piensan regresar si no hay un buen plan para implementar medidas de distanciamiento social efectivas. Sin embargo, el 35 % creen que estas medidas solo harán más difícil que los estudiantes regresen, lo que provocaría implementar soluciones como sesiones dobles o más trabajo para los docentes.

Fuente e imagen tomadas de: https://www.semana.com/educacion/articulo/estados-unidos-profesores-temen-regresar-a-la-presencialidad-en-las-aulas/683062

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